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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA

ALDEA UNIVERSARIA “SIMÓN BOLIVAR”

COMUNICACIÓN SOCIAL 3 SEMESTRE

ANACO, ESTADO ANZOÁTEGUI

INFORM
E

PROF. BACHILLER.

FRANCISCO BRACHO LOYRETH LÓPEZ

C.I. 26.660.959

ANACO, MARZO DEL 2018


LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia que


convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que
enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se
inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó
con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
La revolución marcó el final definitivo del feudalismo y del absolutismo en ese país, y dio a
luz a un nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en ocasiones por las masas populares, se
convirtió en la fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del sistema
monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un
discurso e iniciativas capaces de volverlo ilegítimo.
La Revolución francesa marca el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las bases de la
democracia moderna, lo que la sitúa en el corazón del siglo XIX. Abrió nuevos horizontes
políticos basados en el principio de la soberanía popular, que será el motor de las revoluciones
de 1830, de 1848 y de 1871.
CAUSAS

 Un régimen monárquico que sucumbiría ante su propia rigidez en el contexto de un


mundo cambiante, y que, tras varios intentos de adoptar medidas destinadas a atajar la
crisis política y económica, capituló ante la violenta reacción de la nobleza.
 Una aristocracia (la nobleza y el alto clero) aferrada a sus privilegios feudales, que
bloqueó todas las reformas estructurales (de Machault, de Maupeou, de Turgot) que se
intentaron implantar desde la Corte.
 El auge de una clase burguesa nacida siglos atrás, que había alcanzado un gran poder
en el terreno económico y que ahora empezaba a propugnar el político. Su riqueza y su
cultura la había elevado al primer puesto en la sociedad, posición que estaba en
contradicción con la existencia de los estamentos privilegiados, nobleza y clero.
 La exasperación de las clases populares urbanas y del campesinado, empobrecidos por
la subida de los precios (en particular de los cereales y del pan, base de la alimentación) y
por el incremento continuo de los impuestos y derechos señoriales y reales. El diezmo que
cobraba el clero, apenas servía para mantener el culto y socorrer a los pobres. El
campesinado contestaba además el origen de la propiedad de los derechos y
servidumbres feudales (recogidos en los llamados «libros terriers»), que les parecían
abusivos e injustos.
 La expansión de las nuevas ideas ilustradas.
 La regresión económica y las crisis agrícolas cíclicas (la que estalló en 1788 fue la más
violenta de todo el siglo XVIII), agravados por las malas cosechas en los años que
precedieron a la Revolución.
 La quiebra financiera provocada por los vicios del sistema fiscal, la mala percepción y la
desigualdad de los impuestos, los gastos de la Corte, los costes de las guerras, y por los
graves problemas hacendísticos causados por el apoyo militar a la guerra de
Independencia de los Estados Unidos. Esta intervención militar se convertiría en arma de
doble filo, pues, pese a ganar Francia la guerra contra Gran Bretaña y resarcirse así de la
anterior derrota en la guerra de los Siete Años, la hacienda quedó en bancarrota y con una
importante deuda externa. Los problemas fiscales de la monarquía, junto al ejemplo
de democracia del nuevo Estado emancipado precipitaron los acontecimientos.
Desde el punto de vista económico, la inmanejable deuda del Estado fue exacerbada por un
sistema de extrema desigualdad social y de altos impuestos que los estamentos
privilegiados, nobleza y clero no tenían obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la
sociedad. Hubo un aumento de los gastos del Estado simultáneo a un descenso de la
producción agraria de terratenientes y campesinos, lo que produjo una grave escasez de
alimentos en los meses precedentes a la Revolución. Las tensiones, tanto sociales como
políticas, mucho tiempo contenidas, se desataron en una gran crisis económica a consecuencia
de los dos hechos puntuales señalados: la colaboración interesada de Francia con la causa de
la independencia estadounidense (que ocasionó un gigantesco déficit fiscal) y el aumento de
los precios agrícolas.
El conjunto de la población mostraba un resentimiento generalizado dirigido hacia los
privilegios de los nobles y del alto clero, que mantenían su dominio sobre la vida pública
impidiendo que accediera a ella una pujante clase profesional y comerciante. El ejemplo del
proceso revolucionario estadounidense abrió los horizontes de cambio político entre otros.
ESTADOS GENERALES DE 1789
Los Estados Generales estaban formados por los representantes de cada estamento. Estos
estaban separados a la hora de deliberar, y tenían sólo un voto por estamento. La convocatoria
de 1789 fue un motivo de preocupación para la oposición, por cuanto existía la creencia de
que no era otra cosa que un intento, por parte de la monarquía, de manipular la asamblea a su
antojo. La cuestión que se planteaba era importante. Estaba en juego la idea de  soberanía
nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados de los Estados Generales
representaba la voluntad de la nación.
El tercer impacto de los Estados Generales fue de gran tumulto político, particularmente por
la determinación del sistema de votación. El Parlamento de París propuso que se mantuviera el
sistema de votación que se había usado en 1614, si bien los magistrados no estaban muy
seguros acerca de cuál había sido en realidad tal sistema. Sí se sabía, en cambio, que en dicha
asamblea habían estado representados (con el mismo número de miembros) la nobleza
(Primer Estado), el clero (Segundo Estado) y la burguesía (Tercer Estado). Inmediatamente, un
grupo de liberales parisinos denominado «Comité de los Treinta», compuesto principalmente
por gente de la nobleza, comenzó a protestar y agitar, reclamando que se duplicara el número
de asambleístas con derecho a voto del Tercer Estado (es decir, los “Comunes”). El gobierno
aceptó esta propuesta, pero dejó a la Asamblea la labor de determinar el derecho de voto.
Este cabo suelto creó gran tumulto.
El rey Luis XVI y una parte de la nobleza no aceptaron la situación. Los miembros del Tercer
Estamento se autoproclamaron Asamblea Nacional, y se comprometieron a escribir una
Constitución. Sectores de la aristocracia confiaban en que estos Estados Generales pudieran
servir para recuperar parte del poder perdido, pero el contexto social ya no era el mismo que
en 1614. Ahora existía una élite burguesa que tenía una serie de reivindicaciones e intereses
que chocaban frontalmente con los de la nobleza (y también con los del pueblo, cosa que se
demostraría en los años siguientes).
LA BANDERA FRANCESA Y LOS SÍMBOLOS DE LA REVOLUCIÓN
Los tres colores azul, blanco y rojo eran ya frecuentes en diversos pabellones, uniformes y
banderas de Francia antes del siglo XVIII. El azul y el rojo eran los colores de la villa de París
desde el siglo XIV, y el blanco era en aquella época el color del reino de Francia, y por
extensión de la monarquía borbónica.
Otro símbolo de la Revolución francesa es el gorro frigio (también llamado gorro de la
libertad), llevado en particular por los Sans-culottes. Aparece también en los Escudos
Nacionales de Francia, Haití, Cuba, El Salvador, Nicaragua, Colombia, Bolivia, Paraguay y
Argentina.
El himno “La Marsellesa”, letra y música de Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán de
ingenieros de la guarnición de Estrasburgo, se popularizó a tal punto que el 14 de
julio de 1795 fue declarado himno nacional de Francia; originalmente se llamaba “Chant de
guerre pour l'armée du Rhin” (Canto de guerra para el ejército del Rin), pero los voluntarios del
general François Mireur que salieron de Marsella entraron a París el 30 de julio de 1792
cantando dicho himno como canción de marcha. Los parisinos los acogieron con gran
entusiasmo y bautizaron el cántico como “La Marsellesa”.
El lema Liberté, égalité, fraternité (Libertad, igualdad, fraternidad), que procede del lema no
oficial de la Revolución de 1789 Liberté, égalité ou la mort (Libertad, igualdad o la muerte), fue
adoptado oficialmente después de la Revolución de 1848 por la Segunda República Francesa.
LAS MUJERES Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Las mujeres ocupan la calle durante las semanas precedentes a la insurrección y tuvieron un
papel protagonista en el inicio de la Revolución. El 5 de octubre de 1789 fueron ellas quienes
iniciaron la marcha hacia Versalles a buscar al rey. Sin embargo cuando las asociaciones
revolucionarias dirigen el alzamiento las mujeres quedan excluidas del pueblo deliberante, del
pueblo armado “la guardia nacional” de los comités locales y de las asociaciones políticas.
Al no poder participar en las asambleas políticas toman la palabra en las tribunas abiertas al
público y crean los clubes femeninos en los que leen y debaten las leyes y los periódicos. Entre
los más reconocidos estaba la Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las Amigas de la
Verdad (1791-1792) fundada por Etta Palm en el que se reclamaba educación para las niñas
pobres, divorcio y derechos políticos.
Entre las revolucionarias más destacadas esta la dramaturga y activista política considerada
precursora del feminismo, Olympe de Gouges que escribió la Declaración de los Derechos de la
Mujer y la Ciudadana (1793) reivindicando la equiparación de derechos entre hombres y
mujeres. Olympe se enfrentó a Robespierre y publicó la carta Pronostic de Monsieur
Robespierre pour un animale amphibie que la llevó a ser acusada de intrigas sediciosas. Fue
juzgada, condenada a muerte y guillotinada.
El 30 de septiembre de 1793 se prohibieron los clubes femeninos. En 1794 se insistió en la
prohibición de la presencia femenina en cualquier actividad política y en mayo de 1795, la
Convención prohibió a las mujeres asistir a las asambleas políticas ordenando que se retiraran
a sus domicilios bajo orden de arresto si no cumplían lo prescrito. Finalmente el Código
Napoleónico aprobado en 1804 consagró la derrota femenina en la lucha por
la igualdad, libertad y fraternidad que la revolución significó para los varones.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Revolución Industrial o Primera Revolución Industrial es el proceso de transformación
económica, social y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en el Reino de
Gran Bretaña, que se extendió unas décadas después a gran parte de Europa occidental y
Norteamérica, y que concluyó entre 1820 y 1840. Durante este periodo se vivió el mayor
conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la
humanidad desde el Neolítico, que vio el paso desde una economía rural basada
fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano,
industrializada y mecanizada.
La Revolución Industrial marca un punto de inflexión en la historia, modificando e
influenciando todos los aspectos de la vida cotidiana de una u otra manera. La producción
tanto agrícola como de la naciente industria se multiplicó a la vez que disminuía el tiempo de
producción. A partir de 1800 la riqueza y la renta per cápita se multiplicó como no lo había
hecho nunca en la historia, pues hasta entonces el PIB per cápita se había mantenido
prácticamente estancado durante siglos.
ANTECEDENTES Y CAUSAS
Los inicios de la industrialización europea hay que buscarlos en la Edad Moderna. A partir
del siglo XVI se vislumbra un avance en el comercio, métodos financieros, banca y un cierto
progreso técnico en la navegación, impresión o relojería. Sin embargo estos avances siempre
se veían lastrados por epidemias, constantes y largas guerras y hambrunas que no permitían la
dispersión de los nuevos conocimientos ni un gran crecimiento demográfico. Según el
historiador Angus Madison,  Europa Occidental experimentó un crecimiento demográfico
prácticamente nulo entre 1500 y 1800. El Renacimiento marcó otro punto de inflexión con la
aparición de las primeras sociedades capitalistas en Holanda y el norte de Italia. Es a partir de
mediados del siglo XVIII cuando Europa comenzó a distanciarse del resto del mundo y a
asentar las bases de la futura sociedad industrial debido al desarrollo, aún primitivo, de
la industria pesada y la minería. La alianza de los comerciantes con los agricultores hizo
aumentar la productividad, lo que a su vez provocó una explosión demográfica, acentuada a
partir del XIX. La Revolución Industrial se caracterizó por la transición de una economía
agrícola y manual a una comercial e industrial cuya ideología se basaba en el racionalismo, la
razón y la innovación científica.
Otro de los principales desencadenantes de la Revolución nace de la necesidad. Aunque en
algunos lugares de Europa como Gran Bretaña ya existía una base industrial, las Guerras
Napoleónicas consolidaron la industria europea. Debido a la guerra, que se extendía por la
mayor parte de Europa, las importaciones de muchos productos y materias primas se
suspendieron. Esto obligó a los gobiernos a presionar a sus industrias y a la nación en general
para producir más y mejor que antes, desarrollándose industrias antes inexistentes. La
industrialización tuvo lugar en diferentes oleadas en los distintos países. Las primeras áreas
industriales aparecieron en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII, extendiéndose a Bélgica y
Francia a principios del siglo XIX y a Alemania y a Estados Unidos a mediados de siglo, a Japón a
partir de 1868 y a Rusia, Italia y España a finales de siglo. Entre las razones se encontraron
algunas tan dispares como la notable ausencia de grandes guerras entre 1815 y 1914, la
aceptación de la economía de mercado y el consecuente nacimiento del capitalismo, la ruptura
con el pasado, un cierto equilibrio monetario y la ausencia de inflación.
GRAN BRETAÑA
La Revolución Industrial se originó en Inglaterra a causa de diversos factores, cuya
elucidación es uno de los temas historiográficos más trascendentes. Como factores técnicos,
era uno de los países con mayor disponibilidad de las materias primas esenciales, sobre todo
el carbón, mineral indispensable para alimentar la máquina de vapor que fue el gran motor de
la Revolución Industrial temprana, así como los altos hornos de la siderurgia, sector principal
desde mediados del siglo XIX. Su ventaja frente a la madera, el combustible tradicional, no es
tanto su poder calorífico como la mera posibilidad en la continuidad de suministro (la madera,
a pesar de ser fuente renovable, está limitada por la deforestación; mientras que el
carbón, combustible fósil y por tanto no renovable, solo lo está por el agotamiento de
las reservas, cuya extensión se amplía con el precio y las posibilidades técnicas de extracción).
Como factores ideológicos, políticos y sociales, la sociedad inglesa había atravesado la
llamada crisis del siglo XVII de una manera particular: mientras la Europa meridional y oriental
se refeudalizaba y establecía monarquías absolutas, la guerra civil inglesa (1642-1651) y la
posterior revolución gloriosa (1688) determinaron el establecimiento de una monarquía
parlamentaria (definida ideológicamente por el liberalismo de John Locke) basada en
la división de poderes, la libertad individual y un nivel de seguridad jurídica que proporcionaba
suficientes garantías para el empresario privado; muchos de ellos surgidos de entre activas
minorías de disidentes religiosos que en otras naciones no se hubieran consentido (la tesis
de Max Weber vincula explícitamente La ética protestante y el espíritu del capitalismo).
Síntoma importante fue el espectacular desarrollo del sistema de patentes industriales.
Como factor geoestratégico, durante el siglo XVIII Inglaterra (que tras las firmas del Acta de
Unión con Escocia en 1707 y del Acta de Unión con Irlanda en 1800, después de la derrota de
la rebelión irlandesa de 1798, consiguieron la unión con Escocia e Irlanda, formando el Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda) construyó una flota naval que la convirtió (desde el tratado
de Utrecht, 1714, y de forma indiscutible desde la batalla de Trafalgar, 1805) en una
verdadera talasocracia dueña de los mares y de un extensísimo imperio colonial. A pesar de la
pérdida de las Trece Colonias, emancipadas en la guerra de Independencia de Estados
Unidos (1776-1781), controlaba, entre otros, los territorios del subcontinente Indio, fuente
importante de materias primas para su industria, destacadamente el algodón que alimentaba
la industria textil, así como mercado cautivo para los productos de la metrópolis. La canción
patriótica Rule Britannia(1740) explícitamente indicaba: rule the waves (gobierna las olas).
REVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
Durante la revolución industrial se vivió un incremento espectacular de la población, debido
fundamentalmente a la caída de la tasa de mortalidad provocada por la mejora de las
condiciones higiénicas, sanitarias y alimenticias que se plasmó en gran medida en la reducción
de la mortandad infantil. En este periodo nacen las primeras vacunaciones y se mejoran los
sistemas de alcantarillado y de depuración de aguas residuales. Una alimentación más
abundante y regular, no sometida a las fluctuaciones de las cosechas, bajó la incidencia de las
epidemias e hizo posible la casi desaparición de la mortalidad catastrófica, sobre todo la
infantil.
La población de Inglaterra y Gales, que había permanecido constante alrededor de 6
millones desde 1700 a 1740, se incrementó bruscamente a partir de esta fecha y alcanzó 8,3
millones en 1801, para doblarse en cincuenta años y llegar a los 16,8 millones en 1850 y en
1901 casi se había doblado de nuevo con 30,5 millones. En Europa, la población pasó de 100
millones in 1700 hasta alcanzar 400 millones en 1900. La revolución industrial fue así el primer
periodo histórico durante el que hubo simultáneamente un incremento de la población y un
incremento de la renta per cápita. El aumento de la población fue un estímulo para el
crecimiento industrial ya que proporcionó a la vez mano de obra abundante para las nuevas
industrias y de otro lado supuso un incremento de la demanda interna para los nuevos
productos.
El aumento de la población urbana en ciudades con trazado medieval supuso el
hacinamiento, la insalubridad y la aparición de las primeras patologías sociales (alcoholismo,
prostitución y delincuencia).
EL NACIMIENTO DEL FACTORY SYSTEM: LA INDUSTRIA TEXTIL
Entre finales del siglo XVII y principios del XVIII el gobierno británico aprobó una serie de
leyes con el fin de proteger a la industria de la lana británica de la creciente cantidad de tela de
algodón que se importaba desde India Oriental.
También empezó a darse una mayor demanda de tejidos gruesos, los cuales eran fabricados
por la industria británica en la localidad de Lancashire, donde destacaba la producción
de pana, fabricada a partir de fibras entrecruzadas de lino y algodón. El lino era utilizado para
dotar de más resistencia al tejido, cuyo material principal, el algodón, no tenía una resistencia
suficiente, aunque esta mezcla resultante no era tan suave como los tejidos 100% algodón y
era más difícil de coser.
Hasta el nacimiento de la industria textil, los tejidos y el hilado en general se realizaba en los
hogares, en la mayor parte de los casos para consumo propio. Este método productivo, basado
en que la producción estaba dispersa y se desarrollaba en los domicilios de los trabajadores, es
a menudo denominado en inglés como sistema Putting-out (Putting-out system) en
contraposición al posterior sistema industrial o factory system. Solo en ocasiones puntuales
los trabajos se realizaban en el taller de un maestro tejedor. Bajo el sistema putting-out los
trabajadores, antes de fabricar su producto, pactaban contratos con comerciantes y
vendedores, quienes les suministraban a menudo las materias primas necesarias. Fuera de
temporada, por la general, las esposas de los agricultores hacían los hilados mientras que los
hombres producían los tejidos. Utilizando la máquina de hilar o rueca, en cualquier momento
entre cuatro y ocho hilanderas podían echar una mano al tejedor. Uno de los grandes inventos
de la industria textil fue la lanzadera volante, patentada en 1733 por John Kay, que permitió
una cierta automatización del proceso de tejido. Posteriores mejoras, destacando las de 1747,
permitieron duplicar la capacidad de producción de los tejedores, lo que también agravó el
desequilibrio que existía entre el hilado y el tejido. Este invento empezó a ser ampliamente
utilizado en todo Lancashire en la década de 1760, cuando Robert Kay, hijo de John Kay,
inventó la caja ascendente (drop box). Lewis Paul patentó en Birmingham, con la ayuda de
John Wyatt, la máquina de hilar mediante rodillos y el sistema flyer-and-bobbin, que
conseguían un espesor más uniforme en el proceso de elaboración de la lana. Paul y Wyatt
abrieron una fábrica en Birmingham que utilizaba una nueva máquina de laminado impulsada
por un burro. En 1743 se abrió una fábrica en Northampton que empleaba cinco máquinas
como la de Paul con cincuenta husos cada una. Estuvo en funcionamiento hasta 1764. Una
fábrica similar fue construida por Daniel Bourn en Leominster, pero un incendio la destruyó.
Tanto Paul como Bourn habían patentado el cardador de lana en 1748. El uso de dos conjuntos
de rodillos que giraban a diferentes velocidades fue utilizado posteriormente en la primera
fábrica de hilados de algodón. La invención de Lewis fue posteriormente mejorada por Richard
Arkwright con su Water frame y por Samuel Crompton con su Spinning mule.
En 1764 en el pueblo de Stanhill, Lancashire, James Hargreaves inventó la hiladora Jenny,
que patentó en 1770. Fue la primera máquina que empleaba varios husos de una manera
eficaz. La hiladora Jenny trabajaba de una manera similar a la rueca. Era una máquina simple,
construida con madera y que solo costaba alrededor de 6 libras (un modelo de 40 husos) en
1792. Era utilizada principalmente en los hogares o por pequeños artesanos. La hiladora Jenny
producía un hilo ligeramente torcido solo adecuado para la trama, que se torcía.
La máquina de hilar (Water frame) inventada por Richard Arkwright, fue patentada por este
junto con dos socios en 1769. El diseño se basaba en parte en una máquina de hilado
construida por Thomas High, quien fue contratado por Arkwright.
ECONOMÍA INDUSTRIAL
Sin embargo, y a pesar de todos los factores anteriores, la Revolución industrial no hubiese
podido prosperar sin el concurso y el desarrollo de los transportes, que llevarán las mercancías
producidas en la fábrica hasta los mercados donde se consumían.
Estos nuevos transportes se hacen necesarios no solo en el comercio interior, sino también
en el comercio internacional, ya que en esta época se crean los grandes mercados nacionales e
internacionales. El comercio internacional se liberaliza, sobre todo tras el Tratado de
Utrecht (1713) que liberaliza las relaciones comerciales de Inglaterra, y otros países europeos,
con la América española. Se termina con las compañías privilegiadas y con el proteccionismo
económico; y se aboga por una política imperialista y la eliminación de los privilegios
gremiales. Además, se desamortizan las tierras eclesiásticas, señoriales y comunales, para
poner en el mercado nuevas tierras y crear un nuevo concepto de propiedad. La Revolución
industrial generó también un ensanchamiento de los mercados extranjeros y una
nueva división internacional del trabajo (DIT). Los nuevos mercados se conquistaron mediante
el abaratamiento de los productos hechos con la máquina, por los nuevos sistemas de
transporte y la apertura de vías de comunicación, así como también, mediante una política
expansionista.
El Reino Unido fue el primero que llevó a cabo toda una serie de transformaciones que la
colocaron a la cabeza de todos los países del mundo. Los cambios en la agricultura, en la
población, en los transportes, en la tecnología y en las industrias, favorecieron un desarrollo
industrial. La industria textil algodonera fue el sector líder de la industrialización y la base de la
acumulación de capital que abrirá paso, en una segunda fase, a la siderurgia y al ferrocarril.
A mediados del siglo XVIII, la industria británica tenía sólidas bases y con una doble
expansión: las industrias de bienes de producción y de bienes de consumo. Incluso se estimuló
el crecimiento de la minería del carbón y de la siderurgia con la construcción del ferrocarril.
Así, en Gran Bretaña se desarrolló de pleno el capitalismo industrial, lo que explica su
supremacía industrial hasta 1870 aproximadamente, como también financiera y comercial
desde mediados de siglo XVIII hasta la Primera Guerra Mundial (1914). En el resto de Europa y
en otras regiones como América del Norte o Japón, la industrialización fue muy posterior y
siguió pautas diferentes a la británica.
Unos países tuvieron la industrialización entre 1850 y 1914:  Francia, Alemania y Bélgica. En
1850 apenas existe la fábrica moderna en Europa continental, solo en Bélgica hay un proceso
de revolución seguido al del Reino Unido. En la segunda mitad del siglo XIX se fortalece
en Turingia y Sajonia la industrialización de Alemania.
Otros países siguieron un modelo de industrialización diferente y muy tardía: Italia, Imperio
austrohúngaro, España o Rusia. La industrialización de éstos se inició tímidamente en las
últimas décadas del siglo XIX, para terminar mucho después de 1914.
EL FERROCARRIL
El ferrocarril, nacido en el siglo XVIII, es uno de los grandes protagonistas de la Revolución
Industrial. En sus comienzos se empleaba la fuerza animal como medio de locomoción, los
raíles eran de madera y su empleo se limitaba a las minas para el transporte de carbón. En un
libro publicado en 1797, Carz aseguraba haber sido el primero que pensó en sustituir la
madera por hierro. La primera concesión del Parlamento inglés para la construcción de un
ferrocarril movido por caballos se remonta a 1801; se trataba de una línea
entre Wandsworth y Croydon con unos 13 kilómetros de longitud y con un coste de 60 000
libras. La gran revolución del ferrocarril comenzó en 1814, cuando George Stephenson utilizó
la máquina de vapor como medio de locomoción. Su invento fue un éxito y comenzó a usarse
de inmediato en las minas, pudiendo transportar ocho vagones de 30 toneladas a una
velocidad de 7 km/h. Estos resultados eran suficientes para expandir el uso de la máquina a
otros servicios. Fue un 1821 cuando el Parlamento autorizó la construcción de la primera línea
de ferrocarril con tracción de vapor entre Stockton y Darlington. La línea fue inaugurada en
1825 con una máquina maniobrada por el propio Stephenson tirando de 34 vagones a una
velocidad de entre 10 y 12 millas por hora —16-19 km/h— ; El periódico The Times describió
esta hazaña de la siguiente manera:
Tres máquinas de vapor con cincuenta caballos de fuerza cada una han servido para
arrastrar trece vagones, cargados de mercancías y productos diversos sobre la altura del plano
inclinado que forma la vía. Allí se han enganchado los vagones a una máquina llamada "La
Experiencia" además de cierto número de vagones que llevaban a los accionistas, autoridades
e invitados (...) Se pone en marcha y hombres a caballo intentan seguir los vagones pero
pronto quedan distanciados, allí donde la pendiente era más fuerte el convoy alcanzó las 25
millas/h. (40km/h).
EL BARCO DE VAPOR
Antes del siglo XIX la larga tradición naval europea se había sustentado sobre el control de
los vientos como medio de propulsión y la seguridad más que por la velocidad en el mar. A
principios de siglo no se empleaban menos de dos o tres semanas en cruzar el Atlántico de
este a oeste, necesitándose entre 30 y 40 días de oeste a este. Con la formación de
los imperios coloniales europeos se hizo necesario desarrollar una tecnología que asegurase el
viaje sobre las aguas; en el siglo XVIII se generalizó el uso del sextante, mapas con las
notaciones de los vientos y el cronómetro. La invención de la nueva embarcación partió de los
trabajos de Jouffroy d´Abbens sobre el Sena y los de Fulton con su máquina Clermont. Fue en
Estados Unidos donde tuvieron lugar las primeras pruebas del navío de ruedas sobre el río
Hudson. En 1815 ya circulaban un centenar de estos navíos de ruedas que obtenían su energía
de la leña, material barato y abundante. El Savannah consiguió cruzar en 29 días el Atlántico
Norte en 1819 y la Sphink, que llevó a Francia las noticias de la toma de Argel, desarrollaba una
velocidad de 6 nudos. Pero los problemas eran numerosos: las paletas utilizadas provocaban
un gran desperdicio de energía, existía el riesgo de incendio o explosión a bordo, su velocidad
era aún menor al desarrollado por los veleros y el poder militar aún se oponía a su utilización
como navío de guerra.
Pero a pesar de las dificultades los avances prosiguieron y en 1838, con una combinación de
vapor y velas, los navíos Sirius y Great Western cruzaron el Atlántico entre Liverpool y Nueva
York en 16 y 13 días respectivamente. Los grandes avances llegaron entre 1840 y 1860 con la
invención de la hélice, basándose los primeros modelos en el tornillo de Arquímedes, el
condensador de superficie y la máquina Compound, que logró ahorrar grandes cantidades de
combustible y la introducción de calderas cilíndricas que posibilitaron la producción de vapor a
alta presión.
Lo que sí es indudable es la supremacía del velero sobre el vapor durante la mayor parte del
siglo; la seguridad y prestigio de la que aún gozaba, sobre todo en Estados Unidos, donde
también tenía lugar la mayoría de los avances del barco de vapor era indiscutible. En 1850 el
barco de vapor había transportado ya 750 000 toneladas, aunque el vapor aún estaba muy
lejos de ganar la partida.
CARRETERAS Y CANALES
El esfuerzo en la construcción y mejora de carreteras (o caminos) comenzó en muchas
partes de Europa antes de la Revolución Industrial. Desde el fin de las guerras napoleónicas a
principios del siglo XVIII y en ausencia de otros medios de comunicación más eficaces, las
carreteras fueron extensamente mejoradas. A principios del siglo XIX el país más adelantado
en esta materia era Francia con una red de 33 000 kilómetros de gran calidad que se extendían
hasta Alemania, Suiza e Italia. Los Países Bajos, el Reino de Prusia o Suiza también habían
vivido una gran mejora en las comunicaciones. En el otro extremo se encontraban lugares
como Sicilia, que no empezó su construcción hasta bien entrado el XIX, la Rusia zarista, que no
tendría su primera calzada entre Moscú y San Petersburgo (sus principales ciudades) hasta
1834 o España, que cuenta antes de la mitad del siglo XIX con solo 6000 kilómetros de vías,
siendo además estrechas y llenas de irregularidades y deficiencias. En Gran Bretaña el rápido
desarrollo de ferrocarriles y canales quita importancia a su construcción pero aun así se
suceden las ampliaciones y modernizaciones de la maltrecha red británica contando en 1850
con más de 50 000 kilómetros de trazado, 18 000 más que veinte años atrás.
Los primeros canales empezaron a ser construidos en Gran Bretaña en el siglo XVIII con el
objeto de comunicar los centros industriales del norte británico con los puertos marítimos del
sur y Londres. Los canales fueron la primera tecnología que permitió un fácil y relativamente
rápido transporte de mercancías por todo el país, pudiéndose transportar varias docenas de
veces más de tonelaje por viaje que con un transporte terrestre. A esto se unía el relieve del
país, completamente llano, lo que permitía que los canales fueran construidos rápidamente y a
un bajo precio. A principios de la década de 1820, ya existía una red nacional consolidada. El
ejemplo inglés fue copiado en Francia que con un relieve similar al británico pudo desarrollar
su propio sistema, que a mediados del siglo XIX contaba con 8500 kilómetros de vías. En
Alemania gracias a sus grandes ríos como el Rín y el Elba, la navegación se vio muy favorecida,
así como el comercio que vivió un gran desarrollo. En otros países como España la
construcción de canales no pasó de un proyecto por el difícil relieve y la falta de capitales.
Fuera del continente, los estadounidenses con su ímpetu emprendedor y sus numerosos lagos
y grandes ríos consiguieron desarrollar con velocidad su propio sistema, que al igual que el
ferrocarril, ayudó en la colonización y explotación de las vastas tierras del país. A principios
de 1835EE. UU. Ya contaba con 7000 kilómetros de canales que allanaron el camino a la
introducción del barco de vapor en el país con una rapidez incluso mayor a la siempre
innovadora Gran Bretaña.
El uso de los canales en Gran Bretaña empezó a decaer a partir de 1840, cuando el
ferrocarril se impuso en el transporte de mercancías y pasajeros. El irregular y más tardío
desarrollo a gran escala del ferrocarril en el resto de países, con la siempre notable excepción
de los Estados Unidos, alargó en ocasiones el uso pleno de los canales hasta los albores
del siglo XX. Hoy en día la red de canales británicos y la infraestructura ligada a esta es una de
las características más perdurables y destacables de la Revolución Industrial en el país.
CONSECUENCIAS
La existencia de controles fronterizos más intensos evitaron la propagación de
enfermedades y disminuyó la propagación de epidemias como las ocurridas en tiempos
anteriores. La revolución agrícola británica hizo además más eficiente la producción de
alimentos con una menor aportación del factor trabajo, alentando a la población que no podía
encontrar trabajos agrícolas a buscar empleos relacionados con la industria y, por ende,
originando un movimiento migratorio desde el campo a las ciudades así como un nuevo
desarrollo en las fábricas. La expansión colonial del siglo XVII acompañada del desarrollo del
comercio internacional, la creación de mercados financieros y la acumulación de capital son
considerados factores influyentes, como también lo fue la revolución científica del siglo XVII.
Se puede decir que se produjo en Inglaterra por su desarrollo económico.
La presencia de un mayor mercado doméstico debería también ser considerada como un
catalizador de la Revolución Industrial, explicando particularmente por qué ocurrió en el Reino
Unido.
La invención de la máquina de vapor fue una de las más importantes innovaciones de la
Revolución industrial. Hizo posible mejoramientos en el trabajo del metal basado en el uso
de coque en vez de carbón vegetal. En el siglo XVIII la industria textil aprovechó el poder del
agua para el funcionamiento de algunas máquinas. Estas industrias se convirtieron en el
modelo de organización del trabajo humano en las fábricas.
Además de la innovación de la maquinaria, la cadena de montaje (fordismo) contribuyó
mucho en la eficiencia de las fábricas.

 Revolución agrícola: aumento progresivo de la producción gracias a la inversión de los


propietarios en nuevas técnicas y sistemas de cultivo, además de la mejora del uso de
fertilizantes.
 El desarrollo del capital comercial: Las máquinas se aplicaron a los transportes y a la
comunicación iniciando una enorme transformación. Ahora las relaciones entre patronos y
trabajadores son únicamente laborales y con el fin de obtener beneficios.
Cambios demográfico-sociales: la modernización de la agricultura permitió un crecimiento
demográfico debido a la mejora de la alimentación. También hubo adelantos en la medicina y
en la higiene, de ahí que creciera la población. También hubo una migración del campo a la
ciudad porque la ocupación en labores agrícolas disminuyó mientras crecía la demanda de
trabajo en las ciudades.
REVOLUCIONES BURGUESAS
Las revoluciones burguesas son un concepto historiográfico originado por la escuela
del materialismo histórico o marxismo que se utiliza para manifestar que el componente social
dominante en un movimiento revolucionario corresponde a la burguesía.
Aunque pueden remontarse al mismo nacimiento de la clase burguesa en
las ciudades europeas medievales, el concepto suele restringirse a los ciclos
revolucionarios que sucedieron desde finales del siglo XVIII y que en su definición política se
conocen como Revolución Liberal. Su principal ejemplo fue la Revolución francesa (1789),
seguido en distintos momentos por los demás países europeos (revolución de 1820, revolución
de 1830, revolución de 1848) o americanos (Independencia de la América Hispana), pues
la Independencia de Estados Unidos es anterior, de 1776) hasta la Primera Guerra
Mundial (1914-1918), que acaba definitivamente con los últimos recuerdos del Antiguo
Régimen; notablemente en Rusia con la Revolución de febrero de 1917, que sólo precede en
pocos meses a la Revolución de Octubre, que se clasifica ya como revolución socialista
y proletaria.
Según esa concepción materialista de la historia (muy matizada desde mediados del siglo XX
incluso por la propia historiografía materialista), los intereses de la burguesía se manifestaron
en la superestructura político-ideológica por las ideas de la Ilustración, que hablaban
de libertad y derechos en oposición al absolutismo y la sociedad estamental; y de libre
mercado frente a las restricciones del modo de producción feudal. La ideología burguesa no se
restringe a esa clase, sino que se extiende por el cuerpo social, tanto en el conjunto de la
población dominada (mucho más numerosa por incluir a todos los no privilegiados), así como a
elementos individuales de los estamentos privilegiados (nobleza y clero), e incluso en algunos
casos al aparato mismo del poder de la monarquía absoluta, que se veía a sí misma
como despotismo ilustrado.
Símbolo de la alternativa social y política, la Toma de la Bastilla (con mayor repercusión que
la anterior Declaración de Independencia de los Estados Unidos) había demostrado la
posibilidad de una emancipación vista con temor por toda la aristocracia europea, al tiempo
que con esperanza por los partidarios de los cambios revolucionarios que iban a acabar con los
obstáculos que impedían a la burguesía el libre desarrollo de la fuerza productiva de su capital,
le negaban el ascenso social y le imposibilitaban el ejercicio del poder político.
Tras el prolongado proceso histórico de la revolución burguesa, esta clase reemplazó
como clase dominante a los señores feudales, fusionándose de hecho en una
nueva élite social, de la que formarán parte tanto la alta nobleza como la alta burguesía. Las
revoluciones burguesas incluyeron y se simultanearon con el proceso de industrialización y la
transformación de la sociedad preindustrial en sociedad industrial, un cambio verdaderamente
revolucionario que ha merecido el nombre de Revolución industrial. Ambas revoluciones,
política y económica, son inseparables de la revolución social que es el proceso de dominación
burguesa.
REVOLUCIONES BURGUESAS DE LA EDAD MEDIA
Aunque con mucha menos difusión, también han recibido el nombre de revolución
burguesa algunos movimientos sociales de la Baja Edad Media europea, en que
la burguesía comienza a definirse en las nacientes ciudades como clase social dentro
del estamento de los no privilegiados o Tercer Estado y en oposición con
los privilegiados (nobleza y clero). Es debatido si a estos episodios, cuya profundidad y grado
de éxito en la transformación social son diferentemente valorados por los historiadores, les
conviene más el nombre de revuelta o de revolución. En cualquier caso, el predominio
del modo de producción feudal no estuvo en discusión, ya que la parte de la economía en la
que desenvolvían sus actividades los mercaderes y artesanos era claramente marginal frente al
abrumador predominio de las actividades agrarias. Lo mismo puede decirse para la mayor
parte de los países europeos en todo el periodo posterior, denominado Antiguo Régimen y que
se prolonga por toda la Edad Moderna, a excepción de casos singulares.
LA BURGUESÍA EN TRANSICIÓN
El delicado papel social de la burguesía en la transición del feudalismo al capitalismo y su
relación con la ascendente monarquía autoritaria ha sido particularmente objeto de debate
historiográfico dentro de la escuela materialista, sobre todo por el grupo de historiadores
marxistas británicos, y la francesa escuela de Annales, desde los años cuarenta y cincuenta del
siglo XX.
De hecho, la burguesía distó mucho de ser una clase revolucionaria, más allá de la función
que sus actividades económicas tuvieron como disolventes del modo de producción feudal.
Más bien supuso una pieza clave en el ascenso de las monarquías, de las que era el principal
apoyo económico a través de los impuestos y una de las extracciones principales (junto con
la baja nobleza) del reclutamiento de la burocracia. En buena parte de Europa se produjo una
gran acomodación de la burguesía a las condiciones económicas, sociales y políticas del
Antiguo Régimen; lo que ha llegado a denominarse traición de la burguesía (expresión que hay
que entender desde un modelo historiográfico que espera de ella una función histórica
predeterminada).
REVOLUCIONES BURGUESAS DE LA EDAD MODERNA
Los movimientos sociales de la Edad Moderna, sobre todo los vinculados a la Reforma
Protestante, pero también otros, se han entendido también como una precoz revolución
burguesa que en algunos casos fue exitosa. Claramente en el caso de la revuelta de
Flandes contra el dominio español, que añadía el componente nacionalista al religioso, aunque
el componente social era claramente visible. De igual forma puede entenderse a la Revolución
inglesa. Otros casos, como la Guerra de las Comunidades de Castilla o la Fronda francesa
(ambos fracasados), han tenido muy distinta interpretación en cuanto a su componente social.

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