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Estos son los principios:

1. Institucionalizar un criterio de participación para el desarrollo urbano sostenible


sobre la base de un diálogo constante entre los participantes en el desarrollo
urbano (sector público y privado, y la comunidades), especialmente las mujeres y
poblaciones indígenas.
2. Mejorar el medio ambiente urbano promoviendo la organización social y la
conciencia sobre el medio ambiente mediante la participación de comunidades
locales en la determinación de los servicios públicos necesarios , la dotación de
infraestructura urbana, la mejora de servicios públicos y la protección o
rehabilitación de viejas edificaciones, recintos históricos y otros elementos
culturales. Además, deben activarse los programas de trabajos verdes, con el
objeto de crear actividades sostenibles de desarrollo humano y oportunidades de
empleo para ciudadanos con bajos ingresos.
3. Fortalecer la capacidad de sus órganos locales de gobierno a fin de encarar de
forma más eficaz la amplia variedad de problemas del desarrollo y del medio
ambiente que se asocian con el desarrollo urbano rápido y racional, mediante
criterios amplios de planificación en que se reconozcan las diversas necesidades de
las ciudades y que se basen en prácticas ecológicamente racionales de
urbanización.
4. Participar en redes de ciudades sostenibles internacionales para intercambiar
experiencias y movilizar apoyo tanto técnico como financiero a nivel nacional e
internacional.
5. Promover la formulación de programas de turismo ecológicamente racionales y
culturalmente sensibles como estrategia del desarrollo sostenible de los
asentamientos tanto rurales como urbanos, y como forma de descentralizar el
desarrollo de la ciudades y reducir las diferencias entre regiones.
6. Establecer mecanismos, con la ayuda de los organismos internacionales
pertinentes, a fin de movilizar recursos para iniciativas locales para la mejora de la
calidad del Medio Ambiente.
7. Preparar a grupos de comunidades, organizaciones no gubernamentales e
individuos particulares para que asuman la autoridad y responsabilidad de
ordenar y mejorar su entorno mediante instrumentos, técnicas y criterios de
participación para todo lo relacionado con el cuidado del Medio Ambiente.

Desde hace décadas existe una creciente sensibilización respecto del impacto
medioambiental de las actividades humanas que se concretan en el cambio climático.
Para dar respuesta a esta circunstancia y marcar una hoja de ruta sostenible surge lo
que conocemos como el Protocolo de Kioto.

El Protocolo de Kioto sobre Cambio Climático es el resultado más significativo del


esfuerzo colectivo y global para buscar un marco conjunto que permita luchar contra el
cambio climático. De esta manera se establecen unos límites cuantificados y
obligatorios de emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para los países que lo
ratifican, y que son jurídicamente vinculantes para éstos.

“Las partes (…) se asegurarán individual o conjuntamente de que sus emisiones


antropogénicas agregadas, expresadas en dióxido de carbono equivalente, de los
gases de efecto invernadero (…) no excedan de las cantidades atribuidas a ellas (…)
con miras a reducir el total de sus emisiones de esos gases a un nivel inferior en no
menos del 5% al de 1990 en un periodo de compromiso comprendido entre 2008 y
2012.

Todas las partes (…) formularán, aplicarán, publicarán y actualizarán periódicamente


programas nacionales y, en su caso, regionales que contengan medidas para mitigar el
cambio climático y medidas para facilitar una adaptación adecuada; tales programas
guardarán relación, entre otros, con los sectores de la energía.”

Presenta como objetivo global la reducción de un 5% en las emisiones respecto de


1990 (cubre los 6 principales GEI), focalizado mediante un compromiso de los 38
países industrializados incluidos en el Anexo Uno del Protocolo con objetivos
jurídicamente vinculantes y calendarios de cumplimiento. No se han fijado objetivos
para países en vías de desarrollo.

Los plazos marcados son muy claros:

 2005: avances significativos en la reducción (informe de progreso en enero de


2006).
 2008-2012: periodo de compromiso.
 A partir de 2012: periodo post-Kioto.

Los 6 gases de efecto invernadero considerados son: dióxido de carbono (CO2), gas
metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), y los otros tres son gases industriales fluorados,
hidrofluorocarburos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6)

Para que el Protocolo entrara en vigor se establecieron 2 requisitos indispensables:

1. El número de países que lo ratificaran fuera de un mínimo de 55;


2. Las emisiones de aquellos países que hubieran ratificado el Protocolo superaran el
55% de las emisiones totales de los países del Anexo Uno en 1990.

Tras la ratificación de Rusia, el Protocolo entró en vigor el 16 de febrero de 2005,


afectando a todos aquellos países que lo hayan ratificado (164 países que generan el
61,6% de las emisiones del planeta). Como escollo de este acuerdo señalar que hay 4
países que no han firmado el protocolo, por lo cual sus emisiones no están reguladas por
este acuerdo: Kazajistán, Croacia, Australia y Estados Unidos.
Estados Unidos es el primergenerador de CO2 del mundo, por lo que los esfuerzos de los
firmantes no tienen respuesta por parte del que más contamina

La UE se comprometió a la reducción en 2010 de un 8% de sus emisiones de GEI respecto


de 1990. Este objetivo se repartió entre los Estados miembros, asignando a cada uno un
objetivo concreto.

Con la ratificación del Tratado se establece en la UE primero un periodo de tres años


(2005-2007) de toma de contacto, seguido de un periodo de cinco años bajo el Comercio
Internacional de Emisiones de Kioto (2008-2012). En esta primera fase de implantación, el
Protocolo sólo afecta al CO2 como GEI en grandes instalaciones industriales y de
producción de energía(46% de las emisiones totales de la UE). En concreto:

 Actividades energéticas (refinerías, coquerías e instalaciones de combustión con


una potencia térmica nominal superior a los 20 MW).
 Producción y transformación de metales férreos.
 Industrias minerales (cemento, vidrio y cerámica).
 Fabricación de papel y pasta de papel.

Fue en la COP 18 sobre cambio climático donde ratificó el segundo periodo de vigencia
del Protocolo de Kioto desde el 1 de enero de 2013 hasta el 31 de diciembre de 2020.

La cumbre también dio el visto bueno para establecer un conjunto de Objetivos de


Desarrollo Sostenible (ODS) y lograr la cooperación de todas las naciones, ricas y pobres,
en la fijación de metas relacionadas con un conjunto de retos en todo el mundo, desde el
agua y el suelo hasta los desperdicios alimenticios. Se espera que los Objetivos de
Desarrollo Sostenible complementen los Objetivos de Desarrollo del Milenio después de
2015.

Otros resultados potencialmente positivos incluyen: el marco de programas a diez años


sobre consumo y producción sostenibles, con un grupo de compañías que anunciaron en
Río+20 una serie de iniciativas para avanzar ya en campos como el de las compras públicas
sostenibles de bienes y servicios; la decisión de trabajar sobre un nuevo indicador de la
riqueza que vaya más allá de las limitaciones del PIB; alentar a los gobiernos para que
soliciten a las compañías informes sobre sus huella medioambiental, social y de
gobernanza.

Después de cuatro décadas de discusión y de llamados para fortalecer el programa


medioambiental de la ONU, los gobiernos estuvieron de acuerdo en reforzar el Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Los que ven avance, apuntan que RIO+20 abre un camino para definir metas de desarrollo
sostenible para finales de 2014, además de señalar un apoyo a la llamada economía verde
y de prever negociaciones para la proteger la vida marina.
Los que se ven retroceso, destacan como bandera la falta de plazos y metas tangibles en
la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, además de señalar problemas
conocidos como la deforestación o la desertificación. La cumbre ha sido poco más que un
lavado verde (greenwashing).

En definitiva, pocas cosas concretas para tanta movilización, sobre todo si se tiene en
cuenta que alrededor de 100 jefes de Estado y de Gobierno participaron durante los tres
días en que se extendió una cumbre donde se trata de producir un consenso sobre temas
que afectan de manera dramáticamente desigual a mas de 200 países, incluidos Estados
Unidos (250 millones) y Nuaru (21 km2, 10 mil habitantes, al nivel del mar), Ciudad del
Vaticano (800 habitantes)  y Venezuela (dependiente del petróleo),  Qatar ($103.000 per
cápita) y Haití ($1.100).

Si has seguido un poco el transcurso de esta cumbre habrás podido observar que gran
parte de las negociaciones han tratado sobre los aspectos técnicos de la regulación de los
mercados mundiales de carbono y cómo equilibrar entre los países la reducción de las
emisiones, con la Unión Europea y muchos países en desarrollo ejerciendo presión para
llegar a un acuerdo que finalmente no llegó.

Si revisamos el Acuerdo de París en su artículo número 6 en él se tratan los mercados de


dióxido de carbono y el desarrollo de mecanismos de intercambio de derechos de
emisiones entre países y empresas para así compensar la expulsión de gases de efecto
invernadero a la atmósfera.

Este punto ya fue tratado sin mucho éxito en la COP24 de Katowice (Polonia), y en esta
ocasión tampoco se ha tenido mucho éxito.

Con la presencia, más o menos descafeinada, de los grandes países contaminantes


(Estados Unidos, China, India, Japón, Brasil y Arabia Saudí, entre otros) se ha pretendido
sin éxito que asumieran su responsabilidad en la reducción de emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI).

Con una postura de bloqueo, y sin atender por ejemplo a las demandas de los países más
vulnerables, los grandes contaminantes se han negado a intensificar los esfuerzos en este
sentido, poniendo su propio el beneficio por encima de la crisis climática y del futuro de
las próximas generaciones.

Podemos decir que, con la excepción de la Unión Europea, los grandes países emisores
han dado pruebas de su irresponsabilidad ante un escenario climático que requiere ya 
de medidas urgentes.

La falta de avance en la acción climática es un motivo de frustración para todos nosotros,


no siendo suficientes los llamamientos de la sociedad civil y de la juventud, incluidos los
de Greta Thunberg, para cambiar esta tendencia anodina.
Un hecho preocupante a remarcar es que, según estudios científicos, con los actuales
compromisos de reducción de emisiones, nuestro Planeta va a alcanzar un incremento
medio de temperatura de más de 3ºC a finales de siglo, lo que garantiza un escenario
dantesco para la vida en la Tierra tal y como la conocemos hoy en día.

¿Qué requeriría mantenernos en el intervalo marcado en el Acuerdo de París? Pues algo


nada sencillo en el contexto actual: tendríamos que reducir las emisiones a partir de 2020
a un ritmo de 7,6% al año para cumplir con la meta de un calentamiento global limitado a
1,5 grados.

En definitiva, no lograr avances en la acción climática es un lujo que no nos podemos


permitir, y quizás cuando echemos la vista atrás ya será demasiado tarde para tomar esas
medidas urgentes y ambiciosas que requiere la emergencia climática.

Siempre nos queda apelar al compromiso de todos y trabajar de manera decidida para
que este 2020 que vamos a iniciar sea el año en el que los países hagan caso a lo que la
ciencia nos está diciendo y se inicien los planes para ser neutrales en carbono y no
sobrepasar esa barrera de esos 1,5 – 2ºC de aumento de la temperatura del Planeta.

TIPOS DE TRATAMIENTOS DE AGUA. Cuando se habla de tratabilidad del agua, es


necesario de conocer el tipo de fuente, la calidad del agua de la misma, las características
organolépticas, físico-químicas y microbiológicas esenciales, para seleccionar los procesos
de potabilización, el procedimiento de muestreo para el control de calidad, las
características de producción que debe cumplir la fuente para el abastecimiento que se
requiere, la protección que debe suministrarse a este recurso y otros aspectos adicionales,
necesarios para garantizar un adecuado tratamiento del agua para consumo humano [17]
La calidad de la fuente de abastecimiento debe caracterizarse de la manera más completa
posible, para poder identificar el tipo de tratamiento que necesita y los parámetros
principales de interés en periodo seco y de lluvia. Además, la fuente debe cumplir con lo
exigido en el Decreto 1594 del 26 de junio de 1984, en sus artículos 37 y 38, o en su
ausencia el que lo reemplace. En la tabla 1, se observa cómo se clasifica la fuente de
acuerdo a sus características físico-químicas y el grado de tratamiento asociado. 29

En ausencia de Normas Técnicas Colombianas, los métodos de análisis, deben hacerse de


acuerdo con los métodos estándar: Standard Methods for the Examination of Water and
Waste (APA, AWWAA y WPCF, 1995). Los criterios que se deben tener en cuenta para
establecer la confiabilidad de los métodos de análisis pueden ser: 1. El método debe ser
capaz de llegar a los límites de detección requeridos. 2. El método debe ser capaz de
suministrar resultados con errores aleatorios y sistemáticos adecuadamente pequeños. La
elección de un método analítico, en general debe quedar en libertad para cada laboratorio
de aguas, teniendo como única restricción la que le método seleccionado debe cumplir
con las exigencias de exactitud, precisión y límite detección requeridos. Para el presente
propósito, se debe dar especial énfasis a las técnicas de recolección y manipulación de
muestras de agua cruda ya sea de fuentes superficial o subterránea, considerándolas
como parte del método de análisis. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el análisis
de parámetros como por ejemplo sustancias flotantes, gusto y olor, dependen del método
usado. Para el caso específico de gusto y olor es de extrema importancia que todos los
laboratorios usen el método ASTM D 1292 o, si esto no es posible, debe demostrarse

desde el principio que el método utilizado es capaz de dar resultados comparables a los
obtenidos con éste.

CARACTERIZACIÓN DEL AGUA. La caracterización del agua tiene como objetivo conocer
sus atributos físicos, químicos y biológicos con el propósito de definir sus aptitudes para
uso humano, agrícola, industrial, recreacional o como recurso asimilatorio de descargas
contaminantes. La presentación adecuada de los parámetros de caracterización facilita la
definición de la calidad del agua en un uso determinado y permite visualizar no sólo los
aspectos relacionados con su composición química y microbiológica sino que también los
requerimientos económicos, legales y de tratamiento para su aprovechamiento

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