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A LA MADRE SANTAROSINA

Si hay alguna celebración justa de todas


cuantas se hacen, es la del Día de la Madre. A
pesar que la recordación de ese Ser, a quien,
además de Dios, todos le debemos la vida y lo
que somos, se debe hacer todos los días,
porque así lo merece, es apenas natural que
se haya apartado en el calendario una fecha
especial para que los hijos recuerden a su
progenitora y expresen sus sentimientos de cariño y gratitud.
Definir la Madre es sin duda una tarea difícil, porque decir en
palabras lo que significa ese Ser para quien apenas acaba de venir
al mundo, o para aquellos pequeños que empiezan a descubrir las
cosas cotidianas, o para los que están en el proceso de formación, o
para quienes ya van cumpliendo su ciclo y empiezan a sentir en su
propia carne el indefinible proceso de la continuación de su
sangre; es oficio, además de aventurado,
muy subjetivo.
Tal vez por esto es por lo que cada
niño, cada adulto y cada persona en
general manifiestan el sentimiento
que tiene por el Ser querido, en
forma diferente. Hay quienes lo
hacen silenciosamente, otros en
comunión espiritual con los suyos,
muchos más llenan de
manifestaciones materiales a quien les
dio la vida y no pocos convierten esta
fecha en motivo de jolgorio y reunión de amigos que
termina desdibujando el real significado de una conmemoración
que tiene un profundo sentido.
Es cierto que se ha ido convirtiendo el Día de la Madre en una
fiesta comercial en la que las manifestaciones puramente
espirituales han sido desplazadas por las expresiones materiales,
hasta el punto que la celebración se ha reducido al vano obsequio
de un regalo tangible e inexpresivo.
Por supuesto, no es malo que un hijo le regale a su madre algo
material como expresión de un sentimiento hacia quien merece las
mayores consideraciones, pero es bueno que se preserve el real
símbolo de esta celebración y se mantenga alejado de las naturales
presiones del comercio.
De cualquier manera, todo lo que se haga para hacer sentir
bien a ese Ser tan especial, y por demostrarle que él ocupa un lugar
de privilegio en el hogar y en la sociedad, es poco si se compara
con lo que hace una madre por sus hijos desde el propio momento
de la concepción y con lo que es su misión en la Tierra.
Por eso, hoy cuando se celebra el día consagrado a las Madres,
nos unimos al homenaje que la humanidad les tributa a ellas y en
especial a nuestras madres santarosinas, y oramos para que Dios
las llene de gracia y les dé valor para seguir cumpliendo la sagrada
misión que les ha confiado y que ellas han cumplido con dedicación,
generosidad y amor inigualables.
EL DIRECTOR

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