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PSICOSIS

Por

Luis Fernando Pérez Ocampo

Me considero una persona muy realista. Siempre he tenido en claro mis metas,
objetivos, lo que quiero valga la redundancia y la manera de llevarlos a cabo, y no
todos han sido sencillos, muchas veces para obtener algo mejor debes sacrificar
un punto menor por lo que evito encariñarme con lo que está a mi disposición pero
como he dicho antes, esto lo sé perfectamente, puesto que soy muy realista y
quizás, también un poco frio.

Se podrá pensar que soy una persona exitosa y de pocos amigos, pero yo
pregunto ¿Tener mucho dinero, y no tener con quien disfrutarlo sería éxito? Por lo
que esto último de pocos “amigos” es mentira. Es verdad; poseo mucho dinero y
poder, este ha sido mi sueño desde pequeño, supongo que se debe a que en mi
infancia fui muy pobre, casi no recibí educación y tuve que formar mis valores,
moral y ética por la naturaleza que ya posee el hombre, pero afortunadamente hoy
ya he salido de esa etapa triste; logré lo que siempre había querido ¿Y eso me
hace feliz? ¿Era realmente lo que más anhelaba? Supongo, pero he sentido que
algo me falta…

He dicho que tengo dinero y por consecuente poder, aunque de este último dudo
bastante. El dinero sólo compra cosas, pero esas cosas ya están ahí, no puede
generar algo, como la naturaleza genera vida a partir del amor, ya sea viéndose el
ejemplo de algún animal o del hombre, sin embargo este último, también puede
quitar vidas debido al amor. El dinero no es poder, al igual que el conocimiento, es
solo un medio. El poder solo se puede comparar con sí mismo. El poder es poder.

He dicho que tengo amigos, esos que creo están conmigo por algo más que mi
fortuna, y justamente con ellos me encontraba “celebrando” aquella vez…
El motivo de la celebración era por el día que obtuve mi gran riqueza, porque fue
en un solo día; lo celebrábamos como el aniversario de algo que prefiero ignorar.
Nos encontrábamos todos, aunque no se piense que éramos muchos, en una
mesa festejando con música de autores inspirados en memorias tristes y alcohol,
todos vestidos de negro; era un día nublado, amenazaba con caer una fuerte
tormenta, pero eso no arruino nuestra jovialidad. Ya habíamos tomado unas
cuantas copas y el tema de conversación de finanzas se desvió a hablar de
recuerdos, pero no de cualquier recuerdo, sino de mujeres, y me di cuenta que
esas que mas hemos amado son las que más sufrimiento nos han causado, se
que suena lógico, pero me refiero más que nada al origen del sufrimiento, pues
escuché que mas que al abandono se debía a las acciones de las mismas sobre
los otros durante la conjunción de ambos.

Uno se quejaba del orgullo, de los miles perdones que tenía que dar, otro de la
desidia y de la frialdad o falta de cariño y otro más de los repentinos cambios de
humor y de cómo afectaban la unión. Yo durante todo este tiempo estuve soltando
algunas frases de apoyo pero nunca relate mis experiencias.

El día se empezó a volver noche, de las más oscuras que había visto, sin luna, y
nuestra estima de tormenta se volvió realidad, el perímetro de la casa se veía
iluminado momentáneamente por los rayos que lo azotaban y había un lugar en
específico que no podía dejar de observar cada vez que una ráfaga de luz caía.
Se trataba de una fúnebre capilla grisácea, cerrada a cal y canto, adornada con
gárgolas en los pilares que la sostenían y un busto de una hermosa dama con
expresión de dolor en la punta del techo piramidal de la capilla, tenía una gran “D”
en la puerta; se encontraba entre dos árboles y un sinuoso camino llevaba hasta
ella desde una puerta al exterior de la casa. Estaba perdido en esta imagen
atormentándome con recuerdos y fantásticos terrores hasta que en uno de los
lapsos de iluminación mi cabeza giró lentamente para ver a los invitados, la
mayoría ya se encontraban bastante perdidos en los efectos de la bebida pero uno
me llamó la atención más que otros. La mirada de este estaba igual de perdida
que la mía anteriormente en la capilla. Pensé que se debía al efecto del líquido al
que todos nos encontrábamos sometidos. Pero de pronto, soltó palabras de su
boca.

— ¿Realmente la amabas?- Preguntó.


— ¿Qué? – Dije.
— ¿Qué si realmente la amabas? – Volvió a preguntar. En ese momento me
llego el recuerdo de aquello.
— Sólo he amado a una persona en la vida y tuve la fortuna de casarme con
ella, era belleza, arte, gloria Era la perfección de la vida. Desde el primer
día que la conocí fue como si me hubiera encontrado con el ángel
encargado de mi salvación y ella, con el demonio creador de su abismo. Mi
única misión del día era perderme en sus ojos. Se convirtió en un hábito el
soñarla. Todavía lo hago. ¿Cómo olvidar su suave cabello, o su perfume, o
su aliento? Si todavía lo traigo en mi boca. Esos labios rojos y afilados eran
como el más dulce veneno. Ella me comprendía perfectamente y me dio lo
que más anhelaba, hizo realidad mi sueño de infancia. Así que si, la
amaba- Recité.
— ¿Cómo se llamaba? - Preguntó.
— Su nombre era Deysi –Dije.
— ¿Y dónde está ahora?-Indagó.
— Ella se ha marchado muy lejos y, dudo que algún día la vuelva a ver –Bajé
la mirada y mis venas se inundaron de tristeza.
— ¿Por qué? ¿Qué le ha pasado? –Siguió preguntando como si de un
interrogatorio se tratara.
— No quieres saber –Contesté fríamente.
— ¿No quiero saber? ¿Ó tú no quieres saber? Esta muerta ¿Verdad? –
Preguntó alzando el tono de voz.
— Si –Sólo eso respondí.
— ¿Cómo murió? –Cada vez preguntaba más rápido y fuerte.
— ¡Cállate! –Le grité, las gotas de tristeza en mi cuerpo se prendían en
llamas.
— ¿Por qué no lo evitaste? – Su rostro se empezó a transformar de hombre a
hombre poseído por un demonio y su voz se volvió más grave.
— ¡He dicho que te calles! –Le grité aún más fuerte, mi cuerpo tenía fiebre.
— Quizá, tú tuviste algo que ver –Siguió.
— ¡Eso no es verdad! –La sangre me hervía. Estaba desesperado.
— ¿Verdad para quién? Murió en un día como este ¿No? –Se mofaba, en
esos momentos yo ya estaba al borde de la locura.
— ¡Sí! ¡¿A dónde quieres llegar?! –Podría haber reventado mi boca con ese
grito.
— ¡Qué extraño! El mismo día que te volviste rico y poderoso… ¿Acaso no era
suficiente lo que compartías con ella? Querías más, ¿Cierto? -Interrogó en
forma de amenaza.
— ¡Está bien! ¡No lo soporto más! ¡Yo le quite el aliento! ¡Y lo que queda de
ella, junto con mi aprecio por la vida, está en esa capilla! ¡Ahora regresa a
tu infierno!

Exploté y en ese momento cayó el más fuerte rayo trayendo consigo un resplandor
de ceguera, sólo para demostrarme, cuando recuperé la vista que…

Estaba solo en casa.


PSICOSIS

Por

Luis Fernando Pérez Ocampo

4to Semestre

Grupo 412

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