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Derecho
CONSTITUCIONAL
Prof. Titular: Lucas
Stegagnini.
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“DERECHO CONSTITUCIONAL”
Desarrollo del Módulo N° 10
Bibliografía consultada:
*MANUAL DE LA CONSTITUCION REFORMADA. German J. Bidart Campos
Tomo I y II.-
* MANUAL DE DERECHO CONSTITUCIONAL. Néstor Pedro Sagüés. Editorial
Astrea
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DERECHOS CONSTITUCIONALES
1. EL CONSTITUCIONALISMO SOCIAL.
En la primera postguerra del siglo XX adquiere auge una forma de
constitucionalismo a la que se ha calificado como social.
El constitucionalismo social se maneja con una pluralidad de lineamientos que,
sin pretender agotar taxativamente, podemos clasificar así:
a) inclusión en las constituciones formales de una declaración de derechos
“sociales” y “económicos”, que abarcan el ámbito de la educación, la cultura, la
familia, el trabajo, la asociación profesional o sindical, la propiedad, la
economía, la minoridad, la ancianidad, la seguridad social, etc.;
b) regulaciones en torno de la llamada cuestión social, que se refiere a: b‟) la
situación del hombre en función del trabajo; b‟‟) las relaciones entre capital y
trabajo, clases sociales y factores de producción, empleadores y trabajadores,
sindicatos y estado.
Por un lado, pues, el constitucionalismo acusa una tendencia a marcar la
función social de los derechos; por el otro, se preocupa por estructurar un
orden social y económico a efectos de que la remoción de obstáculos permita a
todos los hombres una igualdad de oportunidades y un ejercicio real y efectivo
de las libertades y los derechos subjetivos.
Nuestra constitución histórica de 1853, surgió en una atmósfera de ideas,
creencias y valores que estaba muy lejos, en el tiempo, de la que iba luego a
respirar el constitucionalismo social del siglo XX. Es imposible, entonces,
pretender que los contenidos de éste aparecieran expresamente en las normas
de aquélla.
Pero entiéndase bien que la omisión de normas como las que hoy abundan en
constituciones contemporáneas no quiere decir que la constitución de 1853
resultara impermeable al constitucionalismo social o incompatible con él.
El constitucionalismo social considera que el estado debe estructurar y
promover un orden económico justo, que permita el acceso de todos los
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hombres a las fuentes de trabajo y de producción, y que haga posible una
distribución equitativa de la riqueza y de los bienes de producción y de 10
consumo. De allí las pautas constitucionales sobre el derecho de propiedad.
Todas las referencias a la promoción y la planificación social y económica, a la
integración, al desarrollo, etc., se orientan en esta línea, siempre que
encuadren en un espacio suficiente de libertad.
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y eliminar la discriminación en el goce de derechos que enumera, entre los que
cita los económicos, sociales y culturales (art. 5, inc. e). 10
En materia de derecho del trabajo —individual y colectivo— también hay que
tener en cuenta los convenios de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), que para un sector de la doctrina, sobre todo después de la reforma
constitucional de 1994 (art. 75 inc. 22), deben considerarse tratados
internacionales (en sentido lato) a los efectos de nuestro derecho interno.
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a) condiciones de trabajo en orden a:
a‟) prestación en sí del servicio; 10
a‟‟) remuneración;
a‟‟‟) duración;
a‟‟‟‟) control de la producción y colaboración en la dirección de la empresa;
b) asociación sindical.
La prestación del servicio.
La prestación en sí del servicio debe llevarse a cabo en condiciones dignas y
equitativas. La pauta es muy genérica, y se vincula con la propia dignidad
humana empeñada en el trabajo y con el plexo de valores constitucionales.
En cierto modo, todo lo referente a remuneración y duración hace a las
condiciones
La remuneración.
Las condiciones de trabajo que se refieren a la remuneración se desglosan en:
a) retribución justa;
b) salario mínimo vital y móvil;
c) igual remuneración por igual tarea;
d) participación en las ganancias de la empresa.
La retribución justa significa suficiencia en el emolumento retributivo, y se
orienta a satisfacer un ingreso decoroso que permita la subsistencia del
trabajador y de su núcleo familiar dependiente.
El principio debe ligarse al que el mismo art. 14 bis contiene en su parte final
dedicada a la familia: la compensación económica familiar, o sea, las
asignaciones familiares o salario familiar.
El derecho a la retribución justa juega doblemente; por un lado, frente al
empleador que debe pagarlo; por el otro, frente al estado que debe protegerlo
mediante leyes (por ej.: de salario mínimo, de inembargabilidad parcial, de
forma de pago, etc.), y que debe hacerlo posible a través de su política social y
económica.
El salario mínimo.
Para determinar con precisión la justicia de la remuneración, la misma norma
constitucional hace referencia al salario mínimo o sea, aquél por debajo del
cual una retribución no se compadece con la justicia.
El salario mínimo lleva dos aditamentos: ha de ser vital, concepto éste que
remite nuevamente a la suficiencia para subsistir; y ha de ser móvil, es decir,
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reajustable a medida que aumenta el costo de la vida o el proceso de inflación.
La vitalidad y la movilidad procuran asegurar la capacidad adquisitiva del 10
salario y su equivalencia con las necesidades primarias del trabajador.
Igual remuneración por igual tarea.
El derecho de percibir igual remuneración por igual tarea tiene una “ratio”
histórica en su formulación, dentro de las convenciones internacionales que lo
han acogido, y del derecho comparado. La equiparación tendió a eliminar los
salarios inferiores por razón de sexo o sea, a obtener la misma paga para el
hombre y la mujer cuando realizaban el mismo trabajo.
Cuando el art. 14 bis incorporó la cláusula de igual remuneración por igual
tarea, no cabe duda de que se movió en un ámbito similar, sin más propósito
que el de impedir las discriminaciones arbitrarias, o sea, aplicando al problema
de la retribución laboral la regla constitucional de la igualdad jurídica.
Cabe advertir que la norma de la constitución enfoca el problema de la igualdad
en las relaciones privadas (pese a que se extiende también al empleo público).
El caso “Ratto Sixto y otros c/Productos Stani S.A.”, fallado por la Corte en el
año 1966, vino a confirmar que la cláusula en examen sólo inhibe las
discriminaciones arbitrarias fundadas en el sexo, la nacionalidad, la religión, la
raza, etc., pero no obsta a que el empleador, una vez abonada a todos sus
dependientes la remuneración justa, liquide a algunos un “plus” en razón de
mayores méritos, eficacia, rendimiento, etc.
El caso “Ratto” fue reiterado en el fallo de la Corte del 26 de junio de 1986 en el
caso “Segundo Daniel c/Siemens S.A.”.
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que garantizarle la estabilidad.
Las dos clases de estabilidad. 10
Hay que distinguir dos clases de estabilidad: la propia o absoluta y la impropia
o relativa.
Se suele admitir que la estabilidad propia o absoluta implica impedimento para
despedir (salvo justa causa), y obligación patronal de reincorporar en caso de
producirse el despido; en cambio, la estabilidad impropia o relativa no prohíbe
el despido, pero si se dispone sin justa causa, el empleador debe indemnizar.
Con esta distinción, parece lógico estimar que el art. 14 bis, al proteger contra
el despido arbitrario (en el empleo privado) obliga a consagrar allí la estabilidad
impropia o relativa; y al garantizar la estabilidad del empleo público cubre a
éste con la estabilidad propia o absoluta.
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donde, por tratarse de un derecho individual, debe respetarse la libertad
personal de participar o no en la huelga declarada por el otro sujeto activo. 10
c) El sujeto pasivo de la huelga es múltiple, y tiene como obligación
fundamental respetar la decisión del sujeto activo declarante y del sujeto activo
participante. Aquel sujeto pasivo, así obligado, es:
c‟) el estado, que constitucionalmente reconoce el derecho de huelga;
c‟‟) el empleador;
c‟‟‟) latamente, los particulares ajenos al conflicto;
c‟‟‟‟) los trabajadores que, sean o no huelguistas, deben abstenerse entre sí de
lesionar la libertad personal de los que adhieren a la huelga y de los que no
adhieren.
En cuanto a los efectos de la huelga en cada contrato individual de trabajo,
corresponde advertir que:
a) la huelga no produce automáticamente la ruptura de la relación laboral, sino
solamente la suspende;
b) la huelga declarada ilegal autoriza al empleador a poner en mora a los
trabajadores participantes, intimándoles el retorno al servicio y, en caso de
persistencia en el abandono, a despedirlos con justa causa; la propia Corte ha
considerado que si la huelga fue declarada ilícita (o ilegal) y ha mediado
intimación patronal no acatada para la reanudación de la tarea, el despido debe
estimarse correcto;
c) mientras la relación laboral está suspendida por ejercicio de la huelga, el
empleador no está obligado a abonar la retribución, porque no hay contra-
prestación de servicios; como excepción, deberían pagarse los salarios
correspondientes al período de huelga en el caso extremo de que ésta se
llevara a cabo a causa de conductas patronales gravemente injuriosas al
personal; la pérdida del salario juega para los huelguistas, razón por la cual si
parte del personal no adhiere a la huelga, pero tampoco puede trabajar porque
el movimiento ha paralizado la actividad del establecimiento patronal, parece
que el empleador debe pagar la remuneración a ese personal no plegado a la
huelga, sin poder invocar frente a él la causa de fuerza mayor; el derecho
judicial emanado de la Corte también nos permite acuñar el principio de que
mientras la responsabilidad del empleador no se funde en ley o convención que
razonablemente la imponga, ni en conducta culpable en la emergencia, es
improcedente obligarlo a pagar los salarios caídos, porque dicha prestación
carece de causa y vulnera a los derechos garantizados en los artículos 14 y 17,
que no pueden desconocerse con base en lo prescripto en el art. 14 bis;
d) consideramos que si la huelga es ilegal, y practicada la intimación patronal
para reanudar las tareas el personal no se reintegra, el empleador puede: d‟)
despedir a algunos y no a todos; d‟‟) despedir a todos; o d‟‟‟) reincorporar
luego sólo a algunos (ver nº 43 b del cap. XX).
e) si la relación del empleo no goza de estabilidad propia, el ejercicio del
derecho de huelga por parte del personal no inhibe al empleador para
despedirlo; ello quiere decir que la voluntad patronal para rescindir el contrato
de trabajo no queda impedida por el hecho de la huelga, porque la huelga no
convierte al contrato de trabajo en indisoluble mientras se está realizando; lo
que sí cabe señalar es que, presupuesta la legalidad de la huelga, el despido
fundado en ella podrá considerarse arbitrario o sin causa y por ende
indemnizable;
f) el derecho de huelga no significa convertir en lícitas cualesquiera conductas
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de acción directa, ni obsta a sancionar los hechos que exceden el ejercicio
razonable de dicho derecho o que revisten naturaleza delictuosa; el derecho 10
judicial emanado de la jurisprudencia de la Corte en los casos “Ribas, Riego y
otros” —del año 1964— y “Productos Stani c/Figueroa Juan L. y otro” —del año
1967— ha dejado establecido que el ejercicio del derecho de huelga no justifica
la comisión de delitos comunes en el curso del movimiento de fuerza;
g) la Corte ha sostenido que el argumento de que durante el estado de sitio o
de emergencia económica no se puede suspender o restringir por ley el
derecho de huelga con carácter general, no concuerda con la letra ni con el
espíritu de las normas constitucionales que rigen el estado de sitio, ni con la
jurisprudencia de la misma Corte sobre la constitucionalidad de las leyes de
emergencia.
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relacionadas con la estabilidad de su empleo”. Es, pues, una tutela al
trabajador en razón de la función gremial que cumple. 10
A esta garantía se le asigna el rótulo de “fuero sindical” y la intención de la
norma ha sido prohibir los impedimentos, las persecuciones y las represalias
por actividades sindicales.
La norma no pormenoriza qué son ni quiénes son los representantes gremiales.
La ley, el derecho judicial, la doctrina se ocupan de señalarlo. En ese ámbito se
suele sostener que para gozar de la garantía el representante debe haber sido
legalmente designado; ejercer la representación de una asociación sindical con
personalidad gremial; ser nombrado por tiempo determinado; estar notificada
fehacientemente la designación al empleador, etc.
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suministrar prestaciones cuyos montos queden debidamente preservados; b) el
principio de solidaridad, que tiende a hacer participar a todos en la financiación 10
del sistema de prestaciones, y a garantizar contra las exclusiones y las
coberturas insuficientes
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principios básicos que sustentan el sistema previsional argentino es el de la
necesaria proporcionalidad que debe existir entre el haber de pasividad y el de 10
actividad, lo que responde obviamente —sigue diciendo el tribunal— a la
naturaleza sustitutiva que cabe reconocer al primero respecto del segundo, y a
los particulares fines que inspiran el ordenamiento jurídico en la materia.
Esta primera norma judicial atiende, fundamentalmente, a la relación entre el
monto originario del beneficio y los ingresos de actividad a la fecha de
otorgarse ese beneficio. En cuanto a la movilidad futura, también la Corte ha
establecido que las exigencias de una conveniente adaptación de la prestación
han de considerarse cumplida cuando a través de su haber actualizado, el
beneficiario conserva una situación proporcionada a la que le correspondería
de haber continuado en actividad.
Cuando la ley que ha regido el otorgamiento del beneficio estipula un
determinado sistema de ajuste móvil, otra ley posterior puede variarlo, siempre
que la aplicación de ésta no devenga confiscatoria y que, a la inversa, conserve
la proporcionalidad razonable con el haber de actividad.
Esto significa que si bien el derecho de quien se jubila queda fijado por la ley
que rige el otorgamiento del beneficio, no hay derecho a que, en cuanto al
monto y la movilidad futuras, dicha ley se mantenga durante todo el tiempo de
percepción.
a) No obstante, si en esa regulación sustitutiva de la movilidad la nueva ley es
—acaso— declarada inconstitucional, la Corte ha interpretado razonable aplicar
el régimen a cuyo amparo se obtuvo el beneficio.
b) Asimismo, en similar hipótesis de declaración judicial de inconstitucionalidad
de un sistema legal de movilidad, estamos ciertos de que el tribunal que tiene
que decidir un caso en que se impugna su aplicación, se halla habilitado para
arbitrar la pauta conveniente de movilidad en reemplazo de la que queda
descartada.
c) Otro supuesto que encaró la Corte se configura cuando una ley que no es
inconstitucional en su origen llega a tornarse inconstitucional por causas
sobrevinientes, en cuyo caso el tribunal ha entendido que el principio de
razonabilidad exige cuidar que las leyes mantengan coherencia con la
constitución durante el lapso que dura su vigencia temporal, para que su
aplicación concreta no resulte contradictoria con la constitución (fallo del caso
“Vega, Humberto Atilio”, del 16 de diciembre de 1993).
d) El “congelamiento” por término incierto de los haberes jubila-torios ha sido
declarado inconstitucional por la Corte, por configurar un claro apartamiento de
la pauta de movilidad que preceptúa el art. 14 bis.
Incluso el fallo de la Corte del 27 de diciembre de 1996 en el caso
“CHOCOBAR” declaró la inconstitucionalidad de una norma de la ley 24.463
(llamada de solidaridad previsional) en cuanto, al no arbitrarse por la autoridad
de aplicación las medidas previstas para la movilidad, la situación produjo un
real congelamiento de haberes.
e) En cuanto a los denominados “topes” que fijan un haber máximo para los
beneficios, la Corte los ha reputado constitucionales, pero siempre bajo reserva
de que el monto que no puede sobrepasar el máximo legal no padezca, a
causa del mismo tope, de confiscatoriedad.
En rigor, pensamos personalmente que la reducción que dicho tope puede
aparejar no debe frustrar el principio de proporción razonable y sustitutiva del
haber de jubilación en comparación con el de actividad que, vale recordarlo, fue
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objeto de aportación y contribución por el total del sueldo.
f) En otro orden de cosas, la Corte tiene dicho que las leyes sobre beneficios 10
previsionales deben interpretarse atendiendo a la finalidad que con ellas se
persigue por lo que no debe llegarse al desconocimiento de derechos sino con
extrema cautela.
g) Es asimismo jurisprudencia de la Corte que la actualización de los beneficios
ha de procurar que se mantenga el nivel de vida alcanzado durante la actividad
laboral, sin perjuicio de que, en orden a pautas concretas y probadas, aquella
actualización se realice conforme al estado financiero del sistema.
La movilidad y la inflación.
Es verdad que al tiempo de incorporase el art. 14 bis por la reforma de 1957 la
inflación ya producía la pérdida paulatina del valor adquisitivo de la moneda, lo
que nos hizo suponer que la pauta obligatoria de movilidad para las
jubilaciones y pensiones fue prevista para subsanar las alteraciones en el signo
monetario y, de reflejo, en la capacidad adquisitiva de los beneficiarios.
No obstante, más allá de la circunstancia histórica de la época —acentuada en
mucho posteriormente— hemos de entender ahora que la movilidad no
presupone únicamente una necesaria actualización monetaria frente al
deterioro que produce un proceso inflacionario, sino un ajuste periódico que,
sin congelamiento del haber, y aunque no haya inflación, mantenga al jubilado
en una situación de permanente relación proporcionalmente razonable entre
pasividad y actividad.
En suma: a) el presupuesto constitucional de la movilidad nunca desaparece,
así se trate de épocas en que no hay inflación; b) la movilidad es un concepto
que trasciende las simples mediciones de los factores económicos (voto
disidente del juez Fayt en el caso “Chocobar”, fallado por la Corte el 27 de
diciembre de 1996).
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3. Derecho de Propiedad. Garantías. Función Social. 10
Entre los derechos individuales que el constitucionalismo moderno o clásico
protegió con más intensidad se halla el de propiedad. El derecho de propiedad
de cuño individualista recibió el impacto de las transformaciones ideológicas,
sociales y económicas, hasta llegar a las doctrinas que le asignan una función
social, y a las fórmulas del constitucionalismo social que —como en la
constitución de Weimar de 1919— enuncian el principio de que “la propiedad
obliga”.
Entre el extremo del liberalismo individualista y las concepciones afirmativas de
que la propiedad tiene una función social, transcurre toda una etapa
suficientemente larga para advertir el progreso que significa la última de las
teorías señaladas. No obstante, surge por otro lado el vasto movimiento
socialista y luego marxista, que se encarga de llevar su ataque a la propiedad
privada, especialmente con respecto a los llamados medios de producción, a
los que propone colectivizar para alcanzar la emancipación del proletariado.
Las constituciones que, con posterioridad a la Revolución Rusa de 1917, se
enrolaron en esta línea, tanto en la ex Unión Soviética como en los estados
alineados en su órbita de irradiación, organizaron el orden social y económico
tomando en cuenta la socialización de la propiedad de los medios de
producción.
Como los movimientos pendulares son frecuentes en el devenir histórico, la
extinción de la Unión Soviética y sus satélites puso ahora de moda un “neo-
liberalismo” capitalista, que en sus políticas sacrifica al constitucionalismo
social so pretexto de valorizar al mercado y a la libre competencia.
La doctrina social de la Iglesia ha reivindicado para el derecho de propiedad
individual el carácter de derecho natural primario. Sin embargo, no deja de
advertir que hay un destino común de los bienes, conforme al cual “Dios ha
destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene para uso de todos los
hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar
a todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable de la caridad” a
tenor de la declaración del Concilio Vaticano II. Afirmar que los bienes están
destinados a la utilidad de todos los hombres, sin exclusión de ninguno,
significa acoger el principio dikelógico que, sostenido por Legaz y Lacambra,
señala que todo hombre debe tener propiedad, o lo que es lo mismo, que la
posibilidad de acceso a una cierta propiedad necesaria para vivir dignamente
es debida por exigencia del deber ser ideal de la justicia.
El derecho “a tener propiedad” solamente se concreta en un derecho de
propiedad sobre algún bien determinado, cuando el derecho positivo adjudica a
un sujeto el título respectivo conforme a algún acto jurídico reconocido como
adquisitivo de propiedad.
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El sujeto activo que se erige en titular del derecho de propiedad puede ser: a)
la persona física; b) la persona de existencia ideal o colectiva (personas 10
jurídicas, asociaciones con calidad de sujetos de derecho).
Con respecto a la persona física, entendemos que un extranjero “no habitante”
puede ser propietario en territorio argentino, alcanzándole la protección que la
constitución depara a la propiedad y a su titular; con respecto a las personas
jurídicas extranjeras, pueden ser propietarios en territorio argentino los estados
extranjeros (por ej.: sobre el inmueble donde funciona su representación
diplomática) y las personas jurídicas y asociaciones a quienes se reconoce
extraterritorialidad.
El sujeto pasivo del derecho de propiedad es ambivalente: a) por un lado, el
estado, a quien se dirige fundamentalmente la prohibición de violar la
propiedad privada; b) los particulares, que no deben perturbar el uso y ejercicio
del derecho que ostenta el sujeto activo.
El sujeto pasivo, sean quien fuere, también está obligado a no impedir (contra
la voluntad de una persona) que ésta adquiera propiedad.
Si tal como ya lo hemos expuesto, el estado tiene el deber de promover los
derechos humanos, le cabe en relación al derecho de propiedad la obligación
de estructurar un orden socioeconómico justo, que haga posible a los hombres
acceder con su iniciativa privada a la propiedad de los bienes necesarios para
poder vivir conforme a su dignidad de persona.
Las normas constitucionales sobre la propiedad y su inviolabilidad en nada
obstan, a nuestro juicio, para sostener y propugnar que el derecho de
propiedad tiene una función social, y que su cumplimiento es exigible
razonablemente por el estado, tanto a favor del estado mismo —por ej., en las
cargas fiscales— como en numerosas políticas generales de bienestar general
y de desarrollo, y en el área de las relaciones entre particulares (por ej., en este
último supuesto, para hacer participar a los trabajadores en los beneficios de
las empresas al modo como lo estipula el art. 14 bis.).
Con la reforma de 1994, el art. 75 inc. 17 consigna que el congreso ha de
garantizar a los pueblos indígenas argentinos la posesión y propiedad
comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan.
Como también debe reconocer la personería jurídica de las comunidades
indígenas, entendemos que es a cada comunidad en cuanto persona jurídica
(colectiva) a la que atribuye aquella posesión y propiedad, lo que a nuestro
juicio no impide ni arrasa la posible propiedad individual de las personas físicas
que forman parte de una comunidad aborigen.
El derecho constitucional formal —que reconoce y garantiza el derecho de
propiedad— y el derecho constitucional material —que se ha encargado, sobre
todo por fuente de derecho judicial, de especificar sus contenidos— asignan al
término “propiedad” un concepto que excede en mucho al propio del derecho
civil. Propiedad en sentido constitucional es más —y mucho más— que
propiedad o dominio en la codificación civilista, donde se mueve en torno de los
derechos reales.
El derecho judicial ha aplicado al derecho de propiedad dos principios
importantes: a) el uno remite al general ya conocido de que ningún derecho
contenido en la constitución es absoluto, sino relativo; con este principio la
Corte Suprema ha superado todo atisbo de individualismo en la concepción
constitucional del derecho de propiedad, para asimilar el criterio de la función
social del mismo; b) el otro principio se encarga de admitir que los derechos
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patrimoniales, equivalentes al de propiedad, pese al amparo constitucional de
que disponen, pueden ser renunciados válidamente por sus titulares; ello 10
quiere decir que la constitución no se opone a que el titular los decline, y que
cuando esto ocurre, no hay violación constitucional, ni tutela constitucional que
invocar.
El concepto genérico de propiedad constitucional, que engloba todas sus
formas posibles, ha sido acuñado por la jurisprudencia de la Corte al señalar
que el término “propiedad” empleado en la constitución comprende todos los
intereses apreciables que el hombre puede poseer fuera de sí mismo, de su
vida y de su libertad, con lo que todos los bienes susceptibles de valor
económico o apreciables en dinero alcanzan nivel de derechos patrimoniales
rotulados unitariamente como derecho constitucional de propiedad.
Si aplicamos la teoría de las “libertades preferidas” al caso del derecho de
propiedad podemos decir en líneas generales que, dada su inviolabilidad (art.
17), y pese a fuertes restricciones y aun violaciones consentidas en razón de
emergencia por el derecho judicial de la Corte, la propiedad ha sido tenida
como un derecho “preferido” dentro del plexo constitucional de los derechos
personales.
No obstante, ése no es el rango que le asigna el derecho internacional de los
derechos humanos, muchos de cuyos tratados ni siquiera lo incluyen.
La inviolabilidad de la propiedad.
La propiedad que la constitución tutela como derecho, y cuyos contenidos de
mayor proyección e importancia hemos explicado, es declarada inviolable en el
art. 17.
Inviolable no significa que es absoluta, ni exenta de función social; significa
solamente que ni el estado ni los particulares pueden dañarla, turbarla,
desconocerla o desintegrarla.
La inviolabilidad se garantiza a través de una serie de prohibiciones:
a) nadie puede ser privado de su propiedad sino mediante sentencia fundada
en la ley (art. 17);
b) la confiscación de bienes queda borrada por siempre del código penal;
c) ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones ni exigir auxilios de
ninguna especie.
La confiscación es el apoderamiento de los bienes de una persona por parte
del fisco. Penalmente, es la sanción que con igual alcance se aplica a una
persona condenada por delito. La constitución ha suprimido para siempre la
confiscación como pena, pero si tal protección se brinda al condenado, hemos
de entender que también alcanza a quienes no son delincuentes. Por eso, la
cláusula funciona a nuestro criterio como abolición lisa y llana de la
confiscación; vedada como pena, no puede subsistir bajo ningún otro título. De
ahí que toda privación arbitraria de la propiedad se equipare a la confiscación y
sea inconstitucional. Y de ahí el principio general que impone indemnizar cada
vez que se priva a alguien de su propiedad: privar de la propiedad sin
indemnizar equivale a confiscar.
La confiscación que como pena y represalia queda abolida es la confiscación
general de bienes; no puede asimilársele el decomiso de objetos particulares
que son producto o instrumento del delito, ni la recuperación de bienes mal
habidos cuando la dispone una sentencia dictada en juicio y fundada en ley.
Las requisiciones y los auxilios en dinero u otras especies de bienes, o bajo
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forma de ayuda, socorro y hasta alojamiento, está suprimido. La norma se
refiere a requisiciones y auxilios por parte de cuerpos armados, y no está 10
limitada a prohibirlos solamente en tiempo de paz. Ahora bien: si en tiempo de
guerra o en épocas de emergencia grave se llevan a cabo, es menester
asegurar la debida indemnización, tanto si la requisición implica adquisición
coactiva de bienes como si se limita al uso coactivo temporario de los mismos.
Ello quiere decir que la requisición constitucional necesita: a) causa suficiente
fundada en guerra o emergencia grave; b) ley que la autorice; c)
indemnización. Cuando el bien requisado no se consume, debe volver al
patrimonio de su propietario, lo que no descarta el resarcimiento por el lapso de
duración de la requisición; si el bien se ha consumido, la indemnización ha de
resarcir también la pérdida definitiva del mismo.
La norma constitucional sobre inviolabilidad de la propiedad, coordinada con la
que exige indemnización en caso de expropiación, proyecta un principio
general de nuestro derecho constitucional, según el cual cuando un derecho
patrimonial cede por razón de interés público o general frente al estado, o sufre
daño por actividad del estado o de los particulares, el daño debe ser
indemnizado, tanto si la actividad que los produce es ilícita o ilegítima cuanto si
es lícita o legítima.
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sustracción o desmembración que afectan la exclusividad de la propiedad en
beneficio público. Por eso, y también a diferencia de las restricciones, las 10
servidumbres públicas son indemnizables.
c) La ocupación temporánea es otra forma de limitación que recae sobre bienes
y cosas, e implica el uso y goce de los mismos por parte de la administración
pública en beneficio público, durante cierto tiempo, y con resarcimiento
indemnizatorio.
La ocupación temporánea ha sido regulada en la actual ley de expropiación
21.499.
Las limitaciones “sociales”.
No hay duda de que, una vez asumido el constitucionalismo social y tomadas
en cuenta las normas incorporadas a la constitución por la reforma de 1994, se
incrementan las posibles limitaciones razonables a la propiedad, más allá de
las clásicas que acabamos de resumir.
Así, a título de ejemplo, vale sugerir que la función social de la propiedad
proporciona base para limitaciones que tomen en cuenta:
a) el derecho al ambiente sano (art. 41);
b) el derecho de los consumidores y usuarios (art. 42) ;
c) los derechos relacionados con el trabajo y la seguridad social (art. 14 bis).
Subyace la apelación al sistema axiológico integral de la constitución que, sin
mención expresamente calificativa, diagrama un orden social y económico
justo, con igualdad real de oportunidades y de trato, tendientes a asegurar el
debido marco social para la libertad de empresa, de contratar, de trabajar, de
consumir, de comerciar y ejercer industria, de iniciativa privada, de mercado y
de competencia. Todas las conexiones posibles con el derecho de propiedad
en este ámbito anexan limitaciones razonables a la propiedad.
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ley 189. Deben tomarse en cuenta, asimismo, las normas que derivan del
derecho judicial. 10
En el ámbito provincial, las expropiaciones locales se rigen por las
constituciones y las leyes provinciales, interpretadas y aplicadas por sus
tribunales, sin perjuicio del ajuste indispensable a las pautas de la constitución
federal.
No se debe confundir la “ley” de expropiación (federal o provincial) que
reglamenta el instituto expropiatorio, con “cada una” de las leyes que es
menester dictar para proceder a realizar “una” expropiación actual calificando
de utilidad pública al bien sujeto a expropiación.
La indemnización.
C) La indemnización previa. La exigencia de que antes de consumarse la
expropiación (o sea, de transferirse la propiedad) debe satisfacerse el pago de
la indemnización, se halla impuesta en la constitución.
Por eso, es inconstitucional toda ley que posterga el pago de la indemnización
(total o parcialmente) para un tiempo posterior a la transferencia de la
propiedad.
Lo es la inclusión de las indemnizaciones expropiatorias en el régimen de la ley
23.982 de consolidación y pago a plazo de las deudas del estado. Así lo
declaró la Corte en su sentencia del 5 de abril de 1995 en el caso “Servicio
Nacional de Parques Nacionales c/Franzini Carlos s/ expropiación (Finca Las
Pavas)”.
5. Propiedad intelectual.
El art. 17 la prevé expresamente al establecer que todo autor o inventor es
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SEMANA
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MÓDULO
propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento por el término que le
acuerda la ley. 10
Propiedad intelectual es el derecho del autor sobre una obra científica, literaria,
artística, etc.; su fundamento dikelógico es indiscutible; nada más inherente a la
personalidad que el producto de su inteligencia, de su arte, de su inspiración
creadora.
Propiedad industrial y comercial es el derecho que recae sobre inventos,
descubrimientos, patentes, marcas de fábrica, etc., con un matiz económico
acentuado.
Para ambos casos, la constitución prevé una regulación legal distinta que la de
otras formas de propiedad, anticipando la posibilidad de extinción del derecho
por el transcurso del tiempo, y ello quizás porque en la propiedad intelectual la
creación del autor, sin perder el carácter personal a que hemos aludido,
aprovecha necesariamente de la cultura que es patrimonio colectivo de la
comunidad toda.
Ha de repararse en que el artículo 17 dice que “todo” autor o inventor es
propietario “exclusivo”. Sin apegarnos literalmente a las palabras de la norma,
entendemos que “toda” clase de obra, invento, descubrimiento, etc. debe
quedar amparada por la propiedad intelectual o industrial, y que las exclusiones
legales que impiden registrar esa propiedad son inconstitucionales, porque
dejan desguarnecida esa misma propiedad y la titularidad del propietario.
Hay hitos en el derecho judicial de la Corte de los que se infiere que la
protección al derecho de autor abarca todas las producciones intelectuales de
cualquier naturaleza o finalidad, porque tiende a tutelar la creación intelectual
en sí misma, sin que importe el medio material que le da soporte.
La reforma de 1994 asigna ahora al congreso la competencia de proveer a la
investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y
aprovechamiento (art. 75 inc. 19 párrafo primero) y de dictar leyes que protejan
la libre creación y circulación de las obras de autor (art. 75 inc. 19 párrafo
cuarto), con lo que el panorama anterior del art. 17 se amplía en su dimensión
originaria.
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