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Moni & Sofía Belikov
Sofía Belikov
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Sofía Belikov
Parte I Capítulo 21 Capítulo 43
Capítulo 1 Capítulo 22 Capítulo 44
Capítulo 2 Capítulo 23 Capítulo 45
Capítulo 3 Capítulo 24 Capítulo 46
Capítulo 4 Capítulo 25 Capítulo 47
Capítulo 5 Capítulo 26 Capítulo 48
Capítulo 6 Capítulo 27 Capítulo 49
Capítulo 7 Capítulo 28 Capítulo 50
Capítulo 8 Capítulo 29 Parte III
Capítulo 9 Capítulo 30 Día 1
Capítulo 10 Capítulo 31 Día 2
Capítulo 11 Capítulo 32 Día 3
Capítulo 12 Capítulo 33 Día 4
Capítulo 13 Capítulo 34 Día 5
Capítulo 14 Capítulo 35 Día 6
Capítulo 15 Capítulo 36 Día 7
Capítulo 16 Capítulo 37 Día 8
Capítulo 17 Capítulo 38 Epílogo
Capítulo 18 Capítulo 39 Agradecimientos
Capítulo 19 Capítulo 40 Sobre el Autor
Capítulo 20 Capítulo 41
Parte II Capítulo 42
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Puede pasar en un latido.
Un minuto, está besando a su novio, y al siguiente está perdida en el
bosque. Ellie Cox, de dieciséis años, está quedándose sin tiempo. Comenzó con
algo pequeño… como olvidar conducir a casa o una conversación con un
amigo. Pero sus pérdidas de memoria están empeorando, haciendo más difícil
hacerlo pasar como despiste. Cuando Ellie desaparece por tres días, y despierta
en el apartamento de un tipo misterioso, uno que definitivamente no es su
novio, su vida comienza a salirse de control.
Al borde de la locura, y con horribles recuerdos de su infancia saliendo a
la luz, Ellie lucha por unir las pedazos de lo que ha olvidado, comenzando con
el nombre que la persigue; Gwen.
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Y el día llegó
cuando el riesgo arraigado
firmemente al capullo
fue más doloroso
que el riesgo que cargaba
la flor.
—Anais Nin.
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Traducido por Snow Q
Corregido por Amélie.
—¿No lo recuerdas?
En las últimas veinticuatro horas, he escuchado esas palabras tres veces
hasta ahora. La primera vez, ayer, cuando olvidé esperar a Dani después de la
escuela. Supuestamente, me había pedido que la llevara a casa durante la clase
de inglés, pero mi memoria del primer período es más o menos un borrón. La
verdad es que simplemente no está allí. Debo haber estado soñando despierta.
La segunda vez, esta mañana, cuando mamá olvidó poner los panqueques en
mi plato y cuando lo señalé, dijo—: No lo olvidé. Me dijiste que ya no querías.
Y ahora.
Estoy de pie sobre el suelo sucio de Beacon, la fábrica de cemento
abandonada, observando a Shane envolver un collar de cuero alrededor de mi
muñeca. Lo encontró en la tienda al lado del estudio de Tae Kwon Do de su
hermana. Sus dedos se sienten cálidos, frotando ligeramente mi piel mientras
asegura el nudo. El amuleto plateado en forma de zapatilla deportiva destella
en la luz tenue.
—Encaja a la perfección —digo, señalando mi muñeca y evitando su
pregunta.
—Sobre tu cicatriz —finaliza, pasando suavemente los dedos sobre la
capa de dos centímetros y medio de cuero. No es lo que quise decir, pero tiene
razón: el brazalete cubre a la perfección la línea blanca y vertical sobre mi
muñeca. Si tan sólo tuviera el cuero suficiente para las otras.
—¿No te gusta mi cicatriz? —Oculto mi incomodidad con un puchero en
el rostro. Se inclina hacia adelante, con sus labios apenas tocando los míos.
—Me gusta todo de ti, Ells. Incluyendo tu cicatriz. Pero sé que te
incomoda.
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Acaricia las bolsas bajo mis ojos, considerando mis palabras por un
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momento. Las creerá. Siempre lo hace. Pero primero tendrá que ignorar
cualquiera duda que esté invadiendo su mente. Poco sabe que su instinto tiene
razón. Siempre la tiene. Y soy una persona horrible por permitirle pensar algo
distinto.
Silencio.
Toma mi mano y encuentra mis ojos con una sonrisa.
—Tal vez deberíamos saltarnos la práctica mañana. Mamá estará en el
trabajo y Drea no volverá a casa hasta las cuatro. Tendremos la casa para
nosotros.
Shane llama mi atención desde el otro lado del pasillo y mis labios
forman una sonrisa. Está caminando con Jason hacia su último período. Apenas
nos hemos dicho una palabra en todo el día: nada más que un hola o te veo en el
almuerzo, pero entre cada clase a la que asiste, me ha dado esa mirada. Como si
estuviera recordándome nuestro pequeño secreto.
Como si pudiera olvidarlo.
—Algo pasa entre ustedes dos —dice Dani, sacando el lápiz
mordisqueado de su boca y apuntándolo hacia mi pecho—. Ha estado
haciéndote esa cara todo el día.
—¿Qué cara? —digo, bajando la cabeza para que no pueda ver mis
mejillas sonrojadas. Sin embargo, sus ojos de halcón lo notan. Me agarra por los
hombros.
—Oh, Dios mío. ¿Ya?
Niego con la cabeza, sonriendo. Su agarre se tensa.
—Está matándome aquí, Ell. ¿Cuándo? —Escaneo el pasillo lleno de
gente para asegurarme de que Shane no esté observándonos, y cuando veo que
ya está doblando en la esquina, me río con fuerza.
—Hoy. —Bajo la mirada hacia mi reloj—. Como en una hora.
—Santos plátanos. ¿En serio? —Pone el lápiz de regreso en su boca y
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—Sí, mamá, estoy lista —le digo mientras la arrastro a través de la masa
de cuerpos hacia el salón de lenguaje.
Me empuja con la cadera. —Alguien tiene que preguntar.
colgaba sobre sus ojos como ahora. Ese día, mientras permanecía debajo de mí
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humedad del aire. Me abrazo, esperando a que diga algo. Tensa apretadamente
la mandíbula, viendo el bosque como una forma de evitar mirarme. Luego
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Traducido por Elle
Corregido por Key
puedo estar segura, pero dudo de que haya algo mal con mi corazón. Soy
demasiado joven para ello.
Sigo escaneando la lista y hay razones obvias por las que una persona se
puede desmayar, muy lejos de mi estilo de vida: drogas, alcohol,
medicamentos. Y las otras causas son igual de improbables: diabetes, episodios
de sicosis, ataques, derrames, epilepsia…
Aunque no me creí mi excusa cuando se la di a Shane ayer, puede que
sea eso. Tal vez estoy estresada. Pero a medida que la lista continúa, el estrés no
aparece por parte alguna como causa para la pérdida de una gran parte de
tiempo. Me siento frente a la computadora, buscando a través del sitio web,
hasta que las piernas y la espalda me duelen. Para cuando apago el ordenador y
me arrastro de vuelta a la cama, todavía no tengo respuestas.
Mamá llama al mediodía para saber de mí, y me debato si debo contarle
la verdadera razón por la que me quedé en casa. O si debo preguntarle su
opinión sobre lo que puede estar mal. Pero eso implicaría tener que describirle
cómo estaba en una fiesta en el río y que intentaba tener sexo con Shane, y ella
me castigaría de por vida si se entera de alguna de esas dos cosas. Así que
mantengo la boca cerrada y le dejo explicarme la hora a la que debo tomar más
aspirina. El frasco dice cada seis horas, así que no me toca por al menos otras
dos.
Miro televisión por un rato, tomo una ducha, como algo de cereal, y
luego, alrededor de las dos, le envío un mensaje de texto a Shane: Vienes?
Pasa un minuto, luego: No puedo.
Por qué?
Planes con L. Te llamo luego.
Me quedo mirando al teléfono.
L.
Lexi Perkins.
Es su mejor amiga desde, no sé, siempre. Y es la que no lo ha dejado
tirado una y otra vez. Dejo que el teléfono caiga al suelo y cierro los ojos.
Supongo que yo también escogería eso.
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Traducido por Eli Hart
Corregido por Jasiel Odair
—¿Gripe?
—Sí, supongo. Sin embargo, sin fiebre.
Dani se acomoda la mochila con una sacudida de hombro, mirando la
hilera de casilleros azules que ya no se nos permite usar porque algunos de
último año decidieron poner una farmacia en los suyos y ahora, aparentemente,
cada estudiante de West Heaven es culpable de comprar sus píldoras y
tragárselas por la nariz. O lo que sea que hagan con ellas.
—Te perdiste un día emocionante —dice, riendo—. Jason me ayudaba
con matemáticas y…
—¿Jason Regel sabe de álgebra?
Ignora mi tono sarcástico, quitando un mechón de cabello que está
atascado en su brillo labial. —Lo que sea. Es listo. —Me río. Jason Regel es el
epítome del atleta: todo boca y músculos, es guapo, lo admito, pero nada más—
. Como sea, él…
—¿Eres contagiosa? —La voz viene detrás de mí. Shane. Me giro. Está
caminando hacia mí por el pasillo, Lexi a su lado. Ella pone una mirada
divertida cuando me ve —como si no pudiera creer que me esté hablando,
como si no fuera lo bastante hermosa para que lo haga— y luego murmura un
hilo de palabras demasiado bajo para que lo escuche. Son acerca de mí. Lo sé
como sé mi propio nombre. Como que las paredes son amarillo pútrido. Que la
B viene después de la A. O que uno más uno es dos. Hay algunas cosas que
simplemente sabes.
Creo que la odio.
Desaparece en el baño de chicas. Los ojos de Shane no se apartan de los
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míos, lo que me complace como a una niña de siete años, y cuando sonríe, le
devuelvo el gesto.
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cubrir la pérdida.
Levanto la mirada hacia él. Su dolor y frustración se me hacen extraños.
Cierto, no le he hablado a mis padres biológicos en más de diez años, pero la
diferencia es que no los recuerdo. La mirada en sus rostros. El sonido de sus
voces. Su aroma. Nada.
—Lo siento.
—No lo hagas —dice, dándome una palmada a la espalda. Aumento el
ritmo y corremos en silencio. Tal vez no hable de ello, pero no ha terminado de
pensarlo. Todo está en su rostro. En la forma en que sus ojos se entrecierran
sobre la calle mojada, la arruga entre sus cejas, el apretar de su mandíbula.
Pero, ¿cómo puede ser tan terco? Papá se fue, así que nunca le volveré a
hablar. No podría hacer eso.
Una vez que doblamos en la esquina de Sunset, abro la boca—: Si fuera
yo, habría contestado el teléfono.
Vacila. —Algunas personas merecen ser dejadas.
—Es tu familia, Shane. Tu sangre.
—No es lo mismo que ser adoptado. Él me dejó, maldita sea. Me conoció
y luego me dejó.
—Tienes razón —espeto—. No es lo mismo. —Estoy respirando
pesadamente, y de pronto no es por la carrera—. Ser adoptado es mucho peor.
Fui dada. Al menos tienes algún tipo de recuerdo de él. Yo no tengo nada. Ni
siquiera sé sus nombres.
Shane aprieta los labios, y por un momento creo que ya ha terminado y
que nuestra “discusión” no va a convertirse en una pelea, pero entonces lo
arruina. —Ya… no importa. Sabía que no lo entenderías. Debería haberle dicho
a Lexi.
Me detengo de golpe. —¿Qué? —Un milisegundo pasa y luego soy
golpeada por detrás. Salgo volando, mis rodillas y palmas conectando con el
asfalto. Y luego estoy presionada contra el piso mientras quien sea que está
detrás aterriza sobre mi espalda.
—¡Cox! —Doug McNally. Gritando en mi oído—. ¿Qué diablos?
Shane tira de su camisa. —Hazte a un lado. —Una vez que Doug se quita
de encima, Shane envuelve sus manos en mi cintura y me levanta. Doug ya está
poniendo en su cara horrible una expresión aún más horrible.
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Debe saberlo, siendo su “mejor amiga” y todo, pero creo que esperaba
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Página
Traducido por Moni
Corregido por Laurita PI
Brrrrr.
Mi mano trata de matar el molesto zumbido en mis oídos. ¿Es mi
alarma? ¿Ya es de día? Ni siquiera recuerdo haber ido a la cama.
Presiono el botón de apagar y me froto la cara, tragando el impío sabor
en mi boca. ¿Olvidé lavarme los dientes anoche? A través de la ventana, el suelo
está húmedo. Debió haber llovido anoche. La tormenta ha pasado, pero otra ya
está formándose en la distancia.
Mamá toca la puerta. —¿Despierta?
—Sí —digo y me dirijo a la ducha, pero me detengo cuando una ola de
mareo me golpea. Me toco la cabeza, asegurándome de que aún esté pegada a
mi cuerpo, porque ahora que estoy de pie se siente como si estuviera tratando
de desatornillarse de mi cuello.
Con un par de respiraciones profundas y pasos cuidadosos, finalmente
llego al baño. La sensación turbia en mi cabeza comienza a aclararse con el
vapor del agua, así que doy lentamente un paso bajo el chorro caliente. Justo
cuando lo hago, una sensación de escozor atraviesa mi estómago. Un ouch
susurrado se escapa de mi boca y cuando bajo la mirada, me congelo con
incredulidad.
En el lado derecho de mi estómago, un pequeño cuadrado de plástico
transparente se pega a mi piel con tela adhesiva. Bajo las capas de plástico
pegajoso, mi piel luce brillante, como si le hubiera untado vaselina o aceite de
bebé. Y directamente en el centro del cuadrado, se destaca una figura
rectangular y oscura.
Cuidadosamente, quito el plástico, imaginando un puñado de maneras
de cómo pude haberme raspado: ¿otra caída en la calle? ¿El estacionamiento?
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Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Amanda Merlos
Cuando era más joven, con siete u ocho años, solía encontrar pequeños
dibujos por todo mi cuerpo. Las imágenes, dibujadas a lápiz o con marcador,
siempre eran árboles: un árbol con ramas muertas, con hojas melladas y un
enorme agujero en el tronco…
La verdad es que nunca pensé demasiado en ellos: cómo llegaban allí o la
precisión con la que se hallaban dibujados. Recordándolo, supongo que asumí
que permití que uno de mis amigos garabateara en mi piel y lo olvidé.
Inclino la frente contra la pared de baldosas. El vapor respira contra mí.
¿Cómo se supone que voy a explicarles esto a mis padres? ¿Que su hija de
dieciséis años se las arregló para conseguir el jodido tatuaje de un árbol en su
estómago? ¿Sin saberlo?
Estar en la escuela es lo último que recuerdo. ¿Por qué no puedo
recordar conducir a casa? ¿O comer la cena? ¿O ver a cualquiera de mi familia?
¿Ir a la cama? ¿La tarea? ¿Qué diablos?
Podría decirle a mamá.
Debería decirle a mamá.
Pero… no sé. ¿Qué iba a decir? ¿Y el tatuaje? Nunca podría mostrarle
esto. Se volvería loca. Me quitaría el auto y castigaría por una eternidad, o peor:
me sacaría de West Haven y enseñaría en casa.
Tal vez sólo me sentía realmente cansada. O aún irritada porque Shane
ayudara a Lexi: recuerdo que iba a poner repisas por ella. Tiene que haber una
razón. Cosas así no pasan sin explicación alguna. Es sólo que estoy demasiado
cansada como para averiguarlo.
Termino de bañarme y me visto, cubriendo el árbol con una curita, y
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luego bajando las escaleras. En la cocina, alargo una mano más allá de mi
hermana en busca de un plátano, moviéndome rápidamente así no verá mi
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mano temblorosa.
―Hola, Sara.
Su boca está llena de cereal, sus ojos brillando con curiosidad —intensos.
¿Le dije algo raro anoche? Jesús, no recuerdo haber visto a ninguno de ellos.
―Adiós, Sara. ―Ignoro mi pensamiento y salgo de la habitación,
pasando a mi madre en el pasillo―. Adiós, mamá.
Se gira, casi dejando caer la cesta de ropa bajo su brazo.
―¿Por qué tanto apuro?
Oh, eh, buena pregunta. No puedo explicarle que necesito ir a algún
lugar para pensar, para tratar y recordar qué diablos me pasó ayer.
Trago. Y pongo mi mirada más confiada.
―Olvidé hacer algo para la clase de español. Necesito terminarlo antes
de que la escuela comience.
Mamá inclina la cabeza hacia un lado. Le doy una sonrisa inestable.
―Escucha, cariño, sobre lo de anoche ―dice, una mirada extraña
cruzando su rostro.
Oh, diablos.
―Bueno, no importa. Estabas actuando raro anoche, pero pareces estar
de buen humor hoy. Tal vez tu gripe estaba regresando. ―Su mano libre me
hace gestos. No tengo idea de lo que habla. No estoy segura de si quiero tenerla.
―Me siento bien ―Me apresuro hacia la puerta―. Te veo luego.
En mi auto, descansando en el asiento del pasajero, hay un dibujo a
mano de un árbol: de la misma forma y tamaño que el de mi estómago. Bajo las
raíces escasas y con pinta de enojadas están las palabras “No tuyo” garabateadas
con azul. Las letras lucen manchadas e inclinadas y para nada como mi
caligrafía. ¿Yo escribí esto? ¿O alguien me lo dio? ¿Dejándolo aquí sin que lo
supiera?
Metido bajo el dibujo, un folleto me mira en respuesta. Compra un combo,
llévate otro gratis. Rastas y ojos oscuros… ¿Él me lo dio, el tipo de Tasty
Chicken? Mi estómago se hunde. No, no podría haber sido él; definitivamente
recordaría eso.
Pero, ¿entonces quién?
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de años y años de mal tiempo, pero aún es cómodo. Recuerdo tras recuerdo de
Shane están apegados a esas viejas habitaciones. Sus palabras.
Creo que voy a besarte ahora mismo.
Tacos, un vestido… Vamos, Ellie, la bienvenida será divertida.
¿Oíste eso? Creo que las paredes susurraron un te amo.
El cementero Beacon no siempre estuvo viejo y abandonado; solía ser
una fábrica ocupada en los suburbios de Portland, pero era así cuando mis
padres tenían mi edad. Ahora es una atracción para chicos de secundaria que
hacen Dios sabe qué.
Tal vez es por el amor que Shane siente por este retirado edificio que lo
adoro tanto. Ver su rostro iluminarse cada vez que venimos aquí.
Especialmente en las mañanas, cuando las motas de luz flotan sobre las
habitaciones muertas.
Me inclino contra la pared polvorienta de bloques y le echo un vistazo a
la curita. El árbol está tatuado directamente sobre la cicatriz circular en mi
cadera. Sus bordes están perfectamente formados, incluso con la hinchazón.
Trato de imaginarlo: conseguir un tatuaje. Cómo se sintió, cómo lucía el lugar o
la persona que me lo dio.
Es inútil. El recuerdo se ha desvanecido.
Toco el árbol de nuevo, preguntándome. ¿Lo hice adrede para cubrir la
cicatriz?
Tantas marcas cubren mi piel: tajos en mi espalda y piernas, el círculo en
mi cadera y otro detrás de mí oreja, la larga línea en mi muñeca, bajo el
brazalete de Shane.
Cicatrices de mi infancia que no recuerdo en su totalidad.
Me siento como si estuviera en un cuerpo que no es mío. Mirando piel
que ha pasado por más que yo. Como un traje. Me hundo contra la pared fría,
deseando poder escapar de esta piel y sólo ser yo.
Ellie Cox.
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Traducido por Diana
Corregido por Laurita PI
1 En español original.
—¿Segura que estás bien? —dice, pero sus verdaderos pensamientos
emanan en silencio, preguntándose dónde podría haber habido polvo en una
mañana tan húmeda. Entrelazo los dedos con los suyos, atrayendo su mano a
mis labios.
—Positivo —murmuro, su piel cálida contra mi boca, y luego me
enderezo y lo arrastro al salón de clase—. Entonces… ¿pudiste instalar los
estantes de Lexi? —Guardo mi mochila bajo la mesa, debajo del asiento.
—No. —Se desliza en la mesa junto a mí—. Para el momento que
nosotros terminamos con la cena, tenía que irme a trabajar en mi tarea de
historia. Probablemente lo haré este fin de sema…
—¿Nosotros? —Parpadeo con sorpresa—. ¿Tú y Lexi? ¿Ustedes dos
cenaron juntos? —Mis manos se aprietan firmemente, el eco de las palabras de
Lexi resuenan en mi cabeza como una pelota de ping-pong. Sólo. Eres. Una. Fase.
Sólo. Eres. Una. Fase.
—Con su madre —dice, sus cejas frunciéndose—. También con Drea. Mi
madre trabajaba hasta tarde.
Quiero gritar.
En cambio, gruño.
Llega al otro lado del pasillo, separa mis manos y toma una con la suya.
—No te enfades.
—Enfadarme. —Una carcajada escapa de mi boca—. ¿Por qué me
enfadaría? Me has plantado tres días seguidos. Por ella.
Ella. La odio. Y a sus estúpidas estanterías.
Aprieta mi mano.
—Ells, sabes que ella es como uno de los chicos para mí. Estar con ella no
es diferente que estar alrededor de Jason o Ian.
—No es diferente, ¿en serio? —Claro—. Le contaste a Jason o Ian que
íbamos a… —Me detengo, dando una mirada alrededor del aula. Las miradas
permanecen en mí, esperando ansiosamente información merecedora de
chismes. Muevo los labios sin sonido—. ¿Ya sabes?
Se echa hacia atrás. —No.
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Página
Traducido por Diana
Corregido por Laurita PI
las tablillas de madera sobre las enormes ventanas. El brazo del sofá se hunde
bajo mi agarre, pero en el momento que Shane toca mi brazo y dice—: Por qué
no mejor paramos. —Me hace elegir el camino que conduce a él. Doy un paso
fuera de esa cornisa estrecha, hacia sus brazos. Sus suaves trazos sobre mi piel
borran la sensación enojada al instante.
—¿Estás bien? —pregunta después de un minuto de total silencio.
—Sí. —Me froto el rostro, incluso aunque no lo estoy, y me meto debajo
de su brazo.
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Página
Traducido por Jules
Corregido por Clara Markov
Es sin duda el chico del estacionamiento, cuyos ojos se toparon con los
míos antes de que todo se volviera negro. Mi corazón se acelera con el
pensamiento. ¿Fui a algún lugar con él? Descanso las manos sobre el mostrador,
clavando el borde afilado de la fórmica naranja en la piel tierna de mis
muñecas. La presión pica y mi estómago se tambalea con el dolor, un
recordatorio de que el dolor y yo no somos amigos y, al igual que Lexi, ni
siquiera deberíamos estar en la misma habitación, así que me detengo y digo—:
Un taco de pollo.
Sus dedos presionan un botón. Entonces me vuelve a mirar, esperando.
—¿Algo más?
Nada. No hay ojos iluminados, no sonríe, no hay reconocimiento de su
parte. Y mientras me siento un poco aliviada, porque sus ojos oscuros,
mirándome de arriba abajo me dan miedo, no puedo evitar sentirme
decepcionada. Partes de mí siguen desaparecidas.
muy importante, pero su cabello largo y de un rubio rojizo, y las puntas blancas
de las uñas a veces destellan en mi mente. Al igual que la canción que cantaba,
sobre los vientos del otoño liberándose. No sé si era mi madre, la verdadera, o
no, pero a veces finjo que sí lo era.
Empiezo mi ensayo con mi aprobación de la Agencia de Adopción
Millerton en Boise, Idaho.
Mis primeros recuerdos de Jeff y Maureen son borrosos. No me acuerdo
de conocerlos en Millerton, aunque he oído la historia de ese día más de un par
de veces. Visitaron la agencia varios fines de semana consecutivos, llevaron
álbumes de fotos para mostrarme la casa nueva que compraron en Portland, el
dormitorio que sería mío con una cama con dosel de encaje cubierto de
muñecas de fantasía y animales, los columpios en el patio trasero, que dijeron
me esperaban. Me enseñaron una foto de una niña de cara redonda y piel clara,
que pronto iba a ser mi hermana.
Según mamá, durante mi primer mes en nuestra casa en West Hills, mis
sonrisas eran escasas, las palabras en tono bajo e inciertas. Era tímida y
tranquila, y rehuía de sus palmaditas suaves y caricias. Incluso una vez que
empezaron a agradarme, mis padres dicen que los episodios de insolencia y
hostilidad profusa ocurrieron regularmente durante el primer año.
En la Primaria Smiley, me tardé más de la mitad del año escolar para
hacer nuevos amigos y mi maestra de segundo grado, la señora Hodges, incluso
le dijo a mis padres que era extremadamente cálida y fría; en ocasiones alegre y
otras completamente poco receptiva. Durante sus reuniones de padres y
maestros, los tres decidieron que mi comportamiento era debido a la adaptación
de una escuela nueva, ciudad nueva, casa nueva, padres nuevos, hermana
nueva…
También decidieron que mis estados de ánimo se estabilizarían con el
tiempo. Y en su mayor parte lo han hecho, hasta hace unas semanas, es decir,
cuando mis apagones comenzaron a aparecer cada vez con más frecuencia.
Al dejar de lado el primer tercio de mi vida, mi ensayo acaba siendo
mucho más corto que la longitud asignada de tres páginas con espaciado doble.
Me concentré en otros logros recientes: mi segundo lugar en el encuentro del
mes pasado de All County, mi tiempo como voluntaria en el albergue para
desamparados sirviendo comidas de fechas festivas con el equipo, e incluso el
nuevo Honda que me compraron mis padres como regalo de Navidad después
de que laboriosamente ahorrara lo suficiente para cubrir el pago inicial, pero
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Página
Traducido por Val_17
Corregido por Sofía Belikov
—Pensé que habías dicho que no querías ir —dice Shane el viernes por la
tarde, cuando terminamos nuestra carrera de cinco kilómetros con el equipo.
Desacelera, pasando junto al edificio de lenguaje y entrecerrando los ojos por el
sol. Estamos en la parte trasera del equipo—. En realidad, tus palabras exactas
fueron: “Tendría que llevar demasiadas capas de ropa si fuéramos a su fiesta.
Indirecta, indirecta”.
Mis mejillas se calientan. Mis palabras, las cuales solo le dije para
convencerlo de pasar la tarde conmigo en lugar de en la casa de Lexi con los
amigos de Lexi, suenan más como algo que Dani diría.
Doug McNally, al frente de la tropa, se desvía a la derecha, hacia el
gimnasio. Lo seguimos.
Shane limpia una gota de sudor de mi sien con el pulgar, frunciendo el
ceño. —¿Cambiaste de parecer? Sobre… ¿ya sabes? —Su tono, incluso después
de una hora de entrenamiento, es controlado. Cuidadoso.
Sacudo la cabeza, obligándome a mirarlo a los ojos. —Aun quiero
hacerlo. Es sólo que sé que tenías ganas de ir a su fiesta.
La verdad es que, cuanto más pienso en ello, me muero de miedo de
estar a solas con Shane. Después de lo que pasó las últimas veces, perdiéndome
por completo, estoy asustada de no ser capaz de controlar la forma en que mis
nervios enloquecen cuando nos besamos.
Entramos en el gimnasio y nos detenemos frente a los vestidores. Él toca
la punta de su zapato con el mío, dándome una sonrisa torcida.
—Tal vez deberíamos comprometernos. La fiesta empieza a las ocho,
pero llega a las siete. Pasaremos el rato antes de ir para allá.
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El aire frío golpea mi cara. Siento que voy a vomitar.
Algunos autos ya están estacionados frente a la casa del lado. No
reconozco ninguno de ellos. Tarareo en voz baja. Es la melodía de una canción
que Sara cantaba en el camino. Y mantiene el eco de mis pasos dirigiéndose a la
puerta de Shane hasta detener mi corazón por completo. ¿Por qué no inventé
una excusa para venir más tarde?
—Tienes oído musical. Ya lo sabes, ¿verdad? —suelta Sara a mi lado,
riendo.
—Cállate —digo, empujando su hombro huesudo. Me saca la lengua,
luego sube por las escaleras hasta la puerta. La campana suena. Tendré que
mantenernos fuera de su habitación.
Y del sofá.
La cocina es segura.
También la entrada.
La puerta se abre. Drea le sonríe a mi hermana y luego me mira, su labio
atrapado en sus frenillos.
—Shane ya está allí. —Señala la casa de Lexi, sus uñas pintadas de azul—
. Dijo que simplemente entraras.
—Oh —digo con una grieta en mi voz—. Gracias.
—Espero que tengas helado —dice Sara, corriendo a la cocina. Drea
cierra la puerta y me quedo de pie en la entrada, mirando una puerta pintada
de rojo a unos metros de distancia. El color es como la sangre…
Una mano pequeña. Agarrando una muñeca. La sangre manchaba y se agrupaba
entre los dedos de tamaño infantil.
Parpadeo. El día se desvanece en la noche. Las polillas revolotean en el
resplandor amarillo del farol en la calle a un ritmo que coincide con la música
llegando desde el patio trasero de Lexi.
Froto mi cara, esperando que el movimiento aleje el pensamiento. La
imagen. La he visto antes. En un sueño, creo. O tal vez en ese momento de la
mañana cuando el sol sale y las paredes están bañadas en todo tipo de oro. No
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una cicatriz en mi muñeca, pero no creo que sea eso lo que pasara.
Doy un paso hacia adelante, las palabras de Drea rebotando en mi
cabeza. ¿Entrar en la casa de Lexi? ¿Sola?
Preferiría correr diez kilómetros descalza en una cama de agujas.
Deambulo por la acera hasta la calzada de Lexi, preguntándome si Shane
se daría cuenta si no aparezco. Obviamente me equivoqué sobre su intención
para esta noche. Una nube caliente de irritación arde en mi pecho, aunque no
estoy segura de por qué. Debería estar aliviada.
Con mis dedos congelados alrededor de la manija de bronce, aun me
siento como si pudiera vomitar, pero por una razón completamente diferente
ahora. Ojalá Dani estuviera aquí conmigo. Ella entraría con un saludo
prolongado, quitándole la bebida de las manos a Lexi.
No debería dejar que Lexi me moleste tanto. Aprieto mi agarre.
—No te pongas cómoda —dice alguien detrás de mí. Me estremezco,
reconociendo la voz y dándome la vuelta.
Lexi.
Usando una blusa de corte bajo y pantalones que podrían pasar por
pantis, me mira de arriba abajo con una expresión que sólo puedo describir
como diversión. La mayoría de los días mi camiseta y pantalones se adaptan
muy bien a mí, pero de repente estoy deseando haber tomado prestado algo del
armario de Dani.
—¿Eh? —digo, sonando como una completa idiota. Ella frunce el ceño,
ajustando la bolsa de compras en sus brazos. Botellas de vidrio tintinean contra
más botellas de vidrio.
—Shane es la única razón por la que eres bienvenida en mi casa. Así que
no te pongas demasiado cómoda. —Se empuja más allá de mí y entra
pisoteando por la puerta, dejándola entreabierta.
Suspiro y me meto el cabello detrás de las orejas.
El aire de la casa se siente pesado y caliente, aromatizado con el fuerte
olor a alcohol y nicotina. A lo lejos, una botella de vidrio se rompe y Lexi alza
su voz. —¡¿En serio, Janelle?! ¿Crees que fue fácil conseguir todas esas?
—Lo siento —responde Janelle, riendo—. Pero no es como si fuera la
única.
—Tienes suerte de que no lo sea.
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lentamente, con una ceja arqueada. Quiere que me sienta que si no fuera lo
suficientemente buena como para responderme, y también es un poco difícil.
Página
Shane no se molesta en darse la vuelta. —Ya basta, Lex. —Una vez fuera
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53
Página
Traducido por Jules
Corregido por Michelle♡
Estoy conduciendo.
¡Vaya, estoy conduciendo! Presiono los frenos y los neumáticos chillan.
Resuena una bocina, justo cuando una masa de rojo me pasa zumbando.
¿Por qué estoy en mi coche? ¿Y adónde voy?
Mis manos agarran el volante con fuerza y doy marcha atrás
rápidamente, hacia el camino de entrada en el que descansaba la mitad de mi
coche. Miro a mi alrededor: por delante hay una calle concurrida, a mi derecha
un centro comercial y detrás de mí un complejo de apartamentos situado en
una multitud de árboles. Whisper Ridge, dice el cartel.
¿Por qué salgo de aquí? ¿Estaba simplemente allí?
No.
Imposible.
No conozco a nadie que viva en este lado de la ciudad. Ni siquiera
conozco a nadie que viva en un apartamento.
Resuena otra bocina. Salto y luego apago mi coche. El cielo arriba es azul,
estropeado con nubes grises abultadas. De esas que parecen enfadadas, como si
estuvieran esperando el momento adecuado para explotar. Ahora sería un buen
momento, teniendo en cuenta los latidos en mi cabeza y el hedor a cenicero en
mi ropa.
Froto mi cara. Bueno, piensa.
Lo último que recuerdo fue comer el desayuno del domingo por la
mañana con mamá, papá y Sara, huevos y tostadas, pensando en la fiesta de
Lexi de la noche anterior y el comportarme como una tonta. Mamá y Sara
hablaban del último juego de baloncesto de Drea y de un niño llamado Ryder
54
que se sentó a su lado en las gradas. Él tiene gafas con montura negra y ella cree
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que es lindo. Papá le dijo que era demasiado joven para tener un novio y luego
me explicó terriblemente paso a paso cómo quitar un apéndice: cortar una
pequeña incisión en la pared abdominal, dividir el vientre muscular, usar
pinzas. Asqueroso.
Después del desayuno, mamá y papá se fueron a hacer los recados y me
senté a ver la televisión...
Y eso es lo último que recuerdo. Busco en mi cerebro algo más: lo que
estaba viendo, cuánto tiempo lo vi. Nada. Un vacío completo.
El reloj de mi tablero marca las doce cuarenta y tres.
Entonces, ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿Vestida con vaqueros oscuros y
un suéter negro, el pelo entrelazado en una trenza de costado? Bajo el parasol y
miro en el espejo. Piel pálida, ojos ahumados. Por Dios, me veo como una
versión deprimida de Lexi. Mis labios están rojos y tal vez un poco hinchados,
pero no tienen ningún lápiz labial. Tampoco brillo. De hecho, mis labios se
sienten incómodamente secos.
¿Qué he estado haciendo durante las últimas tres horas?
Encuentro mi teléfono en mi bolsillo trasero y lo reviso. No tengo
ninguna llamada ni mensajes perdidos, lo cual es una buena señal. Shane está
en Empire Skate con su hermana y su equipo hasta las dos. Sonrío, imaginando
a Shane patinar sobre ruedas con un montón de marimachos de doce años.
Sería bueno en eso. Él es bueno en todo.
Un número desconocido es el último marcado. Hace unas horas. Tal vez
sea de una tienda o un restaurante, y voy a ser capaz de averiguar dónde he
estado. Llamo. Sólo un timbrazo y luego…
—¿Tan pronto? —La voz es profunda y divertida y tal vez un poco
burlona. No la reconozco en absoluto. El teléfono comienza a temblar contra mi
oído—. ¿Hola? —dice el chico—. ¿Estás ahí?
Cuelgo y tiro mi teléfono al otro lado del asiento. Aterriza con
un golpe en un libro negro y grueso que está apoyado de lado en el suelo. Arte
del siglo XX, se anuncia en el lomo con una escritura sofisticada y dorada.
Nunca he visto este libro. Ni siquiera me gusta el arte.
Tenía que ser un número equivocado. Un chico que pensó que yo era
otra persona. Su novia, tal vez.
Cierro los ojos. Dios, estoy tan harta de esto.
55
Página
Traducido por Mel Rowe
Corregido por Anakaren
de Jason.
Frunce el ceño. —¿Qué se supone que significa eso?
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dolor para alejar cualquier emoción que decida salir a la superficie con la
imagen de Shane y Lexi. No puedo borrarla de mi memoria.
Su rostro se arruga incluso más.
—Lexi es su mejor amiga. Y la verdad es que no le gusta que me esté
interponiendo entre ellos. —Podría seguir fácilmente. Explicar cómo Lexi y yo
dejamos de ser amigas hace años, cómo no era lo suficientemente buena para
ella entonces y no soy lo suficientemente buena para su mejor amigo ahora,
cómo Shane es totalmente ajeno a sus acciones, pero sólo pensar en ello hace
que mi estómago se encoja. Así que permanezco en silencio.
—Ah. Ya veo. —Hace a un lado su ordenador y se quita las gafas. Sus
labios finos y de color rojo permanecen cerrados, pero no me dice que prosiga
con los ojos. Así que espero. Y espero.
—Sabes… —Se endereza el cuello de la chaqueta—. A veces la vida te
lanza curvas, pero con el tiempo, a medida que creces y maduras, aprendes a
desviarlas.
Por favor. ¿Cuántas veces le ha dicho lo mismo a un estudiante sentado
en esta misma silla?
—¿Acostumbrarme a ello? —Me cuesta un poco infundirle a mi voz algo
que no sea cinismo. Asiente.
—Cuando no se puede cambiar lo que sucede, Ellie, aceptar que es la
única alternativa te mantendrá alejada de los problemas.
¿Tengo que acostumbrarme a cómo me trata Lexi? Claro. Trago. —Siento
lo que pasó.
—Lo sé. —Baja la voz y se inclina sobre la mesa—. Pero creo que
deberías disculparte con la señorita Perkins.
59
Página
Traducido por Niki
Corregido por Pau!!
—¿Suspendida?
La voz me sobresalta. Abro los ojos. Shane está parado cerca de la puerta,
el gabinete de medicina bloqueando la mitad de su cara, así que no puedo ver
toda su expresión. Quiero ver toda su expresión.
—No. —Me siento y dejo que mis piernas cuelguen de la cama. El vinilo
azul se mezcla con mis vaqueros. Si miro más allá de ellos, desaparecen. Piernas
fantasmas—. Aunque tendré que irme a casa por el día.
—Vi el coche de tu madre afuera.
Asiento, ajustando la bolsa de hielo en mi mano. —Está hablando con
Finn.
Cruza la habitación y se sienta a mi lado. Tomo una respiración profunda
y todo se vuelve silencioso, tan silencioso como es posible en el bullicio de la
oficina, y es desconcertante. Conozco a Shane lo suficientemente bien como
para entender que su silencio significa que está pensando profundamente. Lo
que podría volverse en mi contra en un momento como este. Espero, espero,
espero. Pasa otro minuto. Mi estómago se revuelve. Entonces…
—¿Por qué demonios hiciste eso, Ellie? Sé que Lexi puede ser, bueno…
Lexi, pero ¿qué te hizo para que actuaras así?
Me quedo mirando el suelo de linóleo y mis ojos se humedecen. —¿Vas a
ponerte de su lado?
—¿Su lado? La golpeaste en la cara sin razón. —Se da vuelta, con las
rodillas tocando las mías—. ¿Quieres que te apoye por eso?
Sí quiero, pero querer eso está mal.
—No lo ves.
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—¿Ver que estás celosa de Lexi? Sí, está muy, muy claro.
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Miro fijamente sus ojos verdes. La iluminación fantasmal de arriba roba todo su
color. No es justo, porque son tan increíbles. Sus ojos—. ¿No crees que deberías
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Solía no haberlos.
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No suena para nada enfadado. De hecho, incluso iría tan lejos como para
decir que suena relajado. Como si estuviéramos hablando de lo que hay para
cenar. O su programa semanal de cirugías.
Genial. ¿Así que me va a tirar de la tarjeta de la culpa? ¿Dónde está el
"Vete a tu cuarto" o "Estás castigada por un mes"? ¿Dónde está la mirada de
decepción o incluso las palabras "Me has decepcionado, Bellybutton"? Esas
palabras crean paredes, hacen que sea fácil encerrar todo sin dar nada.
En lugar de eso me lo deja a mí, pone la pelota en mi tejado. Odio esto.
¿Por qué tiene que hacer que de pronto quiera decirle?
Me muerdo la lengua mientras me endereza los dedos, masajeándolos
con sus manos hábiles y pasando con cuidado sus propios dedos sobre mis
nudillos todavía hinchados. Escucho mientras la lluvia cae, repiqueteando
contra el techo. Mis ojos pasan sobre la textura intrincada de los azulejos de
cobre en el techo, que serpentean por la iluminación de las lámparas pendientes
y a través de las encimeras de mármol. Después de un minuto, ya no puedo
soportar el silencio.
—Lexi ha estado acosándome por Shane —me sorprendo diciendo en
voz alta, sonando como si tuviera un nudo en la garganta. Sus dedos no dejan
de examinar los míos.
—¿Acosándote? —Me echa un vistazo por encima de las gafas, con los
ojos delicados, buscando. Asintiendo, suspiro.
—Ella y Shane son vecinos y mejores amigos. Últimamente me ha estado
dando un mal rato por ser su novia.
Regresa su atención a mi mano, con un ligero abrir en sus labios, una
respiración lenta. Sé lo que vendrá después. Querrá saber mis sentimientos.
En el momento que parpadea, dice—: ¿Cómo te hace sentir?
Dile. Dile. Dile acerca de las pérdidas de memoria.
Busco y busco, pero no puedo encontrar las palabras. Porque si le digo
ahora, no podré negar los trozos faltantes de tiempo. La ciencia no funciona de
esa manera, y así es como lo ve, siendo médico y todo. Todo en la ciencia tiene
una respuesta, incluyendo el por qué el cerebro puede apagarse y encenderse
cada vez que le plazca. Pero saber la respuesta significaría saber que hay un
XYZ mal conmigo, y sea lo que sea XYZ no vale la pena convertirse en el
monstruo que pierde el tiempo. O, peor aún, el monstruo que pierde a su novio
por su mejor amiga.
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No digo nada.
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Página
Traducido por Niki
Corregido por Moni
No estoy castigada.
Pero no tengo permitido ir a ninguna parte durante la próxima semana, y
tengo que quedarme en mi habitación y hacer la tarea. Obviamente, mis padres
están siguiendo un manual de padres diferente —o lo que sea que los adultos
utilicen para averiguar qué hacer con nosotros— que el resto del mundo. Es eso,
o están tratando de engañarme para que piense que son más amables de lo que
realmente son.
Y ni siquiera les dije sobre las pérdidas de memoria. Con eso
probablemente me mandarían lejos y me dirían que lo tomara como unas
vacaciones o algo así.
No, gracias.
Mi autobiografía está casi completa. Con una gran cantidad de
divagación, el ensayo alcanzó finalmente su requisito de longitud, y el mapa de
donde he vivido es patéticamente escaso, pero está dibujado. Todo lo que me
queda es terminar de trazar mi árbol genealógico.
Por ahora, las familias Cox y Russo están unidas por una sola línea
horizontal entre los nombres de mis padres, pero el árbol todavía se siente
incompleto, algo le falta.
En la planta baja, encuentro a papá en el sillón blanco, las piernas
cruzadas y con el rostro escondido detrás de un periódico. Mamá está
acurrucada en el sofá con un libro acunado en su regazo. Su pelo marrón
chocolate, de un tono más claro que el mío, acaricia sus hombros.
El cuero rígido cruje mientras me siento a su lado.
—Llamé a Lexi y me disculpé —le digo en voz baja para no romper la
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Y MAUREEN COX como se solicita en la petición de archivo o para que sea llenada en
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la corte.
Las firmas de todos los participantes llenan la parte inferior de la página,
junto con la fecha, casi diez años atrás.
—¿McClellan? —Mis ojos vuelven al nombre desconocido—. ¿Mi
apellido era McClellan? —El nombre no agita ningún sentimiento interior.
Puedo también estar diciendo el nombre de un desconocido.
—Esta es la única información que tenemos de tu pasado. —Papá señala
el papel en mi mano—. No sabemos los nombres de tus padres biológicos. —Es
difícil de decir, porque su voz siempre tiene un tono bajo y casual, pero intuyo
una pizca de alivio en sus palabras.
Mamá coloca un brazo suave a mí alrededor. —También sabemos que los
de Servicios de Protección Infantil te llevaron a Millerton un mes antes de que
vinieras a casa con nosotros.
Papá se nos une en el sofá, sentándose a mi lado. Exhala con un gruñido
cuando los cojines lo tragan. —A pesar de que ya no están, fue a discreción de
la agencia mantener tu adopción cerrada.
—Espera. —Mis ojos se deslizan para encontrarse con los suyos—. ¿Ya
no están? ¿O sea, están muertos?
La cabeza de mi padre cae, sus labios en una línea apretada. Sus ojos se
cierran por un momento, de la misma manera que lo hacen cuando se da cuenta
de que ha dicho algo que no debería. Cuando me mira de nuevo, frunce el ceño.
—Lamento que nunca te lo dijéramos… —Su mano acaricia la parte
trasera de mi cabeza—. Fuiste alejada de tus padres la noche que murieron en
un incendio.
—¿Incendio?
Una mano pequeña. Agarrando una muñeca. La sangre manchaba y se agrupaba
entre los dedos de tamaño infantil.
Esta vez no se trata de una visión, sólo de un sentimiento, como una
burbuja de aire hinchándose en mi pecho.
Mamá se inclina más cerca, su perfume dulce e irresistible inapropiado
para este momento tan pesado. —No sabemos mucho al respecto. Nos dijeron
que el remolque donde vivían se incendió... y fuiste la única sobreviviente. Los
bomberos te encontraron debajo de la cama.
Cierro los ojos, tratando de imaginarlo. La cama, el remolque, el olor del
humo, el calor del fuego, lo que llevaba puesto, cualquier cosa...
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lo asume. Si tus padres te lastimaron, nadie más que tú puede estar segura. Sin
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74
Página
Traducido por NnancyC
Corregido por Sofía Belikov
de madera, al completar las pruebas. Tal vez mientras esté allí mi doctor se dará
cuenta de lo que está mal conmigo, y entonces la Dra. Parody podrá
preguntarme cómo me hace sentir esto. También les seguiré la corriente a mis
padres, y regresaré la semana siguiente para discutir mi enemistad hacia Lexi
Perkins. Incluso llevaré la lista que mamá hizo ayer, solo para darle efecto.
Desde mi bolsillo suena mi teléfono. Lo saco rápidamente, pensando que
podría ser Shane llamando para pedirme que vaya a verlo o para decir que
lamenta no haberme hablado hoy, pero es un mensaje de texto de un número
desconocido.
Gwen, soy Griffin. Llámame.
Otro número equivocado. O tal vez es el mismo chico del otro día,
cuando Shane contestó mi teléfono. Apuesto a que ella lo conoció en el bar o
algo, le dio mi número en lugar del de ella. Una vez Dani le hizo eso a un chico
que le pidió su número en el cine, volteó los dígitos de su número así nunca
tendría que hablarle.
Borro el mensaje y deslizo el teléfono de nuevo en mi bolsillo. Después
del abrazo rígido que Shane me dio en la escuela, comienzo a sentirme mal por
lo que le hice a Lexi. Como si tal vez golpearla no fuera una de mis mejores
ideas.
Las tiendas de alimentos y telas mantienen las puertas de cristal abiertas,
una invocación para los clientes que, la mayoría de los días, prefieren el gran
centro comercial en medio de la ciudad que esas tiendas sin nombre. Es sólo
cuestión de tiempo antes de que cierren como los otros negocios en este lado de
la ciudad. Giro en la esquina y…
Auch.
Manos me estabilizan.
—Mierda, ¿te quemé? —dice una voz profunda.
—No exactamente —digo y mis mejillas se ruborizan porque nunca
había chocado contra el pecho de alguien así y es tan embarazoso como lo
imaginé. Recobro el balance y levanto la mirada. Un año o dos más grande que
yo, es alto, fácilmente más que 1,83, con cabello castaño que cae en sus ojos. Un
perno de metal sobresale de su ceja izquierda; un anillo pequeño se aferra a su
labio inferior.
Me alejo de su agarre suave, muy consciente del repentino zumbido en
mi pecho y el cosquilleo en mi nuca, y froto la mancha de ceniza negra de mi
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—Gwen.
La palabra “no” está en mis labios, pero no puedo sacarla. Porque mis
ojos ya están rodando hacia atrás… atrás… atrás.
Pero
donde hay un monstruo,
hay un milagro.
—Ogden Nash.
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Página
Traducido por Aleja E
Corregido por *Andreina F*
Me duele la cabeza más fuerte de lo que nunca antes había sentido: una
punzada aguda en el frente, un dolor sordo en la parte de atrás. Tengo el
estómago revuelto, la boca seca y rancia. No estoy segura de dónde estoy, pero
no puedo abrir los ojos. Todavía no. Cojines duros se presionan contra mi
espalda y por la forma en que estoy entrecerrando los ojos, puedo decir que
estoy en una habitación luminosa.
Otro desmayo.
No es que recuerde haber tenido uno, pero desde luego no recuerdo
haberme dormido. En realidad, ahora que pienso en ello, lo último que
recuerdo es estar con esa terapeuta. ¿Cuál era su nombre? ¿Dra. Parsons?
¿Proctor? ¿Paxton?
No importa.
El olor salado del tocino llena la habitación, mezclándose con el hedor a
cenicero que ha llegado a ser tan grueso como una nube por la forma en la que
está asaltando mi nariz. Desorientada, abro los ojos.
La fuente de humo está a la vista: un cigarrillo que se tambalea al borde
de un cenicero de cristal en la parte superior de una mesa junto a mí. No
conozco a nadie que fume. Algo no está bien, pero todavía necesito un minuto
para comprender esto plenamente. Me siento en un sofá que no reconozco, de
cuero blanco, pliegues agrietados, almohadas mullidas y rojas y con una manta
mexicana roja y negra sobre mí. A través de los martillazos de mi cabeza y la
estela de humo, examino la habitación.
Paredes de color beige, posters de bandas y tipos góticos enmarcados en
negro, algunas piezas de muebles, una silla roja de Ikea debajo de la ventana,
un escritorio con una portátil abierta, un soporte de televisión negro de tamaño
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mediano adornado con otras pocas máquinas de tipo DVD y una gran cantidad
Página
2 Ella se refería al verbo “ser” pero él pensó que era el verbo “estar”, ya que en ingles se
escriben igual.
Podría correr. Irme por la puerta y por el complejo gritando, pero no lo
sé. No puedo entender por qué, pero me siento segura aquí. Él se siente seguro.
—¿Por favor? Debes tener al menos un poco de hambre. —Tiene razón.
Estoy hambrienta. Poco a poco, arrastro mis pies hacia la mesa y con cautela,
me siento frente a él. Mis pies permanecen firmemente plantados en el suelo, a
un lado. En caso de que necesite escapar.
El tocino está blando al segundo en que lo recojo. Tomo un bocado con
cuidado, centrándome en cómo la sal hace agua mi boca.
—¿Me drogaste? —No quería decirlo en voz alta, pero salió de repente y
se quedó en la mesa entre nosotros. Puede que sea una pregunta estúpida, pero
no puedo imaginar de qué otra manera iba a terminar en el apartamento de un
extraño. Vistiendo su camiseta y durmiendo en su sofá.
Se ríe. Sus ojos son de color azul, incluso tal vez del tono exacto que los
míos. Casualmente, mete un bocado de huevos en su boca. Me doy cuenta de
que tiene los labios muy llenos cuando se lame una miga de color amarillo de
ellos. —Sólo tomaste dos cervezas. ¿Tienes resaca?
¿Cervezas? ¿Resaca? Me siento como si estuviera atrapada en un
horrible, horrible sueño. Uno del que no puedo salir.
—Tengo un dolor de cabeza —admito con sinceridad. Asiente, dejando
su tenedor, luego se levanta y agarra un frasco blanco de la barra del bar a su
derecha. Mis ojos se apartan nerviosamente de su pecho desnudo.
Abre el frasco —¿Dos o tres?
—Eh… —“Ibuprofeno”, se lee en la etiqueta del frasco—. Dos. —
Extiendo una mano—. Gracias.
Pone la medicina en la mesa y desaparece en la cocina. —¿Jugo o leche?
—me dice desde la otra habitación. Y con él fuera, mi sentido común
repentinamente aparece. La adrenalina llega a través de mí como un misil.
Miro la puerta.
—Eh… —Me levanto rápidamente de la silla lo más silenciosamente
posible—. ¿Qué tipo de jugo es? —Veo a través de la hendidura por donde
desapareció mientras cruzo la habitación. Mis zapatos están apoyados al pie del
sofá. Se chocan mientras los levanto.
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No corro, a pesar de que hay una parte de mí que piensa que debería.
Con las piernas temblorosas, sigo el delgado camino de concreto a través de
unos pocos edificios, pasado un gimnasio de selva colorido, donde espero que a
la vuelta de la esquina esté un estacionamiento con mi coche.
Mis llaves tintinean con el temblor incontrolable de mi mano. El cemento
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no está húmedo, pero tengo frío en mis pies descalzos. Huelo a humo y mis
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83
Página
Traducido por Zafiro
Corregido por Gabbita
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Página
Traducido por Moni
Corregido por Paltonika
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! Estás viva. ¡Cariño, estás viva! —Mamá
lanza el teléfono y corre hacia mí antes de que incluso cierre la puerta principal.
Tal vez no llamé.
—Por supuesto que estoy viva, mamá. —Bloqueando gentilmente sus
manos—. ¿Por qué no lo estaría?
—¡Jeff! ¡Está en casa! —grita mamá hacia la cocina—. ¡Ven aquí!
Papá aparece en un parpadeo, su expresión en una mezcla de enojo,
confusión y alivio. —¿Alguien te lastimó? Dime justo ahora si alguien te hizo
algo. —Tiene su celular en las manos, el pulgar cerniéndose sobre los botones.
Esto es más difícil de lo que pensé. Mantener una cara casual cuando
todo lo que quiero es rendirme ante sus preocupaciones parentales. Hundirme
en sus abrazos protectores. Pero tengo que fingir como si hoy fuera un día tan
normal como cualquier otro.
Cruzo los brazos sobre la calavera de mi camiseta. —Solo fue un día,
chicos. Cálmense.
—¿Un. Día? —espeta mamá. Mis ojos encuentran los suyos y nunca se
habían visto tan profundos. Tan fríos. Penetrantes. Miro a papá. Y entonces, las
escucho: tres palabras que dice Sara desde la parte superior de las escaleras.
Tres palabras que le roban toda fuerza a mis piernas. Tres palabras que me
hacen querer desaparecer.
—Intenta con tres.
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Página
Traducido por Aleja E
Corregido por Valentine Rose
Tres días. Me fui por tres días. Por lo que hoy es jueves.
Al parecer, mamá y papá pensaron que escapé al rebelarme por
enviarme a un psiquiatra. Como si eso fuera motivo para huir. Aun así, daría
cualquier cosa para que fuera así. Al menos de esa manera yo habría tomado la
decisión. Conscientemente.
A las diez de la noche del martes, después de confirmar con la Dra.
Parody que, de hecho, me había aparecido en mi cita, y después de llamar a un
puñado de amigos, y a Shane, la policía fue contactada. Y aquí viene lo bueno:
dado que era una adolescente sospechosa y fugitiva, la policía de Portland no
me registró como una desaparecida crítica. No crearon una búsqueda en mi
nombre. Preguntaron en mi escuela. Mi nombre y descripción fueron
introducidos en la base de datos de personas desaparecidas para ser puesta
como una fugitiva si me encontraban. También una Orden General de
Búsqueda fue puesta en mi coche, porque no estaba. Lo que significaba que la
policía sabría a quién pertenecía si era encontrado abandonado.
Así que todo el mundo solo se quedó sentado, esperando para que
volviera a casa. Con todo el sistema de excelencia que los oficiales de Portland
tienen. ¿Qué si realmente hubiera sido secuestrada? O peor aún, ¿si tenía asma,
diabetes o algo así? ¿Qué si me hubiera caído en un acantilado y estuviera
herida de gravedad? De acuerdo, no hay acantilados en Portland, pero la idea
se entiende. Es preocupante cómo los fugitivos son menospreciados tan
fácilmente.
La voz de papá hace eco por el pasillo desde la oficina de mamá. Está
muy molesto. No lo digo sólo por sus palabras, sino por el tono mordaz de
ellas.
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Vacaciones. Claro.
—Tienes frenillos —le digo, tomando la bolsa de su mano—. No puedes
comer esto.
Me quita la bolsa con un movimiento brusco de su brazo. Si no estuviera
tan cansada, habría tenido reflejos más rápidos.
—Esa es la mejor parte de ti estando en problemas —dice ella—. Puedo
hacer lo que quiera. Ayer por la noche me quedé despierta hasta las dos de la
mañana comiendo las galletas de papá y nadie dijo nada. Ni siquiera se dieron
cuenta de que no estoy en la escuela. —Usando su dedo, saca una semilla del
metal de su boca—. Así que, ¿dónde estuviste?
Aprieto las piernas contra mi pecho. —No tengo ganas de hablar de eso.
Abarrota otro puñado de palomitas en su boca. —Drea dijo que Shane
faltó a la escuela para poder buscarte.
No puedo pensar en él todavía. No puedo pensar en lo mucho que lo
extraño, o en lo confundido y preocupado que debe estar en este mismo
momento. —Mmh. —Suspiro y cierro mis ojos. Por lo menos el dolor de cabeza
se ha ido.
—No —espeta—, porque todavía tienes que decirnos por qué te fuiste y
dónde te quedaste. —Nunca en mi vida he oído a papá hablarme tan
severamente. Lo más cerca fue cuando, hace apenas unos meses, me olvidé de
recoger a Sara de la escuela. Shane y yo estábamos corriendo cuando perdí la
noción del tiempo.
Apoyo la cabeza contra el mármol frío y la palabra "mierda" se hace eco
en mi mente una y otra vez, porque, mierda, intento ser honesta con ellos, pero
no sé cómo decirles acerca de las pérdidas de memoria, sin explicar el
apartamento del chico misterioso. Y sobre todo, no sé cómo decirles eso. Perder
el tiempo es una cosa, pero perder el tiempo para pasar tres días con un extraño
me hace uno de esos niños que los padres lamentan haber adoptado. Y no soy
así.
Supongo que lo soy. Ahora.
Mi respiración forma una nube redonda sobre la encimera.
Obviamente no importa lo que diga; no me van a creer. —Está bien. Dormí en el
parque.
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Página
Traducido por NnancyC
Corregido por Lizzy Avett’
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Página
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por Diss Herzig
Una risa brota de mis labios. Dios, ojalá pudiera haber visto la cara de Ellie cuando
encontró el árbol. Probablemente lloró. Siempre lo hace.
Tan llorona. Probablemente también lloraría por esto.
La aguja se acerca incluso más. Aprieto los dientes, lista para pasarla sobre mi
piel justo como Griffin me enseñó, cuando entra al cuarto.
—¿Qué es tan gracioso? —Tiene una sonrisa en el rostro y dos bebidas en las
manos. Sus dedos sujetan firmemente los vasos. Me gusta cómo se ven sus dedos. Son
largos. Dedos de un artista. Sus nudillos no son blancos, pero lo serían si los apretara. Y
entonces parecerían…
Necesito dejar de mirar sus manos. No son suyas.
No son suyas.
Asiento hacia el vaso con el mentón. —No quiero eso a menos que tenga Jack. —
La mesa mantiene firmes mis codos. Me enfoco en mi muñeca. Más cerca. Más cerca.
Se sienta a mi lado. —Te serví un poco —dice, descansando su palma en mi
brazo, hacia donde está apuntando la aguja. Suave. Sin abrir mi piel. O empujándome.
Sin dolor. Aún así, me estremezco—. Si quieres otro más, déjame hacerlo. No es
exactamente fácil hacerlo sola.
Levanto mi pie del pedal y los zumbidos se detienen. Mi muñeca hormiguea bajo
su toque, cada uno de sus dedos enviando una descarga de escalofríos por mi piel. Creí
que al tatuarme podría impresionarlo. Pero no luce impresionado. No como la vez que
estuvimos en el río. Con esa sonrisa enorme. Los ojos amplios.
El metal resuena contra la mesa mientras bajo la máquina. —La verdad es que
no quería otro —digo, desplazando la mirada de sus manos hacia su rostro—. Sólo
jugaba un poco.
Sus ojos encuentran los míos y enderezo los hombros. La confianza es la clave. Si
me siento derecha, mirándolo sin vacilar, me creerá. Ha funcionado con los padres de
Ellie: nunca me cuestionan.
Griffin sonríe, y entonces alarga el brazo más allá de mí, hacia una naranja; la
última que tatué.
—Genial. —Traza las ramas del árbol. La tinta negra no se corre bajo sus dedos.
Está inyectada lo suficientemente profundo como para quedarse allí por siempre. O
hasta que la naranja se pudra. Sin embargo, lo admito: soy bastante buena dibujando
árboles.
—Es todo lo que dibujaba de niña
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Gwen. Y aquel libro de arte. Lo encontré en mi auto el otro día. Estoy segura.
Me encuentro con los ojos de mamá, marrones y preocupados.
—Sara, cariño —dice forzando su voz maternal—. Ve a peinarte.
Pareciera que tuvieras un nido de pájaros.
Mi hermana asiente, dejando la mesa sin hablar. Mamá toma su lugar y
junta las manos sobre la mesa.
—Ellie, te preguntaré esto una vez y quiero que seas completamente
honesta conmigo.
Por favor, no me preguntes dónde me encontraba de nuevo.
—¿Estás consumiendo drogas?
¿Qué? ¿En serio? ¿Esa es su pregunta? —No. Puedo decir que
honestamente nunca lo he hecho, nunca lo he tratado. Lo juro.
Las líneas en su frente desaparecen lentamente, y sorprendentemente,
sonríe. —Muy bien entonces. —Toca ligeramente la parte trasera de mi mano
con sus uñas—. Concéntrate en la escuela.
Hago lo que dice porque necesito tiempo para pensar, para averiguar
qué es lo que acabo de ver. ¿Fue un recuerdo? ¿Un sueño? ¿Una alucinación?
¿Es natural hablar contigo misma ese tipo de cosas? ¿Cómo si fueras otra
persona?
En el fondo, se siente como algo más. Pero si lo es, significa que hay algo
mal conmigo.
Y no quiero que haya nada malo conmigo.
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Página
Traducido por Estivali
Corregido por Eli Hart
La calle de Shane está dormida, las cuatro casas a oscuras, cubiertas por
escarcha que brilla con la luz del sol. El callejón es largo y está en pendiente,
dejando las casas de Shane y Lexi, lado a lado, al final. Son casi iguales, con
puertas gigantescas, demasiadas ventanas, y vallas que pareciera que están
tomadas de las manos. La entrada de Shane luce como si estuviera frunciendo
el ceño y sonrío, porque yo también lo haría si tuviera que tocar la casa de Lexi
todo el tiempo.
Echo un vistazo hacia mi muñeca, preguntándome una vez más si lo que
vi sucedió realmente. Sí que había naranjas tatuadas en la mesa del
departamento en el que desperté, y sé por hecho que el chico bebía; dijo que
bebimos la noche anterior.
O… Tal vez mi mente intenta dar sentido al chico en cuyo departamento
desperté el otro día: dándole un nombre, una historia y tal vez un poco de
cierre.
Pero estoy lejos del cierre, mientras siga aquí, adentro de mi auto con aire
caliente. Me doy cuenta de que tengo que averiguar si Griffin es real, si sus ojos
azules coinciden con los que me miraban intensamente antes de llamarme
“Gwen” y presionaron sus labios contra los míos.
La camioneta de Shane está estacionada en la entrada y Lexi está
inclinada sobre él, con una bufanda color rosa envuelta en el cuello, y el
maquillaje apenas ocultando el moretón. Juzgando por la mueca que me da
cuando bajo del auto, es seguro decir que sabe que he vuelto.
—Tienes que ser muy descarada para venir aquí —dice, su voz cada
pedazo de perra que recuerdo. Hoy no me siento mal por cambiarle el color de
la cara.
96
—Como sea. —Me cruzo de brazos para protegerme del frío—. ¿Dónde
Página
Dos años y medio aquí en West Haven y, por primera vez, veo los
pasillos realmente como son. Sin aire, llenos de gente y malolientes. Un revoltijo
de gente que trata de encajar, quien ya encaja, y a quienes no les importa
hacerlo.
Y luego estoy yo: la chica que ya no encaja, porque es la chica que huyó.
Basado en lo que he escuchado, es lo que todos piensan. Supongo que es mejor
que la verdad: me estoy convirtiendo en una paciente mental.
Tomo mi teléfono y le mando un mensaje a Dani. Estoy en la escuela,
¿Dónde estás?
Pasa un rato. Me apoyo en los casilleros, esperando. Entonces mi teléfono
suena.
Llego tarde. Guárdame un asiento en inglés
Como si fuera un día normal. Por eso la amo. Mi teléfono vuelve a sonar.
¡Por cierto, tienes que darme serias explicaciones!
Ha pasado mucho tiempo desde que caminé por este pasillo sin Shane o
97
Dani: el brazo de Shane sobre mi hombro, la risita de Dani cada vez que Jason
Página
Regel nos pasaba para ir al gimnasio. Me envuelvo con los brazos, quedándome
cerca de la pared. Alejándome de los susurros y miradas. Me rodean. Divertido.
Curioso. Pero no me sorprende. Disfrutan del hecho de que Shane está
caminando con Ian a unos metros frente a mí.
La mitad de los estudiantes disfrutan, el perverso entretenimiento de la
incomodidad de una pareja que ha estado junta desde siempre. La otra mitad
luce como si sintiera pena por mí, con sus cabezas balanceándose y sus caras
tensas. Golpeé a Lexi Perkins. Tal vez por eso están mirando. O porque la
policía estuvo husmeando, preguntando por mi paradero.
Shane está utilizando mis pantalones favoritos. Grises, debajo de las
caderas. Con las manos en los bolsillos. Ian entra a la clase del señor Cohen,
dejando a Shane. Saluda a un grupo de segundo año, entonces, unas puertas
más allá, entra a la clase de la señora Vogt.
Cuando entro, unos segundos después, él ya está sentado en la esquina
trasera del salón, lo más lejos posible de donde normalmente nos sentamos
debajo de la ventana. No lo llamé por tres días, así que entiendo el por qué está
enojado, pero por su mirada dura y la manera en que sus ojos observan todo,
menos donde yo estoy parada, parece algo más.
Empiezo a caminar en su dirección, pero cuando lo hago la profesora
Vogt dice—: Buenos días, clase. —Y estoy obligada a sentarme. La clase es una
nube de lectura de poesía y discusiones de nuestras autobiografías, y paso la
primera mitad de la clase con la cabeza entre las manos.
A la mitad de la clase, alguien me toca el hombro. Esperaba que fuera
Dani, pero la voz que susurra—: ¿Los encontraste? —No es la suya. Es Sadie
Mullen. Me doy vuelta lo suficiente para poder mirarla sin ser atrapada por
señora Vogt. Recorre su dedo de arriba a abajo por la extensión purpura de su
cabello.
—¿Eh?
Sadie arruga la nariz, aplastando sus pecas. —Tus padres… digo, tus
padres biológicos. Escuche que te escapaste para buscarlos. —Un rumor.
Genial.
—Estás muertos —digo sin ningún sentimiento. Mi atención vuelve hacia
la mancha en la camisa de la señora Vogt. Probablemente café.
Me vuelve a tocar. —Lo siento.
—No lo sientas —susurro, copiando la tarea de lectura que la señora
Vogt escribió en la pizarra.
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tenga? Porque tienes que admitir, que tú y él eran perfectos juntos, y también:
¿Por qué decidiste escaparte con él por tres malditos días y no llamarme ni una
Página
sola vez? Estás un poco pálida en este momento, pareciera que fueras a vomitar
todo tu desayuno, así que supongo que esa explicación puede esperar. —Sus
hombros caen y su mochila de desliza hasta su codo. Se sienta en el suelo,
arrugando la nariz al mismo tiempo—. ¿Estás empezando a sentirte culpable?
—¿Culpable?
—Sí, por, ya sabes, romper con tu novio vía mensaje de texto.
Niego con la cabeza. ¿La foto? ¿Yo se la envié?—No lo hice.
Levanta una ceja hasta el crecimiento de su cabello. —Eh… sí. Lo hiciste,
con un mensaje que decía “Ya no soy tuya”. Dios… sólo desearía que hubieras
hablado conmigo. No sabía que ustedes estuvieran teniendo problemas. Quiero
decir, un día hablabas de perder tu virginidad con él y al siguiente lo estás
haciendo con alguien nuevo. —Se detiene e inclina la cabeza, como si de
repente pensara en algo—. Espera. ¿Por qué actúas como si no supieras qué
sucede? ¿Estás drogada o algo? —Se inclina para observar mis ojos—. Santas
bananas, tus padres te van a matar si lo estás. Y van a asumir que yo también lo
estoy. Van a llamar a mis pa…
Empujo su hombro, haciendo que dé un paso atrás, ampliando el espacio
entre nosotras otra vez. —Detente. No estoy drogada. ¿Cuándo lo envié?
Como Doug McNally cuando el entrenador eligió a otro para dirigir el
equipo, su boca se abre y cierra. —El miércoles —dice después de un momento,
la palabra sonando vacilante—. ¿No lo sabes?
El día después de que me encontrara con Ojos Azules. Y el día antes de
despertar en su departamento. Significa que estuve con él todo el tiempo.
No soy tuya, no soy tuya, no soy tuya.
Esas palabras…
Inesperadamente, siento cosquilleo, como arañas caminando en mi cuello
y todo me golpea. El árbol, el dibujo, palabras, igual con el mensaje, enredado
en las raíces.
Dani se para otra vez, agitando una mano delante de mi cara. —Oye,
¿qué pasa? Estás actuando… extraño.
Si alguien puede darme respuestas es él.
Ignorando su última pregunta, paso junto a ella hacia la puerta, forzando
una sonrisa.
—Vamos a llegar tarde. ¿Hablamos después? ¿En el almuerzo? —No
101
espero su respuesta y me voy. Tiene razón, no estoy actuando como yo. Para
nada. Pero me rehusó a aceptar esto por más tiempo.
Página
Camino hacia mi segunda clase, pero una vez que Dani está fuera de mi
vista, sigo derecho hasta las puertas delanteras.
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por MariaE.
Paso por debajo del gran mostrador, yendo desde la sala de espera
decorada con cuadros de plantillas de tatuajes hacia el otro lado, donde se
hacen los tatuajes. Me encojo, pasando un carro de metal con suministros
sanitarios y envases plásticos en miniatura con tintas de colores. Griffin limpia
el costado del hombre con un trozo de gasa, revelando la imagen de una
serpiente enroscada.
—Impresionante, ¿verdad? ¿Ves las sombras balanceadas? ¿Cuán
intricadas están? ¿Y cómo usé el blanco aquí para resaltar la punta de los
colmillos?
—Guau. —Mis ojos están abiertos—. Eres muy bueno. —Y lo es. La
imagen está asombrosamente detallada.
—Deberías saberlo. —Sonríe y le da un codazo en los hombros el
hombre—. Le hice a Gwen su primer tatuaje hace unas semanas.
Fuerzo otra sonrisa y asiento. ¿Griffin me hizo un tatuaje? ¿Así es como
nos conocimos?
—Está bien, hombre —dice Griffin, sacándose los guantes. Toca el brazo
del cliente—. Tiempo de fumar, volveré en diez. —Tira sus guantes a la basura
y entonces me lleva hasta la puerta de atrás. Sus manos presionan ligeramente
la parte baja de mi espalda. Trato de no encogerme.
En un callejón demasiado estrecho, Griffin saca una cajetilla de cigarrillos
de su bolsillo. Pone uno entre sus labios, justo al lado del aro de metal. Una
llama enciende el final, da una calada y me lo pasa inmediatamente.
—Yo… no, gracias ―digo. Se sienta frente al edificio, estirando sus
piernas largas, obviamente indiferente al hedor del moho y la basura flotando
desde los zafacones cercanos. Arquea una ceja hacia mí.
—¿Viniste a explicar por qué te fuiste el otro día? Fue algo repentino.
Me siento frente a él con las piernas cruzadas, y le entrego la camisa. —
En realidad, quería devolverte esto. —Huele a humo, y está arrugada donde la
puse debajo del asiento de mi coche. La toma.
—Si hubiera sabido que vendrías, te habría traído la tuya.
Me cuesta demasiado recordar qué camisa tenía el martes. He estado
tratando de olvidar que tenía la camisa de alguien más en primer lugar.
—Está bien, no la necesito. —Ajusto mi peso en el asfalto duro y lleno de
baches, buscando en su rostro algo familiar, cualquier cosa que pueda traer mis
recuerdos de vuelta, que me diga por qué estuve en su apartamento y por qué
103
me llama Gwen.
Página
—Pásame tu teléfono.
Griffin se inclina, trazando una línea negra en mi estómago. Esta mordiéndose
los labios, sus manos de manera constante arrastrando la pistola de tatuajes para
completar el contorno del árbol. Arde. Sin embargo, no como un corte de un cuchillo o
una quemadura de cigarrillo. Un tipo diferente de ardor.
No levanta la mirada. —¿Mmh?
Descansando en una banca azul acolchonada, con la pierna doblada, lo alcanzo.
Mis dedos trazan sus bolsillos. Los zumbidos se detienen.
Da un paso hacia atrás, entrecerrando los ojos. —¿Qué haces?
—Dije que me dieras tu teléfono.
Deja la máquina en la bandeja de metal a su lado y peina su cabello hacia atrás
con un lado de su brazo. —No puedes moverte cuando estoy haciendo esto. Podría
haberme deslizado, dibujado una línea clara sobre tu estómago. Entonces hubiera tenido
que cubrirlo con algo más.
Levanto el mentón. —¿Me lo darás o no?
Griffin echa un vistazo a través del salón, donde un tipo rudo, cubierto de la
cabeza a los pies en tatuajes, está limpiando el área de trabajo. Está desarmando
atentamente su máquina, limpiando cada pieza, y colocándola en el mostrador. Griffin
baja la vista hacia mí.
—¿Por qué?
Una sonrisa pequeña y encantadora se forma en mis labios. —Porque quiero
darte mi número.
Me aparto de Griffin y su expresión cae, como si estuviera preocupado
de que hubiera dicho algo malo. He visto esa mirada en Shane antes, cuando
empezó a preguntar sobre mi adopción. Echo rápidamente un vistazo al reloj.
Nueve y cuarentainueve. Si no me voy ahora, llegaré tarde para mi tercer
período y me quedaré atascada en la sala de estudio. Además, no puedo
explicarles dos clases pérdidas a mis padres, dándoles como excusa que me
quedé atrapada en el baño con unos calambres ridículos.
—Llámame —digo, tratando de sonar lo más normal posible—, para lo
de la cena. Voy tarde.
Sonríe y asiente, y luego me pone de pie mientras se levanta.
Inclinándose hasta mi nivel, pasa los labios a través de mi mejilla y contra mi
piel, susurra—: Me encantaría.
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Página
Traducido por Estivali
Corregido por Anakaren
Estoy sudando. Seguí a Shane hasta el gimnasio, unos pocos pasos nos
separan y ni una sola vez ha mirado hacia atrás. Aun así… Sé que él sabe que
estoy aquí. Detrás de mí, la puerta se abre y dos estudiantes del equipo JV 3
están citando una película de los 80’. La misma que vi con Shane hace poco.
Antes de desaparecer con un tipo llamado Griffin, y antes de que Shane
decidiera que no existía.
Ansiosamente, pongo mi cuerpo delante de él antes que entre al
camerino.
—Un minuto. Es todo lo que pido.
—No. —Me empuja, haciendo que golpee mi hombro contra la puerta.
Rápidamente tomo su brazo.
—Dios. ¿Por qué no dejas que te explique?
Se da la vuelta rápidamente, quitando mi mano de su brazo.
—¿Explicar? —Su puño choca con la madera justo al lado de mi cara, el
sonido resonando por todo mi pecho—. Mierda, me engañaste Ellie. —Sus
músculos se aprietan contra su camisa, y su cara está enrojecida por el trote de
seis kilómetros que acabamos de hacer—. ¿Qué es lo que necesitas explicar?
—¡Esa no era yo! —Me dije a mi misma que no iba a llorar, que sólo le
iba a explicar que no recuerdo nada, pero mis ojos llenos de lágrimas no
captaron el mensaje. Me cubro la cara con las manos.
—Claro —dice con furia e incredulidad. Deslizándose por la puerta,
habla por encima del hombro—. Esa no eras tú. ¿Solo alguien que era
exactamente igual a ti?
106
Joint venture o Empresa Conjunta es un tipo de acuerdo comercial de inversión entre dos o
3
más personas.
foto, pero de alguna manera no tenía control sobre él. Como una sonámbulo, o
si hubiera sido hipnotizada, o… o… No lo sé.
Todo lo que sé, es que no era yo.
cama.
—Sé que no quieres hablar con tu padre o conmigo sobre lo que sucede.
Y está bien.
—¿En serio? —Qué sorpresa. Esperaba más algo como: ¿Dónde estuviste
en realidad? No le he dicho nada más sobre las historia del centro comercial. Y
hay un 99% de posibilidades de que no me crea. Aún no pregunta.
—Entendemos que no es fácil para las chicas de tu edad hablar con sus
padres. Para ser honesta, yo no me sentía cómoda hablando con mi madre en la
secundaria.
Resoplo. —No me digas. —La abuela es la persona más tensa que
conozco. Como Betty Crocker a la antigua: perfecta. Una vez hizo que Sara y yo
nos disculpáramos con un camarero por dejar caer migajas en el suelo de su
restaurante italiano favorito. Tenía ocho y Sara cuatro.
Mamá pone los ojos en blanco. —De cualquier manera, reprogramé tu
cita con la Dra. Parody para el jueves. —Su voz se contrae. Diciendo despacio
la última palabra. Lo que significa que no me está diciendo todo. Me acerco a la
ventana, abro las persianas y me asomo. El señor Dobbs, el abogado infame de
la ciudad, estaciona su Mercedes Benz negro, chequea su correo y entra a su
casa.
—Tengo práctica el jueves.
—Tienes que decirle al entrenador Mills que no puedes asistir. La Dra.
Parody no tenía más horas para la próxima semana. —Se pone de pie, cruza la
habitación y me da un abrazo. Da abrazos torpes, del tipo apenas tocar y una
palmadita en la espalda.
—Aún quiere que te hagas un examen —continúa delante de mí, sus
ojos cafés buscando los míos—. Así que arreglé una cita con el Dr. Dixon, el
lunes después de la escuela.
108
Página
Traducido por Vani
Corregido por Mel Markham
—No es realmente una noticia para chicas —digo, pero realmente estoy
pensando que hace unos meses había estado recientemente en una relación con
Shane, gastando todo mi tiempo libre con él. Corriendo. Viendo películas.
Pasando el rato en Beacon—. ¿Es por eso que tu madre se mudó a Texas?
Asiente. —Ella no sabía que papá tenía un problema con el juego. Que
embolsaba el dinero y lo gastaba en juegos de póquer en línea. Se fue
directamente después de que se enteró. Al parecer, pensó que yo era parte de la
estafa, porque se fue sin decir adiós… No he sabido nada de ella desde
entonces. —Su voz se quiebra en la última palabra. Eso me debería hacer sentir
mejor. Está herido. Está arruinado por su familia.
Nos miramos el uno al otro. Tiene la misma sonrisa tensa. No puedo
comprender cómo me hubiera interesado. Las perforaciones. Los tatuajes.
Camisas negras, vaqueros negros, botas negras.
¿Y yo? ¿Qué es lo que ve en mí? Aparte del árbol debajo de mi camisa, no
soy realmente del tipo rebelde. Rara vez me pongo algo oscuro. No puedo
soportar la idea de una aguja interfiriendo a través de cualquier parte de mi
cuerpo. Nunca he fallado una clase o me he drogado.
Paso el dedo por el borde de mi taza. —¿Por qué estás aquí, Griffin?
Ni siquiera piensa en ello. —Porque me lo pediste. Y porque me gustas.
Me siento ruborizar, aunque no tengo derecho, y tomo otro sorbo de mi
café para evitar responder.
112
Página
Traducido por Vani
Corregido por Verito
luego él se retira, el hambre en sus ojos, pero un pliegue aparece a lo largo de su frente.
—¿Podemos ir más despacio? —Su pecho sube y baja con un suspiro. El eco de
Página
la televisión llena la habitación. Griffin tira del cuello de su camisa y una risa profunda
retumba en mi pecho.
—Es broma, ¿verdad? —Mis dedos se deslizan hasta el tercer botón. Está a
medio camino cuando acuna mis manos entre las suyas. Dos círculos rojos manchan sus
mejillas.
—No quiero apresurar esto. —Me levanta y me pone en el sofá junto a él.
Arrastrando su cuerpo fuera de los límites de los cojines, toca la trenza colgando sobre
mi hombro. Entonces algo llama su atención. Su dedo presiona detrás de mi oreja,
frunciendo el ceño—. Tienes un montón de cicatrices.
Me despierto, jadeando tan fuerte que me siento como si fuera a
desaparecer. Me incorporo. Mi dormitorio es de tono negro, tan oscuro que ni
siquiera puedo ver mi tocador, o la puerta de mi cuarto de baño, o mi mano que
viene a limpiar el sudor de mi frente.
¿Qué demonios me está pasando?
114
Página
Traducido por Vani
Corregido por Itxi
en tácticas de la colina.
Sintiendo el aborrecimiento sin reservas de Shane por el hecho de que
tiene que estar cerca de cincuenta metros de mí, Doug McNally se ríe
disimuladamente a mi lado. Cruzo los brazos y lo miro fijamente hasta que se
calma, pateando la hierba con su zapato.
El entrenador nos da algunos consejos para subir la colina: acortar la
zancada, correr alto y avanzar a través de la colina, entonces nos instruye para
movernos y trabajar con nuestros compañeros.
—Vamos a terminar con esto —murmura Shane y pisotea hacia la base
de la colina cubierta de hierba. La tensión se acumula en sus hombros y
espalda. ¿Por qué estaba emocionada sobre esto? ¿En realidad pensaba que me
perdonaría y podríamos empezar de nuevo?
Lo sigo.
La colina no es muy grande, tiene una altura media, pero su pendiente es
un poco intimidante. O tal vez es el ceño fruncido de mi ex novio. La luz se cola
a través de los árboles sombríos del parque enfrente de West Haven, el sabor a
terroso en el aire y madera podrida en mi lengua.
Shane se detiene justo después de Doug y su compañero, un estudiante
de segundo año, Brad Egert, que es tan torpe como una persona con dos pies
izquierdos, evitando mirarme, repitiendo los consejos que la entrenadora Mills
dio.
—Tomaré el tiempo de tu primera carrera. —Desabrocha el reloj de su
muñeca. Corro hasta la colina y, después de que él pare mi tiempo, corro un
poco más. Shane no dice ni una palabra hasta que, finalmente, se siente
frustrado con mi tiempo cada vez mayor y estalla.
—No llegues a la cima. Pásala.
Inhalando, aparto el flequillo de mi frente sudorosa, el pulso golpeando
en mis oídos. —Lo siento —digo.
Resopla, reseteando el reloj. —Intenta otra vez.
—No. —Pongo mi mano en la parte posterior de la suya, donde las venas
azuladas serpentean entre sus nudillos. Atrapo su mirada mientras parpadea—.
Lo siento. Por lo que hice. Pero perdí el conocimiento y…
—Ya basta con lo de las pérdidas de memoria, Ellie. No puedes culpar
tus estúpidas decisiones por las pérdidas de memoria.
116
¿qué ocurre que cuando hablo con él últimamente me convierto en una maldita
llorona?—. No recuerdo nada. Ni un sólo minuto.
—¿Sabes lo que pienso? —Su voz es baja y venenosa. Aprieta los dientes
y aparta mi mano—. Creo que tienes que dejar de hacer mierda sólo para poder
joder a otro tipo.
Mi boca se abre. ¿Cómo podría pensar que haría eso? ¿Y por qué no me
cree sobre las pérdidas de memoria?
—Yo no…
Me detiene, su dedo extendido cerca de mi cara. —Guárdalo para
alguien a quien le importe.
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Página
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Dannygonzal
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Página
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Eli Mirced
entrecierro los ojos, parece más como algo salido de las revistas Rolling Stone de
Sara que de un estacionamiento lluvioso de una secundaria adinerada.
—Tus padres tienen buen gusto en tutores. —Dani lame sus labios,
prácticamente desvistiéndolo con los ojos—. ¿Trataban de ayudarte a superar a
Shane?
Bufo. —No exactamente. —Mis padres ni siquiera saben que
terminamos.
Sus ojos se iluminan. —¿Puedes presentármelo?
No. No. Porque para ella soy Ellie, para él soy Gwen, y no sé cómo
explicar eso.
—No voy a mentir —miento, mi cara seria—. Pero él… juega para el otro
equipo.
Ella rebota a mi lado, golpeándome en el brazo. —¿Homosexual? ¿En
serio?
—Lo sé. Loco, ¿cierto?
—Ahora sé cómo se siente mi abuela cuando comemos helado delante de
ella, ya sabes… con toda la cosa de la intolerancia a la lactosa. Qué decepción.
—Sin darse cuenta de que nos movemos por el estacionamiento, directo a su
auto, tintinea sus llaves y sonríe—. Nos vemos mañana.
Griffin sonríe mientras me aproximo a mi auto, arrojando la colilla de su
cigarrillo al asfalto. —Así que eres una Westie. No esperaba eso.
Cuadrado. Westie. Gwen. Ya no sé quién soy. O cómo supo a qué escuela
iba. A este paso, supongo que probablemente se lo dije y no lo recuerdo.
—Sígueme —digo, mirando sobre mi hombro una última vez para
asegurarme de que la clase de Shane no haya salido todavía. No puedo
arriesgarme a la posibilidad de que me vea. Con otro chico.
Griffin me sigue mientras lo dirijo detrás de su Jeep anaranjado y dentro
del bosque a la orilla del estacionamiento. Los árboles no son densos, no como
el bosque cerca de la casa de Shane, así que permanezco estratégicamente detrás
de uno de los largos troncos para ocultarme.
Doblo mis brazos, una punzada de irritación creciendo en mi pecho. —
¿Qué estás haciendo aquí?
120
fácil respirar. Pero aún está tan lejos. Presiono mis piernas con más fuerza.
La luz viene, luego se va. Estoy zumbando dentro y fuera de las sombras.
Página
Corro más. Más luz. Se vuelve más y más brillante hasta que entrecierro los ojos
y me duele. A pesar del calor del haz amarillo, aire frío barre bajo mi estómago,
girando como una vid alrededor de mis piernas. Luego, de repente, está cálido
de nuevo. Caliente, incluso. Con algo pesado y suave presionándome hacia
abajo, manteniéndome en el lugar. Peleo, empujando y empujando, y luego…
Abro los ojos.
El sol está en mi cara. Que se encuentra en las manos de Griffin. Que
están conectadas a su cuerpo que reposa junto al mío. Sin camisa. En una cama
que no reconozco, con almohadas negras y el débil olor de colonia.
Sus labios bajan por mi cuello, una mano avanzando con cautela por
encima de mi estómago. Más y más cerca de mi sostén. —Espera —jadeo, y
toma todo de mí dejar salir esa palabra. Viene, sin aliento e inaudible—. Griffin,
espera —digo de nuevo, más alto.
Se aleja, mordiendo el anillo en su labio, buscando mi cara con esos ojos
azules.
—No puedo hacer esto. —Antes de que él pueda decir nada, me retuerzo
fuera de la cama, encontrando mi camisa en el suelo al lado de mis pantalones,
los que aparentemente me fueron quitados a toda prisa, porque están
retorcidos.
Debemos estar en su habitación. Solo tiene sentido con los bocetos
hechos a mano clavados en la pared por encima de un escritorio. Bocetos de
tatuajes. Serpientes, dragones, fuego… árboles.
—Estás bromeando, ¿cierto? —No suena serio. Más como si fuera una
broma, solo que con otra persona en la habitación, no yo. Abotono mis
pantalones y me aclaro el sollozo construyéndose en la base de mi garganta.
—Olvidé… algo que tengo que hacer. —Mis zapatos están cerca de la
puerta. Me los pongo. La puerta está a mi alcance cuando él salta de la cama, y
toma mi brazo.
Por un momento solo me mira, tomando respiraciones profundas, y
pienso que va a dejarme ir como lo hizo la última vez que desperté aquí, pero
luego dice con el susurro más suave—: ¿Qué hice?
—Nada —digo sin pensar. Frunce el ceño.
—Obviamente hice algo. Estás huyendo de mí. Otra vez.
Sí. Otra vez. Pero lo que no entiende es que estoy despertando con él. De
122
nuevo. Y, ¿cuántas veces tendré que hacer esto? ¿Cuánto tiempo pasará hasta
que haga algo que no pueda retirar? ¿Está mi mente sintiéndose
Página
123
Página
Traducido por Mel Markham
Corregido por Daniela Agrafojo
—¿Hacerte…? Oh, Dios mío, ¿es real? —Entrecerrando los ojos, se inclina
hacia adelante—. Parece falso.
―Créeme, no es falso. Me desperté con él hace unas semanas.
—¿Te despertaste con él? ¿Cómo te despiertas con un tatuaje? ¿Estabas
borracha? —En sus ojos: escepticismo. Quiere creerme, pero admito que suena
un poco como un programa sobrenatural del canal CW y no como nuestras
vidas mundanas en West Haven.
—No —respondo. Algunos estudiantes de segundo año pasan y me bajo
la camisa con un encogimiento—. Bueno, tal vez. No lo sabría. No recuerdo
nada de ese día. Lo último que recuerdo fue dejar la escuela, y luego a la
mañana siguiente lo encontré en mí.
Me mira fijamente. —¿Tus padres lo saben?
La campana suena y niego con la cabeza. —No digas nada, ¿de acuerdo?
—Dani no le dirá a nadie; ese entendimiento entre nosotras nunca será
cuestionado.
Sin otra palabra, Dani se gira y baja de nuevo las escaleras. Comienzo a ir
a mi próxima clase cuando atrapo un pedazo de una conversación flotando por
el pasillo. Dos chicas de segundo año frente a mí.
—¿Qué es lo que Shane ve en ella?
—Es una perra.
Aparentemente soy una perra. Me río del comentario porque tengo
problemas más grandes que preocuparme por lo que las personas piensan de
mí, pero entonces me acerco a las chicas porque, perversamente, quiero saber
qué más dicen de mí. No toma mucho tiempo.
La que tiene la cola de caballo y piel alrededor de la capucha mira a la
otra y dice—: Son mejores amigos, sabes. —Y entones las palabras mejores
amigos, perra y Shane se estrellan y me toma dos segundos entender que no están
hablando de mí.
Lexi.
¿Qué es lo que ve en ella?
No… no.
¿Cómo podría?
¿Cómo podrían?
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Página
Traducido por Moni
Corregido por LucindaMaddox
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Página
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Dafne2
Levanto la mirada hacia Lexi. Una capucha de color rosa cubre su largo
cabello rubio y una bufanda suelta cuelga hasta sus rodillas. Está congelada.
Página
limpiar una vez que me vaya—. Me refiero a Shane. —Miro fijamente a través
del parabrisas, las casas zumbando a gran velocidad—. Estoy fuera de la
Página
—Tú también tienes a tus dos padres —digo. Los recuerdo a ambos, el
Sr. y la Sra. Perkins. Eran padres normales, trabajadores.
Ella sacude su cabeza. —No es lo mismo. —El auto dobla en mi calle.
Lexi tiene razón. No es lo mismo. Porque soy adoptada, y ella no. Mantengo mi
boca cerrada. No voy a defender cuán imperfecta es mi vida ante alguien que
me odia y pueda usarlo contra mí—. Siempre lo has tenido todo —continúa—, y
actúas indiferente al respecto. Una mejor amiga, un novio, incluso cuando
éramos niñas y Dani y tú entraron a ese estúpido equipo de fútbol y yo no.
Mi cabeza está palpitando. Cierro los ojos y presiono el puente de mi
nariz. Estoy tan harta de estar en este auto. —¿No lo hiciste? —digo sin
entusiasmo—. Eras demasiado buena para intentarlo.
Deja salir un suspiro pesado. —Dios, eres estúpida. Eso fue lo que te dije
porque estaba avergonzada… no era lo suficientemente buena para el equipo y
tú sí.
Levanto la mirada y su rostro se ve, no sé, triste. ¿Intentó entrar en el
equipo y no lo logró? ¿Luego nos mintió al respecto? ¿Porque se sentía
avergonzada?
—Luego te robaste a Shane…
—No lo robé, Lexi. Te negaste a aceptarme como su novia.
—¡Porque no quería que tuviera una novia! Porque…
—Te gustaba. Esa es la razón de que no me quisieras alrededor, ¿cierto?
La razón de que trataras de que terminara conmigo.
—No —dice rápidamente, levantando las manos—. No me gusta de esa
forma. Tal vez lo hacía hace mucho tiempo, pero él no… —Se detiene,
terminando el pensamiento en su cabeza, y me inclino, me inclino hacia ella
porque quiero saber qué es lo que va a decir. ¿Él no qué?
Aparta el pensamiento. —Y nunca traté de hacer que terminara contigo.
Le gustabas demasiado para malgastar mi aliento. —Observa la carretera, con la
cara seria.
No voy a abrir la boca. E incluso si lo hiciera, no sabría qué decir.
Se detiene delante de mi casa y mueve la palanca de cambios hasta llegar
al punto muerto. —Lo necesito —dice en un susurro. No sé por qué está
diciéndome esto. Yo también lo necesito, pero nunca se lo admitiría.
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Página
Traducido por Vane hearts
Corregido por Miry GPE
El whisky tiene un color mucho más claro cuando lo expulso. Más como
caramelo de mantequilla. Tiro de la cadena, me meto en la cama y, no sé por
qué, pero pienso en un jardín. Debido a que un jardín sería mucho mejor que
donde estoy ahora.
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Traducido por Val_17
Corregido por Jasiel Odair
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Traducido por Vane hearts
Corregido por SammyD
pero no recuerdo haberlo hecho, solo desperté con él. Y luego, cuando me fui de
aquí la última vez, me encontré con el chico que me lo hizo. Creo que le dije que
mi nombre era Gwen, pero tampoco me acuerdo de eso. Algunos de los
recuerdos han regresado, creo, como pequeños pedazos de mi día, pero la cosa
es que, no importa cuánto lo intente, no puedo recordar todo. Y no puedo
entender por qué lo hice, y en primer lugar, por qué mentí sobre mi nombre y
me quedé con él durante tanto tiempo.
Duda un momento.
—Bueno. —Su mirada revolotea entre mí y el papel en el que escribe—.
¿Qué pensabas antes de que le dijeras tu nombre? ¿Considerabas una razón por
la que no querías que supiera? ¿Tal vez, inconscientemente, no querías revelar
tu verdadera identidad? ¿Habría una razón para eso?
Ignoro su última pregunta. —No me acuerdo.
—¿No recuerdas lo que pensabas?
—No recuerdo nada de eso. Es como si me hubiera desmayado. Tres días
completos han sido borrados de mi cerebro. A excepción de despertar en su
apartamento, me acuerdo de eso.
Su boca se abre y luego se cierra. Pasa un momento. No puede hablar.
Eso no puede ser bueno.
—Déjame ver si entendí bien. —Finalmente se aclara la garganta y dice—
: ¿Todo en los tres días se halla en blanco?
—En su mayoría. Soñé que fui al parque con él, y luego hacíamos cosas
diferentes en su apartamento. —Dios, espero que no pregunte qué—. Pero no sé
si realmente pasó.
Asiente y no dice nada por un minuto angustiosamente largo. Mi silla se
siente fría, igual que mi interior. Un sentimiento profundo me dice que va a
decir algo que no me gustará, algo que empeorará incluso más la situación, y
hará que me arrepienta de decirle en primer lugar. El reloj suena. Su bolígrafo
garabatea sobre el papel. Mi exhalación desfigura la estática en la habitación.
—Voy a ser honesta contigo. Tu ausencia de memoria me preocupa. —
Pone su libreta y bolígrafo en la mesa entre nosotras. Tenía razón. Aquí viene.
Me aferro a mi muñeca, preparándome para la noticia. La Dra. Parody se sienta
con la espalda recta, y tira de su poncho—. Me gustaría enviarte a un amigo
mío. Un neurólogo. Su nombre es Dr. Horn y creo que puede ayudar.
—¿Cómo? —No tengo ni idea de lo que va a decir. De todos modos, ¿qué
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hace un neurólogo?
—Muchas veces una tomografía computarizada puede detectar
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español. Podría seguir, pero lo único que conseguiría con eso sería hacerme
sentir como una mierda. —No puedo —digo en su lugar—. Tengo que llegar a
casa. —Tiro ansiosamente el cinturón de seguridad a través de mi pecho
cuando una mancha negra y azul en su muñeca me llama la atención. Alcanzo
su brazo y empujo hacia arriba su manga—. ¿Otro?
—Lo hice el fin de semana. ¿Te gusta? —Cubierto de un gel transparente,
un remolino de líneas espumosas se abren paso a través de su piel,
envolviéndose alrededor de su muñeca como un brazalete permanente. La
verdad es que no es como cualquier imagen, es más como una impresión
artística de torrentes del océano en un movimiento rápido tatuado en él.
Asiento, porque me gusta. Es el artista más talentoso que conozco. Otro
vehículo pasa. El silbido del aire sopla frío contra mi cara. Cierro los ojos por un
milisegundo y cuando los abro, me miran de vuelta.
Redondo. Rojo. Brillante.
Las luces traseras de la camioneta de Shane.
Se detiene, lo que significa que me debió ver. Sentada en mi coche con
otro hombre apoyado en la ventana. Cerca. Igual de cerca que casi besándose.
En el espejo retrovisor, los ojos de Shane se conectan con los míos. Los sostiene
por una respiración completa. Y entonces sus neumáticos dan un chillido.
—¿Lo conoces? —pregunta Griffin, mirando el cuadrado de rojo acelerar
por la calle.
—Más o menos. —Enciendo mi coche—. Me tengo que ir.
curvas a una velocidad que cualquier persona en su sano juicio juzgaría por
demasiado rápido. Perdí de vista la camioneta de Shane después de que dio
vuelta hacia Marks Road. Pensé que se dirigía a la entrada del pueblo, al único
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lugar que va cuando está molesto, pero cuando conduzco de vuelta a la ciudad,
con Beacon haciéndose más y más pequeño en mi espejo, me pongo a llorar.
Porque si Beacon se encuentra vacío, sólo hay otro lugar al que iría. A la
casa de Lexi.
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Traducido por Nats
Corregido por Jane
No estoy segura de que eso sea exactamente lo que pasó. Pero lo que sea.
Le seguiré la corriente.
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—Por otro lado, cariño. —Mamá se hace cargo suavemente como si los
dos hubiesen preparado esta conversación antes de venir aquí—. Entendemos
que haya cosas que no nos has dicho.
—¿Cómo por ejemplo?
—Calabacita. —Papá se inclina, su voz baja y seria. Me imagino entonces
cómo sería estar en una habitación de hospital con él, máscara de papel
cubriendo la mitad de su cara, esos cubre-botines envueltos en sus zapatos, y la
bata turquesa robándole la atención a sus preocupados ojos avellana—.
¿Durante cuánto tiempo han estado ocurriendo las pérdidas de memoria? —
Estaba esperando esta pregunta. ¿Porque cómo si no la Dra. Parody explicaría
el que me estuviera refiriendo a un neurólogo?
—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Supongo que siempre los tuve.
Ha habido un montón de veces en las que de cierto modo perdí partes de mi
día. Como si no recordara haber tomado una ducha o acristalar una olla en
cerámica o parte de una conversación o ir a la cama.
Podría seguir y seguir, revelando lo que nunca fue mío en primer lugar.
Quizás debería haber mantenido un seguimiento de todas esas piezas faltantes
en un cuaderno, y como con un acertijo, poder ser capaz de resolverlo: Por la
tarde, Ellie está sentada en el capó de un Jeep con un chico. Dos días después,
una imagen con ese chico sale a la superficie. Comía comida China a pesar de
que no le gusta. ¿Quién envío la foto? Pero me detengo después de un par, así
que por una hora mis padres me hacen preguntas y les doy respuestas, tan
veraces cómo es posible, que patinan alrededor de Griffin y el tiempo que pasé
con él. Les cuento sobre mi apagón después de la primera sesión de terapia,
sobre el no recordar nada de los tres días que me fui, levantarme en el bosque la
semana anterior a eso. Todo menos lo del tatuaje en mi estómago, el nombre
“Gwen”, y el chico que, después de hoy, podría no hablarme de nuevo, Griffin,
no Shane. Aunque supongo que ahora ambos entran en esa categoría.
Mis padres deciden enviarme al doctor Horn, con quien habló papá por
teléfono, lo que es una buena idea y me dan cita para dentro de unos días.
Después de una cena cocinada por la propia Sara, macarrones de sobre y
perritos calientes hervidos, y pasar una hora encerrada en mi habitación,
pensando en cómo me he convertido básicamente en una rompe-relaciones
profesional, me deslizo silenciosamente hacia la cocina para tomar un aperitivo.
En las escaleras, oigo la voz persistente de mamá hablar en susurros
irreconocibles.
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—Lori, no puede recordar los tres días que desapareció. —Tía Lori. Está
hablando con su hermana en Florida—. La terapeuta dijo que no estaba segura,
Página
pero que podría estar relacionado con sus pérdidas de memoria cuando era
joven.
Me quedo quieta, la barandilla apretada entre mis manos. Mis oídos bien
abiertos. No suelo espiar a mamá. Escuchar sus charlas con las chicas de su club
de lectura no entretiene mucho, pero mamá nunca susurra al teléfono.
Especialmente, no sobre mí.
—No lo sé, Lor —dice mamá—, todas esas cicatrices… —Se detiene por
un momento, probablemente escuchando a mi tía parlotear sobre las cicatrices
de la infancia y sobre que los niños siempre serán niños, y que Jenna solía estar
cubierta de moretones por toda la pierna y ninguna supo nunca cómo llegaron
allí. Tía Lori dice cosas como esas cada vez que mamá trae a colación mis
cicatrices y ella siempre asiente, pero algo en ese movimiento, rígido y distante,
dice suficiente: mamá no cree que mis cicatrices sean por ser una niña torpe.
Suspira con fuerza.
—No quiero pensar en esto y espero por Dios que no sea cierto, pero qué
si sus padres… Quiero decir, no puedo imaginarme lo que le pudo haber
ocurrido cuando era pequeña. Quizás fuese algo horrible, ¿sabes?
Doy un par de pasos más hasta que veo a mamá. Está apoyada contra la
puerta corredera, de espaldas al bosque de alisos que se elevan sobre nuestro
patio trasero, sus ojos cerrados. Lori es una charlatana, los silencios son largos.
La impaciencia burbujea en mi pecho. Salto los últimos peldaños y entonces…
—No llores.
Una mano se apodera de mí, apretando mi garganta hasta que puntos negros
aparecen en su rostro. Otra lágrima se desliza por mi mejilla y su boca está en mi oído,
su voz es un gruñido. —Te dije que no lloraras, joder.
Parpadeo. Las luces sobre las escaleras están brillando como estrellas.
Trago el eco de la voz granulada dentro de mi cabeza. Entonces me golpea otro.
Las ata demasiado fuerte esta vez. Charcos azules palpitan en mis manos. Mis
pies se han convertido en hielo, calentados por la sangre que rezuma por mi pierna. Me
retuerzo contra las cuerdas, con cuidado de no arruinar la silla. Si me oye, lo empezará
todo de nuevo.
—¿Cariño? —La voz de mamá. Me trae de nuevo a las escaleras. A la
alfombra entre los dedos de mis pies. A la madera suave de la barandilla en mis
manos. Pero no habla lo suficientemente pronto. Y me absorbe de nuevo.
Hace calor.
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El fuego suena enfadado, silbando como una serpiente al otro lado de la puerta.
El humo también llega, formando una nube en el techo. Se está hundiendo más y más.
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Siempre es más oscuro antes del amanecer. ¿Fue un poeta quien dijo eso?
¿O algún viejo refrán antiguo que la gente ha repetido y confiado durante años
y años y años? En nuestras vidas —mi problemática vida—, eso puede ser
verdad, pero déjenme decirles que en la naturaleza, no lo es. La verdad es que
hay una gran cantidad de luz antes de la salida del sol. Incluso aunque contara
el "amanecer" como el principio de un poco de luz, todavía no lucía
consecuentemente más oscuro que el resto de la noche sentada en los escalones
deteriorados de la salida en Beacon.
Es sólo un dicho para ayudar a las personas que están deprimidas,
asegurándoles que está bien, que las cosas empeoran antes de mejorar. De
hecho, tal vez las vidas tienen que caer a las profundidades del infierno antes de
que puedan dar la vuelta. Si ese es el caso, tal vez estoy haciendo lo correcto al
escaparme de nuevo. O bien, en función de cómo lo mires, por primera vez. Lo
que sea.
Cuando alguien toca fondo, el único lugar al que queda ir es hacia arriba,
¿verdad? Con mi suerte, probablemente todo irá de mal en peor hasta que
colapse hasta un "peor" horrible o explote de lo loca que me ponga el "peor". Tal
vez haré las dos cosas: colapsar y explotar en mi cabeza, haciéndome lucir como
un globo de aire caliente, o un muñeco cabezón, o un…
Dios, debo estar delirando. Estoy tan cansada.
Nunca me he quedado despierta toda la noche. Estuve cerca, una vez,
cuando Dani me apostó a que no podía. A los trece años, promocionado por el
refresco con cafeína, Mountain Dew, pasas cubiertas de chocolate y galletas
caseras, duré hasta las cuatro de la mañana, pero para entonces ya había visto
todas nuestras películas, no soportaba cómo las revistas quemaban nuestros
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odiarte, por convertir a Shane en un viejo gruñón. Dios, era una tortura estar
cerca de ustedes, pero verlos juntos es mucho más entretenido que la mayoría
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lentamente, se vuelve hacia mí, sacando el teléfono del bolsillo con una
expresión extraña en el rostro.
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Página
Traducido por Clara Markov
Corregido por Laurita PI
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Traducido por Irene Rainy
Corregido por Jaky Skylove ♡
tipo que tiene que hacerlo en persona. Para cerrar. O para ver mi reacción.
Es difícil ver su boca, así que en su lugar, observo el cráneo sangrante en
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su camiseta crecer y crecer a medida que se acerca. Sus brazos y pecho llenan la
camiseta donde no hace mucho me hundía, y no puedo dejar de pensar en esos
brazos y pecho, cómo se presionaban suavemente contra mí en su cama.
—Dime… —Inclina la barbilla y deteniéndose frente a mí, mete las
manos en los bolsillos. Su voz baja y firme. No enojada—. ¿Por qué crees que
sigo volviendo? ¿Después de que me abandonas?
Mi imagen se refleja en sus gafas de aviador. Cabello rizado. Huecos
debajo de mis ojos. Me he visto mejor.
—No lo sé —digo. Bastante segura de que tiene algo que ver con que le
gusto, aunque no haya alguna razón del por qué. No soy exactamente la novia
ideal.
Un suspiro exasperado silba a través de sus labios y niega con la cabeza.
—A veces me siento como si estuviera tratando con dos personas
diferentes. Un día estás totalmente conmigo, y el siguiente no puedes alejarte lo
suficientemente rápido. Algunos días me sonríes como si me quisieras, otros
tienes esta… mirada. Como si hubiera alguien más con quién preferirías estar.
—Sus hombros se vuelven rígidos—. No te entiendo, Gwen.
Algunos días las personas me llaman Ellie. Otros Gwen. A veces me
despierto en mi cama, otras en la suya o en el bosque y no hay ningún patrón
absoluto en esta locura.
—Tengo que saber lo que quieres —continúa, mirando por encima de mi
hombro y luego hacia mí—. ¿Quieres estar conmigo o no?
Su tono corta a través de mí, dándome escalofríos. Dejándome fría.
Perdida. Extrañamente insegura.
No estoy preparada para esto. De repente, mi boca tiene amnesia.
—S… No… Griffin, no es…
Ahí es cuando aparece la voz. De la nada. Haciéndose eco por encima de
mi hombro.
—Le doy una semana. Dos, máximo, antes de que también te engañe. —
Lo que dice me aturde tanto como quién lo dice. Me giro, encontrando la
mirada cortante de Shane. Lexi a su lado, un manojo de llaves agarrado
fuertemente a su mano, pasando la mirada entre Griffin y el rostro de Shane.
Lexi no me mira ni una sola vez.
En el interior, todo empieza a romperse.
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Página
Traducido por Irene Rainy
Corregido por Eli Hart
—¿Ellie?
Los bordes del estacionamiento se difuminan. Manchados como si
alguien hubiera tratado de limpiarlo; pero no tuviera el agua suficiente y
hubiese dejado un lío más grande que cuando comenzó.
Cierro los ojos y los abro de nuevo.
El cráneo sangrante empieza a afilarse y después el collage de coches.
Lexi está de pie a unos metros de distancia, con la mano tapando su boca. Tiene
los ojos abiertos, como si hubiera visto un fantasma.
Metal duro se clava en mi espalda. Hay un destello de color naranja
detrás de mí. Ambos brazos sujetos por Shane, Griffin empujando mi cuerpo, su
rodilla presionando mi muslo. Los dos tienen sus miradas clavadas entre ellos,
y no entiendo porque la mirada no es asesina. Más como si buscaran algo.
Tal vez intentaba huir. Para escapar de la ola de incomodidad
superándome por todos lados. Shane y Griffin. Ellie y Gwen. Cierro los ojos.
Tomo una respiración profunda contra la agonía arañando mi cuerpo. Duele
tanto. Lo mismo ocurre con mi mano izquierda. Mis hombros duelen, también.
—¿Ellie? —La voz pertenece a Shane. Una vez más. La suavidad áspera
es inconfundible. Su mano me aprieta la muñeca. Firmemente. Me mira—.
¿Acabaste?
¿Acabar? Sí, estoy acabada. Lo he estado desde hace mucho tiempo.
Quiero ir a casa. Tiro de mis brazos lentamente contra su agarre, pero no me
suelta. Mis ojos se mueven a ciegas en su rostro.
—Por favor, suéltame. —Las palabras escapan de mi garganta, sonando
tan dolorosas como se sienten. Shane mira por encima de sus hombros a Lexi y
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Griffin. Sus ojos saltan de mí hacia Shane, entonces al brazo pálido sobre
mi hombro. Lo sabe. Entiende; Shane es el otro. No es lo que piensa. Shane no
es mi novio. Ya no. Debería decírselo, pero no puedo encontrar las palabras.
Todo lo que quiero es sentir los brazos de Shane a mí alrededor. Está mal, muy
mal cerrar mis ojos para Griffin. Pero lo hago.
Griffin deja escapar un suspiro. Una puerta se abre y luego se cierra. Un
motor ruge. Los neumáticos chillan. Silencio.
—Trae tu coche —le dice Shane a Lexi. Tacones hacen ruido por del
estacionamiento.
—Mamá ya viene. —Me ahogo y limpio mi cara. El pánico desaparece.
Lentamente—. No necesito un aventón. Estará aquí pronto.
Shane escanea el estacionamiento, luego nos acerca a una banqueta. Nos
sentamos. Quita su brazo. El aire frío sopla contra mi espalda, dejándome fría y
vacía por dentro. Pongo las piernas contra mi pecho y las abrazo.
—No tienes que esperar conmigo. —Mi voz se quiebra con la amenaza
de más lágrimas y las trago, colocando la cabeza en mis rodillas—. Estoy un
poco acostumbrada a estar sola.
Shane me lanza una mirada que dice “sí, de seguro”, y se frota la mejilla;
donde las manchas rojas se han transformado en una roncha del tamaño de los
panqués de un dólar de mamá.
—Alguien tiene que asegurarse de que no golpees a nadie más —dice.
No está sonriendo.
Me toma un momento antes de lo que dice tome sentido. Golpeé a Lexi
hace unas semanas. Mis nudillos palpitan ahora. La roncha en su rostro…
No puedo preguntar si es cierto, si le di un puñetazo. Porque entonces él
preguntará por qué no lo sé. Así que en su lugar trago saliva y lo miro.
—Lo siento. —Ni siquiera sé por qué estoy disculpándome, hay
demasiadas cosas. Es sólo una disculpa unificada. De todos modos, no
responde.
Nos quedamos en silencio hasta que el coche de mamá se detiene en el
estacionamiento. Shane se levanta y la saluda. Mamá tiene las ventanas abiertas,
su cabello castaño y salvaje moviéndose con el viento. Cuando se detiene,
Shane se apoya en la ventana. No sé lo que está diciendo, pero estoy demasiado
cansada para intentar leer sus labios. Ella parece estar concentrándose en cada
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Hace unos cuantos meses, fui a la tienda de vídeos para rentarle una
película a Shane y terminé comprando una para mí en su lugar. No recuerdo
demasiado de la película, o incluso cómo se llamaba, sólo que la portada tenía
una chica. Se encontraba de pie en medio de una estación de metro, y lucía
como si estuviera mirando en la distancia, sólo que sabía que no era así. Tenía
esta expresión en su rostro, una para la cual no tenía nombre, pero que de
alguna manera la conocía.
La película trataba sobre la típica historia de una chica que huye de casa
sólo para descubrir que la ciudad es mucho peor que el campo; definitivamente
no valió la hora y media que pasé viéndola o los quince dólares que pagué por
ella, pero por alguna razón, nunca olvidé a la chica en esa cubierta.
Lo divertido era que no era una persona real, sino sólo una imagen. Una
actriz posando en medio de una multitud junto a una escalera sucia con un
borrón de personas detrás. Como también era divertido el que su expresión me
hubiera molestado desde entonces.
De pie aquí, en frente de la oficina de la Dra. Parody, sé el por qué. En el
reflejo de la puerta de vidrio, la chica me devuelve la mirada. La chica en la
portada de esa película se hallaba asustada. Había experimentado algo horrible,
algo aterrorizante, y todo lo que podía hacer era anticipar lo siguiente. 163
Página
Traducido por Sofía Belikov & Valentine Rose
Corregido por Anakaren
—Luces cansada.
—…
—¿Tienes problemas para dormir?
—…
—¿Qué con los apagones? ¿Has tenido alguno?
Me cruzo de brazos y permanezco en silencio.
Lo que la Dra. Parody no sabe es que las palabras llevan a las emociones,
y las emociones a los apagones, y cuando descubrí esto anoche, recostada sin
moverme mientras la oscura noche pasaba, hice un voto. Nunca hablaré de
nuevo.
Puedo hacerlo: vivir el resto de mi vida muda y adusta. Congelada en un
estado de insensibilidad. Al menos sería Ellie. No alguien que golpea a otras
personas. O que trata de dormir con ellas. Se hace ridículos tatuajes o se
desmaya en los sofás de extraños.
La Dra. Parody mira su reloj y suspira impacientemente. —Hablé con un
chico llamado Shane Buchanan. ¿Lo conoces? —Muerde la esquina de su boca.
Nunca le he mencionado a Shane, pero de seguro mamá lo hizo después de lo
que sucedió ayer.
Mamá no dijo ni una palabra en el viaje a casa. Se aferró al volante como
si estuviera tratando de desaparecer y me dio miradas de soslayo mientras
permanecía en el asiento del pasajero. No había hecho el voto de silencio en ese
punto, pero no tenía nada que decirle.
Bien podría haber sido por la sorpresa. El dejar ir a Griffin. El tiempo
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arrastré a la cama. Tomó más de una hora para que el dolor de cabeza se
sosegara, y luego pasé el resto de la noche fingiendo no sentir la zona de mi
hombro donde las manos de Shane habían estado. Mamá entró una sola vez,
probablemente para preguntarme si quería cenar, y se fui sin ni una palabra
cuando pensó que dormía. Esta mañana al desayuno, ella y papá me
informaron que no iría a la escuela porque mi cita con la Dra. Parody había sido
cambiada para hoy.
Así que aquí estoy, sentada en una silla fría y de cuero mirando fijamente
a una mujer que acaba de tratar de hacerme hablar sacando a colación al único
chico que alguna vez he amado. Maldita sea, es buena.
Asiento. Sí, conozco a Shane Buchanan. Mi mente canta su nombre, y
tengo que hacer un segundo voto. Aquí mismo. No pensar en Shane.
La Dra. Parody ajusta su larga falda y levanta la barbilla. —Tu madre
dijo que estaba realmente preocupado por lo que sucedió ayer. —Trato de no
escuchar, pero es imposible. Quiero saber qué dijo Shane. Lo que pensaba. Por
qué se preocupaba. Maldición.
Mis oídos saltan. Continúa.
—Dijo que no eras tú misma.
Já. Dígame algo que no sepa.
—Tus ojos se volvieron fríos. Y luego… comenzaste a decir cosas que no
sonaban para nada como tú.
—¿Cómo qué? —Aprieto los dientes y aparto la mirada. Me rompió. Y
ahora me tiene justo donde me quiere. En sus manos. Lista para hablar. Al
menos no se pavonea por ello, sólo me dice con ojos curiosos que le grité a
Shane, que le dije que Ellie podía irse al infiero y él también. Le dije que me iría
al diablo (en serio dice las palabras, lo que me hace sonreír), y que lo atrapé por
sorpresa con ese golpe.
—¿Tuviste otro apagón, Ellie? —Se inclina hacia adelante—. ¿Te
perdiste?
Podría mentir, decirle que recordaba todo, fingir como que tengo el
control de mi vida, de mis acciones, pero ya no quiero hacerlo. Ya he tenido
suficiente. Necesito ayuda. Mi mirada se dirige involuntariamente a la puerta
cerrada. Hacia donde mis padres están sentados en la sala de espera.
Esperando. Probablemente fingiendo que mi vida no es más que una enorme
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decepción.
—No creo que fuera por mucho tiempo —digo. Me pide que explique
Página
lo hago?
—Lo sabrás. —Sonríe con vacilación—. Requiere tiempo.
Ha pasado una década. Es un montón de tiempo. No puedo imaginar
qué tome más tiempo que eso.
—¿Cree que conociera a alguien llamada Gwen cuando era pequeña?
¿Podría ser ese el por qué me llamo así a veces? —¿O por qué mis recuerdos se
sienten como si fueran de ella? ¿No míos?
Tan pronto como digo el nombre, una presión se construye en mi
interior. Como un globo conectado a un tanque de helio, haciéndose cada vez
más y más grande. Se presiona en mis costillas, y luego en mis pulmones, mi
garganta y pasa tan rápido que no puedo sacudir mi cabeza cuando la Dra.
Parody dice algo sobre hablar con Gwen, y quiero decir “no” o “¿A qué se
refiere?”, pero no puedo porque mis labios no funcionan y mi voz tampoco, y…
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Página
Traducido por Mary
Corregido por Miry GPE
¿Estás bien?
Bueno, supongo que eso depende de la definición de Shane de la palabra.
¿“Estar bien” significa estar viva? Porque si ese es el caso, entonces sí, estoy
bien. Estoy sobreviviendo. Apenas. Pero si para él “estar bien” significa lo que
creo que él piensa, preguntándome por qué estuve fuera de la escuela por el
último mes, o por qué le dije a la entrenadora Mills que me saldré del equipo
por el resto del año, o por qué le regresé por correo su pulsera y anillo, entonces
supongo que ya sabe la respuesta. Recojo mi teléfono y lo miro.
Shane y yo no hemos hablado por tres semanas. No desde que llamó la
última vez, una semana después de que fui diagnosticada. Preguntó por qué no
estuve en la escuela y le dije que me encontraba enferma, que estaría fuera por
un tiempo.
No le dije que mi horario de terapia no me permitía tiempo para la
escuela. O que no tenía permitido salir de la casa sin una chaperona de todos
modos.
Haciendo tarea, escribí en respuesta. No es exactamente una mentira. He
visto una pieza de papel con escritura en ella durante la última hora.
¿Puedes hablar?
No.
Quiero decir, no lo sé.
Quiero decir… sí, puedo. Pero no sé si quiero. Por supuesto que quiero
oír su voz, pero hablarle significa que corro el riesgo de tener un episodio frente
a él —o al teléfono con él— y no quiero que eso pase. De nuevo.
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silla pero se detiene. Sus pies se arrastran. Sus manos en puños a los costados.
Deja escapar este suspiro ruidoso y ronco, y de repente se encuentra sentado en
el borde de mi cama.
Deslizo mi reloj de arriba abajo por mi muñeca. —El chico en el
estacionamiento era Griffin —digo—. El mismo chico con el que me viste en la
foto.
Resopla. —Yo…
—Sé que no quieres oír sobre él. —Mis manos se alzan—. Pero, por favor.
Necesitas saber esto. —Necesito que lo sepa. No puedo permitir que crea, por el
resto de su vida, que quise hacer lo que le hice—. Cuando era pequeña, fui
tratada realmente mal. —Mis palabras son tranquilas. Y en voz alta. Muy alta.
Nunca le dije esto a nadie antes… desde que me lo dijeran a mí, la Dra. Parody
y la Dra. Mann, diciéndome las cosas que revelé durante nuestras sesiones.
Cómo solía esconderme bajo la cama cuando mi padre venía, y mi madre,
Sherry, la mujer que recuerdo, trataba de cuidar de mí, pero no tenía dinero y la
mayoría de los días tenía que mendigar comida en contenedores de basura; la
mayoría de mis cicatrices, con excepción de la única en mi muñeca, son por mi
padre, una manera de silenciarme; y el fuego que los mató, empezó de un
cigarrillo sin vigilancia dejado en el sofá, justo como el artículo de periódico
dijo.
Shane se inclina hacia adelante, su frente arrugada.
—Mi terapeuta dice que, a modo de sobrevivir, pretendí ser alguien más
cuando eso sucedía, cuando mi padre…
Me detengo. Trago. Esto es más difícil de lo que pensé. Conozco la
palabra. Se desplaza a través de mi mente frecuentemente. Y lucha contra mis
otros pensamientos. Se siente equivocado, se siente correcto, como un extraño,
como yo.
—Cuando… —Tengo decirlo—. Mi padre me molestaba.
—Jesus, Ellie. —Pone las manos en mis hombros y me jala hacia él.
Cálido. Suave. Un toque de coco. Se siente como el hogar. Pero no puedo
permitirlo. No querrá tocarme después de que sepa todo.
—Eso no es todo. —Me separo de él, colocando mis piernas debajo de
mí—. La chica que creé, creció siendo una persona real dentro de mí. Ella toma
sus propias decisiones. Se hace cargo de mi vida por horas en algunas
ocasiones. Algunas veces por días, como cuando estuve desaparecida. Su
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Su piel huele a seguridad. El tipo de seguridad que adormece todos los otros
sentimientos desagradables dentro de mí, metiéndolos en una grieta muy
Página
profunda e inalcanzable.
Si solo pudiera hacer durar esto más tiempo. Shane hablándome.
Sosteniéndome. Como sea, ese es el problema: Gwen podría emerger en
cualquier momento. La Dra. Parody dice que aprenderé como resistirla, a
decirle “no” cuando trate de hacerse cargo, ser la personalidad dominante,
empujarla de regreso dentro de las profundidades de mi conciencia. Pero no lo
he descubierto aun.
Mis brazos rodean el cuerpo de Shane. Aun conozco cada pendiente y
colina, cada músculo y hueso. No los encuentro ahora, pero pienso en ellos,
como se sentiría pasar mis dedos a lo largo de ellos.
—Soy yo quien debería sentirlo —murmuro eventualmente contra su
camisa.
—No. —Toma mi cara entre sus manos, apretando los dedos contra mi
nuca, presionando lo suficientemente duro para mantearme aquí. En mi cuarto.
Con él—. No te atrevas a disculparte. —Lágrimas brillan en sus ojos. Su labio
tiembla. Nunca lo vi llorar antes. Rasga un agujero irregular en mi corazón—. Y
nunca te culpes a ti misma.
Soy una sobreviviente. Mi mente hizo lo que tenía que hacer a modo de
sobrevivir. Puede que no tenga otra cosa. La Dra. Parody me lo dijo. Me lo dice
cada día. Algunas veces lo creo.
Tomo una respiración, disfrutando de la calidez de sus manos. —Quiero
decir, lo siento por no decirte…
Sus dedos se deslizan sobre mis labios. No más, dicen sus ojos. Asiento,
luego se inclina, lenta y cuidadosamente, y reemplaza sus dedos con su boca. El
beso es desgarradoramente gentil, las yemas de sus dedos —rozando mis
mejillas, mandíbula, cuello— ligeros como el susurro del toque de una
mariposa. En su mente soy frágil, me encuentro rota, y me siento tan, tan
enferma de ser esa chica.
Si este beso me recuerda a algo, es esto: solo quiero mi vida de vuelta.
Dejo que sus labios permanezcan por un momento más, luego lo aparto,
y levanto la mirada hacia sus hermosos ojos verdes. —¿Qué hay sobre Lexi?
Presiona su frente contra la mía, sin ninguna expresión en lo absoluto. —
¿Qué hay sobre ella?
Se necesita cada gramo de mi civismo no mostrar la repugnancia
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detenerlo aun.
Cae de espaldas sobre el colchón, llevándome con él, y me coloca sobre
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Página
La vida no se trata sobre encontrarte a ti mismo.
La vida trata sobre crearte a ti mismo.
—George Bernard Shaw.
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Traducido por Mire
Corregido por Aimetz Volkov
10:27 pm
Algunos dicen que si estás muy tranquilo, puedes oír el acorde
fundamental del universo sonando en tus oídos. El sonido de la inmensidad a la
que todos estamos conectados. Nuestros cuerpos —células y sangre y huesos—,
sintonizados con el más simple, pero complejo, de los sonidos.
Yo lo llamo mierda.
Todavía acostada en la cama, con los ojos cerrados hacia la habitación
extremadamente negra, espero. Sin sonidos. Sin acordes. Ni siquiera un
ronroneo bajo. Solo el deshacer de ese sonido. El mundo siendo comido vivo.
Silencio.
El vacío de la nada, justo antes de que él me encuentre. Su mirada
nublada fija me atrapa y, detrás de eso, su pequeño cerebro elaborando un plan.
Dedos se clavan en mi garganta y se aferran a mis pulmones, y no quiero hacer
esto de nuevo.
Tú, su voz gruñe en mi oído.
No.
Tú.
Suave lana se aplasta bajo mi mano. —Vete de una puta vez.
Y…
Me levanto de la cama, el crujido y chirrido del colchón rompiendo el
silencio de la habitación. Esta noche, no seré suya. Mis piernas sudorosas se
deslizan en un par de vaqueros ajustados; un suéter azul cae sobre mi cabeza; y
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—Besarme —le digo. Así que lo hace. Labios húmedos sobre los míos, su
lengua en mi boca. No hay vacilación, y un río de saliva se desborda en mi
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boca. O tal vez es la cerveza. Su sabor es como la cerveza. Matthew lleva una
mano hacia mi mejilla. Dedos calientes chisporrotean en mi piel y me alejo—.
Sin tocar.
Su frente se arruga. —¿Por qué?
La habitación se acerca y se aleja. Palabras atadas al alcohol, honestas y
crudas, se deslizan de mi lengua. —Porque no me gusta que me toquen. —
Lentamente, su mano cae sobre su regazo. Con una inclinación casual de su
barbilla, como si esto se tratara de una pregunta normal a una chica en un
taburete, se inclina de nuevo. Su boca cubre la mía. No he besado a nadie desde
Griffin. Antes de que Ellie fuera y jodiera todo.
Griffin.
En la barra, tambaleándome en el taburete, de repente siento mi boca
cerrada. Matthew sigue tratando de probar mi garganta. Utilizo su hombro para
estabilizar el movimiento del suelo, tiro diez dólares en la barra de Jimmy con
una sarta de mentiras que trastabillan sobre la hora de dormir y trabajar mañana, y
tambaleando, me dirijo a mi auto. No debería estar conduciendo, pero lo estoy,
y luego me estaciono en frente de un signo iluminado con las palabras Whisper
Ridge. Aire frío golpea mi cara, presionando fuertemente en mis hombros
mientras me tambaleo por el camino. Edificios de estuco de dos pisos vigilan
con sus ojos amarillos de lámpara encendida.
El tiempo es borroso cuando vuelvo a pensar en el inicio del Después.
Las horas pasadas con Griffin tan apresuradamente negociadas por el meneo de
cabeza de la Dra. Parody y el tictac incesante de su reloj de oficina. También por
los recuerdos, todos esos malditos recuerdos.
Por la ventana del frente sin luz y la ausencia de su Jeep en el
estacionamiento, es posible que Griffin ya no viva en Whisper Ridge; a lo mejor
se fue a Texas a resolver las cosas con su madre. Trato con la puerta.
Bloqueada.
Mi vista desciende hasta el suelo, a los zapatos moviéndose en círculos
espasmódicos, como el giro de un paseo de carnaval que hace vomitar. Y al lado
de ellos: el filtro de un Marlboro, también moviéndose de un lado a otro.
Entorno los ojos para estabilizarlo. No hay manera de saber si es fresco, pero es
mejor que nada, así que me siento junto a él y espero.
Mis ojos se cierran. No pretendo hacerlo, pero me quedo dormida. Y
entonces alguien está sacudiendo mi hombro, sonando bastante irritado.
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Me froto el rostro y abro los ojos. Griffin está por encima de mí, con una
mochila colgada sobre un hombro y una bolsa de comestibles en su agarre. Pan
y cerveza y algo más en un frasco de vidrio presionado en el plástico
empañado. Saco la lengua de la parte superior de mi boca. Las palabras “Quiero
hablar” escapan de mis labios.
—De ninguna manera. —Señala su puerta, las llaves colgando ahora
entre sus dedos, sin expresión alguna. Sus ojos se deslizan por mi cara y por un
segundo creo que podría cambiar de opinión, por lo menos escucharme, pero
luego se trasladan a mi cuerpo tendido a lo largo de su puerta de entrada y me
doy cuenta de que probablemente está midiendo mi nivel de embriaguez. O lo
repulsivo de este suéter azul, que, tal vez, inducirá un poco de simpatía o
incluso el pensamiento de que soy un desastre sin él, pero entonces exclama—:
Estás bloqueando mi camino.
Oh.
Me muevo a un lado. La puerta se lo traga todo, y aquí estoy sentada de
nuevo. A solas con la maldita luna. Me acuesto, presionando la parte posterior
de mi cabeza tan duro como puedo en el cemento, y trato de oler el olor
persistente de su colonia. El aire frío se asienta sobre mí, depositando pequeñas
gotas de humedad por toda mi cara y cuello, y luego la puerta se vuelve a
abrir.
—Esto no es realmente justo, ¿sabes?
—¿Justo?
Griffin se ha quitado la chaqueta. Una camisa negra se aferra firmemente
a su pecho. Algo está mal en el modo en que se apoya contra la puerta, como si
sus caderas se hubieran salido de sus articulaciones, como si su cuerpo
estuviera estirado y luchara por mantenerse recto. Podría ser cualquier persona
en estos momentos. Podría ser corriente, sin nombre. Me echo a reír, porque de
repente no parece tan inalcanzable. Me río porque este último mes y todas las
peleas que hemos tenido debieron haber sido un sueño de mierda. Me río
porque es lo único que puedes hacer cuando estás tumbado en el suelo y el
mundo y toda su gravedad no te calma y no hay nada que puedas hacer al
respecto.
Me frunce el ceño. —El que vengas aquí.
Estoy en el suelo con la vista levantada hacia la cabeza iluminada de
Griffin y no se está riendo. Me siento con un tambaleo del whisky. Las hondas
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del mundo. Pongo una mano en la pared y digo—: En realidad, no es justo que
no hables conmigo…
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02:19 a.m.
La putrefacción húmeda en mi boca me despierta. El sabor ácido se
retuerce como gusanos en mi garganta y voy a vomitar a menos que lo lave.
Uso el resplandor azul del reloj del microondas para guiarme hacia la nevera, a
una lata medio vacía de refresco de naranja ubicada en el estante superior.
Lo termino en dos segundos, saco un trozo de pan en el mostrador, y
paso los dedos a lo largo de las paredes de color hongo que conducen a la
habitación de Griffin, hacia la puerta cerrada que me mantiene fuera de ella.
Poco a poco, mis dedos giran la perilla. Silencio, y empujo.
A través de la oscuridad de la noche, su espalda desnuda se extiende en
su cama como una manta blanca de nieve. Su aliento constante. Aplasto el trozo
de pan en una bola de masa firme y tomo un bocado. Por encima del tramo del
tatuaje tribal en su lado: otro tatuaje, éste es más intrincado y redondeado. La
oscuridad desdibuja la imagen. De aquí parece un tipo de payaso, aunque
Griffin nunca se haría un payaso. Termino el pan, viendo cómo sus omóplatos
suben y bajan, y luego doy otro paso y otro hasta que mis rodillas están
presionadas contra el lado de su colchón.
Mis dedos se mueven más cerca. Solo quiero tocarlo una vez, recordar
cómo se siente. Hay una pulgada de espacio entre nosotros y se mueve. Me
detengo.
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Traducido por Annie D
Corregido por Victoria
6:42 a.m.
Griffin sale de su cuarto, mechones de cabello mojado colgando sobre sus
ojos, con una camiseta azul y vaqueros puestos. Me mira, sentada en la mesa de
comedor, una botella de agua floja en mi agarre, y luego entra en la cocina sin
una sola palabra.
La nevera se abre. Se cierra.
—Tienes un tatuaje nuevo —le digo a la pared—. Aunque no pude ver lo
que era.
Rodea la esquina, un vaso de leche en la mano, y apoyando el hombro en
la pared, frunce el ceño. —¿Estuviste en mi habitación? —No digo nada. Toma
un sorbo y traga—. Está bien, acosadora.
Una sonrisa encuentra mi boca. —Grif, sabes que soy inofensiva.
—¿Inofensiva? ¿Todavía estás drogada? Apenas el mes pasado golpeaste
a un tipo en el rostro. O espera. —Cambia el peso de un pie desnudo al otro—.
¿Fue la otra? ¿Ellie? ¿Vas a decirme que alguna chica llamada Ellie se apoderó
de tu cuerpo e hizo eso?
—Fui yo. —Arrastro una uña por las ranuras de la madera dura. La
última vez que estuve aquí, en el apartamento de Griffin, no era así: el aire
espeso, palabras con cuidado. Mi mirada cae sobre la mochila en el rincón. Su
contenido aún esparcido sobre la alfombra donde lo tiré anoche. Un libro de
arte, un cuaderno de dibujo, un par de bolígrafos y lápices. No las cosas que él
llevaría a trabajar; tiene papel de calcar para esos bocetos. Son más como cosas
para la universidad. Sólo que Griffin no va a una. O no solía hacerlo—. Así que.
—Me aclaro la garganta y digo—: ¿Ahora vas a la universidad?
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importa…
—Sí me importa.
—En serio. —No es una pregunta. Deja escapar una risita tensa—. Vaya,
Gwen, eso es realmente divertido. Porque en mi mundo, las personas no se
levantan y se van con otro hombre cuando se preocupan por alguien.
—No lo hice. Te refieres a Ellie.
—Dios, ¿tú…?
Tan rápido que apenas veo, el cristal vuela a través de la habitación y se
hace añicos contra la puerta. —He pasado las últimas cuatro semanas
volviéndome loco. Preguntándome qué demonios hice mal. Qué tiene el otro
tipo que yo no. Y justo cuando me convenzo de que tal vez no tiene nada que
ver conmigo, que los tres meses que pasamos juntos no fueron lo mismo para ti
que para mí… que estoy bien con eso, regresas aquí sin siquiera pedir, sino
asumiendo, que te perdonaré.
—¿Lo harás?
—La vida no funciona de esa manera. No puedo sólo parpadear y
perdonarte, joder, ¿de acuerdo? Me estaba enamorando de ti, y tú…
—No puedo amar. —No es que nunca lo haya intentado antes; Griffin es
lo más cerca que he dejado a alguien llegar a mi corazón, y el único que
consiguió arrastrarse tan lejos bajo mi piel que es como si fuera una parte
permanente de mi ahora. No puedo dejar de pensar en él. Pero mis paredes son
altas y fuertes y bajarlas como quería que hiciera, amándolo, habría significado
abrir la compuerta para todos los otros sentimientos. Los que necesitan
quedarse enterrados para siempre.
Me mira como si me hubiera crecido otra cabeza, y luego presiona un
puño contra su frente arrugada, los ojos cerrados. Pasan minutos antes de que
los abra y, sin ninguna palabra, hace su camino a través del cuarto.
Arrodillándose, recoge los trozos de vidrio. Entonces finalmente me mira y
dice—: Probablemente deberías irte.
Debería y probablemente. Está sugiriendo. No demandando. Además—: No
tengo a donde ir.
Hay un silencio, los dos midiéndonos el uno al otro con el sonido de los
pájaros cantando afuera. Yo, deseando que esto no tuviera que ser tan difícil,
que pudiéramos volver a ese espacio que estábamos antes.
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—¿Eso significa…?
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desconocido, que no soy la persona que todo el mundo piensa que soy. Dudo
que ella lo haga.
Silencio. Trata de creerme; puedo verlo en sus ojos buscando los míos. —
¿Has hablado con ella? —pregunta después de un momento. Sacudo la cabeza.
—Tampoco puedo escucharla. —El humo se eleva entre nosotros, una
línea delgada en la habitación sumamente silenciosa, y es muy directa,
demasiado perfecta. Agito una mano a través de él. Susurrando palabras.
—¿Por qué te convertías en ella cuando estabas conmigo? —Claro que
Griffin se lo tomaría de manera personal.
—No me convierto en ella —espeto—. Ella es ella, y yo soy yo.
—¿Sólo comparten un cuerpo? —Parece una locura cuando lo dice así,
pero…
—Sí. La mayoría de las veces cuando me hago cargo, es porque algo ha
desencadenado que recuerde una parte de su infancia. Su mente es débil, y
usualmente no puede manejarlo. Así que ahí es donde entro yo. Para
protegerla.
—No suenas feliz con eso.
Me encojo de hombros. —No es como si tuviera otra opción. Si no
hubiera intervenido cuando éramos más jóvenes, se habría desmoronado tanto
que la hubiera matado.
Absorbe esto por un minuto, sus ojos enfocándose en la mesa. —
Intervenir… Así que te hacías cargo cuando…
—Le hacía daño —digo por él. Es más fácil que escuchar a alguien
decirlo con lástima rodeando las palabras.
En silencio, entierra el cigarrillo en el cenicero de vidrio entre nosotros,
entonces hace su camino de regreso a la cocina. Un minuto pasa y debato
seguirlo. En cambio, digo a la pared: —Lo que hizo Ellie… elegir a Shane sobre
ti… Yo nunca hubiera hecho eso.
Aparece en la puerta, el rostro contraído. —Puedes quedarte por unos
días —dice, dudando, y aparta la mirada—. Pero deberías saber que… tengo
una novia ahora.
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9:07 a.m.
El control remoto de plástico de la televisión cruje en mi mano. ¿Una
Página
11:39 a.m.
En la sala de estar, tendida en el suelo, cuento las tapas de botellas. Es la
única cosa que puedo hacer para evitar perforar un agujero en la puerta cerrada
de Griffin. Ha agregado más estrellas, más pequeñas y agrupadas alrededor de
las más grandes. Algunas son desiguales, con una o dos puntas más largas, y
me pregunto si lo hizo a propósito; no es como si su ojo crítico no se hubiera
dado cuenta.
—Vamos. Salgamos —dice de repente desde el pasillo. Una sudadera
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—Ya verás.
12:01 p.m.
El Jeep se tambalea hacia un lado. Las rocas y ramas se pulverizan bajo
los neumáticos. Dejo escapar un grito y luego. —No estoy segura que tratar de
hacerme vomitar mi café matutino sea divertido, Grif.
Presiona los frenos cuando rodeamos una curva cerrada. Árboles
imponentes y rocas tan altas como Griffin trazan el camino todavía húmedo por
la lluvia de ayer. —No —dice inexpresivo—. Aunque sería entretenido.
—Para ti, tal vez.
Después de unas pocas vueltas más y un árbol caído que Griffin
atraviesa, aparca justo por encima de la orilla del río. No es Gladstone: no hay
rocas de las que saltar o pozos cristalinos reflejando el cielo claro de hoy. Sólo la
urgencia del río en su masiva fuerza. Tampoco nada de nadar aquí. No a menos
que se prefiera una excursión a la planta de energía, teniendo en cuenta la
amenaza continúa de una pierna atrapada en las piedras debajo de la superficie
agitada.
Griffin me guía a una pieza plana de roca sobresaliente de la orilla del
río, donde nos sentamos, las piernas estiradas, hombro con hombro, y el sonido
de nuestra respiración perdido en el viento. —¿Qué estamos haciendo aquí? —
pregunto, pasando la sudadera por encima de la cabeza. Huele como él, y tomo
una respiración profunda.
—Sólo necesitaba salir. Despejar mi cabeza y pensar.
Hemos estado aquí una vez; en el comienzo de Antes, bebiendo cerveza
y fumando hasta que la noche nos cubrió. Antes, cuando Griffin sonreía
fácilmente. Incluso antes de que le mostrara que podía saltar de Gladstone y
que me dijera que era la chica más salvaje que conocía.
Lo miro de reojo. —Supongo que es una buena señal el que me trajeras.
—¿Sí? —Se apoya sobre las manos. El metal en su ceja baila—. ¿Por qué?
—Porque significa que quieres pasar tiempo conmigo. —Me giro y
acomodo la cabeza sobre sus muslos, como si fueran una almohada, indiferente
a la forma en que se estremece. Me quedo mirando el cielo. Está claro, la clase
de claro que por lo general, trae un verano sin nubes.
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por la parte posterior de mi garganta. Algunas personas dicen que duele. Otras
dicen que sabe horrible. Es curioso cómo la mente puede rechazar ciertos
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Espera.
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Justo como el día en el capó de su Jeep, se inclina hacia delante, sus ojos
ardiendo en los míos, y abre los labios lo suficiente para deslizar mi dedo
dentro. Lo paso de un lado al otro por sus dientes y encías. Sabía que cedería.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Val_17
14:46 p.m.
—Estaré ahí.
Me detengo en el pasillo, detrás de la pared, con cuidado de no
extenderme más allá de la esquina. Lentamente, echo un vistazo. Griffin está
sentado al borde del sofá, con los hombros caídos, los codos sobre las rodillas, y
el teléfono aplastado en su oreja.
—¿Dónde quieres que nos reunamos? —dice en un susurro, recogiendo
un hilo suelto en sus pantalones. Pasa un momento. Traga, y con las palabras—:
Hasta entonces. —El aire de la habitación comienza a palpitar alrededor de mi
cabeza como un latido de corazón empapado de sangre pesada.
Cuelga el teléfono y mira donde estoy parada.
—Puedo verte.
Salgo de detrás de la pared, con los brazos cruzados, uñas clavadas en mi
piel. —¿Vas a verla? ¿Tu novia? ¿Después de ayer cuando dijiste que no
confiabas en mí y ahora me vas a dejar aquí, sola, para ir a verla? —Empieza a
sacudir la cabeza, pero se congela cuando mi puño golpea la pared con un
crack—. ¡Dios, eres tan jodidamente insensible!
Corre del sofá. Se aprieta entre la pared y yo. —Gwen, no.
—No te creo. —Me acerco, tres centímetros de espacio entre nosotros.
Quiero golpearlo. Duro en el estómago, lo suficiente como para hacerle tragar
sus estúpidas palabras.
—Es el abogado de mi padre. —Me mira y dice—: Con él hablaba por
teléfono. Tengo que ir a revisar un papeleo con él, porque el Departamento de
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Empresas reportó treinta y seis quejas más que lo involucran. —La cara seria,
sin ninguna emoción en absoluto—. Decenas de miles de dólares robados a
Página
puerta principal y me quito los zapatos mojados hasta que él capta mis
movimientos y giros. Su mirada cae sobre mí y mis zapatos y tal vez la forma en
que me tambaleo, aunque apenas estoy borracha. Al mismo tiempo que
murmura en el receptor—: Una vegetariana grande y una orden de alitas, extra
caliente.
Me encierro en el baño y me ducho con las luces apagadas. El agua fluye
sobre mí, lenta y abrasadora. Ráfagas de vapor caliente rodean mis
extremidades. Se siente tan asfixiante, y casi como una distracción.
Cierro el grifo y me envuelvo en una toalla roja, respirando profundo
para captar el olor almizclado de la piel de Griffin. Un zumbido bajo se
construye en lo profundo de mis oídos, vibrando con mis respiraciones como si
de repente hubiera agua atrapada allí. Sacudo la cabeza para desintegrar la
sensación y abro la puerta. Salgo a la habitación de Griffin.
La luz anaranjada del sol entra por la ventana, empapando sus brazos y
piernas. En su escritorio, está sentado frente a un bosquejo a lápiz de un árbol.
Ramas muriendo se extienden fuera de la página, su tronco quebrado y
astillado. Por dentro, sonrío porque es una versión más grande de la que marcó
en mi estómago y eso debe significar algo. Sus ojos encuentran los míos.
No le digo nada.
Él no me dice nada.
La alfombra cede bajo mis pies mientras me acerco. Entonces me
detengo; nuestras rodillas están a pocos centímetros de tocarse. Espero que se
encoja o mueva. No lo hace, y entonces, lentamente, con cuidado, dejo caer mis
brazos a sus costados. La toalla se escurre sobre mis caderas y piernas hasta que
cae sobre la alfombra como un charco de sangre, y estoy de pie sólo con el
resplandor del agua goteando por mi cuerpo.
Mechones de pelo húmedo se pegan a mi espalda. Agua salpica por mi
columna. El aire de la habitación, nuestros alientos, latidos del corazón —todo
lo que nos rodea— se suspende, se construye, y luego abro mi boca para
romperlo.
—Tengo que pagarte por dejar que me quede aquí.
El lápiz se cae de su agarre. Rueda por todo el cuaderno de dibujo.
Descansa con su extremo puntiagudo pinchando el costado del árbol como una
flecha disparada con una ballesta. Con el más pequeño de los movimientos,
mueve su pierna, rozando su piel a lo largo de la mía. Tan suave que me
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pregunto si me lo imaginé.
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Traducido por Gabriela♡
Corregido por Jane
8:21 A. M.
Déjame salir.
Ahí está de nuevo. Esa voz. Esas palabras. Es la tercera vez que las he
escuchado. Tan débil, como el susurro del viento o el suave zumbido de la
nevera. La reconozco, desesperada y protestando. Igual que suena en su correo
de voz saliente. Pero, ¿por qué estoy escuchándola?
Griffin golpea mi hombro con su cuchara. En la reflexión del microondas,
sus ojos estrechos me miran, como si hubiera estado tratando de llamar mi
atención.
Me doy vuelta y froto la cara. —¿Mmh?
—Te pregunté si alguien sabe dónde te encuentras. Padres, amigos…
—¿Por qué te importa? ¿Es por eso que estás preguntando? —Empujo su
hombro; no duro, pero lo suficiente como para llamar su atención—. Porque si
crees que puedes dormir conmigo, decirme que nada ha cambiado, y de repente
actuar como si te importara quién sabe dónde estoy, es posible que también
necesites terapia. No yo.
Empieza a abrir la boca. Y al mismo tiempo, Ellie se queja de nuevo.
Déjame salir. Cierro los ojos y aprieto los dientes. No sé cómo lo está haciendo,
pero quiero decirle que se calle. Quiero abofetear con la mano esa estúpida boca
suya. Paso a Griffin, caminando hacia la sala de estar, y digo—: Nadie me está
buscando, si eso es lo que estás preguntando.
La puerta delantera se cierra.
No me sigue.
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y pulmones, y jadear es cada vez más difícil porque la voz está en mis oídos y
tengo que sacarla.
A mitad de camino por las escaleras, me siento y entierro la cara en mis
rodillas. No es como si no supiera que iba a suceder; es lo que dicen todos esos
panfletos ridículos. Y lo que también dice la Dra. Parody: en lo que los álter se
hacen más conscientes de la otra, se compartirán pensamientos.
Doy un mordisco a la piel de mi rodilla, y me sacudo contra el dolor.
Es sólo que creí que sería la primera en salir. O, al menos, lo
suficientemente fuerte como para mantener a Ellie encerrada.
Detrás de mí, la puerta cruje.
—Vete —murmuro. Un segundo pasa y luego su mano se instala en la
parte trasera de mi cuello, lo suficientemente pesada como para tranquilizarme.
—No quise molestarte —dice—. Es sólo que… Su familia. La de Ellie.
¿No se preguntan dónde está?
No digo nada. Miro el dedo sobre la parte superior de mi rodilla, a través
de las líneas marcadas por mis dientes. Las das en la parte inferior están
torcidas, algo que nunca había notado antes.
—¿No deberías llamarlos al menos? —presiona—. ¿Hacerles saber que
estás bien?
Miro más allá de él, donde un gato se encuentra encaramado en la
ventana del apartamento del edificio contiguo. Está mirándome. Como si
también esperara mi respuesta. Suspiro.
—¿No lo entiendes? No le importo a nadie. Ni dónde esté, ni con quién
esté o cuándo volveré.
Silencio. Y luego—: Me preocupa ella.
Ellie. Por supuesto.
—Correcto. —Pongo los ojos en blanco. Me mira—. Sabes, Griffin, eres
como todos los demás. Pobre Ellie. Tenemos que ayudar a Ellie. Arreglar a Ellie.
Qué hay de mí, ¿eh? ¿Hay alguna persona en este planeta que se preocupe por
mí? ¿Acerca de mi vida? ¿Mis sentimientos?
—Gwe...
—No, ¿sabes qué? Olvídalo. —Me pongo de pie—. Encontraré otro sitio
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para alojarme.
—Espera. —De repente, su mano se envuelve alrededor de mi muñeca.
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Sus ojos recaen sobre mi rostro. El aire frío y húmedo enreda mi pelo. Él
parpadea una vez y susurra las palabras—. No quiero que te vayas.
Arranco el brazo de su agarre, y suspira.
—Ponte en sus zapatos por un minuto —dice, pasándose una mano por
el pelo—. ¿No te preocuparía si un ser querido se perdiera y no tuvieras idea de
dónde está?
—¿En los zapatos de alguien más? ¿Estás bromeando? Ahí es en donde
siempre he estado. —Dentro de mi pecho, la electricidad estalla viva mientras
mis terminaciones nerviosas fallan de repente. Me presiono contra la pared de
estuco, pasando los codos desnudos contra ella, y trato de encontrar palabras lo
suficientemente coherentes como para explicarle esto—. Todo lo que quería era
un poco de tiempo para mí, para vivir mi vida. Para ver lo que se siente el pasar
un día sin alguien respirando en mi cuello, jugando a las veinte preguntas o
solicitando que les cuente todo sobre el hombre que solía meter mi cabeza en un
maldito inodoro. —El estuco se clava en mi piel, y la sensación de calor y sangre
pegajosa le sigue—. Así que si vas a ser otro de ellos, entonces me largo. —Me
aparto de la pared y bajo dos escalones antes de que agarre mi camisa.
Su pulgar se desliza justo debajo de mi codo, y el rojo colorea su piel. —
¿Siempre te lastimas cuando hablas de tu pasado? —Hay una dulzura en su voz
que me pincha en la piel. Me da náuseas y alivia al mismo tiempo. Trago saliva.
—¿Siempre intentas gritarle a la gente y fallas miserablemente? —Con
una sacudida, tiro de su agarre, pero esta vez no me libera. Sus ojos arden en los
míos.
—Por favor, ven adentro.
—No me voy a quedar porque sientas lástima por mí.
Se muerde el labio por un momento, y baja la frente como si estuviera
pensando. —Entonces quédate porque te quiero —dice después de un minuto.
Levanto la barbilla, desafiante. —¿En serio?
Sin dudarlo. Sin ningún movimiento de los ojos hacia el césped verde y
brillante debajo. Sólo un corto y simple—: Sí.
Lo dejo tomar mi mano y llevarme adentro. Me lleva al fregadero de la
cocina. Me levanta por la cintura y pone en el mostrador, luego, cuando el agua
se vuelve caliente, moja una toalla de papel, y comienza lentamente a dar unos
toques para sacar la sangre de mis brazos.
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Traducido por Vane Farrow
Corregido por Eli Hart
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Hay una especie extraña de tranquilidad bajo un paso elevado de la
autopista en un día lluvioso. Coches retumban por encima, amortiguados por
capas de hormigón. Lluvia golpea sobre el asfalto, el metal de los coches
abandonados, y en las ventanas rotas de edificios vacíos.
El golpeteo de una hoja de afeitar. Inhalación rápida. Gruñido contra la
quemadura.
Una mano marchita me pasa el compacto, vuelto hacia atrás con una
línea dentada de blanco partiendo el espejo en dos. Por un segundo me miro, a
mi reflejo dividido a la mitad. Ojos negros turbios. Pelo grasiento y despeinado
por el viento. Nunca antes he lucido así de diferente a Ellie.
Griffin fue a trabajar hoy. Metió su cuaderno de dibujo bajo su brazo
mientras una luz turbia fluía a través de las ventanas, y dijo que regresaría
alrededor de las cinco. No sabe cómo actuar alrededor de mí, es lo que me dijo
ayer por la noche cuando veíamos un episodio tras otro de los Inklings. Quiere
creerme, perdonarme, dejarme entrar de nuevo, pero no sabe cómo.
Le dije que lo superara.
A mi lado, la chica deja escapar una risa ronca. Todavía no sé cómo se
llama. Vino con Benito y él la llama mija, como a todo el mundo. —Tiene miedo,
B —dice, bamboleando la cabeza de atrás hacia adelante a lo largo de la pared
de cemento—. No confía en tu mierda. —Las puntas quebradas del sobre-
blanqueado cabello rodean su rostro, herpes labial salpica su boca; podría ser
linda si no estuviera tan colgada.
—Lo que sea —le digo y arrebato el dólar enrollado de sus dedos—. Si
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—Ya me voy.
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La puerta suena.
Me dirijo directamente al sofá. A mi alrededor, el aire está vibrando,
rápido y trinando. No miro, pero debe haber al menos cuatro chicos trabajando
hoy, agujas penetrando la piel, extrayendo la sangre, haciendo arte. Mis rodillas
colapsan, y se doblan en los cojines. Cierro los ojos. A lo lejos una voz llama su
nombre, y luego el mío, y unos segundos más tarde una mano aprieta mi
hombro.
—Gwen, ¿qué pasa? —Griffin se arrodilla a mi lado y pienso: ¿Es por eso
que la gente llora? ¿Porque no saben lo que están haciendo? ¿O porque aparecieron en
algún lugar que no deberían estar? ¿Porque no quieren que sus ex novios los vean
derrumbarse, o no tienen palabras para explicar el agujero de mierda en el que se
lanzaron?
—Maldita sea, Gwen —dice Griffin rápido—. Dime lo que pasó. —Se
sienta a mi lado y tira de mi brazo. Su dedo se desliza suavemente sobre mi
mejilla, con olor a antiséptico y tinta—. ¿Cómo te hiciste este rasguño?
¿Estuviste en una pelea?
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Traducido por Gabriela♡
Corregido por SammyD
19:49 p.m.
—Diez cargos más.
Deslizo la mirada desde la cubierta de cemento sucia y la piscina de
fondo lodosa hacia Griffin, sentado frente a mí con los vaqueros enrollados
hasta las rodillas y las piernas colgando en los chorros.
—¿Mmh?
—Mi padre —dice—. Fraude. El juez le dio diez cargos más. Su abogado
llamó hoy. —Saca un puñado de agua, lo escurre en un charco al lado de él, y lo
palmea con su palma—. Lo más probable es que estará en todos los periódicos
mañana.
—Pues no leas los periódicos.
Me mira, sus ojos reflejando la inundación blanca de las lámparas de
seguridad. —Traté de hacerlo la última vez.
—¿Y? —Saco los pies al aire frío, manteniéndolos durante un momento,
y luego los sumerjo de nuevo en el agua. Pinchazos devoran los dedos de mis
pies.
Se encoge de hombros. —Curiosidad morbosa.
—¿De qué? —Sonrío—. ¿Qué color de vestido de bodas usaba?
Sacude la cabeza, arrastrando vetas de agua fuera del charco. Llamas.
Dentadas y furiosas llamas. —Si me mencionó. O a mi madre. Si reconoció
nuestra existencia en lo absoluto.
Por extraño que parezca, también me he preguntado eso… bajo el peso
207
del calor persistente del verano. Posada en la ventana, mirando donde el gran
trasero de mi padre se instalaba en una silla de jardín flácida, una botella
Página
amigos, sólo que no tenía idea de quiénes eran. Estar en lugares, sin saber cómo
había llegado allí… o por qué siempre peleaba, por así decirlo, cuando llegaba.
Su cabeza se sacude distraídamente, y sus ojos se centran en un punto
por encima de mi hombro. —¿Al igual que en la escuela?
Asiento. Unas cuantas veces en West Haven. Dos veces con él. —Sí.
—¿Y ahora?
—Ahora, gracias a su terapeuta, sé lo que realmente sucede. Eso de que
Ellie depende de mí cuando las cosas se ponen demasiado difíciles para ella.
—Al igual que… ¿al recordar lo malo?
El material se arruga en mi agarre. Lo miro a los ojos. —No, esos
recuerdos son todos míos. Qué suerte la mía, ¿no? —No sonríe. Sólo mira,
espera a que se lo explique—. Ciertas cosas desencadenan recuerdos de Ellie de
nuestro pasado. Sobre todo la gente tocándola, pero también otras cosas. Un
movimiento o un olor específico. Es débil, por lo que cuando la memoria
empieza a aflorar, se va. Y luego me toca a mí limpiar el desorden, de lo que
estoy harta. Es mucho más fácil simplemente hacer frente a los recuerdos por
mí misma.
—En la tienda, ¿eso fue lo que pasó? ¿Era un recuerdo? —Una gota de
agua salpica su rodilla, se cuelga por un momento, y luego se desliza hacia
abajo por su espinilla. Griffin nunca dejaría que me quedara si descubre lo
metida que estoy con Benito. Es probablemente más fácil dejarlo pensar eso.
Asiento—. ¿Dónde va cuando te encuentras aquí?
Me encojo de hombros, mis pantalones cortos levantándose luego de caer
con el movimiento. —Ni idea, joder. La verdad es que no estamos conectadas
de esa manera.
—Bueno, entonces, ¿dónde vas cuando Ellie sale?
—A ninguna parte. Es como un agujero negro. La Dra. Parody dice que
algunos álter fabrican una casa en sus cabezas, como un castillo o jardín.
—¿Tú no?
Hago una mueca. —Eso es patético. ¿También debo fabricar algunos
amigos para vivir allí conmigo?
Pone los ojos y dice—: He leído sobre esto en línea. El trastorno. Se dice
que hay una cura. ¿Integración?
209
4:58 a.m.
Amanece en su rostro. Venas lavadas de azul por el cuello y pecho. El
tatuaje en su lado, el de arriba de la marca tribal, puedo ver ahora que es un
ángel mirando hacia atrás, su espalda y alas de plumas y pelo largo y oscuro
sombreados con gris. Griffin dijo una vez que no le gustaba el tatuaje de rostros,
algo sobre la búsqueda de espíritu en los ojos, así que creo que lo hizo él mismo.
Su pecho se eleva. Respiro y lo contengo hasta que la espalda del ángel
comienza a hundirse hacia el colchón. Cinco minutos de esto, respirar con
Griffin, y las uñas de las manos perforando mis pulmones casi han
desaparecido.
Aun así, no quiero estar sola en la sala de estar. En el sofá, luchando
contra su voz.
Sentada en la habitación, en la silla del escritorio de metal con las piernas
levantadas contra mi pecho, rebusco tranquilamente a través de papeles en su
escritorio. Facturas de servicios públicos, recibos de pago de elementos
artísticos… nada de Meg. No hay imágenes de su rostro o notas en su escritura
o evidencia de que existe en lo absoluto.
De repente, Griffin abre los ojos. —Jesús, Gwen. Me asustaste.
—No podía dormir.
Se frota la cara, por un momento luciendo como si las palabras “Necesitas
salir de aquí” pudieran ser lo siguiente en salir, pero arrastra la manta, dejando
al descubierto la sábana negra. Me subo. Las cubiertas caen sobre mis piernas.
Entonces tomo su brazo y lo acomodo sobre mí mientras me acerco lo más que
puedo.
211
212
Página
Traducido por Eli Hart & Miry GPE
Corregido por Amélie.
12:01 p.m.
Me desperté con el sol colándose por las ventanas con un brillo
asfixiante. Baña las paredes, resalta los bocetos de Griffin, rompe el espejo
enmarcado en plástico colgando al lado de la puerta. Una nota descansa en la
almohada a mi lado: Fui a trabajar. Regreso tarde. Doblado debajo hay un billete
de diez dólares.
Encuentro mis vaqueros en el suelo del baño y una camisa blanca
envuelta en el armario de Griffin y justo mientras me dirijo para salir por la
puerta, con mi boca haciéndose agua ante la idea de una hamburguesa de
queso, la veo. Deslizada debajo del sillón. Amarilla y peculiar. Un recibo.
Comickaze comics, dice en la cima, y debajo de ella la dirección del otro
lado del pueblo. The Walking Dead #80, Griffin la compró hace unas semanas. Y
el nombre de Meg, garabateado con letras arremolinadas a un lado. También su
número telefónico. Qué idiota.
1:12 p.m.
Es una tiendita andrajosa, una isla en medio de un centro comercial,
apretada entre una tienda de comestibles finos y una barbería. Las puertas de
vidrio se abren y, desde donde me encuentro detrás del volante, estacionada
junto a la curva con el calor soplando caliente contra mi rostro, es un misterio
por qué Griffin se interesó en ella. Pequeño cabello castaño, una sonrisa de ten
un buen día mientras entrega una bolsa colgante de plástico al niño al otro lado
213
del mostrador.
La tienda es un campo minado de estantes: metal, flácidos con el peso de
Página
veces en mi pecho. Pude haber golpeado a Meg y ella lo sabía. Azul lo sabía.
Cualquiera en la maldita tienda lo sabría.
Azul atraviesa la puerta, riendo. —¡Eso fue divertidísimo! —Salta en mi
espalda y besa mi mejilla—. Debiste ver su rostro. Totalmente a punto de llorar.
¿En serio estaba viendo a tu novio?
Desenlazo sus brazos de alrededor de mi cuello, la quito de mi espalda, y
sonrío. —Técnicamente es mi ex.
—Posesiva. Me gusta. —Empuja mi estómago—. Ya sabes… deberías
ponerte así con Benito. Dale una pieza, así no cree que puede jodernos cada vez
que le plazca.
Curvo mis labios hacia ella. —Si jodes con Benito, voy a tener que
deshonrarte antes de ser amigas.
—Cállate. —Golpea mi codo con el suyo—. También lo harías por un
golpe libre.
Nunca estaría así de desesperada. Saco un cigarro y ruedo los ojos. —
Dejaría la adicción antes de dejar que la piel sucia de ese idiota me tocara.
Se gira hacia el otro lado del estacionamiento desolado. Tal vez golpeé
un nervio. Tal vez es dependiente de los toques de Benito para controlarse. El
viento se eleva y Azul extiende los brazos sobre la cabeza, mirando hacia atrás,
por la puerta de vidrio.
—Mierda —dice con una risa—. Bebé llorón se dirige al teléfono. Tal vez
deberíamos separarnos. —Señala mi auto estacionado en la curva—. El Accord
es tuyo, ¿verdad?
Dentro, Campanita está detrás del mostrador, sus ojos en nosotras,
levantando el teléfono hacia su oreja. Si entramos al auto ahora, sabrá lo que
conduzco. Le dije que me estoy quedando en casa de Griffin, pero…
Voy hacia la puerta de vidrio. Azul abre los brazos. —Espera, Gwen,
¿qué haces? ¿Estás loca? Está llamando a la policía.
Las puertas se balancean abiertas. Meg levanta la mirada. Ignoro los
pocos clientes recorriendo la tienda y levanto la cabeza con una sonrisa curiosa.
—¿Alguna vez has estado en su casa? —El teléfono cae y su boca se abre y por
un instante parece un pez confundido.
—¿De Griffin? —dice y asiento. Sí, genio, de Griffin—. Eh, no. Él…
216
perfilar, partes del cuerpo al azar como globos ocupares y dedos y narices
dispersas en la carne podrida. Azul se tapa la nariz y me da esa mirada de esa
cosa apesta mientras levanto la máquina. El metal brilla en la luz—. Tatúame —
le digo. Se aparta jirones rubios del rostro.
—Claro. —Se ríe, inclinándose para inspeccionar la máquina—. No sé
tatuar.
—No es tan difícil. Como colorear con una máquina de coser.
—¿Sí? —Levanta una ceja escéptica—. ¿Lo has hecho?
—Algunas veces —digo y libero la pistola en su mano—. Primero
practicaremos.
Quince minutos después, luego de que Azul haya dibujado líneas y
círculos y su nombre en la piel del cerdo y yo haya bosquejado un rayo de
tamaño perfecto para cubrir mi cicatriz en la muñeca, nos sentamos en la mesa
de madera con un rollo de toallas de papel y un contenedor de plástico de tinta
negra.
—¿Lista?
Azul desplaza la mirada entre la pistola en su mano y mi muñeca
estirada. —Estás loca, ¿lo sabes?
—Ya me lo han dicho. —Ajusto la pistola en su agarre como Griffin me
enseñó y la guío hacia el contenedor de tinta. Ella baja el pie. La máquina
comienza a zumbar—. Si te mueves demasiado lentamente —le digo—, la tinta
se chorreará.
18:49
La puerta golpea, despertándome con un sobresalto. A mi lado, Azul se
incorpora y frota sus ojos. Dios, ¿cuánto tiempo hemos dormido? Las luces
continúan encendidas, aunque mucho más brillantes ahora que el sol se ha
puesto, y en la película se desplazan los créditos.
—Ah, hombre —dice ella—, me perdí la mejor línea de Keanu. Vaya con
Dios , hermano. —Me río de su imitación de surfista, gesto con la mano y todo,
5
justo cuando Griffin se detiene en el borde del sofá. Sus ojos caen sobre mis pies
descalzos, que descansan en el regazo de Azul.
—Hola, Grif. Azul y yo veíamos una película.
Lleva un gorro gris hasta las cejas y una camiseta térmica negra
218
5
En español, en el original.
—Más o menos. —Ella le sonríe a Griffin y dice—: Mi verdadero nombre
es Jaye.
Él la ignora y se queda mirándome. —Tenemos que hablar. —Por la
forma en que lo dice, puedo decir que algo pasa. Tal vez está enojado porque
traje a alguien a su apartamento sin preguntar. Tal vez tuvo un mal día en el
trabajo. Quizá él…
—Ahora —suelta, y luego camina pisando fuertemente por el pasillo.
Azul suelta una risita. —Guau, ¿siempre anda por ahí con un palo en el
culo?
Griffin se detiene a medio pasillo y se gira, señalando a Azul. —Escucha.
No sé quién eres o lo que haces aquí, pero te tienes que ir.
Azul me mira con ojos entrecerrados.
Miro entornando los ojos hacia Griffin. Manchas de color rojo suben y
rodean su cuello como si alguien lo hubiera estrangulado. Puede ser, también,
por lo ridículo que está actuando.
—Grif…
—¡Joder, ya vete! —grita por encima de mí. Sus palabras resuenan a lo
largo de las paredes color hongo, se aferran al techo y se entierran en la
alfombra. Azul se encuentra en un silencio aturdido y es lo más silenciosa que
ha estado toda la tarde.
Doy un paso hacia él. —¿Cuál es tu problema?
—¡Todo! —Está a punto de pelear. Hombros atrás, codos doblados,
puños con los nudillos blancos posicionados a sus costados. Extiendo las
manos, la muñeca recién tatuada cubierta por una fina capa de arrugado papel
plástico y la sudadera holgada que encontré en su armario.
—¿Tal vez quieras aclararlo?
Una risa cortante se escucha a través del estrecho pasillo. —Para empezar
—dice—, trajiste a una maldita adicta al crack a mi apartamento.
—Oye, idiota —dice Azul, encontrando su voz—. Ni siquiera me
conoces.
219
Griffin apunta su mirada de muerte hacia ella. —Es exactamente por eso
que no te quiero durmiendo en mi sofá. Fuera.
Página
césped, quito cada minúsculo vello. Uno a uno silban y se quejan, y quema pero
no lo separo.
Página
—Nunca te vi llorar antes. —La voz está detrás de mí. Baja y suave y
para nada enojada. Lanzo el cigarrillo a la hierba y me giro, mi espalda contra la
barandilla. Si me concentro lo suficiente, puedo sentir el lugar exacto donde
esas heridas sanaron en verdugones nudosos. Se infectaron; lo recuerdo.
También recuerdo no haber sido tratada, hasta que me enviaron a Millerton.
—Porque no lo hago —digo sin mirar a Griffin. Cuando lloré, él se
convirtió en un monstruo. Cuando lloré, un día de lluvia se convirtió en la
tormenta perfecta. Fue hace mucho tiempo; Griffin no necesita saber esto—. No
tiene sentido —agrego, tirando de la capucha de la sudadera sobre mi cabeza
para que no pueda ver mi rostro.
Polillas revolotean por el resplandor amarillento cerca de la puerta. Un
mini enjambre, golpeando una tras otra contra el cristal. A lo lejos, los coches
susurran bajando por Huntington. Meto un conjunto de dedos congelados de
los pies debajo de los otros. Griffin aclara su garganta.
—No te lo dije a propósito. Sobre Meg y yo viéndonos —dice, cruzando
los brazos sobre su estómago. La capucha silencia su voz, haciendo que suene
como si estuviera de pie en el balcón del vecino en lugar de a un metro de
distancia—. Quería que estuvieras celosa. Y herida… como lo estuve yo.
Meg también lo dijo: No he hablado con él en…
Lo miro de reojo. —Eso es muy maduro, Grif.
—Ni que lo digas. Como si estuviéramos de nuevo en la preparatoria. —
Contra el suelo del balcón, sus botas negras raspan contra la arena. No se aleja.
No me dice que es hora de irme. Las palabras se hallan en sus labios,
esperando.
—Bueno —pronuncio—, ¿conseguiste lo que querías?
—No. —Da un paso delante de mí, bloqueando la luz desde el interior
por lo que, de repente, se ve como una gran sombra negra. Su rostro se acerca.
Palabras calientes acarician mi rostro—. No lo conseguí. —Con sus manos, me
sienta suavemente en la barandilla, mis ojos al nivel de los suyos. Ante la falta
de luz de luna, se ven como charcos de tinta.
Tres metros más abajo, mi cigarrillo se esfuma. Mis manos descansan
sobre mis muslos y él agarra la sudadera con los puños para sostenerme.
Inclino la cabeza. —Me quieres.
—Esa es la cosa… —Desliza la capucha de mi cabeza, trazando mis
222
Hago que sus pensamientos se jodan. Eso es lo que iba a decir. Y debo decirle
que sus pensamientos jodidos son nada. Si él quiere saber de jodidos, debe
entrar a mi cabeza.
Se aleja ligeramente, manteniendo su boca junto a la mía. —Siento
haberte gritado. —Una mano se desliza por debajo de mi sudadera. Sus dedos
se deslizan por mi columna, muesca por muesca, hasta que llegan a mi
sujetador. Luego retroceden hacia el sur.
El aire frío hace cosquillas en mi cintura, y me encojo. —Siento haber
traído a una adicta al crack a tu casa. —Mi mano baja por su rostro y se desliza
por su cuello. Me siento mal por Azul, que tiene que pasar noche tras noche en
el frío implacable, pero cuando se llega a esto, elegiría a Griffin sobre Azul
cualquier día. Griffin toma mi muñeca y el sonido de plástico al arrugarse lo
detiene. Su frente se arruga. Dejo que se forme una sonrisa.
—Le mostré a Azul cómo tatuar.
Levanta mi manga hasta medio brazo, revelando una maraña de plástico
transparente y, debajo, una línea discontinua en el interior de mi muñeca. —¿En
ti? ¿Permites que otra persona; que no tiene ni idea de lo que está haciendo;
tatúe un rayo en ti?
—Sobre mi cicatriz —le digo y quito el plástico. Algunos de los bordes
son temblorosos, la punta con demasiada tinta en lugar de una aguja afilada,
pero…—. Se ve muy bien para ser su primera vez, ¿eh?
—¿Por qué lo hiciste? —Sostiene el brazo hacia la luz, inspeccionando
cada esquina, cada evento, cada punto de tinta ahora persistente bajo mi piel
estropeada—. Gwen, tengo que arreglar esto. Se ve horrible. ¿Por qué no me
pediste que lo hiciera?
—Estaba cansada de verlas. —Paso un dedo por la cicatriz, luego,
reclamo mi brazo con un encogimiento de hombros—. Eventualmente las
tendré todas cubiertas.
223
Página
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Dannygonzal
10:01 a.m.
—El elogio más vergonzoso —le digo a Griffin, colocando la taza de café
sobre la mesa junto a mí. Vuelve a mirar el armario abierto que ha estado
observando por un tiempo. Platos, vasos, un montón de electrodomésticos en la
misma parte. No tengo idea de lo que está buscando.
—¿Qué?
Señalo hacia él, su espalda sin camisa, los brazos extendidos y
flexionados como si estuviera en alguna competencia de músculos, y luego por
encima de su cabeza, hacia la enorme olla Crockpot negra amontonada.
Sostengo las manos frente a mí, como si estuviera apretando una hoja de papel.
—Griffin Peed —digo en un tono serio y con la mirada más convincente
de tristeza que puedo poner—. Un amante, luchador, tatuador de todas las
criaturas con garras y colmillos. Era un buen besador e incluso el mejor… hasta
que fue víctima de una maldita olla Crockpot.
Él sonríe, la primera sonrisa genuina que he visto en toda la mañana. A
pesar de que cae casi de inmediato.
—Gwen, ¿puedo preguntarte algo? —Me enfrenta, colocando las palmas
sobre la encimera, con los vaqueros bajos en las caderas—. ¿Qué es lo que tienes
en contra de la integración?
Dios, no otra vez. ¿Por qué todo el mundo siempre encuentra una manera
de sacar el tema? Tomo un sorbo de mi taza, ignorando su pregunta.
—¿Es porque tienes miedo?
Ruedo la taza ardiente de mi palma a la piel recién entintada en mi
224
Eso es todo. Lo miro directamente a los ojos. —Si estás hablando de esa noche
en el spa, no va a ayudar. La integración es la combinación de pensamientos.
No los borra. —Señalo mi cabeza—. Me tengo que quedar con esta mierda hasta
que me muera.
—Así que entiendes cómo funciona. Que no se borrará. —Me da una
mirada de complicidad—. Además, estaba pensando en Ellie… si sus recuerdos
no son tan malos, ¿qué pasa si se cancelan el uno al otro?
—¿En serio, Grif? ¿De verdad crees que los buenos y malos recuerdos
pueden anularse entre sí? ¿Como terroristas y soldados entre sí? ¿Con ambos,
simplemente todo se va a anular? —Ruedo los ojos y me bajo del mesón,
aterrizando en mis pies descalzos—. No me hables de integración. Tú,
evidentemente, no entiendes nada.
—T…
—¡Eso significa que una de nosotras va a desaparecer! —Mi voz hace eco
en la pequeña cocina—. ¿No lo entiendes? Desaparecer. Esfumarse. Se va. Y no
estoy dispuesta a correr el riesgo de ser yo.
—Gwen, eso no va a matarte. O a ella. Tú misma lo dijiste, es la
combinación de pensamientos. Piensa en ello como trozos de hielo en un lago
congelado. La integración es que las piezas se vuelvan a derretir por un mismo
propósito.
Por favor. Esa analogía está tan usada. Incluso la Dra. Parody la dijo.
—Una mente, Grif. Una. Y quién puede decir que no termine siendo la de
ella. Además, ¿se te ha ocurrido pensar que tal vez no quiero mezclar mis
pensamientos con otra persona? Imagínatelo. ¿Todo lo que conoces de ti mismo,
tus recuerdos, tus sentimientos, fusionados con una persona al azar?
—Ella no es una persona al azar. Es parte de ti. Eres parte de ella.
Siempre lo ha sido.
Te lo juro, nunca he escuchado algo tan ridículo en mi vida.
—¿Y qué pasa con nosotros?
Sus ojos se abren por un instante y dice suavemente—: ¿Qué quieres
decir? —No contesto porque lo que quiero decir es tan claro como el día y él es
inteligente, así que no debería ser tan difícil entenderlo; sus hombros caen con
entendimiento y creo que lo captó, pero luego la cosa más estúpida sale de su
boca—: Te amaré sin importar qué, Gwen.
Amor. Nadie nunca antes dijo que me amaba. Pero realmente ese no es el
225
punto en este momento. Muerdo el borde de mi taza hasta que mis dientes
empiezan a doler y luego digo—: No me puedes amar si me voy.
Página
12:32 p.m.
—¿Quieres dos burritos garbage6 ? —La mujer de cara redonda me repasa
de arriba hacia abajo, como si estuviera tratando de decidir si mi cuerpo de diez
dólares podría manejar toda esa carne, queso y grasa. Su redecilla para el pelo
se aferra con tanta fuerza a la frente, al pelo negro azabache encrespado en el
interior, que en medio de los mostradores sucios y los suelos pegajosos de esta
deteriorada choza de burritos podría pasar perfectamente como un trapeador.
Asiento, sin molestarme en mencionar que el segundo lo usaré para
alegrar a Griffin. Se fue después de la llamada telefónica con el señor Díaz, sin
decir nada más acerca de la integración, para reunirse con él antes de ir a la
tienda al mediodía. No sé de qué hablaron. Sólo que Griffin no se veía feliz
cuando se puso la camisa, las botas, y salió por la puerta sin siquiera
amarrarlas.
—Saliendo. —La mujer me da el cambio, y se gira hacia el espacio de la
cocina detrás de ella, espantando una mosca con un gesto de la mano. Ella pone
dos tortillas en cuadrados de papel, y es entonces cuando lo siento. Algo duro y
puntiagudo presionando en la parte baja de mi espalda. Unos labios rozando
cerca de mi oído.
226
mujer con la redecilla para el pelo. Una mano se extiende alrededor de mi brazo
6
Tipo de receta para burritos.
y se apodera de los tres billetes de un dólar, y mi estómago cae al suelo. Luego
su respiración está en mi oído, y no puedo evitar que mi corazón se ahogue
cuando sus palabras calientes explotan contra mi piel—: Veo que estás
trabajando duro en gastar mi dinero.
La mujer mete los frijoles en las tortillas.
Poco a poco, posiciono mis hombros y muevo los pies. —Una chica tiene
que comer —le digo. La puerta desvencijada está a sólo unos pasos de mí.
Podría girar y correr, pero Benito seguramente me perseguiría. Y sus escuálidas
piernas son sin duda rápidas.
Se ríe en mi oído. —Y yo tengo un negocio que atender. —El arroz le
sigue a los frijoles, y a continuación, un puñado de queso. Benito presiona el
cuchillo más duro en mi espalda. Me estremezco.
—¿Qué quieres?
—Creo que es bastante obvio. —De repente sacude mi brazo y grita con
pánico en la voz—. ¡Ahí estás! ¡Ruby, tenemos que darnos prisa! ¡Tu mamá tuvo
un accidente! —Me arrastra hacia la puerta, deslizando el cuchillo en su manga
y sacándolo de vista. La mujer con redecilla gira, con un puñado de lechuga en
su palma—. Lo siento —le dice Benito—. Nos tenemos que ir. Cancela la orden,
por favor.
Estamos en la puerta en cuestión de segundos y tengo que darle crédito.
Eso fue muy convincente. Benito me empuja hacia mi coche.
—Dios, eso fue demasiado fácil —dice con una sonrisa. El cuchillo vuelve
a mi espalda. Me empuja hacia el asiento trasero. No hay una sola persona en la
calle. Nadie para ver a Benito atando mis muñecas y tobillos con una cuerda.
Nadie para presenciar la tira de cinta adhesiva que coloca en mi boca. Nadie
para verlo sostener el cuchillo en la parte inferior de mi barbilla y susurrar las
palabras—: Debiste haber vigilado tu espalda.
Asegura el cinturón de seguridad en mi cintura y pecho, y se esfuerza
por sacar las llaves de mi bolsillo, luego lleva el coche a la calle, todo el rato
silbando la maldita canción de Mickey Mouse Club.
No tengo teléfono. Griffin no me está esperando. Nadie más sabe dónde
me encuentro. Cierro los ojos.
227
Esto va a apestar.
Página
12:56 p.m.
El motor se calla. Observo desde el techo del coche hacia el asiento
delantero, donde Benito se agacha hacia otro lado, al asiento del pasajero. Tiene
una bolsa de algún tipo, una bolsa negra de lona con un lazo. De ella saca otro
trozo de cuerda, ésta es del largo de su brazo, y una botella de agua medio
vacía.
—¿Lista para pasar un buen rato? —dice, mirándome por encima del
hombro. Guiña un ojo, y no quiero ni imaginar la "diversión" que podría tener
con esos dos elementos. Mis ojos van más allá de su rostro sonriente, hacia el
parabrisas, donde, desde abajo en el asiento de atrás, sólo se ven copas de
árboles y un cielo salpicado de azul. Podríamos estar en cualquier lugar en
Portland. El camino desde la choza de burritos se hallaba a menos de veinte
minutos, la última mitad pasaron con el coche arrastrándose lentamente,
lanzando y meciéndose mientras la grava gemía debajo de nosotros. Lo que
significa que probablemente estemos en algún lugar en el bosque.
Benito desaparece, y luego la puerta trasera se abre de golpe. El aire frío
entra precipitadamente hacia mi estómago, donde la camisa se ha enredado con
el cinturón de seguridad. Él me mira, sonríe ampliamente mientras sube. Las
cuerdas rasgan mis muñecas, pellizcando y tirando las costras de mi nuevo
tatuaje. Benito arrastra su uña irregular a lo largo del tramo de la piel desnuda y
si mis manos no estuviesen atadas a la espalda lo habría golpeado. En cambio,
tiro de mi rodilla contra su muslo huesudo.
—Eres una luchadora. —Se ríe y pasa mis pies atados hacia la silla con
las piernas, prácticamente sentándose encima de mí, y luego saca una pequeña
jeringa y una bolsita del bolsillo de su chaqueta—. Por suerte para ti, Gran H
hace maravillas con las malas actitudes.
Gran H.
Es a lo que Azul llamaba heroína.
Oh. Mierda.
Benito envuelve la cuerda alrededor de mi bíceps y aprieta hasta que mis
dedos comienzan a palpitar. Las venas se hinchan en mi brazo. Pulsando contra
mi piel como si estuvieran tratando de escapar. Nunca me he inyectado heroína.
Nunca me inyecté alguna droga. Tampoco creo que Benito lo hiciera; él es más
228
de doparse.
Poco a poco, encuentra con su dedo la vena abultada en el hueco de mi
Página
brazo. —Venas frescas. El sueño del chico de los periódicos —dice, y doy un
tirón contra el cinturón de seguridad. Destapa la botella de agua, entonces
utiliza la jeringa para extraer un poco de líquido—. He visto un montón de
chicas como tú… pasar de fiestera a adicta después de un solo golpe. Esa es la
belleza de darle alas a alguien. Vendrán de nuevo a mí para toda la vida.
¿Está tratando de hacerme dependiente de él? ¿Después de que piensa
que lo estafé? Jesús, debe tener muerte cerebral. La jeringa de agua chorrea en la
tapa de la botella, luego agita la bolsa de heroína. Parece mucho. Demasiado
para una sola persona. ¿Tal vez las cantidades son diferentes a las de la coca?
¿O tal vez planea drogarse conmigo?
El polvo blanco se disuelve. Con la punta de la aguja de la jeringa, agita
la mezcla espesa, raspado el metal contra el plástico, haciendo un alto eco bajo
el silbido de mi respiración, y luego retira el émbolo, haciendo desaparecer el
líquido.
—Un golpe promedio… —empieza, ajustando su posición sobre el
asiento. Estabiliza el codo por encima de mí, mirando fijamente la punta
reluciente de la aguja—. Es sólo una décima parte de un gramo. Para una
novata como tú, de todos modos. Pero los dos sabemos que no eres normal. —
Ladea la cabeza, los labios en una media sonrisa—. Tu trasero es cinco veces el
promedio. Así que lo ajusté.
Mi cerebro se toma un segundo para comprender lo que está diciendo.
Cinco décimas de gramos. No está tratando de ponerme al máximo, o tirarme a
la acera para su beneficio; va a envenenarme con una sobredosis. La aguja se
mueve más cerca de mi brazo, hasta donde mis venas están abultadas como
piedrecillas debajo de mi piel. El coche se encoje sobre mí. De repente, el aire
que entra por mi nariz no parece suficiente. Lucho contra sus piernas, pero por
debajo de su peso, el movimiento sólo rompe la firmeza de la aguja.
Pone un brazo sobre mi hombro. Olas de calor y aliento pútrido recaen
sobre mi rostro. —Las náuseas vendrán primero —dice, escupiendo sobre mi
mejilla—, pero es breve, y definitivamente vale la pena considerar la fiebre que
le sigue. Estarás tan jodidamente drogada, será como si estuvieras en la cima
del mundo. Aunque… —Una mirada conspiradora se arrastra sobre sus
facciones—. Eso sólo tiene una duración de diez minutos. Luego, tu boca se
secará, la piel comenzará a picar, el brazo derecho aquí —Golpea mi vena con la
punta de la aguja—, arderá como el infierno. Poco a poco, va a ser más difícil
respirar. Los latidos de tu corazón serán irregulares. Y entonces —dice, bajando
229
13:07 p.m.
Necesito agua. Me lamo los labios. Mi lengua se siente gorda y
granulada, como si estuviera recubierta de grava. Trato de levantar la cabeza, y
luego las piernas, pero nada se mueve. Tan pesadas. Tal vez Benito me puso
rocas antes de desaparecer. Una risa sale de mis labios inmovibles.
13:29 p.m.
El techo está girando, pero cuando cierro los ojos es aún peor. ¿Qué
230
231
Página
Traducción por Valentine Rose
Corregido por Victoria
Ellie
Mis ojos son azules. Mi cabello es castaño. Un pequeño lunar yace junto a
mi nariz. Tengo dedos delgados y un ombligo largo. Mi nombre es Ellie Cox.
Esto es lo que sé.
Lo que me dicen: estuve perdida por ocho días. Fui encontrada en la
parte trasera de mi auto, en una calle sucia detrás de McClay y casi muerta en
un coma por heroína. Los paramédicos me revivieron, inyectando algún tipo de
droga en mi sangre, impidiendo así que la heroína detuviera mi corazón por
completo. La policía dijo que fue una sobredosis… mis dedos tenían la jeringa,
por lo que piensan que ningún juego infame estuvo implicado. También les
dieron a mis padres el número de contacto de un centro de rehabilitación,
aunque mis padres saben que no fui yo quien hizo esto.
Mi nombre es Ellie Cox. Tengo ojos azules, cabello castaño…
La puerta suelta un gruñido. —¿Lista? —Shane entra a la habitación, no
tan moderado como la primera vez, pero aun así con cautela. Aún cuidadoso.
Probablemente preguntándose si soy la misma chica con la que habló hace
menos de una hora. Si sé quién soy, o si voy a darle un puñetazo.
Aparto la mirada del espejo y me volteo. El globo morado junto a la cama
se mueve con el movimiento, su mensaje plateado —¡Mejórate!— brillando por
las luces fosforescentes. Las palabras no significan nada para mí. El globo bien
podría decir: ¡Es un niño! O Feliz Halloween. Dani intentaba ser agradable, me
dijo Shane más temprano. Quería visitarme aquí en el hospital, pero mis padres
le dijeron que esperara otro día. Probablemente debería agradecerles por eso.
Aclaro mi garganta y sonrío un poco. —Eh… ¿dónde está mamá?
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que debiera acostumbrarme a esto. A la gente buscando por alguna señal que
en verdad soy yo. Y que no soy ella: Gwen. —Dijo que podías ir conmigo —dice
Shane, cruzando la habitación. Me toma en sus brazos y me jala con fuerza
hacia su pecho, y por un segundo, me permito consolarme con esto, por el olor
a coco saliendo de su camiseta—. Casi vendí mi alma intentando convencerla
de que no te perdería de vista. —Sus labios encuentran mi oreja—. Estoy seguro
de que estará detrás de nosotros.
Con gentileza, me alejo y levanto la mirada para observarlo. Aunque ha
estado en casa y se ha duchado, y puede que incluso haya tomado una siesta
desde que los doctores anunciaron que sería dada de alta hoy, la evidencia de
su semana pasada aun yace en su rostro. Círculos morados bajo los ojos.
Mejillas hundidas y pálidas. Según él, vino a verme cada día. No podía dormir
o comer sin saber si me vería otra vez.
Presiona los labios en mi frente, y luego saca un collar de cuero trenzado
de su bolsillo. Mi collar. Sonríe. —Creo que ambas tienen algo en común.
El collar cuelga entre nosotros, la pequeña zapatilla brillando como si
acabara de pasar veinte minutos puliéndolo en su camiseta. Arrugo el rostro
ante sus palabras.
—No tengo nada en común con ella.
Toma mi muñeca y la voltea, luego traza su dedo a lo largo del tatuaje
que Gwen puso ahí: un rayo largo y delgado que florece de un árbol
desaliñado. Es negro por completo, y es la cosa más fea que he visto.
Shane envuelve el collar alrededor de mi muñeca, cubriendo el tatuaje, y
anudándolo. —Luce como si, de alguna manera, ambas quisieran cubrir el
pasado. —Amarra las tiras, y a pesar de que no hemos hablado de lo que somos
desde que las enfermeras lo dejaron entrar a verme anoche, pasa su pulgar
sobre mis labios secos y partidos. Lento y con cautela.
Esto es lo que sé: Mi nombre es Ellie Cox. Y no me parezco en nada a
Gwen.
Presiona sus labios contra la esquina de mi boca, cálidos y gentiles,
mientras sus brazos me envuelven otra vez. Un largo y lento suspiro choca
contra mi mejilla, seguido por las palabras—: Te amo, Ells. Mucho. —Toma mi
rostro entre sus manos, sus ojos verdes e intensos en los míos—. Sé que no
quieres hablar de ella, y no voy a presionar hasta que estés lista, pero escuchaste
lo que dijo la Dra. Parody: tienes que aceptarla como una persona, y más
importante, si la integración va a funcionar, como una parte de ti.
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abrazarlo.
—No tienes que hacerlo. Ya has hecho demasiado.
Con rigidez, sus brazos envuelven mi espalda. —Me iré, así que no es
como si de todas formas tuviera la oportunidad.
¿Irse? —¿Irte? ¿A dónde vas?
Se ríe con severidad al mismo tiempo que el viento vuela un papel del
basurero detrás de él. Agarra mis hombros, jalándome hacia atrás y
retrocediendo. —Unas de las últimas cosas que Gwen me preguntó fue que, si
ustedes dos se integraban, ¿a cuál de nosotros elegirías?
Nosotros. Ella tiene sentimientos por él.
Y Shane es mi mundo entero.
Oh.
—Yo… —trago. Dos veces—. Supongo que nunca pensé en eso.
—Sí. —Retrocede otro centímetro—. Y no voy a mentir, Ellie. Estar aquí
contigo… —Pasa una mano por su rostro, mirando a la distancia, donde su Jeep
naranjo está estacionado. Sus labios parecen luchar con su boca por un
momento, luego deja salir una sonrisa insegura —. Pensé que sería capaz de
aguantarlo —dice, introduciendo las manos en sus bolsillos—, sabiendo que no
eres ella. Pero… esto es muy difícil. Porque no puedo mirarte y no pensar en
ella. Tú no eres ella, lo sé. —Asiente con la barbilla hacia la camioneta de
Shane—. Y obviamente estás enamorada de ese chico, cualquiera puede verlo.
Así que, sí, no es la razón por la que me voy, pero supongo que en parte lo es…
ahora.
Retrocede dos pasos, y agarro su muñeca con rapidez. —Espera —digo,
porque no quería que se fuera todavía. No sé por qué. Simplemente no quiero.
Ojalá pudiera decirle que he aprendido a quererlo en serio, que siempre lo
recordaré por el tatuaje en mi estómago y ahora por el de mi muñeca. Pero, de
algún modo, me alegra verlo irse. Porque él representa una parte de mí a la que
no quiero aferrarme. Una parte de mí que se siente muy lejana y no es como yo
en lo absoluto. Quito mi cabello de mi rostro—. ¿Dónde vas?
—A Texas. A quedarme con mi mamá por un tiempo.
—¿Habla contigo ahora?
Inclina la cabeza hacia un lado, el ceño fruncido, como si estuviera
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procesando que ese día junto a la carretera era yo y no Gwen, y luego asiente.
—Me llamó un día después de su cumpleaños, después que le envié esas flores.
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Brooklyn Skye creció en un pueblo pequeño donde se
dio cuenta rápidamente que escribir era un escape de la
vida pueblerina. En serio, sólo es una chica normal e
incómoda que está obsesionada con las palabras.
Puedes seguirla en Twitter como @brooklyn__skye o
visitar su sitio web en busca de actualizaciones, teasers,
concursos y más: www.brooklyn-skye.com
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