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La Edad de los Metales es una de las dos grandes etapas tecnológicas en las que
tradicionalmente se ha subdividido la Prehistoria euroasiática. Por definición, es
el período que siguió a la Edad de Piedra y durante el cual el ser humano empezó a
fabricar objetos de metal1 fundido. La existencia de procesos metalúrgicos es
indispensable para establecer la adscripción de una cultura arqueológica a esta
etapa, ya que los metales nativos eran trabajados por martilleado desde las fases
iniciales del Neolítico.2 Siguiendo este criterio, la Edad de los Metales
comenzaría con las primeras evidencias de fundición del cobre, que son del VI
milenio a. C. (en Anatolia y los montes Zagros) y acabaría con la progresiva
entrada en la Historia de cada región (en Europa esto se produjo durante el I
milenio a. C.). En Mesopotamia y Egipto coincide ya con el desarrollo de la
escritura y por tanto la metalurgia allí es plenamente histórica.34
Índice
1 Europa, Oriente Medio y Asia
1.1 El cobre
1.2 El bronce
1.3 El hierro
2 África
3 América
4 Contextualizando la Edad de los Metales
5 Véase también
6 Referencias
7 Enlaces externos
Europa, Oriente Medio y Asia
Véase también: Prehistoria de Europa
Esta etapa en Eurasia se ha subdividido tradicionalmente en Edad del Cobre o
Calcolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro. De manera simplificada, el
Calcolítico coincide en la mayor parte de Europa con la segunda mitad del IV
milenio a. C. y casi todo el III milenio; el Bronce correspondería al II milenio a.
C.; y el Hierro con el I milenio a. C., época en la que el continente entró en la
Historia.6
El cobre
Véase también: Edad del Cobre
El cobre, junto con el oro y la plata, es de los primeros metales utilizados en la
Prehistoria,7 tal vez porque, a veces, aparece en forma de pepitas de metal nativo.
El objeto de cobre más antiguo conocido hasta el momento es un colgante oval
procedente de Shanidar (Irán), que ha sido datado en niveles correspondientes al
9500 a. C., o sea, a principio del Neolítico8 Sin embargo, esta pieza es un caso
aislado, ya que no es hasta 3000 años más tarde cuando las piezas de cobre
martilleado en frío comienzan a ser habituales. En efecto, a partir del año 6500 a.
C., en varios yacimientos se han encontrado piezas ornamentales y alfileres de
cobre manufacturado a partir del martilleado en frío del metal nativo, tanto en los
Montes Zagros (Ali Kosh en Irán), como en la meseta de Anatolia (Çatal Hüyük,
Çayönü o Hacilar, en Turquía).
Varios siglos después se descubrió que el cobre podía ser extraído de diversos
minerales (malaquita, calcopirita, etc.), por medio de la fundición en hornos
especiales, en los que se insuflaba oxígeno (soplando por largos tubos o con
fuelles) para superar los 1000 °C de temperatura. El objeto de cobre fundido más
antiguo que se conoce procede de los Montes Zagros, concretamente de Tal-i-Blis
(Irán), y se data en el 4100 a. C., junto a él se hallaron hornos de fundición,
crisoles e incluso moldes.
Como el cobre podía volver a fundirse muchas veces, este solía convertirse en
lingotes, a veces con una forma peculiar (como los del Mediterráneo oriental, que
recuerdan al pellejo de un animal), para luego fabricar diversos objetos por fusión
y colado en moldes. El cobre es muy maleable y dúctil, podía martillarse en frío o
en caliente, con lo que se duplicaba su consistencia y dureza. En cualquier caso,
resultaba imposible eliminar todas la impurezas del cobre, pero, mientras que
algunas eran perjudiciales, como el bismuto, que lo hace quebradizo, otras eran
beneficiosas, como el arsénico, que reduce la formación de burbujas en su
fundición, pues impide la absorción de gases a través de los poros del molde,
asegurando un producto de mejor calidad. El cobre con alto contenido natural en
plomo es más blando, lo cual puede ser una ventaja para fabricar recipientes por
medio del martilleo de una plancha en forma de disco, curvándola en forma cóncava,
para elaborar calderos o cuencos; incluso podía ser repujado. Algunos metalurgistas
consideran que estos cobres con impurezas beneficiosas son, en realidad, «bronces
naturales».
Puñalito de cobre.
Daga de cobre.
La técnica del cobre no tardó en difundirse por todo el Próximo Oriente,
coincidiendo con el nacimiento de las primeras civilizaciones históricas de la
zona, principalmente Sumeria y el Antiguo Egipto; pero muchos estudiosos consideran
que pudo inventarse en fechas muy parecidas en otras partes del Viejo Mundo.
Concretamente en Europa hay un avanzado núcleo calcolítico en los Balcanes que
incluye ocasionalmente objetos de cobre fundido entre sus hallazgos del IV milenio
a. C. (cultura Gulmenita) y todo parece apuntar hacia una invención local. Durante
el siguiente milenio y también con carácter autóctono, se detectan procesos
metalúrgicos en poblados fortificados del sur de la península ibérica, como Los
Millares o Vila Nova de Sao Pedro.910 Estos primeros metales se difundieron por la
Europa central y mediterránea durante el III milenio a. C., asociados al vaso
campaniforme y a la cerámica cordada.
En Asia central u oriental no puede hablarse de una Edad del Cobre con entidad
suficiente, dada su corta duración, ya que el desarrollo de la metalurgia en
lugares como la India o China comenzó realmente con el bronce.
El bronce
Véase también: Edad del Bronce
El bronce es el resultado de la aleación de cobre y estaño en una proporción
variable (en la actualidad se le añaden otros metales como el zinc o el plomo,
creando los llamados bronces complejos). La cantidad de estaño podía variar desde
un 3% en los llamados «bronces blandos», hasta un 25% en los llamados «bronces
campaniles» (a mayor cantidad de estaño, más tenacidad, pero también menos
maleabilidad): en la Prehistoria la cantidad media suele rondar el 10% de estaño.
Se supone que fueron los egipcios los primeros en añadir estaño al cobre, al
observar que este le daba mejores cualidades, como la dureza, un punto más bajo de
fusión y la perdurabilidad (ya que el estaño no se oxida fácilmente con el aire y
es resistente a la corrosión). Además el bronce es reciclable, pudiéndose fundir
varias veces para obtener nuevos objetos de otros ya desechados. La técnica de
trabajo del bronce es virtualmente idéntica a la del cobre, por lo que no vamos a
incidir en ello (la única dificultad reside en exceder la temperatura adecuada, lo
que podría provocar que el mineral se echase a perder por oxidación). A título de
comparación se pueden confrontar el cobre puro, el cobre arsenical y el bronce (con
un 10% de estaño) en la tabla de correspondencia que muestra la dureza relativa de
los metales:
Dureza relativa de los metales HB11
Cabeza de toro en cobre, con los ojos de nácar y lapislázuli III milenio a. C..
Punta de jabalina de bronce grabado. Misma procedencia que las piezas anteriores.
Los antiguos egipcios obtenían la mayor parte del cobre de las minas de Timna, en
Aravá, junto al desierto del Néguev, aunque sus relaciones comerciales se
extendieron por algunas regiones africanas y por todo el Egeo, penetrando en Europa
(piezas de procedencia egipcia aparecen por todo este continente evidenciando algún
tipo de intercambio).
El hierro
Véase también: Edad del Hierro
Fabricar hierro seguía un procedimiento muy distinto al del cobre y el bronce (para
empezar el metal no se licuaba), primero porque había que conseguir hornos con gran
capacidad calórica: el mineral machacado debía estar totalmente rodeado de carbón
de leña (que se consumía en enormes cantidades) y numerosos fuelles que, a través
de toberas, insuflaban oxígeno continuamente. El mineral debía ser precalentado en
un horno y por medio de golpes se eliminaban algunas impurezas; luego se llevaba al
estado incandescente, en un segundo horno, hasta obtener una masa denominada hierro
esponjoso, altamente impuro, por lo que volvía a ser golpeado en caliente para
refinarlo. Después de un largo y repetitivo proceso de martilleo y calentamiento,
evitando que el hierro se enfriase, se obtenía una barra forjada, bastante pura,
resistente y maleable. Para las armas y ciertas herramientas, el hierro se templaba
enfriándolo bruscamente en agua, lo que provocaba cambios de la estructura
molecular y una mejor absorción de carbono. Los testimonios más antiguos del
proceso de templado del hierro candente se han hallado en Chipre y datan de 1100 a.
C.19 Evidentemente, las instalaciones y herramientas de los herreros eran muy
diferentes a las de los broncistas. El bronce siguió siendo un metal esencial para
las antiguas culturas, sirviendo en campos diferentes en los que no se podía o no
se sabía aplicar la tecnología del hierro.
Europa: la Edad del Hierro europea comienza poco antes del año 800 a. C. y está
protagonizada por pueblos, en su mayoría belicosos, que habitaban poblados
fuertemente protegidos por murallas y otros sistemas defensivos. Aunque el hierro
fue profusamente empleado para herramientas agrícolas y artesanales, aumentando la
productividad y el nivel cultural del continente. Los artesanos de la edad del
Hierro europea conocían el hierro carburado: las placas de metal se trabajaban al
rojo vivo, pero sin licuar, calentándolas entre carbón de leña para que absorbiese
el carbono desprendido en la combustión. También desarrollaron el laminado,
alternando láminas superpuestas de hierro con más carbono, y que eran más duras,
con otras que tenían menos, y eran más maleables, hasta formar un haz que era
forjado a unos 200 ℃, cuando el metal adquiría un color amarillo claro. El
calentamiento y martilleo continuo iba eliminando las impurezas y mejorando la
calidad del metal hasta que acababa por crear una hoja compacta y muy resistente,
al estar compuesto de láminas virtualmente soldadas, microscópicas y de cualidades
físicas complementarias. Los europeos también supieron adornar ricamente sus joyas
metálicas y sus armas, aprendiendo a engarzar empuñaduras de madera, hueso, marfil
y, mejor aun, la técnica del nielado, incrustando barnices o finos hilos de plata
formando complicadas filigranas.
Guerrero abisinio.
Guerreros cameruneses.
América
En América, se desarrolló la metalurgia del oro, la plata, el cobre y el bronce;
pero, en ningún caso, esta tecnología incidió decisivamente en las economías
precolombinas. Las pepitas de cobre nativo se conocían desde antiguo en varias
regiones de América, por ejemplo en la región de los Grandes Lagos, donde abundaban
los yacimientos de cobre nativo, desde el 4000 a. C. los pueblos locales
acostumbraban a golpearlas hasta darles forma de punta de flecha, aunque nunca
llegaron a descubrir la fusión.
En los Andes, el punto de partida de este desarrollo tecnológico son las láminas de
oro nativo asociadas a martillos y yunques de piedra pulimentada descubiertos en el
departamento de Apurímac, concretamente en Huayhuaca, datados en el 1800 a. C. Sin
embargo, la primera gran cultura metalúrgica del continente fue la de Chavín de
Huantar, que, desde, al menos el 800 a. C. elaboraba objetos de oro en forma de
placas martilleadas y repujadas. Incluso llegó a unir varias placas para formar
estatuillas de chapa de oro.
La llamada Zona Intermedia (entre Ecuador y Colombia) también tiene una antigua
tradición en el trabajo de los metales, casi tanto como la de los Andes. De hecho,
allí se ubican los mayores expertos en aleaciones metálicas de la América
precolombina: los muiscas. Estos amerindios mezclaban plata, oro y cobre en
diversas proporciones, pero la aleación más exitosa fue llamada tumbaga (de cobre y
oro, que añadía resistencia a las joyas, sin perder su apariencia áurea: los
muiscas, habitantes de Colombia y Ecuador son también los inventores del moldeo a
la cera perdida, en el primer siglo de nuestra era.
La metalurgia americana
El platino lo usaron mezclado con el oro: aunque nunca consiguieron una auténtica
aleación de estos metales dado el alto punto de fusión del platino. El compuesto
(oro blanco) se obtenía martilleando el oro con polvos de platino (a menudo en
caliente), hasta conseguir una pasta uniforme a la que se podía dar la forma y
ornamentación deseada (esta técnica sigue usándose a escala industrial con
aleaciones que requieren elevadísimas temperaturas de fusión, como el tungsteno o
el titanio y recibe el nombre de pulvimetalurgia).
El hierro solo era conocido a través de meteoritos y era utilizado en forma de
esquirlas, como si fuesen lascas, por parte de los indígenas de América del Norte.
Aunque el ejemplo más interesante es la explotación del meteorito mexicano llamado
«Descubridora» (en Charcas, San Luis Potosí), que aún conserva un trozo de cincel
precolombino de cobre clavado. Otro uso común del hierro precolombino es como
colorante de cerámica, una vez pulverizado y añadido antes de la cocción.
La conquista española de América se explica en buena medida (aunque no única, ni
siquiera principalmente) por la diferencia tecnológica que sitúa a la mayor parte
de los pueblos precolombinos en estadios iniciales de la edad de los metales: pocos
dominaban la metalurgia del bronce y ninguno la del hierro. A efectos materiales su
utillaje se mantenía en la Edad de Piedra,28 pero, como es sabido, desde el punto
de vista cultural sociedades como la inca, maya o mexica habían desarrollado
estructuras sociales y políticas muy complejas, tenían un carácter totalmente
urbano y mantenían sistemas de registro (escritos o de otro tipo), por lo que no
deberían ser estudiadas como prehistóricas.
La mayoría de los investigadores admite que la metalurgia pudo haber sido inventada
en varios puntos del planeta diferentes y en periodos distintos. La necesidad de
materias primas estimuló la exploración del mundo e incrementó el intercambio de
mercancías e ideas entre gentes de lugares remotos.
Véase también
Historia de la Orfebrería
Referencias
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Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi (2005). «Introducción a la prehistoria. La
evolución de la cultura humana». Barcelona (primera edición) (Ed. UOC). p. 172.
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periodos». Instituto de Tecnologías Educativas. Consultado el 19 de septiembre de
2010.
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cultura humana. pp. 184-185.
«La Caixa saca de un largo olvido al enigmático pueblo tracio». Terra. Archivado
desde el original el 28 de junio de 2012. Consultado el 9 de mayo de 2010.
Fullola, Josep Mª; Nadal, Jordi. Introducción a la prehistoria. La evolución de la
cultura humana. p. 173.
«Expresiones plásticas y manifestaciones culturales de las épocas prehistóricas e
indígenas». RENa Ministerio del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e Industrias
Intermedias. 2008. Archivado desde el original el 23 de mayo de 2012. Consultado el
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Eiroa, Jorge Juan (1996). «La Prehistoria. La Edad de los Metales». Madrid
(primera edición) (Ediciones Akal). p. 12. ISBN 84-7600-981-X.
Delibes, Germán; Fernández-Miranda, Manuel (1993). «Los orígenes de la
civilización. El Calcolítico en el Viejo Mundo». Madrid (primera edición)
(Editorial Síntesis). pp. 7-15. ISBN 84-7738-181-X.
El cobre ibérico era rico en arsénico, por lo que fue muy apreciado en todo el
Mediterráneo antiguo.
No hemos puesto ejemplos de la dureza del hierro en la tabla porque, a diferencia
del cobre o del bronce, es muy sensible a la corrosión, siendo virtualmente
imposible hacer estudios adecuados, ya que la mayoría de los objetos prehistóricos
de hierro están muy deteriorados; como mucho hay que conformarse con experimentos
de arqueometalurgia o extrapolar datos de objetos más recientes. Por ejemplo, el
hierro fundido, pero sin forjar (arrabio) es muy quebradizo y oscila entre 80 HB y
120 HB, está por tanto, por debajo del bronce. Sin embargo, un hierro bien forjado,
con la cantidad adecuada de carbono, y bien laminado, puede alcanzar los 300 HB (de
hecho las famosas espadas medievales de Damasco tenían una dureza que iba de los
250 HB a los 325 HB, según diferentes estudios). Los metales de hoy día tienen una
dureza controlada: pueden obtenerse desde aceros ligeros de 120 HB, hasta los que
suelen usarse para las herramientas profesionales, de 650 HB y los famosos
cuchillos fabricados actualmente en Solingen (Alemania) superan los 450 HB.
«Historical Background of Damascus blades» de Dr. John Verhoeven, metallurgist
emeritus professor, Iowa State University Archivado el 10 de octubre de 2004 en la
Wayback Machine. y Damascus steel
Heliodoro Núñez y Antonio Paniagua (2001). «La aparición de la metalurgia y la
minería». Instituto de Tecnologías Educativas. Consultado el 19 de septiembre de
2010.
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y sus grandes movimientos religiosos». Gran Historia Universal. Ángel Montenegro,
coord. (Volumen V: China e India. Antiguos imperios orientales). ISBN 84-7461-659-
X. Páginas 222-223.
Montenegro, Ángel y Solana, José María (1986). «La configuración de la sociedad
argícola china». Gran Historia Universal. Ángel Montenegro, coord. (Volumen V:
China e India. Antiguos imperios orientales). ISBN 84-7461-659-X. Página 165
Cotterell Arthur (1984). «La China de los Shang». Historia de las Civilizaciones
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ISBN 84-7423-252-X.
Knauth, op. cit., 1975, páginas 114-117
Jesús Peñas Cano (2001). «Hierro: Abundancia». EducaMadrid, Consejería de
Educación de la Comunidad de Madrid. Consultado el 19 de septiembre de 2010.
Hicks, Jim (1974). Los Hititas. Time-Life International, Brepols Fabrieken, N. V.,
Holanda. Páginas 93-94.; una tablilla de barro con una inscripción cuneiforme del
siglo XIII a. C. dirigida por un soberano hitita a su homónimo asirio dice los
siguiente:
En cuanto al hierro de buena calidad acerca del cual me escribiste, no está
disponible en mi casa de sellos de Kizzuwatna. El momento actual no es propicio
para producir el hierro del que te he escrito; se producirá, pero todavía no han
terminado con su trabajo; cuando lo terminen te lo remitiré; de momento te envío la
hoja de un puñal, como obsequio para ti.
Lo cierto es que los hititas no tenían capacidad para producir más que una pequeña
cantidad de objetos de hierro, la mayoría de los cuales se usaban como símbolos de
prestigio, ofrendas o regalos, y no para herramientas o armas en cantidad
suficiente como para marcar diferencias respecto al bronce.
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Esta página se editó por última vez el 18 mar 2020 a las 19:02.
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