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Créditos

Moderadoras:
Nayelii y ChiviSil

Traductoras Correctoras
ChiviSil Clau
Nayelii Lau_sp_90
Clau Pochita
Rihano Maye
Taydell94 Dabria Rose
Pancrasia123
Bryn
Kath
Gracekelly
Jandranda
Lectora
Nelly Vanessa
Maridrewfer
Mimi
Maria_Clio88
Mona

Revisión final: Dabria Rose


Diseño: Lectora
Índice
Sinopsis Capítulo 14

Capítulo 1 Capítulo 15

Capítulo 2 Capítulo 16

Capítulo 3 Capítulo 17

Capítulo 4 Capítulo 18

Capítulo 5 Capítulo 19

Capítulo 6 Capítulo 20

Capítulo 7 Capítulo 22

Capítulo 8 Capítulo 23

Capítulo 9 Capítulo 24

Capítulo 10 Capítulo 25

Capítulo 11 Capítulo 26

Capítulo 12 Capítulo 27

Capítulo 13 Capítulo 28
Capítulo 29 Capítulo 34

Capítulo 30 Capítulo 35

Capítulo 31 Capítulo 36

Capítulo 32 Capítulo 37

Capítulo 33 Sobre la autora


Sinopsis
¿Q ué consigues cuando pones un portero casamentero, algunos
hermanos Reed con buenas intenciones, y cinco hermanas, una de
ellas, un poco perdida? Consigues el nuevo libro de Tammy
Falker, I'M IN IT.
Mick se enamoró de Wren en el peor momento posible. Ella estaba en el
medio de algo maravilloso, y entonces ya no lo estaba. Su vida cambió en un
pestañeo. Y en esta situación, no fue un cambio para mejor. Él todavía puede
recordar cuando ella sintió el primer calambre. Cuando presionó sus rodillas
juntas apretadamente en el asiento de enfrente de su auto como si pensó que
podía sostener esa vida dentro de ella por pura voluntad. Y si fuera por pura
voluntad, lo habría logrado.
Capítulo 1
Wren

E
mpujo a través de las puertas de la tienda de tatuajes con el corazón
en la garganta. Paul Reed alza la mirada y me siento conmocionada,
justo como cualquier otra mujer que al mirarlo de inmediato se
desconcierta por toda su tinta, las perforaciones sobre sus cejas, el metal en las
orejas y el azul de sus ojos. Sorprendente. No hay otra palabra para describirlo.
Excepto por bondadoso. La bondad se filtra por los poros de Paul Reed. Sólo
tienes que estar dispuesto a mirar más allá del exterior brusco para verlo.
Su espalda está inclinada sobre un cliente mientras trabaja en un tatuaje
para un hombre que tiene casi tanto metal en su rostro como yo en mi auto.
Paul me sonríe.
—Hola, Wren —dice—. ¿Qué hay? —Levanta su máquina de tatuajes por no
más de un momento, y luego mira hacia abajo y sigue trabajando.
—Hola, Paul —respondo. Trago con fuerza.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta Paul. Él es el único que está en la
tienda hoy, ya que es temprano en la mañana.
—Esperaba que Friday estuviera aquí —digo con timidez.
Inclina su cabeza hacia la parte trasera de la tienda.
—Está maldiciendo en la oficina, tratando de equilibrar la cuenta bancaria.
Oigo una maldición sucia de la habitación de atrás, y retengo una sonrisa.
—¿Está bien si voy al fondo a hablar con ella?
Asiente.
—Si eres lo suficientemente valiente. —Luego suelta un suspiro pesado—.
Ella amenazó con cortar mi polla cuando le llevé una taza de café. Así que
procedebajo tu propio riesgo.
—Gracias. —Camino hacia la oficina y me detengo cuando veo que la puerta
está entreabierta. Golpeo ligeramente con mis nudillos y grito su nombre—
.¿Friday?
Levanta la vista y sopla un mechón de cabello oscuro de sus ojos mientras la
puerta se abre un poco. Siempre me sorprende cuando la veo así. No lleva
maquillaje y tiene puestosjeans y una camiseta. No hay tacones altos, ni faldas
cortas, ni medias de red, ni besables labios rojos. Es solamente Friday.
—Hola —dice. Me sonríe—.Pasa.
—¿Seguraque no estoy interrumpiendo? —Paso a la habitación y me dejo
caer vacilante en una silla frente a su escritorio.
—Necesitaba un descanso de todos modos. —Baja su lápiz y cruza sus manos
sobre su escritorio—. ¿Estás bien? —pregunta, su voz suave.
—Oh, sí —digo con un gesto despreocupado—. Estoy bien.
—Qué bien—dice con un movimiento de cabeza—. He estado preocupada
por ti.
Muerdo mis labios juntos.
—Así que, supongo que no viniste aquí a hablar.
Me rasco la punta de la nariz.
—Me estaba preguntando… —Lanzo un suspiro—. Esperaba que dibujaras
un tatuaje para mí.
Sus cejas se elevan.
—¿Qué tenías en mente?
—Simplemente algo simple para recordar al… ya sabes.
—¿Al bebé? —aclara, su voz mucho más fuerte que la mía.
—Al aborto espontáneo—digo, aclarando el bulto que de repente me está
obstruyendo la garganta.
—Al bebé —dice otra vez, mirándome fijamente.
—Sí, eso. —Llevo mi dedo gordo a mis dientes y rasgo un pedazo de él.
Estaba embarazada de casi tres meses cuando sufrí un aborto espontáneo. Eso
fue hace dos meses.
—¿Tenías algo en mente?
—Bueno, no hay lápida, ni tumba… ni bebé. No realmente. Así que quiero
algo sencillo. Sólo algo para señalar que él estuvo aquí. Fue un aborto temprano,
por lo que algunas personas podrían incluso argumentar que él nunca existió. Ya
que nunca tomó un aliento y todo eso.
Sus ojos se estrechan.
—Puede que nunca haya tomado un aliento, pero existió, y tú estabas 100%
embarazada. Se te permite estar 100% de duelo.
Las lágrimas me pican los ojos y parpadeo para retenerlas.
—Te dibujaré algo y dejaré que eches un vistazo. ¿Quieres que te lo mande?
Asiento.
—Eso sería genial. —Me pongo de pie y camino hacia la puerta.
—Oye, Wren —llama Friday.
Me vuelvo y la miro, esperando a que hable.
—¿Sí?
—¿Por qué no le pediste a uno de los chicos que dibujara algo para ti?
Miro a todas partes excepto a ella.
—Bueno —comienzo. Pero luego me detengo y muerdo mis labios.
—¿Bueno? —presiona. Pero su rostro es todo bondad y afecto.
—Eres una mamá —digo.
Asiente, su cabeza sube y baja lentamente.
—Lo soy.
—Y pensé que podrías, ya sabes, saber un poco acerca de la pérdida. —Juego
con la esquina de un cartel en la puerta.
—Lo hago —dice con otro asentimiento. Suelta un suspiro—. Dibujaré algo
para ti, ¿está bien? Si no te gusta, podemos ir y venir hasta que encontremos el
tatuaje conmemorativo adecuado para ti.
—¿Crees que es estúpido? —pregunto rápidamente. Quiero regresar las
palabras en cuanto salende mis labios—. Olvídalo.
Se levanta y viene a pararse enfrente de mí. Ella es aproximadamente unos
quincecentímetros más baja que yo, pero me mira fijamente a los ojos.
—Algunos tatuajes son sobre el pasado, y algunos sobre el futuro. Algunos
son sobre la curación, y algunos simplemente dejan salir el dolor. Algunos
marcan momentos felices, y otros conmemoran los tristes. No hay tatuajes
estúpidos. Bueno, a excepción de los que las personas ponen en sus pollas. Nunca
entendí esos. Y dado que no tienes una polla… —Finalmente sonríe y me aprieta
el hombro—. Me alegro que te encuentres bien.
—Fue bueno verte. —Me giro para salir.
—Oye —me llama Friday de nuevo—. Llama a tus hermanas. Sé que están
preocupadas por ti también, ¿de acuerdo?
Asiento y salgo de la tienda, las campanas tintineando cuando la puerta se
cierra detrás de mí.
***
Salgo a la concurrida calle yasimilo el ajetreo y el bullicio de la mañana en la
ciudad. Saco mi teléfono de mi bolsillo y escribo a mis cuatro hermanas a la vez.

Yo: ¿Quieren ir al karaoke esta noche?


Finny: Perra, ya era hora que nos escribieras. Y sí. Estoy dentro.
Star: Estoy dentro, si Marta puede cuidar al bebé.
Peck: Sam dice que estamos dentro.
Finny: ¿Llevaremos a los hombres?
Peck: Sam dice que sí. Jajaja.
Lark: Nos vemos allí a las 7.
Yo: ¡Nos vemos entonces!
Lark: Umm… Ryan quiere saber si Mick puede ir.
Star: Eso depende de Wren. ¿Wren?
Yo: Está bien.
Star: ¿No será demasiado raro para ti?
Yo: No. Está bien.

No está bien. No está bien en lo absoluto. Pero él es el hermano de Ryan.


No puedo evitarlo para siempre, ¿verdad?
Tengo cuatro hermanas. Todas están completamente felices.
Sam, uno de los hermanos Reed, conoció a mi hermana Peck y tienen un
hijo y otro bebé en camino.
Josh, que trabaja en la sala de tatuajes de los hermanos Reed, se casó con
mi hermana Star y tienen un nuevo bebé, una niña.
Tag está viviendo con mi hermana Finny, y está embarazada. Tag ya tiene
un niño pequeño, Benji. Tag quiere casarse con Finny, pero ella jura que no
necesita un pedazo de papel.
Ryan, que también trabaja como artista de tatuajes en Reeds, se casó con mi
hermana Lark. Aún no está embarazada, pero lo están intentando. Un montón.
Y luego estoy yo.
Y luego está Mick.
Y él estaba conmigo el día que perdí a mi bebé. Y no lo he visto desde
entonces.
Y estará en el karaoke esta noche. Mierda.
Capítulo 2
Mick
M
e enamoré de ella en el peor momento posible. Estaba en medio de
algo maravilloso, y luego no lo estaba. Su vida cambió en un abrir y
cerrar de ojos. Y en esta situación, no fue un cambio para mejor.
Todavía puedo recordar cuando sintió el primer calambre. Cuando presionó sus
rodillas juntas fuertemente en el asiento delantero de mi auto pensando que
podía mantener esa vida dentro de ella a pura fuerza de voluntad. Y si eso fuera
todo lo que se necesitaba, lo habría logrado.
Pero no lo logró, y terminamos antes de comenzar. Estaba demasiado
herida. Demasiado vulnerable. Estaba deseando lo que pudo haber sido, mientras
yo estaba deseando lo que era. Y lo que era… bueno, era nada. Al menos para ella.
Mi teléfono suena en mi bolsillo. Pongo los ojos en blanco cuando me doy
cuenta que Ryan ha cambiado el nombre que tenía para él en mi teléfono de
nuevo.
MejorHermanoEnelMundo: Karaoke esta noche a las 7
Yo: ¿Porué?
MejorHermanoEnelMundo: Mi esposa me dijo que tengo que ir. Voy.
Lo que significa que tú vas.
Yo: ¿Por qué?
MejorHermanoEnelMundo: Necesitas salir más. Estoy preocupado por
ti.
Yo: ¿Wren va a estar ahí?
MejorHermanoEnelMundo: No lo creo.
Yo: ¿Me estás mintiendo?
MejorHermanoEnelMundo: ¿Lo haría?
Yo: Sí.
MejorHermanoEnelMundo: Te veo a las 7. Sección VIP para que no
molesten a las chicas.

Guardo mi teléfono de nuevo en mi bolsillo. Luego hago una llamada.


Una que o bien arreglará todo o arruinará lo que quedaba. Solo que no estoy
seguro de cuál.
Capítulo 3
Wren
T
odas las mejores historias comienzan con ―Sostén mi cerveza‖. Así
que, cuando veo a Mick pasarle su cerveza a su hermano Ryan y
caminar hacia el escenario del Karaoke, sé enseguida que está en un
tremendo problema.
—Oh, no —sisea mi hermana Finny hacia mí y hala la manga de mi blusa—.
Tienes que detenerlo.
Me giro a hablar cerca de su oído, para que pueda escucharme por encima
de la música.
—¿Por qué debo hacerlo? Tiene familia y amigos aquí. —Asiento hacia la
pelirroja sentada al otro lado de la sala VIP—. Y a ella. Ella puede ir a salvarlo.
Finny pone los ojos en blanco.
—Ella no es nada —balbucea—. Él apenas la ha mirado en toda la noche.
Pero ella lo ha estado mirando a él. Con anhelo. Con sueños de un futuro. O
por lo menos soñando con su lengua en todos sus lugares húmedos.
—Francamente, no puedo creer que haya traído a alguien aquí —dice Lark,
inclinándose hacia mí.
—Está bien —digo rápidamente—. Tuvimos algunas citas. Eso es todo.
Mick toma el micrófono del tipo que está manejando la máquina de
Karaoke. Finny me empuja de nuevo.
—¡Ve a salvarlo! —susurra ferozmente.
—Aquí hay un centenar de personas que podrían salvarlo. ¿Por qué yo?
—Porque estás enamorada de él en secreto y si lo dejas hacer esto, tendrás
que tolerar la vergüenza por el resto de tu vida.
Mis mejillas se calientan instantáneamente y la hago callar.
—¿Por qué tendrías que poner eso en la atmósfera? —Tomo un sorbo de mi
agua—. Y no estoy enamorada de él —murmuro.
—Pero te gusta —dice, su tono contiene una alegre melodía que me molesta.
¿Por qué no me gustaría? Mick es un gran sorbo de agua en una noche
sedienta. Tiene hombros anchos, cabello y ojos oscuros, y es amable y
considerado y... no es mío.
Mick se trepa por el borde del escenario mientras camina para tomar el
micrófono y la gente del otro lado de la cuerda de terciopelo rojo que nos
mantiene alejados de la risa pública.
Finny hace un movimiento de tijeras con sus dedos hacia ellos y dice:
—Si se ríen una vez más, les voy a cortar la lengua. —Arquea su ceja hacia
ellos hasta que ambos palidecen, y se gira hacia mí para enfrentarme con un
suspiro.
Me siento con el corazón en la garganta mientras veo a Mick escoger una
canción. No conozco muy bien a Mick y, sin embargo, él me conoce mejor que
nadie.
Finny me sacude de mi ensueño con un fuerte gemido.
—Tenemos que ir a salvarlo —dice. Me sujeta por el codo y me hala fuera de
mi asiento.
—¿Podrías parar? —digo. Pero no deja de caminar. Agarra a nuestras otras
tres hermanas mientras caminamos por el bar hacia el escenario.
Formamos un grupo de cinco, con todas nuestras manos unidas, como
siempre hemos estado, desde el día en que nos conocimos en una casa grupal
para niños sin padres. Nos unimos. Todas fuimos adoptadas por la misma
familia, y nos convertimos en hermanas en todos los sentidos de la palabra.
Llegamos al club llevando gorras de béisbol y ropa casual.
No somos una banda de rock ahora mismo. No somos Fallen from Zero, la
internacionalmente famosa banda de rock. Somos las hermanas Vasquez. Hasta
que subamos al escenario. Sé que, si nos subimos allí, renunciaremos a nuestra
noche de paz y diversión y tendremos que ir casa. Así que las dejo al borde del
escenario.
—Tengo esto —les digo.
—¿Estás segura? —pregunta Star, mordiéndose los labios entre sus dientes.
Asiento.
—Lo tengo. Vayan a sentarse y pretendan que no son famosas.
Camino hacia el escenario, mis botas sonando contra el piso de madera.
Mick me mira y de repente deja de cantar.
—Oye, Wren —dice en el micrófono y la habitación se calma.
—Hey, Mick —digo, pero nadie más que él puede oírme—. Elige una canción
para mí, ¿quieres? —Saco un taburete y me acomodo en el borde. Mick se gira y
habla con el tipo que está manejando la máquina de karaoke, y una melodía
comienza a sonar.
—Esa no —digo, sacudiendo mi cabeza.
Mick me mira a los ojos.
—Sí, esa.
Me pongo de pie.
—No, esa no —digo otra vez.
Puedo escuchar los primeros acordes de "Somewhere Over the Rainbow"
sonando suavemente, y es como si Mick me acabara de patear en el estómago. Él
sabe lo que esa canción significa para mí. Sabe que mi mamá, quien murió en un
accidente de auto, solía cantárnosla a Tag, Star y a mí cuando éramos pequeños.
Sabe que significa el mundo para mí. Lo sabe porque se lo dije. Puse las palabras
de esa canción en la pared del cuarto de bebé que estaba construyendo, antes que
todo pasara. Él las vio. Mi mamá cantaba la canción con las palabras equivocadas,
y yo también. En vez de problemas que se derriten como gotas de limón, ella
cantaba sobre la risa cayendo como gotas de limón. Todavía la canto de esa
forma, porque es así como la aprendí. Esa canción es especial. Y dolorosa. No
puedo cantarla. No ahora. No aquí. Probablemente nunca.
—No voy a cantar esa canción —le digo al operador de karaoke.
Asiente y empieza a desplazarse por la lista.
—Lo siento. —Mick me mira.
Asiento y evito sus ojos.
—No lo sabía.
Él sabía.
—No quise... —dice, y esta vez atrapa mi mirada—. En serio. —Miro
fijamente las oscuras profundidades hasta que puedo tragar el nudo en mi
garganta.
—Está bien —susurro. Me mira—. Está bien —digo de nuevo. Él no sabía que
tendría una reacción tan visceral a esa canción. Lo entiendo.
—No estaba tratando de lastimarte —dice.
—Está bien —digo otra vez.
De repente, mis hermanas están a mi lado.
Finny susurra algo al operador y se desplaza a través de su lista hasta que
encuentra una de nuestras canciones. Sé que es nuestra en cuanto oigo la
melodía. Es la canción que Finny escribió sobre su madre, y es sobre el amor
incondicional que obtienes de la familia. Se refiere a cómo se supone que son las
mamás.
Asiento.
—Cantaré esa.
Miro a Mick y finge hacer un puchero cuando nos hacemos cargo de su
canción. Se cruza de brazos y se inclina contra la pared, probablemente porque ya
no puede sostenerse. Sus ojos están bordeados de rojo y hay cierta clase de dolor
escondido en las profundidades oscuras que solo puedo empezar a suponer.
La gente se vuelve loca cuando empezamos a cantar la melodía. Las cámaras
casi nos ciegan mientras la gente toma fotos de nosotras, pero seguimos cantando
hasta el final. Luego damos un profundo y dramático saludo, y salimos corriendo
del escenario. Los esposos de mis hermanas y otros allegados nos encuentran al
borde de la plataforma.
—No puedo creer que hicieras eso —dice Sam, el esposo de mi hermana
Peck. Toma la mano de Peck y la conduce hacia la parte trasera del edificio. Si no
salimos de aquí rápidamente, hay una buena posibilidad que nos ataquen.
—¿Esa es la salida? —pregunta alguien más.
Sam y Peck, Finny y Tag, Star y Josh, y Ryan y Lark corren por el pasillo, y
Mick y yo los seguimos. Los dedos de Mick tocan la parte baja de mi espalda
mientras salimos por la puerta.
—¿Estás bien? —pregunta mientras salimos a la calle.
—Estoy bien. —Estoy enfadada como el infierno, pero me detengo a mirarlo
realmente mientras los miembros de mi familia se amontonan en dos autos que
nos esperan. Está borracho. Realmente borracho.
—¿Estás bien? —le pregunto a Mick mientras se balancea como si caminara
en una cuerda floja.
—Tal vez no seas consciente de esto, pero estoy un poco borracho —me dice.
Cubre su boca, sosteniendo sus dedos sobre sus labios para ahogar un eructo—.
Solo un poco —dice. Se endereza la camisa, tirando hacia abajo y frotando a
través del frente como si estuviera alisando un pliegue.
—No lo pareces —le respondo, tratando de ahogar mi preocupación por él.
—¿Estás siendo sarcástica? —pregunta. Estrecha los ojos y me mira
fijamente.
Levanto mis manos como si estuviera siendo apuntada con una pistola y
niego.
—No, definitivamente no.
—Porque resulta que tengo una cosa por chicas sarcásticas.
Mi corazón comienza a golpear.
—No parece —murmuro otra vez.
Su mirada baila en mi rostro.
—Sí, por chicas sarcásticas con bocas en forma de arco y ojos brillantes. Lo
hacen completamente para mí.
Mi pulso late doble.
Mi hermana Finny asoma su cabeza por la puerta abierta del auto y dice:
—Deja de hacerle ojitos a mi hermana y entra en el maldito auto.
Siento sus dedos en la parte baja de mi espalda y los vellos de mis brazos se
erizan. Se siente bien. Es íntimo y cómodo, y... Dios, he extrañado que un hombre
me toque allí.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta.
Me sacudo de mi estupor y me deslizo por el asiento. Mick cierra la puerta
detrás de mí y se inclina en la ventana abierta.
—¿No vienes? —pregunto.
Niega.
—Tengo que ir a buscar a mi cita.
Oh diablos. La olvidé por completo.
—Por supuesto que sí.
—¿Puedo llamarte? —me pregunta en voz baja.
—Depende.
Sonríe una sonrisa lenta.
—¿De qué?
—¿Vas a dormir con ella?
Su ceja se arquea.
—¿Hay alguna razón por la que no debería hacerlo?
Trago tan fuerte que puedo escucharlo.
—No. Ninguna razón.
Presiono el botón para subir la ventana y se ve obligado a dar un paso atrás.
—Bueno, eso fue una mierda —se queja Finny. Pasa una mano por su frente
sudorosa. Levantando el puño lo deja caer con fuerza contra el brazo de Ryan—.
¿Qué carajos estaba pensando tu hermano, trayendo una cita esta noche?
Remarca las palabras hacia él, sus manos volando ferozmente.
Ryan frota el dolor en su brazo.
—Solo alguien que trabaja con él. No era una cita.
Finny lo mira.
—Realmente, no lo era. No está saliendo con nadie. No desde ella. —Señala
con un dedo en mi dirección—. Creo que rompiste el pene de mi hermano, Wren
—dice. Pretende limpiar una lágrima de su ojo—. Deberías estar avergonzada.
—¿Qué hice para romper el pene de Mick? —replico. Nunca tuve siquiera la
oportunidad de verlo.
De repente, Ryan está completamente serio. Me mira a los ojos.
—Hiciste que se enamorara de ti.Capítulo 4
Mick
M
i cita está parada en la acera de enfrente cuando voy a buscarla.
Está golpeteando el pavimento con la punta de su zapato mientras
espera en la parada de taxis. Envuelvo mis manos alrededor de mi
boca y grito:
—¡Claire!
Se gira hacia mí, rueda los ojos y se voltea hacia otro lado.
—Claire —digo de nuevo mientras me acerco. No gira su rostro hacia mí. El
pie golpeteando se acelera ferozmente. Toco su hombro para girarla hacia mí,
pero se resiste—. ¿Te vas?
Finalmente se gira hacia mí.
—¿Qué si me voy? —pregunta—. ¿Qué si me voy? ¿En serio? —exhala
bruscamente y se gira de nuevo, cruzando sus brazos en su pecho.
¿Qué hice mal?
—¿Estás enojada conmigo?
Se gira de nuevo hacia mí.
—¿Por qué me trajiste aquí esta noche?
—Porque había una fiesta y pensé que podía ser divertido… —digo
lentamente. Reviso su rostro buscando pistas.
—¿Divertido? ¿Crees que verte emborrachándote hasta apestar mientras
miras fijamente a otra mujer es divertido? Y después te fuiste con ella, dejándome
allí sentada sola…
—Tenía que encontrarme con ellos en la puerta trasera. Volví. —Me
apresuro a decir.
—¿Cómo se supone que iba a saber que regresarías? —demanda.
—Porque te traje aquí. —Parece bastante claro para mí.
—¿Por cuánto tiempo has estado enamorado de ella?
—¿De quién? —pregunto, pero sé exactamente de quién está hablando.
—La morena. La que estuviste mirando toda la noche.
Dejo salir un ruido absurdo.
—No estoy enamorado de ella.
—Sabes, cuando me invitaste a salir a última hora, realmente estaba
emocionada. Pensé que tal vez sería divertido y podríamos ver a dónde nos
llevaba. Pero esto no es divertido y no tengo ningún deseo de ver a dónde nos
lleva. —Se gira lejos de mí de nuevo.
—Claire —digo suavemente.
Se gira para enfrentarme.
—¿Por qué no vas tras ella? —pregunta. Abro mi boca para preguntarle de
quién, pero me detiene con movimientos indicándome que me calle.
—¡No me preguntes quién! La morena. Dime cómo se llama para poder
dejar de llamarla morena.
—Su nombre es Wren —murmuro.
—¿Por qué no vas tras Wren?
—Eso... no funcionó.
Su rostro se suaviza.
—¿Por qué no?
—Ella estaba en un mal lugar en su vida y... —Me encojo de hombros.
—A veces la gente necesita a alguien que camine con ellos en su mal lugar —
dice—. Ve por ella. Guíala fuera de allí. Haz lo que tengas que hacer, porque
obviamente estás enamorado de ella.
—No funcionaría. Ni siquiera aceptaría mis llamadas.
—Deberías intentarlo.
—No creo que eso importe.
Me mira fijamente.
—Si la quieres, tienes que hacérselo saber.
El taxi se asoma por la esquina y ella se para en puntillas para darme un
beso en la mejilla.
—Si alguna vez quieres invitarme a salir en una cita de verdad, trata de
superarla primero, ¿sí? de otra manera no es justo.
Asiento y la ayudo a acomodarse en el asiento trasero. Luego le doy al
taxista algo de efectivo y doy un golpecito en el techo del vehículo. Se marchan.
¿Qué tal si tiene razón?
Saco mi teléfono de mi bolsillo trasero
Ryan ha cambiado los nombres en él de nuevo, pero la encuentro.
Yo: Fue muy bueno verte de nuevo.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: También fue bueno verte.

Aprieto fuertemente los ojos. Porque la mierda está por volverse real.

Yo: No dormí con ella.


LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: ¿Por qué no?
Yo: Como que me estoy guardando para esta chica…
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: ¿Cómo es ella?
Yo: Es inteligente, divertida y amable. Sexy como el infierno. Y ha estado un
poco triste.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: ¿Por qué está triste?
Yo: Perdió algo que era importante para ella. Ha estado un poco perdida
desde entonces, creo.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: Suena solitario.
Yo: Creo que necesita un amigo, y estoy solicitando el trabajo.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: Ella podría aprovechar el tener
un amigo...
Yo: ¿Quieres ir conmigo mañana por la noche a una fiesta? Es algo de
trabajo. Tipo elegante.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: ¿Solo como amigos?
Yo: BFFs1
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: De acuerdo.
Yo: Te recogeré mañana a las 7. Viste algo elegante.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: Podrías haber dormido con ella si
querías.
Yo: Solo hay una mujer con la que quiero dormir ahora mismo.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: Pensé que seríamos BFFs.
Yo: Tomaré lo que pueda conseguir.
LaChicaQueRompióLaPollaDeMick: Nos vemos mañana a las 7.
Yo: Nos vemos entonces.

Guardo mi teléfono de nuevo en mi bolsillo y de repente me percato... la


mierda realmente se volvió real.

1BFFs: Best Friends Forever= Mejores amigos por siempre.


Capítulo 5
Mick
M
i corazón está en mi garganta cuando me acerco a su portero. Me
presento y le digo que estoy aquí para ver a Wren, y él mira en su
bloc de notas.
—La señorita Vasquez dijo que llamara cuando llegara. —Toma su teléfono.
—Preferiría recogerla en su puerta, si no le importa.
El viejo hombre me arqueó una ceja.
—No me importa, pero no estoy seguro si a ella le importaría. —Marca su
teléfono y dice―: Señorita Vasquez, tiene un bastante bien vestido caballero aquí
para verla.
Ella dijo algo que lo hizo reír. Sus ojos encontraron los míos.
—Me sentiría mal de despedir al caballero. Luce como si se tomó su tiempo
con su apariencia. Se afeitó. Está usando lindas calcetas. Trae flores. ―Me da un
pulgar hacia arriba y un guiño. Olfatea el aire y sonríe―. Huele a colonia.
Aleja su teléfono de su boca y dice:
—Ella quiere saber si está usando calzoncillos o bóxer.
—Ninguno ―digo.
Él se ríe en el teléfono.
―El caballero dice que es un secreto.
―Mentiroso ―murmuro, pero me río todo el tiempo.
De repente, las puertas del elevador se abren y ella está ahí. Y me roba el
aliento. Está usando un vestido rojo con una faja negra, clásico y elegante, y
mostrando solo lo suficiente de pierna como para que quiera quitárselo con mis
dientes. El portero me golpetea en la espalda.
―Solo es una mujer ―murmura―. Respire.
―Es hermosa ―le digo en un suspiro.
―Por dentro y por fuera ―responde él.
―Henry, ¿estás asustando a mi cita? ―pregunta ella. Pone sus manos en sus
caderas y lo mira juguetonamente.
Henry rasca su calvicie.
―Bueno, solo si consigo tomar su lugar. ―Él le mueve las cejas―. Ha sido
un largo tiempo desde que mi Nan murió. Tal vez necesito volver al juego de salir.
―¿Quieres almorzar conmigo mañana? ―le pregunta.
―Es un trato ―dice él, y levanta su mano, coloca un beso en el dorso, y
luego me la ofrece.
Tomo sus dedos en los míos y los agarro.
―¿Tienes un bolso? ―pregunto.
―No.
―¿No? ―Miro a Henry y hablo por un lado de mi boca―. ¿Qué mujer no
tiene un bolso?
Henry se ríe.
―Nunca dude que una mujer sabe lo que está haciendo. ―Golpea su sien―.
Particularmente cuando es tan inteligente como esta.
―¿Tu teléfono? ―pregunto a Wren.
Sus ojos centellan hacia mí.
―Todo lo que puedo posiblemente necesitar está en mi sostén.
Henry empuja sus dedos en sus oídos y canta en voz alta.
―¡No quiero saber de su ropa interior!
―Quería saber todo sobre la mía ―le recuerdo.
Él ríe y se apresura a abrir la puerta para nosotros.
―No la mantenga fuera hasta muy tarde ―dice. Toma las flores de su mano
y dice―:Llevaré estas al mostrador de su cocina y las pondré en ese bonito jarrón
azul que está en el gabinete.
―Gracias, Henry ―dice, y lo besa en la mejilla. Él se pavonea bajo el peso de
su atención―. Te veré mañana para el almuerzo.
Un hombre se para detrás de nosotros.
―¿Te importa si tomamos mi auto y conductor? Él va a ir con nosotros.
―Apunta su pulgar hacia la bestia que está caminando diez pasos por detrás de
nosotros. Es tan grande como un edificio y luce igual de fuerte―. Seguridad. Solo
por si acaso. Le prometí a mi papá… ―Sus mejillas se vuelven rosas y mira a
todos lados menos a mí.
―Me encantan los chaperones ―le digo, aunque en realidad no estoy seguro
de qué pensar de su presencia―. ¿Se suponía que supiéramos que está aquí?
―No ―susurró―. Finge que no está aquí. A él le gusta cuando hacemos eso.
Lo atrapo rodándole los ojos.
Él camina al lado del conductor y entra.
Ella se estirapor la manija, pero cubro su mano con la mía.
―Permíteme ―digo. Retira su mano y me mira a través de la caída de su
cabello.
―Gracias ―dice en voz baja.
―Me robaste el aliento cuando las puertas del elevador se abrieron ―admití.
―Bien ―dice. Sonríe―. Porque talvez pensé un poco que iba a desmayarme
cuando te vi allí de pie.
Entra en el auto y me paro ahí en la acera tratando de recuperar mi aliento.
Me deslizo dentro y me siento junto a ella.
―Así que, ¿cuál es nuestra historia esta noche? ―pregunta―. ¿Cómo nos
conocimos?
―Bueno… ―Rasco mi cabeza―. Podemos decir que mi hermano se casó con
tu hermana.
―Eso es aburrido.
―Entonces, ¿quieres que seamos solo dos personas en una cita? ―Como
que me gusta esa historia.
―Que aburrido. ―Hace un sonido de bufido con su nariz que me hace reír.
―Puedo decirles que eres una acompañante de alto precio.
―¡Oh! ―Aplaude―. Siempre quise ser una acompañante. ¿Cuánto dinero
hago por cita?
―¿Miles?
Aplaudió otra vez.
―Entonces, ¿me has contratado antes?
―Sí. Y te di una gorda propina cuando te vi desnuda por primera vez.
Su ceño se frunce.
―¿Solo la primera vez?
―Cada vez.
Se acomoda, contenta.
―¿Qué tipo de cosas me contrataste para hacer?
―Te refieres como a… ―Espero para que llene los espacios en blanco.
―¿Como eventos corporativos, seminarios de empresa, barbacoas en el
patio?
―Todo eso.
―Así que, ¿soy buena? ―pregunta. Diversión baila en sus ojos.
―Eres la mejor de todas las otras acompañantes que he contratado. Esa es
la razón por la que sigo volviendo.
―Pero esta es la primera función de empresa en la que he estado. Nadie
sabrá quién soy.
―Todos lo sabrán después de esta noche.
La abertura en su vestido cae abierta un poco y un cremoso muslo es
expuesto. Tengo una repentina urgencia de presionar mis labios contra su piel y
probarla. Tiro de su vestido para cubrir la piel expuesta.
―Un hombre puede perder sus bolas alrededor de ti rápidamente.
―Crees que soy bonita ―dice con coquetería.
―E inteligente, divertida, amable, y no puedo esperar para conocerte mejor.
Sonríe y sus mejillas se vuelven rosas.
Agarro su tobillo y levanto su pie. Está usando tacones de diez centímetros.
―Estos son sexy.
―Por eso, gracias.
―De nada.
―Entonces, ¿hay alguien con quien necesite ser cautelosa alrededor? ¿Un
jefe o una ex novia? ―Me bate sus oscuras pestañas.
―Jefe, sí. Ex novia, no.
―¿Alguien con quien alguna vez saliste?
―Um… ―Rasco mi cabeza―. Quizás.
―Oh, la trama se complica. Dime más.
―Nop.
Se desinfla visiblemente.
―¿Por qué no?
Pellizco mi nariz.
―Porque llegamos. ―El auto se detiene y salgo y extiendo mi mano para
ella. Su espinilla desnuda sale primero, y luego una larga extensión de cremoso
muslo, y luego su vestido se acomoda alrededor de sus piernas. Entonces ella
sigue, y me sonríe.
―Eres peligrosa, ¿sabías eso?
―Esa es la razón por la que me pagas los grandes ―dice. Roza mi mejilla, y
tengo que refrenarme de agarrarla y besarla. Maldición, es bonita. Ella destella. Y
no es solo el vestido o los tacones o la forma en que su cabello se riza sobre sus
hombros. Destella desde el interior.
Entramos en el salón de baile atestado, y ella desliza su mano en el hueco de
mi codo. Se acerca a mi nariz en esos tacones. Apenas tendría que inclinarme
para besarla en los labios.
―¿En qué estás pensando? ―susurra de lado.
―Estaba pensando en lo fácil que sería besarte ―admito algo tímido.
Su guardia de seguridad nos sigue en la habitación, y entonces encuentra su
camino a un lugar para holgazanear lejos de todos.
―En verdad pretendes que él no está aquí, ¿eh? ―Asiento hacia donde él
está de pie.
Ella mueve una mano en el aire.
―Te acostumbras. ―Hace una mueca―. Lo siento por eso.
―No te preocupes. Lo que sea que cueste mantenerte a salvo. Así que,
¿quién quieres que diga que eres? ―pregunto―. ¿Quieres que las personas sepan
que eres WrenVasquez de Fallen from Zero?
Acaricia su cabello.
―Vestida así, es serio dudo que alguien me reconociera. Estamos a salvo.
Cuando ella y sus hermanas tocan música en el escenario, se visten muy
casualmente, en una apariencia como de chica punk rock. Elegante pero salvaje.
Maquillaje pesado y gran cabello. Esta versión de Wren me gusta mucho.
De repente, una voz estalla.
―¡Mick, debes presentarnos a tu cita! ―Miro y encuentro a mi jefe y su
esposa disparándose hacia nosotros.
―Esta es mi amiga, Wren ―digo, mientras ella extiende su mano. Pongo mi
mano en su cadera y no se aleja. De hecho, se inclina sólidamente contra mi
costado.
―Es un placer conocerlos.
Hablamos de nada por unos minutos, y luego escucho a la esposa de mi jefe
preguntar.
―¿A qué te dedicas, Wren?
Los ojos de Wren encuentran los míos, centelleando.
―Música ―dice―. Trabajo con música.
Y creo que caí un poco más enamorado de WrenVasquez, o quien sea que
sea. La chica en el vestido rojo que me sonríe como si no tuviera una
preocupación en el mundo. Esa chica. Estoy enamorándome de esa chica.
Totalmente otra vez.
―Eres un hombre afortunado, Mick ―dice en voz baja mi jefe.
―Lo sé ―digo, y tomo un sorbo de mi bebida, me paro atrás y miro a Wren
mientras encanta a todos a su alrededor.
Capítulo 6
Wren
U
na mano rodea mi cintura, la presión ligera y suave, y me inclino
hacia él, reconociendo su aroma inmediatamente.
—¿Puedo robarte? —pregunta Mick cerca de mi oído.
Me inclino más cerca de él.
—Depende. ¿Me necesitas para algo?
Sus oscuros ojos se vuelven aún más oscuros.
—Sólo a ti —dice. Toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos, dando
un ligero tirón.
—Disculpen —digo a sus compañeros de trabajo—. Creo que alguien me
necesita. —Lo hago parecer como un terrible inconveniente, pero, honestamente,
me gusta. Me gusta mucho. Mi vientre hace una voltereta mientras me tira a la
pista de baile.
—¿Sabes bailar? —pregunta, mientras me acerca a él y levanta mis manos
para descansar sobre sus hombros.
Me burlo
—Pffttt. ¿Si sé bailar? Por supuesto que sé bailar.
La punta de mi zapato golpea el suyo y casi lo hago tropezar, pero se
equilibra.
—Qué bien, porque no sé bailar ni un solo paso —admite con una sonrisa—.
Puede que tengas que dirigir.
—Siempre podríamos hacer el balanceo del baile de graduación —sugiero.
—¿Cómo es?
—Sólo así —le respondo mientras me balanceo de lado a lado. Cae en un
ritmo conmigo
—¿Te estás divirtiendo en lo absoluto? —pregunta mientras su pulgar dibuja
un círculo en mi cadera.
—Tu jefe y su esposa son muy amables. Me han agradado todos los que
conocí hasta ahora. Excepto por la pelirroja que sigue disparándome dagas con
sus ojos. —Miro por encima de su hombro y la veo de pie con las manos en las
caderas—. ¿Esa es la chica de anoche? ¿La pelirroja con gafas?
—Su nombre es Claire. En realidad, ella es la razón por la que estás aquí —
dice un poco tímidamente. Sus mejillas se ponen rosas.
Dejo de moverme.
—¿Qué quieres decir?
—Ella me dijo que, si quería estar contigo, tenía que hacértelo saber, sabes.
Y estuve de acuerdo. Así que, te invité aquí. —Se encoge de hombros y baja la
cabeza para mirarme a los ojos—. Me gustaría mucho conocerte. Y espero que
vuelvas a salir conmigo.
No digo nada.
—Eso es todo lo que quiero —dice, como si estuviera atando un nudo a una
zapatilla—. Podemos ser amigos, ¿verdad?
—¿Amistad? ¿Eso es todo lo que pides de mí?
—Sí, amigos. Eso es todo. —Toma una respiración profunda—. Podemos ser
Mejores Amigos por Siempre. Podemos trenzarnos el pelo. —Mira hacia abajo a
mis pies—. Tus zapatos serán demasiado pequeños para mis pies, así que
compartir el calzado está fuera.
—Eso es un poco asqueroso de todos modos. —Arrugo mi nariz y él se ríe.
—¿Qué más hacen los mejores amigos?
—No duermen juntos —murmuro.
Deja de balancearse.
—Oh, entonces ya no soy tu BFF. Eso está descartado.
Pincho su pecho.
—¿Pararías? —Pero me estoy riendo y me doy cuenta que no he reído así en
mucho tiempo—. Me gusta salir contigo, amiguito.
—Me gusta salir contigo, Wren.
La sala se queda en silencio cuando la canción termina.
La música comienza de nuevo, pero esta vez es una alegre pequeña melodía.
—¡Oh, la danza del pollo! Puedo bailar la danza del pollo —dice. Él dobla sus
brazos, saca los codos y se prepara para agitarse como un pollo—. ¿Estás lista? —
pregunta, sus ojos centelleando con júbilo.
Tengo la extraña sensación que no estoy ni cerca de lista para él. En lo
absoluto. Pero pateo mis zapatos y me preparo para bailar como un pollo.
Ambos estamos riendo y sudando cuando la canción termina. Mick se
agacha y agarra mis zapatos, enganchándolos con su índice y el dedo medio. Ni
siquiera trato de recuperarlos, porque mis pies me están matando.
—Necesitas un descanso —dice, dirigiéndome hacia una mesa.
—Quizás sólo por un minuto. —Me inclino sobre la mesa alta y descanso mi
peso en ella.
—Te traeré algo para beber —dice, las yemas de sus dedos persisten en la
parte baja de mi espalda.
—Sólo agua —digo.
Tan pronto como se aleja, la pelirroja viene a unirse a mí. Ella extiende su
mano, pero no de la manera normal que la gente sacude. La sostiene como si
estuviera esperando que bese sus nudillos. Odio cuando las mujeres ofrecen la
mitad de un apretón de manos. Tomo su mano, giro su muñeca, y luego estrecho
la mano con ella de la manera normal, todo mientras me frunce el ceño.
—Soy Claire —dice—. ¿Tú eres?
—Wren. —No ofrezco más que eso.
Levanta una depilada ceja hacia mí.
—Y tú estás…
—Acalorada. Sedienta. Sofocada. —La miro fijamente, ya que sé cómo hacer
eso.
—Me alegra que te haya llamado —dice suavemente—. A él realmente le
gustas.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Te mira como si fueras la única mujer en la habitación. Cada chica quiere
ser mirada de esa manera.
Mick vuelve a la mesa y me entrega mi bebida.
—¿Debo conseguir una para ti? —le pregunta a Claire.
—No, gracias —dice Claire dulcemente—. ¿Te veré en el partido de béisbol
mañana?
—Definitivamente.
Se aleja con un movimiento de su mano.
Pongo mi mano en el brazo de Mick y parpadeo mis ojos hacia él.
—¿Hay un juego de béisbol mañana?
Asiente.
—Lo hay. —Se inclina y presiona sus labios en la punta de mi nariz. Mi
vientre revolotea.
Mi pecho vibra.
—Espera —digo—. Mi pecho está sonando. —Saco mi teléfono de mi
sujetador mientras mira con una divertida expresión.
—¿Todo bien? —pregunta, mirando de reojo mi teléfono.
—Sólo Lark. Quería estar segura que el hermano de su marido está siendo
bien cuidado. —Pongo mis ojos en blanco y vuelvo a poner el teléfono en mi
sujetador. Se inclina para poder mirar hacia abajo mi vestido un poco.
—¿Cuántas cosas puedes meter allí?
Me río.
—No te gustaría saber.
Sus ojos no dejan mis pechos cuando dice:
—Me gustaría saber todo lo que hay que saber… sobre tus pechos. —Sus ojos
suben para encontrarse con los míos—. Y todo el resto de ti.
Mi corazón galopa en mi pecho.
—¿Puedo ir a tu partido mañana?
Sonríe.
—Te recogeré a las seis.
La canción ―Cha-cha Slide‖ comienza a sonar.
—Oh, puedo deslizarme. —Canta. Patea mis zapatos debajo de la mesa, y
luego agarra mi mano y me tira a la pista.
Por las próximas horas, olvido completamente que hasta ahora, mi vida ha
sido una mierda. Porque ahora mismo, es algo impresionante.
Capítulo 7
Mick
N
o solo es hermosa, sino que también tiene una gran boca.
—¡Creí que sólo los caballos dormían de pie, árbitro! —grita
Wren desde su lugar junto a la cerca—. ¡Estaba fuera!
El árbitro la mira con el ceño fruncido, pero lo veo sonriendo
mientras se agacha para limpiar el plato del campo.
—Shepherd, será mejor que controles a tu novia —me dice.
Bajo un poco el ala de mi gorra y lo miro desde de mi lugar detrás de la
primera base.
—Lo haría, árbitro, pero como que quiero que salga conmigo de nuevo.
Asiente.
—No puedo decir que te culpe.
El lanzador suelta la pelota y vuela directamente hasta el guante del
receptor.
—¡Está fuera! —grita el árbitro.
—¡Al fin! —grita Wren, saltando—. ¡De repente siento la necesidad de
intercambiar un poco de saliva con usted, árbitro! —grita.
El árbitro me mira de nuevo y hace un movimiento en su boca como si
cerrara una cremallera.
Troto hacia donde estaba Wren agarrando con fuerza la cerca.
—Oye, Wren —digo. Ella me mira, sus ojos brillan de felicidad.
—¿Sí? —dice mientras mira al lanzador arrojar un par de bolas de prueba
para pasar el tiempo. Apenas y me presta atención.
—El árbitro te va a sacar del juego si no guardas silencio.
Mira por sobre mi hombro hacia el campo.
—¿Qué quieres decir?
—Estás molestando al árbitro —digo tranquilamente.
—Sí, ¿y? para eso están. —Acuna sus manos alrededor de su boca—. ¿Qué
estamos esperando, árbitro? —grita.
—De verdad eres adorable, ¿lo sabes? —le digo.
—Eso es dulce —dice. Todavía sin mirarme—. Ahora vuelve al juego. Rápido.
Muévete. Ve. —Finalmente me mira a los ojos—. No me hagas salir ahí.
—¡Compórtate! —le digo.
—¡Oblígame! —bromea. Inclina la frente contra la cerca para poder mirarme
más fijamente. Luego sonríe y es tan jodidamente linda que no puedo evitar reír.
—Lo intenté, arbitro —le digo mientras vuelvo a la primera base.
Uno más fuera, y es nuestro turno de batear.
Muevo el bate, y consigo un strike en la primera bola.
—Tu apellido debería ser Calcetín, Shepherd —grita Wren—. ¡Porque
apestas!
La apunto con el extremo del bate y miro toda la longitud de este con un ojo
cerrado, como si estuviera poniéndola en mi mira.
—Va a estar en serio problemas, señorita Vásquez —advierto.
Apunta a su pecho.
—¿Quién, yo? Si tuvieras el potencial para mover el bate y de verdad darle a
algo, podría estar preocupada.
Amplio mi postura, y espero. Mi bate hace contacto con la pelota con un
fuerte golpe y me quito la gorra de la cabeza para poder ver la bola volar por
sobre la cerca. Corro las bases, y cuando vuelvo al banquillo, encuentro a Wren
ahí de pie. Salta de arriba abajo y entonces, de repente, salta a mis brazos y
envuelve sus piernas alrededor de mi cintura.
Me congelo. Ella retrocede, pero tengo su trasero en mis manos y está
envuelta alrededor de mi cintura.
—Vaya —remarco—. ¿Eso era todo lo que tenía que hacer para tener tus
piernas envueltas a mi alrededor? —Voy tras sus labios con los míos, pero ya está
apartándose.
—Lo siento, me emocioné. —Su voz de repente es baja.
—Pude notarlo.
—Esto es incómodo. —Baja sus piernas de mi cintura—. Buen golpe —dice, y
me da una palmada en el hombro.
Corre de nuevo a su punto junto a la valla y sigue con sus gritos.
No hago otro jonrón, así que no salta a mis brazos de nuevo. Pero está ahí
todo el tiempo, y está divirtiéndose tanto que ni siquiera puedo reñirla.
Cuando el juego se termina, un chico en vaqueros y una camiseta polo llega
con pizzas, sodas y cerveza.
—¿Qué es esto? —pregunta el jefe.
—Un bocadillo —dice Wren cuando toma una rebanada de pizza de la caja y
la lleva a su boca—. Adelante —dice con la boca llena—. La compré para el equipo.
—Traga y se da vuela—. ¡Oye, árbitro! —grita. El árbitro se gira para encararla—.
¿Quiere pizza?
Él sonríe y se acerca para comer con nosotros. Wren se sienta sobre la mesa
de picnic. Su chico del domicilio le entrega una soda de lima, y la recibe. Él se
sienta a un lado del grupo e intenta lucir como si fuera parte.
—No le prestes atención —dice ella—. Está conmigo.
—Cualquier que esté contigo, Wren, puede quedarse —canturrea mi jefe
mientras le quita su gorra de béisbol y le revuelve el cabello. Su guardia de
seguridad de inmediato salta, pero ella rápidamente lo aquieta con una mirada.
Vuelve a sentarse, pero la mira fijamente.
Me subo a la mesa y me siento a su lado.
—Gracias por la pizza —digo—. No tenías que hacerlo.
Se encoge de hombros.
—Tu equipo me soportó.
—Apenas —dije.
Hace una mueca.
—Se me olvidó decirte lo mucho que me gusta el béisbol.
—¿En serio? Nunca lo habría imaginado. —Empujé suavemente su hombro
con el mío.
Su rostro se pone colorado.
—Nuestro papá solía llevarnos a Star y a mí a todos los juegos de Tag
cuando éramos pequeños. Y cuando tuvimos la suficiente edad, también jugamos.
Bueno, lo hicimos hasta que… ya sabes.
—Tus padres biológicos murieron en un accidente, ¿verdad?
Asiente.
—Sí.
—¿Jugaste después que murieron?
—No. —Su voz se suaviza—. Las cosas fueron diferentes después de eso.
Luego Star y yo fuimos adoptadas, y descubrimos la música. —Sé que su hermano
mayor Tag no fue adoptado por la misma familia, y que pasaron años separados—
. Nunca jugamos de nuevo, pero todavía me encanta verlo.
Se echa hacia atrás y descansa en sus palmas.
—Si alguna vez tengo un niño, mi hijo tendrá que ser un jugador —dice—.
No hay forma que no. —Me quita la gorra de la cabeza, la gira y la pone hacia
atrás en su cabeza—. ¿Puedes verme como una entrenadora? Sería buena,
¿verdad?
—O puedes dejar que tu alma gemela haga lo del entrenamiento —digo.
Su rostro decae.
—Ninguna alma gemela. Sólo yo. —Se levanta del banco.
—Tal vez en ese entonces… —Empiezo. Dejo las palabras colgando en el aire
entre nosotros.
—No creo que quiera un alma gemela. Al menos no pronto —dice en voz
baja—. Creo que me gusta ser sólo yo. Estoy bien con eso.
—¿Entonces ese momento en que saltaste a mis brazos y envolviste tus
piernas alrededor de mí…? —digo. Espero.
Me mira tímidamente.
—Habría hecho eso con cualquier que hubiera hecho un jonrón.
Pero no lo hizo. Otras personas habían hecho jonrón también y no hizo nada
parecido.
—Mentirosa —digo—. Creo que te gustó tenerme cerca de ti. Creo que
deberías hacerlo más seguido.
Niega.
—No creo que eso sea una buena idea.
—¿Por qué no?
—Necesito estar por mi cuenta un tiempo. Ver como es.
—¿Estar sola?
—Estar soltera.
—Oh.
—Pero podemos seguir siendo amigos, ¿verdad? —Empuja mi hombro.
—Sí, claro. —Alzo mi meñique—. Lo juro por el meñique.
Sonríe y enlaza su meñique con el mío.
—Lo juro por el meñique —dice—. Entonces, ¿cuándo es el próximo juego?
—La próxima semana.
—¿Puedo ir?
—¿Puedes comportarte?
Resopla.
—No.
No la aceptaría de ninguna otra forma.
—Puedes venir.
Terminamos la pizza y las sodas, y el equipo le agradece por alimentarlos.
—Te veremos el próximo juego, ¿verdad? —pegunta mi jefe.
Wren me mira a los ojos, y hay una pregunta ahí. ¿Quiero que venga?
Demonios sí, quiero que venga.
La agarro en una suave llave y revuelvo su cabello.
—Estará ahí.
Sonríe y aparta su cabello de su cabeza.
—No me he divertido tanto en mucho tiempo —dice mientras levanta su
cabello oscuro ondulado de su cuello. Pequeños mechones húmedos se pegan a su
piel—. Gracias por traerme.
—Gracias por venir.
Caminamos en silencio a su auto, y ella entra primero. Dejé mi auto en su
edificio, así que vamos allá. El conductor se detiene y nos deja en su puerta.
Se congela cuando ponemos un pie en su acera.
—¿Qué pasa? —pregunto.
Pero bien podría haberme quedado en el auto. Ella mira fijamente al
hombre apoyado contra el edificio.
—Wren —dice el tipo.
—Shane —contesta—. ¿Qué haces aquí?
—Necesitamos hablar.
—Bien. —Su voz tiembla un poco y tomo su codo, pero ella se aparta de mí.
Luego se da cuenta de lo que hizo, y se gira a mirarme—. De verdad me divertí
mucho en el juego. Gracias.
Quiero estirarme hacia ella. Quiero decirle que no importa lo que está
pasando ahora, la ayudaré. Haré cualquier cosa que necesite.
—Necesito hablar con él —susurra.
—¿Puedo hacer algo para ayudar? —pregunto en voz baja.
Inclina su cabeza hacia la calle.
—Puedes irte.
—Bien. —Me inclino para besar su frente, pero da un paso atrás.
Sus ojos se mueven entre él y yo.
—Buenas noches —me dice.
Luego él la sigue hacia el elevador y la puerta se cierra tras ellas.
—Odio a ese hijo de puta —dice Henry.
—¿Quién es?
—Es su ex, el padre del bebé que perdió. Pedazo de mierda mentiroso, e
infiel, es lo que es. Estaba preguntándome cuándo aparecería de nuevo. —Niega y
va a pararse tras su escritorio de nuevo.
—Entonces… ¿cuáles son mis posibilidades, Henry? —pregunto.
El ceño de Henry se frunce.
—¿Posibilidades de qué? —Henry revisa el correo mientras me quedo de pie
y espero.
—Posibilidades con ella.
Finalmente, la mirada de Henry se levanta.
—Pensé que eran solo amigos. Cuando almorzamos hoy, ella dijo
específicamente que eran BFF, lo que sea que eso signifique. —Sus ojos se
entrecierran—. Te gusta —dice. No es una pregunta.
Asiento, girando mis llaves en mi dedo. Hacen un suave tintineo mientras
giran.
—Me gusta.
Suelta un suspiro.
—Puede que le gustes, pero está enamorada de él. Sin importar qué haga,
siempre vuelve con él. —Finalmente me mira—. Puede que quieras ahorrarte el
tormento y seguir con tu vida.
—No lo creo. —Giro mis llaves un poco más y tomo asiento en el vestíbulo de
Henry—. Creo que esperaré. —Saco mi teléfono para poder matar el tiempo
mientras espero. No me sentaré mucho tiempo, me digo. Sólo lo suficiente para
saber qué pasa.
Apenas veinte minutos han pasado cuando Shane sale hecho una furia del
elevador. Le muestra a Henry el dedo del medio y sale por la puerta.
—Bueno, es un brillante ejemplo de madurez —declara Henry. Niega y
suelta un suspiro—. Iré a verla.
—Henry —lo llamo. Se gira a mirarme—. ¿Estaría bien si lo hago yo?
—¿Hacer qué? —pregunta él distraídamente.
—Verla. Ahora.
Él mira hacia el ascensor que espera y vuelve hacia mí.
—Supongo que está bien.
—Gracias —le digo. Meto mis llaves en mi bolsillo y entro en el ascensor.
Henry grita su número de apartamento mientras las puertas se cierran.
Pongo mis dedos en el riel del ascensor y canto una pequeña canción a
medida que sube.
Tengo miedo de lo que vaya a encontrar.
Llamo a la puerta y espero, y de pronto la puerta se abre y ella está en el
umbral. Tiene un galón de helado metido en el doblez de su brazo y un cucharón
lleno en su boca.
—Mick —murmura alrededor de su bocado—. ¿Qué haces aquí?
—Estoy revisándote.
Retrocede y me invita inclinando la cabeza.
Se va y se sienta en el sofá.
—Estoy bien —dice.
—Shane parecía enojado.
Mueve los ojos.
—Shane siempre parece molesto.
—¿Qué quería? —Me siento a su lado.
Se encoge de hombros.
—Lo mismo que siempre quiere.
—Sexo. —La miro fijamente.
—Bueno, eso también —dice—. Pero sobre todo pedir otra oportunidad.
—¿Y qué le dijiste?
Suelta un suspiro a través de sus labios, haciéndolos sonar.
—Le dije que volviera a casa con Kathy. —Levanta el cucharón en mi
dirección—. ¿Quieres? —pregunta.
Miro la pala que está usando por cuchara y luego me inclino. Ella me deja
tomar un bocado del extremo, y entonces lame la parte trasera de la misma.
—Esto es lo que hacen los BFF, Mick. Uno tiene un mal día, y el otro lo
compadece. ¡Helado! —Recoge más y lo sostiene hacia mí. Niego—. ¿Quieres que
consiga tu propia cuchara?
—No, gracias. —Pongo una mano sobre mi nariz—. Debería irme. Pareces
estar bien.
Asiente.
—Estoy bien. —Se ríe—. Sabes, esa es la primera vez que vino arrastrándose
porque no me metí en la cama con él.
—¿Qué es diferente ahora? —pregunto. La agarro de la muñeca y dirijo el
cucharón hacia mi boca, tomo un bocado, y luego la suelto.
—Creo que yo —dice pensativa. Luego se ríe, pero es un sonido sin placer—.
Soy diferente. No sé cuándo pasó, pero cuando lo vi esta noche, mi intestino no se
torció, mi corazón no se detuvo, y mis partes femeninas no se volvieron locas.
—¿No lo hicieron? —Tengo que toser para aclararme la garganta. Su corazón
puede que no se haya detenido, pero creo que el mío acaba de hacerlo.
Sacude la cabeza.
—Ni un poco. —Tiene una mirada soñadora en su rostro—. Era muy bueno
en la cama. Como, fantástico. Fenomenal. Era casi extraterrestre lo que podía
hacer con su pene. ¡Esperaba que ese cabrón brillara! Viendo hacia atrás,
probablemente fue porque se metía en todos los agujeros que podía. Tuvo
toneladas de práctica.
Paso la mano por mi frente.
—Está bien, eso es extraño —digo más para mí que para ella.
—¿Por qué?
—Porque tú eres tú y yo soy yo y no suelo hablar de los enormes atributos de
otros individuos.
—No dije que fuera enorme. Dije que sabía cómo usarlo. —Vuelve a lamer el
cucharón.
—Es la misma diferencia.
—Oh. Lo siento. —Su rostro cae. Señala su helado, que todavía está en el
recodo de su brazo—. ¿Estás seguro que no quieres una cucharada?
Niego.
—Entonces, ¿estás bien?
—Por supuesto. —Se inclina hacia atrás y dice—: Entonces, ¿quieres hablar
sobre el pene de Shane un poco más? —Sostiene su dedo meñique y me lo
muestra. Empieza a decir algo, pero le agarro la mano, empujando su dedo hacia
abajo y me inclino para presionar mis labios contra los de ella.
Se congela por un segundo, pero luego me besa también. Su boca se abre y
su lengua toca la mía. Es tentativa primero, pero mi sangre sube a mi cabeza y a
todas mis otras partes del cuerpo a la vez.
Ella retrocede primero. De hecho, pone su mano contra mi pecho y empuja.
—Vaya—dice. Se lame los labios, mete su cucharón en el envase del helado, y
lo deja en la mesa de café—. ¿Por qué hiciste eso?—exclama—. ¡Los mejores
amigos no se besan!
Deslizo una mano por mi rostro.
—Lo siento, pero no quiero ser tu mejor amigo.
—¿No quieres?
—Y no quiero hablar del tamaño del pene de nadie.
—Bien…
—Y no quiero dejar que pienses que no estoy interesado.
—Interesado.
—Interesado.
—¿En qué?
—¡En ti!
—¿Por qué?
Me paso la mano por el cabello.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué estás interesado en mí?
—Porque eres... eres tú, maldita sea. Eso es todo lo que es.
Ríe.
—Nunca he sido suficiente para mantener a nadie interesado, Mick.
—Tal vez deberías dejarme decidir si estoy interesado o no.
Toco la punta de su nariz.
—¿Qué hay sobre eso?
Ella niega.
—Lo siento mucho. Te di la impresión equivocada.
Me siento.
—¿Equivocada?
—Acabo de salir de una relación de mierda—dice—. ¡No estoy lista para algo
nuevo!
—Bueno, prepárate, Wren.
Ella se pone en pie.
—Tienes que irte. Vete.
Me levanto, completamente confundido.
Ella me empuja por el hombro.
—Fuera. Ahora. Fuera. Vete.
—¿Estás enojada?
—No—dice con un suspiro—. Estoy confundida. Y tal vez un poco irritada,
pero no enojada.
—¿Cuál es la diferencia entre irritada y enfadada?—pregunto.
—Irritada es cuando se te mete arena en el pantalón corto. Enojada es
cuando alguien tira de tu pantalón corto abajo enfrente de la gente en la playa.
—Oh. Así que estás irritada por el hecho que te besé.
—No, me irrita que estés estropeando nuestra relación de mejores amigos
dominantes.
—¿Mejores amigos dominantes?
—Sabes, ese reino donde somos BFF y hacemos muchas cosas divertidas sin
tensión sexual. —Me mira como si ya supiera de qué está hablando—. Y ahora
¡hay tensión sexual! —Me empuja el hombro otra vez—. Fuera. Vete. Necesito
pensar. Y mi helado se está derritiendo. Fuera. —Me empuja hacia la puerta.
—¿Hablas en serio?—Voy a donde me empuja, pero bajo protesta.
—Totalmente. Necesito pensar. Sola. Fuera.
Me empuja a través de la puerta y me vuelvo para mirarla en el salón. Me da
con la puerta en la cara.
Maldita sea.
Vuelvo abajo y encuentro a Henry esperando en el ascensor.
—¿Cómo está?
Me rasco la nariz.
—No estoy seguro.
—¿Está bien?
—Oh, está bien.
—¿Qué pasó?
—Me echó.
Henry sonríe.
—No es gracioso.
Suelta una carcajada.
—Oh, seguro que lo es. —Se ríe en alto algo más—. Hiciste algo estúpido y te
echó. ¿Qué hiciste?
—La besé.
—Ohhhh—dice. Y asiente como si entendiera, pero todavía no entiendo nada
en absoluto.
—¿Qué hago ahora?
—Depende.
—¿De?
—De lo que quieras.
—Sé lo que quiero.
—¿Qué?
—A ella. La quiero a ella y todo ese loco BFF-pene-cucharada de helado de
estupidez que es. Sólo la deseo a ella. —Quiero una oportunidad para conocerla.
Quiero invitarla a salir. Quiero saber quién es—. Es extraño.
Henry me mira fijamente.
—¿Estás borracho?
—No.
—Quizás deberías empezar por ahí. Eso siempre ayuda.
Saca una botella y dos vasos de un cajón de su escritorio.
—Únete a mí—dice.
—Por supuesto. ¿Por qué no?
Henry toma un trago y yo también. Dejo el vaso sobre su escritorio.
—¿Otro?
—Por supuesto.
—Lo primero que tienes que recordar es que no puedes pelear con una
mujer a menos que lo que estés peleando valga la pena. Simplemente no puedes.
No ganarás. Nunca. Jamás.
—Bien.
—Entonces, empieza ahí.
—¿Ahora?
Me sirve otro trago.
—Yo esperaría hasta mañana.
Se mueve hacia mí para sentarse en el sofá cercano.
—Toma asiento. Te contaré acerca de mi Nan. —Agarra la botella y me
sigue—. Acomódate. Es una larga historia.
Capítulo 8
Wren
M
i teléfono suena, sacudiéndome del libro que estaba leyendo. Es
tarde, así que lucho por tomar el teléfono de la mesita de noche,
preocupada que pueda ser una de mis hermanas.
—Hola —respondo.
—Tengo aquí abajo algo que te pertenece —comenta Henry con un suspiro
pesado. Me siento y apoyo los pies en el suelo.
—¿Qué es?
—Es Mick. El chico no puede soportar el licor. Necesito que vengas por él.
—¿Lo emborrachaste, Henry? —pregunto.
Escucho a Mick cantar fuertemente a través del teléfono.
—Ahora no es el momento de discutir cómo sucedió —contesta Henry.
—Estaré ahí en seguida.
Me levanto y me pongo una bata sobre mi camiseta y pantalón corto, y me
pongo un par de sandalias. Voy a la planta baja y entro en el vestíbulo del edificio.
Son las dos de la madrugada, así que no espero encontrarme con nadie más que
Henry. Bueno, Henry y Mick.
Henry levanta la mirada desde donde está sentado en un sofá leyendo una
revista.
—Al menos es un borracho divertido —menciona. Asiente hacia donde Mick
está tumbado en otro sofá. Está cantando una sucia canción sobre un tipo
llamado McSeeney que se echó algo de ginebra en su pene.
—Oh, Dios mío —exclamo.
Mick abre los ojos y me sonríe.
—Hola, Wren.
—Vamos, Mick —digo—. Es hora de ir a casa. —Miro a Henry—. ¿Pediste un
taxi para él?
Henry niega.
—Lo intenté. Pero no había ninguno disponible.
—Encuentro difícil de creer que no haya ningún taxi disponible en la ciudad,
Henry.
—¿Me estás llamando mentiroso? —Henry resopla. Pero tampoco me mirará
a los ojos.
—Al que le caiga el guante.
—Deberías llevarlo a casa contigo y dejar que duerma la borrachera —señala
Henry. Se ocupa en limpiar la mesa de café y organizar las revistas.
—Quieres que lo lleve a casa conmigo —repito.
—Bueno, es la opción más lógica. No puedo dejarlo aquí tumbado cantando
a todo pulmón, ¿no es así?
Supongo que no.
—Bueno, levántalo y llévalo arriba.
Henry levanta a Mick y Mick se tambalea por toda la habitación hasta el
elevador.
—Cuidado, chico grande —advierte Henry.
Mick canta suavemente para sí mismo mientras subimos en el elevador. Hay
más versos sucios e insinuaciones, y atrapo a Henry riendo en su puño.
—No puedo creer que le permitieses ponerse así —mascullo, frunciéndole el
ceño a Henry.
—No puedo evitarlo si el chico no puede soportar el licor —se disculpa
Henry. Luego masculla cuando Mick se inclina sobre su hombro. Lo empuja para
volver a enderezarlo.
—¿Por qué siquiera estabas bebiendo con él? —cuestiono—. Esa es la parte
que no entiendo.
—Estábamos hablando sobre la vida, el amor y mi Nan… —La voz de Henry
se va apagando.
—Y eso involucraba el licor.
Henry me sonríe.
—Todas las mejores historias lo hacen.
—Bueno, espero que estés feliz contigo mismo. Si vomita en mi suelo, voy a
hacer que tú lo limpies.
—No vomitará —asegura Henry.
Caminamos hacia mi puerta y la abro.
—Oh, mira la hora —exclama Henry—. Tengo que volver abajo.
—La venganza es una perra, Henry —murmuro mientras él se retira
precipitadamente.
—No eres una perra —dice Mick. Eructa en su puño cerrado—. Eres
increíble, y genial, y mi mejor amiga. —Alcanza el cinturón de mi bata y salto
cuando él lo deshace. Pasa la mirada por mi cuerpo, y con voz ronca dice—: Y eres
sexyen ese pequeño pantalón corto. —Vuelve a cerrar la bata y ata el cinturón—.
Tienes que alejar la cosa excitante. Es peligroso cuando estás siendo un Mejor
Amigo Para Siempre. Un serio peligro para los BFF. Como, puede que te seduzca.
No puedes estar haciendo eso con un Mejor Amigo. —Señala el sofá—. ¿Puedo
tumbarme? —Se tambalea un poco.
—Ve a mi habitación. Puedes dormir allí. —No tengo sábanas en ninguna de
las camas de las demás habitaciones.
—¿Tus sábanas huelen a ti? —pregunta mientras entra en la habitación.
—No lo sé. ¿Cómo huelo?
—Como piel limpia y mujer sexy. —Alcanza detrás de él y se quita la camisa
por la cabeza y luego se baja el pantalón hasta las espinillas. Después se tumba en
la cama con nada más que su calzoncillo, con el pantalón por los tobillos y los
zapatos todavía puestos.
—Oh, demonios —farfullo mientras me agacho y le quito los zapatos. Luego
le quito el pantalón—. Arriba. —Le golpeo las piernas. Las levanta y las mete bajo
mis sábanas.
Me sonríe.
—Ya veo por qué te gusta tanto Henry —comenta.
—¿Y por qué? —pregunto mientras lo arropo con las mantas.
—Es un tipo genial. Y te ama.
Me da un vuelco en el corazón.
—Yo también lo quiero. —Incluso aunque en este momento se esté metiendo
en mi vida. Dejo una papelera junto a la cama, solo en caso que Mick se ponga
enfermo. Luego me giro para salir de la habitación.
—¿Dónde vas? —pregunta Mick, sus palabras adormecidas e
incomprensibles.
—Al sofá.
Niega, pero eso hace que gima y se ponga una mano en la frente.
—No duermas en el sofá. Prometo que me portaré bien. Duerme conmigo.
Por favor.
—Estaré bien en el sofá.
—Está bien, me levantaré —dice. Comienza a sentarse.
—¿Por qué te estás levantando?
—Porque no puedo dejar que duermas en el sofá. Yo iré al sofá, o puedes
venir aquí y dormir conmigo.
Se mueve para levantarse, pero lo detengo. ¿Qué daño haría dormir con él?
Ninguno.
Apago las luces, me quito la bata y la dejo en el taburete al fondo de la cama.
Me quedo en mi lado, pero de repente, Mick gime y me rodea la cintura con
un brazo. Me tira contra él, su frente tocando mi espalda, y me sostiene
apretadamente.
—Mick —susurro.
—¿Qué? —contesta con un susurro.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a dormir.
—¿Eso es todo lo que estás haciendo?
—Ajá —murmura—. Abrazarte y dormir. Eso es todo lo que quiero hacer. —
Presiona sus labios en la cima de mi cabeza. Puedo sentir la presión, pero no el
beso, y escucho el sonido que hace su boca—. Duérmete.
Así que eso hago. Me pongo cómoda y me duermo, con los brazos de Mick
envueltos a mi alrededor. Y duermo mejor que lo que lo he hecho en mucho
tiempo.
Capítulo 9
Mick
M
e despierto con una corriente de aire frío en la espalda. Mi frente
está caliente, porque estoy presionado contra un cuerpo suave.
Alzo la cabeza y aparto el largo cabello oscuro de mi rostro.
—Amigo, ¿qué demonios? —dice una voz femenina en la puerta. Miro hacia
allí para encontrar a mi hermano Ryan y la hermana de Wren, Lark, de pie en la
puerta. Ryan se apoya casualmente contra el marco, con los brazos cruzados y me
sonríe.
Wren se despierta sobresaltada. Alcanza detrás de ella y me da una palmada
en la cadera. Luego se gira sobre el estómago para poder mirarme.
—Esto no puede terminar bien —murmura. Luego hunde la cabeza en la
almohada y gime. Su cabello es un desastre de mechones alrededor de su rostro, y
nunca ha estado más hermosa.
—Sal —le digo a Ryan en lenguaje de signos—. Llévate a tu esposa contigo.
—De ningún modo —contesta él. Sigue sonriéndome desde la puerta.
—Tienes hasta que cuente cinco, y luego voy a salir de las sábanas. Y puede
que no lleve puesta ropa interior. No puedo recordarlo.
Antes que llegue a dos, Lark toma a Ryan y lo arrastra fuera dela habitación.
La puerta se cierra de golpe tras ellos.
—La última vez que lo comprobé, llevabas ropa interior —murmura Wren
contra la almohada. Su rostro tiene marcas por las sábanas y cierra los ojos con
fuerza.
—Lo sé —contesto. Le aparto el cabello del rostro—. Solo quería que se
fueran.
—¿Recuerdas qué pasó anoche? —pregunta. Se gira sobre la espalda, e
inmediatamente noto que no lleva sujetador. Aparto un poco las caderas, así no
se dará cuenta de cómo me afecta.
—Tuve una fiesta de pijamas con mi mejor amiga, creo. —Me froto la nariz
con la mano, intentando despertarme.
Resopla.
—Te emborrachaste con Henry y luego te quedaste dormido en mi cama.
—Ninguna de las dos versiones de lo sucedido suena muy romántica.
Levanta la cabeza y me mira fijamente.
—¿Ibas por el romance?
—Quizás un poco.
Me empuja por el hombro.
—No puedes ser romántico con tu mejor amiga. No funciona así.
Alguien debería decirle eso a mi polla, porque está buscando algo de
romance.
—No puedes culpar a un chico por intentarlo. —Me siento en el borde de la
cama. Wren me hace cosquillas con los dedos en la espalda baja—. Haz eso un
poco más. Se siente muy bien. —Me inclino hacia su mano.
Sonríe y desliza los dedos sobre mi piel. Y no puedo pensar en nada más
excepto en lo bien que se siente despertarse con ella y cuánto quiero hacerlo
todos los días.
Un fuerte golpe suena en la puerta.
—¿Están decentes? —grita Lark.
—¡Ni siquiera cerca! —contesto gritando.
Wren se ríe contra la almohada.
—Será mejor que nos vistamos. No van a irse.
Me levanto y tomo mi pantalón de la pila del suelo, y luego me pongo la
camisa por la cabeza. La arreglo alrededor de la cintura y observo a Wren lamerse
los labios mientras pasa la mirada por el vello que lleva hasta debajo de mi
cintura.
—Los mejores amigos no se lamen los labios mirando al otro.
Hunde el rostro en la almohada.
—No hice tal cosa —murmura.
Oh, lo hizo. Y me gustó. Quiero que lo haga más.
—¿Me estás haciendo salir a enfrentarlos solo?
Asiente.
—Necesito una ducha. Y cepillarme los dientes.
—¿Quieres que me vaya a casa?
Rápidamente alza la cabeza.
—No te atrevas. Es culpa tuya que estén aquí. Ve a entretenerlos mientras
me preparo.
Engancho los zapatos con los dedos y los llevo hasta la puerta. Pero en el
último minuto, me giro y vuelvo hacia ella, me inclino y la beso en la frente y ella
deja salir un pequeño sonido feliz, que es entre una sonrisa y un suspiro.
—Gracias por dejarme quedarme a dormir.
—¡No jodas la cosa demejores amigos, Shepherd! —gimotea.
Me rio y salgo por la puerta.
Lark y Ryan están en la cocina, discutiendo con las manos. Me detengo y los
observo por un minuto.
—¡Ahí! —dice Ryan—. Ahora puedes entrar.
—¡Podía haber entrado hace cinco minutos! —le grita ella, moviendo las
manos salvajemente.
—¡Estaban en la cama, Lark! ¡El imbécil probablemente estaba desnudo! —
Me apunta con el pulgar.
—¿Por qué soy un imbécil? —pregunto.
Lark pone los ojos en blanco y entra en la habitación, cerrando la puerta
detrás de ella con un suave sonido.
—Ahora dime cómo demonios sucedió eso —exige Ryan.
Voy al frigorífico y tomo una botella de agua. Me duele la cabeza y Ryan no
lo está haciendo mejor.
—¿Cómo sucedió qué? ¿Y cómo entraron?
—Lark usó su llave. Y evitar el tema no te sienta bien —Me mira
fijamente—. ¿Cómo terminaste en la cama con Wren?
—Henry. —Simplemente le doy una palabra.
Arquea las cejas.
—¿Henry te consiguió la chica?
Le tiro mi botella de agua vacía y rebota en su pecho.
—No sucedió nada. Estaba bebiendo con Henry y no podía conducir a
casa. Eso es todo.
Sonríe.
—Henry se metió en medio. El hombre es un genio. Bajo esa cabeza calva
descansa el cerebro de un verdadero intelectual.
—De nuevo, no sucedió nada.
—Aun así. —Sonríe. Pero de repente se pone serio—. Quieres que algo
suceda, ¿cierto?
Quiero que sucedan muchas cosas.
—Quizás.
Capítulo 10
Wren
—A
sí que, ¿terminaste en la cama con Mick? —pregunta Lark
mientras me observa secar mi cabello.
De repente me doy cuenta que me está mirando.
—¿Qué? —pregunto—. ¿Por qué esa mirada?
—Le gustas. Como, de verdad, en serio le gustas. Estás consciente de eso,
¿verdad?
Encojo mis hombros.
—Me gusta también.
—No. —Niega—. Estaba devastado cuando dejaste de tomar sus llamadas.
Coloco mi máscara a un lado.
—Salimos en cinco citas antes de que… tú sabes.
—Antes que perdieras al bebé.
—Sí, antes de eso —susurro.
—Dilo, Wren —dice, su voz sonando fuerte.
—No necesito decirlo. Lo viví, ¿está bien? No necesito recordatorios.
Niega.
—No estoy segura que lo hayas vivido. No en verdad. Creo que lo empujaste
a un lado y trataste de pretender que no pasó, y eso está matándote.
—Estoy bien.
—No lo estás.
—Ni siquiera lo quería. No realmente.
—Lo querías.
—No, no lo hacía.
—Entonces, ¿por qué tienes un cuarto de niños completamente preparado?
¿Por qué tenías el valor de tres años de ropa en el armario del bebé? ¿Por qué
pusiste la letra de esa canción en la pared?
—Porque eso es lo que haces cuando cometes un error. Lidias con ello.
Toma una rápida y sorprendida respiración.
—Nada de eso fue un error.
—Habría sido una madre terrible. —Parpadeo, porque mis ojos de repente
están escociendo.
—Serás una madre maravillosa, Wren. —La voz de Lark se suaviza—. Nunca
dudes de eso.
—¿Qué te hace pensar así? —Miro a todas partes excepto hacia ella.
—Porque tuviste dos ejemplos perfectos de maternidad. Tuviste a tu madre
de nacimiento, y luego tuviste a Marta. Has visto lo mejor, y has aprendido de las
mejores. No hay manera que no pudieras ser la mejor.
—Lo que sea —digo frívolamente, tratando de pretender que no importa.
—Deja de hacer eso.
—¿Dejar de hacer que?
—Deja de tratar de ocultar tus sentimientos. Deja de tratar de apartarte.
Deja de pretender que no importó, maldita sea. Solo detenlo.
—¿Por qué viniste aquí? —pregunto. La miro en el espejo.
—¿Qué? —pregunta, muda de asombro por mi cuestionamiento.
—¿Por qué estás aquí ahora? ¿Hoy? ¿Por qué tú y Ryan vinieron?
Se mueve inquieta.
—Está bien, es que…
Arqueo mi ceja hacia ella.
—Es que, Mick y Ryan tienen uno de esos planes familiares de compartir
teléfono, y vio que el teléfono de Mick estuvo en esta dirección toda la noche, y
nosotros queríamos ver lo que estaba pasando.
—Nada está pasando. Somos amigos. Eso es todo.
—Está bien.
—Y rastrear su teléfono no es agradable. ¿Él sabe que hiciste eso?
Movió una mano ligeramente en el aire.
—Oh, ambos lo saben. Se lo hacen el uno al otro. La semana pasada, fueron
a encontrar a su mamá y papá cuando vieron que estaban en una tienda juntos.
Solo se presentaron y se les unieron. Y la semana pasada, Mick se presentó en la
oficina de mi doctor, cuando vio que Ryan y yo estábamos ahí.
—Espera. —Levanté una mano—. ¿Por qué estabas en la oficina del doctor?
Comenzó a moverse inquieta de nuevo.
—No estás enferma, ¿verdad? —Puedo estar molesta con ella, pero es mi
hermana y no quiero que nada le pase.
—Sabes que hemos estado tratando —dice tranquilamente.
Mi intestino se retuerce. Trago.
—Estás embarazada.
Asiente.
—¿Y lo averiguaste la semana pasada?
Asiente de nuevo.
—¿Y ahora es que me lo estás diciendo?
—No quería lastimarte —susurra.
—¿Por qué el que tú estés embarazada me lastimaría? —digo, mi voz alta.
—A causa de lo que pasó. —Mueve su mano hacia mi vientre vacío.
—¿Crees que solo porque no estoy embarazada, no estaría contenta porque
tú lo estés? —Odio, odio, odio, odio que le diera esa impresión.
—No, yo solo… estaba tratando de ser considerada. Eso es todo. —Se encoge
de hombros.
—Bueno, detente. Deja de andar de puntillas a mialrededor. No estoy rota.
—Entonces deberías dejar de actuar como si lo estuvieras.
Suelto un suspiro.
—Siento que te diera esa impresión.
—Wren —susurra. Niega.
—Deberías irte.
Asiente.
—Está bien.
—Felicitaciones, por cierto.
Sonríe y coloca una mano sobre su vientre plano.
—Gracias.
Sale de la habitación, y la escucho irse con Ryan.
Mick se para en mi puerta.
—¿Todo está bien? —pregunta, sus ojos suaves y amables.
—Bien.
—Te dijo.
Asiento.
—Me dijo.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
Tomo una respiración profunda.
—Increíblemente triste que la hiciera sentir como que no debería decirme. Y
en verdad feliz por ambos. —Le sonrío.
—Voy a ser tío. —Frota sus manos juntas como si estuviera emocionado—.
Tengo que enseñarle a lanzarle guisantes a Ryan. Y cuando sea un poco mayor,
puedo enseñarle todas las malas palabras en lenguaje de señas. Ryan va a
molestarse mucho. Será genial.
—Vas a ser uno de esos tíos. —Me río—. Del tipo travieso.
—Del tipo divertido. —Entrecierra sus ojos hacia mí—. Sin embargo, no me
importaría ser travieso si tú estás involucrada, también.
Mi vientre se emociona.
—Detente. Los BFF no hacen eso.
Me sonríe.
—¿Quieres ir a algún lugar conmigo hoy?
—¿A dónde?
—Cualquier lugar. —Sonríe—. Voy a aceptar lo que sea que pueda conseguir.
Es tan condenadamente lindo. Desearía que estuviera lista para él.
—¿Desayuno? —pregunta.
Asiento.
—Claro.
Capítulo 11
Mick
A
noche después que el exnovio de Wren se fuera y ella me botara de su
apartamento, técnicamente cuando estaba siendo entrometido y
celoso, Henry me contó la historia de cómo se ganó a Nan.
—Ella no quería tener nada que ver conmigo —confesó Henry—. Era como si
tuviera piojos o algo y no quería contagiarse.
—¿Cómo la conociste?
—La vi a través de una habitación llena de gente, y estuve acabado. Ido.
Terminado. Era la única. Tenía este aire sobre ella. No era la curva de su cabello o
el brillo de sus zapatos. Era solo ella. Fue eso para mí. Lo supe en el momento en
que la vi. Lo malo fue que no estuvo de acuerdo.
—¿Qué te hace decir eso?
Él bufó.
—Me despreció. Enfrente de todos. Le pedí bailar y dijo que sus pies estaban
cansados. Le pedí cenar conmigo y dijo que no tenía hambre.
—¿Qué hiciste?
—Hice lo que cualquier hombre que piensa haría. Averigüé dónde estaría y
entonces me puse en su camino todo el maldito tiempo. Si ella iba a una fiesta, yo
estaba ahí. Si iba a la biblioteca, yo estaba ahí. Si iba ver una película, me aseguré
de ver la misma, solo en caso que alguna vez consiguiera llevarla a salir, quería
tener algo de qué hablar con ella, ¿sabes?
No sabía, pero podía imaginarlo.
—¿Cuánto tiempo pasó antes que cayera?
—Nunca cayó. Testaruda como el día es largo. —Se rió—. Pero entonces un
día, la vi sentada en un pequeño café. Tenía un libro en su regazo. Estaba usando
un vestido rosa con un cinturón blanco y zapatos blancos con brillantes hebillas
en sus pies. Dios, era bonita. —Él consiguió una mirada lejana en sus ojos—. Me
paré ahí mirando por la ventana hacia ella, y no levantó la vista. Estaba absorta
en su libro, así que solo la miré. Ella era algo, y sabía que era mi futuro. Solo tenía
que convencerla de eso.
—Entonces, ¿qué hiciste?
—Me dispuse a cortejarla. En ese entonces, no caímos en la cama juntos en
una primera cita. Lo trabajamos. Llevamos las cosas lentas y estables, y
conseguimos conocernos el uno al otro. Caminé directo dentro de esa cafetería,
me quité el sombrero…—Frotó su calva—. Tenía más cabello en ese entonces. —Se
rió—. Empujé mi sombrero en mi bolsillo trasero y entré en esa cafetería como si
me perteneciera. Me paré ahí mirándola, y cuando no levantó la mirada de su
libro, tuve una idea. Salí, fui dos puertas abajo, y compré el mismo maldito libro
en la pequeña librería de la esquina. Luego volví. Saltó cuando saqué la silla
frente a ella. Me preguntó qué estaba haciendo.
»Levanté mi libro mientras me sentaba frente a ella. Le dije que no podía
hablar en ese momento, porque tenía un libro que quería terminar. No dijo una
palabra. Solo me miró. Me senté ahí frente a ella, y saqué ese estúpido libro y
comencé a leer. Ella hizo lo mismo. No hablamos. No me disparó dagas con sus
ojos. Entonces dejé que mis zapatos tocaran el costado de los suyos. Se sobresaltó
y trató de quitar su pie, pero descansé mi otro pie al otro lado, y sostuve sus pies
apretadamente entre los míos.
Me reí.
―Mirando hacia atrás, me alegra que no me pateara en las bolas. Lo
merecía. Después de unos minutos, se calmó, y me senté ahí por dos horas,
bebiendo café y leyendo, con sus pies acurrucados entre los míos. Y ella me dejó.
Leímos en silencio, y finalmente levantó la mirada hacia mí. Y si no estaba ya
enamorado antes de eso, lo habría estado justo entonces. Ella dijo: ¿La oferta
para cenar está todavía en pie?
»Mi corazón casi saltó justo fuera de mi pecho. Trastabillé con mis palabras,
solo tratando de averiguar la forma de decir que sí. No me importaba si parecía
emocionado. No me importaba si ella sabía lo desesperadamente que quería
pasar tiempo con ella. Porque de eso se trata el amor. Es sobre ser vulnerable con
alguien más. Y yo era tan vulnerable como nunca había sido.
»Esa noche, me dejó sostener su mano mientras la llevaba a casa. Y la besé
en la mejilla afuera de su puerta. Voy a casarme contigo un día, le dije. Te digo,
cuando sonrió, iluminó todo mi mundo.
—¿Cuánto tiempo pasó antes que te casaras con ella, Henry?
El rostro de Henry cayó.
—Oh, fue cerca de dos años. Tenía un ex novio que se presentó unas cuantas
semanas después, y ella terminó lo que tenía conmigo. Me botó como una papa
caliente.
—¿Pero todo se resolvió? —pregunté.
—Lo hizo. Pero el amor es un trabajo, justo como todo lo demás. Tienes que
trabajarlo si quieres tener éxito.
Henry aclaró su garganta.
—Cuando mi Nan murió, pensé que moriría con ella. Algunos días, es
todavía difícil vivir sin ella. —Giró su mirada hacia mí—. Cuando encuentras un
amor así, tienes que estar dispuesto a trabajar por él. Tienes que luchar. —Se
encogió de hombros—. Por supuesto, nada de eso valdría una mierda si en
realidad no lo quieres. Tienes que quererlo demasiado, o no valdrá la pena
tenerlo al final. Yo la quería más de lo que quería respirar. Todavía lo hago.
Siempre lo haré.
Sacudió su cabeza como si estuviera sacudiendo los recuerdos fuera de su
camino.
—La moraleja de la historia es que, si lo quieres lo suficiente, averiguarás
cómo hacer que suceda. Nada que valga la pena tener en la vida viene fácilmente.
Wren vale el esfuerzo, si ella es lo que quieres. Solo tienes que recordar que
perdió algo precioso, y al mismo tiempo está afligida por una relación que nunca
debería haber sido.
—Entonces, ¿qué hago, Henry? Dime cómo ganarla otra vez. ¿Necesito darle
tiempo para superarlo?
—Comienza por ser alguien de quien se pueda enamorar, hijo.
Nos sentamos en la cabina, ordenamos comida, y todo lo que puedo pensar
es sobre lo rápido que puedo atrapar sus pies entre los míos. Me sonríe sobre sus
panqueques e inclina la cabeza.
—¿En qué estás pensando?
Estaba pensando en lo malditamente hermosa que eres.
—Oh, en nada —digo.
—¿Estás seguro? —Me mira duro, sus ojos intensos.
Asiento y levanto un bocado de tocino a mis labios. Wren me sorprende
cuando agarra mi muñeca y la tira hacia su boca. Me mira a los ojos y muerde un
pedazo de mi tocino. Entonces sonríe, cubre su boca con su mano, y habla a
través de ella.
—He estado esperando por hacer eso desde la comida que tuvimos aquí. Lo
siento.
—Si hubiera sabido que te gustaba tanto el tocino, me habría ofrecido a
compartir.
Sus mejillas se vuelven rosa.
—¿Qué? —pregunto—. ¿Me perdí algo?
Ella traga.
—No es nada. Solo una historia que Henry me contó cuando almorzamos el
otro día. Él me dijo sobre la vez que llevó a su esposa a desayunar, y ella robó un
pedazo de su tocino. Fue realmente dulce.
—Divertido —digo—. Porque Henry me contó una historia anoche también.
Ajusté mis pies así mis zapatos delineaban uno de los suyos, sosteniéndolo
apretado, pero gentilmente. Se sobresaltó, pero no se movió.
—¿Qué estás haciendo?
—Henry me contó una historia sobre el día que su esposa finalmente lo
notó. Estaban sentados en una cafetería muy parecida a esta, y él atrapó sus pies
entre los suyos, y los sostuvo ahí.
—He escuchado esa historia. —Niega—. Pero estoy bastante segura que los
BFF no ponen los movimientos de otro con sus pies.
Arqueo mis cejas hacia ella.
—Así que, ¿ellos solo roban tocino?
Sus mejillas se vuelven rosas otra vez y baja la mirada a su plato.
—Yo no… no sé —responde suavemente.
—Yo tampoco sé.
Asiente, y termina su comida.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo. Tecleó una rápida respuesta al mensaje de
texto.
—Es mi mamá —explico—. Mierda.
—¿Todo está bien? —Baja su tenedor.
—No estoy seguro.
—¿Qué significa eso?
—Mamá y papá están fuera de la ciudad, y tengo una prima que está
teniendo un momento difícil. Mamá quiere que vaya a revisarla. —Saco suficiente
dinero para pagar la cuenta de la comida y lo pongo en la mesa—. Me tengo que
ir. Mamá está enloqueciendo porque mi tía la llamó. Está en otro estado, así que
no puede revisar a Patsy ella misma.
—Oh. —Lanza su servilleta en su plato—. Por supuesto. —Su pie está todavía
suavemente atrapado entre los míos—. Sería… terrible… —Se detiene y toma un
aliento.
—¿Qué sería terrible? —pregunto.
—No importa.
—No, dime.
Ella me mira a los ojos.
—¿Sería terrible si te digo que en verdad me gusta tener a mi BFF
sosteniendo mis pies entre los suyos?
Mi corazón salta en mi pecho.
—No sería terrible en absoluto —digo en voz baja—. Sería jodidamente
increíble.
Se ríe y se levanta de su asiento.
—¿Supongo que te veré después, entonces?
—¿Quieres ir conmigo? —pregunto. Mi estómago se retuerce mientras
espero su respuesta.
—¿Puedo ir contigo? —pregunta, sus ojos brillando.
—No quiero perder el tiempo que tengo contigo —digo, siendo tan honesto
como puedo—. Ven conmigo.
—Sí. Me gustaría eso.
Capítulo 12
Wren
E
so fue absolutamente la cosa equivocada por hacer, pero lo hice de
cualquier manera.
Ahora estoy dudando de mi decisión. Nunca debí haberle dicho
lo mucho que me gustaba acurrucarme con sus pies.
—¿Entonces, a dónde vamos? —pregunto mientras abrocho mi cinturón.
Suspira.
—Estamos yendo al otro lado del pueblo.
Me giro a mirarlo.
—¿Qué hay en el otro lado del pueblo?
—Mi prima, quien está atravesando un momento difícil. Tiene cuatro niños,
su esposo está en prisión, es una adicta en recuperación, pero no ha consumido
desde que quedó embarazada del bebé número cuatro. De cualquier manera,
mamá está preocupada por los niños. Intentó llamar a Patsy dos veces esta
semana, pero no contestó.
—¿Crees que podría estar consumiendo de nuevo?
—No lo sé. Espero que no.
—Cuéntame sobre los niños.
—Hay cuatro niños. Anna tiene ocho. Devon tiene seis. También tiene una
niña de dos años llamada Roxy, y entonces está el nuevo bebé, Chase. —Estaciona
en la calle—. Estaré de vuelta en unos minutos.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Podrías querer quedarte aquí. No tengo idea de cómo luce el
departamento hoy.
—Si piensas que estoy asustada de un poco de suciedad, todavía no me
conoces muy bien. —Abro mi puerta y salgo.
—La suciedad no es lo que me preocupa. Estoy preocupado de las
cucarachas, la mugre, los vecinos vendedores de droga, y del estado general de la
familia. —Camina alrededor del autopara pararse frente a mí—. ¿Estás segura de
querer venir?
—Estoy segura.
Asiente y endereza sus hombros.
—No tengo idea de lo que encontraremos. —Toma mi mano en la suya y
caminamos hacia la puerta principal. Mi corazón está en mi garganta y ni siquiera
sé por qué.
La pintura descascarada no es lo peor de ello. Lo peor es el olor que nos
golpea cuando la madre de los niños abre la puerta del departamento. La esencia
de basura y pañales sucios asalta mi nariz, y tengo que forzarme a mantener mis
manos a mis lados, en lugar de cubrir mi boca y nariz con ellas.
—Oh, eres tú —dice una mujer rubia, mientras abre la puerta ampliamente.
Los ojos de Mick encuentran los míos y veo un destello de preocupación.
—Hola, Patsy ¿cómo estás?
Se rasca ambos brazos a la vez, sus brazos cruzados.
—Oh, tratando de arreglármelas. Ya sabes cómo es. —Me mira—. ¿Quién es
esta?
Extiendo mi mano para saludar, y Patsy la toma vacilantemente.
—Soy Wren. Hablé con Mick para que me dejara venir con él a la visita.
¿Espero que eso esté bien?
Patsy ondea su mano en el aire, desestimando mi pregunta como ridícula, y
luego empieza a rascarse de nuevo. Deja profundos verdugones rojos en su piel.
Está en el bajón de algo. Y le está dando duro.
—Patsy, ¿estás bien? —pregunta Mick.
—Oh, sí. Estoy bien. Hace calor aquí. Siento que esté tan caluroso. —
Empieza a balbucear mientras se pasea por la pequeña habitación.
—Patsy, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte? —pregunta Mick suavemente—
. No has estado tomando ninguna llamada.
—Yo…um…creo que necesito algo de ayuda —dice suavemente—. Solo
quería un golpe. Solo uno. Pero no se detuvo con uno. Y necesito llamar a mi
patrocinador e ir de vuelta a rehabilitación, pero si lo hago, no tengo a nadie para
vigilar a los niños, y si la ciudad se ve envuelta, ellos serán separados.
—Tal vez no —dice Mick.
Pero ella tiene razón. Sé que la tiene. Mis hermanas y yo salimos de ese
mismo sistema de acogida.
—¿No hay nadie que pueda ayudarte, Patsy? —dice Mick—. ¿Un vecino? ¿Un
amigo? ¿Tu mamá?
—No hay nadie —dice suavemente, y una lágrima finalmente cae por su
mejilla—. Mi mamá se cayó y se rompió la cadera. Y los amigos que me quedan…
Bueno, ya sabes cómo va eso. —Rasca sus brazos, y veo sangre roja gotear en su
antebrazo.
—¿Dónde están los niños, Patsy? —pregunta Mick.
Ella hace un gesto hacia el dormitorio.
—Ahí.
—¿Puedo ir a verlos?
Asiente y Mick entra en el dormitorio.
Me siento cautelosamente junto a Patsy en el sucio sofá mientras Mick
comprueba a los niños. De pronto, él rodea la esquina con un bebé en sus brazos,
un pequeñito apretando su dedo, y dos niños muy delgados, muy sucios, algo
mayores caminando a su lado.
—Patsy —dice él—. Llama a tu patrocinador. Los chicos y yo hemos decidido
que queremos tener una pijamada en mi casa.
Patsy salta en sus pies.
—¿Qué?
—Dame el número de tu patrocinador. Ahora.
—Yo puedo hacer la llamada.
—Hazlo mientras estoy aquí —dice Mick firmemente. Él se inclina, así puede
mirarla a los ojos—. ¿Me dejarás ayudarte, cierto?
—Por supuesto.
Patsy toma el teléfono y va dentro de la otra habitación, y entonces regresa
unos minutos después, luciendo sobresaltada y herida todo el camino hasta su
alma.
—Ella está en camino.
—Esperaremos hasta que llegue.
Patsy asiente y empaca una bolsa de pañales para los dos niños más jóvenes,
y una bolsa con algo de ropa para los mayores.
La patrocinadora de Patsy llega y las dos se van a la otra habitación para
hablar. La patrocinadora sale y dice:
—Es mejor si se van ahora.
—¿Quiere despedirse? —me apresuro a preguntar.
—Esto es lo suficientemente duro como es. No necesitamos hacerlo más
difícil.
—¿A dónde iremos? —pregunta Anna, la mayor de los niños.
—¡Estamos yendo a mi casa por una pijamada! —Mick finge mostrar
emoción, pero sus ojos se mantienen parpadeando hacia la puerta cerrada del
dormitorio.
—¿Dónde dormiremos todos? —pregunta Anna, mientras toma la mano de
su hermano.
—Podemos hacer un fuerte, o una tienda, o algo —Mick frota una mano por
su frente. Se inclina hacia mí—. Solo tengo un dormitorio en el apartamento.
Cuando nos metemos al auto, corre una mano por su cabello.
—Vamos a necesitar asientos para auto y todo lo demás.
—Aguarda —digo mientras saco mi teléfono y tecleo furiosamente—. Tengo
esto cubierto.
Un par de segundos después, el teléfono suena.
—Hola, mija, ¿qué pasa? —pregunta Marta, mi madre.
—Creo que necesito un poco de ayuda.
Escucho a Marta gritar:
—Melio, ven aquí. Wren está al teléfono. —Emilio es mi padre, no de
nacimiento, pero sí de circunstancia.
—¿Por qué estás gritando, mujer? —Escucho en el fondo.
—Te estoy poniendo en altavoz —me dice Marta.
Tomo una profunda respiración para fortalecerme.
—Así que, tengo a Mick conmigo, y vamos a llevar a sus cuatro jóvenes
primos a mi casa por algunos días. —Cubro el micrófono del teléfono cuando
Mick protesta—. Tengo cuatro dormitorios extra —le susurro. Descubro el
micrófono—. Y necesito un par de asientos para coche, algo de provisiones y… lo
que sea que se necesite para una… familia.
—Mija —dice Marta suavemente—. ¿Estás segura?
—No —admito—. Pero creo que es la cosa correcta para hacer.
Sin mencionar que tengo una cuna vacía y un cuarto de bebé que nunca ha
sido usado, no por alguien.
Capítulo 13
Mick
E
l apartamento de Wren es una colmena de actividad cuando llegamos.
Parece que todas las hermanas de Wren están aquí, revisando ropa,
armando cunas portátiles, y poniendo comida para niños en los
gabinetes.
—Tus hermanas no tenían que hacer todo esto –le digo a Wren.
Se encoge de hombros.
—Esto es lo que mi familia hace.
Los niños se detienen cautelosamente en la puerta cuando ven todas las
personas dando vueltas alrededor.
—Está bien —digo suavemente—. Pueden entrar. Esta es la casa de Wren. Es
muy agradable, y sé que les gustará.
— ¿Dónde está mi mamá? —pregunta Anna, la niña de ocho años.
—Tu mamá no se sentía bien, así que va a ver a un doctor para que pueda
mejorar.
—¿Qué pasa con ella? —pregunta Anna.
—No estoy seguro... —digo con vacilación.
—¿Va a estar bien? —Anna pregunta en voz baja. Su labio inferior tiembla.
Wren se pone en cuclillas delante de ella.
—Tu mamá estará en casa antes que lo sepas. Vamos a dejar que ustedes se
instalen y quizás más tarde nosotros podemos ver una película.
Anna se rasca un lugar en el cuello, y parece que está desarrollando
erupciones
—¿Qué tal si empezamos con unos baños?—digo
—¿Qué tal algunas burbujas? —pregunta Wren.
El rostro de Anna se ilumina.
—Me gustan las burbujas —dice—. ¿Puedo ir primero?
—Um... —digo. No tengo ni idea de cómo bañar a una niña pequeña, uno
donde ella realmente se limpie.
–Sí, puedes ir primero —dice Wren—. Vamos. —Ella se mueve para que
Anna la siga y se giran para entrar al dormitorio de Wren.
—¿Necesitas mi ayuda?—le pregunto.
Wren niega.
—Tengo esto.
—¡Vaya! —Escucho a Anna exclamar—. ¡Tu bañera es tan grande como una
piscina! —Entonces el dormitorio se cierra y desaparecen.
Me paré en medio de la habitación, con tres niños sucios envueltos a
mialrededor, mirando a la colmena de actividad que es la familia de Wren.
—Dame a los dos pequeños —dice Finny. Aplaude frente a Chase, y el bebé
se menea en mis brazos—. Voy a limpiarlos. Tú puedes tomar a este pequeño
hombre —apunta hacia Devon—,y límpialo en el baño del pasillo.
—Voy a traer ropa en un segundo —dice Star, mientras se sienta en el suelo
ordenando la ropa limpia en pilas.
—¿Ustedes consiguieron esa ropa? —digo.
—Y alimento y juguetes y la mayor parte de otras cosas. —No alza la vista de
la pila de ropa.
—Gracias —le digo.
Finalmente me mira.
—No hay problema. Te tenemos cubierto.
Dejo a Devon en el baño con un poco de jabón y toallas, y luego regreso a la
cocina. Los niños probablemente tengan hambre pronto.
—Sal de mi cocina —dice Lark.
—¿Qué?
—¡Fuera! —grita—. Estoy haciendo una obra maestra de nuggets de pollo y
macarrones, y te lo comerás antes de llegar a la mesa, justo como lo haría Ryan.
¡Fuera!
—Recuérdame no invitarte de nuevo —murmuro juguetonamente mientras
consigo una botella de agua de la nevera. Como si esta fuera mi casa o algo así.
—¡No esperamos las invitaciones! —dice Star desde el otro de la habitación.
—Sí, eso es lo que me da miedo.
Star camina llevando cuatro montones de ropa.
–Para el bebé —dice, empujando un montón en mis brazos—. Para el bebé
más grande. —Arrima la pila pequeña con otra—. Para el muchacho. —Golpea
otro conjunto, y luego otro—. Y para la chica. —Me señala hacia el pasillo—. Ve.
—Sí, señora —respondo.
Llevo ropa a Devon y la dejo en la encimera del baño. Luego llevo ropa a
Finny, que tiene a Roxy en la bañera. Ella está lavando a Chase con un paño
jabonoso. Ambos están cubiertos de burbujas y risitas mientras les hace caras
divertidas a ellos. Entonces voy al dormitorio de Wren y me detengo cuando miro
a través de la puerta del baño. Wren está sentado en el lado de la bañera
ayudando a Anna a lavarse su largo cabello. Anna está cubierta de burbujas, y
está sonriendo. Wren está tarareando una melodía, y no sabe que estoy allí.
Suena como "Somewhere Over the Rainbow". Me detengo a escuchar por un
segundo.
Mi corazón prácticamente se parte cuando me doy cuenta que está
tarareando la canción que se negó a cantar hace unos días, y lo está haciendo
suavemente y queda, con una sonrisa en su hermoso rostro.
Y es en ese momento, cuando veo a Wren cuidar de una niña con la que
nunca se ha reunido antes mientras tararea una canción que estaba destinada
para su propio bebé, que sé que estoy perdidamente enamorado de esta mujer.
No sé nada de pérdida. Nunca he perdido nada ni nadie importante para mí.
Pero sé, sin lugar a dudas, que si pierdo a Wren, sería un cometa sin unacuerda.
Yo mismo estaría perdido. Pero ¿puedes perder a una persona que nunca has
tenido?
Wren levanta la vista y sus ojos se cruzan con los míos. La canción se
detiene en su boca, y me mira a los ojos. En ellos, veo que mientras ella está feliz
de ayudar a estos niños, también está llorando la pérdida de algo especial. Está de
luto por la pérdida de su propio hijo, y me preocupa que esos momentos sirvan
como un recordatorio doloroso.
Wren se levanta y toma la pila de ropa de mí.
—Gracias —digo, porque sé que esto es un sufrimiento para ella.
Asiente.
—De nada.
Regresa al baño y cierra la puerta detrás de ella, el suave toque de la puerta
sonaba como el más fuerte grito, casi como si me hubiese gritado para que yo
saliera de su momento privado.
Estoy fuera, pero no me voy a quedar fuera por mucho tiempo.
De ninguna manera en el infierno.
Capítulo 14
Wren
O
dio que me haya atrapadohaciendo eso. Suena estúpido, pero
durante el tiempo que mantuve esa canción para mí, siguió
perteneciéndome. El dolor permanecía conmigo, dentro de mí, y
seguía siendo una parte de mí. Pero cuando me encontré tarareando "Somewhere
Over the Rainbow", me encontré sintiendo esperanza.
Un golpe suena en la puerta del cuarto de baño, justo cuando Anna tira el
tapónen la bañera y se envuelve en una toalla.
—¿Puedes vestirte sola? —le pregunto a Anna.
Asiente, y yo abro la puerta. En mi dormitorio, mi madre, Marta, se sienta
cautelosamente en el borde de la cama, como un pájaro a punto de huir.
—¿Cuándo llegaste aquí? —le pregunto.
—Justo ahora. Hay muchos niños aquí. —Me mira fijamente—. Pero parece
que tus hermanas se encargaron de todo.
Sonrío.
—Son así de buenas.
Ella inspira profundamente.
—¿Estás seguro que quieres hacer esto? —pregunta.
Balanceo la cabeza hacia adelante y hacia atrás.
—Bastante —digo.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—Tenía espacio.
—¿Vas a dejar que el bebé use la cuna?
—Es sólo una cuna. No veo por qué no. —Miro a todas partes, menos a ella.
—No es sólo una cuna. Es mucho más que eso.
—Realmente no lo es. Nunca se ha utilizado antes. Alguien debería sacarle
provecho.
Asiente.
—Mija —dice en voz baja—, me preocupo por ti.
Yo también me preocupo por mí.
—No deberías. Estoy bien. No se quedan mucho tiempo. Sólo el suficiente
para que Patsy, su madre, se ponga en pie de nuevo.
—Sabes que el propósito de un hogar de acogida es reunir a los niños con los
padres.
—No son niños de acogida. Son la familia de Mick y él quiere ayudarlos.
—¿Puedo decirte lo que pienso? —pregunta Marta. Estrecha sus ojos hacia
mí.
Me burlo.
—Como si pudiera detenerte.
—Creo que vas a apegarte a estos chicos, y luego van a volver a su madre, y
vas a tener el corazón roto.
—No voy a tener el corazón roto. Eso es lo que espero que suceda.
—Mmhmm —dice con un movimiento de cabeza—. Claro que lo es.
—¿Qué es lo peor que puede pasar? Que me acostumbre a tener a los niños
alrededor, y luego el ruido y la confusión y el gimoteo desaparecerán.
—Y también lo harán los abrazos y los arrumacos de medianoche y el amor
que sólo un niño puede darte. Nunca conocí el amor hasta que lastuve a
ustedescinco. Había conocido el amor de un buen hombre, y había conocido el
amor de una familia, pero nunca había conocido un amor por el que mataría.
Nunca había conocido ningún tipo de amor verdadero, sano y que hace que tu
alma vuele hasta la primera vez que me miraste como si fuera tu madre, en lugar
de ser alguien que te alimentaba y te vestía. Mi vida cambió cuando empezaste a
mirarme con amor y esperanza brillando en tus ojos. Creció y cambió. Y crecí y
cambié también. Fui de ser una mujer con cinco muchachas a una mamá de cinco
muchachas. Y fue entonces cuando comenzó mi vida.
—No espero que mi vida empiece, Marta. Soy muy feliz.
—¿Dónde va a dormir Mick? —pregunta Marta de repente.
El pensamiento ni siquiera se me había ocurrido.
―En una de las habitaciones de sobra, supongo.
Me da una sonrisa maliciosa.
—Sí, claro que sí.
—Marta —me quejo, como solía hacer cuando era adolescente—. De verdad.
Marta se ríe.
—No me digas Marta en ese tono. Una chica tiene que estar preparada. —Se
levanta y toca la manta en mi cama, alisándola—. Entonces, ¿cómo te sientes
acerca de él?
—¿Acerca de quién?
—Acerca de Mick. ¿Quién más?
—Él es agradable.
—Estaba contigo esa noche.
Estaba conmigo la noche que perdí a mi bebé. Él luchó casi tan duro como
yo cuando mantuve las piernas juntas firmemente, tratando de mantenerlo
dentro de mí.
—Sí.
—Déjale estar contigo ahora.
Señalo con mi pulgar hacia la puerta.
—Está justo en la sala de estar.
—No, mija. Quiero decir, déjalo estar contigo. Déjalo entrar.
—Marta, ¿lo dejarías pasar?
—No, mija, no lo haré. Soy tu madre. Tu felicidad es mi preocupación
número uno.
—Bueno, la felicidad no es mi preocupación número uno ahora mismo.
—Debería serlo. —Se acerca y presiona sus labios contra mi frente. Levanto
el rostro y finjo que lo odio—. Tengo que irme. Me llevaré a tus hermanas
conmigo. Vamos a comer. Y no voy a dejar que tus hermanas vuelvan por unos
días.
Mi corazón se asienta un poco. Amo a mi familia, pero a veces su ayuda
también se puede etiquetar como interferencia.
—Gracias.
Marta abre la puerta del dormitorio y entra en la sala de estar.
—Chicas, ¡es hora de irnos! —grita, aplaudiendo.
En unos instantes, la casa está casi vacía, a excepción de cuatro niños, Mick
y yo. Mick se sienta ala mesa de la cocina ayudando a llenar los platos con
nuggets de pollo y macarrones, mientras alimenta a Roxy en su silla alta, y
sostiene al bebé en la curva de su brazo mientras el bebé bebe un biberón. Me
detengo y los miro fijamente.
—¿Has comido? —pregunto.
—Aún no. Mis manos están llenas. —Me sonríe.
—Aquí —digo, sosteniendo mis brazos—. Dame a ese. Le daré su biberón.
—¿Estás segura?
Lo tomo de Mick, y es suave como gelatina suelta en mis brazos, casi
dormida. Sorbe de su botella, con la boca abierta, pero no realmente bebiendo,
así que voy a la habitación del bebé, abro la puerta, y camino adentro. Ni siquiera
dudo cuando lo acuesto en la cuna que nunca se ha utilizado. Luego me levanto y
enciendo el móvil sobre la cuna. La melodía que me resulta tan familiar y aun así
tan lejana comienza a sonar.
Miro hacia abajo en el rostro dormido y tengo que recordarme que no es
mío. Sólo está aquí temporalmente.
Siento el calor de Mick detrás de mí.
—No pensé que lo hubieras puesto aquí —susurra.
—Alguien debería sacar provecho de todo esto. —Enciendo el monitor del
bebé y tomo el receptor.
—Gracias —dice—. Por hacer todo esto.
—Todavía no he hecho nada. Tú te encargas de cambiar los pañales y de la
mitad de las comidas nocturnas, chico grande. Sólo digo.
Mick sale de la habitación, y lo sigo, deteniéndome solo por un momento
para mirar hacia atrás al bebé dormido, y al cuarto que finalmente tiene algo de
vida en él. Una pequeña chispa de vida se comienza a construir dentro de mí,
también.
Capítulo 15
Mick
—¿C
uánto tiempo crees que duerma? —Wren susurra detrás
de mí. Estoy inclinado en la cuna colocando a Chase en
esta para que duerma.
—No tengo idea —respondió bajito, tratando de no despertarlo. Roxy está
dormida en la cama para niños que colocamos en el otro lado de la habitación—.
Quizás tendré suerte y dormirá toda la noche.
Wren bosteza.
—¿No sería eso hermoso?
Acerco mi mano y muevo un mechón de cabello frente a sus ojos.
—Te ves cansada,
Se ríe silenciosamente.
—¿Por qué las personas dicen eso? Simplemente deberían decir que te ves
como mierda. O que tienes bolsa bajo los ojos lo suficientemente grandes para
que un camión pase. O que tu cabello es un nido de ratas. —Comienza a pasar la
mano sobre su cabello y se detiene cuando siente algo pegajoso—. ¿Qué es esto?
—pregunta, sosteniéndolo para que pueda verlo.
—¿Zanahorias? —Me acerco y lo huelo—. ¿Quieres que lo pruebe? —Le
sonrió y me muevo para acercarlo a mi boca. Ella deja escapar un pequeño y
silencioso grito y se aleja de mí.
—Eso es asqueroso —dice—. Mejor tomaré una ducha. —Vuelve a bostezar.
—Gracias por hacer esto.
Se encoje de hombres y sale de la habitación. Coloca una mano sobre el
picaporte y comienza a girarlo, pero se detiene y vuelve a mirarme.
—¿Conseguiste el monitor?
Lo saco de mi bolsillo trasero y se lo muestro.
—Lo hice.
—¿Necesitas más cobijas o algo, para el cuarto de visita? —pregunta. Sus
ojos no buscan los míos.
—No, creo que estaré bien. —Preferiría dormir con ella, pero si todavía no
está lista…
—Me dormiré después de mi baño.
—Buenas noches —digo.
Sus ojos finalmente se encuentran con los míos.
—Buenas noches —dice en voz baja, casi tímidamente.
—Te veré en la mañana —digo, mientras recargo mi hombro contra la pared.
Asiente y se va a su habitación, y la puerta se cierra detrás de ella. Tan pronto la
cierra, siento como si hubiera tomado todo el aire de mi cuerpo con ella.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo.

MejorHermanoDelMundo: ¿Es verdad que tienes a todos los rugrats de


Patsy en casa de Wren?
Yo: No son rugrats. Pero sí, si te refieres a sus hijos, estoy siendo niñero.
MejorHermanoDelMundo: ¿Por qué?
Yo: Patsy está enferma. Es lo correcto.
MejorHermanoDelMundo: Mírate volviéndote el santo frente a mí.
Yo: No es de santos querer ayudar a alguien. Los niños no pueden ayudar.
Ellos necesitaban un lugar seguro al cual ir.
MejorHermanoDelMundo: La casa de Wren.
Yo: Sí.
MejorHermanoDelMundo: ¿Dónde dormirás?
Yo: No es asunto tuyo.
MejorHermanoDelMundo: Usa un condón, es todo el consejo que
puedo darte.
Yo: Vete.
MejorHermanoDelMundo: Oh, y Lark dice que Wren ronca.
Yo: Buenas noches.

No recuerdo que Wren roncara anoche. Lo que sí recuerdo, es cómo se


sentía acurrucada contra mí. Recuerdo cómo su respiración se sentía mientras
rozaba mi cuello. Recuerdo cómo la curva de su trasero encajaba perfectamente
en mi regazo.
Mierda. Esta clase de pensamiento no me llevará a ningún lado. Voy a mi
habitación, una habitación muy limpia del lado opuesto de la habitación de Wren,
y muevo las cobijas. Me pongo un pantalón de pijama y una camisa, puesto que
estoy seguro que al menos uno de los niños va a despertarme en la noche.
Mi mente vuela rápidamente a las pequeñas cuatro vidas que son mías para
proteger por un tiempo. No sé por cuánto tiempo voy a tenerlos. Luego mi mente
se va directamente a Wren y que posiblemente ella se está secando después de la
ducha.
Coloco una almohada sobre mi rostro y gruño.
Tenerla tan solo del otro lado del pasillo va a ser un tormento. Tortura. Pero
una de la más maravillosa clase.
Capítulo 16
Wren
U
n ruido me saca de mi sueño y me siento rápidamente. Desde el
aborto, despierto a veces con el sonido de un bebé llorando en mi
cabeza. Pero esta vez, no desgarra mis entrañas. Es real. Y no es en
mi propia casa.
Lanzo las sábanas y salgo de la cama.
Encuentro a Anna y Devon en el pasillo, y ambos están mirando al cuarto de
niños, mirando dentro.
—¿Qué pasa, chicos? ―pregunto en voz baja.
Anna frota sus ojos.
―Escuché un llanto.
Devon bosteza.
―Yo también.
―Vuelvan a la cama chicos. Mick y yo podemos ocuparnos de esto. ―Ellos
no se mueven. Sólo se quedan ahí de pie mirándome―. ¿Necesitan que los
arrope?
Devon asiente.
Sonrío y los sigo de regreso a la habitación con la enorme cama que
comparten. Ellos se arrastran debajo de las sábanas y las tiro hasta sus barbillas.
―¿Cómo los arropa su mamá? ―pregunto, mientras me siento en el borde
de la cama.
―Ella nos envuelve como burritos y dice ―cómodo como un insecto en un
capullo‖. —Anna se ríe―.Entonces ella finge hacernos cosquillas y vamos a
dormir.
―¿Algo como, esto? ―Finjo enrollarlos en las mantas, metiéndolas debajo
de cada uno de ellos. Y entonces les hago cosquillas en sus estómagos hasta que
se ríen. Su risa suena como pequeñas campanas—.Cómodo como un insecto en
una capullo―digo mientras ajusto las sábanas por última vez.
―¿Crees que nuestra mamá vendrá por nosotros? ―pregunta de repente
Anna.
―Por supuesto que lo hará ―digo en automático. Pero honestamente no sé
tal cosa―. Sólo fue a ver al doctor así puede sentirse mejor.
Anna asiente y rueda hasta que su rostro está presionado contra la
almohada.
―Buenas noches ―dice.
Devon rueda en la otra dirección.
―Noches ―murmura.
Voy al cuarto de niños y veo a Roxy dormida en la cama para niños, pero la
cuna está vacía cuando miro en ella.
Encuentro a Mick en la cocina rebotando un bebé en su cadera mientras
prepara una botella.
―Aquí ―digo, levantando los brazos―. Déjame tomarlo.
Él me lo pasa y cargo su regordete cuerpecito hasta la mecedora.
―Gracias ―dice Mick, y se estirapor el bebé.
―Lo alimentaré. ―Levanto mi mano por la botella.
―¿Estás segura?
Tomo la botella y meto al bebé en el hueco de mi brazo. Sus ojos se cierran
inmediatamente.
―¿Qué hora es?
Mick mira hacia el reloj en la pared.
―Las dos. ―Bosteza mientras se sienta en el borde del sofá más cercano a
mí.
―¿Crees que él siempre se despierta en la noche? ―pregunto.
―Dios, espero que no. ―Se ríe Mick.
Sostengo a Chase en mis brazos y digo:
―No es tan malo. Nunca he sido una buena dormilona. Al menos con un
bebé en la casa, tendré compañía cuando no sea capaz de dormir. ―Miro a Mick y
encuentro sus ojos cerrados, su cabeza inclinada hacia atrás sobre el sofá―.
Deberías ir a dormir. Me ocuparé de esto.
Él inclina su cabeza hacia la mía y me mira desde debajo de sus párpados
caídos.
―No es tan malo. Es como pasar el rato contigo.
―Y él. ―Asiento hacia el bulto en mis brazos.
―Tomaré lo que pueda conseguir.
El silencio cae en la habitación. Pero esta vez, por primera vez en un rato, no
es una manta opresiva cubriéndonos. Es ligero, aire y paz.
―Oye, Mick ―comienzo después de unos minutos en silencio.
―¿Hmm…? ―murmura sin abrir los ojos.
―Gracias por estar conmigo esa noche ―digo. Un nudo se forma en mi
garganta y tengo que tragar para pasarlo.
Sus ojos se abren y me mira en la habitación oscura.
―No habría querido estar en ningún otro lugar.
―Fue una noche terrible. Siento haberte puesto en eso.
El silencio es su único comentario. Y justo cuando creo que el momento ha
pasado, dice:
―La única cosa de lo que me arrepiento es que no te sostuve más fuerte,
Wren. Si lo hubiera hecho, tal vez habría resultado diferente.
―Me sostuviste tan apretado como te dejé.
―Lo cual no fue nada en absoluto. Y te dejé alejarme. No debería haber
hecho eso.
―Era lo que quería.
―No, no lo era. ―Su tono es agudo y molesto―. Eso no era lo que querías en
absoluto. Querías ser sostenida. Querías ser amada. Sólo no sabías cómo pedir
todo eso. Debería haber presionado más.
―No quería ser presionada.
―Puedes seguir mintiéndote, Wren, pero no puedes mentirme. No en esto.
Sé que te preocupas por mí. Sé que podrías incluso amarme. Pero estás tan
sumida en la culpa que esto entre nosotros no puede ir a ninguna parte. Dejé de
presionar. Dejé de llamar. Yo sólo… me detuve.
―No. ―Lanzo un suspiro―. Yo me detuve.
―¿Por qué?
―Era mucho más fácil de esa manera.
―¿Pero lo es realmente?
Me detengo por un momento y pienso.
―No. No lo es. Es difícil ser… así.
Su voz suena en la tranquila habitación.
―Entonces para.
―Estoy tratando. ―Asiento hacia el bulto dormido en mis brazos—.Estoy
realmente tratando.
―Amar un bebé es fácil. Son inocentes y no retienen dolor en sus corazones.
Al menos no todavía. Pero amar a otro adulto… eso es un poco más difícil.
En realidad, no lo es. Lo que es difícil es no amar a un hombre,
particularmente cuando sabes que ya lo haces.
―Le pedí a Friday que hiciera un tatuaje para mí.
―¿Qué tipo?
―Sólo algo para recordarlo todo ―digo en voz baja―. Fue real. Sucedió. Y
siempre estaré cambiada por eso.
―Yo también.
Y esa oración me golpea como un puño en el estómago. En todo esto, sólo
podía pensar en mi propio dolor. Sólo podía pensar en la forma en que me afectó,
la forma en que me cambió. Pero él estuvo ahí también, y se cambiado por eso
también.
―Lo siento ―digo en voz baja.
―Yo no ―responde―. No cambiaría nada. Claro, cambiaría el resultado,
pero no cambiaría nada de lo que pasó. Es parte de ti y, si no lo has adivinado
todavía, me gustan todas las partes.
Me río en voz baja.
―¿Todas mis partes? Ni siquiera has visto la mayoría de mis partes.
El silencio cae por un momento, otra vez.
―He visto las partes importantes. El resto vendrá si el tiempo es correcto.
―Creo que está dormido ―digo. Chase está flojo y despreocupado en mis
brazos.
―¿Quieres que lo recueste? ―pregunta.
―Puedo hacerlo.
―Está bien. ―Bosteza―. Voy a volver a la cama, al menos que necesites
algo.
―No, adelante.
Llevo a Chase al cuarto de niños, lo recuesto, y cuando se remueve incluso
tan ligeramente, pongo mi mano sobre su pecho, justo sobre su corazón, y él se
vuelve a recostar. Reviso a Roxy, cubriéndola donde las mantas se han deslizado.
Entonces reviso a Devon y Anna, y ambos suenan dormidos.
Mientras camino a la habitación de Mick, veo que su puerta está abierta sólo
un poco. Me detengo fuera y escucho por los sonidos de él moviéndose alrededor.
No escucho nada. Probablemente ya esté dormido.
Empujo su puerta abierta y entro en la habitación, y mi corazón comienza a
golpear en mi pecho. Él rueda sobre su espalda, y me mira.
―¿Puedo dormir contigo? ―digo en voz baja.
Él lanza las mantas y se desliza, y entonces frota el espacio junto a él.
―Ven ―dice. Su voz ronca, como rocas deslizándose sobre cristal.
Me siento en el borde de su cama.
―Es difícil, sabes.
―Lo sé ―dice, y sus dedos tocan la parte baja de mi espalda―. Pero esta vez,
necesito que tú me busques, en lugar de al revés.
―Te necesito ―digo, y mi voz de repente se rompe.
Él engancha un brazo alrededor de mi espalda y me arrastra hacia abajo en
la cama con él, sus brazos me rodean fuertemente.
―Ven más cerca ―dice―. Hueles bien.
Recuesto mi cabeza sobre su pecho y de repente, es como si todas las presas
que he construido dentro de mí se deshicieran. Sorboy trato de retenerlo, pero no
puedo.
―Debería irme ―digo.
―Si eso es lo que quieres ―dice suavemente. Pero no me deja ir. Me
acurruco más apretado contra él.
―No lo es. ―Mi voz se rompe y las lágrimas comienzan a quemar mis ojos.
Los aprieto apretadamente, pero ha sidomucho tiempo. Tengo que sostener
mucho.
―Está bien ―reconforta.
―Sé que lo está.
Él me sostiene a través de los sollozos que han estado viniendo desde hace
tiempo. Me sostiene a través de todo eso, tan cerca que nuestros cuerpos son
como uno.
Finalmente, cuando estoy desgastada y cansada, pregunto:
―¿Puedo quedarme?
―Sí ―dice en voz baja―. Puedes quedarte.
Froto su pecho.
―Tu camiseta está mojada.
―Lo sé.
―¿Quieres que te consiga otra?
―No. ―Me aleja lo suficiente para tirar de la camiseta sobre su cabeza, y
entonces me trae de vuelta a él―. No necesito otra.
Su piel es suave y dura, y nunca hemos estado tan cerca. Me acurruco
apretadamente y cierro mis ojos.
―¿Todavía puedo quedarme?
―Sí, todavía puedes quedarte ―dice. Sus labios tocan mi frente.
―Si estás seguro.
―Estoy seguro. Ve a dormir.
Capítulo 17
Mick
C
uando me levanto, Wren ya no está sobre mi pecho. Cuando me quedé
dormido, estaba tan presionada contra mí que no podía decir dónde
acababa ella y comenzaba yo. Mi pecho todavía estaba húmedo de sus
lágrimas y las manchas de su máscara de pestañas esparcidas sobre mi piel
desnuda. Estar tan cerca de ella era su propia clase de tortura —absolutamente el
mejor tipo.
He querido que Wren se abriese a mí desde hacía mucho tiempo. Y para ser
honestos ahora que ella había dejado una disculpa sobre la mesa y me dio algo de
esperanza, no tengo ni puta idea de qué hacer con ello. Todo lo que sé es que
quiero más de Wren. Lo quiero todo. Y si eso me hace un bastardo codicioso,
entonces lo soy.
Rápidamente encuentro una camiseta limpia y me la pongo. Luego me
cepillo los dientes y salgo al pasillo. Pienso que Wren y yo necesitamos tener una
conversación. Tenemos que tener una conversación que no esté sumida en la
tristeza y el pasado. Necesitamos tener una conversación sobre esta amistad que
estamos construyendo. Siento que necesito decirle lo mucho que disfruto siendo
su mejor amigo. Y si eso es todo lo que vamos a ser jamás, estaré bien con eso,
porque estoy descubriendo que me gusta Wren como amiga. Y mis padres
siempre dijeron que ese era el primer paso para enamorarse.
Lento y constante gana la carrera.
Comienzo a caminar por el pasillo, intentando llamar a su puerta cuando
escucho una risa desde el salón. Giro la esquina y encuentro a Wren levantada
sobre un pie en un cojín del sofá en el suelo. Tiene a Chase agarrado entre los
brazos y ondea y salta dramáticamente, fingiendo como si pudiese caerse del
cojín en cualquier momento.
Me detengo y apoyo el hombro contra el marco de la puerta, y simplemente
la observo. Está vistiendo ese maldito pantalón corto de pijama y una camiseta
larga de manga corta, e incluso más hermoso que todo eso es la sonrisa en su
rostro. Su risa debe ser contagiosa, porque Anna y Devon tienen las mismas
sonrisas brillantes en sus rostros.
Anna, de ocho años de edad, me ve en el marco y grita:
—¡Cuidado, Mick! ¡El suelo es de lava!
Jadeo y finjo estar nervioso.
—¡Oh, no! —gimoteo—. ¿Qué vamos a hacer?
—¡Tenemos que salvar a Wren! —grita Devon—. ¡Está ahí atrapada! —Anna
y Devon están colgados como pájaros en el respaldo del sofá, fuera de peligro.
—¡Que alguien me ayude! —exclama Wren suavemente, su voz mucho más
suave que la de los niños. Me guiña un ojo y que me jodan si mi corazón no da un
vuelco.
—¡Te salvaré! —grito, poniendo mi mejor expresión de superhéroe.
—¡Ve por ella, Mick! —chilla Devon—. ¡No puedes dejar que muera!
—¡No teman, Mick está aquí! —vocifero.
Wren resopla una risa y luego se cubre la boca y se ríe un poco más alto
porque está avergonzada.
—¿Qué fue eso? —pregunto—. ¿La llamada de una damisela en apuros?
Resopla de nuevo, lo que sólo hace que ría más alto.
—Lánzame un cojín —le digo a Anna. Ella toma uno de los cojines del sofá y
me lo lanza. Lo atrapo y lo lanzo frente a mis pies y luego salto en él como si me
estuviese subiendo a una alfombre voladora—. Uno más —pido. Devon me lanza
otro. Salto en ese, agarro el primero que me lanzaron y los cambio hasta que
estoy de pie frente a Wren—. Estoy aquí para salvarte —le digo a ella.
Se congela y me mira a los ojos.
—¿Y si no quiero ser salvada? —pregunta suavemente, pero una sonrisa
todavía juguetea en sus labios.
—Entonces, puedes salvarme tú en su lugar. —Finjo patinar en mi cojín y
Wren estira la mano para atraparme.
Anna y Devon están gritando con risas para este momento, y Wren y yo
saltamos de cojín en cojín mientras nos movemos hasta el sofá. Cuando estamos
lo suficientemente cerca, tomo a Chase de brazos de Wren y se lo tiendo a Anna.
—Aquí, sostenlo —digo—. Tengo una hermosa mujer a la que salvar.
Anna se sienta con Chase en su regazo, una sonrisa en su rostro más grande
que hubiese visto jamás.
—¡Todavía tienes que salvarla, Mick! —gimotea Anna.
—Ya la escuchaste, Wren —índico con un encogimiento de hombros—.
Tengo que salvarte.
La tomo en mis brazos y me giro hacia el sofá. Chilla y la giro en el aire. Pero
justo antes que esté lo suficientemente cerca para dejarla al lado de Anna, mi
dedo del pie choca con la esquina del cojín del sofá y me encuentro cayendo al
suelo. Giro, así ella aterriza a salvo en un cojín y yo aterrizo sobre ella.
—Lo siento mucho. Esa no fue mi intención.
—¿Qué no fue? —cuestiona Wren, rodeándome la parte inferior del cuerpo
con los muslos mientras me mira.
—Yo lanzándote al suelo y aterrizando sobre ti. No lo planee.
—Sí, seguro que no —dice, y me empuja juguetonamente por el hombro.
—¿Ella está a salvo? —pregunta Anna sin respiración desde el sofá.
Wren levanta la cabeza y mira sobre mi hombro.
—Lo estoy. No gracias a un torpe superhéroe.
—Deberías besarla —informa Anna con una risa.
—Ew —se queja Devon—. Eso es asqueroso. ¿Por qué debería besarla? Él
simplemente le salvó la vida.
—¡Eso es lo que hacen los superhéroes! —protesta Anna—. Besan a las
chicas.
—Estoy bastante seguro que no permanecen encima de ellas después de
salvarlas —dice una voz de hombre desde la puerta de la cocina. Levanto la
mirada para encontrar al padre de Wren, Emilio, mirándome como si estuviese
acunado entre los muslos de Wren.
—¿Cuándo llegó él aquí? —le susurro a Wren.
—Hace unos veinte minutos —murmura ella.
Emilio se aclara fuertemente la garganta.
—Probablemente deberías apartarte de la damisela ahora.
¿Tengo que hacerlo?
—Sí, señor —digo mientras me pongo en pie. Extiendo una mano hacia
Wren y también la levanto.
Mientras se pone en pie, cae hacia mí y dice muy suevamente en mi oído:
—Coincido con Anna.
—¿Sobre qué? —pregunto, todavía un poco sobresaltado por tener a Emilio
atrapándome sobre su hija.
—Sobre el beso. —Aparta la mirada con timidez, como si también acabase de
darse cuenta de lo que dijo.
—¿Puedo conseguirlo en otro momento? —pregunto, colocando un mechón
de cabello tras su oreja.
—Eso estaría bien —responde ella, encontrándose finalmente con mi
mirada.
Una corriente de electricidad me recorre la columna. Le sonrío y tomo a
Chase de Anna.
—Buenos días a ti —le digo y él patea sus regordetas piernas en el aire.
—Buenos días, rayo de sol —me dice Emilio—. Muy contento que puedas
unirte a nosotros. Después que tapes tu erección matutina, deberías unirte a
nosotros para el desayuno.
Señalo el pasillo con el pulgar.
—Sólo voy a ponerme unos pantalones.
—Quizás una ducha de agua fría no haga daño. —Emilio me mira fijamente
hasta que el calor sube a mi rostro.
—Volveré enseguida.
Camino por el pasillo hasta mi habitación, preguntándome cómo demonios
el padre de Wren acaba de convertirme en un crío de doce años sólo con una
mirada.
Capítulo 18
Wren
—N
o deberías haber hecho eso —reprendo a Emilio mientras
lo sigo a la cocina.
—¿Hacer qué? —pregunta con un gruñido mientras
llena el pequeño tazón de plástico de Roxy con más
cereales en forma de O.
Bajo mi voz para emparejar su gruñido profundo, burlándome de su tono.
—Deberías guardar tu polla, Mick, porque mi hija nunca había visto uno
antes y podría desmayarse ante la idea de alguien teniendo... —arrugo mi cara—.
¿Cómo lo llamaste?
—Erección matutina —gruñe.
—Oh, sí. Erección matutina. Lo avergonzaste.
—Debería sentirse avergonzado. Estaba frotando en seco a mi hija en la
parte superior del sofá en el centro de la habitación.
—Él no lo estaba haciendo —me burlo—. Se cayó.
—Algunos hombres tienen el hábito de caer directamente en una v…
Lo silencio.
—No lo digas. —Muevo mi pulgar hacia la habitación―. Los niños están ahí
afuera.
—No necesito decirlo. Ya sabes lo que estaba pensando.
Me quejo
—Por desgracia, sí.
Emilio nunca ha sido tímido conmigo o con mis hermanas sobre los
hombres, sexo, o cualquier cosa que pueda pasar cuando pones esas dos palabras
en la misma frase. No es pervertido, pero puede ser directo.
Cuando era más joven, no estaba segura si eso era algo bueno o malo. A
medida que crecía, me di cuenta que lo hizo porque nos amaba.
Quería compartir su conocimiento de los hombres, sin importar si
particularmente queríamos escucharlo o no.
—¿Tengo que enviar a tu madre para que hable contigo? –Emilio amenaza.
Pongo una uva en la boca y hablar alrededor de ella.
―Sólo si estás intimidado por esto.
—Intimidado, mi culo —gruñe juguetonamente. Luego mira hacia la silla
alta de Roxy—. ¿Cómo te está yendo con los niños? —pregunta―. ¿Te
mantuvieron despierta anoche?
Bostezo en mi puño.
—Sólo se levantaron una vez durante la noche. Entonces todos se levantaron
cuando salió el sol.
Él se ríe.
—Las alegrías de la paternidad.
—No es paternidad —discuto―. Es cuidar de los niños.
—Sí, la misma diferencia.
—No lo es. La paternidad es permanente.
—Maldita sea, me gustaría que alguien me lo hubiera advertido antes que
las adoptara a todas ustedes. Ahí estábamos, pensando que podríamos
devolverlas cuando todas tenían sus períodos la misma semana del mes, O
cuando todas necesitaron autos al mismo tiempo. Intentamos regresarlas, pero
no las aceptarían de vuelta.
Me río
—No lo hicieron.
Se levanta rápidamente.
—No, no lo hicimos. Sabíamos al momento en que las vi que eran nuestras.
Vimos a Peck primero, y luego al esto de ustedes. Un viaje fuera de casa de
acogida por helado, y nosotros sabíamos que teníamos que tenerlas a todas.
—Malditos sobresalientes —me quejo, porque lo he escuchado decir esto un
millón de veces diferentes.
—Exactamente –dice—. Marta estaba toda, ―sólo necesitamos una niña que
nos necesita, Melio,‖ y yo estaba todo, como, ―pero hay cinco, y las necesitamos, y
se necesitan la una a la otra,‖ y entonces poof, allí estaban. Estacionémi Harley en
el garaje y Marta me hizo conducir una minivan. Era como si alguien cortara mis
bolas.
—¿Valimos la pena?—le pregunto, sonriéndole.
—Un millón de veces más —dice, su voz fuerte.
Emilio raspa algunos huevos a seis platos y pone tostadas y Jamón en el
centro de la mesa. Saca un plato de tocino del microondas y se desliza a través de
la mesa.
—Gracias por cocinar—digo.
―De nada. —Se sienta frente a mí—. Entonces...
Arqueo mis cejas hacia él.
—¿Entonces?
—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunta.
—No lo sé —digo sinceramente.
—Probablemente deberías sentarte con Mick y pensar en uno.
—¿No podemos simplemente improvisar?
—Eso funcionaría si fueran sólo tú y Mick, pero no lo son. Hay cuatro
hermosos niños que no quieren nada más que su madre regrese a casa.
—Su madre necesita primero estar sana.
—¿Y luego?
—Y luego regresaran a casa con su saludable madre, que los amara y cuidara
por el resto de su vida.
—Has estado viendo películas de Disney otra vez, ¿verdad?
Gruño mientras empujo huevos en mi boca.
—En el mejor escenario, su madre recibe la ayuda que necesita, en el peor
de los casos, su madre no puede ser madre, o al menos no es buena. Es necesario
prepararse para lo mejor y lo peor, Y no algo en el medio.
—Hablaré con Mick, lo prometo.
Emilio entra en la sala y regresa llevando a Chase, con Anna y Devon justo
detrás de él. Ellos se sientan ala mesa mientras Emilio apoya a Chase en su
muslo, con la espalda descansando contra su pecho. Las manos de Emilio toman
una cuchara para que Chase juegue.
—Mick probablemente ha tenido tiempo para cuidar de ese pequeño
problema por ahora. ¿Por qué no vas a decirle que el desayuno está listo?
Me levanto y beso a Emilio en la frente.
—Gracias —le digo.
—De nada —responde ásperamente.
Capítulo 19
Mick
M
i teléfono suena tan pronto como entro en la habitación, y miro
hacia abajo en la pantalla. Veo que es mi madre llamándome por
FaceTime. Acepto la llamada y apoyo el teléfono en la cómoda.
—¿Qué pasa? —Le señalo.
—Acabo de hablar con la madre de Patsy —dice rápidamente.
—¿Y?
—Y Patsy está bien. Ha entrado en rehabilitación por lo menos los
siguientes noventa días. Ya que ella va a estar lejos tanto tiempo, la mamá de
Patsy quiere que los niños vayan y se queden con ella. Quiere que se matriculen
en la escuela y arreglen las cosas lo más rápido posible.
—Pero Patsy dijo que su mamá fue sometida a una cirugía de reemplazo de
cadera.
—Lo hizo, pero se está recuperando bien. Y tiene ayuda. Y Patsy ha
accedido a ir y quedarse allí con los niños por un rato después que ella salga.
Para que pueda tener algo de apoyo. No va a ser fácil la transición.
—Entonces, ¿su madre viene a buscarlos o qué? —No puedo mentir; mis
tripas se retuercen un poco ante la idea que los niños se muden tan lejos de casa.
—Bueno, todos esperábamos que pudieras llevárselos a ella. —Mamá se
estremece mientras hace por señas la última parte.
—¿Quiere que los lleve hasta San Diego?
—Ella esperaba que estuvieras de acuerdo. —Espera ansiosa.
—¿Por qué no podemos simplemente volar hasta allí?
—Esa fue una de las estipulaciones de Patsy, cuando ellas hablaron. No
volar para los niños. Al parecer, la última vez que Patsy voló, había problemas
en el motor y la asustó. Así que en auto o nada.
—Mamá, me llevaría una semana llevar a los niños hasta San Diego.
—Tienes vacaciones, ¿no?
—¿Esperas que conduzca cinco mil kilómetros con cuatro niños por mi
cuenta?
—En realidad, estaba hablando con Marta, la madre de Wren, y me dijo
que apostaría a que Wren querría ir contigo, sólo para asegurarse que los niños
lleguen a salvo.
—¿Hablaste con Marta? —pregunto. ¿Qué razón tendría para hablar con
Marta?—.Mamá, ¿te estabas entrometiendo?
—¿Haría eso? —Intenta parecer ofendida.
Demonios, sí, ella haría eso.
—Mamá —digo, castigándola con mis manos y rostro.
—¿Qué? —Ella levanta las manos—.Marta y yo somos amigas.
—¿Desde cuándo?
—Desde que mi otro hijo se casó con su otra hija, tonto. Es de la familia.
—Emilio está aquí —le menciono casualmente.
—Lo sé —dice mamá—.Marta y yo lo discutimos y decidimos que sería una
buena idea enviarlo para asegurarnos que todo va bien. Todo va bien, ¿no? —
pregunta, tratando de parecer inocente. Pero si la inocencia fuera un spray de
perfume, me estaría ahogando en los olores en este momento.
—Todo va bien, mamá. Los chicos están tranquilos y un poco nerviosos por
estar en un lugar extraño, pero están muy bien.
—¿Son niños felices? ¿Esta cosa con su mamá no ha sido demasiado mala
para ellos?
—No han dicho ni una cosa ni la otra, y no quiero hacerles pensar en ello si
no tienen que hacerlo. Sabemos que Patsy estaba en problemas y necesitaba
ayuda, y eso es todo lo que necesitamos saber.
—¿Así que los llevarás? Marta dice que puedes conducir la minivan de
Emilio.
—¿Emilio tiene una minivan?
—Tenía cinco hijas. ¿Cómo crees que las llevaba de un lugar a otro?
—No puedo imaginar a Emilio conduciendo una minivan, eso es todo.
—Oh, Emilio es un viejo y grande tonto. No dejes que su tontería haga
mella en ti.
—No me creo eso ni por un segundo.
—Entonces, llama a la mamá de Patsy y fija una fecha para dejar a los
niños, ¿de acuerdo? Te enviaré el número.
—Está bien.
—Y Mick —dice ella, y sus manos lentas, como si estuviera pensando en sus
palabras—. ¿Te he dicho que estoy muy orgullosa de ti por haberte encargado de
todo esto?
—No hace falta que me lo menciones, mamá —digo—.No fue por eso que lo
hice.
—¿Por qué lo hiciste? —Ella inclina la cabeza y me mira fijamente.
—Era lo correcto.
—Recuerdo cuando tú y Patsy eran pequeños, y ella solía visitarnos y
perseguirte a ti ya tu hermano a través de la casa, fingiendo que entendía lo que
decían en ASL2.
—Ella aprendió mucho ese verano.
—Ese fue el año en que te negaste a hablar. ¿Te acuerdas?
Me río.
—Sólo quería ser como el resto de ustedes.
La gente me pregunta todo el tiempo lo que era crecer con dos padres
sordos y un hermano sordo. Pero era sólo mi vida. No sabía nada diferente.
Durante mucho tiempo pensé que todo el mundo se comunicaba con sus manos,
hasta que empecé la guardería y me di cuenta que algunos niños no eran sordos.
Me di cuenta que no era sordo. Ese fue un duro golpe. De repente me sentía
diferente del resto de mi familia, cuando siempre había pensado que era igual a
ellos.
—Te quiero, Mick —dice.
—Yo también te quiero, mamá —le respondo.
—Manda un mensaje a su tía y deja todo aclarado, ¿de acuerdo?
—Lo haré.
Ella hace el signo de te quiero, el cual es el signo de adiós para un montón
de personas sordas, y luego se ha ido.
Miro hacia arriba y encuentro a Wren de pie en mi puerta, y ella se ve tan
hermosa que no puedo dejar de mirarla.
—¿Todo bien? —pregunta.
Asiento.
—Mi tía quiere que entregue a los niños.
Su rostro se nubla.
—¿Cuando?
—Tan pronto como sea posible.
—Oh —dice Wren en voz baja.
Le explico el resto de la conversación.
—Así que... parece que voy a San Diego con los niños.

2ASL:lengua de signos americana en inglés, American Sign Language.


—¿Debo hacer sus maletas? Tengo que decirles adiós.
—¡Sólo pregúntale ya! —grita Emilio desde el pasillo.
—¡Deja de escuchar a escondidas! —responde Wren.
—¡No es espiar si es tu hija! ¡Es la ventaja de ser papá! —Le oí pisotear por
el pasillo, probablemente persiguiendo a uno de los niños.
Debería seguir adelante y preguntarle. Lo peor que puede pasar es que ella
diga que no.
—¿Hay alguna posibilidad que quieras ir conmigo?
—¿Adónde? —pregunta distraídamente, probablemente ya empacando y
preparándose para la partida de los niños en su mente.
—A San Diego. Será un viaje largo. Podemos parar varias veces al día y
tomará muchas películas y cosas mantener a los niños ocupados.
Señala hacia su pecho como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Quieres que vaya contigo para llevar a los niños con su abuela?
—No importa. Fue una idea tonta.
—Iré. —Se apresura a decir—. Quiero decir, si quieres que lo haga.
—Quiero que lo hagas —digo suavemente.
—Lo haré entonces. Iré contigo.
—¿De verdad?
Me mira a los ojos.
—Iría a cualquier lugar que necesitaras que fuera, Mick. Ya deberías saberlo.
La puerta abre una grieta.
—Si ustedes dos ya terminaron de ponerse ojos de jódeme el uno al otro y
declarando que se vana encargar de las necesidades del otro por el resto de la
eternidad, hay cuatro niños ahí fuera que podrían necesitar algunos cuidados —
dice Emilio. Cierra de nuevo la puerta con un chasquido.
—Tu padre es increíble.
—Lo sé, ¿verdad? —Se levanta y camina hacia la puerta. Se vuelve a mí en el
último momento—. ¿Te encargaste de ese pequeño problema? —susurra.
—¿Qué problema? —susurro de vuelta.
—La cosa del palo de esta mañana —dice, y deja caer sus ojos hacia mi
regazo, luego los lleva a mi rostro, y luego de nuevo, una y otra vez.
—Bueno, me encargué, pero si vas a empezar a mencionarlo, entonces no.
Ella se ríe y dice:
—¡Oops! —Entonces sale de la habitación.
Estoy en problemas. Grandes y jodidos problemas.
Capítulo 20
Wren
A
l parecer, toma un día o dos para que la novedad se desgaste cuando
vienen los niños. Nuestro período de la luna de miel terminó tan
pronto como llegamos al norte de Ohio. Apenas dos días en el viaje,
nos golpeamos con un muro.
Ni siquiera había visto a Mick, más allá de la parte superior de su cabeza o el
final de sus pies, en cuatro horas, porque había subido a la parte trasera de la van
para entretener a los niños mientras conducía. De vez en cuando, me fijaba en el
espejo retrovisor y lo veía jugar un juego o ver una película con los niños. Me
guiñaba el ojo y luego volvía a mirar el camino.
Sin embargo, es evidente que los niños ya no querían ser lindos, o dulces, o
mostrar su mejor comportamiento. El período de luna de miel estaba realmente
terminado. Querían quejarse y llorar. Anna y Devon tiraron papas fritas uno al
otro cuando nos detuvimos para el almuerzo. Y luego se quejaron porque se les
acabaron las papas fritas. Roxy renunció a la película de la princesa que estaba
viendo y se negó a ver más, y luego se negó a ver nada más. Y ahora... ahora están
gritando.
Mientras estoy detenida en una luz, Mick sube a través de los asientos
traseros hasta que está en el asiento junto a mí. Se pasa las manos por el cabello y
le da un tirón.
—Entonces, ¿de quién fue la idea otra vez? —pregunta.
—Estoy bastante seguro que nuestros padres la tuvieron.
—Bueno, si esperaban usar a estos niños como control de la natalidad, está
funcionando totalmente.
Bufo.
—Un poco. Te hace querer una vasectomía, ¿no? —Mick se estremece.
—Lo siento —dice—. Fue un comentario irreflexivo. No quise decir... de los
niños... Eso fue imprudente —Se detiene y gime, con la cabeza apoyada contra el
asiento, rindiéndose.
Me río
—Está bien. Sé exactamente lo que querías decir. —Dejo caer mi voz a un
susurro—. Para ser muy honesta, mi hoo-ha 3 está poniendo una señal de
―prohibido el paso‖ justo ahora.
Él exhala en voz muy baja
—Oh mi Dios...
—¿Qué? —Le echo un vistazo.
—Simplemente lo llamaste un hoo-ha. ¿Tienes doce? —dice frotando una
mano por su rostro.
—¿Preferirías usar la palabra con C4?
—Preferiría que no hablaras de tu hoo-ha en absoluto.
Lo miro y lo encuentro viéndome fijamente.
—Está bien... —digo lentamente—. Pensé que estábamos bromeando sobre
los niños y... todo eso.
—Estábamos —dice.
—Entonces, ¿por qué estás siendo una mierda?
—Porque trabajo muy duro para mantener la palabra con C, fuera de mi
cabeza cuando se trata de ti. Debido a que los Bff no se supone que incluso
piensen en la palabra con C. Se supone que eres asexual.
Resoplo
—Puedo asegurarte que estoy lejos de ser asexual.
—¿Lo eres?
—Bueno sí. Me gusta el sexo tanto como a cualquier persona.
—Oh, Dios —gime.
—Ahora suenas como uno de los niños. ¿Qué te pasa? —le siseo.
—Usaste la palabra con C y ahora todo lo que puedo pensar es la palabra con
C —sisea de nuevo. Mirando rápidamente al asiento trasero, pero los niños están
ocupados gritando el uno al otro, así que no están escuchando.
—La palabra con C, ¿en eso es lo que estás pensando ahora mismo?
Específicamente, ¿mi palabra con C?
—Sí, tu palabra con C. La única palabra con C que importa.
—Muchas palabras con C importan. —Le sonrío.
—No tanto como lo que se hace. Especialmente cuando es tuyo.
Un silencio caliente llena la furgoneta.
—¡Conozco muchas palabras con C! —grita Anna desde el fondo.

3Hoo-ha: Wren utiliza este este término para referirse a su vagina.


4
Wren se refiere, a utilizar la palabra Coño
—¡Oh, qué bien! —Mick responde—. Vamos a jugar un juego y pensar en
todas las palabras que podemos encontrar que comienzan con C.
—¡Calabaza! —grita Devon. Van y vienen hasta que comienzan a gritar
acerca de quién usó tal o cual palabra primero.
—Creo que deberíamos encontrar una habitación para pasar la noche —dice
Mick.
—Sí, por favor —respondo con un gemido—. Tal vez algo con una piscina.
Podríamos llevarlos a nadar por la mañana y cansarlos.
—¡Oh, eso suena divertido! —Mick se frota las manos con entusiasmo.
Encontramos un hotel y Mick entra, para registrarnos.
—Vamos a sacar nuestras maletas, chicos —digo. Entonces los gritos
empiezan mientras trato de sacar a los dos niños más jóvenes de sus asientos.
Colocando uno en cada cadera.
—¡Tengo hambre! —grita Anna.
—¡Me muero de hambre! —grita Devon.
—Estoy más hambrienta que tú —dice Anna.
Mick vuelve al exterior llevando una tarjeta magnética.
—Bueno, estoy más hambriento que todos ustedes —dice Mick mientras
finge morder un trozo de Anna y Devon. Él chasquea sus labios—. Tienes un
sabor a... ¡pollo!
Anna se ríe y cada uno de los niños agarra una bolsa. Mick consigue las dos
cunas portátiles y golpeo la puerta de la furgoneta para cerrarla con mi cadera.
—¿Qué hay de mí? —susurro a Mick mientras cruzamos el estacionamiento.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal.
—¿Qué hay de ti? —le susurra.
—¿Qué sabor tengo?
Sus ojos se oscurecen tan sutilmente.
—Tienes un sabor de cincuenta o sesenta años de compromiso.
—Podrías obtener una sentencia más corta si cometías asesinato.
Se ríe al abrir la puerta de la pequeña suite que reservó.
Dejamos caer las bolsas y el flops de Mick cayendo en el pequeño sofá.
—Tengo hambre —se quejan al unísonoAnna y Devon.
Mick aparece de nuevo.
—Voy a buscar algo para cenar.
Empiezo un baño para los niños, porque los niños de mis hermanas siempre
se calman cuando hay agua. Todavía no puedo imaginar que lo haga, pero
funciona.
—¿Hay algo especial que pueda conseguir por ti? —me pregunta Mick.
—He estado atrapada en un auto con cuatro chicos y tú durante unas
cuarenta y ocho horas. Si no vuelves con helado, no vuelvas.
Le lanzó una mirada malvada.
—¿Alguna vez dije gracias por hacer esto por mí? —pregunta en voz baja,
mirándome fijamente.
—Puedes agradecérmelo con helado —le respondo, y luego me voy al baño
con Anna y los bebés para poder lavar el cabello de Anna.
—¿Algo más? —grita.
Lanzo mi cabeza hacia atrás, por la puerta y doy un vistazo hacia la cama
doble supongo que estaremos compartiendo. Los niños estarán en el otro
dormitorio, y las dos cunas portátiles irán a la sala de estar. Lo miro y vuelvo a
mirar hacia la cama.
—Cualquier otra cosa que creas que podríamos necesitar, consíguelo —le
digo. Luego entro en el cuarto de baño y espero hasta escuchar la puerta de la
habitación de hotel cerrarse. Suelto el aliento que he estado sosteniendo casi
desde que salimos del auto.
Capítulo 21
Mick
Estoy caminando alrededor de la tienda de víveres, colocando ítems al azar
en la canasta, cuando mi teléfono suena. Dejo un cereal azucarado, la clase que
mi mamá nunca me dejaría comer, en la canasta y saco mi teléfono del bolsillo.
Veo el nombre de Henry en la pantalla, y sonrío.
—Hola, Henry —digo.
El silencio me saluda. Aparto el teléfono y miro. Todavía estamos
conectados.
—¿Henry? —pregunto.
—¿Mick? —contesta—. ¿Eres tú? No puedo descifrar este jodido teléfono
inteligente que Faith me consiguió. Solo me hace sentir estúpido y no hace nada
para hacerme más inteligente. Pero Faith dijo que lo necesitaba para que pudiera
enviarme fotos de mis nietos. Me envió una el otro día con uno de sus niños
usando un pañal y botas de vaquero. Estaba parado en la puerta como si fuera
una taberna. Fue jodidamente fantástico, tengo que decir. Así que supongo que
este estúpido teléfono valió la pena.
Me rio.
—¿Henry, estás bien?
—Oh, sí. Acabo de llamar a Wren para ver cómo iba su viaje, pero no podía
hablar porque los niños estaban gritando en el fondo. Así que, solo te busqué en
esta pequeña cosa de agenda, y ahí estabas. Como magia. Así que, ¿cómo va el
viaje?
Es una mierda, de hecho eso está en la punta de mi lengua.
—Va… bien.
—Una cosa que deberías saber, jovencito, es que no llegas a mi edad sin la
habilidad de detectar una mentira. Ahora, dime cómo va de verdad.
—Creo que de verdad no me caen bien los niños, Henry. Particularmente
cuando hay cuatro de ellos y no dejan de gritar en el auto, o cuando están
peleando entre sí, o cuando no dejan de molestarse entre sí. ¡Por nada! Es una
locura.
Henry se ríe.
—Mi Nan solía decir que no podías llamarte un padre hasta que lanzabas
una sandalia al asiento trasero esperando haberle dado a un niño.
He visto fotos de Nan. No podía imaginarla arrojando algo a nadie. Luego
recordé lo que era hace dos días con los cuatro niños. Puedo imaginarlo
completamente.
—Bueno, no soy un padre. Solo soy un chico que está volviéndose loco.
—¿Quieres un consejo? —pregunta.
Como si pudiera detenerlo.
—Claro —dije divertido.
—Aliméntalos, báñalos y ámalos. El resto se asentará. Esos niños no saben
de tristezas ahora. Están en un extraño lugar con una gente extraña, sin ofender.
—No te preocupes —murmuro.
—Así que esfuérzate. Se darán cuenta que es lo único que puedes hacer, y
dejaran de atormentarte. Si no, solo recuerda que solo te faltan unos cuatro mil
kilómetros más.
—Gracias, Henry —contesto, aunque eso en realidad no ayuda a mi
situación actual.
—¿Cómo van las cosas con Wren? ¿Ya se enamoró de ti?
Tropiezo y dejo caer el galón de leche que había tomado para el desayuno,
para acompañar el cereal azucarado que es terrible para ellos. Lo recojo y lo dejo
en el carro.
—Ni de cerca —digo.
—¿Qué te hace pensarlo?
—Bueno, la puse en un auto con cuatro niños gritones que no son nuestros,
y luego la hice conducir hasta que estuvo exhausta. Luego la dejé sola con ellos
mientras salía solo.
—No es como si estuvieras en un bar. Estás haciendo las compras, tonto.
—Aun así —digo—. Será mejor que vuelva.
Cargo mi carro con bocadillos, consigo leche para bebé, bebidas para la
nevera, y cosas para hacer sándwiches, y todo el tiempo Henry está contándome
sobre el extraño personaje que conoció en el trabajo hoy. Henry es el mejor
contador de historias que he conocido. Me rio a pesar de mi terrible situación.
—¿Terminaste de comprar? —pregunta Henry mientras miro
detenidamente la nevera del helado.
—Todavía no. Wren quiere helado, pero no sé cuál es su favorito.
—El pote azul con las nueces y la salsa de caramelo y chocolate —dije—. Ese
es su favorito.
En el fondo, siento que debería saber estas cosas.
—Estás preguntándote por qué ya no lo sabes, ¿verdad? —dice Henry.
—Deja de hacer eso, Henry. Me asusta.
—No lo sabes porque no has pasado años aprendiendo estas cosas. Todavía
puedo recordar cuando mi Nan y yo habíamos estado casados por veinte años, y
alguien preguntó cuál era su perfume favorito. No tenía idea, incluso aunque
sabía que era la misma clase de perfume que me ponía todo caliente e incómodo,
si sabes lo que quiero decir.
Hice una mueca.
—Desafortunadamente, sé exactamente lo que quieres decir —digo.
—La lección aquí es que incluso después de veinte años juntos, había cosas
que no sabía. Había muchas cosas que tenía que aprender, incluso al final. Así
que, no te sientas mal si no sabes los pequeños detalles. No significa mucho,
excepto que es bueno, porque quiere decir que quieres saber los pequeños
detalles. Y son los detalles lo que importan. La clase de canción que canta en la
ducha…
“Somewhere Over the Rainbow”, pienso.
—Cómo le gustan sus huevos…
No tengo ni idea de cómo le gustan sus huevos.
—¿Cuántas personas mataría por un pedazo de tocino?
A todas. De esa estaba seguro. Giro mi carrito para conseguir un poco de
tocino pre cocido para el desayuno.
—El matrimonio es sobre descubrir los detalles, Mick. Es parte de la
diversión.
—¿Estoy apresurando las cosas, Henry? —pregunto. No debería, pero lo
hago.
—No hay tal cosa como sentimientos apresurados de alegría y felicidad.
Todos buscamos esos sentimientos, y cuando encuentras a alguien que te trae
alegría, quieres más de ella. Ahora, si estás saltando a la cama, por eso sí estaría
preocupado.
No digo nada. Porque estoy de pie frente a la sección de condones, ya que
Wren miró a la cama y luego a mí, y me dijo que consiguiera todo lo que
necesitábamos.
—Oh, demonios —dice Henry—. Estás pensando en saltar a la cama con ella.
Suelto un suspiro.
—No pienso en mucho más, Henry. —Bien podría ser honesto—. ¿Te sentías
de esa forma con Nan?
—Solo cada día de mi vida, jovencito. Así que, ni siquiera te avergüences por
querer quitarle la ropa y arrojarla al suelo.
—¡Henry! —digo, pretendiendo estar atónito.
—Solo elige el momento correcto, ¿bien? Probablemente no es el momento
correcto cuando ambos están cansados, estresados y tienen cuatro niños
durmiendo al otro lado del cuarto.
—Tienes razón. —Maldición.
—Vendrá tu momento. Estoy seguro. ¿Conseguiste el helado?
—Dos potes.
—Qué buen alumno —murmura.
—Lo intento.
—Será mejor que vueltas, antes que los pequeños monstruos aten a Wren y
la encierren en el armario. Volverás allá y los encontrarás jugando a los dados con
el vagabundo de al frente, apostando aros de cereal y cajas de jugos.
—Pintas una imagen muy sombría, anciano —dijo riéndome.
Henry se queda en silencio un segundo.
—Oye, Mick —dice Henry.
—¿Sí, Henry?
—Me caes muy bien, pero si lastimas a esa chica, no tendré más opción que
patearte en las bolas.
—Puedes hacer fila justo después que su papá acabe.
—Cierto. —Suelta un suspiro—. Ha pasado por suficiente dolor. Perdió a sus
padres, conoció a un hombre que no podía amarla, y perdió un bebé que podría
haber amado ferozmente. Así que, aparte de todo eso, sé un hombre en quien
pueda confiar.
—Sí, señor.
—Y apúrate a volver al hotel. Acaba de enviar una foto de los dos mayores
con unas bridas de plástico y unas bufandas.
—Claro que no.
—Bien, no. Pero fue una imagen graciosa en tu cabeza, ¿verdad?
—Divertidísima, Henry.
Henry tose en el teléfono.
—¿Henry, te sientes bien?, no estás enfermándote, ¿verdad?
—Oh, ya verás cómo es cuando seas tan viejo como yo. Todo duele, y nada
sabe bien, pero sigues avanzando hasta que puedes.
—Toma un poco de jarabe para ese resfriado. Y ve al doctor si no mejora.
—¿Oye, Mick? —dice casualmente.
—¿Sí, Henry?
—Vete al infierno. Justo después que vayas al hotel con ese helado para la
chica.
Me rio.
—Sí, señor. Buenas noches.
—¡Duerme bien! —contesta. Luego lo escucho maldecir por el hecho que no
puede descifrar como colgar el estúpido teléfono.
Si no lo supiera, diría que Henry está en una misión para abrirme paso al
corazón de Wren. Necesito toda la ayuda que pueda conseguir.
Pago por los víveres y vuelvo al hotel. Cuando abro la puerta, me detengo en
seco. Puedo ver a Wren, dormida al borde de la cama. El bebé está dormido sobre
su pecho, Roxy está contra su costado, y los otros dos están a los pies de la cama,
profundamente dormidos.
Dejo los víveres y voy al cuarto. Wren parpadea.
—¿Qué pasó aquí? —pregunto en voz baja, apuntando a los niños.
Me silencia.
—No los despiertes. Si lo haces, empezarán a quejarse.
—¿Comieron?
—Los alimenté con los últimos sándwiches que tu mamá hizo, y se
durmieron de inmediato.
—Te compré helado —susurro.
—¿Puedes liberarme de la montaña de niños para poder disfrutarlo?
Uno por uno, tomo a los niños y los muevo a sus lugares para dormir. Wren
no se mueve.
Voy y traigo su helado y una cuchara, y quito la tapa del pote. Lo recibe con
un gemidito de felicidad.
—¿Quieres?
La miro a los ojos.
—Claro que sí. —Muevo mis cejas.
Sonríe.
—¿Puedo terminar mi helado primero?
Paso mi mano por la cima de su cabeza mientras voy al baño y tomo una
ducha. He estado enjaulado en el auto todo el día y me siento sucio.
Cuando salgo, el pote de helado vacío está en la mesa de noche, y ella está
profundamente dormida, tendida en el centro de la cama.
Muevo las sábanas de debajo de ella y nos deslizo bajo estas. De inmediato
rueda hacia mí y mete su cabeza debajo de mi barbilla.
—¿Esto está bien? —pregunta con un bostezo.
Oh sí. Todo. Cada maldita cosa.
Capítulo 22
Wren
E
l sol está saliendo por el horizonte cuando escucho los susurros de
niños que están tratando de ser silenciosos en la otra habitación. A
ciegas alcanzo al otro lado de la cama donde Mick estaba, pero las
sábanas están frías y se ha ido. Me levanto, voy a cepillar mis dientes y cabello, y
luego camino de puntitas hacia la sala de estar. Mick está sosteniendo a Chase en
sus brazos, dándole una botella, y Roxy está junto a él en el sofá inclinada sobre
su brazo, su regordete pequeño pulgar entre sus labios. Ella está mirando
televisión mientras se duerme. Anna y Devon están en la pequeña mesa de la
cocina comiendo cereal.
—Buenos días —les digo mientras entro.
Ellos murmuran algo ininteligible en respuesta.
—Buenos días, rayo de sol —le digo a Mick mientras camino pasándolo.
Dirigiéndome a la pequeña cafetera que está en la cocina improvisada.
—Creo que todavía es de noche —dice, su voz rasposa y profunda.
Separo las cortinas mientras mi café se prepara.
—No, el sol está saliendo.
—Y aquí yo esperando que pudiera volver a ponerlos en la cama. Sueños
destrozados. Gracias —dice divertido.
—No escuché nada anoche. ¿Durmieron todos?
—Chase se despertó una vez. —Pasa una mano por su rostro, tratando de
despertar.
—Eso no es muy malo. —Tomo mi taza de café y la pongo en la mesa de café
enfrente de donde está sentado.
—Podría haber sido peor, supongo.
Recojo a Roxy y me siento con ella en mi regazo. Me inclino contra el brazo
de Mick. Me gustaría pensar que es solo estar aquí, pero no lo es. Es porque él es
grande, cálido y fuerte, y me hace sentir cosas que pensé había olvidado cómo
sentir. Froto mi rostro contra su brazo.
Él me mira, su mirada cálida y atenta.
—Acércate más —dice—. Te sientes bien.
Me subo un poco más y envuelvo mi brazo alrededor del suyo,
enterrándome en su costado.
—Te sientes bien, también —digo en voz baja.
—Me haces querer cosas —dice en voz baja.
—¿Qué tipo de cosas? —respondo. Levanto la mirada hacia él y él me mira.
—Todas las cosas.
Me río en voz baja, porque tengo miedo que la burbuja de paz que nos rodea
estallará si somos muy ruidosos.
—¿Todas las cosas? ¿Qué significa eso?
—No lo sé —dice—. Solo sé que las quiero.
Su comentario se asienta bajo en mi vientre, en ese lugar donde los sueños
reposan en espera, solo esperando ser convertidos en mariposas en tu vientre y
luego calor en tus tripas.
—Las quiero también —admito. Entonces froto mi rostro contra su brazo así
no me verá y verá lo mucho que quiero las mismas cosas.
—¿Alguna posibilidad que las quieras conmigo? —pregunta. Un silencio
expectante cae sobre la habitación.
—Las habrán —digo con un encogimiento de hombros juguetón.
Él se ríe y ajusta a Chase en sus brazos. Está dormido, así que Mick se
levanta y lo mueve de vuelta a su cuna portátil. Roxy está dormida en mis brazos,
así que la muevo a una almohada en el otro extremo del sofá y la meto en un lugar
agradable y cómodo así no rodará. Mick se da la vuelta así que puedo subir a su
regazo, y entonces él me ajusta así que estoy inclinada en sus brazos. Me mira, y
cepilla un mechón de cabello lejos de mis labios.
—Eres como el humo —dice.
—¿Qué quieres decir?
—A veces eres pesada y espesa, y puedo verte justo ahí enfrente de mí. Luces
tan sólida hasta que trato de agarrarte, y entonces te has ido. —Señala con sus
manos como si me estuvieradeslizando por sus dedos.
—Lamento hacerte sentir eso. —Lo siento. Lo siento mucho. Él merece algo
mucho mejor que yo. Merece el mundo—. ¿Has alguna vez estado enamorado? —
pregunto.
Él se ríe.
—¿En serio me preguntas eso?
—¿Qué? —pregunto, juguetonamente empujando su hombro—. Por
supuesto, hablo en serio.
—Eres tan inteligente, pero a veces creo que lo entiendes a tu propia
manera, sin ni siquiera quererlo.
Trato de sentarme.
—¿Qué significa eso? —Él me sostiene apretada en sus fuertes brazos, no
dejándome irme.
—Significa que, por alguna razón, no puedes ver lo que está justo delante de
ti. ¿Por qué es eso? Abre tus ojos, Wren. —Me empuja en sus brazos un poco.
No digo nada.
—¿Cómo conociste a Shane? —pregunta.
Shane, el padre del bebé que perdí.
—Él toca la guitarra para la banda que solía abrir por nosotros cuando
estábamos de gira.
—¿Amor a primera vista?
Bufo.
—Más como lujuria a primera vista.
Él sonríe.
—Así que, fue así.
—Mucho. Él era encantador y amigable y me hizo sentir especial. Hasta que
no lo hizo.
—¿Qué pensaron tus padres de él?
—Emilio lo odiaba. Marta lo toleraba. Mis hermanas eran ambivalentes. —
Me encojo de hombros.
—¿Lo amaste?
Niego.
—Mirando hacia atrás, no lo creo. En el momento, pensé que lo hacía, pero
nada como… —Mi rostro se llena de calor y dejo la oración desvanecerse.
—¿Nada como qué? —pregunta, su rostro atento.
—Nada como… esto.
Él me mira.
—¿Qué es esto?
Toda esta conversación ha estado teniendo lugar en susurros, lo cual lo hace
sentirse tan íntimo que casi duele. Los vellos de mis brazos se erizan.
—Esto. —Señalo de él a mí y de vuelta—. No se sentía como esto.
—Dime cómo esto se siente para ti.
—Como a fuego lento. Como una hoguera que acaba de ser encendida. Como
una llama que espera convertirse en una antorcha. Como… no sé. No puedo
explicarlo. Con Shane, fue atracción instantánea y entonces se acabó. Seguimos
en ello porque era lo que conocíamos, pero no necesariamente lo que queríamos.
—¿Qué querías?
—De eso se trata. No estoy segura. Quiero lo que mis padres tenían. Lo que
Emilio y Marta tienen. Lo que mis hermanas tienen con sus esposos. Pero
también quiero mi propia historia. No quiero ser arrastrada en algo más grande
que yo. Tengo miedo de perderme. —Hago una mueca, y me doy cuenta que dije
todo eso sin mirarlo. Finalmente encuentro sus ojos—. ¿Qué es lo que quieres? —
susurro.
—Tú —dice, y corre la punta de su nariz por el lado de la mía. Besa la
comisura de mis labios—. Solo tú. —Levanta mis piernas así puede deslizarse
debajo de mí—. Voy a tomar un baño.
Asiento y alcanzo mi café, el cual se ha entibiado. Escucho la ducha abrirse,
y entonces pongo a Anna y Devon enfrente para una película. Voy de puntillas al
baño y debato conmigo sobre lo que debería hacer. Cierro la puerta de la
habitación y me quito toda mi ropa. Entonces en silencio abro la puerta del baño
y me deslizo dentro. Mi corazón está en mi garganta mientras abro la cortina de
la ducha.
Mick está enjuagando el jabón de su cabello cuando doy un paso detrás de
él. Se congela, y los músculos de su espalda se retuercen cuando pongo mi mano
sobre su piel.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta.
—Ya no quiero ser como el humo. Quiero ser alguien a quien puedas
sostener.
De repente, se da la vuelta, me agarra, y me tira contra él. Sus manos se
deslizan hacia arriba por mi nuca hasta que entierra sus dedos en mi cabello,
sosteniendo apretadamente. Tira hasta que levanto la mirada a él.
—¿Esto es algún tipo de broma? —pregunta.
—No —me apresuro a decir.
—Entonces deja de jugar —gruñe mientras me empuja hacia atrás contra la
pared de la ducha.
—No estoy jugando.
—Sí, lo estás. Estás jugando con mi jodido corazón y te amo lo suficiente que
no quiero alejarme.
—¿Me amas? —chillo.
Él presiona sus caderas contra las mías, su polla está caliente y dura contra
mi vientre.
—Estoy en esto. He estado en esto desde que comenzó. Pero siento que he
estado arrastrándote conmigo.
—No estoy siendo arrastrada.
Él presiona sus labios en mi cuello mientras sus caderas golpean contra las
mías.
—¿Qué es lo que quieres?
—Solo a ti.
—¿Por cuánto tiempo?
—Y-yo… no lo sé.
Él me deja ir tan rápido que casi me caigo al suelo. El aire frío me rodea
donde su calor solía estar.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto mientras abre la cortina y sale.
—Voy a llevar a Anna y Devon a la piscina por un par de horas. La salida es a
las diez, así que volveré para entonces. ¿Por qué no tratas de dormir? Será otro
largo día de conducir. —Su voz es fría, sus palabras rápidas y afiladas como
cuchillas.
—¿Te estás yendo? —pregunto.
—Sí.
—¿Por qué? —Estoy todavía de pie desnuda en la ducha y él se está yendo.
—Porque no puedo hacer esto. No puedo ser ese chico.
—¿Qué chico?
—El chico que necesitas. Él chico que no da una mierda.
—No quiero un chico que no da una mierda, Mick. ¿De qué estás hablando?
—Lo entiendo, Wren. De verdad lo hago. Tus padres murieron. Conociste a
un hombre que nunca te amaría. Tu bebé, quien podría haberte amado
incondicionalmente, murió. Has perdido mucho, más de lo que nadie debería
nunca perder. Pero no puedo ser uno de tus damnificados. Tienes que estar en
ello o no.
—Estoy en ello. —Estoy de pie aquí desnuda, por el amor de Dios.
—Voy a llevar a los niños a la piscina. Descansa un poco.
Y entonces envuelve una toalla alrededor de su cintura y me deja de pie ahí
vistiendo nada salvo vergüenza y miedo.
Capítulo 23
Mick
M
e detengo fuera de la puerta del baño y espero, casi esperando que
ella me siga. Si lo hace, no tendré otra opción que tomarla rápido y
duro contra la pared. Me ajusto la toalla, porque siento que mis
pelotas están intentando subir por mi garganta. Nunca jamás me he sentido así.
Nunca he estado así de excitado.
Lo triste es que ella no tiene idea de la absoluta fuerza de voluntad que
necesité para rechazarla. Estaba desnuda, justo frente a mí, con sus pechos
respingones y su estómago plano guiando a un manojo de vello que estaba lejos
de estar retocado. Era perfecto. Perfección absoluta, y yo era un imbécil por
rechazarla.
Estiro la mano para girar el pomo y volver a entrar, pero luego me detengo.
Si entro ahí, no será nada más de lo que era hace unos minutos. No sería nada
más que yo consiguiendo satisfacerme mientras ella finge que todo está bien en el
mundo.
Estoy seguro que sería increíble, trascendental y puede que incluso te
cambie la vida, pero no sería real. Y yo quiero algo que sea real.
Me visto y abro un poco la puerta de la habitación. Los dos pequeños están
durmiendo y los dos mayores están mirando la televisión en silencio.
Saco el teléfono del bolsillo y le envío un mensaje a mi hermano mientras
me siento al borde de la cama.

Yo: ¿Alguna oportunidad que tú y Lark vengan y nos ayuden con los
niños?
MejorHermanoDelMundo: No.
Yo: ¿Por qué no?
MejorHermanoDelMundo: Mamá dijo que no podíamos, incluso si
llamabas, te quejabas y suplicabas.
Yo: ¿Lo dices en serio?
MejorHermanoDelMundo: Sí.
MejorHermanoDelMundo: ¿Quieres decirme qué está mal?
Yo: No.
MejorHermanoDelMundo: ¿Por qué no? Fingiré que no tengo pelotas
y te daré un consejo. Un buen consejo. Un consejo que solo puedes conseguir de
una mujer.
Yo: Lark está contigo, ¿eh?
MejorHermanoDelMundo: ¡Hola Mick! Soy Lark. ¿Cómo está mi
hermana?

Mojada en la ducha donde acabo de rechazar sexo con ella, pienso.

Yo: Está bien.


MejorHermanoDelMundo: ¿Estás seguro?
Yo: Positivo. Estoy justo aquí sentado mirándola.

Estoy viéndola desnuda en mi mente, por amor de Dios.

MejorHermanoDelMundo: Soy yo de nuevo. Lark me envía a la tienda


por crema de cacahuete y helado.
Yo: ¿Comida de embarazada?
MejorHermanoDelMundo: ¿Sabes que las mujeres embarazadas
quieren sexo a todas horas? Es como el cielo. Con quejas y lloros. Henry me dice
que no intente pelear con una hormona, que no puedo ganar. Así que
simplemente consigo comida loca y la dejo subirse a la vieja barra Ryan cuando
quiera.
Yo: Ew.
MejorHermanoDelMundo: ¿Demasiada información?
Yo: Mucha información.
MejorHermanoDelMundo: Entonces, ¿qué está mal? ¿Por qué estás
pidiendo ayuda? ¿La mierda se está haciendo demasiado real?
Yo: Define demasiado real.
MejorHermanoDelMundo: Tú estás teniendo sentimientos, ella está
teniendo sentimientos, y ambos están calientes, sudados y cansados, y están
pegados a niños a todas horas, y están atrapados en un espacio pequeño con
ellos. Cuando eso sucede, las cosas tienden a hacerse reales. Es como si los
sentimientos y la mierda estuvieranjusto en la superficie, y simplemente están
esperando a ser conocidos o alejados.

No digo nada, porque lo que Ryan está diciendo tiene sentido, y eso me
asusta muchísimo.
Yo: ¿Estás leyendo libros sobre el embarazo de nuevo?
MejorHermanoDelMundo: No, estoy casado y me encanta. Y sé que si
fuese tú y estuviese confinado en espacios pequeños todo el día con la mujer que
amo, querría saltar sobre ella, particularmente por la noche cuando está ahí
tumbada respirando suavemente a mi lado.
Yo:…
MejorHermanoDelMundo: Intentaste follarla y dijo que no, ¿cierto?
Lo sabía.
Yo: No, eso no fue lo que pasó.
MejorHermanoDelMundo: ¡OH DIOS MÍO! ELLA intentó follarte y TÚ
dijiste que no.
Yo:Cállate.
MejorHermanoDelMundo: Rechazaste el coño del que estás
enamorado.
Yo: No era el momento correcto.
MejorHermanoDelMundo: ¿Estás esperando a que ella se arrodille y
profese su amor eterno por ti?
Yo: Cállate.
MejorHermanoDelMundo: ¡OH DIOS MÍO! Lo haces.
Yo: Te odio.
MejorHermanoDelMundo: ¿Le hablaste sobre Nicky?
Yo: No.
MejorHermanoDelMundo: ¿Por qué no?
Yo: ¿Qué bien haría eso?
MejorHermanoDelMundo: Le ayudaría a entender por qué no aceptas
su coño, imbécil.
Yo: Lo de Nicky fue hace mucho tiempo.
MejorHermanoDelMundo: Y eso explica por qué estás buscando el
perfecto “felices para siempre” en lugar del sexo.
MejorHermanoDelMundo: Díselo.
Yo: No creo que eso solucionará nada.
MejorHermanoDelMundo: Oye, toda esta mierda del amor es
increíble, pero Lark quiere hablar con Wren y no está respondiendo a su
teléfono. Así que tu teléfono va a sonar en 3… 2… 1…
Yo: Te odio.
MejorHermanoDelMundo: Yo también te quiero. Responde al puto
teléfono. Así mi mujer dejará de enviarme mensajes.

Mi teléfono suena y contesto.


—Hola, Mick —saluda Lark—. ¿Está mi hermana por ahí?
—Está en el baño.
—¿Puedes pasarle el teléfono? Solo llevará un segundo.
—Espera.
Llamo suavemente a la puerta del baño. Wren la abre. Aparentemente, se
duchó, porque está envuelta en una toalla.
—Lark quiere hablar contigo.
Ella asiente, pero no me mira a los ojos. Las puntas de nuestros dedos se
tocan cuando agarra el teléfono, y el calor se dispara por mi brazo. Juro que la
escucho soltar un pequeño jadeo ahogado, justo antes que aparte el teléfono y su
mano, y cierre la puerta.
Preparo a Anna y a Devon para ir a nadar un par de horas y salimos por la
puerta.
Capítulo 24
Wren
L
evanto el teléfono de Mick al oído.
—¿Lark? ¿Está todo bien?
—Sí, todo está bien. No respondiste a tu teléfono. No me
importa que tuvieras una razón para no contestar.
Yo bufo.
—Bueno, eso es muy amable de tu parte.
—¿Están ustedes bien? —pregunta.
—No lo sé. —Libero un suspiro pesado.
—¿Qué pasa?
—No lo sé. —Y realmente no lo hago. No tengo ni idea.
El teléfono de Mick recibe un texto y lo retiro lo suficiente para mirar hacia
abajo.

MejorHermanoDelMundo: Dile lo de Nicky. Le ayudará a entender.

¿Nicky? ¿Quién es Nicky?


—Tierra a Wren. ¿Estás ahí?
—¿Quién es Nicky? —pregunto.
Lark se calla.
—¿Lark? ¿Sabes quién es Nicky?
—Solo lo que Ryan me ha dicho.
—¿Y qué te ha dicho Ryan?
—No mucho en realidad...
—Lark. —Espero.
—Wren, no puedo. No es mi historia para contar. Lo siento.
—¿Es una vieja novia?
—¡Wren! —grita—. No puedo.
—Solo dime algo. Cualquier cosa. Por favor.
—Es alguien con quien crecieron. Fue a la escuela de sordos con Ryan, y
Mick la conoció cuando fueron al mismo colegio.
—¿Ella es sorda?
—Sí.
—Y los conocía a los dos.
—Sí.
—¿Con cuál de ellas salió?
—Bueno, ella no salió con Ryan, eso es seguro.
—Así que salió con Mick.
—¡Para! —Me la imagino cubriendo cada oído y cantando la-la-la-la—. La
única vez que la conocí fue muy amable.
—¿La conociste?
—Solo una vez. Ella va a las mismas reuniones de sordos a las que Ryan y
Mick van. —Hace una pausa, y entonces su voz se vuelve suave—. ¿Alguna vez le
has preguntado sobre él, Wren? ¿Intentas averiguar lo que más le apasiona? ¿Le
preguntas qué equipos deportivos le gustan? ¿Cuáles son sus comidas favoritas?
No, porque soy una perra egoísta.
—A veces —digo en voz baja.
—Si lo hicieras, ya sabrías de Nicky.
—Traté de apresurar las cosas hoy —explico. Luego cubro mi rostro en
vergüenza, aunque nadie pueda verme.
—Bueno, baja la velocidad. Aprende algo sobre él. Hazle preguntas.
Conócelo. Haz esto de la manera correcta.
Me muerdo el labio inferior hasta que me duele, y no digo nada.
—¿Sabes, esa noche, la noche en que perdiste a tu bebé?
Su voz es tranquila y suave, como si ella estuviera hablando con un pájaro
bebe que volará lejos si es demasiado fuerte.
—Sí. —Todavía la revivo en mis sueños.
—Él me dijo que no te lo dijera, pero nunca salió del hospital esa noche.
—Sí, lo hizo. Me besó en la frente y luego se fue.
—No, no lo hizo. Nos dijo que no te lo dijéramos, pero cuando le dijiste que
querías que se fuera, se sentó en la sala de espera toda la noche, todos íbamos y
veníamos a verte, y él solo se sentó allí. Todavía estaba allí cuando te dieron de
alta. Esperó todo ese tiempo, solo para estar seguro que estabas bien.
He sido una idiota.
—Nunca lo supe.
—Y luego no contestaste sus llamadas.
—Me metí a la ducha desnuda con él —suelto.
Ella se ríe.
—Bueno, eso no podría haber sido una buena idea.
—Me rechazó.
—Bien por él. Emilio lo amará.
—¿Debería preguntarle por Nicky?
—Pregúntale primero sobre otras cosas.
—De acuerdo.
—Aparte del incidente de la ducha ¿ustedes lo están haciendo bien? ¿Los
niños están bien?
—Oh, son geniales. —Justo cuando digo eso, escucho a uno de ellos
despertando en la otra habitación—. Hablando de eso, tengo que ir a cuidarlos.
—De acuerdo, te hablo más tarde.
—Te quiero, Lark —digo—. Me alegra que hayas llamado.
—Yo también te quiero. Llámame si necesitas a alguien para evitar que
saltes del precipicio. O de la ducha. O sobre cualquier otra cosa.
—Claro que sí. Adiós.
Cuelgo el teléfono mientras mi mente gira. Creo que tengo algunas
preguntas para Mick.
Capítulo 25
Mick
C
uando vuelvo a la habitación, Wren está cambiando el pañal de Chase.
El olor es horrible.
—Aquí déjame hacer esto —digo mientras apresuro a Anna y
Devon en la habitación.
—Puedo hacerlo —dice Wren—. Aunque no tenía ni idea que el pequeño
podría hacer tanta popó.
Chase mueve sus piernas desnudas y sonríe a Wren.
—Oh, crees que es gracioso, ¿eh? —dice mientras hace cosquillas en las
plantas de sus pies. Él patea, todavía sonriendo.
—Mejor cubre esa cosa —advierto—. O él va a…
Wren chilla y tira su cabeza hacia atrás, pero es demasiado tarde, porque
Chase se acaba de orinar justo en su ojo. Ella mantiene un ojo cerrado y me mira.
Me apresuro a conseguirle una toalla.
—Traté de advertirte —digo. Froto el lado de su rostro.
—No sabía que podía disparar un chorro así. Era como un geiser.
—Justo en tu rostro. —Trato de lucir tan serio como es posible, pero es
difícil.
Finalmente, ella se ríe. Y no es disimulada. Es una carcajada completa. Se
ríe tan duro que sus mejillas se vuelven rojas y no puede respirar.
—¿Está bien? —pregunta Anna. Ella se pone detrás de mi pierna.
—Es como si él tuviera su propia manguera de bomberos —dice Wren sobre
su risa.
—Siento mucho lo que pasó —digo mientras froto el cabello seco de su sien.
Me doy cuenta que estoy sonriendo
—No es como si tú me orinaras, Mick. —Sus ojos encuentran los míos.
Entonces se vuelve hacia Anna y Devon—. ¿Se divirtieron chicos? —Ellos
comienzan a decirle sobre su nado mientras termina de cambiar a Chase.
Entonces señala a su cabeza—. Creo que debería probablemente lavar la orina de
mi cabello. No es muy sexy.
—¿Qué significa sexy? —pregunta Devon.
Wren se detiene.
—Um…
—Significa divertido e inteligente —digo—. La gente que es divertida e
inteligente esrealmente sexy.
—Wren es realmente sexy —espeta Anna.
La miro.
—Sí, en verdad lo es —digo en voz baja.
—¡Soy sexy también! —dice Devon.
—Seguro que sí —dice Wren. Entonces se inclina para besar su frente. Pero
él se retuerce y chilla.
—Tienes pipí de bebé en tu rostro. ¡No me beses! —Entonces se ríe y huye de
ella.
—Puedes o entrar en la ducha justo ahora y lavar el cloro de ti, o estoy
viniendo a besarte. Podría incluso frotar mi cabello sobre ti. —Ella hace un
movimiento como que va a perseguirlo, y él chilla y corre al baño, golpeando la
puerta detrás de él. Ella frota el cabello de Anna—. Puedes usar la ducha en la
otra habitación, niña.
—Los niños pueden esperar. Estoy seguro que quieres lavar la orina de tu
cabello. —Me río. No puedo evitarlo. Es gracioso.
Wren cruza a su pequeña maleta y saca una botella de viaje de champú.
—Puedo hacer lo mío en el lavabo. Deberíamos probablemente ponernos en
camino.
—Si estás segura… —digo. Pero ella ya está moviéndose hacia el lavabo
cargando una de las toallas extras que pidió anoche.
—Solo tomará un segundo —digo.
Ella se inclina sobre el lavabo, su largo cabello oscuro cayendo en ondas
contra la porcelana. Usa el spray para humedecerlo.
—Aquí —digo—. Déjame ayudar. —Pongo a Chase en su columpio y voy a
ella.
—Puedo hacerlo —protesta.
Me paro detrás de ella, mi pierna izquierda contra la parte trasera de su
pierna derecha. Ella instantáneamente se congela.
—Chase te orinó y es al menos parcialmente mi culpa, así que déjame
ayudarte. No luce como una posición muy cómoda en la que estás.
Tomo el rociador y mojo su cabello mientras ella bloquea el agua de correr a
sus ojos con sus manos.
—Gracias —dice.
—De nada —gruño.
Ella sostiene la botella, y vierto un poco de champú en mis manos. Entonces
comienzo a trabajar en su cabello. Ella deja salir un pequeño sonido de placer.
—¿Dijiste algo? —pregunto, deteniéndome un momento.
—No —chilla. Entonces aclara su garganta y dice—: No dije nada.
—Creo que deberíamos probablemente tener una charla pronto —digo en
voz baja mientras enjuago su cabello.
—¿Tenemos qué? —pregunta, su voz nasal por estar inclinada.
Enjuago su cabello, tomando un poco más de tiempo del que debería tomar,
solo porque me gusta estar cerca de ella. Me gusta esa pequeña tarea intima. No
debería de gustarme tanto como lo hace.
Le tiendo una toalla y ella envuelve su cabeza como un turbante, y se pone
de pie. No está usando maquillaje y su cabello está en una toalla, pero nunca
pensé que fuera más bonita, ni siquiera la noche que se vistió para mi fiesta de
trabajo.
—Lo siento por lo de antes —espeta de repente.
Cepillo un mechón mojado de cabello que ha caído sobe su frente.
—No tienes nada que disculparte. Fui un idiota, y lo siento.
—No debería haber hecho eso.
—¿Sabes que nunca ni siquiera te he besado? —susurro, mirando de sus ojos
a su nariz a sus labios.
—Me has besado muchas veces —replica.
—Te he besado en la frente, y te he besado en la mejilla, y creo que besé la
esquina de tu boca una vez, pero nunca te he besado. No realmente.
—Oh —dice.
Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura y tiro de ella hacia mí tan rápido
que deja salir una respiración exaltada. Sus palmas planas sobre mi pecho para
estabilizarla.
—Creo que deberíamos cambiar eso. —La beso suavemente en la mejilla.
—Creo que me gustaría eso.
Beso la punta de su nariz.
—Me gustaría también.
Mis labios se ciernen sobre los suyos y ella mantiene la respiración.
Entonces se levanta sobre sus puntas y presiona sus labios en los míos. Me
congelo. Miro en su sorprendida, desconfiada mirada, y entonces deslizo una
mano hacia la nuca de su cuello y la sostengo apretado. La toalla que envolvió
alrededor de su cabeza cae al suelo, así que palmeo la parte trasera de su cabeza,
inclino mi rostro, y la beso.
Sus labios son suaves y cálidos, y están un poco sorprendidos, pero se
suaviza debajo de mí, y sus brazos se envuelven alrededor de mis hombros. Me
sostiene fuerte mientras me regresa el beso. Su boca se abre en un susurro, y
deslizo mi lengua dentro, tentativa al principio, pero su lengua encuentra la mía
y…
—Eww, asqueroso. —Escucho desde detrás de mí. Cierro el beso, levanto mi
boca de la suya, y froto mi nariz arriba y abajo por el costado de su nariz mientras
aprieto mis ojos fuertemente cerrados.
—¿Están justo detrás de mí, cierto? —susurro.
Wren mira sobre mi hombro.
—Síp.
—¿Ustedes dos, son como, novio y novia ahora? —pregunta Anna.
Abro mi boca para decir que no, pero Wren dice.
—Sí. —Sostiene mi mano fuertemente mientras doy un paso atrás—. Sí, lo
somos. —Me mira con una pregunta en sus ojos—. ¿Lo somos, cierto? —Veo la
incertidumbre escrita por todo su rostro.
—Lo somos —digo. Nosotros abso—jodidamente lo somos—. Ustedes dos
consigan sus cosas así podemos cargarlas en el auto, ¿está bien?
Ellos corren alrededor en la esquina, solo para correr de regreso, ambos
sosteniendo sus narices.
—¿Qué está mal? —pregunto, aunque ya puedo adivinar.
—Roxy tiene un pañal de popó —dice Devon, todavía sosteniendo su nariz.
—Me encargaré —digo, pero mientras me muevo para alejarme. Ella se
levanta en puntitas y me besa rápida y suavemente.
—Quiero ser realmente honesta contigo, así que quiero que sepas que
puedes preguntarme lo que sea y te diré la verdad. Todo en absoluto —dice.
—Está bien… —Estoy un poco confundido.
—Solo quiero estar segura que sabes lo que estoy pensando. Voy a ser más
directa con mis sentimientos. —Su rostro se ruboriza—. Bueno un poco menos
directa que entrar a la ducha contigo desnuda. Pero todavía…
—Quiero decir algo realmente inapropiado, pero podría ser demasiado
pronto. —Muerdo mis labios juntos.
—¿Qué es?
Niego.
—Nada. No es importante.
—Bueno, ahora es importante, porque voy a preguntarme qué es.
Doy un paso más cerca y la miro al rostro.
—Cuando entraste a la ducha conmigo…
—¿Sí?
—En verdad me gustó la mata.
Su ceño se frunce.
—¿Qué mata?
Miro hacia su regazo y de regreso hacia arriba.
—Esa mata. No pista de aterrizaje. No piel desnuda. Perfecto.
Sus mejillas se vuelven rosa.
—Oh, bueno, eso es bueno saberlo.
Presiono mis labios contra los suyos.
—Solo quería que supieras en caso que estuvieras pensando en afeitarlo
antes que te consiga desnuda otra vez. Tú sabes, preparando para el gran día.
—Y… tú… no quieres que prepare… eso. —Señala hacia abajo con su dedo
índice.
—Joder, no —gruño contra sus labios—. Es perfecto, justo como el resto de
ti. —La beso otra vez y entonces voy a cambiar un pañal. O dos. O cuatro. Diablos,
no puedo recordar mi propio nombre, mucho menos quién tiene un pañal de
popó.
Mientras camino fuera de la habitación, veo a Wren inclinarse contra el
mostrador, como si sus rodillas se hubieran debilitado. Estoy contento que no soy
el único.
Capítulo 26
Wren
C
asi llegamos a Davenport, cerca de donde Iowa se encuentra con
Illinois, antes de detenernos otra vez. Anoche, los niños estaban
cómodos y cansados, así que Mick y yo nos turnamos para conducir.
Conducía mientras yo dormía, y conduje mientras él dormía. Ahora son casi las
diez de la noche y los chicos están durmiendo, excepto Chase. Él tuvo una siesta
en el auto, y ahora que estamos en el hotel, él piensa que es hora de la fiesta. Lo
sostengo en mi regazo, contando los dedos de sus manos y pies, se ríe de mí
cuando bostezo.
—Crees que es gracioso. Piensas que todo es gracioso. —Pero entonces su
rostro se ensancha—. Excepto por decirte que eres gracioso, aparentemente —
murmuro.
No quería su botella hace unos minutos, pero ahora la acepta felizmente.
Cuando sus ojos comienzan a cerrarse, mi teléfono comienza a zumbar
tranquilamente desde el otro lado de la habitación. No quiero mover a Chase para
ir a buscarlo. Que devuelvan la llamada.
Mick ha salido a comprar comestibles para mañana, así podemos hacer
algunos sándwiches y algunos bocadillos. Debería estar de vuelta en cualquier
momento.
Mi teléfono vuelve a sonar y Mick entra por la puerta al mismo tiempo. Él
tiene las bolsas de la compra enrolladas sobre un brazo, mientras que sostiene un
paquete enrollado debajo del otro. Habla en su teléfono.
—Ella está bien. Está aquí. Acabo de regresar al hotel y la estoy mirando. —
Lanza sus ojos hacia mí—. Te prometo que está bien. Está sosteniendo a un bebé
durmiente en su regazo. —Camina hacia mí y sostiene el teléfono—. Es Emilio.
Lo tomo y lo pongo en el altavoz.
—Ustedes no se rinden, ¿verdad? —pregunto—. Si no me encuentran
inmediatamente en mi teléfono, solo llaman al de Mick.
—Voy a enviarte dos hombres de seguridad. Deben estar allí antes de
despertar.
Me incorporo un poco, cuidando de Chase durmiendo en mi regazo.
—¿Por qué?
Mick desenrolla algunas de las revistas que estaban atrapadas bajo su brazo.
Los titulares de las revistas de chismes son deslumbrantes...
MIEMBRO DE LA BANDA CAÍDA FALLEN FROM ZERO HA
CAIDO DEMASIADO BAJO
¿WREN VÁSQUEZ LLEVA UNA DOBLE VIDA?
ELLA ROBÓ A SU HOMBRE, Y AHORA ESTÁ CRIANDO A SUS
HIJOS
—Oh, demonios. —Me levanto y pongo a Chase en su cuna portátil.
—¿Cuándo empezó todo esto? —pregunto, mientras me siento de nuevo.
Mick se inclina hacia mí, riendo en silencio mientras ve un titular que dice:
EL PADRE DE ACOGIDA REVELA QUE WREN VASQUEZ ES UNA
ADICTA AL SEXO. ES POR ESO, QUE TIENEN TANTOS NIÑOS.
Se limpia una lágrima fingida de su ojo.
—Comenzó hoy —dice Emilio—. No me gusta. Estoy enviando a dos chicos,
te guste o no.
Vuelvo a abrir una de las revistas y veo una foto de Mick y yo de pie en la
furgoneta, junto con los cuatro niños, frente al último hotel en el que nos
alojamos.
—Está bien —digo en voz baja.
—¿Qué? —Emilio grita—. ¿Has dicho que sí?
—Sí, dije que estaba bien. Están tomando fotos de los niños. Y ni siquiera los
vi.
Como Mick y yo íbamos a estar en el auto la mayor parte del tiempo, pensé
que podía ir de incógnito y no traje seguridad conmigo. Aparentemente, eso fue
un error. Incluso tomaron fotos de nosotros sentado en un restaurante local de
comida rápida cuando comíamos hamburguesas. Las fotos son granuladas, y no
se pueden ver bien a los niños, pero aun así... Son inocentes en todo esto.
—¿Quieres volar el resto del camino? Podrías llevarlos allí dentro de unas
horas.
Mick niega.
—No, su madre quería que fueran en auto. Ella tiene bastante que hacer
ahora mismo sin que alguien traicione su confianza —le digo a Emilio.
Él suspira pesadamente.
—Bueno, busca a dos hombres con gafas de sol reflectantesy zapatos
costosos. Van a alquilar una camioneta más grande, también, y voy a tener a
alguien más para conducir la furgoneta de nuevo.
—Oh, ¿van conducir? —pregunto, de repente excitada.
—Creo que insistirán en ello —dice Emilio.
Mick me da un pulgar hacia arriba, y sus ojos brillan de emoción. Quién
sabía que conducir por todo el país sería tan ¿agotador?
—De acuerdo —digo—. Estaremos atentos a ellos.
—Entonces, ¿cómo va el viaje? —pregunta Emilio. Quito el teléfono del
altavoz y Mick va a poner la comida en el refrigerador.
—Todo va bien. Los niños son geniales. Son increíbles, de verdad.
—¿Cómo te va con Mick? —pregunta.
—Bien. —Sonrío contra el teléfono.
—Jesús —murmura—. ¿De verdad tengo que preguntar?
—¿Preguntar qué?
—¿Estás enamorada de él? Marta quiere saberlo.
—Sí, claro, es solo Marta quien quiere saber.
—Bueno, necesito saber si debería empezar a ahorrar para una boda.
¿Ahorrando? Emilio podría comprar y vender la mitad de Nueva York con el
dinero que ha hecho de sus días tocando música.
—No lo creo.
—¿Está de pie allí?
—No, está a unos tres metros de mí, en la cocina.
—Él está siendo amable contigo, ¿verdad? ¿Te trata como debería?
Mick viene por la esquina llevando un pequeño bote de mi helado favorito y
dos cucharas.
—Lo hace —lo admito. Mick despliega la tapa del envase y se sienta al otro
lado del sofá con su brazo tocando el mío. De repente quiero colgar el teléfono
realmente tanto—. Gracias por poner la seguridad, Melio —digo.
—Cualquier cosa para ti, chica —dice. Me imagino que saca la banda elástica
de su largo cabello plateado para que pueda ajustar su cola de caballo baja, como
siempre hace cuando se pone sentimental. Es una de sus mañas.
—Te amo, Melio —digo.
—Yo también te amo —dice en voz baja—. Supongo que mejor me voy. Me
invitaron a jugar a las cartas con los Reed
—¿Marta dijo que podías ir a jugar a las cartas?
Él ríe.
—Sabes, podría haber dejado mis bolas en su bolso varias veces a través de
los años, pero a ella no le importa si voy a jugar a las cartas. Así que, ni siquiera
pregunté.
—Manera de mantener sus bolas —digo. Mick me lanza una mirada
interrogante. Muevo mi mano para decirle que no es nada. Solo tonterías.
—Además, alguien tiene que ocupar el lugar de Henry.
—¿Dónde está Henry? —pregunto, súbitamente preocupada.
—No se siente bien.
—Llamaré y lo comprobaré mañana.
—Bien, mantente a salvo. Y un texto para tu viejo a veces. No quiero saber
dónde estás por los tabloides.
—Sí, señor —respondo. Cuelga sin decir nada más.
—¿Escuchaste? Nos está enviando seguridad. Estarán aquí mañana.
—Gloriosos conductores —dice Mick.
—Con armas y destrezas en artes marciales.
—Nunca voy a tener otro momento a solas contigo, ¿verdad? —pregunta,
mientras me da una cuchara. Me concentro en el helado y lo levanto hacia mi
boca, pero justo antes que llegue allí, Mick agarra mi brazo y lo toma para él.
—Te comiste mi helado —digo, fingiendo estar indignada.
Él recoge un poco con su propia cuchara y la sostiene para mí. Agarro su
brazo para que no pueda retroceder, y luego lo como.
—Esto es algo bueno —dice mientras se mete otra cucharada en la boca.
—Yo no lo sabría —digo haciendo una mueca.
—Oh, deja de hacer pucheros —bromea mientras me da otro bocado.
Tomo el envase de él y luego gateo por su regazo de modo que estoy sentada
con las piernas hacia el otro extremo. Agarra mi cadera y me acerca.
—Siempre hueles tan bien —dice mientras me acaricia el cuello con la nariz.
—Tú también —admito.
—¿Lo hago? —Levanta su camisa y olfatea.
—¿Qué llevas puesto?
—Desodorante —dice con una risa, levantando su brazo—. Lo que realmente
necesito usar de nuevo. Debería ir a la ducha.
—Devon fue el último en ir, por lo que podría ser un desastre —advierto.
—Chicos —dice. Solo esa palabra. No necesita más explicación.
—¿Quieres hijos? —pregunto casualmente. Balancea la cabeza hacia
adelante y hacia atrás como si estuviera tratando de decidir.
—Tal vez. —Me congelo.
—¿Qué significa eso?
—Significa que, si el tiempo es el adecuado, la mujer correcta y las finanzas
están bien y todo lo demás está bien con el mundo, probablemente lo haría.
Le empujo el hombro.
—Te encantan los niños, ¿Por qué pondrías tantas estipulaciones para eso?
—Lo hago.
—¿Dónde aprendiste a hacer todas las cosas que haces con los niños? —le
pregunto, sabiendo que estoy curioseando pero esperando que no le importe.
—Tuve una vieja novia que tenía dos hijos cuando la conocí. —Levanta mis
piernas quitándolas de su regazo.
—Oh —le digo—. ¿Qué pasó?
—Nos separamos. —Entra al cuarto de baño y cierra la puerta.
Algo me dice que la mujer en cuestión era Nicky. Probablemente era el amor
de su vida, la mujer con la que había esperado el para siempre. Y de repente ya no
puedo probar el helado.
Capítulo 27
Mick
C
uando salgo de la ducha, Wren está en nuestra cama con las mantas a
los pies de la cama, tendida sobre las sábanas. Está usando ese
maldito pantalón súper corto que me vuelven loco. Cuando camina,
puedo ver la curva de su trasero en la parte superior de su muslo. Y estoy muy
seguro que no está usando sujetador. De hecho, estoy seguro de eso porque en el
momento está colgado en una silla al lado de la cama.
Lo levanto y miro el encaje. Es tan suave, sedoso y frío.
—Oye —dice—. ¿De verdad estás acariciando mi ropa interior?
La miro por sobre el sujetador, pero no lo dejo.
—¿Estás usando ropa interior?
Sus mejillas se ponen rosas y contiene un resoplido, puedo notarlo.
—¿Estás usando? —pregunto de nuevo, mirándola a los ojos—. Calma un
poco mi incomodidad y dime que sí. Por favor.
—¿Incomodidad? —dice, sentándose y cruzando sus piernas. Toma una
almohada y la pone entre sus piernas. Luego pone sus codos en esta, su barbilla
en sus manos—. ¿Por qué mi ropa interior te pone incomodo?
—No es tu ropa interior. Es el hecho que tu sujetador está por aquí mientras
tus pechos desnudos están por allá.
—Voy a irme a dormir —explica, sus mejillas sonrojándose más.
—Y estoy bastante seguroque no hay nada entre tú y ese pequeño pantalón
que estás usando. —Vuelvo a colgar su sujetador y camino hasta sentarme al
borde de la cama, apartando la mirada de ella. Me quito mi reloj y lo dejo en la
mesa de noche, intentando tomarme un minuto para disipar la idea de ella…
aquí… en mi cama.
—De nuevo, voy a dormir.
—Bueno, también yo, y no lo estás haciendo fácil.
Alza su barbilla de la cima de sus puños.
—No puedo decir si estás bromeando conmigo o no. Tienes que decirme.
—Acabo de hacerlo.
—¿Quieres que duerma en jean? Dios, Mick, son piernas. Solo piernas. Me
llevan de un lugar a otro. Me sostienen derecha cuando puedo caerme.
—Y aun así tengo tantos otros usos para ellas en mi cama —admito. Me giro
y le sonrío. Solo estoy medio bromeando. Con honestidad, es difícil verla tan
cómoda.
—¿Qué otros usos? —pregunta con cuidado.
—¿Segura que quieres la respuesta a eso?
—Será mejor que me digas algo porque estoy enloqueciéndome un poco
aquí. ¿Qué otros usos tienes en tu cabeza?
Agarro uno de sus tobillos y lo jalopara extender su pierna.
—Cada vez que veo estos tobillos, los imagino sobre mis hombros. Por lo
general mientras te follo con mucha fuerza. —Deslizo mis dedos por su
pantorrilla para cosquillear la parte de atrás de su rodilla—. Y cuando veo estas
rodillas, te imagino en cuatro, mientras te tomo por detrás.
Traga tan fuerte que puedo oírla.
Deslizo mis dedos por su muslo, deteniéndome para rozar el punto áspero
en que olvidó depilarse.
—Y cada vez que pienso en tus muslos, los imagino a cada lado de mi cabeza
mientras lamo tu coño. —Muevo mi cabeza de lado a lado—. Puede que te vengas
o no en mi rostro. Cambia cada vez que lo imagino.
Su boca cae abierta y pequeños jadeos salen de sus labios. Mueve su trasero
contra las sábanas.
—No sabía que pensabas tales cosas.
—Es en lo único que pienso, Wren. Parece que no puedo sacarlo de mi
cabeza, y luego salgo y aquí estás, toda cómoda en pijama como si estuviéramos
teniendo una pijamada, cuando la única fiesta que hay por aquí es en mi
pantalón.
Coloco su pie donde estaba y me doy vuelta.
—Voy por un poco de agua. ¿Quieres?
Niega, pero no dice nada.
Tomo una botella de agua del refrigerador y la bebo, intentando recuperar el
aliento. No debería haber dicho nada de eso. Pero… ¡Dios! Bien podría ser
honesto. Tendré que volver allá y…
Su mano levanta la parte de atrás de mi camisa, sus palmas se deslizan hacia
mi frente, y presiona su pecho contra mi espalda.
—¿Crees que no pienso también en esas cosas? Cada vez que vienes a la
cama, estás usando ese pantalón de chándal que cae bajo en tus caderas. Levantas
tus brazos para rascar tu cabeza y tu camisa se levanta un poco, y puedo ver el
camino de vello que lleva abajo… —Sus dedos se deslizan por el camino y hacia la
cinturilla de mi pantalón, haciéndome cosquillas mientras tironea.
Y si no estaba duro antes, lo estoy ahora. Cubro sus manos con las mías.
—¿También lo sientes?
—Claro, lo siento. Cada vez que te miro quiero sentirte dentro de mí. Pero te
lastimé y quería darte un poco de tiempo para gustarte. Quería gustarte tanto
como me gustas.
Me doy vuelta y sostengo su rostro en mis manos para que me mire.
—Me gustas bastante.
Se pone de puntitas.
—¿Te gusto?
—Ajá —murmuro, mis labios cerniéndose sobre los suyos—. Me gustas más
y más cada día que paso contigo.
—¿A pesar de mi falta de ropa interior?
Arrastro un nudillo por el frente de su camisa y sobre su pezón. Jadea. Sus
ojos se cierran.
—Puedas andar desnuda, para lo que me importa. Pero no esperes que eso
no me afecte. —Tomo su mano y la bajo a mi pene, el cual está duro entre
nosotros. Me toca suavemente con las puntas de sus dedos.
—¿Todo eso es para mí? —pregunta.
—No veo a nadie más que quiera dárselo.
Su mano se envuelve en mi longitud a través de mi pantalón y aprieta
suavemente. Mi cabeza cae hacia atrás. Con su otra mano, mueve la cinturilla del
pantalón y mete su mano. Y entonces es piel contra piel. Su mano es caliente y
suave, y está envuelta con fuerza alrededor de mi entrepierna. Tira con suavidad.
Agarro su mano y la saco de mis pantalones.
—Será mejor que nos detengamos.
—¿Por qué debemos parar? —pregunta, con sus labios contra los míos.
—¿Qué están haciendo? —pregunta una vocecita desde la puerta de la
cocina.
Wren se congela.
—Hablando —le digo a Anna, quien está de pie ahí sosteniendo las orejas de
un conejo de felpa—. Eso es todo. Solo hablando. ¿Por qué estás levantada? —Aún
estoy intentando recuperar el aire, y tener una conversación racional con una
niña de ocho años.
—Quiero agua —dice.
—Está en la nevera —contesto. Camina con sus pequeños pies hasta el
refrigerador y saca una botella de agua—. ¿Puedes abrirla? —pregunto.
No responde. Solo la abre y toma un sorbo.
—Voy a volver a la cama ahora —dice Anna.
—Eso sería bueno —mascullo.
—Pueden volver a besarse —dice Anna sobre su hombro.
Wren resopla y cae contra mí. La acerco, envolviendo mis brazos con fuerza
a su alrededor.
—Deberíamos haber confinado esto al dormitorio.
—Habría sido inteligente. —Pone sus manos en mi pecho y se inclina cerca.
—¿Quieres hijos? —le pregunto. Porque puedo ver esto en mi futuro. Toda la
cosa de ser-atrapados-por-los-niños-cuando-en-realidad-quieres-follar.
—¿Tú quieres hijos?
—Sí. —Aparto un mechón de su cabello—. ¿Tú quieres hijos?
—Bueno, si el tiempo fuera correcto y las finanzas estuvieran bien y
encontrara el hombre correcto, podría. —Está repitiendo lo que le dije antes—.
¿Por qué? ¿Quieres darme bebés? —Se ríe—. Apuesto a que sí. Justo en este
minuto, quieres darme bebés. —Resopla.
—Sé honesta. ¿Estás dispuesta a enfrentar eso de nuevo? —pregunto
suavemente.
—Me encantaría ser madre. Pasar el tiempo con estos cuatro solo lo
solidifica para mí. Como que pienso que tu madre y mi madre nos juntaron con
ellos para quitarme la idea de tener bebés, pero ha hecho lo opuesto. Requieren
mucho trabajo, pero verlos aprender y crecer… no hay nada como eso.
Retrocede un poco.
—¿Qué? —pregunto.
—Cuando mi mamá y mi papá murieron, me preocupé porque nadie más me
amara. Había perdido a mi hermano, porque fue a vivir con nuestro tío. Y éramos
solo Star y yo. Star me amaba, pero no como los padres aman a un hijo. Así que,
tal vez pensé que ese bebé me amaría. Sin importar que, él o ella me querría, me
amaría, y me necesitaría. Solo a mí. Y hay una sensación embriagadora en eso.
—Te quiero. Te necesito. Te amo.
—También hay una sensación embriagadora en eso —dice—. Sé que tengo
suficiente amor en mí que puedo dejar que se derrame en alguien nuevo. Solo
necesito encontrar a alguien que quiera recibirlo.
—Me presento voluntario para el trabajo.
Cae contra mí y envuelvo sus brazos a mialrededor, uniendo sus manos en la
espalda. La abrazo. Esos momentos cuando tuvo mi pene en su mano fueron
grandiosos. Pero esto… esto es lo mejor. Estos son esos momentos excepcionales.
—Mi abuela lo llamaba un dulce y tierno sentido de pertenencia —susurra.
—¿A qué?
—Esto. Solo esto.
—Oh.
—Dulce y tierno sentido de pertenencia. Eso es lo que es.
—¿Quieres volver a la cama? —murmuro.
Toma mi mano y me lleva con ella. Subo a mi lado y ella entra al suyo, luego
levanta mi brazo y se desliza para poder poner su cabeza en ese punto donde mi
hombro se encuentra con mi pecho. Su mano se desliza a la pretina de mi
pantalón, pero no va más lejos. Levanto su camisa en la parte de atrás y coloco mi
palma contra su piel, moviéndola hasta que se desliza contra la pretina en su
espalda baja.
—¿Está esto bien? —pregunta en voz baja.
Asiento en respuesta. Porque no hay palabras que pueda describir
adecuadamente lo que siento, que puedan describir adecuadamente lo bien que
está esto.
Capítulo 28
Wren
B
usca a los tipos arreglados con lentes de sol reflectantes, había
dicho. Probablemente debería haber mencionado la mansión de
ruedas que les había hecho traer al hotel. Era más grande que las
habitaciones de hotel donde nos habíamos estado quedando.
—Pensé que iba a enviar a dos tipos y una camioneta grande —comenta
Mick mientras caminamos hacia la monstruosidad.
Señalo uno de los nuevos guardas de seguridad.
—Si ella es un hombre, me comeré tu gorra —murmuro con la esquina de la
boca.
Mick se baja la gorra sobre los ojos y pasa la mirada sobre su pantalón negro
de traje, hacia su polo azul marino, que precisamente está metido dentro de sus
pantalones.
—Definitivamente no es un hombre —susurra.
Le doy un codazo en el costado y él se dobla por la cintura, riendo.
—Ahora ya puedes dejar de mirarla.
Aparta la mirada de la perfecta rubia con la coleta alta y los brillantes lentes
de sol reflectantes, y baja la mirada hacia mí.
—Ella no tiene nada que hacer contigo.
—Buen intento —murmuro.
—¿Este gran autobús es para nosotros? —pregunta Anna, sosteniéndome la
mano apretadamente.
—Eso creo —contesto.
Alex, uno de los guardaespaldas que ha estado en nuestro equipo de
seguridad los pasados años, se acerca a la recepción del hotel.
Se acerca para presentarnos al nuevo personal.
—Wren, esta es Mel. Diminutivo de Melanie, pero la última vez que la llamé
así me dio una patada en las pelotas, así que yo no lo haría.
—Lo tendré en mente. Encantada de conocerte, Mel.
Asiente hacia mí, un movimiento apenas perceptible.
—Es bastante callada, y parece odiarme. Así que, este ha sido un viaje
divertido —me comenta Alex.
—Pensé que Emilio iba a enviar una camioneta grande —menciono.
—Iba a hacerlo, pero luego recordó que Eddie Von Brantley vive en este
estado, así que lo llamó y el señor Von Brantley le ofreció usar su autobús
personal para este viaje.
—¿Eddie Von Bratley? —repite Mick—. ¿Cómo Eddie Von Bratley, la estrella
de rock?
—El único e incomparable. —Alex sonríe satisfecho como si hiciese todo esto
él mismo.
—Vamos a viajar en el autobús de Eddie Von Bratley —dice Mick con
asombro.
Subimos al autobús. Llevo a Chase en su portador, y Mick lleva a Roxy,
mientras los otros dos nos siguen detrás.
—Vaya —exclama Anna cuando se detiene en la entrada. El autobús es todo
de madera brillante y cromado, con encimeras de mármol y muebles de cuero
negro.
—¿Deberíamos desinfectar las superficies? —pregunto. Si hay algo que sé, es
la mierda loca que sucede en los autobuses de gira.
—No es necesario, este es nuevo. Lo consiguió para su familia. —Alex pulsa
un botón en la pared y aparece una gran pantalla de televisión—. Televisión por
satélite, así los niños pueden estar entretenidos. Hay otra en la parte trasera del
autobús. Hay consolas de videojuegos y un montón de juegos. Y el baño es más
grande que el de mi casa. —Alex se ríe. Luego se encoge de hombros—. Lo que no
es mucho decir, pero, aun así.
Mel sube al autobús y dice:
—Si están preparados para marcharse, podemos hacerlo en cualquier
momento.
—Iré a por el equipaje y las neveras —señala Alex. Se gira para salir del
autobús, pero ella pone una mano en su hombro.
—Ya lo hice. El equipaje está bajo el autobús. Si hay algo más específico que
necesiten, puedo conseguirlo por ustedes.
—Ropa —interviene Mick—. Aperitivos.
—Su ropa ya ha sido colocada en los cajones, y los aperitivos están en el
armario de la cocina y en la nevera. ¿Podemos irnos?
—Necesito salir y registrar la salida…
—Ya lo hice por ti —afirma Mel. Pestañeando sus ojos azules hacia nosotros.
Mick se inclina hacia mi oído.
—Me pregunto si se ofrecerá a limpiarme el trasero cuando vaya al baño.
Vuelvo a darle un codazo en el costado.
—Si pueden asegurar a los niños, nos pondremos en marcha.
Sentamos a Chase y a Roxy en sus asientos de auto y los colocamos frente a
la televisión. Luego dejamos a los dos niños mayores que ojeen los juegos hasta
que eligen uno que parece que conocen, y cada uno toma un mando. Luego los
aseguramos en sus asientos. Y eso es lo último que escuchamos de alguno de ellos
hasta la hora de comer, cuando Chase está preparado para comer y Roxy está
casada de estar en su silla de auto.
Vocifero hacia la parte delantera del autobús.
—Si pueden encontrar un parque en algún sitio, ese sería un buen momento
para dejar que los chicos estiren las piernas.
Mel, que está conduciendo, levanta la cabeza momentáneamente y asiente.
Sale de la interestatal.
—No sé cómo soportas esta vida —bromea Mick conmigo.
—Te acostumbras a ella.
—¿Cómo era la vida cuando eras pequeña, antes que tus padres murieran?
—pregunta—. No era así, ¿cierto?
—Definitivamente no. Suburbio de clase media. Una valla blanca, una
camioneta. Teníamos todas nuestras necesidades cubiertas, la mayoría de
nuestros deseos cubiertos. —Me está mirando intensamente—. ¿Cómo fue para ti
creciendo?
—Teníamos una casa de piedra en la ciudad. Mamá viene de familia
adinerada. Papá creció en la miseria. Ambos fueron a la escuela de sordos, y
fueron a Gallaudet, una universidad de artes liberal para sordos. Se casaron y nos
tuvieron. Yo seguí los pasos de papá y me convertí en un científico. Ryan obtuvo
los genes artísticos de mamá. —Se encoge de hombros.
—¿Cómo no sabía que eras un científico?
Se vuelve a encoger de hombros.
—Nunca preguntaste.
Tiene razón. No lo hice. Nunca pregunté a qué se dedicaba.
—¿Qué clase de ciencia?
—Ciencia médica. Sobre todo, ensayos químicos. Trabajo en nuevas drogas,
intentando curar enfermedades.
—¿Cómo qué?
—Como el parkinson. Estamos acercándonos en ese, pero aún no estamos
ahí. La búsqueda es increíble.
—Eres un héroe moderno.
—No, solo soy un tipo que quiere marcar la diferencia. —Entrecierra los ojos
hacia mí—. ¿Siempre has querido ser una famosa estrella de rock?
—No, nunca. No descubrí la música hasta que fuimos adoptadas. Luego fue
como nos unimos a Emilio y Marta. Nunca miramos atrás.
—Todas tus hermanas están teniendo bebés. ¿Crees que seguirán haciendo
giras como hasta ahora?
—Lo dudo. Creo que están preparadas para asentarse. Probablemente
tocaremos para eventos especiales, y seguiremos grabando música, pero vamos a
dejar la carretera. Además, los bebés en un autobús no son siempre así de
divertidos.
Ana se inclina contra mi pierna.
—¿Podemos hacer un picnic cuando lleguemos al parque?
Aparto los rizos de su frente.
—No veo por qué no.
Dejamos que los niños jueguen durante una hora, y luego tomamos un
rápido almuerzo, mientras Alex y Mel nos vigilan atentamente. Cuando
comenzamos a atraer demasiada atención, volvemos al autobús, aseguramos a los
niños de nuevo y salimos. Nos detenemos dos veces más, dejando que los niños
paseen un poco y dejen salir todas sus risas.
Para cuando son las diez de la noche, estoy completamente despierta, pero
vamos a detenernos así podemos meter a los niños en cama. Les hemos puesto el
cinturón todo el día, pero no podemos hacer eso mientras están estirados
durmiendo, así que tenemos que detenernos.
Ahora, los niños están todos dormidos en sus camas. Chase en su cuna
portátil y Roxy en la suya. Nos detenemos en el estacionamiento de un hotel, y
Mel y Alex conseguirán una habitación en el hotel para la noche.
—Buenas noches —nos despedimos de ellos mientras salen por la puerta,
cerrándola suavemente detrás de ellos.
—¿Qué hacemos ahora? —le pregunto a Mick.
De repente, me sujeta y tira de mí hacia su pecho, rodeándome con los
brazos.
—No creo que te diese las gracias por hacer todo esto. Así que, gracias.
—De nada—contesto, con el rostro presionado contra su pecho. Me echo un
poco hacia atrás—. Me estás apretujando.
—Oh, lo siento. —Se quita la gorra de béisbol de la cabeza y la deja sobre la
encimera junto a nosotros. Luego me quita la mía. Es más fácil pasar
desapercibido cuando nadie puede verte el rostro. Agarra mi cinta y me suelta el
cabello.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto.
—Ayudarte a soltar el cabello —responde mientras me extiende el cabello
sobre los hombros—. Aunque puede que quieras ducharte antes de ir a la cama.
—¿Necesito una ducha antes de la cama?
—Normalmente te duchas antes de irte a la cama —dice lentamente—. Solo
te estaba ayudando. —Alza las manos a modo de rendición—. Y me gusta jugar
con tu cabello —murmura. Luego se ríe—. ¡Sácame toda la verdad! ¡Dios!
Apoyo la cadera contra la encimera.
—¿Te gusta jugar con mi cabello?
Pasa la mirada desde la cima de mi cabeza a mis pies, a un paso lento que
agita todo mi interior.
—Y con el resto de ti.
Asiento.
—Ajá. —Normalmente no es tan descarado—. ¿Qué ha cambiado?
—¿Qué quieres decir?
—Hace unos días, saliste corriendo de la ducha cuando yo entré, y ahora te
estás insinuando. —Lo señalo con el dedo—. Admítelo.
—Oh, lo admito. —Vuelve a pasar la mirada lentamente por mi cuerpo—. Y
pretendo insinuarme completamente. —Se acerca, así puede susurrarme al oído—
. Así que, ve a esa maldita ducha para que pueda besarte donde quiero.
Tenemos algunos asuntos sin resolver entre nosotros; concretamente, su ex,
de la que todo el mundo piensa que debería oír hablar.
—¿Todavía somos mejores amigos? —pregunto—. Solo lo compruebo.
Entrecierra los ojos.
—Eso creo.
—Pero los mejores amigos no se acuestan juntos.
—Estoy bastante seguro que mis padres son mejores amigos. Y aunque
realmente no quiero pensar en ellos manteniendo relaciones, sé que al menos lo
han hechos dos veces, ya que Ryan y yo existimos.
—Así que, los mejores amigos lo hacen de vez en cuando, pero ¿cuándo?
¿Cuándo crees que es el momento correcto? —Tamborileo el pulgar suavemente
sobre la encimera.
—¿Dudas que ahora sea el momento correcto?
—Quizás —chillo. Me aclaro la garganta—. Quizás —digo con más claridad—.
No lo sé.
—Entonces esperaremos hasta que lo sepamos. —Se encoge de hombros—.
Eso fue fácil. —Señala el baño con el pulgar—. ¿Quieres ducharte primero o lo
hago yo?
—Iré primero —digo. Tomo una toalla y algunos productos de baño. Luego
entro en el baño y cierro la puerta detrás de mí.
Lleva unos minutos resolver lo del agua, pero una vez que lo hago, sale clara
y limpia y realmente caliente. Entro y me lavo el cabello. De repente, siento un
movimiento detrás de mí y comienzo a darme la vuelta.
Pero Mick me sujeta de los hombros y me mantiene quieta, dándole la
espalda. Su frente está contra mi espalda.
—¿Qué estás haciendo?
—Solo quería decirte algo —responde, sus labios dejando un camino de
besos a un lado de mi cuello.
—¿Qué querías decirme? —Estiro la mano para aferrarme a la pared frente a
mí, con las palmas apoyadas. Me separa las piernas con el pie y desliza la rodilla
entre las mías—. ¿Mick?
—Solo quería decirte que te amo, y te deseo, y no puedo imaginarme un día
sin ti en mi vida. Y quiero follarte, pero esperaré hasta que estés preparada. Eso
es todo lo que quería decir. —Me gira, empuja mi espalda contra la pared y pasa
lentamente la mirada por mi cuerpo desnudo. Toma el cabezal de la pared y
suavemente me aclara el jabón que todavía queda en mi piel. Pasa el chorro de
agua por mis hombros seguido de las puntas de sus dedos. Luego lo desliza por
mi brazo.
Jadeo cuando lleva el chorro entre mis pechos, acariciando con los nudillos
las puntas turgentes de mis pezones. Alza mis pechos, uno a uno, y pasa el chorro
bajo ellos, apoyando mi carne en su palma mientras pasa el pulgar sobre la punta
sensible.
—Mick…
Me mira a los ojos.
—¿Sí, Wren? Dime qué quieres.
—Necesito… —Retengo las últimas palabras.
—¿Qué necesitas? —susurra, justo antes que agache la cabeza y tome mi
pezón en su boca. Una rápida succión se convierte en pellizcos y mordiscos.
Sostengo su cabeza contra mis pechos y cambia de lado, tirando suavemente y
apretando.
—Necesito que… Dios, Mick —exclamo.
Cambia el chorro así que ya no es una suave lluvia. Ahora es un fuerte
chorro de agua. Luego levanta una de mis piernas sobre el pequeño asiento que
está a un lado de la ducha. El chorro de agua me golpea justo donde necesito, y
chillo. Cubre mi boca con la suya, murmurando contra mis labios:
—Shhh. Me ocuparé de ti. Lo prometo.
Mueve el cabezal alrededor, observando atentamente mi rostro. Cuando
cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás, detiene el chorro justo ahí. Me sujeto a
sus hombros para evitar caerme. Con sus labios, dientes y lengua en mis pechos
me lleva justo al borde. Luego con una palabra, me lanza al precipicio.
—Mía.
Es gutural, suave, cálido y… cierto.
Me sostiene con los brazos cuando nada me gustaría más que caerme al
suelo.
—¿Estás bien? —pregunta después de un momento.
Aparta el cabezal de entre mis piernas y vuelve a colgarlo de la pared.
—Estoy bien —contesto. Pero no estoy realmente segura que lo esté. Siento
como si mis piernas fueran a rendirse y a dejarme caer al suelo en cualquier
segundo.
Me sujeta los hombros y me mueve bajo el chorro de agua.
—Mi turno —dice. Luego sonríe—. Para ducharme. —Se enjabona el cabello
y después el cuerpo, yo ni siquiera me muevo. Cuando llega a su polla, le da un
par de rápidos restregones. ¿Cómo puede perdérselo? Está justo ahí, dura,
hermosa y morada.
—¿Quieres que yo… —La señalo. En realidad, se me hace la boca agua ante
el pensamiento de pasar la lengua sobre la cabeza.
—No —contesta. Cierra el agua y luego sale y nos consigue una toalla a
ambos. Me envuelve con la mía como si fuese un bebé, y es cierto, estoy un poco
débil e inservible como un recién nacido—. Creo que me gusta esta mirada en ti.
—¿Qué mirada? —pregunto. Toma mi mano y me ayuda a pasar el pequeño
escalón de la ducha.
—La mirada de ―acaba de hacer que me corra como una loca y ahora no
puedo pensar‖. —Abre la puerta y sale. Miro para asegurarme que los niños
todavía están dormidos, y lo están, así que lo sigo hacia donde nuestra ropa está
apilada sobre la cama. Toma mi camiseta y hace un movimiento para ayudarme a
ponérmela.
—Puedo hacerlo yo —digo y se la quito.
—Si tú lo dices. —Se pone el calzoncillo y nada más. El frente tiene un bulto
de su todavía dura polla. Su muy impresionante erección.
Me paso mi camiseta de dormir sobre la cabeza y me pongo el pantalón
corto. Se sienta en la cama y se echa hacia atrás, haciendo un espacio entre sus
piernas.
—Ven aquí. Te secaré un poco el cabello.
Me siento y me echo hacia atrás, así estoy entre sus piernas abiertas.
—¿Estás segura que estás bien? —cuestiona.
—Estoy bien. —No soy una muñeca de porcelana que se vaya a romper con
un orgasmo—. ¿Por qué sigues preguntando?
—Porque ahora me estoy preguntando si hice lo correcto. No estoy seguro.
—Yo no te aparté.
Separa mi cabello mojado en pequeños mechones, apretándolos con la
toalla.
—¿Querías hacerlo?
—En ningún momento.
Deja salir un suspiro.
—La mirada en tu rostro cuando te corriste. Dios mío. Eso fue jodidamente
increíble. Quiero ver esa mirada cada día el resto de mi vida.
—¿Qué hay de ti?
—¿Qué hay de mí?
—También quiero hacerte feliz.
Me besa la mejilla y lanza la toalla húmeda al suelo.
—Lo haces. Cada día. Lo haces.
Nos tumbamos y me gira de costado. Luego se coloca detrás de mí. Alcanza
entre nosotros y se recoloca la entrepierna, así no está clavada en mi espalda.
—Eso se irá en un minuto. Simplemente ignóralo.
Me río.
—¿A él?
—Bueno, definitivamente no es un ella.
No, eso es seguro. Definitivamente no es un ella.
—Duérmete. Hablaremos mañana. Hay algunas cosas que necesito decirte.
—¿Lo prometes? —digo bostezando.
—Lo juro.
Y eso es lo último que escucho mientras cierro los ojos.
Capítulo 29
Mick
E
stamos en el parque al día siguiente cuando Wren anuncia:
—Creo que deberíamos jugar un juego. —Está sosteniendo a
Devon en su regazo, porque por alguna razón él ha decidido que le
gusta pegarse a Wren. No puedo decir que lo culpo. Me gusta
pegarme a Wren también. Roxy está dando pasitos alrededor recogiendo palos,
mientras Anna se pasea en el columpio. Chase está en su cochecito, siendo el
buen chico que es.
—¿Qué tipo de juego? —pregunta Devon, sentándose así puede mirar a
Wren a los ojos.
Ella cepilla su cabello fuera de su frente en un gesto tan maternal que hace
girar mi cabeza.
—Es llamado favoritos. Emilio solía jugarlo con nosotras cuando éramos
pequeñas y él no nos conocía muy bien. Entonces, pudo llegar a conocernos.
—¿Cómo funciona? —pregunta Anna, sus pies pateando nubes de polvo.
—Tomamos turnos para hacernos preguntas, y todos tienen que responder,
no importa lo ridícula que sea la pregunta.
Devon frunce el ceño.
—Eso suena aburrido.
—No, no lo es. Suena divertido —digo. Tomaré cualquier oportunidad que
pueda conseguir para conocer más de Wren.
—No quiero jugar —dice Devon, y salta fuera del regazo de Wren y corre a
los columpios.
—Yo tampoco —dice Anna. Ella ya está corriendo a la estructura para
escalar.
Me siento junto a Wren en la banca. Roxy está caminando a unos cuantos
metrosde nosotros. Wren se agacha y saca a Chase de su cochecito así ella puede
balancearlo sobre su rodilla. Tan doméstico. Esta podría ser como mi vida lucirá
en diez años.
—Jugaré contigo —digo—. Una pregunta por una pregunta.
Ella sonríe.
—Trato. La única regla es que, si te tomas más de cinco segundos, estás
descalificado. Tienes que responder rápidamente, así serás honesto.
Pongo mi mano sobre mi corazón.
—¿Crees que mentiría?
—Cuando la gente juega este juego, tienden a intentar complacer a los
demás que dar una respuesta verdadera. Así que, la regla de Emilio es que, si te
toma más de cinco segundos, no cuenta.
—Suena justo. ¿Cuándo es tu cumpleaños? —espeto.
Ella no vacila.
—El dos de febrero. ¿Cuál es tu comida favorita?
—Pizza. —Miro a sus pies—. Tipo de zapatos favorito.
Ella flexiona sus dedos, sosteniendo sus pies en el aire.
—Sandalias. ¿Cuál es tu recuerdo de la niñez favorito?
—Subirme a la montaña rusa en el parque de diversiones. ¿Cuál de tus
hermanas es la más graciosa?
—Finny. —Tiene razón. Finny tiene una boca como un pirata y su ingenio
muy seco—. ¿Alguna vez estuviste celoso de Ryan?
—Todo el tiempo. Todavía lo estoy. —Sus ojos se estrechan—. ¿Alguna vez
has tenido un perro? —pregunto.
—No, pero no me importaría. ¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Mañana. —Sorprendida, ella gira su cabeza para mirarme, pero hago otra
pregunta—. ¿Todavía estás enamorada de Shane?
Ella se sobresalta por un segundo, pero se recupera rápidamente. Bueno
está dentro de la regla de los cinco segundos.
—No. ¿Cuál es tu coctel favorito?
—Té helado Long Island. —Me mira dubitativamente. Me río—. Ir a lo
grande o ir a casa. Tu comida favorita.
—Macarrones con queso. Tu color favorito.
—Lo que sea que estés vistiendo. —Ella rueda los ojos—. ¿Perro grande,
chico o no perro?
—Todos ellos. ¿Quién fue tu primera novia?
—Janice Malloy. Deporte favorito.
—Duh. Béisbol. —Ella empieza a jugar a las palmadas con Chase, y Roxy me
trae una hoja que encontró. La meto en mi bolsillo. La tiraré después. Anna y
Devon están discutiendo sobre quién puede columpiarse más alto.
—¿Cuál de tus padres es más testarudo?
—Mi mamá. ¿Cuántos novios serios has tenido?
Ella comienza a contar con sus dedos.
—Cuatro. ¿Qué edad tenías la primera vez que tuviste sexo?
—Dieciocho. ¿Cuántos hijos quieres?
—Tres. ¿Qué tipo de suavizante de telas usas?
—No uso. —Le sonrío—. ¿Quién fue tu primer beso?
Ella baja la mirada.
—Mi padre de acogida. Antes que fuéramos adoptadas. —Mi mandíbula cae.
Pone su mano en mi brazo—. Se detuvo ahí. Estoy bien con eso. Pero tú
preguntaste.
Asiento, todavía tratando de recuperar el aliento. Ella rebota a Chase
suavemente cuando se da cuenta que se está durmiendo. Él le sonríe.
—¿De quién es el turno?
—Perdí el ritmo. Puedes ir otra vez.
Las preguntas escapan de mí, porque todavía estoy rodando esa última en
mi cerebro.
—Estás arruinando el juego, Mick.
—Tu primer beso real —espeto. Paso una mano por mi frente, tratando de
limpiar el pensamiento de eso último.
—Greg Donovan. Bajo las bancas de un juego de fútbol. Tu postre favorito.
—Pastel de queso. ¿Trabajo de ensueño?
—Ayudar a los niños a salir del sistema de acogida. ¿Te gusta lo que haces?
—Me encanta. ¿Con cuántas personas has tenido sexo?
—Cuatro. ¿Hay alguien que en verdad te moleste?
—El señor Mitchell, nuestro vecino cuando Ryan y yo éramos pequeños. Él
todavía tiene el avión que tiré en un árbol en su patio. ¿Estarías todavía con
Shane si no te hubiera engañado?
—Sí, probablemente. ¿Playa o lago?
—Lago. ¿Montañas o desierto?
—Montañas. ¿Por qué te gustó tanto la montaña rusa?
—Porque me rompió y me recompuso otra vez. ¿Puedes nadar?
—Como un pez. ¿Alguna vez has ido a hacer paracaidismo?
—Ni siquiera si alguien me pagara. ¿Fruta favorita?
—Fresas. —Se detiene y me mira por un momento. Entonces sus ojos se
estrechan y dice claramente—: ¿Por qué Nicky y tú rompieron?
—Ella hizo algo que no podía superar. —Me deslizo más cerca de ella en la
banca—. ¿Por qué me alejaste?
No hay vacilación en su respuesta.
—Porque estoy asustada. ¿Amabas a Nicky o más a sus hijos?
Sin vacilación en mi respuesta tampoco.
—Sus hijos, y ella lo sabía. Esa es la razón por la que me botó. ¿Qué tomaría
para que me dejes entrar todo el camino?
—Tiempo. ¿Has considerado adoptar?
—Ni siquiera tengo que considerarlo. Sí. ¿Has tenido sexo en público?
—No todavía. ¿Superaste a Nicky?
La miro, permitiéndole creerme.
—Sí.
Anna y Devon corren justo cuando Alex y Mel salen de las sombras.
—Estamos cansados —dice Anna.
—Debemos irnos. —Me levanto y recojo a Roxy, girándola como un avión.
Volvemos al autobús, hacemos una ronda de pañales, y ponemos a todos en sus
asientos de auto con algo de beber.
Wren levanta dos controles de juego.
—¿Quieres jugar? —me pregunta. Se mueve nerviosamente.
—Seguro. —Comienzo una película para los niños en la otra televisión, y
luego me inclino y beso a Wren en los labios. Es rápido, silencioso y cómodo—.
¿Podemos volver a algunas de esas preguntas después? —pregunto.
—No. Lo que pasa en el juego se queda en el juego.
Asiento y me reclino en el asiento, pero mi cabeza está todavía devanándose.
Capítulo 30
Wren
A
l día siguiente me despierto con Mick envuelto alrededor de mí. Se ha
convertido en mi manera favorita de despertar. Él es cálido y
cariñoso, y husmea ligeramente en mi oreja. Me vuelvo y lo miro
fijamente. Creo que todavía está dormido, pero no puedo decirlo. Me gustan estos
momentos expuestos cuando es vulnerable, porque se siente como si
estuviéramos más en un terreno de juego nivelado.
Ayer, Mick fue amable y generoso conmigo todo el día, y durante la noche,
se levantó por Chase, fue dulce de su parte. Pero durante toda la tarde de ayer,
me miraba de manera diferente, como si las respuestas que le di lo dejaron
inestable.
El cabello oscuro de Mick está torcido y sus largas pestañas caen sobre sus
mejillas. Su barbilla se ve ensombrecida por el rastrojo de barba de la mañana, y
me pican los dedos por pasarle las puntas de mis dedos. Sus labios están
ligeramente abiertos, y el aire corre entre ellos, llegando a mi rostro porque estoy
muy cerca.
—Eres una acosadora espeluznante, ¿sabes? —pregunta.
—No estoy acosando.Solo creo que eres muy guapo cuando estás
durmiendo.
Se limpia el borde de la boca.
—Deja de mirarme babear.Es grosero. —Se tumba sobre su espalda y me jala
encima de él.Besa el lado de mi cuello—.¿Cuánto tiempo crees que tenemos antes
que los niños se levanten?
—No lo suficiente. —Beso su mejilla, y luego sus labios. Agarra la parte
posterior de mi cabeza y me mantiene cerca cuando me estaba por alejar.
—Buenos días —dice en voz baja.Me cierno sobre él, con las manos
apoyadas en la cama a cada lado de su cabeza.
—Feliz cumpleaños —le digo.Él sonríe.
—¡Te acordaste!
—Infiernos sí, me acordé.Y tengo algo asombroso planeado para hoy. —Lo
beso de nuevo y acaricio su estómago mientras me levanto de encima—.
Despiértate.Prepárate. Hay un gran día planeado para ti.
Estamos a unos cien kilómetros de San Diego, que es donde vive la abuela
de los niños.Pero también es donde se encuentra uno de los parques temáticos
más famosos del mundo.
—¿Qué hora es? —pregunta Mick mientras rueda para sentarse.
—Seis de la mañana.Vamos.Despierta. ¡Estoy tan emocionada! —Acaricio el
lado de la cama y se ríe de mí.
—¿A dónde vamos a las seis de la mañana?
—¡Es una sorpresa! ¡Despierta!
De hecho, estacionamos en la esquina del parque de diversiones anoche,
pero Mick no tiene ni idea.Después de nuestra ronda de preguntas y respuestas,
me di cuenta que necesitaba, y quería, la verdad sea dicha, hacer algo especial
para él.Así que llamé a Emilio y le pedí a su gente que lo arreglara todo.Emilio se
quejó todo el tiempo, pero creo que realmente apreció que estuviera dispuesta a
hacer algo especial para Mick.Estaba sorprendido, pero feliz.
—Esta excursión implica desayuno, porque estoy muriendo de hambre. —
Mick se levanta y se estira. Su camisa se levanta, y puedo ver el rastro de vello que
se sumerge por debajo de la cintura de sus boxers.Estaba medio duro cuando se
despertó, pude sentirlo, pero ahora... ahora está subiendo por la atención—. Deja
de mirarlo —refunfuña.Le da a su polla un empujón suave e intenta guardarlo,
acercándolo a su cuerpo, pero entonces dice—: Mierda. —Y se da por vencido—.
Voy a tomar una ducha.
—Mm hmm —zumbo—.¿Es una palabra clave para masturbarse?
¿Ducharse?
Se inclina hacia abajo y me besa.
—No, si quisiera masturbarme, diría que me voy a hacer una paja 5.Lo cual,
por cierto, probablemente haré. —Saca la lengua y se mete en el baño.Oigo que el
agua se abre y me rio de él.
Anna y Devon están despiertos, y me apresuro a despertar a los otros dos y
vestirlos mientras Mick está en la ducha.
—Todavía estoy tratando de averiguar cómo sacaste adelante esto —me dice
Alex.
Me encojo de hombros.
—El estilo de vida viene con algunas ventajas. —También viene con algunos
inconvenientes, como falta de privacidad, y escrutinio constante.Pero, sí, también
viene con ventajas.Hoy es uno de ellos.
Mick sale del baño completamente vestido, su pelo todavía húmedo.Se
detiene y le pasa un cepillo.
—¿Te sientes mejor? —pregunto.Miro hacia su regazo.

5
Masturbarse, dicho de forma vulgar.
—Siempre me siento mejor cuando estás cerca —dice. Agarra mi cabeza y
me empuja en un coscorrón, que luego se convierte en cosquillas hasta que tengo
miedo de orinarme en mis pantalones.
—Eso no es lo que quise decir —digo mientras me abraza.
Sus ojos brillan mirándome.
—Si te hace sentir mejor, pensé en ti todo el tiempo.
—No voy a mentir… —susurro—. Estoy un poco excitada. Tal vez tenga que
ir y pensar en ti durante unos minutos.
Golpea su hombro contra la pared.
—¿Puedo ver? —Sus ojos brillan mirándome, llenos de calor, deseo y
calidez.
Mel abre la puerta y sube al autobús.
—Están listos para usted, señorita Vasquez —dice.
—¿Quién está listo? —pregunta Mick, mirando de mí a ella y de nuevo.
—Lo descubrirás —le digo, mientras recojo a Chase y él agarra a
Roxy.Mientras lo aprieto en los estrechos confines del autobús, me agarra el
culo.Jadeo—. No puedo creer que hicieras eso.
—Créelo.Porque probablemente lo haré una y otra vez, en los próximos
años.Cuando tengas ochenta años, todavía te agarraré el culo.
Me sigue hacia salir del autobús.Los niños están aturdidos, porque les dije a
dónde íbamos mientras él estaba en la ducha.Abrocho a Chase en su cochecito y
colocamos a Roxy en el suyo.Luego Mick toma mi mano, mientras empuja con la
otra.Yo hago lo mismo.Anna y Devon saltan delante de nosotros.Llegamos a una
puerta al lado de un edificio, y Alex se detiene y llama.La puerta se abre, y todos
entramos.
—Sólo podemos quedarnos dos horas —le explico—.Entonces el parque
abrirá y tendremos que compartirlo con otros.
—Espera un minuto —dice Mick, mientras una sonrisa divide su rostro—.
¿Conseguiste que el parque abra temprano para mi cumpleaños, y lo tenemos
todo para nosotros?
Levanto una mano para parar su rollo.
—Solo tenemos cinco carreras, porque no tienen suficientes operadores a
esta hora del día. Pero me aseguré que uno de ellos sea... —pretendo hacer un
sonido de tambor en el mango del cochecito—... ¡la montaña rusa!
—¿Hablas en serio? —exclama.Mientras lo dice, un personaje de orejas
grandes aparece en la esquina, y su voz chillona saluda a los niños—. Esto es
malditamente increíble —me dice Mick.Está sonriendo de oreja a oreja, y nunca
lo he visto tan feliz—. ¿Cómo hiciste esto?
—Hice unas llamadas. —Me encogí de hombros, mientras me ruborizo.
—Gracias —dice en voz baja.Luego me besa.Es largo y lánguido y tranquilo
y... largo.
Alex aclara su garganta detrás de nosotros y nos separamos.
—Es mejor que nos pongamos al día con los niños —dice Alex, y buscamos a
Mel, el personaje del ratón, y los dos chicos mayores se movieran delante de
nosotros hacia el parque.
Mick y yo nos damos prisa, los dos empujando los cochecitos, para ponernos
al día con los demás.Los chicos de inmediato quieren montar los columpios, por
lo que los ponemos en sus lugares y ajustamos de sus cinturones de seguridad. El
asistente los revisa y luego retrocede.
—Tú montas con ellos, Mick —digo, mientras le saco el cochecito.
—¿Qué hay de ti? —pregunta.
—Oh, mierda —murmura Alex—. Ambos van.Mel puede vigilar a los niños.
—No me gustan los niños —dice Mel.
—Bueno, tampoco me gustas, pero he pasado la última semana contigo.
—Bien —murmura.Toma los cochecitos de nuestras manos—. Ve a montar.
Voy a ver a los bebés.
—¿Vas a llamar si nos necesitan? —pregunto—. Ni siquiera son míos, y estoy
preocupado por ellos.
—Oh, los oirás gritar desde kilómetros de distancia —dice Alex.Ella le
dispara con el dedo y empuja a ambos carritos hacia un banco donde hay
sombra.
Anna menea los pies.
—Vamos —dice.Mick y yo nos ponemos el cinturón, y luego los columpios
empiezan a girar lentamente.Mick me mira y me guiña el ojo mientras el paseo
comienza, y mi corazón hace este pequeño golpeteo en mi pecho.Es más que un
enamoramiento.Es más que lujuria.Es más que simpatía.Estoy enamorada de él.
De la cabeza a los talones, completamente tomada, no sé cómo viviría sin él
amándome.
—Lo sé —dice—.Yo también. —El calor sube por mi rostro, pero está
bien.PorqueesMick.
Después del viaje, fuimos a una montaña rusa de niños, y entonces a algún
tipo de viaje de realidad virtual el cual me asustó terriblemente, pero los niños lo
amaron.
Nos detuvimos en una mesa de picnic y comimos algo de pizza, la cual yo
había pedido me entregaran desde este sitio de comida favorito de Mick, y
entonces miro a Mick.
—¿Estás listo para la grande? —pregunto. Estoy saltando en mi asiento.
Él mira alrededor.
—¿La gran qué?
Señalo hacia la montaña rusa más grande en el parque.
—La grande —digo de nuevo.
—¿Estás bromeando? —Mick salta levantándose—. ¿Tenemos que
montarnos en esa? —Me levanta y me da vueltas—. ¿Podemos hacerlo ahora?
Algunas asistentes pintando rostros se presentaron para entretener a Anna
y Devon, y Mick y yo nos fuimos para montarnos en la montaña grande nosotros
solos.
Cuando llegamos a la plataforma, Mick se detiene y toma una foto de
nosotros. Pero él no tiene ni idea que alguien ha estado aquí todo el tiempo
tomando fotos de nosotros y los niños, para añadir a sus recuerdos de esta
semana. Para su cumpleaños, voy a usar una foto de nosotros seis en una forma
muy especial.
Nos montamos en la montaña rusa y nos amarramos, y Mick se inclina para
besarme.
—Tú dijiste que amas las montañas rusas porque ellas te despedazan y luego
te vuelven a acomodar —le recuerdo. Él asiente—. Eso es lo que tú haces por mí —
digo calmadamente—. Me despedazas, y luego me vuelves a acomodar, cada una
de las veces.
Él no aparta sus ojos de los míos hasta que el lento clac-clac-clac del
caballete se vuelve un ruido sibilante. Nos lanzamos a través de giros y vueltas,
golpeamos de lado a lado, caemos hacia delante, y él grita y vitorea a través de
todo esto. Su entusiasmo es contagioso.
Al final, cuando se termina, nos detenemos en la plataforma.
—¿Podemos hacerlo de nuevo? —pregunta.
Sonrío.
—Es tu cumpleaños. Podemos hacerlo tantas veces como quieras.
Así que lo hacemos. Montamos hasta que mi cuello está adolorido y mis
manos se sienten como que nunca van a soltarse de las barandillas. Entonces
vamos y montamos con Anna y Devon otra vez. Comemos bolas de helado y
pasteles de embudo, y Mick devora una pierna de pavo. Yo aún estoy tratando de
averiguar dónde consiguió eso.
Al final de las dos horas, justo antes que el parque abra al público, Mick me
jala hacia él y me besa sonoramente.
—Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido.
Tomados de las manos, salimos del lugar más mágico sobre la tierra, pero
no puedo evitar el pensar que estamos llevando la magia con nosotros. O tal vez
trajimos la magia. No estoy segura de cuál.
De regreso en el autobús, los niños, cansados, caen dormidos
inmediatamente.
Mick se hunde a mi lado, entonces me empuja para acercarme a él. Saco una
caja de regalo de mi bolsillo.
—Me compraste un presente —dice—. Ni siquiera sabías que era mi
cumpleaños hasta ayer. ¿Y entonces planeaste que usáramos el parque y me
conseguiste un regalo?
—No es nada. —Lo empujo—. Ábrelo.
Abre la cajita y saca un pequeño catalejo para colgar.
Este tiene un hoyo para mirar en una punta y una foto en la otra. Lo levanta
hasta su ojo y mira dentro. Es una foto de nosotros, de los seis, de hoy en el
parque. Los niños están sonriendo y Mick se ve más feliz de lo que lo he visto
verse.
—Cielos… Mira eso —dice tranquilamente.
Saca sus llaves de su bolsillo e inmediatamente amarra el catalejo en este.
—No tienes que ponerlo con tus llaves —digo.
—¿Dónde más lo pondría? Es maravilloso, y voy a conservarlo para siempre.
—Toma mi rostro en sus manos y mira mis ojos—. Nunca dejas de asombrarme.
Gracias por hoy.
Lejos de avergonzarme, hundo mi rostro y lo presiono contra su pecho. Él se
recuesta y me abraza por los siguientes 160 kilómetros justo hasta que llegamos a
la casa de la mamá de Patsy.
Siento como que mis intestinos están llenos con plomo cuando nos
detenemos en la calle enfrente de la casa. En el porche está una regia mujer
mayor, parada con la ayuda de una andadera y un ayudante. Ella ensombrece sus
ojos con sus manos.
—Estamos aquí, niños —dice Mick. Anna y Devon saltan sobre sus rodillas
así pueden mirar por la ventana.
Los dejamos salir por la puerta, y se apresuran hacia su abuela.
Ellos obviamente la conocen y la aman, y el sentimiento es mutuo. Me paro
atrás y observo, sosteniendo a Chase cerca de mi corazón, y mis ojos se llenan con
lágrimas.
—¿Estás bien? —pregunta Mick, sujetando la parte de atrás de mi cabeza.
Asiento.
—Estoy bien. Solo realmente feliz. —Contengo las emociones y subo los
escalones del porche. La mujer no malgasta tiempo abrazándome fuertemente y
agradeciéndome por ayudar a Mick a traer a los niños con ella.
Nos invita dentro, y Mel y Alex ayudan a descargar sus pertenencias,
incluyendo los recuerdos que consiguieron hoy.
Después que los niños están acomodados y hemos almorzado, ella me mira
y dice:
—¿Cuánto tiempo has estado enamorada de Mick?
Estamos lavando los platos en la cocina, así que Mick está en la otra
habitación.
—No estoy segura. Es solo que de alguna forma se arrastró sobre mí.
—Mi hija, ella nunca fue buena escogiendo hombres. Es un imán para
perdedores si es que hay uno.
Me río.
—Bueno, yo no tengo un gran historial propio.
—Mick es un buen muchacho. Serías afortunada de tenerlo.
Le sonrío.
—Lo sé.
Terminamos los platos, y traigo el gran pastel de queso que compré para el
cumpleaños de Mick, ya que es su postre favorito. Sopla las velas, comemos hasta
hartarnos, y luego es hora que nos vayamos.
Anna, la que yo pensaba que sería la menos afectada, es la que se cuelga de
mí por un momento demasiado largo. Me agarra fuertemente y me abraza.
—Mi mami estará pronto en casa —dice cerca de mi oído, justo como lo hizo
ese primer día que nos conocimos.
Aparto su cabello de su frente.
—Tu mami va a estar tan orgullosa de todos ustedes, cuando escuche acerca
de cuan maduros y el buen comportamiento que tuvieron todos en este viaje.
Ella asiente.
—Va a estar orgullosa.
—Sí, y tú asegúrate de decirle a tu madre cuán orgullosa estás de ella cuando
venga a casa, ¿está bien?
—Cuando llegue aquí, voy a decirle. —Se queda callada por un minuto y
entonces me aprieta de nuevo. Con sus labios cerca de mi oreja, susurra—:
Cuando crezca, quiero ser justo como tú.
Jalo un mechón de su cabello.
—Cuando crezca, quiero ser justo como tú.
Se limpia debajo de sus ojos y va a pararse al lado de su abuela.
Devon es mucho menos comedido. Me abraza fuertemente.
—¿Vendrás a vernos otra vez? —pregunta.
—Por supuesto, lo haremos. Y tú puedes escribirme, si quisieras. —Ya le di
mi dirección y correo electrónico a su abuela—. Voy a extrañarte —digo.
—No pareces efectivamente tan triste como lo estabas cuando viniste por
primera vez a nuestra casa. ¿Te hicimos feliz? —Ladea su cabeza hacia mí como
un cachorro curioso.
—Ustedes me hicieron muy feliz —digo, y las lágrimas pican mis ojos
mientras las contengo.
El bebé, él es el más difícil de dejar. Lo abrazo y le doy un último biberón,
pero sé que no puedo conservarlo para siempre.
Mick lo toma de mí y lo besa en la frente.
—Nos llaman si necesitan cualquier cosa, ¿está bien? —le dice a su tía.
Ella asiente, pero ya está apresurando a los niños hacia la casa.
—¿Preferirías volar de regreso? —pregunta Mick mientras toma mi mano.
Caminamos hacia el autobús, juntos, y me siento ligera y feliz, más ligera y
más feliz de lo que me he sentido en un largo tiempo.
—¿Y tú? —respondo.
Niega.
—Preferiría pasar el tiempo contigo. —Me besa.
Nos sentamos en la ventana mientras el autobús se aleja de la casa de la
mamá de Patsy. Los niños saludan desde el porche, y los observo hasta que la
casa es una diminuta mancha en la distancia. Mick sostiene mi mano fuertemente
mientras me ahogo por la emoción que no sabía siquiera que estaba en mí.
—Ellos van a estar bien, ¿no es verdad? No importa lo que pase, ¿ van a
estar bien?
Él lleva mi cabello detrás de mi oreja.
—Sí. Van a estar bien. Ella cuidará de ellos, y cuidará de Patsy, también. —
Su pulgar limpia la lágrima de debajo de mi ojo—. ¿Quieres algo más de pastel de
queso?
Le sonrío.
—Sí, quiero.
Frota su estómago.
—Bien, porque estoy hambriento.
Lo codeo en las costillas.
—Siempre estás hambriento.
A través del día, Mick ha tenido llamadas de su mamá, papá y Ryan, y todas
mis hermanas le han enviado mensajes de texto con felicitaciones de cumpleaños.
—Feliz cumpleaños —digo mientras nos acomodamos en la pequeña mesa
de comedor, con un pedazo de pastel de queso entre nosotros.
Él sonríe mientras empuja un gran pedazo en su boca.
Capítulo 31
Mick
S
igo teniendo que recordarme que Mel y Alex están enfrente del
autobús. Durante dos noches, ha sido como tener chaperones
constantes. A veces Alex se mueve a la mitad del autobús para poder
ver la televisión mientras Mel está manejando. Eso le pone alrededor de veinte
metros lejos de nosotros, con nada más que una delgada cortina que nos separe
de él.
Había esperado que una vez que dejáramos a los chicos fuera, tendríamos
una poca de privacidad, pero ese no parece ser el caso. Si algo, me siento como un
insecto bajo una de esas lentes de aumento de cristal, y sólo estoy esperando que
alguien la incline hacia la luz y me queme hasta quedar en pedazos.
—No puedo esperar a que lleguemos a casa —dice Wren mientras tira de la
cortina entre nosotros y la parte delantera del autobús.
Me acuesto en la cama con las palmas detrás de mi cabeza, mirando hacia
ella. Es muy bonita. Su cabello está amontonado encima de su cabeza en un
revoltijo desordenado y apenas debe haber lavado su rostro, porque está toda
limpia y brillante.
Toma una botella y echa algo en sus manos.
—¿Qué es eso? —pregunto.
Ella se inclina hacia mí y sostiene su palma cerca de mi nariz.
—Loción. —Retrocede y levanta su pierna hasta el borde de la cama,
doblando la rodilla.
—Espera. —Me siento y me acerco a ella. Tomo su mano y pongo la loción
de su mano en mi palma, y luego froto las manos juntas, calentándola—.
Permíteme —digo, sonriéndole.
—¿Quieres ponerme loción? —dice, dudosa.
—Me gustaría más que nada. —Me muevo para que se siente, y se hunde
sobre las sábanas. Golpeo su pierna para que acomode su cuerpo, levanto sus pies
sobre la cama y comienzo en sus tobillos. Subo por su pantorrilla, y miro hacia
arriba para encontrarla mordiéndose el labio inferior mientras mira mis manos.
—Eso se siente muy bien —dice suavemente.
—Sí, lo hace —respondí. Le sonrío, pero no sonríe de regreso. Sólo me ve, su
mirada caliente y necesitada.
Desde que le hablé de Nicky, he sentido como si Wren hubiera sido un poco
más abierta. Confía en mí un poco más, y siento como que en el fondo, está lista
para las mismas cosas que yo. Está lista para una familia. Está lista para mí. Está
lista para llevarme dentro de ella. Al menos espero que esté lista. Sólo tenemos
que encontrar privacidad y el tiempo suficiente para hacerlo. Nuestro tiempo
llegará. No estoy seguro de cuándo finalmente lo hará.
Giro mi cuerpo para poder sentarme entre sus piernas, extendiéndolas
alrededor de mí mientras se reclina sobre las almohadas. Me mira fijamente
sentada allí, mientras pongo loción en su piel.
—¿Qué estás pensando? —pregunto, mi voz áspera y abrasiva incluso a mis
propios oídos.
Ella sonríe.
—¿Honestamente?
—Sí, honestamente. Dime lo que estás pensando. —Tomo más loción y
pongo un chorro en mi palma. No pienso en calentarla y grita cuando mi mano
toca su piel. Ríe, y trata de apartar mis manos, pero la acaricio rápidamente hasta
que se calienta, y se relaja.
—Estoy pensando en... cuánto te deseo dentro de mí —dice en voz baja.
Mi corazón se sacude.
—Cuéntame más. —No puedo mirar su rostro, así que me concentro en su
piel. Tiene un lunar en su muslo interno, así que hago un círculo ahí una y otra
vez con mi pulgar, presionando y soltando.
—Quiero sentir que te mueves dentro de mí.
Jesús. Maldito. Cristo. Yo también.
—¿Cómo crees que se va a sentir? —pregunto.
Ella levanta su pie y empuja mi pene, que está duro como una roca y tirando
contra mis pantalones. Alejo su pie, porque incluso su pie tocándome es
demasiado. Es doloroso y maravilloso a la vez.
Gruñe, pero pone su pie en la cama, plano, así que sus rodillas están
dobladas pero sus muslos están abiertos.
—¿Qué sentirás cuando esté dentro de ti? —le pregunto de nuevo. Le doy un
codazo en la pierna—. Dime.
—Creo que te deslizarás dentro de mí, agradable y lento, y entonces pararás
y esperarás, porque el momento será tan perfecto que ninguno querrá que
termine. Nos reuniremos como estábamos destinados para que estés dentro de
mí.
—¿Tenemos que reunirnos tan rápido? ¿O puede tomar unos cuantos
minutos?
Ella se ríe y me empuja el hombro con el pie.
—Será rápido la primera vez. Te empujarás dentro de mí hasta que no
puedas ir más lejos. Entonces pararás y mirarás mis ojos, de la manera que lo
haces. A veces pienso que puedes ver todo el camino a mi alma, Mick, cuando me
miras. Me da miedo, pero es bueno también, ¿sabes?
Lo sé. Sé exactamente lo que quiere decir.
—¿Qué sucede entonces, cuando estoy dentro de ti, cuando no puedo ir más
lejos?
—Estarás enterrado tan profundo que me dolerá. Pero no me importará.
Pediré por ello. Voy a envolver mis piernas alrededor de ti y te jalaré más
profundo con los talones contra tu trasero.
Mi respiración se vuelve superficial y sudo en la frente. Levanto mi
antebrazo para limpiarlo.
—¿Estás bien? —susurra.
—Bien —digo. Consigo más loción y me deslizo más arriba entre sus piernas,
acercándome a su centro. Froto el interior de sus muslos, y ella comienza a
retorcerse, balanceando sus caderas—. ¿Qué es lo que necesitas? —le pregunto.
Ella se ríe en voz baja.
—A ti. Solo a ti.
—Dime más. ¿Qué sucede después, después que estoy enterrado tan
profundamente? No puedo ir más lejos, y me harás entrar lo más lejos que
puedas con tus talones ¿Qué pasará entonces?
—Entonces empiezas a moverte.
Oh Dios. Me va a matar con palabras así.
—Sigue.
—Estaré resbaladiza y serás duro y caliente y... mío.
Dejo que mis pulgares recorran los bordes de su diminuto pantalón corto
que está usando, deslizándome por debajo del elástico en el interior de sus
muslos.
—¿Está bien? —susurro.
Ella mira hacia la cortina, y sé que tiene miedo que alguien nos oiga, o
alguien lo sepa.
—Sólo quiero tocarte.
Sus muslos se abren tan sutilmente, con las piernas abiertas, con las rodillas
cayendo hacia el colchón.
—Tócame —susurra.
Muevo su pantalón corto y bragas a un lado, exponiendo su abertura. Sus
labios inferiores son brillantes y húmedos, relucientes de deseo. Nunca la toqué
allí, y no sé por qué he esperado tanto. Es perfecta. Tiene zona limpia de vello en
su montículo, y su clítoris está en la parte superior de su hendidura, hinchado y
duro.
—¿Dónde quieres que te toque?
—En todos lados.
Llevo mis pulgares de sus labios hacia su clítoris, presionando suavemente
mientras froto los lados de su abertura, hasta que puedo sentir el bulto hinchado
en la cima. Cuidadosamente muevo los pulgares hacia arriba a cada lado, sin
tocarlo, no realmente. Lo acaricia una y otra vez.
—Mick —dice. Vuelve a mirar hacia la cortina.
—Shhh. —Huele como a sexo, y el olor salado me hace cosquillas en la nariz.
Ella balancea sus caderas—. ¿Quieres levantarte la camisa? —Asiento hacia su
pecho—. Déjame ver.
Lentamente, levanta el final de su camisa sobre su estómago plano,
elevándola centímetro a centímetro. El regordete fondo de sus pechos aparece
primero, y luego levanta la camisa sobre ellos. Sus pezones se destacan duros y
orgullosos, sus pechos son tan pesados que caen hacia la derecha y la izquierda
como fruta madura.
Un sonido que ni siquiera reconozco deja mi garganta. Wren ve hacia la
cortina otra vez.
—No me oyeron —le digo para tranquilizarla. Miro sus pechos mientras
froto mis pulgares arriba y abajo de su centro, hasta que finalmente froto a través
de su clítoris. Ella se sacude y luego se tensa mientras presiono mi pulgar
firmemente contra su nudo. No lo muevo. Lo sostengo allí. Su boca se abre y
muerde un sonido—.Shhh —digo de nuevo.
—Mick… —Sus caderas ruedan, y mi pulgar se desliza alrededor de su
humedad.
—¿Es esto lo que quieres?
—Sí.
Froto un círculo apretado, mi pulgar es resbaladizo pero firme.
—¿Aquí?
—Sí.
Sus ojos se cierran.
—Mírame.
—No puedo. —Aprieto los ojos con fuerza. Tiro de mi pulgar hacia atrás y
sus ojos se abren—. Por favor —dice.
—Mantén tus ojos abiertos.
Ella asiente y se muerde el labio inferior. Presiono contra su clítoris de
nuevo, dibujando un pequeño círculo mientras deslizo un dedo dentro de ella.
Sus caderas giran.
—Estoy tan cerca —susurra.
—Lo sé.
—Tan cerca…
Y luego se viene justo debajo de mi pulgar. Verla venirse es una hermosa
vista, pero esto... esto es todo. Su estómago plano se arruga mientras su cuerpo
gana.
—No te detengas —dice, y lo monta, su pasión entra en erupción y luego
disminuye a pequeñas ondulaciones, como una ola en un estanque, fuerte al
principio y luego más pequeña, más suave y más ligera.
Su cuerpo se queda quieto.
Y también lo hace el autobús.
Wren mira hacia la cortina mientras el autobús se detiene. Mi dedo está
todavía dentro de ella, y sus paredes interiores todavía están pulsando, pero se
congela y mira la cortina.
Una voz grita:
—Vamos a tomar una taza de café. Ya volvemos.
—Está bien —grita Wren, su voz temblorosa.
—¿Quieres algo?—gritala voz de nuevo, y casi puedo escuchar la diversión
en ella.
—No, gracias —dice.
La puerta se abre y se cierra, y saco mi dedo de su calor, deslizando sus
bragas hacia atrás para que esté cubierta. Pero Wren se levanta y se pone frente a
mí, deslizando su pantalón y bragas por sus piernas rápidamente.
—¿Qué estás haciendo? —Está desnuda, de pie delante de mí, ¿y tengo que
preguntar eso? ¿De verdad?
—Te deseo. —Sube para montarme a horcajadas, estirándose entre nosotros
para tirar de mi pantalón lejos de mi estómago, sobre mi pene, y luego empuja
mis hombros para que se balanceé de nuevo en mis manos.
Saca mi pene lejos de mi estómago. Y entonces... entonces se hunde sobre
mí, tomando mi cabeza dentro. Va despacio, y no puedo soportarlo. Levanto mis
manos y envuelvo mis brazos alrededor de ella, bajándola duro y rápido en mi
pene, hasta que se sienta encima de mí.
—Oh, Dios mío —gemí. Levanto su camisa para poder tirar de su pezón en
mi boca. Ella me roza la boca.
—Solo penétrame —dice—. Penétrame ahora. Por favor.
Me aferro a sus caderas y la empujo hacia abajo con fuerza en mí. Casi
inmediatamente, siento que sus paredes me aprietan.
—Se siente muy bien —dice.
Se siente mejor que nada.
—Me vengo —advierte.
La mantengo cerca mientras bombeo dentro de ella, una... dos veces... y
luego
—Yo también voy a venirme —Aprieto sus caderas, empujándola tan fuerte
contra mí como puede estar, mientras me vengo dentro de sus pulidas, mojadas,
paredes apretadas. Me ordeña y puedo sentir los estremecimientos dentro de ella.
Me sostiene apretado, sus manos en mi cabello, tirando hasta que su orgasmo
pasa.
Luego sus manos son suaves, y frota suavemente mi cabello, colapsando
contra mí.
Y entonces me doy cuenta que algo está apagado, porque la siento tensarse.
—No...
—¿No qué?—Quiero oírla decirlo. Quiero que diga que está bien.
—No usamos condón.
—Estoy limpio. Me hice pruebas la última vez que doné sangre.
—Yo también. Después del bebé... —Su voz se desvía.
—Entonces estamos bien, ¿verdad?
Se levanta de mi regazo, poniéndose de pie. Recoge su pequeño pantalón
corto y sus bragas, y se mete en el baño. Un minuto después vuelve, vestida como
antes. Está callada. Muy silenciosa. Y tiesa. Demasiado rígida. Ni siquiera me
mira.
—¿Qué pasa?—le pregunto.
—No estoy en control de la natalidad —dice.
—¿Y?
—Y no usamos condón.
No lo siento.
—¿Está bien? —Miro su rostro de cerca.
—¿Quieres hacer eso? —pregunta.
—¿Quería entrar dentro de ti?
—Sí. ¿Quieres estar dentro de mí? —repite. Finalmente, sus ojos se
encuentran con los míos, y en los de ella... creo que veo miedo. E ira.
Y un poco de tristeza. Es lo último lo que me mata.
—No lo sé. —Y no lo sé. Me gustaría pensar que fue intencional. También
me gustaría pensar que fue un accidente, pero no lo sé. Todo lo que sé es que
finalmente la tuve. La tuve en mis brazos, apretada alrededor de mí, y que la amo.
La amo y sólo pareció correcto. Pero no debe haber sido correcto. No debió haber
pasado en absoluto.
Estaba equivocado. Ella no estaba lista. Simplemente no lo sabía.
Ella asiente y se mete bajo las sábanas. Trato de atraerla hacia mí, pero se
aleja, poniendo centímetros entre nosotros. En lugar de dejar que me envuelva
alrededor de ella, se acerca y toma mi mano, sosteniéndola tiernamente contra su
cadera. No dice nada, incluso cuando la puerta del autobús se abre y nos
ponemos en camino otra vez.
No se cierra completamente a mí, pero está cerca de hacerlo.
—¿En qué estás pensando? —le pregunto a la oscuridad.
No responde. Sé que no está dormida.
Tira de sus dedos, tratando de llamar su atención.
—¿Puedes hablar conmigo?
—No estoy pensando en nada —dice finalmente. Rueda más sobre su
estómago y me deja deslizar un brazo alrededor.
Finge dormir, pero está tensa en mis brazos por un largo tiempo.
Demasiado largo.
Cometí un error. Uno grande.
Capítulo 32
Wren
L
a mañana siguiente, me despierto y Mick se ha ido. Me cepillo los
dientes y me dirijo tambaleante a la parte delantera del autobús en
busca de café. Y en busca de Mick. El autobús está detenido y Mel y
Alex están jugando a las cartas en la pequeña mesa de comer.
—¿Dónde está Mick? —pregunto.
Él señala hacia el norte al final de la calle.
—Dijo que tenía algo que hacer. —No levanta la mirada de donde está
jugando a las cartas.
Me sirvo una taza de café y me siento con ellos.
—¿Quieres jugar? —pregunta Alex.
Lo desestimo moviendo la mano en el aire.
—No, no chicos, sigan adelante. —Tomo un sorbo de mi café y luego
pregunto—: ¿Saben cuál era el recado de Mick?
Alex se encoge de hombros, pero Mel dirige la mirada a la mía. Ella sabe que
está sucediendo algo. Baja la mirada igual de rápido.
—¿Dijo cuándo volvería?
Alex niega mientras le enseña a Mel un full.
—¿Has visto los tabloides recientemente? —le pregunto a él.
Estira la mano junto a él y me pasa una pila de periódicos. Abro el primero.
EXGUITARRISTA ZERO HABLA
—¿Habla? ¿Sobre qué? No podría encontrar la salida de un armario a
oscuras aunque le dejases la luz encendida. ¿Qué sabe él de mi relación?
—Oh, ¿ahora tienes una relación? —se burla Alex.
—Cállate —murmuro. Pero Alex ha estado con nosotros mucho tiempo. Es
como de la familia.
HOMBRE MISTERIOSO DESCUBIERTO. ÉL YA ES UN ZERO
POR MATRIMONIO
Mierda. Han averiguado quién es. Afortunadamente, no pueden seguirles la
pista a los niños.
La puerta se abre y Mick entra al autobús. Se sobresalta cuando me ve
sentada con Alex y Mel.
—No creía que ya estuvieses levantada —comenta. No me mira a los ojos.
Veo que está sosteniendo un pequeño paquete cuadrado en la mano, y está en una
bolsa de papel. Miro, intentando ver qué es. Lo pone a su espalda, y se dirige a la
parte trasera del autobús, caminando hacia atrás todo el camino. Se gira y cierra
la cortina detrás de él.
Camino hacia la parte de atrás del autobús. Está sucediendo algo, y quiero
saber qué es. Me deslizo tras la cortina y me siento en la cama, deslizándome
hasta el cabecero mientras equilibro mi café. Me cruzo de piernas y lo observo.
Mick camina inquieto, y Mick nunca hace eso. Tomo toda la culpa.
—Te debo una disculpa —comento.
—¿Por qué?
—Puede que… me asustase un poco anoche. Lo siento. Tuvimos una
experiencia increíble y luego fui y la arruiné. Y lo siento mucho.
Su mirada finalmente se encuentra con la mía.
—¿Por qué crees que se arruinó?
Mis mejillas se sonrojan.
—Salté a tu regazo, y luego no me moví cuando… ya sabes. Y luego tú…
hiciste… Y me asusté y me quedé pensativa. Dijiste que lo obtuviese a mi modo, y
definitivamente lo hice anoche. —Niego—. De todos modos, lo siento. Lo siento
mucho.
Mick se aclara la garganta.
—Primero de todo, sí, saltaste a mi regazo y me encantó cada segundo de
eso. Me corrí dentro de ti porque en ese momento lo sentí correcto. Sentí como si
no importase lo que sucediese, estaríamos bien, porque tú ibas a ser mía y yo iba
a ser tuyo.
—Pero no te di elección.
Se burla.
—Podría haberte movido si hubiese querido. Eres ligera como una pluma.
Podría haber sacado mi polla. Sin problema. Así que, no asumas que me hiciste
hacer algo que yo no quería.
—Así que… ¿tú… querías…?
—Quería correrme dentro de ti, sí. No quería salirme.
—Oh. —Jugueteo con unos hilos sueltos del edredón que estaba cubriendo
mi cama. El corazón me salta en el pecho. Quiere permanencia.
—Luego, cuando habíamos terminado, me di cuenta que había cometido un
error.
Se me para el corazón.
—¿Qué?
—Fue lo equivocado para hacer. Momento equivocado. Lugar equivocado.
Nunca debería haber ocurrido. Me di cuenta de eso. Y te debo una disculpa. Lo
siento.
—¿Lo sientes por qué, exactamente?
—Siento por intentar convertirlo en más de lo que tú querías que fuese.
Es mi todo.
—¿De qué estás hablando?
—Wren —dice, finalmente frustrado conmigo—. Dios mío, Wren, no estabas
preparada para una cosa tan estúpida como esa. Y no estoy seguro que alguna vez
estarás preparada. —Le da un puñetazo a la pared y masculle.
Creo que estoy preparada. Pensaba que estaba preparada. Anoche me
asusté, pero ahora es él quien está actuando extraño, siendo completamente
distante. Dice que soy yo la que no está preparada, pero a la luz del día, quizás es
Mick quien no está preparado para las posibilidades. Se me cae el alma a los pies.
Levanta la pequeña bolsa de papel y la sostiene para mí, la mano
temblándole.
—Te conseguí esto. Creo que es lo correcto por hacer.
La abro y encuentro una caja con una pastilla ―del día después‖ en ella. Las
mujeres se la toman cuando alguien comete un error y él o ella necesita estar
seguro que no habrá repercusiones. Inmediatamente se me llenan los ojos de
lágrimas.
—¿Quieres que la tome? —susurro.
—Quiero que seas feliz, Wren. Es todo lo que he querido jamás. Y si tomarla
te hará feliz, entonces es lo que quiero que hagas. Quiero que tengas la opción.
Quería estar malditamente seguro que no te había atrapado en algo que no
querías. Así que, tómala. Tómala si quieres hacerlo. Tómala si es demasiado.
Tómala si sientes que cometimos un error. Es tu cuerpo, y nunca intentaría
decirte qué hacer con él.
En parte también quería que fuese su cuerpo. Pero me está lanzando esto al
regazo, y haciéndolo únicamente mi decisión. Me está dejando sola, justo como
otros hicieron. Mis padres. El bebé que nunca respiró. Y ahora Mick. Me está
alejando. Se está marchando. No está en esto del modo que yo lo hago.
Asiento.
—De acuerdo.
—Entonces, ¿vas a tomarla? —pregunta. Me mira a los ojos, su mirada dura
e inflexible.
—Tengo, ¿qué, cuarenta y ocho horas? —Finjo leerlo, pero las palabras
bailan por la caja.
—Algo así —murmura—. Voy a ir a dar un paseo.
—Pero si acabas…
No responde. Solo tira de la cortina y deja el autobús. La puerta se cierra
detrás de él con un golpe sordo. Realmente es un sonido suave, pero parece muy
ruidoso.
Bajo la mirada a la caja y leo las instrucciones. Quito el envoltorio y saco la
pastilla del blíster de plástico. La levanto y la miro. Es una opción que todas las
mujeres deberían tener, pero yo simplemente no la quiero. Prefiero que no esté
en mis manos. Prefiero ser solo capaz de decir ―Bueno, nos entusiasmamos y una
cosa llevó a otra y… ¡BOOM! Embarazados‖. Pero no puedo decirlo ahora que me
entregó esto, porque me dio una opción. La llevo a mi boca y la pongo sobre la
lengua.
Y entonces…
Y entonces la escupo. Cae en mi mano en un pegote de saliva, y voy al baño y
me paso agua por la lengua, limpiándome la boca. Esto no es lo que quiero.
Quiero que elija el destino. Si un bebé es el resultado de lo que pasó anoche,
entonces es lo que quiero.
Tiro la pastilla por el servicio.
Necesito ir y decírselo a Mick. Dijo que era por mí, no porque quisiese que lo
hiciese. No quería eso, ¿cierto?
Me pongo los zapatos y mi corazón es tan ligero como el aire. Espero que no
esté muy enfadado porque no pude hacerlo. Pero siento que no lo va a estar.
Espero que no lo vaya a estar.
Mel se levanta cuando salgo por la puerta, y sé que va a seguirme. No me
importa particularmente. Necesito encontrar a Mick. Giro la esquina, buscando
su gorra de béisbol y sus anchos hombros. Pero no los veo. Corro a la izquierda y
giro la esquina, pero no está a la vista.
Camino por lo que parecen horas, aunque sé que solo son minutos, pero no
lo encuentro por ninguna parte.
Capítulo 33
Mick
C
amino sin rumbo por la calle, sin destino en mente. Donde quiero
estar, es sentado junto a Wren, para que pueda decirle todas las
razones para las que no tome la píldora. Comienzo por enumerarlas
en mi mente.

1. La amo.
2. Estoy bastante seguro que me ama.
3. Ella sería la mejor madre.
4. Creo que yo sería un excelente padre.
5. Tenemos bastante apoyo de parte de nuestras familias.
6. Ambos tenemos buenos trabajos, aunque nunca podré
competir con el dinero que ella gana.
7. La amaría hasta el fin de los tiempos.

Pero no puedo influenciar su decisión con mis preferencias. Tiene que ser su
decisión o sentiré, por el resto de mi vida, como si yo la obligue a tener un
embarazo no deseado.
Una parte de mí quiere simplemente ir y decirle que la amo. Quiero
sentarme y sostenerla la mano en todo este proceso. Quiero ser su roca. Con eso
en mente, me apresuro al autobús,
Alex está mirando la televisión en la pantalla grande.
—¿Dónde está? —le pregunto.
—Creo que fue a encontrarte.
—¿Para qué?
Se encoje de hombros.
—No estoy seguro, pero tenía prisa.
Me dirijo a la parte trasera del autobús y veo el empaque abierto. Mi
corazón se detiene. Lo levanto y saco la basura de la ahora vacía caja y mi corazón
vuelve a detenerse. Mierda, se detiene. Me golpeo el pecho para detener el dolor.
Ella tomó la píldora.
Ella tomó la píldora.
Ella tomó la píldora.
Se terminó. Ella no se siente de la misma manera que yo. Tenemos
diferentes sueños y metas.
Se terminó. Ella quizás también entró en mi pecho y sacó mi corazón con
sus propias manos. Amo a Wren, pero necesito alejarme. Necesito distancia para
poder manejar esto. Ella estará bien, pero yo no estoy seguro que alguna vez lo
esté.
Su cuerpo. SU decisión. Y ella dejó en claro que era su decisión no mía.
Comienzo a guardar mis cosas. Alex me dé una mirada extraña, mientras yo
saco la maleta debajo del autobús y comienzo a lanzar cosas en ella.
La puerta del autobús se abre.
—¡Mick! —Wren llama.
No respondo. No puedo. No puedo ni siquiera mirarla al rostro.
Simplemente no puedo.
—¿Qué? —finalmente respondo cuando vuelve a decir mi nombre.
Se detiene cuando ve la maleta.
—¿Qué estás haciendo?
—Empacando.
—¿Por qué?
Paso una mano por mi cabello.
—Creo que iré al aeropuerto y solo volaré de regreso. Necesito regresar al
trabajo.
—¿Te hablaron del trabajo o algo así?
—No, solo necesito regresar.
—Podemos volar juntos —dice. Moviendo los pies.
—Claro —respondo.
Mira hacia el frente del autobús, su boca se abre para decir algo, pero luego
la vuelve a cerrar, respira profundamente y dice.
—Guardaré mis cosas.
—Está bien. —Cierro mi maleta. Terminé.
—Alex puede solucionar lo del autobús.
—Está bien. —Espero en la parte delantera del autobús. Alex sale de la
puerta.
—Mick —dice.
Giro y levanto mis cejas.
—¿Hice algo mal? —pregunta cuidadosamente.
—No —respondo. Y para ser honesto, ella no hizo nada. Hizo lo que era lo
correcto para ella. Solo que no era lo correcto para nosotros—. Por supuesto que
no.
—Está bien —dice. Empaca rápidamente. Tomamos un taxi para dirigirnos
al aeropuerto y conseguimos los boletos. Pago por el mío, ella paga por el suyo y
el de Mel. Alex se quedará junto con el autobús. Nos sentamos en primera clase,
porque así es ella. Tiene que firmar algunos autógrafos para el staff, e incluso el
piloto sale a hablar con ella.
Pero durante el vuelo no hablamos. En algunas ocasiones, ella abre la boca
para decir algo. Puedo sentirlo en el aire entre nosotros. Pero luego dirige la
mirada hacia el asiento frente a nosotros donde Mel está sentada y cierra la boca.
En el aeropuerto, hago que el taxi vaya primero a su departamento.
Ella sale, y yo con ella. Siento que es mi deber.
—¿Quieres entrar? —pregunta. Mira mi equipaje que sigue en la cajuela del
auto—. Mick… —dice, su mirada dudosa.
Paso una mano por mi cabello y dirijo mi mirada a todos lados menos a ella.
—Mejor no. Tengo trabajo mañana. Necesito dormir algo.
—Puedes dormir aquí.
—Mejor no.
—Oh. —Ella daña la punta de sus zapatos en la acera, y el portero se acerca a
ayudarle con su equipaje. Mel entra junto con el portero—.¿Me llamarás? —
pregunta—. ¿Más tarde?
Camino lentamente hacia ella y la miro a los ojos.
—Gracias por ir a este viaje conmigo. Fuiste de mucha ayuda. Los niños te
amaron. No lo habría logrado sin ti.
—De nada —responde hablando en voz baja.
—Te amo —digo, mientras la acerco a mí. Sus brazos me abrazan la cintura y
me sostiene fuertemente hasta que la dejo ir y me alejo.
—¿Por qué siento que te estás despidiendo? —pregunta.
Le beso la frente, quedándome lo suficiente para llenar mi nariz de su aroma
y el de su shampoo.
Entonces la dejo ir y me alejo. Tengo que. Veo queseca una lágrima de su
mejilla mientras cierro la puerta del taxi, y mi corazón se rompe.
Pero es lo correcto. Realmente lo es.
Ella tomó la jodida píldora. No me quiere de la manera en que yo la quiero.
Capítulo 34
Wren
D
espués de una larga noche sin dormir, me desperté para encontrar a
mis cuatro hermanas sentadas en mi sala de estar. Me arrastré hasta
la cafetera mientras ellas esperaban, como una manada de hienas
esperando a interrogarme y charlas en mis sofás. En mi cabeza, todavía puedo ver
los cojines en el suelo mientras Mick y yo jugábamos el juego de la lava con los
niños. Ahora, tienen a mis personas favoritas en el mundo, que también son las
cuatro personas que menos quiero ver ahora.
—¿No tienes casas a dónde ir? —pregunto en un bostezo mientras me
tambaleo a la cocina.
—Esta es la casa, perra —dice Finn.
—Mmm… estoy segura que vives en otra parte ahora —le recuerdo—.
¿Entonces por qué no vuelves allá?
—Alguien es malhumorada cuando se despierta —murmura Star.
—¿No tienes un hijo del que debes estar cuidando? —pregunto, mientras
tomo mi café y me voy a sentar a la silla que no está ocupada. Pongo una manta
alrededor de mis piernas.
—Marta —es la única palabra que dice.
Finn asiente.
—También tienen al mío. Emilio lo va a llevar al parque. —Benji podría no
haber salido de su cuerpo, pero es su hijo, y Emilio está ferozmente enamorado
de él. Fin pone su mano en su vientre cuando siente una patada—. Estaré feliz
cuando ella salga par que él pueda cuidarla también.
—¿Ella? —pregunto.
Sonríe.
—Ella.
—Podré comprar bonitos vestidos junto con los camiones de juguete que
tendrá que tener. Y las gorras de béisbol para hacer juego con las tiaras. —Sonrío,
pero no tengo ganas de hacerlo, la vida es una mierda, y no sé qué hacer al
respecto—. ¿Por qué están todas aquí? —pregunto, cubriendo mi boca cuando
sale otro bostezo.
—Bueno —empieza Finn, con una sonrisa maliciosa en su rostro—,
queremos saber qué tan grande es el pene de Mick en realidad. Mentes curiosas
quieren saberlo, y todo eso.
Dejo mi café en la mesa.
Lark se estira y cubre la boca de Finn.
—No queremos saber eso.
Finn pretende luchar.
—Sabes que sí —dice Finn detrás de la palma de Lark.
Lark levanta su mano y mueve su cabeza de un lado a otro como un
metrónomo.
—Bien, más o menos queremos, pero esa no es la cosa más importante.
¿Cómo estuvo el viaje?
—Bien. —Tomo de nuevo mi café.
—¿Bien? —dice Peck. Peck es la que lleva más tiempo casada. También es la
más callada. Está acostumbrada a serlo porque tenía un fuerte tartamudeo, pero
ahora es porque elige las palabras con cuidado—. D-define bien —dice.
—Los niños estuvieron genial. El viaje estuvo agotador. El viejo exhaustivo.
—¿Fue difícil entregarlos? Los niños, quiero decir —pregunta Lark.
—No, estaban felices de estar con su abuela. Van a estar bien. —Me encojo
de hombros—. Esa parte sí que valió el viaje.
—¿Entonces, podemos volver a lo que importa? —dice Finn con un
resoplido. Se inclina hacia mí como contándome un secreto, pero dice en voz
alta—. ¿Conseguiste alguna foto de los bienes?
—¿Los bienes?
—Ya sabes, la carne de hombre. La foto de pene. La vieja salchicha.
Levanto una mano.
—Puedes parar ahí. Lo entiendo. Y no, no conseguí ninguna foto.
—Pero lo viste. —Da una palmada en su muslo—. Lo sabía. Sabía que lo
harías.
—Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué no estás feliz? —pregunta Stark. De todas
mis hermanas, somos las más cercanas. Me conoce mejor que nadie.
—Yo… no lo sé —admito. Me encojo de hombros mientras lágrimas llenan
mis ojos. Las parpadeo—. No tengo ni idea qué sucedió. —Y no. todavía no lo sé—.
Vinimos a casa temprano, porque dijo que tenía ir a trabajar. Y no hablamos en el
avión, o cuando vinimos a casa. Fue como si todo cambiara con esa pastilla, y no
sé qué hacer al respecto.
—¿Qué pastilla? —pregunta Star. Mira a nuestras hermanas como si alguna
supiera qué está pasando, pero todas se encogen de hombros.
—La pastilla del día después —digo—. Después de eso, todo cambió.
—¡Entonces, si te lo cogiste! —grita Finn—. Sabía que lo harías. —Luego se
pone seria cuando Star la mira—. Lo siento —murmura—. Por favor continua.
—¿Entonces, la pastilla? —interviene Star.
Asiento.
—Me compró una. Dijo que la tomara.
Lark colapsa contra el sofá.
—Eso fue… considerado de su parte.
—¿Se rompió el condón? —pregunta Finn.
Niego.
—¿No se salió? —interroga Finn. Star le frunce el ceño—. ¿Qué? —dice—. ¡Es
una pregunta legítima!
—En realidad no le di oportunidad de salirse. Estaba arriba. Fue
completamente mi culpa. —Suelto un suspiro y me froto una mano en el rostro.
—Tonterías —dice Finn—. Podría haberte levantado si hubiera querido.
Qué gracioso. Fue lo mismo que él dijo. Y aun así me sentía responsable.
—Tal vez.
—Entonces, después que tomaste la pastilla… —Star lo deja en el aire.
Niego.
—No la tomé.
—¿Por qué no? —pregunta Peck suavemente.
—No se sentía bien. —Ni siquiera puedo explicarlo. Sólo sé que duele. Duele
demasiado. Mis ojos se llenan de lágrimas de nuevo y ni siquiera intento
detenerlas esta vez—. De hecho, abrí el empaque y puse la pastilla en mi boca, y
luego me detuve. No se sentía bien. En ese momento, pensé que esta cosa entre
nosotros duraría para siempre. Pero luego se puso frío conmigo. Y ahora no sé
qué hacer. Sólo… no lo sé.
—Entonces déjame entender esto —dice Star.
Muevo mis manos en el aire como arrojando confeti. Van hacerme decirlo
una y otra vez. Y cada vez, dolerá igual.
—Sólo escúchame. Vamos a resolver esto.
Asiento.
—Entonces, ustedes tuvieron sexo, y alguien; no importa quién, no usó
protección, ni siquiera el método de retirarse.
—Sí.
—Y después —dice Star—, te compró la pastilla, y te dio una forma de salirte
de todo, si no querías estar en esto con él.
—Creo que es dulce que te diera a elegir. Que pensara en eso —dice Lark en
voz baja—. Muchos hombres simplemente se irían, y considerarían que es
responsabilidad de ella.
Shane se alejó y consideró que era mi responsabilidad. Ella tiene razón.
—Pero ya estabas en eso. Querías lo que sea que llegara, porque ¿sentías que
podías hacerlo con él? —Star arquea una ceja—. Como que ustedes dos pudieran
tener un futuro, ¿sin importar qué suceda?
—Sí.
—Y luego se puso frío, y te dejó por fuera —dice Star.
—Sí.
—¿Entonces por qué lo hizo? —Star empieza a mover su pulgar sobre su
rodilla.
—Tal vez también se asustó —dice Lark.
—No, Mick no se asusta —dice Star—. Ha estado enamorado de ella desde
que la conoció.
—Tal vez no sabe que ella no tomó la pastilla —dice Peck en voz baja. Y me
doy cuenta que también está un poco llorosa—. Puede pensar que la tomó. —Se
voltea hacia mí—. Dijiste que abriste el empaque y la pusiste en tu boca.
Asiento.
—Entonces, ¿hay posibilidad que lo viera? ¿El empaque abierto?
Pienso.
—No lo escondí. Estaba por decirle que no la tomé, para asegurarme que
estaba todo bien, cuando me cerró la puerta.
—Pero tal vez saltó a conclusiones —dice Lark.
Finn truena sus dedos.
—Por Dios, creo que lo resolvimos.
—Hay más que eso. —Lark hace una mueca—. Pero no soy yo quien debe
contarlo.
—Bueno, no puedes dejarlo así —dice Finn.
Ella gruñe.
—Bien, entonces, recuerdas a Nikky, ¿verdad? —pregunta Lark.
—La ex. Sí. Ella lo dejó.
—Tenía dos hijos cuando la conoció. Se enamoró de su familia, y un poco de
ella, pero más que nada de la familia. Ryan dice que es un niñero. Puede ser
porque pasó sus años más jóvenes traduciendo para alguien y asegurándose que
todos en su familia tuvieran lo que necesitaban. Pero como sea… —Toma aire—.
Eran decentemente felices, y luego, un día, él encontró un registro medico en su
bolso cuando fue a buscar el chupete del bebé.
Me incliné hacia adelante.
—¿Qué clase de registro?
—Se había practicado un aborto sin decirle. Él no tenía ni idea. Estaba
devastado. Y estoy muy segura que no se supone que se lo cuente a nadie —se
queja—. Ryan va a matarme. —Apoya su cabeza contra el respaldo del sofá y mira
al techo.
—¿Era el bebé suyo?
Asiente.
—El bebé era suyo y luego se fue.
—Entonces, piensa que yo… —Señalo a mi estómago como si hubiera algo
ahí.
—No tiene manera de saber que no tomaste la píldora —dice Peck.
—¡Compró la píldora! —grito.
—Quería que tuvieras una opción —dice Star en voz baja—. Pero, en secreto,
creo que quería que eligieras no hacerlo. No lo sé. Pero esa es una mejor
suposición.
—¡No la tomé!
Finny cubre mi mano con la suya.
—Cariño, al parecer, él no sabe eso.
—Deberías decirle —añadió Peck.
—Vas a tener que ir por él. Está herido —dice Star.
—Sí, bueno, él me dejó —les recuerdo.
—Está herido —dice Star de nuevo.
Parpadeó para alejar las lágrimas. También yo. Más herida de lo que nunca
he estado por algo. Me levanto.
—Voy a tomar una ducha. Gracias por la charla. Todas pueden irse. —Me
vuelvo hacia mi habitación, pero luego me giro—. Y, Lark, no puedes decirle a
Ryan nada de esto. Ni una sola palabra. ¿Entiendes?
No me mira, pero asiente.
Voy a mi habitación y cierro la puerta. Estoy a punto de dar un paso en el
baño cuando la puerta del dormitorio se abre. Es Star. Y está molesta.
—No va a gustarte lo que estoy a punto de decir, pero me importa una
mierda. Si mamá y papá estuvieran aquí… —Sus ojos se llenan de lágrimas y ni
siquiera evita que caigan por sus mejillas. Aspira una bocanada—. ¿Te acuerdas
cuando estabas intentando aprender a montar en patineta? Todavía no sé por qué
pensaste que deberías, pero bueno… ¿Te caíste y te rasguñaste tus codos y
rodillas, y la carretera te raspó el lado de tu pierna? ¿Recuerdas?
—Sí.
—Y papá le dio la vuelta a la patineta y te dijo ―supéralo, buttercup, y
retómalo‖.
—Sí. —Me ahogo con un sollozo. No habla sobre nuestros padres a menudo,
porque duele demasiado. Pero en mi cabeza, puedo ver la calle alineada de
árboles y la acera, y mi madre de pie allí con su mano sobre su boca, ansiando
correr hacia mí. Pero mi padre levantó una mano para detenerla. ―¿Qué va a
ser?‖, había dicho. ―¿Vas a dejarlo o vas a retomarlo?‖—. Y lo retomaste. Ni
siquiera dudaste. —Star finalmente limpia sus mejillas.
Asiento, incapaz de hablar.
—Bueno, supéralo, buttercup. Retómalo. —Sostiene mi rostro en sus manos
y se pone de puntillas para besar mi frente, bajando mi cabeza un poco para
hacerlo. Sus labios permanecen—. Ahí —dice mientras pretende desempolvar mi
brazo—. Mi trabajo aquí está hecho. —Limpia sus mejillas de nuevo y sale de la
habitación, cerrando la puerta detrás de ella.
Me siento en el borde de mi cama y caigo hacia atrás. Porque sé qué necesito
hacer ahora. Sólo que no sé cómo.
A pesar de no saber cómo voy a acercarme a Mick, sé que tengo algunas
preguntas que necesito hacerle y hay cosas de las que necesitamos hablar. Eso es
lo que sé. No quiero perderlo y no puedo evitar pensar que ya lo he hecho.
Necesita saber que no tomé la píldora. Necesita saber que quiero lo que sea que
pueda ser, siempre y cuando esté en ello conmigo. Él es el factor decisivo. Es lo
que necesito. Nada más. Nadie más. Así que asumo que el primer paso será
descubrir dónde está hoy y cuándo puedo verlo. Sé dónde trabaja, pero sería
grosero simplemente aparecer allí.
Le mando un mensaje muy rápido.
Yo: Ya te extraño.
Burbujas se forman en la pantalla, como si estuviera tecleando. Luego
desaparecen. Luego aparecen de nuevo. La que sea la respuesta que está
pensando, no aparece. Meto el teléfono en mi bolsillo y tomo el ascensor al
vestíbulo de mi edificio de apartamentos.
Me sorprende cuando veo a Marcus de pie en el vestíbulo en lugar de a
Henry.
—Buenos días, señorita Vasquez —dice.
—Buenos días, Marcus. Y, por favor, llámame sólo Wren.
—Sí, señorita Vasquez —dice con una sonrisa.
—¿Dónde está Henry? —pregunto, mirando alrededor de la habitación como
si fuera a saltar del ficus más cercano.
—Oh, sigue en el hospital. —Se mantiene trabajando, barriendo el vestíbulo,
como si no acabara de decir algo importante.
—¿Por qué está Henry en el hospital? —Seguramente alguien me lo habría
dicho. Saco mi teléfono de mi bolsillo y repaso todos mis mensajes. Ni una
palabra de nadie—. ¿Marcus? —incito cuando no habla.
—Tiene neumonía. Empezó con un resfriado, pero a su edad…
Mi corazón galopa en mi pecho.
—¿Está bien?
—Debería estarlo. Están siendo cuidadosos. Lo último que oí es que planean
enviarlo a casa en unos días. —Sonríe—. Siguen sugiriéndole que se retire, pero él
dice que podrías plantarlo en una tumba más rápido de lo que podrías hacer que
se retirara. Ama su trabajo, ese hombre lo hace.
—Gracias, Marcus —digo ausentemente. Sostiene la puerta para mí y salgo a
la calle. Llevo una sudadera con capucha y vaqueros oscuros, y me pongo unas
gafas de sol reflectantesy una gorra de béisbol baja sobre mis ojos. No necesito
guardaespaldas para ir al hospital.
Saco mi teléfono de mi bolsillo y mando un mensaje a todas mis hermanas a
la vez.
Yo: Chicas, ¿sabían que Henry está en el hospital?
Todas responden con sorpresa. Explico lo que se me dijo que sucedió y les
digo que voy a verlo. Me hacen prometer decirles cómo está.
Voy a pie y me dirijo directamente a su habitación, una vez alguien me dice
dónde está. Me quito las gafas y la gorra, dejándolos caer alrededor de mis
hombros. Tocando suavemente a la puerta, espero en silencio a que alguien grite,
pero nadie lo hace. Empujo un poco y la abro para encontrar a Faith sentada
leyendo un libro. Sus piernas están apoyadas en el borde de la cama de hospital.
Alza la mirada hacia mí y sonríe, su cabeza descansando contra el respaldo de la
silla en la que se ha acomodado.
—Hola —digo en voz baja. Henry está durmiendo. No se ve terrible. Lleva
una bata de hospital y tiene una cánula nasal en su nariz para el oxígeno—.
¿Cómo está?
Ella se ríe bajo.
—Es malo, eso es lo que es —susurra—. Ha estado quejándose sobre ir a casa
desde que llegó aquí.
Doy un paso más cerca de la cama.
—¿Se encuentra bien?
—Estaría bien si Faith fuera a casa y me dejara dormir —proclama de
repente Henry desde la cama. Me sobresalto y Faith ríe.
—Estaría feliz de ir a casa, tan pronto como estés en pie y moviéndote —dice
ella—. Así que cállate y túmbate ahí como un buen enfermo.
Él se ríe entre dientes.
—Ella heredó eso de mí.
Me inclino y beso su calva coronilla.
—No sabía que estabas aquí.
—Eh —dice con un gesto de su mano—. Estabas en una misión muy
importante. No quería que te perdieras nada.
Mi misión se fue a la mierda. Supongo que se mostró en mi rostro.
—Oh-oh —dice—. ¿Por qué es esa mirada?
Me encojo de hombros y me siento en el borde de la cama.
—Deja que me deshaga de Faith y hablaremos —dice. Asiento—. ¡Faith! —
brama.
Ella pone los ojos en blanco.
—Estoy sentada justo aquí. A medio metro de ti. —No se levanta. Sólo
acomoda sus pies—. Sé que puedes verme —se burla.
—¿No tienes un marido con el que volver a casa? —pregunta él.
—Sobrevivirá hasta que vaya allí.
—Ha estado aquí toda la noche, todas las noches —me dice. Pero ella puede
oírlo todavía—. Sigo diciéndole que vaya a casa, pero es terca. Heredó eso de su
abuela.
Faith resopla.
—Te dije que incluso si fuera a casa, no sería capaz de dormir. Sólo me
tumbaré y me preocuparé. Preferiría estar aquí. Así que cállate y deja de quejarte,
¿bien?
Él ríe, lo cual se convierte en un ataque de tos que me asusta. Faith se
levanta y le entrega un vaso de agua.
—¿Ves? —dice—. Te lo dije. Me necesitas. Admítelo.
—Siempre te necesitaré, Faith —dice él—. Pero deberías salir y dejar que
Wren me haga compañía por un ratito.
—Estoy segura que Wren tiene mejores cosas que hacer.
—No —intervengo. Y no lo hago. Mi apartamento está vacío, mi familia está
ocupada y Mick… bueno, se ha ido—. Puedo quedarme. Deberías ir a casa y
descansar un poco.
Ella empieza a protestar, pero la detengo.
―En serio, no me importa. ―De hecho, como que lo disfruto.
―Si estás segura… ―dice tentativamente. Pero ya puedo verla actualizando
todas las cosas que tiene que hacer cuando llegue a casa. Comienza a recoger sus
cosas.
Lo besa en la frente y se prolonga en su mano. Él frota el lado de su rostroy
ella toma sus manos, riendo.
―Gracias por hacer esto, Wren ―dice. Se desliza fuera por la puerta y la
cierra suavemente detrás de ella.
―Dios, amo esa chica, pero es como una mamá gallina, siempre cloqueando
alrededor, diciéndome que coma mis vegetales y que duerma. ―Se ajusta en la
cama y gime―. He estado tratando de alejarla por días.
―Ella te ama.
―Y la amo también, pero a veces tienes que dejar a un hombre descansar.
―Henry se detiene y me mira.
―¿Por qué no le dijo a nadie que estabas aquí?
―Le pedí que no lo hiciera. La última cosa que quiero es a alguien
tratándome como si fuera un viejo enfermo.
―Pero ¿qué sobre las veces cuando eres un viejo enfermo? ―protesto―.
Como ahora.
―Me alegro que estés aquí. Necesitamos hablar.
―¿Puedo conseguirte algo? ―pregunto, de repente nerviosa, porque tiene
esa mirada que dice que va a sacar la verdad directo de mi alma.
Él niega.
―¿Te enamoraste de él, cierto? ―espeta de repente.
Mira a todas partes menos a él, porque estoy fieramente pestañando las
lágrimas.
―Oh cariño ―dice. Toma mi mano en la suya―. El amor se supone que
duela solo un poco. Así es como sabes que es real. Si no sentiste nada, sabrías que
no tuviste nada.
―Él ni siquiera me habla ahora ―digo.
Él mueve su mano en el aire otra vez.
―Si tuviera que contar todas las veces que mi Nan se negó a hablarme,
tendría que usar mis dedos, mis dedos de los pies, los vellos de mi espalda, y
todos los tuyos. ―Alcanza por un mechón de mi cabello y lo frota entre sus
dedos―. Ella era una rubia, sabes, cuando la conocí. Era bajita y delgada. Le
gustaba tomar largos paseos porque decía que aclaraba su cabeza. Fue una
luchadora, todo el camino hasta el final. Pero, buen Dios, cuando esa mujer
estaba molesta, se cerraba tan apretado como un perno oxidado. No decía una
palabra. Pero siempre supe que me amaba. Sabía que me hablaría otra vez, así
que solo salí de la tormenta.
―Desearía que esto fuera solo una pequeña tormenta. ―Diablos, ni siquiera
estoy segura de lo que esto es.
Él señala a un gabinete al otro lado de la habitación.
―Alcanza ahí y consígueme el libro, ¿lo harías? ―pregunta. Hurgo en su
pequeño gabinete hasta que encuentro una libreta al fondo de la pila de sus
pertenencias. Se lo tiendo―. Tuve a Faith trayéndome esto así podía leerlo
cuando no tuviera nada que hacer. ―Lo abre y cambia las páginas, lamiendo su
pulgar así puede pasarlas más rápido. Se detiene en una sección―. Justo aquí
―dice. Sostiene el libro para mí.
Lo tomo de él y miro a la página. Un ordenado y fluido escrito a mano
adorna la página.
―¿De quién es esto?
―Era de mi Nan. ―me empuja―. Adelante. Léelo para mí.

Querido Diario,
He decidido que mi esposo es un idiota.

Levanto la mirada del libro mientras Henry se ríe.


―Era un idiota ―dice―. Sigue.

Querido Diario,
He decidido que mi esposo es un idiota. ¿Por qué, te preguntarás? Bueno,
eso es fácil. Es testarudo, terco, irritante hombre. Hoy, nos consiguió boletos
para ver una película, e hizo arreglos con la vecina, la Sra. Barstow, para
cuidar a los dos pequeños. Él sabe que no podemos permitirnos una película.
Pero lo hizo de todos modos. Vino a casa del trabajo luciendo presumido y supe
que algo estaba pasando. No tenemos dos peniques para frotar juntos y el
hombre gasta lo poco que tenemos comprando boletos para una película.
Muy prontamente le dije que no estaba yendo, así que él podría ir solo.
Entonces, ¿qué hizo? Llevó los niños al apartamento de la vecina, y entonces
volvió y me besó tan fuerte que perdí mi aliento.
―¿Todavía estás molesta conmigo? ―preguntó, cuando finalmente me
bajé de la nube en la que estaba.
―Lívida ―dije, con mis labios todavía presionados apretado contra los
suyos.
Entonces el tonto me besó otra vez. Y fuimos al cine, y compró palomitas
mientras compartimos una soda. Después de eso, caminamos de la mano por la
calle y se detuvo y me besó bajo las farolas. Supe entonces que debería decirle.
Supe entonces que debería decirle por qué no estaba dispuesta a gastar el
dinero. Pero no pude. Él hizo la noche tan perfecta.
―Ya sé ―dijo, mientras rozaba mi pelo detrás de mi rostro. Lo miré, con
las farolas detrás de él como un halo, y dijo que ya sabía―. Lo haremos
funcionar, no importa qué, justo como siempre lo hacemos ―dijo.
Entonces dijo.
―Bésame, Nan. Porque los besos lo hacen todo mejor.
Y él tenía razón. Los besos lo hacen todo mejor. Estaremos bien.
Levanto la mirada de la página y encuentro a Henry mirándome
intensamente.
―Ella estaba embarazada ―digo.
―Sí, y éramos pobres como dos ratones de iglesia. Cuando nada más era
seguro, yo estaba cien por ciento seguro que la amaba con todo en mí. Siempre y
cuando sepas eso, puedes pasar por todo.
Suspiré.
―Desearía que fuera así de fácil.
―Lo es. Es así de fácil.
Él cambia las páginas hasta que encuentra la que quiere escuchar después.
―Lee esta ―dice.

Querido Diario,
El sangrado no comenzó hasta después que Henry se fue al trabajo. Traté
de no estar muy preocupada, pero por dentro, estaba aterrada. ¿Qué si algo le
pasaba a este bebé? Cuando al principio averigüé que estaba embarazada, no lo
quería. ¿Qué tipo de persona tiene esos pensamientos? Yo, aparentemente.
Tenía pensamientos así. Entonces sentí el primer calambre.
Llevé los niños con la Sra. Barstow, y fui al doctor. Era demasiado tarde.
No importa lo desesperadamente que quería sostener esa vida, ya me había
dejado. Pude no haberlo querido cuando lo averigüé al principio, pero lo quería
más que a nada en ese momento. Tristemente, no estaba destinado a ser, y
nuestro tercer hijo nunca sería sostenido en nuestros brazos.
El doctor llamó a Henry al trabajo, y él vino. Mi corazón estaba en
fragmentos cuando Henry entró en la habitación. La enfermera habló con él por
un momento, y lo vi colocar su mano sobre su corazón. Sus rodillas parecieron
tambalearse, y alcanzó por una silla para estabilizarse. Mantuvo esa pose con
sus ojos cerrados, respirando profundo. Entonces enderezó su columna, caminó
hacia mí, y me besó. Me besó justo ahí enfrente de los doctores y enfermeras. Me
besó hasta que mis pies se curvaron y el dolor fue remplazado con amor.
Podríamos no haber sostenido ese niño en nuestros brazos, pero siempre lo
sostendríamos en nuestros corazones.

Levanto la mirada, incapaz de hablar.


Henry limpia una lágrima de su mejilla.
―A veces, la vida te da limones. Todo lo que puedes hacer cuando eso pasa
es exprimir y besar a alguien.
Me río en una risa acuosa.
―¿Por qué no me dijiste?
―Tenías que pasar por tu propio dolor. ¿Crees que eres la primera mujer
que está asustada de un embarazo? ―bufa―. Puedo asegurarte que no lo eres.
Tampoco eres la primera que pierde un bebé. ―Frota el dorso de mi mano―. Por
años después, el resto de su vida, incluso después que el Alzheimer robó todos los
pequeños recuerdos de ella, podías preguntarle a mi Nan cuántos años tendría
ese bebé, y podía decirte el número. Una madre nunca olvida. Nunca. ―Frota el
dorso de mi mano―. Nunca olvidarás, tampoco, pero tienes que perdonarte a ti
misma.
Asiento.
―Creo que estoy cansada de todo este llanto.
―Entonces, detenlo ―dice.
Y solo así de simple, lo detengo.
Él bosteza.
―Creo que voy a tomar una siesta. ¿Por qué no te sientas ahí y lees?
―Empuja el diario de Nan hacia mí―. Solo evita los detalles jugosos, o no seré
capaz de mirarte al rostro mañana. ―Se ríe, pero sus ojos ya están cerrándose.
Voy y me siento en la silla que Faith estaba usando y levanto mis pies para
descansarlos en el borde de la cama. Comienzo a leer sobre su épica historia de
amor. Digo épica, porque no terminó, ni siquiera cuando ella murió. Persiste
incluso ahora. No hay ―detalles jugosos‖. Hay solo amor y devoción, y un montón
de besos.
Capítulo 35
Wren
E
n el camino a casa, mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo saco y
encuentro un mensaje de texto de Friday.

Friday: Tengo tu tatuaje dibujado, si quieres venir y revisarlo.


Yo: ¿Estás ahí ahora?
Friday: Lo estoy. Ven.
Yo: Estaré ahí en unos minutos.

Odio decirlo, pero como que espero que Ryan no esté ahí. No quiero hablar
con el hermano de Mick. Lo amo, pero necesito un día o así para procesar, para
venir con un plan. No planeo dejar que Mick se aleje de mí. Ese es el único plan
que tengo. No voy a perderlo, incluso si tengo que tragarme mi orgullo y pedirle
una segunda oportunidad. Henry y yo nos sentamos y hablamos por horas, y él
me dio algo de sabiduría que solo Henry podría hacer. Si no lo supiera mejor,
diría que él ha estado jugando a cupido todo este tiempo, con él emborrachando a
Mick, y entonces continuamente entrometiéndose mientras estábamos en
nuestro viaje.
Ahora que lo pienso, probablemente debería haberle dicho a Friday que no
necesito el tatuaje justo ahora, desde que será un par de semanas hasta que sepa
cómo van a salir las cosas. No quiero conseguir un tatuaje mientras estoy
embarazada, o si podría estar embarazada. Pero una pequeña parte de mí todavía
quiere ver lo que ella hizo.
Empujo por la puerta de la tienda de tatuajes y encuentro a los cinco
hermanos Reed mirándome. Logan tiene a Emily en el regazo, y están
escuchando a Pete contar una historia sobre un chico llamado Gonzo, mientras
Sam quita la envoltura a un cupcake. Emily se estira y trata de robarlo de él, y él
finge morder sus dedos.
Paul interviene, tomando el cupcake de Sam, sosteniendo su palma contra la
frente de Sam y finge golpearlo. Entonces Paul lo coloca en la mano de Emily.
Ella le da una olfateada exagerada, y entonces abre su boca para tomar un
mordisco, y Matt entra y se lo roba. Él empuja toda la cosa en su boca y habla
alrededor de él.
―Gracias ―murmura alrededor del bocado de chocolate.
Emily salta sobre sus pies y Matt se gira para huir. Ella salta sobre su
espalda y él camina alrededor con ella aferrada como un mono de velcro.
―¿Alguien ha visto a Emily? ―pregunta―. Estaba aquí hace solo un
segundo. ―Gira y sus pies vuelan detrás de ella. Lo golpea en el hombro―. Creo
que una mosca se paró en mí.
Finalmente, mira sobre su hombro y dice:
―Oh, ahí estás. Casi no sabía que estabas ahí. ―Ella lo abraza fuertemente y
entonces cae al suelo.
―Y tú solías ser mi favorito ―murmura.
Él se inclina y besa su mejilla, dejando una mancha de chocolate detrás. Ella
lo limpia con el dorso de su mano.
―¡Eww!
Sam va al fondo de la habitación y vuelve cargando un cupcake nuevo. Tiene
una caja entera debajo de su brazo.
―¿Gustas uno, Wren? ―pregunta, mientras abre la tapa. Todos los hombres
Reed saltan sobre la caja como si no hubieran comido en días. Matt toma dos,
quita la envoltura de uno de ellos, y se inclina como si va a darle uno a Emily. En
el último momento, sin embargo, gira su cabeza y lo empuja en su boca.
Ella hace un mohín.
―Apestas.
Él quita la envoltura del cupcake restante y se lo tiende.
―Ten―murmura alrededor del bocado de chocolate―. Para ti.
Ella sonríe y toma el cupcake, y vuelve al regazo de Logan así puede
compartirlo con él.
―¿Qué podemos hacer por ti, Wren? ―pregunta Paul.
―Friday me llamó. ¿Está aquí?
Él asiente hacia la oficina.
―Gracias. ―En mi camino al fondo, miro alrededor por Ryan. De repente él
asoma su cabeza desde detrás de una cortina.
—¿Qué estás haciendo aquí?—pregunta en lenguaje de señas.
Bueno, hola a ti también.
―Solo vine a ver a Friday.
Él vuelve detrás de su cortina, tirándola duro en la esquina, sin decir una
palabra. Supongo que puedo asumir lo que piensa de mí.
En ese momento, Friday viene pavoneándose alrededor de la esquina. Esta
vez, está toda arreglada. Está usando una falda corta y medias de red, y luce como
una retro modelo pin up, con descaro. Su cabello está levantado en apretados
rizos, y sus pestañas son tan largas y oscuras. Los tacones que usan son muy
altos. Solo verla me hace sonreír.
―Me alegra que estés aquí ―dice.
―¿Podemos hablar por un segundo? ―pregunto en voz baja. Miro hacia el
frente de la tienda donde los Reed están sentados. No me están poniendo
atención.
―Por supuesto. ―Señala que la siga al fondo. Sus tacones altos resuenan en
el suelo con estallidos de sonido―. ¿Qué pasa? ―pregunta cuando estamos solas.
―No puedo conseguir el tatuaje ahora ―espeto.
―Oh… ―Su cabeza se inclina de lado y su ceño se frunce―. ¿Está todo bien?
―Oh, sí, yo solo… ―Miro al techo―. Solo necesito esperar unas semanas. O
nueve meses. O algo.
―¡Oh! ―chilla Friday. Los hombres Reed miran hacia nosotras y Friday nos
gira lejos―. ¿Es algo bueno o malo? ―susurra.
―Algo bueno, creo.
Ella sonríe.
―Bien, bueno. Me alegra. Como sea que resulte, me alegra.
―¿Puedes esperar por mí? ¿Por un par de semanas, o hasta que sepa lo que
está pasando?
―Por supuesto. ¿Quieres verlo, de todos modos? Puede que no te guste.
Puede que quieras cambiarlo. Me dará tiempo de trabajar en revisiones.
―Me encantaría verlo.
Friday levanta un dedo.
―Solo un momento. ―Va a la cortina de Ryan y la sacude, y entonces pasa
detrás de ella. Vuelve cargando un pedazo de papel. Lo pone en la mesa frente a
nosotras. Y mi aliento deja mi garganta.
Es perfecto. Absolutamente perfecto. Es todo lo que podría haber querido.
―¿Cómo supiste de la canción? ―Estoy bastante segura que nunca le dije de
eso. Ella nunca miró la pared en la guardería, tampoco.
―No lo hice. No sabía nada en absoluto. ―Hace una mueca―. No dibujé
esto, Wren.
Estoy confundida.
―¿Quién lo hizo?
―Ryan lo dibujó para otro cliente.
―Espera ―digo. Seguramente, ella no iba a darme un tatuaje que significa
para alguien más―. ¿Qué?
―Ryan lo dibujó basado en las cosas que Mick le dijo.
Mis rodillas se debilitan y me siento en una silla cercana.
―Mick le dijo esto. ―Por supuesto que Mick lo hizo. La letra está mal en el
tatuaje. Él lo puso de la manera en que lo canto. La manera equivocada. Coloco
mi dedo en el diseño y trazo el corazón y las palabras. Nadia más me conoce lo
suficientemente bien para salir con algo así. Levanto la mirada.
―¿Puedo hablar con Ryan realmente rápido?
Con un brillo en sus ojos, dice:
―No veo por qué no. Ve y sacude la cortina y ve si te deja entrar.
Con una mano en cada uno de mis hombros, ella me gira y me da un
pequeño empujón hacia la cortina. Entonces es cuando noto que todos los
hermanos Reed están mirando, con sonrisas bobaliconas en sus rostros. Emily
me da una sonrisa enorme y un movimiento de ―adelante‖ con su mano.
Y de repente, sé quién es el cliente de Ryan. No sacudo la cortina. La tiro
hacia atrás. Eso fue un movimiento tonto, porque Ryan se sobresalta. Mick
también. Mick está sentado en la silla, y Ryan está de pie detrás de él con su
máquina de tatuajes presionada contra el hombro de Mick. Ryan levanta la
máquina y suspira:
―Estás justo a tiempo. Hemos terminado.
Mick está sin camisetay me mira, la confusión nublando su rostro.
―¿Wren? ―pregunta―. ¿Qué estás haciendo aquí? ―Él mira detrás para ver
lo que Ryan está haciendo.
―¿Cuándo hiciste esto? ―Levanto el pedazo de papel con el tatuaje.
Él suelta un suspiro.
―Tan pronto como me dijiste que querías uno. Le pedí a Ryan que lo
dibujara para ti. ―Mira sobre su hombro a Friday―. Sin ofender, Friday.
―Nada de eso ―responde ella.
―No quería que te enteraras así ―dice―, quería que… ―Se detiene y niega.
―¿Querías qué?
―Iba a conseguir que Ryan te diera el tatuaje, así no tendrías que verme.
―Mira a todas partes menos a mí, otra vez.
―¿Crees que no quería verte? ―pregunto.
―¿Querías verme? ―pregunta, su voz tranquila.
―Te envié un mensaje para decirte que te extraño.
Él asiente. Es un rápido, brusco movimiento.
―Así que, ¿tienes esto tatuado en tu hombro? ―pregunto.
Asiente.
―Sé que la canción es personal para ti, pero es personal para mí también
ahora. Nunca miraré a otro bebé otra vez sin escucharte cantar esa canción en mi
cabeza. Así que, me dije, por qué no.
―Bueno, es bueno que alguien esté consiguiéndolo ―digo.
―¿Qué? ―pregunta.
―Absolutamente me encanta, pero no puedo conseguirlo todavía. No hasta
que lo sepa.
―¿Saber qué?
―Saber si estoy embarazada o no.
Friday entra y empuja a Ryan de la habitación, y entonces cierra la cortina
detrás de él. Él finge protestar, pero al final, ella lo amenaza con el tacón de su
zapato. Él levanta las manos y camina fuera del área.
―No me tomé la píldora ―espeto.
Mick se congela.
―¿Qué?
―Ese día en el autobús, no me tomé la píldora. La lancé. Traté de decirte,
pero estabas enojado conmigo. ―Respiro profundo―. Eso es por… por lo que
estabas molesto conmigo, ¿cierto? Pensaste que me tomé la píldora.
Él niega.
―No estaba molesto contigo. Estaba herido. Me sentí como si alguien me
había dejado construir esta maravillosa casa y entonces demolerla hasta el suelo.
―Sé sobre Nicky ―digo―. Sobre lo que pasó.
―Una cosa que quiero que quede muy claro sobre esto es que creo en el
derecho de la mujer a elegir. Es tu cuerpo. Era su cuerpo. Es solo que me habría
gustado estar en la conversación. Pero no estaba involucrado, ni siquiera fui
invitado a estar involucrado, y en ese punto supe que Nicky y yo nunca
tendríamos éxito. Si no pudimos tomar una gran decisión como esa juntos, nunca
llegaríamos a ningún lado. Eso fue una píldora más amarga que tragar.
―No me tomé la píldora, Mick.
Él se ríe nerviosamente.
―No sé si eso debería asustarme o hacerme feliz.
―Un poco de ambos, tal vez. ―Me encojo de hombros―. O al menos así es
como lo siento.
―¿Por qué no la tomaste?
―¿Honestamente? Porque quería lo que sea que estuviera destinado a ser,
siempre y cuando tú ibas a hacerlo conmigo. Todavía lo hago.
―¿Y si no estás embarazada? ¿Qué entonces?
Doy un paso hacia él.
―Entonces no lo estoy. Y estaré bien con eso.
―¿Y si lo estás?
―Entonces estaré bien con eso, también.
―¿Me amas? ―pregunta―. Porque te amo jodidamente mucho.
Finalmente, él se pone de pie y cruza la habitación para venir a mí. Me mira
hacia abajo.
―Te amo jodidamente mucho también ―digo.
―Entonces, hay una posibilidad que pudieras embarazarte ese día.
Asiento, y doy un paso más cerca de él.
―Y hay una oportunidad que no lo hice.
Él cepilla mi cabello lejos de mi frente.
―Creo que se suponía que te besara ahora ―digo.
Él tira su cabeza hacia atrás y me mira por debajo de su nariz.
―¿Quién dice?
―Lo dice Henry. Él me dijo que cuando la vida me dé limones, debería
exprimirlosy besar a alguien. Mi alguien eres tú. Planeo besarte por el resto de mi
vida, particularmente cuando la vida me dé limones.
Él toca su mano en su frente.
―Eso tiene mucho más sentido ahora.
―¿Qué cosa?
―Henry me llamó hace un tiempo y dijo: ―cuando la vida te da limones,
exprímelosy besa a alguien‖, ¿soy tu limón? ¿O tu alguien?
―Mi alguien. Siempre. Y la única persona con quien quiero compartir mis
limones. ―Y finalmente, me paro de puntitas y presiono mis labios en los suyos.
Él me sostiene apretada y cerca, su mano en mi cabello en la base de mi cabeza
mientras le da a mi cabello un pequeño tirón. Su lengua barre la mía―. ¿Quieres
venir a casa conmigo? ―pregunto.
Él asiente.
―Ryan acaba de terminar mi tatuaje. Dime cómo luce. ―Se da la vuelta así
puedo mirar su hombro, y la letra está escrita correcta ahí, y es perfecto.
―Me encanta.
―Déjame conseguir a Ryan para terminar, y entonces podemos irnos. ―Me
besa otra vez, y esta vez, es un poco más caliente.
Mick tira la cortina, y todos los Reed luchan por parecer que no estaban
escuchando. Ryan va a aplicar ungüento al tatuaje de Mick y Friday me tira en un
abrazo.
―¿Estás bien? ―pregunta.
―Sí. Creo que va a funcionar.
―Todo lo que toma es un poco de amor.
―Y un poco de Henry.
Ambas reímos, y entonces Mick y yo dejamos la tienda de tatuajes de la
mano.
Capítulo 36
Mick
R
yan tenía una sonrisa de mierda en su rostro. Yo sabía que algo
estaba pasando; sólo que no sabía qué. Entonces Wren retiró la
cortina y sentí que todas mis esperanzas y sueños acababan de serme
entregados en un plato de plata. No había manera que la dejara salir de allí a
menos que me llevara con ella. Supe eso de inmediato.
Estaba planeando ir directo a su apartamento cuando saliera de la tienda.
Necesitaba arreglar las cosas entre nosotros. No podía dejarlo así.
Y, hombre… cuando me dijo que no tomó esa píldora, mi amor por ella
creció aún más. No es porque no tomó la píldora. Es porque quería hablar
conmigo acerca de tomar la píldora. Eso es lo que quiero, el dar y tomar de una
relación respetuosa. Me imagino que, si ella tira, yo empujaré, y si empuja, tiraré,
pero mientras nos encontremos en el medio, deberíamos estar bien.
Me sostiene la mano en el corto paseo hasta su apartamento. No dice una
palabra; solo me mira cada cierto tiempo y sus mejillas se vuelven rosadas.
Le doy un tirón a su mano.
—¿Qué estás pensando?
Niega.
—Nada, en serio.
Me río y tironeo su mano de nuevo.
—Sí, lo estás. ¿Qué es?
—Estaba pensando en esa vez… —Se detiene y niega de nuevo.
—Esa vez, ¿qué?
—Detente. Nada. —Pone sus manos en sus mejillas y mira hacia otro lado.
Me inclino cerca de su oído.
—Estás pensando en el momento en que follamos. —Levanto mis manos
cuando me fulmina con la mirada—. Está bien. Yo también estaba pensando en
ello.
—¿Lo estabas? —Parpadea sus bonitos ojos hacia mí.
—Pienso en ello todo el tiempo. Cada minuto, al parecer. —Me inclino y me
acomodo la polla, porque sólo hablar de ello me está poniendo duro—. ¿Podemos
terminar esta conversación cuando lleguemos a tu apartamento?
Asiente.
—Estaba pensando… que fue increíble.
Oh Dios.
—Lo fue. —Me aclaro la garganta, porque de repente siento que no puedo
hablar sin un gruñido en mi voz.
—Estaba pensando que tal vez deberíamos hacerlo de nuevo, e ir un poco
más lento esta vez. —Se lame los labios y mira hacia abajo a mi cremallera.
—¿Crees que deberíamos… tal vez… hablar un poco? ¿Primero? —pregunto.
Sólo dije eso para ser amable. Es lo último que quiero hacer ahora mismo.
—Podríamos. Si quieres. —Me da una mirada de soslayo.
Una sonrisa tira de las esquinas de mis labios.
—O podríamos esperar… para hablar.
Su sonrisa se hace enorme.
—Podríamos. Si quieres.
—La última vez no duró mucho —admito. Ningún hombre quiere ser rápido
en el saco, pero sentía que había estado esperando por ella toda mi vida.
—Podríamos ir un poco más lento la próxima vez. —Balancea nuestras
manos entre nosotros—. Ya sabes. Para ver cómo es.
De repente ella jadea, deja de caminar y me mira.
—¿Y si es terrible? —Sus ojos brillan con alegría.
—No es posible —digo rápidamente.
—Pero ¿y si es así? ¿Y si es incómodo?
—¿Quieres decir más incómodo que esta conversación?
—Hay muchas cosas más incómodas que esta conversación. —Pone los ojos
en blanco. Estamos fuera de su edificio. Cuando entramos, Marcus mira hacia el
sofá en la zona de asientos. Sus ojos se lanzan de ida y vuelta. Veo a alguien
levantarse del sofá.
—Wren —dice él mientras se levanta y mete sus manos en los bolsillos.
—Shane —diceella. Esta vez, en vez de empujarme lejos, se desliza debajo de
mi brazo y envuelve su brazo alrededor de mi cintura—. ¿Qué estás haciendo
aquí?
—Esperaba que pudiéramos hablar.
—¿Acerca de qué? —pregunta, su voz inocente, pero está rígida como una
tabla presionada contra mí.
—Vi la prensa amarilla, y pensé… pensé que quizá deberíamos hablar.
—¿De qué? —pregunta otra vez. Sostiene la parte de atrás de mi camisa
apretada en su puño.
—¿Podemos hablar solos? —pregunta. Sus ojos saltan de mí hacia ella y de
vuelta.
Ella me mira.
—¿Qué piensas?
Pienso, mierda no, él no puede hablar con mi novia.
—¿Quieres hablar con él? —le pregunto.
Se encoge de hombros.
—Realmente no veo una razón para hacerlo. ¿Tú sí?
La beso en la frente, un calor se desliza a través de míque no me esperaba.
Se vuelve hacia Shane.
—Este es mi novio, Mick. Mick, éste es Shane.
Extiendo mi mano, aunque es lo último que quiero hacer.
—Cometí un error. —Shane de repente suelta.
Se aferra aún más a mi camisa.
—¿Qué quieres decir?
—Kathy. Ella fue un error.
—Entonces debes dejarla ir. —Se apresura a decir Wren—. ¿Sabe ella que
estás aquí?
—Por supuesto que no.
—Déjala ir, Shane. —Lanza un suspiro—. Ella merece algo mejor que esto.
Estoy de acuerdo. Incluso si ella engañó con el novio de Wren, la mujer
misteriosa merece algo mejor que esto.
—Ella merece alguien que la ame —dice Wren. Me mira—. Todo el mundo
merece a alguien que pueda amarlos.
Él se ríe.
—Así que, ¿crees que estás enamorada? —pregunta—. ¿De él?
Ella niega y me sobresalta.
—No, Shane. Sé que estoy enamorado de él. No lo creo. Lo sé. ¿Y sabes cuál
es la mejor parte al respecto? No tengo que preocuparme por dónde está
metiendo su polla cuando no está conmigo. —Ella me mira, sonriendo por las
comisuras de sus labios—. Mick, cuando no estás conmigo, ¿tengo que
preocuparme por dónde estás metiendo tu polla?
—No estoy metiendo mi polla en ninguna parte. —Me inclino y susurro en
su oído—. Honestamente, estaría feliz de meterla dondequiera que me digas,
siempre y cuando sea en ti.
Se ríe y presiona su rostro contra mi pecho.
—Eres una dulzura.
—Demonios, si hubiera sabido que reservando mi polla para ti era todo lo
que tomaría… —Me encojo de hombros e intento parecer inocente.
—Eres una maldita perra —gruñe repentinamente Shane. Da un paso hacia
Wren, así que la empujo detrás de mí.
—Está bien —dice Wren, sujetándose a mi brazo.
No está bien.
—Di algo más sobre ella, y estarás sacando el pavimento de afuera de tus
dientes por el resto de la noche.
Shane levanta las manos en súplica.
—¿Puedes por lo menos conseguir que Emilio me vuelva a poner en la gira?
—le dice a Wren.
Así que de eso se trata.
—¿Él te despidió? —pregunta Wren.
—Sí. —Aprieta sus puños. —Me despidió.
Ella estrecha sus ojos hacia él.
—¿Qué hiciste?
—¿Qué te hace pensar que hice algo?
Pone los ojos en blanco.
—Porque te conozco.
—He fallado una prueba de drogas. Y hubo… un pequeño incidente con una
roadie. Pero ella quitó los cargos.
Wren se congela.
—¿Qué edad tenía ella?
—Diecisiete —murmura. Y de nuevo, lo odio, incluso más que antes.
—Púdrete en el infierno, Shane —dice, y luego toma mi mano y me da un
tirón hacia el ascensor. Me giro para darle una advertencia, pero ella tira más
fuerte—. Él no vale la pena.
Tiene razón, no lo vale, pero realmente quiero darle un puñetazo en el
rostro.
—Lo llevaré fuera, señorita Vásquez —dice Marcus.
—¡Gracias, Marcus! —grita mientras se cierran las puertas del ascensor.
Se hunde contra la pared de espejos.
—¿Estás bien?
—Estoy bien. —Me sonríe—. No me hace ningún bien odiarlo. Ninguno en
absoluto. Me siento un poco mal por Kathy, sin embargo.
—Te quiere de vuelta. No puedo decir que lo culpo.
—No, él quiere su trabajo de vuelta, quiere que yo pague sus cuentas, y
quiere follar a todo el mundo con una vagina.
En su apartamento, va a la nevera y saca un cubo de helado. No puedo evitar
recordar esa primera noche.
Tomando una cuchara del cajón, la sumerge en el helado y la lleva a sus
labios. Entonces le da una lenta lamida.
Una lenta lamida que se dispara directamente a mi polla.
—¿Pasa algo? —pregunta con una sonrisa astuta.
¿Gemí en voz alta? Lo debo haber hecho.
—Estoy muy orgulloso de la forma en que lo manejaste.
—Puedo hacer cualquier cosa contigo a mi lado.
Extiendo la mano y tomo un bocado de su cuchara.
—Ídem.
—Te amo.
—Ídem.
—No puedo pensar en nada que quiera hacer más que pasar mi vida contigo.
—Ídem.
—¿Eso es todo lo que puedes decir? —Alterna entre lamer su cuchara y
hablar conmigo.
Tomo la cuchara de ella.
—Creo que deberías quitarte la ropa.
—¿Ahora? —pregunta, sus cejas disparándose a su cabello.
—No puedo pensar en un momento mejor.
Para mi sorpresa, ella tira la camisa por encima de su cabeza, patea sus
zapatos, y se baja su pantalón justo allí en la cocina.
—Ahora tú —dice. Toma de vuelta la cuchara y la lame lentamente.
Tres segundos más tarde, estoy desnudo delante de ella, mi polla
sobresaliendo delante de mí como si estuviera extendiéndose hacia ella. Se lame
los labios. Luego se arrodilla y me lleva a su boca.
Jadeo y me inclino así mis manos están apoyadas contra el mostrador, y
chupa la cima. Entonces lo toma profundo, y sé que no puedo hacer esto por
mucho tiempo.
—Wren —protesto, pero es a medias, porque lo que está haciendo se siente
muy bien—. Tienes que parar.
Sacude su cabeza, sus mejillas se tensan fuertemente mientras sostiene mis
muslos con sus manos, tirando de mí más profundo.
—Suficiente —digo. Ella no escucha. Me tiro hacia atrás, rompiendo su
succión, y se balancea sobre sus talones.
La recojo rápidamente y la pongo en el mostrador de la cocina, luego le
arranco las bragas por las piernas. Quiero ver sus tetas, así que tiro de las copasde
su sujetador debajo de ellas, y succiono una en mi boca. Su mano me sostiene la
parte de atrás de la cabeza, sus dedos enhebrando mi cabello.
—Uno de estos días, vamos a tener que hacer esto lento. ¿Está bien si ese día
no es hoy? —pregunto contra su pezón. Luego mordisqueo y muerdo mientras
ella separa sus muslos y me jala más cerca con sus tobillos.
—Fóllame duro y rápido —susurra justo al lado de mi oído.
La empujo hacia adelante así su culo descansa en el borde del mostrador.
—¿Quieres que consiga un condón? —pregunto mientras me preparo para
hundirme dentro de ella. Yo espero. Esperaré por siempre.
Niego.
—Estoy en esto. Si estás en esto, y queremos las mismas cosas, entonces no.
—Estoy en esto —digo mientras me hundo en casa. Sus estrechas paredes se
cierran a mi alrededor, y sé que estoy cerca. Demasiado cerca. Me retiro, entre
sus protestas, y beso mi camino por su estómago, sobre el arbusto que tanto amo
y hasta su abertura. Separa sus piernas para acomodar mis hombros—. Me
encanta este coño —digo, justo cuando lamo su abertura y chupo su clítoris.
—Me encanta tu boca —dice. Con lamidos lentos y tirones rápidos, la llevo al
borde, hasta que está aferrándose a mi cabello y se retuerce contra mi rostro—.
Mick. —lloriquea—. Creo que voy a… —Sus ojos se cierran con fuerza mientras el
placer inunda su rostro.
Sus paredes se aprietan fuertemente alrededor de mis dedos mientras ella
asoma allí en el espacio justo antes de venirse.
—Vamos —gruño—. Quiero follarte. Vente para mí.
Inclino mis dedos, y de repente ella se deshace. Sostiene mi rostro contra su
calor, y la dejo montarlo con lamidas lentas, suavizando mientras va bajando,
hasta que está caliente y flexible en vez de rígida en el mostrador.
Me levanto y en un empuje, estoy dentro de ella.
—Estoy muy sensible en este momento —dice.
—Seré cuidadoso.
—No lo hagas —dice con una sonrisa—. Fóllame duro.
Me pongo depuntas y la follo duro y rápido contra el mostrador, su culo en
mis manos cuando se deshace de nuevo, y sólo entonces la sigo.
—No usamos un condón —dice con una sonrisa mientras me pongo suave
dentro de ella. Mis pantorrillas están doliendo por estar de puntas, pero quiero
permanecer dentro de ella mientras pueda. Finalmente, mis piernas y mi polla se
vuelven suaves. La levanto de la encimera y se para frente a mí, desnuda a
excepción del sostén por el que sus tetas están cayendo.
Le quito el cabello de su rostro.
—¿Venga lo que venga? —digo.
Sonríe.
—No lo sé. Podría ser capaz de venirme otra vez —dice.
—Dame cinco minutos y probaremos esa teoría. —La beso rápidamente y
luego agarro la cuchara. El helado ahora está suave, pero no me importa.
Tampoco a ella—.¿Han pasado cinco minutos? —pregunto, treinta segundos
después.
Levanta su boca de la cuchara.
—No lo sé. ¿Pasaron? —Sonríe.
—Definitivamente —digo mientras la llevo al dormitorio, y luego le muestro
lo bueno que puede ser cuando lo hacemos durar un poco más.
Se da la vuelta y se dobla contra mí, desnuda, sudorosa y perfecta.
—¿Te casarás conmigo? —pregunta.
Entrelazo mis dedos con los suyos.
—Lo pensaré.
Me golpea el pecho y hace un movimiento como si estuviera a punto de
levantarse. Pero la agarro y la arrojo debajo de mí, besándola hasta que la dejo sin
sentido.
—Creo que se supone que yo debo hacer esa pregunta —digo. Beso la punta
de su nariz—. No tú.
—¿Quieres seguir con eso, entonces? —pregunta, sonriéndome.
—Primero tengo que preguntarle a tu padre. —Arrastro mi nariz por el
costado de ella.
—Está bien —susurra. Una lágrima se filtra por su rostro y se desliza en su
cabello. La atrapo con la yema del dedo.
—¿Por qué las lágrimas?
—Estoy tan feliz.
Yo también. Nunca me di cuenta cuán feliz el ser feliz podía ser.
Capítulo 37
Wren
Nueve meses después

M
arta ha estado sentada conmigo y con Mick durante la última hora,
desde que comenzó el trabajo de parto. Ha sido una bendición.
Mientras Mick está aterrorizado, ella es estoica. Mientras que él es
emocional, ella es de mente despejada. Mientras Mick está ansioso, ella está
tranquila.
—Debería ser en cualquier momento —dice la enfermera—. La haremos
comenzar a pujar pronto. —Ella va a trabajar, moviéndose, preparando la
habitación.
—Necesito decirte algo, mija —dice Marta, su rostro cerca del mío mientras
agarra mi mano.
—¿Qué? —pregunto, mientras me mira a los ojos.
—Si tu madre estuviera aquí, estaría tan orgullosa de ti —dice, y su voz se
quiebra—. Sólo quería decirte eso. Si ella estuviera aquí, estaría muy feliz. —Se
seca los ojos.
—Mi madre está aquí —digo.
—Tu madre siempre está contigo —dice. Sonríe—. Sólo espero haber hecho
justicia a su memoria. —Me da una palmada en la mano—. Voy a la sala de espera
para evitar que Emilio esté haciendo un hoyo en el suelo.
Otra contracción golpea, y tengo un impulso loco de pujar.
—¡Marta!
Me mira desde la puerta.
—¿Qué, mija?
—Necesito a mi madre —digo, mientras un sollozo frustrado deja mi cuerpo.
—Lo sé, cariño —dice—. Haría cualquier cosa si pudiera dártela ahora
mismo.
—No —aclaro—. Te necesito, Marta. Necesito a mi madre. Por favor,
quédate. —Necesito que mi madre me sostenga la mano. Necesito a mi madre
para empujarme a través de esto, porque Mick está demasiado preocupado,
demasiado emocionado. También... no mi madre.
Ella parpadea las lágrimas.
—Me quedaré. —Toma mi mano de nuevo—. Nunca he intentado tomar su
lugar —dice. Su mano se estremece.
—Ella tenía su propio lugar, y tú tienes el tuyo. Y tu lugar es como mi madre,
sosteniéndome la mano, Marta.
Mick me sonríe. Asiente. Él sabe. Sabe que Marta es mi madre, y no quiero
deshonrar la memoria de mi madre biológica, pero Marta se ha hecho cargo de
ese lugar en mi vida. Me ha dado todo lo que necesito desde el momento en que
me conoció. Y quiero darle esto.
—Quédate conmigo —digo de nuevo.
—Todo el tiempo —dice.
—¿Estamos listos para tener un bebé? —pregunta la enfermera, mientras el
médico entra en la habitación.
Treinta minutos más tarde, estoy sosteniendo un bulto envuelto en rosa en
mis brazos. Marta me limpia el sudor de la frente.
—Vamos a limpiar un poco. Después tus hermanas querrán entrar.
Los ojos de Mick se cruzan con los míos.
—En realidad, Marta —dice—, ¿crees que podrías enviar a Henry primero?
Nos gustaría hablar con él.
—Voy a ir por él. —Ella me besa la frente, permaneciendo allí más tiempo de
lo que normalmente haría—. Estoy muy orgullosa de ti —susurra. Luego se va y
abraza a Mick—. Y de ti también —dice.
Él la abraza, riendo.
Cuando ella sale por la puerta, viene a sentarse a mi lado.
—No pensé que pudiera ser mejor —dice—. Pero entonces lo hizo. —Él
sonríe.
La puerta se abre y Henry entra en la habitación. Nos mira a los tres y se
echa a reír.
—Marta me dijo que volviera. Tenía la esperanza que tú no esperarías que te
atrapara mientras entraba al mundo.
—No —le digo—. Ella está aquí. Limpia y envuelta.
—Gracias a Dios por el pequeño milagro.
Él se acerca y mira a nuestra hija. Ella tiene el cabello negro azabache como
Mick, y su piel es rosada y arrugada. Sus ojos brillan por el ungüento que ellos
usaron.
—Ustedes dos hacen bebés bonitos —dice Henry.
—¿Quieres cargarla? —pregunto.
—Nada me gustaría más —dice. Se va y se sienta en la mecedora cercana y
sostiene sus brazos hacia afuera, mientras Mick la pone con cuidado esperando
que la sujete—. Maldita sea, ella es especial —dice Henry—. No puedo esperar
para contarle todo sobre la vida. Tengo un millón de historias sobre mi Nan que
puedo compartir con ella. —La mira fijamente—. Eso fue una historia de amor si
alguna vez hubo una.
—Hablando de Nan —dice Mick.
Henry finalmente levanta la vista.
—Estábamos tratando de encontrar un nombre... —Mick deja salir la frase.
—Y esperábamos que no te importaría que la llamáramos como tu esposa —
digo.
Él mira fijamente al bebé, mientras las lágrimas llenan sus ojos. Ni siquiera
intenta ocultarlas.
—Creo que estaría bien —dice cuando finalmente puede recuperarse—. A mi
Nan le encantaría eso.
Tomo la mano de Mick y le doy un apretón.
—Entonces está decidido —digo.
Él me sonríe.
—Está decidido.
—Resuelto —Henry dice, mientras que él mece a nuestra niña.
Pronto, mis hermanas y Emilio, junto con los padres de Mick, no pueden
soportarlo más y entran en la habitación como un grupo, y la pequeña Nan es
pasada de persona en persona, con Henry acechando como una vieja mamá
gallina todo el tiempo. Los Reed visitan a la mañana siguiente, y viendo a esos
grandes, tatuados muchachos mimando a una bebé... eso es como nada que hayas
visto.
Incluso Patsy viene a visitar, y trae a los niños con ella muy brevemente.
Ella lo está haciendo muy bien, y acaba de regresar a la ciudad hace un mes. Su
madre se mudó con ella, y vive en la misma calle, así que Patsy tiene el apoyo que
necesita.
Los niños son hermosos, bien adaptados y felices, yo no podría estar más
feliz por ellos.
Cuando todos se han ido, y Mick me mira de la manera que él lo hace, como
si colgara de las estrellas y la luna, no puedo dejar de preguntarme qué hice para
merecer esta buena fortuna. Probablemente nunca lo sabré, pero ciertamente he
tenido suerte.
—Ella es bastante fabulosa, ¿verdad? —pregunta Mick mientras miramos a
nuestra hija.
—Sí —digo—. Ella lo es. Ella definitivamente lo es.
Ella es mi gotita de limón, mi risa, todas mis esperanzas y sueños. Y
también Mick.
Empiezo a tararear los compases de la canción, y sus ojos se abren de par en
par. Ella me mira, y mi corazón está absolutamente inundado de esperanza. Y
amor. Y posibilidades.
—Estoy realmente contento que quisieras ser mi BFF —dice Mick
suavemente.
—Yo también.

Fin
Sobre la
Autora
T
ammy Falkner vive en una granja en una encantadora, en expansión ciudad
rural en Carolina del Norte con su marido apicultor y una casa llena de
chicos, unos cuantos perros, y un gato o dos, o cinco, ¿quién tiene tiempo de
contar? Como la mitad del equipo de Lydia Dare, ha coescrito diez libros, incluyendo las
series Westfield Wolves y Gentlemen Vampyre.
Es una gran fan de Regency England, a menudo se pregunta qué otros tipos de
mágicos, míticos y extrañas criaturas podrían vivir e interactuar dentro de la alta
sociedad. Explorando la teoría de que los Fae pueden caminar entre Regency England y
sus propias tierras, Tammy pasa tanto tiempo como es posible con los Lord y señoras de
la sociedad, los carruajes tirados por caballos, y elegantes bailes. Ahora añade a eso
algunos faeries, un poco de asesinato, un poco de caos, un gnomo de jardín molesto y
tienes sus emocionantes nuevas series. Espera que disfrutes de su mundo tanto como ella
lo hace.
También escribe como Lydia Dare.
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