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Estamos avizorando una nueva era para los países de América Latina donde el bienestar
social no estará más vinculado al bien común y a derechos societales aunque estratificados y
desiguales. Cada comunidad y la nueva filantropía de la “sociedad civil” responderán por sus
pobres como el mercado responderá por los más “capaces”.
Sonia Álvarez
Lo pensado:
Quisiera comenzar por lo obvio, el hecho de que una intervención experta
sobre la convivencia supone tener claro qué es la convivencia, haber
encontrado un problema en esa convivencia y saber cómo y hacia donde se la
quiere transformar. Aquí empiezan para mí las dificultades. Mientras uno se
mueve al interior de la vida universitaria y en el círculo de los especialistas en el
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Este artículo presenta el núcleo investigativo sobre dialogo de saberes desarrollado en la línea
experiencia urbana, convivencia y construcción de ciudadanía, por el Grupo de Investigación en Educación
Popular de la Universidad del Valle, en la cual se adelanta actualmente la investigación “El conocimiento
social en convivencia (Cali y Buenaventura) como vía para una cultura de Paz”, financiado por Colciencias y
de la cual el autor es investigador principal.
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Se trata de tres investigaciones adelantadas en la Universidad del Valle: “la génesis del mito de Cali
cívica” (1997), “violencia y convivencia en Cali, los nuevos escenarios de la educación popular (2005) y “El
conocimiento social en convivencia como vía para una cultura de paz en el valle del cauca (Cali y
Buenaventura)” (en curso), de las cuales he hecho parte como coinvestigador.
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tema, le parecen totalmente claras las definiciones –muchas veces
contradictorias- y las consecuencias para la intervención en cada una,
elaboradas desde abstracciones, simplificaciones y totalizaciones que le quitan
la carne (todos esos elementos que ocurren en la convivencia social pero no
encajan en la pureza de la definición) y dejan el hueso (la idealidad o deber ser)
con el cual se conduce la intervención, que en mi caso sería, por ejemplo, la
concepción de “convivencia armónica” .
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El interés por la forma como viven juntos “los caleños”, por la violencia que allí
se genera, haría parte, entiendo ahora, de una forma específica de gobierno que
ya no se ocupa prioritariamente de “la adecuada disposición de los recursos –
habitantes incluidos- de un territorio” (Vázquez, 2005:85), sino del ejercicio de
administración de la vida de la población (salud, higiene, natalidad, longevidad,
etc.) o “biopolítica”. El otro aporte de esta línea de pensamiento es “que no se
podían disociar estos problemas del marco de racionalidad política dentro del
que han aparecido y se han agudizado, a saber, el liberalismo” (Foucault, 1999:
209)
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asegura la conformación del sujeto libre pero heterónomo, el sujeto gobernable,
el “buen ciudadano”.
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“La cuestión característica de las por otra parte muy variadas formas de gubernamentalidad liberal es
cómo gobernar con la máxima seguridad el mercado y los procesos vitales de la población limitando al
mínimo la acción directa del estado. (Vázquez, 2005:80)
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Concepto elaborado por Manfred Max Nef en su propuesta de una economía a escala humana.
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No obstante, las desigualdades sociales que imponen modos diferenciales de
acceso a los servicios y fuertes exclusiones hacen conflictiva la administración
de la población, presionando la intervención del estado y la generación de
políticas públicas que de diversos modos aseguran el control social. Siguiendo a
Robert Castel (1997) con algunas licencias, podríamos distinguir en la
gubernamentalidad liberal las políticas de integración o de seguridad social
(Castel, 1997:422), las políticas de inserción o focalizadas sobre “población en
riesgo” y agregaría las políticas adaptativas o de resiliencia, con sus respectivas
“tecnologías de intervención”. Como propone Sonia Álvarez “podemos
plantear que las formas de intervención social que se fueron
materializando a través del tiempo –diversas instituciones, prácticas y
regulaciones– son fruto de un proceso histórico asociado a las formas
como las sociedades modernas han, por un lado, ido resolviendo
problemas de cohesión y control social y, por otro, dado respuestas a
las luchas sociales (Álvarez, 2002: 60).
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(Duchesne, 2000), todos aquellos que no pueden ser integrados por mantenerse
al margen del sistema productivo.
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Al respecto, Arturo Escobar ha mostrado la manera como se obliteran las lógicas de lugar y prevalece la
visión eurocentrica, particularmente su análisis sobre las intervenciones en el pacífico colombiano.
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Es una referencia directa al libro con ese nombre, cuya editora es Silvia Duschatzky (2000).
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Si en las políticas de integración se pretendían borrar las diferencias y
desigualdades sociales por el recurso al mínimo común de protección, en las
políticas de inserción las desigualdades sociales (la pobreza, la exclusión) se
tratan como diferencias individuales o grupales (criminalización, medicalización y
estigmatización) y las diferencias sociales (étnicas, de género, de elección
sexual, de origen- para los desplazados o inmigrantes-) como desigualdades
individuales de capacidad y oportunidad (los perdedores y los ganadores).
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de que la eficacia moral suponía la adhesión de aquellos a quienes se
moralizaba y debía de tal modo perpetuar la situación de minoridad
social de los sometidos” (Álvarez, 2002:81).
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se inutilizarán importantes capacidades aplicables al desarrollo y se desatarán
poderosas resistencias. Si, por el contrario, se reconoce, explora, valora y
potencia su aporte, puede ser muy relevante y propiciar círculos virtuosos con
las otras dimensiones del desarrollo” (Kliksberg, 2000: 5)
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policial”, entre otras razones por la relación costo/beneficio de las inversiones y
propone en los programas, especialmente en Colombia donde las tres
principales ciudades (Bogotá, Cali y Medellín) que aparecían entre las más
violentas del mundo según las mediciones de los promovidos “observatorios del
delito”, una amplia gama de modalidades de intervención fundadas en la
promoción de la “convivencia armónica”, como opción terapéutica frente a una
“cultura de la violencia”. Es así como muchas de las intervenciones sociales
sobre violencia y convivencia de ese tiempo e incluso en la actualidad en
Colombia responden a los lineamientos, tecnologías, procedimientos y
enseñanzas que como “capacidad instalada” dejaron estos programas,
mostrando la eficacia conformadora del agenciamiento de políticas hegemónicas
sobre participación y capital social en el desarrollo y en la apropiación local, aun
cuando la génesis particular de los proyectos encontrara formas de resistencia,
alteración y transformación en la trama situada donde se efectuaron.
Sonia Álvarez (2002: 57) considera que “Las políticas de ajuste implican, entre
otros aspectos, el debilitamiento de las instituciones de lo público-estatal en su
responsabilidad para atender y socializar la resolución de los problemas
sociales. Como contracara se incentiva que la protección social repose en la
solidaridad no estatal, tanto de instituciones de reciprocidad basadas en
relaciones verticales como horizontales. Las primeras actualizan, refuerzan y
resignifican las formas de asignación de la ayuda propias de la beneficencia
religiosa y la filantropía asistencial, predominantes en las etapas previas al
desarrollo del Estado benefactor. Las segundas conforman diversas formas de
asociatividad, mutualidad y sociabilidad que las familias y las personas
normalmente estructuran en su vida diaria. Éstas pueden ser relaciones de
parentesco, de amistad, de vecindad, más o menos informales y permanentes
cuya denominación ha variado, desde el don y las redes estudiadas por los
antropólogos sociales al capital social en la actualidad”.
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Como lo ha señalado Sonia Álvarez, la participación y el “capital social” que
actualmente hacen parte de las intervenciones “se constituyen en prácticas
para convertir los recursos autogenerados por las redes en capitales
para la supervivencia, en recursos para la autogestión de programas
focalizados y en formas de resolver el conflicto social”, en lo que
constituye una expropiación de un “talento” que, paradójicamente, resultaba en
décadas anteriores un obstáculo para el desarrollo: las prácticas culturales
tradicionales, sus formas de convivencia, así como “las redes de solidaridad no
mercantiles y trabajos de la economía informal” con los cuales resistían o
supervivían algunos grupos de la población el paso implacable del capitalismo
globalizado aparecen ahora como el capital más importante que ponen los
pobres para su propia inserción en la economía-mundo. Se trata, entonces,
de tecnologías de intervención que buscan“reinventar la comunidad”
para los pobres, como en el programa de gobierno del presidente Álvaro Uribe
“hacia un estado comunitario”, en donde la comunidad es el substituto de la
ciudadanía y donde “el espacio público, cuyas funciones han quedado reducidas
en buena parte a plebiscitos periódicos en los que puede concederse o negarse
la aclamación, está estructuralmente despolitizado”(Beriain, 1996:209).
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el tercer tipo de políticas, las adaptativas o de resiliencia propiamente
“neoliberales” que, como nos hace caer en cuenta Francisco Vázquez
(2005:89), “…esta forma de gobierno no significa, como a veces se arguye, el fin
de lo social, sino que entraña otra manera de hacer, otro modo de gobernar los
procesos colectivos”.
Aparece así una nueva valoración de la “inversión social”, que rompe con
cualquier vestigio redistributivo o solidario centrándose en su rentabilidad para el
gobierno, esto es, la eficiencia de la inversión en la producción inmediata de
efectos de gobernabilidad. La preocupación por las mediciones de favorabilidad
y el cuidado sobre el ambiente propicio para atraer capital externo ha conducido
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En el cual “la gestión ya no concierne a la vida, a la producción, a la cultura, sino a los propios dispositivos
diseñados para gobernarla” (Vázquez, 2005:95).
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a muchos gobiernos latinoamericanos a centrar su inversión en producir el
efecto de seguridad (Vg. la estrategia de “seguridad democrática” de Uribe) con
total despreocupación sobre las condiciones de seguridad (trabajo, salud,
educación, justicia, por ejemplo) que hoy se interpretan como el logro individual
que permite distinguir entre exitosos y perdedores. “La gubernamentalidad liberal
avanzada supone todo un nuevo modo de gestionar las conductas en ámbitos
muy variados (política laboral, seguridad social, sistemas de salud, sistema
educativo, política familiar, control de la inmigración y de la criminalidad, etc.),
un arte de gobierno que hoy se ha expandido a escala mundial, más allá del
cariz ideológico de los partidos instalados en la administración estatal. (Vázquez,
2005:91)
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“Por fuerza performativa me refiero pues a este encuadre de interpretaciones mediante el cual se encauza
la significación del discurso y de los actos.”(Yúdice, 2002:81)
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(Kotliarenco, 2001), en los que la resiliencia, ese “conjunto de procesos sociales
e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana, viviendo en un medio
insano” aparece como el nuevo recurso de una biopolitica que incide tanto en la
subjetividad, los “mecanismos protectores personales (características cognitivas,
afectivas y espirituales)” como en su entorno, los “mecanismos protectores
ambientales” (los familiares y socioculturales) que “procuran un ajuste saludable
a la adversidad”. Resulta entonces que “a través de esta coordinación entre los
objetivos globales de la conducción neoliberal y el funcionamiento, encastrado
en la propia libertad individual, de las tecnologías psi, se consuma una
verdadera revolución en el arte de gobernar. Se entiende desde entonces,
invirtiendo el lema post-sesentayochista, que todo lo político es personal”
(Vázquez, 2005:103).
Lo impensado.
Llegado a este punto creo necesario voltear la mirada, tan centrada en lo que
hacen los “interventores”, para percibir las experiencias realizadas y las por venir
como lo enseña Boaventura de Sousa Santos (2005), en tanto multiplicidad
(reconocimiento de diferentes saberes, prácticas y actores, como ámbito de
múltiples ausencias) y posibilidad (emergencias, el “inédito viable” de Paulo
Freire): una experiencia de intervención es mucho más que la realización de
unos “términos de referencia”, es una trama, un juego de fuerzas, una lucha
situada entre actores, saberes y prácticas, en donde frente a la fuerza
conformadora (performativa) de los discursos hegemónicos aparece la fuerza
implicativa de las lógicas de lugar (De Certeau,1996), los agenciamientos
territoriales de enunciación (Guattari,1994), las jugadas frente al poder
establecido que de muchas manera alteran y aprovechan las oportunidades.
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entre las políticas expertas y los grupos de población; sus aportes, críticas o
recomendaciones al sistema, así como su conocimiento específico de las
comunidades con las que trabaja quedan perdidas o abandonadas en los
anaqueles de la desidia institucional de las organizaciones y entidades que
asumen los proyectos de “bienestar social” o han sido desechados en la
“reorganización eficiente del aparato estatal”. Estos actores son los “promotores
sociales” (Promotores de salud, madres comunitarias, policías cívicos,
profesionales en ejecución de proyectos, etc.) que pueden aportar a la gestión
social del conocimiento sobre la convivencia toda su experiencia y saber en
“intermediación del conocimiento”, potenciando su trabajo interpretativo sobre las
políticas sociales y lineamientos institucionales de intervención desde su
conocimiento práctico de las comunidades con las cuales han trabajado,
generando memoria sobre la cara oculta de las intervenciones y activando el
conocimiento social sobre la convivencia en las redes y organizaciones de sus
comunidades.
BIBLIOGRAFÍA:
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Nos referimos al saber étnico, intercultural y comunitario que convive en las ciudades, aportando sus
maneras especificas de relación con los otros, así como principios singulares de solidaridad, confianza y
organización que el saber experto convierte en recursos de intervención sobre la convivencia.
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ACEVEDO, Mario et all, 2005, Violencia y convivencia en Cali, los nuevos
escenarios de la Educación popular, Informe final de investigación, Cali,
Universidad del Valle.
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16
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Tutelados y asistidos. Programas sociales, políticas públicas y
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Aires, Paidós.
17
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(coordinador), Sociedad Civil, esfera pública y democratización en
América Latina, México, México D. F., Universidad Veracruzana/Fondo
de Cultura Económica.
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