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Violencia entre varones.

Violencia
intragenero
www.psiconet.com/foros/género

Irene Fridman: irenefrid@fibertel.com.ar


Mansilla 2814 8 “33”

En los últimos años se ha observado un aumento en la aparición


de conflictos que desencadenan en situaciones de violencia en
los grupos escolares. Si bien este fenómeno se encuentra en los
grupos de ambos sexos, es mayoritariamente en los de varones
donde se desarrollan los más violentos.
Muchas de las consultas institucionales que se realizan están
motivadas por esta situación, y en la mayoría de los casos, los
pedidos de intervención institucional se llevan a cabo cuando el
conflicto se encuentra muy avanzado y tanto los docentes como
los niños se encuentran sobrepasados por una espiral de
violencia que ya no pueden contener y que deja secuelas
indeseables.
Para poder interrogarnos acerca de este fenómeno partiré de dos
viñetas extraídas de trabajos de abordaje institucional, realizados
en diferentes establecimientos escolares. En el primer trabajo
llevado a cabo hace algunos años, la directora de una institución
escolar refiriéndose a los conflictos que se generaban en los
grupos explicitó: "Las nenas son terribles, arman lío entre ellas,
hablan y hablan... en cambio los varones son distintos ¡con ellos
no hay problemas! les tiras una pelota y lo arreglan jugando al
fútbol", cuando se le preguntó que pasaba con los niños que no
jugaban al fútbol, como hacían para resolver sus problemáticas,
ésta miró al equipo que estaba realizando el trabajo institucional
desconcertada, y aclaró que siempre había considerado que
todos los varones jugaban al fútbol.
En el segundo caso, el conflicto surgió en un grupo de varones de
una sala de 5 años de un Jardín de Infantes, el hostigamiento a
través de la violencia verbal 1 de un subgrupo contra otro
desencadenaron una espiral de violencia que los docentes no
pudieron contener y que trajo como resultado, el retiro de uno de
los niños del colegio, la negativa a concurrir a clase de otros más,
junto con la aparición en algunos chicos de síntomas
psicosomáticos. En este punto los directivos de la escuela se
decidieron a intervenir, abordando la conflictiva de una forma
llamativa a mi entender, utilizaron una narración como disparador
para elaborar las situaciones traumáticas en la cual se hacía
hincapié en un personaje débil y distinto, para trabajar los
aspectos ligados a la discriminación (cuando se realizó la
consulta institucional los docentes relataron que el episodio de
violencia había coincidido con la muerte de la mascota del grado,
un conejillo de Indias, la perdida del embarazo de la maestra a
cargo del grupo y el próximo cambio de colegio de uno de los
niños del grupo, que obedecía a factores económicos)
De las viñetas arriba mencionadas me interesa profundizar sobre
dos aspectos nucleares en la formación de la subjetividad
masculina. Cómo por parte del contexto social se estimula a los
varones a elaborar los conflictos, enfatizando el uso del cuerpo de
forma mecánica sin la posibilidad de mediatizar las emociones a
través de la palabra, y por otro lado, como se fortalece la escisión
con respecto a las representaciones de la masculinidad, de una
imagen de varones supuestamente fuertes que corresponde a las
representaciones de la masculinidad hegemónica y de imágenes
de varones supuestamente débiles asociados a aspectos
femeninos y por lo tanto desvalorizados.
Las respuestas que habían dado las instituciones ante el
surgimiento de conflictos en los grupos de varones habían
correspondido a estos dos supuestos que subyacen en el
imaginario social acerca de cómo deben ser los niños "varoniles",
y que impiden dar cuenta de la amplia gama real de
masculinidades con que nos encontramos en la realidad.
En la construcción de la subjetividad masculina se puede
observar una fuerte conflictiva entre una representación única de
masculinidad, contrapuesta a representaciones más novedosas
de diversos tipos de masculinidad. La tramitación de las
emociones en los varones los enfrenta con el profundo temor a
parecer femeninos y por lo tanto "poco hombres" y por esto en
muchos casos la aparición de la violencia surge como reaseguro
de angustias más profundas de desindentificación 2.
Esto nos lleva a pensar acerca de cómo se define la masculinidad
en el ámbito de las representaciones sociales. Lynn Segal en su
articulo "Repensado la heterosexualidad" realizó una importante
puntuación en la relación de la definición de heterosexualidad con
respecto a las ideas que prevalecen sobre la masculinidad
dominante: "El primer impedimento para poder pensar la
heterosexualidad radica obviamente en los hombres. ¿Cómo son
y cómo se los representa en las ideas dominantes sobre la
masculinidad?". Hay una total coincidencia en equiparar las
representaciones sociales de la masculinidad con las cuestiones
alrededor del poder.
Si bien en general los varones se ubican mayoritariamente en los
sistemas de poder, la mayoría de ellos no se sienten poderosos
(Kimmel 1992) y mucha de la literatura actual se está ocupando
de dilucidar el impacto que tiene en la subjetividad de los varones,
la relación entre el poder y las representaciones sociales de la
masculinidad.
La masculinidad social se ha definido por un uso supuesto de la
asertividad más que la emocionalidad, la independencia más que
la dependencia y de la fortaleza en contraposición con la
supuesta vulnerabilidad femenina asociada a las emociones.
Muchas de los atributos de la masculinidad social se definen
desde la negativa a lo que se considera típicamente femenino
(Bandinter, 1993). Según Robert Connell (1996) las
representaciones sociales acerca de la masculinidad marcan que
una persona poco masculina es un varón más pacifico que
violento, conciliatorio más que dominante, escasamente
preparado para jugar al fútbol y poco dispuesto a la conquista
sexual.
Asociando estas definiciones con las anécdotas relatadas
anteriormente vemos como la modalidad de resolución de
conflictos por parte de los directivos de las escuelas cumplía con
las representaciones de la masculinidad arriba mencionadas.
La masculinidad todavía es pensada a través de un concepto
único, y toda desviación del mismo va a ser catalogada de
femenina, no permitiendo por la misma rigidez de este concepto
la posibilidad de pensar en diferentes tipos de masculinidades.
Esta rigidez traerá diversas problemáticas en el desarrollo de la
subjetividad, la representación de una masculinidad hegemónica
3 produciría al interior del mismo género conflictos acerca de
cómo resolver que el hecho de la existencia de una gran
variabilidad de masculinidades reales, produzca una escisión
entre los miembros que cumplirían con los aspectos que en el
imaginario social de identifican como netamente masculinos y el
resto a los que se equipararía con los grupos dominados.
En referencia a esta problemática escribe Robert Connell en su
libro Masculinities 4
"La definición normativa de la masculinidad muestra un problema,
que no muchos varones cumplen con estas normas, desde este
lugar muchos varones heterosexuales son expelidos del circulo
de legitimación utilizando muchas veces un lenguaje abusivo y
violento que hace recordar al que se utiliza con las mujeres."
Pensemos en los insultos que se dirigían estos chicos.
La masculinidad hegemónica puede definirse como la
configuración de prácticas de género que legitimen el patriarcado
y que garanticen una posición dominante de los varones y
subordinada de las mujeres (Connell, 1996), pero esto traería
aparejado una lucha al interior del mismo género como forma
constante de validar cuales son los rasgos por los que se define
que un tipo de masculinidad va a tener más legitimación dentro
del grupo que otro.
Las características a las cuales se adscribe la masculinidad
social, ser racional, sobrevalorando los rasgos instrumentales por
sobre los emocionales, ser fuerte e individualista, adquiere una
supuesta representación única para el imaginario social de lo que
es el varón en esta cultura. Habría una creencia de
homogeneidad en un colectivo que por lo que todos sabemos
tiene muchas diferencias al interior del mismo.
Esta representación social es el correlato subjetivo del principal
actor del sistema patriarcal y capitalista y no es casual que esta
imagen esté en crisis cuando el sistema ha entrado en crisis para
brindar privilegios a un grupo determinado por un género. Muchas
de las problemáticas que traen los varones a la consulta tienen
que ver con la crisis ante la cual se hallan los varones por la
ruptura de este modelo hegemónico de varón dentro del sistema
patriarcal.
La violencia puede ser utilizada como forma de validación de un
modelo de masculinidad por sobre los otros. Puede ser una
modalidad de demarcar fronteras y realizar la exclusión, y
también de hacer valer los derechos de un cierto sector de
varones sobre un grupo en conflicto (Connell, 1996). No debemos
olvidarnos que la masculinidad social está fuertemente
condicionada por la fantasía de omnipotencia, y que la violencia
aumenta cuando se amenaza esta representación.
Esta crisis del modelo del varón en la cultura patriarcal, podría
explicar en alguna medida el fuerte resurgimiento de los grupos
fundamentalistas, quienes en general se hallan bajo el mando de
un líder carismático ( que mayoritariamente es un varón) y que
marca de manera rígida las formas correctas de ser y vivir. Este
encolumnamiento dogmático permitiría a los que se someten a
este tipo de formaciones quedar inundados de un cierto aura de
omnipotencia. Lo que subyace sería la creencia de que la
pertenencia a un "grupo de verdad revelada", por un lado les
permitiría vivir sin la sombra de la duda, vivencia que en general
provoca una extrema angustia, y por el otro lado esta pertenencia
les permitiría adquirir por carácter transitivo la omnipotencia tanto
del líder como de las "verdades absolutas" que este ofrece al
grupo.
Todo ser humano tiene una fuerte vivencia de fragilidad que
trataría de paliar con diferentes acciones, la pertenencia a este
tipo de agrupación serviría en algunos casos como forma de
reaseguro. Cuando la omnipotencia fracasa, y aparece el miedo a
la fragilidad humana, "la insoportable levedad del ser" se haría tan
intolerable que podría surgir la violencia como forma de
restablecer la omnipotencia perdida. Sigmund Freud en su texto
de 1921 "Psicología de las masas y análisis del yo" dice: "La
iglesia y el ejercito son masas artificiales, esto es, masas sobre
las que actúa una coerción exterior encaminadas a preservarlas
de la amenaza de disolución y a evitar modificaciones en su
estructura......entonces surgiría una ilusión preservadora de la
disgregación que sería la presencia visible o invisible de un jefe
que ama con igual amor a sus miembros y que los resguardaría
de la amenaza de disolución".
El caudillo sería el representante del temido padre punitivo, pero
la búsqueda del amor del mismo y también el deseo de ser
dominado por él representaría una forma mágica de restauración
de la sensación omnipotente de ser y pertenecer a un colectivo
privilegiado. La relación de este fenómeno con la modalidad
prototípica de la masculinidad patriarcal salta a la vista: en
general estos grupos son netamente masculinos o exaltan la
imagen de una masculinidad hasta ahora sobrevalorada. La
función del paternalismo 5 en este tipo de agrupación sería
defender al grupo de la amenaza de disolución.
Cuando por los cambios históricos el colectivo masculino se
siente amenazado de perder los privilegios que siempre han
sustentado como grupo dominante, la aparición de la violencia
contra alguien o contra un sector serviría para fortalecer la unidad
y fomentar la cohesión. En este sentido la adhesión al líder
carismático y violento posibilitaría que por el fenómeno de
transposición toda la omnipotencia que se le atribuye al mismo,
pase a los miembros del grupo que este lidera, y la vivencia de
pertenencia al grupo los defendería de lo más temido: quedar
ubicados en el lugar de lo desvalorizado, esto es la conflictiva de
lo Uno y lo Otro al interior del mismo género.
La reacción ante el temor a la disgregación y por ende a la
perdida de los ideales del colectivo masculino de ser sujetos
únicos de la historia, podría estar justificando que así como lo
prototipico sea la aparición de violencia de los varones hacia las
mujeres, aparezca también violencia al interior del mismo género
con los miembros que no cumplan con los roles tradicionales y
que por lo tanto provocarían una cierta zozobra en la seguridad
corporativa.
Hay una sistemática asociación entre poder, empoderamiento y
violencia, y en ese sentido la violencia que ejercería un varón
sería avalada por el contexto social como forma de reasegurar su
identificación con el rol que la cultura le otorga y valora como
perteneciente al género masculino.
La tensión aparecería cuando el grupo tiene que soportar las
diferencias al interior del mismo, y sobre todo cuando estas
diferencias resuenan en lo que históricamente se ha definido
como femenino.
Actualmente muchos varones no cumplen con las características
esperadas desde las representaciones de la masculinidad
hegemónica y cuando hay violencia al interior del mismo género
parecería que se produce una dicotomía por la cual un grupo se
reviste imaginariamente de estas características, para depositar
en el/los otros, los aspectos de una supuesta debilidad y/o
femineidad.
Dice Victor Seidler (1995) "Con los retos del feminismo y los
movimientos de liberación gay, los hombres han tenido que
repensar su relación con la heterosexualidad, como parte de una
exploración para replantear lo que significa "ser hombre", en que
ámbitos se convierten los niños en hombres y como se relacionan
estos con las diferentes masculinidades disponibles".
En las dos instituciones que comente anteriormente prevaleció la
prescripción de lo que marca la cultura para ser varón: por un
lado enfatizar la resolución de conflictos sin palabras, utilizando el
cuerpo como herramienta; por el otro tratar de fortalecer a los que
la institución visualizaba como " diferentes" a través del desarrollo
de la agresión.
Citando a Irene Meler (2000) cuando se pregunta "¿por qué el
comportamiento sádico representa un aspecto exacerbado de la
actividad masculina?", podríamos pensar que las instituciones se
harían cómplices de esta situación al desestimar el desarrollo de
episodios de violencia como forma de fortalecer la supuesta
masculinidad de los implicados. Este fenómeno de desestimación
aumentaría cuando la violencia se expresa en forma verbal, ya
que subyace el supuesto de que los varones toleran mejor
que las mujeres este tipo de hostilidad, produciéndose un
efecto de desmentida de las consecuencias de someter a una
persona a este tipo de violencia.
Hace poco tiempo una noticia conmovió a la opinión pública, daba
cuenta de un conflicto entre los varones de un grupo de
estudiantes de colegio secundario: a uno de ellos un grupo de
compañeros lo hostilizaba llamándolo "Pan triste" 6 por su
aislamiento y su silencio; este acoso dio como resultado que el
adolescente hostilizado llevase al colegio un arma y le disparara
al principal acosador produciéndole la muerte. Cuando leemos
este tipo de información no podemos dejar de pensar que ocurre
con los adultos a cargo que no connotan como efecto de
violencia cuando el acoso es a nivel verbal y sobre todo si
circula entre varones.
Revisando material sobre el acoso laboral y las técnicas de
mobbing 7 me llamó la atención la similitud que tenían estos
procedimientos con el desarrollo de un conflicto de termina en
violencia en los colegios. Se denomina "acoso en el lugar de
trabajo" a cualquier manifestación reiterada de una conducta
abusiva, esto es comportamientos, palabras, actos, gestos y
escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad, o
la integridad física o psíquica de un individuo, en el ámbito
laboral, que no solo destruye el ámbito de trabajo sino que
favorece el ausentismo, ya que produce desgaste psicológico"
(Marie-France Hirigoyen, 2000).
Es normal que en un grupo se produzcan conflictos; lo que
constituye el efecto de acoso es la reiteración de la conducta
abusiva sin que se intente solucionar el conflicto por parte de la
institución en donde ocurre esta situación. La respuesta es en la
generalidad de los casos "Uds. son mayores para arreglar solo
sus problemas": La persona hostilizada no siente que se la apoya
y aparece también como un cierto tipo de abuso por parte de la
institución al no connotar como violencia el proceso que se está
desarrollando.
Según Rene Girard (citado por Hirigoyen en su libro) "en las
sociedades primitivas las rivalidades en el seno de los grupos
humanos producían situaciones de violencia indiscriminada que
se propagaban por mimetismo, y a las que solo se podía poner fin
mediante un sacrificio que implicara la exclusión de un hombre o
un grupo de hombres al que se designaba como responsable de
esa violencia. La muerte del chivo expiatorio traía consigo la
expulsión de la violencia y la sacralización de la víctima. En
nuestra época las víctimas no se sacralizan, pero en vez de
pasar por inocentes se ven obligadas a pasar por débiles"
Las resonancias que tienen estas descripciones con las viñetas
relatadas acerca de los grupos de escolares no deja de
sorprendernos, porque estos estudios se realizaron estrictamente
para analizar las problemáticas de los grupos laborales.
Los niños aprenden a probarse a sí mismos de acuerdo a reglas
extremas, y se vuelve muy difícil desarrollar emociones si éstos
aprende que mostrarlas son signo de debilidad (Seidler, 1995).
En el grupo de varones de Jardín de Infantes en donde se
desarrolló el conflicto antes relatado había entrado en una
progresiva espiral de miedo e inseguridad que nadie percibió en
el colegio, quizás por las propias problemáticas de los docentes a
cargo en ese momento, pero cuando se hizo visible la crisis
dentro del grupo de escolares, los docentes en un primer
momento desestimaron que lo que acontecía podía producir
efectos nocivos para los niños minimizando el valor negativo de la
hostilización. Seguramente esta acción se baso en el supuesto de
generar defensas en los mal llamados débiles. Cuando la
violencia había pasado del insulto verbal a la agresión física, ya
era tarde, ya que se había producido un importante desgaste
psicológico tanto en los agresores como en los agredidos que no
habían encontrado contención a su propio descontrol por parte de
los adultos. En el grupo de los que podríamos denominar "los
agredidos" se desencadenaron síntomas psicosomáticos, y
también negativas a concurrir a la escuela, la respuesta en el otro
grupo fue de desconcierto ante la imposibilidad de que algún
adulto pudiera representar una adecuada barrera de contención y
de elaboración de lo que estaba aconteciendo, promoviendo en
ellos vivencias de omnipotencia pero también en soledad.
Cada vez que un niño solicitaba ayuda para enfrentar la situación,
las respuestas de los docentes confirmaban la fantasía de que los
que solicitaban ayuda eran de alguna manera más débiles,
sustentada esta representación en la incapacidad de los docentes
de interrogarse desde una perspectiva genérica acerca de a que
nivel tiene que llegar la agresión para que esta sea
connotada como violencia cuando ocurre entre varones.
Cuando la violencia se desencadena dentro de un grupo de
varones parecería que es más difícil de visualizar como
contraproducente y se posterga tanto la intervención como la
elaboración del conflicto, esto se produce porque entre varones
todavía pesa la representación de una masculinidad identificada
con la violencia misma, y todo lo que se aparte de esta
representación será identificada con los rasgos de una supuesta
vulnerabilidad asociada a la femineidad.
Lo que estaba en juego en el grupo de niños era del orden del
miedo a la disgregación del grupo y el aumento de la angustia de
muerte (promovido por la muerte de la mascota, mas la perdida
del embarazo de la maestra)que en ningún momento había sido
trabajado.
Los escolares estaban tratando de elaborar estas sensaciones
atemorizantes con las armas que muchas veces los adultos
utilizan para elaborar sus propias vivencias angustiosas. El
intento de validar una subjetividad masculina dominante se
llevaba a cabo a través de erigir a un líder de características
violentas (pero buen jugador de fútbol) que casi como un pequeño
representante del padre mítico de la horda primitiva los protegiera
de la angustia que les producían las diversas claudicaciones a las
que se hallaban enfrentados: ante la muerte, ante la fantasía de
disgregación del grupo, ante el declinamiento económico de algún
padre, que no estaba cumpliendo con lo que se esperaría que
pueda un varón de mantener un cierto nivel económico.
En el libro "Varones. Genero y subjetividad masculina" Irene Meler
dice: "la sombra de la claudicación y la amenaza de la
descalificación acechan constantemente el camino de la
sexualidad masculina y las sanciones implícitas constituyen un
intento de reasegurar a todos la efectividad del poder atribuido a
los varones. Circula una advertencia amenazadora acerca de las
sanciones sociales que esperan a quienes no merezcan
permanece en el colectivo dominante. Esto se puede comprender
si pensamos que la masculinidad y la feminidad se han construido
a partir de un proceso colectivo de escisión entre las tendencias
infantiles y las adultas, la vulnerabilidad y la fuerza.........Podemos
considerar que lo disociado no responde a características
reconocibles como masculinas o femeninas sino más bien se
distribuye en un modo imaginario entre los sexos el desamparo
infantil y el poder atribuido a los adultos"
Estos varoncitos respondían dramáticamente a esta cita,
utilizando el colegio como un microescenario en el cual jugaban la
conflictiva de la masculinidad social actual, los supuestamente
fuertes contra los supuestamente débiles. Intentaban erigir
modelos patriarcales y violentos como forma de exorcizar lo
temido y por lo tanto encontrar respuesta a la pregunta de cómo
es ser varón si los modelos que ellos tenían estaban en franca
crisis. Estaban pidiendo que los adultos los ayudemos en la difícil
tarea de construir una masculinidad diferente al modelo patriarcal.
En un mundo de características patriarcales y paternalistas como
el nuestro, en el cual los varones representan a los sujetos
modélicos de la cultura, poder poner en palabras las emociones,
diferenciar entre violencia y empodermiento, y que para poder
consolidar la subjetividad masculina no siempre es necesario
poner al cuerpo en juego todavía parece algo impensable.
La equiparación del patriarcado a la masculinidad trae a los
varones actuales diversos tipos de problemáticas ya que es muy
difícil en la actualidad cumplir con estos ideales que se han hecho
prácticamente inalcanzables y están en franca retirada. Ir
abordando desde diversos ámbitos la aceptación de una
masculinidad diversa y no única quizás permita a nuestros
varones ir incorporando los aspectos escindidos que muchas
veces regresan como lo temido o en forma de acting violento.
Parafraseando a Jaime Semprum, no pensar que mundo les
vamos a dejar a nuestros niños sino a que niños les vamos a
dejar este mundo.
Notas
1 En el caso que se relata los insultos se referían en general a la
equiparación entre homosexualidad y debilidad de los niños que
no jugaban bien al fútbol.
2 Se denomina angustias de desidentificación a los temores
profundos que presentan muchos varones de quedar identificados
con el primer objeto de amor, la madre y por lo tanto no poder
consolidar una identidad masculina
3 Pensando este termino desde la formulación gramsciana de la
dinámica cultural en la cual un grupo demanda y sostiene una
posición dominante en el grupo social
4 La traducción es mía.
5 Se denomina paternalismo a la actitud paternal de los
superiores hacia los inferiores
6 Pan triste es el personaje de un dibujo animado argentino que
cuenta la vida de un niño solitario.
7 Se denomina mobbing a las técnicas que se llevan a cabo en
los lugares de trabajo para desestabilizar y lograr que el
alejamiento de una persona en una empresa.

Bibliografía
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