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Personas que hablan en ella:
VOCES. (Juez)
ACTO PRIMERO
SUR
OESTE
La villa de Fuente Ovejuna, en pleno valle del Guadiato, fundada en el siglo XIII, sita en
la provincia de Córdoba. En el siglo XV, Enrique IV, rey de Castilla, entrega el pueblo al
maestre de la Orden de Calatrava, don Pedro Girón. En 1466 toma el mandato de la
orden su hijo, Rodrigo Téllez Jirón, de tan solo diez años de edad.
NORTE
Bajo las órdenes del maestre Téllez Girón, Fernán Gómez de Guzmán, el comendador
mayor de la orden de Calatrava, toma posesión de Fuente Ovejuna. Se erige como
autoridad sobre cualquier ciudadano, regidor o alcalde de la villa. La orden le otorga un
poder político, religioso y militar que han de aceptar los villanos.
ESTE
2
Los abusos de poder con los que Fernán Gómez tiraniza a sus vasallos, les somete a
unos impuestos desorbitados, castiga a los ciudadanos, abusa sexualmente de las
mujeres de la villa, terminan por despertar la ira de un pueblo que ha soportado con
paciencia cada ultraje. La noche del 22 al 23 de abril del año 1476, los vecinos de
Fuente Ovejuna se alzan, a una sola voz, contra el comendador.
3
PASCUALA: Lo mismo digo, Laurencia. 155
4
Cerraránse mis pestañas
si al ojo le viene mal, 195
porque es amor natural.
PASCUALA: Pues, ¿de qué nos desengañas?
MENGO: De que nadie tiene amor
más que a su misma persona.
PASCUALA: Tú mientes, Mengo, y perdona; 200
porque, ¿es materia el rigor
con que un hombre a una mujer
o un animal quiere y ama
su semejante?
MENGO: Eso llama
amor propio, y no querer. 205
¿Qué es amor?
LAURENCIA: Es un deseo
de hermosura.
MENGO: Esa hermosura,
¿por qué el amor la procura?
LAURENCIA: Para gozarla.
MENGO: Eso creo.
Pues ese gusto que intenta, 210
¿no es para él mismo?
LAURENCIA: Es así.
MENGO: Luego ¿por quererse a sí
busca el bien que le contenta?
LAURENCIA: Es verdad.
MENGO: Pues de ese modo
no hay amor sino el que digo, 215
que por mi gusto le sigo
y quiero dármelo en todo.
LAURENCIA: Da gracias, Mengo, a los cielos,
que te hicieron con amor.
MENGO: ¿Amas tú?
LAURENCIA: Mi propio honor. 220
FRONDOSO: Dios te castigue con celos.
¿Quién gana?
PASCUALA: Con la qüistión
podéis ir al sacristán,
porque él o el cura os darán
bastante satisfacción. 225
Laurencia no quiere bien,
yo tengo poca experiencia.
¿Cómo daremos sentencia?
FRONDOSO: ¿Qué mayor que ese desdén?
5
COMENDADOR: Dios guarde a la buena gente. 230
MENGO: Aquí está el comendador.
LAURENCIA: Tirano.
PASCUALA: ¡Gentil azor!
MENGO: ¿De adónde bueno, valiente?
COMENDADOR: ¿No me veis a lo soldado?
LAURENCIA: ¿Volvéis don Fernando acá? 235
COMENDADOR: La guerra se acaba ya,
puesto que nos ha costado
alguna sangre y amigos.
FRONDOSO: Contadnos cómo pasó.
COMENDADOR: ¿Quién lo dirá como yo, 240
siendo mis ojos testigos?
Para emprender la jornada
juntó el gallardo maestre
dos mil lucidos infantes
de sus vasallos valientes, 245
Salió el muchacho bizarro
con una casaca verde,
A su lado Fernán Gómez,
Sobre jacerina fuerte.
La ciudad se puso en arma; 250
dicen que salir no quieren
Entróla bien resistida,
y yo mismo a los rebeldes
y a los que entonces trataron
mi honor injuriosamente 255
mando cortar las cabezas,
y a los de la baja plebe,
con mordazas en la boca,
azotar públicamente.
Quedo en ella tan temido 260
y haciendo tantas mercedes,
que el saco de la ciudad
el de mi hacienda parece.
Mas ya la música suena;
recibidme alegremente, 265
que al triunfo las voluntades
son los mejores laureles.
¡Esperad vosotras dos!
LAURENCIA: ¿Qué manda su señoría?
COMENDADOR: ¡Desdenes el otro día, 270
pues, conmigo! ¡Bien, por Dios!
LAURENCIA: ¿Habla contigo, Pascuala?
PASCUALA: Conmigo no, vamos fuera.
COMENDADOR: Con vos hablo, hermosa fiera,
y con esotra zagala. 275
6
¿Mías no sois?
PASCUALA: Sí, señor;
mas no para casos tales.
COMENDADOR: Entrad, pasado los umbrales;
hombres hay, no hayáis temor.
LAURENCIA: Si los alcaldes entraran, 280
que de uno soy hija yo,
bien fuera entrar; mas si no...
COMENDADOR: ¡Entrad!
PASCUALA: Señor…
COMENDADOR: ¡Que reparan
en no hacer lo que les digo!
¡Entrad, pues!
LAURENCIA: No nos agarre. 285
COMENDADOR: Entrad; que sois necias.
PASCUALA: Arre;
que echaréis luego el postigo.
COMENDADOR: Entrad; que os quiero enseñar
Lo que os traje de la guerra.
PASCUALA: Si entramos seguro cierra. 290
LAURENCIA: Señor, dejadnos pasar.
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vistes bizarro y costoso,
en todo lugar no hay moza,
o mozo en el prado o soto, 305
que no se afirme diciendo
que ya para en uno somos.
FRONDOSO: Tal me tienen tus desdenes,
bella Laurencia, que tomo,
en el peligro de verte, 310
la vida, cuando te oigo.
Si sabes que es mi intención
el desear ser tu esposo,
mal premio das a mi fe.
LAURENCIA: Es que yo no sé dar otro. 315
FRONDOSO: ¿Posible es que no te duelas
de verme tan cuidadoso
y que imaginando en ti
ni bebo, duermo ni como?
¿Posible es tanto rigor 320
en ese angélico rostro?
¡Viven los cielos, que rabio!
LAURENCIA: Pues salúdate, Frondoso.
FRONDOSO Ya te pido yo salud,
LAURENCIA: Dilo a mi padre, Frondoso; 325
que aunque no te quiero bien,
ya tengo algunos asomos.
FRONDOSO: ¡Ay de mí! El señor es éste.
LAURENCIA: Vete escóndete Frondoso,
escóndete en esas ramas. 330
FRONDOSO: Y ¡con qué celos me escondo!
8
agora no quiere el tiempo,
amigo secreto y solo;
que tú sola no has de ser
tan soberbia, que tu rostro
huyas al señor que tienes, 350
teniéndome a mí en tan poco.
¿No se rindió Sebastiana,
mujer de Pedro Redondo,
con ser casadas entrambas,
y la de Martín del Pozo, 355
habiendo apenas pasado
dos días del desposorio?
LAURENCIA: Ésas, señor, ya tenían
de haber andado con otros
el camino de agradaros; 360
porque también muchos mozos
merecieron sus favores.
Id con Dios, tras vuestro corzo;
que a no veros con la cruz,
os tuviera por demonio, 365
pues tanto me perseguís.
COMENDADOR: ¡Qué estilo tan enfadoso!
Pongo la ballesta en tierra
puesto que aquí estamos solos,
y a la práctica de manos 370
reduzco melindres.
LAURENCIA: ¿Cómo?
¿Eso hacéis? ¿Estáis en vos?
COMENDADOR: No te defiendas.
FRONDOSO: (ap)Si tomo
la ballesta ¡vive el cielo
que no la ponga en el hombro!) 375
COMENDADOR: Acaba, ríndete.
LAURENCIA: ¡Cielos,
ayúdadme agora!
COMENDADOR: Solos
estamos; no tengas miedo.
FRONDOSO: Comendador generoso,
dejad la moza, o creed 380
que de mi agravio y enojo
será blanco vuestro pecho,
aunque la cruz me de asombro.
COMENDADOR: ¡Perro, villano!...
FRONDOSO: No hay perro.
9
Huye, Laurencia.
LAURENCIA: Frondoso, 385
mira lo que haces.
FRONDOSO: ¡Vete!
Vase LAURENCIA
10
perdiz. Jurado vociferante que no tenéis más razonamiento que un
amplio argumentario de fobias o filias. Pero yo seguiré cambiando
las leyes para impedir que el juicio a un acusado con apellido
compuesto o a una imputada con tiara os sirva para olvidaros de
vuestra propia vida y ocuparos de la del prójimo. Así amortiguáis
vuestros odios y penurias con una especie de pan y circo judicial.
Habéis creado una justicia de patio de vecindad, donde en lugar de
cotillear de la inquilina del tercero izquierda, lo hacéis de los
personajes sentados en el banquillo o entrando, a ser posible
esposados, en una sede judicial, o saliendo entre hordas, desmayos
y goma de bragas. Muchedumbre deseosa de la sangre de los
gladiadores que combaten en la arena. La fiera, la indomable fiera,
sois la chusma. De este modo el individuo es descuartizado. ¿Alguna
vez fue justo el veredicto de la turba?
ACTO SEGUNDO
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COMENDADOR: Sí.
ESTEBAN: Pues, ¿es buena
para alcanzada de vos?
COMENDADOR: Reñidla, alcalde, por Dios.
ESTEBAN: ¿Cómo?
COMENDADOR: Ha dado en darme pena.
mujer hay, y principal, 440
de alguno que bebe en taza,
que dio, a la primera traza,
traza de verme.
ESTEBAN: Hizo mal;
y vos, señor, no andáis bien
en hablar tan libremente. 445
COMENDADOR: ¡Oh, qué villano elocuente!
(ap) Por dios, que haré que le den
ESTEBAN: Mirad que en Fuenteovejuna
hay gente muy principal.
COMENDADOR: ¿Vióse desvergüenza igual? 450
Pues, ¿he dicho cosa alguna
de que os pese, regidor?
REGIDOR: Lo que decís es injusto;
no lo digáis, que no es justo
que nos quitéis el honor. 455
COMENDADOR: ¿Vosotros honor tenéis?
¡Qué freiles de Calatrava!
REGIDOR: Alguno acaso se alaba
de la cruz que le ponéis,
que no es de sangre tan limpia. 460
COMENDADOR: Y, ¿ensúciola yo juntando
la mía a la vuestra?
REGIDOR: Cuando
que el mal más tiñe que limpia.
COMENDADOR: De cualquier suerte que sea,
vuestras mujeres se honran. 465
ESTEBAN: Esas palabras deshonran;
las obras no hay quien las crea.
COMENDADOR: ¡Qué cansado villanaje!
¡Ah! Bien hayan las ciudades,
que a hombres de calidades 470
no hay quien sus gustos ataje.
Salid de mi casa luego;
no quede ninguno aquí.
ESTEBAN: Ya nos vamos.
COMENDADOR: ¡Salid de aquí!
FLORES: Que te reportes te ruego. 475
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COMENDADOR: ¿Qué os parece de esta gente?
ORTUÑO: No sabes disimular,
que no quieres escuchar
el disgusto que se siente.
COMENDADOR: Éstos ¿se igualan conmigo? 480
FLORES: Que no es aqueso igualarse.
COMENDADOR: Y el villano, ¿ha de quedarse
con ballesta y sin castigo?
FLORES: Anoche pensé que estaba
a la puerta de Laurencia, 485
y a otro, que su presencia
y su capilla imitaba,
de oreja a oreja le di
un beneficio famoso.
COMENDADOR: ¿Dónde estará aquel Frondoso? 490
FLORES: Dicen que anda por ahí.
COMENDADOR: ¿Por ahí se atreve a andar
hombre que matarme quiso?
FLORES: Como el ave sin aviso,
o como el pez, viene a dar 495
al reclamo o al anzuelo.
COMENDADOR: ¡Que a un capitán cuya espada
tiemblan Córdoba y Granada,
un cualquiera, un mozuelo
ponga una ballesta al pecho! 500
Se acaba el mundo, señores.
FLORES: Como eso pueden amores.
ORTUÑO: Y pues que vive, sospecho
que grande amistad le debes.
COMENDADOR: Yo he disimulado, Ortuño; 505
que si no, de punta a puño,
antes de dos horas breves,
pasara todo el lugar;
que hasta que llegue ocasión
al freno de la razón 510
hago la venganza estar.
¿Qué hay de Pascuala?
FLORES: Responde
que anda agora por casarse.
COMENDADOR: ¿Hasta allí quiere fïarse?
FLORES: En fin, te remite donde
te pagarán de contado. 515
COMENDADOR: ¿Qué hay de Olalla?
ORTUÑO: Una graciosa
respuesta.
COMENDADOR: Es moza brïosa.
13
¿Cómo?
ORTUÑO: Que su desposado
anda tras ella estos días
celoso de mis recados 520
y de que con tus crïados
a visitarla venías;
pero que si se descuida
entrarás como primero.
COMENDADOR: ¡Bueno, a fe de caballero! 525
Pero el villanejo cuida...
ORTUÑO: Cuida, y anda por los aires.
COMENDADOR: ¿Qué hay de Inés?
ORTUÑO: ¿Cuál?
COMENDADOR: La de Antón.
ORTUÑO: Para cualquier ocasión
ya ha ofrecido sus donaires. 530
Habléla por el corral,
por donde has de entrar si quieres.
COMENDADOR: A las fáciles mujeres
quiero bien y pago mal.
Si éstas supiesen, señores, 535
estimarse en lo que valen...
ORTUÑO: No hay disgustos que se igualen
a contrastar sus favores.
COMENDADOR: Un hombre de amores loco
huélgase que a su accidente
se le rindan fácilmente,
mas después las tiene en poco, 550
y el camino de olvidar,
al hombre más obligado
es haber poco costado
lo que pudo desear.
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los castillos y leones
y barras aragonesas.
Y aunque el rey de Portugal
honrar a Girón quisiera, 570
no hará poco en que el maestre
a Almagro con vida vuelva.
Ponte a caballo, señor;
que sólo con que te vean
se volverán a Castilla. 575
COMENDADOR: No prosigas; tente, espera.
Haré presto que en la plaza
toquen luego una trompeta.
¿Qué soldados tengo aquí?
CIMBRANOS: Pienso que habrá unos cincuenta. 580
COMENDADOR: Pónganse a caballo todos.
CIMBRANOS: Si no caminas apriesa,
Ciudad Real es del rey.
COMENDADOR: No hayas miedo que lo sea.
LUNA.- Correr. Correr sin descanso. Cualquier recodo es un lugar para no descansar y
seguir huyendo. Siento como mi cuerpo se transforma. Correr aún más rápido
sintiendo en la nuca su aliento. Justo en el momento en que intentamos hacer menos
bárbara una situación en la cual la mujer está verdaderamente aterrada, escuchamos la
sinfonía de la autoridad para que la mujer permanezca en este infierno. (nos dicen)
La maternidad debe estar protegida y apoyada, nos dicen.
Hay que proteger la vida del concebido y los derechos de la mujer, nos dicen.
Sale MENGO y comienza a poner las vendas a LAURENCIA. Durante esta escena
SERGIO se va quitando las vendas mirando a IRIA y poco a poco comienza a seguirla.
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MENGO: No nos deja a sol ni a sombra.
¡Oh! Rayo del cielo baje
que sus locuras ataje. 595
LAURENCIA: Sangrienta fiera le nombra,
arsénico y pestilencia
del lugar.
MENGO: Hanme contado
que Frondoso, aquí en el prado,
para librarte, Laurencia, 600
le puso al pecho una jara.
LAURENCIA: Los hombres aborrecía,
Mengo; mas desde aquel día
los miro con otra cara.
Gran valor tuvo Frondoso, 605
pienso que le ha de costar
la vida.
MENGO: Que del lugar
se vaya será forzoso.
LAURENCIA: Aunque ya le quiero bien,
eso mismo le aconsejo; 610
mas recibe mi consejo
con ira, rabia y desdén;
y jura el comendador
que le ha de colgar de un pie.
MENGO: ¡Mal garrotillo le dé! 615
¡Mala pedrada es mejor!
¿Hay hombre en naturaleza
como Fernán Gómez?
LAURENCIA: No;
que parece que le dio
de una tigre la aspereza.
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Vase LAURENCIA
Sale ORTUÑO
Sale el COMENDADOR
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ni el pueblo en cosa ninguna?
ORTUÑO: ¿Ha de morir?
COMENDADOR: No agotes
las fuerzas, que has de honrar
en otro mejor lugar.
ORTUÑO: ¿Qué mandas?
COMENDADOR: Que lo azotes.
Llevadle, y en aquel roble 680
le atad y le desnudad,
y con las riendas...
MENGO: ¡Piedad!
¡Piedad, pues sois hombre noble!
COMENDADOR: Azótale hasta que salten
los hierros de las correas. 685
MENGO: ¡Cielos! ¿A hazañas tan feas
queréis que castigos falten?
SERGIO.- Se establece que son delincuentes de alta peligrosidad, cuya acción criminal
extraordinaria nos ha obligado a emplear la fuerza para detenerlos. No es más que un
grave dolor físico o psicológico, lo infligimos con métodos y utensilios diversos, con el
fin de obtener una confesión, no es más que un medio de castigo. Repito, un medio de
castigo. El primer objetivo es el sometimiento y el quebrantamiento de la autoestima y
la resistencia moral del detenido, con el fin de que el villano acceda más fácilmente a
nuestros deseos, sean estos cuales sean. ¿Motivos? Un ejemplo, actividades políticas
subversivas. Extremaremos nuestros esfuerzos para luchar contra todos los delitos,
especialmente los que crean un particular clima de inseguridad y afectan más
gravemente a quienes los sufren.
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JACINTA: ¿Con quién?
COMENDADOR: Conmigo.
JACINTA: Míralo bien.
COMENDADOR: Para tu mal lo he mirado.
Ya no mía, del bagaje
del ejército has de ser. 705
JACINTA: No tiene el mundo poder
para hacerme, viva, ultraje.
COMENDADOR: ¡Ea, villana, camina!
JACINTA: ¡Piedad, señor!
COMENDADOR: No hay piedad.
JACINTA: Apelo de tu crueldad 710
a la justicia divina.
19
el puerto de merecer.
20
Hete crïado, y te quiero
como a hijo.
FRONDOSO: Pues señor,
fïado en aquese amor, 800
de ti una merced espero.
Ya sabes de quién soy hijo.
ESTEBAN: ¿Hate agraviado ese loco
de Fernán Gómez?
FRONDOSO: No poco.
ESTEBAN: El corazón me lo dijo. 805
FRONDOSO: Pues señor, con el seguro
del amor que habéis mostrado,
de Laurencia enamorado,
el ser su esposo procuro.
Perdona si en el pedir 810
mi lengua se ha adelantado;
que he sido en decirlo osado,
como otro lo ha de decir.
ESTEBAN: Vienes, Frondoso, a ocasión
que me alargarás la vida, 815
por la cosa más temida
que siente mi corazón.
Mas como es justo, es razón
dar cuenta a tu padre de esto,
sólo digo que estoy presto, 820
en sabiendo su intención;
que yo dichoso me hallo
en que aqueso llegue a ser.
REGIDOR: De la moza el parecer
tomad antes de acetallo. 825
ESTEBAN: No tengáis de eso cuidado,
que ya el caso está dispuesto.
Antes de venir a esto,
entre ellos se ha concertado.
¡Hija! ¡Laurencia!...
LAURENCIA: ¿Señor? 830
ESTEBAN: Mirad si digo bien yo.
¡Ved qué presto respondió!
Hija Laurencia, mi amor
a preguntarte ha venido
(apártate aquí) si es bien 835
que a Gila, tu amiga, den
a Frondoso por marido,
que es un honrado zagal,
si le hay en Fuenteovejuna...
LAURENCIA: ¿Gila se casa?
ESTEBAN: Y si alguna 840
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le merece y es su igual...
LAURENCIA: Yo digo, señor, que sí.
ESTEBAN: Sí; mas yo digo que es fea
y que harto mejor se emplea
Frondoso, Laurencia en ti. 845
LAURENCIA: ¿Aún no se te han olvidado
los donaires con la edad?
ESTEBAN: ¿Quiéresle tú?
LAURENCIA: Voluntad
le he tenido y le he cobrado;
pero por lo que tú sabes... 850
ESTEBAN: ¿Quieres tú que diga sí?
LAURENCIA: Dilo tú, señor, por mí.
ESTEBAN: ¿Yo? Pues tengo yo las llaves.
Hecho está.
MOMENTO boda.
Sale el COMENDADOR
22
y la culpa que él tiene
sentencie su mismo padre. 905
PASCUALA: Señor, mirad que se casa.
COMENDADOR: ¿Qué me obliga que se case?
¿No hay otra gente en el pueblo?
LAURENCIA: Si os ofendió, perdonadle,
por ser vos quien sois.
COMENDADOR: No es cosa, 910
Laurencia, en que yo soy parte.
Es esto contra el maestre
Téllez Girón, que Dios guarde;
es contra toda su orden,
es su honor, y es importante 915
para el ejemplo, el castigo;
que habrá otro día quien trate
de alzar pendón contra él,
pues ya sabéis que una tarde
al comendador mayor, 920
(¡qué vasallos tan leales!)
puso una ballesta al pecho.
ESTEBAN: Supuesto que el disculparle
ya puede tocar a un suegro,
no es mucho que en causas tales 925
se descomponga con vos
un hombre, en efecto, amante;
porque si vos pretendéis
su propia mujer quitarle,
¿qué mucho que la defienda? 930
COMENDADOR: Majadero sois, alcalde.
ESTEBAN: Por vuestra virtud, señor,...
COMENDADOR: Nunca yo quise quitarle
su mujer, pues no lo era.
ESTEBAN: Sí quisiste... Y esto baste; 935
que reyes hay en Castilla,
que nuevas órdenes hacen,
con que desórdenes quitan.
Y harán mal, cuando descansen
de las guerras, en sufrir 940
en sus villas y lugares
a hombres tan poderosos
por traer cruces tan grandes;
póngasela el rey al pecho,
que para pechos reales 945
es esa insignia y no más.
COMENDADOR: ¡Hola!, la vara quitadle.
ESTEBAN: Tomad, señor, norabuena.
COMENDADOR: Pues con ella quiero darle
23
como a caballo brïoso. 950
ESTEBAN: Por señor os sufro. Dadme.
PASCUALA: ¿A un viejo de palos das?
LAURENCIA: Si le das porque es mi padre,
¿qué vengas en él de mí?
COMENDADOR: Llévenla, y hagan que guarden 955
su persona diez soldados.
Vase el COMENDADOR
ACTO TERCERO
JUAN.- Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla.
¿Ojo por ojo? ¿Palabra por palabra? ¿No hay aquí un hombre que hable? Tal vez un
hombre decepcionado, zaherido por un poder injusto, sin más valor que el dinero,
tienda a convertirse en un hombre ennoblecido por su propio esfuerzo regenerador.
¿Eres tú ese hombre? Solo deseo que vuestro mutismo sea el de aquel que lo observa
todo para no olvidar nada. Nuestro sueño y delirio no es más que vivir sin miedo, esa
es la única senda de la verdad.
Antes de venir al teatro ustedes han tomado ciertas medidas. Han venido aquí con
ideas preconcebidas. Se han preparado para venir al teatro. Para ocupar el lugar que
habían reservado, para asistir a dios sabe qué. Quizás habían oído hablar de la obra.
Ustedes se han arreglado para venir a verla. Desde ese momento, ya tenían ustedes
una cierta idea del asunto. Ustedes estaban dispuestos a sentarse aquí, y aguardar dios
sabe qué.
Cuenta la historia lo que sucedió. Dejemos ahora que la poesía nos cuente lo que
debería haber sucedido. Este edificio social menoscabado, muerto de aluminosis
comprada en sobres, nos hace padecer.
24
ESTEBAN: Respondedme: ¿Hay alguno de vosotros
que no esté lastimado en honra y vida?
¿No os lamentáis los unos de los otros?
Pues si ya la tenéis todos perdida…
Mi hija me quitan con gran fiereza. 960
A un hombre honrado, de quien es regida
la patria en que vivís, y en la cabeza
la vara me quiebran injustamente.
¿Qué esclavo se trató con más bajeza?
JUAN ROJO: ¿Qué es lo que quieres tú que el pueblo intente? 965
ESTEBAN: Morir, o dar la muerte a los tiranos,
pues somos muchos, y ellos poca gente.
¡Contra el señor las armas en las manos!
Las casas y las vidas nos abrasan,
¡Tiranos son! ¡A la venganza vamos! 970
LAURENCIA: ¿Conocéisme?
ESTEBAN: ¡Santo cielo!
¿No es mi hija?
JUAN ROJO: ¿No conoces
a Laurencia?
LAURENCIA: Vengo tal,
que mi diferencia os pone
en contingencia quién soy. 975
ESTEBAN: ¡Hija mía!
LAURENCIA: No me nombres
tu hija.
ESTEBAN: ¿Por qué, mis ojos?
¿Por qué?
LAURENCIA: Por muchas razones,
y sean las principales:
porque dejas que me roben 980
tiranos sin que me vengues,
traidores sin que me cobres.
Llevóme de vuestros ojos
a su casa Fernán Gómez;
la oveja al lobo dejáis 985
como cobardes pastores.
¿Qué dagas no vi en mi pecho?
¿Qué desatinos enormes,
qué palabras, qué amenazas,
y qué delitos atroces, 990
por rendir mi castidad
a sus apetitos torpes?
25
Mis cabellos ¿no lo dicen?
¿No se ven aquí los golpes
de la sangre y las señales? 995
¿Vosotros sois hombres nobles?
¿Vosotros padres y deudos?
¿Vosotros, que no se os rompen
las entrañas de dolor,
de verme en tantos dolores? 1000
Ovejas sois, bien lo dice
de Fuenteovejuna el nombre.
Dadme unas armas a mí
pues sois piedras, pues sois bronces,
pues sois jaspes, pues sois tigres... 1005
- Tigres no, porque feroces
siguen quien roba sus hijos,
matando los cazadores
antes que entren por el mar
y por sus ondas se arrojen-. 1010
Liebres cobardes nacisteis;
bárbaros sois, no españoles.
Gallinas, ¡vuestras mujeres
sufrís que otros hombres gocen!
Poneos ruecas en la cinta. 1015
¿Para qué os ceñís estoques?
¡Vive Dios, que he de trazar
que solas mujeres cobren
la honra de estos tiranos,
la sangre de estos traidores, 1020
y que os han de tirar piedras,
hilanderas, maricones,
amujerados, cobardes,
y que mañana os adornen
nuestras tocas y basquiñas, 1025
solimanes y colores!
A Frondoso quiere ya,
sin sentencia, sin pregones,
colgar el comendador
del almena de una torre; 1030
de todos hará lo mismo;
y yo me huelgo, medio-hombres,
por que quede sin mujeres
esta villa honrada, y torne
aquel siglo de amazonas, 1035
eterno espanto del orbe.
In crecendo trabajo físico muerte del comendador. Pueden soltarse los siguientes
versos con la escucha del grupo.
26
ESTEBAN: Ir a matarle sin orden.
Juntad el pueblo a una voz;
que todos están conformes 1050
en que los tiranos mueran.
Clímax
27
Saqueáronle la casa, 1095
cual si de enemigos fuese,
y gozosos entre todos
han repartido sus bienes.
28
en ese potro tened.
Dale esa mancuerda luego.
LAURENCIA: Ya está de cólera ciego.
JUEZ: Que os he de matar, creed, 1135
en este potro, villanos.
¿Quién mató al comendador?
PASCUALA: Fuenteovejuna, señor.
JUEZ: ¡Dale!
FRONDOSO: Pensamientos vanos.
LAURENCIA: Pascuala niega, Frondoso. 1140
FRONDOSO: Niegan niños. ¿Qué te espanta?
JUEZ: Parece que los encantas.
¡Aprieta!
PASCUALA: ¡Ay, cielo piadoso!
JUEZ: ¡Aprieta, infame! ¿Estás sordo?
PASCUALA: Fuenteovejuna lo hizo. 1145
JUEZ: Traedme aquel más rollizo,
ese desnudo, ese gordo.
LAURENCIA: ¡Pobre Mengo! Él es, sin duda.
FRONDOSO: Temo que ha de confesar.
MENGO: ¡Ay, ay!
JUEZ: Comienza a apretar. 1150
MENGO: ¡Ay!
JUEZ: ¿Es menester ayuda?
MENGO: ¡Ay, ay!
JUEZ: ¿quién mató, villano,
al señor comendador?
MENGO: ¡Ay, yo lo diré, señor!
JUEZ: Afloja un poco la mano. 1155
FRONDOSO: Él confiesa.
JUEZ: Al palo aplica
la espalda.
MENGO: Quedo; que yo
lo diré.
JUEZ: ¿Quién lo mató?
MENGO: Señor, ¡Fuenteovejunica!
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