Está en la página 1de 7

LAS REVOLUCIONES CONTEMPORÁNEAS

La división de la Cristiandad, la subordinación de la religión a los príncipes, la


violencia
política y religiosa, el desarrollo del Estado moderno y la revolución científica y
filosófica
se encuentran en la raíz de las revoluciones contemporáneas. Para comprender el
proceso revolucionario
francés de finales del siglo XVIII, es necesario considerar las revoluciones de
Inglaterra y la propia independencia de las colonias inglesas de Norteamérica.

1.1 LA QUIEBRA DEL ABSOLUTISMO INGLÉS

1.1.1 JACOBO I. EL ADVENIMIENTO DE LOS ESTUARDO (1603–1689)

El fin de los Tudor en 1603, con la muerte de Isabel I, hizo recaer la Corona por ley
sucesoria en su primo Estuardo, el rey Jacobo VI de Escocia, que reinó en Inglaterra
bajo el
nombre de Jacobo I.
La población católica inglesa depositó, a comienzos de su reinado, algunas
esperanzas
en el hijo de María Estuardo. Pero muy pronto Jacobo I dejó claro que asumía la
realidad religiosa inglesa, persiguiendo a los católicos como el mejor anglicano.
La dinastía Estuardo trasplantada a Inglaterra persiguió los ideales de la realeza
absolutista. Jacobo I, acostumbrado a un país como Escocia, en el que los magnates
territoriales hacían sus propias leyes y el Parlamento contaba poco, se encontró un
reino en el que el militarismo de la alta nobleza había desaparecido y no fue capaz
de ver que el Parlamento representaba el núcleo central del poder nobiliario.
A fines del siglo XVI el Parlamento inglés funcionaba según el sistema de las dos
cámaras. La de los Lores, nombrada por el rey, y la de los Comunes, elegida por un
sistema de sufragio censitario, en el que sólo votaban los propietarios ricos que
pagaban un alto impuesto. El Parlamento se reunía frecuentemente, pero no existía
una periodicidad prefijada.
Esta alta institución representaba por tanto a la antigua nobleza inglesa ligada a la
tierra, pero también a la reciente, vinculada a la ciudad y a los negocios.
Hasta 1612, la actitud de Jacobo I fue moderada. Asesorado por Sir Robert Cecil (†
1612), trató con consideración a las dos cámaras, que se limitaron a votar
impuestos mientras el déficit financiero dejado por Isabel I crecía año tras año. Pero
a partir de 1616 y bajo la influencia de su favorito, el Duque de Buckingham, el rey
prescindió de convocar al Parlamento
para obtener subsidios y recurrió a enajenaciones del patrimonio real, venta de
nuevos títulos nobiliarios y multiplicación de monopolios, vendidos, en su mayor
parte, a particulares próximos a la camarilla de Buckingham.
Cuando el soberano murió, en 1625, el divorcio entre el Parlamento inglés y la
Corona
era evidente. Tal enfrentamiento no se dio sin embargo en Escocia o en Irlanda.

1.1.2 CARLOS I (1625–1642)

En 1625, Carlos I abordo de un modo más consciente la tarea de construir un


absolutismo avanzado. Perdió enseguida la popularidad y mantuvo a Buckingham
como principal consejero, permaneciendo este a su lado hasta 1628, fecha en la
que fue asesinado.
En junio de 1625 convocó al Parlamento por primera vez. Cuando por fin se
reunieron
los Comunes, no recibieron ninguna petición concreta para subvencionar a la
Corona. Votaron apresuradamente el importe de los derechos arancelarios más
importantes,
el Tonage y el Poundage, que más adelante se convertirían en el verdadero caballo
de
batalla del Parlamento, aunque lo hicieron sólo por un año, en lugar de aprobarlos
con carácter vitalicio, como era costumbre al comienzo de cada reinado.
La orientación de su política exterior también debilitó la posición de Carlos I. Desde
sus inicios, las derrotas de la flota inglesa en la guerra contra España, en 1625, y el
fracaso
ante La Rochelle (1627–1628) en el conflicto con Francia, contribuyeron a aumentar
la impopularidad del rey. El Parlamento, que denunció con vigor estas
intervenciones internacionales, fue disuelto indefinidamente por influencia del
propio Buckingham.
Al convocar el segundo parlamento del reinado (febrero de 1626). Carlos I y su
favorito
excluyeron de él a los líderes más destacados de la oposición en el anterior,
nombrándoles
sheriffs. Los Comunes prometieron votar tres subsidios, pero los ataques del
Parlamento a
Buckingham inclinaron a Carlos I a disolverlo.
La crisis llevó inmediatamente a la Corona a asumir poderes extraordinarios,
rompiendo
el tradicional equilibrio entre el rey y las Cámaras.
Pero los ingresos procedentes de los impuestos no fueron suficientes para llevar a
cabo una política de corte absolutista y, por esa misma razón,
en Inglaterra, en 1635, el 60% de los ingresos ordinarios de la Corona ya habían
sido cobrados por anticipado, a través de hombres de negocios que prestaban el
dinero al rey a cambio de tener en su poder las rentas del estado durante varios
años.
A pesar de las tensiones descritas, un nuevo Parlamento abrió sus puertas en 1628.
El
rey se limitó a pedir dinero y, a partir del año siguiente, ordenó la percepción de los
derechos arancelarios sin consultar la renovación a los Comunes. Ante la
orientación que tomó el tercer Parlamento, Carlos I lo disolvió (marzo de 1629).
Tras esta acción, el rey tomó la determinación de gobernar como monarca absoluto,
sin convocar a las Cámaras. Este periodo de gobierno en solitario (1629–1640) se
conoce con el nombre de “la tiranía”. Durante ella, Carlos I tendió a acercarse a la
alta nobleza, mientras el grueso de la gentry y de los nuevos intereses mercantiles
fueron excluidos del concierto real. Sus consejeros durante estos años fueron
Wentworth, antiguo miembro de los Comunes que pasó ahora al servicio del rey con
el título de Conde de Strafford, y para los asuntos religiosos Laud, destacado
enemigo de los puritanos, al que nombró en 1633 arzobispo de Canterbury.
Mientras Strafford dirigía los asuntos financieros, Laud procuró vencer toda posible
oposición al anglicanismo. Su principal problema fueron los puritanos.
Bajo la influencia calvinista, muchos reformados ingleses no aceptaron los
compromisos
del anglicanismo. En Escocia, la Reforma había sido más radical que en Inglaterra.
Esta iglesia, llamada presbiteriana, conservó el espíritu contestatario de la reforma
original.
Rechazaba la estructura jerárquica y autoritaria, el culto a los santos, la fastuosidad
de las
ceremonias y cualquier interpretación de la Biblia que no fuera literal. Este
presbiterianismo se extendió en Inglaterra bajo el nombre de “puritanismo.
Con Jacobo I y Carlos I, todas estas disidencias fueron rechazadas, imponiendo el
anglicanismo.
La distancia entre puritanos y anglicanos fue más grande aún cuando apareció
entre
los obispos ingleses la llamada corriente arminiana, que criticaba ciertas tesis
calvinistas. De hecho, la imposición de la política religiosa de Laud en Escocia fue el
desencadenante de la guerra que se inició allí contra el rey y el principio del fracaso
de la política absolutista de Carlos I.
En 1638, el clericalismo carolino, que ya había amenazado a la nobleza escocesa,
provocó finalmente un levantamiento religioso al imponer una liturgia
anglicanizada. Los estados escoceses se unieron para rechazar las innovaciones y
su alianza contra esa imposición adquirió una inmediata fuerza material.
En febrero de 1638 se puso en marcha el pacto nacional o Covenant. Los
Covenanters
consiguieron establecer un frente sólido en la asamblea. El comisionado del rey,
Hamilton,
suspendió las sesiones, pero la asamblea ignoró su autoridad. Una mayoría de la
nobleza y de la gentry tomó partido desafiando al rey y al clero y, con ayuda de las
ciudades, organizaronun gran ejército que se enfrentó a Carlos I y lo venció en el
corto espacio de unos meses (junio de 1639). Los grandes y los propietarios
reunieron a sus agricultores armados, los burgos proporcionaron fondos para la
causa, y el mando de su ejército, respaldado por los Pares, fue confiado a un
general, Leslie.
El parlamento inglés, convocado finalmente por el rey para que tratara sobre la
derrota
militar ante los escoceses (1640), procedió a suprimir, uno a uno, todos los avances
de la
monarquía Estuardo en materia absolutista. En estas circunstancias, estalló la
rebelión católica en Irlanda. La lucha por conseguir el control del ejército inglés
condujo al Parlamento y al rey a la guerra civil.

1Por absolutismo ha de entenderse, en estricto, el gobierno de los reyes sin el


parlamento. Para el caso francés
nos estaríamos refiriendo al periodo posterior a la revuelta de la Fronda (1648-1653) y
anterior a la convocatoria
de los Estados Generales antes de la Revolución de 1789. No se convocaban desde
1614.

1.1.3 LA GUERRA CIVIL (1642–1649)

El inicio de la guerra civil se concretó en la constitución de un comité insurrecto


generado
en el propio Parlamento, que sublevó a Londres y obligó a Carlos I a huir, en enero
de
1642.
El conflicto enfrentó, por un lado, al rey, que era apoyado por la iglesia anglicana,
sus
prelados y fieles, la alta nobleza, incluso la católica y, en general, los condados del
norte y
del oeste del país. En el bando opuesto se encontraban los jefes puritanos, la
burguesía de las ciudades, los artesanos y asalariados de las grandes ciudades,
sobre todo de Londres, y los campesinos de los condados del Este y del Sur. El
ejército que defendía las posturas del Parlamento fue conocido con el nombre de
Nuevo Ejército Modelo, y sus componentes fueron llamados “cabezas redondas”,
por el especial corte de pelo que les diferenciaba.
El Nuevo Ejército Modelo, dirigido por Cromwell y Fairfax estaba formado por
puritanos fanatizados y bien entrenados. Vencieron al Rey y a los realistas en junio
de 1643, en la batalla de Naseby. Carlos I se quedó prácticamente solo. Durante
cuatro años fue encarcelado y secuestrado varias veces, convirtiéndose en la
moneda de cambio de facciones rivales. Finalmente, fue citado ante los restos del
Parlamento (Rump).
Esta asamblea residual decidió juzgarle por alta traición, condenándole a muerte en
enero de 1649.
1.1.4 LA REPÚBLICA Y EL PROTECTORADO DE CROMWELL (1649–1660)

Tras la desaparición del rey, la monarquía quedó abolida, proclamándose una


República
(Commonwealth) el 19 de mayo de 1649, Al suprimirse la Cámara de los Lores, el
Rump que juzgó a Carlos I era el único órgano detentador de poder. Ejercía
directamente el legislativo y de modo indirecto, el ejecutivo, al nombrar un Consejo
de Estado formado por 41 miembros.
Tanto los miembros del Consejo como los parlamentarios eran destacados hombres
de fe.
La naciente República tuvo que hacer frente a varios problemas. Por un lado, las
oposiciones tanto de signo conservador como de carácter radical y, por otro, los
conflictos abiertos de Escocia y de Irlanda. Con respecto a las oposiciones políticas,
los defensores de la iglesia anglicana y de la monarquía legítima, aunque
silenciados
tras la derrota, no habían desaparecido. Además, desde las filas de los propios
republicanos surgió una tendencia radical, los levelers, que reivindicaron además de
la igualdad política y social, el reparto de tierras. Fue el propio Cromwell, el que
inició un movimiento de depuración, eliminando y encarcelando a los líderes de los
levelers.
En cuanto a los problemas de Escocia y de Irlanda, a pesar de que, tras el inicio de
la
guerra civil, el Parlamento contó con representantes de las llamadas tres repúblicas
(Irlanda,
Inglaterra y Escocia), en Irlanda existía una sublevación desde 1641 que el nuevo
régimen,
sumido en las cuestiones internas inglesas, no pudo aplacar. Por ello, el Rump envió
a Irlanda al Nuevo Ejército Modelo, encabezado por Cromwell (1649–1650),
restableciendo el orden con una brutalidad inusitada y expropiando a los
campesinos católicos, que desde este momento, pasaron a ser aparceros de sus
antiguas propiedades.
Tras zanjar la cuestión irlandesa, el ejército de Cromwell debió hacer frente a los
problemas desatados en Escocia. Allí, el parlamento de Edimburgo había reconocido
como rey, tras la muerte de Carlos I, a su hijo Carlos II.
Cromwell se enfrentó con los ejércitos legitimistas en Dumbar, en septiembre de
1650, y tras su victoria sometió a todo el sur de Escocia.
Cromwell convirtió a Escocia en un país ocupado y vencido en el que no quedó
rastro de
ninguna institución autónoma.
Los triunfos de Cromwell en Irlanda y Escocia le singularizaron como la figura
política
más destacada de la República, mientras, al mismo tiempo, se agravaban las
tensiones
entre el Rump y el Nuevo Ejército Modelo. El ejército reprochaba a los
parlamentarios su
incompetencia y estos se inquietaban por la existencia de un ejército numeroso y
disciplinado que se inmiscuía constantemente en los asuntos políticos. Finalmente,
Cromwell decidió eliminar al Rump de acuerdo con el Consejo de Oficiales del
ejército, disolviendo por la fuerza el parlamento (abril de 1653).
Tras la disolución del Rump, Cromwell instituyó un nuevo Consejo de Estado, de 13
miembros, y convocó un nuevo parlamento de 70 diputados, no elegidos sino
nombrados por el Consejo de Estado. Este parlamento fue inoperante y se
autodisolvió ocho meses después de la desaparición del Rump. Días después, un
texto elaborado por el Consejo de Estado y por el Consejo de los Oficiales confió el
poder a Cromwell con el título de “Lord Protector” de la República de Inglaterra,
Escocia e Irlanda. Durante el “protectorado” ejercido por Cromwell (1653–1658), se
pretendió una remodelación profunda del país, pero en realidad no se resolvió
ninguno de los grandes problemas que había planteado la desaparición de la
monarquía.
Con respecto al orden moral y religioso, la República de Cromwell fue
extremadamente
estricta, según las directrices puritanas. Se prohibieron diversiones ancestrales
como
las carreras de caballos, los bailes y el teatro, se cerraron los cafés y los burdeles,
se prohibieron los duelos y se castigó el adulterio con la muerte. Esta postura
religiosa tuvo consecuencias en el terreno de la educación, pues la lectura de la
Biblia y la multiplicación de escuelas de religión favorecieron la alfabetización.
En cuanto a la política exterior llevada a cabo por la República, Cromwell no
encontró
una oposición abierta en los países monárquicos y católicos, sino en la republicana
y protestante Holanda. En efecto, fueron los conflictos de intereses comerciales y
coloniales los que llevaron a la Commonwealth a un enfrentamiento exterior. Tras la
primera guerra angloholandesa (mayo 1652 – abril 1653), las Provincias Unidas
aceptaron el Acta de Navegación proclamada por el Rump en 1651, que reservaba
a los barcos ingleses el comercio de importación de productos extranjeros a las Islas
Británicas, privando así a los holandeses de un fructífero comercio de redistribución.
Antes de morir (1658), Oliver Cromwell restableció la Cámara de los Lores y obtuvo
del Parlamento el derecho para designar a su sucesor. El elegido fue su hijo Richard,
que no poseía el carisma político y militar de su padre y que se vio obligado a
abdicar el 25 de mayo de 1659. Tras su renuncia, el poder ejecutivo quedó en
manos del Consejo de Oficiales, que convocó en varias ocasiones el Rump. El clima
de anarquía existente propició la convocatoria de elecciones parlamentarias en
1660. El nuevo Parlamento, conocido con el nombre de Parlamento Convención,
incluyó entre sus miembros una importante mayoría monárquica. En mayo de ese
año, tanto los Lores
como los Comunes aprobaron la restauración monárquica en la persona de Carlos II
(27
de mayo de 1660). No obstante, la Restauración no puso las cosas en la situación
de 1642. La larga crisis experimentada durante estos años sirvió para fortalecer la
institución parlamentaria.

1.1.5 LA RESTAURACIÓN MONÁRQUICA Y EL REINADO DE CARLOS II


(1660–1685)

Tras la restauración, Inglaterra vivió un periodo de reacción a la revolución


puritana. El Parlamento Cavalier, elegido tras la proclamación de Carlos II, inició una
política de revancha en la que se inscribieron acciones
como la persecución de destacados personajes de la República, la depuración del
ejército
republicano, y la devolución de tierras a los emigrados y a la iglesia anglicana. Las
disidencias protestantes no tuvieron cabida mientras los católicos se beneficiaron,
sobre el papel, de una amplia tolerancia que les permitió mantener su culto y
acceder a cargos públicos, aunque la opinión inglesa, en su mayoría, siguió siendo
tan intransigente como antes con respecto a ellos.
El Triennal Act, votado en 1664, estableció que el rey no podía prescindir del
parlamento durante más de tres años.
En política exterior, la única medida impopular que adoptó Carlos II durante los
primeros
años de su reinado fue la venta de Dunkerque a Francia, en 1662. Pero las otras dos
acciones emprendidas por el monarca, fueron aplaudidas y ratificadas por el
Parlamento.
A partir de 1668, el rey se inclinó hacia una política más personal de alianza con
Francia y tolerancia hacia los católicos. Apoyándose en su Consejo Privado
pretendió conseguir dinero sin recurrir al Parlamento y firmó con Luis XIV, en 1670,
el tratado de Douvres, por el que, a cambio de 225.000 libras, se comprometió a
ayudar a Francia contra Holanda y, en cláusulas secretas, aceptó trabajar por el
restablecimiento del catolicismo en Inglaterra.
En 1672, con la guerra anglo–holandesa ya iniciada (1672–1674), el rey emitió una
declaración sin consultar con el Parlamento, en la que concedía la libertad de culto
a los católicos y a los protestantes disidentes. El Parlamento reaccionó e impuso al
rey una rectificación
de la orden, además del mantenimiento del Hill of test, que obligaba a los
funcionarios a
rechazar los dogmas de la iglesia romana.
Durante esta última y dilatada etapa parlamentaria, se habían gestado dos
tendencias
políticas con una línea coherente y a las que se empezó a denominar partidos; uno
liberal, los whigs, antiaristocrático y hostil a los personajes más absolutistas de la
familia real
y otro conservador, los tories, según el cual no podía existir un estado poderoso sin
una fuerte autoridad real, por lo que defendían a la alta aristocracia, a la Iglesia
anglicana y al ejército.
Tras la disolución del Parlamento, las elecciones para elegir uno nuevo giraron en
torno al problema sucesorio, ya que Carlos II no tenía un heredero directo. La
Cámara de los Comunes que salió de las elecciones en febrero de 1679 fue de
mayoría whig y votó el bill de exclusión, que apartaba al Duque de York de la
sucesión. El rey no aceptó esta decisión, disolvió el órgano recién elegido, y volvió a
convocar nuevas elecciones. Esta maniobra hubo de repetirla dos veces más, y ante
el reiterado peso de los whigs en la Cámara de los Comunes, en marzo de 1681,
disolvió ambas cámaras. Finalmente, Carlos II, converso al catolicismo en su lecho
de muerte, murió en febrero de 1685.

1.1.6 EL REINADO DE JACOBO II (1685–1688)


Como los lores no votaron el bill de exclusión, el Duque de York sucedió a su
hermano
sin dificultad, con el nombre de Jacobo II. De hecho, este rey fue tolerado por su
avanzada edad (52 años) y porque tanto sus herederas como sus esposos eran
protestantes, aunque
no dejó de orientar la vida religiosa del país hacia el catolicismo.
En julio de 1688 su esposa, también católica, dio a luz un niño cuyos derechos
primaban
sobre los de las princesas protestantes fruto de su primer matrimonio. El
acontecimiento
inquietó al mismo tiempo a los ingleses, que se encontraron ante la perspectiva de
una sucesión católica, y a Guillermo de Orange, que necesitaba la alianza inglesa
contra la Francia de Luis XIV. El Parlamento se planteó seriamente cambiar de rey y
las esperanzas recayeron en el yerno de Jacobo II. Guillermo de Orange, estatúder
de las Provincias Unidas, fue solicitado tanto por los whigs como por los tories, y a
sus instancias atravesó el mar del Norte, el 1 de noviembre de 1688.
El príncipe fue investido sin batalla por el entusiasmo popular, que proclamó la
afirmación de la religión protestante y la libertad del Parlamento, mientras Jacobo
II huyó sin intentar una mínima defensa. El 28 de diciembre de 1688, Guillermo de
Orange
entró en Londres.

1.1.7 LA “GLORIOSA REVOLUCIÓN” DE 1689

Al llegar a Londres, Guillermo de Orange no se apoderó de la Corona. Hizo que los


Lores le
confiaran el gobierno provisional del reino y decidió elegir una nueva cámara de los
Comunes, a fin de constituir un Parlamento Convención. En él se realizó, en muy
poco
tiempo, un gran trabajo legislativo.
En febrero de ese año, Guillermo y María fueron proclamados conjuntamente reyes
de Inglaterra y prestaron juramento al bill of Rigths bajo los principios de John Locke
(1652-1704), en donde se enumeraban como leyes fundamentales los principios
violados por los Estuardo. En este documento quedaron reafirmadas también las
leyes de Habeas Corpus, base de todo régimen liberal, y las libertades de reunión y
opinión,
mientras que la libertad de conciencia quedó limitada a las iglesias reformadas.

También podría gustarte