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Prof. Liliana B.

Pinciroli de Caratti – Tradición y costumbres

NOCIONES DE CULTURA, CIVILIZACIÓN, TRADICIÓN Y COSTUMBRES1.

La cultura es “la labor de una inteligencia ayudando a una cosa a alcanzar su


perfección en la línea de su naturaleza”.

El primer sujeto de la cultura es el hombre, ya que es quien posee mayor


potencialidad, es decir que es el que mayor perfección puede alcanzar de los seres
creados. Este perfeccionamiento en él es el desarrollo de sus facultades específicamente
humanas mediante la búsqueda, atesoramiento y desarrollo colectivo y de generación en
generación de la Verdad, el Bien y la Belleza, y por eso abarca los modos más altos del
saber (Verdad), obrar (Bien) y hacer (Belleza) de los hombres.
Pero el hombre, a medida que se desarrolla y perfecciona a sí mismo con esfuerzo y
trabajo, va perfeccionando también su entorno, ya que la perfección que en él se produce
se ve reflejada en su relación a todo lo que lo rodea. Recordemos que Dios, cuando creó
al hombre y lo puso en el jardín del Edén, junto con el dominio de todas las creaturas
materiales, le dio el mandato de extender el paraíso por toda la tierra mediante su
trabajo. De ahí la relación que existe entre el cultivo de la tierra y la cultura, ya que el
hombre se cultiva a sí mismo mediante el cultivo de su entorno, y principalmente de la
tierra. El hombre debe ser creativo por mandato divino, debe transformar la naturaleza
para llevarla a su perfección. La obra de sus manos debe contribuir al
perfeccionamiento de sus semejantes. Así, una obra de arte, por ejemplo, provoca la
contemplación, la contemplación intelectual de un apetito que se está saciando al
contemplar una esencia.
Los elementos propios de una cultura son: la tierra (o materia o naturaleza que es
transformada); el esfuerzo del hombre por transformarla; y el resultado de ambos, el
fruto, que da testimonio de tal actividad.

1
Síntesis a partir de: Cruz, Miguel (1991). La cultura argentina fundacional. San Miguel del Tucumán: Grupo del
Tucumán. (capítulo I)
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El esfuerzo humano es una condición indispensable para que su naturaleza se vea


colmada de gracia y de gloria, y ese esfuerzo debe ser positivo. El campesino, por
ejemplo, no se inclina sobre la tierra para degradarla, sino para mejorarla.
La civilización es un fruto de la cultura, y a la vez un instrumento para alcanzarla y
continuarla, porque es su modo de expresión. Por ejemplo: “tomo de una biblioteca La
Ilíada. Esta como libro (alfabeto, papel, impresión) es un producto de la civilización,
pero su contenido (concepción del universo, destino final del hombre) atañe en cambio a
la cultura. Por otra parte, esos cantos eternos del ciego Homero se transmitieron
oralmente por largas generaciones antes de ser puestos por escrito”.
Puede darse cultura sin civilización o civilización sin cultura, aunque sea conveniente
que se den juntas. Así, una civilización puede perder su propia medida y servicio, ya sea
invirtiendo la escala de valores culturales y elevando una actividad inferior (como es el
caso de la economía hoy, que está puesta incluso por encima de la religión) o
pervirtiendo una actividad superior (la religión de los pueblos que realizan sacrificios
humanos y practican la antropofagia).
Pueden existir culturas nacientes sanas aunque no civilizadas (desconocen la
escritura), o civilizaciones en estado de pleno salvajismo (con drogadicción y aborto
legalizados, delincuencia, corrupción) aunque posean fascinantes conquistas técnicas
(computación y viajes espaciales, por ejemplo).
Puede compararse a la cultura con el alma y a la civilización con el cuerpo de un
pueblo. Ambos términos se necesitan mutua y adecuadamente, pero el cuerpo debe
subordinarse al alma, mientras que esta necesita de aquel para manifestarse.
La cultura busca el desarrollo del hombre hacia la plenitud de sus perfecciones.
Consiste por lo tanto, y esencialmente, en un cultivo de la sabiduría, ya que el Bien y la
Belleza se ordenan a la Verdad de las cosas.
Toda sabiduría tiene su cima en contenidos religiosos. No hay cultura que no esté
íntimamente relacionada a una religión, la cual da las respuestas últimas al sentido de la
existencia.
La cultura de un pueblo se expresa en sus costumbres.
Ahora, nos preguntamos ¿son todas las costumbres iguales? Porque suele decirse
que todas las costumbres valen lo mismo. Lo que valen lo mismo son las personas,
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porque todas poseen la dignidad del ser humano. Pero no es igual la conducta de alguien
educado que la conducta de alguien salvaje. Hombre educado quiere decir hombre
virtuoso, y por lo tanto libre; y hombre salvaje es aquel sin hábitos virtuosos, prisionero
de sus impulsos temperamentales y esclavo de sus vicios, con desmedro de su dignidad.
De otro modo, si todas las costumbres valiesen por igual, sería innecesaria la
educación, la institución escolar, las leyes que regulan las costumbres.
La valoración de una cultura es un juicio objetivo, aunque no sea algo tan simple y
transparente; pero obedece a un criterio ético muy claro: es mayor la calidad de una
cultura cuando tiene bien ordenados sus valores. Por ejemplo, una cultura que pone por
encima de todo el perfeccionamiento espiritual de la sociedad es superior a una que
enaltece más a la economía.
Por eso es muy necesario distinguir llamando cultura a lo que cultiva, desarrolla y
perfecciona a la persona según la norma de la naturaleza humana, y pseudocultura o
anticultura al salvajismo y a todo lo que degrada al hombre.

¿Y por qué hay culturas que tienen bien ordenados sus valores y otras que no? Porque
no se han mantenido fieles a la tradición. La tradición no consiste tomar en mate o
bailar la chacarera, esas son costumbres. La tradición es, en realidad, el conjunto de
verdades y principios rectores de la conducta humana - “traditum”-, que todos los
pueblos arcaicos reconocen como revelado por la divinidad, y que está impreso en la
conciencia humana y en el orden natural. Es de orden espiritual, y se ha transmitido a
través de las generaciones desde el fondo de los siglos.
Esta tradición es la que debe iluminar las costumbres. Los pueblos tienen buenas o
malas costumbres según la fidelidad o alejamiento de la tradición; las buenas costumbres
deben mantenerse, conservarse, transmitirse; y las malas costumbres, cambiarse por
otras buenas. El contacto entre los pueblos permite ese intercambio y mejoramiento de
las costumbres.
Cuando una cultura permanece fiel a la tradición, el orden de sus valores se mantiene,
pero cuando se aparta de ella, sus valores se desordenan.
Prof. Liliana B. Pinciroli de Caratti – Tradición y costumbres

El fin último de las “buenas costumbres” y en definitiva de la cultura, consiste en


que el hombre alcance su perfección, y en esto consiste la felicidad de los pueblos. ¡Qué
buen plan de acción para que lo ejecute un Gobernante serio!

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA para ampliar este tema:


1. Calderón Bouchet, Rubén (1998). La ciudad griega. Buenos Aires: Ciudad
Argentina (capítulo I).
2. Cruz, Miguel (1991). La cultura argentina fundacional. San Miguel del Tucumán:
Grupo del Tucumán (capítulo I).
3. Eliade, Mircea (1973). Lo sagrado y lo profano. Madrid: Guadarrama.
4. Petit de Murat, Mario J. Una sabiduría de los tiempos. Buenos Aires: Ediciones del
Cruzamante, s. f.
5. Pieper, Josef (1984). Sobre los mitos platónicos. Barcelona: Herder.

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