Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Moderadoras:
Nayelii y ChiviSil
Traductoras Correctoras
ChiviSil Clau
Nayelii Lau_sp_90
Clau Pochita
Rihano Maye
Taydell94 Dabria Rose
Pancrasia123
Bryn
Kath
Gracekelly
Jandranda
Lectora
Nelly Vanessa
Maridrewfer
Mimi
Maria_Clio88
Mona
Capítulo 1 Capítulo 15
Capítulo 2 Capítulo 16
Capítulo 3 Capítulo 17
Capítulo 4 Capítulo 18
Capítulo 5 Capítulo 19
Capítulo 6 Capítulo 20
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26
Capítulo 12 Capítulo 27
Capítulo 13 Capítulo 28
Capítulo 29 Capítulo 34
Capítulo 30 Capítulo 35
Capítulo 31 Capítulo 36
Capítulo 32 Capítulo 37
E
mpujo a través de las puertas de la tienda de tatuajes con el corazón
en la garganta. Paul Reed alza la mirada y me siento conmocionada,
justo como cualquier otra mujer que al mirarlo de inmediato se
desconcierta por toda su tinta, las perforaciones sobre sus cejas, el metal en las
orejas y el azul de sus ojos. Sorprendente. No hay otra palabra para describirlo.
Excepto por bondadoso. La bondad se filtra por los poros de Paul Reed. Sólo
tienes que estar dispuesto a mirar más allá del exterior brusco para verlo.
Su espalda está inclinada sobre un cliente mientras trabaja en un tatuaje
para un hombre que tiene casi tanto metal en su rostro como yo en mi auto.
Paul me sonríe.
—Hola, Wren —dice—. ¿Qué hay? —Levanta su máquina de tatuajes por no
más de un momento, y luego mira hacia abajo y sigue trabajando.
—Hola, Paul —respondo. Trago con fuerza.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta Paul. Él es el único que está en la
tienda hoy, ya que es temprano en la mañana.
—Esperaba que Friday estuviera aquí —digo con timidez.
Inclina su cabeza hacia la parte trasera de la tienda.
—Está maldiciendo en la oficina, tratando de equilibrar la cuenta bancaria.
Oigo una maldición sucia de la habitación de atrás, y retengo una sonrisa.
—¿Está bien si voy al fondo a hablar con ella?
Asiente.
—Si eres lo suficientemente valiente. —Luego suelta un suspiro pesado—.
Ella amenazó con cortar mi polla cuando le llevé una taza de café. Así que
procedebajo tu propio riesgo.
—Gracias. —Camino hacia la oficina y me detengo cuando veo que la puerta
está entreabierta. Golpeo ligeramente con mis nudillos y grito su nombre—
.¿Friday?
Levanta la vista y sopla un mechón de cabello oscuro de sus ojos mientras la
puerta se abre un poco. Siempre me sorprende cuando la veo así. No lleva
maquillaje y tiene puestosjeans y una camiseta. No hay tacones altos, ni faldas
cortas, ni medias de red, ni besables labios rojos. Es solamente Friday.
—Hola —dice. Me sonríe—.Pasa.
—¿Seguraque no estoy interrumpiendo? —Paso a la habitación y me dejo
caer vacilante en una silla frente a su escritorio.
—Necesitaba un descanso de todos modos. —Baja su lápiz y cruza sus manos
sobre su escritorio—. ¿Estás bien? —pregunta, su voz suave.
—Oh, sí —digo con un gesto despreocupado—. Estoy bien.
—Qué bien—dice con un movimiento de cabeza—. He estado preocupada
por ti.
Muerdo mis labios juntos.
—Así que, supongo que no viniste aquí a hablar.
Me rasco la punta de la nariz.
—Me estaba preguntando… —Lanzo un suspiro—. Esperaba que dibujaras
un tatuaje para mí.
Sus cejas se elevan.
—¿Qué tenías en mente?
—Simplemente algo simple para recordar al… ya sabes.
—¿Al bebé? —aclara, su voz mucho más fuerte que la mía.
—Al aborto espontáneo—digo, aclarando el bulto que de repente me está
obstruyendo la garganta.
—Al bebé —dice otra vez, mirándome fijamente.
—Sí, eso. —Llevo mi dedo gordo a mis dientes y rasgo un pedazo de él.
Estaba embarazada de casi tres meses cuando sufrí un aborto espontáneo. Eso
fue hace dos meses.
—¿Tenías algo en mente?
—Bueno, no hay lápida, ni tumba… ni bebé. No realmente. Así que quiero
algo sencillo. Sólo algo para señalar que él estuvo aquí. Fue un aborto temprano,
por lo que algunas personas podrían incluso argumentar que él nunca existió. Ya
que nunca tomó un aliento y todo eso.
Sus ojos se estrechan.
—Puede que nunca haya tomado un aliento, pero existió, y tú estabas 100%
embarazada. Se te permite estar 100% de duelo.
Las lágrimas me pican los ojos y parpadeo para retenerlas.
—Te dibujaré algo y dejaré que eches un vistazo. ¿Quieres que te lo mande?
Asiento.
—Eso sería genial. —Me pongo de pie y camino hacia la puerta.
—Oye, Wren —llama Friday.
Me vuelvo y la miro, esperando a que hable.
—¿Sí?
—¿Por qué no le pediste a uno de los chicos que dibujara algo para ti?
Miro a todas partes excepto a ella.
—Bueno —comienzo. Pero luego me detengo y muerdo mis labios.
—¿Bueno? —presiona. Pero su rostro es todo bondad y afecto.
—Eres una mamá —digo.
Asiente, su cabeza sube y baja lentamente.
—Lo soy.
—Y pensé que podrías, ya sabes, saber un poco acerca de la pérdida. —Juego
con la esquina de un cartel en la puerta.
—Lo hago —dice con otro asentimiento. Suelta un suspiro—. Dibujaré algo
para ti, ¿está bien? Si no te gusta, podemos ir y venir hasta que encontremos el
tatuaje conmemorativo adecuado para ti.
—¿Crees que es estúpido? —pregunto rápidamente. Quiero regresar las
palabras en cuanto salende mis labios—. Olvídalo.
Se levanta y viene a pararse enfrente de mí. Ella es aproximadamente unos
quincecentímetros más baja que yo, pero me mira fijamente a los ojos.
—Algunos tatuajes son sobre el pasado, y algunos sobre el futuro. Algunos
son sobre la curación, y algunos simplemente dejan salir el dolor. Algunos
marcan momentos felices, y otros conmemoran los tristes. No hay tatuajes
estúpidos. Bueno, a excepción de los que las personas ponen en sus pollas. Nunca
entendí esos. Y dado que no tienes una polla… —Finalmente sonríe y me aprieta
el hombro—. Me alegro que te encuentres bien.
—Fue bueno verte. —Me giro para salir.
—Oye —me llama Friday de nuevo—. Llama a tus hermanas. Sé que están
preocupadas por ti también, ¿de acuerdo?
Asiento y salgo de la tienda, las campanas tintineando cuando la puerta se
cierra detrás de mí.
***
Salgo a la concurrida calle yasimilo el ajetreo y el bullicio de la mañana en la
ciudad. Saco mi teléfono de mi bolsillo y escribo a mis cuatro hermanas a la vez.
Aprieto fuertemente los ojos. Porque la mierda está por volverse real.
Yo: ¿Alguna oportunidad que tú y Lark vengan y nos ayuden con los
niños?
MejorHermanoDelMundo: No.
Yo: ¿Por qué no?
MejorHermanoDelMundo: Mamá dijo que no podíamos, incluso si
llamabas, te quejabas y suplicabas.
Yo: ¿Lo dices en serio?
MejorHermanoDelMundo: Sí.
MejorHermanoDelMundo: ¿Quieres decirme qué está mal?
Yo: No.
MejorHermanoDelMundo: ¿Por qué no? Fingiré que no tengo pelotas
y te daré un consejo. Un buen consejo. Un consejo que solo puedes conseguir de
una mujer.
Yo: Lark está contigo, ¿eh?
MejorHermanoDelMundo: ¡Hola Mick! Soy Lark. ¿Cómo está mi
hermana?
No digo nada, porque lo que Ryan está diciendo tiene sentido, y eso me
asusta muchísimo.
Yo: ¿Estás leyendo libros sobre el embarazo de nuevo?
MejorHermanoDelMundo: No, estoy casado y me encanta. Y sé que si
fuese tú y estuviese confinado en espacios pequeños todo el día con la mujer que
amo, querría saltar sobre ella, particularmente por la noche cuando está ahí
tumbada respirando suavemente a mi lado.
Yo:…
MejorHermanoDelMundo: Intentaste follarla y dijo que no, ¿cierto?
Lo sabía.
Yo: No, eso no fue lo que pasó.
MejorHermanoDelMundo: ¡OH DIOS MÍO! ELLA intentó follarte y TÚ
dijiste que no.
Yo:Cállate.
MejorHermanoDelMundo: Rechazaste el coño del que estás
enamorado.
Yo: No era el momento correcto.
MejorHermanoDelMundo: ¿Estás esperando a que ella se arrodille y
profese su amor eterno por ti?
Yo: Cállate.
MejorHermanoDelMundo: ¡OH DIOS MÍO! Lo haces.
Yo: Te odio.
MejorHermanoDelMundo: ¿Le hablaste sobre Nicky?
Yo: No.
MejorHermanoDelMundo: ¿Por qué no?
Yo: ¿Qué bien haría eso?
MejorHermanoDelMundo: Le ayudaría a entender por qué no aceptas
su coño, imbécil.
Yo: Lo de Nicky fue hace mucho tiempo.
MejorHermanoDelMundo: Y eso explica por qué estás buscando el
perfecto “felices para siempre” en lugar del sexo.
MejorHermanoDelMundo: Díselo.
Yo: No creo que eso solucionará nada.
MejorHermanoDelMundo: Oye, toda esta mierda del amor es
increíble, pero Lark quiere hablar con Wren y no está respondiendo a su
teléfono. Así que tu teléfono va a sonar en 3… 2… 1…
Yo: Te odio.
MejorHermanoDelMundo: Yo también te quiero. Responde al puto
teléfono. Así mi mujer dejará de enviarme mensajes.
5
Masturbarse, dicho de forma vulgar.
—Siempre me siento mejor cuando estás cerca —dice. Agarra mi cabeza y
me empuja en un coscorrón, que luego se convierte en cosquillas hasta que tengo
miedo de orinarme en mis pantalones.
—Eso no es lo que quise decir —digo mientras me abraza.
Sus ojos brillan mirándome.
—Si te hace sentir mejor, pensé en ti todo el tiempo.
—No voy a mentir… —susurro—. Estoy un poco excitada. Tal vez tenga que
ir y pensar en ti durante unos minutos.
Golpea su hombro contra la pared.
—¿Puedo ver? —Sus ojos brillan mirándome, llenos de calor, deseo y
calidez.
Mel abre la puerta y sube al autobús.
—Están listos para usted, señorita Vasquez —dice.
—¿Quién está listo? —pregunta Mick, mirando de mí a ella y de nuevo.
—Lo descubrirás —le digo, mientras recojo a Chase y él agarra a
Roxy.Mientras lo aprieto en los estrechos confines del autobús, me agarra el
culo.Jadeo—. No puedo creer que hicieras eso.
—Créelo.Porque probablemente lo haré una y otra vez, en los próximos
años.Cuando tengas ochenta años, todavía te agarraré el culo.
Me sigue hacia salir del autobús.Los niños están aturdidos, porque les dije a
dónde íbamos mientras él estaba en la ducha.Abrocho a Chase en su cochecito y
colocamos a Roxy en el suyo.Luego Mick toma mi mano, mientras empuja con la
otra.Yo hago lo mismo.Anna y Devon saltan delante de nosotros.Llegamos a una
puerta al lado de un edificio, y Alex se detiene y llama.La puerta se abre, y todos
entramos.
—Sólo podemos quedarnos dos horas —le explico—.Entonces el parque
abrirá y tendremos que compartirlo con otros.
—Espera un minuto —dice Mick, mientras una sonrisa divide su rostro—.
¿Conseguiste que el parque abra temprano para mi cumpleaños, y lo tenemos
todo para nosotros?
Levanto una mano para parar su rollo.
—Solo tenemos cinco carreras, porque no tienen suficientes operadores a
esta hora del día. Pero me aseguré que uno de ellos sea... —pretendo hacer un
sonido de tambor en el mango del cochecito—... ¡la montaña rusa!
—¿Hablas en serio? —exclama.Mientras lo dice, un personaje de orejas
grandes aparece en la esquina, y su voz chillona saluda a los niños—. Esto es
malditamente increíble —me dice Mick.Está sonriendo de oreja a oreja, y nunca
lo he visto tan feliz—. ¿Cómo hiciste esto?
—Hice unas llamadas. —Me encogí de hombros, mientras me ruborizo.
—Gracias —dice en voz baja.Luego me besa.Es largo y lánguido y tranquilo
y... largo.
Alex aclara su garganta detrás de nosotros y nos separamos.
—Es mejor que nos pongamos al día con los niños —dice Alex, y buscamos a
Mel, el personaje del ratón, y los dos chicos mayores se movieran delante de
nosotros hacia el parque.
Mick y yo nos damos prisa, los dos empujando los cochecitos, para ponernos
al día con los demás.Los chicos de inmediato quieren montar los columpios, por
lo que los ponemos en sus lugares y ajustamos de sus cinturones de seguridad. El
asistente los revisa y luego retrocede.
—Tú montas con ellos, Mick —digo, mientras le saco el cochecito.
—¿Qué hay de ti? —pregunta.
—Oh, mierda —murmura Alex—. Ambos van.Mel puede vigilar a los niños.
—No me gustan los niños —dice Mel.
—Bueno, tampoco me gustas, pero he pasado la última semana contigo.
—Bien —murmura.Toma los cochecitos de nuestras manos—. Ve a montar.
Voy a ver a los bebés.
—¿Vas a llamar si nos necesitan? —pregunto—. Ni siquiera son míos, y estoy
preocupado por ellos.
—Oh, los oirás gritar desde kilómetros de distancia —dice Alex.Ella le
dispara con el dedo y empuja a ambos carritos hacia un banco donde hay
sombra.
Anna menea los pies.
—Vamos —dice.Mick y yo nos ponemos el cinturón, y luego los columpios
empiezan a girar lentamente.Mick me mira y me guiña el ojo mientras el paseo
comienza, y mi corazón hace este pequeño golpeteo en mi pecho.Es más que un
enamoramiento.Es más que lujuria.Es más que simpatía.Estoy enamorada de él.
De la cabeza a los talones, completamente tomada, no sé cómo viviría sin él
amándome.
—Lo sé —dice—.Yo también. —El calor sube por mi rostro, pero está
bien.PorqueesMick.
Después del viaje, fuimos a una montaña rusa de niños, y entonces a algún
tipo de viaje de realidad virtual el cual me asustó terriblemente, pero los niños lo
amaron.
Nos detuvimos en una mesa de picnic y comimos algo de pizza, la cual yo
había pedido me entregaran desde este sitio de comida favorito de Mick, y
entonces miro a Mick.
—¿Estás listo para la grande? —pregunto. Estoy saltando en mi asiento.
Él mira alrededor.
—¿La gran qué?
Señalo hacia la montaña rusa más grande en el parque.
—La grande —digo de nuevo.
—¿Estás bromeando? —Mick salta levantándose—. ¿Tenemos que
montarnos en esa? —Me levanta y me da vueltas—. ¿Podemos hacerlo ahora?
Algunas asistentes pintando rostros se presentaron para entretener a Anna
y Devon, y Mick y yo nos fuimos para montarnos en la montaña grande nosotros
solos.
Cuando llegamos a la plataforma, Mick se detiene y toma una foto de
nosotros. Pero él no tiene ni idea que alguien ha estado aquí todo el tiempo
tomando fotos de nosotros y los niños, para añadir a sus recuerdos de esta
semana. Para su cumpleaños, voy a usar una foto de nosotros seis en una forma
muy especial.
Nos montamos en la montaña rusa y nos amarramos, y Mick se inclina para
besarme.
—Tú dijiste que amas las montañas rusas porque ellas te despedazan y luego
te vuelven a acomodar —le recuerdo. Él asiente—. Eso es lo que tú haces por mí —
digo calmadamente—. Me despedazas, y luego me vuelves a acomodar, cada una
de las veces.
Él no aparta sus ojos de los míos hasta que el lento clac-clac-clac del
caballete se vuelve un ruido sibilante. Nos lanzamos a través de giros y vueltas,
golpeamos de lado a lado, caemos hacia delante, y él grita y vitorea a través de
todo esto. Su entusiasmo es contagioso.
Al final, cuando se termina, nos detenemos en la plataforma.
—¿Podemos hacerlo de nuevo? —pregunta.
Sonrío.
—Es tu cumpleaños. Podemos hacerlo tantas veces como quieras.
Así que lo hacemos. Montamos hasta que mi cuello está adolorido y mis
manos se sienten como que nunca van a soltarse de las barandillas. Entonces
vamos y montamos con Anna y Devon otra vez. Comemos bolas de helado y
pasteles de embudo, y Mick devora una pierna de pavo. Yo aún estoy tratando de
averiguar dónde consiguió eso.
Al final de las dos horas, justo antes que el parque abra al público, Mick me
jala hacia él y me besa sonoramente.
—Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido.
Tomados de las manos, salimos del lugar más mágico sobre la tierra, pero
no puedo evitar el pensar que estamos llevando la magia con nosotros. O tal vez
trajimos la magia. No estoy segura de cuál.
De regreso en el autobús, los niños, cansados, caen dormidos
inmediatamente.
Mick se hunde a mi lado, entonces me empuja para acercarme a él. Saco una
caja de regalo de mi bolsillo.
—Me compraste un presente —dice—. Ni siquiera sabías que era mi
cumpleaños hasta ayer. ¿Y entonces planeaste que usáramos el parque y me
conseguiste un regalo?
—No es nada. —Lo empujo—. Ábrelo.
Abre la cajita y saca un pequeño catalejo para colgar.
Este tiene un hoyo para mirar en una punta y una foto en la otra. Lo levanta
hasta su ojo y mira dentro. Es una foto de nosotros, de los seis, de hoy en el
parque. Los niños están sonriendo y Mick se ve más feliz de lo que lo he visto
verse.
—Cielos… Mira eso —dice tranquilamente.
Saca sus llaves de su bolsillo e inmediatamente amarra el catalejo en este.
—No tienes que ponerlo con tus llaves —digo.
—¿Dónde más lo pondría? Es maravilloso, y voy a conservarlo para siempre.
—Toma mi rostro en sus manos y mira mis ojos—. Nunca dejas de asombrarme.
Gracias por hoy.
Lejos de avergonzarme, hundo mi rostro y lo presiono contra su pecho. Él se
recuesta y me abraza por los siguientes 160 kilómetros justo hasta que llegamos a
la casa de la mamá de Patsy.
Siento como que mis intestinos están llenos con plomo cuando nos
detenemos en la calle enfrente de la casa. En el porche está una regia mujer
mayor, parada con la ayuda de una andadera y un ayudante. Ella ensombrece sus
ojos con sus manos.
—Estamos aquí, niños —dice Mick. Anna y Devon saltan sobre sus rodillas
así pueden mirar por la ventana.
Los dejamos salir por la puerta, y se apresuran hacia su abuela.
Ellos obviamente la conocen y la aman, y el sentimiento es mutuo. Me paro
atrás y observo, sosteniendo a Chase cerca de mi corazón, y mis ojos se llenan con
lágrimas.
—¿Estás bien? —pregunta Mick, sujetando la parte de atrás de mi cabeza.
Asiento.
—Estoy bien. Solo realmente feliz. —Contengo las emociones y subo los
escalones del porche. La mujer no malgasta tiempo abrazándome fuertemente y
agradeciéndome por ayudar a Mick a traer a los niños con ella.
Nos invita dentro, y Mel y Alex ayudan a descargar sus pertenencias,
incluyendo los recuerdos que consiguieron hoy.
Después que los niños están acomodados y hemos almorzado, ella me mira
y dice:
—¿Cuánto tiempo has estado enamorada de Mick?
Estamos lavando los platos en la cocina, así que Mick está en la otra
habitación.
—No estoy segura. Es solo que de alguna forma se arrastró sobre mí.
—Mi hija, ella nunca fue buena escogiendo hombres. Es un imán para
perdedores si es que hay uno.
Me río.
—Bueno, yo no tengo un gran historial propio.
—Mick es un buen muchacho. Serías afortunada de tenerlo.
Le sonrío.
—Lo sé.
Terminamos los platos, y traigo el gran pastel de queso que compré para el
cumpleaños de Mick, ya que es su postre favorito. Sopla las velas, comemos hasta
hartarnos, y luego es hora que nos vayamos.
Anna, la que yo pensaba que sería la menos afectada, es la que se cuelga de
mí por un momento demasiado largo. Me agarra fuertemente y me abraza.
—Mi mami estará pronto en casa —dice cerca de mi oído, justo como lo hizo
ese primer día que nos conocimos.
Aparto su cabello de su frente.
—Tu mami va a estar tan orgullosa de todos ustedes, cuando escuche acerca
de cuan maduros y el buen comportamiento que tuvieron todos en este viaje.
Ella asiente.
—Va a estar orgullosa.
—Sí, y tú asegúrate de decirle a tu madre cuán orgullosa estás de ella cuando
venga a casa, ¿está bien?
—Cuando llegue aquí, voy a decirle. —Se queda callada por un minuto y
entonces me aprieta de nuevo. Con sus labios cerca de mi oreja, susurra—:
Cuando crezca, quiero ser justo como tú.
Jalo un mechón de su cabello.
—Cuando crezca, quiero ser justo como tú.
Se limpia debajo de sus ojos y va a pararse al lado de su abuela.
Devon es mucho menos comedido. Me abraza fuertemente.
—¿Vendrás a vernos otra vez? —pregunta.
—Por supuesto, lo haremos. Y tú puedes escribirme, si quisieras. —Ya le di
mi dirección y correo electrónico a su abuela—. Voy a extrañarte —digo.
—No pareces efectivamente tan triste como lo estabas cuando viniste por
primera vez a nuestra casa. ¿Te hicimos feliz? —Ladea su cabeza hacia mí como
un cachorro curioso.
—Ustedes me hicieron muy feliz —digo, y las lágrimas pican mis ojos
mientras las contengo.
El bebé, él es el más difícil de dejar. Lo abrazo y le doy un último biberón,
pero sé que no puedo conservarlo para siempre.
Mick lo toma de mí y lo besa en la frente.
—Nos llaman si necesitan cualquier cosa, ¿está bien? —le dice a su tía.
Ella asiente, pero ya está apresurando a los niños hacia la casa.
—¿Preferirías volar de regreso? —pregunta Mick mientras toma mi mano.
Caminamos hacia el autobús, juntos, y me siento ligera y feliz, más ligera y
más feliz de lo que me he sentido en un largo tiempo.
—¿Y tú? —respondo.
Niega.
—Preferiría pasar el tiempo contigo. —Me besa.
Nos sentamos en la ventana mientras el autobús se aleja de la casa de la
mamá de Patsy. Los niños saludan desde el porche, y los observo hasta que la
casa es una diminuta mancha en la distancia. Mick sostiene mi mano fuertemente
mientras me ahogo por la emoción que no sabía siquiera que estaba en mí.
—Ellos van a estar bien, ¿no es verdad? No importa lo que pase, ¿ van a
estar bien?
Él lleva mi cabello detrás de mi oreja.
—Sí. Van a estar bien. Ella cuidará de ellos, y cuidará de Patsy, también. —
Su pulgar limpia la lágrima de debajo de mi ojo—. ¿Quieres algo más de pastel de
queso?
Le sonrío.
—Sí, quiero.
Frota su estómago.
—Bien, porque estoy hambriento.
Lo codeo en las costillas.
—Siempre estás hambriento.
A través del día, Mick ha tenido llamadas de su mamá, papá y Ryan, y todas
mis hermanas le han enviado mensajes de texto con felicitaciones de cumpleaños.
—Feliz cumpleaños —digo mientras nos acomodamos en la pequeña mesa
de comedor, con un pedazo de pastel de queso entre nosotros.
Él sonríe mientras empuja un gran pedazo en su boca.
Capítulo 31
Mick
S
igo teniendo que recordarme que Mel y Alex están enfrente del
autobús. Durante dos noches, ha sido como tener chaperones
constantes. A veces Alex se mueve a la mitad del autobús para poder
ver la televisión mientras Mel está manejando. Eso le pone alrededor de veinte
metros lejos de nosotros, con nada más que una delgada cortina que nos separe
de él.
Había esperado que una vez que dejáramos a los chicos fuera, tendríamos
una poca de privacidad, pero ese no parece ser el caso. Si algo, me siento como un
insecto bajo una de esas lentes de aumento de cristal, y sólo estoy esperando que
alguien la incline hacia la luz y me queme hasta quedar en pedazos.
—No puedo esperar a que lleguemos a casa —dice Wren mientras tira de la
cortina entre nosotros y la parte delantera del autobús.
Me acuesto en la cama con las palmas detrás de mi cabeza, mirando hacia
ella. Es muy bonita. Su cabello está amontonado encima de su cabeza en un
revoltijo desordenado y apenas debe haber lavado su rostro, porque está toda
limpia y brillante.
Toma una botella y echa algo en sus manos.
—¿Qué es eso? —pregunto.
Ella se inclina hacia mí y sostiene su palma cerca de mi nariz.
—Loción. —Retrocede y levanta su pierna hasta el borde de la cama,
doblando la rodilla.
—Espera. —Me siento y me acerco a ella. Tomo su mano y pongo la loción
de su mano en mi palma, y luego froto las manos juntas, calentándola—.
Permíteme —digo, sonriéndole.
—¿Quieres ponerme loción? —dice, dudosa.
—Me gustaría más que nada. —Me muevo para que se siente, y se hunde
sobre las sábanas. Golpeo su pierna para que acomode su cuerpo, levanto sus pies
sobre la cama y comienzo en sus tobillos. Subo por su pantorrilla, y miro hacia
arriba para encontrarla mordiéndose el labio inferior mientras mira mis manos.
—Eso se siente muy bien —dice suavemente.
—Sí, lo hace —respondí. Le sonrío, pero no sonríe de regreso. Sólo me ve, su
mirada caliente y necesitada.
Desde que le hablé de Nicky, he sentido como si Wren hubiera sido un poco
más abierta. Confía en mí un poco más, y siento como que en el fondo, está lista
para las mismas cosas que yo. Está lista para una familia. Está lista para mí. Está
lista para llevarme dentro de ella. Al menos espero que esté lista. Sólo tenemos
que encontrar privacidad y el tiempo suficiente para hacerlo. Nuestro tiempo
llegará. No estoy seguro de cuándo finalmente lo hará.
Giro mi cuerpo para poder sentarme entre sus piernas, extendiéndolas
alrededor de mí mientras se reclina sobre las almohadas. Me mira fijamente
sentada allí, mientras pongo loción en su piel.
—¿Qué estás pensando? —pregunto, mi voz áspera y abrasiva incluso a mis
propios oídos.
Ella sonríe.
—¿Honestamente?
—Sí, honestamente. Dime lo que estás pensando. —Tomo más loción y
pongo un chorro en mi palma. No pienso en calentarla y grita cuando mi mano
toca su piel. Ríe, y trata de apartar mis manos, pero la acaricio rápidamente hasta
que se calienta, y se relaja.
—Estoy pensando en... cuánto te deseo dentro de mí —dice en voz baja.
Mi corazón se sacude.
—Cuéntame más. —No puedo mirar su rostro, así que me concentro en su
piel. Tiene un lunar en su muslo interno, así que hago un círculo ahí una y otra
vez con mi pulgar, presionando y soltando.
—Quiero sentir que te mueves dentro de mí.
Jesús. Maldito. Cristo. Yo también.
—¿Cómo crees que se va a sentir? —pregunto.
Ella levanta su pie y empuja mi pene, que está duro como una roca y tirando
contra mis pantalones. Alejo su pie, porque incluso su pie tocándome es
demasiado. Es doloroso y maravilloso a la vez.
Gruñe, pero pone su pie en la cama, plano, así que sus rodillas están
dobladas pero sus muslos están abiertos.
—¿Qué sentirás cuando esté dentro de ti? —le pregunto de nuevo. Le doy un
codazo en la pierna—. Dime.
—Creo que te deslizarás dentro de mí, agradable y lento, y entonces pararás
y esperarás, porque el momento será tan perfecto que ninguno querrá que
termine. Nos reuniremos como estábamos destinados para que estés dentro de
mí.
—¿Tenemos que reunirnos tan rápido? ¿O puede tomar unos cuantos
minutos?
Ella se ríe y me empuja el hombro con el pie.
—Será rápido la primera vez. Te empujarás dentro de mí hasta que no
puedas ir más lejos. Entonces pararás y mirarás mis ojos, de la manera que lo
haces. A veces pienso que puedes ver todo el camino a mi alma, Mick, cuando me
miras. Me da miedo, pero es bueno también, ¿sabes?
Lo sé. Sé exactamente lo que quiere decir.
—¿Qué sucede entonces, cuando estoy dentro de ti, cuando no puedo ir más
lejos?
—Estarás enterrado tan profundo que me dolerá. Pero no me importará.
Pediré por ello. Voy a envolver mis piernas alrededor de ti y te jalaré más
profundo con los talones contra tu trasero.
Mi respiración se vuelve superficial y sudo en la frente. Levanto mi
antebrazo para limpiarlo.
—¿Estás bien? —susurra.
—Bien —digo. Consigo más loción y me deslizo más arriba entre sus piernas,
acercándome a su centro. Froto el interior de sus muslos, y ella comienza a
retorcerse, balanceando sus caderas—. ¿Qué es lo que necesitas? —le pregunto.
Ella se ríe en voz baja.
—A ti. Solo a ti.
—Dime más. ¿Qué sucede después, después que estoy enterrado tan
profundamente? No puedo ir más lejos, y me harás entrar lo más lejos que
puedas con tus talones ¿Qué pasará entonces?
—Entonces empiezas a moverte.
Oh Dios. Me va a matar con palabras así.
—Sigue.
—Estaré resbaladiza y serás duro y caliente y... mío.
Dejo que mis pulgares recorran los bordes de su diminuto pantalón corto
que está usando, deslizándome por debajo del elástico en el interior de sus
muslos.
—¿Está bien? —susurro.
Ella mira hacia la cortina, y sé que tiene miedo que alguien nos oiga, o
alguien lo sepa.
—Sólo quiero tocarte.
Sus muslos se abren tan sutilmente, con las piernas abiertas, con las rodillas
cayendo hacia el colchón.
—Tócame —susurra.
Muevo su pantalón corto y bragas a un lado, exponiendo su abertura. Sus
labios inferiores son brillantes y húmedos, relucientes de deseo. Nunca la toqué
allí, y no sé por qué he esperado tanto. Es perfecta. Tiene zona limpia de vello en
su montículo, y su clítoris está en la parte superior de su hendidura, hinchado y
duro.
—¿Dónde quieres que te toque?
—En todos lados.
Llevo mis pulgares de sus labios hacia su clítoris, presionando suavemente
mientras froto los lados de su abertura, hasta que puedo sentir el bulto hinchado
en la cima. Cuidadosamente muevo los pulgares hacia arriba a cada lado, sin
tocarlo, no realmente. Lo acaricia una y otra vez.
—Mick —dice. Vuelve a mirar hacia la cortina.
—Shhh. —Huele como a sexo, y el olor salado me hace cosquillas en la nariz.
Ella balancea sus caderas—. ¿Quieres levantarte la camisa? —Asiento hacia su
pecho—. Déjame ver.
Lentamente, levanta el final de su camisa sobre su estómago plano,
elevándola centímetro a centímetro. El regordete fondo de sus pechos aparece
primero, y luego levanta la camisa sobre ellos. Sus pezones se destacan duros y
orgullosos, sus pechos son tan pesados que caen hacia la derecha y la izquierda
como fruta madura.
Un sonido que ni siquiera reconozco deja mi garganta. Wren ve hacia la
cortina otra vez.
—No me oyeron —le digo para tranquilizarla. Miro sus pechos mientras
froto mis pulgares arriba y abajo de su centro, hasta que finalmente froto a través
de su clítoris. Ella se sacude y luego se tensa mientras presiono mi pulgar
firmemente contra su nudo. No lo muevo. Lo sostengo allí. Su boca se abre y
muerde un sonido—.Shhh —digo de nuevo.
—Mick… —Sus caderas ruedan, y mi pulgar se desliza alrededor de su
humedad.
—¿Es esto lo que quieres?
—Sí.
Froto un círculo apretado, mi pulgar es resbaladizo pero firme.
—¿Aquí?
—Sí.
Sus ojos se cierran.
—Mírame.
—No puedo. —Aprieto los ojos con fuerza. Tiro de mi pulgar hacia atrás y
sus ojos se abren—. Por favor —dice.
—Mantén tus ojos abiertos.
Ella asiente y se muerde el labio inferior. Presiono contra su clítoris de
nuevo, dibujando un pequeño círculo mientras deslizo un dedo dentro de ella.
Sus caderas giran.
—Estoy tan cerca —susurra.
—Lo sé.
—Tan cerca…
Y luego se viene justo debajo de mi pulgar. Verla venirse es una hermosa
vista, pero esto... esto es todo. Su estómago plano se arruga mientras su cuerpo
gana.
—No te detengas —dice, y lo monta, su pasión entra en erupción y luego
disminuye a pequeñas ondulaciones, como una ola en un estanque, fuerte al
principio y luego más pequeña, más suave y más ligera.
Su cuerpo se queda quieto.
Y también lo hace el autobús.
Wren mira hacia la cortina mientras el autobús se detiene. Mi dedo está
todavía dentro de ella, y sus paredes interiores todavía están pulsando, pero se
congela y mira la cortina.
Una voz grita:
—Vamos a tomar una taza de café. Ya volvemos.
—Está bien —grita Wren, su voz temblorosa.
—¿Quieres algo?—gritala voz de nuevo, y casi puedo escuchar la diversión
en ella.
—No, gracias —dice.
La puerta se abre y se cierra, y saco mi dedo de su calor, deslizando sus
bragas hacia atrás para que esté cubierta. Pero Wren se levanta y se pone frente a
mí, deslizando su pantalón y bragas por sus piernas rápidamente.
—¿Qué estás haciendo? —Está desnuda, de pie delante de mí, ¿y tengo que
preguntar eso? ¿De verdad?
—Te deseo. —Sube para montarme a horcajadas, estirándose entre nosotros
para tirar de mi pantalón lejos de mi estómago, sobre mi pene, y luego empuja
mis hombros para que se balanceé de nuevo en mis manos.
Saca mi pene lejos de mi estómago. Y entonces... entonces se hunde sobre
mí, tomando mi cabeza dentro. Va despacio, y no puedo soportarlo. Levanto mis
manos y envuelvo mis brazos alrededor de ella, bajándola duro y rápido en mi
pene, hasta que se sienta encima de mí.
—Oh, Dios mío —gemí. Levanto su camisa para poder tirar de su pezón en
mi boca. Ella me roza la boca.
—Solo penétrame —dice—. Penétrame ahora. Por favor.
Me aferro a sus caderas y la empujo hacia abajo con fuerza en mí. Casi
inmediatamente, siento que sus paredes me aprietan.
—Se siente muy bien —dice.
Se siente mejor que nada.
—Me vengo —advierte.
La mantengo cerca mientras bombeo dentro de ella, una... dos veces... y
luego
—Yo también voy a venirme —Aprieto sus caderas, empujándola tan fuerte
contra mí como puede estar, mientras me vengo dentro de sus pulidas, mojadas,
paredes apretadas. Me ordeña y puedo sentir los estremecimientos dentro de ella.
Me sostiene apretado, sus manos en mi cabello, tirando hasta que su orgasmo
pasa.
Luego sus manos son suaves, y frota suavemente mi cabello, colapsando
contra mí.
Y entonces me doy cuenta que algo está apagado, porque la siento tensarse.
—No...
—¿No qué?—Quiero oírla decirlo. Quiero que diga que está bien.
—No usamos condón.
—Estoy limpio. Me hice pruebas la última vez que doné sangre.
—Yo también. Después del bebé... —Su voz se desvía.
—Entonces estamos bien, ¿verdad?
Se levanta de mi regazo, poniéndose de pie. Recoge su pequeño pantalón
corto y sus bragas, y se mete en el baño. Un minuto después vuelve, vestida como
antes. Está callada. Muy silenciosa. Y tiesa. Demasiado rígida. Ni siquiera me
mira.
—¿Qué pasa?—le pregunto.
—No estoy en control de la natalidad —dice.
—¿Y?
—Y no usamos condón.
No lo siento.
—¿Está bien? —Miro su rostro de cerca.
—¿Quieres hacer eso? —pregunta.
—¿Quería entrar dentro de ti?
—Sí. ¿Quieres estar dentro de mí? —repite. Finalmente, sus ojos se
encuentran con los míos, y en los de ella... creo que veo miedo. E ira.
Y un poco de tristeza. Es lo último lo que me mata.
—No lo sé. —Y no lo sé. Me gustaría pensar que fue intencional. También
me gustaría pensar que fue un accidente, pero no lo sé. Todo lo que sé es que
finalmente la tuve. La tuve en mis brazos, apretada alrededor de mí, y que la amo.
La amo y sólo pareció correcto. Pero no debe haber sido correcto. No debió haber
pasado en absoluto.
Estaba equivocado. Ella no estaba lista. Simplemente no lo sabía.
Ella asiente y se mete bajo las sábanas. Trato de atraerla hacia mí, pero se
aleja, poniendo centímetros entre nosotros. En lugar de dejar que me envuelva
alrededor de ella, se acerca y toma mi mano, sosteniéndola tiernamente contra su
cadera. No dice nada, incluso cuando la puerta del autobús se abre y nos
ponemos en camino otra vez.
No se cierra completamente a mí, pero está cerca de hacerlo.
—¿En qué estás pensando? —le pregunto a la oscuridad.
No responde. Sé que no está dormida.
Tira de sus dedos, tratando de llamar su atención.
—¿Puedes hablar conmigo?
—No estoy pensando en nada —dice finalmente. Rueda más sobre su
estómago y me deja deslizar un brazo alrededor.
Finge dormir, pero está tensa en mis brazos por un largo tiempo.
Demasiado largo.
Cometí un error. Uno grande.
Capítulo 32
Wren
L
a mañana siguiente, me despierto y Mick se ha ido. Me cepillo los
dientes y me dirijo tambaleante a la parte delantera del autobús en
busca de café. Y en busca de Mick. El autobús está detenido y Mel y
Alex están jugando a las cartas en la pequeña mesa de comer.
—¿Dónde está Mick? —pregunto.
Él señala hacia el norte al final de la calle.
—Dijo que tenía algo que hacer. —No levanta la mirada de donde está
jugando a las cartas.
Me sirvo una taza de café y me siento con ellos.
—¿Quieres jugar? —pregunta Alex.
Lo desestimo moviendo la mano en el aire.
—No, no chicos, sigan adelante. —Tomo un sorbo de mi café y luego
pregunto—: ¿Saben cuál era el recado de Mick?
Alex se encoge de hombros, pero Mel dirige la mirada a la mía. Ella sabe que
está sucediendo algo. Baja la mirada igual de rápido.
—¿Dijo cuándo volvería?
Alex niega mientras le enseña a Mel un full.
—¿Has visto los tabloides recientemente? —le pregunto a él.
Estira la mano junto a él y me pasa una pila de periódicos. Abro el primero.
EXGUITARRISTA ZERO HABLA
—¿Habla? ¿Sobre qué? No podría encontrar la salida de un armario a
oscuras aunque le dejases la luz encendida. ¿Qué sabe él de mi relación?
—Oh, ¿ahora tienes una relación? —se burla Alex.
—Cállate —murmuro. Pero Alex ha estado con nosotros mucho tiempo. Es
como de la familia.
HOMBRE MISTERIOSO DESCUBIERTO. ÉL YA ES UN ZERO
POR MATRIMONIO
Mierda. Han averiguado quién es. Afortunadamente, no pueden seguirles la
pista a los niños.
La puerta se abre y Mick entra al autobús. Se sobresalta cuando me ve
sentada con Alex y Mel.
—No creía que ya estuvieses levantada —comenta. No me mira a los ojos.
Veo que está sosteniendo un pequeño paquete cuadrado en la mano, y está en una
bolsa de papel. Miro, intentando ver qué es. Lo pone a su espalda, y se dirige a la
parte trasera del autobús, caminando hacia atrás todo el camino. Se gira y cierra
la cortina detrás de él.
Camino hacia la parte de atrás del autobús. Está sucediendo algo, y quiero
saber qué es. Me deslizo tras la cortina y me siento en la cama, deslizándome
hasta el cabecero mientras equilibro mi café. Me cruzo de piernas y lo observo.
Mick camina inquieto, y Mick nunca hace eso. Tomo toda la culpa.
—Te debo una disculpa —comento.
—¿Por qué?
—Puede que… me asustase un poco anoche. Lo siento. Tuvimos una
experiencia increíble y luego fui y la arruiné. Y lo siento mucho.
Su mirada finalmente se encuentra con la mía.
—¿Por qué crees que se arruinó?
Mis mejillas se sonrojan.
—Salté a tu regazo, y luego no me moví cuando… ya sabes. Y luego tú…
hiciste… Y me asusté y me quedé pensativa. Dijiste que lo obtuviese a mi modo, y
definitivamente lo hice anoche. —Niego—. De todos modos, lo siento. Lo siento
mucho.
Mick se aclara la garganta.
—Primero de todo, sí, saltaste a mi regazo y me encantó cada segundo de
eso. Me corrí dentro de ti porque en ese momento lo sentí correcto. Sentí como si
no importase lo que sucediese, estaríamos bien, porque tú ibas a ser mía y yo iba
a ser tuyo.
—Pero no te di elección.
Se burla.
—Podría haberte movido si hubiese querido. Eres ligera como una pluma.
Podría haber sacado mi polla. Sin problema. Así que, no asumas que me hiciste
hacer algo que yo no quería.
—Así que… ¿tú… querías…?
—Quería correrme dentro de ti, sí. No quería salirme.
—Oh. —Jugueteo con unos hilos sueltos del edredón que estaba cubriendo
mi cama. El corazón me salta en el pecho. Quiere permanencia.
—Luego, cuando habíamos terminado, me di cuenta que había cometido un
error.
Se me para el corazón.
—¿Qué?
—Fue lo equivocado para hacer. Momento equivocado. Lugar equivocado.
Nunca debería haber ocurrido. Me di cuenta de eso. Y te debo una disculpa. Lo
siento.
—¿Lo sientes por qué, exactamente?
—Siento por intentar convertirlo en más de lo que tú querías que fuese.
Es mi todo.
—¿De qué estás hablando?
—Wren —dice, finalmente frustrado conmigo—. Dios mío, Wren, no estabas
preparada para una cosa tan estúpida como esa. Y no estoy seguro que alguna vez
estarás preparada. —Le da un puñetazo a la pared y masculle.
Creo que estoy preparada. Pensaba que estaba preparada. Anoche me
asusté, pero ahora es él quien está actuando extraño, siendo completamente
distante. Dice que soy yo la que no está preparada, pero a la luz del día, quizás es
Mick quien no está preparado para las posibilidades. Se me cae el alma a los pies.
Levanta la pequeña bolsa de papel y la sostiene para mí, la mano
temblándole.
—Te conseguí esto. Creo que es lo correcto por hacer.
La abro y encuentro una caja con una pastilla ―del día después‖ en ella. Las
mujeres se la toman cuando alguien comete un error y él o ella necesita estar
seguro que no habrá repercusiones. Inmediatamente se me llenan los ojos de
lágrimas.
—¿Quieres que la tome? —susurro.
—Quiero que seas feliz, Wren. Es todo lo que he querido jamás. Y si tomarla
te hará feliz, entonces es lo que quiero que hagas. Quiero que tengas la opción.
Quería estar malditamente seguro que no te había atrapado en algo que no
querías. Así que, tómala. Tómala si quieres hacerlo. Tómala si es demasiado.
Tómala si sientes que cometimos un error. Es tu cuerpo, y nunca intentaría
decirte qué hacer con él.
En parte también quería que fuese su cuerpo. Pero me está lanzando esto al
regazo, y haciéndolo únicamente mi decisión. Me está dejando sola, justo como
otros hicieron. Mis padres. El bebé que nunca respiró. Y ahora Mick. Me está
alejando. Se está marchando. No está en esto del modo que yo lo hago.
Asiento.
—De acuerdo.
—Entonces, ¿vas a tomarla? —pregunta. Me mira a los ojos, su mirada dura
e inflexible.
—Tengo, ¿qué, cuarenta y ocho horas? —Finjo leerlo, pero las palabras
bailan por la caja.
—Algo así —murmura—. Voy a ir a dar un paseo.
—Pero si acabas…
No responde. Solo tira de la cortina y deja el autobús. La puerta se cierra
detrás de él con un golpe sordo. Realmente es un sonido suave, pero parece muy
ruidoso.
Bajo la mirada a la caja y leo las instrucciones. Quito el envoltorio y saco la
pastilla del blíster de plástico. La levanto y la miro. Es una opción que todas las
mujeres deberían tener, pero yo simplemente no la quiero. Prefiero que no esté
en mis manos. Prefiero ser solo capaz de decir ―Bueno, nos entusiasmamos y una
cosa llevó a otra y… ¡BOOM! Embarazados‖. Pero no puedo decirlo ahora que me
entregó esto, porque me dio una opción. La llevo a mi boca y la pongo sobre la
lengua.
Y entonces…
Y entonces la escupo. Cae en mi mano en un pegote de saliva, y voy al baño y
me paso agua por la lengua, limpiándome la boca. Esto no es lo que quiero.
Quiero que elija el destino. Si un bebé es el resultado de lo que pasó anoche,
entonces es lo que quiero.
Tiro la pastilla por el servicio.
Necesito ir y decírselo a Mick. Dijo que era por mí, no porque quisiese que lo
hiciese. No quería eso, ¿cierto?
Me pongo los zapatos y mi corazón es tan ligero como el aire. Espero que no
esté muy enfadado porque no pude hacerlo. Pero siento que no lo va a estar.
Espero que no lo vaya a estar.
Mel se levanta cuando salgo por la puerta, y sé que va a seguirme. No me
importa particularmente. Necesito encontrar a Mick. Giro la esquina, buscando
su gorra de béisbol y sus anchos hombros. Pero no los veo. Corro a la izquierda y
giro la esquina, pero no está a la vista.
Camino por lo que parecen horas, aunque sé que solo son minutos, pero no
lo encuentro por ninguna parte.
Capítulo 33
Mick
C
amino sin rumbo por la calle, sin destino en mente. Donde quiero
estar, es sentado junto a Wren, para que pueda decirle todas las
razones para las que no tome la píldora. Comienzo por enumerarlas
en mi mente.
1. La amo.
2. Estoy bastante seguro que me ama.
3. Ella sería la mejor madre.
4. Creo que yo sería un excelente padre.
5. Tenemos bastante apoyo de parte de nuestras familias.
6. Ambos tenemos buenos trabajos, aunque nunca podré
competir con el dinero que ella gana.
7. La amaría hasta el fin de los tiempos.
Pero no puedo influenciar su decisión con mis preferencias. Tiene que ser su
decisión o sentiré, por el resto de mi vida, como si yo la obligue a tener un
embarazo no deseado.
Una parte de mí quiere simplemente ir y decirle que la amo. Quiero
sentarme y sostenerla la mano en todo este proceso. Quiero ser su roca. Con eso
en mente, me apresuro al autobús,
Alex está mirando la televisión en la pantalla grande.
—¿Dónde está? —le pregunto.
—Creo que fue a encontrarte.
—¿Para qué?
Se encoje de hombros.
—No estoy seguro, pero tenía prisa.
Me dirijo a la parte trasera del autobús y veo el empaque abierto. Mi
corazón se detiene. Lo levanto y saco la basura de la ahora vacía caja y mi corazón
vuelve a detenerse. Mierda, se detiene. Me golpeo el pecho para detener el dolor.
Ella tomó la píldora.
Ella tomó la píldora.
Ella tomó la píldora.
Se terminó. Ella no se siente de la misma manera que yo. Tenemos
diferentes sueños y metas.
Se terminó. Ella quizás también entró en mi pecho y sacó mi corazón con
sus propias manos. Amo a Wren, pero necesito alejarme. Necesito distancia para
poder manejar esto. Ella estará bien, pero yo no estoy seguro que alguna vez lo
esté.
Su cuerpo. SU decisión. Y ella dejó en claro que era su decisión no mía.
Comienzo a guardar mis cosas. Alex me dé una mirada extraña, mientras yo
saco la maleta debajo del autobús y comienzo a lanzar cosas en ella.
La puerta del autobús se abre.
—¡Mick! —Wren llama.
No respondo. No puedo. No puedo ni siquiera mirarla al rostro.
Simplemente no puedo.
—¿Qué? —finalmente respondo cuando vuelve a decir mi nombre.
Se detiene cuando ve la maleta.
—¿Qué estás haciendo?
—Empacando.
—¿Por qué?
Paso una mano por mi cabello.
—Creo que iré al aeropuerto y solo volaré de regreso. Necesito regresar al
trabajo.
—¿Te hablaron del trabajo o algo así?
—No, solo necesito regresar.
—Podemos volar juntos —dice. Moviendo los pies.
—Claro —respondo.
Mira hacia el frente del autobús, su boca se abre para decir algo, pero luego
la vuelve a cerrar, respira profundamente y dice.
—Guardaré mis cosas.
—Está bien. —Cierro mi maleta. Terminé.
—Alex puede solucionar lo del autobús.
—Está bien. —Espero en la parte delantera del autobús. Alex sale de la
puerta.
—Mick —dice.
Giro y levanto mis cejas.
—¿Hice algo mal? —pregunta cuidadosamente.
—No —respondo. Y para ser honesto, ella no hizo nada. Hizo lo que era lo
correcto para ella. Solo que no era lo correcto para nosotros—. Por supuesto que
no.
—Está bien —dice. Empaca rápidamente. Tomamos un taxi para dirigirnos
al aeropuerto y conseguimos los boletos. Pago por el mío, ella paga por el suyo y
el de Mel. Alex se quedará junto con el autobús. Nos sentamos en primera clase,
porque así es ella. Tiene que firmar algunos autógrafos para el staff, e incluso el
piloto sale a hablar con ella.
Pero durante el vuelo no hablamos. En algunas ocasiones, ella abre la boca
para decir algo. Puedo sentirlo en el aire entre nosotros. Pero luego dirige la
mirada hacia el asiento frente a nosotros donde Mel está sentada y cierra la boca.
En el aeropuerto, hago que el taxi vaya primero a su departamento.
Ella sale, y yo con ella. Siento que es mi deber.
—¿Quieres entrar? —pregunta. Mira mi equipaje que sigue en la cajuela del
auto—. Mick… —dice, su mirada dudosa.
Paso una mano por mi cabello y dirijo mi mirada a todos lados menos a ella.
—Mejor no. Tengo trabajo mañana. Necesito dormir algo.
—Puedes dormir aquí.
—Mejor no.
—Oh. —Ella daña la punta de sus zapatos en la acera, y el portero se acerca a
ayudarle con su equipaje. Mel entra junto con el portero—.¿Me llamarás? —
pregunta—. ¿Más tarde?
Camino lentamente hacia ella y la miro a los ojos.
—Gracias por ir a este viaje conmigo. Fuiste de mucha ayuda. Los niños te
amaron. No lo habría logrado sin ti.
—De nada —responde hablando en voz baja.
—Te amo —digo, mientras la acerco a mí. Sus brazos me abrazan la cintura y
me sostiene fuertemente hasta que la dejo ir y me alejo.
—¿Por qué siento que te estás despidiendo? —pregunta.
Le beso la frente, quedándome lo suficiente para llenar mi nariz de su aroma
y el de su shampoo.
Entonces la dejo ir y me alejo. Tengo que. Veo queseca una lágrima de su
mejilla mientras cierro la puerta del taxi, y mi corazón se rompe.
Pero es lo correcto. Realmente lo es.
Ella tomó la jodida píldora. No me quiere de la manera en que yo la quiero.
Capítulo 34
Wren
D
espués de una larga noche sin dormir, me desperté para encontrar a
mis cuatro hermanas sentadas en mi sala de estar. Me arrastré hasta
la cafetera mientras ellas esperaban, como una manada de hienas
esperando a interrogarme y charlas en mis sofás. En mi cabeza, todavía puedo ver
los cojines en el suelo mientras Mick y yo jugábamos el juego de la lava con los
niños. Ahora, tienen a mis personas favoritas en el mundo, que también son las
cuatro personas que menos quiero ver ahora.
—¿No tienes casas a dónde ir? —pregunto en un bostezo mientras me
tambaleo a la cocina.
—Esta es la casa, perra —dice Finn.
—Mmm… estoy segura que vives en otra parte ahora —le recuerdo—.
¿Entonces por qué no vuelves allá?
—Alguien es malhumorada cuando se despierta —murmura Star.
—¿No tienes un hijo del que debes estar cuidando? —pregunto, mientras
tomo mi café y me voy a sentar a la silla que no está ocupada. Pongo una manta
alrededor de mis piernas.
—Marta —es la única palabra que dice.
Finn asiente.
—También tienen al mío. Emilio lo va a llevar al parque. —Benji podría no
haber salido de su cuerpo, pero es su hijo, y Emilio está ferozmente enamorado
de él. Fin pone su mano en su vientre cuando siente una patada—. Estaré feliz
cuando ella salga par que él pueda cuidarla también.
—¿Ella? —pregunto.
Sonríe.
—Ella.
—Podré comprar bonitos vestidos junto con los camiones de juguete que
tendrá que tener. Y las gorras de béisbol para hacer juego con las tiaras. —Sonrío,
pero no tengo ganas de hacerlo, la vida es una mierda, y no sé qué hacer al
respecto—. ¿Por qué están todas aquí? —pregunto, cubriendo mi boca cuando
sale otro bostezo.
—Bueno —empieza Finn, con una sonrisa maliciosa en su rostro—,
queremos saber qué tan grande es el pene de Mick en realidad. Mentes curiosas
quieren saberlo, y todo eso.
Dejo mi café en la mesa.
Lark se estira y cubre la boca de Finn.
—No queremos saber eso.
Finn pretende luchar.
—Sabes que sí —dice Finn detrás de la palma de Lark.
Lark levanta su mano y mueve su cabeza de un lado a otro como un
metrónomo.
—Bien, más o menos queremos, pero esa no es la cosa más importante.
¿Cómo estuvo el viaje?
—Bien. —Tomo de nuevo mi café.
—¿Bien? —dice Peck. Peck es la que lleva más tiempo casada. También es la
más callada. Está acostumbrada a serlo porque tenía un fuerte tartamudeo, pero
ahora es porque elige las palabras con cuidado—. D-define bien —dice.
—Los niños estuvieron genial. El viaje estuvo agotador. El viejo exhaustivo.
—¿Fue difícil entregarlos? Los niños, quiero decir —pregunta Lark.
—No, estaban felices de estar con su abuela. Van a estar bien. —Me encojo
de hombros—. Esa parte sí que valió el viaje.
—¿Entonces, podemos volver a lo que importa? —dice Finn con un
resoplido. Se inclina hacia mí como contándome un secreto, pero dice en voz
alta—. ¿Conseguiste alguna foto de los bienes?
—¿Los bienes?
—Ya sabes, la carne de hombre. La foto de pene. La vieja salchicha.
Levanto una mano.
—Puedes parar ahí. Lo entiendo. Y no, no conseguí ninguna foto.
—Pero lo viste. —Da una palmada en su muslo—. Lo sabía. Sabía que lo
harías.
—Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué no estás feliz? —pregunta Stark. De todas
mis hermanas, somos las más cercanas. Me conoce mejor que nadie.
—Yo… no lo sé —admito. Me encojo de hombros mientras lágrimas llenan
mis ojos. Las parpadeo—. No tengo ni idea qué sucedió. —Y no. todavía no lo sé—.
Vinimos a casa temprano, porque dijo que tenía ir a trabajar. Y no hablamos en el
avión, o cuando vinimos a casa. Fue como si todo cambiara con esa pastilla, y no
sé qué hacer al respecto.
—¿Qué pastilla? —pregunta Star. Mira a nuestras hermanas como si alguna
supiera qué está pasando, pero todas se encogen de hombros.
—La pastilla del día después —digo—. Después de eso, todo cambió.
—¡Entonces, si te lo cogiste! —grita Finn—. Sabía que lo harías. —Luego se
pone seria cuando Star la mira—. Lo siento —murmura—. Por favor continua.
—¿Entonces, la pastilla? —interviene Star.
Asiento.
—Me compró una. Dijo que la tomara.
Lark colapsa contra el sofá.
—Eso fue… considerado de su parte.
—¿Se rompió el condón? —pregunta Finn.
Niego.
—¿No se salió? —interroga Finn. Star le frunce el ceño—. ¿Qué? —dice—. ¡Es
una pregunta legítima!
—En realidad no le di oportunidad de salirse. Estaba arriba. Fue
completamente mi culpa. —Suelto un suspiro y me froto una mano en el rostro.
—Tonterías —dice Finn—. Podría haberte levantado si hubiera querido.
Qué gracioso. Fue lo mismo que él dijo. Y aun así me sentía responsable.
—Tal vez.
—Entonces, después que tomaste la pastilla… —Star lo deja en el aire.
Niego.
—No la tomé.
—¿Por qué no? —pregunta Peck suavemente.
—No se sentía bien. —Ni siquiera puedo explicarlo. Sólo sé que duele. Duele
demasiado. Mis ojos se llenan de lágrimas de nuevo y ni siquiera intento
detenerlas esta vez—. De hecho, abrí el empaque y puse la pastilla en mi boca, y
luego me detuve. No se sentía bien. En ese momento, pensé que esta cosa entre
nosotros duraría para siempre. Pero luego se puso frío conmigo. Y ahora no sé
qué hacer. Sólo… no lo sé.
—Entonces déjame entender esto —dice Star.
Muevo mis manos en el aire como arrojando confeti. Van hacerme decirlo
una y otra vez. Y cada vez, dolerá igual.
—Sólo escúchame. Vamos a resolver esto.
Asiento.
—Entonces, ustedes tuvieron sexo, y alguien; no importa quién, no usó
protección, ni siquiera el método de retirarse.
—Sí.
—Y después —dice Star—, te compró la pastilla, y te dio una forma de salirte
de todo, si no querías estar en esto con él.
—Creo que es dulce que te diera a elegir. Que pensara en eso —dice Lark en
voz baja—. Muchos hombres simplemente se irían, y considerarían que es
responsabilidad de ella.
Shane se alejó y consideró que era mi responsabilidad. Ella tiene razón.
—Pero ya estabas en eso. Querías lo que sea que llegara, porque ¿sentías que
podías hacerlo con él? —Star arquea una ceja—. Como que ustedes dos pudieran
tener un futuro, ¿sin importar qué suceda?
—Sí.
—Y luego se puso frío, y te dejó por fuera —dice Star.
—Sí.
—¿Entonces por qué lo hizo? —Star empieza a mover su pulgar sobre su
rodilla.
—Tal vez también se asustó —dice Lark.
—No, Mick no se asusta —dice Star—. Ha estado enamorado de ella desde
que la conoció.
—Tal vez no sabe que ella no tomó la pastilla —dice Peck en voz baja. Y me
doy cuenta que también está un poco llorosa—. Puede pensar que la tomó. —Se
voltea hacia mí—. Dijiste que abriste el empaque y la pusiste en tu boca.
Asiento.
—Entonces, ¿hay posibilidad que lo viera? ¿El empaque abierto?
Pienso.
—No lo escondí. Estaba por decirle que no la tomé, para asegurarme que
estaba todo bien, cuando me cerró la puerta.
—Pero tal vez saltó a conclusiones —dice Lark.
Finn truena sus dedos.
—Por Dios, creo que lo resolvimos.
—Hay más que eso. —Lark hace una mueca—. Pero no soy yo quien debe
contarlo.
—Bueno, no puedes dejarlo así —dice Finn.
Ella gruñe.
—Bien, entonces, recuerdas a Nikky, ¿verdad? —pregunta Lark.
—La ex. Sí. Ella lo dejó.
—Tenía dos hijos cuando la conoció. Se enamoró de su familia, y un poco de
ella, pero más que nada de la familia. Ryan dice que es un niñero. Puede ser
porque pasó sus años más jóvenes traduciendo para alguien y asegurándose que
todos en su familia tuvieran lo que necesitaban. Pero como sea… —Toma aire—.
Eran decentemente felices, y luego, un día, él encontró un registro medico en su
bolso cuando fue a buscar el chupete del bebé.
Me incliné hacia adelante.
—¿Qué clase de registro?
—Se había practicado un aborto sin decirle. Él no tenía ni idea. Estaba
devastado. Y estoy muy segura que no se supone que se lo cuente a nadie —se
queja—. Ryan va a matarme. —Apoya su cabeza contra el respaldo del sofá y mira
al techo.
—¿Era el bebé suyo?
Asiente.
—El bebé era suyo y luego se fue.
—Entonces, piensa que yo… —Señalo a mi estómago como si hubiera algo
ahí.
—No tiene manera de saber que no tomaste la píldora —dice Peck.
—¡Compró la píldora! —grito.
—Quería que tuvieras una opción —dice Star en voz baja—. Pero, en secreto,
creo que quería que eligieras no hacerlo. No lo sé. Pero esa es una mejor
suposición.
—¡No la tomé!
Finny cubre mi mano con la suya.
—Cariño, al parecer, él no sabe eso.
—Deberías decirle —añadió Peck.
—Vas a tener que ir por él. Está herido —dice Star.
—Sí, bueno, él me dejó —les recuerdo.
—Está herido —dice Star de nuevo.
Parpadeó para alejar las lágrimas. También yo. Más herida de lo que nunca
he estado por algo. Me levanto.
—Voy a tomar una ducha. Gracias por la charla. Todas pueden irse. —Me
vuelvo hacia mi habitación, pero luego me giro—. Y, Lark, no puedes decirle a
Ryan nada de esto. Ni una sola palabra. ¿Entiendes?
No me mira, pero asiente.
Voy a mi habitación y cierro la puerta. Estoy a punto de dar un paso en el
baño cuando la puerta del dormitorio se abre. Es Star. Y está molesta.
—No va a gustarte lo que estoy a punto de decir, pero me importa una
mierda. Si mamá y papá estuvieran aquí… —Sus ojos se llenan de lágrimas y ni
siquiera evita que caigan por sus mejillas. Aspira una bocanada—. ¿Te acuerdas
cuando estabas intentando aprender a montar en patineta? Todavía no sé por qué
pensaste que deberías, pero bueno… ¿Te caíste y te rasguñaste tus codos y
rodillas, y la carretera te raspó el lado de tu pierna? ¿Recuerdas?
—Sí.
—Y papá le dio la vuelta a la patineta y te dijo ―supéralo, buttercup, y
retómalo‖.
—Sí. —Me ahogo con un sollozo. No habla sobre nuestros padres a menudo,
porque duele demasiado. Pero en mi cabeza, puedo ver la calle alineada de
árboles y la acera, y mi madre de pie allí con su mano sobre su boca, ansiando
correr hacia mí. Pero mi padre levantó una mano para detenerla. ―¿Qué va a
ser?‖, había dicho. ―¿Vas a dejarlo o vas a retomarlo?‖—. Y lo retomaste. Ni
siquiera dudaste. —Star finalmente limpia sus mejillas.
Asiento, incapaz de hablar.
—Bueno, supéralo, buttercup. Retómalo. —Sostiene mi rostro en sus manos
y se pone de puntillas para besar mi frente, bajando mi cabeza un poco para
hacerlo. Sus labios permanecen—. Ahí —dice mientras pretende desempolvar mi
brazo—. Mi trabajo aquí está hecho. —Limpia sus mejillas de nuevo y sale de la
habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Me siento en el borde de mi cama y caigo hacia atrás. Porque sé qué necesito
hacer ahora. Sólo que no sé cómo.
A pesar de no saber cómo voy a acercarme a Mick, sé que tengo algunas
preguntas que necesito hacerle y hay cosas de las que necesitamos hablar. Eso es
lo que sé. No quiero perderlo y no puedo evitar pensar que ya lo he hecho.
Necesita saber que no tomé la píldora. Necesita saber que quiero lo que sea que
pueda ser, siempre y cuando esté en ello conmigo. Él es el factor decisivo. Es lo
que necesito. Nada más. Nadie más. Así que asumo que el primer paso será
descubrir dónde está hoy y cuándo puedo verlo. Sé dónde trabaja, pero sería
grosero simplemente aparecer allí.
Le mando un mensaje muy rápido.
Yo: Ya te extraño.
Burbujas se forman en la pantalla, como si estuviera tecleando. Luego
desaparecen. Luego aparecen de nuevo. La que sea la respuesta que está
pensando, no aparece. Meto el teléfono en mi bolsillo y tomo el ascensor al
vestíbulo de mi edificio de apartamentos.
Me sorprende cuando veo a Marcus de pie en el vestíbulo en lugar de a
Henry.
—Buenos días, señorita Vasquez —dice.
—Buenos días, Marcus. Y, por favor, llámame sólo Wren.
—Sí, señorita Vasquez —dice con una sonrisa.
—¿Dónde está Henry? —pregunto, mirando alrededor de la habitación como
si fuera a saltar del ficus más cercano.
—Oh, sigue en el hospital. —Se mantiene trabajando, barriendo el vestíbulo,
como si no acabara de decir algo importante.
—¿Por qué está Henry en el hospital? —Seguramente alguien me lo habría
dicho. Saco mi teléfono de mi bolsillo y repaso todos mis mensajes. Ni una
palabra de nadie—. ¿Marcus? —incito cuando no habla.
—Tiene neumonía. Empezó con un resfriado, pero a su edad…
Mi corazón galopa en mi pecho.
—¿Está bien?
—Debería estarlo. Están siendo cuidadosos. Lo último que oí es que planean
enviarlo a casa en unos días. —Sonríe—. Siguen sugiriéndole que se retire, pero él
dice que podrías plantarlo en una tumba más rápido de lo que podrías hacer que
se retirara. Ama su trabajo, ese hombre lo hace.
—Gracias, Marcus —digo ausentemente. Sostiene la puerta para mí y salgo a
la calle. Llevo una sudadera con capucha y vaqueros oscuros, y me pongo unas
gafas de sol reflectantesy una gorra de béisbol baja sobre mis ojos. No necesito
guardaespaldas para ir al hospital.
Saco mi teléfono de mi bolsillo y mando un mensaje a todas mis hermanas a
la vez.
Yo: Chicas, ¿sabían que Henry está en el hospital?
Todas responden con sorpresa. Explico lo que se me dijo que sucedió y les
digo que voy a verlo. Me hacen prometer decirles cómo está.
Voy a pie y me dirijo directamente a su habitación, una vez alguien me dice
dónde está. Me quito las gafas y la gorra, dejándolos caer alrededor de mis
hombros. Tocando suavemente a la puerta, espero en silencio a que alguien grite,
pero nadie lo hace. Empujo un poco y la abro para encontrar a Faith sentada
leyendo un libro. Sus piernas están apoyadas en el borde de la cama de hospital.
Alza la mirada hacia mí y sonríe, su cabeza descansando contra el respaldo de la
silla en la que se ha acomodado.
—Hola —digo en voz baja. Henry está durmiendo. No se ve terrible. Lleva
una bata de hospital y tiene una cánula nasal en su nariz para el oxígeno—.
¿Cómo está?
Ella se ríe bajo.
—Es malo, eso es lo que es —susurra—. Ha estado quejándose sobre ir a casa
desde que llegó aquí.
Doy un paso más cerca de la cama.
—¿Se encuentra bien?
—Estaría bien si Faith fuera a casa y me dejara dormir —proclama de
repente Henry desde la cama. Me sobresalto y Faith ríe.
—Estaría feliz de ir a casa, tan pronto como estés en pie y moviéndote —dice
ella—. Así que cállate y túmbate ahí como un buen enfermo.
Él se ríe entre dientes.
—Ella heredó eso de mí.
Me inclino y beso su calva coronilla.
—No sabía que estabas aquí.
—Eh —dice con un gesto de su mano—. Estabas en una misión muy
importante. No quería que te perdieras nada.
Mi misión se fue a la mierda. Supongo que se mostró en mi rostro.
—Oh-oh —dice—. ¿Por qué es esa mirada?
Me encojo de hombros y me siento en el borde de la cama.
—Deja que me deshaga de Faith y hablaremos —dice. Asiento—. ¡Faith! —
brama.
Ella pone los ojos en blanco.
—Estoy sentada justo aquí. A medio metro de ti. —No se levanta. Sólo
acomoda sus pies—. Sé que puedes verme —se burla.
—¿No tienes un marido con el que volver a casa? —pregunta él.
—Sobrevivirá hasta que vaya allí.
—Ha estado aquí toda la noche, todas las noches —me dice. Pero ella puede
oírlo todavía—. Sigo diciéndole que vaya a casa, pero es terca. Heredó eso de su
abuela.
Faith resopla.
—Te dije que incluso si fuera a casa, no sería capaz de dormir. Sólo me
tumbaré y me preocuparé. Preferiría estar aquí. Así que cállate y deja de quejarte,
¿bien?
Él ríe, lo cual se convierte en un ataque de tos que me asusta. Faith se
levanta y le entrega un vaso de agua.
—¿Ves? —dice—. Te lo dije. Me necesitas. Admítelo.
—Siempre te necesitaré, Faith —dice él—. Pero deberías salir y dejar que
Wren me haga compañía por un ratito.
—Estoy segura que Wren tiene mejores cosas que hacer.
—No —intervengo. Y no lo hago. Mi apartamento está vacío, mi familia está
ocupada y Mick… bueno, se ha ido—. Puedo quedarme. Deberías ir a casa y
descansar un poco.
Ella empieza a protestar, pero la detengo.
―En serio, no me importa. ―De hecho, como que lo disfruto.
―Si estás segura… ―dice tentativamente. Pero ya puedo verla actualizando
todas las cosas que tiene que hacer cuando llegue a casa. Comienza a recoger sus
cosas.
Lo besa en la frente y se prolonga en su mano. Él frota el lado de su rostroy
ella toma sus manos, riendo.
―Gracias por hacer esto, Wren ―dice. Se desliza fuera por la puerta y la
cierra suavemente detrás de ella.
―Dios, amo esa chica, pero es como una mamá gallina, siempre cloqueando
alrededor, diciéndome que coma mis vegetales y que duerma. ―Se ajusta en la
cama y gime―. He estado tratando de alejarla por días.
―Ella te ama.
―Y la amo también, pero a veces tienes que dejar a un hombre descansar.
―Henry se detiene y me mira.
―¿Por qué no le dijo a nadie que estabas aquí?
―Le pedí que no lo hiciera. La última cosa que quiero es a alguien
tratándome como si fuera un viejo enfermo.
―Pero ¿qué sobre las veces cuando eres un viejo enfermo? ―protesto―.
Como ahora.
―Me alegro que estés aquí. Necesitamos hablar.
―¿Puedo conseguirte algo? ―pregunto, de repente nerviosa, porque tiene
esa mirada que dice que va a sacar la verdad directo de mi alma.
Él niega.
―¿Te enamoraste de él, cierto? ―espeta de repente.
Mira a todas partes menos a él, porque estoy fieramente pestañando las
lágrimas.
―Oh cariño ―dice. Toma mi mano en la suya―. El amor se supone que
duela solo un poco. Así es como sabes que es real. Si no sentiste nada, sabrías que
no tuviste nada.
―Él ni siquiera me habla ahora ―digo.
Él mueve su mano en el aire otra vez.
―Si tuviera que contar todas las veces que mi Nan se negó a hablarme,
tendría que usar mis dedos, mis dedos de los pies, los vellos de mi espalda, y
todos los tuyos. ―Alcanza por un mechón de mi cabello y lo frota entre sus
dedos―. Ella era una rubia, sabes, cuando la conocí. Era bajita y delgada. Le
gustaba tomar largos paseos porque decía que aclaraba su cabeza. Fue una
luchadora, todo el camino hasta el final. Pero, buen Dios, cuando esa mujer
estaba molesta, se cerraba tan apretado como un perno oxidado. No decía una
palabra. Pero siempre supe que me amaba. Sabía que me hablaría otra vez, así
que solo salí de la tormenta.
―Desearía que esto fuera solo una pequeña tormenta. ―Diablos, ni siquiera
estoy segura de lo que esto es.
Él señala a un gabinete al otro lado de la habitación.
―Alcanza ahí y consígueme el libro, ¿lo harías? ―pregunta. Hurgo en su
pequeño gabinete hasta que encuentro una libreta al fondo de la pila de sus
pertenencias. Se lo tiendo―. Tuve a Faith trayéndome esto así podía leerlo
cuando no tuviera nada que hacer. ―Lo abre y cambia las páginas, lamiendo su
pulgar así puede pasarlas más rápido. Se detiene en una sección―. Justo aquí
―dice. Sostiene el libro para mí.
Lo tomo de él y miro a la página. Un ordenado y fluido escrito a mano
adorna la página.
―¿De quién es esto?
―Era de mi Nan. ―me empuja―. Adelante. Léelo para mí.
Querido Diario,
He decidido que mi esposo es un idiota.
Querido Diario,
He decidido que mi esposo es un idiota. ¿Por qué, te preguntarás? Bueno,
eso es fácil. Es testarudo, terco, irritante hombre. Hoy, nos consiguió boletos
para ver una película, e hizo arreglos con la vecina, la Sra. Barstow, para
cuidar a los dos pequeños. Él sabe que no podemos permitirnos una película.
Pero lo hizo de todos modos. Vino a casa del trabajo luciendo presumido y supe
que algo estaba pasando. No tenemos dos peniques para frotar juntos y el
hombre gasta lo poco que tenemos comprando boletos para una película.
Muy prontamente le dije que no estaba yendo, así que él podría ir solo.
Entonces, ¿qué hizo? Llevó los niños al apartamento de la vecina, y entonces
volvió y me besó tan fuerte que perdí mi aliento.
―¿Todavía estás molesta conmigo? ―preguntó, cuando finalmente me
bajé de la nube en la que estaba.
―Lívida ―dije, con mis labios todavía presionados apretado contra los
suyos.
Entonces el tonto me besó otra vez. Y fuimos al cine, y compró palomitas
mientras compartimos una soda. Después de eso, caminamos de la mano por la
calle y se detuvo y me besó bajo las farolas. Supe entonces que debería decirle.
Supe entonces que debería decirle por qué no estaba dispuesta a gastar el
dinero. Pero no pude. Él hizo la noche tan perfecta.
―Ya sé ―dijo, mientras rozaba mi pelo detrás de mi rostro. Lo miré, con
las farolas detrás de él como un halo, y dijo que ya sabía―. Lo haremos
funcionar, no importa qué, justo como siempre lo hacemos ―dijo.
Entonces dijo.
―Bésame, Nan. Porque los besos lo hacen todo mejor.
Y él tenía razón. Los besos lo hacen todo mejor. Estaremos bien.
Levanto la mirada de la página y encuentro a Henry mirándome
intensamente.
―Ella estaba embarazada ―digo.
―Sí, y éramos pobres como dos ratones de iglesia. Cuando nada más era
seguro, yo estaba cien por ciento seguro que la amaba con todo en mí. Siempre y
cuando sepas eso, puedes pasar por todo.
Suspiré.
―Desearía que fuera así de fácil.
―Lo es. Es así de fácil.
Él cambia las páginas hasta que encuentra la que quiere escuchar después.
―Lee esta ―dice.
Querido Diario,
El sangrado no comenzó hasta después que Henry se fue al trabajo. Traté
de no estar muy preocupada, pero por dentro, estaba aterrada. ¿Qué si algo le
pasaba a este bebé? Cuando al principio averigüé que estaba embarazada, no lo
quería. ¿Qué tipo de persona tiene esos pensamientos? Yo, aparentemente.
Tenía pensamientos así. Entonces sentí el primer calambre.
Llevé los niños con la Sra. Barstow, y fui al doctor. Era demasiado tarde.
No importa lo desesperadamente que quería sostener esa vida, ya me había
dejado. Pude no haberlo querido cuando lo averigüé al principio, pero lo quería
más que a nada en ese momento. Tristemente, no estaba destinado a ser, y
nuestro tercer hijo nunca sería sostenido en nuestros brazos.
El doctor llamó a Henry al trabajo, y él vino. Mi corazón estaba en
fragmentos cuando Henry entró en la habitación. La enfermera habló con él por
un momento, y lo vi colocar su mano sobre su corazón. Sus rodillas parecieron
tambalearse, y alcanzó por una silla para estabilizarse. Mantuvo esa pose con
sus ojos cerrados, respirando profundo. Entonces enderezó su columna, caminó
hacia mí, y me besó. Me besó justo ahí enfrente de los doctores y enfermeras. Me
besó hasta que mis pies se curvaron y el dolor fue remplazado con amor.
Podríamos no haber sostenido ese niño en nuestros brazos, pero siempre lo
sostendríamos en nuestros corazones.
Odio decirlo, pero como que espero que Ryan no esté ahí. No quiero hablar
con el hermano de Mick. Lo amo, pero necesito un día o así para procesar, para
venir con un plan. No planeo dejar que Mick se aleje de mí. Ese es el único plan
que tengo. No voy a perderlo, incluso si tengo que tragarme mi orgullo y pedirle
una segunda oportunidad. Henry y yo nos sentamos y hablamos por horas, y él
me dio algo de sabiduría que solo Henry podría hacer. Si no lo supiera mejor,
diría que él ha estado jugando a cupido todo este tiempo, con él emborrachando a
Mick, y entonces continuamente entrometiéndose mientras estábamos en
nuestro viaje.
Ahora que lo pienso, probablemente debería haberle dicho a Friday que no
necesito el tatuaje justo ahora, desde que será un par de semanas hasta que sepa
cómo van a salir las cosas. No quiero conseguir un tatuaje mientras estoy
embarazada, o si podría estar embarazada. Pero una pequeña parte de mí todavía
quiere ver lo que ella hizo.
Empujo por la puerta de la tienda de tatuajes y encuentro a los cinco
hermanos Reed mirándome. Logan tiene a Emily en el regazo, y están
escuchando a Pete contar una historia sobre un chico llamado Gonzo, mientras
Sam quita la envoltura a un cupcake. Emily se estira y trata de robarlo de él, y él
finge morder sus dedos.
Paul interviene, tomando el cupcake de Sam, sosteniendo su palma contra la
frente de Sam y finge golpearlo. Entonces Paul lo coloca en la mano de Emily.
Ella le da una olfateada exagerada, y entonces abre su boca para tomar un
mordisco, y Matt entra y se lo roba. Él empuja toda la cosa en su boca y habla
alrededor de él.
―Gracias ―murmura alrededor del bocado de chocolate.
Emily salta sobre sus pies y Matt se gira para huir. Ella salta sobre su
espalda y él camina alrededor con ella aferrada como un mono de velcro.
―¿Alguien ha visto a Emily? ―pregunta―. Estaba aquí hace solo un
segundo. ―Gira y sus pies vuelan detrás de ella. Lo golpea en el hombro―. Creo
que una mosca se paró en mí.
Finalmente, mira sobre su hombro y dice:
―Oh, ahí estás. Casi no sabía que estabas ahí. ―Ella lo abraza fuertemente y
entonces cae al suelo.
―Y tú solías ser mi favorito ―murmura.
Él se inclina y besa su mejilla, dejando una mancha de chocolate detrás. Ella
lo limpia con el dorso de su mano.
―¡Eww!
Sam va al fondo de la habitación y vuelve cargando un cupcake nuevo. Tiene
una caja entera debajo de su brazo.
―¿Gustas uno, Wren? ―pregunta, mientras abre la tapa. Todos los hombres
Reed saltan sobre la caja como si no hubieran comido en días. Matt toma dos,
quita la envoltura de uno de ellos, y se inclina como si va a darle uno a Emily. En
el último momento, sin embargo, gira su cabeza y lo empuja en su boca.
Ella hace un mohín.
―Apestas.
Él quita la envoltura del cupcake restante y se lo tiende.
―Ten―murmura alrededor del bocado de chocolate―. Para ti.
Ella sonríe y toma el cupcake, y vuelve al regazo de Logan así puede
compartirlo con él.
―¿Qué podemos hacer por ti, Wren? ―pregunta Paul.
―Friday me llamó. ¿Está aquí?
Él asiente hacia la oficina.
―Gracias. ―En mi camino al fondo, miro alrededor por Ryan. De repente él
asoma su cabeza desde detrás de una cortina.
—¿Qué estás haciendo aquí?—pregunta en lenguaje de señas.
Bueno, hola a ti también.
―Solo vine a ver a Friday.
Él vuelve detrás de su cortina, tirándola duro en la esquina, sin decir una
palabra. Supongo que puedo asumir lo que piensa de mí.
En ese momento, Friday viene pavoneándose alrededor de la esquina. Esta
vez, está toda arreglada. Está usando una falda corta y medias de red, y luce como
una retro modelo pin up, con descaro. Su cabello está levantado en apretados
rizos, y sus pestañas son tan largas y oscuras. Los tacones que usan son muy
altos. Solo verla me hace sonreír.
―Me alegra que estés aquí ―dice.
―¿Podemos hablar por un segundo? ―pregunto en voz baja. Miro hacia el
frente de la tienda donde los Reed están sentados. No me están poniendo
atención.
―Por supuesto. ―Señala que la siga al fondo. Sus tacones altos resuenan en
el suelo con estallidos de sonido―. ¿Qué pasa? ―pregunta cuando estamos solas.
―No puedo conseguir el tatuaje ahora ―espeto.
―Oh… ―Su cabeza se inclina de lado y su ceño se frunce―. ¿Está todo bien?
―Oh, sí, yo solo… ―Miro al techo―. Solo necesito esperar unas semanas. O
nueve meses. O algo.
―¡Oh! ―chilla Friday. Los hombres Reed miran hacia nosotras y Friday nos
gira lejos―. ¿Es algo bueno o malo? ―susurra.
―Algo bueno, creo.
Ella sonríe.
―Bien, bueno. Me alegra. Como sea que resulte, me alegra.
―¿Puedes esperar por mí? ¿Por un par de semanas, o hasta que sepa lo que
está pasando?
―Por supuesto. ¿Quieres verlo, de todos modos? Puede que no te guste.
Puede que quieras cambiarlo. Me dará tiempo de trabajar en revisiones.
―Me encantaría verlo.
Friday levanta un dedo.
―Solo un momento. ―Va a la cortina de Ryan y la sacude, y entonces pasa
detrás de ella. Vuelve cargando un pedazo de papel. Lo pone en la mesa frente a
nosotras. Y mi aliento deja mi garganta.
Es perfecto. Absolutamente perfecto. Es todo lo que podría haber querido.
―¿Cómo supiste de la canción? ―Estoy bastante segura que nunca le dije de
eso. Ella nunca miró la pared en la guardería, tampoco.
―No lo hice. No sabía nada en absoluto. ―Hace una mueca―. No dibujé
esto, Wren.
Estoy confundida.
―¿Quién lo hizo?
―Ryan lo dibujó para otro cliente.
―Espera ―digo. Seguramente, ella no iba a darme un tatuaje que significa
para alguien más―. ¿Qué?
―Ryan lo dibujó basado en las cosas que Mick le dijo.
Mis rodillas se debilitan y me siento en una silla cercana.
―Mick le dijo esto. ―Por supuesto que Mick lo hizo. La letra está mal en el
tatuaje. Él lo puso de la manera en que lo canto. La manera equivocada. Coloco
mi dedo en el diseño y trazo el corazón y las palabras. Nadia más me conoce lo
suficientemente bien para salir con algo así. Levanto la mirada.
―¿Puedo hablar con Ryan realmente rápido?
Con un brillo en sus ojos, dice:
―No veo por qué no. Ve y sacude la cortina y ve si te deja entrar.
Con una mano en cada uno de mis hombros, ella me gira y me da un
pequeño empujón hacia la cortina. Entonces es cuando noto que todos los
hermanos Reed están mirando, con sonrisas bobaliconas en sus rostros. Emily
me da una sonrisa enorme y un movimiento de ―adelante‖ con su mano.
Y de repente, sé quién es el cliente de Ryan. No sacudo la cortina. La tiro
hacia atrás. Eso fue un movimiento tonto, porque Ryan se sobresalta. Mick
también. Mick está sentado en la silla, y Ryan está de pie detrás de él con su
máquina de tatuajes presionada contra el hombro de Mick. Ryan levanta la
máquina y suspira:
―Estás justo a tiempo. Hemos terminado.
Mick está sin camisetay me mira, la confusión nublando su rostro.
―¿Wren? ―pregunta―. ¿Qué estás haciendo aquí? ―Él mira detrás para ver
lo que Ryan está haciendo.
―¿Cuándo hiciste esto? ―Levanto el pedazo de papel con el tatuaje.
Él suelta un suspiro.
―Tan pronto como me dijiste que querías uno. Le pedí a Ryan que lo
dibujara para ti. ―Mira sobre su hombro a Friday―. Sin ofender, Friday.
―Nada de eso ―responde ella.
―No quería que te enteraras así ―dice―, quería que… ―Se detiene y niega.
―¿Querías qué?
―Iba a conseguir que Ryan te diera el tatuaje, así no tendrías que verme.
―Mira a todas partes menos a mí, otra vez.
―¿Crees que no quería verte? ―pregunto.
―¿Querías verme? ―pregunta, su voz tranquila.
―Te envié un mensaje para decirte que te extraño.
Él asiente. Es un rápido, brusco movimiento.
―Así que, ¿tienes esto tatuado en tu hombro? ―pregunto.
Asiente.
―Sé que la canción es personal para ti, pero es personal para mí también
ahora. Nunca miraré a otro bebé otra vez sin escucharte cantar esa canción en mi
cabeza. Así que, me dije, por qué no.
―Bueno, es bueno que alguien esté consiguiéndolo ―digo.
―¿Qué? ―pregunta.
―Absolutamente me encanta, pero no puedo conseguirlo todavía. No hasta
que lo sepa.
―¿Saber qué?
―Saber si estoy embarazada o no.
Friday entra y empuja a Ryan de la habitación, y entonces cierra la cortina
detrás de él. Él finge protestar, pero al final, ella lo amenaza con el tacón de su
zapato. Él levanta las manos y camina fuera del área.
―No me tomé la píldora ―espeto.
Mick se congela.
―¿Qué?
―Ese día en el autobús, no me tomé la píldora. La lancé. Traté de decirte,
pero estabas enojado conmigo. ―Respiro profundo―. Eso es por… por lo que
estabas molesto conmigo, ¿cierto? Pensaste que me tomé la píldora.
Él niega.
―No estaba molesto contigo. Estaba herido. Me sentí como si alguien me
había dejado construir esta maravillosa casa y entonces demolerla hasta el suelo.
―Sé sobre Nicky ―digo―. Sobre lo que pasó.
―Una cosa que quiero que quede muy claro sobre esto es que creo en el
derecho de la mujer a elegir. Es tu cuerpo. Era su cuerpo. Es solo que me habría
gustado estar en la conversación. Pero no estaba involucrado, ni siquiera fui
invitado a estar involucrado, y en ese punto supe que Nicky y yo nunca
tendríamos éxito. Si no pudimos tomar una gran decisión como esa juntos, nunca
llegaríamos a ningún lado. Eso fue una píldora más amarga que tragar.
―No me tomé la píldora, Mick.
Él se ríe nerviosamente.
―No sé si eso debería asustarme o hacerme feliz.
―Un poco de ambos, tal vez. ―Me encojo de hombros―. O al menos así es
como lo siento.
―¿Por qué no la tomaste?
―¿Honestamente? Porque quería lo que sea que estuviera destinado a ser,
siempre y cuando tú ibas a hacerlo conmigo. Todavía lo hago.
―¿Y si no estás embarazada? ¿Qué entonces?
Doy un paso hacia él.
―Entonces no lo estoy. Y estaré bien con eso.
―¿Y si lo estás?
―Entonces estaré bien con eso, también.
―¿Me amas? ―pregunta―. Porque te amo jodidamente mucho.
Finalmente, él se pone de pie y cruza la habitación para venir a mí. Me mira
hacia abajo.
―Te amo jodidamente mucho también ―digo.
―Entonces, hay una posibilidad que pudieras embarazarte ese día.
Asiento, y doy un paso más cerca de él.
―Y hay una oportunidad que no lo hice.
Él cepilla mi cabello lejos de mi frente.
―Creo que se suponía que te besara ahora ―digo.
Él tira su cabeza hacia atrás y me mira por debajo de su nariz.
―¿Quién dice?
―Lo dice Henry. Él me dijo que cuando la vida me dé limones, debería
exprimirlosy besar a alguien. Mi alguien eres tú. Planeo besarte por el resto de mi
vida, particularmente cuando la vida me dé limones.
Él toca su mano en su frente.
―Eso tiene mucho más sentido ahora.
―¿Qué cosa?
―Henry me llamó hace un tiempo y dijo: ―cuando la vida te da limones,
exprímelosy besa a alguien‖, ¿soy tu limón? ¿O tu alguien?
―Mi alguien. Siempre. Y la única persona con quien quiero compartir mis
limones. ―Y finalmente, me paro de puntitas y presiono mis labios en los suyos.
Él me sostiene apretada y cerca, su mano en mi cabello en la base de mi cabeza
mientras le da a mi cabello un pequeño tirón. Su lengua barre la mía―. ¿Quieres
venir a casa conmigo? ―pregunto.
Él asiente.
―Ryan acaba de terminar mi tatuaje. Dime cómo luce. ―Se da la vuelta así
puedo mirar su hombro, y la letra está escrita correcta ahí, y es perfecto.
―Me encanta.
―Déjame conseguir a Ryan para terminar, y entonces podemos irnos. ―Me
besa otra vez, y esta vez, es un poco más caliente.
Mick tira la cortina, y todos los Reed luchan por parecer que no estaban
escuchando. Ryan va a aplicar ungüento al tatuaje de Mick y Friday me tira en un
abrazo.
―¿Estás bien? ―pregunta.
―Sí. Creo que va a funcionar.
―Todo lo que toma es un poco de amor.
―Y un poco de Henry.
Ambas reímos, y entonces Mick y yo dejamos la tienda de tatuajes de la
mano.
Capítulo 36
Mick
R
yan tenía una sonrisa de mierda en su rostro. Yo sabía que algo
estaba pasando; sólo que no sabía qué. Entonces Wren retiró la
cortina y sentí que todas mis esperanzas y sueños acababan de serme
entregados en un plato de plata. No había manera que la dejara salir de allí a
menos que me llevara con ella. Supe eso de inmediato.
Estaba planeando ir directo a su apartamento cuando saliera de la tienda.
Necesitaba arreglar las cosas entre nosotros. No podía dejarlo así.
Y, hombre… cuando me dijo que no tomó esa píldora, mi amor por ella
creció aún más. No es porque no tomó la píldora. Es porque quería hablar
conmigo acerca de tomar la píldora. Eso es lo que quiero, el dar y tomar de una
relación respetuosa. Me imagino que, si ella tira, yo empujaré, y si empuja, tiraré,
pero mientras nos encontremos en el medio, deberíamos estar bien.
Me sostiene la mano en el corto paseo hasta su apartamento. No dice una
palabra; solo me mira cada cierto tiempo y sus mejillas se vuelven rosadas.
Le doy un tirón a su mano.
—¿Qué estás pensando?
Niega.
—Nada, en serio.
Me río y tironeo su mano de nuevo.
—Sí, lo estás. ¿Qué es?
—Estaba pensando en esa vez… —Se detiene y niega de nuevo.
—Esa vez, ¿qué?
—Detente. Nada. —Pone sus manos en sus mejillas y mira hacia otro lado.
Me inclino cerca de su oído.
—Estás pensando en el momento en que follamos. —Levanto mis manos
cuando me fulmina con la mirada—. Está bien. Yo también estaba pensando en
ello.
—¿Lo estabas? —Parpadea sus bonitos ojos hacia mí.
—Pienso en ello todo el tiempo. Cada minuto, al parecer. —Me inclino y me
acomodo la polla, porque sólo hablar de ello me está poniendo duro—. ¿Podemos
terminar esta conversación cuando lleguemos a tu apartamento?
Asiente.
—Estaba pensando… que fue increíble.
Oh Dios.
—Lo fue. —Me aclaro la garganta, porque de repente siento que no puedo
hablar sin un gruñido en mi voz.
—Estaba pensando que tal vez deberíamos hacerlo de nuevo, e ir un poco
más lento esta vez. —Se lame los labios y mira hacia abajo a mi cremallera.
—¿Crees que deberíamos… tal vez… hablar un poco? ¿Primero? —pregunto.
Sólo dije eso para ser amable. Es lo último que quiero hacer ahora mismo.
—Podríamos. Si quieres. —Me da una mirada de soslayo.
Una sonrisa tira de las esquinas de mis labios.
—O podríamos esperar… para hablar.
Su sonrisa se hace enorme.
—Podríamos. Si quieres.
—La última vez no duró mucho —admito. Ningún hombre quiere ser rápido
en el saco, pero sentía que había estado esperando por ella toda mi vida.
—Podríamos ir un poco más lento la próxima vez. —Balancea nuestras
manos entre nosotros—. Ya sabes. Para ver cómo es.
De repente ella jadea, deja de caminar y me mira.
—¿Y si es terrible? —Sus ojos brillan con alegría.
—No es posible —digo rápidamente.
—Pero ¿y si es así? ¿Y si es incómodo?
—¿Quieres decir más incómodo que esta conversación?
—Hay muchas cosas más incómodas que esta conversación. —Pone los ojos
en blanco. Estamos fuera de su edificio. Cuando entramos, Marcus mira hacia el
sofá en la zona de asientos. Sus ojos se lanzan de ida y vuelta. Veo a alguien
levantarse del sofá.
—Wren —dice él mientras se levanta y mete sus manos en los bolsillos.
—Shane —diceella. Esta vez, en vez de empujarme lejos, se desliza debajo de
mi brazo y envuelve su brazo alrededor de mi cintura—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
—Esperaba que pudiéramos hablar.
—¿Acerca de qué? —pregunta, su voz inocente, pero está rígida como una
tabla presionada contra mí.
—Vi la prensa amarilla, y pensé… pensé que quizá deberíamos hablar.
—¿De qué? —pregunta otra vez. Sostiene la parte de atrás de mi camisa
apretada en su puño.
—¿Podemos hablar solos? —pregunta. Sus ojos saltan de mí hacia ella y de
vuelta.
Ella me mira.
—¿Qué piensas?
Pienso, mierda no, él no puede hablar con mi novia.
—¿Quieres hablar con él? —le pregunto.
Se encoge de hombros.
—Realmente no veo una razón para hacerlo. ¿Tú sí?
La beso en la frente, un calor se desliza a través de míque no me esperaba.
Se vuelve hacia Shane.
—Este es mi novio, Mick. Mick, éste es Shane.
Extiendo mi mano, aunque es lo último que quiero hacer.
—Cometí un error. —Shane de repente suelta.
Se aferra aún más a mi camisa.
—¿Qué quieres decir?
—Kathy. Ella fue un error.
—Entonces debes dejarla ir. —Se apresura a decir Wren—. ¿Sabe ella que
estás aquí?
—Por supuesto que no.
—Déjala ir, Shane. —Lanza un suspiro—. Ella merece algo mejor que esto.
Estoy de acuerdo. Incluso si ella engañó con el novio de Wren, la mujer
misteriosa merece algo mejor que esto.
—Ella merece alguien que la ame —dice Wren. Me mira—. Todo el mundo
merece a alguien que pueda amarlos.
Él se ríe.
—Así que, ¿crees que estás enamorada? —pregunta—. ¿De él?
Ella niega y me sobresalta.
—No, Shane. Sé que estoy enamorado de él. No lo creo. Lo sé. ¿Y sabes cuál
es la mejor parte al respecto? No tengo que preocuparme por dónde está
metiendo su polla cuando no está conmigo. —Ella me mira, sonriendo por las
comisuras de sus labios—. Mick, cuando no estás conmigo, ¿tengo que
preocuparme por dónde estás metiendo tu polla?
—No estoy metiendo mi polla en ninguna parte. —Me inclino y susurro en
su oído—. Honestamente, estaría feliz de meterla dondequiera que me digas,
siempre y cuando sea en ti.
Se ríe y presiona su rostro contra mi pecho.
—Eres una dulzura.
—Demonios, si hubiera sabido que reservando mi polla para ti era todo lo
que tomaría… —Me encojo de hombros e intento parecer inocente.
—Eres una maldita perra —gruñe repentinamente Shane. Da un paso hacia
Wren, así que la empujo detrás de mí.
—Está bien —dice Wren, sujetándose a mi brazo.
No está bien.
—Di algo más sobre ella, y estarás sacando el pavimento de afuera de tus
dientes por el resto de la noche.
Shane levanta las manos en súplica.
—¿Puedes por lo menos conseguir que Emilio me vuelva a poner en la gira?
—le dice a Wren.
Así que de eso se trata.
—¿Él te despidió? —pregunta Wren.
—Sí. —Aprieta sus puños. —Me despidió.
Ella estrecha sus ojos hacia él.
—¿Qué hiciste?
—¿Qué te hace pensar que hice algo?
Pone los ojos en blanco.
—Porque te conozco.
—He fallado una prueba de drogas. Y hubo… un pequeño incidente con una
roadie. Pero ella quitó los cargos.
Wren se congela.
—¿Qué edad tenía ella?
—Diecisiete —murmura. Y de nuevo, lo odio, incluso más que antes.
—Púdrete en el infierno, Shane —dice, y luego toma mi mano y me da un
tirón hacia el ascensor. Me giro para darle una advertencia, pero ella tira más
fuerte—. Él no vale la pena.
Tiene razón, no lo vale, pero realmente quiero darle un puñetazo en el
rostro.
—Lo llevaré fuera, señorita Vásquez —dice Marcus.
—¡Gracias, Marcus! —grita mientras se cierran las puertas del ascensor.
Se hunde contra la pared de espejos.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. —Me sonríe—. No me hace ningún bien odiarlo. Ninguno en
absoluto. Me siento un poco mal por Kathy, sin embargo.
—Te quiere de vuelta. No puedo decir que lo culpo.
—No, él quiere su trabajo de vuelta, quiere que yo pague sus cuentas, y
quiere follar a todo el mundo con una vagina.
En su apartamento, va a la nevera y saca un cubo de helado. No puedo evitar
recordar esa primera noche.
Tomando una cuchara del cajón, la sumerge en el helado y la lleva a sus
labios. Entonces le da una lenta lamida.
Una lenta lamida que se dispara directamente a mi polla.
—¿Pasa algo? —pregunta con una sonrisa astuta.
¿Gemí en voz alta? Lo debo haber hecho.
—Estoy muy orgulloso de la forma en que lo manejaste.
—Puedo hacer cualquier cosa contigo a mi lado.
Extiendo la mano y tomo un bocado de su cuchara.
—Ídem.
—Te amo.
—Ídem.
—No puedo pensar en nada que quiera hacer más que pasar mi vida contigo.
—Ídem.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? —Alterna entre lamer su cuchara y
hablar conmigo.
Tomo la cuchara de ella.
—Creo que deberías quitarte la ropa.
—¿Ahora? —pregunta, sus cejas disparándose a su cabello.
—No puedo pensar en un momento mejor.
Para mi sorpresa, ella tira la camisa por encima de su cabeza, patea sus
zapatos, y se baja su pantalón justo allí en la cocina.
—Ahora tú —dice. Toma de vuelta la cuchara y la lame lentamente.
Tres segundos más tarde, estoy desnudo delante de ella, mi polla
sobresaliendo delante de mí como si estuviera extendiéndose hacia ella. Se lame
los labios. Luego se arrodilla y me lleva a su boca.
Jadeo y me inclino así mis manos están apoyadas contra el mostrador, y
chupa la cima. Entonces lo toma profundo, y sé que no puedo hacer esto por
mucho tiempo.
—Wren —protesto, pero es a medias, porque lo que está haciendo se siente
muy bien—. Tienes que parar.
Sacude su cabeza, sus mejillas se tensan fuertemente mientras sostiene mis
muslos con sus manos, tirando de mí más profundo.
—Suficiente —digo. Ella no escucha. Me tiro hacia atrás, rompiendo su
succión, y se balancea sobre sus talones.
La recojo rápidamente y la pongo en el mostrador de la cocina, luego le
arranco las bragas por las piernas. Quiero ver sus tetas, así que tiro de las copasde
su sujetador debajo de ellas, y succiono una en mi boca. Su mano me sostiene la
parte de atrás de la cabeza, sus dedos enhebrando mi cabello.
—Uno de estos días, vamos a tener que hacer esto lento. ¿Está bien si ese día
no es hoy? —pregunto contra su pezón. Luego mordisqueo y muerdo mientras
ella separa sus muslos y me jala más cerca con sus tobillos.
—Fóllame duro y rápido —susurra justo al lado de mi oído.
La empujo hacia adelante así su culo descansa en el borde del mostrador.
—¿Quieres que consiga un condón? —pregunto mientras me preparo para
hundirme dentro de ella. Yo espero. Esperaré por siempre.
Niego.
—Estoy en esto. Si estás en esto, y queremos las mismas cosas, entonces no.
—Estoy en esto —digo mientras me hundo en casa. Sus estrechas paredes se
cierran a mi alrededor, y sé que estoy cerca. Demasiado cerca. Me retiro, entre
sus protestas, y beso mi camino por su estómago, sobre el arbusto que tanto amo
y hasta su abertura. Separa sus piernas para acomodar mis hombros—. Me
encanta este coño —digo, justo cuando lamo su abertura y chupo su clítoris.
—Me encanta tu boca —dice. Con lamidos lentos y tirones rápidos, la llevo al
borde, hasta que está aferrándose a mi cabello y se retuerce contra mi rostro—.
Mick. —lloriquea—. Creo que voy a… —Sus ojos se cierran con fuerza mientras el
placer inunda su rostro.
Sus paredes se aprietan fuertemente alrededor de mis dedos mientras ella
asoma allí en el espacio justo antes de venirse.
—Vamos —gruño—. Quiero follarte. Vente para mí.
Inclino mis dedos, y de repente ella se deshace. Sostiene mi rostro contra su
calor, y la dejo montarlo con lamidas lentas, suavizando mientras va bajando,
hasta que está caliente y flexible en vez de rígida en el mostrador.
Me levanto y en un empuje, estoy dentro de ella.
—Estoy muy sensible en este momento —dice.
—Seré cuidadoso.
—No lo hagas —dice con una sonrisa—. Fóllame duro.
Me pongo depuntas y la follo duro y rápido contra el mostrador, su culo en
mis manos cuando se deshace de nuevo, y sólo entonces la sigo.
—No usamos un condón —dice con una sonrisa mientras me pongo suave
dentro de ella. Mis pantorrillas están doliendo por estar de puntas, pero quiero
permanecer dentro de ella mientras pueda. Finalmente, mis piernas y mi polla se
vuelven suaves. La levanto de la encimera y se para frente a mí, desnuda a
excepción del sostén por el que sus tetas están cayendo.
Le quito el cabello de su rostro.
—¿Venga lo que venga? —digo.
Sonríe.
—No lo sé. Podría ser capaz de venirme otra vez —dice.
—Dame cinco minutos y probaremos esa teoría. —La beso rápidamente y
luego agarro la cuchara. El helado ahora está suave, pero no me importa.
Tampoco a ella—.¿Han pasado cinco minutos? —pregunto, treinta segundos
después.
Levanta su boca de la cuchara.
—No lo sé. ¿Pasaron? —Sonríe.
—Definitivamente —digo mientras la llevo al dormitorio, y luego le muestro
lo bueno que puede ser cuando lo hacemos durar un poco más.
Se da la vuelta y se dobla contra mí, desnuda, sudorosa y perfecta.
—¿Te casarás conmigo? —pregunta.
Entrelazo mis dedos con los suyos.
—Lo pensaré.
Me golpea el pecho y hace un movimiento como si estuviera a punto de
levantarse. Pero la agarro y la arrojo debajo de mí, besándola hasta que la dejo sin
sentido.
—Creo que se supone que yo debo hacer esa pregunta —digo. Beso la punta
de su nariz—. No tú.
—¿Quieres seguir con eso, entonces? —pregunta, sonriéndome.
—Primero tengo que preguntarle a tu padre. —Arrastro mi nariz por el
costado de ella.
—Está bien —susurra. Una lágrima se filtra por su rostro y se desliza en su
cabello. La atrapo con la yema del dedo.
—¿Por qué las lágrimas?
—Estoy tan feliz.
Yo también. Nunca me di cuenta cuán feliz el ser feliz podía ser.
Capítulo 37
Wren
Nueve meses después
M
arta ha estado sentada conmigo y con Mick durante la última hora,
desde que comenzó el trabajo de parto. Ha sido una bendición.
Mientras Mick está aterrorizado, ella es estoica. Mientras que él es
emocional, ella es de mente despejada. Mientras Mick está ansioso, ella está
tranquila.
—Debería ser en cualquier momento —dice la enfermera—. La haremos
comenzar a pujar pronto. —Ella va a trabajar, moviéndose, preparando la
habitación.
—Necesito decirte algo, mija —dice Marta, su rostro cerca del mío mientras
agarra mi mano.
—¿Qué? —pregunto, mientras me mira a los ojos.
—Si tu madre estuviera aquí, estaría tan orgullosa de ti —dice, y su voz se
quiebra—. Sólo quería decirte eso. Si ella estuviera aquí, estaría muy feliz. —Se
seca los ojos.
—Mi madre está aquí —digo.
—Tu madre siempre está contigo —dice. Sonríe—. Sólo espero haber hecho
justicia a su memoria. —Me da una palmada en la mano—. Voy a la sala de espera
para evitar que Emilio esté haciendo un hoyo en el suelo.
Otra contracción golpea, y tengo un impulso loco de pujar.
—¡Marta!
Me mira desde la puerta.
—¿Qué, mija?
—Necesito a mi madre —digo, mientras un sollozo frustrado deja mi cuerpo.
—Lo sé, cariño —dice—. Haría cualquier cosa si pudiera dártela ahora
mismo.
—No —aclaro—. Te necesito, Marta. Necesito a mi madre. Por favor,
quédate. —Necesito que mi madre me sostenga la mano. Necesito a mi madre
para empujarme a través de esto, porque Mick está demasiado preocupado,
demasiado emocionado. También... no mi madre.
Ella parpadea las lágrimas.
—Me quedaré. —Toma mi mano de nuevo—. Nunca he intentado tomar su
lugar —dice. Su mano se estremece.
—Ella tenía su propio lugar, y tú tienes el tuyo. Y tu lugar es como mi madre,
sosteniéndome la mano, Marta.
Mick me sonríe. Asiente. Él sabe. Sabe que Marta es mi madre, y no quiero
deshonrar la memoria de mi madre biológica, pero Marta se ha hecho cargo de
ese lugar en mi vida. Me ha dado todo lo que necesito desde el momento en que
me conoció. Y quiero darle esto.
—Quédate conmigo —digo de nuevo.
—Todo el tiempo —dice.
—¿Estamos listos para tener un bebé? —pregunta la enfermera, mientras el
médico entra en la habitación.
Treinta minutos más tarde, estoy sosteniendo un bulto envuelto en rosa en
mis brazos. Marta me limpia el sudor de la frente.
—Vamos a limpiar un poco. Después tus hermanas querrán entrar.
Los ojos de Mick se cruzan con los míos.
—En realidad, Marta —dice—, ¿crees que podrías enviar a Henry primero?
Nos gustaría hablar con él.
—Voy a ir por él. —Ella me besa la frente, permaneciendo allí más tiempo de
lo que normalmente haría—. Estoy muy orgullosa de ti —susurra. Luego se va y
abraza a Mick—. Y de ti también —dice.
Él la abraza, riendo.
Cuando ella sale por la puerta, viene a sentarse a mi lado.
—No pensé que pudiera ser mejor —dice—. Pero entonces lo hizo. —Él
sonríe.
La puerta se abre y Henry entra en la habitación. Nos mira a los tres y se
echa a reír.
—Marta me dijo que volviera. Tenía la esperanza que tú no esperarías que te
atrapara mientras entraba al mundo.
—No —le digo—. Ella está aquí. Limpia y envuelta.
—Gracias a Dios por el pequeño milagro.
Él se acerca y mira a nuestra hija. Ella tiene el cabello negro azabache como
Mick, y su piel es rosada y arrugada. Sus ojos brillan por el ungüento que ellos
usaron.
—Ustedes dos hacen bebés bonitos —dice Henry.
—¿Quieres cargarla? —pregunto.
—Nada me gustaría más —dice. Se va y se sienta en la mecedora cercana y
sostiene sus brazos hacia afuera, mientras Mick la pone con cuidado esperando
que la sujete—. Maldita sea, ella es especial —dice Henry—. No puedo esperar
para contarle todo sobre la vida. Tengo un millón de historias sobre mi Nan que
puedo compartir con ella. —La mira fijamente—. Eso fue una historia de amor si
alguna vez hubo una.
—Hablando de Nan —dice Mick.
Henry finalmente levanta la vista.
—Estábamos tratando de encontrar un nombre... —Mick deja salir la frase.
—Y esperábamos que no te importaría que la llamáramos como tu esposa —
digo.
Él mira fijamente al bebé, mientras las lágrimas llenan sus ojos. Ni siquiera
intenta ocultarlas.
—Creo que estaría bien —dice cuando finalmente puede recuperarse—. A mi
Nan le encantaría eso.
Tomo la mano de Mick y le doy un apretón.
—Entonces está decidido —digo.
Él me sonríe.
—Está decidido.
—Resuelto —Henry dice, mientras que él mece a nuestra niña.
Pronto, mis hermanas y Emilio, junto con los padres de Mick, no pueden
soportarlo más y entran en la habitación como un grupo, y la pequeña Nan es
pasada de persona en persona, con Henry acechando como una vieja mamá
gallina todo el tiempo. Los Reed visitan a la mañana siguiente, y viendo a esos
grandes, tatuados muchachos mimando a una bebé... eso es como nada que hayas
visto.
Incluso Patsy viene a visitar, y trae a los niños con ella muy brevemente.
Ella lo está haciendo muy bien, y acaba de regresar a la ciudad hace un mes. Su
madre se mudó con ella, y vive en la misma calle, así que Patsy tiene el apoyo que
necesita.
Los niños son hermosos, bien adaptados y felices, yo no podría estar más
feliz por ellos.
Cuando todos se han ido, y Mick me mira de la manera que él lo hace, como
si colgara de las estrellas y la luna, no puedo dejar de preguntarme qué hice para
merecer esta buena fortuna. Probablemente nunca lo sabré, pero ciertamente he
tenido suerte.
—Ella es bastante fabulosa, ¿verdad? —pregunta Mick mientras miramos a
nuestra hija.
—Sí —digo—. Ella lo es. Ella definitivamente lo es.
Ella es mi gotita de limón, mi risa, todas mis esperanzas y sueños. Y
también Mick.
Empiezo a tararear los compases de la canción, y sus ojos se abren de par en
par. Ella me mira, y mi corazón está absolutamente inundado de esperanza. Y
amor. Y posibilidades.
—Estoy realmente contento que quisieras ser mi BFF —dice Mick
suavemente.
—Yo también.
Fin
Sobre la
Autora
T
ammy Falkner vive en una granja en una encantadora, en expansión ciudad
rural en Carolina del Norte con su marido apicultor y una casa llena de
chicos, unos cuantos perros, y un gato o dos, o cinco, ¿quién tiene tiempo de
contar? Como la mitad del equipo de Lydia Dare, ha coescrito diez libros, incluyendo las
series Westfield Wolves y Gentlemen Vampyre.
Es una gran fan de Regency England, a menudo se pregunta qué otros tipos de
mágicos, míticos y extrañas criaturas podrían vivir e interactuar dentro de la alta
sociedad. Explorando la teoría de que los Fae pueden caminar entre Regency England y
sus propias tierras, Tammy pasa tanto tiempo como es posible con los Lord y señoras de
la sociedad, los carruajes tirados por caballos, y elegantes bailes. Ahora añade a eso
algunos faeries, un poco de asesinato, un poco de caos, un gnomo de jardín molesto y
tienes sus emocionantes nuevas series. Espera que disfrutes de su mundo tanto como ella
lo hace.
También escribe como Lydia Dare.
/