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El poder: ¿maquinaria de gobierno?

A partir del siglo XVIII han emergido unas formas de gobierno, técnicas y dispositivos
de poder bastante particulares con el propósito de gobernar a los hombres. Las técnicas
y dispositivos tienen como campo de acción el nexo social, es allí donde se teje un
sinfín de relaciones en las cuales se desplaza el poder y el gobierno. Hay que tener
presente que tanto el poder como el gobierno no son de carácter estático, sino que están
en constante movimiento, van de un punto a otro de manera inestable, atraviesan los
cuerpos, produce nuevas cosas, se contradicen o se afirman. Ahora bien, en el siglo
XVIII aparece una forma de gobernar y controlar a los hombres muy particular, la cual
no es nada mas no es nada menos que el pastorado cristiano. Esta forma de poder, y a la
vez forma de gobierno tiene como propósito vigilar, administrar la vida de los hombres,
con la finalidad de salvar sus almas. Con la emergencia del pastorado, aparece una
nueva forma de gobierno, una preocupación ya no por el cuidado del alma de los
hombres para que tengan una mejor vida en otro lugar, sino de cuidarlos para que
tengan una mejor vida en esta tierra.

El poder y el gobierno, son una maquinaria que opera de manera conjunta, pero esto no
implica que sean lo mismo. El poder tiene a su favor técnicas, dispositivos para
controlar y vigilar la población, mientras que el gobierno se encarga de administrar,
todas esas particularidades que surgen para poder conducir la vida de los hombres y
llevarlos por el buen camino; un ejemplo de esto puede ser la instituciones de salud o las
mismas empresas, quienes se preocupan por que sus pacientes vayan a sus citas
médicas, tomen sus medicamentos, coman saludable, etc. Hay toda una administración
de la vida y también de su muerte, un gobierno de los hombres, un interés por su
cuidado, que a su vez está atravesado por unas estrategias de poder que permite la
administración de la conducta de los hombres. Los dispositivos de poder, como bien
pueden ser la escuela, la prisión, o cualquier otra institución, maneja unas técnicas de
control y vigilancia que operan sobre los cuerpos y dentro de esas mismas instituciones
hay toda una maquinaria de gobierno que se encarga de administrar todas esas acciones
y nuevas emergencias de comportamiento que producen el poder; pero esto no quiere
decir que por fuera de las instituciones no existan, recordemos que ambos se mueven en
el nexo social. Es pertinente mencionar que el poder no es de carácter subyugador ni el
gobierno soberano, es totalmente opuesto a lo que plantean los ingleses, quienes tienen
una perspectiva de estos dos conceptos totalmente diferente al pensamiento de Michel
Foucault.

Entre los ingleses, los conceptos de poder y gobierno comparten algo en común, son de
carácter opresor y tienen una materialización física en un personaje específico.
Pensadores como Hobbes, John Locke, plantean que el poder se ejerce por medio de la
fuerza y solo por medio de la fuerza, es decir, opera de manera violenta, si tiene que
destruir lo hace para alcanzar sus propósitos. En el caso del gobierno, este tiene como
representante un soberano, que se encarga de dictar la ley y también de dejar caer su
peso sobre quien ha cometido una falta o es considerado enemigo. El gobierno aquí no
hace referencia a la administración de la vida de los hombres, sino que se centra el
territorio, en cuidar y protegerlo y si es posible en extenderlo. Dentro esta misma forma
de pensamiento también podemos incluir a Rousseau y como olvidar a Maquiavelo,
quien ha escrito uno de las más importantes obras políticas de como gobernar.
Podríamos atrevernos a decir, que el gobierno y el poder en estas corrientes filosóficas
apuntan a un control por medio de la violencia tanto del territorio como de los hombres
que hacen parte del régimen en el que se encuentran.

En el caso de Hobbes, el hombre primeramente vive en un estado de naturaleza y luego


construye un pacto de unión. En el estado de naturaleza prevalece la inseguridad y el
temor, de ahí que surja la lucha constante de todos contra todos. Hay una disposición a
hacer el mal de manera recíproca, es decir, hay una posibilidad muy grande de que
todos se destruyan, ya sea por la ausencia de bienes o por las ansias de poder. Hay una
voluntad entre los hombres de dañarse recíprocamente. Ahora bien, el pacto de unión
surge con el fin de evitar que los hombres se causen daño, el cual consiste en que todos
los hombres se sometan de manera voluntaria frente a un poder soberano, el cual se
encarga de procurar el bienestar y asegurar la vida de los hombres. Es la salida a ese
estado feroz donde hay una lucha constante de todos contra todos por una única cosa,
poder sobre los demás hombres. Con el pacto de unión nace lo que Hobbes llama la
sociedad civil, la cual es de carácter artificial, pues un invento de los hombres para
poder vivir en conjunto sin que se atente contra la vida. Es preciso mencionar que
aunque el modelo de gobierno y poder que plantea Hobbes está un poco desgastado, aun
se sigue presenciado de alguna manera, nada más pensemos en los encuentros de la
fuerza pública con los grupos de movilización en la marchas, lo que se presencia es una
represión total de carácter soberano frente a quienes reclaman sus derechos; otro caso
puntual, la situación colombiana, el soberano hace lo que le plazca, niega lo que le
conviene y responde de forma violenta o grosera cuando se siente acorralado, y lo peor
de todo, no hay poder ni gobierno para él, aparentemente.

Ahora bien, existe un punto de quiebre, un punto de escape que se opone a cualquier
maquinaria de poder o de gobierno, el cual no es otra cosa que la actitud crítica. La
crítica existe de manera concomitante al poder y al gobierno, es inseparable de esta
maquinaria debido a que es la resistencia, es lo que se opone a un modo de ser
gobernado, y en esa constante batalla, emergen nuevas estrategias, nuevas técnicas de
gobierno, como también nuevos dispositivos de poder y un interés por cómo gobernar.
La crítica hace referencia a no querer ser gobernado de ese modo ni a ese precio, es un
modo de ser, de comportarse frente a unos mecanismos de control, pero también un
modo de relacionarse con los demás, con las cosas, con la cultura, una manera de pensar
y también de actuar. Es un modo de ser que se pone de frente al poder y al gobierno, e
intenta escapar de él, se pone de frente a su adversario, pero también como compañero
de las forma de gobierno, para modificarlas, cambiarlas, hacerlas más justas o
limitarlas. Es pertinente mencionar que la crítica no es negativa, sino que también
produce cosas, por ejemplo, un clérigo puede sugerir cambios en la traducción de su
libro o en la doctrina misma sin dejar de lado y sin alejarse de lo que implica su trabajo.
El gobierno y el poder siempre están en constante movimiento, generando nuevas
técnicas con el fin de abarcar ese modo de ser que se opone a ser dirigido de ese modo y
a ese precio.

La crítica interroga el gobierno, cuestiona el poder y lo pone en juego. El no querer ser


gobernado implica de inmediato no aceptar un discurso como verdadero, no aceptar lo
que una autoridad dice como verdad, no acatarlo más que si uno mismo considera
validad las razones para aceptarlo. Este modo de relacionarse pone en juego toda una
maquinaria de gobierno y poder, los coloca en jaque, los inestabiliza y obliga a crear
nuevas técnicas para intentar atrapar ese modo de ser que se saltó la reja.

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