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Discriminación étnico-racial en México: entre lo étnico, lo racial y lo

socioeconómico
En México, a diario son discriminados familiares, amigos, colegas de trabajo,
estudiantes y empleados por una mezcla de características étnicas y rasgos
físicos racializados. Esta discriminación étnico-racial refuerza las desigualdades
estructurales: quienes pertenecen a pueblos indígenas, hablan una lengua
indígena o tienen tonos de piel oscuros, poseen menores probabilidades de
ingresar a la educación superior, alcanzar altos niveles de riqueza o experimentar
movilidad ocupacional ascendente.

Uno de los resultados principales de nuestra investigación es que las prácticas de


discriminación étnico-racial en México son omnipresentes y tienen muchas caras:
en todas las regiones que visitamos y en todos los estratos socioeconómicos, las
personas participantes nos relataron diversas experiencias de discriminación que
atribuían a una serie de características étnicas, pero también físicas racializadas y
socioeconómicas. Contabilizamos un total de 565 experiencias o relatos que
reflejan prácticas concretas de discriminación étnico-racial.

Destaca en primer lugar que las prácticas discriminatorias en México son


frecuentes tanto en espacios clave de desigualdad socioeconómica (trabajo y
escuela), como en ámbitos de reproducción de la vida cotidiana (relaciones
sociales, espacios de consumo, espacios públicos). Aunque nuestra información
proviene de una aproximación cualitativa y por tanto carece de representatividad
estadística, la frecuencia con la que son mencionados ciertos ámbitos es
ilustrativa de esta diversidad: trabajo en 24% de los casos, familia en 19%,
escuela en 18%, y espacios de consumo en 18%. 

Otro aspecto importante es que los rasgos que según los participantes de nuestro
estudio son detonantes de las prácticas de discriminación no son sólo étnicos
(como hablar una lengua indígena, tener cierta vestimenta o costumbres, entre
otros), sino también características físicas racializadas, entre las que destaca el
tono de la piel. De hecho, en 63% de los testimonios los rasgos físicos
racializados, y en especial el tener la piel oscura, son mencionados como
detonantes de la discriminación, mientras que las características étnicas se
mencionan en 36% de los testimonios. Esto revela la importancia que tiene el
racismo como detonante de este tipo de discriminación.

Un ejemplo de la forma en que la racialización ecualiza los rasgos físicos con los
rasgos étnicos o culturales es el uso que se hace en Monterrey del término
“chirigüillo”, el cual se puede aplicar de forma despectiva a quienes hablan
“dialecto” (lengua indígena), son migrantes de determinadas regiones (“venir de
otra parte, no sé si de San Luis o viene igual de Hidalgo”), o tienen cierto aspecto
físico (“parecer chilango”, “ser morenillo”). La atribución de características físicas
racializadas al término queda clara en las palabras de un informante, quien
recuenta que su amigo había criticado a uno de sus intereses amorosos
porque parecía chirigüilla:

Se ha señalado muchas veces que México no es un país racista, sino clasista. No


obstante, en nuestro país el racismo y el clasismo están vinculados
históricamente. Esto se refleja también en las prácticas de discriminación: los
maltratos asociados a las características étnico-raciales y socioeconómicas no son
mutuamente excluyentes, sino que suelen ir de la mano.

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