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ROSTROS CULTURALES DE LA FAUNA

Las relaciones entre los humanos y los animales en el contexto


colombiano

Astrid Ulloa (Editora)

INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

FUNDACIÓN NATURA

Bogotá, Colombia, Abril de 2002


figura 1

Trigona amalthea –chatona, abejona- en vuelo (Fotografía: E. Eljaiek)

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LAS HIJAS DEL SOL:
LAS ABEJAS SIN AGUIJÓN EN EL MUNDO UWA, SIERRA
NEVADA DEL COCUY, COLOMBIA

Ana María Falchetti

Guiomar Nates-Parra

INTRODUCCIÓN

El grupo de las abejas sociales conocidas como abejas sin aguijón, se


encuentra en las áreas tropicales y subtropicales (Fig. 1). Su distribución es amplia
en el continente americano y, desde tiempos prehispánicos, estas abejas han
proporcionado miel y cera a numerosos grupos indígenas. En Colombia, aún
conservan su importancia entre comunidades indígenas y campesinas de distintas
zonas del país. No sorprende entonces que las abejas sin aguijón hayan ocupado una
posición central en la mitología y en la vida de los uwa o tunebos, comunidad
indígena que habita la región de la Sierra Nevada del Cocuy en la cordillera oriental
colombiana (Figs. 2, 3).

Uniendo la antropología y la biología, este artículo analiza el papel de las


abejas sin aguijón en la mitología uwa, y cómo este simbolismo está estrechamente
ligado a las propiedades y hábitos particulares de estas abejas, como son las
características de las colmenas, de su miel y de su cera. En la mitología uwa, las
abejas son las hijas del sol, seres que favorecen la fertilidad, así como los
comienzos y la continuidad de la vida, tanto en tiempos ancestrales, según se relata
en los mitos, como en la vida social. Las abejas están en la base de la vida misma.

El artículo también analiza cómo este simbolismo se expresa en el sentido y


función de la miel y la cera, y cómo este trasfondo simbólico pudo estar presente
en la utilización de estos elementos en el pasado, como es el caso de la cera
empleada por muchos grupos prehispánicos para elaborar piezas de orfebrería
mediante la técnica conocida como vaciado a la cera perdida.

LAS ABEJAS SIN AGUIJÓN

Las abejas sin aguijón pertenecen a la familia Apidae, abejas que se


caracterizan por tener corbícula o canasta de polen en las tibias de las patas

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figura 2
La Sierra Nevada del Cocuy (Fotografía: J.E. Sáenz)

posteriores. Esta familia reúne muchos grupos de abejas y, entre ellos, la tribu
Meliponini congrega a todos los géneros de abejas sin aguijón (Cuadro 1). Estas se
distinguen por tener su aguijón atrofiado o no funcional y sus alas con venación
reducida, y porque nidifican en gran variedad de sustratos ya sea en cavidades o en
forma expuesta. Construyen nidos muy característicos para albergar a sus crías, con
entradas generalmente conspicuas, las cuales, en algunos casos, sirven para
identificar especies particulares.

Se destacan los géneros Melipona y Trigona porque muchas de sus especies


se utilizan en la producción de miel. Melipona se diferencia de los demás géneros
de abejas sin aguijón porque son más robustas, no construyen celdas reales y las
entradas de sus nidos son generalmente hechas de barro, o a manera de trompeta
aplanada, mientras que en otros géneros son tubos de cera de diferente color y
diámetro.

El tamaño de estas abejas varía desde dos milímetros aproximadamente


(Leurotrigona pusilla) (Moure, Camargo y García, 1988) hasta un centímetro
(Melipona interrupta). Las Meliponini son las únicas que poseen comportamiento
altamente social, junto con las abejas de miel o abejas europeas (Apis mellifera) -
que pican por tener su aguijón desarrollado-. Existen varios cientos de especies de
abejas sin aguijón en el mundo, pero su número real es difícil de establecer debido a

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figura 3
Mujer uwa del clan Cobaría (Fotografía: A. Chaves)

la abundancia de especies crípticas (Michener, 1990) 1 y razas geográficas, las


cuales frecuentemente difieren entre sí en rasgos muy superficiales.

En el continente americano, el grupo en general está distribuido desde


México, al norte, hasta Argentina, al sur y, desde tiempos remotos, la miel y la cera
de estas abejas nativas han sido apreciadas por numerosos grupos indígenas. Las
abejas de miel o abejas europeas (Apis mellifera) fueron introducidas al continente
durante la conquista española.

En Colombia, existen trece géneros y nueve subgéneros de abejas sin


aguijón, con aproximadamente 118 especies identificadas hasta el momento.
Popularmente son conocidas como angelitas, virginitas, perreras, candela, guare, y
otros nombres que varían según la región del país (Nates-Parra, 1983; 1990. Parra,
1984). Se han encontrado desde el nivel del mar hasta los 3.400 metros de altura

1
Se trata de especies gemelas, morfológicamente parecidas entre sí. Es posible diferenciarlas por medios
citogenéticos y moleculares.

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cuadro 1

Clasificación de las abejas sin aguijón. A los géneros Melipona y Trigona


pertenecen las especies más utilizadas para la obtención de miel

FAMILIA

APIDAE

SUBFAMILIA

APINAE

TRIBU

MELIPONINI

GENEROS

Aparatrigona
Cephalotrigona
Lestrimelitta
Melipona
Nannotrigona
Oxytrigona
Parapartamona
Paratrigona
Partamona
Plebeia
Scaptotrigona
Trigona
Trigonisca

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sobre el nivel del mar -m.s.n.m.-, y se advierte su preferencia por los bosques secos
y húmedos tropicales y bosques muy húmedos premontanos (Nates-Parra, 1985).
Un porcentaje pequeño de 9.32 respecto al total de las especies de Meliponini
registradas para Colombia, pertenece a la fauna altoandina: once especies habitan
por encima de los 2.500 y llegan hasta los 3.400 m.s.n.m.. Las demás están
distribuidas a menores alturas, con el máximo de especies entre los 500 y 1.500
m.s.n.m.. A medida que se asciende la cordillera, el número de especies de abejas
en general y de abejas sin aguijón en particular, desciende notoriamente.

En la cordillera Oriental colombiana, zona de interés para este trabajo, existe


un buen número de especies de abejas sin aguijón. En las tierras altas, por encima
de los 2.500 m.s.n.m. es posible encontrar unas pocas especies como Geotrigona
aff. subgrisea, Melipona nigrescens, Parapartamona brevipilosa, P. imberbis, P.
zonata, Partamona peckolti, Paratrigona eutaeniata, Scaptotrigona cf. limae,
Trigona amalthea y T. fulviventris fulviventris, además de especies de abejorros del
género Bombus. Entre las abejas sin aguijón, Partamona peckolti, Trigona
amalthea y T. fulviventris fulviventris pueden hallarse también en pisos térmicos
más bajos, al igual que otras especies como Trigona angustula y Melipona gr.
fasciata, que producen miel de muy buena calidad, Partamona gr. Cupira y
Trigona amalthea.

Las abejas sin aguijón han sido importantes en la vida de los uwa, cuyo
territorio ocupaba en el pasado, una extensa área en distintos pisos térmicos de la
Sierra Nevada del Cocuy (Mapa 1). Allí se ubicaba el territorio de los distintos
grupos o clanes que conformaban tradicionalmente la sociedad uwa (véase Osborn,
1982; 1985; Rochereau, 1961; Stoddart, 1959; Salazar y Sarmiento, 1985; Pradilla,
1983; 1995; Rivero, [1739] 1956). Cada clan disponía de tierras en distintos pisos
térmicos, y tenía una sede principal, ya fuera en tierras altas -por encima de los
2.500 m.s.n.m.-, en tierras medias -entre 1.300 y 2.000 m.s.n.m.- o en tierras bajas
por los 500-800 m.s.n.m. Según la ubicación de la sede principal, los clanes eran
clasificados como ´clanes de tierras altas, de tierras medias o de tierras bajas. Sin
embargo, cada clan habitaba, en distintas épocas del año, en zonas altitudinales
diferentes dentro de su territorio, y aún intentan hacerlo en los sectores que han
podido conservar 2 .

Desde las tierras bajas a las zonas de clima medio -hasta los 1500 m.s.n.m.-
los uwa han recogido tradicionalmente la miel y la cera de las abejas sin aguijón, y
en el pasado las mantenían cerca de sus viviendas (Osborn, 1990: 28). Fuentes

2
Actualmente, subsisten los clanes Cobaría (Kubaruwa), Bókota (Boktuwa) y Tegría (Tagrinuwa),
concentrados en la vertiente nor-oriental de la Sierra Nevada del Cocuy, en las cuencas de vías fluviales
tributarias del río Arauca situadas en el territorio del actual departamento de Boyacá; los integrantes de
otros clanes como los Unkasías (Tu´tahtuwa) y Agua Blanca (Rikuwa) que viven en sectores de los
departamentos de Boyacá, Santander y Norte de Santander, así como de grupos de las zonas bajas
orientales que habitan en afluentes de los ríos Arauca y Casanare, están organizados en familias más o
menos dispersas

179
mapa 1
Territorio tradicional de los uwa

180
documentales de la época colonial reportan la utilización indígena de los productos
de estas abejas en la región del Sarare 3 en el alto río Arauca, zona importante del
territorio uwa tradicional:

Hay en ella mucha miel de abejas, de cuatro o cinco castas, que crían la miel con
diferentes modos, unas en huecos de los árboles, y no hacen panales como en
Europa, sino que van formando una corteza de cera, tan grande y gruesa como un
huevo, y dentro todo lleno de miel líquida y muy sabrosa. Y de éstos, juntan
muchos de unos a otros, de suerte que se hallan racimos de veinte y treinta
huevos y más, pegados todos, llenos de muy linda y clara miel, y la cera es harto
buena. Córtase el palo, que suele estar muchas veces lleno de estos huevos, y así
la sacan y se sirven de todo, en especial de la miel, gastándola en sus mazatos y
brebajes que hacen, echándola también en la chicha...

Otras abejas hay que hacen estos huevos más pequeños; otras que no lo hacen
mayores que avellanas, y algunas, menores; y todas éstas de ordinario son
pequeñas de cuerpo y mansas. Otras crían debajo de la tierra, más o menos hondo
según hallan la comodidad, porque unas están a una cuarta de hondo, otras a una
vara, y a dos, y a tres; y de éstas, unas crían la miel en canutillos largos de cera;
otras en redondos mal formados (Simón 1981 [1625], I: 551-552).

A pesar de las dificultades cada vez mayores para la recolección de cera y


miel, dada la disminución de la población de abejas sin aguijón en la zona de la
Sierra Nevada del Cocuy, la mitología uwa conservó la importancia de estas abejas,
como los seres que hicieron posible la gestación de la vida en el universo y cuyos
productos se consideran esenciales para favorecer y mantener la fertilidad de la
gente.

EL MITO UWA DE LAS ABEJAS

Los uwa mantienen la esencia de su pensamiento y celebran los mitos


cantados que encierran su tradición. En el territorio uwa se proyecta la imagen de su
universo y la manera como lo socializan. Por esto, los mitos cantados deben
celebrarse en distintos pisos térmicos en las cuatro estaciones del año regidas por
los movimientos del sol y por las estaciones climáticas. Los mitos cantados
correspondientes a distintas estaciones: la Cosecha, las Semillas, la Siembra y la
Florescencia, documentadas y analizadas por Ann Osborn (1982. 1995) (Fig. 4),
relatan una secuencia de eventos cosmológicos que rigen múltiples actividades
sociales, rituales, políticas y económicas a través de las cuales la gente asegura el
equilibrio y la continuidad de la vida en el universo, la naturaleza y la sociedad.

En este contexto, la estación seca, que se extiende de noviembre a febrero y


abarca el solsticio de diciembre, se identifica como la estación de las Semillas y de

3
Sarare, es uno de los nombres que recibe el río Arauca entre su nacimiento y las tierras bajas de los
llanos orientales. En ocasiones, se ha confundido este tramo del río Arauca con el río Sarare, que corre
más al norte en territorio venezolano.

181
figura 4

Ciclo anual de las celebraciones de los uwa (Tomado de Osborn, 1995)

la gestación. El contexto cosmológico correspondiente está consignado en dos mitos


cantados, complementarios entre sí, celebrados por clanes de tierras medias en esta
estación: el Ordenamiento de las Abejas 4 el cual, como su nombre lo indica, es un
mito de ordenamiento que trata aspectos sobre la forma como el universo fue
creado y ordenado, y La Soplada del Alucinógeno, un ritual de purificación:
soplada.

Durante la estación seca, los clanes de tierras medias (Fig. 5) se desplazan a


las zonas bajas de su territorio, relacionadas simbólicamente con el mundo
femenino de abajo. La gente se asocia entonces con las propiedades de ese mundo,

4
La versión más completa que conocemos del mito cantado El Ordenamiento de Las Abejas (Anbaiya) es
la del clan Cobaría, transcrita y analizada por A.Osborn (1995), quien trabajó entre los uwa en los años
setenta, cuando este mito cantado se celebraba sólo ocasionalmente porque involucraba comportamientos
licenciosos según los blancos, quienes interferían su celebración, aún interrumpiendo la ceremonia por la
fuerza. También, tenemos información sobre su celebración por parte de los clanes Bókota, Tegría y
Agua Blanca, por los trabajos de Pradilla H. (1983) y Márquez M. E. (1981). Parece que actualmente, los
uwa han revivido la celebración de este mito cantado.

182
figura 5

Poblado uwa en tierras medias

principalmente con la fertilidad, y realiza actividades consideradas vitales para la


gestación.

Tradicionalmente, durante la estación de las Semillas, antes de la


celebración del mito cantado de Las abejas, los hombres recolectaban miel y cera.
Dicen que la miel debe ser consumida en estado puro por hombres y mujeres para
revitalizar sucapacidad procreadora. Después de la celebración, tomaban bebida
fermentada de miel, antes de dedicarse a la actividad sexual generalizada que
caracterizaba a esta época (Osborn, 1982; 1995). Las actividades de la gente en esta
estación reproducen el contexto cosmológico de los mitos correspondientes que
relatan cómo las deidades envían al mundo los elementos que permitirán la
gestación y el nacimiento de toda vida.

Según el mito de Las abejas, en un tiempo primordial, el mundo del medio -


el mundo de los uwa- estaba sediento sin las abejas, sin su miel y su cera. Carecía
de estos medios de germinación. Los seres inmortales de los mundos de arriba y de
abajo deciden crear las condiciones necesarias para que la vida pueda germinar en
el mundo del medio. La deidad del mundo infértil y masculino de arriba -formado
por las esferas blanca y amarilla del universo- es Thira, la luz, conocida con el
nombre de Rukwa (Padre-Luz-Sol) cuando actúa en el mundo del medio 5 . La

5
Rukwa, es el nombre dado a esta deidad por los uwa del clan Cobaría. Se conoce con otros nombres en
diferentes clanes. La gente de los clanes Bókota, Agua Blanca y Unkasía lo denominan generalmente

183
deidad perteneciente al mundo femenino y fértil de abajo que está formado por las
esferas roja y azul del universo es Kanwara hijo de Rukwa (Osborn, 1995: 192).
Rukwa y Kanwara dan vida a las abejas, cuyo nacimiento es como el de las mismas
deidades, dado que no implica el contacto sexual que conlleva la mortalidad propia
de los humanos y de los mamíferos. Así, Rukwa y Kanwara dan origen a las abejas
mediante masticación, una manera de producir un germen de vida a través de un
proceso de transformación asexual. Al masticar, las dos deidades producen kanoba
o saliva, líquido asociado con la transformación y la procreación. Sus actividades
creadoras conllevan conjuntamente los conceptos de fertilidad y pensamiento. Las
deidades piensan y mastican y así van dando origen a las condiciones propicias para
la vida y a la vida misma 6 :

Rukwa, sentado, mastica-piensa.


Kanwara sube y mastica-piensa.
Hacen esto tres veces y en la cuarta ocasión mascan Kanoba.
Mastican tres veces y piensan en las abejas.
Surgen las hijas de Rukwa y Kanwara (Anbaiya: canto 4. Osborn, 1995:
193).

De esta manera surge la esencia de las abejas, su bita, es decir, la materia


básica original femenina a partir de la cual podrán nacer.

Rukwa (Padre-Luz-Sol) envía a sus hijas, las abejas, al mundo del medio.
Ellas viajan primero a la esfera amarilla del mundo de arriba y se bañan en el lago
Rayría. Para los uwa, los lagos son úteros y en los episodios míticos relativos a la
formación del universo, la vida surge de ellos. En el lago de la esfera amarilla, la
materia básica o bita de las abejas se transforma en sus cuerpos; de allí emergen las
abejas originales, dos machos y dos hembras. El lago de la esfera amarilla se asocia
con la infertilidad del mundo de arriba; es el lago de la mujer infértil del sol. Las
abejas nacen del baño en ese mundo. De allí su pureza y su relación con los
inmortales. Las abejas reciben entonces su alimento, árboles selváticos y plantas
que son usadas por los chamanes uwa como elementos purificadores o de
comunicación con los inmortales, como el ají, el jenjibre y el tabaco. También,
reciben elementos rituales, semillas (¿polen?) y tierra amarilla, elemento que,
como veremos, se relaciona simbólicamente con el oro (Osborn, 1995: 193-195).

Una vez en el mundo del medio, las dos abejas macho mastican polen y
madera y los convierten en cera. Por su lado, las dos abejas hembra mastican la
tierra amarilla y la transforman en dos elementos: el corazón amarillo de la
colmena asociado con la semilla femenina embrionaria o kuna, y la materia básica

Sira (Thira) (Pradilla, 1983. Márquez, 1981. Rochereau, 1961). Los integrantes del extinto clan San
Miguel (Yithkaya), de las tierras bajas orientales, lo designaban con el nombre de Thikwata (Osborn,
1995: 65).
6
En sus actividades creadoras, las deidades de los uwa mastican coca o hayo, pero es un hayo celestial
diferente del que consumen los humanos (Pradilla, 1983: 10, 28). Con esta masticación, las deidades
producen su saliva o kanoba, agente de transformación y procreación. Según A. Osborn (1995: 193), en
este contexto, el masticar se identifica con una forma de pensar.

184
cuadro 2

Transformaciones en el mito uwa de Las abejas

Abejas hembra Tierra Semilla Femenina Embrionaria


Amarilla (Kuna):
(Oro)
(Corazón de la Colmena)

Materia Básica Original


Femenina (Bita):

(Larvas- Vena aurífera)

Abejas macho Polen Cera

Madera

original femenina o bita representada por las larvas (Cuadro 2). Para realizar esta
transformación, las hembras mastican la tierra amarilla junto con el polen que les
dan los machos. También reciben polen de un bejuco alucinógeno –shebara-
utilizado por los chamanes uwa. Así, las abejas están en trance chamánico y
realizan transformaciones de carácter mágico (Osborn, 1990: 26, 28; 1995: 198-
199).

Para los uwa, una característica fundamental de las abejas es el masticar para
producir su saliva, la miel, asociada con el concepto de kanoba, agente principal de
transformación y de procreación 7 . La masticación como actividad creadora es una
propiedad de las abejas que las acerca a las deidades, así como su origen y su
alimentación compuesta por plantas medicinales y alucinógenas. Además, la
posición de las abejas como seres inmortales, se relacionaría con el hecho de que no
poseen la sangre roja de los humanos 8 y de los mamíferos la cual, para los uwa, es
símbolo de su mortalidad. Esta característica general de los insectos, los coloca en

7
Las abejas sin aguijón consumen polen para mezclarlo con secreciones salivares y miel y producir el
alimento de las larvas.
8
Las abejas poseen otro tipo de sangre: la hemolinfa, liquido amarillo transparente que corre por un
sistema circulatorio abierto y baña sus órganos internos.

185
una situación especial señalada en la clasificación que diversos grupos indígenas
realizan de los animales (véase Jara, 1996: 218).

Al mismo tiempo, los uwa se identifican con las abejas, y ellas son los uwa
mismos, quienes se consideran descendientes de los inmortales. Los uwa del clan
Cobaría, por ejemplo, consideran que Rukwa o Padre-Luz-Sol, el padre de las
abejas, es ancestro de su clan. Al igual que los uwa, las abejas viven en sociedad,
construyen casas, practican ceremonias y cantos en épocas de enjambre y tienen
división del trabajo. En los mitos, también se afirma que las abejas son gente, y se
menciona el pueblo de las abejas donde vive su reina (véase Márquez, 1981: 102;
Osborn 1995: 198). Los uwa rigen sus rituales según el curso del sol, lo cual
también los identifica con las abejas, las hijas del sol. Si bien las abejas sin aguijón
no se orientan según la dirección del sol, como es el caso de la abeja de miel (Apis
mellifera), el factor luz-sombra rige otros aspectos de su comportamiento. Ellas
dependen del sol para realizar sus actividades. Son más activas en días y horas
soleados, salen con el sol por alimentos y otros productos y se recogen cuando el
sol se oculta.

La naturaleza especial de los insectos sociales y, en particular, de las abejas,


es destacada por muchos grupos indígenas, debido a sus mismos hábitos sociales
con patrones de vida en comunidad que se relacionan con los de los humanos. Entre
los desanas del noroeste amazónico por ejemplo, las abejas no se clasifican como
animales (Reichel-Dolmatoff, 1978) y, entre los andokes, se vinculan con la
sociedad humana. Para referirse a colonias y enjambres se habla de clanes y para
nombrar los nidos y colmenas se habla de casas y malocas (Jara, 1996: 220).
También se les atribuyen hábitos de reproducción asociados a poderes chamánicos
de transformación. Entre los andokes la reproducción de las abejas sin aguijón se
considera una actividad exclusivamente masculina, y no reconocen un dimorfismo
sexual en las colmenas, lo que se relaciona con sus conceptos sobre la reproducción
humana; consideran que el aparato reproductor es exclusivamente masculino (Jara,
1996: 246- 247).

Los uwa reconocen el dimorfismo sexual en las abejas y, como veremos,


también en las colmenas. En un contexto mítico, son las hembras quienes
transforman la tierra amarilla para producir la semilla del corazón de la colmena
utilizando el polen -semilla masculina- que les dan los machos.

LA COLMENA Y SUS ASOCIACIONES

Las abejas sin aguijón nidifican en casi cualquier cavidad que encuentren
disponible, desde agujeros en árboles, pisos, paredes o tumbas en los cementerios
(Nates-Parra, 1990), hasta nidos abandonados de cerambícidos 9 o nidos vivos de
termites (Michener, 1990) y hormigas (Monacis bispinosa) (Parra, 1990),
acondicionando estos sitios a sus necesidades; también son capaces de hacer nidos

9
Escarabajos cuyas larvas viven en árboles grandes.

186
figura 6
Dos tipos de colmenas de abejas sin aguijón

completamente subterráneos, hasta cuatro metros bajo tierra (Geotrigona),


totalmente expuestos pendientes de ramas de árboles (Paratrigona) o sobre paredes
de edificaciones (Partamona) (Figs. 6, 7).

Para la construcción del nido, las abejas sin aguijón utilizan cera, pero
principalmente el cerumen, material obtenido mezclando la cera con resinas o
gomas (propóleos) recogidas de árboles y arbustos. Los tonos del cerumen varían
del amarillo a un color casi negro, según el tipo de resina. La cera de las abejas sin
aguijón es secretada en forma de pequeñas placas por glándulas existentes en los
segmentos abdominales dorsales tanto de las obreras como de los zánganos –
machos-. La cera pura es de color blanco y puede ser encontrada en pequeños
depósitos dentro del nidode algunos Meliponinos. Tanto las obreras como los
zánganos participan en la construcción y mantenimiento del nido. La entrada al nido
puede ser un tubo de cera clara o de cerumen oscuro recto (Scaptotrigona,
Nannotrigona o Tetragonisca), en forma de embudo o de trompeta aplanada de
cerumen mezclado con barro (Tetragona, algunas especies de Melipona), o un
orificio por donde solo cabe una abeja (ciertas especies de Melipona) (Fig. 8, a-b).

En el interior de la colmena, está la región de cría (Figs. 9, 10) que consta


de varios panales horizontales, en forma de disco, colocados uno encima del otro y
separados por pequeñas columnas de cera por donde las abejas circulan libremente.
Cada panal está constituido por celdas pequeñas, cilíndricas, de base redondeada,
hechas de cerumen oscuro. A medida que la celda envejece, este material se va
aclarando porque las obreras raspan el cerumen hasta dejar solamente el capullo que
envuelve la cría.

187
figura 7

Nido natural de Trigona (T.)


angustula (angelita), en Restrepo
(Meta) (Fotografía: G. Nates)

figura 8

Entrada de nidos:
a- En Melipona favosa (rabipintada), es un agujero por el cual solamente cabe una abeja.
b- En Nannotrigona sp., es un tubo de entrada protegido por varias guardianas
(Fotografía: E. Eljaiek)

188
figura 9

Región de cría de un nido de Melipona gr.


fasciata (alá). Al lado de la región de cría
se observan recipientes más oscuros,
ovoides, que son los potes de alimento
(Fotografía: G. Nates)

figura 10

Panal de cría de un nido de Trigona (T.) angustula (Fotografía: E. Eljaiek)

189
En el caso de la mayoría de los Meliponini se encuentran dos tipos de
celdas: aquellas en las cuales se desarrollan obreras y machos que son todas del
mismo tamaño y otras mayores, de ocho milímetros aproximadamente, ubicadas en
los bordes de los panales -celdas reales-, en las cuales se producen las reinas. En el
caso de las abejas del género Melipona, no se presenta esa diferenciación en el
tamaño de las celdas de cría y tanto obreras, como machos y reinas nacen de celdas
del mismo tamaño.

El ciclo de desarrollo de las abejas sin aguijón pasa por las etapas de huevo,
larva, prepupa, pupa y adulto; su duración depende de la especie. En el caso de
Trigona angustula, por ejemplo, las fases principales del desarrollo tienen la
siguiente duración: huevo, seis días; larva, diez días y pupa, veinte días; el ciclo
total es de treinta y seis días. Puede haber nacimientos en menor tiempo, treinta y
tres días, o también demorarse hasta cuarenta días, según la cantidad de obreras que
incuban el panal de cría. Las abejas recién nacidas se diferencian de las mayores
porque todavía no han alcanzado completamente la pigmentación de su cuerpo; son
blancas a excepción de los ojos y las patas que tienen una coloración café oscuro
(Nates-Parra et al., 1989).

La región de cría está rodeada por un involucro, formado por una serie de
láminas de cerumen café amarillento, colocadas una sobre otra de manera que
rodean la cámara de cría (véase fig. 7). Entre lámina y lámina hay columnas de
conexión ubicadas de tal manera que forman un laberinto por donde las abejas
pueden circular.

La zona central del interior de la colmena, donde se encuentra la región de


cría, representa el corazón de la colmena del mito uwa de Las abejas, que
simboliza la semilla femenina embrionaria o kuna) (véase cuadro 2); allí se
encuentra la materia básica original femenina de las abejas o bita, representada por
las larvas, envueltas en su capullo, el cual podría asimilarse a una placenta, dado
que la imagen del corazón de la colmena es aquella del lugar donde se genera y
desarrolla la vida. Según los uwa, los procesos femeninos de desarrollo
embrionario, deben ser protegidos por elementos masculinos (véase Osborn, 1995:
204), los cuales, en el corazón de la colmena, están representados por distintas
estructuras elaboradas en cerumen, producto que, como veremos, tiene asociaciones
masculinas. Es el caso de las celdas que protegen a las crías envueltas en sus
capullos, y del involucro de cerumen amarillento que rodea las celdas de cría. En el
mito de Las abejas, son los machos quienes producen la cera, término que, en ese
contexto, puede referirse también al cerumen, el cual es un elemento de
transformación utilizado por las abejas para construir las estructuras protectoras.

En el interior de la colmena, la zona de almacenamiento (véase figs. 7 y 9)


se encuentra ubicada fuera de la región de cría y consiste en una serie de recipientes
ovoides o potes, de tamaño mucho mayor al de las celdas de cría, elaborados
generalmente en cerumen oscuro más grueso, aunque algunas especies hacen los
potes de alimento con cera pura. En estos recipientes, las abejas almacenan el
néctar, la miel y el polen. Cuando los potes están llenos permanecen cerrados. Los
potes tienen la apariencia de pequeñas ollas, y por esto no sorprende que los uwa

190
afirmen que en estas vasijas o kumtas, las abejas preparan bebida fermentada de
miel para sus rituales. El hecho de que esas celdas contengan miel, podría ser
interpretado como reserva de kanoba ya que, como veremos, la miel se asocia, entre
los uwa, con este elemento fundamental de transformación y generador de vida.

En el interior de la colmena existen además otras áreas donde las abejas


tienen depósitos de cerumen y propóleos –resinas-, pequeñas fábricas donde la cera
blanca es mezclada con resinas, y un área especial, el basurero, donde depositan sus
desechos.

La cavidad del nido generalmente está recubierta con una estructura muy
dura, el batumen, fabricado con cerumen al cual las abejas le adicionan otros
materiales como tierra, ramitas, semillas y hojas (véase figs. 6 y 7). Esta cubierta
exterior protege al nido en su totalidad, y a los procesos de desarrollo embrionario.
La producción de cera que realizan los machos en el mito uwa, también abarcaría a
esta cobertura hecha de cerumen con otros materiales masticados por las abejas.

Estas asociaciones nos presentan una primera imagen de la colmena: la de


un útero donde se realizan transformaciones embrionarias. Este desarrollo se
efectúa, según el mito uwa, con el componente masculino, la semilla-polen que las
hembras reciben de los machos, y cuenta con la protección, también masculina,
representada por las estructuras de cerumen que protegen las crías y por la cobertura
externa de la colmena o batumen.
Las colmenas de las abejas sin aguijón se relacionan también con la manera
como los uwa visualizan su universo. Los recipientes de forma ovoide para reserva
de alimentos, hacen pensar en el universo uwa formado por esferas de colores
denominadas aba -madre, cielo y sangre-. Las esferas del universo son generadoras
de vida, pues se identifican con la Madre y contienen su sangre. El mundo del
medio -el mundo de los uwa- es el corazón –urá- del universo (Osborn, 1995: 85,
185). Este mundo se identifica con el corazón de la colmena donde están las celdas
de cría ordenadas en panales horizontales, colocados uno sobre otro (véase fig. 10),
lo que recuerda la visión uwa del mundo del medio conformado por zonas
dispuestas una sobre otra. Tanto el mundo habitado por los uwa como el corazón de
la colmena ocupan una posición central en la visualización del universo.

LA CERA Y LA SEMILLA MASCULINA

En el mito uwa de Las abejas, los machos producen cera (¿cerumen?), y usan
como materia prima, polen y madera procedentes de palmas del territorio del clan
y de la planta de calabazo (Osborn, 1995: 198. Anbaiya, IV, canto 16). Para los
uwa, el polen es semilla masculina, y la presencia de madera como elemento de
transformación no sorprende, teniendo en cuenta que los árboles son las casas de
las abejas sin aguijón y que su miel es designada por diversos grupos indígenas
como miel de palo (Ihering, 1902).

191
figura 11

Nido de Trigona (T.) angustula alojado en un calabazo. Nótese el tubo de entrada del nido
(Fotografía: G. Nates)

La transformación en cera del polen de la planta de calabazo (Lagenaria


vulgaris) nos recuerda que algunas especies de abejas sin aguijón buscan estas
plantas para anidar y que los uwa, al igual que muchas comunidades indígenas y
campesinas del país, posiblemente utilizaban calabazos para mantener las abejas
cerca de sus viviendas (Fig. 11). El calabazo, que tiene para los uwa connotaciones
masculinas, está estrechamente ligado a la naturaleza y origen de los uwa, al igual
que el totumo (Crescentia cujete), que posee asociaciones femeninas 10 . En el mito
del clan Agua Blanca que refiere el nacimiento de la gente en el mundo, los uwa
son creados cuando

Sira o Rukwa envía a los primeros hombres y mujeres en forma de semillas


o flores de calabazos y totumos. Las mujeres se identifican con totumas y los
hombres con calabazos; los niños son nombrados como las flores de calabazos y
totumas (Márquez, 1981: 53-54). Este mito cantado, que corresponde a la
ceremonia de imposición del nombre al niño recién nacido, relata el nacimiento de
los uwa originales en las lagunas-útero: en cada laguna fueron sembradas las flores

10
Las asociaciones de género del calabazo y el totumo son comunes en el caso de otros grupos indígenas.
Entre los barasanas del Vaupés, por ejemplo, estas relaciones se presentan de manera inversa a la que
establecen los uwa. Para los barasanas, los recipientes fabricados con los frutos del árbol del totumo
(Crescentia cujete), son propiedad exclusiva de los hombres; se asocian con actividades rituales y se
utilizan para guardar coca, rapé narcótico y cera, así como para elaborar las maracas empleadas en el
baile. Por su lado, los calabazos (Lagenaria vulgaris), son propiedad de las mujeres y se utilizan en la
preparación y consumo de alimentos (Hugh-Jones, 1979: 163-164).

192
(semillas) de un hombre y una mujer, quienes formaron las parejas originales que
dieron vida a cada uno de los clanes:
Cuando apenas Sira le colocó a cada tribu en la laguna una flor de totumo y otra
de calabazo para que así cada tribu tuviera lo suyo...
Después de [...] haber puesto la flor de la totuma y haber puesto la flor de
calabaza ante los ojos de papá y haber pedido para que florecieran éstas que él
colocaba en el vientre de esta mujer [laguna] para que fuera a regarlas sobre la
tierra... (Márquez, 1981: 178).

En el mito de Las abejas, los machos también convierten en cera el polen


de palmas de los territorios del clan, lo que nos muestra que se trata de plantas
pertenecientes a los uwa. Los árboles y palmas del territorio uwa, que producen
frutos silvestres recolectados tradicionalmente por ellos, se consideran como
ancestros de distintos clanes, lo que refuerza el carácter autóctono de los materiales
que, en el mito, son transformados en cera. Este material procede de la
transformación del polen y la madera de plantas consideradas como semilla original
masculina y como ancestros de los uwa.

Esto explica la propiedad sobre la cera y el cerumen que tenían los clanes
que los recolectaban y procesaban, y que poseían los mitos de origen que justifican
esos derechos. Estos mitos relatan cómo la cera fue entregada por las deidades
como regalo a clanes particulares, un regalo que debía ser utilizado en el
intercambio.

Los clanes de distintas alturas tenían derechos sobre bienes de intercambio


específicos. Así, por ejemplo, los clanes con sede principal en tierras bajas, tenían
derechos sobre el alucinógeno yopo (Anadenanthera macrocarpa), el pescado seco
y el algodón; los antiguos grupos uwa de tierras altas producían textiles de algodón
y sal. En este contexto, los clanes de tierras medias tenían derechos sobre la cera
(véase Osborn, 1995; Falchetti, 2001), hecho que tal vez se relacione con la mayor
variedad de especies de abejas sin aguijón en alturas comprendidas entre los 500 y
los 1.500 m.s.n.m.

Así, en los mitos de los uwa del clan Agua Blanca, una de las deidades
creadoras, Bistoá, tumba la colmena para dar la miel a los hombres y les enseña a
procesar la cera:

Entonces esa cera lavó y a los tunebo [uwa] les dijo: esa cera laven así; así
lavada, al sol la secó; secada la derritió; arreglada la dividió y ya en la pesa la
pesó (Márquez, 1981:108).

En el mito correspondiente al clan Bókota, las abejas llegan al mundo del


medio en un ordenamiento específico que se relaciona con la cantidad de cera (y
cerumen?) que contienen sus colmenas (véase Pradilla, 1983: 69-70). A través de
los siglos, el intercambio tradicional de los Uwa ha sido progresivamente sustituido
por el comercio basado en el sistema monetario y las medidas de peso. Esto se

193
expresa en los mitos, ya que las balanzas 11 y el kilo, aparecen como elementos
entregados por las deidades a los uwa para pesar la cera en el intercambio
(Márquez, 1981). En la época de verano, en la estación de las Semillas, los hombres
uwa viajan para intercambiar. El propósito del intercambio de forma tradicional, era
equilibrar las propiedades de los distintos clanes y asegurar la continuidad de la
vida y la supervivencia social (Falchetti, 2001).

Los uwa han utilizado tradicionalmente el cerumen, material que es descrito


generalmente como cera negra de color oscuro como la pez 12 (Rochereau,
1961:88). Ellos hierven el cerumen para retirar las impurezas. Con el calor, la cera
sube a la superficie donde se solidifica por enfriamiento y se separa de las
impurezas mayores - las cuales dependen del tipo de cerumen recogido- y del
bagazo de própolis o resina. Sin embargo, este proceso no separa totalmente la
resina de la cera, y de esta manera el cerumen mantiene su plasticidad, mayor que la
de la cera pura gracias a las resinas que contiene, razón por la cual no tendría
mucho sentido refinarlo (véase Nogueira-Neto, 1970:241). El color oscuro del
material principal utilizado por los uwa, demuestra que se trata de cerumen que

figura 12
Los uwa amarran las flechas con una cuerda untada de cerumen oscuro (Fotografía: A. Osborn)

11
Sabemos que los uwa del clan Unkasía utilizaban balanzas fabricadas con madera de macana y que
varios clanes las elaboraban con fibras vegetales (Rochereau, 1914-19; Headland, 1997).
12
La pez, es un material blando y pegajoso de color oscuro, consistente en una mezcla de sustancias
resinosas que se obtienen como residuo en la destilación de la trementina, los alquitranes y las maderas
resinosas.

194
contiene resinas. Posiblemente recogían cerumen de distintas partes de la colmena -
involucros, potes de alimento, y tal vez también de la cobertura externa negra y
dura o batumen, material que también puede ser utilizado.

Los uwa utilizan una cuerda untada con cerumen oscuro para atar las dos
extremidades del arco y del palo de la flecha para que no se agrieten (Rochereau,
1961: 68) (Fig. 12). El arco y la flecha se relacionan con una actividad netamente
masculina, la cacería, y se asocian, en ciertos contextos, con la misma fertilidad
masculina. Así, estas armas son elementos importantes en las ceremonias de
iniciación de los hombres, durante las cuales hay una serie de alusiones simbólicas
a su habilidad para cazar (Márquez, 1981). Al mismo tiempo, la flecha simboliza
los genitales masculinos y, por esto, en el ritual mencionado, también representaría
el comienzo de la vida sexual y fértil de los jóvenes. El cerumen que protege la
flecha para que no se agriete, podría simbolizar la protección de la fertilidad del
joven ya que, como vimos, el cerumen, como elemento masculino, tendría esa
facultad de protección.

El valor simbólico relacionado con la protección de la fertilidad explicaría


el uso ritual del cerumen y de la cera. Fuentes documentales del siglo XVIII
refieren que los uwa que habitaban las reducciones establecidas por los misioneros
en el piedemonte oriental de la Sierra Nevada, llevaban cera como ofrenda a la
Virgen (Rivero, 1956 [1739]: 95). Desconocemos si utilizaban cera o cerumen en
contextos particulares, como elementos sólidos o líquidos o para quemarlos en un
ambiente ritual.

Otros grupos indígenas utilizan cera y cerumen durante sus rituales y los
asocian simbólicamente, al igual que los uwa, con la protección de la fertilidad y de
la continuidad de la vida. Así, los kogis de la Sierra Nevada de Santa Marta, en
ceremonias encaminadas a proteger la fertilidad de la tierra y de la gente,
empleaban una máscara de puma; para ahuyentar la enfermedad, echaban cera
derretida por la boca de esta máscara (Preuss, 1993 [1914], II: 113-1). También,
entre los barasanas del noroeste amazónico, es costumbre quemar el cerumen
oscuro y duro de la parte externa y de las entradas de las colmenas de ciertas abejas
sin aguijón, para ahuyentar la enfermedad y los espíritus malévolos (Hugh-Jones,
1979: 187).

LA MIEL Y LA FERTILIDAD

La miel de las abejas sin aguijón tiene propiedades medicinales. Su


actividad antibacteriana es superior a la de la Apis mellifera, y por ello no es
utilizada solamente como alimento, sino también para aliviar enfermedades de tipo
bronquial, curación de heridas, cataratas y otras afecciones de los ojos (Gonnet et
al., 1964; Cortopassi-Laurino y Gelli, 1991; Nates-Parra, 1996). En general, las
mieles de los Meliponinos son mucho mas líquidas debido a su mayor porcentaje de

195
humedad, aunque esta no es una característica general puesto que en algunas
especies pueden llegar a ser incluso más densas que las de la Apis mellifera. Existen
diferencias entre las mieles producidas por distintas abejas sin aguijón, según la
especie y sus hábitos particulares de recolección. Trigona (tetragonisca) angustula
es especialmente apreciada por la calidad de su miel, por lo cual indígenas y
campesinos las mantienen en proximidades de sus viviendas.

Para los uwa, la miel es el alimento por excelencia. Dicen que es la saliva o
kanoba de las abejas, caracterizada por su pureza, puesto que es producida
asexualmente mediante la masticación de las abejas, seres asociados con los dioses.

La miel es también un elemento de transformación y de fertilidad. Dicen los


uwa que la miel nutre el alma embrionaria de la gente, es decir su componente
asexual puro heredado de los inmortales y de los abuelos, con el cual el individuo
nace. Aunque el alma o aka-kambra predomina en el hombre, está conformada por
aka, parte fundamentalmente femenina y kambra parte esencialmente masculina
(Osborn, 1995: 130, 141, 244). La miel nutre en especial la parte femenina y blanda
del alma o aka. Al mismo tiempo, se dice que alimenta la materia básica original
femenina o bita que se hereda por medio de las mujeres y que es útil para estimular
el ciclo reproductivo de ellas. Además, la miel alimenta el kanoba de los seres
humanos, su capacidad de transformar y de generar vida, y de esta manera favorece
el desarrollo de la fertilidad o raiya, componente que es adquirido por la gente
después de su nacimiento (Osborn, 1995: 141).

Muchas sociedades indígenas asocian a la miel con la fertilidad, la


identifican como un alimento natural con propiedades medicinales cuyos orígenes
están en un tiempo primordial, y frecuentemente le confieren un carácter seminal,
como es el caso, por ejemplo, de los desanas del noroeste amazónico (Reichel-
Dolmatoff, 1986: 97, 130, 252). Para los uwa, la miel es un producto integral que
nutre la fertilidad en general y múltiples componentes del ser humano, con énfasis
en la parte femenina. Su valor fundamental es alimentar la capacidad humana de
producir kanoba, asociado también con líquidos procreadores tanto masculinos
como femeninos.

Es frecuente encontrar, entre comunidades indígenas amazónicas, por


ejemplo, la identificación de la miel como un producto vegetal, en parte debido a la
relación de las colmenas con los árboles; en ocasiones, el mismo origen de la
humanidad procede de frutos silvestres y miel; algunos mitos describen la miel
como una planta que germina, crece y madura y se dice que la primera miel era
cultivada (Lévi-Strauss,1982: 29, 60); se afirma que las abejas son capaces de
cultivar miel y que son las guardianas o madres de la miel Jara (1997: 239). Es
particular el carácter de la miel en la mitología uwa, como elemento de
transformación –saliva o kanoba- producido por las abejas, elemento que nutre la
capacidad humana para procrear.

196
Las propiedades de la miel como elemento de fertilidad también tendrían
relación con la naturaleza misma de las mieles de las abejas sin aguijón. Estas
difieren de las mieles de las abejas europeas (Apis mellifera); la miel e las abejas sin
aguijón carece casi por completo de la sacarosa que sí contienen las mieles de las
abejas europeas -en proporción media del 10 %- y contienen levulosa y dextrosa en
proporciones mucho más altas. Como el poder edulcorante de la levulosa es
considerablemente mayor, las mieles de las abejas sin aguijón son de una riqueza y
complejidad superiores (Ihering, 1902). Lévi-Strauss (1982: 44) ha señalado cómo
estas características influyen en que muchas comunidades indígenas suramericanas
atribuyen a las mieles de las abejas sin aguijón un carácter erótico que posiblemente
se relacione además con la naturaleza tóxica de algunas de ellas. También ha
observado la oposición que existe en muchas mitologías entre abejas y avispas y
entre las mieles de las dos así como entre mieles dulces y agrias.

Estas distinciones y oposiciones las encontramos entre los uwa quienes


distinguen entre miel suave o barúa, y miel agria o ia y señalan clases de abejas
con miel tóxica, como una de cabeza negra y cuerpo amarillo cuya miel
emborracha y da diarrea (Rochereau, 1961: 88-89). Hay varias abejas con cabeza
negra y cuerpo amarillo como Oxytrigona daemoniaca, Tetragona o Trigona
fulviventris, la cual existe en la zona de la Sierra Nevada del Cocuy. Las mieles de
estas no son muy buenas y no son utilizadas porque tienen mal sabor. Las
propiedades tóxicas de ciertas mieles tienen que ver con los hábitos de recolección
de especies particulares, puesto que algunas visitan excrementos o flores que
producen polen o néctar tóxicos.
La oposición entre las abejas por un lado, y las avispas y demás insectos
ponzoñosos por otro, aparece en el mito cantado de Las abejas de los uwa. Cuando
las deidades envían a las abejas al mundo del medio, algunas se bañan en el lago
asexual de la esfera amarilla del mundo de arriba y se convierten en las abejas
verdaderas. Pero otras abejas son engañadas, desvían su camino y se bañan en el
lago de la esfera roja del mundo femenino de abajo, el lago de la sangre de los
humanos que contiene la mortalidad:

Yagshowa dispone y mediante engaño hace que algunas de las abejas se bañen en
la esfera roja.
Ellas se bañan en el lago Shiriuma, el lago de Kanwara.
Ruahama las toca, se convierten en cuerpos con sangre (Anbaiya. Parte II, Canto
8. Osborn, 1995: 195).

En el mundo del medio, estas últimas abejas dan origen a las avispas -de
mieles tóxicas y cera como goma que usan para atrapar y embrujar- y a otros
insectos ponzoñosos, incluyendo la abeja europea (Apis mellifera). Al bañarse en el
lago de la esfera roja, adquieren sangre y mortalidad. Por esto, en el mundo del
medio, estas abejas se convierten finalmente en mamíferos, como el venado, el
pecarí y la liebre (Osborn, 1995: 197; 1990: 27). Esta situación se opone a la de las
verdaderas abejas que se bañaron en el lago de la esfera amarilla, las cuales, según
el mito, finalmente se transforman en peces y plantas que se propagan asexualmente

197
al igual que las deidades y las abejas; éstas son plantas sagradas con propiedades
purificadoras o iluminadoras como la coca, el ají y el jenjibre.

El consumo de miel en estado natural difiere del de la bebida fermentada de


miel que tiene un carácter ritual, y que los uwa asocian con la riqueza-fertilidad o
raiya. Los uwa han preparado tradicionalmente bebidas fermentadas o chichas con
diversos productos, como maíz, yuca, plátano, batata y nueces kara (Metteniusa
edulis) (Márquez, 1981: 36; Rochereau, 1961: 83, 89; Osborn, 1995, 120, 172;
Builes, 1974: 76, 86). Consideran que estas bebidas, en conjunto, son kanoba y
contienen un germen de vida desarrollado a través del proceso de fermentación.
Cada tipo de chicha se usa para rituales particulares. Así, la de maíz se consume en
la ceremonia del Aya o ceremonia del maíz, celebrada durante la estación de la
Cosecha que coincidía tradicionalmente con el mayor número de nacimientos
(véase Osborn, 1995: 172). Chichas de yuca o de batata, plantas femeninas, y
bebida fermentada de miel, son consumidas durante las ceremonias de iniciación
femenina (Fig. 13). La bebida sin fermentar es empleada en la ceremonia inicial,
cuando se coloca a la joven la kókora -gran gorro de hojas con el cual cubren su
cabeza-, y chicha muy fermentada en la ceremonia que se realiza para retirar la
kókora, al concluir el largo período de aislamiento de la joven púber (Véase
Márquez, 1981: 65). Después de este último ritual, la mujer ya está en condición de
procrear puesto que, según los uwa, la madurez total se alcanza durante el
aislamiento. La chicha ya fermentada, poseedora de un germen de vida, podría
simbolizar ese hecho. Las bebidas fermentadas, así como distintos alimentos
sólidos, se colocan en totumas que la joven sostiene en sus manos en ciertos
momentos de la celebración, lo que nos recuerda la asociación, señalada
anteriormente, de las totumas con las mujeres uwa originales.

La chicha elaborada con la nuez kara es un caso especial, puesto que los
frutos deben ser sometidos a cocción para eliminar el zumo amargo que contienen
(véase Márquez, 1981: 36-37. Osborn, 1995: 120). Según el pensamiento uwa, esto
sería someter el producto a un proceso contaminador, puesto que el fuego mata el
germen de los alimentos 13 . La elaboración de las chichas mascadas de maíz, yuca
o batata, implica un proceso de transformación logrado mediante masticación y
fermentación. Este proceso es una especie de cocción sin la intervención del fuego
porque, para los uwa, la masticación por parte de los humanos contiene mortalidad.

La bebida fermentada de miel no necesita pasar por procesos de cocción o


masticación que incluyen distintos grados de mortalidad o contaminación, debido a
que la miel puede transformarse naturalmente en un producto fermentado. Aunque
son muy ricas en sustancias antibacterianas, las mieles de muchas especies de
abejas sin aguijón pueden fermentarse espontáneamente debido a su contenido
relativamente alto de agua; la fermentación puede acelerarse añadiéndole más agua
13
La soplada o purificación de esta nuez, antes de consumirla, es el centro de la ceremonia del Reowa, la
mayor ceremonia de purificación, encaminada a combatir todos los peligros que amenazan la fertilidad y
la continuidad de la vida. Por demás, para los clanes uwa que celebran esta ceremonia con la nuez kara
como centro, el árbol que la produce es considerado como ancestro del clan, una razón más para lograr su
purificación, puesto que en esto reside la supervivencia de la gente.

198
figura 13
Mujer uwa en ceremonia de iniciación (Fotografía: A. Osborn)

o impurezas como cera y colocándola al calor del sol (Nogueira-Neto, 1997: 265-
276). Así, la bebida fermentada de miel sería, para los uwa, el resultado de una
transformación que no conlleva mortalidad; produce por sí misma el germen de
vida y, al igual que la miel natural, es única debido a su pureza.

La función de la miel y sus derivados está relacionada con la del


alucinógeno yopo o akwa (Anadenanthera macrocarpa), tema central del mito
cantado de La soplada del alucinógeno y de la ceremonia de purificación –
soplada- que los uwa celebraban, al igual que el mito cantado de Las abejas, en la
estación seca, la época de las Semillas. El mito relata cómo el alucinógeno está en
la esfera roja del mundo de abajo. Yagshowa, transformado en jaguar, roba las
semillas del yopo, que convertidas en pájaros, salen de la esfera roja del universo;
sus huevos son incubados por la hermana de Yagshowa y renacen como yopo

(Osborn, 1990: 28-30. 1995: 199). Este mito cantado y el de Las abejas relatan
episodios de la creación del mundo anteriores a la aparición de los seres vivos. Las
condiciones para el nacimiento de la vida las da precisamente la llegada de la miel y
del yopo.

Dicen los uwa que los hombres toman el yopo por la nariz, y que éste viaja por la
columna vertebral y llega a los genitales fortaleciendo el semen. Consideran
también que el yopo nutre el componente duro y masculino del alma o kambra) y
que produce el material de los huesos, características que el niño recibe del padre

199
(Osborn, 1990: 32; 1995: 90, 189-190, 199). Sin embargo, las mujeres también
consumen yopo, pues consideran que la sangre menstrual no es productiva sin la
ayuda del alucinógeno. Dicen que la miel y el yopo son alimentos que nutren al feto
durante los cuatro primeros meses de la gestación, junto con el semen y la sangre
menstrual (Osborn, 1995: 143, 245).

Los uwa piensan que determinados alimentos favorecen etapas precisas en el


ciclo de reproducción humana. Así, los frutos silvestres estimulan el desarrollo del

feto en los últimos cuatro meses del embarazo y se consumen en la estación de la


Florescencia. El maíz tierno -asociado a bita, la materia básica original femenina-
es un alimento básico para el recién nacido y se consume en la estación de la
Cosecha (Osborn, 1995: 182, 220). En este contexto, la miel y el yopo son
fundamentales en la época de la concepción y en el primer desarrollo del ser
humano, al igual que en el mito estos productos son esenciales para que la vida
pueda germinar en el mundo del medio. La miel revitaliza la capacidad humana
para producir kanoba y fortalece primordialmente la parte femenina del ser
humano, al tiempo que el yopo fortalece la masculina. Por su lado, la bebida
fermentada de miel, asociada con kanoba y con riqueza-fertilidad o raiya, es
fundamental para favorecer la fertilidad y la capacidad de procreación, en etapas
cruciales del ciclo vital de la gente: la concepción, con la ceremonia de Las abejas
y el comienzo de la vida fértil de las mujeres con las ceremonias de iniciación
femenina.

LAS LARVAS Y LA SEMILLA FEMENINA

Entre las abejas sin aguijón, la producción de cría sigue una secuencia muy
bien establecida, pero que tiene sus variaciones según la especie. El proceso se
caracteriza por intensas interrelaciones entre los miembros de la colonia (véase
Sakagami, 1982; Wille, 1983; Nates-Parra, 1996). En la mitología uwa, las
actividades de reproducción de las abejas se interpretan como una serie de
transformaciones mágicas complementarias realizadas por las hembras y los
machos (Cuadro 2). De las transformaciones realizadas por las hembras, resultan las
larvas, la materia básica original femenina o bita de las abejas, las cuales encarnan
la primera etapa del ciclo de desarrollo de las crías.

Los uwa del clan Unkasía utilizaban larvas de abejas como cebo para la
pesca con anzuelo (Rochereau, 1961: 76). Para los uwa, los peces se asocian con el
mundo femenino de abajo, pero son la semilla masculina de ese mundo (Osborn,
1990: 20, 100. 1995: 100, 179, 246). En el mito, las abejas verdaderas se
convierten finalmente en plantas y peces, seres que se reproducen asexualmente y
que por esto tendrían, al igual que las abejas, un carácter de pureza asociado a las
deidades. La creencia de que los seres pueden transformarse en lo que comen,
podría estar implícita en el hecho de que los peces comen las larvas de las abejas

200
como carnada. Por demás, las abejas y los peces están unidos por dos actividades
importantes de los uwa durante la estación seca: la recolección de miel y de cera
realizada por los hombres y la pesca, actividad colectiva de las mujeres.

También, hay una relación del pescado con el yopo, puesto que, al tomar
este alucinógeno, los hombres uwa entran en contacto con el espíritu de los peces
en forma humana, y así favorecen el envío de peces grandes (Márquez, 1981: 23).
Tal vez esto se relacione con el éxito mismo de la pesca, pero la asociación de los
peces con la semilla masculina hace pensar en el uso del yopo para favorecer la
fertilidad masculina y la preservación de esta semilla.

A estas asociaciones podemos añadir aquella de los barbascos utilizados


tradicionalmente por los uwa para la pesca, productos que aturden ligeramente a los
peces. Uno de estos elementos -una raíz no identificada- es denominada kuna
(Rochereau, 1961: 76-77) por los uwa, término que, como vimos, significa semilla
femenina embrionaria, concepto que también se asocia con el corazón de la
colmena donde están las larvas. Entre los uwa del clan Unkasía, la pesca con

barbasco se denomina mascada o takina, puesto que se masca el barbasco antes de


echarlo al agua (Ibidem, 1961: 76). Esto relaciona al barbasco con kanoba o saliva,
el elemento transformador por excelencia, y con el acto de mascar generador de un
germen de vida. El barbasco mascado estaría de esta manera ya convertido en ese
germen que se transmitiría a los peces.
Las larvas -materia básica original femenina-, el barbasco -semilla femenina
embrionaria y kanoba- y los peces -semilla masculina-, se unen para favorecer las
actividades de pesca en la estación de la Semilla en un contexto general guiado por
la voluntad de favorecer la continuidad y equilibrio de la vida a través de las
estaciones.

CERA, ORO Y TRANSFORMACIONES


Aun cuando no hay evidencia que los uwa produjeran piezas de orfebrería,
tanto su propia tradición como la información histórica sugieren que antiguamente
pudieron recibir piezas de oro por intercambio con sus antiguos vecinos del sur, los
muiscas (véase Falchetti, 1997. 2001).

La asociación de la cera y el oro en el mito uwa de Las abejas (Cuadro 2)


es importante, puesto que la cera de las abejas sin aguijón o, como veremos, el
cerumen, era utilizada por los orfebres prehispánicos de extensas regiones del
continente americano para elaborar piezas con el método conocido como vaciado a
la cera perdida (Figs. 14 y 15). En la versión más simple del proceso, con la cera se
elaboraba el modelo de la pieza deseada y los conductos por los cuales entraría
posteriormente el metal fundido. El modelo en cera se recubría con capas de arcilla
blanda y finalmente con un molde de arcilla mezclada con carbón u otros
elementos, el cual se dejaba secar hasta que se endureciera (Fig. 16).

201
figura 14
Dibujo esquemático del proceso de vaciado a la cera perdida

METAL LÍQUIDO
MOLDE EN ARCILLA

CANALES PARA
ENTRADA DEL
METAL LÍQUIDO

MODELO EN
CERA

OBJETO DE METAL

figura 15

Figura votiva elaborada por vaciado a la


cera perdida. Orfebrería muisca (Museo
del Oro, Bogotá)

202
Al calentar el molde, la cera se
derretía y era eliminada, dejando
una cavidad en el interior del
molde, que era llenada con el metal
líquido.

En términos generales, el
cerumen fabricado por las abejas
sin aguijón es más plástico que la
cera pura debido a las resinas que
contiene y es, además, mucho más
abundante dentro de las colmenas.
Es costumbre entre los grupos
indígenas - y, como veremos, lo era
entre los orfebres- el hervir el
cerumen para poder retirar las
impurezas mayores. Como vimos,
este proceso no separa totalmente a
figura 16 la cera de las resinas, por lo cual el
material mantiene su plasticidad.
Molde para vaciado a la cera perdida Para los modelos de orfebrería, es
(Museo del Oro. Bogotá)
necesario disponer de un material
fino y homogéneo libre de

impurezas gruesas, y que a la vez sea lo suficientemente plástico y resistente. Con


el simple calor de las manos, el cerumen puede ser trabajado fácilmente; al enfriarse
se endurece, y de esta manera resistiría la presión a que es sometido posteriormente
el modelo, al cubrirlo con el molde de arcilla. El involucro que cubre la región de
cría de las abejas sin aguijón, elaborado con cerumen amarillento, es apto para ser
amasado, al igual que el cerumen que forma los potes de alimento que puede ser
utilizado una vez retirada la miel. Por otro lado, el material duro que forma la
cobertura externa de la colmena o batumen y las entradas de algunas especies de
abejas sin aguijón, proporcionaría material apto para sellar y reparar instrumentos, o
para ser quemado como incienso, pero sería menos apropiado para los modelos de
orfebrería por ser muy grueso y contener muchas impurezas.
En tiempos prehispánicos, el vaciado a la cera perdida fue especialmente
popular desde México hasta Ecuador, aunque la técnica fue también conocida en
áreas situadas más al sur. Junius Bird (1979) propuso que esta tendencia en la
distribución de la técnica correspondería a la de las abejas sin aguijón. En realidad,
estas abejas tienen una distribución general mayor puesto que se encuentran desde
México hasta Argentina, y su distribución regional depende de los variados
ecosistemas locales. Así, por ejemplo, en el territorio que hoy corresponde al Perú,
sí existen abejas sin aguijón en la zona andina, y también en la región amazónica
donde están las mayores poblaciones. Allí se encuentra la Sierra Madre de Dios,

203
conocida por la abundancia de abejas sin aguijón pertenecientes a muchas especies.
Por otro lado, la costa del Pacífico en territorio peruano, es un ambiente desértico
que se encuentra por fuera del hábitat de las abejas sin aguijón. En zonas desérticas,
sí hay variedad de abejas, pero corresponden a especies estacionales y solitarias que
aprovechan los pocos recursos florales de estas regiones; no almacenan cera ni
construyen grandes edificaciones como las abejas sin aguijón. Los destacados
orfebres prehispánicos de la costa desértica peruana no favorecieron la técnica del
vaciado a la cera perdida, en lo cual pudo influir la ausencia de abejas sin aguijón.
Sin embargo, es de advertir que, con la eficiencia de las redes de intercambio
prehispánicas en esas regiones, los orfebres de la costa peruana bien hubieran
podido recibir cera mediante ese mecanismo, de haber escogido el vaciado a la cera
perdida como técnica generalizada.

Otra situación interesante es la de comunidades que habitaron zonas


altoandinas, por encima de los 2.500 m.s.n.m., y que sí utilizaron el vaciado a la
cera perdida en su producción de orfebrería, como es el caso de los antiguos
muiscas de la cordillera Oriental colombiana. En las altiplanicies de clima frío que
fueron ocupadas por los muiscas, existen abejas sin aguijón pertenecientes a pocas
especies, pero que sí pudieron proporcionar cerumen para los modelos de los
orfebres. En estas zonas también habitan abejorros del género Bombus; especies
como Bombus atratus, B. rubicundus, B. hortulanus, B. funebris, B. pullatus y B.
robustus, típicamente altoandinas, debieron ser comunes en esas épocas. Estos
abejorros producen pequeñas cantidades de cera de color café oscuro; no recogen
resinas para mezclarle a la cera, y por lo tanto no producen cerumen (Fig. 17). Son
especies que nidifican en el suelo, entre el pasto, y utilizan la cera para hacer las
botijas donde almacenan la miel y las celdas de cría. Es posible que los indígenas
extrajeran las pequeñas cantidades de miel producidas, la cual puede ser consumida,
y aprovecharan la cera de las botijas, aunque es necesario señalar que este material
no es muy plástico.

Los orfebres de tierras altas pudieron utilizar el cerumen disponible en el


interior de las colmenas de las abejas sin aguijón y pequeñas cantidades de cera de
los abejorros. En el caso de los muiscas, cuya producción metalúrgica se basaba en
la utilización de la técnica de la cera perdida, la organización de sus asentamientos
y el intercambio debieron ser importantes en el abastecimiento de cera y cerumen
de las abejas sin aguijón para los orfebres de tierras altas, como fueron por ejemplo,
los del pueblo de Guatavita (véase Simón 1981[1625]. III: 425-426). Distintas
comunidades muiscas tenían asentamientos en varios pisos térmicos, y también
existían comunidades en tierras más cálidas del piedemonte andino que
recolectaban cera para el intercambio (véase Langebaek, 1997: 100-101). Los
muiscas también pudieron obtener cera por intercambio con grupos vecinos que la
producían e intercambiaban, como los mismos uwa y los antiguos sutagaos
(Piedrahita, 1973 [1666]. I: 83) vecinos de los muiscas por el sur.

204
figura 17

Nido de Bombus atratus. Se observan las celdas de cría (ovoides, pequeñas, de color amarillo) y los
depósitos de cera de color más osuro (Fotografía: G. Nates)

Es interesante que en la zona de Guatavita, la técnica del vaciado a la cera


perdida sobrevivió hasta el siglo XIX. Los campesinos elaboraban objetos de cobre
utilizando dicha técnica, la cual fue descrita por Liborio Zerda en 1883 (1972: 71-
72):

Hasta una época no muy remota se practicaba en algunos pueblos, tales como
Ubaque y Guatavita, el arte de fundir y amoldar pailas, campanas y estribos de
zapato, arte que desapareció... Se modelaba el objeto en tierra porosa y
refractaria; este molde seco se cubría con cera negra de abejas estirada en
láminas del grosor del objeto que se quería amoldar y fundir, y con la misma cera
se modelaban los adornos, tales como hilos, letras, especie de cariátides, etc.,
fijándolas en su lugar conveniente; una vez cubierto con esta capa de cera, se
recubría de cantidad suficiente de tierra amasada en una pasta dúctil, dejando una
abertura conveniente para introducir el metal fundido. Se dejaba secar lentamente
este molde, dentro del cual estaba la figura de cera, y finalmente se activaba la
disecación con el fuego aplicado al contorno y a cierta distancia. En esta
operación, el calor elevado a un alto grado, líquida la cera que funde a 66º y sale
por aberturas practicadas en la parte inferior del molde, y cerradas las aberturas
de salida de la cera, se vierte el cobre perfectamente fundido por la abertura de
aquél y el metal se distribuye en todas las sinuosidades, acabando de hacer
desaparecer la cera que hubiese quedado...

205
No se especifica de dónde obtenían los orfebres la cera negra para sus
modelos, aunque el autor menciona más adelante cómo la cera era común en los
bosques de esas regiones, y que la cera impura de las colmenas naturales es muy
dúctil, refiriéndose seguramente al cerumen de las colmenas de las abejas sin
aguijón que anidan en los bosques.

La mejor descripción de la técnica del vaciado a la cera perdida usada


antiguamente por orfebres indígenas, fue consignada, en el siglo XVI, por el
cronista Sahagún, quien recopiló la descripción del proceso relatada por los mismos
indígenas de México. Respecto al trabajo de la cera para fabricar los modelos, dice
lo siguiente:

[...] se hierve la cera, mézclase con un incienso blanco de la tierra (copal), con el
cual se endurece bien. En seguida se purifica, se tamiza, para que con esto caiga
su suciedad, su tierra, su lodo de la cera.

Y cuando está lista la cera, luego en una laja se adelgaza, se hace lámina con un
rodillo de madera. Esa piedra laja es muy lisa, sumamente lisa en la cual se
adelgaza y lamina (la cera).

Y cuando se ha adelgazado bien, como una telaraña, que ya no tiene grumos ni


bolillas en parte alguna.......se va cortando, se va despedazando....

Luego se le pone en la cera el llamado tubo de contacto, es cilíndrico,


primeramente se redondea: este es el conducto por donde ha de entrar el oro...
(Sahagún,1956 [1582]. III, Libro Nono, XV: 68-69).

Estos orfebres hervían el material y le añadían resina de copal (Euphorbia


heterophylla) para darle consistencia, por lo cual podría pensarse inicialmente que
se trataba de cera pura. Sin embargo, el material era luego tamizado y purificado, lo
cual sugiere que se trataba de cerumen. Si este era el caso, desconocemos la razón
práctica de añadir el copal, ya que el cerumen contiene resinas. Es posible que la
adición de copal tuviera un fuerte componente simbólico dado que, entre los
pueblos mesoamericanos, esta resina sagrada era quemada como incienso en
ocasiones rituales. Los informantes indígenas de Sahagún, no nombran al copal
como resina sino como incienso blanco de la tierra.

En la península de Santa Elena, en la costa ecuatoriana, región con una larga


tradición metalúrgica, los campesinos todavía utilizan la técnica de la cera perdida
para elaborar objetos de bronce, y utilizan la cera de los nidos de abejas sin aguijón,
para fabricar los modelos:
Esta abeja almacena la miel en la tierra en unas bolitas de cera de color oscuro:
esta cera es apta para hacer modelos…
La cera producida por las abejas de la tierra es de un color oscuro y se vende en
bolas por libras....
Primero, Rosa corta en pedazos la cera cruda y la calienta con agua sobre el
fuego en una olla pequeña de hierro (aluminio no sirve). Se cocina hasta que
deja de levantarse en la olla (casi una hora) y luego se cierne, eliminando el
sarro... (Stothert, 1997: 90, 97).

206
Es posible que las abejas de la tierra, puedan identificarse con especies que
construyen nidos subterráneos, como Geotrigona, T. Fulviventris o Parapartamona.
Las bolitas de cera de color oscuro donde las abejas almacenan la miel, utilizadas
por los orfebres ecuatorianos para elaborar sus modelos, pueden identificarse como
los potes de alimento elaborados con cerumen oscuro por muchas especies de
abejas sin aguijón. Es claro en la descripción anterior, que se hierve el cerumen para
darle la consistencia deseada y para eliminar impurezas. El material conserva un
color café-amarillento debido a las resinas que aún contiene.

La presencia de abejas sin aguijón en un territorio determinado, seguramente


influyó en la utilización del vaciado a la cera perdida como técnica predominante en
las actividades de los orfebres. Sin embargo, no debemos desconocer que factores
culturales e ideológicos debieron ser igualmente importantes en la selección de esta
técnica y en la escogencia y tratamiento de los materiales necesarios.

En este sentido, es importante señalar los aspectos simbólicos que asocian al


molde para vaciado a la cera perdida de los orfebres con las colmenas de las abejas
sin aguijón. En el interior de la colmena está la región de cría donde se realizan
transformaciones embrionarias y, en el mito uwa de Las abejas, la tierra amarilla
–oro- es transformada en esa semilla del corazón de la colmena y en la materia
básica original femenina o bita) (véase cuadro 2). Es interesante que bita es
identificada también como la vena donde está el mineral en la mina (Osborn, 1982:
70, 83, 210) lo cual asocia al oro nativo con esta esencia o materia básica a partir
de la cual se genera vida.

Así, el molde utilizado por los orfebres en el vaciado a la cera perdida sería,
al igual que la colmena, un útero donde se efectúa una transformación embrionaria
de carácter mágico (Falchetti 1999). La cobertura exterior y dura del molde de
orfebrería, elaborada en arcilla mezclada con carbón molido u otros materiales,
puede relacionarse con el batumen o cobertura externa y dura de la colmena, la
protección masculina para los procesos de transformación embrionaria que ocurren
en su interior. Por su lado, los conductos elaborados en cera o cerumen, para la
entrada del metal fundido al molde, se relacionarían morfológicamente con los
túneles de ingreso y la entrada de ciertas colmenas de abejas sin aguijón.

El vaciado a la cera perdida implica que el oro fundido reemplaza a la cera


dentro del molde, lo cual podría ser interpretado simbólicamente como una
transformación de la cera en oro. En el mito uwa de Las abejas, la cera y el oro
aparecen estrechamente ligados a través de las transformaciones complementarias
realizadas por los machos y las hembras. Dicen los uwa que en el pasado
intercambiaban cera por oro. También afirman que, en el sistema tradicional de
intercambio, los objetos entregados se convertían en los que recibían a cambio
(Osborn, 1995; Falchetti, 1997; 2001). Según estos principios, la cera se
transformaría en oro, transformación mágica en la cual las abejas tienen una
función importante: dicen los uwa que los objetos de oro eran depositados en los
sitios de intercambio por las abejas.

207
En el interior del molde fabricado por los orfebres, la cera o cerumen, que
tiene la forma de la futura pieza, se transformaría en el metal fundido que la
reemplaza. El metal estaría en un estado embrionario -al igual que las crías de las
abejas- hasta el momento de maduración cuando el metal se endurece dentro del
molde y, de nacimiento, cuando se rompe el molde para extraer la pieza (Fig. 18).
Al referirse a esta última etapa, los informantes indígenas de Sahagún dicen: “ha
nacido, ha sido fundido el artefacto” (Sahagún,1956 [1582]. III. Libro Nono, XV:
71-72.

La analogía de las transformaciones metalúrgicas con un desarrollo


embrionario, era compartida por distintas comunidades indígenas del continente
americano. Los metales simbolizan embriones que producen un germen de vida a
través del proceso metalúrgico el cual, a su vez, representa un acto de creación
asimilado al ciclo de desarrollo de los humanos. Este proceso, al igual que las
transformaciones realizadas por las abejas en el mito uwa, es considerado mágico y
sobrenatural, porque reproduce ciclos cosmológicos y biológicos y el ordenamiento
del mundo realizado por las deidades, tal como refieren los mitos de origen
(Falchetti, 1999).

figura 18

Molde para vaciado a


la cera perdida
(Museo del Oro,
Bogotá)

208
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212
LOS NOMBRES DE LAS ABEJAS EN LA TRADICIÓN DE LOS UWA

En los mitos de los Uwa, aparece un buen número de nombres de abejas y, en


referencias etnográficas, encontramos también los nombres que los uwa atribuyen a
determinadas abejas cuya miel y cera han recogido tradicionalmente. Entre los
nombres registrados, seguramente los hay que corresponden a especies diferentes
existentes en las zonas aledañas a la Sierra Nevada del Cocuy; en ocasiones,
identifican el nombre de una abeja mítica con una clase de abeja que produce miel y
cera recolectadas por ellos; otros nombres pueden ser distintas denominaciones de
una misma abeja según el contexto del mito, el dialecto del clan específico o
variaciones según distintas transcripciones. Con las descripciones disponibles, no es
posible identificar especies. Se presentan sólo algunas sugerencias respecto a los
posibles géneros:

Las convenciones siguientes se refieren a la denominación de las abejas según


los clanes: (B): Bókota, (A): Agua Blanca, (C): Cobaría y (U): Unkasía.

Ábusa. Atabusa (B) 14 : abeja muy pequeña. Abeja mítica [género Plebeia o
Trigonisca].
Ánuba (Anowa?) (B, C) Anua (A). Bakuará (Bahkuara) (B, A) o Kusyuswía (A):
distintos nombres atribuidos a una misma abeja mítica. “Abeja amarilla que
hace colmena”. Produce mucha miel y cera.
Butha (C): abeja mítica original. Macho.
Akuswia (A): abeja amarilla.
Aramuka (Arámukua, Aramuká) (B): abeja
Atósa (U): abeja muy pequeña.
Bísara (Bišara, Bichara, Bíjara) (B, U): abeja gruesa y negra . Miel comestible que
varía de un color oscuro a un color claro [genero Melipona?].
Bótara (Botara) (B, A, C, U). Urwía (A): distintos nombres para designar a la
misma abeja. Tabanera. Abeja grande y gris. Da mucha miel [Melipona?]
Buašita (B): abeja.
Étasa (B): abeja.
Ibasirá (A). Yertwiá (A): avispa mítica.
Isaikuaya (Saikuaya) (B): abeja.
Išara (B): abeja.

14
Los datos sobre los nombres de las abejas y sus características según los uwa, fueron tomados de:
Pradilla, 1983: 21, 69-70, 104, apéndice 1: 53-57; Salazar y Sarmiento, 1985: 288-289; Márquez, 1979:
239-240; 1981: 100-102. Rochereau, 1961: 88-89; Osborn, 1979: 75; 1995: 198. Las observaciones entre
paréntesis son nuestras.

213
Kásira (B): abeja mítica. Abeja pequeña, considerada como la más antigua y la
mayor de las abejas. Produce muy poca cera. Su colmena es un bojotico fuera
del árbol. Entre los cobarías, el término cásira, designa a la miel de abejas
cruda [Trigonisca? Paratrigona?].
Konotha (C): abeja mítica original. Macho.
Remasa (Rermaša)(B): abeja mítica. Abeja que produce mucha miel.
Ribua (B). Siriowa (B): abeja mítica.
Riuwa (Riouwa) (B): abeja. Produce bastante cera.
Ruiora (B): abeja.
Rukárita (B): abeja.
Ruskúija (Rurcuija) (B): abeja gruesa de palma. Hace colmena. En el pasado había
bastantes en La Cabaña, el Chuscal y en Cobaría. De ellas los uwa sacaban
cera [Melipona?]
Sákara (B). Tchakara (U): abeja que da miel de calidad inferior.
Sakíhkuara (B): abeja.
Saikuaya (B): abeja.
Sarkue (B): abeja.
Šatitkuara (Sakihkuará) (B): Abeja.
Setataia (Setataiá, Séetataia) (B): abeja brava. Su colmena es un cajón, en la palma
de seje (Jessenia polycarpa), en palma carówara, palma ewatá, y en palma
amara. Es gruesa y pica mucho [Apis mellifera].
Ši?tuia (B): abeja.
Siukara (Siutará)(B): abeja.
Siwara (U): abeja de cabeza negra y cuerpo amarillo. Su miel emborracha y da
diarrea. Los uwa no la utilizan [Trigona fulviventris? Oxytrigona
daemoníaca?]
Teróa (U): abeja pequeña. Los blancos la llaman angelito. Anida contra las casas.
La miel es desaseada y poco abundante [Paratrigona?? Nannotrigona?].
Tokájoa (U): abeja de olor fuerte. Da una miel de sabor agridulce que se utiliza
poco [Scaptotrigona?]
Tumará (U): abeja pequeña. Su miel, de sabor agridulce, se utiliza más que la de la
precedente.
Uara (B): abeja.
Uajita (U): abeja de un gris oscuro, anida en el suelo y su nido es tan duro que el
hacha misma lo abre con dificultad [Geotrigona?]
Uikóhowa (Wikójowa, Wikóhoba) (B): abeja mítica. Abeja mansa. Hace su colmena
al pie del árbol. Saca cuatro kilos de cera.

214
Uma sirá (Umasira) (B): abeja.
Umthowija (C): abeja mítica original. Hembra.
Winijuará (B): abeja.
Yerkapará (Yerkabará) (B): abeja. Produce mucha cera “como tres kilos”.
Yeruta (C): abeja mítica. Hembra.

215

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