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WALTZR BENJAMIN E-

r'
selección
Crnnología y
P:>stlacio

Tradiucción
Susana Mayer
C , ~ IlaI colaboración cit.
A . Mancini
Colección Primera Persona
memorias / cartas / autobiogalías
cróiiicas / diarios / corifesiones
dirigida por Yaki Sello11 CRONOLOGIA DE WALTER BENJAMIN

1592 15 de julio. Nace en Berlín. Es el mayor de los


tres hijos de Pauline Schonflies y Emile Benjamin. Su
padre, propietario de un negocio de antigüedades y
marchand de arte.
1902 Inicia sus estudios secundarios en el Friedricli-
Willielm Gymnasium de Charlottenburg.
1905-1907 Estadía en Haubinda, Thüriiigeii. Continúa
sus estudios en el Instituto Pedagógico. Conoce a
Gustav Wynecken.
1912 Termiiia sus esiudios secundarios en Berlín. Es-
cribe para la revista "Der Anfang" sobre cuestiones
pedagógicas. Conoce al poeta C. F. Heiiile a quieii lo
uniera una profunda amistad.
1913 Viaja por primera vez a París.
ISBN n' 950-793-005-1
1914 Preside cl "Jugeiidbeweguiig", asociación de
cstudi'intes libres de Berlín, nucleados por su postura
crítica con respecto al movimieiito nacionalista in-
transigente alemán. Conoce a Dora Pollak. Se rctira
del movimiento al estallar la laGuerra. Suicidio de
Hcinle y su compañera.
1915 Concluye un ensayo sobre Friedricli Hoider-
O Ediciones Imago Muntii
lin. Continúa sus estudios sobre filosofía en la Uni-
versidad de Muiiicli. Inicia su amistad con Gershom
Disello de cubierta e interiore's: Alejairirti Rcoiítez Scliolem, estudioso de la mística iiebraica, junto a
Tli. Adorno, su más autorizado editor póstumo.
Priiited in Argeiitiila - lmpreso eii krgeritirrrr 1917 Matrimoiiio con Dora Pollak. Se traslada a Berna.
ZJl8 Nace su liijo Stefan. Coilocc a Ernst Bloch.
Ediciones Imago Mundi 1919 Doctorado en Berna. Su tesis, "El concepto de
Uruguay 252 1Q B (1015) Buenos Airedi"ugentir!n crítica de arte eii el romanticismo alemáii".
dedicado a Asia Lacis. De esta época datan los artícu-
2920 Regresa a Berlín. los 'Weimar' -consecuencia del artículo sobre
1921 Proyecta editar una revista cuyo título sería Goetlie que preparó eii Moscú para la "Gran Enciclo-
Angelus Novus. pedia %viética"-, 'Dos SueÍios', 'París, La ciudad en
7921-1922 Escribe s u ensayo 'Goetlies Walilver- el espejo', 'San Gimignaiio', 'Marsella'.*
wand tscliafteii' ('Las afinidades electivas de Goethe'). 7929 Encuentro con Bertolt Breclit y Asia en Berlín.
Amistad coii Floreiis Christian Rang. Comienza a trabajar para la radiofonía.
1923 Semestre d e verano en la Universidad d e "Die Literarisclie Welt" publica su ensayo 'El
Fraiikturt. Coiioce a Theodor W. Adorno, a Sigfried surrealismo. La última instantánea de la inteligencia
Kracauer y a Erich Fromm. europea'.
Prepara su habilitación, tesis de estado, en liis- 7930 Divorcio. Continúa con la traduccióti d e las
toria de !a literatura alemaiia moderna. obras de Proust. Publica artículos de crítica literaria
Traduce los 'Tableaux parisiens' d e Charles sobre Breclit, Valery, Kafka, Gide, Karl Kraus.
Bauddaire. Proyectos para la revista Crisis y Crítica con
1924 Via)a a G p r i d e mayo a octubre. Trabaja par.! Bertolt Breclit y Beriiliard von Brentano.
su tesis sobre e! origen de la tragedia. Primera versión De este período datan los escritos 'Comer', 'No-
de Origen del cirama barroco alemán. velas policiales en los viajes', 'Desembalo mi bibliote-
Conoce a Asia Lacis. Estudia iiitensamerite filo- ca' y concluye la serie 'Mar del Norte1*.
sofía marxista. Escribe, )unte; 3 Asia, el artículo 'Ná- 7937 Proyecto de un volumen con sus ensayos para
poles'.' Rowolilt.
192.5 Huso Von Hofmaiiiisthal publica su ensayo so- 1932 Abril-julio, estancia eii Ibiza. Escribe Berliner
bre Goetlie, " L a aliiiidades electivas" en Die neue Clironik, y 'Serie d e Ibiza', 'Al sol', 'Autorretratos
deutsche BeitrZge. de! sofiador',*. Se publica ei-i Der U ~ 'La U revelacióii
Fracasa en su inteiito L coiiseguir
IC la habilitación
del conejo d e Pascuas1*. Probablemente perteiiezcan
para obtener una Cátedra eii la Universidad de Frank- también a este período 'Uiia vez iio es ninguna'*,
furt. Sin apoyi; wc~licírnicofaiiliiliar, vivirá eii lo sucesi- escrita simultáneameiite a su lectura d e la
vo de su trabajo corno cscritar: publicista y traductor. autobiografía de Trotsky, y 'Otra vez'*.
1926-2927i)iciembre-febrcro. Viaj 1 a Moscú. Reen- Eii julio regresa a Francia, Niza, redacta su pri-
cuentro con Asia. Durante sil estadía escribe su Diario mer testamento. Considera, por primera vez, la posi-
de Mosci'i y ci 'Artikel ü k r k./loskau', 'Moscír'", para
bilidad de acabar con su vida.
;a revista Die K-reaturque dir.igiera Martiii Bube:. 1933 Marzo, se exilia en París. El nazismo se consoli-
7.927 Eri l'arísl reencue:iti.s r:oii Scliolem, proyecta da eii Alemania.
viajar a Palestina. 'iraduci? a Proust. Comienza. a h a - Abril-septiembre, viaja nuevamei-ite a Ibiza.
bajar 'La okx-2: de 10s !2a+;:.ies'. Experiencia coii el Comienza a trabajar para la revista del Iiistitut für So-
liachís. zialforschung d e Frankfurt.
7928 Ernst R ~ i ~ v c i tyubl:lc;i
~lt sus libros Origen d e l 1934-1935Viaja a Dinamarca, Skovsbostra~iddonde
drama barroco iiieriaan --l.':ccprung des deutschen residía Breclit y a Italia, San Remo. Se publica su eii-
Trauexspielc-- y Direccior; .,ciiea -EinbahnstraBe-
sayo 'La obra de arte en la época de la reprod~ciibili-
di& téciiica.'. Completa los fragmentos agrupados ba-
jo los títulos "Cuadros de un pensamiento' y 'Breves
n-ialabarismos artísticosf*.
Continúa con su trabajo sobre los Pasajes.
1936 Publica en Lucerna, Suiza, una antología de CUADROS DE UN PENSAMIENTO
cartas, "Hombres alemanes", bajo el seudónimo
Detlev Holz.
Segunda visita a Brecht en Dinamarca.
1937-1935 Trabaja sobre Baudelaire.
1935 Viaja a Italia, San Remo, allí se encuentra por
última vez con Adorno. Momeiito crítico en las rela-
ciones eiitre axnbos pensadores. Benjamin recliaza la
posibilidad de eskablecerse en Estados Unidos donde
Adorno junto con Horkheimer dirige las actividades
del. Iiistitut für Sozialforschuiig.
Julio-octubre, última visita a Breclit en Dina-
.."-
_. .I
k i l CU.
19.39 Termina el 'Pari's del Segundo Imperio en
Baudelaire'. Se publica en la Zeitschrift für Sozial-
forschung, 'Cobre algunos temas en ~audclaire'.Tra-
baja eii uiia obra que rio concluirá, 'Zentralpark'.*
Septiembre, es internado en uii cailipo de tra-
bajo eii el campamento de Clos-Saint-Josep11de Ne-
vers. Es liberado el? noviembre.
1940 Regresa a París. Escribe 'Tesis sobre el concepto
de historia'.
Obtiene, por rnedio de Horkheimer, un visado
para viajar a los Estados Unidos. Ante el avance de
los nazis, liuyc. a !.ourdes. En septiembre ii~tciitaen
vano cruzar los Pirineos.
26 de Septiembre, pone fin a su vida en Port
Foil.

Textos incluidos eii el presente volumen.


NAPOLES*

Hace algunos aííos, un clérigo era conducido en uii


carro a través d e las calles de Nápoles acusado d e
abuso moral. Se lo seguía en medio de maldicioiies.
En una esquina apareció un cortejo nupcial. El clérigo
se levanta, Iiace el sigiio de la bendición y todo lo que
iba detrás del carro cae d e rodillas. Taii incondicional
es en esta ciudad la tendencia del catnlicismo a reesta-
blecerse a partir d e cualquier situación, que si desapa-
reciera de la superficie de la tierra tal vez el Último lu-
gar no sería Roma sino Nápoles.

Este pueblo no puede vivir en ninguna parte con


taiita seguridad su profusa barbarie, nacida del cora-
zón mismo de la gran ciudad, como en el seno de la
Iglesia. Necesita del catolicismo porque junto coii él
se extiende una leyenda, el aiiiversario de un mártir,
legitimándolo aún sobre sus excesos. Aquí nació Al-
fonso de Ligorio, el Santo, cluieii flexibilizó la práctica
de la Iglesia Católica d e dedicarse con pericia a las ar-
tes de la delincue cia y la prostitución coritrolaiido
estas artes con penitencias más scveras 0 más iridul-
gentes en la confesión, sobre la cual escribió el coin-
pendio de trcs tomos. Sólo la Iglesia, no la policí;i,, es
capaz de liacer frente a la autoriomía de la delicueii-
cia, la camorra.
Por eso, quien resulta damiiificado no piensa en Ila-
mar a la policía si le i.:i.nri.sa i.ecripera: !Q Si!Jrt?. 4 tra-
-
* Escrito en colaboraQóii ron Asia Lncis.
ves de mediadores civiles O eclesiásticos, cuando no la alimentación, aquí estas coiivenciories han sido des-
personalmente, acude a un camorrista, acordando un terradas. Un mendigo yace sobre la calzada apoyado
rescate con él. Desde Nápoles hasta Castellamare, a lo contra la acera y agita el sombrero vacío como quienes
largo de los suburbios proletarios, se extiende el cuar- se despiden en una estación de tren. Aquí la miseria
te1 general de la camorra continental. Porque esta de- conduce hacia abajo como hace dos mil años conducía
lincuencia evita zonas en las que se expondría a la po- a las criptas; aún lioy el camino hacia las catacumbas
licía. Está distribuida en la ciudad y en el suburbio. atraviesa un "Jardín de los Suplicios", aún hoy los
Eso la vuelve peligrosa. El viajante burgués que va deslieredados siguen siendo los guías en este lugar. La
hasta Roma de obra de arte en obra de arte como tan- entrada al Hospital San Gennaro dei poveri es un
teando una empalizada, no se siente bien en Nápoles. complejo de edificios blancos que se cruza a través de
No se podía comprobar esto de forma más grotesca dos patios. A ambos lados de la calle están los bancos
que convocando a uri congreso internacional d e filó- de los iriválidos. Ellos siguen a los que salen con mira-
sofos. En las tinieblas d e esta ciudad el congreso se das que no revelan si se les prenden a los vestidos pa-
desmoronó sin dejar Iiuellas mientras el festejo del ra que los liberen o para expiar en ellos apetitos inima-
septingentésimo aniversario d e la Universidad, a cu- ginables. En el seguiido patio, las salidas están enreja-
ya hueca aureola había sido dedicado, se desarrolló das; detrás, los mutilados exhiben sus lesiones y el Iio-
con eí estrépito de un festejo popular. Los invitados a mor de transeúntes absortos es su alegría.
quienes se les había sustraído su dinero y sus docu- Uno de los viejos guía y acerca su linterna a un
mentos en un abrir y cerrar de ojos, aparecían clueján- fragmento de frescos pertenecientes a los albores del
dose en la secretaría. Pero tampoco el viajero común cristianismo. Entonces hace sonar la palabra "Pompe-
se aviene mejor. Ni siquiera Baedeker* logra tranqui- ya", centenaria y mágica. Todo lo que el extraiio an-
lizarlo. Aquí las iglesias no se encuentran, las escultu- hela, admira y paga, es "Pompeya". "Pompeya" vuel-
ras reiiombradas están siempre eii el aia clausurada ve irresistible !a imitación de yeso de los restos del
del museo y la palabra "maiiierismo" alerta delante templo, la cadena d e masa de lava y la persona piojo-
de las obras de la piritura vernácula. sa del guía. Lo que incrementa el efecto milagroso d e
Lo único tolerable es la famosa agua potable. La po- este fetiche es el heclio que la mayoría d e los que cre-
breza y la mi!-ria parecen taii contagiosas como se en en él, no lo han visto nunca. Es comprensible que
cuenta a los nilios y el m i d o feroz a ser engañado no se le construya un nuevo santuario flamante y costoso
es más que una racioiialización insuficiente de esta a la milagrosa Vírgeii que mina allí. Es en esta obra y
sensación. Si el siglo diecinueve redmente invirtió el no en la de los Vettier donde vive Poinpeya para los
orden medieval natural para las necesidades vitales de napolitanos. Y siempre la delincuencia y la miseria re-
los pobres, como dijera Peladán, si la vivienda y la tonian allí a su casa.
vestimenta se volvieron indispensables a expensas de
Fantásticas crónicas de viaje colorearon la ciudad.
I En realidad, es gris: uii rojo u ocre gris, üii blanco gris.
l
Editorial alemana con cuyo nombre se designa tambien a una i Y totalmente gris contra el cielo y el mar. También es-
conocida guía d e viaje [N. de la T]
1
l
to contribuye a quitarle las ganas al burgués. Porque
quien no comprende las formas, aquí verá poco. La za enorme, visible desde lejos, con naves laterales, co-
ciudad semeja una roca. Vista desde el Castel San Ma- ro y cúpula, sino está escondida, empotrada; las cú-
rino, desde lo alto, donde no llegan los gritos, yace de- pulas altas a meiiudo sólo pueden verse desde pocos
sierta en el crepúsculo, soldada a la piedra. $610 una lugares y tampoco entonces es fácil llegar liasta ellas;
franja costera se extiende llana, detrás se superponen es imposible distinguir la masa d e la iglesia de las
las construcciones escalonadas. Los coiiventillos d e construcciones profanas que la rodean. El extraño pa-
seis y siete pisos, de cuyos sótanos s u h i i escaleras, sa de largo ante ella. La puerta insignificante, muchas
parecen rascacielos comparados con los chalets. En el veces apenas una cortina, es el pórtico secreto para el
lugar donde la base rocosa alcanza la orilla, se cavaron iniciado. A él, un solo paso lo traslada de la confusión
cuevas. Como en los cuadros de anacoretas del trecetz- de patios sucios a la soledad pura del ambiente d e
to, aquí y allá aparece una puerta en las rocas. Si está una iglesia con paredes blanqueadas de cal. Su exis-
abierta, se ven grandes sótanos que son a la vez dor- tencia privada es el correlato barroco de una intensa
mitorio y depósito de mercaderías. Además hay esca- vid;. pública. Porque la vida privada no se desenvuel-
lones que conducen hacia el mar, a tabernas de pesca- ve aquí entre las cuatro paredes, con la mujer y los lii-
dores que se instalaron en grutas nahirales. Una luz jos, sino en la devoción o en la desesperación. Por ca-
tenue y música débil suben a la noche desde allí. lles laterales la vista se desliza sobre escalones sucios
La arquitectura es porosa como estas piedras. La hacia tabernas donde tres, cuatro Iiombres distaiicia-
coiistmcción y la acción se alternan en patios, arcadas dos entre sí están sentados bebiendo, ocultos tras los
y escaleras. Todo conserva un espacio que puede coii- barriles como tras pilares d e iglesia.
vertirse en escenario de nuevas coiistelaciories impre- En esos rincones apenas se distingue dónde aún se
vistas. Se evita lo definitivo, lo acuñado. Ninguna si- está construyeiido y dónde ya comenzó la decadencia.
tuación actual está dada para siempre, ninguna figura Porque nada se termina iii se concluye. La porosidad
pronuncia su "así y no de otra manera". Así se coiifi- no sólo se encuentra coii la indolericia del trabzjado:
gura aquí la arquitectura, este pedazo decisivo de rít- sureiio, sino ante todo coii la pasi6ii por lo improvisa-
mica comunitaria. Civilizada, privada y de categoría do, a la cual debe reservarse sin falta un espacio y una
sólo en los grandes hoteles y depósitos del muelle - oportunidad. Las coiistrucciories sirven de escenario
anárquica, intrincada, pueblerina en el centro, en el popular. Todas ellas consisten en una enorme canti-
que recién liace cuarenta aííos se trazaroii grandes ca- dad de esceiiarios aiiimados simultáiieameiite. Balcón,
lles. Y sólo en estas calles la casa en sentido nórdico es entrada, ventana, portóii, escalera, altillo son escena y
la célula de la arquitectura urbana. Eii el centro, eri palco a la vez. Incluso el ser más miserable es sobera-
cambio, lo es la manzana, sostenida en sus esquinas no r.11su sordo doble saber de estar participando a pe-
por frescos de la Virgen como si fuera con broclies de sar de S U abandono d e uno de los cuadros irrepctibles
hierro. de la calle napolitana, d e disfrutar en su pobreza del
Nadie se orienta por los números d e las casas. Las ocio, de seguir el gran panorama. En las escaleras se
referencias son los negocios, las fuentcs y las iglesias. tlesa~-ollauiia escuela de dirección artística de alto ni-
Y iio siempre se trata de referencias seiicillas. Porque vel. Estas, nuiica totalmente despejadas, pero tampoco
la iglesia iiapolitaiia típica no se exhibe sobre una pla- encerradas en el cajón sordo de la casa nórdica, brotan
por partes d e las casas, dan una vuelta en esquina y
desaparecen, para volver a surgir luego.

La decoración callejera está emparentada con la tea-


tral también en cuanto al materiai. El papel cumple la
función más importante. Espaiitamoscas rojos, azules
y amarillos, altares de papel brillante de colores en las
paredes, rosetas de papel en los pedazos de carne cru-
dos. También aparecen artistas que despliegan destre-
zas de varieté. En una de las calles más animadas Iiay
alguien arrodillado en el asfalto, con.una cajita a su
lado. Dibuja con tiza de colores un Cristo en la piedra
y más abajo, la cabeza de la Virgen. Mientras tanto, se
formó un círculo a su alrededor, el artista se levanta y
mientras espera al lado de su obra un cuarto de hora,
media hora, caen unas pocas, contadas monedas de
eiitre la ronda sobre los miembros, la cabeza y el t ~ o ~ i -
co d e la figura. Hasta que las levanta, todos se disper-
san y en unos instantes el cuadro quedó pisoteado.
Algunos comen tnaccaroni con las manos, habilidad
que exhiben a los extranjeros a cambio d e una remu-
neración. Otras cosas se pagan por tarifa. Los comer-
ciantes pagan un precio fijo por las colillas de cigarri-
llo que se sacan de las ranuras del piso en los cafés
después de la hora d e cierre (antes se las salía a bus-
car con antorclias) y se vende11 eii los puestos del ba-
rrio portuario junto con los restos de comida de los
restaurantes, sesos d e gato cocidos y mariscos. Hay
música que va de un lugar a otro: iio es melaiic6lica
para la corte, sino radiante para las calles. Del cano
ancho, una especie de xilófono, cuelgan textos de caii
ciones en colores. Aquí se los puede coniprar. Un
hombre los hace girar; el o t ~ o a, su lado, aparece con
el plato ante cualquiera que, distraído, pudiera llegar
a quedarse parado. Así todo lo alegre es móvil: rnúsi-
ca, juguetes, lielados se propagan a través de li.' S ca- Asia ¿acis
Iles.
f?sm música es siempre resabio de las últimas fies- los soles pegados en el piso y al crucifijo rodeado por
y preludio de las siguientes. Los días de fiesta im- las llamas del fuego de San Telmo. En la playa, los pi-
pirgnan irresistiblemente todos los días laborables. nos del Giardiiio Pubblico forman una recova. Si uno
es la ley que siempre viielve a descu- viaja allí durante la noche de fiesta, la lluvia d e fuego
brirse, inagotable, en esta vida. ;Hay una huella de anida en todas las copas. Pero tampoco aquí Iiay enso-
domingo escondida en cada día de semana y mucho ñación. Sólo el estruendo logra la apoteosis del aplau-
dla de semana en este domingo! so popular. Durante Piedigrotta, la fiesta más impor-
Sin embargo, niiiguna ciudad puede marchitarse tante de los napolitanos, este gusto infantil por el bu-
más rápido que Náyoles en las pocas horas de des- llicio adopta un rostro salvaje. En la noche del 8 d e
canso dominical. Está llena d e motivos festivos que septiembre grupos de alrededor de cien hombres reco-
parecen haberse arraigado en lo más insignificante. Si rren las calles, soplando en enormes bolsas cuya aber-
se bajan las persianas ante la ventana es como si en tura sonora está disimulada con máscaras grotescas.
otra parte se izaran banderas. Muckiasl-LOS coloridos Se rodea a la gente en forma violenta o de otro modo y
pcscan en arroyos de azul profundo y miran hacia to- desde innumerables tubos el tono sordo penetra, des-
rres de iglesia maquilladas d e rojo. Muy alto encima garrador, eii el oído. Hcly gremios entcros que se ba-
de las calles se extienden sogas para tender ropa, de san en este espectáculo. Los vendedores de periódicos
las que ésta cuelga como si se tratara d e banderas ali- estiraii cn la boca las hojas del "Roma" y de! "Corriere
neadas. Soles suaves se encienden eii las cubas de vi- di Napoli". Su grito cs n-iaiiufactura ciudadana.
drio con bebidas frías. De día y d e noche brillan estos
kioscos con sus pálidos jugos aromáticos cn los cuales El comercio, qiie está arraigado cn Nápoles, raya el
incluso la lengua clescubre d e qué se trata la porosi- azar y 110 se suspeiide durante cl fiii cle scmana. La co-
dad. nocida lista de los siete pecados capitales ubicó la so-
Pero si la política c el calendario d e alguna tormn berbia cn Géiiova, la avaricia en Florencia (los alcma-
se prestan, todos estos motivos oculto5 y desperdiga- nes ai-itiguosopiiiabaii distinto y llamaron "Florenzcn"
&)S fusioi~anen una fiesta ruidosa, a la que habi- n lo que sc conoce como amor griego), la lujuria e,) Ve-
tuallnentc coronan fuegos artificiales sobre e! ma;. i?c~ia,la ira en Bolonia, la gula en Milán, la envidia cn
Durante las nocl-ies de julic a septierrihre una sola Roma y la pereza cn Ncipolcs. La lotcría, irresistible y
fralijn de fuego recorre la costa entre Napoles y Salcr- devorndora como cn ninguna otra parte dc Italia, es cl
no. A veces sobre Sorrento, a vescc s!_i:)re k4inori r, prototipo de la vida comercial. Todos los sábados a las
I'raja110, pero siempre sobre Nápoles, se Y e i i bolas clc cuatro clc la tarde la gente sc apilla en la ciitracla dc la
fuego. Aquí el fuego tiene cuerpo y alma. Esd sujim casa do~idese sortcan los números. NApoles es una dc
"modas y artificios. Cada parroquia quiere superar ia las pocas ciudades con sorteo propio. La casa d e pres-
ficsln de la parroquia vecina rnediantca nrievos efectos tamos y la lotería le sirvcn al Estado para mantener ba-
\umiiiosos. jo control a estos proletarios: les quita en la segunda lo
El inSs antiguo elemento de origen chino, Ia magia que les dio en la primera. La embriaguez del azar cir-
filmosfcrica en forma de coheies que i:ni:i~n dragones, cunspecto y liberal del que participa toda la familia re-
niucstra varias veces superior a la p i n p a telúrica: a emplaza a la embriaguez del alcohol.
+F& 20
T d a la vida d e negocios se asimila al azar. Un -también pueden comprarse perfumes y copas de licor)
b m b r e está parado en una calesa desensillada en que podría sobrevivir al lado de las galerías de los
esquina. La gente se amontona a su alrededor. El cuelitos de hadas. Y una galería es lo que parece la ca-
comerciante toma algo del p=ante desplegado elo- lle principal de Nápoles, el Toledo. Está entre las más
giándolo sin descanso. Lo ofrecido desaparece, en- transitadas del mundo. A ambos lados de este angosto
vuelto en un papelito rosa o verde, antes de que la pasillo se extiende, atrevido, crudo, seductor, todo lo
gente lo vea. El hombre lo levanta en la mano y en se- que se juntó en la ciudad portuaria. Sólo los cuentos
guida lo vende por unos pocos soldi. Uno tras otro en- de liadas conocen esta larga hilera entre la cual se ca-
cuentran comprador con el mismo gesto misterioso. mina sin mirar ni a derecha ni a izquierda para no de-
¿Hay rifas dentro d e este papel? ¿Porciones de torta jarse tentar por el diablo. También en esta ciudad hay
con una moneda en cada décima? ¿Qué es lo que una gran tieiida, pero ésta no ejerce el atractivo de las
vuelve a la gente tan codiciosa y al hombre tan inex- ricas tiendas de otras ciudades porque esta gran varie-
tricable como el Mograby? - Vende pasta dentífrica. dad de cosas en tan poco espacio atrae con muclia ma-
Para este tipo de comerao el remate es de un valor yor fuerza. Sin embargo, la gran tieiida reaparece co-
inestimable y el vendedor ambulante permanece fiel a mo una sucursal mínima entre los pequeños puestos,
las antiguas prácticas de feria cuando comienza a de- doiide vende tan sólo pelotas, jaboiies y cliocolate.
sembalar las piezas a las ocho de Id mañana: para-
guas, telas de camnsa, pañoletcis, que presenta a su La vida privada es dispersa, porosa y eiitreverada.
público, primero desconfiado, como si él mismo tu- Lo que distingue a Nápoles de todas las grandes ciu-
viera que revisar aún la mercadería, luego acalorado, dades es lo mismo que la acerca al pueblo d e los ho-
pidiendo precios fantásticos, para más tarde, mientras ten totes: torrcn tes de vida comunitaria recorren toda
vuelve a plegar el gran mantel de quinientas liras que postura y ocupación individual. La existencia, el más
había desplegado, ir pidiendo uri poco menos con ca- privado de los asuntos para ;os europeos del iiortc es
da pliegue e intentar venderlo hnalmeiite a cincuenta, aquí uii asunto colectivo como en el pueblo de los 120-
cuando ya no es más que uri pequeño biillo sobre su ten totes.
brazo.- Hay anécdotas divertidas acerca de la liabili- Así la casa iio es tanto el refugio al que las personas
dad comercial de los napolitanos. En una piazzu aiii- ingresan, sino más bien cl rcservorio inagotable del
mada a una señora gorda se Ic? cae el abanico de las que fluyen. No sólo por las puertas sale lo animado.
manos. Desconcertada, mira a su alrededor: es dema- No sólo d c la entrada, doiide la gente realiza sus ta-
siado informe para levantarlo c31a misma Aparece un reas seiitada eii sillas (pues tienen la liabilidadad de
caballero que está dispuesto a brindarle el servicio convertir su cuerpo en una nicsaj. Los enseres cuel-
por ciiiciienta liras. Negrician ... y la dama recibe su gan d e balcones como plantas de maceta. De las vcn-
abanico por diez. tanas de los pisos más altos bajan canastos para co-
¡Feliz distraccióln la de los d. ~ + n i : ~ i s 'de mercadería! rrespondencia, fruta y carbón atados a sogas.
Porque aquí todavia se mezclari con el puesto de veni- Así como las habitaciones de la casa se repiten en la
ta: son bazares. Se prefieren ios pasillos largos. En calle, con sillas, cocina y altar, así, sólo que en forma
uno, cubierto de vidrio, hay vria juguetena (en la que muclio más ruidosa, la calle se adentra en las alcobas.
~ n c ~ u cla, :más
~ pobre está llena d e velas de cera, san- Esto se da incluso en los juguetes. Tenue, con los
m de porcelana, racimos de fotos en las p a r d e s y ar- coIorcs pálidos del Münchner Kindl*, la Virgen se re-
mazones de camas de hierro como la calle está llena cuesta contra las paredes d e las casas. El Niíío, a
Je car~etas,de personas y de luces. La miseria logró quien tiene anre sí como a un cetro, puede encontrar-
extensióri de los límites, que es el reflejo de la li- se con igual rigidez, envuelto, siii piernas ni brazos
r k r t a d de pensamiento inás brillante. El sueño y la co- como muííeco dc madera en los negocios más pobres
mida no tienen horario, a menudo tampoco lugar es- d e Santa Lucía. Con estas piezas, los niños pueden
tablecido. golpear donde quieran. También en sus pequeiios pu-
Cuanto más pobre el barrio, más numerosas las co- ños cetro y vara mágica, el Redentor bizantino sigue
cirias de cantina. El que puede, busca lo que necesita afirmándose aún hoy. Atrás, madera cruda; sólo el
de estas cocinas en calle. Los mismos platos tic-
frente está pintado. Vestido azul, motas blancas, ribe-
nen un gusto distinto según el cocinero; no se proce- te rojo y rojas mejillas.
de ai azar, sino según recetas probadas. Así como en Pero algunos de estos muñecos están poseídos por
la ventana de la trattoria más pequeña se amontonan
el demonio de la impudicia, recostados en las vidrie-
ante el observador e! pescado y la carne, hay en esta ras bajo papel carta barato, broclies de madera y ove-
diversidad de gustos uii matiz que excede la exigeii- jas dc latón. En los bairios superpoblados también los
cia del entendido. En el mercado de pescadores este ninos traban rápidamentc conocimiento con el sexo. Si
puebi.3 de navegantes generó el espacio amplio de cs- en alguna parte, si11 embargo, el crecimiento de la fa-
tilo Iiolandés para degustar tanta variedad. Estrellas ,A
milia se vuelve catastrófico, si mucre un padre de fa-
d e mar, cangrejos, pulpos del agua del Golfo rebosan- milia o enferma una madre, entonces no se requiere .,
>; 1.
i<

te de criaturas, cubreii los bancos y muchas veces se teiicr pnrientcs ccrcaiios tii Icjaiios. Una vecina accpta
degluten crudos con un poco dc Iimcíri. Eii el cuarto o ,' l

qinintc? piso de estos co:iíreni'iilos se crían vacas. Los


CD. su m e s a uii 1:iiío p i O muclio tiempo y así
las familias se penetran en relaciones quc pucdcn
', <
/,

animalcs nurica salen a la calle y sus cascos se iiaii


cquipararsc a la adopción. Los cafés son verdaderos ,i ,;';
vueito tan largos que no pueden estar parados. 'i
laboratorios de estos procesos d e penetración. La vida
¿Cómo se puede dornii: en alcobas de ese tipo? Es no puede sentarso en ellos para estancarse. Son am-
cierto que Iiay allí tantas camas como caben eii la liabi-
bicntes sobrios y at3icrtos dcl tipo d e los cafcs políticos
taci6n. Pero aunque sean seis o siete, la cantidad de
populares y el bar literario vicnés de cstilo burgués es
moraciorcs asciende iiiuchac veces a más del doble.
su opucsto. Los cafés napolitanos son escuetos. Una
Por eso todavía se vea, riifios en la calle tarde a la no-
estadía prolongada cs prácticameiite imposible. Una
che, a las doce, incluso a las dos. DespíiEs, a la tarde,
taza d e caff? espr~s"c' demasiado caliente - en cuanto a
están tirados durmiendo detrás del mostrador o sobre
bebidas calieiiees esta ciudad no tienc rival, como en
un peldaílode la escalera. Esfe si~eíio,corno también lo
cuanto a sus sorbetes, spilrnones y helados - induce
recuI'~.:m hombres y nrujc:q; rincories solnbnos,
no es .?! guarecido suefio iiordico. Tam'cibii aquí la
compnehación de nriclne y dia, de ruidos y silericio, Símbolo d e la ciudad d e M~iiiicli,uri pequefio moiije en
d e lu.5 exterior y oscuridad interior, de calle y hogar. colores negro, celeste y rosa [N. de La TI
amablemente al visitante a partir. Las mesas brillan estadía en Rusia. Aunque se conozca tan solo una pe-
cobrizas, son pequeñas y redondas y los groseros ya quefia parte de Rusia - lo que se aprende es a obser-
dan lentamente la media vuelta en el umbral. Sólo p- var y a juzgar Europa con el saber conciente de lo que
ca gente tiene un lugar aquí por un breve rato. Tres rá- ocurre allí. Esto es lo primero que le sucede en Rusia
pidos movimientos de mano constituyen su pedido. a cualquier europeo perspicaz. Por eso la estadía es,
El lenguaje d e los gestos llega más lejos que en por otro lado, una piedra de toque tan precisa para el
cualquier otra parte d e Italia. Su diálogo es impene- extranjero. Insta a todos a elegir su punto de vista.
trable para cualquier extranjero. Las orejas, la nariz, Lógicamente, en el fondo uno sólo podrá estar seguro
los ojos, el pecho y las axilas son estaciones que los d e comprender la situación correctamente si eligió la
dedos ocupan temporariamente. Esta división resur- I postura propia antes de llegar. Especialmente en Ru-
ge en su exigente erótica especializada. Al extranjero sia sólo puede ver quien ya se ha decidido. En un
le llaman la atención los gestos complacientes y los punto d e inflexión del acontecer histórico, como lo
impacientes roces, cuya regularidad excluye el azar. vaticina, si no lo establece, el liecho d e la "Rusia So-
Sí, aquí el extranjero no sabri. qué hacer, pero el na- viética", ni siquiera cabe debatir cuál realidad es la
palitano, bondadoso, le dice que se marche. Que siga mepr, ni cuál voluntad s e encuentra en el mejor cami-
unos kilómetros hasta Mori. "Vc~iereNayoli c pi Mo- no. Colamente se trata de lo siguiente: ¿Cuál realidad
Y?', dice con un viejo chiste. "Ver Nápoles y morir" converge internamente con la verdad? ¿Cuál verdad
repite el alemán. se prepara internamente para converger con la reali-
dad? %lo quien responda claramente estas preguntas 1;
es "objetivo". No frente a sus contemporáneos (eso no l

interesa) sino frente a los hechos actuales (eso es lo


decisivo). Sólo quien, a través d e su decisión, haya
hecho las paces dialécticas con el mundo, pucdc en-
tender lo concreto. Pero a quien quiera decidirse "so-
bre la base d e los datos", los c43t0sno le ofrecerán ba-
se alguna para la decisión. - Al regresar, se descubre
ante todo una cosa: Berlín es una ciudad desierta. LIS
Desde Evloscíl se aprende más rápido a ver Berlín personas y los grupos que se mueven en sus calles cs-
que Moscú mismo. A quien regresa de Rusia, la ciu- tán rodeados de soledad. El lujo d e Berlín resulta iii-
dad se le aparece ccn-io recién lavada. No Iiay sucie- creíble. Y ya comienza sobre el asfalto. Porque el an-
dad, perc tampoco nieve. En realidad, las calles le pa- clio de las veredas es principesco. Éstas convierten al
recen tan desofadoramente limpias y barridas como más pobre de los infelices en ungratzdseignarr que pa-
son los dibujos de Grocz. Y también se le vuelve más sea por la explanada de su castillo. Las calles de k r -
evidente e! realisn-ici de sus tipos. Con la imagen de la Iín son pnncipescamente s~!itarias,priiicípescamr-iitc?
i
ciudad y de su gente ocurre lo mismo que con la si- desoladas. Y no sólo en el oeste. En Moscú existen
hiasión de los intelectuales: la nueva óptica que se ad- tres, cuatro lugares donde se puede avanzar sin la es-
quiere de eiia e:: el resuiiado más inequívoco de una trategia de apretarse y ceñirse que se adquiere ea la
primer semana (es decir, simultáneamente con la t k - til. Sobre la gruesa superficie helada d e estas calles Iiay
nica de moverse sobre la superficie helada). Si se llega que aprender a caminar d e nuevo. Esta selva de casas
al Staleshnykov, se respira aliviado: aquí finalmente es tan impenetrable que a primera vista sólo se capta lo
uno puede pararse inofensivamente frente a las vi- deslumbrante. Uii cartel con la inscripción "Kefir"
drieras y seguir su camino sin participar del paso len- alumbra la noche. Yo reparo en ello como si la Tvers-
to y serpenteante al que la vereda angosta acostum- kaya, la antigua calle que conduce a Tver, sobre la que
bró a la mayoría. jPero qué plenitud tiene esta Iiilera aliora me encuentro, realmente fuera aúii una carretera
inundada no sólo d e personas y qué desierto y vacío y como si aúii se viera nada más que llanura a lo largo
está Berlín! En Moscú, la mercadería sale por todas y a lo anclio. Antes d e haber descubierto el verdadero
partes de las casas, está colgada d e las verjas, apoya- paisaje d e Moscú, aiites de haber visto su verdadero
da en las rejas, extendida sobre el empedrado. Cada l río, aiites de haber eiicoiitrado sus verdaderas alturas,
cincuenta pasos Iiay mujeres con cigarrillos, mujeres ya cada terraplén de carretera es un río discutible, cada
coii fruta, mujeres con golosirias. Estáii paradas con número de casa una seíial trigoiiométrica y cada una
sus canastos d e mercadería a su lado, a veces también de sus enormes plazas se me ha vuelto uii lago. Sólo
coii un pequeno trineo. Un paiiuelo de lana colorido que aquí cada paso se da sobre un suelo con nombre. Y
protegc las manzanas o las iiaraxjas del frío, d o s donde ,cae uno d e estos nombres, allí la fantasía sc
ejemplares de muestra estáii apoyados encima. Al la- construye en u n abrir y cerrar de ojos todo un barrio
do, figuras de azúcar, nueces, carainelos. Uno piensa alrededor d e ese sonido. Esto desafiará aún mucho
que una abuela aiites d e salir d e su casa buscó todo tiempo a la realidad futura y quedará atrapado en ella
acluello con lo cual quisiera sorprender a sus nietos. tan quebradizo como u n muro de vidrio. Al principio, 1
Ahora se para en el camino al costado d e la calle para la ciudad aún tiene cien límites. Pero, un día, el arco o
descansar un poco. Las calles d e Berlíii iio conocen la iglesia que forinabaii el líniite de tina zona so11 d c
esos puestos con triiieos, boisas, carritos y cariasios. pronto su centro. Eritonces ia ciudad SI.convierte en un
Comparadas con las calles d e Moscú son como uiia laberinto para cl advenedizo. De proiito, dos callcs que
1
pista vzcía sobre la que corre un grupo de ciclistas d e había creído alejadas unas d e otras se unen eii uiia es-
la carreia tic seis días. quina, como el pul10 del cocliero une el tiro de dos ca-
ballos. %lo en uiia película podríaii desplegarse todas
las trampas topográficas en las que cae el novicio cii to-
do su apasioiiantc recorrido: la gran ciudad se le resis-
te, se enmascara, huye, teje eiiredos, seduce, hasta rl
La ciudad ya parece entregarse en la estación d e agotaniitiito de vagar perdido pcir sus círculos. (Esto
tren. Los kioskos, las Iámparas d e arco, los grupos d e p d r í a resolverse por d e proiito de forma muy prácti-
casas se cristalizan en figuras que iiuiica se repetirán. ca; eii las grandes ciudades tendrían que pasar "pelícu-
Pero csl:, se dispersa en cuaiito le busco un nombre. las cle orientacióri" para extranjeros durante la tempo-
Debo inarchanne ... Al comienzo no se ve más que iiie- rada.) Pero finalmente triunfari los plaiios y los mapas:
ve, iueve sucia que ya se acantonó y nieve limpia que a la noche, en la cama, la fantasía Iiace malabarismos
Ic sigue. En cuanto se llega se vuelve al período iiifan- coii edificios, parques y calles verdaderos.
rojas, las palas d e los niiíos. Todos estos utensilios talla-
dos y encolados son más sencillos y sólidos que en Ale-
III. mania, se ve claramente su origen campesino. Una ma-
ñana aparecen en la acera diminutas casitas iiunca vis-
En invierno, Moscú es una ciudad silenciosa. El im- tas coii ventanas relucientes y una vej a alreddor de la
presionante movimiento d e las calles se desarrolla si11 entrada: juguetes d e madera de la gobernación Vladi-
mido, lo que es producto d e la nieve. Pero también de mir. Esto significa que llegó una nueva partida de mer-
la precariedad del transporte. Señales d e automóviles cadería. En la venta callejera, los artículos d e primera
dominan la orquesta de la gran ciudad. Pero en Moscú necesidad serios y sobrios se vuelven audaces. Un ven-
aún hay pocos autos. %lo se dispone de ellos para casa- dedor con canastos que contienen todo tipo d e merca-
mientos y fallecimientos y para gobernantes apurados. dería colorida como se la puede conseguir en cualquier
Lógicamente a la noche encieiideii faros más fuertes de parte d e Capri, canastos de dos asas con severas guar-
lo que está permitido en cualquier o t ~ agran ciudad. Y das cuadradas, lleva en la punta de su vara jaulas de
los conos de luz son tan enceguecedores que quien es papel brillante que tienen pajaritos de papel brillante en
atrapado por ellos una vez queda desvalido y no se su interior. Pero a veces se ve incluso un papagayo de
atreve a moverse del lugar. Delante de la Puerta del verdad, un ara blanco. En la Miassnitzkaya liay una
Kremlin, en medio de la luz fuerte, están los guardias mujer parada vendiendo artículos de leiicería, sobre la
en sus pieles atrevidas color amarillo ocre. <sbre ellos mesa o el Iiombro se le posa el pájaro. El fondo pinto-
centellea la señal roja que regula el paso del tránsito. resco para estos animales debe buscarse en otra parte,
Aquí, en el centro del poder mso, todos los colores de eii el puesto del fotógrafo. Bajo los árboles sin hojas del
Moscú se uiieii como en un prismático. Haces de luz bulevar hay biombos con palmeras, escaleras de már-
excpsivamente fuertes de los faros d e los automóviles mol y mares del sur. Pero liay algo m6s en este lugar
corren en la oscuridad. Los caixdlos de los soidauos de que recuerda ai sur: ¡a deiirante variedad en ei comer-
caballena, que tienen en el Kremlin su gran campo de cio callejero. Pomada para zapatos y lapiceras, toallas,
ejercitación, temen su reflejo. Los peatones se abren pa- trineos para muñecas, hamacas para niños, ropa de mu-
so entre autos y caballos incluietos. Largas hileras de hi- jer, pájaros embalsaniados, perchas - todo se saca a la
reos con los que se retira nieve. Jinetes aislados. Mudas calle abierta, como si en vez de hacer 25' bajo cero fuera
bandadas de cuervos se posaron en la nieve. El ojo está pleno verano iiapolitano. Largo rato nie intrigó un
inucho más ocupado que el oído. Los colores ofrecen lo hombre que teiiía ante sí una pizarra con pquefias le-
máximo que pueden frente al blanco. El más peclueño tras. Creí ver eii él a uii adivino. Fiiialmeiite, pude es-
jirón de colores pareciera arder al aire libre. Hay libros piarlo una irez en su tarea. Vi que vendía dos de sus le-
ilustrados cn la nieve; hay cliinos que venden abanicos tras y se las colecaba al cliente como iniciales eii sus ga-
artísticos de papel y, aún más a menudo, barriletes de loclias. Después, los trineos anclios con sus tres com-
p p l con forma de peces abisales exóticos. ¡%a tras día partimeiitos para cacaliiietes, avellai?ar y scrriichky (se-
está todo preparado para fiestas infantiles. Hay hom- millas d e girasol que aliora, por ciispsicióii del soviet,
byes que tienen canastos llenos d e juguetes dc madera, no pueden venderse en lugares públicos). Hay cocine-
cmlaes y palas; amarillos y rojos, los coche, amarillas o ros ambulantes quc se concentran en los cilr&e<iores de
de trabajo. Venden tarta caliente y rebanadas puesto; grandes gannoschkas (acordeones) forman mu-
de fiambre fritas. Pero todo esto se desarrolla silencio- rallas que resuenan, o sea, una especie d e muros de
samente, aquí se desconocen los gritos como los profie Mernnón. No sé si en las pocas santerías todavía se ven-
re el comerciarit~sureño. La gente se dirige al transeún- den en secreto esos íconos extraños cuya comercializa-
te mác bien con discursos serios, a veces murmurados, ción ya estaba penada por el zai-ismo. Había entonces
que tienen algo de la sumisión del mendigo. Una sola una Virgen con tres manos. Está sernidesnuda. Del om-
casta recorre estas calles con ruido, se trata de los trape- bligo sale una mano fuerte y bien formada. A izquierda
ros con su bolsa en la espalda; su grito melancólico im- y derecha se extienden las otras dos en el gesto de la
pregna todos los bamos una o varias veces por semana. bendición. La tríada de estas manos se toma como un
I;n venta ambulante es en parte ilegal y por eso procura símbolo de la Cantísima Trinidad. Había además otra
no llamar la atención. Mujeres paradas ofreciendo a los imagen d e la Virgen, que la mostraba con el abdomen
transeúntes un pedazo de can-ie cruda, un pollo, un ja- abierto; de él salían nubes en lugar de entrañas; en su
món apoyado simplemente sobre una capa de paja. Ce centro baila el niño Jesús y tiene un violín en la mano.
trata dc ven+cioras sin autorización. Con demasiado Como la venta de íconos se considera parte del rubro
pobres para pagar una tasa para un puesto de mercade- de venta de papel e ilustraciones, estas santerías se ubi-
ría y no tienen tiempo de hacer varias lloras de fila en can al lado de los puestos de artículos de papelería, de
una oficina pública para conseguir una concesión sema- modo que están flanqueadas por todos lados por imá-
nal. Si viene un rniliaano simplemente salen corriendo. genes d e Lenin como un preso por dos gendarmes.
El comercio callejero culmina en los grandes mercados, Tampoco d e noche se interrumpe totalmente la vida ca-
en la Cornlenskaya y en el Arbat. Y eii la Sucharevska- Ilejcra. En portones oscuros uno se cl-ioca con pieles co-
ya. Este mercado, el más famoso, está ubicado bajo una mo casas. Allí se apoltronan guardias nocturnos sobre
iglesia que sobresale coi-i sus cúpulas azulcs por sobre sus sillas y de vez en cuando caminan un poco.
los puestos. Prin-ierose atraviesa ei barrio de los vende-
dores de hierro viejo. Tienen su mercadería sencilla-
mente apoyada en la nieve. Se encuentran cerraduras IV.
viejas, cintas métricas, herramientas, utensilios de coQ-
na, material electrotécnico. Se hacen reparaciones allí Los niños son importantes en el cuadro callejero de
mismo; yo he visto soldar sobre una llama de soplete. todos los barrios proletarios. Son más numerosos allí
En ninguna ~ c ~ rhayt e asientos, todos están parados, que en los demás barrios, se mueven más seguros y
parloteando o vendiendo. Eri este mercado se p u d e re- son más acti-ros. Moscfi está lleno d e niíios en todos
conocer la función arquitect61uca de la mercadería: pa- sus distritos. Ya entre ellos hay una jerarquía comuiiis-
ños y telas forman pilastras y columnas; zapatos, valirz- ta. Izi encabezan los koi~~co:r!olzfi;,
que son los mayores.
ki*, que están colgados de los cordon-ies, aliiieados por Tienen sus clubes cir todas las ciudades y son en reali-
encima del rnootlador, se convierte11 eri !os teclios del dad la nueva generación adiestrada del Partido. Los .
más pequeños se hacen "pion;:ros" a los seis años.
- Tambicn ellos se refinen en ~:liltutf;y Iievan un corbatín
* Botas de ficha. [N. de la T.]
rojo corrio distintivo orguiloso. Finalmente, los peque-

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nos bebés se llaman "Oktjabr" ("octubres") o también cenes de la miseria infantil ni por lejos superada toda-
dlobos" desde el momento en que saben señalar el re- vía, quien presta atención, constata una cosa: cómo el
trato de Lenin. Pero existen además los besprisornyes orgullo liberado de los proletarios coincide con la acti-
echados a perder, anóiiimamente bistec. De día, por lo tud liberada de los niíios. En un recorrido por los mu-
general se los ve solos; cada uno recorre su propia sen- seos de Moscú la zvrpresa más positiva consiste en ver
da de guerra. Pero de noche se reúnen en gnipos ante cómo los niños y los trabajadores se mueven sin inhibi-
las fachadas d e los cines fuertemente iluminadas y se ciones por estos salones, en grupos o solos, a veces al-
cuenta a los extraños que no es bueno cruzarse con una rededor d e un guía. Aquí no queda nada del abati-
d e estas bandas cuando uno vuelve solo de noche a su miento desolador de los escasos proletarios que en
casa. Para hacerse cargo d e estos jóvenes totalmente in- nuestros museos apenas se atreven a mostrarse ante
disciplinado~,desconfiados, amargados, al educador los demás visitaiites. En Rusia, el proletariado ha co-
no le quedó otra posibilidad que salir él mismo a la ca- menzado a tomar posesión verdaderamente d e la cul-
lle. En todos los distritos d e Moscú se instalaron ya ha- tura burguesa, entre nosotros cuando acude a un mu-
ce años "hogares para niños". Éstos dependen de una seo tieiie la sensación de estar planeando un robo. Es
empleada que en pocas ocasiones cuenta con más de cierto que especialmente en Moscú liay colecciones con
una ayudante. Asunto suyo cómo logra acercarse a los las cuales los trabajadores y los niiios pueden sentirse
niiios de su disbito. Se reparte comida, se juega. En un rápidamente familiarizados y como en su casa. Está,
principio vienen veinte o cuarenta, pero si una coordi- por ejemplo, el Museo Politéciuco con sus rnuclios mi-
nadora encara bien la tarea, después de dos semanas les d e experimentos, aparatos, documentos y maquetas f
puede haber cientos d e niños llenando el lugar. Se so- sobre la historia de la producción d e materias primas y ri
breentiende que los métodos pedagógicos convencio- de la industria traiisformadora. Está también el museo
nales nunca lograrían sus objetivos con estas masas de del juguete, coi?ducido cn forma excelente, que ha reu- !..,
niños. Para poder tan siquiera llegar a ellos, ser escu- nido bajo su directcr Bartram una colección valiosa e
chado, es necesario adherirse a las consignas de la calle ii-istructivadc juguetes rusos que sirve tanto al investi-
y a las dc la vida colectiva en general tan de cerca y tan gador conio a los riiíios que pueden pasear durante lio- 5'
c!aramente como sea posible. En la organización de ras por estos salones (a la tarde liay además un impor-
cuadrillas de niños de este tipo la política no es una tante teatro de títeres gratuito, tan bello como sólo se
tendencia sino uii tema obvio, un material ilustrativo cncuenlra uno eii Liixemburgo). Está la famosa Galería
tan evidente como lo es el almacén o la casa de muiie- Tretiakoff, doi:de se comienza a comprender qué es
cas para los riiños burgueses. Si además se tiene en pintura de géiiero y crjmo ésta se adccua especialmen-
cuenta que una cola coordinadora tiene que vigilar, en- te a los n.isos. Aquí e'l proletario encuentra motivos de
tretei;er, dar de comer a los niiios durante ocho horas, la historia d e su movi&iento: "uii conspirador sorpren-
llcvando además la contabilidad d e todos los gastos dido por gendarmes", "regreso d e un desterrado de Si-
iiecesarios para la leche, el pan y los materiales, que es ber-la", "la pobre in~ti~airiz entra en servici~ea la casa
rcsponsable por todo esto, entonces quedará claro de un comerciante rico". Y el lieclio d e que estas esce-
cuánto espacio para su existencia privada le queda a nas estén realizadas totalmente en el estilo de la pintu-
quien desempeña esta tarea. Pero en medio de las imá- ra burguesa no sólo iio daña, sino que las acerca aún
más a este público. Es que la educación artística (como dónde pueden conseguir corteza de pan un día de la
Proust lo da a entender muy bien algunas veces) no-se semana a una determinada hora y dónde hay un lu-
fomenta justamente con la contemplación de "obras gar libre para dormir entre una pila de caños. Han he-
maestras". Es más, el niño o el proletario, que recién se clio de la mendicidad un gran arte con cientos de es-
están f o ~ . a n d ocoiisideran
, con justa razón obras ma- quemas y variantes. En esquinas de muclio movi-
estras obras distiiitas de las que lo son para el coleccio- miento controla11 a la clientela de un pastelero, se
nista. Esos cuadros tienen para él un significado muy acercan al comprador y lo acompañan lloriqueando y
pasajero pero muy sólido y el parámetro más estricto pidiendo, hasta que éste les termine cediendo un pe-
sólo se vuelve necesario frente a las obras actuales que dazo de su tarta caliente. Otros tienen su puesto en
se refieren a él, a su trabajo y a su clase. una terminal de tranvía, suben a un vagón, cantan
una canción y juntan cópecs. Y Iiay lugares, lógica-
mente POCOS, donde incluso la venta callejera tiene el
aspecto de la mendicidad. Uiios mongoles están para-
dos ante el muro d e Kitai Gorod. No están alejados
La mendicidad no es agresiva como en el sur, doii- más de cinco pasos el uno del otro y veiideii rnaleti-
de la insistencia del liarapiento aún revela un resto de nes de cuero; cada uno exactamente la misma merca-
vitalidad. Aquí es una corporación de moribundos. dería que ru vecino. Tiene que haber uii acuerdo de-
Las esquinas de algunos barrios están cubiertas d e trás de esto, porque iio pueden querer liacerse de ve-
atados de trapos - camas en el enorme lazareto "Mos- ras una competencia tan estéril. Probablemente en su
cú" que yace allí al aire libre. Largos discursos implo- patria el invierno sea igual d e riguroso y sus pieles
rantes asaltan a la gente. Hay allí un mendigo que CO- Iiarapieiitas no scaii peores que las pieles de los riati-
mienza a gemir lenta e iiitermitentemeiite cada vez vos. Siii embargo, son los únicos a quienes se tierie
que se le acerca uii transeúnte del que espera aigo; es- compasión eri Moscú a causa del clima. Iricluso toda-
to va dirigido a los extranjeros que no hablan ruso. vía existen curas que saleii a mendigar para su iglesia.
Otro está exactamente en la postura del pobre para el Pero es r~irover a alguien dando. La mendicidad lia
cual San Martín se rasga la capa con la espada en las perdido SIJ fuiidameiito más sólido, el remordimiento
ilustraciones antiguas. Está arrodillado, con ambc s de concieiicia social, que abre tanto más los bolsillos
brazos extendidos. Poco antes de Navidad, dos niños que la compasión. Por lo demás, parece una expre-
se sentaban todos los días eii la nieve ante el muro del sión de la miseria inmutable d e estos meridigantes, o
Museo de la Revolución, cubiertos coii harapos y llo- tal vez sea sólo la consecuencia de una organizacióii
riqueando. (Pero delante del Club Inglés, el más ele- inteligenfe, que, entre todas las iiistitucioiies de Mos-
gante d e Moscú, a quien pertenecía antes este edificio, cu, Ia rnesdicidad sea la única confiable, la única que
ni siquiera eso les hubiera sido posible.) Habría que maiitierlc , !ugar sin cambios, mientras a su alrede-
conocer Moscú tan bien como estos niños que mendi- dor todo L~ .csplc~za.
gan. Ellos conocen una esquina al lado d e una puerta
d e un determinado negocio donde a una determinada
llora pueden calentarse durante diez minutos, sabeii
tual director del teatro de la revolución es un ex-gene-
VI. ral. Es .verdad: fue literato antes d e convertirse en mi-
litar victorioso. 0, ¿en qué otro país pueden oírse his-
Aquí todas las ideas, todos los días y todas las vi- torias como la que me contó el "chveizar" d e mi hotel?
das parecen estar puestas sobre la mesa d e un labora- Hasta 1924 estuvo en el Kremlin. Después, un buen
torio. Y como si fueran metales, de los que se trata d e día, enfermó gravemente de ciática. El Partido lo hizo
extraer por todos los medios una materia desconoci- atender por sus mejores médicos, lo envió a Crimea,
da, tienen que dejar que se experimente con ellos has- hizo que tomara baños d e fango e intentara el trata-
ta el agotamiento. No hay organismo ni organización miento con rayos. Cuando todo fue en vano, se le di-
que pueda sustraerse a este proceso. Los empleados jo: "Usted necesita uii cargo en el que pueda cuidarse,
en las empresas, las oficinas en los edificios, los mue- donde no pase frío y no tenga mucho movimiento".
bles en las viviendas, todo se reagrupa, se traslada y Al día siguiente, era portero d e hotel. Cuando esté cu-
se corre d e aquí para allá. En los clzbes, como si se rado, va a volver al Krem1in.- Finalmente, también la
tratara de centros experimentales, se estrenan nuevas salud de los camaradas es aiite todo una valiosa pose-
ceremonias para dar nombre a los recién nacidos y sión del Partido que, llegado el caso, dispone lo que
para la celebración de bodas. Se modifican las dispo- considera convenieiite para conservarla más allá del
siciones todos los días, pero también las estaciones d e individuo. Así es por lo menos como lo describe Boris
tranvía se desplazan, hay negocios que se convierten Pilnjak en una excelente "nouvelle". En contra de su
voluntad, se interviene quirúrgicameiite a un alto ,it
en restaurantes y algunas semanas más tarde en ofici-
funcionario y el desenlace d e la operación es fatal. (Se '!
nas. Este asombroso método de ensayo -aquí se lo
llama "reinonter'* no sólo afecta a Moscú, es un mé- nombra en este caso a una persona muy importa!ite f
todo rUSG. Ei, esta pasión imperante hay tanta voiuii- eritre los muertos d e los últimos años.) No existe ni
tad ingenua para el bien como curiosidad y juguetecl coiiocimieiito ni habilidad a los que la vida coiectiva '<

desmesurados. Pocas otras cosas caracterizan tan 110 eche mano en alguna forma para ponerlos a su ser-

marcadamente a Rusia en la actualidad. El país está vicio. El "spez", así se llama aquí en general al espe- ,;
movilizado tanto de día como de noche, por supues- cialista, es el modelo d e la objetivación y el único ciu-
to, con el Partido a la cabeza. Sí, lo que distingue al dadano que representa algo independientemente d e
bolchevique, al comunista ruso, de sus camaradas oc- su accionar político. A veces, el respeto por él roza el
cidentales es esta disposición incondicional a la rnovi- fetichismo. En la Academia Roja de Guerra, por ejem-
lizacióii. La base d e su existencia es tan exigua clue ?lo, se empleó como docente a un general que está
ano a año está listo para partir. De otra forma no po- desacreditado por su actuación en la guerra civil,
dría enfrentar esta vida. ¿En qué otra parte podría cioiicie hizo aliorcar sin reparos a todos los bolclievi-
pensarse que d e un día para el otro se iiombre direc- ques que tomó prisioneros. Para los europeos, este
tor de un teatro estatal a un militar meritorio? El ac- punio de vista, que subordina el prestigio de la ideo-
logia al coiiocirniento técnico, es prácticameii te in-
comprensible. Pero del lado opuesto se da el mismo
Renovación general. [N. de la T.] caso. Porque no fueron sólo los militares del zarismo
10s que, como se sabe, se pusieron al servicio d e los que parecen aún más deprimentes porque la habita-
bolcheviques. También los intelectuales vuelven con ción está escasamente amoblada. Es que el estilo pe-
el tiempo como especialistas a sus cargos que sabote- queñoburgués exige que nada falte: las paredes tie-
aron durante la guerra civil. No existe oposición, inte- nen que estar cubiertas de cuadros, el sofá, d e almo-
ligencia que está a un costado y se consume bajo el hadones, los almohadones, d e fundas, las repisas d e
yugo, como se la piensa en Occidente, mejor dicho, ya cliucherías, las ventanas, d e vidrios d e colores. (Las
no existe. O aceptó el cese de fuego con los bolchevi- habitaciones pequeñoburguesas d e ese tipo son cam-
ques - no importa con qué reservas- o fue aniquila- pos de batalla sobre los cuales ha pasado, triunfal, la
da. En Rusia -justamente fuera del Partido- no hay embestida del capital de la mercancía; ya no puede cre-
más oposición que la absolutamente leal. Porque a cer nada humano). De todo esto sólo se han conserva-
nadie le pesa tanto esta vida como al marginado. So- do cosas sueltas al azar. Una vez por semana los mue-
portar esta existencia en el ocio es imposible porque bles se reacomodan en las habitaciones vacías - e s e es
solamente se vuelve bella y comprensible hasta en el el único lujo que se dan con ellos y a la vez una forma
más mínimo detalle a través del trabajo. Introducir las radical de desterrar de la casa la comodidad junto con
propias ideas en un campo de fuerzas dado, un man- la melancolía con que ésta se paga. Los hombres so-
dato aunque más iio sea potencial, contacto organiza- portan vivir allí dentro, porque sii forma d e vida los
do y garantizado con camaradas - esta vida depende hace distanciarse de su casa. Su residencia es la ofici-
tanto d e estas cosas que quien prescinde d e ellas o no na, el club, la calle. Del móvil ejército de funcionarios 7
está en condiciones de lograrlas, decae espiritualmeii- aquí sólo se encuentra la retaguardia. Cortinas y tabi- 11

ques que muchas veces sólo llegan a la mitad de la al- t


te como si estuviera preso e incomunicado durante
aíios. tura de la Iiabitacióii tuvieron que multiplicar la caii- 1
tidad de ambientes. Porque a cada ciudadano le co-
rrespondeii legalmente sólo trece metros cuadrados I

de superficie habitable. Cada uno paga por su vivien-


da según sus ingresos. El Estado -la propiedad d e l"

El bolclievismo abolió la vida privada. La burocra- todas las casas fue estatizada- cobra a los desocupa-
cia, el clueliacer político, la prensa, son tan poderosos dos un rublo mensual por la misma s? pcrficie por la
que iii siquiera queda tiempo para intereses que no cual los más pudientes pagan sesenta o más. Quien
confluyan con ellos. Tampoco queda espacio. Vivien- aspira a tener más espacio del prescripto tiene que
das que en sus cinco u ocho liabitacioiies cobijaban abonar un múltiplo de este valor, si no lo puede justi-
antiguamente a una familia, ahora albergan muchas ficar mediante su trabajo. Si uno se aparta del camino
veces hasta a ocho. A través de la puerta del pasillo se seiíalado, a cada paso choca con u n inmenso aparato
ingresa a una pequeRa ciudad. Más a menudo :>un, ,i burocrático y con costos exorbitantes. El miembro de
un campamento. Ya en ia .~ntesa!auno suele Irc,;l:%íar- un sindicato que presenta un certificado médico y re-
se con camas. Es que, por lo general, sólo se acampa corre las instancias previstas, puede atenderse en el
entre las cuatro paredes y habitualmente e! escaso in- sanatorio más moderno, ser mandado a los baños
ventario son sólo restes de objetos peqiieñoburgueses termales d e Crimea, disfrutar d e costosos trata-
de velas se está mejor provisto que en una donde está
mientos con rayos, sin mendigar y pudrirse en la instalada la luz eléctrica pero la central de energía se
miseria, si no está en condiciones de comprarse todo descompone todo el tiempo). A pesar de toda "racio-
esto por miles de rublos como miembro de la nueva nalización", ni siquiera en la capital rusa existe una va-
burguesía. Los asuntos que no pueden justificarse en loración del tiempo. El 'Trud", el instituto sindical pa-
el marco colectivo requierer. iin esfuerzo descomunal. ra la ciencia del trabajo, realizó uiia campaíía en favor
Por ese motivo no hay "espíritu hogareño". Pero de la puntualidad bajo la conducción de su director,
tampoco hay cafés. El libre comercio y la inteligencia Gastieff. Desde entonces muchos relojeros se radicaron
libre fueron abolidos. Así, los cafés perdieron su eii Moscú. Siguiendo costumbres medievales y gremia-
público. Por lo tanto, sólo quedan la oficina y el club les se instalan todos en unas pocas calles, en el Kus-
para resolver todos los asuntos, aún los más privados. netski Most*, en la Uliza Gerzena. En realidad, uno se
Pero aquí se actúa bajo el hechizo del nuevo "byt", del pregunta quiéii los necesita. "El tiempo es dinero" -
nuevo entorno, aiite el cual nada existe sino la para esta frase asombrosa se recurre en las proclamas a
función del trabajador en la vida colectiva. LOS la autoridad de Lenin; tan ajena le es al ruso la seiicibi-
nuevos rusos dicen q u e el entoriio es el único lidad por el tema. Ante todo, se distraen. (Podría decir-
educador digno de confianza. se que los minutos soii uii a~uardiente barato que no
.,

I
termina de saciarlos, están ebrios de tiempo.) Si Se está
rodaiido eii la calle uiia escena para el cine se olvidan
VIII. por qué salieroii y hacia dónde van, se quedan Iioras ii

sigui&do la filmación y llegan perturbados a la ofici- .Il


Todos los ciudadanos de Moscú tienen sus días ocu- na. Es por eso que en el aprovecliamieiito del tiempo
pados hasta el tope. A cualquier hora se convocan se- es donde el ruso seguirá sieiido "asiático" por uii largo
siones y comisiones eii las oficinas, en los clubes, eii las período.- Uiia vez iiecesito que me despierte11 a las sic-
fábricas, muchas veces no tienen a disposición uii es- te de la mañana: "Maiiaiia por favor me golpea a las 'I
pacio propio, se reúnen en rincones de redacciones rui- siete." Con esta frase deseiicadeno el siguiente monó-
dosas, en las mesas sin tender del comedor de una fá- logo sliakesperiaiio en el "chvei=ar" (así se llama a los
(I)

brica. Existe entre estos eventos una especie de selec- criados): "Si nos acordamos, lo vamos a despertar, pe-
ción natural, d e lucha por la subsistencia. De alguna ro si no nos acordamos, entonces no lo vamos a des-
forma la sociedad los proyecta, los planifica, se co~ivo- pertar. Eii realidad, por lo general nos acordamos, en-
can. Pero esto debe repetirse mucliísimas veces hasta toiices despertamos a la gente. Perc lógicamente, a ve-
que uno de ellos sale bien, está en condiciones de sub- ces también nos olvidamos, cuando no pensamos en
sistir, se adecua, se lleva a cabo. Nada ocurre como es- ello. Eiitonces iio despertamos. Es que obligados no es-
taba planeado y era de esperarse - esa frase banal para tamos, pero si lo recordamos a tiempo, entonces lo ha-
la realidad de la vida se cumple en todos los casos eri cemos igual. ¿Cuándo quiere usted que lo despierten?
forma tan absoluta y tan intensa que el fatalismo ruso
se torna comprensible. Y si en la <da colectiva se fuera
imponiendo el cálculo civilizador, en principio sólo se Puente de la Herrería. [N. de la T.]
complicaria la cuestión. (En una casa que sólo dispone
¿A las siete? Entonces lo vamos a anotar. Usted ve, atascado por uiia cuiía humana. Como liay que subir
pongo el papelito allí, ahí él lo va a encontrar. Lógica- por atrás pero abandonar el vagón por adelante, hay
mente, si iio lo encuentra, entonces no lo va a desper- que abrirse camipo a través d e esta masa. Por lo geiie-
tar. Pero, por lo general, despertainos a la gente." En el ral, el transporte se realiza obviamente d e a tandas; en
fondo la unidad de tiempo es el "ssitschnss". Eso signi- las estaciones importantes el vagón prácticamente se
fica "en seguida". Se puede llegar a oír diez, veinte, vacía del todo. De forma que en Moscú incluso el trán-
treinta veces como respuesta y pueden transcurrir ho- sito es en gran parte un feiiómeno de masas. Uno pue-
ras, días o semanas hasta que lo prometido sucede. No de tropezarse, por ejemplo, con caravanas enteras de
se escucha habitualmente la palabra "no". La respuesta trineos que obstruyen en larga liilera las calles porque
negativa queda en manos del tiempo. Por eso las catás- en cinco o seis trineos se ubican cargas para las que ha-
trofes temporales, los choques temporales, están tan a ría falta un camión. Aquí los trineos tienen en cuenta
la orden del día como la "re~nonte".E ~ q u e c e imuchí-
i primero al caballo, luego al pasajero. No conocen ni el
simo las horas, agotan los días, convierten cada vida en más mínimo derroclie. Una bolsa de alimeiito para el
uii instante. caballo, uiia manta para el pasajero -y eso es todo. En
el banco estrecho iio caben más que dos, y como iio
hay respaldo (si no quiere llamarse así a un bajo rebor-
de) liay que mantener bieii el equilibrio eii las curvas
sorpresivas. Todo está dispuesto para el paso más lige-
Viajar en tranvía en Moscú es ante todo una expe- ro; no se toleran bieii los viajes largos en el frio y ade-
riencia táctica. Este es tal vez el primer lugar donde el más las distancias en este enorme pueblo son imprevi-
adveiiedizo se acomoda a la marclia de la ciudad y al sibles. El isvochik* conduce cerca de la acera. El pasaje-
ritmo d e su población campesina. Un viaje en tranvía ro no viaja como ocupando un trono ni ve por encima
muestra en pequeña escala el experimento de trascen- de todos los demás y con su manga va rozando a los
dencia muiidial que se está llevando a cabo en la iiue- transeúiites. También esto es una experiencia incompa-
va Rusia, es decir, cómo la técnica y las fonnas primiti- rab!e para e! fscto. Si los europeos disfrutan en rápido
vas d e existencia se impregnan mutuameiite. En el viaje el sentirse superiores, el dominio sobre el moii-
tranvía eléctrico las conductoras están en su sitio en- tón, los moscovitas en el pequeiio trineo, en cambio,
vueltas en sus pieles como las mujeres de los samoye- están estrecliamciite mezclados con los liombres y las
dos en el trineo. Al subir al vagón, por lo general reple- cosas y si además llevan consigo una cajita, un niiío o
to a más no poder, tienen lugar enérgicos golpes, em- un canasto -para todo esto el trineo es el medio d e
pujones y contragolpes en un clima silencioso y cor- transporte más económico- entonces verdaderamente
dial. (Nunca percibí una palabra desagradable en esta quedan enclavados eii el trajín de la calle. No miran
circunstancia.) Una vez en el interior del vehículo re- desde arriba: sólo una mirada suave y veloz que roza
cién comienza la expedición. A través de los vidrios piedras, hombres y caballos al pasar. Uno se siente co-
coiigelados no se puede reconocer dónde se encuentra mo un niiio que se desliza por la casa en su sillita.
el coche en ese momento. Pero el mero enterarse tam-
poco es de grnn ayuda. El camino hacia la salida está ' Cocliero. [N.de la T.]

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noclie del bosque vive en la madera. Están las pqueíías
y pesadas cajas con sli interior rojo escarlata: afuera, so-
bre un fondo negro brilloso, una imagen. Bajo el zaris-
La Navidad es una fiesta del bosque ruso. Anida en mo, esta industria estuvo por extinguirse. Ahora vuel-
las calles por varias semanas con pinos, velas y adornos ven a aparecer al lado de las nuevas miniaturas los vie-
para el á r h l . Porque la epoca del Adviento rle !os cris- jos cuadros adornados en oro que retratan la existencia
tianos griegos ~rtodoxosse superpone con B Navidad campesina. Una troika con los tres corceles corre hacia la
de aquellos rusos que festejan según el calendario oca- oscuridad o una niña con una falda color azul mar está
dental, es decir, según el nuevo calendaño estatal. No al lado de los arbustos que se encienden de verde, espe-
existe otro iugar donde se vean adornos tan hennosos rando al amado en la noche. No hay noche de terror tan
en los árboles de Navidad Barquitos, pájaros, peces1ca- oscura como esta sólida noche de esmalte en cuyo rega-
sas y h t o s se apiiian en la venta callejera y en los ne- zo encuentra resguardo todo lo que surge de ella. Yo he
gocios y el museo Kustarny de arte popular organiza visto una caja con una mujer que, sentada, vendía ciga-
todos los arios para esta épca un tipo de feria modelo. rrillos. A su lado está parado un niño y quiere comprar-
En un auce encontré una mupr que vcndía adomos
le. También aquí, noche cerrada. Pero a la derecha hay
para árboles de Navidad. Las bolas de vidrio, arnaríilas
una piedra y a la izquierda se reconoce un arbolito sin
y rojas, brillaban al sol; parecía un cesto de manzanas hojas. Cobre el delantal de la mujer se lee "tr1ossc1yrotn"*.
mágico, doiide el rojo y el amarillo se reparten en los Esa es la "Virgen con los cigarrillos" soviética.
distintos frutos. Pinos recorren la ciudad sobre bajos ti-
neos. A ios pequeños sólo se ios adorna con moñm de
seda; pinitos cuyas ramas terminan en seda azul, rosa,
XI.
verde, están parados en las esquinas. Y a los niños los
juguetes de Navidad les dicen, también sin Santa Claus,
El verde es el mayor lujo del invierno de Moscú. Pero
-le qué profundidades de! bosque ruso provienen. Pare
el tono en que luce en los negocios de la Petrovka no es
~ i e r aque la madera sólo reverdece en manos rusas. Re-
IU la mitad de hermoso que los ramos de papel de cla-
verdece - y se enrojece y se tiñe de dorado, se empaña
veles, rosas y azucenas artificiales en la calle. En los
de azul cielo y queda petrificada en el negro. '%ojou y
mercados so11 los únicos que no tienen un puesto fijo y
"bello" es una sola palabra en niso. No cabe duda de
aparecen a veces entre los comestibles, a veces entre los
que las brasas ardientes en la estufa son la transforma-
tejidos y a veces entre los puestos de vajilla. Pero res-
ción más mágica del bosque ruso. Eri ninguna parte el
plaiideceii sobre todo lo dcmás, sobre la carne cruda, la
':ogar arde tan bellamente como aquí. Pero la lumbre se
lana de colores y las fuentes lustradas. Para Año Nuevo
lrende a todos los trozos de madera que el campesino
hay otros ramos. Al pasar por la Plaza Strasnoi vi vari-
alla y pinta. Y cuando luego los cubre el esmalte, son
llas largas, con flores pegadas, rojas, blancas, azules,
in fuego congelado de todos colores. Amarillos y rops
ii la balalaika, negros y verdes en la pequeña gannochh
jara niños y de todos los matic~sen los treinta y seis ' Unión de Empresas Moscovitas para la Translormacióii de
luevos que encajan el uno en el otro. Pero también la Productos Agrícolas. [N. de la T.]
verde, cada rama de otro color. Cuando se liabla de las "el futuro", aunque sólo sea "para 1% hijos", estando en
fjcres de Moscú no deben olvidarse las heroicas rosas ejercicio de cualquier función del Partido. A sus miem-
de Navidad. Ni las altísimas malvanosas d e las tulipas bros, e1 Partido Comunista les garantiza un mínimo pa-
de las lámparas que el vendedor transporta por las ca- ra su existeiicia más que magro -40 hace en la práctica,
lles. Tampoco las cajitas\ d e vidrio llenas d e flores entre a sin estar verdaderamente obligado. A cambio, controla
las cuales asoma la cabeza de un santo. Ni aquello que el resto d e los ingresos y fija el límite máximo de las en-
está inspirado por la escarclia, como las telas campesi- tradas mensuales en 250 rublos. %lo se puede llegar a
nas, en las que las guardas bordadas con lana ami re- más mediante una ocupación paralela relacionada con
presentan las flores d e escarcha en las ventanas. Y final- la literatura. Esa es la disciplina a la que está sometida
mente los ardientes canteros de azúcar en las tortas. El la vida d e la clase dominante. Pero su poder no sc cir-
1
"pastelero" de los cuentos de hadas sólo parece sobre- cunscribe al ejercicio de la facultad de gobierno. Actual-
vivir en Moscú. Sólo aquí hay figuras hechas nada más mente Rusia no sólo es un Estado de clases sino tam-
que de azúcar hilado, conos dulces que protegen la len- bién de castas. Estado de castas - e s t o significa que es
gua del frío atroz. Donde la nieve y las flores se unen en exclusivameiite su relación con el Partido lo que deter-
forma más íntima es en la cobertura de azúcar; aiií por mina el prestigio social de un ciudadano y no la faclia-
fin la flora de mazapán parece haber cumplido el sueño da representativa de su existencia- por ejemplo, su
invernal de Moscú d e florecer a partir de lo blanco. vestimenta o su vivienda. El Partido también es deter-
minante para quienes no pertenecen directamente a él.
Tambiéii a ellos se les abren campos de actividad, siem-
pre y cuando no recliacen el régimen abiertamente.
Tambicii entre ellos cxisten n~arcadasdiferencias. Pero
Ekjo el regimen capitalista el poder y el dinero se han si, por un lado, la imagen europea de la represión esta-
convertido en magnitudes merisiirab!es. Cualquier su- tal o !os opositores en ñüaa es por demás exagerada -
ma dada de dinerc puede convertirse en un determina- o está superada-, por el otro, no se tiene idea d e la te- .
do poder y el valor d e venta de todo poder puede ser mble proscripción social a la que se somete aquí a los
calculado. Esto es así a grandes rasgos. Sólo se puede hombres de la NEP. De otra forma no se explicaría el si-
hablar de corrupción cuando este proceso se da en for- lencio, la desconfiaiua que se hace sentir, y no solameii-
ma demasiado abreviada. Tiene su sistema d e enlace en te frente al extrano. Si aquí se le pregunta a un coliocido
el certero intejuego de la prensa, las oficinas públicas, su opinión acerca de una obra de teatro sin importancia
I
los monopolios y, dentro de sus límites, es absoluta- o de una película por más insignificante que sea, por lo
mente legal. El estado soviético suprimió esta relación geiieral Iiabrá de obtenerse como respuesta la siguiente
entre dinero y poder. El partido se reserva el poder a sí fórmula: "Aquí se dice..." o: "Aquí en geiieral se cree..."
mismo, el dinero se lo deja a los hombres de la NEP'. Es Antes de expresar un juicio ante desconocidos se lo
:blmcnte impensable reservarse algo para asegurarse piensa diez veces. Porque en cualquier momento el Par-
\ tido puede opinar al pasar, cuando menos se piensa, en
' el 'Travda" y a nadie le gusta verse desautorizado. Co-
Nueva Política Económica. (N. del A.) rno para la mayoría una ideología confiable es, si no el

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único bien, la única garantía d e poder alcanzar otros I dente la vida aquí. Esta vida está tan reconcentrada en
sí misma y es taii fecunda en acontecimientos, es taii
bienes, todos proceden tan cuidadosamente con su
pobre y al mismo tiempo está tan llena de perspectivas
nombre y su voz que un ciudadano de concepción de-
como la vida de un buscador de oro en Klondyke. Se
mocrática no lega a entenderlo. Dos amigos están con-
excava eii busca d e poder de la mañana a la noche. To-
versando. En el transcurso d e la conversación uno dice:
das las posibilidades combinatorias d e existencias esen-
"Ayer me vino a ver este Michailovicli, buscando un
ciales son extremadamente pobres m comparación con
puesto en mi oficina. Dijo que te conocía." "Es un cama-
las innumerables coiistelacivnes que se le presentan
rada eficiente, puntual y trabajador.'' Y pasan a hablar
aquí a cada individuo en e1 transcurso de un mes. Lógi-
d e otro tema. Pero al despedirse el primero dice: "¿Po-
camente, SKI puede traer como consecuencia un cierto
dnas ser tan amable de darme la información sobre este
estado d e embriaguez que hace impensable una vida
Michailovicli en un par d e líneas por escrito?" El go-
sin sesiones ni comisiones, debates, resoluciones ni vo-
bierno d e clase ha tomado símbolos que sirven a la ca-
taciones <yt d o s ellos son guerras o por lo menos ma-
racterización de su enemigo de clase. Y entre éstos tal
niobras d e la voluntad del poder). Qué importa - las
vez el jazz sea el más popular. No es asombroso que
próximas generaciones d e Rusia van a estar preparadas
también en Rusia a la gente le guste escucliarlo. Pero
para esta existencia. Pero la salud del sistema depende
bailarlo está prohibido. Ce lo guardó prácticamente tras
d e un requisito indispeiisable: que no se inaugure uii
una vitrina como a uiia serpiente venenosa y así se lo 6

presenta como atracción en las revistas. Pero siempre mercado negro d e poder (como le sucedió un día inclu-
so a la Iglesia). Si la correlación europea de poder y di-
como símbolo del "bourgcois". Pertenece a aquellos ac-
nero también se introdujera en Rusia, iio estaría perdi-
cesorios primitivos con cuya ayuda se construye eii Ru-
do el país, tal vez iii siquiera el Partido, pero sí el comu-
sia una imagen grotesca del burgués con fines propa-
nismo en Rusia. Aquí todavía no existen los conceptos
gandísticos. En realidad, muchas veces sólo se trata de
y las iiecesidades d e consumo europeas. La explicacióii
una imagen riciícuia, en ia que se pasa por alto la disci-
a ello es ante todo económica. Pero también es posible
plina y superioridad del enemigo. En esta óptica distor-
que allí radique además una intención inteligente del
sionada del burgués se filtra un aspecto nacionalista.
I'artido: llevar a cabo una equiparación del nivel d e
Rusia era una posesión de los zares. (Sí, quien recorra
coiisumo con el de Europa Occidental, en un momeiito
las valiosísimas colecciones del Krcmiin, estará tentado
libremente elegido, cuando esté fortalecido y teiiga la
d e decir: una de las posesiones). Y el pueblo se Iia con-
certeza absoluta de su victoria, es ésta la prueba de fue-
vertido d e la iioclie a la maíiana en un heredero inmen- ,
sameiite rico. Ahora comienza a hacer el recuento de su go para los fuiicioiiarios bcilcheviques.
riqueza en hombres y en tierras. Y emprende esta tarea
con la conciencia de haber realizado ya cosas increíble
mente difíciles, de haber construido el nuevo orden de
dominación en contra de la hostilidad de medio conti-
nente. En la admiración de este logro nacional todos los L En el club d e los sold, . ) S del Ejército Rojo en el
rusos se unen. Es que justamente esta nueva colifigura- Kremlin está colgado en id pared el mapa de Europa.
ción de la jerarquía de poder es lo que hace tan trascen- Al lado hay una manivela. Si se gira la manivela se ve
lo siguieiite: en todos los lugares donde estuvo Lenin a mo enfatizaii cuánto difiere la situación del proletaria-
lo largo de su vida se enciende sucesivamente una luz do ci-i Rusia después de esta revolución triunfaiite de la
eléctrica. En Simbirsk, donde nació, en Kasan, Peters- situación'de la burguesía en el año 1789. En ese enton-
burgo, Ginebra, París, Cracovia, Zünch, Moscú hasta ces, la clase triunfante se Iiabía asegurado durante dé-
llegar a su lugar de fallecimiento, Gorki. No hay mar- cadas de lucl~ael dominio del aparato iiitelectual antes
cadas otras ciudades. El contorno de este mapa de ma- de que recayera en ella el poder. La organización inte-
dera en relieve es recto, anguloso, esquemático. En él, lectual, la formación, ya estaban impregnadas Iiacía
la vida de Lenin se parece a una expedición coloniza- tiempo del mundo de ideas del tiers état y se había ga-
dora a través de Europa. Rusia comienza a cobrar for- nado la luclia por la emaiicipacióii intelectual antes de
ma para el hombre del pueblo. En la calle, en la nieve, ganarse la lucha política. En la Rusia actual la situación
I
hay mapas de la FRSS', apilados por los vendedores es totalmente distinta. Es necesario seiitar las bases de
callejeros que los ofrecen. Meyerhold utiliza el mapa una educación general para millones y millones d e
en "D.E."* ("¡Dennos Europa!"). En estos mapas, Occi- analfabetos. Esa es una tarea nacional rusa. Pero la for-
dente es un complicado sistema de pequeñas penínsu- mación prerrevolucionaria en Rusia era absolutamente
las rusas. El mapa está casi a puiito de volverse el cen- iiiespecífica, europea. El aspecto europeo de la forma-
tro del culto a la imagen junto con el retrato de Lenin. ción superior, el nacional de la educación elemeiital
Sin lugar a dudas, la fuerte conciencia nacional que el buscan en Rusia un equilibrio. Este es uii lado de la
bolchevismo le brindó a todos los msos sin distinción, cucstióii educativa. Por el otro lado, el t~iunfod e la re-
le dio nueva actualidad al mapa de Europa. Se quiere volucióii aceleró eii muclios campos el ritmo del acerca-
medir, comparar y tal vez disfrutar también de ese de- miento a Europa. Hay, por ejemplo, literatos como Piln-
lirio de grandeza al que lo transporta a uno un mero jak que ven eii el bolclievismo la coronación de la obra
vistazo de Rusia; a los ciudadanos de uii país no po- de Pedro el Graiide. Eii el campo de la tkiiica este rum-
ciría más que acoiicejárseles que miren su país sobre el k x probablemente se asegure el é x i t ~ o dtlspués, a
mapa de los países vecinos, Alemania sobre un mapa pesar de 1:s aventuras en que se incurrió durante los
de Polonia, de Francia, o incluso de Dinamarca; y a to- primeros aíios. Distinto es lo que sucede eii el terreno
dos los europeos que vean su insignificante territorio intelectual y científico. Aliora se pone de maiiifiesto que
sobre uii mapa de Rusia como una superficie desliila- en Rusia se divulga iiiia imagen desfigurada y descla-
cliada y nerviosa allá lejos en el oeste. dora de los valores europeos, que se debe principal-
mente al imperialisnio. El Segundo Teatro Académico
--un instituto subveiicionado por el Estado- presenta
XIV uria puesta de la "Orestíada" en la cual lo griego se pa-
voiiea tan polvorieiito y falaz como en el esceiiario de
¿Qué tipo de literatos hay en un país donde los pa- u12 Teatro Imperiai alemán. Y como el gesto duro como
trones son los proletarios? - Los teóricos del bolchevis- el . í m o i ~ i se
o pierde erb i:i mismo sino que es además
i ~ n l copia
i del teatro corli.saiio en el Moscú revoluciona-
'Federación de Repúbliczs Socialistas Soviéticas. (N. del A.) rio, esto es aún más triste que en Shittgart o en Anhalt.
* "Daecch Evropu": obra de teatro de M. Podgaeckij [N. de la TI Psr su parte, la Academia Rusa de Ciencias nombró
miembro a u n hombre m o Walzel* - tipo promedio
tura rusa. Las tesis y los dogmas que en Europa +S
del nuevo profesor universitario de letras. Probable-
cierto que sólo hace dos siglos- se consideran ajenos al
mente la única situación cultural occidental que Rusia
arte y fuera de discusión entre los literatos, son decisi-
comprende en forma suficientemente concreta como
vos en la crítica y la producción de la nueva Rusia. La
para que le sirva debatir sobre ella, sea la de Norteamé-
tendencia ideológica y la temática se consideran lo más
rica. En cambio, el "acercamiento" cultural como tal
importante. Todavía en la época de la guerra civil las
(sin el fundamento concretkimo d e la comunidad eco-
controversias formales tenían no poca importancia.
nómica o política) es un interés imperialista de tipo pa-
Ahora han enmudecido. Y actualmente la doctrina ofi-
cifista, solamente ejercido por charlatanes activos y con-
cial dice que es el contenido y no la forma lo que decide
siderado por Rusia como un fenómeno de la restaura-
sobre la postura revolucionaria o contrarrevolucionaria
ción. No son tanto las fronteras y la censura lo que se-
de una obra. A través de estas doctrinas se le sustrae
para a este país de Occidente sino una intensidad de la
irrevocablemente toda base al literato, igual como la
existencia que no tiene comparación con la europea. Pa-
economía le quitó el sustrato material. En esto, Rusia se
ra cer más preciso: el contacto con el extranjero ce cana-
adelantó al desarrollo occidental - pero no tanto como
liza a través del Partido y atañe principalmente a cues-
se cree. Porque más tarde o más temprano también el
tiones políticas. La antigua burguesía fue aniquilada; la
escritor "libre" deberá liundirse junto coii la clase me-
nueva no está en condiciones ni materiales ni intelec-
dia, que es triturada entre la luclia del capital y el traba-
tuales de establecer relaciones con el extranjero. No ca-
jo. En Rusia el proceso ya ha concluido: los intelectuales
be dudas de que en Rusia se sabe mucho menos del ex-
so11 ante todo funcioiiarios, trabajan en el departamento
tranjero de lo que en el extranjero (con excepción de los
de censura, de justicia, de finanzas, donde no sucum-
países románicos) se sabe de Rusia. Si una importante
ben, son partícipes del trabajo, lo que en Rusia significa
autoridad rusa nombra eii la misma frase a Proust y a
participes del poder. Con parte de la clase dominante.
Broniieii como autores que eligen su temática en ei ám-
Entre sus diversas organizaciones, la más avanzada es
bito de la problemática sexual, eso muestra claramente
la WAPP, la Unióii Panrusa de Escritores Proletarios.
la reducida perspectiva desde la que se presenta aqui lo
Ésta se declara partidaria de las ideas de la dictadura
europeo. Pero la falta de formación de uno de los auto-
también en el ámbito del quehacer intelectual. De esta
res de primer nivel de Rusia* cuando ni( nciona de paso
forma concuerda coii la realidad rusa: separar el traspa-
a Sl-iakespearecomo uno de los grandes poetas que es-
so de los medios de producción iiitelectuales a la pro-
cribió antes de la invención de la imprenta, sólo puede
piedad colectiva del de los medios de producción mate-
entenderse a partir del cambio de situación en la litera-
riales sólo es posible en apariencia. Por lo pronto, el
proletario sólo puede formarse, tanto en lo helectual
* Oskar Walzel(1864-1944), miembro Iionorario de la academia conio en 10 material, bajo la protección de la dictadura.
Rusa, obtuvo el encargo de realizar el artículo cobre Goetlie para la
Enciclopedia Soviética, luego de ser rechazado el trabajo de
Benjamin realizado con este fin. [N. de la T.]
* Según lo relatado en el Diario de Moscú, se trataría de Juri i xv.
Libedinsky (1898-1959), miembro destacado de diversas De vez en cuando uno se encuentra con vagones
asociaciones de escritores proletarioc.[N.d e la T.] de tranvía que están totalmente cubiertos con imá-
genes d e empresas, d e encuentros masivos, d e regi- no al comercio. La ciudad, que es tan creativa para
mientos rojos, d e agitadores comunistas. Esos son la invención d e abreviaturas d e todo tipo, todavía
regalos que le hizo el personal de alguna fábrica al M, posee la más simple: la razón sociaI. A menudo
Coviet d e Moscú. En estos vagones se desplazan los el cielo nocturno d e Moscú brilla de un azuI que
únicos afiches políticos que pueden verse hoy toda- asusta: entonces, sin darse cuenta, uno miró a tra-
vía en Moscú. Y son, por lejos, los más interesantes. vés de uno d e los enormes anteojos azules que so-
Porque en ninguna parte se ven afiches comerciales bresalen delante d e las ópticas como un mojón en el
tan torpes como aquí. El nivel deprimente d e la pu- camino. Desde los portales, los marcos de las puer-
blicidad gráfica es lo único en que se parecen París tas, las letras negras, azules, amarillas o rojas d e
y Moscú. Innumerables muros alrededor d e iglesias I distintos tamaños, las flechas, los dibujos de botas
y conventos ofrecen las más hermosas superficies o de ropa recién planchada, los escalones gastados
para pegar anuncios. Pero hace rato que fueron o los descansos sólidos de la escalera, asalta al tran-
despedidos los constructivistas, los suprematistas, seúnte una vida beligerante y ensimismada. Hay
los abstractivistas que pusieron su propaganda grá- que haber viajado en tranvía a través de las calles
fica al servicio de la revolución durante el comunis- para entender cómo esta lucha se prolonga en los
mo de guerra. Hoy sólo se requiere una claridad distintos pisos para llegar finalmente en los teclios
trivial. La mayoría d e estos afiches causan rechazo f a su estadio decisivo. Nada más que las consignas y
al ciudadano occidental. Pero los negocios de Mos- marcas más jóveiies y más fuertes alcanzan estas al-
cú verdaderamente invitan a entrar; tienen en sí al- turas. Sólo desde el avión se visualiza la élite in-
go de tabernas. Los carteles d e los negocios señalan dustrial d e la ciudad, la industria cinematográfica y
liorizontalmeiite a lo largo d e las calles, como en automotriz. Pero, por lo general, los techos d e Mos-
otros Iados sólo se da con los emblemas d e las po- cú son un páramo desliabitado y no tienen ni las
i
sadas, de las peiuquerías o como máximo con la fi- propagandas luminosas d e los techos berliiieses ni
gura de un sombrero de copa delante de una som- el bosque de chimeneas d e los parisinos ni la sole-
brerería. Aquí es donde hay más posibilidades d e dad soleada d e los techos de las grandes ciudades
encontrar todavía algunos motivos bellos, inocen- sureñas.
tes: un caiiasto del que caen zapatos; un perrito que
sale corriendo con una sandalia en la boca. En la
entrada de un restaurante turco se ven dos letreros XVI.
iguales: dos caballeros, cada uno con su fez en Ia
cabeza ante una mesita. Para un gusto virgen, el Quieii entra por primera vez a un aula rusa, se sor-
elogio necesita todavía del relato, del ejempIo o d e prenderá. Las paredes están repletas de imágenes, di-
la anécdota. La publicidad occidenta1,'en cambio, bujos y maquetas d e cartón. Con muros de templos a
convence en primer lugar por el monto de la inver- los que los riifios donan cotidianameiite sus propias
sión que la empresa muestra que puede afrontar. obras como regalos a la colectividad. Cobre estas su-
Aquí casi todas las inscripciones indican todavía de perficies predomina el rojo; están llenos de emb1err.a~
qué mercadería se trata. El lema impactante es aje- soviéticos y bustos de Leiiin. En muchos clubes se ve
algo parecido. Para los adultos, los periódicos mura- químicos que se exhiben en todas las paredes. Con
les son el esquema de la misma forma de expresión curiosidad me acerqué a un estante desde el que me
colectiva. Surgieron de la necesidad durante la guerra sonreían sarcásticamente dos caretas de negros. Pero
civil, cuando en muchos lugares ya no había ni papei al acercarme resultaron ser máscaras de gas. Aiitigua-
ni tinta de impresión. Hoy en día son de rigor en la mente el edificio de este c!ub fue uno d e los primeros
vida pública de las empresas. Cada rincón de Lenin restaurantes de Moscú. Los antiguos reservados son
tiene su periódico mural cuyo tipo varía según las actualmente dormitorios para los campesinos y las
empresas y los redactores. Lo único que tienen en co- campesinas a los que se les otorgó una "koii~andirov-
mún es la alegría ingenua: imágeiies d e colores y eii- h"*para la ciudad. Allí se los lleva a ver coleccioiies
tre ellas, prosa o verso. Estos periódicos son la cróiiica y cuarteles, se les dictan cursos y se les ofrecen activi-
de la empresa colectiva. Traen estadísticas pero tam- dades culturales nocturnas. A veces también se les
bién críticas en broma a los camaradas, mezcladas briiida teatro pedagógico en forma de "debate judi-
con propuestas de mejoramiento de la empresa o con- cial". En esos casos alrededor de trescientas personas,
vocatorias para acciones comunitarias de ayuda. Ins- sentadas y paradas, llenan hasta el último rincón del
cripciones, carteles de advertencia e imágenes didác- salón empapelado d e rojo. En un iiiclio, el busto de
ticas recubren además las paredes del rincón de Le- Lenin. Se delibera sobre un escenario delante del cual
nin. Incluso en la fábrica todos está!] como rodeados a derecha e izquierda está pintada la imagen de los ti-
d e afiches de colores que conjuran todos los horrores pos proletarios -1 campesino y el trabajador indus-
d e la máquina. Se muestra por ejemplo a un trabaja- trial- que corporizan la "cmichkn" (paréntesis), la in-
dor cuya mano queda atrapada entre los rayos de una teracción entre la ciudad y el campo. Se acaba de ter-
rueda motriz, a otro, que por culpa de la embriaguez minar con el diligenciamiento de pruebas, un perito
provoca una explosión por un cortocircuito, a un ter- tiene la palabra. Tiene una mesita especial junto con
cero cuya rodilla queda aprisioiiada entre dos pisto- su ayudante, frente a él, la mesa del defensor, ambas
iies. En la sala de préstamos de la librería del Ejército con el lado más angosto dirigido hacia el público. En
Rojo hay una 2izarra cuyos breves textos informan el fondo, de frente al público, la mesa del juez. Delan-
con inuclios dibujos boiiitos de cuántas formas puede te, vestida de negro, con un grueso bastón en sus ma-
arruinarse un libro. A través de toda Rusia se difun- nos, está sentada la acusada, una campesina. Se la
den cientos de miles de ejemplares de un afiche para acusa de curandería seguida d e muerte. Provocó la
iiitroducir las medidas habituales en Europa. Metro, muerte de una mujer parturienta por una interveii-
litro, kilogramo etc. debeii exhibirse eii todas las ta- ción mal hecha. Ahora la argumentación rodea este
bernas. También en el salóii de leckira del club cam- caso con razonamientos monótonos, sencillos. El peri-
pesino cii la Trubiiaia Plochad las paredes están cu- to preseiita su dictamen: sólo la intervención mal he-
biertas d e material didácticd. Se muestran gráfica- cha es culpable de la muerte de la madre. Pero el de-
mente las líi-ieas de desarrolld dc cróriicas de pueblo, feiisor alega: No hubo mala voluntad; en el campo
d e la agricultura, de técnicas de producción, de insti-
tuciones culturales, junto con partes de herramientas, * Viaje de servicio [N. de la T.l
repuestos de máquinas, alambiques con productos
falta ayuda sanitaria e instrucción higiénica. Palabra po rusa a la parte posterior de las casas que desde la
final d e la acusada: Nichevo, siempre tuvieron que calle pareceii urbanas. Muchas veces hay iglesias en es-
morir personas en este trance. El fiscal pide pena de tos patios, como las hay en las amplias plazas de pue-
muerte. Luego el presidente se dirige a la asamblea: blo. Así se le añade una dimensión paisajística a la ca-
¿Hay preguntas? Pero en el escenario sólo aparece un lle. Tampoco existe ninguna ciudad occidental cuyas
kornsotrtolz y pide una pena severa. El tribunal se reti- enormes plazas sean tan pueblerinamente informes y
ra a deliberar. Después de una breve pausa sigue la estén tan embarradas siempre como por mal tiempo,
sentencia, que se escuclia de pie: dos años de cárcel por nieve que se derrite o por lluvia. Eii casi ninguna
bajo concesión d e circunstancias atenuantes. Por lo de estas plazas hay monumentos. (En cambio, en Euro-
tanto, se prescinde de la incomunicación. Finalmente, pa casi no liay plazas cuya estructura secreta no haya
el presidente menciona la necesidad de instalar ceii- sido profanada y destruida por un monumento en el
tros d e formación y de higiene en los suburbios rura- siglo XIX). Al igual que todas las ciudades, también
les. Estas manifestaciones se preparan cuidadosameii- Moscú construyc en su interior un pequeño mundo de
te: no se puede hablar de improvisación eii estos ca- nombres. Hay, por ejemplo, un casino que se llama Al-
sos. No puede haber un medio más efectivo para mo- cázar, un liotel de nombre "Liverpool", una casa de
vilizar al público en el sentido del Partido a favor de huéspedes 'Tirol". Desde allí hasta los centros urbanos
las cuestiones d c la moral bolchevique. Una vez se dc deporte invernal se tarda aún media liora. Si bien se
trata de esta manera el alcoliolismo, otra vez la estafa, ve gente patinando y esquiadores en toda la ciudad, la . I.

pista de trineo está más bien en el interior. Aquí se lan- " '
la prostitución, el patoterismo. Las estrictas formas de 1 r
esta tarea de formacióii están totalmente adaptadas a zan trineos de construcciones de lo más variadas: des- i

la vida soviética, son la expresión de uiia existencia de los que están lieclios de una tabla a la que adelaiitc , i!.
que exige cien veces por día la adopción de una pos- se sujetan patines y que atrás sc arrastra hasta los bobs-
tura determiliada. 1~igI1smás coiiíoriables. E11 ningún iado ivíoscú parece ' 4'
la ciudad misma; muclio menos un núcleo urbano. En !!
las zonas más animadas el suelo está mojado y se en- I /

cuentran cobertizos, largos transportes de materia pri-


ma, ganado que se lleva al matadero, tabernas pobres.
Las calles de Moscú tienen algo extraño: la aldea ru- La ciudad todavía está llena de casitas de madera, del
sa juega a las escondidas eii ellas. Si se atraviesa algu- mismo tipo de construcción eslava como se las encueii-
no de los grandes portones -a m e n u d ~se pueden ce- tra eii todas partes cii los alrededores de Berlín. Lo que
rrar con rejas de hierro forjado, pero yo nunca vi uno parcce tan desolador en la construcción de piedra de
cerrado- uno se encuentra eii el comienzo de un am- Braiidenburgo, atrae aquí con colores bellos eli la ma-
plio asentamiento. Ce abre allí, aniplia y ~spaciosa,uiia dera cálida. En las callcs del suburbio se alternan a am-
granja o un pueblo, el suelo es irregular, .,y niños an- bos lados de los bulevares anchas cabañas d e campesi-
dando en trineo, galpones para madera y herramientas nos con chalets en ]rrgcrrdstil* o con la fachada sobria de
llenan los rincones, hay árboles aislado:, escalones de una casa de ocho pisos. Hay mucha nieve y si se pro-
madera le dan el aspecto exterior de ur,t casa de cam- duce de pronto un silencio uno puede sentirse como si
Sólo después d e un tiempo uno se acostumbra a reco-
estuviera lejos en el interior de Rusia en un pueblo que nocer un conjunto que forma un convento en los largos
invema. No es sblo la nieve coii su brillo de estrellas de muros y los montones d e cúpulas bajas. Entonces uno
noclie y sus cristales parecidos a flores de día lo que da se da cuenta por qué en tantas partes Moscú parece
nostalgia de Moscú. También el cielo provoca nostal- tan cerrada como una fortaleza; los conventos llevan
gia. Porque entre los techos bajos siempre penetra en la todavía Iioy las huellas de su antigua furición deferisi-
ciudad el horizonte de las amplias llanuras. Sólo de no- vn. Aquí Biza~iciocon sus mil cúpulas no es la mara-
clie se vuelve invisible. Pero entonces, la escasez de vi- villa con que sueña el europeo. La mayoría d e las
viendas que afecta a la ciudad produce su efecto asom- iglesias fueron construidas según un modelo insípido
broso. Si se recorren las calles cuando apenas anoclie- y dulzón: sus cúpulas azules, verdes y doradas son el
ció, se ven prácticamente todas las ventanas ilumina- Oriente acaramelado. Si se entra eii una de ellas, se
das en las casas grandes y en las pequeñas. Si el res- encuentra en primer lugar una antecámara amplia
plandor de la luz que sale de ellas no fuera de distinta con unas pocas imágenes de santos. El ambiente es
intensidad, se podría pensar que se trata de una ilumi- sombrío, su penumbra se presta a conspiraciones. En
nación decorativa. ambientes así se puede liablar de los negocios más
dudosos, de darse la ocasión también de pogmrrrs. Le
sigue el único recinto de oración. En el fondo liay
unas escaleritas que conducen al estrado estreclio y
bajo, sobre el cual uno se dirige entre imágenes d e
Las iglesias prácticamente enmudecieron. La ciudad saiitos al iconostasio. Un altar sucedc al próximo a
está casi liberada del tañido de campanas que invade poca distancia, una ardiente lucecita roja indica el lu-
nuestras grandes ciudades con una tristeza tan profun- gar de cada uiio. Las superficies laterales están ocupa-
da los domingos. Pero todavía no existe en Moscú nin- das por grandes imágeiies de santos. Todas las partes
gún lugar desde el cual no se vea por !o menos una de la pared que no están cubiertas por estas imáge-
iglesia. Para ser más preciso: desde el cual uno no esté nes, están revestidas con oro laminado. Del citlorraso
vigilado por una iglesia por lo menos. Los súbditos del kitsch cuelga una araiia d e cristal. Sin embargo, el lu-
zar estaban rodeados en esta ciudad por más de cua- gar sólo está alumbrado por velas, u11 salón coii pare-
trocientas capillas e iglesias, es decir, por dos mil Npu- des sagradas ante las cuales se desarrolla el ceremo-
las que se mantienen ocultas en todos los rincones, se 1
iiial. El devoto o el penitente saluda a las graiides
tapan unas a otras, se asoman por encima de los mu- imágenes con la señal de la cruz a la que le sigue una
ros. Los circundaba una ocrana'' de la arquitectura. To- l
postración en la cual la frente debe tocar el suelo y, 1
das estas iglccias preservaban su incógnito. En ningu- persignándose de nuevo, se dirige luego a la siguieii- 1

na parte hay altas torres que se eleven Iiacia el cielo. !


te. Ante pequeíias imágenes cubiertas de vidrio que
están colocadas en hilera o solas sobre atriles no es
* Jugendstii , :ra!mente, el estilo de la juventud, es la forma necesario postrarse. Uno se reclina sobre ellas y besa
espeuficamelite ,iIcniana del Arf Nouveai~,que abarcaba una amplia el vidrio. En estos atriles se exponen además d e viejos , . ,
iJ
gama de mediof. y estilos artísticos. [N. de la T.] íconos valiosísimos, series d e óleos chillones. Muchas 1,
* Polícía sec zta de los zares [N. dc la T.] ' , 1:
- ~ - - . - .. ..-f__- - -. *-

imágenes de santos están montando guardia en la fa- de madera. En sus estrechos pasillos cubiertos de nie-
chada exterior y miran hacia abajo desde las cornisas ve hay silencio. Sólo se escucha la jerga silenciosa de
superiores bajo el alero de chapa como pájaros que los judíos que venden ropa, que tienen allí su puesto
huyeron. En sus cabezas inclinadas y vueltas hacia al lado de los trastos de la vendedora de papel, que
atrás se lee melancolía. Pareciera que Bizancio no de- reina detrás de sus cadenas de metal y lleva el rostro
sarrolló formas propias de ventanas de iglesia. Una cubierto de filetes de oro y de Santa Claus de algodón
impresión mágica que no trae nostalgia: las ventanas como una oriental que se cubre con su velo.
profanas, sencillas, que dan a la calle desde salones
de reunión y torres de iglesia como desde habitacio-
nes. Detrás d e ellas habita el sacerdote ortodoxo como XIX.
el bonzo en su pagoda. Las partes inferiores de la Ca-
tedral de San Basilio podrían ser la planta baja de una En Moscú incluso el día de semana más arduo tiene
hermosa casa de boyardos. Pero si se llega a la Plaza dos coordenadas que en cualcluier momento dispon-
Roja desde el oeste, sus cúpulas se elevan paulatina- drán de él sensorialmente e11 forma de expectativa y
mente al cielo como un tropel de soles dorados. Esta satisfacción. Ce trata de la coordenada vertical de las
construcción siempre se reserva algo y sólo se la po- comidas, cruzada por la liorizontal nocturna del es-
dría sorprender íntegra desde la altura de un avión, pectáculo. Uno nunca está muy lejos de ninguna de
contra el cual sus coiistructores olvidaron ponerse a las dos. Moscú está lleno de restaurantes y de teatros.
salvo. Su interior no sólo fue vaciado sino destripado Hay puestos con golosinas patrullando por las calles,
como una pieza de caza. (Y no podía terminar de otra las grandes casas de venta de alimentos recién cierran
manera, pues incluso en el aíío 1920 se seguía rezan- alrededor de las once de la noclie y en las esquiiias se
do aquí con fervor fanático). Al quitar todos los mue- abren cervecerías y casas de té. "Chaina!/af', "Pivna-
bles quedó a! desc~bierto,desconsolador, el orna- yn"; pero cn ge-:era! ambas palabras, es lo que dibujó
mento vegetal colorido que prolifera a modo de pin-
tura mural en los pasillos y en las bóvedas; una pintu-
Il un pincel sobre un fondo cuyo verde opaco cii el bor-
de superior se vuelve paulatina y tristemente amarillo
ra obviamente mucho más antigua que mantenía ape- I
sucio hacia abajo. Para acompaiíar la cerveza hay ori-
nas despierto el recuerdo de las espirales de colores ginales aditamentos: trocitos dc pan blanco seco, pan
d e las cúpulas en los ambientes interiores y los defor- l
negro tostado con una costra de sal y arvejas secas en
ma ahora en un triste artilugio del rococó. Los pasi- 1
agua salada. Hay tabernas donde uno puede comer
110s abovedados son estrechos, se ensanchan de pron-
to para convertirse en nichos de altar o capillas re- 1 así y entretenerse además con una primitiv.~"inszcrii-
rovka", como se denomina a un material épico o lírico
dondas en las que la escasa luz que penetra desde las que se adapta al teatro. A menudo se trata de imperti-
altas ventanas no permite reconocer los pocos ele- nentes canciones populares cantadas en coro. En la
nientos de devoción que todavía quedan. Muchas orquesta de esta música popular a veces se scuchan
iglesias están así de descuidadas y así d e vacías. Pero
la luz que Sólo en pocos casos brilla desde algún altar
hacia la nieve se ha conservado bien en las barracas * Cervecería [N.de la T.]

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tab!eros contadores como instrumentos junto con los este. La generación que participó de las guerras civiles
bandoneones y los violines. (Están en todos los iiego- envejece, si no por los años, por su decreciente energía.
cios y oficinas. Sin ellos, el más mínimo error d e La estabilización parece haber introducido también en
cálculo sería impensable.) La embriaguez de calor que sus propias vidas una tranquilidad, a veces hasta uiia
sobreviene al huésped al entrar a estos ambientes, al apatía, semejante a la que normalmeiite sólo provoca la
tomar té caliente, al disfrutar de una sahiska fuerte, es vejez. El "alto" que el Partido le opuso un día con la
la voluptuosidad iiivernal más secreta de Moscú. Por NEP al comunismo d e guerra produjo un terrible gol-
eso quien no la vio con nieve no conoce la ciudad. pe en contra que liumilló a muchos luchadores del mo-
Porque hay que viajar a todos los lugares en la época vimiento. Miles devolvieron entonces al Partido su car-
del año en la que su clima es más extremo. Es que los iiet de afiliados. Se coiiocen casos de desconcierto tan
lugares estáii adaptados justamente a ese clima y re- absoluto que fieles sostenes del Partido se convirtieron
cién se los conoce a partir d e esta adaptación. En en traidores en pocas semaiias. El duelo por Leniii es
Moscú, la vida en invierno tiene una dimeiisión más. para los bolcheviques al mismo tiempo el duelo por el
El ambiente literalmente se modifica según haga frío comunismo heroico. Los pocos aíios que pasaron son
o calor. Se vive en la calle como en un helado salón d e un largo tiempo en la coiicieiicia de los rusos. La actua-
espejos, detenerse y reflexionar es terriblemente difí- ción de Leiiin aceleró taiito el decurso de los acontcci-
cil. Por el frío, liay que haber estado propo~iiéiidoselo rnientos en su era que su preseiicia se vuelve rápida-
durante medio día para echar una carta al buzón en la mente pasado, rápido se aleja su imagen. Sin embargo,
que ya está puesta la direccióii y el ir a un negocio a en la óptica de la historia - que contradice en esto a la
comprar algo es uii logro d e la voluntad. Pero si fiiial- óptica espacial - el alejamieiito provoca un agraiida-
mente se encontró un restaurante, entonces no impor- miento. Ahora rigen otras órdenes quc en la epoca de
ta cómo esté tendida la mesa - c o n vodka, que aquí Leiiiii, pero lógicamente las consignas que él mismo di-
se mezcla coii hierbas, con torta o coii una taza d e té: señó. Ahora se le expiica a cada comunista que el tra-
el calor convierte el transcurso mismo del tiempo en bajo revolucioiiario dcl momeiito no es la luclia ni la
uiia bebida embriagante. Y el tiempo fluye, iiicorpo- guerra civil sino la construcción de canales, la electrifi-
rándose al fatigado como si fuera miel. cación y la co~istruccióiide fábricas. Se subraya cada
vez con mayor claridad la esciicia revolucionaria d e la
verdadera técnica. Como todo, también esto (con moti-
XX. vo) en nombre de Leiiin. Estc nombre crece y crece.
Llama la atención que al iiiforme sobrio y no muy pro-
En el aniversario d e la muerte de Leiiin muclios se fuso en pronósticos d e la delegación sindical inglesa le
muestran con el brazal de luto. Toda la ciudad se em- haya parecido digna d e mención la posibilidad d e
bandera a media asta por lo menos durante tres días. "que, cuando la memoria d e Lenin haya encontrado su
Pero mucl~asde las banderitas enlutadas, una vez col- lugar en la Iijstoria, este gran transformador revolucio-
gadas, quedan una o dos semaiias afuera. El duelo d e nario ruso >ea incluso canonizado". Ya actualmente el
Rusia por el líder muerto no es para nada comparable culto a su imagen tieiie dimensiones increíbles. Hay un
a la actitud que adoptan otros pueblos en días como negocio donde ésta se puede comprar en todos los ta-
maños, posturas y materiales como artículo especial. Neuscliwanstein y Herrenchiemsee. Porque se trataba
Está como busto en todos los rincones de Lenin, como de un ballet matinal. Alrededor de las seis y media se
estatua de bronce o relieve en los clubes más grandes, comenzaban a afinar los instrumentos: contrabajos de
como busto en tamaño natural en las oficinas, como vigas, sombrillas de violines, flautas de flores y timba-
pequeña foto en cocinas, lavaderos, despensas. Está les de frutas. El escenario aún casi vacío; las veiidedo-
colgada en el vesh'bulo de la Onishnaya Palata* en el ras del mercado, ningún comprador. Seguí durmiendo.
Kremlin, de la misma forma en que los paganos con- Alrededor de las nueve, cuando desperté, ya era una
versos colocan la cruz en un lugar antiguamente profa- orgía: los mercados son las orgías de la mañana y Jeaii
no. También comieiiza a desarrollar sus formas Paul liabría dicho que el hambre introduce el día así
canónicas. La imagen más usual es la famosa del como el amor lo coiicluye. Las monedas se introducía11
orador. Pero tal vez otra sea más conmovedora y sincopáiidolo y las muchachas jóvenes con bolsas de
cercana: la de Lenin ante una mesa, agachado sobre un compras comenzaban a empujarse, invitando -tur-
ejemplar del 'Travda". Parece totalmente entregado a gentes por todas partes -a disfrutar sus rcxlondeces.
un períodico efímero en la tensión dialéctica de su ser: Pero apenas estuve vestido en la planta baja y quise pi-
la mirada dirigida ciertamente a la distancia, pero la sar el escenario, el esplendor y la frescura habían desa-
infatigable preocupacióii del corazón dedicada al parecido. Comprendí que todas las ofrendas de la ma-
momento presente. Iiana deben recibirse en las alturas como la salida dcl
sol. ¿Y no era uiia aurora mercantil acaso la que recién
todavía hacía brillar este empedrado suavemente cua-
driculado? Aliora estaba enterrada bajo papel y deslic-
clios. En vez de daiiu y música sólo trueque y nego-
WEIMAR cios. No hay nada que pueda pasar tan irrecuperable-
irieiite como uiia maíinna.

Eii las ciudades pequeñas de Alemania no es posible


imaginarse las liabitaciones sin alféizar eii las ventanas. En el archivo de Goetlie y Scliiller las escaleras, los
Pero pocas veces los he visto tan anchos como los del salones, las vitrinas y las bibliotecas soii blancos. El ojo
"Elefant"** en la plaza del mercado de Weimar, donde no eiicueiitra uiia sola pulgada donde pueda descaii-
convertían la habitación en un palco desde el que pude sar. Los maiiuscritos yacen como enfermos eii liospita-
ver un ballet tal, que ni siquiera podían brindárselo a les. Pero cuaiito más tiempo uiio se expone a esta luz
Ludovico Segundo los escenarios de los castillos de mustia, tanto más se cree reconocer un seiitido incon-
cieiite en el foiido de esta distribución. Así como estar
en cama por un tiempo prolongado vuelve los rostros
* Armería del Kremlin de Moscú [N. de la T.] ásperos y cluietos y los convierte en espejo de emocio-
" Hotel más tradicional d e la ciudad de Weimar [N. de la T.] nes que uii cuerpo sano expresa en decisiones, en miles
de formas de escoger, de dar órdenes, en resumen, así íntegra, la gracia irrepetible, el bien más maduro de es-
como el reposo convierte a la persona entera en mími- tas últimas décadas en las que también el rico todavía
ca, estas hojas no se encuentran en vano como enfer- teiúa que sentir el rigor de la vida en su propio cuerpo.
mos en sus estantes. No nos gusta pensar que todo lo Aquí el anciano descansaba en las noclies terribles en
que hoy se nos presenta confiable y sólido en innume- compañía de la preocupación, la culpa, la necesidad,
rables libros como las "obras" de Goethe consistió una antes de que el amanecer diabólico del confort burgués
vez sólo en esta letra única, frágil y tampoco que lo que se asomara por la ventana. Todavía estamos a la espera
brotó de esta letra no puede haber sido otra cosa que lo de una filología que descubra a iiuestros ojos este en-
austero y maduro que emana d e los convalecientes o torno próximo y determinante, la verdadera arqueolo-
de los moribuiidos para las pocas personas que se ha- gía del poeta. Esta habitación era la cella de la pequeña
llan cerca de ellos. ¿Pero no estaban en crisis también co~istrucciónque Goethe había dedicado exclusiva-
estas hojas? ¿No las recorría un escalofrío, del que iia- mente a dos cosas: al sueño y al trabajo. No se puede
die sabía si se fundaba en el advenimiento de la des- llegar a apreciar cuánto significó la vecindad entre el
trucción o de la fama póstuma? ¿Y no son ellas la sole- pequeííísimo dormitorio y esta habitación de trabajo
dad de la poesía? ¿Y también el lecho sobre el cual hizo tan aislada como un cuarto d e dormir. Sólo el umbral,
la poesía su examen d e conciencia? ¿No existen algu- como un cscalóii, lo separaba d e la cama entronizada
iias de entre sus hojas cuyo texto innombrable sólo nos mientras trabajaba. Y si dormía, lo esperaba al lado su
llega como mirada o exlialación desde los rasgos mu- obra para separarlo todas las noches de los muertos.
dos y estremecidos? Quien p u d e entrar a este cuarto Dor obra de una ca-
sualidad feliz reconoce en la disposición de las cuatro
liabitaciones en las que Goethe dormía, leía, dictaba y
escribía las fuerzas que liacíaii que un mundo le coii-
testara cuaiido tocaba lo más íntimo. Eii cambio noso-
Se sabe cuán sencilla era la liabitación en que traba- tros tenemos que lograr que resuene un mundo para
jaba Goctlie. Es baja, no está alfombrada, no tiene ven- hacer sonar uii débil tono sostenido de su interior.
tanas dobles. Los muebles no son demasiado imponen-
tes. No le hubiera costado tener una habitación mejor.
Ya entonces existían los silloiies de cuero y los almolia-
dones. Este ambiente no se adelanta en nada a su épo-
ca. Uiia voluntad refrenó las figuras y las formas; liada
de lo que allí había debía avergonzarse de la luz de ve-
la con la cual el hombre viejo en bata de dormir, los Eii el sueíío -ya hace ahora tres o cuatro días que lo
brazos extendidos sobre una almohada desteñida,se soíié y no me abandona -me encontraba frente a una
sentaba a la noche a estudiar frente a la mesa central. carretera en un crepúsculo oscuro. La carretera estaba
Pensar que el sileiicio d e esas horas hoy sólo puede rodeada de árboles altos a ambos lados y limitada ade-
volver a encontrarse en las noclies. Pero si se lo pudie- más a la derecha por un muro que se erguía alto. Mien-
ra escuchar se podría rescatar la conducta, decidida e tras yo estaba parado al comienzo de la calle en un
grupo cuyo número y sexo no recuerdo (sólo que se más acabado es el de seguir el curso d e un no cami-
nando lentamente, entonces aquí el ocio más perfecto,
trataba d e más d e uno), la esfera solar apareció blanca
como la niebla y sin brillo entre los árboles, borrosa, ca- es decir, la libertad más dichosa, conduce al libro y se
sumerge en él. Porque liace siglos que la hiedra d e ho-
si tapada por las copas, sin que aclarara visiblemente.
Como un relámpago comencé a correr, solo, a lo largo jas eruditas se prendió d e los muelles lisos del Sena:
d e la carretera, para poder participar de la vista sin Pans es un gran salón de biblioteca atravesado por el
no.
obstáculos; entonces, el sol desapareció d e pronto sin
bajar iii ocultarse detrás de las nubes, sino más bien co-
mo si se lo hubiera apagado o quitado. De momento No hay monumento alguno en esta ciudad que no
liaya servido d e inspiración a una obra maestra de la
fue noclie negra; comenzó a caer con gran fuerza una
lluvia que embarraba totalmente la calle a mis pies. poesía. Notre Dame -pensamos en la novela d e Víctor
Mientras tanto, yo iba caminando ,inseiisible, hacia Hugo. La Torre Eiffel - Les Mariés de la Tour Eiffel
d e Cocteau, con el La prike sur la tour Eiffel de Gi-
adelante. De pronto, blanco, un lugar se iluminó en el
cielo, no se trataba ni de la luz del sol ni d e un rayo - raudoux ya llegamos a las vertiginosas alturas de la li-
era "luz sueca", como sabía -y a sólo un paso d e mí teratura más moderna. La Opera: con la famosa novela
policial d e Leroux Le Fantome de 1'Opéra llegamos al
estaba el mar, hacia el cual conducía directamente la
calle. Eiitoiices regresé triunfante por la misma calle, sótano de esta construcción y a su vez al de la literatu-
en la misma tormenta y en la misma oscuridad, dicho- ra. El Arco de Triunfo se extiende alrededor de la tierra
so por la claridad que ahora sí había recobrado y por la coii Le Tombeau sous 1'Arc d e Triomphe de Raynal.
oportuna advertencia ante el peligro. Esta ciudad se iiiscribió en forma tan indeleble en la li-
teratura porque en ella misma actúa uii espíritu afín a
%fié con una rebelión escolar. Stemheim cumplía al- los libros. ¿No fue ella quien proyectó desde liace tiem-
gún rol importante eii ella y después escribía una rese- po, cual U]; iiovelista vcrsado, los cnutivaiites argu-
ña al respecto. En su escrito aparecía textualmente la mentos de su construcción? Ahí están las anchas aveni-
frase: Cuando se pasaron por primera vez por el ceda- das militares, cuya función era antiguamente asegurar-
zo los peiisamientos de los jóvenes se encontraron no- les a las tropas el acceso a París desde Porte Maillot,
vias turgentes y bro~~~nings. Porte d e Vinceiuies, Porte de Versailles. Y un día, de la
noche a la mañana, París tuvo las mejores autopistas
d e todas las ciudades de Europa. Está, por ejemplo, la
Torre Eiffel-uii mero monumento d e la técnica al aire
PARIS, LA CIUDAD EN EL ESPEJO libre coiistruido con espíritu deportivo -y un día, de
Declaraciones de amor de poetas y artistas a la la noche a la maíiaiia, una estación d e radio europea. Y
"capital del mundo" los inmeiisos espacios vacíos: ¿no son liojas festivas, 1á-
rriiiias en los tomos de la historia universal? En núme-
ros rojos brilla el año 1789 en la Place de Greves. Rode-
No existe ninguna ciudad que este más íntimamente
ado por teclios angulosos en esa Place des Vosges,
ligada a los libros que París. Si Giraudoux tiene razón
donde halló la muerte: Enrique 11. Con rasgos borro-
cuando dice q u e el sentimiento d e libertad humano
sos, una letra indescifrable en aquella Place Maubert, idea de lo que puede esperar quien se acerque a esta li-
antiguamente el acceso al París tenebroso. En la i~ite- teratura o tan sólo intente estudiar las cien hojas reuni-
racción de ciudad y libro existe una entre estas plazas das bajo el titulo 'Tans" que contiene el catálogo de la
que se introdujo en las bibliotecas: las famosas edicio- Biblioteca Imperial. Pero ese catálogo ya fue concluido
nes de Didot del siglo pasado llevan como marca de eii el alio 1867. Se equivoca quien espera encontrar aquí
imprenta la Place du Pantliéon. solamente bibliografía científica, material de archivo,
topográfico o liistónco. Una gran parte de esta masa de
Cuando el espectro literario de la ciudad es deplega- libros son declaraciones de amor a la "capital del mun-
do por el acabado intelecto prismático, vemos que 10s do". Y no es liada nuevo el hecho de que estas declara-
libros se vuelven más extraños cuanto más nos despla- ciones, por lo general, pertenezcaii a extranjeros. Casi
zamos del centro hacia los bordes. Hay un saber ultra- siempre los galanes apasionados de esta ciudad vinie-
violeta y uno ultrarrojo alrededor de esta ciudad y nin- ron de afuera. Y su cadena se extiende alrededor de to-
guno de los dos se deja atrapar en forma de libro: son la do el planeta. Está, por ejemplo, Nguyen-Troiig-Hicp,
fotografía y el plano de la ciudad - e l saber más exacto quien publicó en 1897 en Hanoi su poesía de alabanza a
acerca del detalle y del todo. Tenemos las más bellas la capital haiicesa. Está también, para nombrar sólo la
pruebas de estos bordes exteriios del campo visual. más reciente, la princesa rumana Bibesco, cuya delicio-
Quieii en una esquina de una ciudad extraña y coii mal sa "Catlieriiie-Paris" se evade de los castillos de Galicia,
tiempo tuvo que desplegar alguna vez uno de los :;Tan- de la alta aristocracia polaca, de su esposo, el conde Le-
des plaiios de papel que se hinchan como velas con ca- opolski, para reconquistar la patria de su elección. En
da ráfaga de viento, se rasgaii en todas las esquinas y se realidad en el caso de este Leopolski se trata del prínci-
coiivierten pronto eii sólo un montoncito de hojas SU- pe Adam Cliartoryski. Y eii Polonia el libro no fue muy
cias con que uno se atormenta, se entera de lo que pue- bieii acogido... Pcro no todos sus admiradores deposita-
de llegar ñ ser uii piano de ciudad estudiando el plano ron su homenaje a los pies de la ciudad eii forma de no-
Taride. Y también se entera de qué es la ciudad. Porque vela o de poesía: Recientemeiite, Mario von Bucovicli le
hay barrios enteros que revelan su secreto en los iiom- dio a su admiración una expresión bella y fidedigna a
bres de sus calles. En la gran plaza delante de la Gare través de la fotografía y Morand le confirmó el derecho
St. Lazarc uno está rodeado por media Francia y por a sentir este amor en un prefacio a su álbum.
media Europa. Nombres como Havre, Anjou, Proveii-
ce, Rouen, Lolidres, Amsterdam, Coiistaiitiiiopla se ex- La ciudad se refleja en miles de ojos, en miles de ob-
tienden por las calles grises como cintas de seda mati- jetivos. Porque no solamente el cielo y el ambiente, no
zadas de gris. Ese es el así llamado barrio Europe. Así sólo las propagandas lumiiiosas en los bulevares noc-
se pueden recorrer parte por parte las calles sobre el turnos hicieron de París la 'Yille LumiPre". París es la
mapa, también lógicamente se puede ver la ciudad "ca- ciudad-espejo: liso como un espejo el asfalto de sus ca-
lle por calle, casa por casa" en esta enorme guí? . i la lles. Vidrieras delante de todos los bistrós: aquí las mu-
que a mediados del siglo diecinueve Lefeuve, e! rusto- jeres se ven más que en otras partes. De estos espejos
riador de la corte d e Napoleón III, reuiiió todos '3s da- salió la belleza d e la mujer parisina. Antes de que la
tos dignos de saberse. Ya en su título la obra a una
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vea el Iiombre, ya la juzgaron diez espeps. También al
hombre lo envuelve un exceso d e espejos, especial- lavieras la alimentan siguiendo su horario, exhala
mente en el café (para q;:e parezca más claro por den- o. de aceite, de orina y de tinta d e impresión que
tro y para darle una agradable amplitud a todos los ín- vierr, '-1 sarro que se le pega a los maxilares impe-
fimos recintos y pequeños establos en que se dividen tuoso&, Gos d e diario, baños y puestos de mariscos.
los bares de Pan's). Los espejos son el elemento espiri- Los habim, I del puerto parecen un cultivo de baci-
tual de esta ciudad, su escudo, en el que todavía se ins- los; changa&, prostitutas, productos de la podre
criben los emblemas d e todas las escuelas literarias. dumbre que senc %hombres. Pero el paladar es rosa-
Así como los espejos devuelven todos los reflejos de do. Aquí el rosado es el color d e la deshonra, d e la mi-
inmediato pero invertidos en su simetría, pasa lo mis- seria. De rosa se visten los jorobados y las mendigas. Y
mo con la técnica de la oratoria de las comedias d e Ma- a las mujeres desteñidas d e la rue Boutcne el único
rivaux: así como a un E-lugo o a un Vigny les gustaba atuendo les da ese único color: llevan camisas rosadas.
atrapar ambientes y darles a sus relatos uii "trasfondo
histórico", los espejos traen el exterior animado, la ca- "Les bricks" es el barrio d e las prostitutas cuyo nom-
lle, hacia el interior del café. bre proviene d e las lanchas que están amarradas a
Los espejos que cuelgan opacos y descuidados en las cien pasos de allí en el muelle del puerto viejo. Un iii-
tabernas son el símbolo del naturalismo de Zola; refle- veiitario infinito d e escalones, arcos, puentes, balco-
jándose unos a otros e? una lulera interminable son un nes y sótanos que parece estar esperando todavía que
equivalente del infii-i io recuerdo del recuerdo en el se le encuentre una aplicación acorde, un uso adecua-
que se convirtió la vida d e Marcel Proust bajo su pro- do. Aunque en realidad lo tiene. Porque este depósito
c
pia pluma. Aquella reciente colección de fotos "París" de callejuclas gastadas es el barrio d e las prostitutas.
cierra con la imagen del Sena. Él es el gran espejo siem- Las líiicas que dividen el terrei~oen forma tajante y :[
:!
pre despierto d e París. Día a día, la ciudad tira sus perpendicular como si se tratara d e colonias africaiias
construcciones sólidas y sus sueiios d e nubes como son in\ isibles. Las prostitiitas estái; ubicadas estraté-
imágenes a este río. Él acepta las ofrendas condescen- gicame~~tc, dispuestas a cercar a los indecisos a la me-
dientemente y en sena1 d e benevolencia las quiebra en nor insinuación, a pasarse a los reacios d e una vereda
mil pedazos. a la otra como a una pelota. Lo menos que perderá el
involucrado e11 cste juego será su sombrero. ¿Ya ha-
brá logrado alguno penetrar tan profundamente en
este basural d e casas como para llegar a lo más ínti-
mo, al ginccco, a la Iiabitación donde, colocado sobre
Lci me.. m
i slmnrp ~d'esp'ririiceonlnl~k estaiitcs o colgado d c pcrchcros, se exhibe el botín de
André Breton los emblemas de la masculinidad: sombreros d e paja,
sombreros hongo, sombreros de cazadores, borsalinos
Marsella -Dc?iitadu: ,ii,:ri;id y cariada de lobo mari- y gorros de jockey? A través dc? tabernas la vista en-
no, a la que el agua c ~ l a d ale chorrea entre los dientes. cuentra el mar. La calle se extiende a resguardo del
Y cuando su garganta se apodera de los cuerpos ne- puerto flanqueada por una hilera d e casas irreproclia-
gros y morenos d e 1c s proletarios con que las compañí- bles que parecen ubicadas por una mano pudorosa.
Pero en esta mano pudorosa y mojada brilla, un gran 11 de acero del funicular es la alhaja en cuyas ventanas
anillo en el dedo áspero d e la mujer de un pescador, redondas se refleja el mundo. Un fuerte abandonado
el viejo Hotel d e Ville. Hace doscientos años había es su sagrado banquito apoyapies y su cuello está ro-
aquí casas patricias. Sus ninfas d e peclio alto, sus ca- deado por un óvalo d e coronas votivas de cera y d e
bezas de medusas cubiertas de serpientes recién aho- , vidrio que parecen perfiles eii relieve d e sus aiitepa-
ra se han convertido en esczdos de gremios y corpo- , sados. Cadenas d e barcos a vapor y d e veleros for-
raciones que se distinguen nítidamente sobre los co- man los aretes y desde los labios en sombra d e la
rroídos marcos de las puertas. A menos que se hayan ,, cripta surge una cadena d e perlas color rubí y dora-
colgado carteles delante, como la partera Bianchamori do, de la que cuelgan las bandadas de peregrinos co-
colgó el suyo en el que, apoyada contra una columna, mo moscas.
desafía a todas las prostitutas del barrio, sefialando
indiferente a un niño robusto que está saliendo d e Catedral. La catedral está en la plaza con más so! y
una cáscara de huevo. menos frecuentada. Aquí todo está desierto a pesar
de que eii el sur, a sus pies, se encuentra La Joliette, el
Ruidos. Arriba en las calles desiertas del barrio por- puerto y, pegado al iiorte, el barrio proletario. Eiitre el
tuario están tan juiitcs y tan sueltos como las maripo- muelle y los depósitos está la coiistrucción insípida
sas en canteros cálidos. Cada paco ahuyenta una can- como lugar de traiisbordo para mercaderías intaiigi-
ción, una pelea, el chasquido d e ropa secándose, el blcs, impeiietrables. Se tardó cuarenta años en termi-
golpeteo d e tablas, el lloriqueo d e un bebé, el tintineo liar de coiistruiria. Pero cuando eii 1893 la obra estu- '5:
d e baldes. Pero es iiecesario estar solo y erraiite en es- C
I
vo concluída, el tiempo y el lugar se habían confabu-
te lugar para poder perseguir estos sonidos con la red lado exitosameiitc eii este moiiumeiito contra los ar- :f
;:!
d e cazar mariposas cuaiido, tambaleantes, se disuel- quitectos y contra cl director de obra y los abundan-
ven revoloteando en e! si!enci~.Porque en estos rin- tes foiidos de! :!pro se liabí~nco?ivertido cii uiia mor-
coiies abandonados todos los sonidos y las cosas tie- me estación de treiies que iiurica pudo ser habilitada. .+m

iien su silencio propio, así como a la tarde en las altu- En la facliada se recoiiocen las salas de espera del iii- !
ras existe el sileiicio d e los gallos, el silencio del ha- terior, en las que viajeros de la a 4a clase (pero ante
cha, el silencio de los grillos. Pero la caza es prligrosa Dios son todos iguales) cstán rodeados por sus pose-
y finalmente el perseguidor se desploma, cuando una sioiies espirituales como por valijas, leyendo libros de
piedra de afilar, como un enorme avispón, lo atravie- cáiiticos que con sus coiicordancias y correspoiideii-
sa con su aguijón silbante desde atrás. cias se parecen muclio a las guías iiiternacioiialcs d e
ferrocarriles. Hay extractos del reglamciito de tráiisito
Notre Daine de la Garde. El monte, desde el cual mira ferroviario colgados como cartas pastorales en las pa-
hacia abajo, es el manto d e estrellas de la Virgen en el redes, se miran las tarifas para ccnseguir rebaja
que se apoyan las casas d e la Cité Cliabas. De noche, viajes especiales en el tren de lujo del demonio
los faroles forman coiistelaciones que todavía no tie- a disposición gabinetes como confesionarios donde ,E
nen nombre en su interior aterciopelado. El monte tie- quien viene de lejos puede lavarse
ne un cierre relámpago: la cabina abap junto a la vía ta es la estación religiosa d e treiies d e Marsella. A la

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FI L,~-",.CIA
hora de la misa salen de aquí vagones dormitorio ha- mercio, el papel, no tiene nada que hacer en el elemen-
cia la eternidad. to deseiifreiiado, en la rompieiite d e labios espumosos
que siempre vuelve a subir contra los escalones moja-
La luz de verdulerías que se ve en los cuadros d e dos. Pero del oho lado, junto al otro atracadero, se ex-
Monticelli proviene de las calles interiores d e su ciu- tiende la cordillera de "couuenirs", el más ailá mineral
dad, de los barrios monótonos de los nativos que co- d e los caracoles. Fuerzas sísmicas amontonaron esta
nocen la tristeza d e Marsella. Porque la infancia es masa d e hialita, cal de caracoles y esmalte en la que se
quien descubre los maiiaiitiales de la melancolía y pa- juntan los tintero=, los barcos a vapor, las anclas, las
ra conocer la tristeza de estas ciudades de brillo tan columnas d e mercurio y las sirenas. La presión de mil
glorioso hay que haber sido niiio en ellas. Al viajero, atmósferas bajo la cual se apiiia, se empina y se apila
las casas grises del Boulevard de Longchamps, las re- aquí este mundo de imágenes es la misma fuerza que
jas en las ventanas del Cours Puget y los árboles d e la después de un largo viaje se comprueba en las duras
Allée de Meillian no le revelarán nada, si no lo lleva manos de los navegantes sobre los muslos y los pe-
una casualidad a la cámara funeraria de la ciudad, al chos de mujer y la voluptuosidad que expulsa los co-
Passage de Lorette, el patio estreclio donde la presen- ramiies de terciopelo azul o rojo del mundo de piedra
cia somnolienta d e algunas mujeres y hombres redu- sobre las cajitas con caracoles para mecharlos con bro-
ce el mundo entero a una sola tarde de domingo. Una clies o prendedores es la misma que conmociona estas
inmobiliaria esculpió su nombre en la entrada. ¿No calles el día de pago.
reproduce exactamente este interior al misterioso bar-
co blanco amarrado en el puerto - e 1 "Nautique" que Muros. Es de admirar la disciplina a la que están so- ,E
iio zarpa nurica y, en cambio, alimeiita día a día a ex- metidos eii esta ciudad. Los mejores, eii el centro, if
i,J
tranjeros, dándoles comidas demasiado limpias e iiisí- usan librea y está11 al servicio d e la clase dominante.
pidas eií s ~ mesas
s blaiicas? Estáii cubiertos de guardas cliilloiias y se lian vendi-
do muchos cieiitos de veces en toda su exteiisión al _?

Puestos de ostras y mariscos. Líquido insondable que anís más nuevo, a las "Dames de France", al "Clioco- 3'
fluye como una efusión sucia purificando sucias vigas, lat Menier" o a Dolores del Rio. Eii los barrios más i'l
deslizándose desde el estante más alto sobre una mon- pobres se movilizan políticamente y colocan sus gran-
taña verrugosa de mariscos rosados, entre muslos y des letras coloradas ante astilleros y arsenales como
vientres d e budas barnizados, pasando por cúpulas precursores de guardias rojas.
amarillas de limones, brotando a borbotones a través
del terreno pantanoso de los berros y por el bosque de El venido a inenos que vende sus libros en la esquina
banderitas de Francia para rociar finalmente nuestra de la Rue de la République y del Vieux Port después
garganta como el mejor sabor del aiiimal contrayéndo- del anochecer moviliza los malos iiistintos de los tran-
se. Oirrsins de I'Estaqiie, yorf~igaises,rnarelriiries, clovisses, seúntes. Los cosquillea la idea d e aprovecliarse de
Motiles ~riuriniiress e cuelan, se agrupan, se cuentan, tanta miseria fresca. Y más allá del cuadro de la catás-
se abren, se descartan, se preparan, se saborean coiic- trofe que nos presenta, sienten el deseo de averiguar
tantemente. Y el lento y estúpido intermediario del co- algo más acerca d e esta desgracia tan anónima.
Porque ¿a qué punto tiene que haber llegado una per- Minotcrie de la Campagne, Bar du Gaz, Bar Facultatif
sona que esparce sobre el asfalto los libros que le que- -y por eiicima de todo, el polvo, que aquí se compo-
dan, esperando que a alguien que pasa tarde por aquí ne de sales marinas, cal y mica y cuya amargura dura
lo invadan las aiisias de lectura? ¿Ono son así las co- más tiempo eii la boca de aquel que intentó desafiar a
sas? ¿Hace guardia aquí una pobre alma que nos su- la ciudad que el reflejo del sol y del mar en los ojos de
plica, muda, que recojamos el tesoro entre el montón sus admiradores.
de escombros? Nosotros pasamos apurados. Pero en
todas las esquiiias nos sorprenderemos de nuevo,
porque el vendedor sureño siempre lleva puesto el
abrigo del mendigo de tal manera que el destino nos
SAN GIMIGNANO
mira desde allí coii sus mil ojos. Qué lejos estamos de
la dignidad triste d e nuestros pobres, de los mutila-
dos de guerra de la luclia por la competencia, que lle-
A la memoria de Hugo von Hofmannsthal
van colgados cordones y latas con pomada para cal-
zado como si fueran coridecoraciones y medallas.
Qué difícil puede llegar a ser encontrar palabras
para lo que sc tieiie ante la vista. Pero cuaiido fiiial-
Suburbios. A medida que nos alejamos del centro, el
mente se eiicueiitraii, golpean coiitra lo real con pe-
ambiente se vuelve cada vez más político. Se llega a
queños martillos liasta que repujan la imageii como si
los diques secos, a los puertos interiores, los depósi-
la realidad fuera una plaiicliuela d e cobre. "A la no-
tos, los cuarteles d e la pobreza, los desperdigados asi-
clie las mujeres se reúiieii en la fuente aiite la puerta
los de la miseria: los márgenes d e la ciudad. En los
de la ciudad para buscar agua en grandes cántaros"
márgenes d e la ciudad se dan circunstaiicias extraor-
-recién cuando encontré estas palabras surgió el
~inarias,ellos soii el terreno eii el que se iibra ininte-
cuadro con elevacioiies duras y sombras profundas
rrumpidamente la gran batalla decisiva entre la ciu-
de entre las viveiicias que me habíaii deslumbrado.
dad y el campo. En iiiiiguna parte es más encarnizada
¿Qué sabía yo antes d e los prados blaiico cliispeaiite
que entre Marsella y el paisaje provenzal. Es la lucha
que montan guardia a la tarde con sus pcqueiias Ila-
cuerpo a cuerpo de postes de telégrafo contra agaves,
del alambre d e púa coiitra las palmeras con espinas, mas aiite el muro d e la ciudad? qué estrechez de-
bían arreglárselas antes las trece torres y con qué cir-
de los vapores de corredores malolientes contra la os-
curidad húmeda d e los plátanos en campos calurosos, curispeccióii ocupó cada una su sitio desde entonces.
Y entre ellas todavía quedaba mucho espacio.
d e escalinatas breves contra laderas imponentes. La
larga Rue de Lyon es el corredor d e pólvora que Mar- Si se viene d e lejos, la ciudad parece haber entrado
sella excavó hacia el paisaje para liacerlo estallar eii al paisaje de proiito, imperceptiblemente, como a tra-
Saint-Lazare, Saint-Antoine, Areiic, Septemes y cu- vés d e uiia puerta. No parece que uno pudiera llegar
brirlo con esquirlas d e granada d e todos los idiomas y a acercársele jamás. Pero una vez que esto se logra,
todas las empresas. Alimentation Moderne, Rue de uno cae en su regazo y no puede encontrarse a sí mis-
Jamaique, Comptoir d e la Limite, Savon Abat-Jour, mo entre tanto canto d e grillos y griterío d e niiios.
Cómo se contrajeron sus muros cada vez más a lo deben haber poseído el arte d e llevar esta piedra con
largo de los siglos; casi todas las casas tienen la huella ellos como un talismán para que diera un vuelco afor-
d e arcos amplios sobre la puerta estrecha. Las abertu- tunadoa sus horas.
ras en las que ahora se agitan lienzos sucios como Miro desde el muro de la ciudad. El paisaje no se
protección contra los insectos eran portales d e bronce. pavonea con construcciones y poblados. Hay mucho
En los muros quedaron abandonados restos del anti- que ver, pero todo está preservado y en sombra. Las
guo ornamento d e piedra, lo que les dio una aparien- granjas, cuyo principal constructor fue la iiecesidad,
cia heráldica. Al entrar por la Porta Can Giovanni se son más distinguidas que cualquier residencia en las
tiene la sensación de estar en un patio, iio en la calle. profundidades del parque, no sólo en su contorno, si-
Hasta las plazas son patios y en todas uno se siente no en cada tono de ladrillo y en cada ventana. Pero el
cobijado. Lo que se encuentra tan a menudo en las muro en el que me recuesto comparte su secreto con
ciudades sureñas no es en ninguna parte tan evidente el olivo cuya copa se abre al cielo como una corona
como aquí: el hombre debe hacer un gran esfuerzo dura y quebradiza con mil claros de luz.
para recordar qué es lo que necesita para lllvir, a tal
punto la línea de arcos y almenas, la sombra y el vue-
lo de palomas y cuervos le hacen olvidar sus necesi-
dades. Le es difícil escapar a este presente exagerado,
tener preseiite la noche cuando es de mañana y el día COMER
cuando es de noclie.
Donde uno puede estar parado, también puede
sentarse. No sólo los iiiños sino también las mujeres Higos frescos
tienen su lugar en el umbral, muy ccrca del suelo, d e
sus costumbres y tal vez d e sus dioses. La silla deIaii- Quien siempre comió coii rnoderacióc i:ui?ca exi;"?r:-
te de la puerta d e calle ya es uii símbolo d e iiinova- mentó lo que es uiia comida, iiunca sufrió una comida.
ción urbana. Sólo los hombres haceii uso, fiiialmeiite, Así a lo sumo se conoce el placer de comer pero no la
de las sillas simples de los cafés. voracidad, el desvío desde la llana avenida dcl apetito
La salida del sol o de la luna nunca estuvo cn mi liacia la selva dc la gula. Porque cn la gula se juiitan
ventaiia d e esta manera. Cuando me acuesto en mi ambas cosas: la desmesura del deseo y la uniformidad
cama, de noclie o a la tarde, iio hay más que cielo. Por de aquello coii que sc lo sacia. Comer desaforadamente
lo general comienzo a despertarme poco antes de la es ante todo: comer cualquier cosa, sin distinción. No
salida del sol. Entonces me quedo esperaiido a ver có- caben dudas dc quc se penetra con mayor profuiidi-
mo sube detrás d e la moiitaña. Ahí se da ese primer dad en lo deglutido que mediante el placer. Eso sucede
momento fugaz en el que no es más graiide que uiia cuando se muerde la mortadela como si fuera uii sand-
piedra, una piedrita incandescente sobre la cima de la wich, cuando uno se hunde en el nielóii como en una
montaña. Nadie aplicó todavía al sol lo que Goethe almohada, lame caviar del papcl crujiente y simple-
decía de la luna: "Tu borde sube brillaiido cual estre- mente olvida todas las dem6s cosas comestibles en pre-
lla". Pero él no es estrella sino piedra. Los ai-itiguos sencia de una horma de queso holandés. ¿Cuándo ex-
perirnenté esto por primera vez? Fue ante una decisión creciente, insípida, ilimitada, verdosa, que ya no coiio-
sumamente difícil. Tenía una carta que podía despa- ce otra cosa que el movirnieiito desmechado y fibroso
char o destruir. Hacía dos días que la llevaba conmigo, de la pulpa abierta, la traiisformación total del placer
pero desde algunas horas atrás ya no pensaba en eila. eii costumbre, de la costumbre en vicio. Subía en m' el
Porque había subido hasta Secondigliano en el ruidoso odio hacia estos higos, tenía apuro por liquidarlos, por
tren de trocha angosta a través del paisaje carcomido liberarme, por acabar con todo esto que rebosaba y es-
por el sol. El pueblo se extendía, solemne, en el sileiicio tallaba; comí para aniquilarlo. El mordisco había recu-
cotidiano. La única huella del domingo disipado eran perado su voluntad original. Cuando arranqué el últi-
las varillas eii las que habían oiideado aros luminosos mo higo del fondo de mi bolsillo, llevaba pegada la
y se liabían eiiceiidido fuegos artificiales. Aliora esta- carta. Su destino estaba sellado, también ella debía ser
ban allí, desnudas. Algunas tenían un cartel a media víctima de la gran depuración; la tomé y la partí en mil
altura con la figura de un santo de Nápoles o d e un pedazos.
animal. Las mujeres estaban seiitadas en los graneros
abiertos, seleccionando maíz. Yo recorría mi camino,
aturdido, arrastrando los pasos, cuando vi un carro Café créme
con higos en la sombra. Fue ociosidad el acercarme,
derroche el comprarme media libra por unos pocos sol- Quien se haga traer el desayuno a la liabitacióii de su
di. La mujer pesaba con generosidad. Pero una vez que liotel de París eii bandeja de plata, guarnecido de boli-
los frutos negros, azules, verdosos, violetas y marrones tas de manteca y mermelada, no sabrá liada de él. Al
estuvieron eii la bandeja de la balanza de mano, suce- desayuiio liay que tomarlo en el bistró, donde el pefif
dió que no tenía papel para eiivolverlos. Las amas de rigeiiner es él mismo un espejo cóncavo entre espejos,
casa de Secoiidigliano traen sus propios recipientes y que refleja la imagen más reducida de esta ciudad. En
la n i ~ j e no
r estaba pieparada para atender a un trota- iúiiguna comida ¡os ritírioc son tan diferentes, desde el
mundos. Pero yo me avergonzaba de dejar los frutos li- gesto mecáiuco del empleado que se traga su vaso de
brados a su suerte. Y así sucedió que me fui con lugos il'
café con leclie en el mostrador hasta el placer coiit'em- '1
en los bolsillos del pantalón y del saco, con higos en plativo con que un viajero vacía lentamente su taza en
ambas manos extendidas, con higos en la boca. En ese el intervalo entre dos trenes. Y tú mismo tal vez te sien-
momento ya no podía parar de comer, tenía que inten- tes a su lado, a la misma mesa, en el mismo banco y sin
tar librarme tan rápidamente como me fuera posible embargo estás lejos y solo. Sacrificas tu ayuno matinal
de la masa de frutos redondos que me había invadido. para tomar o comer algo. Y juiito coii el café tomas
Pero ya no era comer, sino más bien darme un baño, quién sabe cuántas cosas: tomas toda la maiíana, la ma-
tan penetrante se introducía el aroma resinoso en mis ñana de este día y a veces también la mañana perdida
cosas, se pegaba a mis manos, viciaba el aire que yo de la vida. Si de niño te hubieras sentado a esta mesa,
atravesaba con mi carga. Ydespués llegó la cumbre del cuántos bar: )S hubieran cruzado el Mar Glacial de la
sabor, desde la cual; una vez vencida la saciedad y la losa de mármsl. Habrías sabido cómo es el mar de Már-
repugnancia, últimos obstáculos, se abre una vista ha- mara. Mirando uii iceberg o un velero liabrías tomado
cia un insospechado paisaje del paladar: una avidez un trago para papá y otro para el tío y otro para tu her-
mano hasta el borde grueso de tu taza, precordilltm an- lo iba a aumentar mi rechazo. A esto se sumó una pre-
cha sobre la que reposaban los labios, la nata se liubiera disposición n e ~ o s creciente,
a totalmente distinta del
a m d o flotando. Qué debil se ha vuelto tu asco. Qué hambre; ningún lugar me par& resguardado, ningu-
higiénico y rápido es todo ahora: bebes; no mojas el pan na comida suficientemerite pura. Yo no pretendía que
en el café, no lo desmigas. Dormido tomas la rnaddaine se me pusieran delante kntasmagorías de las exquisite-
de la panera, la quiebras y ni siquiera te das cuenta ces más selectas, c a e r , langostinos, cenhiscos, no, lo
cuán triste te pone no poder partirla. más sencillo, lo más simple me hubiera parecido sufi-
cientemente puro. Sentía que aquí tenía la posibilidad
única de enviar a mis sentidos, que iban en jauría como
Falerfzoy bacalao p m s , a los pliegues y quebradas de los platos crudos
más simples, del melón, del vino, de los diez tipos de
El ayuno es la iniciación en muclios secretos, princi- panes, d e las nueces, para presentarles un aroma que
palmente en el secreto de comer. Dicen que el hambre nunca habían percibido- Así se habían hecho las cinco
es el mejor cocinero*, pero el rey de los cocineros es el cuando me encontré en un terreno empedrado, amplio,
ayuno. Yo lo descubrí una tarde en Roma después de irregular, la Piazza Montanara. Una de las calIejuelas
haber andado de fuente en fuente y de haber subido de estrechas que desembocaban afli p a r d a marcarme el
escalera en escalera. Fue en el camino de regreso, a las rumbo con precisión. Porque a esta altura ya me queda-
cuatro, cn Trastevere, donde las calles son anchas y las ba claro que lo más inteligente era irme a mi cuarto y
casas, pobres. Había suficientes cantinas en el camino. comprar mi comida delante d e la puerta. En ese mo-
Pero yo me imaginaba un salón umbroso, pisos de már- mento me topé con el resplandor de una ventana ilumi-
mol, manteles blancos como la nieve y cubiertos de pla- nada, la primera d e esa noche. Era una hostería en la
ta, el restaurant de un gran hotel donde a esta llora con- que se habían encendidn b s !acs a n t e que en las casas
taba con la posibilidad de ser el único comensal. El I r y en los negocios. En la ventana se veía un sólo hués-
cho del no se había secado, n u b e de polvo flotaban so- ped que se levantaba para partir. Dc pronto me pareció
bre la isla del Tiber y en la otra orilla me recibió la de- que debía ocupar su lugar. Entré y me senté en un Rn-
sierta Via Areiiula. No contaba las hosterías que iba de- cón; de golpe me dio lo mismo en cuál, cu~.idohasta
jando atrás. Pero a medida que mi hambre iba en au- hacía un instante yo había sido el más delicado, el más
mento, éstas me parecían cada vez menos acogedoras o indeciso. Un joven me preguntó nada más que por la
siquiera dignas d e tenerse en cuenta. De una huía por medida; parecía sobreentenderse qué vino se tomaba.
los comensales cuyas voces llegaban hasta mí, de la otra Comencé a sentirme solo y saqué la varita mágica ne-
por la suciedad d e la cortina que se balanceaba en e; va- gra, que ya tantas veces había obrado en tomo a m' la
no de la puerta, terminé por pasar furtivo por las taber- profusión de letras con ese nombre en el centro que
nas más lejanas, tan seguro estaba de que mi mirada s(5- mezclaba ahora el perfume que enviaba a mi soledad
* Aq" Benjnmin cita un dicho alemán "El liambre es el íi c, A cori el del falerno. Y me perdí en ello -la profusióii, el
cocinero" (Der Hiriigm 1st d o beste Ko&) que equivaldría en espiñol nombre, el perfume, el vino- hasta que un mido me hi-
a "Cuando hay hambre no hay pan duroVr.[N. de la T.] zo levantar la vista. El lugar se había llenado: trabajado-
res de la zona que se encontraban aquí con sus esposas,
muclios incluso con sus hijos, para cenar fuera de su ca-
sa después del horario de trabajo. Porque también co-
mían, comían del bacalao seco que era el único plato
que había allí. Entonces vi que también había un plato
lleno en mi sitio y un escalofrío de asco me recorrió la
espalda. Luego comeilcé a observar más detenidamente
a la gente. Eran los habitantes del barrio, de característi-
cas bien definidas y estrechamente viiiculados entre sí y
como se trataba de un barrio peclueñoburgués no se ve-
ía a nadie de una clase más alta, IU hablar de extranje
ros. Así como yo estaba allí sentado, seguramente ten-
dría que Iiaber llamado la atención por mi vestimenta y
mi apariencia. Pero, cosa extraña, no me rozaba ni una
mirada. ¿No me veía nadie o les parecía que era uno de
ellos mientras me perdía cada vez más en la dulzura
del vino? Ante esta idea sentí orgullo; uiia gran dicha
me sobrecogió. Nada debía diferenciarme ya de la mul-
titud. Guardé la pluma. Al hacerlo, sentí un crujido en
el bolsillo. Era el "Impero", un penodico facista que ha-
bía comprado en el camino. Pedí otro cuarto de falerno,
abrí el periódico, me envolví totalmente en su sucio
manto alimentado con los acontecimientos del día co-
mo el de la Virgen con las estrellas nocturnas y lenta-
mente me llevé a la boca un trozo de bacalao seco des-
pués de otro, hasta saciar el lumbre.

Primero pone uiia máscara d e vapor sobre tus ras-


gos. Mucho antes que tu lengua Iiumedezca la cuclia-
ra ya lagrimean tus ojos, las ventanas d e hi nariz ya
gotean d e borscht. Mucho antes que tus entraiias agu-
cen los sentidos y cluc tu sangre se co~ivierh cin una
1

El Borscht es un típico plato NSO, se trata de una sopa de Carta postal a G. Scholcin, Capri, 7 dc julio dc 1924
verdura con carne, remo1ac:ias y h z s , bebida de bajo conteiiido de
alcoliol [N. de la T.]
ola que baña tu cuerpo junto con la espuma perfuma- teñida en la que hubieía sido vano el intento de bus-
da, tus ojos ya bebieron de la roja exuberancia de este car las manclias, porque se había ensuciado de modo
plato. Aliora están ciegos para todo lo que no sea el uniforme y parejo. "Voi cercafe la sipora. E partitu colla
borscht o su reflejo eii los ojos de la compañera de me- ~~iccola."Y tendría que volver en seguida. Pero ese fue
sa. Es la crema, piensas, lo que le da su brillo espeso a sólo el comienzo a partir del cual su voz estridente,
esta sopa. Tal vez. Pero yo la Iie comido en el invienio aguda, desembocó en un torrente de palabras seduc-
de Moscú y por eso sé de qué se trata: hay nieve en toras mientras su cabeza altiva se movía a un ritmo
ella, rojizos copos derretidos, un manjar d e nubes que que décadas atrás debía haber tenido un significado
bajó un día del cielo igual que el maná. Y cómo ablan- excitante. Habría que Iiaber sido un galanfzronío per-
da el pedazo d e carne la efusión caliente, para que en- fecto para poder reliusarse a ella y yo ni siquiera do-
tre en tí como un campo roturado del que puedes es- minaba el italiaiio. Por lo menos entendí que se trata-
cardar fácilmeiite d e raíz el yuyo de la "tristeza". Deja ba d e una invitación a participar d e su almuerzo. En
el vodka sin tomar a su lado, no comas de las pirog- ese momento vi dentro d e la casa al famélico cónyuge
gen? Entonces te enterarás del secreto de esta sopa comieiido a cucharadas de una fuente en la cocina, a
que es la única comida que tiene el don de saciar sua- la que ella se acercó para aparecer inmediatamente de
vemente, de traspasarte de a poco, donde otros platos nuevo en el umbral ante mí con un plato que me puso
te inducen a proiiunciar un "gracias" seco que te sa- delante sin parar d e parlotear. Pcro a mí me abando-
cude bruscamente todo el cuerpo. naron los últimos vestigios de mi capacidad de com-
prensión del italiano. Momentáiicamente sentí que
era demasiado tardc para irse. La mano imperativa
Pratlzo caprese d e la que tomé la cuchara de estaño me parcció en-
vuelta cii un vaho d e ajo, cliauclias, grasa de cariicro,
Esa Iiabía sido la famosa prostituta de puebio de tomates, ccbollas y accite. ¿Ustedes creerán p:obablt.-
Capri, ahora madre d e sesenta años del pequeiio Gen- mente que al tragar esto me debió haber sofocado la
naro, a quien pegaba cuando estaba ebria. Vivía cii repugnancia y que el cucrpo no habrá tenido otra ur-
una casa color ocre sobre la ladera escarpada de una gencia que la dc devolver este puré? Qué poco saben
montalia en medio d e u11 viñcdo. Yo llegué allí para ustedes d e la magia de la comida y qu6 poco sabía yo
buscar a la amiga a la que ella le había alquilado. Des- mismo hasta el momento al que me estoy refirieiido.
de allí arriba, desde Capri, tocaron las doce. No se ve- El comer esto iio fue nada, fue sólo la transición deci-
ía a nadie; el jardín estaba vacío. Volví a subir los es- siva, mínima, entre esas dos sensaciones: primero, la
calones por los que acababa d e venir. Seiití entonces d e olerlo, pero luego, la de ser agarrado, zbataiiado
la voz de la vieja pegada a mi espalda. Estaba parada totalmente, conmocionado de pies a cabeza por esta
en el umbral de la cocina en pollera y blusa, ropa des- comida, capturado, comprimido por ella como por las
manos d e esta prostituta vieja y frotado con cl jugo,
* ya no sabría decir si con el jugo de la comida o con el
Masa rellena con carne, pescado, repollo, liuevos, etc. [N. de
la T.] d e la mujer. Había cumplido con los requisitos d e la
amabilidad, pero también con el deseo d e la bruja y
subí la montaiia habiendo adquirido el scber d e Odi- des cumplir con éste, mi último deseo, serás mi yerno
seo cuando vio coiivertirsc en cerdos a sus compafic- y heredarás mi reino. Pero si no logras satisfacer mi
ros d e viaje. deseo, deberás morir." A lo que el cocinero respon-
dió: "Señor, entonces buscad de inmediato al verdu-
go. Porque por cierto conozco el secreto de la orneletfe
d e moras y sus ingrendientes, desde el simple berro
hasta el noble tomillo. Bien conozco las frases que liay
Cuento esta vieja historia a quienes quisieran probar que decir al revolver y cómo el batidor d e madera d e
su suerte con higos o faleriio, borscht o un almuerzo boj debe girarse siempre Iiacia la derecha para que no
campesiiio eii Capri. Había una vez uii rey que llama- nos quite la recompensa a todos nuestros esfuerzos.
ba suyo todo el poder y suyos todos los tesoros dc la Sin embargo, o11 rey, deber6 morir. Sin embargo, iio te
tierra pero a pesar de ello no se alegraba sino que año agradará la orrreletfe. Porque, ¿cómo habría de condi-
a año aumentaba su melancolía. Entoiices hizo veiiir mentarla con todo aquello q u e saboreaste en ella
un día a su cocinero de cabecera y le dijo: "Me lias aquella vez?: el peligro d e la batalla y la sensacióii d e
servido fielmente durante mucho tiempo y has pro- acecl-io que tiene el perseguido, el calor del horno y la
visto mi mesa d e los platos más exquisitos y yo te ten- dulzura del descanso, la presencia ajena y el futuro
go afecto. Pero ahora solicito una última prueba de tu 1 oscuro."Así liabló el cocinero. Pero el rey calló un ra-
arte. Quiero que me prepares una ortielette d e moras to y se dice que poco después llenó d e regalos al coci-
como la saboreé liace cincuenta aílos eii mi más tierna nero y lo despidió.
juventud. En ese eiitonces mi padre estaba en guerra
con su terrible vecino orie~ital.Éste lo había vencido y
teiiíamos que huir. Y así liuímos día y noche, mi pa-
f
dre y yo, hasta que liegamos a un bosque oscuro. Lo
atravesamos, perdidos, y estábamos por sucumbir de
LAS NOVELAS POLICIALES EN LOS VIAJES
liambre y d e agotamiento cuando d e pronto encontra-
mos una cabaña. Allí vivía una viejecita que nos invi-
tó amablemente a pasar y descansar mientras ella se Coi1 los menos los que ~ . eli vagón de tren lecii los
puso a trabajar frente al horno y no pasó muclio tiem- libros que tienen en su casa parados e11los estantes, la
po hasta que nos puso delante la orlrclefte d e moras. mayoría prefiere comprar lo que se le ofrece a último
)!
Ni bien liabía comido el primer bocado me sentí ma- momento. Dcscoi-ifían, y con razón, del efecto d e los
ravillosamciite coiisolado y brotaron iiuevas esperan- tomos que están a su disposición desde hace tiempo.
zas en mi corazón. En ese entonces yo era apenas un Además, tal vez les iiiterese hacer su compra justa-
niño y por muchos años no volví a pensar e11 el bie- 1 mente en los carritos coloridos por los banderiiies so-
bre el asfalto del andén. Todos conoceii el culto al que
nestar que me había provocado esa exquisita comida.
Pero cuando después la hice buscar en todo mi reino t" éstos invitan. No liay iiadie que no haya tomado al-
no pude e~icontrarni a la viejecita ni a nadie que liu- l. guna vez uno d e los ejemplares izados que se tamba-
biera sabido preparar la i~melefted e moras. Si tú pue- lean, no tanto por ganas d e leerlo sino más bien con la

OC
sensación oscura de estar Iiaciendo algo que compla- pronto un pasajero del "tren fantasma" que pasó rau-
ce a los dioses del ferrocarril. Se sabe que las monedas dameiite el año pasado por los escenarios alemanes,
que se donan a esta alcancía lo encomiendan a uno a mientras Ice El Fantasma de la Opera y Perfume de
la protección del dios de la caldera que arde a través la dama de negro. O se elegirá a Sherlock Holmes y a
de la iioclie, d e las náyades de humo que se mueven su amigo Watson que sabrán poner de relieve lo si-
eiicima del tren y del demonio de los sacudones que niestro y lo cotidiaiio* de uii cupé polvoriento d e se-
es el señor de todas las canciones de cuna. Uno 10s co- gunda clase, ambos como pasajeros hundidos en su
iioce a todos de los sueños, también conoce la suce- silencio, el uno detrás del biombo de su periódico, el
sióii d e pruebas míticas y peligros que se le presenta otro, detrás d e uiia cortina de nubes de humo. Pero
al espíritu d e época en forma de "viaje en ferrocarril" tal vez todos estos seres fantasmagóricos se desvanez-
y conoce la Iiuída infinita d e los límites espacio-tem- can ante el au torretrato de A.K. Green que nos brinda
porales sobre los que el viaje se mueve, empezaiido esta autora en sus iiiolvidables iiovelas policiales. A
por el famoso "llegó tarde" del que se queda, arclueti- ella hay que imaginarla como una vieja dama con
po d e toda pérdida, hasta la soltdzd del comparti- sombrero que se mueve con soltura tanto entre los
miento, pasando por el miedo de perder la combiiia- parentescos enredados de sus Iieroíiias como entre ar-
ción de trenes hasta el terror del andén desconocido marios crujieiites en algunos de los cuales, según un
al que se llega. Desprevenido, uno se siente enredado refrán inglés, toda familia guarda un esqueleto. Sus
eii uiia luclia d e titanes y reconoce en sí mismo al tes- cuentos breves tienen apenas el largo del túnel d e
tigo mudo d e la pelea entre los dioses del ferrocarril y Gottliard*" y sus grandes novelas A puertas cerradas,
los de las estaciones. En la casa de al lado florecen en la tenue luz violeta
Si~niliasimilibtrs. La salvación es anestesiar un mie- del cupé como doiidiegos d e iioclie.
do mediante otro. Entre las hojas recién rasgadas de Esto, en ciiaiito a lo que la lectura proporciona a!
las novelas policiales uno busca las pesadillas ociosas, viajero. ¿Pero qué le proporciona el viaje al lector?
de cierto n o d o vírgenes, que le permitan superar las ¿En qué otra circunstancia está tan compeiietrado en
pesadillas arcaicas del viaje. Siguiendo este camino, la lectura y puede sentir su existeiicici mezclada tan
uno puede llegar a lo frívolo y elegir como compañe- fuertemente con la del héroe? ¿No es su cuerpo la laii-
ros d e viaje a Cven Elvestad con su amigo Asbjom zadera del tejedor que al compás de las ruedas atra-
Krag, a Frank Heller y al señor Collins. Pero esta in- viesa infatigable la urdimbre, el destino de su Iiéroe?
geniosa compañía no le agrada a todo el muiido. Tal No se leía en la carreta y no se lee en el auto. La lectu-
vez en honor d e la guía d e trenes uno desea un acom- ra d e viaje está tan ligada a viajar en tren como lo está
pañante m& riguroso, como Leo Perutz quien redac- la permanencia en estaciones. Se sabe que muchas es-
tó 10s cuentos rítmicos y sincopados cuyas estaciones
se sobrevuelan con el reloj en la mano como pueblitos
provincianoc en. el camino; O alguien que comprenda * Hay n q ~ Uun juego d e palabras entre iiir!reinrlich (inquietante,
mejor la incertidumbre del futuro hacia el cual se está siniestro) y Iieinilic/i (secreto, pero tambi6n cotidiano, familiar). [N.
I de la T.]
yendo, 10s misterios i r r ~ ~ u e l t que
o s se dejaron atrás; " Túnel de 1.5 km. d e largo inaugurado en 1682 que atraviesa
entonces uno viajará con Gaston Leroux, sintiéndose los Npes Tesinos [N. d e la T.]
taciones d e tren se parecen a catedrales. Y iiosotros sas se enredaron en rincones y escaleras de la misma
queremos agradecer a los pequeños altares móviles y forma en que los pobladores d e remotos pueblos de
coloridos que un acólito d e la curiosidad, d e la dis- moiitaña pueden permanecer unidos en el padeci-
traccióii y de la sensación empuja velozmente gritan- miento y en la muerte. Y allá donde todavía podría
do a lo largo del tren, si logramos sentir por unas 110- verse un pedacito de cielo, justamente comieiizan a
ras el escalofrío d e la tensión y los ritmos d e las rue- iiiclinarse dos mástiles de bandera a ambos lados de
das bajando por nuestras espaldas, arrebujados en el la calle. "¡Detente cuando se haga iiotar la nube acer-
paisaje que pasa como en un chal ondeante. cándose!" Eii los demás sitios el cielo está atrapado en
tabemáculos, pequeñas celdas d e madera, rojas, góti-
cas, de las que cuelga la cuerda de un timbre que sir-
ve para llamar a los bomberos. El ocio al aire libre no
MAR DEL NORTE está previsto en ninguna parte; doiide las casas bur-
guesas tienen un jardín delante, las plantas son tan
tupidas que no invitan a deteiierse a descansar allí.
Tal vez por eso aquí sea más frecuente que eii el sur
"El tiempo, en el que también vive quien no ticne
que las jóveiies estén paradas en el umbral, apoyadas
hogar" se vuelve uii palacio para el viajero que iio de-
contra el marco de la puerta. La casa todavía tiene 1í-
jó ninguno al partir. Y los pabelloiies de ese palacio
mites precisos. Una mujer que quería sentarse clc!aiite
henchidos del ruido de las olas se yuxtapusieron
d e la puerta no ubicó la silla eii forma perpendicular
unos a otros rumbo al norte durante tres semanas.
sino paralela a la facliada de la casa en el iiicho de la
Gaviotas y ciudades, flores, muebles y estatuas se di-
puerta, hija de uiia estirpe que hace doscieiitos alios
bujaba~~ en sus paredes y tanto de día como de noclie
todavía dormía en armarios. Armarios con puertas gi-
había luz eii sus ventanas.
ratorias o con cajones, iiasta cuatro ieclios (,ii el mis-
mo arcón. No se tenía en cuenta el amor, por lo me-
Ciudad. Si este mar es la Campagna, entonces Ber-
nos el amor dichoso. Pero tanto mejor era esta dispo-
gen* está eii los Montes Sabinos. Y así es: porque el
sición para el amor desdicliado, a veces, como en el
mar descansa siempre quieto en el fiordo profundo y
caso -por ejemplo - de la cama d e uii amante, frus-
las montalias tienen el perfil de las romaiias. Pero la
trado, supoiigo, donde la parte iiiterria d e una puerta
ciudad es nórdica. En todas partes liay vigas que cm-
estaba ocupada por el graii retrato de una mujer. Una
jeii. Los objetos relucen: la madera es madera, el bron-
mujer lo separaba del mundo: hasta ahora nadie pu-
ce es bronce y los ladrillos, ladrillos. La limpieza los
d o decir algo mejor de su mejor iioclie.
hace desaparecer dentro de sí, los vuelve idénticos a
sí mismos liasta la médula. Por eso se toriiaii orgullo-
Flores. Mientras los árboles se vuelveii tímidos, cn
sos, no les gusta que se los vea en el exterior. Las ca-
ninguna parte se dejan ver desprotegidos, en las flo-
res se puede encontrar uiia dureza insospccl-iada. Por
* Seguido puerto en importancia de Noruega [N. de la T.] cierto no tienen colores más fuertes que eii el ciima
templado, antes bien son más pálidas. Pero su color
se destaca mucho más decididameiite del medio que chos otros. Todos los asieiitos de las sillas antiguas es-
las circuiida. Las pequeñas, los pensamientos y las re- tán más cerca del suelo que las nuestras. Pero se le
sedas, son más salvajes, las grandes, ante todo las ro- daba mayor importaiicia a esta distancia menor, a la
sas, son más significativas. Hay mujeres que las traiis- vez que la superficie representaba a la madre tierra.
portan cuidadosaméiite de uii puerto a otro a través En todas las sillas se advierte que determinaban cons-
del extenso páramo. Pero una vez que estáii en mace- tantemeiite la postura, el conocimieiito, el prestigio y
ta, apretujadas contra las veiitaiias de las casas de ma- el consejo d e quien se seiitaba en ellas. También en és-
dera, dejan d e ser un saludo d e la naturaleza para ta: una sillita pequeña, muy baja, el asiento uiia batea,
convertirse en un muro defeiisivo contra el exterior. el respaldo una batea, todo empuja, tieiide liacia ade-
Cuando se asoma el sol, se acaba toda coniodidad. En lante. Quien se seiitaba en ella parecía haber sido
noruego no puede decirse que el sol tenga buenas in- arrastrado a la habitación por el destino sobre uiia
tenciones, pues utiliza despóticameiite los momentos ola. O eii el sillóii con uii cajón bajo el asiento. No es
despejados en que reina. Aquí todo perteiicce a la os- un mueble bonito, sino más bien llamativo; tal vez el
curidad durante diez meses al año. Pero cuando llega asieiito de un pobre - pero su dueño sabía lo que
el sol, les liabla a las cosas eii tono imperioso, se las después reconoció Pascal: "Nadie muere tan pobre
arrebata a la iioclie como si fueran suyas y pasa revis- como para no dejar alguna lierencia". O en aquel tro-
ta a los colores en los jardines - azul, rojo y amari- no: detrás del asieiito redondo sin apoyabrazos se ele-
llo-, a la escolta pulcra d e las flores a las que iiingu- va la cavitlad lisa y cóiicava del respaldo como el áb-
iia copa de árbol hace sombra. side de una catedral románica, desde cuyo liueco el
entronizado mira liacia abajo. En este país que tomó
Miiebles. Para descubrir cómo eran los aiitiguos po- las "artes plásticas", la plástica y la pintura, mucho
bladores observaiido sus barcos, por lo menos liabría después que todos los demás, el espíritu constructor
que saber remar. Eii Oslo liay dos barcos vikiiigos; determinó !as f ~ r r n a de!
s niobi!iari~-desde c! arma-
pero es mejor que quien no eiiticiida de remo se dedi- rio, la mesa y la cama hasta el baiicluito más pequeiio.
que a la observación d e las sillas que se eiicueiitran Todos estos enseres son enigmáticos; todavía hoy los
cerca de uno de ellos en el Museo Folklórico. Porque liabitaii como seniirs loci quienes los poseyeron verda-
cualquiera se sabe sentar y en esas sillas muchos des- deramente hace siglos.
cubrirán lo que sentarse significa verdaderameiite. Es
un grave error creer que originariameiite el respaldo Lirz. Las calles de Svolvaer* estáii vacías. Y detrás de
y los apoyabrazos tenían la función de briiidar como- las veiitaiias se ven las persianas d e papel, bajas.
didad. Más bien soii verjas que limitan el lugar que ¿Duerme la geiite? Es pasada la medianoche; d e una
ocupa quien se sienta. Eiitre estos csclueletos de ma- casa llegnii voces, d e otra se escuchan los ruidos d e
dera d e tiempos remotos liabía una silla cuyo asiento una comitla. Y cada sonido que resuena a lo largo de la
increíblemente amplio estaba totalmente cercado por
esa verja como si el trasero fuera una masa desbor-
* Ciudad comercial y priricipal yucrto pesquero de Lofot en el
dante que debe contenerse dentro de sus límites. El
norte de Ncruega [N. de la T.l
que se sentaba allí, lo hacía eii representación de mu-
calle convierte esta noche en un día que no figura en el vistos, u11 entrevero de alas indescriptiblemente cam-
calelidario. Has penetrado en el depósito del tiempo y biante, fugaz, pero legible. Sólo que yo me escurría,
contemplas las pilas de días sin utilizar que la tierra para reencontrarme de nuevo en las otras. Aquí ya no
guardó hace milenios sobre este hielo. El hombre con- me aguardaba nada, nada me hablaba. Apenas había
sume su día en veinticuatro horas - esta tierra el suyo seguido a las del este, cómo se perdían en la distancia
sólo cada seis meses. Es por eso que las cosas han per- y retornaban, volando contra un último resplancior,
manecido tan incólumes. Ni el tiempo ni manos huma- un par de alas eiiliiestas y negras, ya no hubiera podi-
nas rozaron los juncos en el jardín sin viento ni los bo- d o describir su bandada que me envolvió de tal for-
tes en el agua quieta. Sobre ellos se encuentran dos cre- ma que yo mismo parecía volver de la distancia, ne-
púsculos que se reparten su posesión y la de las nubes gro por lo vivido, como una quieta multitud de alas.
y te mandan a casa con las manos vacías. A la izcluierda todavía quedaba todo por descifrar y
mi sagacidad se adentraba en cada movimiento, a la
Gaviotas. De noche, el corazón pesado, Ileiio de con- derecha ya todo había sucedido en tiempos remotos y
goja, sobre la cubierta. Durante largo rato observo el se trataba de un sólo llamado sileiicioso. Este contras-
ir y venir de las gaviotas. Siempre hay una posada en te duró un largo rato hasta que yo mismo fui sólo el
el mástil más alto, acompaííando los movimientos umbral sobre el cual los mensajeros sin nombre se iii-
pendulares que éste dibuja a empellones en el cielo. tercambiaban el blanco y el negro en el aire.
Pero nunca es la misma gaviota por mucho tiempo.
Viene otra, con dos aletazos pide el lugar o espanta, Estatuas. Un cuarto con paredes enverdecidas d e
no sabría decirlo, a la anterior. Hasta quc d e pronto la musgo. Las cuatro paredes cubiertas de estatuas. En-
punta queda vacía. Pero las gaviotas no dejaron de tre ellas, algunas vigas decoradas en cuyos dorados
seguir al barco. Infinitas como siempre describen sus rastros d e pintura se pueden descifrar las palabras
círculos. Lo quc inscribe en ellas un orden es otra co- "Jason" o "~ruxclles"O "Malvina". A mano izquier-
sa. El sol ya hace rato que termilió de ponerse, en el da, cuando se entra, un liombrecito de madera, una
este está muy oscuro. El barco se dirige hacia el sur. especie de maestro de levita con un tricornio en la ca-
En el oeste todavía queda algo de luz. Lo que comen- beza. Tiene levantado en gesto doctoral el brazo iz-
zó a suceder luego con los pájaros - i9 conmigo?- quierdo, pero éste se quiebra debajo del codo, tam-
se debió al lugar, central y solitario, que había elegido bi6n le falta la niano derecha y el pie izquierdo. Un
en mi melancolía en medio de la cubierta de popa. De clavo atraviesa a este liombre, que mira fijamente Iia-
pronto hubo dos grupos de gaviotas, unas, las del es- cia arriba. Todo a lo largo cajones ordinarios, iiisigni-
te, otras, las del oeste, las de la izquierda y las de la ficaiites, comunes acompaiíaii las parcdcs. En algunos
dereclia, tan totalmente distintas que el nombre ga- se lee "Livbaelter", la mayoría no tiene iiiscripciones.
viotas dejaba d e sentarles. Los pájaros de la izquierda Valiéndose de ellos, se puede medir la habitación.
conservaban algo de su claridad contra el fondo del Dos o hes cajones más adelante se destaca una mujer
cielo extinguido, subían luminosos con cada giro, en- con un vestido blanco de noche, rico en adornos, que
tendiéndose o evitándose y parecían no dejar de tejer deja descubierta la mitad de su busto voluminoso. So-
ante mí uiia serie d e signos ininterrumpidos, impre- bie una base fuerte, un cuello macizo de madera. La-
de los mascaroiies en el Museo de Navegación d e 0 s -
bios gruesos y llenos. Debajo del cinturóii dos aguje- lo. Pero justo en mitad de la sala, sobre un estrado, se
ros. Uno atravesando el pubis, uno más abajo en el eleva un timón. ¿Tampoco aquí podrán encontrar la
amplio vestido, debajo del cual no se reconocen pier- paz estos viajeros y tendrán que partir de nuevo hacia
nas. Igual que ésta, todas las figuras alrededor surgen la rompiente de las olas que es tan incesante como el
de formas vagas, poco estmcturadas. Están enemista- fuego del infierno?
das con el piso, su sostén es la espalda. Entre los bus-
tos agrietados y descoloridos hay Uno, puro, al que
no afectaron los rigores del clima, su tapado amarillo
está forrado en verde, sus ropas rojas tienen pespun-
tes azules, su espada es verde y gris, su cuerno, ama-
rillo, lleva un gorro frigio y tiene la mano puesta so- DESEMBALO MI BIBLIOTECA
bre los ojos vigilantes - es Heimdall*. Sigue otra Un discurso sobre el arte de coleccionar
imagen de mujer, todavía más femenina que la pri-
mera. Una peluca estilo Felipe V deja caer SUS rulos
sobre un corsé azul. En vez de brazos, volutas. Pensar Desembalo mi biblioteca. Sí. Todavía no está en los
en el hombre que las reunió todas a su alrededor, estantes, todavía no la eiivuelve el silencioso tedio del
buscándolas a través de países y mares, convencido orde~i.Tampoco puedo pasearme a lo largo de sus lii-
de que sólo junto a él encontrarían descanso, y él sólo leras para pasarles revista a los libros eii compañía de
junto a ellas. No se trataba de un amante de las artes amables interlocutores. No necesitan ustedes temer
plásticas, no, sólo de un viajero que buscó su suerte nada de esto. Yo les solicito que se trasladeii coiirnigo
en la distancia cuando todavía se la podía encontrar al desorden de los cajones desclavados, al aire Iieiiclii-
en !a patria y después se instaló junto a estos seres do de polvillo de madera, al piso cübierio de papdes
maltratados d e distancia y viaje. Todos los rostros es- rasgados, bajo la pila de volúmeiies devueltos a la luz
tán erosionados por lágrimas saladas, las miradas que del día después de dos años de oscuridad, para com-
salen de los huecos moldeados de madera, dirigidas partir desde un principio la atmósfera, para nada me-
hacia arriba, los brazos, si todavía los tienen, cruza- laiicólica, sino más bien tensa, que evocaii los libros
dos sobre el pecho en actitud de conjura, ¿quiénes son en un verdadero coleccionista. Porque cs justamente
- tan indeciblemente desvalidas e irritantes - estas un coleccionista quien les habla y no les hablará a
niobides del mar? ¿O son sus ménades? Porque atra- graiides rasgos más que de sí. ¿No sería arrogante
vesaron cimas más blancas que las d e Tracia y fueron que les enumerara las obras o las secciones más im-
golpeadas por garras más salvajes que las de las bes- portantes de una biblioteca, liaciendo alarde de una
tias, seguidoras de Artemisa, ellos, los mascarones de aparente objetividad e imparcialidad, o que les conta-
proa. Porque son mascaroiies de proa. Estáii en la sala ra la historia de su origen, o les explicara su utilidad
para el escritor? Yo por mi parte quiero dedicar las si-
* Dios germano del norte, Padre de los dioses y los Iiomhres guientes consideraciones a algo menos misterioso,
[N. de la T.1 más palpable; me importa mostrarles la relación que
da petrificado mientras lo recorre todavía el último
liga a un coleccionista con sus adquisiciones, brindar-
escalofrío, el escalofrío de la adquisición. Todo lo que
les más un panorama del arte de coleccionar que de
es memoria, reflexión, conciencia, se convierte en ba-
una colección concreta. Es totalmente arbitrario que
samento, marco, pedestal, sello d e su posesión. La
lo haga valiéiidome de una reflexión sobre las distin-
época, el lugar, la manufactura, los poseedores ante-
tas formas de adquirir libros. Esta decisión o czal-
ricres: todo esto se funde cn cada una de las posesio-
quier otra es tan sólo uiia barrera de contención erigi-
nes del auténtico coleccionista en una enciclopedia
da contra la marea de recuerdos que invade a todo
mágica, cuya síiitesis consiste en el destino de su obje-
coleccionista cuando se ocupa de lo suyo. Porque to-
to. Es aquí entonces, en este restringido terreno, don-
da pasión liiida con el caos y la pasión de coleccioiiar
de se puede entrever cómo los grandes fisonomistas -
limita con el caos de los recuerdos. Pero quiero aven-
y los coleccionistas son fisonomistas del mundo de las
turarme a decir aún más: el azar, el destiiio, que tiRen
cosas - se convierten en intérpretes del destiiio. Basta
el pasado bajo mi mirada, están presentes al mismo
observar a un coleccionista manipulando los objetos
tiempo en el entrevero habitual de estos libros. Por-
de su vitrina. Apenas los toma en sus manos parece
que, ¿qué otra cosa son estas posesioiies que un de-
mirar, inspirado, su pasado más remoto a través de
sorden en el que la costumbre se instaló de tal forma
ellos. Podría escribir mucho sobre el aspecto mágico
que puede revestir la apariencia de un orden? Ya Iia-
del coleccioiiista, sobre su visión sciii1.- Habent sira fata
brán oído Iiablar de gente que enfermó al perder sus
libelli - esto fue escrito tal vez como una sentencia ge-
libros, de otros que se convirtieron en delincuentes
neral referida a los libros. Los libros como La Divina
para adquirirlos. Justamente en estos temas todo or-
Comedia o La ética d e Spinoza o El origen de las es-
den no es más que un estado de indefinición sobre el
pecies, tienen su destiiio. Pero el coleccionista inter-
abismo. "El único conocimiento exacto que existe",
preta este proverbio en latín de otra manera. Para él
decía Aiiatolc France "es el conocimiento acerca del no son tanto ios libros 10s que nciien su destino, sino
aiío de publicacióii y del formato de los libros". De
los ejemplares. Y el destiiio más trascendente de todo
heclio existe uiia contracara del desorderi de una bi- ejemplar es, a su parecer, el eiicueiitro con él, con su
blioteca, y esta es la regularidad de su catálogo. propia colección. No exagero: uii verdadero coleccio-
Es así como la existencia del coleccioiiista se eii-
nista considera que Ir adquisición de un libro antiguo
cuentra eri uiia tensión dialéctica eiitre dos polos: el
es su resurrección. Y es en esto donde reside lo iiifaii-
orden y el desorden. ti1 que, en el caso del coleccionista, se mezcla con lo
Lógicamente esta existeiicia depeiide también de
senil. Porque los ~iiiíostienen la capacidad de renovar
muclias oh3S cosas, por ejemplo de una relación rnuy la existencia y eso es, para ellos, una práctica múltiple
enigmática con la propiedad, a la que aludiremos bre- que manejan con deseiivoltura. En los niños el heclio
vemente más adelante. Luego depeiide también d e
de coleccionar sólo es uno de los procedimientos para
uiia rclacióii con los objetos que no destaca de ellos su
renovar los objetos, también se los puede pintar, des-
valor funcioiial, es decir, su utilidad, su carácter yrác-
pegar y, así siguiendo, toda la escala de las formas en
tico, sino que los estudia como escenario o teatro de
que los niños adquieren los objetos desde el mero to-
su destino. El mayor hechizo del coleccionista corisis-
carlos ascendiendo hasta el ponerles nombre. Reno-
te en encerrar lo individual en un ámbito eii que que-
var el viejo mundo - ese es el impulso más profuiido aquí solamente la respuesta que nuevamente Anatole
que anima el deseo del coleccionista d e adquirir nue- France tenía preparada para el hombre trivial que al
vos objetos y es por eso que el coleccionista de libros contemplar su biblioteca le formulaba la pregunta
antiguos está más cerca del origen del arte de colec- inevitable: "¿Y usted leyó todo eso, señor France?" -
cionar que aquel cuyo interés se centra en las reedi- "Ni la décima parte. ¿O usted tal vez come todos los
ciones para bibliófilos. Diré ahora algunas palabras días en su vajilla de Sevres?"
acerca d e cómo los libros trasponen el umbral de una Yo mismo lie podido verificar lo justificado de se-
colección, cómo pasan a la propiedad d e un coleccio- mejante actitud adoptando la contraria. Durante años,
nista, en suma, acerca d e la historia de su adquisicióii. por lo menos durante el primer tercio de su existen-
De todas las formas de adquirir libros se considera cia, mi biblioteca estuvo compuesta por no más d e
la más gloriosa el escribirlos uno mismo. Muclios d e dos a tres hileras de libros que sólo crecían unos po-
ustedes recordarán en este punto, divertidos, la gran cos centímetros por año. Aquella fue su época esper-
biblioteca que armó con el tiempo Wuz, el modesto tana, en la que no se podía incorporar a ella ningún li-
maestro d e escuela de Jean Paul, escribiendo, todas bro cuyo sentido yo no hubiese descifrado, que no
las obras cuyos títulos le interesaban en los catálogos, hubiese leído. De este modo probablemente no hubie-
porque no podía ccmprarlas. En realidad, los escrito- ra llegado nunca a poseer uiia cantidad de libros que
res son personas que no escriben libros porquc 110 mereciera llamarse biblioteca, a iio ser por la infla-
puedan comprarlos, sino por su iiisatisfaccióii ante ción, que de pronto trastocó la importancia de las co-
/
los libros que podrían comprar y no les complacen. sas, convirtiendo los libros en valores concretos y vol- 4,
Ustedes, seííoras y seííores, considerarán que esto es viéndolos tambibn difíciles d e conseguir. Así por lo
una definición extravagante dcl escritor; pero todo lo menos succdió en Suiza. Y fue ciertamcntc desde allí n
c p e se diga desde e! p u n t ~de vista del coleccioiiista doiidc hice, a último momciito, mi primer gran eiicar-
auténtico es extravagante.- De las formas corrieiitcs go dc libros, pudiendo atesorar objetos tan iiisustitui-
de adquirir objetos la más pertinente para cl coleccio- blcs como el Blauer Reiter o la Sage von Tanaquil de
nista sería el pedirlos prestados y no d~volverlos. Bachofeii, que en esa época todavia se conseguían eii i:i
Quien pide libros en cantidad, como es el caso d e la editorial.
quien tenemos a la vista, se revela como coleccionista Pues ahora, opinarán ustedes, tendríamos que ir
empederiiido no sólo por el fervor con que cuida el llegando finalmente después de tantos desvíos a la
tesoro así acumulado, Iiaciendo caso omiso de todas ancha avenida de la adquisición dc libros que es la
las intimaciones judiciales cotidianas, sino principal- compra. Una ancha avenida, por cierto, pero nada
mente porque tampoco él lee los libros. Si ustedes apacible. La compra del coleccioriista no se parece eii
quieren dar crédito a mi experiencia, hubo más casos nada a la que realiza11 en una librería el estudiante
en que alguien m e devolvió uii libro que le había que adquiere un manual, o el hombre de mundo que
prestado que casos eii que lo leyó. ¿Y acaso - se pre-. quiere hacer un regalo a la mujer que corteja, o el via-
guntarán ustedes - es característico del coleccionista jante que quiere abreviar su próximo viaje en tren
no leer libros? Eso sí que sería bueno. Sí. Los expertos mediante la lectura. Mis compras más memorables las
podrán confirmarle que es lo más común y repito hice eii algunos viajes, cuando estaba d e paso. Las po-
sesiones y los bienes se relacionan coii lo estratégico. ble. Quien compra por catálogo debe poseer además
Los coleccio~iistassoii personas dotadas de uii instin- un olfato muy fino. Los años de publicación, los luga-
to estratégico; en su experiencia, el más pequeño ne- res, los formatos, los propietarios anteriores, la eiicua-
gocio de antigüedades puede resultar uii fuerte, la li- dernación, etc. todo esto debe ser significativo no sólo
brería más alejada puede ocupar una posición clave al en su magra objetividad, sino por el contrario, todas
conquistar una ciudad descoiiocida. ;Cuántas ciuda- estas cosas deben consonar y el coleccionista tendrá
des se me revelaron en mis expediciones a la conquis- que saber reconocer según la armonía y la intensidad
ta de libros! del sonido si se trata de un libro que debiera perteiie-
Por supuesto, sólo una parte de las compras impor- cerle o no.
tantes se realizan concurriendo al librero. Los catálo- ,
I
Las subastas, en cambio, requieren del coleccionis-
gos cumplen una función mucho más imporhnte. Por ta habilidades totalmente distintas. Quien hace su pe-
más que el comprador conozca perfectamente un libro dido por catálogo deberá guiarse por la descripcióii
que encarga por catálogo, el ejemplar será siempre del libro y, a lo sumo, por el noinbre del anterior due-
una sorpres y el encargo tendrá siempre algo de aza- iio, cuando se conoce la proveniencia del ejemplar.
roso. Además dc las decepciones dolorosas hay ha- Quien quiera participar de una subasta tieiie que
llazgos afortuiiados. Así recuerdo haber encargado un prestar atención tanto al libro como a los demás ofe-
día un libro con lámiiias en colores para mi vieja colec- rentes, maiitenieiido además la sangre fría para no
ción de libros infantiles so'l.iinente porque tenía cuen- encarnimrse en la lucha por la competeiicia, como su-
tos de Albert Ludwig Grimm y su lugar de publica- cede cotidianamente, quedándose con el libro a un al-
ción era Grimma eii Turingia. Pero el libro que prove- to precio, ofertado más para salir airoso que por su
nía de Grimma era un libro de cuentos que este Albert interés en él. Pero, en cambio, uno de los recuerdos
Ludwig Grimm liabía editado y este ejemplar con sus más bellos del coleccio~iistaes el momento en que
16 imágeiics que yo había adquirido era e: úriico :esti- acudió en socorro de un libro en el que tal vez iio lia-
monio coiiservado de los comieiizos del gran ilustra- bía pensado iiunca eii su vida y que estaba muy lejos
dor alemán Lyser que vivió en Hamburgo a mediados de haber deseado, por verlo tan solo y abandonado
1
del siglo pasado. Por lo tanto, mi reacción al relacionar , en la plaza pública, así como en los cuentos de las Mil
el sonido de los nombres Iiabía sido adecuada. En el y Una Noches el príncipe compra una bella esclava
ekmplar pedido descubrí adembs otros trabajos d e para liberarla. Porque para el coleccionista la verda-
Lyser, mhs precisamente una obra Linas Mahrchen- dera libertad de todo libro se encuentra en alguna
buch, desconocida para todos los que prepararon el
[ parte en sus estantes.
catálogo de sus obras y que merece una mención más Entre largas hileras de libros franceses aún hoy se
detallada que esta primera que hago aquí. destaca en mi biblioteca la Peau de chagrin de Balzac,
La adquisicióii de libros no se limita simplemeiite , recuerdo de la subasta más emocionante de la que
a tener dinero suficient~o los conocimientos necesa- participé. Fue en 1915, en lo de Emil Hirscli, uno de
1
rios. Ni siquiera ambas cosas juntas son suficientes los mayores expertos eii materia de libros y a la vez un
para formar una biblioteca verdadera que siempre 1 comerciaiite distinguido, donde se subastó la colec-
tiene algo de impenetrable y, a la vez, de incoiifundi-
i ción Rümann. La edición en cuestión fue publicada en
París, Place de la Bourse, en 1838. Aliora que tomo el zar la atención d e la audiencia, proiiunciaiido la fór-
ejemplar entre mis manos no sólo veo el número de la mula habitual "iiiadie más?" y dando tres golpes de
colección de Rümanii sino incluso la etiqueta de la li- martillo, que me parecieron distanciados entre sí por
brería, Papeterie 1. Flanneau, eii la que el primer com- una eternidad. El importe seguía siendo bastante ele-
prador lo adquirió liace más de 90 alios a un recio vado para mí, que era estudiante. Pero la mañana si-
oclie~itaveces inferior al actual. Bellas épocas aquellas guiente en la casa d e empeños va más allá del marco
eii que uiia obra de arte de este tipo - y se trata de uiia de esta liistoria y en lugar de ella quisiera referirme a
obra de arte, ya que los grabados de este libro fueron un acontecimiento que constituye, en mi opinión, el
disefiados por el mejor dibujante fraiicés y realizados negativo de una subasta. Fue en uii remate en Berlín el
por los mejores grabadores - todavía podía adquirirse alio pasado. Se remataban uiia serie de libros muy dis-
eii uiia librería. Pero yo quería contar la liistoria de su pares eii cuanto a calidad y tema, entre los cuales sólo
adquisicióii. Había ido a lo de Emil Hirscli para la pre- llamaban la atención algunas obras ocultistas y de filo-
sentacióii, liabía examinado 40 ó 50 volúmenes, pero sofía natural. Yo oferté por varios libros pero cada vez
al tomar éste entre mis manos sentí el deseo fervieiite que lo liacía notaba a un señor en las primeras liileras
de no teiier que desprenderme más de él. Llegó el día que parecía haber estado esperando mi oferta para Iia-
d e la subasta. La casualidad quiso que eii el orden de cer la suya hasta llegar a sumas i~icreíbles.Después de
las ofertas antes de este ejemplar de Peau de chagrin que esta experiencia se hubiera repetido varias veces,
se rematara la serie completa d e sus ilustraciones e11 reiiuiicié a toda esperanza de adquirir el libro que más
tirada especial de papel de cliiiia. Los ofereiites esta- me interesaba ese día. Eran los Fragmente aus dem ''>
ban sentados a una larga mesa; en diagonal frente a Nachlasse eines jungen Physikers, de Jolianii Wil- c. I

mí se encontraba cl hombre sobre quien se posaron to- lielm Ritter, publicado e11 1810 en 2 tomos en Heidel- ?:
das las miradas cuando salieroii a la veiita estas ilus- bcrg. La obra nuiica se rccditó, pero el prefacio, en el I

traci(?:?ec: e! .famado coleccionista d e Muiiicli, el ba- que el autor descrik su propia vida como si sc tratara
rón d e Simoliii. Esta serie le iiitcresaba especialmente, del elogio fúnebre a su "amigo" anónimo supuesta- )!,
teiiía competidores, eii resumeii, se llegó a uiia ardua mciite fallecido, me pareció desde siempre la obra en F:
luclia, cuyo resultado fue el precio más alto de toda la prosa dc iiispiración persoiial más importaiite del ro- $\
subasta superando por lejos los 3000 marcos. Nadie manticismo alemáii. En el momento e11 que anuiicia-
parecía liaber esperado un monto taii coiisiderable, se ron el iiúmero tuve uiia idea brillarite. C3mo mi oferta
prociujo uii movimieiito de agitacióii entre los preseii- liaría caer iiidefectiblemeiite el ejemplar en manos del
tes. Emil Hirscli no le concedió importaiicia y, ya fuera otro, seiicillameiite no debía presentar iiinguna. Me
para gaiiar tiempo, ya fuera por consideraciones de obligué a permanecer mudo. Sucedió lo que liabía es-
otra íiidolc, pasó al próximo ejemplar en medio de perado: nadie se interesó por el libro, no liubo ofertas,
uiia distracción geiieral. Anuiició su precio, yo ofrecí el libro fue retirado. Me pareció oportuno dejar pasar
u11 precio algo superior mientras tenía el corazón en la uiios días. De lieclio, cuando aparecí una sciriaiia des-
boca y la clara conciencia de iio poder competir con pués, el libro estaba eii la librería de libros .::;:dos y la
iiiliguiio d e los grandes coleccionistas allí presentes. falta de interés d e la que Iiabía sido objeto me beiiefi-
Pcru cl subastador procedió a la adjudicación sin for- ció eii la compra.
110s que hacen que para el coleccionista, me refiero al "¿No advirtió que todo hombre oculta una carta, si no
verdadero, al coleccionista como debe serlo, la propie- justameiite en un orificio hecho en la pata de una si-
dad sea la relación más profunda que puede entablar- lla, en algún orificio o rincón oculto?" El Seiíor Du-
se con los objetos: no es que los objetos despierten a la pin, el detective de Poe, lo sabe. Y por eso encuentra
vida en él, por el contrario, es él mismo quien los habi- la carta allí donde la guarda su astuto rival: en el tar-
ta. De esta forma Iie desplegado ante ustedes uno de jetero en la pared, a la vista de todo el mundo.
estos caparazones cuyos ladrillos son los libros y alio- Y no hay que hacer buscar en la sala de recepción.
ra el coleccionista desaparece en él como corresponde. Los liuevos d e Pascua tienen que ubicarse en el living
y cuanto más desordenado esté, mejor.
En el siglo dieciocho se escribieron disertaciones
sobre los temas más extraiíos: sobre niños expósitos y
LA REVELACION DEL CONEJODE PASCUAS * casas embrujadas, sobre las formas del suicidio y so-
O bre la ventriloquia. Yo podría inventar una diserta-
BREVE TEORIA COBRE LOS ESCONDITE5 ción sobre el escondido de los liuevos de Pascua que
podría competir en erudición con las nombradas.
Estaría dividida en tres partes principales o capítu-
Esconder quiere decir: dejar huellas. Pero invisi- los, donde el "nL.ctortrabaría conocimiento con los tres
bles. Es el arte de la mano ligera. Rastelli** sabía es- principios bás'cos o bases del arte-de-esconder.
conder cosas eii el aire. Ad uno: El principio del paréntesis. Se trataría del
Los escondites más ingeniosos so11 los más ex- método que consiste eii utilizar las junturas y las grie-
puestos. Los mejores son aquellos que están a la vista. tas, de la instrucción en el arte de mantener huevos
Así que a no ri.cter nada bajo ningún co~ceptoen en suspeiiso entre pcstilloc y picaportes, entre un cua-
cajones, ni en armarios, ni debajo de la cama ni dentro dro y la pared, entre la puerta y los goznes, tanto en-
del piano. tre la abertura de una llave como entre los caiios de
A jugar limpio la mañana del domingo de Pas- una calefacción central.
cuas: a esconder todo de forma tal que pueda descu- Ad dos: El principio del rellcno. En este capítulo se
birse sin que liaya que correr nii:gún objeto de lugar. aprendería a ubicar huevos de Pascua como corchos
Los huevos de Pascua no tienen por qué estar a la en el cuello de una botella, como luces sobre un can-
vista: un pliegue en el maiitel, uii hueco en la cortina delabro, como estambres en el cáliz de una flor, como
bastan para revelar el lugar donde hay que buscar. bombillas el: una lámpara eléctrica.
Ustedes conocerán el cuento de Poe "La carta ro- Ad tres: El principio de la altura y de la profundi-
bada". Si la conocen, seguro recordarán la pregunta: dad. Se sabe que la gente ve primero lo que se pone a
la altura de s vista; después mira hacia arriba y sólo
por último r jcupa de lo que está a sus pies. Los
* En la tradición curopea, el coneja d e Pascuas trae los huevos de
huevos d e I'ascua peclueiios se pueden ubicar en
Pascuas a los nuios y los escuiide para que éstos los busquen m.de la fl
" Rasteili, Enricu: Conocido malabarista italiano (1816-3931). [N. equilibrio score listoiies de cuadros, los más grandes
de la T.] sobre la ar, 3a d e cristal, si es que todavía se tiene
llos que hacen que para el coleccionista, me refiero al "¿NO advirtió que todo hombre oculta una carta, si no
verdadero, al coleccioiiista como debe serlo, la propie- justamente en un orificio hecho en la pata de una si-
dad sea la relación más profunda que puede entablar- lla, en algún orificio o rincón oculto?" El Señor Du-
se con los objetos: no es que los objetos despierten a la piii, el detective de Poe, lo sabe. Y por eso encuentra
vida en él, por el contrario, es él mismo quien los habi- la carta allí donde la guarda su astuto riva!: en el tar-
ta. De esta forma he desplegado ante ustedes uno de jetero en la pared, a la vista d e todo el mundo.
estos caparazones cuyos ladrillos son los libros y aho- Y no hay que hacer buscar en la sala d e recepción.
ra el coleccionista desaparece en él como corresponde. Los huevos d e Pascua tienen que ubicarse en el living
y cuanto más desordenado esté, mejor.
En el siglo dieciocho se escribieron disertaciones
sobre los temas más extranos: sobre niños expósitos y
LA REVELACION DEL CONEJO DE PASCUAS * casas embrujadas, sobre las formas del suicidio y so-
O bre la ventriloquia. Yo podría inventar una diserta-
BREVE TEORlA COBRE LOC ESCONDITES ción sobre el escondido de los huevos d e Pascua que
podría competir en erudición con las nombradas.
Estaría dividida en tres partes principales o capítu-
Esconder quiere decir: dejar huellas. Pero iiivisi- los, donde el lector trabaría coiiocimieiito con los tres
bles. Es el arte de la mano ligera. Rastelli*" sabía es- principios básicos o bases del arte-de-esconder.
conder cosas eii el aire. Ad uno: El principio del paréntesis. Se trataría del
Los escondites más ingeniosos SOII los más ex- método que consiste en utilizar las junturas y las grie-
puestos. Los mejores son acluellos que están a !a vista. tas, de la instrucción en el arte d e mantener huevos
Así que a :lo meter nada bajo !?ingúi? concepto en en suspenso entre pestillos y picaportes, entre un cua-
cajones, ni en armarios, ni debajo de la cama ni dentro dro y la pared, eiitre la puerta y los goznes, t.-into en-
del piano. tre la abertura de una llave como eiitre los caiios d e
A jugar limpio la mañana del domingo d e Pas- una calefaccióii central.
cuas: a esconder todo d e forma tal que pueda Jescu- Ad dos: El principio del relleno. Eii este capítulo se
birse siii que haya que correr ningún objeto de lugar. aprendería a ubicar Iiuevos de Pascua como corchos
Los liuevos d e Pascua no tienen por qué estar a la eii el cuello d e una botella, como luces sobre un can-
vista: un pliegue eii el mantel, u n hueco en la cortina delabro, como estambres en el cáliz de una flor, como
bastan para revelar el lugar donde hay que buscar. bombillas en una lámpara eléctrica.
Ustedes conocerán el cuento d e Poe "La carta ro- Ad tres: El principio d e la altura y de la profuncii-
bada". Si la coiioceii, seguro recordarán la pregunta: dad. Se sabe que la gente ve primero lo que se pone a
in altura d e su vista; después mira hacia arriba y sólo
* En la tradición europea, el conejo de Pascuas trae los huevos de por último se ocupa d e lo que está a sus pies. Los
Pascuas a los niños y los esconde para que h b s los busquen N.de la T] huevos d e Pascua pequeños se pueden ubicar en
* RastelJi, Enrico: Conocido malabarista italiano (1816-19,:31). [N. equilibrio sobre listones d e cuadros, los más grandes
de la T.] sobre la araña d e cristal, si es que todavía se tiene
116
una. Pero qué poca importancia tiene esto a compara- comportarse como un hombre que excava. Ante todo
ción de la multitud d e refugios... de los que dispone- no debe temer volver siempre a la misma situación,
mos cinco o diez centímetros por encima del piso. Allí esparcirla como se esparce la tierra, revolverla como
tenemos el pasto en el que el auténtico conejo d e Pas- se revuelve la tierra. Porque las "situaciones" son iia-
cuas pone sus Iiuews, como haciendo Iionor a la vi- da más que capas que sólo después d e una investiga-
vienda de la gran ciudad: se trata de las patas d e la ción minuciosa dan a luz lo que Iiace que la excava-
mesa, los zócalos, los flecos de las alfombras, los ces- ción valga la pena, es decir, las imágenes que, arranca-
tos d e papel, los pedales del piano. das de todos sus contextos anteriores, aparecen como
Y ya que hablamos d e la gran ciudad, valgan tam- objetos d e valor en los aposentos sobrios d e nuestra
bién unas palabras d e consuelo para los otros, aque- comprensión tardía, como torsos en la galería del co-
llos que viven entre paredes lisas como espejos y leccionista. Sin lugar a dudas es útil usar planos en las
muebles d e metal, para los que racionalizaron sus excavacioiies. Pero también es indispensable la palada
existencias sin tener en cuenta los feriados en el calen- cautelosa, a tientas, en la tierra oscura. Quieii sólo Iia-
dario. A ellos les aconsejo que miren atentamente su ga el inventario d e sus hallazgss siii poder señalar en
gramófono o su máquina d e escribir y descubriráii qué lugar del suelo actual coiiserva sus recuerdos, se
tantos agujeros y escondites en este pequeño espacio perderá lo mejor. Por eso los auténticos recuerdos iio
como si habitaran una casa de siete habitaciories del deberán exponerse en forma de relato sino señalando
estilo de Makart*. con exactitud el lugar en que el investigador se apode-
Y sena muy bueno procurar que esta avispada lis- ró d e ellos. Épico y rapsódico en sentido estricto, el re-
ta d e escondites no caiga en manos de los niíios antes cuerdo verdadero deberá, por lo tanto, proporcionar
de que pasen las Pascuas. simultáneamei~teuna imagen de quien recuerda, así
como un buen informe arqucwlógico debe indicar ante
todo qué capas liubo que atravesar para llegar a aque-
lla de la que provienen los liallazgos.
DESENTERRAR Y RECORDAR

La lengua determinó en forma inequívoca que la


memoria no es un iiistrumento para la exploración del
pasado, sino solamente el medio. Así como la tierra es
el medio eii el que yacen enterradas las viejas ciuda-
Volvía a casa tarde a la iioclie. En realidad, no se
des, la memoria es el medio de lo vivido. Quieii inteii-
trataba d e mi casa, sino de una lujosa casa d e alquiler,
ta acercarse a su propio pasado sepultado tiene que
en la que en sueños había l~ospedadoa los S...l...n. ?e
pronto, cerca d e la entrada de la casa, me topé con una
Estilo decorativo, colorido y pomposo que lleva el nombre del mujer que se me acercaba presurosa desde una calle
pintor Hans bfakart y tuvo su apogeo e n k e 1870 y 1900.[N.de laT.1 lateral, murmurando al pasar tan rápidamente como

118
se movía: ;Voy a tomar el té! VOY a tomar el té! No ce-
dí a la tentación de seguirla, sino que entré en la casa tan pocas veces acerca d e la mediación que e1 hombre
d e los S...l...n, donde casi de inmediato se dio un inci- buscó y encontró a ese conflicto hace milenios. Es la
dente en cuyo transcurso el hijo d e los dueíios de casa cortesía el verdadero punto medio, el resultado entre
me tomó de la nariz. Profiriendo decididas frases de estos dos componentes contradictorios: la ética y la lu-
protesia, di un portazo. Apenas estuve d e nuevo afue- cha por la existencia. La cortesía no es iii lo uno ni lo
ra, la misma mujer se me acercó de nuevo con pasos otro: ni exigencia moral ni arma en la luclia y, sin em-
rápidos desde la misma calle diciendo las mismas pa- bargo, es ambas cosas. Con otras palabras: no es nada
labras y esta vez la seguí. Para mi gran desilusión no y lo es todo, según de qué lado se la mire. No es nada
me permitió que le Iiablara sino que siguió caminando en cuanto es sólo uiia apariencia bella, una forma dis-
siempre al mismo ritmo por uiia calle algo escarpada, puesta a hacer olvidar la crueldad de la pelea que se
hasta que ante una reja de hierro entró en contacto es- disputa entre las partes. Y así como no llega a ser uiia
trecho con un montón d e prostitutas que evideiite- norma moral estricta (sino sólo la representación de la
mente estaban delante de su cuartel. No lejos de allí se iiorma que dejó d e estar vigente) así también su valor
Iiallaba apostado uii policía. En medio de tantas turba- para la lucha por la existencia (represeiitacióii d e su
cioiies me desperté y mc di cuenta d e que la excitante irresolución) es ficticio. Sin embargo, la cortesía lo es
blzsa de seda rayada de la joven brillaba eii verde y todo, allí dcnde libera tanto a la situación como a sí
violeta: los colores del envase de Fromms Act. misma de la convención. Si la Iiabitacióii donde se deli-
A este sueño se le podría poner un epígrafe. Se lo bera está rodeada por las barreras de la convención co-
encuentra eii el Manuel des Boudoirs ou essais sur mo por vallas, la verdadera cortesía actuará demban-
les demoiselles d'Athénes de 1789: "Forcer les Flles rfri do estas barreras, es decir, extendiendo la luclia hasta
prufissiun de tenir leirls portes orlvcrtes; la sentiizelle se lo ilimitado, utilizando en su ayuda todas aquellas
prorii?izcrait (fansles corrirfors." fuerzas c instancias que la luclia excluía, ya sea para la
mediación o para la reconciliación. Quien se deje do-
minar por el cuadro abstracto de la situación en que se
encuentra con su interlocutor, sólo podrá buscar el
SERIE DE IBIZA triunfo eii esta luclia mediante la fuerza y probable-
mente quede como el descortés. La alta escuela de la
Ibiza, abril/mayo de 1932 cortesía requiere, en cambio, un seiitido alerta para lo
- extremo, lo cómico, lo privado o lo sorprendente d e la
Cortesía situación. Quien se valga de este sentido alerta podrá
adueñarse de la negociación y, filialmente, también de
Se sabe que las auténticas exigencias de la ética, la los intereses; y será él, por fin, quien logre desplazar
sinceridad, la humildad, el amor al prójimo, la compa- los elementos contradictorios de la situación ante los
sión y muclias otras quedan relegadas a uli seguiido ojos asonibrados de su iiiterlocutor como si se tratara
plano en la luclia de intereses cotidiana. De ahí que re- de los naipes de un solitario. Sin lugar a dudas, la pa-
sulte tanto más sorprendente que se haya reflexioiiacio ciencia es el ingrediente esencial de la cortesía y tal vez
la única virtud aue ésta toma sin transmutarla. Pero la
cortesía, que es la musa del término medio ya les ha za invisible eii la que la bienvenida y el rechazo pesaii
dado lo que les corresponde a las demás virtudes, d e lo mismo en los platillos. Ahí paradas, sillas modestas
las que uiia conveiición abandonada dice que sólo pue- en su forma, pero de un enrejado llamativamerite boni-
den ser satisfechas en un "conflicto de obligaciones": la to, de ellas pueden deducirse muclias cosas. Los cam-
próxima chance a la virtud derrotada. pesinos exponen estas sillas en el zaguán vacío con
mayor orgullo que el de un coleccionista que exhibe ta-
pices persas o cuadros d e van Dyck eii el vestíbulo.
No disuadir Pero son mucho más que sillas. Cuando el sombrero*
está colgado de1 respaldo, su función cambia de inme-
Cuando a uno se le pide consejo, hará bien en averi- diato. Y dentro del nuevo grupo es tan valioso el som-
guar en primer lugar la opinióii de quien lo pide para brero de paja como la simple silla. Así es como la red
corroborarla luego. Nadie se convence fácilmente d e del pescador y h pava de cobre, la pala y el ánfora de
la inteligeiicia superior del otro y casi i-iadie pediría barro, se encuentran a e n veces por día y ante el estímu-
coiisejo si la intención fuera hacerle caso a otro. Es lo d e la necesidad están dipuestos a cambiar de sitio, a
más bien la propia decisión, ya tomada en el fuero ín- reunirse d e nuevo. En mayor o menor medida, todos
timo, la que se quiere volver a escuchar una vez más, estos objetos san valiosos. Y el secreto d e su valor es la
por así decirlo, del revés, en forma de "consejo". Lo sobrieúad -a estrechez del espacio vital dentro de la
que se espera d e quien aconseja es justamente esta re- cuaI no sólo ocupan el lugar que tienen momentánea
petición d e la propia idea y quieiies piden coiisejo tie- mente sino que tienen la capacidad intrínseca d e ocu-
nen razón. Porque lo más peligroso es coiicretar lo par todos los nuevos sitios a los que se los llame. La fra-
que se decidió solo, sin someterlo al diálogo y a la ré- zada con que su morador se cubre d e noche es valiosa
plica como a u11 filtro. Por eso quieii pide un consejo eii la casa donde no liay cama, la almohada que se pone
ya resolvió ia mitad dei asunto y si se propusiera algo sobre e¡ duro sueio es vaiiosa en el carro donde no hay
ecluivocado sería mejor ratificar su opinióii coii cierto colchón. En nuestras casas bien provistas, en cambio,
escepticismo que contradecirlo decididamerite. no hay espacio para lo valioso, porque no hay un lugar
libre doiide pueda brindar sus servicios.

Espacio para lo valioso


1
La rosa de los vientos del éxito
En los pequeiios pueblos del sur de España la mira-
da penetra en el interior de las casas a través (le puer- Es un arraigado prejuicio el creer que la voluntad es
tas abiertas con cortinas perladas y recogidas y en la la clave del éxito. Sí, si el éxito estuviera sólo en la línea
penumbra se destaca, deslumbrante, el blanco d e las de la existencia individual, no expresaría también có-
paredes que se pintan muchas veces por aiio. Delante mo interviene esta existencia en la estructura de este
de la pared posterior liay, por lo general, tres o cuatro mundo. Una expresión, por cierto, llena de reservas.
sillas, cuidadosa y simétncamente ubicadas, alrededor
d e cuyo eje central se mueve la lengüeta dc una balan- En español en el original [N. de la T.]

123
Pero, ¿no existen estas reservas también frenttt a la éxito: Schweyk o el hombre d e suerte. El hombre de
existencia individual y la est~ucturamisma del mun- suerte es un ser honesto que quiere dejar a todos sa-
do? Por eso el éxito, que se deja de lado tan a mcnudo tisfecl-ios. El protagoiiista de "Juanito y las liabicliue-
como si se tratara de un ciego juego del azar, es la ex- las mágicas" le cambia sus posesiones a cualquiera
presión más profunda d e las contingencias d c este que tenga ganas de l-iacerlo.
mundo. El éxito es el capricho del acontecer univcrsal. Fracaso aceptando cualquier convicciói-i. Caso normal
Por eso no tiene nada que ver con la voluntad que 10 del fracaso: Bouvard y Pécucl-iet o el burgués. El bur-
persigue. La verdadera naturaleza del éxito, por otra gués es el mártir de cualquier coi-ivicciói-idesde iaotse
parte, no se muestra en sus causas sino en las pcrsolias hasta Rudolf Steiner*. Pero de todas "sólo por un rato".
a las que determina. Son sus preferidos, en los que el Fracaso renunciando a toda conviccióii. Es el caso ge-
éxito se da a conocer. Sus hijos predilectos - y sus Iiijas- nial del fracaso: Cl-iaplin o el pobre diablo*". Al pobre
tros. Al capricl-io del acontecer universal correspo~idc diablo nada lo escandaliza; sólo se tropieza coii sus
el temperamento en la existe~iciaindividual. Dar cuen- propios pies. Él es el único ángel d e la paz que cabe
ta de ello fue desde siempre el privilegio de lo cón-iico, sobre esta tierra.
cuya justicia no es obra del cielo sino de iniiumernbles
errores que, finalmente, a causa de uri último error mí- Esta es la rosa de los vientos que determina todos
nimo, desembocan en el resultado exacto. "Pero, ¿dón- los vientos favorables y adversos que juegan coii la
de se encuentra el temycramc!!ko del sujeto? En 1;) con- existencia humana. No nos queda más que establecer
vicción. El hombre prosaico, que no tiene tempciall-ien- su centro, el punto d e intersección d e sus ejes, el lugar
to, vive sin conocer coiivicciones: la vida y el pcbnsa- d e la indiferencia total ante el éxito y el fracaso. En es-
miento se las convirticrcin hace muclio en sabiciiirí;l, así te centro se Iialla a gusto Don Quijote, el hombre d e
como la piedra del inoliiio convierte el grai-io Iiari- u:ia sola convicción, cuya historia nos enseíia que en
iia. Pcro el peisoiiajc r:omico nuiica es sabio. Es CI pica- (.ste niundo, el mcjor o peor d e los mundos peiisables
ro, el iiecio, el gracioso, el pobre diablo, pero s t v 1 ~ clue
) --sólo que justameiitc no es p e n s a b l c la coi-ivicciói~
fuere: este mundo le cpicda como anillo al dcciri. Para d e que es cierto lo que dicen los libros d e caballería
estos personajes ni el i'xito es la suerte ni el frac-aso, la hace diclioso a un loco apaleado, siempre y cuando
desgracia. Ellos no preguiitan por el destino, ni el sea su única convicción.
niito, iii por la fataliclad. Su dave es una figura gc~lmé-
trica que se coiistriiyc alrededor de los ejes dcl i.\ito y Ejercicio
de la conviccióii. La rosa de 10s vielitos del éxito:
La característica esencial d e toda maestría consiste
Éxito renuiiciaiido a toda convicciól.i. Caso iicirmal eii darle espacio a la creencia de que el alumno sabr5
del éxito: Chlestakoff 0 el nstafador. El estat.id0r se
deja conducir por la sihiac . ,; c.omo por un n16dium. " Rudolf Steiiier: 1861-1925, fuiidador d e la antroposofía y d e la
Mrinriiis milf riecipi. E-1;ista e,: ;, eIeccióli de su noriibre 1 pedagogía Waldorf. [N. de la T.]
intenta satisfacer al miiiide, ** knjarnin utiliza aquí la palabra "schlen~ihl"que proviene del
Éxito aceptando cualquier anvicción. Caso geili.11 del idisch [N. d e la T.]
de niemoria a la maiíana siguiente el contenido del li- tiempo. Entonces se dieron circunstancias que cambia-
bro que puso bajo la almohada, que el Señor le da to- ron la existencia del sujeto en cuestión. Lo primero fue
do a los Suyos en sueíios y que la pausa es creativa. que dejó de usar reloj. Comenzó a practicar el llegar
Justamente a esta recompensa los dioses antepusieron tarde y se sentaba a esperar cuando el otro ya se había
el sudor. Porque el juego d e los niños es trabajo que 1 ido. Rara vez encontraba lo que necesitaba y si tenía
promete sólo un éxito moderado, comparado con el que liacer ordeii eii un lugar, aumentaba proporcio-
que trae la felicidad. El dedo meiiique exteiidido de nalmente el desorden en otra parte. Cuando se acerca-
Rastelli* llamaba a la pelota, que se subía al dedo co- ba a su escritorio parecía que alguien hubiera vivido
mo un pájaro. El ejercicio d e décadas que le precedió allí. Pero era él mismo que se refugiaba y vivía así en-
a esto no "dominó" en realidad ni al cuerpo iii a la tre escombros e, independientemente de lo que hicie-
pelota, sino sólo logró lo siguiente: que ambos se eii- ! ra, en seguida se hundía en ello como los niños cuan-
tendieran a sus espaldas. Ejercitarse es cansar al ma- do juegan. Y no sólo en el pensamiento, sino también
estro hasta el límite del agotamiento mediante el em- en la vida le sucedía igual que a los niños que en todas
peíia y el esfuerzo, hasta que finalmeiite el cucr?o y partes eiicueiitran cosas olvidadas que tenían escondi-
todos sus miembros puedan actuar según su propia das eii los bolsillos, en la arena, eii un cajón. Lo visita-
razón. El éxito consiste en que la voluntad dentro del ban amigos cuando meiios había pensado en ellos y
cuerpo abdique de uiia vez para siempre a favor de ,
'I
más los necesitaba y los regalos de éstos, que no eran
las órganos, por ejemplo de la mano. Así puede pasar valiosos, le llegaban en momentos tan oportunos co-
que después d e una larga búsqueda alguien renuncie mo si tuviera el destino en sus manos. Lo que mas le
a lo que había perdido y después, un día, al buscar gustaba recordar en ese entonces era la fábula del pas-
otra cosa, caiga en sus manos el objeto perdido. La torcito al que un domingo se le abrc la moiitaiía para
mano se hizo cargo del asunto y este se confabuló rá- que eiitrc cii ella con sus tesoros, mientras cscuclia al
pidamente coii tila.
1
mismo tiempo !a indicacióii: "No ~ l v i d e slo mejor."
Eii esa época estaba bastante bien. Colucioriaba pocas
cosas y riada le parecía concluído.
No olvides lo mejor
Tuve uii conocido que vivi í su época d e mayor or- Costumbre y atencióti
deii en el período de su vida en que fue más desdicha-
do. No se olvidaba de nada. Registraba sus asuntos Según Goetlie, la primera d e todas las cualidades es
1
corrieiites hasta en el más mínimo detalle y, cuando se la atención. Sin embargo, ésta comparte su primacía
trataba de una cita (que nunca olvidaba), era la pun- con la costumbre, que le disputa el terreno desde el
hialidad personificada. Su vida parecía pavimeiitada 1 primer día. Toda atención debe desembocar en cos-
l
y no quedaba la menor grieta por la cual el tiempo liu- l
tumbre para no liacer estallar al hombre, toda costum-
biera podido asomarse. Así sucedió durante bastante bre debe ser alterada por la atención para iio p..-.a!i-
b zarlo. La atención y el acostumbramieiito, el ese:,:!-!a-
lizarse y el aceptar, son la cresta y el valle de la ola en
* Ver nota en pPg. 116. el mar del espíritu. Pero este mar tiene sus mow-iitos
de calma. No caben dudas de que alguien que se con- rrumbado en ellos? No, la frase, que ya existía, sigue
centra totalmente en un pensamiento tortuoso, en un existiendo. Cómo podrían permitirse la indispensable
dolor y sus puntadas, puede caer en manos d e un so- pausa que le precede al derrumbe. Nadie sintió esa
nido débil, d e un murmullo, del vuelo de un insecto pausa más claramente que Marcel Proust frente a la
que un oído más atento y más fino tal vez ni siquiera l muerte de su abuela, que le pareció conmovedora, pe-
hubiera percibido. El espíritu, así se cree, se deja dis- ro en absoluto real, hasta que a la noche, cuando se sa-
traer más fácilmente cuanto más coiicentrado esté. Pe- ca los zapatos, le vienen las lágrimas. ¿Por qué? Por-
ro esta escucha atenta i i ~ oes más bien el despliegue
extremo de la atención y no su pérdida, no es el mo-
mento en que de su seno partc la costumbre? Este sil-
¡ que se agachó. Aquí el cuerpo es quien despierta el
dolor profundo y también es quien puede despertar el
profuiido pensamiento. Ambas cosas requieren sole-
bido o zumbido es un umbral y, sin que nos demos dad. Quien alguna vez escaló sólo uiia montaña, llegó
cuenta, el espíritu lo Iia atravesado. Y pareciera que agotado a la cima, para volverse lucgo cuesta abajo
ahora no quiere volver nunca más al mundo habitual, 1 con pasos que conmueveii todo su cuerpo, sabe que
ahora vive en uno iiuevo donde el dolor le da aloja- I
allí el tiempo se le afloja, que se derrumban las pare-
miento. La atención y el dolor se compleme~itan.Pero des divisorias en su interior y que se marcha a través
I
también la costumbre tiene uii complemento, cuyo dc los guijarros del tiempo como en sueiios. A vcccs
umbral atravesamos en el sueño. Porque lo que iios l intenta quedarse parado y iio puede. ¿Quién sabe si
pasa eii sueños es un descubrimiento nuevo y singular 1 son pensamientos io quc lo conmueven o el camino
que parte del seno de la costumbre. Las vivencias coti- arduo? Su cuerpo se Iia vuelto u11 caleidoscopio que a
dianas, los discursos triviales, el sedimento que nos cada paso Ic muestra formas cambiantes de la verdad.
quedó en la vista, el latido d e nuestra propia sangre,
esto que antes no iiotábamos, convierte al material,
distorsionado y extremadamente nítido, en sueiio. No
hay asombro en el sueíio ni olvido en el dolor porque AL SOL
ambos ya llevan su contrario en sí, así con .o la cresta y
el valle d e la ola se funden en los momentos d e calma.
Se dice que en la isla hay diecisiete tipos distiiitos
de liigos. Habría que saber sus nombres (dice para sí
Cuesta abajo el liombre que recorre su camino al sol). Sí, no basta
l con Iiaber visto los pastos y los animales que le dan un
La palabra conmoción se escuclió hasta el cansan- rostro, sonido y olor a la isla, las estratificaciones de la
cio. Por eso cabe decir algo en su defensa. Lo que dire- montaiía y los tipos d e suelo q u e van desde el
mos no se alejará ni un momento de lo sensorial y se amarillo polvoriento hasta el marrón violeta,
atendrá ante todo a lo siguiente: la conmoción lleva al separados por las .7~clias superficies cinabrinas, sino
derrumbe. Quienes después de cada estreno o d e cada que ante todo habria que conocer sus nombres. ¿NOes
nueva publicación nos aseguran que están conmovi- cada pedazo d e tierra la ley d e una constelación de
dos, ¿nos querrán decir entonces que algo se ha de- plantas y animales que no se repetirá nunca? Y cada
?-
129
nombre d e lugar, ¿no es, por lo tanto, una escritura que tiran sus sombras a los pies del tronco. Las
cifrada detrás d e la cual la flora y la fauna se almendras son la riqueza del país y el fruto que mejor
encuentran por primera y última vez d e esta manera? se le paga al campesino. Son el único fruto maduro en
Pero el campesino tiene la clave de este código. Él sabe esta época y es agradable sacarlo de las ramas al
los nombres. Sin embargo, no tiene la posibiiidacd de andar. A la mano le cuesta separarse ii~clusod e las
liablar acerca de este lugar. ¿Es que los nombres lo cáscaras ya desgranadas. Las lleva consigo uii tiempo,
vuelven taciturno? ¿Sólo les es dada la abundancia las deja flotar en una corriente que también lleva a la
verbal a quienes tienen el saber sin los nombres y a mano misma. Los frutos están maduros, pero no del
quienes tienen los nombres se los sume en abundante todo; el jugo es más fresco en ellos que después,
silencio? cuando su piel es marrón y ya no se puede sacar.
Sin lugar a dudas, quien va reflexionaiido así al Ahora es aúii del color del marfil como el queso de
andar no es oriundo de aquí y si en su tierra alguna cabra o los corpiííos d e mujer. Y también sabe a marfil.
vez le vinieron ideas al aire libre, era de noclie. Con Quien tiene el fruto entre sus dientes siente, impasible,
cxtraiíeza recuerda que liubo pueblos enteros -judíos, murmurar fuentes eii el follaje d e las higueras. Pero
Iiiiidúes, moros- que coiistruyeroii sus sistemas de los liigos, verdes y duros, son casi invisibles debajo de
pensamiento bajo el mismo sol q u e a él parece las hojas. Llegó el momeiito en que sólo los árboles
escatimarle la reflexión. Este sol abrasador le cae sobre parecen estar vivos. Eri los pinos cantan las cigarras;
la espalda. El aire está viciado de resina y tomillo y al su sonido resueiia en los campos polvorientos que,
respirar le parece que se alioga. Un abejorro vuela después de la cosecha, yacen con la expresión torpe de
alrededor de su oído. Apenas descubrió su cercanía, quienes lo eiitrcgaroii todo. Lo único que todavía
sc lo lleva dc nuevo la vorágine del silencio. Cuando poseen, la sombra, disminuye, recogiéndose, al pie de
por primera vez su oído se había abierto al mensaje las altas parvas. Porque es la época de la cosecha.
- Mismo iris árboles sc ubican alrededor d e las
olvidado d e tantos veranos, éste se interrumpió. El
sendero casi desdibujado se hace más ancho; hay montafias como si los liubiera recolectado el rastrillo
huellas que van hacia una carbonera. Detrás, entre el del verano. Eiitre el espigue0 sólo se ven sauces
humo, se inclinan las moiitaíias que estaba buscando aislados cuyo follaje brilla negro y blancuzco como
la mirada de quien sube. plata de Tula. EstPii empavesados pero a la vez son
Siente algo frío en su mejilla. Cree que es una frágiles, ricos en movimientos que apenas se percibc~i.
mosca y trata d e matarla. Pero sólo se trata de la No obstante, impactari al paseante que recuerda cl día
primera gota d e sudor. Pronto comienza la sed. No en que sc idciitificó con un árbol. En aquel eiitoiices
viciie del paladar sino del estómago. Desde allí sc sólo necesitaba d e aqucllos a cluienes amaba y de su
distribuye a todo el cuerpo instruy6iidolo para que tristeza o de su caiisancio - el sauce estaba parado
inliale y beba hasta el soplo más mínimo d e cada poro. sobre el césped, siii preocuparse por él, cuaiido apoyó
Hace rato que la camisa se deslizó d e sus hombros y la espalda coiitra un tronco que comenzó a enseíiarle a
cuaiido intenta acomodársela para protegerse de las sentir. Con él a p r e n d i ó a inhalar aire c u a n d o
quemaduras de sol, le parece que toma en sus manos comenzaba a mecerse y a exhalar cuando el tronco
uiia capa mojada. En una pendiente hay almendros volvía a su lugar. Lógicame~itesólo se trataba del
tronco d e un c u i d a d o árbol ornamental y es detenerse y mientras va perdiendo el dominio de sus
inimaginable la vida de aquel que podría aprender de pies que lo llevan demasiado rápido, se da cuenta de
éste, agrietado, que se extiende, triple, sobre el suelo, que su fantasía se desprendió d e él y comienza a
fundando un mundo inexplorado que se abre en tres disponer a gusto como le parece, apoyada contra
puntos cardinales. N i n g ú n sendero lo abarca. aquella pendiente ancha que acompaña su camino a lo
Mientras, indeciso, toma por uno que parece querer lejos. ¿Mueve rocas y cumbres? ¿O apenas las toca
traicioiiarlo en cualquier momento, amenazando muy como con un soplo? ¿No deja piedra sobre piedra o
pronto con convertirse en un atajo o cortarse en un deja por el contrario todo como estaba?
alambrado, el paseante recobra, sin embargo, el Hay un proverbio jasídico sobre el mundo venidero
dominio de sí mismo cuando las canteras comienzan a que dice que allí todo estará dispuesto igual que aquí.
escalonarse para coiivertirse en terrazas en las que se Así como es nuestra liabitacióii aliora, así será también
observan liuellas de coclies que insinúan una granja en el mundo venidero; donde aliora duerme nuestro
en las cercanías. niño, alií dormirá también en el muiido venidero.
Ningún sonido revela la proximidad d e estos Todo será igual que aquí - sólo uii poco distinto. Y lo
poblados. A su alrededor parece duplicarse el silencio mismo sucede coii la fantasía. Sólo tiende un velo
del mediodía. Pero ahora los campos ralean, se abren sobre la lejanía. Todo podrá seguir como era pero el
para dar lugar a un segundo, a uii tercer carril y velo se agita y, debajo, las cosas se desplazan
cuando los muros y las parvas ya desaparecieron liace imperceptiblemente.
rato detrás d e las elevaciones del terreno o d e las Hay cambio e intercambio; nada permanece y nada
copas d e árbol, e n la soledad d e los campos desaparece. Pero d e este tejido d e pronto se
sembrados se abre el cruce que establece el centro. No despreiideii nombres, penetran, mudos, e n el
se trata de carreteras ni d e caminos que van subiendo, caminaiite, y mientras sus labios están por
pero tai.ipoco de senderos artificiales o naturales en el pronuiicix!os, !os recolloce. Siirgen, ¿y qué otra cosa
bosque, sino d e l lugar d o n d e se encueiitraii los necesita este paisaje? Desfilan a lo largo d e toda la
caminos a campo abierto, caminos por los que andan distancia sin nombre y no dejan liuellas. Son los
desde liace siglos los campesinos y sus mujeres, los nolnbres de las islas que surgían a primera vista como
niños y los rebaños, de campo cn campo, de cara eii grupos de estatuas de mármol emergieiido del mar,
casa, de prado en prado y saliendo casi siempre ccino los nombres de las peíias que mellaban el liorizonte,
para poder llegar la misma noche de regreso a dormir dc las estrellas que lo sorprendían en el bote al ocupar
bajo su propio teclio. Aquí el suelo suena liueco, el su lugar apenas caída la noche. Ya enmudeció el canto
sonido coii que responde a las pisadas reconforta a de las cigarras, pasó la sed, se disipó el día. Se escucha
quien está andando. Con este sonido la soledad un sonido desde la oscuridad. ¿El ladrido d e un perro,
deposita la tierra a los pies del caminante. Cuando la caída de una piedra o un grito desde lejos? Mientras
llega a lugares que le agradan, sabe que es la soledad c1uici-i escucha trata d e reconocerlo, en su ii?terior se
quien se los señaló; ella le señaló esta piedra como junta, sonido d sonido, una multitud d e campanas.
asiento, aquella lioiidoiiada como nido para sus Ahora madura y se inflama en su sangre. E n los
miembros. Pero ya está demasiado cansado para intersticios del seto d e cactus florecen azucenas. A lo
lejos, entre los olivos y los almendros, pasa un coche
por el campo sin hacer ruido y cuando sus ruedas
desaparecen detrás del follaje, mujeres d e tamaño
sobrenatural parecen flotar inmóviles por la tierra
inmóvil, con el rostro dirigido hacia él.

l
ALKORRETRATOS DEL SONADOR
i

El ír ieto

Habían decidido ir a lo d e la abuela. El viaje se


hacía en un coclie de alquiler. Era de noche. A través
de los vidrios d e la portezuela yo veía luz en algunas
casas del antiguo oeste. Me dije: esa es la luz de aqirclla
época; la misma. Pero al poco rato una inconclcsa
fachada blanqueada que intcrmmpía el frente de una
casa vieja, me recordó el presente. El coclie de alquiler
cruzó la calle Potsdamer StraBe en su intersección con
la Steglitzer StraBe. Cuando siguió su camino del otro
Irido, me pregunté d e pronto: jcómo era esto antes?
¿cuando todavía vivía la abuela? ¿no había
cninpaiiitas en la yunta de caballos? Si ya no están, yo
telidría que escucharlas. En ese momento agucé mi
Okio y efectivamente percibí las campanitas. Al mismo
tlrinpo, el coclie parecía dejar de rodar y se deslizaba
i por la nieve. Ahora había nieve eii la calle. Las casas
: t01isus techos d e extraiias formas se apretujaban en la
prirte superior, d e modo que apenas se veía un
6 froilueño espacio de cielo entre ellas. Se veían nubes
Dibujo del Protocolo para la Iiivcstigacióii dc Drogas
(ilicscalina),22 de iiiayo dc 1934
-
(fltt! tenían forma d e anillos redondos, prácticamente
tlihiertas por 10s teclios. Quise señalar esas nubes y
ffik asombré al escuchar que yo mismo las llamaba
(tiha". En el departamento de la abuela resultó ser
([he nosotros habíamos traído todo lo necesario para el
134
agasajo. El café y la torta eran llevados por el pasillo llc~amosa una calle a cuya dereclia había casas, a la
sobre una bandeja alta. Mientras tanto, yo me había izquierda, campo abierto, y al final, un portón. Hacía
1 ,
percatado d e que nos dirigíamos al dormitorio d e la allí nos dirigimos. En la ventana d e la plaiita baja de
abuela y me decepcionó que no estuviera levantada. una casa que teníamos a nuestra derecha, apareció un
También a esto me resigné pronto. Es q u e había faiitasma. Y mieiitras avanzábamos, nos perseguía por
p a s a d o tanto tiempo desde entonces. C u a n d o el iiiterior d e tadas las casas. Atravesaba todos los
finalmente entré al dormitorio, había una niña precoz muros y siempre seguía estando a la misma altura que
acostada en la cama con su vestido azul ya usado. No nosotros. Poclía verlo aunque estaba ciego. Sentía que
estaba tapada y p e a ' a cómodamente arrellanadl-en mi amigo sufría bajo las miradas d e l fantasma.
la cama ancha. Calí y vi seis o más camas de niño en el Eiitoiices cambiamos d e lugar: yo quería caminar al
pasillo, una al lado d e la otra. En cada una d e estas lado d e la hilera d e casas y protegerlo. Al llegar al
camas estaba sentado un bebé vestido como un portón, me desperté.
adulto. No m e quedó más remedio q u e atribuir
internamente estos seres a mi familia. Eso me
descoiicer tó totalmente y me desperté.
Estaba d e paseo con mi iiovia. Lo que liabíamos
empreiidido era algo iiitermedio entre una excursión
por las montalias y un paseo y ahora nos acercábamos
Más allá d e una gran ciudad. Circo romano. De a la cumbre. Extraliameiite, creía reco~iocerlogracias a
noche. Se lleva a cabo una carrera d e carros, una uii poste muy alto que se elevaba iiicliiiado liacia el
coiiciencia oscura me dice que se trata de Cristo. la cielo, del otro lado de la pared rocosa, superaiido su
meta* ocupa el centro de la imagen del sueño. D e d e altura. Cuando Ilegamos arriba no se trataba de una
la zona del circo, la ladera descendía abrupta Iiacia la cumbre siiio de una meseta, a través de la cual se
ciudad. A sus pies me encuentro con un tren eléctrico extendía una calle ancha, rodeada a ambos lados por
andando, sobre su plataforma posterior veo a una casas antiguas bastante altas. De pronto ya no íbamos
conocida cercana con el atuendo rojo, chamuscado, de a pie sino estábamos sentados u710al lado del otro
los condeiiados. El coclie parte, raudo, y de proiito sobre el asieiito trasero, me parece, en un coclie que
está su novio ante mí. En su sonrisa contenida se \~eii recorría esta calle; tal vez mientras estábamos en el
los rasgos satánicos de su rostro indescriptiblemente coclie, éste modificó el rumbo. Yo me incliiié sobre mi
bonito. Tieiie una varita en las manos levantadas y la amada para besarla. Ella no me ofreció la boca siiio la
parte sobre mi cabeza con las palabras: "Sé que eres el mejilla. Y, mieiitras la besaba, me di cucnta de que
profeta Daniel". En ese momento enceguecí. Ahora esta mejilla era de marfil y de que la surcaban todo a
seguíamos descendiendo juntos por la ciudad; pronto "10 largo estrías negras, artísticamente realizadas, que
me conmovieroii por su belleza.
* Obelicco que indicaba la iiegada cii el cirm romano w.de la T.]
136
he olvidado mi valioso objeto que quiero mostiar a
l
El sabio I toda costa. Pero la oportuiiidad parece no querer
, darse. Africa los fascina demasiado a todos. Y yo me
Me veo en la gran tienda Wertlieim delante de una despierto antes d e poder contar el misterio q u e
cajita plana con figuras d e madera, por ejemplo una l mientras tanto se me reveló del todo: las tres partes d e
ovejita, hechas igual que los animales del Arca d e que se compone el juguete. La primer planchuela:
Noé. Sólo que esta ovejita era muclio más plana aún y l aquella calle colorida coii los dos niiios. La segunda:
d e madera cruda sin pintar. Ese juguete me atraía. l uiia trama de fiiiísimas rueditas, pistones y cilindros,
Cuando me lo hice mostrar por la vendedora, resulta rodillos y traiismisiones, todos d e madera,
ser que está construído como las placluitas mágicas imbniicándose sobre la inisina superficie sin personas
I
q u e se encuentran e n algunas cajas d e magia: ni sonidos. Y filialmente, la tercer plaiichuela: la visión
pequeíias plancliuelas envueltas coii cintas de color del nuevo orden en la Rusia Soviética.
que van cayendo, sueltas, a veces totalmente azules, a
veces totalmente rojas, según como se las mupva.
Después de este descubrimieiito, mi iiiterbs por esta El discreto
maravillosa plaiicliuela plaiia d e madera no hizo más
que aumentar. Le preguiito el precio a la vendedora y 1 Como en el suelio sabía que pronto tendría que
me sorprendo d e que cueste mAs de siete marcos. Por abandonar Italia me iba d e Capri a Positano. Me
eso quiero renunciar a la compra por más que me dominaba la idea d e que este paisaje sólo podría l

cueste. Pero en cuanto me doy vuelta, mi última alcanzarlo aquel q u e atracara en una zona $4
mirada se topa coii algo inesperado. La coiistrucción abaiidonada, no adecuada para Iiacerlo, a la derecha i?
se traiisformó. La plaiicliuela plaiia sube, empinada, del verdadero atracadero. En el sueño, el lugar no se 1
como un plano iiicliiiado; al final hay un portón parecía en nada al verdadero. Subí por una ladera
ocupado por un espejo. En este espejo veo clué es lo empinada donde iio liabía camino y me encontré con i
que sucede sobre el plaiio inclinado, que es uiia calle: I una calle desierta que se extendía eiitre un bosqun de I
dos niños corrcii del lado izquierdo. No se ve a nadie 1 piiios nórdico, sonibno y cluebradizo. La crucé y miré
más. Todo esto bajo vidrio. Pc o las casas y los iiiíios liacia atrás. Uri ciervo, un coiiejo o algo parecido se
en esta calle son coloridos. Ahora iio me puedo seguir movía velozmente a lo largo de esta calle de izquierda
resistiendo; pago el precio y me guardo lo adcluirido. I a derccha. Pero yo seguí liacia adelante sabiendo que
A la noclie se lo quiero mostrar a algunos amigos. la localidad d e Positaiio estaba lejos d e esta
Pero hay revueltas en Berlín. La multitud amenaza I
desolación, a la izquierda, algo por debajo del bosque.
con asaltar el café en el que nos reunimos; entre 1I De pronto, a los pocos pasos, apareció una plaza
deliberaciones febriles iiis~rccionamostodos los i grande donde proliferaba el pasto y que era una parte
demás cafés, pero ningu'a<*Tarice brindarnos
protección suficiente. Por :o taiito, nos vamos d e i , antigua del lugar abandonada hacía muclio. Del lado
mayor izquierdo había una alta iglesia antigua, del
expedición al desierto. Allí es d e noche; las carpas 1 lado menor derecho había uiia especie d e capilla o
están armadas, hay leones en las proximidades. Yo 110 baptisterio en forma d e nicho. Tal vez algunos árboles
delimitaban el lugar. En todo caso, había una alta
verja de hierro que rodeaba la espaciosa plaza en la
que también estos dos edificios guardaban bastante CUADROS DE UN PENSAMIENTO
distancia entre sí. Me acerqué a la verja y vi un león
q u e se d e s p l a z a b a sobre el lugar d a n d o saltos
mortales. Corría muy cerca del sue!o. Asustado,
descubrí i n m e d i a t a m e n t e un toro d e t a m a ñ o
sobrenatural con dos cuernos impresionantes. Y Tal vez la pérdida lleve a alguien muclio más joven
apenas liabía notado la presencia de ambos animales, a dirigir su mirada por primera vez a aquello q u e
éstos saliero'n por un hueco en la verja que yo no liabía puede imperar entre personas a las que separa una
visto. Inmediatamente aparecieron varios clérigos y diferencia de edad muy grande pero une cl afecto. El
otras personas que formaron una fila bajo las órdenes muerto era un compañero con el cual seguramente no
d e los religiosos para aceptar instrucciones q u e podían tratarse la mayor parte de los temas iu los que a
satisfacía11 a los animales, cuyo peligro parecía uno más le importaban. En cambio, la charla con él
s u p e r a d o . N o recuerdo nada más, s ó l o q u e u n estaba teiiida de una frescura y d e una paz que no se
religioso se paró delante de mí y que respondí "sí" logra nunca con un coetáiieo. Y esto tenía dos causas.
con una serenidad que me sorprendió incluso eii el Por un lado, cualquier acucrdo, a ú n el m á s
suefio a s u p r e g u n t a d e si me comprometía a la insignificaiite, que lograban por encima del abismo
discreción. generacional era muclio más concluyente que el que se
da entre iguales. Por el otro, el más joven encontraba
aquello q u e d e s p u é s , c u a n d o lo a b a n d o n a n los
aiicianos, desaparece totalmente hasta que él mismo se
vuelve viejo: una conversación a la que le son ajenos
Se juzgaba al emperador. Pero sólo liabía u n todo cálculo y toda consideracióii externa porque
estrado sobre el cual había una mesa y dela.ite d e esta ninguno espera nada del otro, ninguno se encuentra
mesa se interrogaba a los testigos. En ese momento con otro sentimiento q u e coii el sentimiento poco
estaba declarando una mujer con su hija, una niiia. frecuente del afecto sin ningún añadido.
Debía a t e s t i g u a r cómo el emperador la liabía
empobrecido coii su guerra. Y para ratificarlo mostró El bucn escritor
dos objetos. Eso era todo lo que le liabía quedado. El
primero d e estos objetos era una escoba coii un palo El buen escritor dice sólo lo que piensa. Y eso es lo
largo. Con ella todavía seguía manteniendo limpia su que importa. Porque el decir no es sólo la expresión,
casa. El segundo objeto era un cráneo. "Porque el sino la realización del pensamiento. De la misma
emperador me hizo crsipobrecer tanto, decía, que no forma el andar no es sólo la expresión del deseo S-,
tengo otro recipiente del que pueda darle d e tomar a alcanzar una meta sii-io su realización. De qué tipo de
mi hija" . realización se trata, si respoi-ide con precisión a su
objetivo o si se pierde exuberante y poco nítida en el
deseo, eso dependerá del entrenamieiito de quien se 1 ¿Cómo se explica esto? Lo presentí cuaiido N. me
l
halla e n camiiio. Cuanto más disciplinado sea, contó de la extraordinaria virtud curativa que habían
evitando los movimientos excesivos y bamboleantes, i tenido las manos d e su mujer. De estas manos decía:
tanto más cada postura d e su cuerpo se bas'tará a sí "Sus movimientos eran muy expresivos. Pero no
i
misma y tanto más adecuado será el empleo del hubiera sido posible describir su expresión. Era como
i
cuerpo. Al mal escritor se le ocurren muchas cosas en , si estuvieran coiitaiido un cuento." Ya los "Merseblirger
las que agota sus energías igual que el mal corredor Zairberspriiche"* nos liablaii de la curación mediante la
sin eiitreiiamiento se agota en los movimientos laxos y narración. No se trata sólo de repetir la fórmula d e
eiifáticos de sus miembros. Pero justamente por eso Odíii**; más bien de narrar el contexto en el cual éste
nunca puede decir en forma desapasionada lo que usó la fórmula por primera vez. También se sabe que
piensa. Es u n don del buen escritor el darle a su el relato que el enfermo liace al médico al iniciar el
pensamiento la forma del espectáculo que ofrece un tratamiento puede convertirse en el comieiizo d e un
cuerpo ingenioso y bien entrenado, mediante su estilo. proceso de curación. Se plantea entonces la pregunta si
El buen escritor nunca dice más de lo que pensó. Así no será la narración la atmósfera propicia y la
su escritura no redunda en proveclio de él mismo sino condición más favorable de muclias curaciones. Sí, iiio
exclusivamente d e lo que quiere decir. podría curarse iiicluso cualquier enfermedad si se la
1
dejara flotar lo suficiente, liasta la desembocadura,
sobre la corriente de la narración? Si se coiisidera que
el dolor es un dique que se opone a la corriente de la
narración, s e ve claramente que este dique será
Los O... m e mostraban su casa en la India desbordado cuaiido la corriente de la narración sea lo
Holai~desa.La habitación eii q u e me encontraba suficieiitemeiite fuerte como para conducir al mar del
estaba revestida en madera oscura y daba seiisaci¿.ii olvido feliz todo lo qiic eiicüciitie eii sü caírüiio. Las
d e opulencia. Pero eso no era nada, me decía mi guía. caricias le dibujan uii leclio a esta corriente.
Lo q u e tenía q u e ver era la vista d e s d e el piso
superior. Pensé en una vista al amplio mar, que
quedaba cerca, y así subí la escalera. Al llegar arriba Sueiio
me encontré frente a una ventana. Miré liacia abajo. Y
ante mis ojos se extendía justamente esa liabitacióii Berlín; yo estaba sentado eii uii carruaje en ambigua
!
revestida en madera, cálida y iiostalgiosa, que acababa compafiía femenina. Dc pronto, el cielo se oscureció.
de abandonar liacía un instante.
* Dos fórmulas rimadas en antiguo alto alemán que se encontaron
en un maiiuscritc del Siglo X en la hihlioteca d e la catedral d e
NarraciÓri y curación 1 Merseburgo. Se trata de una conjura de los dioses para lograr la ,
liberación y para la niración d e un caballo paralítico. [N. de la T.]
M
El iiiiio está erifermo. La madre lo acuesta y se sienta Dios supremo d e la mayor parte d e las tribus germánicas,
hmhiéii dios de la poesía [N. de la T.]
a su lado. Y después comienza a contarle historias.
"Sodoma", dijo una mujer d e edad madura con un la atención sobre la extraña guarda de los azulejos que
sombrerito, que ahora también se encontraba en el todavía teníamos bajo iiuestros pies y sobre la
coclie. Así llegamos a las afueras de una estación de posibilidad de utilizarlos para una película. Pero no
tren, d o n d e las vías salían al exterior. Aquí se querían que se hablara tan abiertamente de proyectos
desarrollaba primero una audiencia judicial en la que I de esa índole. De pronto, se iios cruzó un muchaclio
las dos partes estaban enfrentadas, en dos esquinas, liarapiento en camino liacia allí abajo. Empecé a
sencillamente seiitadas sobre el empedrado de la calle. registrar febrilmente todos mis bolsillos, esperando
Miré la luna descolorida de tamaño sobrenatural que encontrar una moiieda d e cinco marcos. Pero no la
se destacaba, baja, en el cielo, como si se tratara de una eiicontré. Cuando se cruzó conmigo - porque iio se
alegoría d e la justicia. Después participé de una detenía en su camino - le di una moneda d e un valor
pequeña expedición que desceiidía sobre una rampa algo meiior sin que nadie lo notara y me desperté.
como suelen tenerla las estaciones de carga (es que
estaba, y todo indicaba que iba a permanecer, en las
afueras de la estacióii). La expedicinn paró ante uii La "Neue Ge1neirischaft1'*
arroyuelo muy aiigosto que corría entre dos cintas de
azulejos d e porcelaiia convexos que iio eraii tierra Estaba leyendo "Friedct~sfest"y "Einsairre Mettschen".
firme sino más bien flotaban y cedían como boyas bajo La gente se comportaba en forma grosera eii cse
la presióii del pie. No estoy seguro de que los azulejos ambiente de Friedriclisliagcii**. Pero en esta "Nelre
d e la segunda liilera, la d e l otro lado, fueran Getrreinschlift" de Bruiio Wille y Bolsclie, que dieron
verdaderamente de porcelana. Más bien creo que eraii q u e liablar en la época d e juveiitud d e Gerliart
d e vidrio. De todas formas, estaban totalmciite llcnos Hauptmaiiii, la gcntc parece liabcrse comportado cii
d e flores que surgían como bulbos d e recipientcs de forma así de infantil. El l c ~ t o actual,
r que tiene mucho
vidrio redoiidos y coloridos y se chocaban niayor disciplina, sc prcgunta si pertciece a una
suavemeiite eii el agua, como si nuevamente fueran estirpe de espartaiios. Qué tipo rudo cs este Johaniies
boyas. Por un momento pisé el cantero de la liilera de Vockerath al que Hauptmaiin describe con visible
enfrente. Al mismo tiempo, escuchaba las simpatía. La falta d e educación y d e discrecióii
explicaciones de :in empleado d e baja jerarquía que parcceri ser el requisito d e este licroísmo dramático.
nos guiaba. En esle arroyo, decían sus explicaciones, Pero, en realidad, el requisito es la enfermedad. Tanto
se matan los suicidas, los pobres que ya no poseen a q u í como en Ibsen todos los males parecen ser
n a d a más que una flor q u e s e colocaii entre los seudóiiimos de la enfermedad d e fin de siglo, del rnal
dieiites. Esa l u z caía ahora sobre las flores. Un de siecle. Eii estos bolie~niosmedio echados a perder
Aqueronte, se podía pensar; pero no era nada de eso como Braun y Pastor Ccliolz es donde es más fuerte el
e n el sueño. Me indicaban e n q u é lugar d e los anlielo d e libertad. Pero, por otra parte, parece que
primeros azulejos tenia que apciyar el pie al volver. En
* Ntlre Geirieiiisdiiiji: Nueva sociedad [ N . d e la T.]
e s e lugar, la porcelaiia era blaiica y acanalada. ** Se trata d e u n círculo d e e s c r i t o r e s q u e se f o r m ó en
Coiiversando recorríamos el camino de regreso desde
Friedriclishagen alrededor de Gr'rliart Ha~ipmann[N. d e la T.]
las profundidades de la estación de carga. Yo llamaba
justamente el ocuparse del arte y de la cuestión social observemos una oración dada como si hubiera sido
fue lo q u e los enfermó d e este modo. En o t r a s coiistruída siguiendo esta regla. Tendría que adquirir
palabras: la enfermedad parece ser aquí un emblema d e pronto un rostro extraño y excitante a nuestra vista.
social así como la locura lo fue entre los antiguos. Los Pero Iiay algo de esta mirada en todo acto de lectura.
enfermos tienen un extraordinario conocimiento del No sólo el pueblo lee novelas dc esta forma - es decir,
estado d e la sociedad. En ellos, el desenfreno se por los nombres o las fórmulas que lo asaltan desde el
convierte en conocimieiito infalible del ambiente en texto; también el instruído está al aceclio d e giros y
que respiran sus coiitemporáneos. La zona en que se palabras cuando Ice y el sentido es sólo el trasfondo
produce esta transformación es el "nerviosismof'. Los sobre el que descansa la sombra que producen las
nervios son Iiilos inspirados semejantes a aquellas palabras y los giros como esculturas en relieve. Esto se
fibras que tomaron su lugar en los muebles y eii las manifiesta en primera instancia en los textos que se de-
facliadas d e las casas alrededor d e mil novecientos nominan sagrados. Cuando se los comenta, se toman
con sus estrecliamientos desilusionados, s u s palabras como si éstas liubieran sido colocadas en el
siiiuosidades iiostalgiosas. El Jiigendsfil* veía la figura texto siguieiido las reglas d e este juego y como si al
del bohemio con preferencia en forma de una Dafiie comentarista se le hubiera encomendado la solución. Y
que se convierte en un manojo d e fibras nerviosas al iio cabe duda de que las frases que un iuño coiistruye a
aire que se estremecen en la atmósfera de la Jrtztzcit partir d e las palabras se parecen más a los textos
cuando se acerca la realidad que la persigue. sagrados quc al lenguaje cotidiano d e los adultos. Al
respecto, un ejemplo que muestra la combinación que
Iiace un iiiiio (de doce años) d e las palabras antes
Rosquilla, plurna, pausa, queja, fruslería nombradas: "El tiempo se balaiicea como una rosquilla
a través de la naturaleza. La pluma dibuja el paisaje y,
Una seiic?de palabras dc cstc- esiilo, sin coiiexióii iíi si surge uria pausa, se la rcllena con lluvia. FTo se es-
contexto, con cl punto de partida de un juego que gozó cucliaii quejas porque iio Iiay fruslerías."
d e gran prestigio en la época del Biedermeier. Cada
uno tenía que lograr ubicarlas eii un contexto con-
vincente sin alterar su orden. La solucióii era tanto más
apreciada cuanto más corto fuera el texto, cuanto UNA V E S NO ES NINGUNA*
menos momentos intermedios contuviera. Especial-
mente en los niños este juego produce hallazgos A l escribir uno se detiene a veces en un pasaje bello
liermosísimos. Porque para ellos las palabras son
que sali6 mejor clue todos los demás y después del cual
todavía como cuevas eiitre las cuales ellos conocen las
no se sabe cómo seguir. Algo extraíio ha sucedido.
vías d e comunicación más extrañas. Pero tratemos
Pareciera existir un acierto negativo o estéril y tal vez
ahora d e representarnos la inversión del juego,
x a ricct-sario keiicr ~.:,aidea cabal d e él para saber la
importancia que tiene. Básicamente se trata de dos
* Ver nota pág.62.
Proverbioalemin: Eii~irirzlist keiirnial. [N. de la T.]
consignas enfrentadas: el "de-una-vez-para-siempre" y
el "una-vez-noes-ninguna". Lógicamente hay casos en
que alcanu con el "de-una-vez-para-siempre" - en el
juego, en un exámen, en un duelo. Pero nunca en el
trabajo. Este requiere del "unu vez no es niiiguna".
Pero sucede que no a todo el mundo le interesa llegar
al fondo de las prácticas y ocupaciones eii que radica
esta sabiduría. Trotzki lo hizo en unas pocas frases en
las que rinde liomenaje al t~abajode su padre en el
campo sembrado. "Conmovido", escribe, "lo miro. Mi
padre se mueve eii forma simple y acostumbrada; no
pareciera que está trabajando, sus pasos son iguales,
son pasos tentativos como si estuviera buscando el
lugar más adecuado para comenzar. Su guadaña se
abre camino e n forma sencilla, sin desenvoltura
artificial; más bien podría pensarse que no está
totalmente segura; y, siii embargc, corta al ras, coii
precisióii, tirando lo que cosechó hacia la izquierda en
manojos regulares." Ahí tenemos la forma en que
trabaja cluieii tiene experiencia, quien aprendió a
comeiizar d e nuevo todos los días, coi1 cada golpe de
guadai-ia. No se detiene ante lo ya heclio, sí, bajo sus
manos lo ya heclio se volat.liza y se vuelve
imperceptible. %lo estas manos resuelven la tarea más
difícil como jugaiido, porque soii cautelosas al realizar
la tarea más simple. "Ne jatizais profifer de I'élan acqlris",
dice Gide. Entre los escritores pertenece a aquellos eii
10s que los "pasajes bellos" son más escasos.

DE NUEVO

En sueños me encontraba en la escuela rural de


Haubiiida donde me crié. El edificio d e la escuela Carta a Th. W. Adorno, IJaris, 31 de iiiayo de 1935
estaba a mis espaldas y yo iba por el bosque, en el que
no había nadie, hacia Streufdorf. Pero ahora ya iio la novela, al igual que el arte culinario, recién
estaba en la zona en la que el bosque cede paso a la comieiiza más allá del producto crudo. iY cuántas

.-.
llanura, donde aparece el paisaje - el pueblo y la sustai~clas
+. - nutritivas caen
'-----.-P.--.
mal cuando están crudas!,
,-,. _.I____.____.__II_____

elevación del Straufhaim - sino que, una vez que cuántos ~ i t e c i m i e n t o sliay acerca d e los cuales es
liube escalado una montaña baja d e poca pendiente, Z n s e j a b l e l e s e----------
-----*
r 0 no vivirlos en cariie propia. Son
ésta caía perpendicularmente del otro lado y desde la acontecimientos que atrapan a más d e uno q u e se
altura, que disminuía al bajar, vi el p a i ~ j ae través d e hundiría si tuviera q u e atravesarlos in natrira.
un óvalo entre las copas d e los árboles como a través Resumiendo, si existe una musa d e la novela - la
de un portarretratos negro como el ébano. Este paisaje décima - ésta lleva el emblema de la cocinera. Es ella
no se parecía en nada al acostumbrado. A orillas de un quien eleva al mundo desde el estado crudo para
gran río azul quedaba Schleusingen, que por lo fabricar a partir d e él lo comestible, para darle su
general está lejos y yo no sabía: ¿Es Schleusingen o sabor. Durante la comida se pucde llegar a leer el
Gleicherwiesen? Todo estaba como bañado en colores diario. Pero nunca una novela. Es que se trata de
húmedos y siii cm-bargo predominaba un color negro actividades que se disputan el terreno.
pesado y mojado, como si la imagen fuera el campo
cultivado en el q u e e n aquel entonces se habían
sembrado las semillas de mi vida posterior, que en el El arte de narrar
sucíio se roturaba d e nuevo con dolor.
Cada maííana se nos informa sobre las novedades
del planeta. Y, siii embargo, sornosobres -
en historias
._
singulares. ¿A qué se debe e=? Se debe a c l u e E o
,1I
BREVES MALABARISMOC ARTISTICOC nos llega iiiiigún acontecimieiito que esté-libre
- -- de ,+
&tos ex~licatiios.En otras al abras: va casi liada de
%>iue s;~ede ?edüiida en provecho ;e la iiarración,
casi todo en provcclio de la informacióii. Porque si se
L e a covelas
puede reproducir una historia preservándola d e
cxplicacioiies ya se logró la mitad del arte de narrar.
No todos los libros se leeii de la misma manera. Las
novelas, por ejemplo, están para ser devoradas. .Los antiguos eran maestros en este arte, Herodoto a la
Leerlas conlleva el placer de la ingcstióii. No se trata cabeza. Eii el capítulo catorce del tercer libro de sus
d e identificación. El lector no se pone eii el lugar del Historias está la historia de Samético. Cuando el rey
héroe sino que incorpora lo que a éste le pasa. El egipcio SamCtico fue vencido y tomado prisionero por
ejemplo visual d e esto sería la guarnición sabrosa eii el rey d e los persas Cambises, Cambises se empeciiió
que se trae a la mesa un plato suculento. Existe, es eii liumillar al prisioiiero. Dio órdeiies de liacer parar
cierto, un régimen crudo d e la experiencia - igual Samético al costado d e la calle en la que tendría
como existe u n régimen crudo del estómago - a lugar la entrada triunfal d e los persas. Y además
saber: las experiencias en carne propia. Pero el arte d e dispuso las cosas d e tal forma q u e el prisionero
pudiera ver pasar a su liija como sirvienta yendo a
buscar agua a la fuente en una vasija. Mieiitras todos no la explica ni con una palabra. Su relato es el más
los egipcios se quejaban y se lamentaban ante este seco. Por eso esta historia del antiguo Egipto puede
cuadro, Camético permanecía parado solo, inmóvil y provocar asombro y reflexión a ú n hoy, después de
sin pronunciar palabra, los ojos fijos en el suelo; y milenios. Se parece a las semillas que durante miles de
cuando al poco tiempo vio que su hijo era conducido aiios estuvieron herméticamente cerradas en las
junto con otros para ser ejecutado, siguió sin cámaras d e las pirámides y conservaron su fuerza
conmoverse. Pero cuando después reconoció a uno de germinadora hasta el día de hoy.
sus criados, un viejo hombre empobrecido, en la hilera
de los prisioneros, se golpeó la cabeza con los puiíos y
dio seiiales del más profundo dolor.- En esta historia Después de la ter~ninaciónde la obra
se ve lo que es u n verdadero relato. El mérito de la
información pasa e n cuanto deja d e ser nueva. Ella Muchas veces se reflexionó acerca del surgimiento
--L-:---_-,
sólo vive en ese momento.
_~-..,I___..--.---p..
explicarse sin perder -Pero
d

+---- --
___Debe entregarsea él y
con e l % ~ - sucede
.
d e las grandes obras a la luz de la imagen del iiaci-
miento. Esta imagen es dialéctica; abarca dos caras del
otra cosa: éI no se agota, sino que almacena la fuerza proceso. Una tiene que ver con la concepción creativa
reunida e n su iiiterior y puede - volver a desplegarla y se refiere a lo femeiiiiio del genio. Este elemeiito
después d e largo tiempo. Así Montaigne volvió al femenino se agota con la terminación. Es el que le da
relato del rey egipcio y se preguntó: ¿Por qué el rey se vida a la obra; luego muere. Lo que muere en el maes-
queja recién al ver a su criado y no antes? Moiitaigne tro al concluir su creación es la parte de él en que la
responde: "Como ya estaba lleno de dolor, bastó un obra fue concebida. Pero esta terminación de la obra
mínimo incremento para que éste rebalsara". Esa es -y esto nos conduce a la otra cara del proceso- no
una forma d e entender esta historia. Pero ésta también es nada muerto. La termiiiacióii no se alcanza desde a-
admite otras expiicacioiies. Cualquier puede trabar fuera; no la fuerza ni el heclio d e limarla ni el d e
conocimiento con muchas de ellas, si plantea esta mejorarla sino que se produce dentro d e la obra
pregunta en el círculo d e sus amigos. Uno d e mis misma. Y también aquí puede hablarse d e un na-
amigos dijo, por ejemplo: "Al rey no lo conmueve el cimiento. Porq¿e en su terminación la creación hace
destino d e lo monárquico; porque ése es el suyo." Y renacer al creador. No en su femineidad en la que la
otro: "En el escenario nos conmueven muclias cosas obra fue concebida sino en su elemento masculino.
que no nos conmueven en la vida; este criado sólo es Dichoso, el creador supera la naturaleza: porque a-
un actor para el rey." Y un tercero: "El dolor intenso hora le deberá a un reino más claro esta existencia que
se acumula y sólo sale a la luz cuando la persona se concibió por primera vez desde la profunda oscuridad
distiende. El reconocer al criado fue la disteiisión.". del seno materno. Su hogar no está donde nació, sino
"Si esta historia hubiera sucedido Iioy", dijo u n que nace donde está su hogar. El creador es el pri-
cuarto, "entonces en todos los di . , ? s u:;ía q u e mogénito Iiijo varón de la obra que concibió una vez.
Samético quiere más a su criado que a sus liijos." De
lo que no caben dudas es de que todos los periodistas
la explicarían en un abrir y cerrar de ojos. Herodoto
POSTFACIO
"...salía coiiceri trar sir niirada eii el nrcis e.ytrenro rilicóli

riel fcclio, lo qrre le coiifería iiii aspecto casi nldgico (...) iio
era eso yiie se piidiera llnniar iiii Iionibre Sirapo, pero re-
srrltnba irirpresioiin~itea cnirsn de sir frciife extraordiiin-
rianieiite alta !/ plaiia, sobre la cirnl erric~rgínriiirios cabe-
llos deiisos y abiiiiriaii tt,s, de cclor castnrio oscilro, ligera-
rrieiite aiidiilnrfos y dificiles de discipli~inr(...) El toiio de
sir r90z t9ralicrriioso, nrelddico y pcrietrniite. Proliircía iriin
firt,rte inipresióii, ciiniido leía eii 7'oz alta, cotr si1 rrpo~71in
L/ bicvi nrticiilndn diccidii( ..J.
Ern de iiriedinirn estntrrrn, ririry dcllgndo, tnirto eir nqrrclln
épocn coii~otodnziín nilrclros niios despiris; z~estíade rrii
riiodo acc!iitrrndanrciite poco llnninti7,o !/ se riiniifeirin de
ordiiinrio ligernriierife iiicliiindo lincin aielniifc. Sir nioilo
de nirdnr ern lcrrto y nlso erirarado, ci~iirotliiitearido cnrin
pnso (...). Miry n niciir~lioH' d<>teriínt~iic'~rtrns coiifiiiiral>n
linblnirrio. Ficil resiiltribn rc,coirciccrle de esj~nldn(...)
Bajo la freiite rlcstncabnii sirs gnfns, de sriresos cristnles,
yiie se qiiifnbn cori /reci~eiicinrriiciitrns Imblnbn, descir-
l~rieiidonsísirs irripresioiiniites ojos color azirl oscrrro. Sir
rinriz crn r e p ~ l n r ;la parte fiiferior de sir rostro era tolin-
oín, err nqirel eritorices, nroderndarrrerite tierrin; sri bocn,
cnriiosn !/ serisible (...) S I Lrostro cobrtrbn, npt,rrns Imbl~bn,
irria espresidri clrriosnnierrte cerrndn, o nrhs bierr como
z~ireltnImcin ndt.riiro. Niriicn ilejó de l~rcirirri bigote has-
fnrrtc es/7eso (..J. La pic.1 rle sir arerpo era tle irira ncerrtirn-
da hlnilcirr~(...). Las nintios delgniins, bellas y rriir!y ex-
presi7~ns(...) ctrarido \rnblnlm, iitiliznba irri lerr~~rnje selec-
to pcro cori ?intiirnliiind, si11 osteritncióri, snlpicnrlo de z 7 a
cri cirnrido, sirr irisistelicio y n i irrr torio nids bIt71 iniitnti-
z~o,de ie.ipresiorres en dinlccto berliriés,..."
Gershom Scholem
Recorrió su vida, alguna vez, por un mapa gris con mera persona de sus escritos. Ocultó su yo en esos es-
un sistema de seliales coloreadas y otra vez, eii uii bar critos. Descubrió los pasajes, lo sedujeroii. Trabajó so-
parisien, la diagramó como uii laberinto coii graiides bre ellos. Abandonó su cuerpo en uii pasaje.
entradas. Cada eiitrada, una relación. El laberiiito, un
lugar doi~deuiio se pierde. Aprendió a perderse eii las Peiisador, literato, crítico de arte, Walter Benjamin
ciudades y eii sus laberintos d e tinta de los secantes es uno de los más significativos intelectuales d e los
iiifantiles. Si pintaba, se veía traspuesto en las imáge- últimos tiempos.
nes que brotaban d e sus pinceles. Se resistió a las auto-
biografías que devieiieti tiempo, y prefirió liablar de Nació eii Berlín, en uii barrio del oeste en donde pa-
un espacio, d e momentos, de discontinuidades. Per- só su infancia, allá por 1900. Primogéiiito de una aco-
mitió que uiia calle de dirección única se abriera en él. modada familia judía, melancólico y retraído, alternó
Definió las citas como "saltcadores de caminos que desde muy peclueño en sus clases particulares coii ni-
irrumpeii armados y despojan de su convicción al ños d e las mejores familias... "iticluso una chica de la
ocioso paseaiite". Pensó uiia obra compuesta por citas. iiobleza sabía perderse en el grupo", Louise de Lan-
Vio la posibilidad d e releerse eii ellas. Supo articular dau quieii marcara a Walter Beiijamin coii "la fascina-
amistades sólo coticebibles eti un collage surrealista. ción de uii iiombre" y el descoiicierto aiite la imageii
Se peiisó más astuto d e lo que era porque lo creíaii d e una muerte prematura. Trazos iiidelebles que, en
más torpe d e lo que era. Veía acercarse desde lejos to- 1914, con el suicidio de su amigo el poeta Fritz Heiiile,
do lo que le importaba. Trató de eiiteiider el pasado y se iiicribeii eii la existeiicia de Bcnjamiti, sigriáiidola.
no de recuperarlo. Encoiitró en él destellos dc futuro. Su ya seiialada rcsisteiicia a las autobiografías , ese
Dcfiiiió cl térmiiio menioria como la lectura d c u i ~ o "yo" sistemáticamcrite vedado y furtivo de sus escri-
mismo al revés. Sugirió cepillar a contrapelo la histo- tos', la sigilosa prudcncia con quc rccubría sus mo-
ria. Vislumbró barbarie eii ei reverso cic todo gesto cic )
mcntos privados, ¡a dificuitad para rastrear sus pasos
civilización. Decidió leer el scritido de la Iiistoria eii a través dc testimoiiios icoiiográficos, su iiicorporei-
lieclios iiisigiiificaiites, casi eii sus despcrdicios. Quiso dad seííalaban sus amigos, autoriza11 a buscar eii su
que las ideas evocaran objetos eii el espacio. Descubrió obra las liuellas d e csa primera persona esquiva. Auii
que captar exactameiite lo que está sucedieiido en el a riesgo d e pcrdcrse en sus tcxtos, como 61 aprendió a
lapso de uii segundo es más decisivo que coiiocer coii perderse en las ciudades por doiide ellos traiisitan.
aiitelacióii futuros remotísimos. Borró los límites enh-e 1
Colcccióii d e fragmentos, discoiitiiiuidadcs, espacios,
literatura y filosofía, entre filosofía y magia. Todo lo Cuadros d e u n pensamiento q u e 61 segurameiite
que dijo y escribió, para Th. Adoriio, "sueiia como si también ha Iiabitado.
el peiisamiento recogiera las promesas de los cuciitos
y de los libros iiifaiitiles". Fue uii coleccionista. Estaba ' "Si escribo un alemán mejar que el de la mayor parte de los
escritores de mi geiicracióii, esto se debe en gran parte a que durante
seguro de que los libros sólo alcanzarían la libertad eii más de veinte aiios lie respetado uiia úiiica y míiiima norma.
algún estaiite de su biblioteca. Encoiitró trece razones Coiisistc en no utilizar jamás la palabra 'yo', salvo eii las cartas".
para aliar los libros a las prostitutas. Recordaba de las Crónicas Berlinesas G.S. V1,pág. 475 cit. eii Walter Benjamin de un
postales, más los textos que las imágenes. Elidió la pri- siglo a otro de Pierre Missac, op. cit. en bibliografía.
La lectura d e Infancia en Berlín refiere a un padre ravillado por la variedad d e cubiertos eii su infinita re-
severo -Emile Belijamili, rezan los datos biográfi- petición. Pero también teme. La imagen de un mons-
cos- en an-ieiiazantes reclamos a sus empleados a truo escondido acecha en sus fragmentos. Lo inquieta
través del teléfoiio. La ira desplazada en el girar d e pensar a los comensales, cuyos nombres señalan los
una manivela. 'Teléfono', maravilla de la técnica, cartelitns, tan repetidos como la serie d e cubiertos que
"placer orgiástico", vertiginoso, en el 1900. En el re- a cada uno y a todos les corresponde. Lo tranquiliza
verso la figura d e un iiiiio recordado a lo lejos, a saber a sus padres alejados del círculo de poder.
quien la cercaiiía d e las imágenes le permiten pensar- Y descubre la fuerza de las criadas y el origen de la
se "un liermai-io gemelo" de ese aparato que acompa- miseria y con esa mirada "que aparentaba ver sólo la
sa, en ritmo a contramarcha, la trayectoria d e toda tercera parte de lo que veía", aprisionado entre el an-
l
una geiieracióii. De !os pasillos oscuros y rincones ati- tiguo y el nuevo oeste bcrlinés, abandona uiia clase,
borrados de las casas burguesas, el teléfono converti- un linaje, un siglo para arrojarse a la imagen d e una
do en "héroe mítico", se instala en los cuartos lumino- prostituta. Imagen que, asegura Pierre Missac, "no es
sos para n-iitigar la soledad d e esa nueva generación. ya un fantasma malffico, ni siquiera un 'tipo' simbtri-
Acercar su exilio. Costener su desesperación. co al d c la 'callejera' sino el producto d e una cosifica-
Pauliiie Sclionflies es el nombre de la madre. En su ción dentro de una civilización de masas".
infancia de priiicipio de siglo aparece una mujer ticr-
iia que, protegida por el resplaiidor de sus joyas, se Alejado dc.1 Berlín de su infancia, Berijamiri escande
acerca desde lejos y calma con relatos las nanas del su corta existencia con un viajar casi permanente. Un
niño enfermo. devenir entre el placer por el viaje en sí -una manera
En casas burguesas blindadas para la muerte y la d e colcccioiiar, de pensar en imágenes, de perpetuar
miseria, Iieredero de un linaje y de un nombre que, tal uri amor dcsplazáiidolo- liasta el imperativo del cxi-
-
coino acluellos cjíie coiivocan uiia mítica manzana en 7
lio. Viajc final frustrado por el desconcierto.
Palermo y rosados atardc~cres,imponen su derecho a De 10s primeros tramos d e ese recorrido incesante
uii espacio urbano y a uiia mirada', el niño crece, espía surge siempre un iiombre, una pasión3. Mujer, ciu-
el brillo de las veladas y la belleza de los invitados, ma- dad, texto y mirada abandonada en la mano que es-
cribe confluyen en un laberinto. Quizás ese mi.rro
l La relación con Jorge Luis 13orgc3 en lo referente al dcreclio de que alguna vez represeiitó su existencia.
huidar ~ uapíício
i s~stcnidoen el iiombre y en la liereiicia, surge de la
lectiira del fragmento "Cíllc Steglitz, cquiiia a Ccntiuii" d c Infancia en 1917 encuentra a Waltcr Beiijamiii en Suiza. Uria
Berlín: "...la tí<7 Lclirnaiiii. 511hiu*iiiilrlliif~i~ileireíiirfcl 111iorlfyi~rt~fitbibri
sir
rferech 11 acr.,durante ~ i i i ageneración, 111 dcceiil~~fcieliirim~iovb ~ ~ elj oIJIU mujer lo acompaiia, Dora Pollak. Años atrás, en Ber-
riesrrirb~icr7Li ci~llcd e Stcglitz cii la Cetitlun. Esta parte era dc las que lín, ambos participaban del 'Jugendbewegung'. Movi-
apenas sufrieron las c a m h i ~ sde los Úitirnos treinta anos" (subrayados
míos). Qiiizzís puedan pensarse otros motivos comunes en ambos
autores. La co~ijuiicióiivida, plano, ciudad, laberinto -aunque 110 9 "En un amor, la mayoría busca una patria eterna. Otros,
mujer/pasióii- e s posible rastrearla también en Horgrs. Como aunquc muy pocos uii eterno viajar. Estos ídtimos con melancólicos
ejemplo: el poema "Buenos Aires" en El otro, El inisrrio, Obras q u e tienen q u e reliuir el contacto con la m a d r e tierra ..." d e
Completas, Buenos Aires, Ernecé, 1974. (pag. 947) Dirección única, 'Mapa Antiguo'; Op.cit. en bibliografía.
miento estudiantil que Beiijamin abandoiiara en 1914, del siglo XVIII y derivaron a los revolucionarios y
después del suicidio de Heinle. culturizados de los siglos XIX y XX, se combinan en
De origen vienés, hija de un aiiglicista d e arraigada Benjamin como si su figura estuviera destinada a en-
tradición judía, Dora reencuentra a Benjamiii en Mu- camar rasgos de un 'tipo' eii vías de extiiición. El ~ílti-
nich en donde ella residía junto a su marido, el acau- i inn intelecfiral, lo denominará Susan Sontag, instalado
dalado periodista Max Pollak. Sensible a las expresio- en las ruinas de una sociedad, encrucijada de la cultu-
nes artísticas, muy vivaz, sensual y seductora esta ra modenia.
mujer abandona la villa d e su esposo junto al lago Suiza aleja, eiitoiices, al joven intelectual de los coiúiic-
Starnberg -esce~iariaprivilegiado d e encuentros eii- tos políticos que sumergían a Europa. Beiijamin trabaja
tre artistas y lioy famosos intelectuales- para iniciar en un proyeto para su tesis doctoral, pero por esa época
junto a Walter Benjarnin un escarpado itinerario. Do- I su producción literaria y ciisayística es muy escasa.
ra fue su esposa. Dora será la madre d e Stefan, su Hacia 1921 la relación con Dora comienza a desdi-
único liijo. Amores sedentarios -"patria eteriia"- de bujarse. Vicisitudes económicas, regreso a Berlín, de-
los que Beiijamiii, teíiido de melaiicolía, rehuía. pendencia familiar y, para ambos, la inquietante pre-
Sin embargo, Dora es presencia solidaria y protec- sencia de Eriist Sclion y Jula Coliii en el espacio íriti-
ción en los sucesivos momentos cnticos de la vida de mo del matrimoiiio, quiebraii los lazos que articula-
Benjamin, aún después de la separación de la pareja y ban la pareja. Pero no el afecto y el respeto mutuo
posterior divorcio en 1930.
l que, junto a Stefan, los acercó siempre.
1
Todavía en Alemania y aiite iiimiiientes citacioiies Durante ese período Cersliom Scliolem los visita
del ejército, Dora asiste a su futuro esposo en sesiones coii asiduidad. Cliarlas sobre filosofía o teología, tam-
de hipnosis para estimular los accesos de ciática que bién confidencias cii las frecueiites discusioiies matri-
él ya padecía y conseguir, de esta manera, el certifica- moiiialcs alternaii una amistad sostciiida. Sclioleni
do médico que garantizara la excepción al servicio fue, aiite Iñ preinura de la imagen de! suicidio eii
militar. Logrado el objetivo, el matrimoiiio se aleja de 1932, el destinatario legal d e todos los maiiuscritos.
Berlíii para iiistalarse en Suiza. Actitud que, compar- Jula Colin, su más cercana confidei~te.~
tida eii ese entonces por algunos intelectuales como
Ernst Blocli, Hugo Ball o Herman Hessc, tendía a cx- Jula Coliii. Otra mujer eii la vida de Benjamin. S u c t ~
presar su repudio antc la opinión pública alemaiia de cii Bcrlíii, cs escultora y hermana de su antiguo con-
freiite a los acontecimientos bélicos.
La escisión de los iiitelectuales coi-i el Estado, una
' "Tú s a b ~ slo rnuclio q ~ i euna vez 11c llegado ), nrn,ii.te, E
rebeldía explícita, se complementa, y en Berijamin con
iiicluso en el momento en que estoy a p ~ u i t odc morir, no cceiitn ~rii
peculiar intei-isidad, con el hiato social que provoca la vida con otros dones m l s preciosos que los otorgados por a<l~iellos
irrenunciable iiecesidad de coiiseguir un sostén eco- inst,iiites en que sufrí por ti. Con este adiós 1iabr.i dc bastar. Tuyo,
nliniico, sul7sidio o manutención familiar, a través c!cl Walter". Intima iiota que Benjamiii escribe a Jula Kadt Colin, j~iiito
cual se les posibilitara la pleiiitud en su reflexión iiite- a otras para Einst Scli6n y Fraiiz Hese1 y un testameritodatado cn
1932 y encontrado en Postdam en 1966. Beiijamiii conservó estos
lectual. Según Hannah Arendt, estas características papeles personales. Ver Gerscliom Sclioleni, Historia d e una
que ya determinaban al hoinjne de leftres de la Francia amistad pQg. 192-3 op. cit. en bibliografía.
discípulo, depués mujer de Fritz Radt, amigo de la in- "Sólo la irnagen r~yresattadairianticnc vivo el tieseo.
fancia. Jula desencadeiia un amor que ya alguiia vez se Al contacto con la sirriple palabra, éste pirafe, en corri-
Iiabría esbozado. Por aquel Berlín d e la adolescencia bio, prerider con fiicrza para Irie,yo segilir ardiendo co-
marcard eii Beiijamiii "el verdadero centro del destino". rrto friego rie brasa."
Jula es viaje y es texto. Heidelberg y 'Die Wahiver- En la soledad de uii cuarto el viajero convoca uiia y
wandtscliafteii" a quieii lo dedica. Eii este ensayo se otra vez la imagen d e la mujer amada. "Pienso mucho
Iian seiialado, también en las relaciones entre los peno- en tí, y sobre todo me gustaría verte coii frecuencia eii
iiajes d e la iiovela de Goetlie, algunos rasgos coinciden- mi cuarto" liabría corifesado Beiijamin en alguiia car-
tes coii la vida de Beiijamin, pero es en el personaje de ta a Jula. El rastro, huella de lo vivido, lo provoca. El
Odile en donde coii mayor evidencia se ensamblan tra- amante avaiiza liacia él y atrapa esa presencia fugaz.
zos d e Jula que a Beiijamin lo fascinabaii.' Cercaiiía en el recuerdo. Acontecer que Berijami11 bien
Y Jula ya es texto, verdadero objeto d e su pasióii. c0110cía.R
La cercanía d e su preseiicia se borronea en un ptrso-
iiaje para convertirse, algunos pasos más tarde, con La Alemania d e post-guerra condeiia a aquellos
su propio nombre en protagoiiista de un fragmeiito que dcstiiiaii su vida al trabajo iiitelectual. Y si bien
eii el que, esquiva, niega sus labios y ofrece una meji- Benjamin logró comprender que su situación eco~ió-
lla tersa al amante que la sueíia. Es taii solo así, a tra- mica y social se exteiidía a todo uii grupo y iio era el
vés del arte, convertida eii surcos, en estrías negras, destino eiisaliado eri su persona, persistió en coiise-
comola mejilla conmueve por su belleza. guir uii lugar eii la Uiiivcrsidad que le permitiera de-
El trayecto desvanece el nombre y pronto Jula sc sarrollar su carrera académica. Una maiicra dc afiaii-
esconderá detrás del aiióiiimo y misterioso 'mi novia' zar la imagcii d e korri,rie de lettrec y d e justificar aiitc
en una posterior reescritura que, obcecada, sc empe- sus padres la dedicación n una tarca taii poco remu-
iiará eii aprciiender esas mismas imágenes.'
nera tiva.
- -

Surge así un iiucvo proyecto. Si Heidelberg y el eii-


Se maiitiene el nombre dela novela de Goetlie en el idioma ori-
ginal dado que sil traducción al cashrilano, Las afinidades electivas, sayo sobre Goethc y el romaiiticismo alemáii coronaii
no respondería al sentido d e la palabra V ~ u i t ~ i l r l t ~ hque
i ~ j alude
f, al su trabajo de tesis para el doctorado, la interición la-
parentesco. Die Walilverwandtscliaften referiría al parentesco tente d e bucear eii un tema que lo acercara a sus raí-
electivo, como el caso del matrimonio libremente elegido.
El propio autor Iiabria autorizado tal relación ya que según ces -la iiacionalidad germana y la tradición jiidía-
Charlotte Wolff, Benjamin en una discusión entre amigos sobre el lo llevará a pensar sobre los orígenes del drama ale-
ensayo 'Die Walilvercvaiidtscliafteii' d e Goetlie, Iiabria sugerido la
posibilidad d e pensar "cómo grandes obras d e la literatura se
desarrollan a través d e problemas persoiiales". Uernd Witte,
Walter Benjamin. Una biografía, pág. (5 op. cit. en bibliografía. "'....uii acontecimiciito vivido es finito, eiiccrrado, cii todo
Refiero a q u í al fragmento 'Primer sueño' d e la "Serie dc caso, en una cierta esfera del vivir, mientras que el acoiitecimiento
Ibiza" y al mismo fragmento 'El amante' d e "Autorretratos del recordado carece de límites ya que sólo sirve como una clave para
soñddor" el q u e sólo difiere del anterior e n el reemplazo del todo lo que lo precedió y para todo lo qice le s i p l ó ... La unidad d e
n o m b r e d e l a protagonista del sueno, Jula, por el gencrico texto es, por cierto, el 'achis purus' del recorddr ii!isirio". 'Para una
sustantivo 'Freundiii' (novia). En el preseiite volumen sólo x? Iia imagen d e Proust' en Sobre el programa d e la filosofía futura,
incluido 'El amante' para evitar la repeticióii. pág. 240, op. cit. en bibliografía.
mán para esta nueva tesis de habilitación. Frankfurt, a 1929. No así eiisayos inmediatos como su Origen
un seminario en el verano de 1923, una iiueva rela- del drama barroco alemán cuyo hansfondo filosófico,
I
ción LTlieodor Adorno, quien fuera referente sigiiifi- además de los temas que eii él se desarrollaii, se en-
cativo en la trayectoria intelectual d e Beiijamiii- y cuadraría aún en la vertieiite metafísica.
das TrairerspielY-"uii juego exliibido para seres his- El estudio sobre la hagedia, concluído en 1925, fue
I
tes" como lo glosara Beiijamin en un intento de defi- I rechazado por un jurado académico que confesará su
i
nición- conforman los eslabones para un nuevo ha- I
desconcierto aiite tal obra. Gesto que determina, d e
mo eii este recorrido. I manera irreversible, el fracaso de su carrera universi-
Sur de Italia, un grupo d e amigos, sol, belleza, pla-
cidez para un viaje que se resuelve en la necesidad de
encontrar uii lugar cómplice d e la escritura alejado
i taria.
El viaje a Moscú, realizado entre fines d e 1926 y
principios d e 1927, define su negativa a materializar,
del clima de teiisihi que inquietaba a los iiitelectuales con la afiliación al partido, la actividad política.
en Alemania. Pero Moscú prefigura, además, un reeiicuentro.
Y desde Capri y eii 1924 cartas a amigos subrayaii, Asia Lacis por ese entonces vive allí, junto a su com-
con insistencia, el eiiigma de oha mujer. Una joven Ie- paiicro el director d e teatro y dramaturgo alemán
toiia bolclievique. Asisteiitc teatral de Bertolt Breclit. Bcri~hardRcicli.
Directora de uii teatro iiifaiitil proletario eii Riga. Uiia Y si Moscú respoiide con dcsencuenhos y destiem-
mujer exhaordinaria. Asia Lacis. pos a las expectativas amorosas con Asia, Moscú tam-
Asia acerca al peiisamiento de Benjamin uii nuevo biéii enmarca la imagen de una mujer que encauza, to-
sentido que lo enriquece siiigularmeiite. La lectura das t i i una, las direcciones posibles de su cxisteiicia.
minuciosa de la obra de Lukács, Marx o Trotsky, la
amistad coii Bertolt Breclit, el marxismo y un poste-
1
I
Por las calles moscovitas la figura de Asia se acerca
dcsdc lejos, tal como se acercabaii al leclio de eiifermo
rior viaje a Moscú -cuyo objetivo ceiitral habría sido I
I
las Iioras d t ii:fa:icia. Asia es !a voz más querida quc
palpar la realidad rusa para decidir su afiliación al I reprende y la palabra que alivia el malestar. Asia es la
l
partido comunista alemán- distancian a Waltcr Bcii- mano plena d e fuerza en uiia caricia. Dialéctica de la
jamin de uiia postura política que tendía al aiiarquis- lejanía y la proximidad -aura-, Asia es uiia fortalc-
mo y que según Scliolem ambos compartían. za que se mimetiza con la ciildad a descubrir. Moscú
Si bien esta teiideiicia ideológica se afianzará cii el oculta por el clima en uii idioma hostil o Riga expec-
peiisamierito de Beiijamin algunos años más tarde, la taiite que puede liacer estallar al paseante extraviado
teiisióii resultante enhe un modo metafísico de peii- o Nápoles acompaííaiido coii mano segura uiia mira-
samiento y el marxismo fue marcando progresiva-
mente sus escritos, en particular aquellos posteriores 1 da. Esa que para Max Eriist "atraviesa las ruinas d e
las ciudades secas".
Nápoles, Riga o Moscú y uiia última pasión que se
transforma en ciudad. Y la ciudad -'objeto perdido'
La palabra aleniaiia Tniim.syiel, tragedia, drama, se conforma si se enredara en la costumbre- se convierte en u11 li-
con las palabras Tnzirer, tristeza, y Spiel, juego. Su uso en alemán
respoiide a la intención de marcar la coiifluencia d e ambos bro amenazante para uii j7inerir' moderno que reco-
significados en la misma. rre Marsella, o en una biblioteca -Parir- qiie se
multiplica en sus espejos, se refleja fragmentada en su l
los liberará en los estantes de su biblioteca -una ma-
río y se entrega solícita a sus amantes. ! nera de recuperar el orden en el caos d e los recuer-
La imagen de mujer se expande para penetrar otras dos-, también la advertencia le adelantará un itine-
ciudades, otros espacios textuales. 'Mar del Norte', un rario que se despliega entre 1933 y 1940.
l
umbral y una silla atravesada evocan ancestrales cos-
tumbres sumidas en amores desdichados y algún re-
~ Tal vez sea ésta la etapa más intensa en el desarro-

~
110 del pensamiento benjamiriiano -un pensamiento
trato d e mujer ampliará los límites, desviará fnistra- asistemático, "de perspectiva compleja e inestable,
cioiies, repondrá el placer. 'San Gimignano', las cam- con múltiples puntos de escape, d e distintas diacro-
pesinas con sus cántaros cincelan palabras que deve- iiías...", define Pierre Missac. De ella se desprenden
lan un paisaje en el pensamiento del paseante solita- sus ensayos de mayor envergadura, entre ellos los es-
rio y, de pronto, el cuadro es un texto. i tudios sobre Baudelaire, sobre la obra d e arte en el
Las imágenes se suceden cn la composición de sus í período de la reproductibilidad técnica, las reflexio-
cuadros. Pensamientos proyectados que devuelven iies sobre el concepto de la liistoria, el lugar del autor
I
una mirada en cuya intersección se corigtruye, como
en un juego d e espejos biselados, la figura d e un tro-
tamuiidos Iiambriento d e palabras, desaforado en el
placer de consumirlas. Un malabarista exhausto que
1 en los medios d e producción y el siempre presente
trabajo sobre los pasajes de París iniciado e iiiterrum-
pido en varias ocasioiies.
A partir d e 1933, entonces, la permanencia en Ale-

1,
saca su "varita mágica negra" para transformar cual- maiiia se torna riesgosa, los círculos se estrechan ace-
quier situación "en un espacio que puede convertirse leradamente. Sus manuscritos que hasta ese momento
en escenario d e nuevas constelaciones imprevistas". aparecían con seudónimo, con la presión nazi, empc-
Espacio coincideiite, quizás, con el de una escritura
que se propone recomponer las astillas dispersas por
I zabaii a ser rechazados sistematicameiite. Beiijamiii
comieiiza a padeccr el terror de la iiiseguridad "... por
los pasos en las calles desiertas o conciliar los dispa- 1! primera vez, -xonfiesa en una carta a Scholem-, es
res fragmentos que comparten el suceder de una bio- difícil ahora disponer de iiiforniaciones absoluta-
grafía." mente seguras. No cabe la menor duda c'e que en nu-
merosos casos la gente ha sido sacada por la iioche d e
T'ero los libros, que siirgen d e las ciudades que las su cama y maltratada o asesinada ...".
pasiones engendran, arneiiazan con desaparecer en el Viaje a Ibiza, estancia en París, visitas a Brecht en
"baúl de un desván, por quién sabe cuanto tiempo". Dinamarca, a Dora cii Saii Remo, serias dificultades
Y si un coleccioiiista sabe que en algún momento él econóinicas, reticencia en medios extranjeros a la pu-
blicacióii d e sus trabajos, polémica recepción d e los
mismos en el círculo d e amistades, persecucióii políti-
10 "He conocido eii mi vida a tres mujeres diferentes y a tres
liombr~5distintos en mí. Escribir la liistoria de mi vida significaría
presentar la formación y la decadciicia de esos tres hombres, y los
compromisos establecidos entre ellos." confesó Ocnjamin en 1932.
En Gersliom Ccliolem, Historia de una amistad, piíg. 184, op. cit. en
. i ca sostciiida y eri 7~.scc!!encia la búsqueda desespe-
rada d e a1ter11ativ.l:.gafa fijar su residencia -Palesti-
na donde residía Scholem o Estados Unidos donde
funcionaba el lnstitut für Sozialforschui~gd e Fraiik-
bibliografía.
furt a cargo d e Porklieimer y Adorno-, configuran

167
un penodo de vértigo. Situación que rozará los lími- l presente cargado de pasado. Su cuerpo "caleidosco-
I
tes con el despojo de su nacionalidad y la desilusión pio que a cada paso le muestra formas cambiantes d e
creciente respecto de la actitud de la izquierda y del i la verdad" buscará una línea de fuga. "Huída iiifini-
I
partido comunista ante el dominio nazi. ! ta" de los treiies en las estaciones, encrucijadas del
El camino del exilio lo obligará a abandonar en su- demasiado cerca, el demasiado lejos, el demasiado
cesivas moradas, sus libros, SUS miniaturas, sus sellos, i proiito, el demasiado tarde.
sus objetos preciados. El At~gelirsNomrs, original de
Paul Klee que comprara azarosamente en uno de sus Adriana Mancini
viajes a muy bajo precio -tal como un coleccionista
consigue sus piezas- lo acompañó hasta los últimos
momentos. Su venta le proporcionaría el dinero nece-
sario para pagar un pasaje a Nueva York. Los borra-
dores de su trabajo sobre Lus Pasajes le serán confia-
dos a George Bataille quien los pondrá a salvo en la
Biblioteca Nacional d e París, allí se conservaroii.
Nunca se supo el destino de los manuscritos que tenía
consigo eii el tramo filial de su huída. Tampoco se co-
noce el lugar eii doiide yacen sus restos en el pequeiio
cementerio de Port Bou, en los Piriiieos.
Su muerte se interpone drásticamente en el intento
último dc atravesar el paso -pasaje- d e frontera
que lo llevaría a su destiiio final, Nueva York, Central
Park.

Zentralpark, uno de los último; escritos de Benja-


mili, fragmentos iiiconclusos sobre la alegoría, pensa-
do como estudio de cierre a los por entonces muy dis-
cutidos ensayos sobre Baudelaire, condeiisaría el cru-
ce d e categorías espacio-temporales, determinantes
en su peiisamiciito. La esperanza en el futuro, la bús-
queda en el pasado, la fnistración en el presente.
El título juega con los proyectos americanos. Sus
amigos en Nueva York se disponíaii a eiicontrarle
una vivienda en los alrededores del Central Park
cuando él, en el límite, se quita la vida.
Por última vez "...una esquina le une dos calles que
había creído alejadas". O el futuro se inmiscuye en el
Ilu~niizaciones111: Teiztativas sobre Brecht. Madrid:
Taurus 1975.
Ilzirrrinaciones IV: Para rina crítica de la violencia !/ otros
ensa!yos. Madrid: Taurus, 1991.
BIBLIOGRAFIA
Discrirsos Irzterrrirrrpidos 1. Madrid: Taurus, 1973.
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La hipótesis d e Laforgue* sobre la conducta de Bau-
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Allegor!~ir1 fhe World of Corrirrio~fify:fhe iinporfaiice of I nalítica que éste le confiere a Baudelaire. Esta refle-
'Central Park' en "New German Criticlue" 34 (Winter I
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1985).
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A.A.V.V.: O n W a l f e r Benjariiin, Critica1 Essn!~.;nrz gcistisirtig" captando d e esta forma el significado
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Si puede decirse que en Baudelaire la vida moderna
ARICO, J. y otros: Waltcr Beiijarnin, el agirafiesfns en es la base de las imigenes dialécticas, esto abarca el
"La ciudad futura", Suplemento/9 N" 25/26 (Octubre
( ')/Enero 91).
lieclio de que Baudelaire se enfrentaba a la vida mo-
derna en forma semejante a la que el siglo diecisiete
CASLTLLO, N. y otros: Wnlter Benja7rrin: La escrifiira 111- enfrentaba la a11tigüedad.
nsofnhle en "Babel", Dossier. Año I NQ4(Septiembre
1988)
Ce utilizan los corclictes para senalar aq~iclloque no perteiie-
cc al texto original, como la numeracióii, signos d e puntuación
omitidos o palabras sin las cua1t.s no sería posible la comprensión.
*" La liipótesis d e Laforgue: Lnforgue interpretó uii sueño d e
Baudelaire señalatido que éste estaba sexualmeiite inliibido uicluso
con prostitutas y que probablemente acudía a los burdeles princi-
pdlmmte como voyeur ("L'ecliec !!e Biiirdcl~iire."Etiide pcyd~oii~i~ilyti-
rlüe siir liz i~kz~rose
de Chi~rlc~
&zir~lrlnire,París, 1931)

1 73
Si sc tieiie en cuenta cuán estrictamente Baudelaire
como poeta tenía que respetar sus propias normas,
sus propias ideas y sus propios tabúes, cuán precisa-
mente circuiiscriptas estabaii por otro lado las Luiicio- La "apreciacióii" o apología iiiteiita tapar los momen-
nes d e su labor poética, entonces aparece uii rasgo Iie- i tos revolucionarios del curso de la liistoria. Lo que le
roico. 1
interesa es lograr una continuidad. Sólo pone éiifasis
1
en aqucllos elemeiitos de la obra que ya se volvieroii
i! parte de su iiiflueiicia. Ce le escapan las asperezas y los
rebordes que brindan sostéii a quien quiere ir más allá.
El estremecimiento cósmico en Victor Hugo nunca
Syleeri como uii dique contra el pesimismo. Baudelai- tiene cl carácter dcl liorror desiiudo que afectó a Bau-
re iio es un pesimista. No lo es porque en él se extien- dclaire cn el syleeiz. Este Iiorror le venía al poeta d e un
d e un tabú sobre el futuro. Esto es lo que distingue uiiiverso que estaba en coiisoiiaiicia con el interior
más clarameiite su lieroísmo del de Nietzsclie. En su coii el que se seiitía familiarizado. Eii realidad, se sen-
obra no liay iiiiigúii tipo d e reflexión sobre el futuro tía cn su casa eii este mundo dc fantasmas. Estc mun-
d e la sociedad burguesa, lo que es sorpreiideiite si se do es el complcmeiito d e la comodidad de su casa, a
ticiic en cueiita e: carácter de sus escritos íiitimos. De la que tampoco le faltaba liorror.
esta sola circuiistaiicia puede deducirse cuán poco
apostaba al efecto para lograr la supervivencia de su "Dans le coeirr iiiirriorfel qiri foirjo~rrsvtirf fleirrir" -res-
obra y cuán profuiidameiite moiiadológica es la es- pecto d e la explicación de laspeirrs rhr iiial y d e la estc-
tructura de las Fleurs du rttal. rilidad. Las uei~[fnizges eii Baudclairc- su palabra más
melaiicólica (sriiiper cnrfcrr~;l'iiiryrévir).
La estructura d e las Fleurs du ~ n a no
l está deterrnina-
da por uiia disposicióii iiigeiiiosa d e los distintos poe- Contradiccióii eiitrc la teoría dc las correspoiidcncias
mas, muclio meiios por una clave secreta; está dada naturales y la reiiuiicia a la iiaturalcza. ¿Cómo se re-
en la rigurosa exclusión d e todo tema lírico que no suelve?
llevara la impronta d e la propia exprieiicia dolorosa*
Las discontiiiuidadcs, los secretcos, las decisiones sor-
de Baiidelaire. Y justamente porque Baudelaire sabía
presivas, pcrteiieceii a la razóii de Estado dcl Ceguii-
que SU sufrimiento, el spleen, el taaiilon vitae, cs aiiti-
do lmpcrio y eraii típicas de Napoleóii 111. Constitu-
rluísimo, estaba en coiidiciones de resaltar en él con la
mayor prccisióii la marca característica de su propia yeii el grst~r" dccisivo eii las declaraciones teóricas d e
experiencia. Si se pudiera formular una coiijetura, es- Baudclaire.
ta sería que pocas cosas le deben haber dado una idea
tan alta de Su propia origiiialidad como la lectura d e
10s Satíricos romanos.
Cmrtis:sc trata de tina palabra clave en 1.1 exposición de Beiijamin
l ~ i ~ l ~ :
~ikralmente, lleno d e sufrimiento, pero l ~ i & ~ ~ r l u ~ f t l i c J ~ : sobre el teatro épico de Breclit que significa tanto "gesto" corno
aP4onado (N. de la T.) "sustancia". (N. de la T.)
burguesía. La otra surgió a su muerte, inaugurando
su fama. En ella aparece como mártir. Este falso nim-
bo teológico debe disiparse totalmente. Para este nim-
El decisivo fermento nuevo que, penetrando en el fa- bo, la fórmula d e la Monnier*.
edizrln vilae lo convierte en spleen, es la alienación. Del
retorno infinito de la reflexión, que eii el romanticis- Se puede decir: la felicidad lo hacía estremecer; no se
mo ampliaba el espacio vital como en un juego for- puede decir nada análogo respecto d e la desgracia. La
mando círculos cada vez más extendidos y lo reducía desgracia en estado natural no puede penetrar en no-
a límites cada vez más estrechos, lo que quedó d e la sotros.
tristeza eii Baudelaire es sólo el tefe-a-fete soinbre e f
liinpide del sujeto consigo mismo. En esto reside la El spleen es el seiitimieiito que corresponde a la catis-
"seriedad" específica eii Baudelaire. Fue justamente trofe en permanencia.
esta seriedad la que impidió que el poeta asimilara
verdaderamente la visión católica del mundo, que El curso d e la historia como se presenta bajo el con-
sólo se recoiicilia con la seriedad de la alegoría bajo cepto de catástrofe no puede, en realidad, demandar
la categoría del juego. La apariencia* de la alegoría mayor atención a quien reflexiona que el caleidosco-
ya iio se recoiioce aquí abiertamente como en el ba- pio en la mano de un niño, en e! que lo ordenado se
rroco. 1 dermmba para formar un nuevo orden con cada giro.
Esta imagen está totalmente justificada. Los conceptos
Baudelaire no fue sustentado por niiigúri estilo y iio
d e los goberiiantes fueron siempre los espejos gracias
tuvo escuela. Eco dificultó notablemente su recepcióii.
a los cuales se formó la imagen d e uii "ordeii".-El
La introducción d e la alegoría responde en forma mu- calcidoscopio debe ser destruído.
ciio más significativa a la misma crisis del arte que al-
rededor d e 1852 iiitentó enfrentar la teoría d e l'art El sepulcro como la cámara secreta eii la que Eros y
pozir l'art. Esta crisis del arte se debió tanto a razones Sexus ponen fin a su aiitiguo conflicto.
técnicas como a razones políticas.
En Baudelaire, las estrellas son la imagen oculta de la
mercancía. Son lo-siempre-nuevamente-ipal en
grandes cantidades.
Hay dos leyendas d e Baudelaire. Una la difundió él 1 La devaluación del mundo de los objetos en la alego-
mismo y eii ella aparece como monstruo y terror d e la I ría es superada, dentro del mismo muiido d e los obje-
?
' Sdreinhuikeit en el original. Sdreisi significa en alemán tatito "res- 1
I
tos, por la mercancía.
plandor o brillo" (en geiieral, caela luz) corno "aspecto"o "aparien-
cia". Sdieirihnrkeit, la cualidad de ser apariencia. Scheiri se traducirá
en el texto como apariencia, S&.hriir!osigkeit, como "ausencia de apa- Adrienne Monnier, con la cual evidentemente Beiijarnin man-
riencia", aunque no se descarta el sentido de "resplandor,bnllo" y tuvo muchas discusiones acerca de Baudelaire.
"ausenciade resplandor o briUo" respectivamente.
La aureola fue d e especial importancia para el 111-
I ~etzrlstil.El sol nuiica se había sentido más satisfecho
d e sí mismo eii su corona d e rayos; el ojo del hombre
El Jzrgenrlsfil" debe presentarse como el seguiido iiiteii- iiuiica había estado más radiante que en Fidus'.
to del arte por explicar la téciiica. El primero fue el rea-
lismo. Para éste, el problema estaba básicamente en la
coiiciencia de los artistas, que estaban preocupados por
los nuevos procesos de la técnica de reproducción. (lo-
ci! ev en los escritos sobre el trabajo de la reproduc- El motivo de la aiidrógina, de la lesbiana, de la mujer
ción) Eii el Jzrgenrlsfilel problema como tal ya liabía su- estéril, debe ser tratado en relación con la violencia
cumbido a la represión. Éste ya iio se veía ameiiaudo 1
-destructiva d e la iiiteiicióii alegórica. La renuncia a lo
por la competeiicia de la téciiica. Tanto más abarcadora --m-

"iiatural" deberá tratarse antes, en relación con la me-


y tanto más agresiva era, en cambio, la crítica a la téciii- trópoli como sirjef del poeta.
ca que se oculta eii él. En el foiido, lo que le interesa es
deteiier el desarrollo téciiico. Su vuelta a motivos pro- Meryon': el mar d e casas, la ruina, las nubes, la ma-
venieiites d e la téciiica surge del iiiteiito d e ... jestuosidad y la fragilidad d e París.

Lo que eii Baudelaire era alegoría eii Rolliiiat desccii- La


-- oposicióii ciitre l_o aiitiguo y lo moderno debe ser
--- -
dió al nivel de genre. trasladada del coiiCeo pragmático e n el que aparece
en
---Baudelaire al contexto alegórico.
El motivo d e la perfe d'airréole debe elaborarse como el
A-

contraste más categórico frente a los motivos del 111- El splmtz pone siglos ciitre cl momeiito presente y el
ge~zlisiil. rccieii vivido. Es él quieii geiiera "aiitigücdad" incan-
sablemeiite.
La esencia como motivo del Jzigenrlsfil [.]
Eii Baudelaire lo "moderiio" iio se basa solamente iii
Escribir la liistoria significa darle su fisoiiomía a las eii primer lugar sobre la sensibilidad. En esto se ex-
fechas(.) presa un altísimo grado d e cspontaiicidad: lo modq-
iio eii Baudelaire es uiia conquista; tiene una arma-
Prostitucióii del espacio bajo la influencia del liacliís, d ~ r * Pareciera ser q~él-ú~iiiT-o-~uFlóEnf~~didfue
doiide sirve a todo lo que fue (spleol) l.] Julcs Laforguc al liablar del "americaiiismo" de Bau-
dclaire.
Para el spleen, el cadáver sepultado es cl "sujeto tras--
cendeiital" de Ia conciencia Iiistórica.
Fidus fue un artistii que ilustraba las tapas de la revista de!
Movimiento de la Juventud
* Jugendstil: Ver nota pág. 62. Beudelaire admiraba los dibujos d c Meryon que describían
las calles y la arquitectura d e París
obsesiún. Ésta aparece siempre igual en innumerables
ejemplares en el metabolismo del neurótico. A la in-
Baudelaire no teiúa el idealismo Iiumaiutario de un Víc- versa, la idea del eterno retorno eii Blaiiqui* tiene en
tor Hugo o de un Lamartine. No tenía el lirismo de un sí misma la forma d e una obsesión.
Musset. No le agradaba su tiempo como a Gautier ni
podía engaiiarse respecto de 61 como Leconte de Lisle. La idea del eteriio retorno convierte el acontecer his-
No le estuvo dado, corno a Verlaine, refugiarse en la de- tórico mismo en un articulo de consumo masivo. Pero
vocióii i:i acrecentar la fuerza de juventud del ímpetu 1í- también desde otro punto de vista, se podría decir
rico mediante la traición a la adultcz como a Rimbaud. que en su reverso, esta concepción lleva la huella d e
Así como el poeta es de rico en salidas en su arte, así es las circunstancias económicas a las que debe su súbita
de torpe eii evasivas freiite a su tiempo. Cómo resonaba actualidad. Ella surgió en el preciso iiistaiite en que
iiicluso lo "moderno", que él estaba orgulloso de liaber disminuyó considerablemente la seguridad en las
descubierto. Quienes ostentaban el poder en el Segundo coiidiciones d e vida, debido a la acelerada sucesión
Imperio iio se parecían a los modelos de la burguesía d e crisis. La idea del eterno retorno fundó su esplen-
que Iiabía concebido Balzac. Y lo moderiio se coiivirtió dor en que, basáiidose en ella, ya no era inevitable
filialmente en u11 rol que tal vez solamente podía ser que se repitieran situaciones determinadas en lapsos
ocupzdo por Baudelaire mismo. Un rol trágico en el más breves que los que pone a disposición la eterni-
cual el diletante que a falta de otros talentos tenía que dad. Progresivameiite, el retorno de las constelacio-
asumirlo se volvía a menudo uiia figura cómica, como nes cotidianas se volvió un poco menos frecuente y
10s li6roes que compuso la mano de Daumier*, a quien así pudo surgir el oscuro preseiitimiento de que lia-
Baudelaire aplaudía. Sin lugar a dudas, Baudelaire sabía bría que conformarse con las constelaciones cósmicas.
tojo esto. Las excenhicirlades en las que le gustaba ver- Eii rcsumeii, la costun~brese dispuso a renuiiciar a al-
se eran su forma de darlo a coiiocer. Con seguridad no gunos: de sus derechos. Nietzsclie dice: "Amo las cos-
era, por lo tanto, ni un salvador, ni un mártir, iu siquiera tumbres pasajeras" y tampoco Baudelaire logró desa-
uii Iiéroe. Pero tenia algo del mimo que tiene que repre- rrollar costumbres fijas a lo largo de su vida.
seiitar el rol del "poeta" ante una platea y ante una so-
ciedad que ya no necesita del poeta auténtico y que ya
sólo le da su lugar como mimo.
Las alegorías son las estacioiies eii el via crucis del me-
lancólico. ¿Ubicación del esclueleto en la erotología de
Baudelaire? "L'élégance sarls rloll~de l'hlunaine annatlire."

La ii >r?sisproduce el articulo de consumo masivo La impotencia es el fundameiito del via crucis d e la


eii la ionomía psíquica. Allí éste tieiie la forma de la sexualidad masculina. Iiidex histórico de esta impo-
* Blanqui, Jcrorne Adolphe, autor de L'etemité par les astres,
Dai.mier:caricaturista francés. 1872, según Benjamin "una especulación cosrnológica".

ion 181
tcncia. De esta impotencia surge tanto su apego a la va (Cf. sus co~~scils
nlix jeilnes littérattnrrs). Sus negocia-
imagen femenina angelical como su fetichismo. Cabe ciones con las redacciones lo manteiiían en permanen-
serialar la nitidez y la precisión d e la imagen d e la te contacto con éste. Sus procedimieiitos - la difarna-
mujer en Baudelaire. Sin duda no es suyo el "pecado ción (Musset), la contrefacotz (Hugo) [.] Tal vez Baude-
del poeta" d e Keller, de "inventar dulces imágenes de laire haya sido el primero en coiicebir la idea de una
mujer distintas d e las que cobija la amarga tierra". originalidad que se adapta al mercado, que justamente
Las imágenes de mujer de Keller tienen la dulzura de por eso fue en aquel entoiiccs más original que cual-
las quimeras porque éste proyectó en ellas su propia quier otra (crfer lln poncif). Esta création incluía uiia
impotencia. Baudelaire se muestra más preciso y en cierta intolerancia. Baudelaire quería hacer lugar para
una palabra más francés en sus figuras d e mujer, por- sus poesías, para lo cual iiccesitaba desplazar a otros.
que en él casi nunca se junta el elemento angelical con Desvalorizaba determiliadas libertades poéticas de los
el feticliista como en Keller. romáiiticos mediante su forma de tratar el verso alejaii-
drino y la poesía clásica mediante las rupturas y los
Motivos sociales para la impotencia: la fantasía d e Ir, blaiicos que introducía eii el verso clásico. En resumen,
clase burguesa dejó de ocuparse del futuro d e las fuer- sus poesías contenían precauciones específicamente
zas productivas que ella liabía desatado. (Compara- destinadas a desplazar a sus competidores.
ción entre sus utopías clásicas y las de mediados del si-
glo dieciiiueve.) En efecto, para poder seguir ocupán-
dose de este futuro, la clase burguesa debería haber r e
nunciado en primer lugar a la idea de la jubilación. En
el trabajo sobre Fuchs demostré cómo se relaciona La fisura dc Baudclaire eiitra de manera decisiva cii su
aquella "comodidad" específica d e mcdiados de siglo fama. Para la masa pcrlut"burguesa de lectores su
con esta fundada parálisis d e la fantasía social. En historia h e la iirlacyed'Epiilnl, la "historia de vida" ilus-
comparacióii con la visión d e futuro d e esta fantasía trada de uii libertino. Esta imageii contribuyó en mu-
social, el deseo de tener hijos tal vez sea sólo uii estí- cho a la fama de Baudelaire - a pesar de que quienes la
mulo débil d e la potencia. De todas maneras, la tcoría difulidieron no se liallabaii precisamente entre sus
d e Baudelaire sobre los niños comc los seres más pró- amigos. A esta imagcii se superpuso otra cuya influeii-
ximos al péché original se asemeja bastante a una trai- I cia no fue tan amplia pero tal vez haya sido más dura-
ción. I dera: allí, Baudelaire aparece como representante d e
una pasióri estética igual a la que concibió Kierkegaard
(en "Enfzoedcr-Oder") en la inisma época. No puede
existir ningún csiudio en profundidad de Baudelaire
que no se ocupe de la iinageii de su vida. En realidad,
El comportamiento de Baudelaire en el mercado litera- esta imageii está determinad. ;m el hecho de que fue
rio: debido a su profunda experiencia de la naturaleza él el primero en tomar conciciicia, y lo hizo de un mo-
d e la mercancía, Baudelaire estaba eii condicioiies de u do rico en consecuencias, de que la burguesía estaba a
obligado a reconocer al mercado como instancia objeti- punto de retirarle su misión al poeta. ;Cuál misión SO-
cial podía tomar su lugar? Esta misión no podía encon- Lo que es afectado por la intención alegórica se sepa-
trarse en riinguiia clase social: debía inferirse principal- ra del contexto de la vida: se lo destruye y se lo con-
mente del mercado y de sus crisis. Lo que ocupaba a serva simultáneamente. La alegoría se aferra a las rui-
Baudelaire no era la demanda manifiesta a corto plazo nas. Ofrece la imagen d e la iiiquichid petrificada.
sino la demanda latente a largo plazo. Las Fleurs du
rnal comprueban que la estimó correctamente. Pero el Al impulso destructivo de Baudelaire nunca le intere-
ámbito del mercado en el que apareció esta demanda sa la abolicióii de aquello que queda a su merced.
requería una forma de produccióii y de vida muy dis-
tinta de la de los poetas anteriores. Baudelaire tuvo La descripción de lo confuso no es lo mismo que una
que reivindicar la dignidad del poeta en una sociedad descripción confusa.
que ya iio tenía dignidad alguna que conferirle. De ahí
la boirfonnerie de su presencia. El "attendre c'est la vie" de Víctor Hugo -la sabiduría
del exilio.

La nueva desolación de París (cf. el párrafo sobre cro-


rlirerrrorts) penetra conio uii momeiito esencial en la
En Baudelaire, el poeta expresa por primera vez su imagen de lo moderno (cf. Veuillot D 2,2) [.]
pretei~sióiia un valor de exposición. Baudelaire fue
su' propio impresario. La p r t e d'a~rréolcafecta en pri-
mer lugar al poeta. De ahí su mitomanía.

Los complicados teoremas que le confirieron al art En sc.ntido estricto, la imagen de la mujer lesbiana es
ixiiir i'art no sóio sus antiguos defensores siiio aiitc uno de los modelos heroicos de Baudelaire. Éi mismo
todo la historia de la literatura (ni hablar de sus de- lo expresa en el lenguaje de su satanismo. Se des-
felisores actuales), se pueden resumir simplemente prende asimisrno d e un lenguaje no metafísico y crí-
en la frase siguieiite: la sensibilidad es el verdadero tico que analiza su adhesión a lo "moderiio" en su
strjet de la poesía. La sensibilidad es sufriente por na- significado político. El siglo diecinueve comeiizó a
turaleza. Así como experimenta su concreción supre- incorporar sin reservas a la mujer al proceso de pro-
ma, su determinacióii más rica, eii el erotismo, eii- duccibn de mercaiicías. Todos los teóricos cstuvieroii
cuentra su coiisumación absoluta, que coiiicide con de acuerdo en quc de esta manera se veía amenazada
su glorificación, en la pasión. La poética del art pour su femineidad específica y en que con el transcurso
I'art entró sin rupturas en la pasióii poética de las del tiempo necesariamente se manifestaría11 rasgos
Fleurs du rnal. ,
masc :'i-ios cn la mujer. Raviaelaire afirma estos ras-
gos; =-*:; <; ciiiiultáneamcr: tc -;uierc disputársclo~31
rIay flores adornando cada una de las estaciones de
dominio ecoiiómico. Así es como llega a darle un
este Monte del Calvario. Con las flores del mal.
accn:o puramente sesiial a esta tendeiicia en la evo-
luci51id e la mujer. El modelo de la mujer lesbiana re-
presenta la protesta de lo "moderno" contra el desa-
rrollo tecnológico. (Sería importante descubrir cómo
se fundamenta su recliazo a George Sand en este coii-
texto.) El laberinto es el camino correcto para aquellos que
de todas formas llegan con tiempo suficieiite a su des-
La mujer en Baudelaire: el botín más valioso en el tino. Este destino es el mercado.
"triunfo d e la alegoría" -la vida que significa la Los juegos d e azar, el flaiiear, el coleccionar -activi-
muerte. Esta cualidad caracteriza en foma iiialieiiable dades que se emplean para combatir el spleen.
a la prostituta. Es lo único que no se puede negociar
con ella y para Baudelaire es lo único que importa. Baudelaire muestra cómo en su decadencia la burgue-
sía ya iio puede seguir integrando los elemeiitos aso-
ciales. ¿Cuándo se disolvió la garde na/ionale?

Con los iiuevos procesos de produccióii que llevan a


Iiiterrumpir el curso del mundo - e s e era el deseo imitaciones, la aparieiicia se cristaliza en la mercancía.
más profundo de Baudelaire. El deseo de Josué. No
tanto el profético: porque él no pensaba en un retor- Para los liombres como soii actualmírite sólo existe u-
no. De este deseo nacía su violencia, su impaciencia y iia novedad radical -y ésta es siempre la misma: la
su ira; de él surgieroii también los reiterados inteiitos muerte.
de herir de muerte el corazón del mundo o de dor-
mirlo mediante su canto. A partir de este deseo es Inquietud petrificada es también la fórmula para des-
que eii su obra aconipaiía coti si! entusiasmo a la cribir la vida de Baudelaire, que no conoce la evolución.
muerte.

Hay que supoiier q u e los temas que coiistituyeii el


centro de la poesía d e Baudelaire no eran accesibles a
iin esfuerzo orgaiiizado y claramente orientado: esos Uno de los secretos que recién la gran ciudad abrió a
temas decisivameiite nuevos -la metrópoli, las ma- la prostitucióii son las masas. La prostitución abre la
sas- no soii visualizados por él como tales. No soii posibilidad de una comunión m'tica con la masa. Pe-
ellos la melodía en la que pierisa. Esta melodía es mAs ro el surgimiento de las masas es simultáneo al surgi-
bien el satanismo, el spleen y el erotismo desviado. miento de la producción masiva. La prostitucióii pa-
Los verdaderos temas d e las Flerrrs drr Mal se ei-icueii- rece albergar asimismo la posibilidad d e sobrevivir
trati eii los lugares inás insospecliados. Ellos son, para en uii espacio eii el que los objetos d e iiuestro consu-
seguir con la metáfora, las cuerdas todavía iiunca to- mo más próximo se Iian vuelto, cada vez más, objetos
cadas del singular itistrumeiito sobre el cual Baude- de consumo masivo. En la prostitucióii d e las grandes
laire deja correr la imaginacióii. ciudades la mujer misma se convierte en uii articulo
de consumo masivo. Es esta nueva impronta de la vi-
da urbana la q u e le otorga cri verdadero significado a como Gri'ibler*. Del Griibler tiene lo estereotipado de
la recepción del dogma del pecado original d e Baude- los motivos, su firmeza en el rechazo a todo lo moles-
laire. Este concepto aiitiquísimo le pareció a Baudelai- to, Ia disposicióii a poner en todo momeiito la imagen
re justo lo suficieiitemente probado como para abar- al servicio del pciisamiento. El Griibler, como tipo his-
car un fenómeno totalmente nuevo y desconcertar-ite, tóricamente determinado d e pensador, es quien se
El laberinto es el hogar del dubitativo. El camino d e siente en casa entre las alegorías.
aquel que teme alcanzar la meta dibujará fácilmente
un laberinto. Eso es lo que hace el instinto en los epi- En Baudelaire la prostitución es la levadura que hace
sodios que preceden a su satisfaccióii. Pero eso es lo fermentar las masas de las graiides ciudades en SU
que hace también la humanidad (la clase social) que fantasía.
no quiere saber liacia dónde se dirige.

Si la fantasía es quien le ofrece las correspondencias


al recuerdo, es el pensamiento quien le dedica las ale- Lo majestuoso d e la intención alegórica: la destruc-
gorías. El recuerdo junta a ambos. ción d e lo orgáiiico y lo vivo -la extiiición d e la apa-
riencia. Habría que releer el pasaje muy característico
en el que Baudelaire expresa la fascinacióii que ejerce
sobre él la csceiiografía dibujada. La renuncia a la ma-
gia d e la distancia es un momeiito decisivo en la poe-
La atracción magnética que siempre volvieroii a cjcr- sía d e Baudelaire. Ella encoiitró su formulación más
cer sobre el poeta unas pocas situaciones básicas es acabada en la primer estrofa d e le vo!lagc.
parte del síndrome d e la meiancolía. La fantasía d c
Baudelaire está familiarizada con irnágeiles cstereoti- Resprcto d e la extiiicióii d c la aparielicia, "Paii~oiirdu
picas. Por lo generai, F1arece haber estado bajo la co- ~r~ct~s~rlge".
acción d e volver por lo menos una vez n cada uno d e
sus motivos. Esto puede compararse rcalmeiite coii Ulle iiiarfyrc !/ la iriurt des airiatzts -uii interior esti!<: 1
la coacción que lleva al delincuente a volver siempre Makart y ]lrgendstil.
al lugar del crimci-i. Las alegorías son lugares en los
que Baudelaire expiaba su instiiito d e destrucciói~. El arrancar las cosas de sus contextos Iiabituales - q u e
Tal vez así se explique la única correspoiideiicia exis- es normal cuaiido se exhibe mercancía- es uii proctdj-
tente entre tantas d e sus obras en prosa y los poemas miento muy característico de Baudelaire. Se relaciona
de las Fleurs du Mal. con la destrucción de los coiitextos orgánicos eii la iiittii-

Sería u11 gran error el querer juzgar las facultades in- * Griibler es uiia palabra que no puede kadiicuse al español. Se
telectuales d e Baudelaire sobre la ba.:? de sus digrc- trata de cm individuo exrrsivamente reflexivo y melancólico. Como
siones filosóficas (Lemaitre). Baudelni.. fue un mal fi- tipo intelectual fue c,tracterizado claramciite e11 las teorías sobre la
melancolía de la tardía Edad Media, del Renacimiento y Jd Barro-
lósofo, un buen teórico, pero fue incomparable sólo co) (N. de la T.)
ción alegórica. Cf. r~ncrrinrfyre, estrofa 3 y 5 en los moti- neo inteiito burgués d e humanizar la mercancía en
vos naturales o la primera estrofa de Madrigal triste. forma seiitimental: de darle a la mercancía una casa,
al igual que al hombre. Eso era lo que se esperaba en
Derivación del aura como una proyección hacia la na- aquel entonces d e los estuches, los cobertores y las
turaleza de una experiencia social entre los Iiombres: fundas con los que se cubnan los eliseres domésticos
la mirada es correspondida. burgueses de la época.

La ausencia d e apariencia* y la decadencia del aura La alegoría d e Baudelaire lleva - e n coiitraposición a


so11 fenómenos idénticos. Baudelaire poiie a su servi- la alegoría barroca- las huellas de la ferocidad que
cio el artificio de la alegoría. se necesitaba para irrumpir en este mundo, para con-
vertir en escombros sus armónicas estructuras.
Es parte del sacrificio de la sexualidad masculina que
Baudelaire tuviera que sentir el embarazo en cierto Lo lieroico eii Baudelaire es la forma sublime eii que
modo como una corn?f?tenciailícita. aparece lo demoníaco, el spleen, en cambio, la forma
indigna. Es cierto que estas categorías de su "estética"
Las estrellas que Baudelaire destierra de su mundo debeii ser descifradas. No debeii deteiierse.-El
son justamente aquellas que en Blanqui sc convierteii vínculo de lo heroico cnii la antigüedad latina.
eii escenario del eterno retoriio.

El shock conio priiiciyio poético en Baude!aire: la f i n -


Los objetos que rodean ai hombre adquieren, c ~ d avez iacrj~~eescriirie d e la ciiidad d e !os tub!cu!r,x paricicnc ya
más dcspiadada, la expresión de la mercaiicía. Siniultá- iio es hogar. Es el escenario y lo cxtraiio.
neamente, la publicidad intenta enmascarar el caracter
de mercancía de los objetos. A esta glorificacióii engaiio- ¿Qué imagen d e la metrópoli puede surgir cuando el
sa :Icl mundo de la mercancía se opone sil transposición registro de sus peligros físicos todavía es tan incom-
a lo alegórico. La mercancía busca mirarse a sí misma a pleto como en Baudelaire?
la cara. Festeja su "toriiarse liuinaiia" en la prostihita.
La emigración como una llave de la metrópoli.
Hay que presentar la refuiicionalizacióii de la alegoría
en la economía de la mercancía. Baudelaire se empe- Baudelaire nuiica escribió una poecía desde el pu~itode
ñ6 eii poner de manifiesto el aura propia de la mr?r- 5)L.l
vista de uiia prostituta (cf. Lesebiich fiir StiirJtcbc~~o~it~er*
caiicía. Intentó lirimaiiizar la mercai?cia en forma lie-
roica. Este intento tieiie su contrapartida en el coet5-
* "Libro de iechira para los habitantes de la ciudad", colección
Ver nota pág. 176.
de pocujías de B.Brec1itescritas alrededor de 1926
:
1
La soledad d e Baudelaire y la soledad d e Blanqui. La impronta del heroísmo eii budelaire: vivir eii el co-
; razón de la irrealidad (de la apariencia). A esto se agre-
La fisonomía d e BaudeIaire como la del mimo [.]
1
1
ga que Baudelaire no conoció la nostalgia. Kierkqaard!

Presentar la irriserc de Daudelaire ante el fond de su


"pasióii estética". 1 La poesía de Baudelaire hace aparecer lo nuevo en lo
siempre-nuevamente-igual y lo siempre-tiuevameiite-
igual en lo nuevo.
La ira d e Baudelaire es parte d e su tendencia distruc-
tiva. Uiio se aproxima más al asunto cuando reconoce Cabe enfatizar lo más posible cómo la idea del eterno
también eii estos ataques un "Étrarlge sectionnelrient rfir 1 retorno ingresa casi simultáneamerite en el mundo d e
ternys". Baudelaire, d e Blanqui y d e Nietzsche. En Baudelaire
el acento está puesto e1-i lo i-iuevo que se extrae de lo
E1 motivo básico del Jiigendstil es la glorificación de la siempre-nuevamente-igual con un esfuerzo lieroico,
esterilidad. Predomii-ian los dibujos del cuerpo en las cn Nietzsche, en lo siempre-nuevamei-ite-igual, que el
formas que preceden a la m a d u k z sexual. Esti-i idea hombre enfrenta coii una compostura heroica. Blan-
debe relacionarse con la de la iiiterpretación rcgresiva qui se acerca mucho niás a Nietzsclie que a Baude-
d e la tec:io!c>gía. laire pero en él predomina la resig!iación. En Nietzs-
che esta experiencia se proyecta cosmológicamente eii
El amor lesbiano lleva la sublimacióii Iiasta cl seno. la tesis: ya no habrá nada nuevo.
Allí implaiita el estandarte d e lirios del amor "puro"
que no conoce iii el embarazo ni la familia.

El título "les lirribes" deberá tratarse tal vez cii. !ca pri-
mera parte, para que cada parte corrcspor~~i; 31 co-
Baudelaire no hubiera escrito poesías si sólo liubiera
mentario sobre un título: e! segundo, "Ics I ~ ~ : : k , i e ; i ~ r ~ ~ " ,
tenido los motivos que tienen Iiabitualmciite los poe-
el tercero, "les jlerlrs l i ~ rtnnl".
tas para hacerlo.

Este trabajo deberá proporcionar la proyeccióii I-iistó-


rica d e las experiericias en que sc basaron las Fleurs
clu inal.
La farna de Baudelaire no sufrió aún, e1.i coi:traposi-
ción a la más recieiite de Rirnbaucl, por eje~.i::~lo, iiiii-
. . Comentarios altamente específicos de Adrienne Moil-
gún échéatzce. La profunda dificultad de acc.. m e a l
iiier: lo específicameiite francés en él: [a rngne. Ella ve
núcleo d e la poesía de Baudelaire es, para J - - - :.lij eii
eii él al rcklado: lo compara coi-\ Fargue [:] "tnanio-
una fórmula, la siguiente: en esta poesia aui no hay
qiic, r m l t J contre sa propre i~ripiiissaiice,et qrri le sait".
nada caduco.
También nombra a Céline. Lo francés en Baudelaire
es la griiiloiserie.
Otro comeiitario de Adrienne Monriier: !os !ectores de to de establecer conexióii alguna entre estas especula-
Baudelaire son liombres. A lar .:iujeres no les gusta. ciones tan importantes para él. Su poesía surge de la
Para los hombres significa la representación y la tras- interacción de estas dos tendencias presentes en él. Lo
cendencia del coti or~fririereii su vida sexual. Si se va que se tomó inicialmeiite (Pechiizéja) y siguió actuando
más allá, la pasión d e Baudelaire aparece desde esta en la poésie pure fue el lado seiisible de su gei-iio.
perspectiva para muchos de siis lectores como un ra-
chut de ciertos aspectos de su vida sexual.

Lo crucial para el dialéctico es navegar con el viento


de la historia universal. Para él pensar significa: izar
velas. Lo importante es cómo se izan. Las palabras El silencio como aura. Maeterlinck lleva el desarrollo
son sólo velas para él. Es la forma de ponerlas lo que d e lo aurático hasta el abuso.
las convierte en conceptos.
Brecht observó: en los pueblos latinos, el refinamiento
d e lo sensorial no I-iace disminuir la energía de la ac-
ci6n. Para el alemán, el refinamiento, la crecieiite cul-
tura del goce, siempre se adquiere a costa de una dis-
La resonancia iniiiterrumpid? -jue las Fleurs d u mal minución d c la fuerza de la acción. La capacidad de
encontraron hasta el presente está profundameaite re- goce pierde su densidad .doiide gana en sensibilidad.
lacionada con u11 determinauo aspecto <lile adquirió Esta observación respecto del "odeirr iie fritailles" en le
la metrópoli aquí, a1 entrar por primera vez en Ia poe- vin dec chiffonniers.
sía. Se trata del aspecto mciios esperado. Lo qiic rc-
suena en Baudclaire donde &sicevoca a F;irís eii sus Más importante ~aúii,la observaci61-isiguiente: el rcfi-
versos, es la debilidad y la fragilidad de esta gran ciu- namiento emine~itementcseiisorial de un Baudelaire
dad. Tal vez en ninguna parte se aludió a estos aspec- se mantiene totalmente ajeno a la comodidad. Esta in-
tos en forma tan acabada como en el Crkprrscirle di1 compatibilidad básica del goce sensorial con la como-
pero este aspecto en sí es prácticamei?lc.común
ii~fltin; didad es 1~ camcteríctica decisiva de la verdadera tul-
a todos los tablealrx yarisiens, se expresa :arito en la tura d e los sentidos. El esnobismo d e Baudelaire es la
traiispareiicia de la ciudad c ~ r n uPsta aparece c1-i le fórmula excéntrica de su rciiuncia absoluta a la como-
soleil, como eii el efecto de cotitraste de XLvc ;?ni.isiirri. didad y su "satanismo" no es otra cosa que la disposi-
ción constante de perturbar la comodidad, donde y
El fundamento decisivo de la pt~duccióiide Ea~delai- cuando esta vaya a aparecer.
re es la relación d e tensión exic:;-.:f~enbe una sc~icibili-
dad al extremo intensa y una cortrn~pkcióiiai exnt2-
mo concentrada. Esta rejacion se refleja teórirriniefite
en la doctrina de las conespoMaiiccs y n le doctrina En las Flairs d i r tnal no existe ni el menor indicio de
de la alegoría. Baudelaire nunca hizo el míiurr.o iilten- una descripción de Paris. Esto alcalizaría para distin-
guirlas decisivamente de la "lírica urbana" posterior. orden social que se abrió camino a mediados d e siglo.
Baudelaire habla hacia e1 bramido de la ciudad d e Pa- No consisten sino en las experiencias en virtud de las
rís como quien le habla a la rompiente. Su discurso es cual& Baudelaire se enteró de los cambios radicales
nítido en cuanto cs perceptible. Pero Iiay algo que se en las coiidicioiies d e la producción artística. Estos
mezcla con él, afectándolo. Y el discurso queda mez- cambios consistieron en que se expresó de modo mu-
clado en este bramido que lo propaga, añadiéiidole cho más directo y vehemente de lo que había sucedido
un significado oscuro. liasta entonces la forma de la mercancía en la obra de
arte y la forma d e la masa en su público. Justameiite
El fait(s) divers es la levadura que hace fermentar la ma- estos cambios llevaron luego junto con otros cambios
sa de las grandes ciudades en la fantasía de Baudelaire. en el ámbito del arte principalmeiite a la decadencia
de la poesía lírica. Pertenece a la singular impronta de
Lo que ligaba a Baudelaire en forma tan exclusiva a la las Fleurs du mal que Baudelaire responda a estos
literatura latina y especialmente a la latina tardía, po- cambios con un libro de poesía. Esto es simultánea-
dría ser en parte el uso lio tanto abstractn sino más mente el ejemplo más extraordinario de una postura
bien alegórico que hace esta literatura de los nombres heroica que pueda encoiitrarse en su existencia.
de los dioses. En este uso Baudelaire podía recoiiocer
un procedimiento semejante al empleado por 61. "L'appareil sanglant de la Destr~rctiorz"-esos soii los
dispersos enseres domésticos que se encuentraii- en
Eii la oposición a la naturaleza que anuncia Baudelaire la habitación más íntima de la poesía de Baudelaire -
liay, cii primer lugar, uiia profunda protesta contra lo a los pies de la prostituta, que heredó todos los pode-
"orgánico". Eii comparación con lo inorgánico la cali- res de la alegoría barroca.
dad de licrramiciita d e lo orgánico es totalmente limi-
tada. Tiene uiia disponibilidad menor. Cf. el testimo-
nio de Courbet según el cual Baudelaire todos los días
tenía otro aspecto.
El Griibler, cuya mirada recae, espantada, sobre el
fragmento que tieiie en la mano, se convierte en un
alegórico.
La postura heroica de Baudelaire podría aproximarse Una pregunta cuya respuesta queda reservada a la
mucho a la d e Nietzsclie. Aunque Baudelaire se ate- coiiclusió~i:jcómo es posible que una conducta como
nía al catolicismo, su experiencia del universo se co- la del alegórico, tan totalmente "anacrónica" por 10
rresponde exactamente con la experiencia q u c menos en apariencia, obtenga un primerísimo lugar
Nietzsclie resumió en la frase: Dios ha mirerto. en la obra poética del siglo?
Las fuentes d e las que se nutre la postura heroica de Lo que cabe demostrar en la alegoría es el aiitidoto del
BaudeIaire surgen de los cimientos más profundos del mito. El mito era el andar cómodo, del que Baudelaire
se privó. Una poesía como La x'e antériellre, cuyo título El desiiiterés d e Baudelaire por viajar hace mucho
se acerca a cualquier compromiso, muestra cuán aleja- más notable el dominio de las imágenes exóticas que
do estaba Baudelaire del mito. d e tantas formas predomiiian en su poesía. En este
dominio su melancolía ocupa el lugar que le corres-
La cita d e Blanqui "Hoirrrries drl dix-neirvi?ine si?clr" al ponde. Por otra parte, esto es uii indicio de la fuerza
final. con que el elemeiito aurático ocupa su lugar en su
seiisibilidad. Le umynye es la renuncia a viajar.
A la imagen de la "salvación" pertenece la intervcn-
ción firme, aparentemente brutal. La correspondencia cntre 10 antiguo y lo moderiio es
la úiiica concepcióii histórica constructiva en Baude-
La imagen dialéctica es la forma del objeto Iiistórico laire. Esta, más que contenerla, excluía una concep-
que cumple con las exigencias que plantea Goethe a ción dialéctica.
un objeto siiitético.

Observación d e Leyris, que la palabra "jarriilier" en


Baudelaire puso a prueba ininterrumpidamente a esta
Baudclaire está llena de secreto e inquietud, que re-
sociedad adoptando la actitud d e quien recibe limes- presenta en 61 algo que no representó nunca antes.
iia. La dependencia de su madrc mantenida artificial-
mente no tiene solameiite la causa que subraya el psi- Uno de los anagramas ocultos d c parís en Spleeii 1 es
coaiiálisis sino también causas sociales. la palabra MortalifL.'.
Para la idea del eterno retorno es significativo el he- El primer verso de ~LI seruarite aic srarid ctialr -sobre
clio que la burguesía ya no se atrevía a eiifre itar cl
las palabras dot11 uoiis éfiez jalorrse no está puesto el
desarrollo inminente del ordeii dc produccióii puesto
acento que debería esperarse. La voz pareciera reti-
eii marcha por ella. La idea del eterno retorno d e Za-
rarse prácticnmciitc d e jnlor,x . Y este reflujo de la voz
ratustra y el !erria "sólo quiiicc miiiutos más" en la
es algo altamente característico d e Baudclairc.
funda d e la almohada son complcnisiitarias.
Observación d c Leyris, el ruido de París no está nom-
La moda es cl eterno retorno d e lo nuevo.- ~Existaia ~ x -
brado a partir d e los múltiples pasajes donde se alude
sar de ello motivos redentores justaniente en la moda?
a él literalmentc (hirrifs toii~hereairx)sino que se iiino-
Si intcrior de los poemas de Baudelaire se inspira cn duce mediante el ritmo eii el verso de Baudelaire.
muchos d e ellos en el lado noctiirno del interior bur-
~ 6 sSU . contrario es el interior glorificado del Jrrymdsiii. La frase Ori toirt, irierne I'horrnir, totvtie niix mciianterrialts
difícilmente pueda ser mejor ejemplificada que median-
En Sus obFervaciones, Proust sólo roz6 Lo pdmero.
te la descripción d e la multitud en Poe.

199
Observación de Leyris, que las flnrrs du mal son le liure que se corresponden tan exactamente con las d e los
de pésie le pllis irrédlrctihle - e s t o puede entenderse co- clérigos d e la Alta Edad Media. En el pasaje en cues-
mo la afirmación de que se ha rescatado muy jxco de tión se le podría haber agregado a Cupido el epíteto
sus experiencias fundantes. p1tfli.r. Su recliazo hacia él tiene las mismas raíces que
su odio hacia Béranger.

La candidatura de la acadhnie d e Baudelaire fue un


experimeiito sociológico.
La impotencia masculina -figura clave d e la sole-
dad- bajo su signo las fuerzas d e la producción se La doctrina del eterno retorno como un sueño d e los
paralizan -un abismo separa al liombre de su seme- inminentes inventos monstruosos en el campo d e la
jante. [.l técnica de la reproducción.

La niebla como consuelo de la soledad [.]

La uie aritérielrre abre el abismo temporal en las cosas;


la soledad abre el abismo espacial ante el hombre. Admitiendo que la nostalgia del liombre hacia una
existencia más pura, más inocente y mcís espiritual
Debe confrontarse el ritmo del parierrr con el ritmo de que la que le está dada, busca necesariamente una ga-
la multitud como se la describe en Poe. El primero es rantía eii la naturaleza, por lo general la ha eiicoiitra-
una protesta contra el segundo. Cf. la moda de las do cii uii ser semejante del mundo vegetal o del rcino
tortugas d e 1839 D 2a, I[.] animal. Distinto es esto cn Baudelaire. Su sueiio d e
esta existcncia recliaza la comunidad con cualquier
El aburrimiento en el proceso de producción se pro- naturaleza terrenal y sólo se entrega a las nubes. Esto
duce con su aceleración (mediante las máquiiias). Con está expresado en la primera parte del spleen de París.
su tranquilidad ostentosa el f7annrr protesta contra el Muchas poesías toman motivos de nubes. La degra-
proceso de producción. dación de las nubes (La Gatrice) es la i ~ á terrible.
s

En Bnudelaire uno se encuentra con una profusión de Existe uii parecido oculto de las Fleirrs 1114 rnal con
estereotipos como en los poetas barrocos. Dante en el énfasis con el cual el libro dibuja los con-
tornos.de un ser creativo. No se puede pensar en nin-
Una serie de tipos desde el garde national MC!,KII.Y
pa- gúri otro libro d e poesía en que el poeta apareciera
sando por Viroloque y el chiffdtinier d e Baudelaire con menor vanidad y niiiguno en que lo hiciera con
hasta Garroche y el lumpeiiproletario Ratapoil. mayor fuerza. Según la experieiicia d e Baudelaire, el
liogar del genio creador es el otoño. El gran poeta es a
Encontrar una invectiva coittra Cupido. En relación su vez una criatura del otoño. "L'Ennsni", "Le Soleil".
con las invectivas del alegórico coIítra la mitologia
"L'Essence d u rire" no contiene otra cosa qiie la ?aria de
la risa satánica. Baudelaire avanza tanto el; -sta teoría
que evalúa iiicluso la s o ~ s desde
a el punto de vista de
la risa satáiuca. Sus coiitenporáneos a menudo seííala- El Jtlgenllstil aparece como el malentendido producti-
ron que había algo que asustaba en su forma de reír. vo, debido al cual lo "iiuevo" se convirtió en lo "mo-
derno". Lógicamente este malentendido ya está deli-
La dialéctica de la producción de ia mercancía: la iio- neado en Baudelaire.
vedad del producto adquiere u11 significado hasta en-
tonces desconocido (como estímulo de la demanda); Lo moderno se opone a lo antiguo, lo nuevo, a lo
lo siempre-nuevamente-icua! aparece por prirnera siempre-igual. (Lo moderno: la masa; lo aiitig~o:la
vez en forma n~ariiíiestaen la prociuccióri masiva. ciudad de París).

Las calles de París de Meryon: abismos, .sobre los cua-


les pasan las nubes muy arriba.
El souvenir es la reliquia seci~larizada.
La imagen dialectica es centelleante. Hay que retener
El souvenir es el coniplcrnento de la "vivencia". En él la imagen de lo pasado, en este caso la imagen d e
se cristalizó la creciente alienacióii del hombre cjuic~i. Baudelairc, como una imagen que resplandece súbita-
inventariza su pasado corrio una p..sesión muerta. La mente en el aliora de la reconocibilidad. La redención
alegoría se retiró del riiüi:do circu~idairteen el siglo que se produce de esta forma, y sólo de esta forma,
dieciiii?cve para radicarse en el mundo Interior. :.a ?.e- puede rescatarse únicamente sobre la percepción d e
iirluia vieiie del cadáver, el souveriir d~ la expcri?ncin lo que se pierde irremediablemente. Habría que traer
muerta, clue, eufemíslicairient.r-,se dei-io~niiiavive:~cia. a colacióli aquí el pasaje metafórico de la iiitroduccióii
a Joclimann.
Las pnirs d ~ rr~al
i f~ieronel último libro de poesía rluc
cjcrció su influencia en toda Europa. ¿Antes ¿e 61, tal
vez Ocsian, Das B ~ i i hder Licrlr.i.?
\
l Los emblemas reapareceit COI-IW mercr,iicía ! 1 Eii la época de Baudelaire, el ccncepto de aporte ori-
i ginal no era ni por lejos tan corriente ni taii importaii-
1"
La alegoría es la armadura ilc lo ri,il, ~ i i j te como lo es en 13 actudiidad. Muchas veces Baude-
iaire entregó sus pocsias para que fueran publicadas
En Baudelaire hay temor de despertar .;c.. - ' ~ S2P;:
koti t..-,> por secuiida o por tercera vez sin que nadie se sintie-
en el espíritu, ya sea SI? el espacio. A vc::c~es i ? t ~ i i i i ; - ra molesto por eilo. Rcicién se topó con dificultades al
to, nunca es soiioro. Su forma de lic~blasse distri;il:ia liacerlo hacia el fin ue su vida con los peiit~yo2rries en
taii poco de su experiencia como rtl gesto de u:? prela- prose.
do perfecto se distancia de su peaona.
Inspiración d e Hugo: las palabras s: le ofrecen, al El concepto de progreso debe fundarse en la idea de
igual que las imágenes, como una masa fluctuante. catástrofe. Que "siga así", eso es la catástrofe. Esta no
l
Inspiración d e Baudelaire: las palabras aparecen trans- coiisiste en lo que se está acercando sino en lo dado.
portadas mágicamente al lugar en que surgen gracias El peiisamiento dc Strindberg: el infierno no es nada
a un procedimiento altamente estudiado. En este pro- ii d e lo que nos espera - sino esta v i d a aquí.
cedimiento la imagen cumple una función decisiva.
l 'La rcdcnción se aferra a la pequeiia grieta en la catás--'
Debe estudiarse el significado de la melancolía heroi-
ca para el éxtasis* y la inspiración en imágeiies.
l . trofe co~itiiiua.
1 El iiiterito reaccionario d e convertir formas condicio-
Al bostezar el liombre se abre él mismo como un abis-
mo; se vuelve semejante al aburrimiento que lo rodea.
\ nadas por la técnica, es decir variables dependieiites,
en constantes, se da en el futurismo eii forma seme-
I jante a la del Jrrgeiarfstil.
¿Qué es esto?: hablar de progreso a un mundo que se
hunde en la rigidez de la muerte. Baudelaire encoiitró El desarrollo que llevó a Maeterlinck a una posición
la experiencia d e un mundo que ingresa en la rigidez extrcmadameiite reaccionaria en el transcurso de su
de la muerte expresada con una fuerza i~.comparable 1 larga vida es lógico.
en Poe. Esto es lo que volvía insustituible a Poe para
él; que éste describía el mundo en el que tenían su lu- Hay que iiivestigar la cuestióii d e en qué medida los
gar la poesía y los esfuerzos de Baudelaire. Compáre- extremos que debe abarcar la redeiició~ison los del
se la cabeza de la Medusa t i i Nietzsclie. "demasiado tempra~io"y los dcl "demasiado tarde".

Que Baudclaire tuviera una postura Iioctil frente ai


progreso fue una coiidicióri iiidispeiisable para que
pudiera abarcar París en su poesía. Comparada con la
El eterno retorno es un iiiteiito de combiriar entre sí , suya, la poesía urbana posterior está bajo el signo de
1
los dos principios antiiiómicos de la felicidad: el de la la debilidad y csto cspecialmciite porque vio cn la
eternidad y el del: otra vez. -Ida idea del eteriio mctrópoli el trono del progreso. Pero, iiWalt Wliit-
retorno hace surgir mágicamente d e la i:~isiire del 1 niaii??
tiempo la idca especulativa (o la fantasinng~ría)de la
felicidad. -El heroísmo d e Nietzsche es la coii- Soii las coiicluyeiitcs razones sociales de la impoteii-
trapartida del heroísmo d e Baudelaire, que hace cia masculina las que realmeiitc coiivicrten el vía cru-
surgir mágicamente de la irlis2rc del filisteícmo la iri,ii.- cis 70' el que traiisitó Baudehire eii uii camino social-
tasmagoría de.10 moderno. mei~ceprefijado. Sólo así se comprende que recibiera
* La palabra alemana Rnusch significa tanto éxtasis conio coriio viático cn su camino una valiosa moneda anti-
estado de obiiubilacion producto del consuri:o do drogas o alcuiio!
gua del tesoro acumulado por esta sociedad europea.
[N. dela T.] , De una cara presciitaba un csqueleto, de la otra a la
Melencolia hundida en reflexiones (Griibelei). Esa mo- Teniendo en cueiita la importancia que tienen las for-
neda era la alegoría. mas proscriptas de la sexualidad en la vida y en la obra
de Baudelaire, llama la atencióii que el burdel iio cum-
La pasión de Baudelaire como ilnage d f E i n a l en el esti- pla la más mínima función ni eii los documeiitos priva-
lo de la mayor parte de la literatura sobre Baudelaire. dos ni eii su obra. En esta esfera no existe contrapartida
a un poema como "Le jai". (pero cf. darx bonnes suatrs)
El R b e parisien - la fantasía de las energías producti-
vas detenidas. La iiitroduccióii de la alegoría se deriva del heclio que
el arte está condicionado por la evolución de la téciii-
La maquinaria se convierte en Baudelaire en una da- ca; y sólo bajo la influciicia de ello puede describirse
ve d e las fuerzas destructivas. También el esqueleto I el ambiente melancólico d e esta poesía.
humano es una maquinaria d e este tipo.
En el fliineiir, podría decirse, reaparece el ocioso al
La disposición semejante a una casa de los antiguos que Sócrates buscaba como interlocutor eii la plaza
recintos d e fabricación tenía, a pesar de toda su bar- del mercado atcnieiise. Sólo que ahora ya no Iiay nin-
barie e inconvei~iencia,la peculiaridad d e que podía gúii Sócrates y, por lo tanto, nadie que se dirija a él . Y
pensarse al dueño de 13 fábrica como a la figura de un tambibii ha cesado el trabajo de los esclavos que le ga-
cuadro, hundido en la contemplación de sus máqui- rantizaba su ocio.
nas, soñando con la futura grandeza no sólo de e 1 si-
no también d e ellas. Cincuenta años después d e la La clave para la relación de Baudelaire coii Gautier debe
muerte de Baudelaire este suelio había acabado. biiscarse en In conciencia más o menos clara del más jo-
ven de que a su impulso dcshuctivo tampoco se le opo-
1 - iiía una barrera iiicondicioiial eii el arte. Efectivameiite,
La alegoría barroca ve el cadáver sólo desde afuera.
4 Baudelaire tambikn lo ve desde adentro. esta barrera no es absoluta para la inteiicióii a1egórit:a.
Las reacciones de Baudelaire frente a la ecole nkupaieri~ie
Que en Baudelaire no aparezcan las estrellas es lo quc permiten rccoiiocer claramente esta situación. Le Iiubie-
da la idea más cabal de la tciide~iciade su poesía a la ra sido muy difícil también escribir su eiisayo subre Du-
ausencia de apariencia*. pont si la crítica radical de éste al coiicepto de arte no se
hubiera correspondido con una crítica propia igual de
radical. Baudelaire logró enmascarar estas tendeiicias
coi1 txito mediante su invocacióri a Gautier.

Que Baudelaire s i i i t i ~ atracción


.~ por lo latino tardío
debería estar relacio !,-<oCOL, la fuerza de su inten-
ción alegórica.
No se puede negar que el estar de acuerdo con el men-
* Ver nota pág. 176. saje de las mesas golpeadoras es parte de la siiigulari-
l
l
I 207
dad d e la fe en el progreco y del panteismo de Hugo. La mercancía pasó a o c u p a r el lugar de la forma de
La desconfianza ante este hecho retrocede sin embar- ver alegórica.
go frente a la que provoca la comunicación constante
d e su poesía con el mundo de los espíritus golpeado- En la forma que adoptó la protitución en las grandes
res. Porque, d e hecho, lo singular no es tanto que su ciudades, la mujer no aparece sólo como mercancía
poesía tome motivos de la revelación espiritista o pa- sino claramente como un artículo d e consumo masi-
rezca tomarlos, sino que la exponga, por así decirlo, vo. Esto se insinúa en el ocultamiento artificial de la
frente al mundo de los espíritus. Este espectáculo es expresión individual detrás d e la expresión profesio-
difícil de conciliar con la actitud de otros poetas. nal que genera el maquillaje. Que era este aspecto de
la prostituta el que se volvió sexualmente determi-
En Hugo, la naturaleza ejerce su derecho elemental nante para Baudelaire parece casi demostrado, espe-
sobre la ciudad a través d e la masa. U 32,l). cialmeiite por el hecho q u e el fondo sobre el cual
plantea sus múltiples evocaciones de la prostituta no
Acerca del concepto d e multitud y la [relación] d e es iiuiica el burdel, pero a menudo la calle.
"multitud" y "masa".

El ii:teríis originario por la alegoría no es lingüístico


sino óptico. "Les iinages, liza grande, 1na yrirnitive
passion ". Es muy importante que lo "nuevo" en Baudelaire no
coiitribuye en absoluto al progreso. Por lo demás, casi
Pregunta: ¿Cuándo comienza a aparecer la mercaiicía nuiica se encuentra en Baudelaire un intento de tratar
en el cuadro urbano? Sería fundameiital tener es tadísti- seriamente la idea de progreso. Con su odio, persigue
cas sobre la penetración de las vidrieras en las fachadas. ante todo "la fe cii el progreso" como si fuera una lier?-
jía, una falsa doctrina, y no un error común. Blaiiqui,
por su parte, no demuestra ningún odio liacia la fe en el
progreco; pero la cubre silenciosamente de su sarcasmo.
La mistificación en Baudelaire es una magia apotro- Y no queda estabIecido en -ibsoluto que por eso sea in-
péica semejante a la meiiiira en las prostitutas. fiel a su credo político. La actividad d e un conspirador
profesional como lo fue Blanqui no presupone de iiin-
Milclias de sus poesías tieiieii su pasaje más incompa- gún modo la fe eii el progreso sino, en primer lugar, la
rable al comienzo - allí donde son, por asi decirlo, decisión de erradicar la injusticia existente. Esa decisión
nuevas. Esto fue señalado a menudo. de arrancar en el último minuto a la liumanidad de la
catástrofe que la amenaza fue lo fundamental justameii-
Bau,.ielaire tenía coino m;jd~!sante sus ojos al artícu- te para Blaiiqui, más que para otros políticos revolucio-
lo d e consumo masivo. Era allí donde su "americanis- narios de la época. Siempre se negó a diseñar planes pa-
mor' tenía su base más sólida. El quería publicar un ra lo que vendría "más adelante". La conducta de b u -
"pxzcip'. Lemaitre le confirmó que lo había logrado. delaire en 1648es clarameiik compatible con todo esto.
Baudelaire se topó con la relación de competencia en
la producción poética. Lógicamente, las rivalidades
personales entre poetas no son nada nuevo. Pero aquí
Al filial, en vistas del escaso éxito que tenía su obra, se trata justamente d e la trasposiciói-ide la rivalidad a
Baudelaire se incluyó a sí mismo en la venta. Se arrojó la esfera d e la compctencia en el libre mercado. Es és-
a sí mismo detrás d e su cbra y confirmó así hasta las te, y iio la protección de un príncipe, b que hay T e
últimas coi-isecueiiciasen su persona lo que pensaba conquistar. Pero en ese sentido u11 verdadero descu-
de la inevitable necesidad de prostituirse del poeta. brimiento dc Baudelaire fue que se encontraba frente
a indiaiduos. La desorganización d e las escuelas poé-
Una de las preguntas decisivas para la comprensión d e ticas, de los "estilos", es el complemento del libre
la poesía de Baudelaire es de qué forma el surgimiento mercado que se abre frente al p w t a como público. El
de las grandes ciudades transformó el rostro d e la pros- público como tal se introduce en el campo visual por
titución. Porque una cosa es clara: Baudelaire expresa primera vez eii Baudelaire -esta es la razóii por la
esta transforinación, ella es uno de los objetos principa- que ya no fue víctima d e la "aparieiicia" d e las escue-
les de su poesía. Con el surgimieiito de las grandes ciu- las poéticas. Y viceversa: porque la "escuela" se pre-
dades la prostitucióii se aduella de nuevos secretos. Uno sentaba a su vista como mera construcción superfi-
de ellos es el carácter de laberinto de la ciudad misma. cial, el público sc lc aparecía a los ojos como una rea-
El laberinto, cuya imagen penetró en la carne y en la lidad más sólida.
sangre del fineiir, parece eiunarcado en colores por la
protitución. El primer secreto que posee es entonces el
aspccto mítico d e la gran ciudad como laberinto. A él
pertenc~e,como se sobreentiei-ide, la imageii del Miiio-
tauro en su ceiitro. No es crucial que éste le provoque ¡a Diferencia e~itrealegoría y parábola [.]
muerte al individuo. Lo crucial es la iinagen de las fuer-
zas mortíferas que corporiza. Y también esto es algo Baudelaire y Juvciial. Lo decisivo es: cuando Baude-
nuevo para los liabitaiites de las graiiiies ciudades. laire describe la depravación y el vicio, siempre se in-
cluye. No conoce el gesto del satírico. ciertamente,
esto sólo se aplica a las F/eiirs dri ~rial,que c ~esta
i pos-
tura se evidencian totalmente distintas d e lo:; escritos
en prosa.
Las rleiirs dri lrinl como arsenal; Baudelaire escribió al-
gunas de sus poesías para destruir otras escritas antes Observaciones básicas acerca d e la relación que existe
de las suyas. La coiiocida reflexibn de Valéry podría cli los poetas entre sus escritos teóricos en prosa y su
seguir desarrolláiidose. poesía. En la poesía abarcan una zoiia de SU propio
1 interior que, por lo general, iio es accesible a su refle-
Es extremadamente importante --también esto debe xióri. Esto se puede demostrar en Baudelairc -men-
decirse complementando el apucte de Valéry-- que cionando a otros como Kaka y H a m u n .
La duración dcl efecto de uiia poesía es inversamente
proporcioiial a lo evidente de su coiitenido objetivo.
(¿De su conteiiido dc verdad? Véase el trabajo sobre
las Wnhlvenuandtsc~iafIen~ ~ Sobre el final trunco d e los aiiálisis materialistas (cn
contraposición al final del libro barroco) I .]
Las Fleiirs r i i r i i ~ n levidentemente han crecido en im-
portancia por el liecl-io de que Baudelaire iio dejó niii- La visión alegórica que en el siglo XVlI creó un estilo,
guna novela. ya no lo creaba en el siglo XIX. Baudclaire estuvo ais-
lado como alegórico; en cierto sentido, su aislamiento
era el de un rezagado. (A veces, sus teorías subrayan
en forma provocadora este retraso). Si la fuerza de la
El término de Melanchthoi-i Mel~7zc0ligilla heroica es ci alegoría para crear un estilo fue escasa cn el siglo XIX,
que designa con mayor perfección el gel110 de Baude- igualmente escasa fue su tentación por la rutina, que
laire. Pero la melancolía tiene un carácter distinto en había dejado múltiples huellas en la poesía del siglo
el siglo diecinueve del que tenía en eI siglo diecisiete. XVIl. Esta rutiiia perjiidicó iiasta cierto punto la ten-
La figura clave de la alegoría tardía es el "souvenir". dencia destructiva de la alegoría, su í-nfasis sobre lo
El "souvenir" es el esquema de la transformación de fragmentario cii la obra de arte [.]
la mercancía 2n objeto del coieccioi~ista.Las Corres-
pondances son, en cuanto a su objctc;, ias resonancias
infinitamente miíltiples d e cada souvcnir sobre los
dcmás. "l'ai ylirs de s~zrvenirsqlre si j'avnrs :ii;llr 011s."

El tenor heroico de la inspiración de Baudelaire se ex-


presa ci-i que en él los recuerdos cedeii t~calnicnteaij-
te los souvenirs. Ei-i él hay llamati\:ami'iiii' pocos "re-
cuerdos de infai-icia".

La peculiar exceiitricidad de Baudclaire cza uiia másca-


ra bajo la cual iiitentaba ocultar! se f~c~3tía decir por
vergüenza, la necesidad supiaindivii~uaicie sii forma
de vida, hasta cierto grado tarnblkii dti- sli destiiio.

Desde los 17 arios Baudelaire lleva la vida de uii lite-


rato. No se puede decir que se haya dc.ricripto nunca a
sí mismo como u11 "intelectua!" ni q:ie ce haya com-
prometido con "lo ii-itelectual". 'r~ciz:'.v'i,inc? se había
inventado la marca para !a produ.cci6s arl;sticia.
INDICE

FUENTES CRONOLOGIA DE WALTER BENJAMTN


CUADROS DE UN PENSAMIENTO
La presente edicibn, Cu;ilros de u n pensamiento, Nápoles
consta d e ur.a selecciqn de artículos extraídos y
Moscú
traducidos d@la edición alemaqa Denkbilder -
Weimar
G e s a m m e l t e Schriften I V (págs. 305-4381 y u n
Dos sueños
apéndice, Zentralpark, del texto homónimo,
Gesammelte Schriften 11 (págs. 655-6901. París, la ciudad en el espejo
Marsella
Marsella
Fue consultada para esta edición la versión en Les Bricks
castellaiio del artículo 'Desembalo mi Biblioteca' Ruidos
(Discurso sobre la Bibliomanía) publicado en Punto Notre Dame d e !a Garde
Catedral
d e Vista. Año IX, N" 26 (abril 1986). La luz
I'uestos d e ostras y mariscos
Para Zentralpark, se cotejó la versión en inglés de MurOs
Lloyd Spencer y Mark Harriiigton, 'Ceritral Park' of El venido a menos
Waltcr Benjamiii, en N e w German Critique 34 Sub~irbios
(Winter 1985); y la versiíiri cii fraiic6s d c ]can Idacoste, Saii Giii~ignano
Waltcr Benjamin, 'Zeritra1po:k' (extraits) yi~blicadaen Coi-i~er
Revue D'Esthétique, iaoi~v~llc séric, iiQ1, l981. Higos frescos
Caf6 Cr&ii~e
Falcrno y bacalao
/3orsclit
I'ranzo caprese
Oiiiclette d e moras
Las novelas policiales en los viajes
Mar del Norte
Ciudad
Flores
Muebles
Luz
Gavic;tas
Estatuas
Desembalo mi biblioteca
La revelación del conejo d e pascua:; o breve
teoria sobre los escondites
Desenterrar y recordar
Sueño
Serie d e Ibiza
Cortesía
No disuadir
Espacio para lo valioso
La rosa d e los vientos del exito
Gjercicio
No olvides lo mejor
Costumbre y atención
Cuesta abajo
Al col
Autorretratos del soiiador
El nieto
El vidente
El amante
El sabio
El discreto
El cronista
Cuadros de un ~wnsüiniento
A la muerte d e un anciana
El buen escritor
Sueño
Narración y cliración
Sueño
La "Neiie Ge~irci~~xliri,+t"
Roscluilla, pllirna, pausa, queja, fruslería
Una vez no es ningciia
De nuevo
Breves malabarismos ar!ísticos
Lwr novelas
El aitc de narrar
Dcspu6s de la terniiriacion

POTTFACIO
BIBLIOCRAFIA
APENUICE
Zentralpark
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