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Desde hace décadas existe una creciente sensibilización respecto del impacto
medioambiental de las actividades humanas que se concretan en el cambio climático.
Para dar respuesta a esta circunstancia y marcar una hoja de ruta sostenible surge lo
que conocemos como el Protocolo de Kioto.
Los 6 gases de efecto invernadero considerados son: dióxido de carbono (CO2), gas
metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados,
hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6)
Fue en la COP 18 sobre cambio climático donde ratificó el segundo periodo de vigencia
del Protocolo de Kioto desde el 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020.
Los que ven avance, apuntan que RIO+20 abre un camino para definir metas de desarrollo
sostenible para finales de 2014, además de señalar un apoyo a la llamada economía verde
y de prever negociaciones para la proteger la vida marina.
Los que se ven retroceso, destacan como bandera la falta de plazos y metas tangibles en
la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, además de señalar problemas
conocidos como la deforestación o la desertificación. La cumbre ha sido poco más que un
lavado verde (greenwashing).
En definitiva, pocas cosas concretas para tanta movilización, sobre todo si se tiene en
cuenta que alrededor de 100 jefes de Estado y de Gobierno participaron durante los tres
días en que se extendió una cumbre donde se trata de producir un consenso sobre temas
que afectan de manera dramáticamente desigual a mas de 200 países, incluidos Estados
Unidos (250 millones) y Nuaru (21 km2, 10 mil habitantes, al nivel del mar), Ciudad del
Vaticano (800 habitantes) y Venezuela (dependiente del petróleo), Qatar ($103.000 per
cápita) y Haití ($1.100).
Si has seguido un poco el transcurso de esta cumbre habrás podido observar que gran
parte de las negociaciones han tratado sobre los aspectos técnicos de la regulación de los
mercados mundiales de carbono y cómo equilibrar entre los países la reducción de las
emisiones, con la Unión Europea y muchos países en desarrollo ejerciendo presión para
llegar a un acuerdo que finalmente no llegó.
Este punto ya fue tratado sin mucho éxito en la COP24 de Katowice (Polonia), y en esta
ocasión tampoco se ha tenido mucho éxito.
Con una postura de bloqueo, y sin atender por ejemplo a las demandas de los países más
vulnerables, los grandes contaminantes se han negado a intensificar los esfuerzos en este
sentido, poniendo su propio el beneficio por encima de la crisis climática y del futuro de
las próximas generaciones.
Podemos decir que, con la excepción de la Unión Europea, los grandes países emisores
han dado pruebas de su irresponsabilidad ante un escenario climático que requiere ya
de medidas urgentes.
Siempre nos queda apelar al compromiso de todos y trabajar de manera decidida para
que este 2020 que vamos a iniciar sea el año en el que los países hagan caso a lo que la
ciencia nos está diciendo y se inicien los planes para ser neutrales en carbono y no
sobrepasar esa barrera de esos 1,5 – 2ºC de aumento de la temperatura del Planeta.
desde el principio que el método utilizado es capaz de dar resultados comparables a los
obtenidos con éste.
CARACTERIZACIÓN DEL AGUA. La caracterización del agua tiene como objetivo conocer
sus atributos físicos, químicos y biológicos con el propósito de definir sus aptitudes para
uso humano, agrícola, industrial, recreacional o como recurso asimilatorio de descargas
contaminantes. La presentación adecuada de los parámetros de caracterización facilita la
definición de la calidad del agua en un uso determinado y permite visualizar no sólo los
aspectos relacionados con su composición química y microbiológica sino que también los
requerimientos económicos, legales y de tratamiento para su aprovechamiento