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Prehistoria

Existen escasos vestigios de época prehistórica en la ciudad. Durante el


Mioceno (hace unos 13 millones de años) probablemente habitó la zona el
Pierolapithecus catalaunicus, una especie extinta de primate hominoideo
cuyos primeros fósiles fueron descubiertos en diciembre de 2002 en Els
Hostalets de Pierola (Anoia).25 Los primeros restos vinculados a una
especie homínida son del Homo neanderthalensis, que vivió durante el
Pleistoceno medio y superior: así lo atestiguan unos restos de árboles
fosilizados hallados cerca de Barcelona, que demuestran la capacidad para
utilizar el medio natural por parte de esta especie.26 Sin embargo, por
causas no del todo conocidas —se apunta a una glaciación, pero no está
del todo comprobado—, el neandertal se extinguió en un momento impreciso
entre hace unos 35 000 y 21 000 años.2728 También en un tiempo
indeterminado el territorio fue habitado por el Homo sapiens, que
convivió por un tiempo con el neandertal.29 Durante el Paleolítico
superior el hombre de Cromañón se dispersó por la región, llevando una
vida nómada dedicada a la caza y la recolección. En este período se
desarrollaron el arte y el lenguaje, fabricaban herramientas y
confeccionaban tejidos y pieles.30 Los primeros restos arqueológicos del
Paleolítico son unos primitivos instrumentos de piedra hallados en las
terrazas del río Llobregat y algunas localidades del entorno.31

En el Neolítico el ser humano se volvió sedentario. En este período,


probablemente, se comenzó a poblar el llano de Barcelona con cabañas
construidas con madera de árbol. Se empezó a cultivar la tierra, se
consiguió la domesticación de animales (ganadería), y se desarrolló la
cerámica.32 Del Neolítico inicial (5000 a. C.-3500 a. C.) se han hallado
algunos restos de cerámica epicardial y de tallas de sílex y jaspe en la
ladera sudoriental de la montaña de Montjuic.33

Recipiente carenado con decoración epicampaniforme (Edad del Bronce),


asentamiento de La Riba, San Justo Desvern.
En el Neolítico medio (3500 a. C.-1800 a. C.) se encuentran los primeros
restos arquitectónicos, que se manifiestan principalmente por las
prácticas funerarias con sepulcros de fosa, que solían ser de bastante
profundidad y revestidos de losas. Un exponente de ello es la tumba
descubierta en 1917 en la vertiente sudoeste de la colina de Monterols,
entre las calles de Muntaner y Copérnico; de datación imprecisa, tiene 60
cm de alto y 80 de ancho, y estaba formada por losas planas de forma
irregular. También se encontraron allí un cuchillo de sílex de 10 cm y
otro fragmento de sílex, probablemente de otro cuchillo. Por lo que
respecta a habitáculos, de esta época solo se ha encontrado un fondo de
cabaña en lo que es la actual estación de San Andrés Condal.34 También se
han encontrado restos de piedra pulida en el parque Güell, la colina de
la Rovira y la travesera de Gracia, así como unos pedazos de jaspe y
fragmentos de cerámica en el monte Táber, y una punta de sílex y un hacha
de piedra pulida en el subsuelo de la catedral.35

De la Edad del Bronce (1800 a. C.-800 a. C.) se conservan igualmente


pocos restos por lo que respecta al llano de Barcelona. Los principales
proceden de un yacimiento descubierto en 1990 en la calle de San Pablo,
donde se hallaron restos de hogares de fuego y sepulturas de inhumación
individuales. También son seguramente de este período los restos hallados
en 1931 en Can Casanoves, detrás del Hospital de San Pablo, donde se
encontraron restos de murallas de piedra y los fondos de tres cabañas
circulares de unos 180 cm de diámetro, así como diversos vasos de
cerámica.36 Existen por otro lado testimonios escritos de dos monumentos
megalíticos, situados en Montjuic y Campo del Arpa, de los que, sin
embargo, no ha quedado ningún rastro material. Por último, del
Calcolítico final existen unos escasos restos de la denominada cultura de
los campos de urnas, hallados en la masía de Can Don Joan, en Horta,
donde se encontraron unos pedazos de cerámica con decoración de
acanalados; y, en la vertiente sudoriental de la montaña de Montjuic,
entre los caminos del Molí Antic y la Font de la Mamella, donde se
hallaron restos de cerámica, incluidos dos pedazos de cerámica a torno de
producción fenicia.37

Período ibérico
Artículo principal: Layetanos

Territorio de los layetanos.


Entre el siglo VI a. C. y el siglo I a. C. el llano de Barcelona estaba
ocupado por los layetanos, un pueblo íbero que ocupaba las actuales
comarcas del Barcelonés, el Vallés, el Maresme y el Bajo Llobregat.38 Los
layetanos vivían de la agricultura, la ganadería y la minería —
principalmente hierro, plata, cobre y oro—, y tenían contactos
comerciales con la colonia griega de Emporion (Ampurias).39 Utilizaban un
alfabeto de 28 signos, aunque su lenguaje no ha sido aún descifrado.39

En Barcelona no quedan apenas restos arqueológicos ibéricos: los


principales vestigios de esta cultura se encontraron en las colinas de la
Rovira, de la Peira y del Putget, así como en Santa Cruz de Olorde —en el
Tibidabo—, pero no han permitido establecer unas especiales
características por lo que respecta a habitáculos o sepulcros
funerarios.40 Los principales restos proceden de la Rovira, donde en 1931
se encontraron vestigios de un poblado ibérico que, desgraciadamente,
fueron destruidos al instalarse unas baterías antiaéreas durante la
Guerra Civil. Al parecer, tenía una muralla con dos accesos, mientras
que, situado extramuros, se halló un conjunto de silos con 44 depósitos
excavados en la roca. También se encontraron varios vasos de cerámica.41

Según parece, el principal asentamiento ibérico de la zona estuvo en


Montjuic —posiblemente el Barkeno que nombran dos monedas acuñadas a
finales del siglo III a. C.—, aunque la urbanización de la montaña en
fechas recientes y su uso intensivo como cantera de piedra durante toda
la historia de la ciudad ha provocado la pérdida de la mayoría de restos.
En 1928 se descubrieron en la zona de Magòria nueve silos de gran
capacidad, que probablemente formarían parte de un almacén de excedentes
agrícolas, además de restos de cerámica y dos llantas de rueda de carro
elaboradas en hierro. Por otro lado, en 1984 se hallaron restos de un
asentamiento en la vertiente sudoeste de la montaña, en un terreno de
unas 2 o 3 hectáreas.42

Posiblemente hubo otro asentamiento en el monte Táber, pero el único


indicio es una estela de piedra con una inscripción ibérica hallada en
una casa de la calle Arc de Sant Ramon del Call, encontrada en el siglo
xix y hoy ya perdida.43 Algunas referencias a un asentamiento ibérico
llamado Laie o Laiesken parecen legendarias; la inscripción Laiesken
encontrada en algunas monedas probablemente haría referencia al nombre de
todo el territorio layetano, no de un poblado.39

Barcelona romana

Plano de Barcino superpuesto al plano actual del Barrio Gótico.


La República romana entró por primera vez en la península ibérica en el
transcurso de la segunda guerra púnica (218 a. C.), para contrarrestar el
poder de los cartagineses en la zona, lo que acabó por devenir en el
inicio de la conquista del territorio, un lento proceso que duraría casi
dos siglos, hasta que el año 19 a. C. el emperador Augusto daría por
concluido el control de la península. Las bases de actuación romana en la
zona fueron inicialmente Emporion y Rhodae (actuales Ampurias y Rosas),
así como la principal fundación romana en el territorio, Tarraco
(Tarragona).44 Durante este período, los romanos seguramente ocuparían el
enclave íbero situado en Montjuic, para controlar la desembocadura del
Llobregat, un centro estratégico. Cabe suponer igualmente que durante
este período se produciría una aculturación entre la población autóctona
y los recién llegados.45

Restos arqueológicos romanos, Museo de Historia de Barcelona.


Según parece, fue durante el reinado de Augusto (27 a. C.-14 a. C.) —el
cual supuso la conversión de la República romana en imperio— cuando se
fundó la colonia que daría origen a la ciudad, bautizada como Barcino,
seguramente como latinización del nombre íbero Barkeno. Fundada entre el
15 a. C. y el 10 a. C., el asentamiento se ubicó en un pequeño
promontorio del llano de Barcelona cercano a la costa, el monte Táber (25
msnm).46 El principal motivo de la elección de este lugar debió ser
seguramente su puerto natural, si bien los aluviones de las torrenteras y
la sedimentación de arena de las corrientes litorales irían dificultando
el calado del puerto.47 El nuevo poblado recibió el nombre completo de
Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino.48nota 2 Los primeros
pobladores parecen haber sido legionarios licenciados de las guerras
cántabras, libertos de la Narbonense y colonos itálicos.53

Mosaico de las Tres Gracias, el más antiguo hallado en la ciudad (siglos


iii-iv), Museo de Arqueología de Cataluña (Barcelona).54
Barcino tomó la forma urbana de castrum inicialmente, y oppidum después,
con los habituales ejes organizadores cardo maximus (actuales calles
Llibreteria y Call) y decumanus maximus (calles Obispo, Ciudad y
Regomir); nota 3 en la confluencia de ambos se hallaba el forum (plaza de
San Jaime), la plaza central dedicada a la vida pública y a los
negocios.56 Desde este centro, la ciudad seguía un trazado ortogonal, con
manzanas cuadradas o rectangulares, siguiendo una disposición de mallas
que partía de dos ejes principales: un orden axial horizontal (noroeste-
sudoeste) y otro vertical (sudeste-nordeste), los cuales marcarían el
futuro trazado de la ciudad, y sería recogido por Ildefonso Cerdá en su
Plan de Ensanche de 1859.57 El papel estratégico de Barcino, punto de
llegada de los grandes ejes norteño —Vía Augusta— y mediterráneo, otorgó
a la ciudad desde muy pronto un activo desarrollo comercial y económico;
desde muy pronto también disfrutó de exención de impuestos.53 El máximo
esplendor de la época romana se dio durante los siglos ii y iii, con una
población que debía oscilar entre los 3500 y 5000 habitantes.58 Por otro
lado, hacia el siglo iv Barcino había ya desplazado a Tarraco como
referente de la región.59

Portal del Bisbe, antigua puerta Praetoria de la Barcino romana, con las
dos torres de defensa y restos de la muralla y del acueducto.
La principal actividad económica era el cultivo de tierras circundantes,
especialmente la vid, que tenía buena fama y se exportaba a otras áreas
del imperio como la Galia, Italia, el norte de África e incluso en la
frontera germánica.60 Además del vino, se exportaba cerámica, sal de las
minas de Cardona y salazón de pescado (garum).61 Por el valor de los
restos arqueológicos (tamaño del templo, abundancia de esculturas,
mosaicos, ánforas) se ha determinado que los habitantes gozaron de un
buen nivel de vida; sin embargo, no hay evidencias de que la ciudad
tuviese teatro, anfiteatro ni circo.60

El gobierno de la ciudad seguía el modelo que el imperio otorgaba a las


colonias, que era relativamente autónomo. El municipio tenía jurisdicción
sobre la ciudad (urbs) y el área rural que la rodeaba (territorium). La
curia municipal (ordo decurionum), formada por un centenar de miembros
(curiales), administraba todos los aspectos de la ciudad, tanto políticos
como administrativos y judiciales.62 Las clases sociales se dividían
entre ciudadanos (cives), domiciliados sin ciudadanía (incolae),
residentes transitorios (hospites) y esclavos.63 Entre los pocos
barcinoneses con nombre propio conocido destaca Lucio Minicio Natal
(siglo ii), tribuno militar, cuestor, pretor, senador, cónsul y augur, y
ganador además de una prueba de carreras de cuadrigas en los antiguos
Juegos Olímpicos (año 129).64

Necrópolis romana, plaza de la Villa de Madrid.

Restos de las columnas del templo de Augusto.


El recinto de Barcino estaba amurallado, con un perímetro de 1,5 km, que
protegía un espacio de 10,4 ha.65 La primera muralla de la ciudad, de
fábrica sencilla, se comenzó a construir en el siglo i a. C. Tenía pocas
torres, solo en los ángulos y en las puertas del perímetro amurallado, de
las que había cuatro: la Praetoria (plaza Nueva), la Decumana (calle
Regomir), la Principalis Sinistra (plaza del Ángel) y la Principalis
Dextra (calle del Call).55 Sin embargo, las primeras incursiones de
francos y alamanes a partir de los años 250 suscitaron la necesidad de
reforzar las murallas, que fueron ampliadas en el siglo iv. La nueva
muralla se construyó sobre las bases de la primera, y estaba formada por
un muro doble de 2 metros, con espacio en medio relleno de piedra y
mortero. El muro constaba de 81 torres de unos 18 m de altura, la mayoría
de base rectangular (diez con base semicircular, situadas en las
portaladas).66

En el foro de la ciudad se concentraban las construcciones dedicadas a


los negocios, la justicia, las termas o baños públicos, y era el lugar
donde las autoridades se reunían en la Curia y la Basilica.62 Aquí se
hallaba el templo de Augusto, construido pocos años después de la
fundación de la ciudad, probablemente a finales del siglo i a. C. Era un
edificio de planta rectangular, sobre podio, hexástilo y períptero, con
una columnata de orden corintio, de unos 35 m de largo por 17,5 de ancho,
unas dimensiones considerables para la ciudad. Actualmente solo se
conservan cuatro columnas y partes del podio y del arquitrabe,
conservadas en el interior de la sede del Centro Excursionista de
Cataluña.67

Del resto de elementos urbanos conservados de época romana conviene


resaltar la necrópolis, un conjunto de tumbas situado en el exterior del
área amurallada, en la actual plaza de la Villa de Madrid: cuenta con más
de 70 tumbas de los siglos ii y iii, descubiertas casualmente en 1954.68
También hay restos de dos acueductos que conducían las aguas hacia la
ciudad, uno de ellos desde la sierra de Collserola, al noroeste, y otro
desde el norte, tomando agua del río Besós; ambos se unían enfrente de la
puerta Praetoria de la ciudad (actual plaza Nueva).69 Otros restos son
los de una domus (casa familiar) situada en la calle San Honorato, en el
subsuelo del edificio del Departamento de Presidencia de la Generalidad
de Cataluña, originarios del siglo iv y excavados en 2003. Una parte
significativa de la antigua Barcino es visible en el subsuelo
arqueológico del Museo de Historia de Barcelona, donde también se
encuentran testimonios de sus monumentos y de la vida cotidiana de sus
habitantes.70

Barcelona paleocristiana

Piscina bautismal de la basílica paleocristiana de la Santa Cruz (siglo


vi), Museo de Historia de Barcelona.
Las primeras comunidades cristianas comenzaron a establecerse pronto en
la región: en 259 se creó la diócesis de Tarraco. En Barcino, hay
constancia de una primitiva comunidad y obispo propio entre 260 y
principios del siglo iv, período en el que surgieron las primeras
veneraciones a cristianos martirizados durante la persecución de
Diocleciano. Es el caso de san Cucufate, que fue martirizado en Castrum
Octavium (actual San Cugat del Vallés);71 o de santa Eulalia, martirizada
en Barcelona el año 303, a los 13 años. Fue canonizada en 633 y, más o
menos en esa fecha, fue declarada patrona de Barcelona; la catedral de la
ciudad está consagrada a ella, además de a la Santa Cruz, su primera
advocación como basílica paleocristiana.72

El cristianismo fue legalizado el año 313 por el emperador Constantino, a


través del edicto de Milán.73 Por estas fechas aparece como obispo
legendario de la ciudad san Severo, el cual sin embargo no está
documentado; el primer obispo conocido de Barcino fue Pretextato, quien
en el año 347 asistió al sínodo antiarriano de Sárdica (Bulgaria), con
Osio de Córdoba. Le sucedió san Paciano (c. 360-390), considerado Padre
de la Iglesia.74

A finales del siglo iv, los municipios bajo el poder de Roma comenzaron a
perder poder, ante la demanda por parte del Imperio de más recursos
económicos, lo que finalmente derivó en la ruralización de parte de la
población y un moderado autogobierno de la ciudad. Finalmente, tras la
muerte de Teodosio I (395), se produjo la separación definitiva del
Imperio romano en dos: el Imperio romano de Oriente y el Imperio romano
de Occidente. Durante este período Barcelona fue la capital de dos
usurpadores del trono imperial: Máximo (409-411), un noble hispano que
tomó el control de la Tarraconense, hasta ser capturado y ejecutado por
el emperador Honorio;75 y Sebastián (444).76 Máximo llegó a acuñar unas
monedas con la marca SMBA (Sacra Moneta Barcinonensis).77

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