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Don Carlos Racine

El francés de los árboles


Charles Racine (fragmento)
Qué montevideano no se ha preguntado alguna vez, contemplando la
belleza y armonía de nuestros parques urbanos, quién los ideó y en qué circunstancias. Por eso
resulta interesante evocar la historia de Carlos Racine, francés que terminó sus días en el barrio de
La Unión, y que fuera el creador de la mayoría de los espacios verdes de la ciudad.
Había nacido en 1859 en Dieppe, localidad de Normandía -en la costa atlántica de Francia-, siendo
hijo de campesinos. Signado por su origen, realizó estudios de horticultura en un instituto de
Versailles. Se graduó con el título de Ingeniero en la materia, y antes de cumplir los treinta años, en
1886, emigró al istmo de Panamá, entonces bajo dominio francés, donde comenzó a destacarse
como "paisajista". Su aventura panameña tuvo un final abrupto dos años después, porque lo atacó la
temida fiebre amarilla, una pandemia que hizo estragos durante el siglo XIX; al curarse se instaló en
Caracas para su convalecencia, retornando luego a París en 1888.
Fue allí que, un año más tarde, lo encuentra Francisco Vidiella, el pionero de la viticultura
uruguaya, quien lo trajo para diseñar su parque privado, con un contrato de tres años. Luego de
cumplir el encargo, el ingeniero retorna a su país. Pero en 1892 vuelve a ser contratado para trabajar
en América, esta vez en Sucre, Bolivia, donde diseñará los jardines de un opulento propietario de
plantaciones. Estando en Sucre, en 1897, Carlos Racine contrae matrimonio con Marie Thérese
Dessaux. Poco tiempo después, su empleador muere cuando estaban promediados los trabajos, y
Racine queda sin trabajo. (...)
Por fin, ese año, retorna a la zona platense con la esperanza de embarcar con destino a Europa, pero
en Montevideo conocerá a Antonio Lussich, quien ya había concretado su bosque ejemplar de
especies únicas en Punta Ballena, y lo convenció de quedarse. De ahí en más pasa a residir en La
Unión, por aquel tiempo todavía un pueblo cercano a la capital. Allí se radica con su esposa Marie
Thérese y forma su familia, completada con cuatro hijos: Armando, Germaine, Jorge y René.
Alejandro Michelena
Don Carlos Racine: El francés de los árboles
(Fragmento: segunda parte)

Por aquellos años, Racine tuvo una incesante actividad. Creó los jardines que rodean Facultad de
Veterinaria y los que adornan el Hipódromo de Maroñas, así como el parque Fernando García en
Carrasco y los canteros de Bulevar Artigas. Uno de sus primeros trabajos de gran dimensión fue la
planificación del que se iba a denominar Parque Central -a partir de los terrenos de la añeja quinta
de Pereira-, que pasó a llamarse en la segunda década del siglo XX Parque de los Aliados (como
homenaje a los triunfadores en la Primera Gran Guerra), para ser después del año 1930 y hasta el
presente el Parque Batlle. Por la misma época diseñó las plazas de Dolores, Melo y Paysandú.
Pero la obra de mayor aliento emprendida por Carlos Racine fue el Jardín Botánico. Junto a él,
colaboraron en esa gigantesca tarea varios conocedores del tema (...). El proyecto fue aprobado en
1902, cuando Racine fue nombrado Jardinero Jefe del Jardín Botánico. (...)

El sueño de un parque nacional


Este trabajador incansable se vio de golpe inactivo al llegarle la edad del retiro, en 1915, poco
después de haber concretado la bella "rosaleda" pradense. Y cuando ya se había resignado a la vida
de pasivo acontece un hecho que le da una nueva oportunidad de trabajar en lo que tanto había
amado: el diseño de jardines y parques.
El Estado recibe, de la sucesión de Doroteo García, una franja de arenales ubicada entre el Río de la
Plata y los grandes bañados de Carrasco; se recurrió entonces nuevamente al veterano mago de las
plantas, contratándolo para que creara en ese semi-desierto de dunas un "parque nacional". Corría el
año 1916.
En entusiasta anciano francés contó, en la demanda, con nada más que veinte peones y un capataz.
Pero su capacidad técnica y disposición para el trabajo eran inmensas; concibió rápidamente un
proyecto viable para un área tan poco apropiada, y comenzó su lucha contra una naturaleza
inhospitalaria.
Los arenales cambiaban día a día con el viento -como sigue sucediendo en la zona rochense de
Cabo Polonio-, lo que tornaba la labor casi un trabajo de Penélope, que había que rehacer en cada
jornada. Hubo que proceder además a la desecación de áreas pantanosas y al trazado de caminos.
Don Carlos trabajaba a la par de sus hombres, a veces con el agua hasta la cintura, capacitando
sobre la marcha a un personal que distaba de ser idóneo.
La tarde en que se plantó por fin el primer eucaliptus, el 6 de setiembre de 1916, Racine lo celebró
con todo el equipo de colaboradores brindando con un buen vino francés. A ese primer árbol iban a
seguir, en los meses y años siguientes, miles de ejemplares. Sauces, álamos, robles, acacias y
variedad de pinos, acompañaron a los iniciales eucaliptus en muy poco tiempo. Y no faltó una
herradura verde de palmeras, y tampoco los ceibos, proporcionando al conjunto un toque púrpura y
telúrico.
Carlos Racine puso en ésta, su última gran obra, mucho corazón y cerebro. El "francés de los
árboles" murió el 20 de marzo de 1935 en Montevideo, pero el Parque Nacional de Carrasco abrió
sus caminos al público varios años después, en 1941. Este novel parque al comienzo fue un sueño,
una utopía, y hoy lo seguimos disfrutando.
Alejandro Michelena

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