Está en la página 1de 5

Apuntes – Exposición Quintiliano

Ronald Pérez Barroeta

Libro II

Capítulo I. Cuándo ha de estudiar el niño la retórica

Se intenta reivindicar el puesto de la retórica en la educación. Segú n la tradició n latina y


romana, se ha enseñ ado la retó rica desde edades má s avanzadas, cuando el niñ o ha
alcanzado la madurez. Ademá s, ante la predominancia de los estudios de la gramá tica,
ha sido relegada como disciplina subsidiaria de otras artes. Esto ocurre por dos
motivos:

1. Los retó ricos han abandonado el oficio en un sentido pleno.


2. Ante el cuestionamiento de la retó rica, los gramá ticos han asumido su
enseñ anza.

Quintiliano hace una crítica hacia los gramá ticos y su concepció n de la retó rica. Los
estudiosos de la gramá tica han asumido el puesto de la retó rica como un género
deliberativo en el discurso, en lugar de asignarle una posició n como arte en sí misma.
Desvirtú an el valor de esta disciplina, asigná ndole un lugar en el á mbito judicial y la
prosopopeya.

Capítulo II. De la conducta y la obligación del maestro

La educación en retórica debe partir desde edades muy tempranas. La enseñ anza de la
retó rica debe venir acompañ ada con un respaldo por parte del discípulo. Ha de haber
una instrucció n previa a su ingreso a la educació n retó rica con el maestro.

Asimismo, la conducta del maestro con el estudiante debe ser “revestida como la
naturaleza del padre”. El maestro debe poseer las siguientes cualidades: seriedad, ser
afable, instruir sobre la virtud y la honestidad, no ser iracundo, dar respuestas con
agrado, alabar los aciertos de los discípulos, corregir los defectos, ofrecer documentos
a los estudiantes.

Capítulo III. Si conviene toar desde el principio al mejor maestro


Quintiliano desmiente la idea de que se debe buscar la medianía en el primer maestro.
Por el contrario, las primeras instrucciones deben ser las mejores. Una mala
instrucció n genera malos resabios y vicios.

Los errores má s frecuentes de un mal maestro son:

1. Enseñ an superficialmente la retó rica a cambio de un pago, donde la retribució n


es el fin ú ltimo y no el discurso.
2. Pensar que aquello que son má s consumados en la elocuencia no se rebajan a
los rudimentos.

Para Quintiliano, el alma de la enseñ anza es el método. El mejor consumado será el


mejor maestro. É ste es quien debe encontrarse capacitado para instruir al joven.

Capítulo IV. Cuáles deben ser los primeros ejercicios del que estudia retórica

1. Narraciones históricas. Las correcciones no deben seguir mucho rigor: no


se debe pedir al niñ o nada que sea perfecto. La experiencia y la razó n quitará n
lo superfluo.
2. Confirmación y refutación de las narraciones: deben aplicar procesos de
confirmación y refutación. Las narraciones deben ser cuestionadas en cuanto a
su veracidad (se cuestiona la verdad en el discurso poético o la historia).
3. Alabanza y vituperio de las personas: alabanza de los hombres esclarecidos.
En su alabanza, se va formando el á nimo, se aprende a diferenciar la virtud del
vicio. Será una primera aproximació n del hombre virtuoso.
4. Lugares comunes y cuestiones o causas principales: se debe cuestionar
personas y situaciones concretas en lugar de generalidades a la que no se les
puede atribuir ejemplos claros.
5. Alabanza y vituperio en las leyes: las leyes gozan de un lugar privilegiado en
el imperio.

Capítulo V. Qué oradores e historiadores se deben leer en las escuelas de


retórica
1. El maestro instruya a sus discípulos en la historia y en la lección de los
oradores: las lecciones del maestro deben ser acompañ adas a referencias de
historiadores (Tito Livio) y retó ricos (Ciceró n). Modelo educativo que se ha
practicado en Roma.
2. Cuide de manifestar sus virtudes y vicios: el maestro acompañ a el
aprendizaje. Para poder discernir entre las acciones loables, hay que hablar de
los vicios y virtudes de los grandes hombres. Asimismo, las lecciones deben
ser enfocadas en funció n de la declamació n, para perfeccionar la
pronunciació n.
3. Algunas veces proponer oraciones viciosas: leer oraciones defectuosas y
sin arte mostrará n su impropiedad.
4. Hágales frecuentes preguntas: aunado a enseñ ar, debe el maestro interrogar
a los estudiantes, para calar el ingenio, también para que mantengan la
intenció n.

Capítulo VI. Qué escritores se han de leer primero

1. Leer primero a los mejores: así como los primeros maestros deben ser los
mejores, debe ocurrir también con los escritores. Se debe escoger a los má s
acomodados para despertar el ingenio desde la primera edad.
2. Los discípulos no deben entregarse con demasía a los muy antiguos o
muy modernos: la lectura de antiguos como ú nico referente, tales como Cató n,
los hace toscos en el lenguaje, porque hará n posible su entendimiento. La
lectura de los antiguos, por el contrario, ha de ser guardada para la madurez.
Asimismo, leer a los modernos en demasía solo causará un deleite lisonjero.

Capítulo VII. Qué asuntos debe el maestro de retórica dar a sus discípulos para
la composición

Primeramente, la retórica ha de ser producida por el mismo discípulo. Cuando es el


maestro quien declama, se presta ú nicamente el oído. Sin embargo, cuando es el
alumno el que traza el discurso, se muestra má s vinculado al arte en cuestió n.
Seguidamente, el maestro debe enseñ ar antes de atreverse a corregir. Asimismo, la
producción del estudiante tiene que ser encaminada por la asistencia del maestro.

Capítulo VIII. Aprendan los niños algunos lugares selectos de los oradores e
historiadores; pero raras veces las composiciones que ellos han trabajado

Se critica la declamación de memoria. Este era un principio que ya Ciceró n había


impuesto. La retó rica debe concentrarse en la memorizació n de determinados pasajes
para establecer orden y coherencia. Sin embargo, lo que debe preocupar al estudiante
de retó rica es aprender de memoria pasajes y trozos de oradores e historiadores
célebres. Así, ejercitan la memoria y tendrá n un referente para comparar sus propias
invenciones.

Capítulo IX. Si en la enseñanza de los discípulos se le debe llevar a cada cual por
lo que su genio pide

Es labor del maestro ayudar al discípulo a encontrar su talento natural. De ese modo, se
podrá entender la totalidad de su propio genio. Cada sujeto es capaz de desarrollar
ciertas capacidades por sí solos. El maestro tiene como compromiso asistirlo.

Sin embargo, el maestro se debe cuidar de lo siguiente:

1. No ponerse sobre aquello que no puede ponerse. No debe involucrarse en


aquello que no tiene capacidad.
2. No se le aparte a ninguno de aquello que puede ser sobresaliente.

Capítulo X. De la obligación de los discípulos

El ú nico compromiso que introduce Quintiliano para los discípulos en este apartado.
Pide que ellos no tengan menos amor a sus maestros que a sus estudios. Los maestros
será n maestros espirituales. Por tal razó n deberá n oír los preceptos con gusto,
alabará n las enseñ anzas.

Capítulo XI. Conviene que las declamaciones sean muy semejantes a las causas
del foro
Introducción a la función real del discurso declamatorio y la retórica. Una vez que el
discípulo se encuentre bien instruido en ejercicios retó ricos, comenzará a participar
en ejercicios deliberativos y asuntos del foro.

Quintiliano propone que sólo en el foro existe un correcto uso de la retórica. Es una
prá ctica de la política y la jurisprudencia en el imperio. Su objetivo es la declamació n
de la verdad en la res publica. Sacarla de este contexto significa despojarla se sus
propiedades má s bá sicas, conduciéndola a la ostentació n.

También podría gustarte