En el patio de mi escuela vivía un árbol de almendro con muchas hojas muy
grandes, era alto, muy alto, con la puntita de sus ramas podía llegar a tocar las nubes y beber de ellas. Sus raíces eran grandes y se encontraban muy profundas, que a nadie se le hubiera ocurrido pensar que podía moverse de ese lugar. Sin embargo, una noche decidió desenterrar sus raíces y echarse a caminar. Poco a poco fue avanzando por el patio de algunos salones y a medio camino tuvo que detenerse a descansar un rato, ya que le costaba mucho caminar, después de un buen rato siguió caminando y llego al salón de tercero. El árbol se sorprendió mucho al ver dibujado en el pizarrón el patio de la escuela, pero se entristeció mucho al ver que no lo habían dibujado a él. Decidió contárselo al maestro. Para eso debía cruzar todo el patio de la escuela, pero no le importo y camino y camino casi toda la noche. Hasta que, gracias a su perseverancia, llego hasta una puerta que decía ca…sa de… ma…es…tro, toco una y otra vez, ¡Maestro! ¡Maestro! Llamo y observo por la ventana y solo miro algunos aparatos y un pequeño librero. Volvió a tocar, pero el maestro no se encontraba. Con sus hojas marchitándose volvió al lugar de costumbre. Estaba muy cansado y con mucho sueño. Pensaba diciendo_ los niños no me quieren y por eso no e dibujan. Pensando y pensando hasta que se quedo dormido como un tierno bebe. De repente lo despertó el sonido de la chicharra. El patio estaba lleno de niños. Era lunes, estaban los maestros y el director. El árbol observo como se desarrollaba el homenaje y estuvo a punto de decir: _ “¡maestro! Los niños no me quieren”. En ese momento el maestro dijo: _ queridos niños en nuestro patio tenemos un hermoso árbol de almendro que debemos cuidar y respetar todos los días y, dijo otras cosas muy bonitas sobre él, el árbol se lleno de orgullo y lloro de alegría porque en realidad los niños si lo querían. Una pea se paso en su rama y le dijo al oído que en todos los salones lo estaban dibujando y comentaban lo importante que es para todos tener un árbol en su escuela. Asimismo, comentaban que debían sembrar mas arboles para que te acompañaran. Y así fue los niños comenzaron a plantar arboles frutales, palmeras y flores. Ahora nuestro árbol ya no estaba solo, ya que e encontraban rodeado de mucho mas y en sus ramas una variedad de aves se refugiaba e hicieron sus nidos. Todos comprendieron que las plantas son tan importantes en nuestra vida y más aún cuando ellas producen el oxígeno que a diario respiramos: A partir de ese día los niños trabajaban alegres en sus salones y a la vez escuchaban los melanconiosos cantos de palomas, caladrias y cenzontles y alas ruidosas peas y chachalacas. Esta vez el patio de la escuela ofrecía mucha sombra que refugiaban del intenso sol ala hora del receso, todos disfrutaban de sus alimentos y jugaban juegos tradiciones que implementaban los maestros. Ahora la escuela es otra con un hermoso paisaje y cada fin de curso muchos niños que ejerzan de ella lloran por dejarla. Al final, no era cierto que los niños no querían al almendro. Lo que pasa es que los arboles son tan callados, que a veces no lo tomamos en cuenta.
REALIZADO POR LA ALUMNA: DEL 3 GRADO. GRUPO. A. CRISTEL
COLORADO RODRIGUEZ ESC. PRIM. CINCO DE MAYO. CLAVE :07DPR0432E. ZONA 069- SECTOR 12 MACAYO SEGUNDA SECC. MPO. REFORMA, CHIAPAS.
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