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Pasos, fases o etapa de la estrategia de aprendizaje a desarrollar

1. Leer el artículo de la revista Semana con título Las consecuencias del maltrato infantil, escrito por el
pedagogo Julián de Zubiría, que se encuentra en la bibliografía anexa en el entorno de conocimiento bajo el
título escritos para leer:

De Zubiría, J. (2019 julio 25). Las consecuencias del maltrato infantil. Semana. Recuperado de
https://www.semana.com/opinion/articulo/las-consecuencias-del-maltrato-infantil-columna-de-
opinion-julian-de-zubiria/624996

2. Aplicar a la lectura la estrategia de comprensión lectora ubicada en esta misma guía y en el entorno de
aprendizaje práctico bajo el nombre de “Guía para el uso de recursos educativos-estrategia de
comprensión lectora”

Nota: para implementar esta estrategia, no se tiene que anotar todo el escrito de referencia. Se puede usar el cuadro
Estrategia de comprensión lectora que se encuentra en esta misma guía en la parte de Temáticas a desarrollar:
Discurso narrativo.

Es importante que consulte:

a) El procedimiento para identificar las ideas principales, tanto implícitas, como explícitas de un escrito.
b) El procedimiento para identificar las ideas secundarias
c) Consulte las herramientas para elaborar un mapa mental o conceptual.
https://cmapcloud.ihmc.us/
https://cmap.ihmc.us/cmaptools/

3. Elaborar un resumen de la lectura realizada (de acuerdo a las indicaciones dadas anteriormente en la
explicación sobre el resumen)

Actividades a desarrollar

En este taller se realiza un escrito que debe contener la información anterior y estar estructurado con las siguientes
partes:

 Hoja de presentación o portada


 Introducción
 Estrategia de comprensión lectora diligenciada a la lectura de referencia.
 Resumen
 Conclusión
 Bibliografía de acuerdo a norma APA

 Las consecuencias del maltrato infantil

El pedagogo analiza los resultados de diversas investigaciones sobre el castigo físico a los menores y reflexiona
sobre las consecuencias que dichas prácticas generan en el desarrollo de la personalidad de los niños y en la
cultura del país.

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“Al ver que unos cuantos gritos de amenaza no producían efecto, me sacaste de la cama, me llevaste a la terraza y allí me
dejaste (…), en camisón, ante la puerta cerrada. No voy a decir que estuviese mal hecho; es posible que no hubiese
realmente otra manera (…); pero lo que pretendo, al mencionar este hecho, es caracterizar tu sistema educativo y su efecto
sobre mí. Sin duda después me mostré ya obediente, pero quedé interiormente dañado”.

Con estas palabras, Franz Kafka en su célebre Carta al Padre, describe uno de los efectos más lesivos y prolongados del
maltrato infantil. Los niños maltratados son muy fácilmente reconocidos por los profesores: son huraños, miedosos y,
especialmente tristes. Saben que los rechazan en su propia casa y eso produce profundo dolor ¡se les ve en su mirada!

Inicio esta columna con la cita de Kafka, ya que, la Carta al Padre, es una de las joyas universales de la literatura. Todos los
padres y madres deberíamos leerla en algún momento de la vida y debería ser lectura obligada en caso que se sospeche
autoritarismo o maltrato del padre o la madre hacia su hijo o hija.

Según el último estudio adelantado en Colombia por la Universidad de la Sabana, el 52 % de los padres actuales maltrata a
sus hijos. Lo hacen en su mayoría con palmadas, pero también es muy alto el porcentaje que recurre al rejo o al palo (47
%). La conclusión es clara: cerca de la mitad de los hogares en Colombia, maltratan a sus hijos. La cifra debería preocupar
a la sociedad, porque un niño maltratado tenderá a tener dificultades emocionales, afectivas y sociales a mediano y largo
plazo. Estudios realizados por la investigadora Yolanda Puyana, permiten pensar que, 30 años atrás, los niveles de castigo
físico y golpizas eran todavía mayores, pues se producían en el 62 % de los hogares.

En una sociedad tan enferma emocionalmente como la colombiana, es relativamente comprensible el maltrato. Lo que no
debe generar la más mínima duda de la necesidad de rechazarlo como práctica que viola los derechos humanos, y que
expone a la sociedad a complejos problemas de convivencia en el mediano plazo. En los barrios, los conflictos suelen
resolverse a las patadas; lo mismo en los bares, en las canchas deportivas y en las calles. Nunca hay que olvidar que
hemos convivido con la guerra, las mafias, los secuestros, las masacres, las desapariciones y el asesinato. Se nos
endureció el corazón de ver tantas muertes: ¡ya hemos perdido la cuenta! Por eso, a algunos llega a parecerles casi natural,
que asesinen los líderes sociales, que se generalice la corrupción o que un presidente del Congreso haga trampas para
beneficiar a su partido y viole, en medio de marrullas, los derechos de la oposición. Al propio presidente de la república le
pareció que la violación de los derechos de la oposición por parte del senado, era un problema menor y que no deberíamos
preocuparnos por ello. Es cierto, en Colombia la ética ha sido un problema menor para la sociedad, las empresas, el
gobierno y las familias. Tal vez por eso la reconciliación y el perdón, le están quedando grandes a un país que se
acostumbró a resolver a bala, machete, y sin ética, los problemas que enfrenta a diario.

Para leer: https://www.semana.com/Item/ArticleAsync/572359?nextId=572360

De tiempo atrás, los educadores sabemos que el autoconcepto es uno de los factores más asociados al éxito en la vida. Es
relativamente común que lleguen más lejos, los niños que sienten más apoyo, seguridad y confianza de sus padres y
profesores. Esto ha sido ampliamente estudiado en la psicopedagogía y se le ha denominado con el bello nombre de Efecto
Pigmalión. La teoría concluye que, los niños no responden a sus capacidades, sino a las expectativas que de ellos tienen
sus padres y maestros. Si el niño siente que sus padres y maestros tienen expectativas altas y realistas, llegará lejos,
porque así se genera la seguridad necesaria para avanzar en la vida. Pero si el niño siente que sus padres y profes creen
que no podrá llegar lejos, entonces, perderá la confianza y la seguridad, dos de los motores esenciales de la vida, que
serán decisivos para vencer obstáculos y para convertir cada dificultad en una nueva oportunidad en la vida, en lo que se ha
dado en llamar la resiliencia. Por el contrario, los niños maltratados tienen el autoconcepto por el suelo. Se sienten
rechazados y, por eso, su confianza y seguridad son ínfimas. Son niños que viven con miedo, porque temen que, en
cualquier momento, los van a golpear, sin saber cuándo, dónde, ni por qué. La arbitrariedad la han aprehendido conviviendo
con sus padres: ¡Paradójicamente son maltratados por quien afirma quererlos!

Otro efecto del maltrato infantil, lo expresa Kafka de manera clara: Me volví obediente –dice-, pero –y esto es lo más
importante- “quedé interiormente dañado”. El niño maltratado, debilita su personalidad. Son niños amargados, con enorme
debilidad en sus interacciones sociales. En ocasiones se vuelven muy agresivos, y en otras, muy huraños. En cualquier
caso, no aprehenden a interactuar con sus congéneres, porque lo que han visto es que las personas se relacionan a las
patadas, a los gritos y mediante humillaciones. Por lo general, en sus hogares se respira temor y muy poca confianza.

En los hogares muy autoritarios se disminuye la comunicación, porque la única voz que se escucha es la del padre o la
madre. Se vive un eterno monólogo. Padre o madre hablan, y el niño se somete. En cualquier caso, no se sabe lo que
quiere el menor, lo que piensa o lo que quisiera decir. No se le consulta para nada. Él no participa en las decisiones, ya que
se supone que debe obedecer para poder ser formado. Aunque resulte increíble, el maltratador cree que a golpes se
“formará” el carácter del niño o niña. Supuestamente, así se volverá un adulto más fuerte. Si él hablara y escuchara a sus
hijos, sabría que eso no es cierto, que le mienten sus creencias.

Los niños maltratados tienen gran dificultad para expresar sus sentimientos. Es como si tuvieran un gran peso encima,
porque sus vidas han sido invadidas. A eso se refiere Kafka cuando dice que quedó “interiormente dañado”: disminuido,
arrugado emocionalmente, incapaz de decir lo que siente. Estos niños vivirán como jóvenes y adultos, con mayor tristeza,
depresión y soledad. Sin ninguna duda, son niños más propensos al suicidio, porque carecen de identidad, seguridad,
proyectos y esperanza.
Para profundizar: https://www.semana.com/educacion/articulo/papa-francisco-reconciliacion-para-colombia-en-
educacion/538761

Es importante resaltar que, el maltrato impacta la estructura profunda emocional, social y comunicativa del menor. De allí,
que, por lo general, el daño provocado sea difícilmente reparable. Estudios psicoanalíticos de seguimiento concluyen que
los padres maltratadores tienden a subvalorar al hijo y que privilegian la disciplina y el rigor. Por ello, se tornan con
frecuencia arbitrarios: quieren demostrarle al hijo, que ellos siempre son los que mandan. Se sienten dueños de sus hijos y
actúan como si lo fueran. Kafka lo dice de manera brillante: “Tu opinión era justa; cualquier otra era disparatada,
extravagante, absurda. La confianza que tenías en ti mismo era tan grande, que no necesitabas ser consecuente para
seguir teniendo siempre la razón.”

Los estudios psicológicos de seguimiento han permitido encontrar dos tipos de padres maltratadores: los de personalidad
muy fuerte, que avasallan al menor o, al contrario: un padre que busca en su hijo la reafirmación del yo. Pese a lo
paradójico que resulte, un tipo de autoritarismo es el ejercido por quien presenta tan poco reconocimiento social, que busca
en el autoritarismo un mecanismo compensatorio de autoafirmación.

El padre o madre autoritario, centraliza la autoridad en el hogar e impone la disciplina sin ningún tipo de consulta,
comunicación, diálogo o participación del hijo. Lo más grave, es que el contexto social y cultural tan violento en el que
hemos vivido como sociedad, tiende a justificar el maltrato, el golpe y la humillación. Muchos padres y madres todavía creen
que es necesario golpear y castigar a sus hijos, ya que presuponen que a futuro, los hará más fuertes. De hecho, la mitad lo
sigue haciendo. Son expresiones de una sociedad enferma y violenta, que termina por justificar el castigo, el maltrato y la
violencia a la mujer y a los niños. Los maltratadores siempre se ponen como ejemplo: “A mí me pegaron y no tuve problema
en la vida”. No son conscientes de los efectos que el maltrato ha tenido en ellos y en los niveles de intolerancia y violencia
que suele permear las relaciones entre los colombianos. Deberíamos decirles: precisamente por eso estamos como
estamos en la Colombia de hoy. La cultura del vivo, de la desconfianza, de la violencia y de la trampa, se aprehende,
principalmente, en los hogares colombianos. Esas familias maltratantes, también han generado una nación que obedece
por miedo a los líderes autoritarios y que impide la participación democrática de la sociedad.

Para leer: https://www.semana.com/opinion/articulo/existen-los-ninos-superdotados-columna-de-julian-de-zubiria/623534

En el hogar tiene que haber límites y es indiscutible que también están equivocados los padres que no los establecen y que
dejan a sus hijos hacer lo que quieran. Dicen ser amigos de ellos sin darse cuenta que tenemos infinidad de amigos, pero
un solo padre y madre en la vida. Por eso la pérdida de autoridad en los hogares, es un nuevo y creciente problema en las
sociedades modernas, al que tendremos que referirnos en una próxima columna. Paradójicamente, la familia permisiva
también expresa autoritarismo, en este caso el maltratante es el hijo y los maltratados son los propios padres.

En las familias ocurre algo similar a lo que sucede en las naciones: las democráticas son las que forman hijos más felices y
sanos emocionalmente. Del mismo modo, sólo las naciones democráticas garantizan el desarrollo humano. Si queremos
construir familias más democráticas, debemos elevar la calidad de la comunicación en el hogar, crear condiciones para
ampliar la participación de todos los miembros; aceptar y respetar los derechos y las diferencias, y mantener las decisiones
en cabeza de los padres. La autoridad no se cede, pero la participación y el diálogo, tienen que elevarse.

Están equivocados quienes creen que se necesita golpear a los niños para que aprendan. No aprendemos así los adultos,
¿por qué van a aprender de esa manera los menores? Están equivocados quienes siguen creyendo en pleno siglo XXI, que
“la letra con sangre entra”. No se educa con rejo, ni con palos. Sin duda, hay que educar a los padres para que aprendan a
poner los límites, y para que lo hagan escuchando y respetando la identidad y los derechos de cada hijo. En palabras más
cotidianas, necesitamos una Pedagogía Dialogante y no una humillante. A eso se refería Kafka, cuando caracterizaba el
“sistema educativo” de su padre: es un sistema para formar niños obedientes, pero dañados interiormente. ¿Eso es lo que
queremos para nuestros hijos y para la sociedad?

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