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que ceden y huesos que resisten, como una lima que lima
los nervios que nos atan a la vida, sí, pero también como
Octavio Paz
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Personajes
Espacio
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Maritza está sentada con los pies sobre el sofá. Viste ropa cómoda. Está descalza.
Hay hojas esparcidas por el suelo. Ella tiene algunas en la mano que lee y corrige
con un lápiz mientras se bebe un güisqui. Tocan el timbre. Ella lo ignora unos
momentos. Insisten.
MARITZA: (Tirando los papeles) ¡Puta Madre! (Gritando) ¡Ya voy! (Va a la puerta y
abre) ¿Sí?
OJEDA: Soy el comandante Ojeda. (Pausa) He leído sus novelas (Le muestra el
libro).
OJEDA: (Contrariado) No. (Pausa) Me apena mucho lo que voy a decirle. (Pausa)
Se trata de su esposo.
MARITZA: ¿Esposo?
MARITZA: (Hace un gesto al comandante para que pase y cierra la puerta) Claro.
Mi esposo.
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MARITZA: (Se sirve otro trago antes de contestar. Bebe un poco. Respira
profundo) Me alegro.
muerto. Me alegra saber que nunca voy a volver a verlo. ¿Eso es todo?
MARITZA: Bien, ya estoy enterada. Por favor cierre la puerta antes de salir.
OJEDA: Sí, lamento molestarla, pero tengo que hacerle algunas preguntas.
MARITZA: (Alterada) Desde hace tres años, así que no tengo ninguna información
MARITZA: Sí, más frecuentemente de lo que yo hubiera querido. Cada vez que se
tremendo que le hacía comprender que yo era lo mejor que le había pasado
convertirme en sospechosa?
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OJEDA: (Sonríe) No. Un asesino procura ocultar su animadversión contra la
OJEDA: De acuerdo.
forma.
que lo conozca pueda darnos algún dato que indique otra línea de
era una persona conocida. ¿Sabe si tenía algún enemigo, problemas con
alguien?
MARITZA: Ni siquiera sé quiénes eran sus amigos. Su vida dejó de estar entre mis
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OJEDA: Pues, entre más pronto…
menos su muerte.
OJEDA: Es necesario.
MARITZA: No puedo. Tengo que terminar de corregir un texto que debo entregar
mañana.
MARITZA: ¿Va a obligarme? Eso no sería muy cortés de su parte. (Pausa) Por
OJEDA: Bueno, puedo decir que no la encontré y que arrojé el citatorio por debajo
MARITZA: Gracias.
MARITZA: Se lo prometo.
OJEDA: Además, hay formas que llenar. Necesitamos que firme algunos
MARITZA: ¿Yo?
indique a quién puedo comunicar el deceso para que reclame los restos y
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OJEDA: (Saca una tarjeta) Aquí está la dirección y mis teléfonos, para cualquier
duda.
MARITZA: Gracias.
estaba pensando.
Maritza toma el libro y busca una pluma. Escribe. Lo devuelve a Ojeda quien lee la
dedicatoria y sonríe.
OJEDA: Gracias. Y una vez más le ofrezco una disculpa. Debí esperar…
MARITZA: Maritza.
Ojeda sale. Maritza cierra la puerta. Llora. Primero despacio, unas cuantas
lágrimas que intenta contener. Va hasta sus papeles. Intenta corregir pero el llanto
la vence. Rompe las hojas. Llora frenéticamente. Entra Fernando. La abraza por la
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FERNANDO: Maritza, ¿qué te pasa?
Maritza recoge algunos de los papeles que hay esparcidos por el piso y se los
arroja a la cara.
cosas?... (Tira los papeles, golpea con el puño cerrado una pared) ¡Puta
FERNANDO: No te engañé.
MARTITZA: Pues está escrito de tu puño y letra, y creo más en tu diario que en
tus palabras.
FERNANDO: ¡Carajo!
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MARITZA: Ahora ya sé: La primera vez que se acostaron. Las veces que te
otro. Lo mucho que has sufrido desde que te mandó al demonio porque no
te quería. Y los poemas, Fernando, dijiste que eran para mí ¡y los escribiste
MARITZA: Al contrario, ahora estoy mejor enterada que nunca. Por primera vez en
MARITZA: ¿Y lo que tú me has hecho? ¿Eso no cuenta? Mi vida los últimos seis
querías.
MARITZA: Pero no me amas. Allí lo dice, Fernando. No me amas. No soy más que
la mujer con la que coges cuando ella tiene mejores cosas que hacer. El
cuerpo al que te acercas para cerrar los ojos y pensar que es ella.
MARITZA: ¡No vuelvas a decirlo! ¡Me da rabia la maldita mediocridad del cariño
que me tienes! Qué vale ese cariño comparado al amor que sientes por ella.
(Busca entre las hojas. Lee al azar, con rabia). “Por fin había encontrado a
la mujer. La única. A su lado la vida parecía tener sentido. Pero mis brazos
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no tuvieron la fuerza suficiente para retenerla. Se fue. Me dejó su ausencia
metida entre las sábanas” (Su voz se va quebrando). “Hay un cuerpo, otro
siquiera soy capaz de besar...” (El llanto le impide seguir. Estruja los
dio cuenta de lo poco que vales. No, si aquí la pendeja soy yo. ¿Por qué no
FERNANDO: Te quiero.
FERNANDO: Sí. Sí lo es. Tú no puedes saber lo que siento. No puedes leer lo que
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evade). ¿Qué estoy haciendo aquí, contigo, si según tú estoy enamorado
de otra? ¡Dime!
quiero volver a verte nunca. ¡Quiero que te mueras! ¡Quiero que te mueras!
Fernando la abraza para calmarla. Maritza llora, lo golpea hasta que la suelta. Ella
se sienta en el piso, con los brazos sobre su cabeza como si fuera un caparazón.
FERNANDO: Está bien. Si eso es lo que quieres está bien (Pausa). ¿Te has dado
cuenta? Nunca he sido bueno para hacerte feliz. Haga lo que haga para ti
nunca será suficiente. (Pausa) ¿Todo ha sido tan malo que no puedes
perdonar un error? (La mira esperando una reacción que no llega. Va a salir
Maritza se tapa los oídos. Fernando abre la puerta. Al hacerlo vemos a Ojeda que
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Ella no contesta. Ojeda entra y Fernando sale. Ambos harán el movimiento de
Llora. Se acurruca contra el pecho del comandante. Ojeda la abraza. Están así
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MARITZA: Quizá, pero creo que soy la única que ha perdido a la misma persona
muchas veces.
profesionales.
OJEDA: Hay pérdidas que valen por millones. Duelen, como si hubiéramos
MARITZA: Créame, a los escritores siempre nos interesa el dolor ajeno. Los
que no es agradable, pero entre más tiempo pase será peor para usted.
Tiene que ver el cuerpo antes de iniciar los trámites para el sepelio,
MARITZA: No. Ya estoy bien. Prefería que fuera ahora mismo, sólo quisiera darme
unos minutos?
MARITZA: Por favor, hablémonos de tú. Después de todo ya me viste llorar. Ese
OJEDA: De acuerdo.
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MARITZA: No tardo. (Va a salir pero se detiene) ¿En el camino me contarás tu
pérdida?
OJEDA: Quizá.
ANA: (Deja su bolsa sobre un sillón) ¿Tú? Pensé que ya no vivías aquí.
ANA: (Se quita las zapatillas) Yo tampoco. (Gritando hacia el cuarto) ¡Armando!
ANA: Tiene que recoger este desorden. No tiene criada como para que deje todo
OJEDA: (La detiene) ¡Yo le dije que podía recogerlo por él!
ANA: ¡Pues no puedes! ¡Tiene que aprender a levantar él mismo lo que tira!
cómo se siente.
OJEDA: Hablé con él. Está triste porque lo sacaste de las clases de música.
ANA: Tiene ocho años. Todavía no sabe lo que quiere. Me toca a mí decidir lo que
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OJEDA: Sin tomarlo en cuenta…
ANA: ¡Nunca estás y cuando llegas quieres decirme cómo educar a mi hijo!
OJEDA: (Dándose por vencido) Voy a acostarme, estoy cansado (Coloca los
OJEDA: (Le quita a Ana los papeles de la mano) Entonces dejemos esto para
mañana...
ANA: No, Armando, estoy harta de esto. ¿Te acuerdas cuando estábamos en la
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ANA: Entiéndeme. Dijiste que era un trabajo temporal y llevas quince años metido
con un judicial?”
OJEDA: Ana…
ANA: ¡Tengo ganas de vivir! De tener una pareja de verdad, que esté conmigo los
fines de semana, con quien pueda dormir una noche completa, a quien no
descuartizado...
OJEDA: No, Ana. Podemos arreglar esto. Te juro que mañana mismo presento la
renuncia. Incluso, con el tiempo que llevo ahí puedo pedir que me den un
trabajo administrativo…
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OJEDA: Quieres que crea eso para que te deje ir (Pausa). Estás molesta. Te
castigarme.
ANA: Sí.
OJEDA: ¿No, entonces qué es? ¿Nueve años de matrimonio no significan nada?
OJEDA: ¿Eso fue nuestro matrimonio para ti? (Pausa) ¿Y cuándo te diste cuenta
ANA: (Gritando) ¿Qué? ¿Vas a pegarme? ¡Anda! ¡Hazlo! ¡Eso no hará más que
facilitarme las cosas! ¡Una demanda de divorcio por maltrato se gana con
mayor rapidez!
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OJEDA: (Irónico) Me imagino, eso de ser esposa, madre, abogada y adultera debe
ser complicado.
OJEDA: ¿Qué? ¿Vas a ponerme una demanda por difamación si digo que eres
una puta?
ANA: No me insultes.
ANA: Si crees que me lastimas estás equivocado. Me importa muy poco lo que
pienses de mí.
pacotilla?
ANA: Armando, por favor. Vamos a tratar de resolver esto como adultos. Piensa
en el niño.
Silencio incómodo. Ojeda se deja caer en el sofá. Toma el vaso con güisqui dejado
ANA: Mañana, me iré mañana mismo, no tiene caso prolongar mi estancia aquí.
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ANA Y MARITZA: ¿Te encuentras bien?
OJEDA: Sí. Todo bien. (Mira a Maritza) Sólo estoy un poco cansado.
MARITZA: (Viendo el vaso en las manos de Ojeda) ¿Tomaste mis huellas digitales
en mi ausencia?
OJEDA: Lamento decepcionarte pero los ministerios locales no contamos con esa
¿Estás lista?
MARITZA: No, pero al parecer no tengo otra alternativa (Le quita el vaso a Ojeda
Maritza y Ojeda salen. Del otro lado entra Gustavo persiguiendo a Artemio.
ARTEMIO: Esa no es una información que yo pueda darte. Mejor espera a que
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ARTEMIO: Y a mí me van a correr si te sigo pasando información sin que me lo
autoricen.
ARTEMIO: (Embolsándose el billete) Mira, todo parece indicar que sí, pero estuvo
muy raro. El que lo encontró fue el portero del edificio. Todos los días le
llevaba el periódico. Dice que ese día tocó, y como el ahora occiso no le
como hacía siempre, abrió con su llave para dejarle el periódico sobre la
ARTEMIO: Mira, si uno se suicida con una pistola se la pone así (Simula una
pistola con los dedos y se la lleva a la boca); lo lógico es que el balazo entre
por el paladar y salga por la parte superior de la cabeza. Pero en este caso
la bala salió por la parte trasera del cuello, como si la pistola la hubieran
estaba hincado.
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GUSTAVO: ¿Crees que fue un ajusticiamiento?
ARTEMIO: Eso también es raro, porque quien hace eso se lleva su pistola, no la
deja encajada en la boca del difunto. Pero bueno, ya Ojeda te dirá qué
investigó.
ARTEMIO: Pues mira, al agente le vale madres. Como nadie ha preguntado por el
caso, va interrogar a cualquiera que se deje para llenar las formas, dirá que
se cierran más casos. (Confidencial) Pero aquí entre nos, yo creo que fue la
viuda.
asesinatos. Así que de seguro sabe bien como cargarse a alguien, ¿no?
ARTEMIO: Pues con eso de que antes de entrar a la policía estudió una carrera…
ARTEMIO: Pues eso. Cuando se enteró quien era la interfecta quiso ir él mismo a
darle la noticia sin que nadie lo acompañara. El día que la fue a buscar en
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alcancé a leer antes de que Ojeda entrara a la oficina. Acá dijo que no la
chingaderas.
GUSTAVO: No mames.
GUSTAVO: Pues a lo mejor no le dio las nalgas, pero que tal un varo.
GUSTAVO: Ni tanta, pero con tal de no ir al bote uno empeña hasta a su madre.
digo que no vi nada. Así, pues resulta que nunca se han visto.
GUSTAVO: ¿Entonces?
ARTEMIO: El citatorio era de esos que dicen que te debes presentar en las
puto de Ojeda fue dizque a buscarla otra vez, pero no creo que la
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GUSTAVO: Buenas noches, comandante. Lo estaba esperando. (A Maritza)
¿Maritza Zaldívar?
MARITZA: Sí.
OJEDA: No creo que sea el momento para que importunes a la señora, tiene que
OJEDA: Después, Gustavo, después. Ahora la señora tiene cosas que hacer.
Entiendo que su relación con el poeta era muy cercana, y quien mejor que
comprenda, es mi trabajo.
MARITZA: Comprendo.
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MARITZA: No creo ser la persona más indicada para hablar de Fernando, pero lo
OJEDA: La obra del poeta es lo que menos te interesa. ¿Qué quieres encontrar?
GUSTAVO: Una historia que contar a los lectores, Ojeda. Sólo eso.
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GUSTAVO: Pues a que todavía no se ha interrogado a la sospechosa y según el
pasional disfrazado.
salido de aquí? A SEMEFO nada más los mandamos cuando alguien pide
gringas.
Ojeda se sienta en el sofá. Se lleva las manos a la cabeza. Entra Ana llorando.
Está golpeada.
Ojeda la mira sin contestarle. Se levanta dispuesto a marcharse pero Ana le corta
el paso.
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ANA: Perdí el trabajo por su culpa y ahora ni siquiera puedo salir de la casa sin
¡Qué vergüenza!
OJEDA: Lamento lo que te ocurre, pero no puedo hacer nada por ti.
ANA: Fui a levantar un acta, pero en cuanto les dije que había sido mi pareja me
OJEDA: Así es, son broncas personales, y lo mejor que puede hacer uno es no
meterse.
ANA: ¡Armando!
OJEDA: ¡Ésta no es la primera vez que ese hombre te golpea! Dime, ¿cuántas
demanda? ¡Las mismas que has ido a retirarla porque te convenció de que
OJEDA: ¡Y tú se lo permitiste!
ANA: ¿Qué podía hacer? No fue mi culpa. El niño se despertó cuando estábamos
ANA: Lo llevé con mi mamá. Está bien. Un poco asustado pero bien. (Pausa)
Armando, tienes que ayudarme. Mario tiene influencias. Por la vía legal
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OJEDA: ¿Y cómo qué se te ocurre que pudiera yo hacer?
ANA: No sé. ¡Amenázalo! ¡Asústalo! Hazle ver que no puede meterse con
OJEDA: ¿Para qué? ¡Para que después vengan los dos a acusarme de acoso!
¡Para que después regreses a revolcarte con él como la perra que eres!
ANA: ¿Y yo?
OJEDA: Desde hace mucho lo que pase contigo no es algo que me incumba.
OJEDA: (La toma por el cuello) Cuando me dijiste que te ibas tuve ganas de
matarte. El niño fue la única razón para no hacerlo. No quería que viviera
OJEDA: (La suelta) Te aviso: hoy mismo iré por el niño a casa de tu madre. Se
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OJEDA: Voy a protegerlo de ti. Del maltrato al que lo has expuesto en tu búsqueda
de la pareja ideal.
te merecías.
Ana intenta besarlo, pero Ojeda la rechaza. La lucha se vuelve cada vez más
violenta, hasta que Ojeda la tira de una cachetada. Está a punto de irse sobre ella
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Ana se levanta asustada. Mira a Ojeda unos instantes desde uno de los extremos
del escenario. Ojeda vuelve a sentarse en el sofá. Del lado contrario entra Maritza.
Ojeda afirma con la cabeza sin ver a ninguna de las dos mujeres. Ana sale y
expediente.
OJEDA: Lo dudo. Siempre es interesante saber que cuenta una persona sobre
MARITZA: Es doloroso.
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OJEDA: Quizá saber que alguien a quien alguna vez sentiste parte de tu vida, de
OJEDA: Sí. Hace más de un año. Aunque es de esas pérdidas que no puedes
superar.
MARITZA: Lo siento.
OJEDA: (Silencio) Espero que no te haya afectado mucho ver el cuerpo de tu ex,
el interrogatorio...
no puedo acostumbrarme.
OJEDA: En la vida real la mayoría de los casos se quedan sin resolver y uno
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MARITZA: (Suspira) Nunca lo había visto así. Tienes razón, saber la verdad
OJEDA: ¿Es posible estar seguros de eso? La verdad es algo tan relativo…
MARITZA: No mucho.
OJEDA: (Se levanta) Déjame arreglar algunas cosas y nos vamos, ¿te parece?
contestar.
MARITZA: ¿Diga?
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MARITZA: (Alterada) ¿Dónde te habías metido? Me llamó Arturo preguntando por
ti. ¡No llegaste a la presentación del libro! Te han estado buscando desde
FERNANDO: Iban a matarme, Maritza. Sólo podía pensar en ti. En lo tonto que he
sido…
FERNANDO: Quiero verte. Necesito decirte que te quiero viéndote a los ojos.
Se abrazan.
FERNANDO: No quiero hablar de eso. Sólo quiero que me abraces fuerte. ¡Me
siento tan seguro a tu lado! (Se separa y le muestra sus manos) Mira,
FERNANDO: Eso no importa. Lo que importa es que pensé que iba a morir. Tuve
era “Maritza. Quiero volver a ver a Maritza. Quiero que sepa que es lo mejor
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MARITZA: No es el momento para hablar de eso…
FERNANDO: ... “Como un dolor que avanza y se abre paso entre vísceras que
FERNANDO: ...“como una lima que nos lima los nervios que nos atan a la vida”...
MARITZA: Me da gusto que estés vivo, pero eso no significa que quiera comenzar
MARITZA: Me has mentido tantas veces, ¿por qué habría de creer que ahora
dices la verdad?
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MARITZA: Ya basta de chantajes, Fernando.
FENANDO: ¿Eso crees? (Pausa) Puedes estar tranquila. Los hombres que me
MARITZA: (Irónica) Mira qué interesante: Unos hombres secuestran a un poeta sin
un buen argumento. Pero hay algo que falta en esta historia. Para que sea
FERNANDO: No te burles.
mintiendo.
Estoy esperando.
dinero…
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MARITZA: (Burlona) ¡Pero claro! Qué tonta. Yo debería saberlo. Son tan comunes
pensar al salir de ahí era en venir a verte. De veras quería verte. (Silencio)
Adiós, Maritza. Sólo quiero que sepas lo importante que has sido siempre
para mí. Sí algo me pasa, ten la certeza de que tu imagen ocupó mi último
pensamiento.
FERNANDO: Yo no soy...
MARITZA: La verdad, Fernando. Sabes que lo único que no tolero es que quieras
FERNANDO: (Se lo quita de las manos) ¡Ellos son la policía! No tengo opciones.
Necesito esconderme…
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MARITZA: Claro. ¡Ellos son la policía! Debí haberlo previsto.
FERNANDO: ¡No!
FERNANDO: Yo…
FERNANDO: Hay algo que es verdad: Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
MARITZA: Vete.
FERNANDO: Es en serio.
escenario.
Maritza niega con la cabeza. Fernando sale. Ojeda se acerca a ella. El teléfono
OJEDA: ¿Arturo?
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MARITZA: Un amigo. De Fernando, más bien. Debe querer enterarse de cómo
OJEDA: No creo. Pero de todos modos vale la pena el riesgo. Además, uno de tus
MARITZA: (Lo mira con interés) Las estadísticas dicen que los casos se cierran.
OJEDA: Este no es el mejor lugar para hablar mal del sistema judicial.
judicial?
OJEDA: Me convenciste.
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Salen. Del otro lado entra Gustavo. Carga varios ejemplares de periódicos y
copias fotostáticas. Pone los papeles sobre la mesa de centro. Camina de un lado
a otro.
GUSTAVO: (Señalando los papeles) Aquí hay una historia. Sé que hay una
respectivos cónyuges para poder estar juntos. (Pausa) No. Esa no es una
buena teoría, los dos llevaban mucho tiempo separados y pasó mucho
tiempo entre una muerte y otra. (Revisa los papeles) Debe haber algo que
(Pausa) Esa también sería una buena entrada: “¿sabe usted cuantos
(Revisando los papeles) Tendré que encontrar similitudes entre las escenas
del crimen. Entre las cosas que no aparecen en el reporte del emepé, por
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que todos los suicidas dejan una carta. Habrá que hacer las preguntas que
¿Hay alguien que pueda confirmar su coartada? ¡Ajá! Así que estuvo sola
qué está tan nerviosa? (Hace la mímica de sacar una bolsa, abrirla y extraer
de ella una pistola) ¿Reconoce esta pistola?... Así es, es el arma con la que
disparó en la boca, la manera en que los ojos del poeta vieron a la persona
¿Por qué llora, señora Zaldívar? Hay algo que quiera confesar… Es verdad,
Bien, muy bien… (Apaga la grabadora, se recompone la ropa) Eso era todo,
Gustavo recoge los papeles y sale. Entran Ojeda y Maritza vestidos de negro. Ella
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OJEDA: No hay nada que agradecer.
OJEDA: No. Está bien así. (Levantándose) Me voy. Será mejor que descanses.
MARITZA: No, no te vayas. No quiero estar sola. Además, (mira la urna) ya estoy
descansando.
OJEDA: No.
OJEDA: En este oficio se conoce a mucha gente mala. Créeme, eres una buena
persona.
MARITZA: Mucha gente cree que soy capaz de hacer todo lo que escribo y cosas
OJEDA: Yo no lo creo. Me resisto a pensar que la gente haga daño porque sí,
siempre hay razones detrás. A veces sólo actuamos obligados por las
circunstancias.
OJEDA: ¿Qué?
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MARITZA: Ser un personaje. Con más instinto que conciencia. Poder hacer daño
sin sentir culpa, tener el corazón frío para que nada nunca pudiera
MARITZA: (Deja la urna sobre el piso) Sería una chica mala (Mira fijamente a
OJEDA: No lo sé. Supongo que sí (La abraza fuerte). Todos tenemos miedo
alguna vez.
OJEDA: Sí. Y hay cosas que me asustan más que los balazos.
OJEDA: No, no te levantes. Yo puedo prepararlo. (Se para y toma la urna) Dejaré
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FERNANDO: Qué rápido encontraste compañía.
Maritza se levanta.
nadie más.
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FERNANDO: En realidad no quieres que te suelte. Todavía me quieres,
confiésalo.
MARITZA: No, Fernando, ya no. Me costó mucho, de verdad mucho, pero ya no.
FERNANDO: No te creo.
MARITZA: Estoy con un hombre que muere por mí. Que cuando estoy con él
FERNANDO: Yo.
MARITZA: No.
FERANDO: ¿No?
baja la cremallera y le sube el vestido. Ella hace un último intento por quitárselo
de encima.
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FERNANDO: Me amas a mí. Nunca podrás dejar de hacerlo.
MARITZA: No…
FERNANDO: Pero está en ti... (Se abrazan con fuerza. Violentamente). “Como un
MARITZA: (Lo besa) “...y se abre paso entre vísceras que ceden y huesos que
resisten...”
FERNANDO: (En un susurro) “...Sí, pero también como una alegría súbita...”
cumbre...”
levanta y vuelve a subirse el cierre. Maritza se sienta y él se deja caer junto a ella.
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Maritza intenta besarlo en los labios pero él le sujeta el rostro y le da un beso en la
frente.
FERNANDO: Me voy.
MARITZA: ¿Cómo?
FERNANDO: Tengo cosas que hacer. Mañana temprano salgo a Zacatecas para
una lectura.
rehacer mi vida?
MARITZA: ¿Eso es todo lo que puedes decir? (Silencio) ¿Vienes a poner en jaque
lo poco que logro levantar de mí misma cada vez que te vas y sólo dices: lo
siento?
qué haces las cosas, no entiendo por qué me buscas. ¿Para qué? No
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FERNANDO: No hablemos del pasado.
MARITZA: No, no es el pasado, porque tú sigues llegando a mi vida cada vez que
te place y después te vas como si nada, sin importarte cómo me sienta yo.
FERNANDO: ¿Ves? Por eso nunca han funcionado las cosas. Porque sólo
piensas en ti. ¿Cómo crees que estoy yo? ¿Crees que no me duele pensar
duele, ¿pero qué puedo hacer? ¿Crees que yo sé lo que pasa conmigo?
¡No lo sé!
pez fuera del agua, ahogándose. Llora. Entra el comandante con dos tazas de
se contienen. A ella se le escapa un grito que ahoga. El llanto es cada vez más
violento.
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Le extiende la mano. Ojeda la toma. Ella lo jala suavemente. Ojeda se sienta.
OJEDA: Maritza…
OJEDA: Sí.
MARITZA: Eso no podemos saberlo, comandante. Quiero que sepas qué pasó.
OJEDA: No, la verdad no. No sé qué pasa con tus protagonistas, pero te prometo
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OJEDA: No, prefiero descubrirlo.
OJEDA: Me voy.
MRITZA: ¿Ya?
OJEDA: Tengo que terminar de leer una novela. Quiero enterarme qué sucede al
vieja que la tuya, pero duele lo mismo. Creo que estas cosas nunca dejan
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Ojeda se acerca a Maritza y le da un beso en la frente. Sale. Ella espera de pie,
con los ojos cerrados, hasta que escucha que Ojeda cierra la puerta. Maritza sale
corriendo hacia su cuarto. Ana y Fernando entran al mismo tiempo, por extremos
está enfurecido, golpea las cosas con los puños. Se escucha que tocan la puerta.
Ana y Fernando miran hacia extremos opuestos. Cada uno va a abrir una puerta
distinta. Del lado de Ana entra Ojeda rápidamente, dando pasos largos. Del lado
OJEDA: ¿Dónde está mi hijo? (Buscando en las habitaciones) ¿Dónde está? Dice
ANA: Yo fui por él, pero él no quería, me dijo que no le gustaba vivir conmigo, que
su abuela le había dicho que tú irías por él. Me lo traje a la fuerza. Cuando
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ANA: (Niega con la cabeza, su llanto se hace más intenso) Lo seguí.
FERNANDO: ¿Y bien?
policiaca?
ver si entendía, pero no entendí. Por más que trato, no logro entender cómo
una persona por la que hubiera dado mi vida ha sido capaz de hacerme
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tanto daño. Eso no me deja, Fernando; lo tengo aquí, aquí (Se da golpes en
la frente y en el pecho).
FERNANDO: Maritza, ya estoy harto. Diga lo que diga no vas a creerme. Así que
MARITZA: ¿Por qué no? ¿Qué te cuesta ser honesto conmigo una vez en tu vida?
FERNANDO: ¡He sido honesto contigo! Pero nada te basta. Quieres que te diga lo
FERNANDO: ¡Cálmate!
MARITZA: (Empezando a llorar) ¡Estoy calmada! ¡Lo único que quiero es que deje
MARITZA: Eso es lo que has dicho siempre, desde que te conozco. ¡Nunca sabes
FERNANDO: ¡Basta!
MARITZA: Sí. ¡Ya basta! Después de hoy no tendrás que preocuparte por mí.
solucionar nada...
MARITZA: ¡No! No intento encontrar una solución. Sólo quiero que deje de doler.
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He vaciado mil vasos, hasta que la piel se me entume y los ojos se cierran,
Fernando contempla a Maritza sin saber qué hacer. Ana, como si despertara de un
OJEDA: ¿Qué?
Ana se abalanza contra Ojeda que la detiene de un golpe seco. Se miran con
hacerme volver.
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MARITZA: ¿Eso es lo que crees? ¿Qué todo mi dolor no es más que una treta
MARITZA: Esto es lo más sensato que he hecho en la vida desde que te conozco.
las manos hacia ella. Ojeda respira con dificultad. Llora. Se dirige a la puerta.
Ojeda saca la pistola al mismo tiempo que Maritza acerca el cañón de la suya al
escuchan los ruidos propios de un hospital. Ojeda está sentado en el sofá. Maritza
está parada detrás de él. Ella lo mira. Él lee una carta que tiene en las manos.
Además, es más fácil cambiar la ficción que la vida. En el mundo real, una
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poco del personaje que lleva tu nombre, sólo lo que te escribí en la
basta.
MARITZA: ¿Sabes? Todo lo que he escrito ha sido para que el mundo no me sea
Pero eso es algo que nunca se me dio. Toda la gente me vio siempre como
una mujer fuerte, ¿cómo les haces entender que no? Eso es triste, una
el mundo sea tan feo, de que la gente sea tan mala y lastime a los demás
hasta sin querer. Por eso mis personajes, a pesar de lo dura que parezca la
matar o a morir por ellos. Es una idea cursi, ¿no te parece? Sobre todo
MARITZA: Pero así soy. Qué le vamos a hacer. Más débil de lo que todo el mundo
cree. Nadie entendió que mi fortaleza era una máscara para evitar que me
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era fuerte. Todo lo hice mal. ¡Ay, comandante! Me hubiera encantado
marcharme. Pero así son las cosas. Ya no podemos hacer nada, la novela
está escrita y una vez que descubro el final de una historia no puedo
ARTEMIO: (Entrando) Oiga, jefe. Allá afuera está Torres, dice que quiere hablar
con usted.
ARTEMIO: (Desde la puerta a Gustavo) ¡Que pases! (Lo deja entrar y sale).
GUSTAVO: Pues eso es lo que quiero que usted me diga. ¿Cómo está la
escritora?
OJEDA: Para que veas que a veces de algo sirve leer novelas policiacas.
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GUSTAVO: Yo me quedé esperando la llamada para lo de la entrevista. Pero al
OJEDA: Ese es caso cerrado. Fue suicidio, Gustavo. Él solito se puso la pistola en
OJEDA: Mira, Gustavo, la gente dice adiós de muchas formas, y cada cual elige la
ARTEMIO: (Entrando) Comandante Ojeda, dice el doctor que necesita hablar con
usted.
OJEDA: Voy.
Ojeda sonríe triste a Gustavo y levanta los hombros. Sale. Gustavo lo mira un
instante. Sale por el otro lado. La sala se queda vacía y lentamente se hace el
OSCURO FINAL.
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