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Edad de los Metales

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La Edad de los Metales es una de las dos grandes etapas tecnológicas en las que
tradicionalmente se ha subdividido la Prehistoria euroasiática. Por definición, es
el período que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el ser humano empezó a
fabricar objetos de metal1 fundido. La existencia de procesos metalúrgicos es
indispensable para establecer la adscripción de una cultura arqueológica a esta
etapa, ya que los metales nativos eran trabajados por martilleado desde las fases
iniciales del Neolítico.2 Siguiendo este criterio, la Edad de los Metales
comenzaría con las primeras evidencias de fundición del cobre, que son del VI
milenio a. C. (en Anatolia y los montes Zagros) y acabaría con la progresiva
entrada en la Historia de cada región (en Europa esto se produjo durante el I
milenio a. C.). En Mesopotamia y Egipto coincide ya con el desarrollo de la
escritura y por tanto la metalurgia allí es plenamente histórica.34

Sepultura 43 de la Necrópolis de Varna, el primer oro trabajado del mundo.5


Los primeros indicios de metalurgia en Europa proceden del área de los Balcanes, a
mediados del V milenio a. C. y son de origen autóctono. Para el resto del
continente las evidencias aparecen durante la segunda mitad del IV milenio a. C.,
aunque su generalización y el consecuente abandono de la piedra como elemento
básico para la fabricación de artefactos solo se materializó con la llegada del
hierro. Debido a la escasez de materia prima, en el Egipto faraónico esta
sustitución nunca se llegó a producir.2

Dado que no existen rupturas en el desarrollo de las tecnología metalúrgicas entre


la prehistoria, la protohistoria y la historia, en este artículo se incluyen
procesos que se dieron en periodos claramente históricos.

Índice
1 Europa, Oriente Medio y Asia
1.1 El cobre
1.2 El bronce
1.3 El hierro
2 África
3 América
4 Contextualizando la Edad de los Metales
5 Véase también
6 Referencias
7 Enlaces externos
Europa, Oriente Medio y Asia
Véase también: Prehistoria de Europa
Esta etapa en Eurasia se ha subdividido tradicionalmente en Edad del Cobre o
Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro. De manera simplificada, el
Calcolítico coincide en la mayor parte de Europa con la segunda mitad del IV
milenio a. C. y casi todo el III milenio; el Bronce correspondería al II milenio a.
C.; y el Hierro con el I milenio a. C., época en la que el continente entró en la
Historia.6

El cobre
Véase también: Edad del Cobre
El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros metales utilizados en la
Prehistoria,7 tal vez porque, a veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo.
El objeto de cobre más antiguo conocido hasta el momento es un colgante oval
procedente de Shanidar (Irán), que ha sido datado en niveles correspondientes al
9500 a. C., o sea, a principio del Neolítico8 Sin embargo, esta pieza es un caso
aislado, ya que no es hasta 3000 años más tarde cuando las piezas de cobre
martilleado en frío comienzan a ser habituales. En efecto, a partir del año 6500 a.
C., en varios yacimientos se han encontrado piezas ornamentales y alfileres de
cobre manufacturado a partir del martilleado en frío del metal nativo, tanto en los
Montes Zagros (Ali Kosh en Irán), como en la meseta de Anatolia (Çatal Hüyük,
Çayönü o Hacilar, en Turquía).

Varios siglos después se descubrió que el cobre podía ser extraído de diversos
minerales (malaquita, calcopirita, etc.), por medio de la fundición en hornos
especiales, en los que se insuflaba oxígeno (soplando por largos tubos o con
fuelles) para superar los 1000 °C de temperatura. El objeto de cobre fundido más
antiguo que se conoce procede de los Montes Zagros, concretamente de Tal-i-Blis
(Irán), y se data en el 4100 a. C., junto a él se hallaron hornos de fundición,
crisoles e incluso moldes.

Fundición de cobre en murales funerarios egipcios.


La técnica de fundición del cobre es relativamente sencilla, siempre que los
minerales utilizados sean carbonatos de cobre extraídos de algún yacimiento
metalífero; la clave está en que el horno alcance la temperatura adecuada, lo cual
se conseguía inyectando aire soplando o con fuelles a través de largas toberas.
Este sistema se denomina «reducción del metal». Se mezclaba el mineral triturado,
por ejemplo, malaquita (carbonato de cobre), con carbón de leña. Con el calor las
impurezas van liberándose en forma de monóxido y dióxido de carbono, reduciendo el
mineral a un cobre relativamente puro; al alcanzar los 1000 °C, el metal se licúa
depositándose en la zona inferior del horno. Un orificio en el fondo del horno
permite que el líquido candente fluya hacia el exterior, donde se recoge en moldes;
parte de la escoria queda en el horno y las impurezas del mineral flotan en el
metal fundido, por lo que es fácil eliminarlas con un utensilio llamado escariador.

Como el cobre podía volver a fundirse muchas veces, este solía convertirse en
lingotes, a veces con una forma peculiar (como los del Mediterráneo oriental, que
recuerdan al pellejo de un animal), para luego fabricar diversos objetos por fusión
y colado en moldes. El cobre es muy maleable y dúctil, podía martillarse en frío o
en caliente, con lo que se duplicaba su consistencia y dureza. En cualquier caso,
resultaba imposible eliminar todas la impurezas del cobre, pero, mientras que
algunas eran perjudiciales, como el bismuto, que lo hace quebradizo, otras eran
beneficiosas, como el arsénico, que reduce la formación de burbujas en su
fundición, pues impide la absorción de gases a través de los poros del molde,
asegurando un producto de mejor calidad. El cobre con alto contenido natural en
plomo es más blando, lo cual puede ser una ventaja para fabricar recipientes por
medio del martilleo de una plancha en forma de disco, curvándola en forma cóncava,
para elaborar calderos o cuencos; incluso podía ser repujado. Algunos metalurgistas
consideran que estos cobres con impurezas beneficiosas son, en realidad, «bronces
naturales».

Pepita de cobre nativo.

Lingote de cobre del Egeo.

Puñalito de cobre.

Daga de cobre.
La técnica del cobre no tardó en difundirse por todo el Próximo Oriente,
coincidiendo con el nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la
zona, principalmente Sumeria y el Antiguo Egipto; pero muchos estudiosos consideran
que pudo inventarse en fechas muy parecidas en otras partes del Viejo Mundo.
Concretamente en Europa hay un avanzado núcleo calcolítico en los Balcanes que
incluye ocasionalmente objetos de cobre fundido entre sus hallazgos del IV milenio
a. C. (cultura Gulmenita) y todo parece apuntar hacia una invención local. Durante
el siguiente milenio y también con carácter autóctono, se detectan procesos
metalúrgicos en poblados fortificados del sur de la península ibérica, como Los
Millares o Vila Nova de Sao Pedro.910 Estos primeros metales se difundieron por la
Europa central y mediterránea durante el III milenio a. C., asociados al vaso
campaniforme y a la cerámica cordada.

En Asia central u oriental no puede hablarse de una Edad del Cobre con entidad
suficiente, dada su corta duración, ya que el desarrollo de la metalurgia en
lugares como la India o China comenzó realmente con el bronce.

El bronce
Véase también: Edad del Bronce
El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción
variable (en la actualidad se le añaden otros metales como el zinc o el plomo,
creando los llamados bronces complejos). La cantidad de estaño podía variar desde
un 3% en los llamados «bronces blandos», hasta un 25% en los llamados «bronces
campaniles» (a mayor cantidad de estaño, más tenacidad, pero también menos
maleabilidad): en la Prehistoria la cantidad media suele rondar el 10% de estaño.
Se supone que fueron los egipcios los primeros en añadir estaño al cobre, al
observar que este le daba mejores cualidades, como la dureza, un punto más bajo de
fusión y la perdurabilidad (ya que el estaño no se oxida fácilmente con el aire y
es resistente a la corrosión). Además el bronce es reciclable, pudiéndose fundir
varias veces para obtener nuevos objetos de otros ya desechados. La técnica de
trabajo del bronce es virtualmente idéntica a la del cobre, por lo que no vamos a
incidir en ello (la única dificultad reside en exceder la temperatura adecuada, lo
que podría provocar que el mineral se echase a perder por oxidación). A título de
comparación se pueden confrontar el cobre puro, el cobre arsenical y el bronce (con
un 10% de estaño) en la tabla de correspondencia que muestra la dureza relativa de
los metales:
Dureza relativa de los metales HB11

El empleo del bronce se inició en Mesopotamia.12 Coincidiendo con la transición del


III milenio a. C. al II en el Próximo Oriente se implantó la aleación de bronce y
se establecieron las bases de las primeras sociedades estatales complejas, que
comenzaron a generar una gran demanda de estaño.4 Los metalúrgicos de estas áreas,
para satisfacer esta y la de otros metales preciosos, debieron de convertirse
también en exploradores (a la búsqueda de minas) y comerciantes (que ofrecían sus
productos a cambio de las preciadas materias primas).12 Los sumerios (y sus
sucesores), por ejemplo, carecían por completo de minerales metálicos y se sospecha
que los importaban de los montes Zagros (donde se había desarrollado el imperio
Elamita, con capital en Susa) y del Cáucaso (donde abundan la malaquita y la
casiterita).

Vaso de plata y bronce procedente de la región de Lagash III milenio a. C..

Cabeza de toro en cobre, con los ojos de nácar y lapislázuli III milenio a. C..
Punta de jabalina de bronce grabado. Misma procedencia que las piezas anteriores.

Estatuilla de orante en bronce y oro procedente de Larsa


II milenio a. C..

Los antiguos egipcios obtenían la mayor parte del cobre de las minas de Timna, en
Aravá, junto al desierto del Néguev, aunque sus relaciones comerciales se
extendieron por algunas regiones africanas y por todo el Egeo, penetrando en Europa
(piezas de procedencia egipcia aparecen por todo este continente evidenciando algún
tipo de intercambio).

Los habitantes de Siria, Palestina, Anatolia y el Egeo dirigieron sus expediciones


hacia Europa, remontando el Danubio en busca del estaño de Bohemia y Hungría; o
bordeando el Mediterráneo hasta el sur de la península ibérica, donde obtuvieron el
cobre argárico. Es posible que siguieran por el Atlántico hasta alcanzar las islas
Británicas, en busca del cobre y el estaño de Cornualles y el oro de Irlanda. Así,
en el segundo milenio antes de nuestra era, casi toda Europa entró en la Edad del
Bronce. El bronce europeo se caracteriza, en un principio, por una gran variedad de
culturas, algunas de las cuales comparten denominadores comunes, como la
construcción de túmulos funerarios. Sería muy tedioso citarlas todas, pero cabría
destacar, en Europa central, los complejos tecnológicos de Unetice, de los Túmulos
y de los Campos de Urnas, que, a pesar de sus evidentes diferencias, parecen
compartir cierta continuidad cultural. También habría que mencionar la ibérica de
El Argar y todas aquellas que se desarrollaron en la cornisa atlántica, cuya
idiosincrasia pervivió hasta épocas históricas.

Lúnula pectoral de oro (Irlanda).

Hoja de espada corta de bronce (Francia).

Cráneo con diadema de plata argárica (España).

Carro Solar de Trundholm (Dinamarca).


Por lo que respecta a Asia central, se ignora si la metalurgia del bronce fue
inventada allí independientemente o fue una importación desde Mesopotamia. En
Pakistán, la Edad del Bronce se inició con la cultura del valle del Indo (desde
mediados de III milenio hasta mediados del II milenio a. C.), que carecía por
completo de fuentes de abastecimiento mineral. De hecho, se sospecha —por la
escasez de objetos de bronce y cobre hallados en yacimientos como Harappa o
Mohenjo-Daro, y por el retraso en las fechas respecto a otros pueblos del oeste—
que —a pesar de su alto grado de desarrollo— dependían de sus contactos con los
elamitas del oeste y, a través de ellos, con los mesopotámicos. Así parecen
demostrarlo algunos objetos procedentes del Indo encontrados en la región de
Diyala, en el valle del Tigris, y varias tablillas escritas de Larsa (datadas en el
1950 a. C.13). No es seguro, pero parece ser que de ellos tomaron técnicas tan
desarrolladas como la utilización de moldes bivalvos, los remaches y las soldaduras
para fabricar piezas complejas e incluso el moldeo a la cera perdida, antes del
2000 a. C.

Caldero trípode ceremonial de bronce chino, del tipo «Li-ting».


El proceso peor conocido es el de China: se sabe que desde fines del IV milenio a.
C. fundían cobre arsenical, aunque las piezas eran extremadamente raras (de hecho,
no se considera una Edad del Cobre en China, sino que se pasaría directamente del
Neolítico al Bronce). Aunque la metalurgia llegó con varios milenios de retraso al
extremo Oriente se sospecha que pudo ser inventada independientemente de la del
Próximo Oriente, por la originalidad de las técnicas, a veces muy diferentes a las
de los pueblos del oeste. La primera cultura de la Edad del Bronce es la que se
denomina Erlitou, del II milenio a. C., relacionada con la mítica dinastía Xia (si
bien, esto es muy discutible): las antiguas leyendas chinas relatan que el primer
rey de esta legendaria dinastía, Yu el Grande (III milenio a. C.), fue un gran
fundidor de calderos trípodes ceremoniales de bronce, y agradaban tanto a los
dioses que le otorgaron la victoria sobre sus enemigos. Fuere o no cierto, aunque
Erlitou sea una cultura sin escritura, supone la transición a Historia de este país
y, entre sus creaciones, ya aparecen los prototipos de vasijas ceremoniales de
bronce utilizados durante toda la antigüedad por los chinos (sobre todo los
calderos circulares de tres patas o cuadrados de cuatro patas llamados li-ting que
servían para la carne y una innumerable variedad de vasijas para bebidas, por
ejemplo las grandes copas llamadas ku o los calderos yeou...).14

A Erlitou le sucede la época Shang (1600 a. C. - 1046 a. C.) durante la cual, en un


proceso asombroso, los chinos se pusieron a la altura de cualquier otra región en
la metalurgia del bronce.15 Las excavaciones de una de las capitales del reino, la
ciudad de Anyang, han puesto al descubierto dos grandes talleres de fundición con
hornos capaces de alcanzar temperaturas muy superiores a las necesarias, pero
también con sistemas para controlar la intensidad del calor. Así elaboraron vasijas
rituales, hachas, puñales, cascos, armas y armaduras de gran maestría. Muchas de
estas piezas estaban destinadas a las tumbas reales de sus alrededores, ya que
estas han deparado numerosos objetos ceremoniales de bronce de depurada factura.
Los calderos li-ting y las vasijas de bebida con formas zoomorfas son las obras
metalúrgicas más originales de la antigüedad china, alcanzando su apogeo al final
de la época Shang, desde el 1300 a. C. Sus sucesores los Zhou continuaron la
tradición de los vasos rituales que, durante mucho tiempo, se pensó que estaban
fabricados por medio de la «cera perdida». Sin embargo, recientes investigaciones
han demostrado que los chinos desconocían esa técnica, y que para sus obras
maestras utilizaban complicados moldes de arcilla formados por varias partes tan
bien ensambladas que no dejaban marcas en las junturas (algunos de más de diez
piezas). No hay dos obras iguales porque los moldes se rompían para extraer los
bronces.16

Copa de bronce del tipo llamado «Ku».

Monedas de bronce de épocas Zhou y Xin con forma de azada.

Caldero trípode tipo «Li-ting» de la época Zhou.

Espada recta de doble filo o «jian», época Zhou (siglo IX).


Sin embargo, según parece, los objetos de bronce chinos estaban reservados a las
élites, pues se han encontrado muy pocas herramientas y muchísimas armas y objetos
de culto. Esta situación perduró hasta la generalización del hierro.

El hierro
Véase también: Edad del Hierro

Hierro meteórico o sideral.


El hierro es el cuarto elemento más abundante en la corteza terrestre,17 sin
embargo, su utilización práctica comenzó 7000 años más tarde que el cobre y 2500
años después del bronce. Este retraso no se debe al desconocimiento de este metal,
puesto que los antiguos conocían el hierro y lo consideraban más valioso que
cualquier otra joya, pero se trataba de «hierro meteórico», es decir, procedente de
meteoritos. El hierro meteórico era conocido tanto en Eurasia como en América
(descrito más adelante).

Aunque durante milenios no hubo tecnología para trabajar minerales ferrosos, en el


III milenio a. C. parece que algunos lo consiguieron: en las ruinas arqueológicas
de Alaça Hüyük (Anatolia) aparecieron varias piezas de hierro artificial, entre
ellas un alfiler, una especie de cuchilla y una espléndida daga con la empuñadura
de oro. En el segundo milenio destacan un hacha de combate descubierta en Ugarit y,
de nuevo, una daga con la hoja de hierro y una exquisita empuñadura de oro, que
formaba parte del ajuar funerario de la tumba de Tutankamón. Las materias primas de
estos primeros herreros debieron ser minerales como el hematites, limonita o
magnetita, casi todos óxidos de hierro que ya eran utilizados para otros fines en
la Prehistoria, por ejemplo para ayudar a eliminar impurezas de la fundición del
cobre o como colorantes. De hecho se sospecha que en los hornos de fundición de
cobre y bronce pudieron generarse pequeños residuos de hierro casi puro, a partir
de los cuales comenzaría el conocimiento de la verdadera siderurgia. Hay antiguos
hallazgos de hierro fundido por el hombre desde Siria a Azerbaiyán. Pero ninguno
revela cómo fueron obtenidos ni las técnicas usadas. No se conservan ruinas de
talleres, ni herrerías, por lo que se ignora de dónde proceden estos objetos, o
dónde «se inventaron».

Recreación pictórica de una antigua fragua de hierro.


Por textos escritos en tablillas cuneiformes se sabe que los Hititas fueron los
primeros en controlar e, incluso, monopolizar los productos de hierro fabricados a
mediados del 2º milenio. Enviaban sus objetos a los egipcios, sirios, asirios,
fenicios... Pero su producción nunca fue abundante. De hecho, muchos de los envíos
eran regalos con finalidad diplomática, pues el hierro era diez veces más valioso
que el oro y cuarenta veces más costoso que la plata.18 Cuando el Imperio Hitita
fue destruido por los Pueblos del mar, hacia el 1200 a. C., los herreros se
dispersaron por Oriente Medio, difundiendo su tecnología: de este modo comienza la
Edad del Hierro en el Próximo Oriente.

Fabricar hierro seguía un procedimiento muy distinto al del cobre y el bronce (para
empezar el metal no se licuaba), primero porque había que conseguir hornos con gran
capacidad calórica: el mineral machacado debía estar totalmente rodeado de carbón
de leña (que se consumía en enormes cantidades) y numerosos fuelles que, a través
de toberas, insuflaban oxígeno continuamente. El mineral debía ser precalentado en
un horno y por medio de golpes se eliminaban algunas impurezas; luego se llevaba al
estado incandescente, en un segundo horno, hasta obtener una masa denominada hierro
esponjoso, altamente impuro, por lo que volvía a ser golpeado en caliente para
refinarlo. Después de un largo y repetitivo proceso de martilleo y calentamiento,
evitando que el hierro se enfriase, se obtenía una barra forjada, bastante pura,
resistente y maleable. Para las armas y ciertas herramientas, el hierro se templaba
enfriándolo bruscamente en agua, lo que provocaba cambios de la estructura
molecular y una mejor absorción de carbono. Los testimonios más antiguos del
proceso de templado del hierro candente se han hallado en Chipre y datan de 1100 a.
C.19 Evidentemente, las instalaciones y herramientas de los herreros eran muy
diferentes a las de los broncistas. El bronce siguió siendo un metal esencial para
las antiguas culturas, sirviendo en campos diferentes en los que no se podía o no
se sabía aplicar la tecnología del hierro.

Recreación de una antigua forja.


El hierro es más abundante que el cobre y, por supuesto, que el estaño y, una vez
dominada la técnica, más barato que el bronce. Cuando los hititas desaparecieron y
sus artesanos se dispersaron, la producción de este metal aumentó considerablemente
en todo el Próximo Oriente y los centros siderúrgicos se extendieron hasta el Egeo,
Egipto e incluso Italia por el oeste; hacia Siria y Mesopotamia por el sur, hacia
Armenia y el Cáucaso por el norte, y hacia las grandes civilizaciones asiáticas por
el este.

Europa: la Edad del Hierro europea comienza poco antes del año 800 a. C. y está
protagonizada por pueblos, en su mayoría belicosos, que habitaban poblados
fuertemente protegidos por murallas y otros sistemas defensivos. Aunque el hierro
fue profusamente empleado para herramientas agrícolas y artesanales, aumentando la
productividad y el nivel cultural del continente. Los artesanos de la edad del
Hierro europea conocían el hierro carburado: las placas de metal se trabajaban al
rojo vivo, pero sin licuar, calentándolas entre carbón de leña para que absorbiese
el carbono desprendido en la combustión. También desarrollaron el laminado,
alternando láminas superpuestas de hierro con más carbono, y que eran más duras,
con otras que tenían menos, y eran más maleables, hasta formar un haz que era
forjado a unos 200 ℃, cuando el metal adquiría un color amarillo claro. El
calentamiento y martilleo continuo iba eliminando las impurezas y mejorando la
calidad del metal hasta que acababa por crear una hoja compacta y muy resistente,
al estar compuesto de láminas virtualmente soldadas, microscópicas y de cualidades
físicas complementarias. Los europeos también supieron adornar ricamente sus joyas
metálicas y sus armas, aprendiendo a engarzar empuñaduras de madera, hueso, marfil
y, mejor aun, la técnica del nielado, incrustando barnices o finos hilos de plata
formando complicadas filigranas.

Empuñadura decorada, La Osera, Chamartín de la Sierra, Ávila, España

Torques de bronce, Arguedas, Navarra, España

Espada de hierro laminado, Almedinilla, Córdoba , España

Nielado de plata, Padilla de Duero, Valladolid, España

Pilar de Hierro de Delhi.


India: la Edad del Hierro comienza en la India en la etapa neovédica (o «vedismo
tardío»), a comienzos del primer milenio antes de nuestra era, fase en la que se
completa la expansión aria por el subcontinente. A pesar de las convulsiones,
resulta paradójico que la metalurgia del hierro se manifestase como un catalizador
de la agricultura, que adquiere toda su relevancia a partir del año 800 a. C.
gracias a la aparición de la reja de arado y el hacha de hierro, que permitió ganar
a la selva nuevos campos de cultivo y la expansión del arroz y la caña de azúcar
(citada en el Átharva-veda). La plenitud de la edad del Hierro coincide con los
majayanapadas (dieciséis reinos en las que se consolida el sistema de castas, 700
a. C.-300 a. C.), periodo en el que es posible que inventasen la soldadura autógena
por forja y una apreciadísima variante del acero llamada wootz de la India. El
wootz es un acero muy rico en carbono y sin apenas impurezas ni oxidantes. Los
indios comerciaban con lingotes de este material desde el siglo V a. C., ya que
poseía cualidades portentosas, por lo que fue solicitadísimo en todo el Índico.20
Además, existe en Delhi un testimonio asombroso de la habilidad metalúrgica de los
indios: el «Pilar de Hierro», el único resto de un templo erigido durante el
Imperio gupta, columna hecha de un hierro prácticamente puro, al 98% (casi podría
decirse que es «hierro dulce»), que ha resistido el deterioro del tiempo gracias a
una fina capa de óxido que la protege.
China:21 La transición entre la edad del Bronce y la Edad del hierro es muy larga
en China, en parte debido a la inigualable pericia de los broncistas chinos, y en
parte debido a la situación social del país. Lo cierto es que los chinos conocían
el hierro desde la dinastía Zhou. En 1949 se descubrieron varias espadas zhou del
principios del I milenio a. C. en las que se habían utilizado láminas de hierro
meteórico. Poco después comenzó a emplearse también hierro mineral. Sin embargo,
los metalúrgicos chinos usaban el hierro para mezclarlo con el bronce por el
sistema del laminado y la soldadura autógena por forja para fabricar espadas (a
menudo llamadas «bimetálicas» por esa magistral combinación de bronce y hierro).
Además, los herreros chinos descubrieron que una pátina de óxido de cromo protegía
el metal de la corrosión.

Espada bimetálica Jian de la época de los Reinos Combatientes (siglo IV a. C.).


Las armas más apreciadas eran las espadas, que eran forjadas y laminadas con
aleaciones más duras para el filo y más maleables para la vena central. Las espadas
de hoja recta y doble filo eran llamadas jian (propias de la nobleza guerrera, pues
eran muy caras y difíciles de manejar), y las de hoja curva y filo simple se
denominaban dao (más baratas y versátiles, se popularizaron entre los guerreros
menos pudientes). La efectividad de la aleación otorgó a las «espadas Jian» un
enorme prestigio, en tanto que los «sables dao» eran muy populares, por lo que
tardaron en ser desbancados por las armas de hierro.
A pesar de que los chinos tardaron en adaptarse a la mecánica de la fabricación del
hierro, cuando la aceptaron lograron avances impensables. Por ejemplo, se ha podido
constatar que en el siglo V a. C., no solo comienzan a ser habituales las armas de
hierro (como la espada jian descubierta en Ch'ang Sha), sino que uno de los muchos
estados que se inscribe en el periodo de las Primaveras y Otoños, llamado Wu (a
orillas del Yangzi) descubrió la fundición del hierro: los artesanos de Wu
construyeron hornos que superaban los 1350 °C (es decir, auténticos altos hornos),
en los que el hierro se fundía hasta licuarse. No obstante, el producto obtenido,
llamado arrabio, tenía tal cantidad de carbono (cerca del 5%, a veces, incluso
más), que resultaba demasiado quebradizo para ser útil, por lo que después era
necesario descarburizarlo, para ello era sometido a altas temperaturas en hornos
abiertos que liberaban los gases en forma de óxidos de carbono: así se obtenía un
hierro fundido maleable y funcional. A partir del siglo III a. C. la técnica se
difundió hacia el norte de modo que en la etapa siguiente, la de los Reinos
Combatientes, los objetos de hierro son comunes, y no solo se conocen minas datadas
en esa fase, sino que en Hebei aparecieron numerosas tumbas de guerreros con armas
de hierro, unas forjado y otras fundido, junto a piezas ornamentales de bronce (lo
cierto es que el bronce siguió siendo preferido por la élite, especialmente para
objetos ceremoniales como calderos o campanas rituales).

Caldero ritual de bronce tipo yeou, para vino.

Campana ritual de bronce de los Reinos del Sur.

Cuchilla de hierro de la dinastía Qin (siglo III a. C.).

Escena de forja japonesa.


Las armas y herramientas de hierro se generalizan a gran escala en el Primer
Imperio Han (202 a. C. – 9 d. C.), de hecho, el soberano se apropió del monopolio
del hierro fundido, construyendo numerosos hornos en la provincia de Henan. Los
avances siguieron, hasta se llegó a descubrir el pudelado, que los chinos llamaron
chao (un sistema que permite refinar el arrabio en un horno especialmente diseñado,
para que la oxidación elimine el exceso de carbono). Los chinos también aprendieron
a mezclar hierro fundido con hierro forjado para obtener acero auténtico. De hecho,
existía la leyenda de que Liu Bang, el primer emperador de la dinastía Han, poseía
una espada de acero, de cualidades asombrosas, fabricada por este sistema.22
Japón:23 Con la llegada de invasores coreanos y chinos, la cultura neolítica del
Japón, llamada Jomon, desapareció dando lugar a la llamada cultura Yayoi. Esto
ocurrió en torno al 300 a. C., y vino acompañado de numerosos adelantos traídos del
continente, entre ellos los metales: el hierro llegó a Japón al mismo tiempo que el
bronce. De hecho en Japón la fase Yayoi es también llamada «Edad del Bronce-
Hierro». La creación más original de la metalurgia yayoi son las campanas rituales
de bronce (llamadas «Dôkaku»), profusamente decoradas con motivos abstractos e
incluso figurativos.
África
En África24 no puede decirse que existieran ni el Calcolítico ni la Edad del Bronce
en sentido estricto, a excepción de Egipto y, por influencia de este, la costa
mediterránea, que pudo conocer el bronce en el II milenio a. C.. Se sospecha que la
cultura ibérica de El Argar pudo haber influido en la llegada de la metalurgia del
bronce a la cordillera del Atlas. Sin embargo, más allá del Sáhara estas
influencias desaparecen. Así, el África negra conoció un desarrollo muy particular,
accediendo a la metalurgia del hierro de manera autóctona hacia el 1800 a.C. en lo
que actualmente es el desierto de Níger, según unos,25 o hacia el 600 a.C., según
otros, pero siempre sin pasar por las supuestas fases previas.6

Relieve funerario de Meroe, Kush.


Además de dominar periódicamente las regiones asiáticas de Canaán y el Sinaí, los
faraones egipcios controlaban los territorios nubios, situados al sur de la primera
catarata del Nilo (Elefantina). Este dominio tuvo especial relevancia al comenzar
el primer milenio, ya que indujo el nacimiento de un estado independiente, el país
de Kush. Este reino, gobernado por gentes de origen autóctono, fue desplazándose
hacia el sur, a medida que la presión de las potencias mediterráneas aumentaba,
así, pasó de tener la capital en Kerma (3ª catarata del Nilo), a Napata (4ª
catarata), desde la que, durante un tiempo pudo dominar Egipto (dinastía XXV,
siglos VIII y VII a. C.), brevemente, pues los asirios conquistaron el delta; por
último la capital se trasladó a Meroe (entre la 5ª y la 6º catarata). A diferencia
del Egipto farónico (que siempre careció de materias primas o combustible
suficiente), Meroe gozó de una importante industria metalúrgica del hierro, desde
antes del 500 a. C., pues poseía productivos yacimientos metalíferos al norte y
abundante madera al sur, de hecho se conservan montañas de escorias de aquella
época. Meroe sufrió un continuo aislamiento que le obligó a una economía casi
autárquica, hasta que la ciudad fue destruida por los nuba en el 350 d. C.

Cartago, también se asocia a la expansión del hierro por el norte de África; y,


aunque tenía relaciones comerciales que se adentraban hacia el corazón del
continente, su interés nunca fue el dominio territorial, solo la adquisición de
ciertas materias primas y esclavos. Tampoco los romanos, tras la conquista se
propusieron adentrarse en el desierto, por lo que el resto de África se
caracterizaría por un desarrollo cultural singular debido al aislamiento.

Guerrero abisinio.

Guerreros cameruneses.

Bronce de Benín, S. XV.

Bronce de Benín, S. XVI.


El hierro apareció en el África subsahariana por primera vez en la civilización de
Nok, entre el 600 a. C. y el 200 d. C., y, desde allí se difundió hacia el sur
junto con la expansión bantú. Entonces no solo se desarrolló la metalurgia
funcional del hierro, sino también la del bronce. La metalurgia supuso un
importante avance productivo que favoreció el género de vida agrícola y el aumento
de la población. Aunque en toda la mitad meridional de África convivieron
agricultores, ganaderos y cazadores-recolectores. El aumento de población es el
causante principal de la expansión bantú hacia el sur, lentamente, hasta que en el
primer siglo de nuestra era todo el continente ya conocía los metales. El bronce no
solo no se abandonó sino que, a menudo, se empleó con fines artísticos (como ocurre
por ejemplo con los bronces de Benín).

América
En América, se desarrolló la metalurgia del oro, la plata, el cobre y el bronce;
pero, en ningún caso, esta tecnología incidió decisivamente en las economías
precolombinas. Las pepitas de cobre nativo se conocían desde antiguo en varias
regiones de América, por ejemplo en la región de los Grandes Lagos, donde abundaban
los yacimientos de cobre nativo, desde el 4000 a. C. los pueblos locales
acostumbraban a golpearlas hasta darles forma de punta de flecha, aunque nunca
llegaron a descubrir la fusión.

Las primeras pruebas encontradas hasta ahora de la metalurgia del cobre


corresponden a los inicios del I milenio a. C., en los altiplanos boliviano y
peruano. También se efectuaron aleaciones de este metal con plata y oro a partir
del 500 a.C. en las actuales Colombia y Perú. Solo a partir de la fase Chimú se
comenzó a usar el cobre arsenicado. El metal casi siempre sirvió para fabricar
objetos rituales o de prestigio, siendo pocos los artefactos utilitarios
encontrados.8

En los Andes, el punto de partida de este desarrollo tecnológico son las láminas de
oro nativo asociadas a martillos y yunques de piedra pulimentada descubiertos en el
departamento de Apurímac, concretamente en Huayhuaca, datados en el 1800 a. C. Sin
embargo, la primera gran cultura metalúrgica del continente fue la de Chavín de
Huantar, que, desde, al menos el 800 a. C. elaboraba objetos de oro en forma de
placas martilleadas y repujadas. Incluso llegó a unir varias placas para formar
estatuillas de chapa de oro.

Más tarde, en torno al siglo IV a. C. la cultura Moche incorporó la plata y el


cobre ya refinado a partir de la malaquita y otros carbonatos cupríferos; la
metalurgia se enriqueció notablemente con nuevas técnicas, como el repujado en
caliente, la incrustación de gemas y, en especial el baño de plata y el baño de
oro: el baño de plata consistía en sumergir un objeto de cobre en una solución de
plata pulverizada y sales corrosivas, el cobre reaccionaba ionizándose y
absorbiendo parte de la plata, posteriormente se calentaba el objeto para mejorar
la adherencia y se bruñía para darle brillo. El baño de oro consistía en calentar
un objeto de cobre con polvo de oro hasta su oxidación, esta implicaba la absorción
del polvo de oro, pero después era necesario retirar la capa externa, oxidada, por
medio de ácido, para que el oro saliese a la superficie, después se bruñía,
también. Un excelente ejemplo de las capacidades metalúrgicas mochicas son las más
de 400 joyas halladas en la tumba del Señor de Sipán. Hay noticias, asimismo, de
que los mochicas usaban, a menudo, para utensilios prácticos, un cobre con un
fuerte contenido en arsénico.

Colgante Tairona de oro a la cera perdida. S. X-XV, Colombia.


No se conoce con seguridad cuándo y dónde apareció el bronce auténtico (aleación de
cobre y estaño): unos investigadores creen que su uso se inició en los Andes
centrales, en el valle del Lurín en torno al año 850, mientras que otros aseguran
que en la cultura Tiahuanaco ya se usaba ampliamente. Se supone que se difundió
rápidamente, de modo que antes del año 1000 ya se había desarrollado su tecnología
en toda la cordillera, desde Chile hasta Colombia. Para la época Inca el uso del
bronce ya se había generalizado.8

La llamada Zona Intermedia (entre Ecuador y Colombia) también tiene una antigua
tradición en el trabajo de los metales, casi tanto como la de los Andes. De hecho,
allí se ubican los mayores expertos en aleaciones metálicas de la América
precolombina: los muiscas. Estos amerindios mezclaban plata, oro y cobre en
diversas proporciones, pero la aleación más exitosa fue llamada tumbaga (de cobre y
oro, que añadía resistencia a las joyas, sin perder su apariencia áurea: los
muiscas, habitantes de Colombia y Ecuador son también los inventores del moldeo a
la cera perdida, en el primer siglo de nuestra era.

Fundidor avivando el fuego mientras retira impurezas con un escoriador


(Códice de Medoza).
De entre todas las culturas precolombinas de la Baja Mesoamérica,26 destacan los
mixtecos, cuyo origen es tan antiguo que se sospecha que ya existían en el período
preclásico mesoamericano. Los mixtecos, además de conocedores de las técnicas antes
citadas, fueron inventores de otras como la soldadura, la filigrana, el
damasquinado, el chapado en oro..., en fin que su orfebrería era equiparable a la
del Viejo Mundo.27 Los mixtecos también eran expertos en la fundición de cobre y
conocían el bronce. Numerosos códices ilustran las técnicas de fundición y
reducción de estos metales.

Sin embargo, la metalurgia no alcanzó la importancia económica y social del Viejo


Mundo; aunque se elaboraron hachas, azadas, mazas, lanzas y otros objetos de
bronce, eran más bien raros y no mejoraron sensiblemente la productividad de la
mayoría de la sociedad ni la efectividad bélica de sus ejércitos. Incluso las mazas
de guerra, que se fabricaban tanto en piedra como en bronce eran, a menudo, de
prestigio. Los cuchillos también solían ser ceremoniales. La tecnología usada para
fabricar estas joyas solo estaba al alcance de las élites.

La metalurgia americana

Los americanos conocieron otros metales; por ejemplo, el platino y el hierro.

El platino lo usaron mezclado con el oro: aunque nunca consiguieron una auténtica
aleación de estos metales dado el alto punto de fusión del platino. El compuesto
(oro blanco) se obtenía martilleando el oro con polvos de platino (a menudo en
caliente), hasta conseguir una pasta uniforme a la que se podía dar la forma y
ornamentación deseada (esta técnica sigue usándose a escala industrial con
aleaciones que requieren elevadísimas temperaturas de fusión, como el tungsteno o
el titanio y recibe el nombre de pulvimetalurgia).
El hierro solo era conocido a través de meteoritos y era utilizado en forma de
esquirlas, como si fuesen lascas, por parte de los indígenas de América del Norte.
Aunque el ejemplo más interesante es la explotación del meteorito mexicano llamado
«Descubridora» (en Charcas, San Luis Potosí), que aún conserva un trozo de cincel
precolombino de cobre clavado. Otro uso común del hierro precolombino es como
colorante de cerámica, una vez pulverizado y añadido antes de la cocción.
La conquista española de América se explica en buena medida (aunque no única, ni
siquiera principalmente) por la diferencia tecnológica que sitúa a la mayor parte
de los pueblos precolombinos en estadios iniciales de la edad de los metales: pocos
dominaban la metalurgia del bronce y ninguno la del hierro. A efectos materiales su
utillaje se mantenía en la Edad de Piedra,28 pero, como es sabido, desde el punto
de vista cultural sociedades como la inca, maya o mexica habían desarrollado
estructuras sociales y políticas muy complejas, tenían un carácter totalmente
urbano y mantenían sistemas de registro (escritos o de otro tipo), por lo que no
deberían ser estudiadas como prehistóricas.

Contextualizando la Edad de los Metales


Aunque la metalurgia haya sido ampliamente definida como un gran avance en el
proceso civilizador del ser humano, lo cierto es que en sus primeros momentos,
durante el Calcolítico, no fue más que una innovación tecnológica relativa. esta se
inscribiría en un conjunto de procesos de cambio que se produjeron a partir del V
milenio a. C. en el Mediterráneo oriental y que, todos juntos, provocaron la
denominada emergencia de las primeras sociedades complejas. Entre ellos estarían,
además de la metalurgia, la intensificación de la producción, nuevos modelos de
ocupación del territorio, la especialización artesanal, el incremento de los
intercambios y la estratificación social. 9

Para Renfrew y Chapman la complejidad social fue el resultado del incremento y


diversificación de la producción y los intercambios. Gracias a estos se generalizó
el uso de la rueda y del carro por Europa central y occidental. La metalurgia del
cobre se extendió a la par que el vaso campaniforme. Así, la uniformidad y
extensión de los fenómenos campaniforme, cordado y globular suele ser interpretada
como resultado del comercio a larga distancia.29 Todos estos cambios provocaron el
paso del modo de producción doméstico neolítico (autárquico) a una serie de
economías integradas (interdependientes), dirigidas por jefes estables, que
ejercían la coerción para apropiarse de los excedentes de las comunidades, que en
el área mediterránea llegaron a alcanzar niveles considerados como proto-urbanos. A
estas sociedades se les ha dado el calificativo de pre-estatales.3031 Asimismo, el
carácter transformador de la metalurgia probablemente debió incidir en las
mitologías calcolíticas generando divinidades demiúrgicas y la estratificación
social se debió reflejar también en unos panteones más jerarquizados, regidos por
deidades masculinas y guerreras, que desplazaron a las diosas madre neolíticas.31

La mayoría de los investigadores admite que la metalurgia pudo haber sido inventada
en varios puntos del planeta diferentes y en periodos distintos. La necesidad de
materias primas estimuló la exploración del mundo e incrementó el intercambio de
mercancías e ideas entre gentes de lugares remotos.

Pero esto se produjo a partir de la implantación del bronce, cuando la presión


comercial provocó una mayor complejidad y extensión de las redes de intercambio,
que incluían el estaño atlántico, el ámbar báltico y la sal centroeuropea. La
generalización de comunidades con estructuras altamente jerarquizadas es simultánea
a la aparición de armas, elementos específicamente creados para la guerra. A la vez
desaparecieron progresivamente el vaso campaniforme y el megalitismo, así como los
usos funerarios correspondientes.4

Línea del tiempo de la Edad de los Metales en el Viejo Mundo

Véase también
Historia de la Orfebrería
Referencias
Real Academia Española (ed.). «Edad».
Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi (2005). «Introducción a la prehistoria. La
evolución de la cultura humana». Barcelona (primera edición) (Ed. UOC). p. 172.
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periodos». Instituto de Tecnologías Educativas. Consultado el 19 de septiembre de
2010.
Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi. Introducción a la prehistoria. La evolución de la
cultura humana. pp. 184-185.
«La Caixa saca de un largo olvido al enigmático pueblo tracio». Terra. Archivado
desde el original el 28 de junio de 2012. Consultado el 9 de mayo de 2010.
Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi. Introducción a la prehistoria. La evolución de la
cultura humana. p. 173.
«Expresiones plásticas y manifestaciones culturales de las épocas prehistóricas e
indígenas». RENa Ministerio del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e Industrias
Intermedias. 2008. Archivado desde el original el 23 de mayo de 2012. Consultado el
19 de septiembre de 2010.
Eiroa, Jorge Juan (1996). «La Prehistoria. La Edad de los Metales». Madrid
(primera edición) (Ediciones Akal). p. 12. ISBN 84-7600-981-X.
Delibes, Germán; Fernández-Miranda, Manuel (1993). «Los orígenes de la
civilización. El Calcolítico en el Viejo Mundo». Madrid (primera edición)
(Editorial Síntesis). pp. 7-15. ISBN 84-7738-181-X.
El cobre ibérico era rico en arsénico, por lo que fue muy apreciado en todo el
Mediterráneo antiguo.
No hemos puesto ejemplos de la dureza del hierro en la tabla porque, a diferencia
del cobre o del bronce, es muy sensible a la corrosión, siendo virtualmente
imposible hacer estudios adecuados, ya que la mayoría de los objetos prehistóricos
de hierro están muy deteriorados; como mucho hay que conformarse con experimentos
de arqueometalurgia o extrapolar datos de objetos más recientes. Por ejemplo, el
hierro fundido, pero sin forjar (arrabio) es muy quebradizo y oscila entre 80 HB y
120 HB, está por tanto, por debajo del bronce. Sin embargo, un hierro bien forjado,
con la cantidad adecuada de carbono, y bien laminado, puede alcanzar los 300 HB (de
hecho las famosas espadas medievales de Damasco tenían una dureza que iba de los
250 HB a los 325 HB, según diferentes estudios). Los metales de hoy día tienen una
dureza controlada: pueden obtenerse desde aceros ligeros de 120 HB, hasta los que
suelen usarse para las herramientas profesionales, de 650 HB y los famosos
cuchillos fabricados actualmente en Solingen (Alemania) superan los 450 HB.
«Historical Background of Damascus blades» de Dr. John Verhoeven, metallurgist
emeritus professor, Iowa State University Archivado el 10 de octubre de 2004 en la
Wayback Machine. y Damascus steel
Heliodoro Núñez y Antonio Paniagua (2001). «La aparición de la metalurgia y la
minería». Instituto de Tecnologías Educativas. Consultado el 19 de septiembre de
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y sus grandes movimientos religiosos». Gran Historia Universal. Ángel Montenegro,
coord. (Volumen V: China e India. Antiguos imperios orientales). ISBN 84-7461-659-
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Montenegro, Ángel y Solana, José María (1986). «La configuración de la sociedad
argícola china». Gran Historia Universal. Ángel Montenegro, coord. (Volumen V:
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Knauth, op. cit., 1975, páginas 114-117
Jesús Peñas Cano (2001). «Hierro: Abundancia». EducaMadrid, Consejería de
Educación de la Comunidad de Madrid. Consultado el 19 de septiembre de 2010.
Hicks, Jim (1974). Los Hititas. Time-Life International, Brepols Fabrieken, N. V.,
Holanda. Páginas 93-94.; una tablilla de barro con una inscripción cuneiforme del
siglo XIII a. C. dirigida por un soberano hitita a su homónimo asirio dice los
siguiente:
En cuanto al hierro de buena calidad acerca del cual me escribiste, no está
disponible en mi casa de sellos de Kizzuwatna. El momento actual no es propicio
para producir el hierro del que te he escrito; se producirá, pero todavía no han
terminado con su trabajo; cuando lo terminen te lo remitiré; de momento te envío la
hoja de un puñal, como obsequio para ti.
Lo cierto es que los hititas no tenían capacidad para producir más que una pequeña
cantidad de objetos de hierro, la mayoría de los cuales se usaban como símbolos de
prestigio, ofrendas o regalos, y no para herramientas o armas en cantidad
suficiente como para marcar diferencias respecto al bronce.

El metal templado es elástico y resistente a la deformación, pero no se puede


doblar, por tanto, sometido a demasiada tensión se quiebra; por el contrario, si el
hierro se deja enfriar lentamente es más flexible y menos frágil, pudiendo
deformarse y abollarse, sin partirse. Los herreros decidían, según la función del
objeto a fabricar, si necesitaba ser templado, o era más útil sin templar.
El wootz de la India se convertiría años más tarde en la materia prima de las
«espadas de Damasco», aunque su calidad no residía solo en su composición, sino en
el modo de trabajarlo: a diferencia de los europeos, los asiáticos forjaban entre
650 y 800 °C; de hacerlo a temperatura más baja el metal se rompería, pero entre
esas cifras, cuando el hierro está rojo púrpura, el wootz se vuelve
extraordinariamente dúctil; una vez forjada la espada, volvía a calentarse a tan
altas temperaturas y se templaba sumergiéndola súbitamente en agua helada mezclada
con aceite, y de este modo obteniendo un acero todavía superior, resistente a la
deformación, flexible, pero más quebradizo: II. Espadas de Damasco
Ho Peng Yoke (1984). «El desarrollo científico y tecnológico en la antigua China».
Historia de las Civilizaciones Antiguas. Volumen II: Europa, América, China, India.
Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-252-X.
Como es notorio, los avances en la siderurgia china se adelantan en muchos siglos
a los de la europea.
Gutbrod, Karl (1987). «X. Las antiguas culturas del este asiático: Japón».
Historia de las antiguas culturas del Mundo. Arqueología. Ediciones del Serbal,
Barcelona. ISBN 84-7628-038-6.
Gómez-Tabanera, José Manuel (1988). «África en los inicios del metal». Las
culturas africanas. Historia 16, Intervisa, Madrid. ISBN 84-7679-101-1.
Iniesta, Ferran (1998). «Kuma. Historia del África negra.». Barcelona (primera
edición) (Edicions Bellaterra 2000). pp. 74-78. ISBN 84-7290-101-7.
de Grinberg, Dora M. K. (Marzo de 2004). «¿Qué sabían de fundición los antiguos
habitantes de Mesoamérica?» (Revista Ingenierías edición). Nuevo León, México:
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León. ISSN 1405-0676. Archivado desde el original el 23 de octubre de 2006.
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Vitale, Luis (1991). Historia de nuestra América. Los pueblos originarios. Centro
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[[Special:BookSources/9567172012 - Versión en PDF|9567172012 -
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El cronista y religioso español Bernardino de Sahagún, reconoció que «los mixtecas
no solo fueron los mejores orfebres de América sino que ningún otro pueblo los
superó en el mundo». Otro religioso español, Toribio de Benavente "Motolinía",
explicaba asombrado que los artesanos mixtecas que trabajaban para los aztecas eran
capaces de «fundir un pájaro con cabeza, lengua, patas y alas móviles y colocar
cualquier bagatela en las alas, de modo que parecía danzar» (Knauth, Percy, op.
cit., 1975, página 139)
Se han hecho comparaciones entre el armamento de los conquistadores españoles y
los indígenas americanos, algunos con interesantes resultados. Aunque sea un caso
muy específico, es interesante la lectura del artículo sobre las mazas
precolombinas de la región de los Andes por lo completo de sus datos y por lo
esclarecedor de ciertos aspectos: Ponce, Ernesto (2002). «Mazas prehispánicas de
metal: sur del Perú y extremo norte de Chile» (Chungará, Revista de Antropología
Chilena, Volumen 34, n.º 2, julio de 2002. Páginas 215-223 edición). Arica, Chile:
SciElo. ISSN 0717-7356. Consultado el Acceso a la página desde el 11 de noviembre
de 2006.
Delibes, Germán; Fernández-Miranda, Manuel. Los orígenes de la civilización. El
Calcolítico en el Viejo Mundo. pp. 8-9,14,20.
Delibes, Germán; Fernández-Miranda, Manuel. Los orígenes de la civilización. El
Calcolítico en el Viejo Mundo. pp. 16-19.
Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi. Introducción a la prehistoria. La evolución de la
cultura humana. pp. 174-177.
Enlaces externos
Tras las huellas de nuestros orígenes: La Edad de los Metales (Instituto de
Tecnologías Educativas, Ministerio de Educación de España).
Textos académicos sobre metalurgia en Mesoamérica
Prehistoria del Viejo Mundo
Edad de Piedra Edad de los Metales
Paleolítico Mesolítico
Epipa-
leolítico Neolítico Edad del Cobre
(excepto África subsahariana) Edad del Bronce
(excepto África subsahariana) Edad del Hierro
Paleolítico inferior Paleolítico medio Paleolítico superior
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Categorías: PrehistoriaEdad de los metalesMetalurgia
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