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El jueves Santo 26 de marzo de 1812, alrededor de las 4:00pm, tuvo lugar un sismo que, en
menos de un minuto, devastó la ciudad de Caracas. Casas, iglesias, conventos, hospitales, el
teatro, la cárcel, el cuartel San Carlos, la casa Episcopal y el Cabildo, quedaron en ruinas.
Mientras la población era presa del pánico, la Iglesia católica aprovechó la oportunidad y se
encargó de culpar a las autoridades republicanas de lo ocurrido, señalando que el terremoto
era “… un tormento divino contra los que habían desconocido al rey Fernando VII…”.
En contra de la causa revolucionaria, las fuerzas patriotas obtienen diversos altibajos durante
el año 1812 en la defensa de la Primera República. El descontrol existente y la arremetida de
las filas realistas, obligaron al General Francisco de Miranda a firmar -en la región de San
Mateo- una capitulación el 25 de julio de 1812. Su intención, evitar la anarquía y un mayor
derramamiento de sangre en la Provincia de Venezuela, sin embargo, la difícil decisión, traería
consigo la caída de la Primera República y el restablecimiento del poder español.