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Especialización en Educación y Derechos Humanos

Módulo: Educación y género

Clase 6: #NiUnaMenos: El ámbito educativo como


escenario de protección de derechos de las mujeres

¡Bienvenidas/os a la sexta clase del Módulo Educación y Género!

Llegamos a nuestra última clase. A lo largo de este recorrido hemos intentado brindar
herramientas para pensar las cuestiones de género en nuestras prácticas educativas.
Repasamos brevemente algunas cuestiones que vimos en las clases anteriores: A modo de
síntesis, podemos decir que hemos distinguido entre diferencias de sexo, procesos
de generizac ión (no solo de cuerpos, sino también de espacios y de profesiones como la
feminización de la docencia), construcciones identitarias ligadas al género y/o la orientación
sexual. También hemos dado cuenta de procesos de lucha por derechos de mujeres y
diversidades sexuales que se producen en distintos ámbitos, hemos hablado de la escuela,
pero también de la familia y los medios de comunicación. Durante todas estas clases lo que
hemos querido forjar fueron unas “gafas violetas” para ver y cuestionar nuestras prácticas,
el sentido común y los discursos que circulan en la sociedad. En la clase anterior comenzamos
a pensar las masculinidades y llegamos a un tema que hoy desplegaremos y profundizaremos
un poco más: el de la violencia masculina contra las mujeres (niñas/os, adolescentes y
personas mayores) que se vincula estrechamente con lo que denominamos Modelo de
Masculinidad Tradicional (MMT) o Masculinidad Hegemónica (MH).

1. ¿Por qué la violencia contra las mujeres es violencia de género?


Cuando hablamos de violencia de género tenemos que tener claro que referimos a relaciones
asimétricas en las que un elemento del par ejerce su posición de poder de manera abusiva
sobre otro. Estos “elementos” están sexualizados y, cuando miramos este par, entendemos
que:

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1. La violencia tiene una direccionalidad que va de varones adultos heterosexuales


hacia mujeres, niñas/os y también a personas mayores, con discapacidades o
feminizadas por su identidad u orientación sexual.

2. Es una violencia estructural, es decir, no se trata de casos aislados, sino de una


violencia sostenida en la legitimación del sistema patriarcal, como ya sabemos, un
sistema binario y jerárquico, donde los sujetos masculinos obtienen privilegios a costa
de la subordinación de aquellas/os signados como femeninos. No estamos diciendo
que todos los varones sean victimarios y todas las mujeres víctimas, sino que existen
posiciones de privilegio que se asumen con la posibilidad de someter a quienes se
encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.

Como vimos en la clase anterior, no solo las mujeres pueden ser víctimas de violencia;
también las personas que expresan otras identidades de género u orientaciones sexuales,
aquellos varones que no se ajustan al modelo de virilidad extendido y asumido como “normal”,
quienes aún se encuentran en situación vulnerable porque son menores y también las
personas que no se ajustan al canon de belleza. Aquí suelen entrar las/os cuerpos que se
clasifican como “gordos”, pero también puede incluirse cualquier característica posible de
estigma: quienes son muy bajitos o muy altos, quienes tienen la piel más oscura, quienes
usan gafas o tienen alguna marca de disfuncionalidad. Cualquier característica puede ser
usada y remarcada para violentar a quien se identifica como “frágil”, “débil”, “inferior”,
“vulnerable”.

Entonces, hacemos aquí una primera aclaración: la violencia –a diferencia de otras


expresiones de agresión− se sostiene en una relación asimétrica en la que un sujeto
dominante ejerce su poder sobre otra/o en situación de inferioridad. La violencia de género o
violencia machista se ejerce desde una posición masculina contra quienes se asocian a lo
femenino (mujeres, niñas y niños, personas trans o travestis, varones identificados como
afeminados, etc.)

Entonces, la violencia contra los varones, ¿no es violencia de género? Puede plantearse como
discusión, en todo caso lo que sí podemos acordar es que los varones no son violentados por
“ser o verse como varones”. En el caso de las mujeres, la violencia que sufren en el marco
de relaciones de pareja (compañeros, ex compañeros, novios) o en el acoso de desconocidos
suele estar íntimamente imbricada en su condición de mujer. En el primer caso, al cumplir el

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rol de esposa -o ex esposa-, en donde la decisión de terminar la relación o modificar la


dinámica tal como venía planteada (por ejemplo, al expresar una decisión contraria a la pareja
en torno a tener o no un hijo, estudiar o acceder a un empleo fuera del hogar) puede operar
como desencadenante de una violencia contenida. En el caso del acoso o ataque callejero,
enraíza en una concepción que supone que la mujer que no tiene compañía masculina se
encuentra disponible, es “reclamable” por un varón que se siente autorizado a avanzar en
ausencia de padre, hermano o marido que oficie de “dueño”. Es necesario subrayar que el
abuso sexual infantil (ASI) y la violación sucede el mayor número de veces entre los muros
del hogar, perpetrado por figuras familiares y/o cercanas y en mucha menor medida, a manos
de desconocidos.

La Ley de Protección integral a las mujeres nos presenta una definición


amplia y detallada, que habilita una perspectiva interesante para
comenzar a analizar el fenómeno de la violencia contra las mujeres. En
su artículo 4º establece que:

Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u


omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público
como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte
su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual,
económica o patrimonial, como así también su seguridad personal.
Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus
agentes.

Se considera violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda


conducta, acción omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria
que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón.

Los artículos 5° y 6° de Ley de Protección integral a las mujeres describe los tipos de
violencia (física, psicológica, sexual, económica/patrimonial y simbólica) y profundiza en sus
diversas modalidades (refiere a las formas de cómo y dónde se expresa la violencia hacia las
mujeres entre las que menciona el espacio doméstico, los ámbitos institucionales y laborales,

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los ámbitos de decisión sobre derechos sexuales y reproductivos, las salas de parto y los
medios de comunicación, sin descartar otras modalidades posibles).

Es importante señalar que estas violencias no se dan aisladas sino que


se traman y se refuerzan entre sí: A la violencia física y sexual que un
hombre ejerce contra una mujer en el acto de violación, se puede sumar
una violencia institucional si en la comisaría o en el hospital quienes
ofician como agentes del Estado se niegan a brindar información y
acceso a los derechos que asisten a la víctima.

En la legislación argentina el aborto es un delito, excepto cuando está


contemplado en las causales de no punibilidad del artículo 86 del Código
Penal. Allí se establece desde 1921 cuáles son las circunstancias en las
que el aborto es no punible, interpretación que fue ratificada en 2012
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a través de una
acordada en el caso de una adolescente violada. Esta lectura sobre el
artículo 86 del Código Penal considera que las dos causas en las que la
interrupción del embarazo se considera no punible son:

1. Si corre riesgo la salud o vida de la gestante.


2. Si el embarazo es producto de una violación.

En el caso de aborto por violación, no se precisa denuncia policial ni está


admitida la judicialización del caso. La víctima o su apoderada/o legal en
caso de que se trate de una niña, puede acceder al aborto firmando una
declaración jurada en el hospital.

Por otro lado, según los Lineamientos Curriculares de la ESI, es


necesario promover el conocimiento de “las situaciones de riesgo o de
violencia vinculadas con la sexualidad” entre las que menciona “las
distintas miradas sobre la problemática del aborto (como problema
ético, de salud pública, moral, social, cultural y jurídico, etc.), las
enfermedades de transmisión sexual, el acoso sexual, el abuso y la
violencia sexual, el maltrato, la explotación sexual y trata.” (2008:36)

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Entendemos entonces que la violencia


que se ejerce contra las mujeres –
dentro o fuera del hogar, por
conocidos o desconocidos- parte de
una relación asimétrica que tiene una
base sexual- Y esta violencia contra
esos cuerpos se encuentra legitimada,
es una violencia estructural: esto es
lo que llamamos violencia de género.

En la clase 4 profundizamos en un tipo


de violencia, la simbólica, en su
modalidad mediática que está
regulada por la ley y en otras formas
no reguladas como la del uso de
lenguaje sexista o la presentación de
contenidos curriculares con sesgos
androcéntricos. En esta clase
indagaremos en la violencia física y
sexual que en su expresión más brutal
concluye en el femicidio, nos interesa
poner en juego algunos conceptos de
Con el epígrafe: Ilustrac ión .Ic eberg de la violenc ia de
la antropóloga brasileña Rita Segato
género. Amnistía Internacional
(2003), que complejizan el debate
sobre la violencia contra las mujeres.

Segato, a diferencia de la explicación que suele entender que existe una “escalada de
violencia” que va desde la violencia verbal a la violencia física, propone otro esquema para
pensar la violencia contra las mujeres. Sostiene que vivimos en una sociedad donde conviven
un sistema de derechos y un sistema de estatus (con jerarquías de clase, raza, género, entre
otros).

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El sistema de estatus de género se mantiene a través de una forma de violencia que ella
llama “moral” y se traduce en constantes formas de agresión emocional, que no son
conscientes ni deliberadas. Las percibimos en la ridiculización, la coacción moral, la sospecha
e intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como
persona, de su personalidad y sus trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades
intelectuales, de su trabajo, de su valor moral.

Las formas más corrientes de la violencia moral son: el control económico (por ejemplo, a
través de salarios diferenciales según el sexo), mecanismos instalados en la “mirada pública”
que controlan la sociabilidad, la vestimenta y apariencia estética, o marcan el comportamiento
sexual apropiado (también diferencial según sexo), la descalificación intelectual y profesional
de las mujeres en algunas disciplinas. Estas violencias son parte de la rutina y no se perciben
como un problema hasta que son señaladas, o hasta que las juzgamos con el paso del tiempo
como nos sucede cuando volvemos sobre el Contrato de Maestras de 1923 que vimos en la
clase 2.

Pero seguramente nos será más difícil ver estas violencias en la actualidad ¿podemos
identificar formas de violencia moral en nuestras prácticas educativas? Tal vez comprendamos
mejor este concepto a través de lo que Rita Segato desarrolla en su análisis como “sexismo
automático” que al igual que el “racismo automático” son acciones que no dependen de la
intervención razonada sino que responden en cambio a la reproducción irreflexiva de la
costumbre y que toma muchas veces la forma de la generalización: “Las chicas no son tan
buenas en matemática”, “Los chicos son más vagos pero entienden más rápido”. Y aunque
no las hagamos explícitas estas creencias operan como preconceptos.

Ambos mecanismos –sexismo y racismo interiorizados- forman parte de lo que la autora llama
“una tragedia” que opera como un texto de larguísima vigencia en la cultura. Segato destaca,
a su vez, la importancia de considerar el sexismo como formas de discriminación no solo en
relación con las mujeres sino en relación con lo femenino. El sexismo automático es parte de
la violencia moral que, aun en la imposibilidad de identificarla positivamente (no se manifiesta
a través de golpes ni insultos), opera como un tipo de violencia, siempre presente en la
mantención de las relaciones de estatus que expresa la superioridad/inferioridad de las
relaciones de género. Esta violencia es la “argamasa” -lo que mantiene unidas y en relación-
las otras formas de violencia en el sistema jerárquico y a su vez, permite su reproducción.

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La noción de violencia moral apunta a aquella que se constituye cuando la moral tradicional
reposa sobre el sentido común. Segato entiende que la “normalidad” del sistema es una
normalidad violenta, que depende de esta desmoralización cotidiana de los sujetos que
quedan afuera del arquetipo ideal de varón, blanco, adulto, heterosexual, propietario. El
racismo y el sexismo automáticos, sustentados por la rutina de los procedimientos,
naturalizan por ejemplo, la cosificación de las mujeres. Así trabajan sin descanso la
vulnerabilidad de quienes sienten que deben alcanzar determinadas formas de ser
mujer para ser deseadas, exitosas, amadas impidiendo así que se afirmen con seguridad
frente al mundo, corroyendo cotidianamente los cimientos de la autoestima.

Esto nos devuelve al tema del patriarcado que acecha por detrás de toda estructura
jerárquica, articulando todas las relaciones de poder y subordinación. La violencia moral se
mantiene latente y emerge en el plano de las relaciones evidenciando la asimetría entre los
géneros, y en esos casos puede ponerse en jaque la forma naturalizada que ha adquirido.

Un ejemplo reciente de esto se expresó tras la campaña publicitaria de


una cerveza que tomaba en broma el acoso sexual a las mujeres en el
transporte público y que tuvo que ser retirada tras el rechazo social.

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Ilustrac ión 2 Campaña Cervez a Sc heneider "Perdón" (2013)

Tal como puede observarse en la gráfica 1 del “iceberg de la violencia de género” de Amnistía
Internacional, la violencia física es la expresión visible y extrema de un sistema violento que
mantiene formas de privilegio y sometimiento en las relaciones cotidianas y naturalizadas
entre los géneros. En la clase anterior dejamos pendientes algunas preguntas sobre
masculinidades y las expresiones de violencia contra aquello que amenaza la construcción de
virilidad. Entonces decíamos, las mujeres -más ampliamente lo considerado femenino- es
percibido como inferior, como disponible. Queremos resaltar que la violencia femicida es la
brutal expresión de esta asimetría, pero esta se sostiene en otras desigualdades cotidianas,
naturalizadas. Estas relaciones asimétricas, como ya vimos, se sostienen en privilegios
masculinos que, raramente, se discuten. Cuando un varón le dice algo a una chica en la calle,
la cuestión no es si fue grosero o halagador, sino cómo ese gesto se sostiene en la idea de
que una mujer que no tiene compañía masculina está disponible para cualquier varón que
quiera reclamar su privilegio sobre ella. En esa situación, si el muchacho está acompañado
de otros varones, es raro que estos lo sancionen, aunque no acuerden en esa práctica.
Entienden que como “yo no lo hago” no contribuyen a sostener esos privilegios. Sin embargo,
ese silencio se hace cómplice, por un lado porque implica una negativa a sancionar a un par,
a un “igual” en el trato a sus mujeres. Por otro lado, ese silencio reporta una cuota de poder
masculino que mantiene el privilegio del colectivo de varones por encima del de las mujeres.
Cada vez que un maltratador golpea, que un violador ataca, que un acosador hostiga a una
mujer o una niña/o mantiene la asimetría entre lo masculino considerado superior y lo
femenino inferiorizado; vigila que la brecha entre las formas de masculinidad hegemónica y
feminidad tradicional se mantenga, lo que beneficia a todos los varones como conjunto y
perjudica a todos aquellos sujetos feminizados: las mujeres, pero también las travestis, las
“maricas” o gays afeminados y a niñas/os, quienes están aprendiendo cuáles serán los lugares
que deberán ocupar según el género asignado.

2. #NiUnaMenos: una marcha histórica por la demanda de derechos

La convocatoria se viralizó rápidamente en las redes sociales después del crimen de la


adolescente Chiara Páez en manos de su novio, tras una discusión. Chiara estaba embarazada

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y es probable que ese hecho haya desatado una discusión que terminó con su vida. Pero su
muerte era un eslabón más de una cadena de femicidios de adolescentes cuyos casos
hilvanaron los nombres de Ángeles, Melina, Lola, Daiana y señalaron cómo la violencia
machista se legitima a través de un sistema social que acusa a las víctimas y
desresponsabiliza a los agresores. Mecanismos sutiles -y algunos groseros- se visibilizaron de
forma colectiva y comenzaron a ser cuestionados: la forma en que los medios de
comunicación presentaban de forma espectacularizada las muertes de las adolescentes
haciendo hincapié en su forma de vestir, si iban o no a la escuela, o a quienes frecuentaban
al momento de ser asesinadas, pero también gestos interiorizados por todas y todos, en
nuestras prácticas cotidianas, en nuestras maneras de educar a niñas y niños.

La marcha del 3 de junio permitió articular algunas críticas. Entre ellas


las que señalan a la escuela como uno de los lugares donde podemos
poner en cuestión el sentido común. Karina Lopinto, madre de Daiana
García, víctima de femicidio, expresó en una entrevista: "El otro día vi
una notita en el cuaderno de mi hijo. Decía: “Por favor, que las
nenas no vengan con calzas para no provocar”. ¿Perdón? ¿No es
más fácil enseñarles a los nenes que respeten a sus compañeras
en vez de decirles a las nenas que no usen calzas? Ahora resulta
que las nenas se tienen que ocupar de evitar que al varón se le
pare el pito: el varón no tiene que hacer nada. No es así, es una
cuestión de respeto mutuo. Si vivimos enseñándoles a las
mujeres desde chiquitas que son ellas las que se tienen que
cuidar de los varones, ¿qué les enseñamos a los varones? Los
hombres solo se tienen que cuidar de los chorros: las mujeres se
tienen que cuidar del chorrito, del que está caliente, del que tiene
ganas de matarla porque usa short, porque tiene una linda
sonrisa, porque tiene un lindo pelo. Al hombre no lo enseñan a
respetar, porque es mucho más cómodo preguntarse después qué
habrá hecho ella." (Entrevista en Infojus)

¿Podemos identificar discursos, prácticas, escenas escolares en donde


se legitima la violencia hacia las mujeres?

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La marcha #NiUnaMenos, que expresó un clamor social por erradicar la violencia contra las
mujeres, sirvió para articular una serie de demandas que se plasmaron en nueve puntos. De
ellos, dos implican de manera directa o indirecta a la escuela:

 Garantizar el cumplimiento del derecho de la niñez con un patrocinio jurídico


especializado y capacitado en la temática. (punto 6)
 E incorporar y profundizar en todas las currículas educativas de los diferentes niveles
de la ESI con perspectiva de género, la temática de la violencia machista y dictado de
talleres para prevenir noviazgos violentos. (punto 8)

El reclamo mira a la escuela y nuestro trabajo en ellas: Así como existen materiales
disponibles desde la ESI para trabajar específicamente las cuestiones sobre violencia
machista, noviazgos violentos y las formas de socialización en pos de relaciones más
igualitarias y libres de coacciones ya sean físicas, psicológicas o de cualquier otro tipo, existen
voces que nos invitan a pensar en otros espacios y actores que también están implicados en
este cambio que nos involucra a todas y todos.

3. Las escuelas como escenarios de protección de derechos

También queremos recuperar aquí la experiencia de las Jornadas Federales del programa de
Educación Sexual Integral (2015), donde las escuelas e Institutos de dieciocho provincias se
reunieron para discutir estos temas.

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En el siguiente fragmento del programa “Caminos de tiza” se reponen


algunas de las voces que dijeron pres ente en las Jornadas Federales para
seguir pensando cómo incorporar la violencia machista a las currículas.
¿Podríamos pensar la intervención escolar en situaciones de violencia
considerando la prevención, las acciones frente a un acto violento y la
actuación frente a las secuelas? ¿Cómo actuar colectivamente como
comunidad educativa?

Los Lineamientos Curriculares de ESI establecen que “La educación sexual


constituye una oportunidad para que la escuela, en articulación con otros
actores, fortalezca la búsqueda de respuestas eficaces a situaciones de
vulneración de derechos como lo son la violencia, el abuso y el maltrato
hacia niños, niñas y adolescentes, e implemente medidas de protección y
reparación para atender a estos problemas.” También se puede consultar
los Cuadernos Uno y Dos con propuestas de ESI para secundaria que
proponen abordar a través de talleres los vínculos violentos y otras formas
de violencia contra las mujeres y las diversidades sexuales. El Programa
ESI ha elaborado materiales para todos los niveles
(inicial, primaria, secundaria, superior, la modalidad especial y la
revista para compartir en familia). Finalmente queremos mencionar que
la Guía Federal de Orientaciones para la intervención educativa en
situaciones complejas relacionadas con la vida escolar también ha puesto
a disposición dos cuadernos en los que brindan estrategias y recursos para
el abordaje de las situaciones de violencia desde las escuelas.

4. A modo de cierre

Hasta aquí hemos intentado comprender los tipos, modalidades y naturaleza de la violencia
contra las mujeres en el marco de relaciones asimétricas. También dimos un panorama de
las iniciativas recientes, como la convocatoria “Ni Una menos”, así como las acciones que se

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vienen desarrollando desde las aulas para transformar estos patrones de actuación y que
convergieron en las Jornadas Federales del Programa de Educación Sexual Integral que
durante dos días reflexionó sobre lo conseguido y todo lo que falta. Tenemos leyes como
la Ley de Protección integral a las mujeres y la Ley de Educación Sexual Integral que no sólo
nos habilita sino que nos insta a actuar en pos de relaciones más igualitarias.

En este sentido es necesario destacar los avances que se realizaron en el marco de la sesión
64° de la Asamblea del Consejo Federal de Educación (CFE), encabezada por el Ministro de
Educación de la Nación, Alberto Sileoni, con la participación especial de la presidenta
del Consejo Nacional de las Mujeres, Mariana Gras. Se logró allí el compromiso de todas las
jurisdicciones para poner en acción varios mecanismos que desde la escuela pueden contribuir
a prevenir y a actuar ante la violencia de género.

Resolución N° 253/15 de la 64° Asamblea del Consejo Federal de


Educación

La resolución suscripta establece “(…) el compromiso de los ministros de Educación de las


provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de tomar las medidas necesarias para
dar cumplimiento a lo establecido por la Ley 26.485, en su artículo 11”, en torno a la
responsabilidad de “prever la escolarización inmediata de las/los niñas/os y adolescentes que
se vean afectadas/os, por un cambio de residencia derivada de una situación de violencia,
hasta que se sustancie la exclusión del agresor del hogar”.

Además, la resolución delega en el Ministerio de Educación de la Nación la facultad de “Llevar


adelante acciones que aseguren de manera recurrente con las jurisdicciones el cumplimiento
de la norma 26.485 en lo que refiere a sus responsabilidades en materia educativa”.

Asimismo, en su artículo 11, dicha normativa establece que se debe articular en el marco del
Consejo Federal de Educación “La inclusión de los contenidos mínimos curriculares de la
perspectiva de género, el ejercicio de la tolerancia, el respeto y la libertad en las relaciones
interpersonales, la igualdad entre los sexos, la democratización de las relaciones familiares,
la vigencia de los derechos humanos y la deslegitimación de modelos violentos de resolución
de conflictos”.

También determina la responsabilidad del CFE para impulsar “la incorporación de la temática
de la violencia contra las mujeres en las currículas terciarias y universitarias, tanto en los
niveles de grado y de posgrado; y promover la revisión y actualización de los libros de texto
y materiales didácticos con la finalidad de eliminar estereotipos de género y los criterios
discriminatorios, fomentando la igualdad de derechos, oportunidades y trato entre mujeres y
varones”, entre otros puntos destacables de la norma.

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No queremos cerrar la clase sin mencionar que las docentes no solo podemos detectar las
violencias entre nuestro alumnado, los noviazgos violentos o los casos de hostigamiento, la
violencia que nuestras/os estudiantes reciben en el hogar o que las madres de nuestras
alumnas/os sufren por parte de sus parejas u otros familiares. También nosotras podemos
ser víctimas de la violencia machista. Esto es lo que los distintos estados provinciales se
encuentran discutiendo con los gremios docentes, algunos ya han acordado en la posibilidad
de que las docentes puedan hacer uso de una licencia por violencia de género. Contemplar
las situaciones de violencia que las docentes sufren y que obligan hasta ahora tomar licencia
psiquiátrica, que luego puede ser utilizada por el violento para reclamar la tenencia de las/os
hijas/os, es un paso más en la lucha que entre todas y todos estamos dando para desterrar
los patrones de desigualdad vigentes.

Hemos recorrido hasta aquí una serie de tópicos posibles en torno a Educación y Género y su
implicancia en nuestras prácticas educativas. Han sido puertas de entrada que nos han
permitido ir cuestionando el sentido común, las jerarquías, las asimetrías y desigualdades.
Creemos –esperamos- que el módulo resulte un punto de partida para seguir indagando en
las formas en la que las escuelas y nuestras prácticas en ellas están atravesadas por
relaciones de poder que son sexuales, étnicas, de clase, que desde allí nos permiten una
mirada que, queremos, sea crítica y a la vez inclusiva. Esperamos que las preguntas y
cuestionamientos sirvan para seguir forjando un camino por más derechos, donde las
cuestiones de género, sexualidad, identidad, corporalidad no sean excluyentes del ejercicio
de derechos para que las “gafas violetas” no resulten excepcionales sino que se incorporen a
nuestra visión y práctica cotidiana en las escuelas.

Les proponemos seguir el intercambio en el Foro de Balance.

Actividades
Foro Balance

Hemos llegado a la última clase. Les proponemos aquí que podamos


poner en diálogo algunos de los debates, materiales, autoras/es o
cualquier otra cuestión que quieran o deseen destacar, compartir como

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relevante para su recorrido en este módulo. También esperamos que


aquí podamos compartir pareceres o impresiones de la experiencia de
usar nuestras “gafas violetas” o de pensar nuestras prácticas educativas
a partir de incorporar una perspectiva de derechos humanos que incluya
un enfoque de género.

¡Nos leemos en el foro!

La entrega del trabajo final reelaborado a partir de las orientaciones


ofrecidas oportunamente, se espera para el 24 de septiembre a través
del siguiente vínculo a Actividades.

Bibliografía Básica
 Guía Federal de Orientaciones para la intervención de situaciones complejas
relacionadas con la vida escolar

Complementaria
 Segato, Rita (2003) “Capítulo 4: La argamasa jerárquica: violencia moral,
reproducción del mundo y la eficacia simbólica del Derecho.” En Las Estructuras Elementales
de la Violencia. Ens ayos s obre género entre la antropología, el ps ic oanálisis y los derec hos humanos .
 Grimson, Alejandro (2015) “Los femicidios no son «cosas de mujeres»" Balance de
Colectivo Ni Una Menos (2015) en Página 12 “A un mes del 3 de junio”

Recursos en la web
 Material Audiovisual de Canal Encuentro: Historias de Género
 Portal Educar: Otra vida es posible y otros materiales
 Consejo Nacional de las Mujeres
 Colectivo Ni Una Menos

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Cómo citar este texto:

Área de Derechos Humanos y Pedagogía de la Memoria, INFD (2015). Educación y


género: Clase 6: #NiUnaMenos: El ámbito educativo como escenario de
protección de derechos de las mujeres. Especialización en Derechos Humanos.
Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

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