Está en la página 1de 5

1.1 La restauración.

Tras el derrocamiento de Napoleón, los representantes de las potencias europeas (Reino


Unido, Prusia, Austria y Rusia) se reunieron en el Congreso de Viena con el objetivo de
dejar atrás los principios del liberalismo y el nacionalismo. El Congreso pretendía
restaurar el Antiguo Régimen, recuperar el control de Europa y vigilar a Francia para
evitar una reedición de su imperio. Los principales acuerdos del Congreso fueron:

— Restauración de las monarquías absolutistas y del principio de legitimidad, por el


que se restituía en el trono a los monarcas depuestos por la Revolución (Luis XVIII,
nieto de Luis XVI, ocupó el trono francés) o por Napoleón (Fernando VII en España). >
Doc. 16

— Establecimiento de nuevas fronteras, lo que significó la desintegración del Imperio


napoleónico y la ampliación de las fronteras de las potencias absolutistas. > Doc. 17

— Regulación de una nueva política internacional que garantizara el orden


absolutista y comprometiera a las potencias a intervenir política y militarmente en
cualquier Estado donde la monarquía peligrase.

Para llevar a cabo esta política, se establecieron sistemas de alianzas, entre los que
destacó la Santa Alianza (1815), promovida por Rusia, Austria y Prusia, que se
comprometieron a defender el absolutismo y el cristianismo y a ayudarse mutuamente
en caso de revueltas liberales.

La Restauración va a suponer por tanto la vuelta de las dinastías a sus Estados.

1.2 Las revoluciones liberales.

Durante la primera mitad del siglo xix, se produjo en Europa una serie de
levantamientos revolucionarios dirigidos por la burguesía con la intención de
derrocar el absolutismo para instaurar gobiernos liberales. En muchas ocasiones,
estos levantamientos contaron con la participación de las clases populares, que
reivindicaban mejoras de sus condiciones de vida. Por otro lado, en algunos casos,
las revueltas liberales estuvieron acompañadas de reivindicaciones nacionalistas.

Causas:

Principalmente se debió a nacionalismo y liberalismo.


El Liberalismo era la doctrina política y económica que se impuso tras la caída
del Antiguo Régimen. Ideológicamente, el pensamiento liberal se inspiraba en las ideas
de los filósofos de la Ilustración del siglo XVIII.
Durante la primera mitad del siglo XIX el Liberalismo fue una ideología revolucionaria
impulsada por la burguesía y las clases populares urbanas. A partir de 1830 los intereses
de ambos fueron separándose respecto al alcance de los derechos individuales, de ahí
que surgieran dos tendencias liberales: el liberalismo doctrinario y el democrático.
El Nacionalismo será otra de las causas ideológicas de las revoluciones que se
enfrentaron a la Europa de la Restauración. Se trata de una doctrina surgida a comienzos
del siglo XIX, cuyo orígen se remonta a la Revolución Francesa y al Imperio
Napoleónico. Los nacionalistas defendían el derecho de los pueblos a ejercer el poder
soberano sobre el territorio en que viven; es decir, la soberanía nacional frente al
derecho dinástico de los monarcas absolutos.
Lo mismo que el Liberalismo, también se dividirá en dos tendencias: el
nacionalismo conservador y el democrático.

Las Revoluciones de 1820 

Las primeras revueltas liberales consistieron, sobre todo, en insurrecciones armadas


de militares que contaban con el apoyo de la burguesía. Su objetivo era poner fin al
absolutismo y establecer monarquías de carácter liberal y constituciones moderadas.

Estas revoluciones van a encontrarse caracterizadas por:

- La influencia de la Constitución española de 1812.


- Los levantamientos no van a surgir del pueblo y van a contar con un escaso
apoyo popular, a excepción del caso de Grecia. Van a ser levantamientos
preparados por organizaciones secretas, compuestas en su mayor parte por
militares.
- El desarrollo de los hechos es similar en las tres penínsulas mediterráneas, cuya
suerte queda determinada por la intervención extranjera.

Ante esta oleada revolucionaria, no se hizo esperar la reacción de las potencias


de la pentarquía (Cuádruple Alianza más Francia).

Las revoluciones de 1820 se iniciaron cronológicamente fuera de Europa, con


la independencia de las colonias españolas y portuguesas de América. Sus causas
fueron el deseo de los criollos de hacerse con el poder y la debilidad política y militar de
España, junto a la difusión de las ideas ilustradas y el ejemplo reciente de la revolución
norteamericana.

Dieron comienzo en España con el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan,


que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de 1812 y dio origen al Trienio
Liberal, que acabó con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, tras el Congreso de
Verona de 1822, que restablecieron el absolutismo.

El ejemplo español se extendió a Portugal e Italia, donde las insurrecciones de los


carbonarios en Nápoles obligaron a Fernando I a dar una Constitución, lo mismo que en
Piamonte, pero la intervención de las tropas austriacas restableció el orden absolutista
en los dos casos. 
En Rusia estalló la revolución decembrista de 1825, un levantamiento de oficiales del
ejército contra el zar Nicolás I, sucesor de Alejandro I pero también fracasó por falta de
organización.
En Grecia por el contrario la revolución triunfó. El movimiento de resistencia de los
griegos contra el Imperio Turco, bajo cuyo dominio se encontraban, se inició en el
Congreso de Epidauro (1821) desencadenándose así una guerra de independencia.
Finalmente, en el Tratado de Adrianópolis (1829) el Imperio Turco reconoció la
independencia de Grecia que se convirtió en reino.

Así mismo, el 2 de octubre de 1823 se publicará la Doctrina Monroe, la cual


proclamaba que el Nuevo Continente no podía objeto de colonización por las potencias
europeas.

Las Revoluciones de 1830 

Entre 1830 y 1835 se produjo un segundo ciclo revolucionario protagonizado de nuevo


por la burguesía, a la que se sumaron las clases populares, que expresaron su
descontento en un contexto de crisis social y económica.

La primera y más importante se dio en Francia y desde allí pasará a otros países
europeos. Fue una revolución parisina que estalló el 25 de julio contra Carlos X y el
predominio de los ultras en el gobierno, al intentar el monarca volver al absolutismo. La
revolución vino precedida de una grave crisis económica que causó malestar social y
fue apoyada por republicanos, intelectuales, monárquicos moderados y grandes
financieros. Tras tres días de barricadas, Carlos X hubo de exiliarse y se proclamó rey a
Luis Felipe de Orleáns que implantó una monarquía constitucional. Con él se inició
la Edad de Oro de la alta burguesía francesa.
Bélgica se sentía humillada por Holanda, a la que estaba unida desde el Congreso de
Viena. Además existían grandes diferencias entre ambas. Bélgica era católica, hablaba
francés o valón y tenia una burguesía industrial proteccionista; Holanda era protestante,
hablaba el holandés y su burguesía era comercial y librecambista. Los belgas
consiguieron separarse de Holanda gracias a la ayuda de Inglaterra y Francia. Leopoldo
I fue nombrado rey constitucional.
En Polonia los nacionalistas proclamaron la independencia de Rusia en 1830 pero, al no
contar con ayuda exterior ni apoyo del campesinado, la revolución fracasó y los rusos
reprimieron la revolución de forma sangrienta.
En Italia estallaron también insurrecciones en Piamonte, Parma, Roma y Nápoles que
fracasaron por la desunión entre ellos y por la intervención de Austria. Tras el fracaso,
Mazzini fundó la Joven Italia.
En Alemania los revolucionarios consiguieron que los príncipes aprobaran textos
constitucionales en algunos estados (Hannover, Sajonia...) pero la unidad fracasó.
Lograron que triunfará la unión aduanera o Zollverein en 1834, impulsada por Prusia,
que servirá de base a la unidad.
En Suiza se abolió la Constitución aristocrática.
En España triunfó definitivamente el régimen liberal en 1833 con Isabel II, lo mismo
que ocurrió en Portugal.
En Inglaterra no hubo revolución pero los liberales consiguieron en 1832 una reforma
politica que ampliaba el derecho de sufragio y ampliaba los derechos individuales.
Tras el paso de las revoluciones de 1830, Europa quedó dividida en dos bloques: el
occidental, liberal y constitucional, y el oriental, conservador y aristocrático, integrado
por Austria, Prusia y Rusia.
Las Revoluciones de 1848 

En 1848 tuvo lugar la llamada “'primavera de los pueblos'”, última oleada


revolucionaria europea, de mayor amplitud que la de 1830, y que puso fin al sistema de
la Restauración. 
La revolución presenta unas características comunes. Por una parte, su carácter liberal
y nacionalista y su contenido democrático, ya que los revolucionarios luchaban por el
sufragio universal y la soberanía popular frente a la nacional. 
Participaron en ella diferentes clases sociales, desde la burguesía industrial y financiera
hasta el proletariado, movido por su penosa situación social (hambre, enfermedades,
paro) y por la aparición del socialismo premarxista, dirigido por intelectuales -ciertos
autores consideran las revoluciones del 48 como un enfrentamiento de clases-. Vino
precedida por la crisis de 1847, que fue agrícola, industrial y bursátil. Según los
historiadores Droz y Labrousse la crisis agravó la situación, pero no puede decirse que
la provocó, si bien dio lugar a tensiones sociales De nuevo fue Francia la cuna de la
revolución. La monarquía de Luis Felipe había supuesto la llegada al poder de la alta
burguesía que lo había utilizado para su exclusivo beneficio económico, marginando a
la mediana y pequeña burguesía, al campesinado y al proletariado gracias al sufragio
censitario (sólo votaban 200.000 en una población de 35 millones de habitantes.
Legitimistas, bonapartistas, republicanos y socialistas utópicos) se aliaron contra el
gobierno. Guizot rechazó la petición de reforma constitucional, restringiendo las
libertades.
Las malas cosechas de 1846 y 1847 provocaron la subida del pan y desencadenaron la
crisis agrícola, que se acompañó de crisis textil y financiera, lo que trajo consigo el paro
y la inseguridad para los obreros, generando malestar económico y el estallido de
motines de subsistencias en el campo.
La confluencia de estos factores políticos, económicos y sociales, desencadenaron las
revueltas de los días 22, 23 y 24 de febrero en París. Se alzaron barricadas, se asaltó el
Palacio real y el ejército terminó confraternizando con los insurrectos. Luis Felipe
abdicó y se proclamó la II República.
En abril se formó un Gobierno Provisional que abarcaba desde republicanos moderados,
como Lamartine, hasta socialistas utópicos, como Louis Blanc. Se impulsó un programa
de reformas políticas y sociales, estableciéndose el sufragio universal masculino y
aboliendo la pena de muerte y la esclavitud. Se crearon los Talleres Nacionales,
dirigidos por el Estado, para intentar paliar el paro obrero.
Pero la alianza social duró poco. El Gobierno con mayoría de republicanos moderados
decretó que los obreros en paro entre 18 y 25 años debían ingresar en el ejército o ir a
trabajar a provincias. El proletariado respondió alzándose contra la burguesía en las
jornadas del 22 al 26 de junio. Pero el ejército reprimió duramente la sublevación, y
hubo más de 1.500 muertos y 25.000 detenidos. Fue una dura lección para los obreros,
que en adelante tendrán que hacer su propia revolución.
En diciembre Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, fue elegido presidente
de la República, gracias al apoyo de la burguesía, el campesinado y los católicos. A
pesar de que había sufragio universal, las libertades se recortaban cada vez más. El
Segundo Imperio fue proclamado en 1851.
El movimiento revolucionario se propagó desde Paris al resto de Europa. En el Imperio
Austriaco se desencadenaron en 1848 levantamientos de estudiantes, obreros y pequeña
burguesía y milicias tanto en Viena como entre nacionalistas checos, húngaros e
italianos. Aunque no todos tenían los mismos objetivos, lograron implantar una
monarquía constitucional y el canciller Metternich salió del poder. Con ayuda de Rusia,
el nuevo emperador Francisco José logró restaurar el absolutismo.
En Italia los revolucionarios luchaban a la vez por la libertad y por la unidad. Los
nacionalistas llegaron a declarar Repúblicas independientes en Venecia, Toscana y
Roma, pero fracasaron. Derrotados por los austriacos en Lombardía y el Véneto, vieron
cómo los franceses reponían al Papa en Roma. Al finalizar, solamente el reino
de Piamonte, en manos de los Saboya, era liberal y constitucional.
En Alemania la revolución de 1848 fue muy importante. Los patriotas consiguieron
establecer constituciones en 39 Estados y se convocó una Asamblea nacional que
nombró regente a Juan de Habsburgo. Este Parlamento de Francfort resultó ineficaz,
ya que no contaba ni con dinero, ni armas, ni funcionarios y además estaba dividido. Por
miedo a los obreros, los parlamentarios ofrecieron la corona alemana al rey Federico
Guillermo IV de Prusia, quien no la aceptó. Así pues, fracasó la revolución, aunque en
Prusia se mantuvo un régimen constitucional muy censitario.

También podría gustarte