Está en la página 1de 19

ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE 1.

EL JUICIO DE AMPARO, JUICIO O

RECURSO.

INTRODUCCIÓN

Establecer derechos fundamentales en la Constitución es una tendencia en todos los Estados


contemporáneos para dar dignidad a la vida de las personas, que al consagrarse a nivel
constitucional se convierten en una esfera que el Estado no puede traspasar en respeto a los
mismos en el ejercicio del poder.

Y es hoy la tendencia de que se vuelve a hablar de derechos humanos que se positivizan para
así tener una certeza de que el Estado los reconozca. Nuestro país no es la excepción a este
movimiento de establecer a nivel constitucional los derechos fundamentales, que aunque
anteriormente ya contaba con un catálogo de ellos, con las reformas que se han llevado a cabo
en materia de derechos humanos, ahora tienen una mayor extensión al poder invocar tratados
internacionales en la materia.

Pero no basta con que exista un catálogo de derechos fundamentales en la Constitución, ya


que también es necesario tener el instrumento por medio del cual se haga efectivo el derecho
que se quiere reclamar ante el Estado para que éste los respete y dicho instrumento tiene que
ser jurídico, porque debe estar establecido en una norma.

Es pues el juicio de amparo el instrumento jurídico por el cual se busca hacer efectivo el
derecho fundamental violado, siendo ésa su teleología, el cual es un instrumento al servicio de
la persona y que su radio de protección se extiende tanto a leyes como a actos.
El amparo es un juicio o proceso que se inicia por la acción que ejercita cualquier gobernado
ante los órganos jurisdiccionales federales contra todo acto de autoridad (lato sensu) que le
causa un agravio en su esfera jurídica y que considere contrario a la Constitución, teniendo por
objeto invalidar dicho acto o despojarlo de su eficacia por su inconstitucionalidad o ilegalidad en
el caso concreto que lo origine.

La extensión del amparo en su ámbito protector lo hace un instrumento que resguarda los
derechos de igualdad, libertad, seguridad jurídica y propiedad que son los derechos
tradicionales en que se dividen; es el amparo en nuestro país el que se encarga de asegurarlos,
porque una virtud que le han dado todos los tratadistas es que el amparo es un juicio que
protege todos los derechos antes mencionados y no como en otros países que son procesos
separados, por ejemplo, el hábeas corpus que sólo se encarga de proteger la libertad.

Al violarse el derecho le compete al Poder Judicial federal, que es el que se encarga de conocer
de estos juicios, el que tiene que resolver si el derecho alegado fue violado o no y es por ello
que el amparo es un control de la constitucionalidad, ya que al protegerse el derecho
fundamental se protege también a la Constitución. Si bien es cierto ha habido muchos debates
de que el amparo sólo protege la Constitución indirectamente, otros alegan que es un
instrumento de protección directa de la misma; lo cierto es que es un juicio que busca proteger
los derechos fundamentales de las personas.

He venido comentando que el amparo protege los derechos fundamentales, ya que según la
doctrina éstos son los que están consagrados en la Constitución, pues cuando no están
positivizados, se ha dicho que son derechos humanos simplemente porque aún no son
reconocidos en el país que los adopta; por ello es importante, para que se respete en el ámbito
interno, que un derecho esté previsto en la legislación nacional y así las autoridades lo
garanticen.

Burgoa nos dice que los derechos humanos “se traducen en imperativos éticos emanados de la
naturaleza del hombre que se traducen en el respeto a su vida, dignidad y libertad en su
dimensión de persona o ente auto teleológico”.

La mayoría tiene la misma concepción de los derechos humanos: que son propios del hombre
por el hecho de serlo y que, de acuerdo a la época, van creándose nuevos derechos tal y como
ha acontecido.

Ésa es la concepción del derecho humano en general, pero lo importante, desde mi punto de
vista, es al momento en que cada Estado reconoce tales derechos para su legislación interna,
que es cuando se hace respetar y que el Estado tiene obligación de garantizarlos.
Ignacio Burgoa comenta que “las garantías individuales [ahora denominados derechos
humanos en la Constitución] equivalen a la consagración jurídico-positiva de esos elementos,
en el sentido de investirlos de obligatoriedad e imperatividad para atribuirles respetabilidad por
parte de las autoridades estatales y del Estado mismo”.

 Es aquí cuando entra en juego el juicio de amparo que se consagra para ser el protector de
dichos derechos siendo la garantía jurídica procesal que nuestra Constitución establece para la
mayor parte de los derechos.

A excepción de los derechos políticos que tienen otra garantía por la cual se defienden, ya que
una excepción al juicio de amparo es la materia electoral. Debido a distintas recomendaciones
anivel internacional de que en México no había una garantía para proteger los derechos
políticos, fue que se crearon otras garantías para tutelar éstos, porque el amparo no se
extendía a protegerlos y se necesitaba una forma de asegurarlos.

DESARROLLO

El conocimiento de los fines del juicio de amparo es de importancia, principalmente cuando se


interviene como quejoso o autoridad responsable; en el primer caso, para exigir el exacto
cumplimiento de una ejecutoria, y en el segundo, para proveer el cumplimiento
satisfactoriamente, evitando con ello la aplicación de medidas de apremio; inclusive la
destitución del cargo para la autoridad que tiene que cumplir con la ejecutoria en términos del
artículo 105 de la Ley de Amparo; cuestiones que se analizarán al tratar posteriormente temas
de cumplimiento de las sentencias de amparo, mientras tanto, se hace referencia a la finalidad
general y particular del juicio de garantías, que la doctrina y la jurisprudencia refieren.

A) FINALIDAD GENERAL.

Consiste en el control de constitucionalidad y el control de legalidad.

1.- El control de constitucionalidad.

El control de constitucionalidad tiene como base el artículo 103 de la Carta Magna, al establecer
la protección de las garantías individuales de los gobernados frente a la autoridad, y la
protección del régimen de competencias entre los Estados, Distrito Federal y la Federación, con
lo cual a través del juicio de amparo se obtiene un control central y general de la Constitución.

2.- El control de legalidad.


Se concluye de la fracción I del artículo 103 de la Constitución, al determinar la protección de
las garantías individuales de los gobernados.

En efecto, por virtud de los artículos 14 y 16 de la Constitución (que son un ejemplo de


legislación por su perfección), se obtiene el control de la legalidad de los actos de autoridad, lo
que además constituye garantía de seguridad jurídica para los gobernados.

B) FINALIDAD PARTICULAR DEL AMPARO.

Se contempla en el artículo 80 de la Ley de Amparo, cuando determina que la sentencia que lo


concede, tendrá por objeto restituir al agraviado en el pleno goce de la garantía individual
violada, restableciendo las cosas al estado que guardaban antes de la violación.

Los estudiosos del derecho discuten principalmente sobre considerar al amparo como un
recurso o como juicio. A continuación se citan los principales argumentos en los que ambas
corrientes se sustentan.

A) EL AMPARO COMO RECURSO.

1.- El amparo y el recurso son medios de impugnación.

2.- En el amparo y en el recurso, un Tribunal de superior jerarquía revisa lo actuado por otro
Tribunal inferior.

3.- En el amparo como en el recurso, la sentencia que se dicte puede revocar, modificar o
nulificar la resolución emitida por el inferior.

B) EL AMPARO COMO JUICIO.

1.- El amparo es un juicio autónomo porque se inicia con una demanda, y en él existe


ofrecimiento, desahogo de pruebas, formulación de alegatos y concluye con una sentencia; en
tanto que en el recurso no hay esas fases procesales.

2.- La litis a resolver en el amparo es diversa a la del juicio ordinario del que deriva, y siempre
se plantea sobre violación de garantías individuales, en tanto que en el recurso, la litis es la
misma que se resolvió en la primera instancia del juicio ordinario.

3.- En el amparo las partes son diferentes a las del juicio ordinario de primera instancia
(quejoso, autoridad responsable, Ministerio Público Federal y tercero perjudicado en algunos
casos), y en el recurso subsisten el mismo actor y demandado en la primera instancia.

4.- En el amparo se modifica la sentencia del juicio ordinario del que proviene, por efecto
indirecto de la declaración de violación a las garantías individuales, en tanto que en el recurso
la modificación se da por la violación a las normas ordinarias de procedimiento o sustantivas en
la sentencia.
La opinión generalizada es en el sentido de que el amparo es un juicio y constituye un medio de
impugnación extraordinario, y la importancia de este tema, está en que las partes en un juicio
de esta naturaleza o cualquier otro, ofrecen y desahogan pruebas, amén de formular alegatos
en su caso, en defensa de sus intereses.

LAS PARTES EN EL JUICIO DE AMPARO

La importancia del tema, esta en que la SFP actúa en el juicio de amparo en algunas ocasiones
como quejosa; autoridad responsable, o tercero perjudicado; en tal virtud, es necesario precisar
la actividad principal que cada parte desarrolla en el juicio para la mejor defensa de sus
intereses.

Las partes las determina el artículo 5 de la Ley de Amparo y al efecto señala como tales:

QUEJOSO

Ley de Amparo maneja en su texto los términos quejoso y agraviado refiriéndose en algunas


ocasiones a la persona que impugna un acto de autoridad por considerar que es violatorio de
garantías, no obstante, tratándose de los recursos que la propia ley refiere, también maneja el
término de agraviado para aludir a la persona del recurrente, quien naturalmente al interponer
su recurso formula agravios en relación al acto recurrido, de ahí la denominación de agraviado.

Previa la aclaración anterior, al quejoso se le define como la persona física o moral que ejercita


la acción de amparo por sí o a través de su legítimo representante, porque en su concepto, un
acto de autoridad es violatorio de sus garantías.

Lo anterior lleva a reflexionar; cuando y en qué casos la SFP puede actuar como parte quejosa
en un juicio de amparo; al respecto la ley de la materia en su artículo 9 establece en síntesis,
que las personas morales oficiales pueden ocurrir al juicio de amparo a través de sus
funcionarios o representantes que designen las leyes.

El juicio de amparo está condicionado a que exista un acto autoridad o una ley que afecte sus
intereses patrimoniales, un ejemplo sería el caso en que se condena a la Secretaría al pago
de salarios caídos por virtud de un laudo laboral.

LA AUTORIDAD RESPONSABLE 
Es la parte contra la cual el quejoso promueve la demanda de amparo, teniendo como
característica fundamental, que es un órgano del Estado que realiza funciones públicas
de gobierno, al cual el quejoso atribuye un acto violatorio de garantías.

El artículo 11 de la Ley de Amparo define también a la autoridad responsable, como aquella que
dicta, promulga, pública, ordena, ejecuta o trata de ejecutar una ley o el acto reclamado.

Desde este momento vale la pena puntualizar, que son los artículos 107 fracción VII de la
Constitución, y 11 en relación con el 4° de la Ley de Amparo, los que dan base a los amparos
contra leyes y contra actos de autoridad en estricto sentido, a los que posteriormente se hará
referencia.

EL TERCERO PERJUDICADO 

Es aquél a quien en términos generales le interesa sostener la legalidad del acto contra el cual
se pide amparo, ya que de concederse le puede resultar algún perjuicio. Artículo 5° de la Ley de
Amparo.

El señalamiento del nombre y domicilio del tercero perjudicado al formular una demanda, tiene
gran importancia, pues evita que con posterioridad se nulifique el procedimiento de amparo a fin
de emplazarlo para que exprese lo que a su interés convenga; de tal manera, que la omisión
dolosa o negligente del quejoso para mencionar al tercero perjudicado puede acarrear como
consecuencia un retraso en la obtención de la sentencia de amparo.

EL MINISTERIO PÚBLICO FEDERAL 

Como parte en el juicio de amparo tiene ciertas características especiales, pues actúa como
vigilante o regulador en el juicio, esto es, con su actuación procura que el procedimiento y la
sentencia se apeguen a la legalidad establecida tanto en la Constitución como en la Ley de
Amparo, de tal manera que no actúa como un representante social como tradicionalmente se le
concibe.

El ministerio público federal por disposición del artículo 5 de la Ley de Amparo es parte en todos
los juicios de amparo; sin embargo, no interviene en todos ellos, sino en los que considera que
tienen cierta importancia, y en atención a las instrucciones que recibe directamente de la
Procuraduría General de la República, teniendo como parte, la posibilidad de hacer valer todos
los recursos que la ley señala.

Es a través de un documento llamado "PEDIMENTO", que el ministerio público interviene en los


juicios de amparo, documento en el cual después de haber realizado el estudio del expediente y
en estricto apego a las normas constitucionales y la Ley de Amparo fija su posición dentro del
juicio de que se trate, solicitando sobreseimiento lo que produce que en ocasiones con sus
argumentos y pruebas que en su caso se hayan aportado, se advierta que actúa en favor del
quejoso o inclusive de la autoridad responsable, pues como ya se indicó, su interés es
exclusivamente el de que en el juicio se actúe en estricto apego a la legalidad, salvaguardando
el respeto a la Constitución.

Así las cosas, sea que la SFP actúe como quejosa, autoridad responsable o tercero
perjudicado, como conclusión al tema cabe destacar la importancia que tiene el conocer de la
materia de garantías a fin de que en su caso se formulen unos buenos conceptos de violación,
se defienda la constitucionalidad del acto reclamado, o se desvirtúen los argumentos de la parte
quejosa respectivamente.

LA IMPROCEDENCIA DEL JUICIO DE AMPARO

Es de suma importancia la improcedencia del juicio de amparo, trátese del amparo


indirecto o del amparo directo, pues de ello depende en gran parte que el juzgador
determine o no, sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de los actos
reclamados.

En efecto, el legislador en el artículo 73 de la ley de amparo determina diversas causas


que hacen improcedente el juicio de garantías, atendiendo a ciertos hechos o
situaciones jurídicas, a fin de evitar la promoción indiscriminada de juicios de garantías,
tal como se advierte de las XVIII fracciones que contempla el artículo 73 precitado.

Las causas de improcedencia antes referidas, junto con la defensa de la


constitucionalidad del acto reclamado, son los dos elementos fundamentales de
defensa que tienen de las autoridades responsables para lograr el triunfo en el juicio de
amparo; de donde es de gran importancia, el conocimiento exacto de cada una de las
causales que refiere el artículo 73 mencionado.

El estudio de las causas de improcedencia ha sido determinado por la ley de la materia


y la jurisprudencia reiterada, como una cuestión de orden público, por lo que es
preferente e inclusive de oficio, el análisis de las causas de improcedencia, antes de
que el juzgador de amparo aborde y decida respecto de la constitucionalidad del acto
reclamado.
No es dable omitir que respecto de las causas de improcedencia, se hayan vertido
diversas jurisprudencias y tesis relacionadas, lo que permiten hacer valer con claridad
dichas causas, las que de ser fundadas, generan necesariamente el sobreseimiento del
juicio, y por ende, la sentencia que así lo declara es favorable para la misma.

De las jurisprudencias y tesis más importantes relativas a las causas de improcedencia,


destacan las que refieren, que el estudio de las causas es de orden público y de estudio
preferente; que el juzgador puede hacerlas valer aún de oficio; que son de aplicación
estricta y que deben estar plenamente probadas, bastando la existencia de una, para
sobreseer respecto del acto que corresponda.

Por lo anterior es dable reflexionar sobre cada causal de improcedencia que contempla
el artículo 73 de la Ley de Amparo, en el entendido, de que las mismas operan tanto en
el amparo indirecto como en el directo en las mismas circunstancias, y en ambos casos,
el Juzgador de amparo procede a su análisis a petición de parte o de oficio,
previamente al estudio del fondo del asunto de que se trate.

PRINCIPALES TIPOS DE JUICIO DE AMPARO

a) EL AMPARO CONTRA LEYES

El amparo contra leyes encuentra su fundamento en la fracción séptima del artículo 107
constitucional cuando señala en lo conducente que "El amparo contra... leyes... se interpondrá
ante el Juez de Distrito...".

Por otro lado los artículos 4 y 11 de la Ley de Amparo refieren con claridad que el amparo
únicamente puede promoverse por aquel "a quien perjudique la ley, el tratado internacional, el
reglamento"... o cualquier otro acto que se reclame; y se determina, que "es autoridad
responsable la que dicta, promulga, publica, ordena, ejecuta o trata de ejecutar la ley o el acto
reclamado", respectivamente; en ambos preceptos, se menciona a la "ley o acto reclamado"
como posibilidades de ser impugnados en vía de amparo, lo que ha dado origen entre otras
clasificaciones, a que el amparo pueda clasificarse como amparo contra leyes, y amparo contra
actos de autoridad en estricto sentido.

El amparo contra leyes tiene como características, el que ataca un ordenamiento general y
abstracto como lo es una ley, la cual es emitida y aprobada en principio por el poder legislativo,
siendo la causa principal de la promoción de este tipo de juicios, el que la ley en general o
alguno de sus preceptos, contraviene la Constitución, lo que entraña en su caso, la declaratoria
de su inconstitucionalidad por parte del tribunal de amparo.

Por tener la misma calidad de generalidad y abstracción, los reglamentos expedidos por el


Presidente de la República en términos del artículo 89 fracción I, y los tratados
internacionales que celebra México al ser una ley suprema, estos últimos en términos son
impugnables en la misma vía.

En cuanto al término para la promoción del amparo contra leyes, el artículo 22 de la ley de la
materia determina que es de 30 días, contados a partir de que la ley, reglamento o tratado
internacional entran en vigor, siempre y cuando sean autoaplicativos.

Por ley autoaplicativa, la Corte ha interpretado que debe entenderse aquella que con su sola
vigencia afecta la esfera jurídica de los gobernados, sin que se requiera de acto de aplicación
alguno por parte de las autoridades; esto es, porque automáticamente el gobernado se queda
bajo los supuestos de la norma al entrar en vigor.

El amparo contra leyes heteroaplicativas, según el precepto 21 de la Ley de Amparo, deberá


promoverse en el término de 15 días contados a partir del día siguiente al del acto de
aplicación, entendiéndose por ley heteroaplicativa, aquella ley, (y por extensión el reglamento o
tratado internacional), que no obstante estar en vigor no afecta la esfera jurídica del gobernado,
hasta en tanto no sea aplicado por la autoridad.

De lo anterior resulta fácil concluir que hay casos en los que si bien una ley auto aplicativa no
fue impugnada en el término de 30 días, podrá impugnarse dentro de los 15 días siguientes al
en que la autoridad realice el primer acto de aplicación, esto es, se tienen dos oportunidades
para combatir la ley.

Este tipo de amparos por disposición el artículo 114 fracción I de la Ley de Amparo, es de la
competencia de los Jueces de Distrito en primera instancia y en una segunda por virtud del
recurso de revisión, compete a la Suprema Corte de Justicia de la Nación su conocimiento en
términos del artículo 84 fracción I inciso a) de dicha ley, y artículo 10 fracción II inciso a) de la
Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación.

Merece especial aclaración el caso en que los tribunales Colegiados de Circuito por virtud de un
amparo conocen de la inconstitucionalidad de una ley o la interpretación de un precepto
constitucional, sin que dicha inconstitucionalidad se haga valer específicamente como acto
reclamado, sino que deviene de su aplicación en la sentencia que se reclama en esa vía
( artículo 166, fracción IV de la Ley de Amparo), en cuyo caso conoce excepcionalmente en vía
de revisión en amparo directo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

B) EL AMPARO INDIRECTO


Fundamento.

Este tipo de juicio encuentra su fundamento en el artículo 107 fracción VII de la Constitución
Federal, en el que se determina que el amparo contra actos en juicio, fuera de juicio o después
de concluido, así como contra actos que afecten a personas extrañas a juicio, contra leyes o
contra actos de autoridad administrativa, se interpondrá ante juez de distrito.

Este juicio también conocido como amparo biinstancial, tiene su tramitación en primera
instancia necesariamente ante un juzgado de distrito, y en una segunda instancia, esto es por
virtud del recurso de revisión, ante un tribunal colegiado de circuito y sólo de manera
excepcional, cuando se trate de amparo contra leyes, reglamentos o tratados internacionales,
conocerá en revisión la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por ser esta la facultada en
última instancia, para resolver cuestiones de inconstitucionalidad.

El artículo 114 de la Ley de Amparo desarrolla de manera casuística la fracción VII del artículo
107 mencionado, de donde para determinar la procedencia o no del amparo indirecto, habrá
que estar a cada uno de sus supuestos.

C) EL AMPARO DIRECTO.

El amparo directo encuentra su fundamento en la fracción V y VI del artículo 107 constitucional,


al determinarse en ellas que el amparo ante los tribunales colegiados de circuito, procederá
contra sentencias definitivas, laudos o resoluciones que pongan fin al juicio, sea que la violación
se cometa durante el procedimiento o al emitirse la sentencia misma, siendo la Ley
Reglamentaria la que establecerá la forma y procedimiento para su tramitación.

Al amparo directo o uniinstancial, también se el conoce como amparo de legalidad, pues por
regla general en él sólo pueden hacerse valer violaciones porque durante el procedimiento o la
sentencia se hayan conculcado preceptos que regulan el procedimiento o fundan la sentencia;
esto se da, cuando la sentencia se haya fundado en preceptos legales no aplicables al caso, o
bien que habiéndose fundado en los preceptos aplicables o adecuados, el juzgador los haya
mal interpretado y por ello el procedimiento o la sentencia se hayan apartado de la legalidad.

En este tipo de amparo no es dable la impugnación de inconstitucionalidad de leyes,


reglamentos o tratados internacionales como acto reclamado en específico; no obstante, puede
impugnarse una sentencia definitiva por considerarse inconstitucional la ley, reglamento o se
haya mal interpretado un precepto constitucional que se aplicó; condicionado esto, a que tal
inconstitucionalidad se haga valer como un concepto de violación, caso en que también
excepcional mente el amparo directo, admite recurso de revisión en una segunda instancia,
ante la Suprema Corte de Justicia, por ser la única facultada para resolver sobre
inconstitucionalidad de una ley, reglamento o tratado internacional, así como para interpretar
algún precepto de la Constitución.

PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES DEL JUICIO DE AMPARO.

Los principios generales del amparo son conocidos por todos. En lo sucesivo, únicamente los
traeremos a la memoria, haciendo las aclaraciones pertinentes que resulten de la reforma
constitucional del 6 de junio de 2011 y la nueva Ley de Amparo.

A. PROSECUCIÓN JUDICIAL
El juicio de amparo es un proceso en el más puro sentido técnico de la palabra: es un conjunto
de actos concatenados a la finalidad de solucionar un conflicto de intereses derivados de la
aplicación de los derechos fundamentales y otras normas constitucionales. La autoridad que lo
desarrolla y resuelve es una de corte material y formalmente jurisdiccional, y los jueces de
amparo gozan de diversas garantías que aseguran su independencia e imparcialidad. Como
todo procedimiento jurisdiccional en sentido estricto, el juicio de amparo se halla sujeto a los
parámetros del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, en particular a los del debido
proceso. Lo anterior es corroborado por la jurisprudencia de la CIDH, como vimos en la última
sección del capítulo anterior. Sin embargo, la jurisprudencia ha afirmado dogmáticamente que
los jueces de amparo no pueden violar garantías individuales, porque son sus garantes. Esta
afirmación se ha tomado en el sentido de que son inoperantes los agravios relativos a dichas
violaciones; aunque el Pleno de la Suprema Corte ha matizado este criterio, afirmando que
pueden considerarse dichos argumentos, cuando se relacionan con la indebida aplicación de la
Ley de Amparo u otra atinente a la materia

B. INSTANCIA DE PARTE AGRAVIADA


Como sucede en todo proceso, el juez de amparo no puede actuar motu proprio. Para iniciar
este medio de control se requiere que el juzgador sea instado a ello por una persona legitimada
al efecto, en virtud de la lesión que le produzca el acto de autoridad reclamado.

C. AGRAVIO PERSONAL
Si bien quien debe iniciar el juicio de amparo es el lesionado por el acto reclamado, no cualquier
agravio da derecho a ejercer esta acción procesal. Antes de la reforma del 6 de junio de 2011,
la fracción V del artículo 73 de la anterior Ley de Amparo, exigió que el agravio que legitima al
quejoso sea una afectación a su “interés jurídico”. Pero ahora dicha reforma permite que el
agravio para acceder al juicio de amparo se produzca por el perjuicio causado al “interés
legítimo” del quejoso, salvo cuando se reclamen actos de tribunales judiciales, administrativos o
laborales, para los cuales se conservó el concepto de “interés jurídico”.

Los artículos 5o., fracción I, 6o., y 61, fracción XII, de la nueva Ley de Amparo regulan
precisamente esta nueva legitimación ampliada. La diferencia entre el “interés jurídico” y el
“legítimo”, grosso modo, es que el primero se refiere a agravios directos a la esfera de derechos
y obligaciones personales del quejoso; en cambio, el “legítimo” permite extender la esfera
protectora del amparo a lesiones indirectas a la esfera jurídica y aun a situaciones grupales
jurídicamente tuteladas, ocasionadas por la autoridad. Por eso ya es incorrecto denominar este
principio de legitimación activa como de “agravio personal y directo”, y proponemos denominarlo
simplemente “agravio personal”.

Desde luego, no sin considerar que “actos o resoluciones provenientes de tribunales”, como
indica la fracción I del artículo 107 constitucional, quien desee promover amparo en su contra
deberá estar respaldado por un interés jurídico. Esta nueva legitimación ampliada en el juicio de
amparo extiende su esfera protectora, mas no al grado de hacerlo una “acción popular” que
cualquiera pueda ejercer. Por eso la legitimación activa en este proceso requiere un “agravio
personal”; expresión que a nuestro parecer comprende tanto al interés “jurídico” como al
“legítimo”, y así denota a grandes rasgos la naturaleza del agravio que ahora debe sufrir su
promovente. Para el sistema procesal acusatorio, el “interés legítimo” del juicio de amparo no es
tan importante, pues, como señalamos, la reclamación de actos provenientes de órganos
jurisdiccionales sigue exigiendo un interés para obrar restringido: el “jurídico”.

D. RELATIVIDAD DE LAS SENTENCIAS


Este principio ha sido de los más tradicionales de nuestro juicio de garantías, pues data incluso
de la Constitución yucateca de 1841 en que Manuel Crescencio Rejón creó el juicio de amparo.
Como se sabe, se expresaba a través de la “fórmula Otero” contenida en el primer párrafo de la
fracción II del artículo 107 constitucional. Bien vista, la reforma publicada el 6 de junio de 2011
no suprimió del todo esta fórmula, y las sentencias de amparo continúan teniendo solo efectos
relativos. Lo que dicha reforma sí eliminó en el mencionado texto constitucional, fue su última
parte que prohibía hacer una “declaración general” sobre la constitucionalidad del acto o norma
general que se reclamó. La protección que otorga una sentencia de amparo —aunque con los
matices derivados del interés legítimo— seguirá teniendo efectos solo en relación con la
persona que planteó este proceso constitucional. La novedad respecto del sistema anterior es
que cuando la Suprema Corte de Justicia declare en jurisprudencia firme la inconstitucionalidad
de una norma general avisará de ello al órgano que la expidió, y si transcurrido el plazo de
noventa días naturales este no hubiera solucionado dicha irregularidad, el máximo tribunal
emitirá una “declaratoria general de inconstitucionalidad” que anulará erga omnes la norma de
que se trate.65 A estos efectos resulta importante lo dispuesto por el artículo 78 de la nueva
Ley de Amparo, que explica la eliminación de la última parte de la fórmula Otero: cuando la
sentencia se refiera a la reclamación de una norma general, dicha resolución “deberá
determinar si es constitucional, o si debe considerarse inconstitucional”; lo que servirá para
ulteriormente, en su caso, emitir la declaratoria general que expulse del ordenamiento dicha
norma.

El artículo 234 de la nueva Ley de Amparo señala que los efectos de esta declaratoria de
inconstitucionalidad “no serán retroactivos salvo en materia penal, en términos del párrafo
primero del artículo 14 de la Constitución”. Esta propuesta es muy conveniente porque
homologa el juicio de amparo con otros procesos constitucionales: de acuerdo con el último
párrafo del artículo 45 de la Ley Reglamentaria de las Fracciones I y II del Artículo 105
Constitucional, las sentencias en controversia constitucional y acción de inconstitucionalidad
que expulsan del ordenamiento una “ley” en sentido amplio, generalmente tiene efectos ex
nunc, hacia el futuro, salvo en materia penal precisamente. Lo único que habría que cuidarse es
si dicha declaratoria pudiera tener efecto retroactivo en perjuicio de los derechos de la víctima,
dado el papel relevante que se le ha reconocido en el proceso penal, especialmente por la
reforma de 2008; por lo que sugerimos que dicha retroactividad no los afecte cuando hayan
sido reconocidos en alguna sentencia y se refieran a la reparación del daño. Dada su
trascendencia para el ordenamiento jurídico, los efectos de la declaratoria general de
inconstitucionalidad deben quedar muy bien establecidos en cuanto a su temporalidad. Por eso
consideramos que la regulación de esta figura en las modificaciones a la legislación de amparo
debe establecerse en el sentido que proponemos.

E. DEFINITIVIDAD
El juicio de amparo no es otro medio ordinario de defensa, por lo que solo puede iniciarse una
vez agotadas las vías jurídicas ordinarias, sean estas procesos judiciales, recursos o incidentes.
Empero se han previsto excepciones a este principio según la Constitución, su legislación
reglamentaria y la jurisprudencia, cuando se reclamen:

— Normas generales; — Violaciones directas a la Constitución; — Actos administrativos que


por el medio de defensa ordinario no puedan suspenderse con iguales o mayores alcances y
facilidad que en el amparo; — Terceros extraños al juicio o las partes asimilables a ellos, y —
Los casos de extrema gravedad, entre ellos la desaparición forzada de personas, que prevé el
artículo 15 de la nueva Ley de Amparo.

F. ESTRICTO DERECHO Y SUPLENCIA DE LA QUEJA


El artículo 79, fracción III, de la nueva Ley de Amparo dispone que operará la suplencia de sus
conceptos de violación o agravios a favor del inculpado o sentenciado, o bien, del ofendido o
víctima cuando sea quejoso o adherente. Lo relativo a esta cuestión amerita un tratamiento más
detenido, que le daremos en un apartado posterior, a cuyas consideraciones nos remitimos.

G. MAYOR BENEFICIO
Un principio del juicio de amparo de “reciente” elaboración jurisprudencial es el de “mayor
beneficio” al quejoso. Tiene fundamento en el artículo 17 constitucional, y puede formularse, en
términos generales, diciendo que en el juicio de amparo debe interpretarse y aplicarse la ley del
modo que otorgue el mayor beneficio jurídico al quejoso. El principio de mayor beneficio es una
manifestación del principio pro persona, que busca dar a los derechos fundamentales el
máximo espectro de tutela, bajo la idea de que es necesario “garantizar a los ciudadanos el
acceso real, completo y efectivo a la administración de justicia”. Su justificación yace en el fin de
la acción de este proceso constitucional: proteger los derechos fundamentales.

De acuerdo con lo anterior, el juicio de amparo debe ofrecer la mayor amplitud para
salvaguardar esos derechos, en beneficio de la parte que se duele de su vulneración: la
quejosa. Dicho principio es reconocido por el artículo 189, párrafo primero, de la nueva Ley de
Amparo, referente a la manera que deben estudiarse los conceptos de violación en el amparo
directo, en relación con el cual se acuñó este concepto. Sin embargo, consideramos que el
mismo principio también debe regir en el indirecto, como lo ha hecho en varias ocasiones.

El principio de mayor beneficio puede tener múltiples aplicaciones, que van desde una
interpretación pro actione de los requisitos para acceder a este medio de control constitucional,
hasta la manera en que deben considerarse los conceptos de violación presentados por el
quejoso. No obstante, siempre existe la carga argumentativa del tribunal respecto a los motivos
por los cuales estimó que su determinación aporta “mayores beneficios” al quejoso.

JUICIO DE AMPARO Y PROCESO ACUSATORIO

El sistema procesal penal acusatorio fue implantado por la reforma constitucional publicada el
18 de junio de 2008 en el Diario Oficial de la Federación. De acuerdo con la propia ley
fundamental, tiene los fines siguientes:

1) ESCLARECER LOS HECHOS

2) PROTEGER AL INOCENTE

3) PROCURAR QUE EL CULPABLE NO QUEDE IMPUNE, Y


4) REPARAR LOS DAÑOS CAUSADOS.

No nos detendremos en una extensa exposición sobre el proceso acusatorio, tan llevado y
traído en los últimos años, pero sí consideramos pertinente, para que nuestra exposición
posterior tenga una base, traer a la memoria sus aspectos más importantes. El aspecto más
llamativo de la reforma penal de 2008, reiteramos, es la explícita introducción de la oralidad de
los procesos penales como mandato constitucional, contenida en la primera línea del artículo 20
de la ley suprema.

Como es fácil suponer, la oralidad tiene importantes consecuencias en el desarrollo del


proceso y en los “métodos probatorios” propios del sistema acusatorio,90 sobre lo cual
volveremos adelante. En el campo penal es absolutamente indispensable con la máxima
amplitud, por la alta jerarquía de los valores implicados: por un lado la libertad física y el honor
del imputado, y por el otro el interés público en la persecución de los delitos —entendidos como
agravios a los bienes colectivos más fundamentales—, incluyendo una mejor comunicación de
las condenas de la comisión de actos delictivos.

En los principales tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos por México, la
oralidad del proceso penal se halla establecida implícitamente, como consecuencia de la
publicidad que debe revestirlo; la recomendación 25.1 de las Reglas de Mallorca lo establece
con claridad, pero no es vinculante como su nombre indica.

Por eso es tan importante la consagración constitucional de la oralidad en el proceso penal


mexicano. Con rigor técnico, es incorrecto hablar de proceso “oral” o “escrito”, pues en todas las
materias los procesos tienen elementos de una y otra naturaleza; aunque por lo que respecta a
la reforma penal de 2008, ella tiene por objeto poner de relieve la consagración constitucional
que operó.

A muy grandes rasgos y sin entrar en pormenores teóricos, las etapas del procedimiento penal
mexicano pueden explicarse de la siguiente manera:

•INVESTIGACIÓN

En esta etapa la autoridad ministerial recabará datos, a partir de la notitia criminis, tendentes a
acreditar hechos que constituyan un delito y la probable responsabilidad del indiciado. Es
factible que en casos con un alto estándar de urgencia y necesidad, se le autoricen por el juez
de control diversas actividades probatorias (cateo, intervención de comunicaciones, etcétera);

•ETAPA PRELIMINAR

Considerando que los datos sean suficientes para cumplir los extremos para una orden de
aprehensión o de presentación, el Ministerio Público imputará a una persona cierto delito ante el
juez de control, quien determinará en el auto de vinculación a proceso si dichos datos son
suficientes, dictando las medidas cautelares que correspondan (como la prisión preventiva), y
abriendo la investigación formalizada por el tiempo estrictamente necesario, que deberá ser el
menor posible en caso de dictarse prisión preventiva.

•ETAPA INTERMEDIA

De contarse con los elementos suficientes, el Ministerio Público formulará acusación contra el
imputado. Posteriormente, en la audiencia intermedia, se ofrecerán las pruebas conducentes,
sin perjuicio de los acuerdos probatorios entre las partes para que algún hecho sea
incontrovertido; el juez de control los admitirá según su pertinencia, idoneidad y licitud. El mismo
juzgador indefectiblemente abrirá la etapa de juicio oral mediante el auto correspondiente.

•JUICIO ORAL

Ante juez distinto al de las etapas anteriores, se desarrollará el debate procesal sobre la litis
fijada, y se desahogarán los medios probatorios correspondientes (salvo cuando se admita la
prueba anticipada). Este mismo juzgador dictará sentencia que condenará o absolverá al
acusado.

.AMPARO Y PRINCIPIOS DEL SISTEMA ACUSATORIO

Se ha discutido si los principios señalados por el primer párrafo del artículo 20 constitucional
son aplicables al juicio de amparo en materia penal. Hay quien sostiene que dichos principios
también deben ser observados en sede constitucional, cuando en esta se impugnan actos
relacionados con el procedimiento penal. Otros, en cambio, son de la idea de que “todos los
[principios] inherentes al nuevo sistema penal, son propios del proceso ordinario, pero no
necesariamente para el juicio de amparo cuya naturaleza y fines son distintos”, y de que “no
deben confundirse las distintas formalidades y principios procesales que rigen al nuevo proceso
penal…, con las que continúan vigentes para el juicio de amparo”.

A nuestro parecer, la razón está con el segundo criterio que referimos. No obstante, deben
considerarse ciertos matices importantes. El juicio de amparo es un proceso judicial
verdaderamente autónomo, seguido ante autoridades orgánica y materialmente diferentes, y
sobre todo con un objetivo que difiere del perseguido por el proceso penal: salvaguardar los
derechos fundamentales y el orden constitucional.

Aunque pueden hacerse precisiones sobre él de índole directa, por su cercanía con la casación,
en términos generales el juicio de amparo no es una instancia que propiamente continúe el
proceso original, y esto ha quedado claro desde que se discutía si este medio extraordinario se
trataba de un juicio o un recurso.

A lo anterior no se interpondría que la CIDH hubiera considerado la instancia de amparo como


parte del “proceso penal”, según vimos en la sección respectiva del capítulo anterior. Dicho
tribunal sostuvo esa opinión para efectos de establecer si el asunto se resolvió en un “plazo
razonable”, y a ese fin obedece la “adición” del amparo a las etapas del proceso penal, no a una
declaración ontológica sobre la naturaleza del amparo.

Además, en todo caso, su afirmación se referiría al de otros países en sus propias


circunstancias, que podrían diferir de las mexicanas. Por otra parte, los principios
constitucionales relativos al proceso acusatorio penal tienen el carácter de derechos
fundamentales, y por ende de principios que buscan influir toda decisión jurídica en que sean
relevantes.

El juzgador de amparo, más que cualquier otro por ser el guardián de esos derechos, debe
estar atento a no vulnerarlos y procurar que sus resoluciones se ajusten al contenido de los
mismos.

Esto significa que las decisiones del juez constitucional deben estar orientadas por dichos
principios, los cuales tampoco el legislador ha de vulnerar. ¿Qué sucede cuando uno los
principios característicos del juicio de amparo parece pugnar con los del sistema acusatorio? Un
ejemplo claro sería el conflicto entre la suplencia de la queja del primer proceso y la rigurosa
igualdad del segundo, que incluso excluye terminantemente las comunicaciones ex parte.

A grandes rasgos, las bases del juicio de amparo no son menos constitucionales que las del
proceso penal acusatorio; bajo el principio de especialidad (lex specialis derogat generali), la
aplicación de las disposiciones que regulan el juicio de amparo tendrían preferencia sobre
cualquier otra ajena a la materia correspondiente, y, en todo caso, especialmente cuando no
sea definitivo el criterio anterior (que se refiere exclusivamente al plano literal), la interpretación
constitucional correspondiente debe pasar el tamiz del principio de proporcionalidad.

Por todo lo anterior, los principios del proceso penal “no necesariamente” aplican al juicio de
amparo. Algunos de ellos sí lo hacen, pero no porque el amparo sea una “continuación” de la
instancia ordinaria, o aquel indefectiblemente deba seguir dichos principios al ingresar en esa
materia —aunque siempre deba considerar su influencia—, sino porque:

1) son generalmente aplicables a todo proceso, como es el caso de los de contradicción e


inmediación para las pruebas ofrecidas en sede constitucional, o

2) porque como “principios” que son, influyen la decisión jurídica correspondiente que toma el
juzgador dentro de su ámbito de discrecionalidad interpretativa o aplicativa.
Sin embargo, debe considerarse que el objetivo del amparo no es tener efectos que
desnaturalicen los procesos naturales. Tampoco lo es permitir al quejoso obtener un resultado
que no le correspondería, por exceder lo que el derecho otorga. Pero siempre debe analizarse
con cuidado cada situación, para establecer los límites de los derechos de quienes intervienen
en ella.

En tal virtud creemos que el primer criterio mencionado previamente, aparentemente aplica de
manera incorrecta el principio de contradicción en el juicio de amparo. Dicho principio o
cualquier otro del sistema acusatorio no debe llevarse del proceso penal al constitucional,
afectando los principios específicos de este, en perjuicio de los derechos fundamentales del
reo, con un inadmisible formalismo contrario al garantismo del amparo. Esencialmente de esa
misma opinión fue la Primera Sala de la Suprema Corte al resolver las contradicciones de tesis
160/2010 y 412/2010.

En ambas ejecutorias el máximo tribunal sostuvo que “la naturaleza del proceso penal y del
juicio de amparo son completamente distintas”, puesto que en el último se ejerce la función de
control constitucional, por lo cual en él debe velarse por que “prevalezcan los principios
constitucionales frente a cualquier legislación o acto de autoridad”. Esta razón justifica las
diferencias entre el juicio de amparo y el proceso penal.

En resumen, “no necesariamente” se deben aplicar rigurosa e inmediatamente los principios del
proceso penal en el juicio de amparo. Como señaló la Suprema Corte, aquellos deben
atenderse por la fuerza normativa que les corresponde como derechos fundamentales. Pero
solo pueden servir como criterios orientadores a usar en el ejercicio de la discrecionalidad
interpretativa y aplicativa de los jueces de amparo, porque los sujetos a quienes se dirigen
naturalmente no son estos, sino los tribunales ordinarios, y por supuesto, siempre considerando
la correcta ponderación entre ellos, como mostró la colisión de los principios acusatorios de
contradicción, igualdad y no incriminación, que tuvo lugar en el caso materia de la contradicción
de tesis 412/2010. El influjo de tales principios procesales penales no puede alcanzar a
“derogar” los principios y reglas legislativas del juicio de amparo, y menos cuando derivan de la
naturaleza y fines propios de este proceso también constitucional.

CONCLUSION

Podemos señalar que en relacion Juicio de Amparo, es un hecho de que se trata de un


instrumento jurídico indispensable en la evolución de los derechos que le corresponde a
la sociedad que se ha ido transformando con el tiempo.
Debido a los requerimientos económicos, presiones sociales y a los trastornos políticos
del país y Mediante estas características en los derechos fundamentales,
la ciudadanía hace valer sus derechos frente al poder del Estado, trazando
los límites de actuación de éste frente a los particulares.

Y que consisten en el respeto a los derechos del hombre, que a su vez están
constituidos por la facultad de los individuos para disfrutar de la igualdad, de la libertad,
de la propiedad y de la seguridad.

BIBLIOGRAFIA

 BURGOA, IGNACIO, EL JUICIO DE AMPARO, MÉXICO, PORRÚA, 2009.


 LEY DE AMPARO; 1ª. EDICIÓN EN LEYES Y CÓDIGOS DE MÉXICO; PORRÚA; 2007.
 SUPREMA CORTE DE JUSTICIA; C.D. IUS 2007; TRIBUNALES COLEGIADOS;
JURISPRUDENCIAS Y TESIS AISLADAS JUNIO 1917 ,MÉXICO, DICIEMBRE 2007.
 EDUARDO FERRER MAC-GREGOR RUBÉN SÁNCHEZ GIL, EL NUEVO JUICIO DE
AMPARO Y EL PROCESO PENAL ACUSATORIO, INSTITUTO DE INVESTIGACIONES
JURÍDICAS, 2013

También podría gustarte