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La innovación y gestión del conocimiento, según Diez Alfredo, sólo tendría cabida en las
organizaciones desde el punto de vista de los procesos, dado que “los recursos en sí
mismos no son útiles salvo que estén incorporados a procesos”; de esta forma, se entiende
que todas las aristas de las organizaciones finalmente convergen en los procesos, los
cuales no son más que, mecanismos que se usan para coordinar recursos y conseguir
objetivos. Estos últimos son los que otorgan el ritmo a la organización y definen su
productividad.
Según Diez Alfredo, existen tres tipos de procesos: procesos formales claramente
especificados, procesos informales y proyectos, que son agregaciones de procesos con un
objetivo común. Los proyectos, usualmente son los que generan más conocimiento en las
organizaciones, pues su ejecución y éxito, implica en la mayoría de los casos, la integración
de múltiples áreas de trabajo; sin embargo, para que el conocimiento generado no se
pierda, y por el contrario sea aplicado en las organizaciones, estas últimas deberán contar
con una adecuada gestión del conocimiento y un proceso de innovación robusto que den
soporte y manejo adecuado al mismo.
De acuerdo a Hidalgo Antonio, el proceso de innovación se define como “la fuerza motriz
que impulsa a las empresas hacia objetivos a largo plazo, lo que conduce a nivel sectorial
a la renovación de las estructuras industriales y a la aparición de otros sectores de actividad
económica”; y es precisamente en esta definición donde el conocimiento juega un papel
activo y relevante, pues este último es la pieza fundamental que permitirá a las
organizaciones cumplir objetivos a largo plazo así como una posible renovación. Es decir,
una organización que pretenda renovaciones en sus procesos (competitividad) debe contar
con un proceso de innovación sólido que le permita innovar, desarrollar capacidades
creativas en los miembros de la organización, trabajar en equipo y en cooperación con otras
organizaciones, aceptar el riesgo y revisar constantemente la orientación del mercado; y
que a su vez cuente con un modelo de gestión del conocimiento apropiado que le permita
integrar todo el conocimiento (tácito y explicito) existente en la organización y el resultante
del proceso en sí.
En ese orden de ideas, si es posible que una organización pueda tener un eje de desarrollo
y competitividad a partir de la innovación y la gestión del conocimiento, siempre que esta
cuente con un modelo de innovación apropiado, esté dispuesta a tolerar el fracaso como
un posible resultado del proceso de innovación y cuente con los recursos económicos para
soportarlo. De hecho, a nivel de estructura, la mayoría de las organizaciones cuentan con
la materia prima para lograr innovación, competitividad y nuevos desarrollos, que no es otra
cosa diferente al conocimiento almacenado en los miembros de la organización, sus áreas
funcionales y los proyectos que en la misma se llevan a cabo; pero no todas las
organizaciones cuentan con las herramientas necesarias para transformar dicha materia
prima en competitividad. Son los modelos de innovación, aquellas herramientas que
permiten a las organizaciones acelerar el proceso de transformación del conocimiento en
productividad; pues si bien, una empresa sin estos modelos podría transformar el
conocimiento en competitividad, esta transformación se daría muy lentamente, ahí radica
su importancia, en la velocidad con la que se puede transformar el conocimiento de la
organización en un factor diferencial que le permita ser competitiva y mantenerse en el
tiempo.
De acuerdo con Herrera, las organizaciones que son capaces de crear, adaptarse y aplicar
el conocimiento tienen mayores posibilidades de lograr desarrollo, por ello la importancia
que tienen el conocimiento y la innovación en las estrategias de transformación. El
conocimiento y la innovación deben incorporarse como ejes transversales en todas las
áreas de actuación, como es el caso de la producción industrial y agrícola, salud, ambiente
y energía, desarrollo social, etc.
Los factores sociales, como el nivel económico y la calidad de vida de los colaboradores de
un proyecto son componentes de gran importancia en el desarrollo de conocimiento e
innovación, colaborados motivados lograrán un mejor desempeño laboral. No solo es de
importancia tener procesos estructurados, modelos de gestión del conocimiento y espacios
para la innovación; lograr infundir compromiso y buenas relaciones en un proyecto hace
más fácil la adquisición y trasmisión del conocimiento.
Para lograr competitividad en el mercado son relevantes factores como la calidad de los
bienes o servicios ofertados, las competencias administrativas y técnicas de los
colaboradores, la disponibilidad y el uso de las tecnologías de la información y las
comunicaciones como lo expresa Bernal, A. También es claro que el aprovechamiento
estratégico de todas estas variables por parte de los colaboradores de la organización es
fundamental para crear ventajas competitivas y sostenibles. Estas ventajas deben ser
aplicables en cualquier contexto, dado que son precisamente la innovación y la gestión del
conocimiento, las variables o factores capaces de proveer rasgos distintivos y generadores
de valor compartido sostenible en cualquier organización.
Referencias