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Henry Ernest Dudeney

LOS ACERTIJOS
DE
CANTERBURY
y otros problemas curiosos

Colección dirigida por Jaime Poniachik y Daniel Samoilovich


Edición original: Dover Publications, Inc
Título original: The Canterbury Puzzles
Traducción: Susan Leaman
Diseño de Tapa: A. R.

Edición Digital: Sargont (2019)

© by Dover Publications, Inc.


© 1988, by Jaime Poniachik, Daniel Samoilovich
1988, by Ediciones Juan Granica, S.A. - España
ISBN: 950-641-060-7
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
INDICE

Índice Clasificado
Henry Ernest Dudeney
Introducción
Los Acertijos de Canterbury
Pasatiempos en el Castillo de Solvamhall
Los Alegres Monjes de Riddlewell
La Extraña Fuga del Bufón del Rey
Fiesta de Acertijos Navideña
Aventuras del Club del Acertijo
Los Acertijos del Profesor
Acertijos Surtidos
Soluciones
INDICE CLASIFICADO

(Se indica el número de acertijo)

ARITMETICA Y ALGEBRA
3, 11, 15, 19, 30, 31, 32, 44, 45, 55, 58, 59, 62, 74, 79, 80, 85, 90, 93, 96,
98, 101, 102, 103, 107, 108, 110.

COMBINATORIA
4, 10, 14, 16, 17, 20, 23, 26, 29, 37, 40, 87, 88, 89, 97, 100.

CUADRADOS MAGICOS
6, 21, 34, 41, 65, 66, 99.

CHASCARRILOS Y DE OBSERVACION
47, 49, 50, 53, 54, 56, 60, 61.

ESTRATEGIA
71, 77, 105, 106.

GEOMETRIA
7, 13, 18, 25, 27, 28, 35, 36, 38, 48, 52, 64, 72, 73, 75, 81, 82, 92, 94, 95,
104, 109.

MOVIMIENTO DE FICHAS
1, 9, 12, 39, 46, 67, 70, 71, 84, 86, 91.

PESOS, MEDIDAS Y TRASVASES


5, 8, 42, 43.

TRAZADOS Y RECORRIDOS
2, 22, 24, 33, 51, 63, 69, 78, 83.
HENRY ERNEST DUDENEY

Henry Ernest Dudeney nació en la villa de Mayfield, al sur de Inglaterra,


el 10 de abril de 1857. Junto al norteamericano Sam Loyd (1841-1911) son
los más notables inventores de problemas de ingenio de todos los tiempos.
Ambos desarrollaron su obra publicando en diversas revistas a lo largo de
muchos años. En una evaluación de estos dos genios del ingenio, Martin
Gardner escribió: “Loyd fue un chispeante y prolífico creador de acertijos,
con una habilidad especial para resaltar los efectos sorprendentes, pero
cuando se trata de problemas de naturaleza más matemática, Dudeney lo
superaba claramente.” Durante veinte años Dudeney escribió e ilustró una
página de entretenimientos —“Perplexities”— para la popular revista men-
sual inglesa The Strand Magazine, la misma que publica por entonces las
aventuras de Sherlock Holmes.
A la vez que inventa una cantidad descomunal de nuevos problemas,
Dudeney se destaca en la resolución de persistentes enigmas. Algunas cues-
tiones que venían resistiendo los métodos de expertos matemáticos son fi-
nalmente dilucidadas por él. La habilidad matemática la adquirió Dudeney
por su propia cuenta, acaso por no haber asistido jamás a una escuela.
Los Acertijos de Canterbury, editado en 1907, fue su primer libro. El
lector hallará aquí desafíos de resolución rápida, seguidos de pronto por
temas que aún siguen abiertos a la investigación de los aficionados.
Dudeney murió el 24 de abril de 1930. Estuvo casado con una prolífica
autora de novelas románticas, Alice Dudeney, muy conocida en su época,
con la que tuvo una hija.

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INTRODUCCIÓN

Quienes hayan leído El Molino sobre el Floss recordarán que cada vez
que el Sr. Tulliver se enfrentaba a cualquier pequeña dificultad, solía hacer
esta trivial observación: “Es un mundo confuso”. De hecho, sin duda esta-
mos completamente rodeados de interrogantes, algunas de las cuales el in-
telecto humano ha podido dominar, y muchas de las que puede decirse que
son de imposible solución. El mismo Salomón, a quien puede suponerse
haber sido notable en la resolución de acertijos, tuvo que admitir: “Hay tres
cosas que son demasiado maravillosas para mí; ciertamente, cuatro que no
conozco: el curso de un águila en el aire, el curso de una serpiente sobre
una roca, el curso de un barco en medio del mar, y el curso de un hombre
con una doncella”.
Explorar los secretos de la Naturaleza es una pasión de todos los hom-
bres: sólo que elegimos diferentes líneas de investigación. Los hombres han
gastado largas vidas en intentos tales como transformar los metales ordina-
rios en oro, descubrir el movimiento perpetuo, encontrar una cura para de-
terminadas enfermedades malignas, y navegar por el aire.
De la mañana a la noche nos vemos permanentemente enfrentados a
acertijos. Pero hay acertijos y acertijos. Aquellos generalmente ideados
para la recreación y el pasatiempo, pueden dividirse en dos clases, a gran-
des rasgos: los acertijos que se construyen sobre algún pequeño principio
interesante o informativo, y los acertijos que no encierran ninguna clase de
principios — tales como una figura recortada al azar en pequeños pedacitos
para ser vuelta a formar, o la tontería infantil conocida como “jeroglífico”
o “rebus”. Los primeros pueden considerarse adecuados para la diversión
del hombre y la mujer inteligentes; los últimos pueden confidencialmente
recomendarse a los débiles mentales.
La curiosa tendencia a proponer acertijos no es peculiar a ninguna raza
ni a ningún período de la historia. Es simplemente innata a cualquier hom-
bre, mujer o niño inteligente, aunque siempre se está manifestando de dife-
rentes maneras; que el individuo sea una Esfinge de Egipto, un Sansón de

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erudición hebrea, un faquir hindú, un filósofo chino, un mahatma del Tíbet,
o un matemático europeo, hace poca diferencia.
Los teólogos, científicos y artesanos están permanentemente ocupados
en tratar de solucionar problemas, mientras que todo juego, deporte y pa-
satiempo se basa en problemas de mayor o menor dificultad. La pregunta
espontánea planteada por un niño a su padre, por un ciclista a otro mientras
toman un breve descanso, por un jugador de cricket durante la hora del
almuerzo, o por un navegante mientras examina perezosamente el hori-
zonte, es frecuentemente un problema de considerable dificultad. En resu-
men, todos estamos proponiéndonos acertijos unos a otros, todos los días
de nuestras vidas —no siempre sabiéndolo.
Un buen acertijo debe exigir el ejercicio de nuestro mejor ingenio y ha-
bilidad, aunque cierto conocimiento de matemática y alguna familiaridad
con los métodos de la lógica son frecuentemente de gran ayuda en la solu-
ción de estas cosas, aún así, a veces sucede que una dosis de astucia y sa-
gacidad naturales son de considerable valor. Porque muchos de los mejores
problemas no pueden resolverse por ningún método escolástico conocido,
sino que deben atacarse por lineamientos completamente originales. He
aquí por qué, luego de una larga y amplia experiencia, uno encuentra que
determinados acertijos a veces serán resueltos con más facilidad por perso-
nas que sólo tienen buenas facultades naturales, que por las más educadas.
Los mejores jugadores de juegos de ingenio tales como el ajedrez y las
damas, no son matemáticos, aunque es posible que ellos tengan mentes ma-
temáticas sin desarrollar.
Es extraordinaria la fascinación que un buen acertijo ejerce sobre mucha
gente. Sabemos que es un asunto trivial, y aún así nos sentimos impulsados
a dominarlo; y cuando lo hemos logrado nos inundan un placer y una sen-
sación de satisfacción que son recompensa suficiente para nuestros esfuer-
zos, aun cuando no haya ningún premio que ganar. ¿Qué es este misterioso
encantamiento que muchos encuentran irresistible? ¿Por qué nos atrae la
dificultad? El hecho curioso es que en cuanto el enigma ha sido resuelto, el
interés generalmente desaparece. Lo hemos logrado, y esto es suficiente.
Pero, ¿por qué hicimos el intento de resolverlo?
La respuesta es simplemente que nos da placer buscar la solución —
que todo el placer estaba en el buscar y el encontrar. Un buen acertijo, al

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igual que la virtud, es su propia recompensa. Al hombre le fascina verse
enfrentado a un misterio, y no es enteramente feliz hasta que lo ha desen-
trañado. Nunca nos gusta sentir nuestra inferioridad mental respecto a quie-
nes nos rodean. El espíritu de rivalidad es innato en el hombre; estimula al
niño más pequeño, en los juegos o en el estudio, para mantenerse al nivel
de sus compañeros, y en la vida adulta convierte a los hombres en grandes
descubridores, inventores, oradores, héroes, artistas, y (si tiene propósitos
más materiales) quizás millonarios.
Al comenzar una recorrida a través de los vastos dominios del Reino de
los Acertijos, haríamos bien en recordar que encontraremos puntos de in-
terés de un carácter muy variado. Yo sacaré provecho de esta variedad. La
gente generalmente comete el error de confinarse a un pequeño rincón de
este dominio, y de esa forma pierde oportunidades de nuevos placeres que
están al alcance de la mano.
Una persona se dedicará a los acrósticos y otros acertijos de palabras,
otra a los rompecabezas matemáticos, otra a problemas de ajedrez (que son
meramente acertijos sobre el tablero, y tienen poca relación práctica con el
juego de ajedrez), y así sucesivamente. Esto es un error, porque restringe
nuestro placer, y desdeña aquella variedad, que es tan saludable para el ce-
rebro.
Además, hay verdaderamente una utilidad práctica en la resolución de
acertijos. Se supone que el ejercicio regular es tan necesario para la mente
como lo es para el cuerpo, y en ambos casos no es tanto de lo que hacemos,
sino del hecho de hacerlo de lo que extraemos un beneficio. La caminata
diaria recomendada por el médico para bien del cuerpo, o el ejercicio men-
tal diario, pueden en sí parecer una gran pérdida de tiempo, pero a la larga
resultan la más cierta economía. Albert Smith, en una de sus divertidas no-
velas, describe a una mujer que estaba convencida de que tenía “telarañas
en el cerebro”. Esta puede ser una dolencia muy poco frecuente, pero en un
sentido más metafórico, muchos de nosotros somos muy propensos a sufrir
de telarañas mentales, y no existe nada comparable a la resolución de acer-
tijos y problemas para deshacerse de ellas. Los acertijos mantienen la mente
alerta, estimulan la imaginación, y desarrollan las facultades de razona-
miento. Y no sólo son útiles en esta forma indirecta, sino que muchas veces
nos ayudan directamente, enseñándonos pequeños trucos y “artimañas” que

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pueden aplicarse a los asuntos de la vida en los momentos más inesperados
y de las formas más insospechadas.
Hay un pasaje interesante en alabanza de los acertijos en las exquisitas
cartas de Fitzosborne. He aquí un extracto: “El estudio ingenioso de la crea-
ción y resolución de acertijos es indudablemente una ciencia muy necesa-
ria, y merece ser objeto de meditación por ambos sexos. Es en verdad un
arte que yo recomendaría para ambas Universidades, ya que proporciona el
método más fácil y más corto de transmitir algunos de los más útiles prin-
cipios de la lógica. Era máxima de un príncipe muy sabio ‘Aquel que no
sabe disimular, no sabe reinar’; y yo deseo que ustedes reciban como la
mía, que ‘Aquel que no sabe resolver enigmas, no sabe vivir’.”
¿Cómo se inventan los buenos acertijos? No me refiero a los acrósticos,
anagramas, charadas y ese tipo de cosas, sino a acertijos que contienen una
idea original. No se puede inventar un buen acertijo a propósito, de igual
modo como no puede inventarse así ninguna otra cosa. Las ideas para acer-
tijos aparecen en momentos extraños y de modos extraños. Son sugeridas
por algo que vemos u oímos, y se llega a ellas a través de otros acertijos
que nos son formulados. Es inútil decir, “Me sentaré a inventar un acertijo
original”, porque no hay forma de crear una idea; sólo se puede hacer uso
de ella cuando llega. Se podrá pensar que esto es incorrecto, porque un
experto en estas cosas crea cantidades de acertijos, mientras que otra per-
sona, igualmente astuta, no puede inventar ni uno, “aunque en ello le vaya
la vida”, como se dice vulgarmente. La explicación es muy sencilla. El ex-
perto reconoce una idea cuando la ve, y es capaz, por su vasta experiencia,
de juzgar su valor. La fertilidad, como la facilidad, viene con la práctica.
Algunas veces surge una idea nueva y muy interesante a partir de la
confusión que uno comete respecto de otro acertijo. Un niño recibió un
acertijo de un amigo, pero entendió mal lo que debía hacer, y se dedicó a
intentar lo que probablemente cualquier persona hubiera considerado un
imposible. Pero éste era un niño de gran voluntad, y se concentró en ello
durante seis meses, hasta que finalmente lo logró. Cuando su amigo vio la
solución, dijo: “Este no es el acertijo que te propuse, me entendiste mal.
¡Pero has encontrado algo mucho mejor!” Y el acertijo que este niño des-
cubrió accidentalmente figura ahora en todos los viejos libros de acertijos.

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Una persona ingeniosa, con una idea, puede crear acertijos a partir de
casi cualquier cosa. Monedas, fósforos, cartas, fichas, pedacitos de alambre
o cordel, todos son útiles. Se ha inventado una inmensidad de acertijos a
partir de las letras del alfabeto, y de esos nueve pequeños dígitos y el cero,
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, y 0.
Siempre debe recordarse que una persona muy simple puede llegar a
proponer un problema sólo capaz de ser resuelto por mentes hábiles, si es
que puede resolverse. Una niña preguntó: “¿Puede Dios hacer cualquier
cosa?” Al recibir una respuesta afirmativa, dijo enseguida: “Entonces,
¿puede El hacer una piedra tan pesada que El mismo no pueda levantar?”
Muchos adultos bien despiertos no encuentran enseguida la respuesta satis-
factoria. Sin embargo, la dificultad radica meramente en la absurda, aunque
sagaz, manera de plantear la pregunta, la que en realidad lleva a preguntar:
“¿Puede el Todopoderoso destruir su propia omnipotencia?” Es en algo si-
milar a esta otra: “¿Qué sucedería si un cuerpo móvil irresistible llegara a
tomar contacto con un cuerpo incapaz de ser movido?” Aquí tenemos sim-
plemente una contradicción de términos, ya que si existiera tal cosa como
un cuerpo incapaz de ser movido, no podría al mismo tiempo existir un
cuerpo móvil al que nada pudiera resistirse.
El Profesor Tyndall solía instar a los niños a que le formularan pregun-
tas enigmáticas, y algunas de ellas eran nueces difíciles de pelar. Un niño
le preguntó por qué la parte de una toalla que ha sido sumergida en agua es
de color más oscuro que la parte seca. ¿Cuántos lectores podrían dar la res-
puesta correcta? Muchas personas quedan satisfechas con las respuestas
más absurdas a este tipo de preguntas. Si preguntamos: “¿Por qué podemos
ver a través del vidrio?”, nueve de cada diez personas contestarían: “Porque
es transparente”, lo cual, obviamente, es simplemente otra forma de decir:
“Porque podemos ver a través de él”.
La variedad de acertijos es tan infinita que a veces es muy difícil clasi-
ficarlos en grupos definidos. Frecuentemente se fusionan de tal forma, que
lo mejor que podemos hacer es clasificarlos en unas cuantas categorías am-
plias. Tenemos tres o cuatro ejemplos, para ilustrar lo que quiero decir.
En primer lugar está la vieja adivinanza, que estimula la imaginación y
el juego de la fantasía. Los lectores recordarán la adivinanza de la Esfinge,

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el monstruo de Beocia que proponía enigmas a los habitantes, y los devo-
raba si no lograban resolverlos. Se decía que la Esfinge se destruiría a sí
misma si una de sus adivinanzas era contestada correctamente alguna vez.
Era ésta: “¿Qué animal camina en cuatro patas de mañana, en dos al me-
diodía, y en tres al atardecer?” El enigma fue dilucidado por Edipo, quien
señaló que el hombre camina sobre sus pies y manos en la mañana de la
vida, erecto al mediar su vida, y en el atardecer de la vida soporta sus do-
lencias con un bastón. Cuando la Esfinge oyó esta explicación, estrelló su
cabeza contra una roca, e inmediatamente expiró. Esto demuestra que quie-
nes resuelven acertijos pueden llegar a ser realmente útiles algunas veces.
Luego está la adivinanza propuesta por Sansón. Es quizás la primera
competencia premiada en esta categoría de que se tenga registro; el premio
consistía de treinta sábanas y treinta cambios de vestimenta por la solución
correcta. La adivinanza era ésta: “Del que come provino el alimento, y del
fuerte provino la dulzura.” La respuesta era: “Un panal de abejas en el
cuerpo de un león muerto”. Hoy en día, este tipo de adivinanzas sobrevive
en una forma como ésta: “¿Por qué cruza la calle un pollo?”, a lo cual la
mayoría de la gente contesta: “Para llegar al otro lado”, aunque la respuesta
correcta es: “Para inquietar al conductor”. Ha degenerado en un juego de
palabras, el que normalmente se basa en un mero equívoco. Por ejemplo,
desde nuestra infancia se nos ha preguntado: “¿Qué debe hacerse para que
un burro no sea burra?” y la solución es: “Entretenerle, para que no se abu-
rra”.
Tenemos la amplia categoría de los juegos de letras, que se basan en las
pequeñas peculiaridades del lenguaje en que están escritos, tales como los
anagramas, acrósticos, cuadrados de palabras y charadas. En este grupo en-
contramos también los palíndromos, palabras y oraciones que se leen igual
al derecho que al revés. Estos deben ser en verdad muy antiguos, si es cierto
que Adán se presentó a Eva (en idioma inglés, cabe señalar) con el palín-
dromo: “Madam, I’m Adam” (“Señora, soy Adán”), a lo cual su consorte
respondió con el modesto palíndromo “Eve” (“Eva”).
Luego están los acertijos aritméticos, una clase inmensa, plena de diver-
sidad. Estos van desde el acertijo que el algebrista considera tan sólo como
una “simple ecuación”, bastante sencilla y de solución directa, hasta los
problemas más profundos del elegante dominio de la teoría de los números.

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Después tenemos el acertijo geométrico, del cual una rama favorita y
muy antigua es el acertijo de disección, que consiste en cortar una figura
plana en determinada cantidad de porciones, que se junten y formen otra
figura. La mayoría de los rompecabezas de alambre que se venden en las
calles y en las jugueterías, tiene que ver con la geometría de la posición.
Pero estas categorías no están ni cerca de ab ircar a todos los tipos de
acertijos que existen, ni siquiera cuando muchos pertenecen a varias clases
al mismo tiempo. Hay muchos acertijos mecánicos ingeniosos que no pue-
den clasificarse, ya que son bastante únicos: hay acertijos de lógica, de aje-
drez, de damas, de cartas y de dominós, y todo truco de magia no es sino
un acertijo, cuya solución el mago trata de mantener en secreto.
Hay acertijos que parecen fáciles y son fáciles, acertijos que parecen
fáciles y son difíciles, acertijos que parecen difíciles y son difíciles y acer-
tijos que parecen difíciles y son fáciles, y en cada grupo podemos, por su-
puesto, encontrar diferentes grados de facilidad y dificultad. Pero no es
cierto que un acertijo cuyas condiciones sean de fácil comprensión, aun
para el niño más pequeño, sea en sí mismo sencillo. Tal acertijo puede, sin
embargo, parecerle fácil a un inexperto, y resultarle una tarea ardua una vez
que intenta desentrañarlo.
Por ejemplo, si escribimos diecinueve unos para formar el número
1.111.111.111.111.111.111 y luego preguntamos qué número (que no sea
el 1 ni él mismo) lo divide sin dejar resto, las condiciones resultarán senci-
llas, pero la tarea es terriblemente complicada. Nadie en este mundo sabe
aún si el número tiene un divisor o no. La persona que lo encuentre habrá
realizado algo que nadie nunca ha conseguido.1
El número compuesto por diecisiete unos, 11.111.111.111.111.111,
tiene solamente estos dos divisores: 2.071.723 y 5.363.222.357, y su des-
cubrimiento es una tarea sumamente ardua. El único número compuesto de
unos del que sabemos con certeza que no tiene divisor es el 11. Un número
así, como se sabe, es conocido como número primo.
La máxima de que siempre existe una forma correcta y una incorrecta
de hacer cualquier cosa, se aplica muy especialmente a la resolución de

1 Ver la solución del problema N° 35.

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acertijos. Aquí la forma incorrecta consiste en efectuar intentos sin rumbo,
sin método, con la esperanza de llegar a la solución accidentalmente — un
proceso que generalmente nos atrapa sin esperanzas en la trampa que nos
fue diestramente tendida.
Sin embargo, ocasionalmente aparece un problema de tal carácter, que
aunque puede ser rápidamente resuelto por tanteo, es muy difícil hacerlo
por un proceso de razón pura. Pero en la mayor parte de los casos, éste
último método es el único que proporciona verdadero placer.
Cuando nos sentamos a resolver un acertijo, lo primero que debemos
hacer es aseguramos de haber comprendido sus condiciones lo mejor posi-
ble, ya que si no entendemos qué es lo que tenemos que lograr, es poco
probable que lo consigamos. Todos conocemos la historia del hombre al
que se le preguntó: “Si un arenque y medio cuesta tres medios peniques,
¿cuánto costarán doce arenques?” Luego de varios intentos infructuosos, se
dio por vencido, y el que propuso el acertijo le explicó que doce arenques
costarían 1 chelín (12 peniques). “¡Arenques!”, replicó el otro como dis-
culpa. “¡Yo lo estaba calculando en merluzas!”
Poner en palabras las condiciones de un nuevo acertijo, de forma que
sean al mismo tiempo exactas y claras, y no tan prolijas como para destruir
todo interés en el asunto, a veces requiere más cuidado de lo que el lector
puede imaginar. Recuerdo haber propuesto una vez un problema que re-
quería realizar algo con la “menor cantidad posible de líneas rectas”, y una
persona que era o muy astuta o muy tonta (nunca pude determinarlo) sos-
tuvo que lo había resuelto en una sola línea recta, pues se había asegurado
de trazar todas las demás curvas. ¿Quién podía esperar tal sutileza?
Si proponemos un acertijo de “cruzar el río”, en el que un grupo de per-
sonas debe llegar a la otra orilla en un bote que sólo puede llevar determi-
nado número o combinación de personas, en cuanto la persona que intenta
resolverlo encuentra que no puede vencer la dificultad, audazmente intro-
duce una cuerda para jalar el bote desde la otra orilla. Le decimos que una
cuerda no está permitida, y entonces recurre al uso de la corriente de agua.
Una vez creí haber excluido meticulosamente todo posible truco por el es-
tilo de un acertijo de esta clase. Pero un iluminado lector hizo que todas las
personas cruzaran a nado el río, ¡sin usar el bote para nada! Por supuesto,
algunos acertijos están deliberadamente formulados para ser resueltos con

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algún truco de este tenor, y si no existe solución sin el truco, es perfecta-
mente lícito. Debemos a nuestro mejor entender juzgar si un acertijo encie-
rra o no una trampa, pero nunca debemos presuponerlo. Retorcer las con-
diciones de un acertijo con argucias es el último recurso del solucionador
derrotado.
Algunas veces la gente intentará confundimos con pequeñas ambigüe-
dades del significado de las palabras. Recientemente un hombre me pro-
puso este viejo y conocido problema: “Un niño camina alrededor de un
poste sobre el cual hay un mono, pero mientras el niño camina, el mono
gira sobre el poste, de forma que siempre queda de frente al niño. ¿Camina
el niño alrededor del mono?” Le contesté que le daría la respuesta, si antes
me daba su definición de “caminar alrededor”. El, por supuesto, vaciló,
buscando atraparme de un modo u otro. Entonces señalé que si se tomaban
las palabras en su significado corriente, sin duda el niño caminaba alrede-
dor del mono. Como era de esperar, él replicó que no era así, ya que enten-
día por “caminar alrededor” de algo, el moverse de tal forma que nos per-
mita ver todos sus lados. A esto yo opuse la obvia respuesta de que, conse-
cuentemente, un ciego no podría caminar alrededor de ninguna cosa.
Entonces él rectificó su definición, diciendo que el hecho en sí de ver
todos los lados no era lo esencial, sino el ir de forma que, dado el sentido
de la vista, podrían verse todos los lados. A lo que se sugirió que, conse-
cuentemente, ¡no se podría caminar alrededor de un hombre que estuviera
encerrado dentro de una caja! Y así sucesivamente. Todo el asunto es di-
vertidamente estúpido, y si al comenzar se exige una sencilla y correcta
definición de “caminar alrededor” ya no hay acertijo, y se evita una inútil
y frecuentemente acalorada discusión.
Cuando se han comprendido las condiciones, siempre es bueno intentar
simplificarlas, ya que así se evitan grandes confusiones. Muchas personas
encuentran confuso el viejo acertijo acerca del hombre que, señalando un
retrato dice: “No tengo hermanas ni hermanos, pero el padre de este hombre
es el hijo de mi padre". ¿Qué relación tiene el hombre de la fotografía con
el que habla? Esto puede simplificarse diciendo que “el hijo de mi padre”
debe ser “mi hermano” o “yo mismo”. Pero ya que este hombre no tiene
hermanos, es claramente “yo mismo”. La afirmación simplificada, viene a
ser sencillamente: “El padre de ese hombre soy yo”, y era obviamente el

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retrato de su hijo. ¡Y sin embargo la gente discute este asunto durante ho-
ras!
Hay misterios que nunca han sido resueltos en muchas zonas del Reino
de los Acertijos. Consideremos unos pocos del mundo de los números —
pequeños asuntos cuyas condiciones resultan comprensibles a un niño, pero
que las mentes más elevadas no pueden dominar. Todos han oído la expre-
sión: “Es tan difícil como cuadrar un círculo”, aunque muchos tienen una
idea muy vaga de lo que significa. Si tenemos un círculo de un diámetro
dado y deseamos encontrar el lado de un cuadrado que contenga exacta-
mente la misma superficie, nos enfrentamos al problema de cuadrar el
círculo. Bien, no puede hacerse con exactitud (aunque podemos llegar a
una aproximación muy aceptable para todos los fines prácticos), porque no
es posible definir en números exactos la relación del diámetro con la cir-
cunferencia. Sin embargo, sólo recientemente se ha probado que es impo-
sible, pues una cosa es no poder realizar determinada acción, y otra muy
diferente probar que no puede ser realizada. Actualmente sólo los maniáti-
cos sin instrucción hacen el intento de cuadrar el círculo.
Tampoco es posible dar en números exactos la longitud de la diagonal
de un cuadrado. Si tenemos el vidrio de una ventana que mide exactamente
un pie por lado, existe una distancia de esquina a esquina que nos salta a la
vista, y sin embargo nunca podemos expresar con exactitud la longitud de
esa diagonal. Una persona simple nos sugerirá enseguida que podemos to-
mar en primer lugar la diagonal, digamos de exactamente un pie, y luego
trazar nuestro cuadrado. Ciertamente podemos hacer esto, pero entonces no
sabremos con exactitud la longitud del lado. Podemos tener uno cualquiera
de los dos, el lado o la diagonal, pero nunca ambos.
Todos mis lectores saben lo que es un cuadrado mágico. Se disponen
los números del 1 al 9 en un cuadrado de 9 celdas, de forma que todas sus
columnas y líneas, y ambas diagonales, sumen 15. Es bastante fácil, y existe
una sola forma de hacerlo, ya que no consideramos como distintas las dis-
posiciones obtenidas simplemente girando el cuadrado o reflejándolo en un
espejo. Ahora bien, si queremos formar un cuadrado mágico con los dieci-
séis números del 1 al 16, hay nada menos que 880 diferentes maneras de
lograrlo, nuevamente sin contar giros y reflexiones. Esto ha sido finalmente
probado en años recientes. Pero nadie sabe cuántos cuadrados mágicos son

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posibles con los veinticinco números del 1 al 25, y deberemos ampliar
nuestros conocimientos en varias direcciones si queremos llegar a resolver
este acertijo.
Pero, es sorprendente saber que pueden formarse exactamente 174.240
de estos cuadrados tan sólo de una variedad restringida — el cuadrado bor-
deado, cuyo cuadrado interior de • nueve celdas es a su vez mágico. Y he
demostrado cómo esta cifra puede ser inmediatamente duplicada, simple-
mente convirtiendo cada cuadrado bordeado — mediante una regla sim-
ple— en uno no bordeado.
También se ha intentado en vano construir un cuadrado mágico por me-
dio del llamado “recorrido del caballo” sobre el tablero de ajedrez, nume-
rando sucesivamente cada casillero que el caballo visita (1, 2, 3, 4, etc.). Y
se ha logrado, con excepción de las dos diagonales, que hasta el presente
han frustrado todos los intentos. Pero no se ha probado que no pueda lo-
grarse.
Aunque la mayor parte del presente volumen es enteramente original, el
lector podrá reconocer a un puñado de viejos amigos, pero confío que éstos
no tendrán una mala acogida en la nueva indumentaria que les ha sido dada.
Hay acertijos de todos los grados de dificultad, y son de carácter tan va-
riado, que quizás no sea exagerado esperar que todos los verdaderos aficio-
nados encuentren un amplio material de su interés — y quizás para su ins-
trucción. En algunos casos he dado en detalle los métodos de resolución,
pero en otros debí resignarme a proporcionar lisa y llanamente las respues-
tas. Si hubiera dado las respuestas y pruebas completas para cada acertijo,
hubiera debido omitir la mitad de los problemas, o aumentar en gran me-
dida el volumen del libro. Y el plan que he adoptado tiene sus ventajas,
pues deja campo libre para que el entusiasta de la matemática desarrolle su
propio análisis; aun en los casos en que proporcioné una fórmula general
para la resolución de un acertijo, él hallará gran interés en verificarlo por sí
mismo.

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LOS ACERTIJOS DE CANTERBURY

Una compañía de peregrinos casualmente reunidos camino al santuario


de Santo Tomás de Becket, en Canterbury, se encontró en la vieja Posada
Tabard, más adelante llamada Talbot, en Southwark, y el posadero sugirió
que se entretuvieran durante el trayecto contándose cuentos unos a otros.
Como todos sabemos, este fue el origen de los inmortales Cuentos de Can-
terbury de nuestro gran poeta del siglo catorce, Geoffrey Chaucer. Desafor-
tunadamente, los cuentos nunca fueron terminados, y quizás este sea el mo-
tivo por el que los exquisitos y curiosos “Acertijos de Canterbury”, creados
y propuestos por el mismo grupo de peregrinos, nunca fueran registrados
por la pluma del poeta. Esto es en verdad lamentable, ya que Chaucer, que
como afirma Leland, era un “matemático ingenioso” y el autor de un docto
tratado sobre el astrolabio, tenía una peculiar habilidad para la proposición
de problemas. Al presentar por primera vez algunos de estos acertijos de
los viejos tiempos, no me detendré a relatar la forma singular en que llega-
ron a mis manos, sino que procederé de inmediato, sin un innecesario
preámbulo, a dar a mis lectores la oportunidad de resolverlos y evaluar su
calidad. Sin duda existen acertijos mucho más difíciles que estos, pero la
dificultad y el interés son dos cualidades que no necesariamente van juntas.

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1. El Acertijo del Magistrado

El Magistrado era un hombre astuto, y casi un erudito. Como nos dice


Chaucer, “No había auditor que pudiera aventajarle”, y “ningún hombre
que pudiera llevarle la delantera”. El poeta también observó que “siempre
caminaba último en la ruta”. Esto hacía para permitirse desentrañar mejor
y sin interrupciones los imaginativos problemas e ideas que pasaban por su
activo cerebro. Una vez que los peregrinos descansaban en una taberna al
costado del camino, su ojo avizor descubrió una cantidad de quesos de di-
versos tamaños, y pidiendo le proporcionaran cuatro bancos, anunció a la
compañía que les enseñaría un acertijo de su invención que les entretendría
durante el reposo. Entonces colocó ocho quesos ordenados por tamaños
sobre uno de los bancos de los extremos, el más pequeño arriba de todos,
como muestra claramente la ilustración. “Esta es una prueba que una vez
propuse a mis conciudadanos en Baldeswell, que está en Norfolk —anun-
ció—, y por San José que no hubo entre ellos ningún hombre que pudiera
llevarla a buen término. Y sin embargo es de gran facilidad, ya que lo único
que deseo es que, moviendo un queso a la vez de un banco a otro, coloquéis
todos los quesos en el banco que está al otro extremo, sin montar nunca un

― 19 ―
queso sobre otro menor a él. A quien realice esta acción en la menor canti-
dad de movimientos posible, pagaré un trago de lo mejor que nuestro ta-
bernero pueda ofrecer." Resolver este acertijo en la menor cantidad de mo-
vimientos posible, primero con ocho, luego con diez, y al fin con veintiún
quesos, es un entretenimiento interesante.
Solución

2. El Acertijo del Perdonador

El gentil Perdonador, “que venido era directamente de la corte de


Roma”, solicitó ser dispensado, pero la compañía no quiso eximirlo. “Ami-
gos y compañeros peregrinos - dijo—, de verdad os digo que la adivinanza
que he creado es poca cosa, pero es lo mejor que he podido pensar. Debéis
disculpar mi ignorancia en estos asuntos, si no es de vuestro agrado.” Pero
su invención tuvo muy buena acogida. Dibujó el plano que se acompaña, y
dijo que representaba 64 ciudades que él había atravesado durante algunos
de sus peregrinajes, y las líneas que las conectan eran caminos. Explicó que
el acertijo consistía en comenzar por la ciudad grande pintada de negro, y
visitar todas las otras una vez, y sólo una vez, en quince peregrinajes rectos.
Intente trazar una ruta de quince líneas rectas con un lápiz. Usted puede
finalizar donde quiera, pero advierta que la omisión de un pequeño camino

― 20 ―
en la parte inferior es intencional, pues parece que era imposible ir por ese
lado.
Solución

3. El Acertijo del Molinero

El Molinero llevó luego a la compañía hacia un rincón y les mostró


nueve sacos de harina, que estaban colocados como se ilustra en la figura.
“Ahora escuchad todos — les dijo—, pues os presentaré la adivinanza de
los nueve sacos de harina. Y observad, caballeros y señores míos, que hay
sólo un saco en cada extremo, cada cual seguido de un par, y tres sacos
juntos en medio. Por San Benito, sucede que si multiplicamos el par 28 por
su vecino, 7, el producto es 196, que ciertamente es la cifra que muestran
los tres sacos del medio. Sin embargo, no es verdad que el otro par, 34, al
ser multiplicado por el único saco en ese extremo, 5, resulte también 196.
Por tanto, os ruego, gentiles señores, que recoloquéis los sacos con el me-
nor trabajo posible, de tal forma que cada par, al ser multiplicado por su
vecino, produzca el número del medio.” Ya que el Molinero ha estipulado,
en efecto, que debe moverse la menor cantidad de bolsas posible, hay una
sola respuesta a este acertijo, que todos deberían poder hallar.
Solución

4. El Acertijo del Caballero


Este hombre meritorio era, como nos afirma Chaucer, “un muy perfecto
y gentil caballero”, y “en muchos nobles ejércitos había actuado: en batallas
crueles valía por quince.” Su escudo, tal como lo vemos en la ilustración
mostrándolo a la compañía en el Tabard, era, en el peculiar lenguaje de los
heraldos, “argentino, sembrado de rosas, gules”; lo que significa que sobre
un campo blanco se derramaban o salpicaban rosas rojas, como la semilla

― 21 ―
es diseminada por la mano. Cuando fue el turno de este caballero de pro-
poner un acertijo, dijo a la compañía: “Este pasatiempo me fue presentado
por un sujeto en tiempos en que combatía yo con el Señor del Palatino con-
tra los paganos de Turquía. Tomad en vuestra mano un trozo de tiza, y
averiguad cuántos cuadrados perfectos podéis hacer con una de las ochenta
y siete rosas en cada esquina.” El lector tal vez encuentre interesante el
problema de contar el número de cuadrados que pueden formarse en el es-
cudo uniendo cuatro rosas.

Solución

5. El Acertijo del Posadero


Quizás ningún otro acertijo de toda la colección haya causado más re-
gocijo ni haya sido considerado más entretenido que el que presentó el Po-
sadero del Tabard, que acompañó al grupo durante todo el tiempo. Reunió
a los peregrinos, y habló así: “Mis alegres señores, ahora que es mi tumo
de sacudir vuestras molleras, os enseñaré un pequeño artificio que exigirá
al máximo vuestro ingenio. Y sin embargo, parece un asunto bien simple
cuando se ha aclarado su proceder. He aquí un tonel de buena cerveza de
Londres, y en mis manos sostengo dos medidas: una de cinco pintas, y la

― 22 ―
otra de tres pintas. Os ruego me mostréis cómo es posible que pueda yo
poner una pinta exacta en cada una de las medidas.” Por supuesto, no puede
utilizarse ningún otro recipiente o elemento, y no está permitido marcar las
medidas. Es un problemita enredado y fascinante. Muchos encontrarán que
no es, en forma alguna, una tarea sencilla; sin embargo, es posible reali-
zarla.

Solución

6. El Acertijo del Estudiante de Oxenford


El silencioso y pensativo Estudiante de Oxenford, de quien recordamos
que “cada penique que sus amigos le prestaban, en libros y aprendizaje
siempre gastaba”, fue persuadido de presentar un acertijo a sus compañe-
ros. Dijo: “Últimamente he dedicado mucho estudio a esos extraños talis-
manes para alejar la plaga y otras perversidades, como son los llamados
cuadrados mágicos, y el secreto de tales cosas es muy profundo y el número

― 23 ―
de tales cuadrados en verdad muy grande. Pero la pequeña prueba que pre-
paré ayer por la noche para esta compañía no es tan difícil como para que
no podáis resolverla con un poco de paciencia.” Entonces dibujó el cua-
drado que muestra en la ilustración y dijo que se deseaba que fuera recor-
tado en cuatro trozos (a lo largo de las líneas) de modo tal que, al unirlos
nuevamente, formaran otro cuadrado mágico perfecto cuyas cuatro colum-
nas, cuatro hileras y dos diagonales largas sumaran 34. Es un acertijo sufi-
cientemente sencillo para la mayoría de los gustos.

Solución

7. El Acertijo del Tapicero


Se adelantó luego el Tapicero, que era, por supuesto, fabricante de tapi-
ces, y presentó un hermoso corte de tapiz con un diseño sencillo en damero,
como muestra el diagrama. “Este (rozo de tapiz, señores”, declaró, “tiene
ciento sesenta y nueve pequeños cuadrados, y deseo que me digáis la ma-
nera de corlarlo en tres piezas que puedan unirse y formar una pieza entera
en forma de cuadrado perfecto.
“Y más aún, ya que existen diversas maneras de hacerlo, deseo conocer
el modo en el que dos de las tres piezas reúnan entre sí la mayor parte del
rico tapiz.” Resulta claro que el tapicero deseaba que los cortes se efectua-

― 24 ―
ran sólo a lo largo de las líneas que dividen los cuadrados, y, como el ma-
terial no era igual en sus dos caras, no podía revertirse ninguna pieza, y
debía cuidarse que el diseño en damero quedara bien compuesto.

Solución

8. El Acertijo del Carpintero


El Carpintero fabricó el puntal de madera tallada que se le ve sostener
en la ilustración en la que el Caballero propone su arduo problema a la
buena compañía (N° 4), y habló así: “Vive en la ciudad de Londres cierto
estudioso, docto en astrología y otras extrañas artes. Hace unos días me
trajo un trozo de madera de tres pies de largo, un pie de ancho y un pie de
espesor, y solicitó que fuera tallado y trabajado para hacer el puntal que
ahora contempláis. También prometió cierta paga por cada pulgada cúbica
de madera que fuera extraída por el tallado.
“De modo que pesé el bloque de madera antes de comenzar, y encontré
que su peso era en verdad de 30 libras, mientras que el puntal pesa ahora
20 libras. De allí que, ciertamente, extraje de la pieza un pie cúbico de ma-
dera (es decir, un tercio) de los tres pies cúbicos del bloque; pero este estu-
dioso sostuvo que el pago no debía basarse en el peso, ya que el corazón
del bloque podía ser más pesado o quizás más liviano que la parte exterior.
¿Cómo entonces podría satisfacer al estudioso en cuanto a la cantidad de
madera que fue extraída?” A primera vista este parece un asunto complejo,

― 25 ―
pero es tan absurdamente simple, que el método utilizado por el carpintero
debería ser por todos conocido, ya que es un pequeño “truco” muy útil.
Solución

9. El Acertijo del Arquero.

Chaucer dice del Arquero que integraba uno de sus grupos de peregri-
nos: “Podría adivinar que era ciertamente un guardabosques”, y nos relata
que “sus flechas no caían por falta de plumas, y en sus manos esgrimía un
arco poderoso.” Cierto día en que se hizo un alto en una taberna a un lado
del camino que ostentaba como distintivo el viejo “Tablero de Damas”, este
arquero consintió en dar a la compañía una exhibición de. su destreza. Se-
leccionando nueve buenas flechas, dijo: “Observad, buenos señores, que
dispararé estas nueve flechas de tal forma que cada una de ellas se clavará
en medio de una de las casillas que hay en el tablero. Y sin embargo, nin-
guna flecha quedará alineada con otra.” El diagrama muestra exactamente
cómo hizo esto, y se encontrará que no hay dos flechas en la misma línea,
horizontal, vertical o diagonal. Entonces el Arquero dijo: “He aquí, pues,
una prueba para vosotros. Llevad tres de las flechas, cada una a una de sus
casillas vecinas, de manera que las nueve estén aún situadas de modo que
ninguna esté alineada con otra.” Entendemos por “casilla vecina” una que
linde, ya sea lateral o diagonalmente.
Solución

― 26 ―
10. El acertijo de la Monja
“Pienso que no habrá entre vosotros ninguno”, declaró la Monja en otra
ocasión, “que no sepa que muchos monjes a menudo se entretienen con
ciertos juegos, si bien no les es permitido. Ellos esconden astutamente de
los ojos del abad juegos tales como las cartas y el ajedrez, ocultándolos en
huecos recortados del mismo corazón de grandes libros que guardan en sus
estantes. ¿Deberá, por tanto, censurarse a las monjas si hacen otro tanto?
Os enseñaré una pequeña adivinanza que algunas veces practicamos,
cuando ocurre que la buena abadesa está ausente.”

Entonces la Monja exhibió las veintiuna cartas que se ven en la ilustra-


ción. Explicó que el acertijo consistía en ordenar las cartas en un mazo de
manera que, al colocar la carta superior sobre la mesa, la siguiente al fondo
del mazo, la siguiente sobre la mesa, la siguiente al fondo del mazo, y así
sucesivamente, hasta que todas estén sobre la mesa, las dieciocho cartas
permitan leer entonces “CANTERBURY PILGRIMS” (Peregrinos de Can-
terbury). Por supuesto cada carta deberá colocarse sobre la mesa a la dere-
cha de la precedente. Es bastante fácil si se hace de atrás para adelante, pero
el lector debería intentar llegar al orden requerido sin esta artimaña, y sin
utilizar cartas.
Solución

11. El Acertijo del Mercader


Sobre el Mercader escribió el poeta: “Era en verdad un hombre aprecia-
ble.” Era pensativo, organizado y manejaba los números con solvencia.
“Manifestaba sus ideas con solemnidad, alardeando sobre el aumento de
sus ganancias.” Una mañana, mientras iban caminando, el Caballero y el
Escudero, que iban a su lado, recordaron al Mercader que aún no había

― 27 ―
propuesto el acertijo que debía a la compañía. Él entonces dijo: “¿Es esto
cierto? He aquí, por tanto, una adivinanza de números que presentaré a esta
alegre compañía cuando hagamos un alto. Éramos treinta en total cabal-
gando esta mañana. En verdad podemos ir uno junto a otro, en lo que es
dado llamar línea única, o de dos en dos, o de tres en tres, o de cinco en
cinco, o de seis en seis, o de diez en diez, o de quince en quince, o los treinta
encolumnados. De ninguna otra forma podemos andar de modo que no
existan números desiguales en las líneas. Ahora, a un grupo de peregrinos
les era dado cabalgar así, de sesenta y cuatro maneras diferentes. Os ruego
me digáis cuántos peregrinos debieron por lo tanto integrar la compañía.”
El mercader claramente pidió la menor cantidad de personas que pudieran
cabalgar de sesenta y cuatro maneras.

Solución

12. El Acertijo del Hombre de Leyes


El Letrado era un “hombre pleno de excelencias, discreto y de gran dis-
tinción”. Era un hombre de mucha actividad, aunque, como muchos de no-
sotros hoy en día, “parecía más atareado de lo que estaba”. Hablaba un

― 28 ―
atardecer sobre prisiones y prisioneros, y al fin hizo el siguiente comenta-
rio: “Y lo que os he dicho trae a mi mente que esta mañana recordé un
enigma que ahora os expondré.” Y presentó una tira de pergamino en la
cual estaba dibujado el curioso diagrama que ahora se muestra. “He aquí”,
dijo, “nueve calabozos, con un prisionero en cada uno salvo en uno, que se
encuentra vacío. Estos prisioneros están numerados, en orden, 7, 5, 6, 8, 2,
1, 4, 3, y yo deseo saber cómo podrían colocarse, en la menor cantidad de
traslados posible, en el orden 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8. Se puede trasladar a un
prisionero por vez a lo largo del pasaje hacia el calabozo que se encuentre
vacío, pero jamás, bajo pena de muerte, podrán encontrarse dos hombres
en un calabozo al mismo tiempo. ¿Cómo puede realizarse esto?” Si el lector
se hace un borrador en una hoja y utiliza fichas numeradas, encontrará que
reordenar a los prisioneros en el menor número de traslados posible es un
interesante pasatiempo. Ya que nunca hay más de un calabozo vacante, los
traslados pueden registrarse de este sencillo modo: 3-2-1-6, y así sucesiva-
mente.

Solución

13. El Acertijo del Tejedor


Cuando el Tejedor presentó un trozo cuadrado de bellísimo género, pri-
morosamente bordado con leones y castillos, como se ve en la ilustración,
los peregrinos discutieron entre ellos sobre el significado de estos ornamen-
tos. El Caballero, sin embargo, que era instruido en heráldica, explicó que
probablemente derivaban de los leones y castillos que ostentaban las armas
de Femando III, Rey de Castilla y León, cuya hija fue la primera esposa de
Eduardo I. En cuanto a esto, estaba sin duda en lo cierto. El acertijo que el
Tejedor propuso fue el siguiente: “Veamos, por esta vez”, dijo, “si existe
en la compañía alguno que pueda demostrar de qué manera podría cortarse

― 29 ―
esta tela en cuatro piezas, cada una del mismo tamaño y forma, y que cada
pieza contenga un león y un castillo.” No hay indicación de que alguien
haya resuelto este acertijo, pese a que tiene una solución satisfactoria. Nin-
gún corte puede atravesar un león o un castillo por ninguna parte.

Solución

14. El Acertijo del Cocinero


Sabemos que había un cocinero entre los peregrinos, y que sus servicios
eran a veces sin duda muy requeridos. “Pues sabía asar, freír, hervir, tostar,
cocinar pasteles y condimentar.” Una noche en que los peregrinos se halla-
ban sentados en una hostería campestre, a punto de cenar, el cocinero se
presentó en la cabecera de la mesa, que era presidida por el Hacendado, y
dijo: “Escuchad un momento, mis señores, mientras os formulo un enigma
que, por San Módeno, yo mismo no puedo resolver. Hay once peregrinos
sentados a esta mesa, en la cual se presenta un pastel de carne y una empa-
nada de venado, cada uno de los cuales puede ser dividido parejamente en
cuatro porciones, y no más. Ahora, prestad atención, cinco de los once pe-
regrinos comerían pastel, pero no empanada, mientras que cuatro comerían
la empanada, pero rechazan el pastel. Por otra parte, los dos restantes están
deseosos de comer cualquiera de los dos manjares. Por mi salvación,

― 30 ―
¿puede alguno de vosotros decirme de cuántas maneras distintas podría el
buen Hacendado elegir a quienes dar de comer? Quiero advertir al lector
que si no es cauteloso encontrará, cuando vea la respuesta, que ha errado
en cuarenta, como le sucedió a toda la compañía, con excepción del Estu-
diante de Oxenford, que acertó en forma accidental, al anotar mal una cifra.

Extrañamente, mientras la compañía se devanaba los sesos con este


acertijo, el cocinero les gastó una broma. En medio de sus profundos cavi-
leos y acaloradas discusiones, ¡qué haría el alegre bribón sino llevarse a
hurtadillas tanto el pastel como la empanada! Más tarde, cuando el apetito
les hizo desear la cena, al encontrar que no había nada sobre la mesa, cla-
maron por el cocinero.
“Mis señores”, explicó, “viendo que estabais tan ocupados con el
enigma, los llevé al salón contiguo, donde otros los comieron con apeten-
cia, antes que se hubieran enfriado. Hay excelentes pan y queso en la des-
pensa.”
Solución

15. El Acertijo del Alguacil


El Alguacil, que, según Chaucer, se unió al grupo de peregrinos, era un
oficial cuyo deber era emplazar delincuentes ante las cortes eclesiásticas.

― 31 ―
Más adelante se le conoció como el bedel. Nuestro personaje era un hombre
algo curioso, pero apreciable. “Era tolerante y bonachón; difícilmente en-
contraría alguien un compañero mejor.” Para que el lector pueda identifi-
carlo en la figura, debe acotarse que su particular tocado fue debidamente
registrado por el poeta. “Colocaba una guirnalda en su cabeza, tan grande
como si fuera para adornar un expendio de cerveza.”

Una tarde, diez de los peregrinos se detuvieron en una posada de pueblo


y solicitaron pasar allí la noche, pero el posadero sólo tenía lugar para cinco
de ellos. El Alguacil sugirió que lo echaran a suertes, y como él tenía ex-
periencia en tales asuntos, en la convocatoria de jurados y otras prácticas,
dispuso al grupo en un círculo y propuso un “conteo de descarte”. Siendo
caballeroso por naturaleza, su pequeño plan consistía en arreglar que todos
los hombres quedaran fuera, y dejar alojadas a las damas. Por lo tanto, dio
un número a la Comadre de Bath, y le instruyó que contara alrededor del
círculo, en sentido horario, y la persona sobre la que cayera ese número
quedaría automáticamente fuera del círculo. El conteo comenzaba otra vez

― 32 ―
por la persona siguiente. Pero la mujer malentendió sus directivas, y eligió
por error el número once, y comenzó el conteo consigo misma. Como se
verá, esto dio como resultado que todas las damas quedaran fuera en lugar
de los hombres, ya que cada onceava persona sacada del círculo es una
mujer.
Al día siguiente, el Alguacil dijo a la compañía: “Ciertamente no ha sido
culpa mía, y aquí tenemos, creo yo, un acertijo. ¿Puede alguno de vosotros
decirme qué número debió haber usado la buena Comadre, y por qué pere-
grino debió comenzar su conteo, de manera que nadie más que los cinco
hombres hubieran quedado fuera?” Obviamente el asunto está en averiguar
el menor número que hubiera tenido el efecto deseado.
Solución

16. El Acertijo del Monje

El Monje que iba con la compañía era un gran amante del deporte. “Po-
seía galgos, veloces como pájaros: la cabalgata y la caza de la liebre eran
todo su placer, para lo cual no reparaba en gastos.” Un día se dirigió a los
peregrinos en esta forma: “Hay una pequeña cuestión que supo dejarme
perplejo alguna vez, aunque por cierto no es de gran importancia; aún así,
puede servir para probar el ingenio de vosotros, que tenéis habilidad en

― 33 ―
tales cosas. Nueve perreras tengo para uso de mis canes, colocadas en
forma de un cuadrado, aunque la del centro nunca es usada, por no ser apro-
piada. La prueba consiste en encontrar de cuántas maneras distintas puedo
colocar a mis perros en todas o algunas de las perreras exteriores, de modo
que el número de perros en cada lado del cuadrado sume diez.” Los peque-
ños diagramas muestran cuatro formas de hacerlo, y aunque la cuarta es
meramente un reverso de la tercera, se cuenta como diferente. Puede de-
jarse vacía cualquier perrera. Este acertijo era evidentemente una variación
de aquel antiguo de la Abadesa y sus Monjas.
Solución

17. El Acertijo del Marino

De esta persona se nos dijo: “Conocía bien todos los puertos, de Gotlan-
dia al Cabo Finisterre, y todos los estuarios de Inglaterra y España; su barco
llevaba por nombre Magdalena. El extraño acertijo de navegación que pro-
puso era así:
“He aquí una carta”, declaró el Marino, “de cinco islas, con cuyos habi-
tantes comercio. Cada año mi buen barco navega por cada uno de los diez
rumbos que allí se muestran, pero nunca por el mismo rumbo dos veces en

― 34 ―
un mismo año. ¿Podrá alguno de vosotros decirme en cuántas maneras di-
ferentes puedo yo dirigir los diez viajes anuales del Magdalena, partiendo
siempre de la misma isla?”
Solución

18. El Acertijo de la Priora


La Priora, a quien llamaban Eglantina, es bien recordada a través del
comentario de Chaucer: “Y hablaba un francés elegante, a la manera del
colegio de Stratford — atté-Bow, pues el francés de París le era descono-
cido.” Pero nuestro acertijo tiene más relación con su vestido que con su
carácter y educación. “De allí pendía
un broche de muy brillante oro, so-
bre el que se destacaba una A coro-
nada.” Es este broche el que nos
ocupa, pues cuando le fue solicitado
un acertijo, mostró la joya a la com-
pañía y dijo: “Un hombre letrado de
Normandía me obsequió una vez
este broche como talismán, diciendo
extrañas y místicas cosas acerca de
él, como que tenía una afinidad por
el cuadrado, y otras sabias palabras,
demasiado sutiles para mí. Pero el buen Abad de Chertsey una vez me dijo
que la cruz podía ser hábilmente cortada en cuatro piezas, que al unirse
formarían un cuadrado perfecto; aunque por mi fe os digo que no conozco
el modo de hacerlo.”
Se informa que “los peregrinos no encontraron respuesta a la adivi-
nanza, y el Estudiante de Oxenford pensó que la Priora había sido embau-
cada en este asunto, con lo cual la dama se afligió mucho, pero el gentil
caballero se mofó del pobre estudiante, que no entendía otro de los acerti-
jos, lo cual llenó al joven de vergüenza, y regocijó a la compañía.”
Solución

― 35 ―
19. El Acertijo del Doctor en Medicina

Este Doctor, sabio como era, pues “en todo el mundo nadie había como
él que supiera de pócimas y cirugía,” y “conocía la causa de toda enferme-
dad”, sin embargo no era indiferente al lado más material de la vida. “El
oro es en medicina un gran energizante; por tanto amaba especialmente el
oro.” El problema que propuso el Doctor a los peregrinos reunidos fue éste.
Mostró dos frascos esféricos, como muestra la ilustración, y señaló que
uno tenía exactamente un pie de circunferencia, y el otro dos pies.
“Deseo saber”, dijo el Doctor a la compañía, “las exactas medidas de
otros dos frascos, de forma similar pero de diferente tamaño, que entre sí
puedan contener igual cantidad de líquido que la que contienen estos dos.”
Encontrar las medidas exactas de los valores menores posibles, es una de
las tareas más difíciles que yo haya intentado. Por supuesto se debe pasar
por alto el espesor del vidrio, y el cuello y la base.
Solución

― 36 ―
20. El Acertijo del Labrador

El Labrador, de quien Chaucer señaló, “Un verdadero trabajador y muy


bueno era él, que vivía en paz y caridad perfectas”, se quejó de que los
acertijos no eran para mentes simples como la de él, pero mostraría a los
buenos peregrinos, si así lo deseaban, uno sobre el que había escuchado
discutir a ciertas personas inteligentes de su vecindario: “El señor de la
mansión en la región de Sussex de la que provengo tiene una plantación de
dieciséis buenos robles, y están dispuestos de tal forma que hacen doce filas
con cuatro árboles en cada una. Una vez un hombre de gran sabiduría que
iba de paso por esa zona, dijo que los dieciséis árboles podían haber sido
plantados de manera de formar quince filas rectas con cuatro árboles en
cada una de ellas. ¿Podéis demostrarme cómo esto puede ser? Muchos han
dudado de que sea posible de realizar.” La ilustración muestra una de las
varías maneras de formar las doce filas. ¿Cómo podemos formar quince?
Solución

21. El Acertijo del Hacendado


“Iba con la compañía un Hacendado; su barba era tan blanca como la
nieve.” Chaucer nos dice que era un gran anfitrión y un epicúreo. “Nunca
faltaba en su casa la carne cocida. Siempre había allí tales delicadezas, y
rebosaba de comida y de bebida.” Era un hombre hospitalario y generoso.
“La mesa de su sala, siempre y en todo momento estaba servida.” A pedido

― 37 ―
de los peregrinos, usualmente presidía una de las mesas, como lo vimos en
la ocasión en que el cocinero propuso el problema de los dos pasteles.

Un día, en una posada en las afueras de Canterbury, la compañía le pidió


que planteara el acertijo que le correspondía; por lo que colocó sobre la
mesa dieciséis botellas numeradas del 1 al 15, y la última marcada 0.
“Ahora, mis señores,” dijo, “recordaréis que el buen Estudiante de
Oxenford nos enseñó un acertijo relacionado con el cuadrado mágico. Por
cierto os presentaré otro que puede pareceros de clase similar, aunque
existe poco en común entre ambos. He aquí dieciséis botellas dispuestas en
forma de cuadrado, y os ruego las recoloquéis de tal modo que formen un
cuadrado mágico, todas cuyas diez líneas rectas sumen treinta. Pero prestad
atención, que no podréis mover más de diez de las botellas de sus actuales
ubicaciones, pues aquí está la sutileza de la prueba.” Este es un pequeño
acertijo que puede realizarse convenientemente con 16 fichas numeradas.
Solución

22. El Acertijo del Escudero


El joven Escudero, de veinte años de edad, era el hijo del Caballero, a
quien acompañaba en la histórica peregrinación. Era, indudablemente, lo
que más adelante se conoció como un dandy, pues “su traje estaba bordado,
como una pradera, de flores frescas, blancas y rojas. Todo el día lo pasaba

― 38 ―
cantando o tocando la flauta. Era tan fresco como la primavera.” Como se
podrá ver en la ilustración del N° 25, mientras el Mercero proponía su pro-
blema del triángulo, este joven escudero estaba parado en el fondo, ha-
ciendo algún tipo de dibujo, pues “sabía componer canciones hábilmente,
danzar, hacer buenos retratos y escribir.”
El Caballero se dirigió a él al rato y le dijo: “Hijo mío, ¿qué es eso que
os exige tanto trabajo?”, y el Escudero respondió: “Me he preguntado cómo
puedo realizar de un solo trazo el retrato de nuestro otrora señor soberano,
el Rey Eduardo Tercero, muerto hace ahora diez años. Es un acertijo saber
dónde comienza y dónde finaliza el trazo. A quien lo resuelva primero re-
galaré el retrato.”
Puedo reproducir aquí un facsímil del dibujo original, que fue ganado
por el Hombre de Leyes. Cabe señalarse que la peregrinación partió de
Southwark el 17 de abril de 1387, y Eduardo Tercero murió en 1377.

Solución

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23. El Acertijo del Fraile

El Fraile era un compañero alegre, de voz dulce y ojos brillantes. “Era


gentil y servicial. No existía un hombre más virtuoso.” Sin embargo, él era
“el mejor mendicante de su parroquia”, y daba sus motivos. “Es mejor, por
cierto, en lugar de tanto llanto y plegarias, que los hombres den dinero al
fraile necesitado.” Se llamaba Hubert. Un día enseñó cuatro bolsas de di-
nero y habló así: “Si el pobre fraile recibe como limosna quinientos peni-
ques de plata, os ruego me digáis de cuántas maneras diferentes puede co-
locarlas en las cuatro bolsas.” El buen hombre explicó que el orden no hacía
diferencia (por lo que la distribución 50, 100, 150, 200, sería la misma que
100, 50, 200, 150, o que 200, 50, 100, 150), y que una, dos, o tres de las
bolsas podían quedar vacías en cualquier momento.
Solución

― 40 ―
24. El Acertijo del Párroco
El Párroco era en verdad un hombre bueno y devoto. “Un mejor sacer-
dote, pienso que no lo hay.” Sus virtudes y su caridad le habían ganado el
amor de su rebaño, al que impartía su enseñanza con paciencia y sencillez;
“pero antes la practicaba él mismo.” Así, Chaucer pone cuidado en relata-
mos que "extensa era su Parroquia, y con casas muy distantes, pero nunca
dejó de visitarlas, lloviera o tronara”, y el acertijo del Párroco tenía que ver
con tales visitas parroquiales. Presentó un bosquejo de una parte de su pa-
rroquia, a través de la cual corría un pequeño río que se unía al mar algunos
cientos de millas al sur. Aquí se ve una reproducción del plano.

“He aquí, mis dignos peregrinos, un extraño enigma”, dijo el Párroco.


“Observad que en la ramificación del río hay una isla. Sobre esta isla se
alza mi pobre casa parroquial, y todos vosotros podéis ver los alrededores
de la iglesia del pueblo. Mirad bien, asimismo, que sólo existen ocho puen-
tes, y no más, que cruzan el río en mi parroquia. Camino a la iglesia, acos-
tumbro visitar a varios de mi rebaño, y al hacer esto cruzo todos y cada uno
de los ocho puentes, una y sólo una vez. ¿Puede alguno de vosotros encon-
trar el camino que de esta manera recorro, de la casa a la iglesia, sin salir
de la parroquia? No, no, mis amigos. Nunca cruzo el río en un bote, ni a

― 41 ―
nado, no lo vadeo, no voy bajo tierra como el topo, ni vuelo por el aire
como el águila; sólo cruzo los puentes.” Hay una manera en que el párroco
pudo realizar el curioso trayecto. ¿Puede el lector descubrirla? Al principio
parece imposible, pero las condiciones dejan abierta una vía de solución.
Solución

25. El Acertijo del Mercero

Se hicieron muchos intentos, por mucho tiempo infructuosos, para con-


vencer al Mercero, que era de la partida, de que propusiera un acertijo de
algún tipo. Al fin, en una de las paradas de los peregrinos, dijo que les
enseñaría algo que “les retorcería el cerebro como se retuerce la cuerda de
una campana”. De hecho, estaba gastándoles una broma, pues él ignoraba
si existía una respuesta al acertijo que les presentaba. Enseñó un trozo de
tela con forma de triángulo equilátero perfecto, como se ve en la ilustración

― 42 ―
y dijo: “¿Es alguno de vosotros diestro en el corte de género? Estimo que
no. Cada hombre a su oficio, y el estudioso puede aprender del lacayo, y el
sabio del necio. Mostradme, pues, si podéis, de qué manera puede cortarse
este trozo de género en cuatro piezas, para que puedan reunirse y formar
un cuadrado perfecto.”
Bien, algunos de los más avezados de la compañía encontraron el modo
de realizarlo en cinco piezas, pero no así en cuatro. Mas cuando presionaron
al Mercero para que les diera la solución correcta, tuvo que admitir, luego
de varias evasivas, que no conocía la manera de hacerlo en ningún número
de piezas. “Por San Francisco,” dijo, “cualquier bribón puede, creo yo, pro-
poner un acertijo, pero es para los conocedores el resolverlo.” Gracias a
esto, se salvó por poco de una golpiza. Pero el punto curioso es que yo he
encontrado que de hecho puede resolverse con sólo cuatro piezas, y sin
revertir ninguna al unirlas. El método de hacerlo es sutil, pero pienso que
el lector encontrará que es un problema muy interesante.
Solución

26. El Acertijo del Tintorero


Uno de los peregrinos era un Tintorero, pero Chaucer nada nos dice de
él, ya que los Cuentos están incompletos. Todo el tiempo el grupo presionó
a este individuo para que presentara un acertijo de alguna clase, pero sin
éxito. El pobre hombre intentó lo mejor que pudo seguir el ejemplo de sus
amigos, el Tapicero, el Tejedor y el Mercero, pero la idea necesaria no apa-
recía, por más que exprimiera su cerebro. Sin embargo, todo llega a quien
espera —y persevera— y una mañana anunció, en estado de considerable
excitación, que tenía un acertijo para exponerles. Les enseñó un trozo cua-
drado de seda sobre el cual estaban bordadas en líneas un número de flores
de lis, como muestra la ilustración.
“Señores,” dijo el Tintorero, “atended ahora a mi enigma. Desde que fui
despertado al amanecer por el canto del gallo — por cuyo estrépito nada
bueno deseo a nuestro anfitrión— he buscado una respuesta al problema, y
por San Bernardo que no la he hallado. He aquí sesenta y cuatro flores de
lis, y la cuestión consiste en ver cómo puedo retirar seis de ellas, de modo
que aún quede una cantidad par de flores en cada hilera y columna.”

― 43 ―
El Tintorero se sonrojó cuando cada integrante de la compañía mostró,
sin ninguna dificultad y cada uno de un modo diferente, cómo podía esto
hacerse. Pero el buen Estudiante de Oxenford fue visto susurrándole algo
al Tintorero, que agregó: “¡Esperad, mis señores! Lo que os he dicho no es
todo. ¡Debéis averiguar en cuántas maneras diferentes puede eso hacerse!”
Todos concordaron en que esto ya era otro asunto. Y sólo unos pocos ob-
tuvieron la respuesta correcta.
Solución

27. La Gran Polémica entre el Fraile y el Alguacil


Chaucer registra el doloroso hecho de que la armonía de la peregrina-
ción era en ocasiones quebrantada por las disputas entre el Fraile y el Al-
guacil. En una oportunidad este último amenazó con que antes de que lle-
garan a Sittingbourne haría que “el corazón del Fraile fuera objeto de com-
pasión”; pero el buen Posadero intervino y logró una tregua temporaria.
Desafortunadamente los problemas resurgieron, acerca de una muy curiosa
polémica que relato:

― 44 ―
En una etapa de la jomada, el camino corría por dos lados de un campo
perfectamente cuadrado, y algunos de los peregrinos insistieron, a pesar de
la transgresión, en atravesarlo de esquina a esquina, como se los ve hacién-
dolo en la ilustración. Entonces el Fraile asombró a la compañía declarando
que no había necesidad de la transgresión, ¡ya que un camino tenía exacta-
mente la misma longitud que el otro! “¡Por mi fe, entonces,” exclamó el
Alguacil, “que sois muy tonto!” “¡No!,” replicó el Fraile, “si la compañía
escucha con paciencia, prontamente les demostraré cómo el tonto sois vos,
pues no tenéis el ingenio suficiente en vuestro pobre cerebro como para
probar que la diagonal de cualquier cuadrado es menor que dos de sus la-
dos.” Si el lector observa los diagramas que hemos proporcionado, podrá
seguir el argumento del Fraile. Si suponemos que el lado del campo mide
100 yardas, entonces la distancia a lo largo de ambos lados, de A a B y de
B a C, será de 200 yardas. El Fraile se puso a probar que la longitud de la
diagonal de A a C era también de 200 yardas. Bien, si tomamos el camino
diagonal que se muestra en la Fig. 1, es evidente que recorreremos la misma
distancia, pues cada una de las ocho porciones rectas de este camino mide
exactamente 25 yardas. Similarmente, en la Fig. 2, el zigzag contiene diez

― 45 ―
porciones rectas, cada una de 20 yardas: este camino también mide 200
yardas. No importa cuántos escalones hagamos en nuestro camino en zig-
zag, el resultado es, con seguridad, siempre el mismo. Así, en la Fig. 3, los
escalones son muy pequeños y, con todo, la distancia debe ser de 200 yar-
das, como también es el caso en la Fig. 4, y todavía lo sería aunque necesi-
táramos un microscopio para detectar los escalones. De esta forma, argu-
mentó el Fraile, podemos seguir enderezando este camino en zigzag hasta
llegar a una perfecta línea recta, de lo que se concluye que la diagonal de
un cuadrado mide exactamente lo mismo que dos de sus lados.

Ahora, a simple vista, esto debe estar mal; y es de hecho absurdamente


así, ya que podemos probarlo enseguida midiéndolo, si tenemos alguna
duda. Sin embargo, el Alguacil por nada en el mundo pudo revelar la fala-
cia, y desbaratar en consecuencia el razonamiento del Fraile. Esto fue lo
que más lo exasperó y, como hacemos muchos de nosotros hoy en día
cuando nos enroscamos en una discusión, simplemente se enfureció y optó
por la violencia. De hecho, si algunos de los otros peregrinos no hubieran
intervenido, indudablemente se hubieran tomado a golpes. Quizás el lector
encuentre enseguida la falla en el argumento del Fraile.
Solución

― 46 ―
28. El Acertijo de Chaucer
Chaucer mismo acompañaba a los peregrinos. Como era un matemático
y un hombre de hábito pensativo, nos cuenta que el Posadero se burlaba de
él, diciendo: “Parece como si fuerais a encontrar una liebre, ya que mirando
el suelo os hallo siempre.” El poeta respondió a la solicitud de los peregri-
nos de un cuento, acometiendo un poema largo y absurdo, que ridiculizaba
los romances populares de moda, en cuya vigesimosegunda estrofa la com-
pañía se negó a seguir escuchando, y lo indujo a comenzar otro cuento en
prosa. Un hecho interesante es que en el “Prólogo del Párroco” Chaucer
presenta un pequeño problema astrológico. En español moderno, se puede
decir de la siguiente forma:

“El sol había descendido tanto, que a mi ver su altitud no era superior a
los veintinueve grados. Calculo que serían las cuatro en punto, pues, dado
que mi estatura es de seis pies, mi sombra era de más o menos once pies.
Al mismo tiempo, la altitud de la luna (en la mitad de Libra) aumentaba
progresivamente cuando entramos por el extremo occidental del pueblo.”
Un corresponsal se ha tomado el trabajo de descifrar esto, y llegó a la con-
clusión de que la hora local era las 3.58 PM, con aproximación al minuto,

― 47 ―
y que el día del año, en términos modernos, sería el 22 o 23 de abril. Esto
habla en favor de la precisión de Chaucer, ya que la primera línea de los
Cuentos nos dice que la peregrinación fue en abril —se supone que partie-
ron el 17 de abril de 1387, como se establece en el N° 22.
Aunque Chaucer preparó este pequeño acertijo y lo registró para interés
de sus lectores, no osó plantearlo a sus compañeros peregrinos. El acertijo
que les presentó fue de naturaleza más sencilla: puede llamarse un acertijo
geográfico. “Cuando en el año 1372 me dirigí a Italia como enviado de
nuestro soberano señor, el Rey Eduardo Tercero, y visité en esa tierra a
Francisco Petrarca, el erudito poeta me condujo a la cima de cierta montaña
de su país. Es cierto, como él me demostró, que un jarro contendrá menos
licor en la cima de esta montaña que en el valle a sus pies. Os ruego me
digáis qué montaña puede ser ésta, que posee tan curiosa propiedad.” Un
conocimiento muy elemental de geografía bastará para llegar a la solución
correcta.
Solución

29. El Acertijo del Paje del Canónigo


Esta persona se unió al grupo
durante el viaje. “¡Dios bendiga a
esta alegre compañía!”, exclamó.
“He cabalgado de- prisa por vues-
tra causa, y por esto espero que me
aceptéis entre vosotros.” Por su-
puesto, se le solicitó que entretu-
viera a los peregrinos con un acer-
tijo, y el que propuso fue el si-
guiente. Les mostró la disposición
de letras en forma de diamante que
se observa en la ilustración, y dijo:
“He dado en llamarla la adivinanza del ‘cazador de ratas’. ¿De cuántas di-
ferentes maneras podéis leer las palabras ‘Was it a rat I saw?’ (¿Es una rata
lo que vi?)”. Se puede seguir cualquier dirección, para atrás o para adelante,

― 48 ―
hacia arriba o hacia abajo, sólo que las letras sucesivas en cualquier lectura
deben ser adyacentes.
Solución

30. El Acertijo del Mayordomo


El Mayordomo era un empleado cuya tarea consistía en comprar provi-
siones para un Mesón de la Corte —como el Temple. Este individuo espe-
cial que acompañaba al grupo era un hombre astuto que servía a más de
treinta señores, y burlaba a todos ellos. Sin embargo, era un hombre “a
quien todos los compradores debían tomar como ejemplo de sabiduría en
la adquisición de sus provisiones.”

Sucedió que en cierta etapa del viaje, el Molinero y el Tejedor se senta-


ron a tomar una pequeña merienda. El Molinero sacó cinco hogazas de pan,
y el Tejedor tres. El Mayordomo se les acercó, y solicitó permiso para co-
mer con ellos, a lo cual accedieron. Cuando el Mayordomo hubo comido,
depositó ocho monedas, y dijo sonriendo socarronamente: “Arreglad entre

― 49 ―
vosotros cómo debe dividirse el dinero en forma justa. Es una adivinanza
para vuestros ingenios.”
A esto siguió una discusión, y muchos de los peregrinos se unieron a
ella. El Magistrado y el Alguacil sostenían que el Molinero debería recibir
cinco piezas y el Tejedor tres; el ingenuo Labrador fue ridiculizado por
sugerir que el Molinero debía recibir siete y el Tejedor una, mientras que
el Carpintero, el Monje y el Cocinero insistían en que el dinero debía re-
partirse en partes iguales entre ambos. Se sostuvieron otras opiniones con
considerable vigor, hasta que finalmente se decidió que el Mayordomo,
como experto en tales asuntos, debía establecerlo. Su decisión fue bien co-
rrecta. ¿Cuál fue? Por supuesto, se supone que los tres hombres comieron
porciones iguales de pan.
Solución

― 50 ―
PASATIEMPOS EN EL CASTILLO DE SOLVAMHALL

Cualquiera que haya oído hablar del Castillo de Solvamhall y de las cu-
riosas costumbres y ceremonias que allí tenían lugar antiguamente, estará
familiarizado con el hecho de que Sir Hugh de Fortibus era amante de toda
clase de acertijos y problemas de ingenio. El mismo Sir Robert de Riddles-
dale declaró una vez: “Por los huesos de San Jingo, este Sir Hugh posee un
ingenio agudo. Ciertamente no sé de ningún enigma que él no pueda des-
entrañar a la perfección.” Me da, por lo tanto, una gran satisfacción el re-
ciente descubrimiento de antiguos rollos y documentos que conciernen
principalmente a la familia de De Fortibus, que me permite presentar algu-
nos de los problemas que estrujaban los cerebros de las personas en los
viejos buenos tiempos. La selección ha sido efectuada para satisfacer todos
los gustos, y mientras la mayoría de ellos resultarán lo suficientemente sen-
cillos como para interesar a aquellos que disfrutan de un acertijo que es un
acertijo, pero que está al alcance de todos, he incluido dos que quizás sean
dignos de la atención de los aficionados más avanzados en estas cosas.

― 51 ―
31. El Juego de Pelota Bandy
El juego de bandy, cambuc o goff (tan conocido hoy día por el nombre
de golf) es muy antiguo, y era favorito en el Castillo de Solvamhall. El
mismo Sir Hugh de Fortibus era un experto en este juego, y una vez pro-
puso esta cuestión.
Había nueve hoyos, a distancias de 300, 250, 200, 325, 275, 350, 225,
375 y 400 yardas. Si un hombre pudiera lanzar siempre la pelota en línea
perfectamente recta, y enviarla exactamente a una de dos distancias dadas,
de forma que la pelota se acercara al hoyo, o bien pasara sobre él o bien
cayera dentro, ¿cuáles serían las dos distancias que lo harían recorrer todo
el campo de juego en la menor cantidad de jugadas?
“Os aseguro,” decía Sir Hugh, “que no conozco a nadie que pueda poner
esto en práctica, sin embargo, es un buen interrogante”.
Dos distancias muy buenas son 125 y 75, que harán el recorrido en 28
golpes; pero esta no es la respuesta correcta. ¿Puede el lector hacer el reco-
rrido en menos golpes, con otras dos distancias?
Solución

32. Ensartar el Anillo


Otro deporte favorito en el castillo era ensartar el anillo. Se aseguraba
una barra horizontal a un poste, y en el extremo de un soporte colgaba un
anillo circular, como muestra la ilustración del título. El anillo podía ser
ajustado a la altura correcta, levantando o bajando la barra, generalmente a
nivel de la ceja izquierda del jinete. El objeto era cabalgar raudamente unos
ochenta pasos, y ensartar la lanza dentro del anillo, el cual se desprendía
fácilmente y quedaba en la lanza como propiedad del hábil ganador. Era
una proeza muy difícil, y los caballeros se enorgullecían de los anillos que
habían logrado obtener.
En un torneo en el castillo, Henry de Gournay derrotó a Stephen Malet
por seis anillos. Ambos hicieron confeccionar cadenas con sus anillos — la
cadena de De Gournay medía exactamente dieciséis pulgadas de largo, y la
de Malet seis pulgadas. Ahora bien, dado que los anillos eran todos del
mismo tamaño y de metal de media pulgada de espesor, el pequeño acertijo

― 52 ―
propuesto por Sir Hugh era descubrir exactamente cuántos anillos había
ganado cada uno.
Solución

33. La Noble Damisela


Sentados una noche en la sala del castillo, Sir Hugh pidió que la com-
pañía llenara sus copas y escuchara mientras relataba cómo, siendo un jo-
ven, había rescatado de su cautiverio a una noble damisela que languidecía
en un calabozo del castillo del peor enemigo de su padre. El cuento era
apasionante, y cuando relató el escape final de todos los peligros y horrores
de la Mazmorra Calavera con la
hermosa pero desvanecida donce-
lla en sus brazos, todos exclama-
ron: “¡Qué coraje!”
Entonces Sir Hugh dibujó un
diagrama de los treinta y cinco ca-
labozos de la mazmorra, e instó a
sus compañeros a que descubrie-
ran el calabozo específico que
ocupaba la damisela. Explicó que
si comenzaban por uno de los ca-
labozos exteriores y atravesaban
todas las aberturas, una vez, y sólo
una, acabarían forzosamente en la celda requerida. ¿Pueden ustedes encon-
trarla? Salvo que comiencen por el calabozo exterior correcto, es imposible
atravesar todas las puertas una vez y sólo una. Intenten trazar la ruta con un
lápiz.
Solución

34. El Blanco de Arquería


El disco o blanco que se utilizaba en Solvamhall para arquería no estaba
marcado con círculos concéntricos como hoy en día, sino que estaba pre-
parado con fantasiosos diseños. En la ilustración podemos ver un blanco

― 53 ―
numerado, preparado por el mismo Sir Hugh. Es bastante curioso, pues se
encontrará que dispuso los números con tanta astucia, que cada una de las
doce líneas de tres suma veintidós.
Un día en que los arqueros estaban algo cansados de su deporte, Sir
Hugh de Fortibus dijo: “¡Ah, mis alegres arqueros! Cierto es cuando dicen
que el proyectil de un tonto se dispara prontamente, pero por mi fe os digo,
no sé de ninguno de vosotros que pueda realizar lo que ahora os propongo.
Recolocad los números de este tablero de forma que sus doce líneas sumen
veintitrés en lugar de veintidós.”
Se verá que disponer los números del 1 al 19 para que todas las líneas
sumen veintitrés es un fascinante acertijo. La mitad de las líneas son, ob-
viamente, laterales, mientras que el resto convergen en el centro.

Solución

35. La Ventana de la Mazmorra


Cierta vez Sir Hugh sorprendió en gran forma a su maestro de obras.
Llevó a este apreciable hombre a la mazmorra de la torre, y le señaló una
ventana.

― 54 ―
“Creo,” le dijo, “que vuestra ventana es cuadrada, y mide en su interior
un pie por lado, y está dividida por las estrechas barras en cuatro luces, que
miden medio pie por cada lado.”
“Así es en efecto, Sir Hugh.”
“Entonces, deseo que haga otra ventana, a mayor altura, cuyos cuatro
lados también midan un pie, pero que esté dividida en ocho luces, cuyos
lados también sean todos iguales.” “De verdad, Sir Hugh,” exclamó el sor-
prendido constructor, “que no sé cómo puede realizarse esto.”
“¡Cielos!”, exclamó de Fortibus con ira fingida, “¡ordenad que se lleve
a cabo de inmediato! Consideraré que vuestro arte es una simple artesanía
si no podéis, en verdad, colocar tal ventana en una pared.”
Debe notarse que Sir Hugh ignora el espesor de las barras.

Solución

36. La Media Luna y la Cruz


Cuando Sir John de Collingham, pariente de Sir Hugh, regresó de la
Tierra Santa, trajo consigo una bandera que llevaba como signo una Media
Luna, como se ve en la ilustración. De Fortibus pasaba mucho tiempo exa-

― 55 ―
minando la media luna, y comparándola con la cruz que ostentaban los Cru-
zados en su propio estandarte. Un día, en presencia de una buena compañía,
realizó el siguiente asombroso anuncio:

“He estado pensando mucho últimamente, mis señores, acerca de la con-


versión de la media luna en la cruz, y esto me ha llevado al descubrimiento
de hechos que me maravillan grandemente, pues lo que ahora os haré co-
nocer es de esencia mística y profunda. En un sueño me fue mostrado que
esta media luna del enemigo puede ser convertida exactamente en la cruz
de nuestra propia bandera. Este es un buen presagio para nuestras guerras
en la Tierra Santa.”
Sir Hugh de Fortibus luego explicó que la media luna de una bandera
podía ser recortada en pedazos para formar la cruz de la otra. Es ciertamente
bastante curioso, y yo demuestro cómo puede realizarse la conversión de la
media luna en la cruz, en diez pedazos, utilizando cada parte de la media
luna. La bandera era igual de ambas caras, por lo que las piezas pueden
revertirse si es necesario.
Solución

37. El Amuleto
Un hombre extraño fue encontrado un día vagando por los jardines del
castillo, y los guardias, viendo que su acento era extranjero, sospecharon

― 56 ―
que era un espía. De modo que el sujeto fue llevado ante Sir Hugh, quien
no pudo deducir de quién se trataba. Ordenó que se lo llevaran y lo exami-
naran, de modo de descubrir si escondía alguna carta secreta. Todo lo que
descubrieron fue un trozo de pergamino sujeto a su cuello, que tenía esta
misteriosa inscripción:

Hoy en día sabemos que Abracadabra era el dios supremo de los Asirios,
y esta curiosa disposición de las letras de la palabra era comúnmente usada
en Europa como amuleto o talismán contra las enfermedades. Pero Sir
Hugh nunca había oído hablar de él, y observando gravemente el docu-
mento, envió a buscar a un monje erudito.
“Os ruego, Sir Clerk; mostradme el sentido verdadero de esta extraña
inscripción.”
“Sir Hugh,” replicó el santo hombre, luego de hablar con el extraño en
una lengua foránea, “es sólo un amuleto que este pobre hombre utiliza para
ahuyentar la fiebre, el dolor de muelas y otras tales afecciones del cuerpo.”
“Entonces,” dijo Sir Hugh, “dad al hombre alimentos y vestido, y de-
jadlo ir. Mientras tanto, ¿podéis decirme de cuántas formas puede leerse
esta palabra Abracadabra’ en el amuleto, siempre comenzando por la A de
la punta superior?” Coloque un lápiz en la A de la punta y cuente de cuántas
maneras puede trazar la palabra hacia abajo, siempre pasando de una letra
a otra adyacente.
Solución

38. El Alhajero de Lady Isabel


La joven prima y pupila de Sir Hugh, Lady Isabel de Fitzarnulph, era
ampliamente conocida como “Isabel la Bella”. Entre tus tesoros había un

― 57 ―
alhajero, cuya tapa era perfectamente cuadrada. Tenía incrustados trozos
de madera y una banda de oro de diez pulgadas de largo por un cuarto de
pulgada de ancho.

A los jóvenes que solicitaban la mano de Lady Isabel, Sir Hugh prome-
tía su consentimiento si podían estipular las dimensiones de la tapa con sólo
estos datos: que existía una banda de oro de diez pulgadas por 1/4 de pul-
gada, y el resto de la superficie estaba incrustada con trozos de madera,
cada uno de los cuales era un cuadrado perfecto, pero todos eran de dife-
rentes tamaños. Muchos jóvenes fallaron, pero al fin uno tuvo éxito. Este
no es un acertijo fácil, pero las dimensiones de la banda de oro, combinadas
con las otras condiciones dadas, ciertamente determinan el tamaño de la
tapa del alhajero.
Solución

― 58 ―
LOS ALEGRES MONJES DE RIDDLEWELL

Sus curiosos acertijos y enigmas

“Fray Andrés,” musitó el Lord Abad en su lecho de moribundo, “pienso


que podría ahora resolver la adivinanza de adivinanzas... si dispusiera... de
tiempo... y...” El buen fraile acercó su oído a los labios del santo Abad, pero
¡ay! se habían silenciado para siempre. Así se extinguió la vida del jovial y
muy amado Abad del viejo monasterio de Riddlewell.
Los monjes de la Abadía de Riddlewell eran famosos en su época por
los curiosos enigmas y acertijos que solían proponer. I-a Abadía fue cons-
truida en el siglo catorce, cerca de un arroyo sagrado llamado Red-hill
Well. Esto se transformó localmente en Reddlewell y Riddlewell, y bajo el
Lord Abad David los monjes evidentemente intentaban justificar esta úl-
tima versión a través de las adivinanzas que tan bien proponían.2 La reso-
lución de acertijos se transformó en el entretenimiento favorito, sin impor-
tar que fueran de tipo metafísico, filosófico, matemático o mecánico. Se
volvió en ellos una pasión absorbente, y en el caso del Abad, como antes
se demostró, esta pasión fue poderosa aún en la muerte.

2 Red-hill Well: Manantial de la Montaña Roja. Riddle: Adivinanza, enigma / Well: bien.

― 59 ―
Parecería que las palabras “acertijo”, “problema”, “enigma”, etc., no fi-
guraran en su vocabulario. Acostumbraban llamar “adivinanzas” a todas
las interrogantes, ya sea que tomaran la forma de “¿Dónde estaba Moisés
cuando se apagó la luz?" o de cuadrar el círculo. Sobre una de las paredes
del refectorio estaban inscritas las palabras de Sansón: “Ahora os formularé
una adivinanza”, para recordar a los hermanos lo que de ellos se esperaba,
y la regla era que cada monje debía proponer, a su tumo, una adivinanza
por semana a la comunidad, estando los otros en libertad de coronarla con
otra, si así lo deseaban. Sólo se han conservado unas pocas de las adivinan-
zas de la Abadía, y me propongo seleccionar aquellas que me parecen más
interesantes. Intentaré presentar las condiciones de los acertijos lo más cla-
ramente posible, de forma que el lector moderno pueda comprenderlas per-
fectamente, y entretenerse en intentar encontrar algunas de las soluciones.

39. La Adivinanza del Estanque de Peces

Al pie del prado de la Abadía había un pequeño estanque de peces, en


donde los monjes acostumbraban pasar muchas horas de contemplación

― 60 ―
con la caña de pescar. Un día en que tuvieron muy mala suerte y sólo atra-
paron doce pescados entre todos, el Hermano Jonathan de pronto declaró
que ya que no había deporte ese día, les propondría una adivinanza para su
entretenimiento. Entonces tomó doce canastos de peces y los colocó a igual
distancia alrededor del estanque, como se muestra en la Ilustración, con un
pescado dentro de cada canasto.
“Ahora, gentiles pescadores,” les dijo, “resolved para mí esta adivi-
nanza de los Doce Peces. Comenzad por el canasto que gustéis y, siempre
yendo en la misma dirección alrededor del estanque, tomad un pez, pasadlo
por sobre otros dos peces, y colocadlo en el canasto siguiente. Hacedlo
nuevamente, tomad un pez, y habiéndolo pasado por sobre otros dos, colo-
cadlo en un canasto; y así en más. Sólo debéis mover seis peces, y cuando
éstos hayan sido recolocados, debería haber dos peces en cada uno de seis
canastos, y seis canastos vacíos. ¿Cuál de vosotros, alegres criaturas, podrá
realizar esto de forma de caminar alrededor del estanque la menor cantidad
de veces posible?”
Explicaré al lector que no importa si los dos peces sobre los que se pasa
están en uno o dos canastos, ni tampoco cuántos canastos vacíos se saltean.
Y, como dijo el Hermano Jonathan, siempre hay que ir en una misma di-
rección alrededor del estanque (sin volver atrás), y culminar en el punto por
donde se comenzó.
Solución

40. La Adivinanza de los Peregrinos


Un día, mientras los monjes estaban merendando, el Abad anunció que
un mensajero había traído esa mañana la noticia de que un grupo de pere-
grinos estaba en camino, y requerirían su hospitalidad.
“Los situaréis en la casa cuadrada, que es de dos pisos y tiene ocho ha-
bitaciones en cada piso”, les dijo. “Once personas deberán dormir de cada
lado del edificio, y en el piso superior se alojará el doble de personas que
en el inferior. Obviamente, todos los cuartos deberán estar ocupados, y ya
conocéis mi regla de que no ocupen el mismo cuarto más de tres personas.”
Reproduzco aquí un plano de los dos pisos, en el cual se observa que los
dieciséis cuartos están comunicados por una escalera en el centro. Cuando

― 61 ―
los monjes hubieron resuelto el pequeño problema y dispusieron los luga-
res, llegaron los peregrinos, y se encontraron con que había tres personas
más de las que en un principio se anunció. Esto forzó una reconsideración
del problema, pero los astutos monjes pudieron resolver la nueva dificultad,
sin quebrar las reglas del Abad. El asunto es descubrir el número total de
peregrinos.

Solución

41. La Adivinanza del Hogar Embaldosado


Parece ser que fue Fray Andrés quien primero logró “resolver la adivi-
nanza del Hogar Embaldosado”. Sin embargo, era un acertijo bastante sen-
cillo. El hogar cuadrado en el que encendían el fuego de Nochebuena y
alrededor del cual mantenían sus alegres jaranas, estaba embaldosado con
dieciséis mosaicos ornamentales. Cuando éstos se hubieron rajado y que-
mado por el calor del gran fuego, se decidió colocar nuevos mosaicos, que
debían elegirse de cuatro diseños diferentes (la Cruz, la Flor de Lis, el León
y la Estrella); pero también había mosaicos lisos disponibles. El Abad pro-
puso que se colocaran como muestra nuestro esquema, sin ningún mosaico,
liso, pero el Hermano Ricardo interrumpió:
“Pienso, mi Lord Abad, que hoy me es requerida una adivinanza. Aten-
ded, entonces, a esta que formularé. Colocad estos dieciséis mosaicos de
tal forma que ninguno quede alineado con otro de igual diseño” —(quiso

― 62 ―
decir, por supuesto, que no se alinearan ni horizontal, ni vertical ni diago-
nalmente)— “y de manera que se requiera la menor cantidad posible de
mosaicos lisos.” Cuando los monjes entregaron sus proyectos, se encontró
que sólo Fray Andrés había encontrado la solución correcta; aun el mismo
Fray Ricardo había errado. Todos habían utilizado demasiados mosaicos
lisos.

Solución

42. La Adivinanza del Vino Tinto


Una noche, sentados a la mesa, el Abad urgió al Hermano Benjamín que
propusiera la adivinanza que de él se esperaba ese día.
“Por cierto”, dijo, “que no soy bueno para inventar adivinanzas, como
vosotros bien sabéis, mas he estado atormentando a mi pobre cerebro con
una cuestión que confío alguno de vosotros podrá explicarme, ya que yo no
lo he logrado. Es ésta. Observad que sirvo un vaso del buen tinto de esta
botella, que contiene una pinta de vino, y lo vuelco en esa jarra, que con-
tiene una pinta de agua, Y ahora lleno el vaso con la mezcla de la jarra y lo
vuelvo a verter en la botella que contiene el vino. Os ruego me digáis, ¿ha
quedado más vino en la jarra que agua en la botella?, ¿o ha quedado más
agua en la botella que vino en la jarra?”.

― 63 ―
Sospecho que los monjes estuvieron por este pequeño acertijo más cerca
de una gran discusión de lo que nunca habían estado. Un hermano llegó a
descontrolarse al punto de decir a su vecino que “más vino había entrado
en su seso que el ingenio que de allí hubo salido”, mientras que otro soste-
nía ruidosamente que todo dependía de la forma del vaso y de la edad del
vino. Pero el Lord Abad intervino, les demostró lo sencilla que en realidad
era la cuestión, y restauró los buenos ánimos de todos.
Solución

43. La Adivinanza del Despensero


El Abad David los miró gravemente y dijo que este incidente le recor-
daba el doloroso hecho de que Juan el Despensero había sido pillado ro-
bando del casco del mejor Malvoisie que se reservaba para ocasiones espe-
ciales. Ordenó que fuera traído a su presencia.

“Ahora, pillo”, dijo el Abad cuando el despensero, sonrojado, vino a él,


“tú sabes que fuiste encontrado esta mañana en el momento en que sustraías
buen vino que te era prohibido. ¿Qué puedes decir para alivianar tu culpa?”
“Os ruego, mi Lord Abad, ¡perdonadme!”, exclamó cayendo de rodillas.
“Cierto es que el Demonio vino a mí y me tentó, y el casco estaba tan cerca,

― 64 ―
y el vino era tan bueno —y había tomado de él tantas veces, sin ser pillado,
y...”
“¡Bribón! Eso sólo agrava tu falta. ¿Cuánto vino has tomado?”
“¡Maldigo el día! Había cien pintas en el casco al principio, y yo he
tomado una pinta cada día de este mes de junio —siendo hoy el trigésimo
día de dicho mes— y si mi Lord Abad me ordena establecer con la mayor
precisión cuánto buen vino he tomado en total, entonces que me castigue
como merezco.”
“Pero, hombre, eso son treinta pintas.”
“No, no, pues cada vez que yo tomaba una pinta del casco, volcaba en
él una pinta de agua en su lugar.”
Un hecho curioso es que esta es la única adivinanza del viejo registro
que no va acompañada de su solución. ¿Es posible que haya resultado de-
masiado difícil para los monjes? Sólo hay una nota que dice: “Juan no su-
frió castigo alguno por su triste falta.”
Solución

44. La Adivinanza de los Cruzados

En otra ocasión, cierto caballero, Sir Ralph de Bohun, fue huésped de


los monjes en la Abadía de Riddlewell. Hacia el final de una suntuosa cena,
habló así:

― 65 ―
“Mi Lord Abad, sabiendo bien que las adivinanzas os son muy atracti-
vas, con vuestro permiso, formularé una que me fue enseñada en tierras
extranjeras. Un cuerpo de cruzados se dirigió a combatir por la buena causa,
y su número era tal que podían formarse en un cuadrado. Pero en el camino
un extraño tomó armas y se les unió, y entonces debieron formar exacta-
mente trece cuadrados menores iguales. Os ruego me digáis, alegres mon-
jes, ¿cuántos hombres fueron a la batalla?”
El Abad David apartó su plato de pastel de carne y realizó unos pocos
cálculos rápidos.
“Señor Caballero,” dijo al fin, “la adivinanza es fácil de desentrañar. Al
comienzo había 324 hombres, que formarían un cuadrado de 18 por 18, y
luego 325 hombres harían 13 cuadrados de 25 cruzados cada uno. Pero
¿quién de vosotros me dirá cuántos hombres hubiera habido si, en lugar de
13 se hubieran podido formar 113 cuadrados, en condiciones exactamente
iguales?
Los monjes se dieron por vencidos, pero el Abad les mostró la solución
a la mañana siguiente.
Solución

45. La Adivinanza de St. Edmondsbury


“En St. Edmondsbury solía relatarse,” dijo otra vez el Padre Pedro, “que
hace muchos años tuvieron tal invasión de ratones, que el buen abad dio
orden de que se trajeran todos los gatos de la región para exterminar la
plaga. Se llevó un registro, y a fin de año se observó que todos los gatos
habían atrapado igual número de ratones, y el total era exactamente
1.111.111 ratones. ¿Cuántos gatos creéis que había?”
“Yo pienso que un solo gato los mató a todos”, dijo el Hermano Benja-
mín.
“¡Dejaos de chanzas, hermano! He dicho ‘gatos’.”
“Bien, entonces”, insistió Benjamín, “quizás había 1.111.111 gatos, y
cada uno mató un ratón.”
“No”, replicó el Padre Pedro, cuando cesó la risa jovial de los monjes.
“He dicho ‘ratones’, y todo lo que deseo agregar es esto: cada gato mató un
número de ratones mayor a los gatos que había. Me han dicho que es una

― 66 ―
simple cuestión de división de números, pero yo no conozco la solución a
esta adivinanza.”
La respuesta correcta fue registrada, pero no se demuestra cómo llega-
ron a ella.
Solución

46. La Adivinanza del Aro de la Rana


Una Navidad el Abad ofreció como premio un gran jarro de plata sobre
el que se grabaría el nombre del monje que propusiera la mejor adivinanza
original. Este torneo de ingenio fue ganado por el Hermano Benito, quien
curiosamente nunca antes ni después consiguió aportar algo que no provo-
cara la mofa de sus hermanos. Se llamaba “El Aro de la Rana”.

Se dibujó con tiza un aro en el piso de la sala, y se dividió en trece


compartimientos, sobre los cuales se colocaron doce discos de madera (lla-
mados “ranas”), en el orden que muestra nuestra ilustración, dejando un
lugar vacío. Los números de uno a seis estaban pintados en color blanco, y
los de 7 a 12 en negro. El acertijo consistía en colocar todos los números
blancos en los lugares en que estaban los negros, y viceversa. Los números
blancos giran en una dirección, y los negros en la opuesta. Pueden moverse

― 67 ―
en cualquier orden, a razón de un espacio por vez, o saltando sobre uno del
color opuesto, hacia el espacio siguiente, tal como se da hoy en el juego de
damas. La única condición es que cuando todas las ranas hayan cambiado
de lugar, el número 1 debe quedar donde ahora está el 12, y el 12 en el lugar
que ahora ocupa el 1. Debía realizarse en la menor cantidad de jugadas
posible. ¿Cuántas jugadas son necesarias?
Concluiré con las palabras del viejo escritor: “Estas son algunas de las
adivinanzas que los monjes de Riddlewell se proponían y enseñaban unos
a otros en los alegres días del buen Abad David.”
Solución

― 68 ―
LA EXTRAÑA FUGA DEL BUFÓN DEL REY

Una Aventura Enigmática

Hubo una época en la que gozaba yo del favor del rey, y su Majestad
nunca parecía cansarse de la compañía del bufón de la corte. Tenía yo el
don de inventar adivinanzas y curiosos acertijos que a menudo causaban
gran regocijo; aun siendo que el rey nunca pudo encontrar la respuesta co-
rrecta a uno solo de esos problemas, sin embargo disfrutaba enormemente
con la desazón de quienes le rodeaban.
Pero zapatero a tus zapatos; pues cuando me propuse aprender el arte de
realizar extraños trucos de magia, en los cuales la mano siempre engaña al
ojo, el rey se asustó, y me acusó de brujo, ordenando que se me diera
muerte. Afortunadamente, mi ingenio me salvó la vida. Rogué ser ejecu-
tado por la mano real y no por la del verdugo.
“Por todos los santos,” dijo su Majestad, “¿qué diferencia puede hace-
ros? Pero ya que es vuestro deseo, puedes elegir, que sea mi mano la que
lleve a cabo tu muerte o la del verdugo.”
“Su Majestad”, contesté, “acepto la elección que vos tan generosamente
me ofrecéis: prefiero que de vos provenga la muerte del verdugo.”
Sin embargo, la vida del bufón real está llena de peligros, y una vez que
el rey decidió que yo era un brujo, no transcurrió 'mucho tiempo antes de
que volviera a estar en problemas, de los cuales mi ingenio no pudo esta
vez salvarme. Fui encerrado en la mazmorra a la espera de mi muerte.
Ahora os relataré cómo, con la ayuda de mi don para desentrañar adivinan-
zas y acertijos, pude escapar de mi cautiverio; y en caso de que alguien se
pregunte cómo se realizaron algunos de los extraños hechos, luego os acla-
raré a todos los procedimientos.

― 69 ―
47. La Cuerda Misteriosa
Mi calabozo no estaba debajo del foso, sino que
era uno de los situados en la parte más alta del cas-
tillo. La puerta era tan sólida, y estaba tan bien ace-
rrojada y asegurada, que por ese lado no podía espe-
rar huir.
Luego de muchos días de ardua labor, logré des-
prender uno de los barrotes de la estrecha ventana,
y pude deslizar mi cuerpo a través de la abertura,
pero la distancia hasta el suelo era tan enorme que
saltar significaba una muerte segura. Mas con gran
fortuna hallé en una esquina del calabozo una
cuerda que había sido allí dejada y estaba oculta en
la gran oscuridad. Pero esta cuerda no tenía el largo
suficiente, y no era posible dejarse caer desde el ex-
tremo sin peligro. Entonces recordé cómo el hombre
sabio de Irlanda había alargado la manta que le era
muy corta, cortando una banda del borde inferior,
para unirla al borde superior. De modo que puse ma-
nos a la obra, dividí en dos la cuerda y uní ambas
mitades con un nudo. Tuve entonces el largo sufi-
ciente, y así llegué al suelo a salvo. ¿Cómo pudo haber sido esto?
Solución

48. El Laberinto Subterráneo


La única forma de salir del patio en el que ahora me encontraba era
descender unos escalones que conducían al centro (A) de un laberinto sub-
terráneo, cuyos recovecos debía yo atravesar para poder salir por la puerta
(B). Pero bien sabía que en la total oscuridad de este tenebroso lugar podía
deambular durante horas y aún regresar al lugar del que había partido.
¿Cómo podría entonces llegar con certeza a la puerta? Con un plano del
laberinto es bastante fácil trazar la ruta, pero ¿cómo podía encontrar la ma-
nera estando dentro del lugar, completamente a oscuras?

― 70 ―
Solución

49. El Candado Secreto


Cuando por fin llegué a la puerta, ésta estaba firmemente cerrada, y al
deslizar un panel que ocultaba una reja, la luz que por allí entró me hizo
ver que el paso estaba obstruido por el candado secreto del rey. Antes de
poder girar el picaporte, debía colocar las manecillas de tres diales diferen-
tes en el lugar correcto. Si sólo supiera la letra correcta de cada dial, el
secreto habría sido develado; pero habiendo diez letras sobre cada dial, po-
dría probar novecientas noventa y nueve combinaciones, y sólo tener éxito
en el milésimo intento. Si en verdad quería escapar, no debía perder un
momento.
Pues bien, una vez escuché decir al docto monje que inventó el candado
que los sirvientes del rey, que tenían tan mala memoria, podían tal vez ol-
vidar las letras correctas; por tanto, pensé que quizás, en consecuencia, él
habría buscado la forma de ayudarles a recordar. ¿Y qué sería más natural
que hacer que las letras formaran una palabra? Pronto encontré una palabra
en español, formada por tres letras —cada una de las cuales figuraba en uno
de los tres diales.

― 71 ―
Cuando hube apuntado las manecillas a las letras apropiadas, la puerta
se abrió, y pude salir. ¿Cuál era la palabra secreta?
Solución

50. El Cruce del Foso


Estaba ahora frente al foso, que por cierto era muy ancho y muy pro-
fundo. Pero ¡ay! yo no sabía nadar, y mi oportunidad de escape parecía en
verdad nula, como indudablemente habría sido si no hubiera descubierto
un bote atado a la pared por una cuerda. Pero una vez que hube subido a él,
me encontré con que los remos no estaban, y no había nada que pudiera
hacer las veces de ellos. Cuando desaté la cuerda y empujé, el bote quedó
quieto en el agua, pues no había corriente que me ayudara. ¿Cómo, enton-
ces, pude llevar el bote a través del foso?

― 72 ―
Solución

51. Los Jardines Reales


Ya era de día, y todavía tenía que atravesar los jardines reales exteriores
a los muros del castillo. Estos jardines habían sido diseñados por un viejo
jardinero del rey que había perdido el juicio, pero su Majestad le había per-
mitido hacer allí sus locuras. Conformaban un cuadrado, y estaban dividi-
dos en 16 partes por altos muros, como se muestra en el plano, de forma
que había pasajes de un jardín a otro, pero sólo dos formas de ingresar.
Ahora bien, era forzoso que yo entrara por el portón Ay saliera por el otro
portón B, pero como había jardineros entrando y saliendo, dedicados a su
labor, debía deslizarme de un jardín a otro con agilidad para no ser visto.
Al fin tuve éxito, pero luego recordé que había, en verdad, entrado a los
dieciséis jardines una vez, y una sola. ¿Cómo pude hacer esto?

― 73 ―
Solución

52. E1 Puente de la Zanja


Esta vez creí, de veras, que era un hombre libre; pero había olvidado
que aún debía atravesar una profunda zanja. Esta tenía 10 pies de ancho, y
no me atrevía a saltarla, ya que me había torcido un tobillo cuando abando-
naba el jardín. Busqué alrededor algo que me ayudara a sortear este nuevo
obstáculo, y pronto encontré ocho estrechas tablas que estaban apiladas
unas sobre otras. Con sólo éstas, que no medían más que 9 pies cada una,
logré al final tender un puente a través de la zanja. ¿Cómo pudo esto reali-
zarse?
Ahora en libertad, me dirigí a casa de un amigo que me cedió un caballo
y un disfraz, con los cuales pronto logré ponerme fuera de todo riesgo de
ser capturado.
A través de los buenos oficios de varias personas de la corte del rey,
obtuve al fin el perdón real, aunque, sin embargo, nunca recuperé el favor
que había sido mi orgullo y alegría.

― 74 ―
Muchas personas que me conocen bien me han solicitado que les aclare
el extraño procedimiento de mi huida, que a muchos pareció en verdad
asombrosa, a pesar de que el hecho no era tan sorprendente, si recordamos
que desde mi juventud había entrenado mi ingenio para proponer y resolver
sutiles enigmas. Y yo sostengo que el estudio de tales intrincados asuntos
es provechoso, no sólo por el placer que ello proporciona, sino porque un
hombre nunca está seguro de si en alguna súbita e imprevista dificultad que
pueda sucederle a lo largo de esta vida nuestra, dicho aprendizaje no servirá
en gran medida a sus propósitos, y quizás le ayude a superar muchos pro-
blemas.
Soy ahora un hombre viejo, y no he perdido del todo el gusto por los
acertijos y artificios curiosos, pero en verdad nunca he tenido tanto placer
en desentrañar las respuestas a ninguno de estos asuntos como el que me
causó el solucionar aquellos que me permitieron, como bufón del rey en
desgracia, obtener mi libertad del calabozo del castillo, y salvar mi vida.
Solución

― 75 ―
FIESTA DE ACERTIJOS NAVIDEÑA

El señor Davidge, de Stoke Courcy Hall, Somerset, era un excelente


ejemplar de viejo caballero de campo inglés. A comienzos del siglo pasado
había pocos hombres tan conocidos, respetados y amados como él, en esa
región del oeste. Un deportista nato, su fama se extendió hasta el mismo
Exmoor, donde su temerario y espléndido estilo de cabalgar en procura del
ciervo colorado había excitado la admiración y envidia de innumerables
cazadores más jóvenes. Pero era en su propia jurisdicción, y especialmente
en su propia casa, que su genial hospitalidad, generosidad y particular hu-
mor lo habían convertido en el ídolo de sus amigos — y aun de sus cono-
cidos, lo cual a veces significa mucho.
Stoke Courcy Hall siempre estaba abierta a todos en Navidad, ya que
uno de los principios que el señor Davidge tenía muy arraigados era man-
tener con regio estilo la fiesta de Nochebuena. “Escuchad, jóvenes míos”,
decía a sus hijos: “sobrevendrán malos tiempos si alguna vez nos volvemos
indiferentes a los requisitos de tales festividades navideñas, que nos han
ayudado a merecer el orgulloso nombre de Alegre Inglaterra.” Por lo tanto,
cuando digo que la Navidad en Stoke Courcy mantenía el viejo aire alegre
y festivo que nuestros abuelos y bisabuelos tanto amaban, será innecesario
que intente una descripción. Tenemos una fiel ilustración de tales alegres
escenas en el Bracebridge Hall. Debo dedicarme aquí exclusivamente a un
rasgo especial de estas alegres tenidas de los días de paz y buena voluntad.
Tenía él un interés vivo e inteligente en toda clase de acertijos, y siempre
se dedicaba una noche a lo que era conocido como “La Fiesta de Acertijos
del Señor Davidge”. Cada invitado debía venir provisto de alguna adivi-
nanza o acertijo para la perplejidad y el posible deleite del grupo. El viejo
caballero siempre obsequiaba un reloj nuevo a aquel invitado que hubiera
tenido más éxito con sus respuestas. Es de lamentar que no todos los acer-
tijos se hayan conservado, pero yo me propongo presentar a mis lectores
unos pocos que he seleccionado de un grupo de ellos heredado por un
miembro de la familia, que gentilmente me ha permitido utilizarlos en esta

― 76 ―
ocasión. Hay algunos muy sencillos, varios moderadamente dificultosos, y
uno que es un quebradero de cabezas, así que todos deberían poder encon-
trar alguno de su gusto.
El pequeño registro está escrito con la prolija y angular letra de una
dama de aquellos tiempos, y los acertijos, cuyas condiciones creo mejor
plantear en mis propias palabras, con el objeto de una mayor claridad, pa-
recen todos haber sido propuestos en una misma ocasión.

53. Las Tres Tazas de Té


Una joven dama —de quien nuestra cortés historiadora comenta con de-
liciosa informalidad: “Esta señorita Charity Lockyer luego se casó con un
cura de Taunton Vale”— colocó tres tazas de té vacías sobre la mesa, y
desafió a todos a que colocaran diez terrones de azúcar en ellas, de tal forma
que hubiera en cada taza un número impar de terrones. “Un joven, que ha
estado en la Universidad de Oxford y estudia las leyes, declaró con cierto
ardor que, sin duda, no existía ninguna forma posible de hacer esto, y ofre-
ció dar prueba del hecho.” Debió haber sido interesante ver su expresión
cuando se le mostró la respuesta correcta de la señorita Charity.

Solución

54. Los Once Peniques


Uno de los invitados pidió que alguien le diera once peniques, y los pasó
a los participantes, como lo muestra nuestra Ilustración. La autora dice:
“Entonces nos pidió que retiráramos cinco monedas de las once, y agregá-
ramos cuatro para dejar nueve. No podíamos sino pensar que forzosamente
quedarían diez monedas. Nos hizo mucha gracia la respuesta a este acer-
tijo.”

― 77 ―
Solución

55. Los Gansos de Navidad


El señor Hembrow, de Weston Zoyland — donde sea que eso se en-
cuentre— propuso el siguiente acertijo aritmético, del cual probablemente
han derivado muchos acertijos modernos bastante similares: El Granjero
Rouse envió a su empleado al mercado con un lote de gansos, diciéndole
que podía vender todos o algunos de ellos, según estimara mejor, pues es-
taba seguro de que el hombre haría un buen negocio. Este es el informe que
Jabez dio, aunque lo he despojado del viejo dialecto, que podría confundir
a los lectores de una forma no deseada: “Bien, primero vendí la mitad del
lote más medio ganso al Sr. Jasper Tyler; luego vendí al Granjero Avent un
tercio del resto más un tercio de ganso; luego vendí un cuarto de lo que
quedaba más tres cuartos de ganso a la Comadre Foster; y cuando volvía
camino a casa, ¿con quién me topé sino con Ned Collier?; así que tomamos
un jarro de sidra juntos en el Granero de Cebada, donde le vendí exacta-
mente un quinto de lo que me quedaba, y le di un quinto de ganso extra

― 78 ―
para la patrona. De estos diecinueve que traje de vuelta, no pude desha-
cerme a ningún precio." Pues bien, ¿cuántos gansos mandó el Granjero
Rouse al mercado? Mis lectores sensibles podrán sentirse aliviados al saber
que ningún ganso fue dividido ni sufrió ningún tipo de inconvenientes a
causa de la venta.
Solución

56. Los Números en Tiza

“Nos reímos mucho de una buena broma del Mayor Trenchard, un ale-
gre amigo del anfitrión. Con un trozo de tiza marcó un número diferentes
en las espaldas de ocho niños que estaban en la fiesta.” Parece que luego
los separó en dos grupos, como se ve en la ilustración, 1, 2, 3 y 4 de un
lado, y 5, 7, 8 y 9 del otro. Se verá que los números del grupo del lado
izquierdo suman 10, mientras que los del otro suman 29. El acertijo del
Mayor consistía en reordenar a los ocho niños en dos nuevos grupos, de
forma que los cuatro números de ambos grupos sumaran igual. La sobrina
del Mayor preguntó si el 5 no debía ser un 6, pero el Mayor explicó que los
números estaban bien, si se los observaba en forma apropiada.
Solución

― 79 ―
57. Saboreando los Budines de Navidad

“Supongo que todos sabéis bien que el número de budines de Navidad


que probéis os proporcionará un igual número de días afortunados en el
nuevo año. Uno de los invitados (cuyo nombre ha escapado a mi memoria)
trajo consigo una hoja de papel en la cual estaban dibujados sesenta y cua-
tro budines, y dijo que su acertijo era en cierta forma una alegoría, e inten-
taría demostramos cómo podríamos encarar nuestro saboreo de budines con
la mayor prontitud posible.” No logro, en realidad, comprender esta pre-
sentación tan fantasiosa y algo rebuscada del acertijo. Pero aparentemente
los budines estarían dispuestos regularmente, como los muestra la ilustra-
ción, y al tachar un budín se indicaría que ya había sido probado. Simple-
mente deberá apoyar la punta de su lápiz sobre el budín de la esquina su-
perior que tiene el ramito de muérdago, y atravesar los sesenta y cuatro
budines por el centro, en veintiún trazos rectos. Se puede trazar hacia arriba,

― 80 ―
hacia abajo o hacia los costados, pero no en diagonal ni oblicuamente, y
nunca debe tacharse dos veces un mismo budín, ya que eso implicaría un
segundo e innecesario saboreo de esos indigeribles confites. Pero el toque
peculiar del asunto es que se requiere saborear el budín humeante al final
del décimo trazo, y que el coronado con muérdago de la fila inferior sea el
último de todos.
Solución

58. Bajo la Rama de Muérdago

“En la fiesta había un viudo que llegó a esta región recientemente”, dice
la crónica; “y en verdad que era un hombre muy melancólico, pues estuvo
apartado de la gente la mayor parte de la noche. Más tarde supimos que
llevaba una cuenta secreta de todos los besos dados y recibidos bajo la rama
de muérdago. Por cierto que si hubiera sabido que alguien mantenía una
vigilancia de tan mala fe, no hubiera dejado que nadie me besara en ese

― 81 ―
lugar. Había otras doncellas tan horrorizadas como yo, como Betty Mar-
chant me comentó más tarde.” Pero parece que el melancólico viudo sim-
plemente recolectaba material para el problemita osculatorio siguiente:
La tertulia estaba integrada por el anfitrión y su esposa, otros seis ma-
trimonios, un viudo y tres viudas, otros doce entre Jóvenes solteros y niños,
y otras diez entre doncellas y niñas pequeñas. Pues bien, se encontró que
todas las personas habían besado a todas las demás, con las siguientes ex-
cepciones y adiciones: Ningún hombre había, por supuesto, besado a otro
hombre. Ningún hombre casado había besado a una mujer casada, salvo a
su propia esposa. Todos los jóvenes solteros y los niños habían besado a
todas las doncellas y niñas dos veces. El viudo no besó a nadie, y las viudas
no se besaron mutuamente. El acertijo consistía en adivinar exactamente
cuántos besos habían sido dados bajo la rama de muérdago, suponiendo
que cada beso fue retribuido — el doble acto debe contarse como un beso.
Solución

59. Los Cubos de Plata


El último extracto que presento es uno que, según creo, interesará a
aquellos lectores que encuentren los acertijos anteriores demasiado senci-
llos. Es una nuez difícil de pelar, y sólo deberían intentarlo aquellos que se
precien de tener fuertes dientes intelectuales.

“El Señor Herbert Spearing, hijo de una dama viuda de nuestra jurisdic-
ción, propuso un acertijo aritmético que parece simple, pero que ninguno
de los presentes pudo resolver. En verdad, yo misma no osé intentarlo, al
ver que el joven abogado de Oxford, de quien se dice que es docto en ma-
temáticas y un gran estudioso, no logró revelamos la respuesta. Nos ase-
guró que a su entender no tenía solución, pero más adelante oí decir que sí

― 82 ―
es posible, aunque, por cierto, no podría asegurarlo. El Señor Herbert trajo
consigo dos cubos de plata sólida que pertenecían a su madre. Nos mostró
que, midiendo todos sus lados dos pulgadas, cada uno contenía ocho pul-
gadas cúbicas de plata, por lo cual entre ambos contenían dieciséis pulgadas
cúbicas. Lo que quería saber era: ¿Podría alguien establecer las dimensio-
nes exactas de dos cubos que, juntos, contuvieran exactamente diecisiete
pulgadas cúbicas de plata?” Por supuesto, los cubos podían ser de tamaños
diferentes.
La idea de una Fiesta Navideña de Acertijos, tal como la había ideado
el viejo caballero, parece excelente, y podría bien ser revivida en la actua-
lidad por personas que se han cansado de las reuniones de lectura y otras
novedades similares que se han inventado para entretenimiento de las
reuniones nocturnas. Podrían otorgarse premios a los mejores solucionistas
de los acertijos propuestos por los invitados.
Solución

― 83 ―
AVENTURAS DEL CLUB DEL ACERTIJO

Hasta la reciente difusión de que el asombroso misterio del Príncipe y


el Globo Extraviado había en verdad sido resuelto por los miembros del
Club del Acertijo, el público en general desconocía por completo la exis-
tencia de un club tal. El hecho es que los miembros siempre evitaron la
publicidad, pero desde que se han vuelto notorios con relación a este cele-
brado caso, han corrido tantas historias absurdas y falsas acerca de sus ac-
tividades, que me han autorizado a publicar un veraz informe sobre algunos
de sus logros más interesantes. Sin embargo, se decidió que no figuraran
los verdaderos nombres de los miembros.
El Club fue fundado hace algunos años para reunir a aquellos que se
interesaran en la resolución de acertijos de toda clase, y está integrado por
algunos de los más profundos matemáticos y sutiles pensadores de Lon-
dres. Ellos desarrollaron un excelente trabajo en temas abstractos, pero de-
dicaron el mayor interés a investigar los problemas de la vida real que con-
tinuamente están aflorando.
Es justo decir que no se interesan en absoluto en los crímenes en sí, sino
que únicamente investigan un caso cuando posee rasgos enigmáticos de un
tipo determinado. Ellos buscan lo sorprendente por su misma esencia —
como algo para descifrar. Buena parte de las veces, las circunstancias no
tienen ninguna importancia, sino que conforman simplemente un pequeño
acertijo de la vida real, y esto es suficiente.

― 84 ―
60. La Fotografía Ambigua
Un buen ejemplo del tipo de problema más leve que ocasionalmente les
llega es aquel que han dado en llamar “La Fotografía Ambigua”. Aunque
es intrincado para los inexpertos, j es considerado por el grupo como un
asunto trivial. Aun así, sirve para ilustrar la atenta observación de estos
astutos personajes. La fotografía original está colgada en una pared del
club, y ha desconcertado a todo invitado que la hubo examinado. Sin em-
bargo, cualquier niño debería poder resolver el misterio. Daré al lector la
oportunidad de probar su ingenio con este asunto.
Una noche, algunos de los miembros estaban sentados juntos en la sede
del Club, en el Adelphi. Los presentes eran: Henry Melville, un abogado
de escasa actividad, que estaba discutiendo un problema con Ernest Rus-
sell, un hombre barbado de mediana edad, que tenía un cargo descansado
en Somerset House, y era un prominente matemático de Cambridge, y uno
de los más sutiles pensadores del Club; Fred Wilson, un periodista de espí-
ritu muy vivaz, más capaz de lo que en un principio hubiera parecido; John
Macdonald, un escocés cuyo antecedente era que nunca había resuelto un
acertijo desde que se hubo fundado el Club, aunque frecuentemente había
proporcionado a otros alguna pista para llegar a una respuesta sagaz; Tim
Churton, un empleado bancario, lleno de ideas fantásticas y poco ortodoxas
acerca del movimiento perpetuo; también Harold Tomkins, un próspero
contador, notablemente familiarizado con esa elegante rama de las mate-
máticas —la teoría de números.
De pronto entró al salón Herbert Baynes, y todos notaron por su mirada
que tenía algo interesante que comunicar. Baynes era un hombre adinerado,
sin ninguna ocupación.
“He aquí un pequeño y curioso enigma para ustedes”, dijo Baynes. “Me
ha llegado hoy de Dovey.”
Dovey era el propietario de una de las muchas agencias de detectives
privados que encontraban ventajoso mantenerse en contacto con el club.
“¿Es otro de esos sencillos criptogramas?”, preguntó Wilson. “Si es así,
sugiero pasárselo al mozo del bar.”
“No seas sarcástico, Wilson”, dijo Melville. “Recuerda que estamos en
deuda con Dovey por el magnífico Problema de Señales Ferroviarias cuya
resolución nos entretuvo a todos una semana.”

― 85 ―
“Si están interesados”, resumió Baynes, “sólo intenten permanecer ca-
llados mientras yo les relato el divertido asunto. ¿Conocen ustedes a la pe-
queña y celosa yanki que se casó con Lord Marksford hace dos años? Lady
Marksford y su marido han estado en París dos o tres meses. Pues bien, la
pobre criatura cayó bajo la influencia del monstruo de ojos verdes, y se le
ha puesto en la cabeza que Lord Marksford estaba flirteando con otras da-
mas de su relación.”
“Ahora, de hecho, ha contratado a uno de los espías de Dovey para vi-
gilar a ese excelente marido suyo; y el fisgón, armado con una cámara fo-
tográfica, ha sido su sombra durante una quincena. Un día, el espía llegó
con gran alborozo a hablar con Lady Marksford. Había fotografiado a su
excelencia caminando por la vía pública con una dama que no era su es-
posa.”
“¿De qué puede servirme esto?”, preguntó la celosa mujer.
“Pues es evidente, señora, que su esposo está caminando con la dama.
Yo sé dónde ella se aloja, y en pocos días averiguaré todo acerca de ella.”
“Pero, no sea estúpido, exclamó ella en tono despectivo, —¿Cómo po-
dría alguien asegurar que este hombre es su excelencia, cuando la mayor
parte de él, incluyendo su cabeza y hombros, está oculta? Y... —examinó
la fotografía cuidadosamente— ¡me parece hasta imposible establecer si el
caballero está caminando con la dama, o si va en dirección contraria!”
“Entonces despidió con gran enojo al detective. El mismo Dovey ha re-
gresado recién de París, y obtuvo de la propia dama este relato del inci-
dente. Él quiere, si es posible, justificar a su hombre, demostrando que a
partir de la foto puede establecerse hacia dónde caminaba el caballero. Aquí
está. Vean ustedes lo que pueden deducir de esto.”
Nuestra ilustración es una fiel reproducción de la fotografía original. Se
verá que una súbita y menuda llovizna veraniega es la verdadera causa de
la dificultad.
Todos concordaron en que Lady Marksford estaba en lo cierto —que es
imposible determinar si el hombre caminaba o no con la dama.
“La señora está equivocada”, dijo Baynes, luego de que todos hubieron
efectuado un minucioso análisis. “Yo encuentro que hay evidencia impor-
tante en la fotografía. Obsérvenla con cuidado.”

― 86 ―
“Obviamente”, dijo Melville, “nada puede deducirse de la levita. Puede
ser el frente o las colas. ¡No puedo descifrar una bendita cosa! También
tiene un sobretodo sobre el brazo, pero es imposible ver de qué lado está su
brazo.”
“¿Y qué hay de las piernas?”, preguntó Churton.
“¡Las piernas!”, dijo Wilson, mirando sobre el hombro del otro. “Las
tiene tiesas. Podría sospecharse por esta fotografía que su excelencia no
tiene rodillas. Este hombre tomó la instantánea justo cuando las piernas
estaban perfectamente derechas.”
“Estoy pensando que quizás...”, comenzó Macdonald, ajustándose sus
anteojos.

― 87 ―
“No pienses, Mac”, aconsejó Wilson. “Podría dañarte. Además. imagi-
nar que si el perro se corriera gentilmente las cosas serían más sencillas, no
cambiará nada. No lo hará.”
“La pose general del hombre me parece que indica un movimiento hacia
la izquierda”, opinó Tomkins.
“Al contrario, “declaró Melville, “a mí me parece que claramente su-
giere un movimiento hacia la derecha.”
“Ahora escuchen, señores”, dijo Russell, cuyas opiniones siempre eran
respetadas en el club. “Mi impresión es que lo que debemos hacer es con-
siderar la actitud de la dama, más que la del caballero. ¿Parece su atención
dirigirse a alguien a su lado?”
Todos acordaron en que era imposible de determinar.

“¡Lo tengo!”, gritó Wilson. “Es extraordinario que ninguno de ustedes


lo haya visto. Está clarísimo. ¡Me di cuenta de golpe!”
“Bien, ¿qué es?” preguntó Baynes.
“Pues es perfectamente obvio. Ya ven hacia dónde se dirige el perro —
hacia la izquierda. Muy bien. Ahora, Baynes, ¿de quién es el perro?”
“¡Del detective!”
La carcajada que provocó este anuncio fue estruendosa, y tan prolon-
gada que Russell, que tenía en sus manos la foto, aprovechó la oportunidad

― 88 ―
para realizar el más minucioso examen de ella. Unos momentos después,
levantó sus manos para pedir silencio.
“Baynes tiene razón,” dijo. “Hay evidencia importante aquí que define
con certeza la cuestión. Suponiendo que el caballero sea en realidad Lord
Marksford — y la figura, hasta donde se la ve, parece la de él— no tengo
dudas en decir que...”
“¡Deténgase!,” gritaron todos los miembros a la vez.
“No quiebre las reglas del club, Russell, aunque Wilson lo haya hecho”,
dijo Melville. “Recuerde que ‘ningún miembro develará su solución a un
acertijo, salvo que todos los presentes lo consientan’.”
“No debieron alarmarse”, explicó Russell. “Yo sólo iba a decir que no
dudo en declarar que Lord Marksford caminaba en una dirección en parti-
cular. En qué dirección, se los diré cuando todos se hayan dado por venci-
dos.”
Solución

61. El misterio del acantilado de Cornualles


Aunque el incidente conocido en el Club como “El Misterio del Acan-
tilado de Cornualles” nunca haya sido publicado, todos recordamos el caso
con el que se relaciona — un desfalco en el Banco Todd de Cornhill, hace
algunos años. Lamson y Marsh, dos empleados de la firma, desaparecieron
súbitamente; y se descubrió que se habían fugado con una muy importante
suma de dinero. Hubo una emocionante búsqueda por parte de la policía,
cuya acción fue tan inmediata, que los ladrones no pudieron abandonar el
país. Se les siguió el rastro hasta Truro, y se supo que se escondían en Cor-
nualles.
Sucede que en ese mismo momento, Henry Melville y Fred Wilson ha-
bían salido juntos en excursión a pie por la costa de Cornualles. Como la
mayoría de la gente, estaban interesados en el caso, y una mañana, mientras
desayunaban en una pequeña hostería, se enteraron de que los evadidos ha-
bían sido rastreados hasta ese mismo vecindario, y que se había dispuesto
un fuerte cordón policial alrededor del distrito, haciendo muy improbable
que pudieran escapar. De hecho, un inspector y un alguacil ingresaron en
la hostería a efectuar algunas averiguaciones, e intercambiaron cortesías

― 89 ―
con los dos miembros del Club del Acertijo. Unas pocas referencias a al-
gunos de los más importantes detectives de Londres, y la presentación de
una carta confidencial de uno de ellos, que Melville llevaba en su bolsillo,
pronto establecieron una completa confianza, y el inspector se franqueó.
Dijo que recién había ido a examinar una clave muy importante a un
cuarto de milla de allí, y expresó la opinión de que nunca volvería a verse
vivos a los Sres. Lamson y Marsh. A sugerencia de Melville, los cuatro
hombres marcharon juntos por el camino.
“Allí a la distancia está nuestro risco”, dijo el inspector. “Este alguacil
encontró allí la libreta que les he mostrado, que contiene el nombre de
Marsh, y algunas anotaciones en su letra. Evidentemente cayó accidental-
mente. Al observar la parte superior del risco, descubrimos las pisadas de
dos hombres — las cuales he corroborado a partir de datos anteriormente
suministrados a la policía, que son las de los hombres que buscamos— y
estoy seguro de que concordaremos en que apuntan a la única conclusión
posible.”
Al llegar al lugar, abandonaron el camino y subieron al risco. Las pisa-
das de ambos hombres estaban muy claramente impresas en la tierra del-
gada y blanda, y todos se cuidaron de no pasar sobre ellas. Siguieron las
huellas de cerca, y encontraron que se dirigían directamente al borde de un
acantilado que formaba un escarpado precipicio, casi perpendicular, a cu-
yos pies, unos doscientos pies debajo, el mar rompía contra las rocas.
“Aquí ven, caballeros”, dijo el inspector, “que las pisadas llevan direc-
tamente al borde del acantilado, donde hay un abundante pisoteo, y acaban
allí. La tierra no ha sido pisada en otro sitio en yardas a la redonda, excepto
por las pisadas que ustedes ven. La conclusión es obvia.”
“¿Qué, sabiendo que era imposible escapar, decidieron no ser captura-
dos vivos, y se arrojaron al precipicio?” preguntó Wilson.
“Exactamente. Miren a izquierda y derecha, y verán que no hay otras
huellas o marcas en ningún lado. Giren a la izquierda, y comprobarán que
el más diestro montañés que haya jamás existido no podría efectuar un des-
censo, ni llegar a ninguna parte, más allá del borde del acantilado. No hay
ninguna saliente a menos de cincuenta pies.”
“Absolutamente imposible”, dijo Melville después de una inspección.
“¿Qué piensa hacer?”

― 90 ―
“Iré directamente a comunicar el descubrimiento a la jefatura. Retirare-
mos el cordón, y rastrearemos la costa en busca de los cadáveres.”

“Entonces cometerá un error fatal” dijo Melville. “Los hombres están


vivos, y escondidos en el distrito. Sólo examine las huellas otra vez. ¿De
quién es el pie grande?”
“Es de Lamson, y la huella más pequeña es la de Marsh. Lamson era un
hombre alto, medía más de seis pies, y Marsh era un sujeto pequeño.”
“Es lo que pensé”, dijo Melville. “Y sin embargo verá que Lamson da
pasos más cortos que Marsh. Observe también la particularidad de que
Marsh camina pisando fuerte, con los talones, mientras que Lamson apoya
más las puntas de los pies. ¿No hay nada extraño en esto? Quizás no; pero
¿se le ha ocurrido que Lamson caminaba detrás de Marsh? Porque encon-
trará que a veces pisa las huellas de Marsh, aunque nunca encontrará que
Marsh camina sobre los pasos del otro.”
“¿Supone usted que los hombres caminaron hacia atrás sobre sus pro-
pias pisadas?”, preguntó el inspector.
“No, eso es imposible. Ningún hombre puede caminar hacia atrás dos-
cientas yardas con tanta exactitud. No descubrirá ni un solo lugar donde
hayan errado a la huella por un octavo de pulgada. Ciertamente imposible.

― 91 ―
Tampoco supongo que los dos hombres, perseguidos como eran, hayan po-
dido conseguir máquinas voladoras, ni globos, ni aún paracaídas. No salta-
ron el acantilado.”
Melville luego explicó cómo los hombres habían escapado. Su recons-
trucción probó ser correcta, ya que se recordará que fueron capturados, es-
condidos bajo alguna paja en un granero a dos millas del lugar. ¿Cómo fue
que se alejaron del borde del acantilado?
Solución

62. El Automóvil Fugitivo


El pequeño asunto del “Automóvil Fugitivo” es un buen ejemplo de
cómo el conocimiento de algún tema del mundo de los acertijos puede ser
inesperadamente útil. Un miembro del Club, cuyo nombre en este momento
no recuerdo, llegó una noche y dijo que ayer un amigo suyo andaba en
bicicleta por el condado de Surrey, cuando un automóvil vino de atrás, tocó
una de sus ruedas, y lo lanzó por los aires. Recibió varios golpes fuertes, y
se fracturó el brazo izquierdo, mientras que su máquina quedó inservible.
El automóvil no se detuvo, y él no pudo seguirle el rastro.
Hubo dos testigos del accidente, que había sido indudablemente culpa
del conductor del auto. Una anciana mujer, la Sra. Wadey, vio todo el inci-
dente, e intentó anotar el número del auto. Estaba segura en cuanto a las
letras, que no es preciso proporcionar, y también de que el primer número
era un 1. No pudo leer los otros números, debido a la velocidad y al polvo.
El otro testigo era el zonzo del pueblo, que es casi un genio en aritmé-
tica, pero muy estúpido en todo lo demás.
Siempre está haciendo cálculos en su cabeza, y todo lo que pudo decir
fue que había cinco dígitos distintos en el número, y que encontró que al
multiplicar los dos primeros por los últimos tres, el producto era un número
con los mismos dígitos, pero en diferente orden — tal como 24, multipli-
cado por 651 da como resultado 15.624 (los mismos cinco dígitos), en cuyo
caso el número del auto sería 24.651; y sabía que no había ningún cero en
el número.

― 92 ―
“Será bien fácil encontrar ese auto" dijo Russell. “Los hechos conocidos
son probablemente suficientes para permitirnos descubrir el número
exacto. Pienso que debe haber un límite a los números de cinco dígitos que
tengan la particularidad señalada por el zonzo. Y éstos son aún más limita-
dos si, como asegura la Sra. Wadey, el número comenzaba con un 1. Por lo
tanto debemos hallar esos números. Es posible que sólo exista un número
tal, en cuyo caso el asunto está resuelto. Pero aun si hubiera varios casos,
el propietario de ese automóvil en particular será fácilmente individuali-
zado.”
“¿Cómo harás eso?” preguntó alguien.
“Considero que el método resulta obvio” respondió Russell. “Por el pro-
ceso de eliminación. Todos los propietarios excepto uno podrán proporcio-
nar una coartada. Sin embargo, y esto es una simple conjetura, pienso que
es bastante probable que sólo haya un número que se ajuste al caso. Vere-
mos.” Russell tenía razón, pues esa misma noche envió el número por co-
rreo, resultando que el automóvil fugitivo fue rastreado enseguida, y su

― 93 ―
propietario, que era quien lo manejaba, tuvo que pagar los costos de los
daños producidos por su negligencia. ¿Cuál era el húmero del automóvil?
Solución

63. El Misterio de Ravensdene Park


El misterio de Ravensdene Park, que ahora les presento, fue un asunto
trágico, ya que involucró el asesinato del Sr. Cyril Hastings en su casa de
campo, cerca de Londres.
El 17 de febrero, a las 11 P. M., nevaba pesadamente, y aunque sólo
duró media hora, el suelo quedó cubierto de una capa de varias pulgadas de
nieve. El Sr. Hastings había pasado la velada en casa de su vecino, y a
medianoche la abandonó para regresar caminando a su casa, tomando el
camino más corto, que atravesaba el Ravensdene Park, es decir de D hacia
A en el esquema que proporcionamos. Pero a primera hora de la mañana
fue encontrado muerto, en el punto indicado con una estrella en nuestro
diagrama, con el corazón apuñalado. Inmediatamente fueron cerrados los
siete portones, y examinadas las pisadas en la nieve. Éstas, afortunada-
mente, eran bastante individualizables, y la policía obtuvo los siguientes
datos.

Las pisadas del Sr. Hastings estaban muy claras, directamente desde D
hasta el lugar donde fue hallado. Estaban las pisadas del Mayordomo de

― 94 ―
Ravensdene Hall, que se había retirado a descansar cinco minutos antes de
la medianoche — desde E hasta EE. Estaban las pisadas del cuidador del
parque, desde A hasta su pabellón en AA. Había otras huellas que indicaban
que un individuo había ingresado por el portón B y salido por el portón BB,
y que otro había ingresado por el portón C y salido por el portón CC.
Únicamente estas cinco personas habían entrado al parque desde la ne-
vada. Ahora bien, había sido una noche muy brumosa, y algunos de estos
peatones consecuentemente habían tomado rutas tortuosas, aunque se ob-
servó especialmente que ninguna senda se cruzaba con otra en ningún mo-
mento.
De esto la policía estaba completamente segura, pero estúpidamente
omitieron trazar un esquema de las diversas sendas antes de que la nieve se
hubiera derretido y borrado toda huella.

El misterio fue traído a los miembros del Club del Acertijo, quienes in-
mediatamente se pusieron a trabajar en él. ¿Era posible descubrir quién ha-
bía cometido el crimen? ¿Había sido el mayordomo? ¿O el hombre que
ingresó por B y salió por BB? ¿O él cuidador del parque? ¿O el que ingresó
por C y salió por CC? Se fabricaron diagramas esquemáticos, como el que
reproducimos, que simplificaban la verdadera forma del Ravensdene Park,
sin destruir las condiciones necesarias del problema.
Nuestros amigos trazaron entonces la ruta de cada persona, de acuerdo
con las declaraciones de la policía que hemos presentado. Pronto resultó

― 95 ―
evidente que, ya que ninguna ruta se cruzaba con otra, algunos de los pea-
tones debían haberse extraviado considerablemente en la niebla. Pero
cuando trazaron las sendas de todas las maneras posibles, no tuvieron difi-
cultad en decidir cuál era la ruta del asesino; y como afortunadamente la
policía sabía qué pisadas representaba esta ruta, se efectuó el arresto que
derivó en la condena del sujeto.
¿Podrán nuestros lectores descubrir si fue A, B, C o E quien cometió el
crimen? Simplemente tracen la ruta de cada una de las cuatro personas, y
la clave del misterio les será develada.
Solución

64. El Tesoro Enterrado


El problema del Tesoro Enterrado fue de carácter bastante diferente. Un
joven llamado Dawkins, que recién había regresado de Australia, fue pre-
sentado en el club por uno de los miembros, para que pudiera relatar un
extraordinario golpe de suerte que había experimentado allá, ya que las cir-
cunstancias involucraban un interrogante que seguramente interesaría a to-
dos los amantes de los problemas de ingenio. Al finalizarla cena, solicitaron
a Dawkins que contara su historia, lo cual hizo de la siguiente manera.
“Les he comentado, caballeros, que andaba de muy mala suerte. Me ha-
bía ido a Australia para hacer fortuna, pero no había tenido éxito, y las
perspectivas parecían oscuras. De hecho, había comenzado a desesperarme.
Un cálido día de verano, estaba yo sentado en una vinería de Melbourne,
cuando entraron dos individuos, y comenzaron a conversar. Ellos pensaron
que yo dormía, pero les aseguro que estaba bien despierto.
“ ‘Si tan sólo encontrara el terreno correcto, el tesoro sería mío, ya que
el dueño original no dejó herederos, tengo tanto derecho a él como cual-
quiera’.
“ ‘Y ¿qué es lo que harías?’, preguntó el otro.
“ ‘Bien, es así: El documento que cayó en mis manos establece clara-
mente que el terreno es cuadrado, y que el tesoro está enterrado en él, en

― 96 ―
un punto a exactamente dos estadios3 de una esquina, a tres estadios de la
esquina siguiente, y a cuatro estadios de la siguiente a ésta. Ves, lo peor es
que casi todos los terrenos que hay en el distrito son cuadrados, y yo dudo
que haya dos de exactamente el mismo tamaño. Si sólo supiera el tamaño
del terreno, pronto lo descubriría, y tomando estas sencillas medidas, me
haría rápidamente con el tesoro’.
“ ‘Pero no sabrías por qué esquina comenzar, ni en qué dirección habría
que ir a la siguiente esquina.’
“ ’Mi querido amigo, eso sólo significa, como mucho, que deberé cavar
en ocho puntos; y ya que el papel dice que el tesoro está a tres pies de
profundidad, puedo apostar que no me llevaría mucho tiempo’.

“Ahora, señores”, continuó Dawkins, “sucede que soy en algo un mate-


mático, y al escuchar la conversación, enseguida noté que para que un
punto estuviera exactamente a dos, tres y cuatro estadios de las esquinas
sucesivas de un cuadrado, el cuadrado debía ser de una determinada super-
ficie. No se pueden hacer coincidir tales medidas en un punto, en cualquier

3 Estadio: longitud equivalente a 1/8 milla.

― 97 ―
cuadrado, tomado al azar. Sólo pueden ocurrir en un cuadrado de ciertas
dimensiones, y eso es justamente lo que estos hombres nunca sospecharon.
Les dejaré el acertijo de averiguar exactamente que área debe tener.”
“Bien, una vez que hube encontrado el tamaño del terreno, no demoré
en dar con el terreno mismo, ya que el hombre había mencionado el distrito
en la conversación. Y no tuve que cavar los ocho pozos, pues, con gran
fortuna, el tercer punto que tenté fue el señalado. El tesoro era una suma
importante, ya que me ha devuelto a casa, y me ha permitido montar un
negocio que ya da señales de ser particularmente lucrativo. A menudo me
sonrío cuando pienso en ese pobre hombre yendo de un lado a otro por el
resto de su vida, y diciendo: ‘¡Si sólo supiera el tamaño del terreno!’, mien-
tras que él mismo puso el tesoro en mis manos. Intenté localizar al hombre
para compensarlo anónimamente de alguna forma, pero sin éxito. Quizás
no tenía él necesidad del dinero, mientras que a mí me salvó de la ruina.”
¿Podrá el lector descubrir la superficie del terreno, a partir de los detalles
escuchados en la vinería? Es un acertijo elegante, y provee otro ejemplo de
la utilidad práctica, en ocasiones inesperadas, del conocimiento del arte de
resolver problemas.
Solución

― 98 ―
LOS ACERTIJOS DEL PROFESOR

“¡Miren, aquí está el Profesor!”, exclamó Grigsby. “Haremos que nos


enseñe algunos acertijos nuevos.”
Era Nochebuena, y el Club estaba casi desierto. Parecía que de todos los
socios, sólo Grigsby, Hawkhurst y yo hubiéramos quedado en la ciudad en
la estación de la alegría y los pasteles de pasas. Sin embargo, el hombre
que acababa de entrar fue un agregado bienvenido. “El Profesor de Acerti-
jos”, como lo habíamos llamado, era muy popular en el Club, y cuando,
como en la presente ocasión, las cosas se tomaban algo pesadas, su llegada
era ciertamente una bendición.
Era un hombre de mediana edad, alegre y de buen corazón, aunque con
tendencia al cinismo.
Toda su vida había abundado en acertijos, problemas y enigmas de toda
clase, y lo que el Profesor no sabía de estas cosas, se consideraba que no
valía la pena saberlo. Sus acertijos siempre tenían un encanto propio, y esto
era principalmente porque él sentía placer en presentarlos de forma apeti-
tosa.
“Usted es, de todos los hombres, al que esperábamos ver” dijo
Hawkhurst. “¿Trae algo nuevo?”
“Siempre traigo algo nuevo”, fue la respuesta, dicha con fingida presun-
ción — porque el Profesor eran en realidad un hombre modesto— “simple-
mente reboso de ideas.”
“¿De dónde saca las ideas?” pregunté.
“De todas partes, de cualquier parte, en todas mis caminatas. Por cierto,
dos o tres de mis mejores acertijos me vinieron durante algún sueño.”
“Entonces, ¿no están gastadas todas las buenas ideas?” “Por supuesto
que no. Y todos los viejos acertijos pueden mejorarse, embellecerse y am-
pliarse. Tomen, por ejemplo, los cuadrados mágicos. Fueron construidos
en la India antes de la era cristiana, e introducidos en Europa alrededor del
siglo catorce, cuando se suponía que poseían ciertas propiedades mágicas,
que me temo han perdido. Cualquier niño puede disponer los números del

― 99 ―
uno al nueve en un cuadrado que sume quince en las ocho direcciones; pero
verán que puede transformarse en un problema bastante nuevo si utilizamos
monedas en lugar de números.”

65. El Acertijo de las Monedas


Hizo un diagrama, y colocó una corona (= 5 chelines) y un florín (= 2
chelines) en dos de las divisiones, como se indica en la ilustración.
“Ahora,” continuó, “coloquen la menor cantidad de monedas inglesas
posible en las siete casillas vacías, de forma que cada una de las tres co-
lumnas, tres filas y dos diagonales sume quince chelines. Por supuesto, no
podrá haber ninguna casilla sin al menos una moneda, y no podrá haber dos
casillas que contengan el mismo valor.
“Pero, ¿cómo pueden las monedas afectar la cuestión?” preguntó
Grigsby.

“Eso lo verán cuando se acerquen a la solución.” “Primero lo haré en


números, y luego los sustituiré por monedas” dijo Hawkhurst.

― 100 ―
Sin embargo, cinco minutos después, exclamó: “¡Maldición! No puedo
evitar colocar el dos en una esquina. ¿Puede moverse el florín de su actual
posición?”
“Por supuesto que no.”
“Entonces me doy por vencido.”
Pero Grigsby y yo decidimos que trabajaríamos en él otro rato, por lo
que el Profesor enseñó a Hawkhurst la solución en privado, y luego siguie-
ron conversando.
(Monedas inglesas disponibles. Peniques hay de 1, 2, 3, 4 y 6. Chelines
hay de 1, 2, 2½, 4 y 5. La equivalencia es 1 chelín = 12 peniques.)
Solución

66. Los Acertijos de las Estampillas Postales


“Ahora, en lugar de monedas lo haremos con estampillas postales. To-
men diez estampillas inglesas corrientes, siendo nueve de ellas todas de
distintos valores, y la décima un duplicado. Peguen dos de ellas en una
casilla y una en cada una de las otras, de forma que el cuadrado sume esta
vez nueve peniques en las mismas ocho direcciones anteriores.”
“¡Ya está!”, exclamó Grigsby, luego de garabatear unos minutos en la
parte posterior de un sobre.
El Profesor sonrió con indulgencia.
“¿Estás seguro de que existe una estampilla postal inglesa corriente del
valor de tres peniques y medio?”
“Por mi vida que no lo sé. ¿No la hay?”
“Esto es típico del Profesor” acotó Hawkhurst. “Nunca ha habido un
hombre más artero. Nunca sabes bien cuándo has llegado al fondo de sus
acertijos. Justo cuando crees haber hallado una solución, te señala un pe-
queño punto que habías pasado por alto.”
“Cuando hayan resuelto éste, aquí tengo uno mejor para ustedes. Deben
pegar estampillas postales inglesas de forma que todas las casillas de cada
línea sumen lo mismo, usando tantas estampillas como quieran, siempre
que sean todas de valores diferentes. Es bien difícil.”
(Estampillas disponibles: de ½, 1, 1½, 2, 2½, 3, 4, 4½, 5, 6, 9, 10 y 12
peniques)
Solución

― 101 ―
67. Las Ranas y los Vasos
“Y esto, ¿qué les parece?”
El Profesor extrajo de sus enormes bolsillos un número de ranas, cara-
coles, lagartijas y otras criaturas de fabricación japonesa — de formas muy
grotescas y colores brillantes. Mientras las observábamos, pidió al mozo
que colocara sesenta y cuatro vasos sobre la mesa del club. Cuando éstos
hubieron sido traídos y dispuestos en forma de cuadrado, como se ve en la
ilustración, colocó ocho de las pequeñas ranas sobre los vasos, tal como se
muestra.

“Ahora, bien”, dijo, “ven ustedes que los vasos forman ocho líneas ho-
rizontales y ocho verticales, y si las miran diagonalmente (hacia ambos la-
dos) hay otras veintiséis líneas. Si recorren con la vista estas cuarenta y dos
líneas, verán que no hay dos ranas sobre una misma línea.”

― 102 ―
“El acertijo es este. Tres de las ranas deben saltar de su posición a tres
vasos vacantes, de forma que en la nueva situación siga sin haber dos ranas
en la misma línea. ¿Cuáles son los saltos que deben efectuarse?”
“Me imagino...” comenzó Hawkhurst.
“Ya sé lo que vas a preguntar”, se anticipó el Profesor. “No, las ranas
no intercambian posiciones, sino que cada una de las tres salta a un vaso
que no estaba ocupado previamente." “Pero, seguramente, habrá muchas
soluciones” dije yo. “Me sentiré muy contento si las encuentras”, respondió
el Profesor con una sonrisa seca. “Yo sólo conozco una —o más bien dos,
si contamos una inversión―, que ocurre a consecuencia de que la posición
es simétrica.”
Solución

68. Romeo y Julieta


Por un rato estuvimos intentando que estos pequeños reptiles ejecutaran
la acción que se les había asignado, sin éxito. El Profesor, sin embargo, no
quiso damos la solución, pero dijo que en su lugar nos presentaría un pe-
queño desafío, inocente y sencillo una vez que se ha captado, pero que no
todos pueden lograr al primer intento.
“¡Mozo!” llamó otra vez. “Por favor llévese estos vasos, y traiga el ta-
blero de ajedrez.”
“Espero sinceramente”, exclamó Grigsby, “que no nos vaya a enseñar
alguno de esos horribles problemas suyos de ajedrez. ‘Las blancas dan mate
a las Negras en 427 jugadas, sin mover sus piezas.’ ‘El alfil enroca con el
rey, y empeña su Giuoco Piano en medio segundo.’”
“No, no es de ajedrez. Vean estos dos caracoles. Son Romeo y Julieta.
Julieta está en su balcón, esperando la llegada de su enamorado; pero
Romeo acaba de cenar, y ha olvidado, en verdad, el número de su casa. Los
cuadros representan sesenta y cuatro casas, y el apasionado mozo visitará
todas las casas una vez, y sólo una, antes de llegar a su amada. Ahora, tratan
de realizar esto en la menor cantidad de giros posible. El caracol puede
moverse hacia arriba, hacia abajo y hacia los lados, y a lo largo de las dia-
gonales. Tracen su camino con este trozo de tiza.”

― 103 ―
“Parece bastante fácil”, dijo Grigsby, mientras deslizaba la tiza a lo
largo de los cuadros. ¡Miren! Ya está."
“Si”, dijo el Profesor. “Romeo ha llegado, es cierto, y visitó cada cuadro
una sola vez; pero lo has hecho girar diecinueve veces, y no es la menor
cantidad posible de giros.”

Curiosamente, Hawkhurst dio enseguida con la solución, y el Profesor


señaló que este era exactamente el tipo de acertijos que alguien podría re-
solver en el primer intento, o no lograrlo en seis meses.
Solución

69. El Segundo Recorrido de Romeo


“Fue un golpe de suerte el tuyo, Hawkhurst” agregó. “Aquí tengo otro
acertijo mucho más fácil, ya que es factible de un análisis más sistemático;
sin embargo puede suceder que no logren resolverlo en una hora. Pongan a
Romeo en un cuadro blanco, y hagan que se deslice una vez por todos los
otros cuadros blancos, en la menor cantidad posible de giros. Esta vez
puede visitar un mismo cuadro blanco dos veces, pero el caracol nunca debe

― 104 ―
pasar dos veces por la misma esquina de un cuadro, ni entrar en un cuadro
negro.”
“¿Puede salir del tablero para tomar un refresco?” preguntó Grigsby.
“No; no puede salir hasta que haya cumplido con su cometido.”
Solución

70. Las Ranas que Cortejaban


Mientras intentábamos infructuosamente resolver este acertijo, el Pro-
fesor dispuso sobre la mesa diez de las ranas en dos filas, como se verán en
la ilustración.
“Eso parece entretenido” dije yo. “¿Qué es?”
“Es un pequeño acertijo que inventé un año atrás, y ha sido favorito de
todos los que lo han conocido. Se llama ‘Las Ranas que Cortejaban’. Se
supone que cuatro de ellas están cortejando, y luego de que las cuatro hayan
efectuado cada una un salto sobre la mesa, estarán en tal posición que for-
marán cinco líneas rectas con cuatro ranas en cada una.”

“¿Cómo es?” preguntó Hawkhurst. “Creo que puedo hacerlo.” Unos mi-
nutos después exclamó. “¿Qué tal?”
“Forman sólo cuatro líneas en lugar de cinco, y has movido a seis de
ellas”, explicó el Profesor.
“Hawkhurst”, dijo severamente Grigsby, “eres un torpe. Yo he encon-
trado la solución a simple vista. ¡Aquí va! Estas dos montan sobre las es-
paldas de sus compañeras.”
“No, no”, amonestó el Profesor: “eso no está permitido. Dije claramente
que los saltos se hacían sobre la mesa. Algunas veces escapa al ingenio de
un hombre el plantear las condiciones de un problema de tal modo que el

― 105 ―
sofista no pueda encontrar una grieta a través de la cual hasta un niño pe-
queño, podría resolverlo.”
Luego de un rato de devanarse los sesos en vano con estos batracios
enamorados, el profesor reveló su secreto.
El Profesor juntó sus reptiles japoneses y nos dio las buenas noches, con
los formulismos habituales de la estación. Los tres que quedábamos nos
fumamos otra pipa juntos, y luego partimos también hacia nuestros respec-
tivos hogares. Cada uno de nosotros cree que los otros dos pasaron toda la
Navidad exprimiendo sus cerebros en el decidido intento de descifrar los
acertijos del Profesor; pero cuando nos volvimos a encontrar en el club,
todos unánimemente declaramos que aquellos acertijos que no habíamos
logrado resolver “no habíamos tenido tiempo suficiente de mirarlos”, mien-
tras que lo que habíamos desentrañado luego de un enorme trabajo, “los
habíamos descubierto a simple vista, enseguida de llegar a casa”.
Solución

― 106 ―
ACERTIJOS SURTIDOS

71. El Juego de Clavas


Casi todos nuestros juegos más populares son de origen muy antiguo,
aunque en muchos casos se han desarrollado y mejorado considerable-
mente. El juego de clavas era favorito en el siglo catorce, e indudablemente
está emparentado con nuestro moderno juego de bolos. En aquella época,
las clavas no se restringían a ningún número en particular, eran general-
mente cónicas, y se disponían en una línea recta.
Al principio eran tumbadas con una maza que se arrojaba desde cierta
distancia. Más tarde, los jugadores introdujeron las bochas, como mejora a
la maza.
En la ilustración observamos a algunos de nuestros antepasados del si-
glo catorce jugando a las clavas de ese modo.

Ahora presentaré a mis lectores un nuevo juego de clavas de salón, que


puede jugarse sobre la mesa, sin ningún tipo de preparación. Simplemente

― 107 ―
se colocan en línea recta trece dóminos, peones de ajedrez, piezas de da-
mas, fichas, monedas o porotos — cualquier cosa sirve— unos cerca de
otros, y luego se retira el segundo, como muestra la figura.
Se supone que los antiguos jugadores se habían vuelto tan expertos, que
siempre podían derribar cualquier clava aislada, a dos clavas que estuvieran
una al lado de otra. Por lo tanto, alteraron el juego, y se acordó que ganaba
el jugador que derribara la última clava.
Entonces, al jugar nuestro juego de mesa, todo lo que hay que hacer es
derribar con el dedo, o retirar cualquier clava individual, o dos clavas veci-
nas, jugando alternativamente hasta que uno de los dos jugadores realice el
último acierto, y, por tanto, gane. Creo que encontrarán a este jueguito fas-
cinante, y les enseñaré el secreto para ganar.
Recuerden que la segunda clava debe ser retirada antes de comenzar a
jugar, y que si derriban dos a la vez, deben ser dos vecinas, ya que en el
juego verdadero, la bocha no podía hacer más que esto.
Solución

72. El Tablero Roto


Hay una anécdota del Príncipe Enrique, hijo de Guillermo el Conquis-
tador, más adelante Enrique I, que se registra con tanta frecuencia en las
viejas crónicas, que sin duda es auténtica. La siguiente versión del incidente
fue extraída de “La Vida de Guillermo el Conquistador” de Hayward, pu-
blicada en 1613.
“Hacia fines de su reinado, designó a sus dos hijos, Roberto y Enrique,
Gobernadores de Normandía, con autoridad conjunta, de forma que uno
controlara la inocencia y veleidad del otro. Estos fueron juntos a visitar al
rey francés, que se encontraba en Constanza: allí, ocupando el tiempo en
variedad de diversiones, Enrique jugó al ajedrez con Luis, entonces Delfín
de Francia, y le ganó por lejos.
“Ante esto, Luis comenzó a descuidar su lengua, lo cual le hizo perder
el respeto de Enrique. La gran impaciencia de uno
y la poca indulgencia del otro, encendió tal calor entre ellos al fin, que
Luis arrojó las piezas a la cara de Enrique.

― 108 ―
“A su tumo, Enrique golpeó a Luis con el tablero, con lo que le hizo
salir sangre, y lo hubiera matado allí mismo, de no haber sido que su her-
mano Roberto lo detuvo.
“Ante esta situación, rápidamente montaron dos caballos, y consiguie-
ron llegar a Pontoise sin ser alcanzados por los furiosos franceses.”
Ahora bien, la tradición —aquí no tan confiable— dice que el tablero se
rompió en los trece fragmentos que muestra nuestra ilustración. Se verá que
hay doce piezas, todas de forma diferente, con cinco cuadros cada una, y
una pequeña de sólo cuatro cuadros.
De esta manera tenemos las sesenta y cuatro divisiones del tablero de
ajedrez, y el acertijo consiste simplemente en volver a juntarlas de modo
de formar un tablero perfecto, correctamente ajedrezado. Los trozos pueden

― 109 ―
fácilmente recortarse de una hoja de papel cuadriculado, y, si se pegan a un
cartón, serán fuente de perpetua diversión en el hogar.
Si tienen éxito en construir el tablero, pero no anotan la disposición, la
próxima vez encontrarán su armado tan arduo como la primera vez que lo
intentaron.
El mismo Príncipe Enrique, con toda su habilidad y sabiduría, habría
encontrado que es un pasatiempo entretenido.
Solución

73. La Araña y la Mosca


Dentro de una habitación rectangular, de 30 pies de largo por 12 pies de
ancho y de altura, hay una araña ubicada en el centro de una de las paredes
cuadradas, a un pie del techo, como en A; y hay una mosca en la pared
opuesta, a un pie del piso, en el centro, como se muestra en B. ¿Cuál es la
menor distancia que la araña debe andar para alcanzar a la mosca, que per-
manece quieta? Por supuesto, la araña no se deja caer, ni utiliza su tela, sino
que camina a paso regular.

Solución

74. El Despensero Aturdido


Aquí hay un pequeño acertijo escogido de las tradiciones de un viejo
monasterio al oeste de Inglaterra. Parece que el Abad Francis era un hom-
bre valioso, y aplicaba sus métodos de justicia hasta en las pequeñas obras
de caridad por las cuales era tan conocido en los alrededores.
Además el Abad tenía buen paladar para los vinos. En una ocasión envió
por el despensero, y se quejó de que una botella en particular no había sido
de su agrado.

― 110 ―
“Os ruego me digáis, hermano Juan, cuánto de este vino has embote-
llado en total.”
“Una docena en botellas grandes, mi señor Abad, e igual cantidad en
botellas pequeñas”, contestó el despensero, “de las cuales cinco de cada
tamaño han sido consumidas en el refectorio.”
“Así será. Hay tres pajes esperando afuera. Haced que las dos docenas
de botellas, tanto llenas como vacías, les sean entregadas, y ved que el re-
parto se haga con justicia, de forma que ningún hombre reciba más vino
que otro, ni ninguna diferencia en botellas.”

El pobre Juan regresó a su bodega, llevando con él a los tres hombres,


y entonces su tarea comenzó a abrumarlo. Tenía, en botellas llenas, siete
grandes y siete pequeñas, como se ve en la ilustración, y en botellas vacías,
cinco grandes y cinco pequeñas. ¿Cómo podía efectuar la división equita-
tiva que le era requerida?
Dividió las botellas en tres grupos de formas diversas, lo que a primera
vista parecía bastante justo, ya que dos de las botellas pequeñas contenían

― 111 ―
igual cantidad de vino que una grande. Pero las botellas grandes vacías no
valían por dos pequeñas.
De ahí la orden del Abad de que cada hombre debía llevarse la misma
cantidad de botellas de cada tamaño.
Finalmente el despensero debió consultar con uno de los monjes que era
bueno para los acertijos de este tipo, y que le demostró cómo debía hacerlo.
¿Pueden ustedes averiguar cómo se efectuó el reparto?
Solución

75. Hacer una Bandera


Un buen acertijo de disección en sólo dos trozos es bastante raro, por lo
que quizás el lector se interese en el siguiente. El diagrama representa una
pieza de género, y se requiere que sea cortada en dos piezas (sin desperdi-
cio) que juntas formen una bandera perfectamente cuadrada, con las cuatro
rosas colocadas simétricamente. Esto sería bastante sencillo, si no fuera por
las cuatro rosas, ya que sólo deberíamos haber cortado de A a B e insertado
esta pieza en la parte inferior de la bandera. Pero no se nos permite cortar
a través de ninguna de las rosas, y allí está la dificultad del acertijo. Por
supuesto, no puede usarse el género en su reverso.

Solución

― 112 ―
76. Atrapar a los Cerdos
En la ilustración vemos a Hendrick y Katrün dedicados al estimulante
deporte de intentar la captura de un par de cerdos.
¿Por qué no lo lograron?
Aunque parezca extraño, la respuesta completa se facilita con el pe-
queño juego-acertijo que ahora explicaré.
Copie el sencillo diagrama en una hoja de papel o cartón conveniente-
mente grande, y utilice cuatro fichas marcadas que representen al holandés,
su esposa y los dos cerdos.

Al comienzo del juego, éstos deben colocarse en los cuadros que se in-
dican. Un jugador representa a Hendrick y Katrün, y el otro a los dos cer-
dos. El primer jugador mueve al holandés y a su mujer, un cuadro cada uno,
en cualquier dirección (pero no diagonalmente); y luego el segundo jugador
mueve a ambos cerdos un cuadro cada uno (no diagonalmente); y así suce-
sivamente, en su tumo, hasta que Hendrick atrape a un cerdo, y Katrün al
otro.

― 113 ―
Encontrarán que esto resultaría absurdamente fácil si los cerdos movie-
ran primero, pero esto es exactamente lo que los cerdos holandeses no ha-
cen.
Solución

77. El Juego del Treinta y Uno


Este es un juego que en una época fue (y puede que lo siga siendo) un
método favorito de estafa utilizado por los tahúres en los hipódromos y en
los vagones de los trenes.
Siendo que, por mérito propio, el juego es particularmente interesante,
no me disculparé ante mis lectores por presentarlo aquí.
El tahúr dispone las veinticuatro cartas, como se muestran en la ilustra-
ción, e invita al inocente transeúnte a que pruebe su suerte o habilidad para
ver quién de ellos puede primero cantar treinta y uno, o llevar a que su
oponente sobrepase el número, de la siguiente manera:
Un jugador da vuelta una carta, digamos
un 2, y canta “dos”; el segundo jugador da
vuelta otra carta, digamos un 5, y sumando
ésta al conteo, canta “siete”; el primer jugador
da vuelta otra carta, digamos un 1, y canta
“ocho”; y así prosigue el juego, alternativa-
mente, hasta que uno de los dos canta “treinta
y uno”, y así gana.
Ahora, el asunto es si, para poder ganar,
¿debería uno dar vuelta la primera carta, o cor-
tésmente invitar a su oponente a que lo haga?
Y ¿cómo debe conducir su juego? El lector
quizás diga: “¡Oh! Es bastante fácil. Debes ju-
gar primero, y dar vuelta un 3; entonces, cual-
quiera sea la carta que tu oponente dé vuelta,
no puede evitar que cantes diez, y luego dieci-
siete, veinticuatro, y el victorioso treinta y
uno. Sólo debes asegurarte estos números para
ganar.”

― 114 ―
Pero es justamente este pequeño concepto lo que es tan peligroso, y lo
colocará en las manos del estafador.
Usted juega un 3, y el estafador juega un 4 y canta “siete”; usted juega
un 3 y canta “diez”; el estafador da vuelta un 3 y canta “trece”; usted juega
un 4 y canta “diecisiete”; el estafador juega un 4 y canta “veintiuno”; usted
juega un 3, y consigue su “veinticuatro”.
Ahora el tahúr juega el último 4 y canta “veintiocho”. Usted busca en
vano otro tres con el cual ganar, pues ¡están todos boca abajo! Así que se
ve obligado, ya sea a dejar que él gane, o a pasarse del número, y de todas
formas pierde.
De este modo queda demostrado que su método seguro para ganar se
derrumba sin esperanzas, a través de lo que puede llamarse el “método del
agotamiento”. Yo daré la clave para el juego, demostrando cómo puede
ganarse siempre, pero aquí no diré si hay que jugar primero o segundo, por
si el lector quiere averiguarlo por sí mismo.
Solución

78. Los Ferrocarriles Chinos


Nuestro dibujo ilustra el plano de una ciudad china que está protegida
por una fortificación pentagonal. Cinco naciones europeas hacían planes y
clamaban por la concesión de instalar un ferrocarril hasta el lugar; y al final
uno de los más brillantes consejeros imperiales dijo: “¡Dejad que todos ten-
gan su concesión!” Así los oficiales del Gobierno Celeste debieron ocu-
parse en arreglar los detalles. Las letras del diagrama indican las diferentes
nacionalidades, y no sólo exactamente dónde cada línea debe entrar en la
ciudad, sino también dónde debe ubicarse la estación que pertenece a esa
línea. Como se acordó que la lí-
nea de un país no debía nunca
cruzarse con la de otro, los repre-
sentantes de los distintos países
involucrados debieron dedicarse
durante tantas semanas a intentar
encontrar una solución al pro-
blema, que entretanto se produjo

― 115 ―
un cambio en el gobierno chino, y todo el programa se desbarató. Tome un
lápiz y trace las rutas para la línea de A a A, de B a B, de C a C, etc., sin
nunca permitir que una línea cruce a otra, o pase a través de la estación de
otra compañía.
Solución

79. La Aritmética del Brujo


Había una vez un caballero que fue a consultar a cierto brujo famoso.
La entrevista tenía que ver con un asunto del corazón; pero luego de que el
hombre de magia hubo presagiado los más favorables eventos y preparado
una poción de amor que sin duda ayudaría a la causa de su visitante, la
conversación derivó a los temas generales del ocultismo.
“¿Y habéis vos aprendido también el arte de la magia de los números?”
preguntó el caballero. “Dadme sólo una muestra de vuestro ingenio en esta
materia.”

― 116 ―
El viejo brujo tomó cinco bloques, todos marcados con un número, y
los colocó sobre un estante, aparentemente al azar, de modo que quedaran
en el orden 41096, como se ve en la figura. Entonces tomó en sus manos
un 8 y un 3, y los sostuvo juntos para formar el número 83.
“Señor Caballero,” dijo el brujo, “decidme, ¿podéis multiplicar mental-
mente un número por el otro?”
“En verdad no” respondió el buen caballero. “Necesitaría lápiz y papel
para poder realizarlo.”
“Sin embargo, observad qué fácil resulta para un hombre versado en la
ciencia de la lejana Arabia, que conoce toda la magia que se esconde en la
filosofía de los números.”
El brujo simplemente colocó el 3 al lado del 4 en el estante, y el 8 en el
otro extremo. Se podrá verificar que esta es la respuesta correcta —
3410968―. Muy curioso, ¿no? ¿Cuántos otros multiplicadores de dos dí-
gitos pueden encontrar que produzcan el mismo efecto? Cabe colocar en el
estante tantos bloques como gusten, y con las cifras que quieran.
Solución

80. El Problema de la Cinta


Si tomamos la cinta por las
puntas y la estiramos, tendre-
mos el número
0588235294117647. Este nú-
mero tiene la particularidad de
que si lo multiplicamos por
cualquiera de los números 2,
3, 4, 5, 6, 7, 8 o 9, obtendre-
mos exactamente el mismo
número en la cinta, comen-
zando desde otro lugar. Por
ejemplo, si lo multiplicamos
por 4, el producto es
2352941176470588, que co-
mienza desde la flecha en el

― 117 ―
círculo. De igual manera, si lo multiplicamos por 3, obtendremos el mismo
resultado, comenzando por la estrella. Ahora bien, el acertijo consiste en
dar una disposición diferente de números sobre la cinta que produzca re-
sultados similares al multiplicarse de esa forma; sólo el 0 y el 7 que apare-
cen en los extremos de la cinta no deben moverse.
Solución

81. Las Damas Japonesas y la Alfombra


Tres damas japonesas poseían una ancestral alfombra cuadrada de con-
siderable valor intrínseco, y que también era atesorada por la familia como
una herencia interesante. Decidieron cortarla y hacer tres alfombras cua-
dradas, para que cada una fuera dueña de una porción en su propia casa.

Una dama sugirió que la manera más sencilla sería que ella tomara una
parte menor que las otras dos, porque así la alfombra no debería cortarse
en más de cuatro piezas.

― 118 ―
Hay tres formas sencillas de hacer esto, que dejaré por ahora al lector el
placer de encontrar por sí mismo, sólo diciendo que si suponemos que la
alfombra mide nueve pies cuadrados, entonces una dama puede tomar una
pieza entera de dos pies cuadrados, otra dos pies cuadrados en dos piezas,
y la tercera una pieza entera de un pie cuadrado.
Pero esta generosa oferta no fue ni por un instante considerada por las
otras dos hermanas, quienes insistieron en que la alfombra cuadrada debe-
ría cortarse de tal forma que las tres obtuvieran una alfombra de exacta-
mente la misma dimensión.
Ahora bien, de acuerdo con las mejores autoridades occidentales, ellas
hubieran debido cortar su alfombra en siete piezas, pero un corresponsal en
Tokio me asegura que la leyenda dice que lo hicieron en sólo seis piezas, y
quiere saber si tal cosa es posible.
Sí, puede hacerse.
¿Pueden ustedes recortar las seis piezas de manera que formen tres al-
fombras cuadradas de igual tamaño?
Solución

82. El Capitán Longbow y los Osos


El Capitán Longbow, ese eminente y más o menos veraz viajero, está
muy ofendido con el público. Dice que durante una reciente expedición a
las regiones árticas, él de hecho llegó hasta el Polo Norte, pero no puede
lograr que alguien le crea. Por supuesto, la dificultad en estos casos es apor-
tar una prueba, pero él asegura que cuando futuros viajeros logren la misma
hazaña, encontrarán pruebas allí. Dice que cuando llegó al Polo vio a un
oso dar vueltas y vueltas alrededor de ese sitio (que él declara que es un
polo), evidentemente perplejo por el hecho peculiar de que cualquiera fuera
la dirección hacia donde mirara, siempre era exactamente al sur. El Capitán
Longbow dio fin a las meditaciones del oso, disparándole y luego empa-
lándolo, de la manera que vemos en la ilustración, como la evidencia para
futuros viajeros.
Cuando el Capitán se encontraba 100 millas al sur, en su camino de
regreso, tuvo una pequeña experiencia bastante confusa. Una mañana en
que observaba desde una elevación, se sorprendió al ver nada menos que

― 119 ―
once osos en su inmediata vecindad. Pero lo que más lo asombró fue el
hecho curioso de que se habían puesto de tal forma que quedaron siete filas
de osos, con cuatro osos en cada una. Si esto era resultado o no de un mero
accidente, no podría decirlo, pero es probable que así haya sido. Si el lector
intenta trazar once puntos sobre una hoja de papel, de forma que haya siete
filas de puntos con cuatro puntos en cada una, encontrará alguna dificultad;
pero la agrupación de osos alegada por el Capitán es posible. ¿Puede des-
cubrir cómo estaban dispuestos?

Solución

83. El Recorrido Inglés


Este acertijo tiene que ver con vías férreas, y en estos días de mucho
viajar debería resultar útil. El mapa de Inglaterra muestra veinticuatro ciu-
dades unidas por un sistema ferroviario. Un habitante de la ciudad marcada
con una A en la parte superior, se propone visitar todas las ciudades una
vez, y sólo una, y finalizar su excursión en Z. Esto sería bastante fácil si

― 120 ―
pudiera andar tanto por carretera como en ferrocarril, lo que no está permi-
tido. ¿Cómo puede realizarlo? Tome un lápiz, y comenzando en A trace el
recorrido de ciudad en ciudad, punteando las ciudades que ha visitado, e
intente finalizar en Z.

Solución

84. El Acertijo del Chifu-Chemulpo


He aquí un acertijo que en una época se vendía en los comercios de
Londres. Representa a un tren militar —con una locomotora y ocho vago-
nes. El acertijo consiste en invertir los vagones para que queden en el orden
8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, en lugar de 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, y que la locomotora
quede, como al principio, en la vía auxiliar. Esto debe hacerse en la menor
cantidad posible de movimientos. Cada vez que se mueve a la locomotora
o a un vagón de la vía principal a la auxiliar, o viceversa, se cuenta un
movimiento por cada vagón o locomotora que cambió de lugar. Los movi-
mientos a lo largo de la vía principal no se cuentan. Con el 8 en el extremo,

― 121 ―
como se muestra, hay lugar para pasar el 7 a la vía auxiliar, correr el 8 al
lado del 6, y bajar el 7 otra vez; o pueden poner hasta cinco vagones, o
cuatro y la locomotora, en la vía auxiliar al mismo tiempo. Los vagones se
mueven sin ayuda de la locomotora. El comprador del acertijo era desafiado
a que “intente hacerlo en 20 jugadas”. ¿Cuántas requiere el lector?

Solución

85. La Excéntrica Mujer del Mercado


La Sra. Covey, que posee una pequeña granja de aves de corral en Su-
rrey, es una de las mujeres más excéntricas que he conocido. Su modo de
hacer negocios es siempre original, y a veces bastante fantástico y sorpren-
dente. Una vez se la escuchó explicar a sus selectos amigos cómo se había
desprendido de sus huevos de ese día. Evidentemente tomó la idea de un
antiguo acertijo que todos conocemos; pero como ha sido mejorado, no
dudo en presentarlo a mis lectores. Relató que ese día había llevado cierta
cantidad de huevos al mercado. Vendió la mitad de ellos a un cliente, y le
dio medio huevo de más. Luego vendió un cuarto del remanente y dio un
cuarto huevo de más. Finalmente se deshizo de un quinto del resto, y dio
un quinto de huevo de más. Lo que le quedaba lo dividió en partes iguales
entre trece de sus amigos. Y, aunque parezca extraño, en ningún momento
de estas transacciones tuvo que romper un solo huevo. Ahora bien, el acer-
tijo consiste en encontrar el menor número de huevos que la Sra. Covey
pudo haber llevado al mercado. ¿Pueden ustedes decirlo?
Solución

― 122 ―
86. El Acertijo de la Guirnalda
Elija una palabra que considere adecuada, y que contenga ocho letras.
Toque con la punta del lápiz una flor de la guirnalda y saltee una vecina,
anotando en la siguiente la primera letra del nombre. Luego toque otra flor
vacante, y nuevamente salte por sobre su vecina, en otra dirección, y es-
criba luego la segunda letra. Continúe con este procedimiento (tomando las
letras en su orden correcto) hasta que todas hayan sido escritas, y pueda
leerse la palabra original alrededor de la guirnalda. Siempre debe tocar una
flor vacía, pero la flor que se saltea puede estar o no ocupada. Sólo pueden
usarse palabras en español.

Solución

87. La Mesa Redonda


Siete amigos, llamados Adams, Brooks, Cater, Dobson, Edwards, Fry y
Green, pasaban quince días juntos en la costa, y tenían reservada para su
desayuno en el hotel, una mesa redonda. Se acordó que ninguno debía sen-
tarse dos veces con los mismos dos vecinos. Como esto es posible de jus-
tamente quince maneras, el plan era bien practicable. Pero ¿puede el lector

― 123 ―
preparar una disposición para cada desayuno? Pidieron al dueño del hotel
que trazara un esquema, pero éste falló.
Solución

88. Las Cinco Latas de Té

A veces se dice que la suma es la operación más sencilla del mundo,


pero en algunas ocasiones, como demostraré, no tiene nada de fácil. Algu-
nas veces la tarea puede ser aliviada utilizando algún pequeño artificio;
otras es prácticamente imposible realizar la enumeración requerida si no se
posee una mente especialmente clara. Cualquier niño, cuando compra doce
estampillas, casi instintivamente dirá, al ver que hay cuatro a lo largo de un
lado y tres del otro, “cuatro por tres: doce”; mientras que su pequeño her-
mano las contará por fila, 1, 2, 3, 4, etc. Si la madre del niño tiene ocasión
de sumar los números del 1 al 50, probablemente realice una larga adición
de los cincuenta números; mientras que su esposo, más habituado a las ope-
raciones aritméticas, verá a simple vista que juntando los números de cada
extremo, hay 25 pares de 51; por lo tanto, 25 × 51 = 1.275. Pero su astuto
hijo de veinte años quizás acorte camino y diga: “¿Por qué multiplicar por

― 124 ―
25? ¡Sólo debes agregar dos ceros al 51 y dividir por cuatro, y ahí lo tie-
nes!”
Un comerciante de té tiene cinco latas de té de forma cúbica, las cuales
dispone en línea sobre el mostrador, como vemos en la ilustración. Cada
lata tiene una figura en cada uno de sus seis lados, por lo cual hay treinta
figuras en total; pero una de las figuras de la N° 1 se repite en la N° 4, y
otras dos figuras de la N° 4 se repiten en la N° 3; hay por lo tanto, sólo 27
figuras diferentes. El dueño siempre coloca a la N° 1 en un extremo, y
nunca permite que la N° 3 quede al lado de la N° 5.
Un cliente del comerciante, habiéndose informado de esto, considera
que es un buen acertijo intentar establecer de cuántas formas diferentes
pueden disponerse las latas sobre el mostrador, de manera que el orden de
las cinco figuras del frente nunca se repita. Encontró que realizar esta enu-
meración era bien difícil. ¿Pueden ustedes encontrar la solución sin enma-
rañarse el cerebro? Sin duda, pueden quedar dos figuras iguales en la fila,
ya que todo es cuestión de su orden.
Solución

89. Los Cuatro Cerdos

― 125 ―
Los cuatro cerdos están colocados cada uno en un chiquero diferente,
de modo tal que aun cuando todos los treinta y seis chiqueros están alinea-
dos (ya sea horizontal, vertical o diagonalmente) con al menos un cerdo,
ningún cerdo está alineado con otro. ¿De cuántas formas diferentes pueden
colocarse los cerdos de modo de cumplir con estas condiciones? Si giran
esta página, obtendrán otras tres disposiciones, y si la invierten frente a un
espejo, cuatro más. Esas no se cuentan como disposiciones diferentes.
Solución

90. Los Cubos Numerados


Los niños de la ilustración han encontrado que se puede inventar una
gran cantidad de acertijos muy interesantes e instructivos, a partir de cubos
numerados; es decir, cubos que presenten los diez dígitos de las cifras ará-
bigas —1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 0―. El acertijo en particular con el que se
han estado divirtiendo es dividir los bloques en dos grupos de cinco, y luego
disponerlos en forma de dos multiplicaciones, en las que un producto sea
igual al otro. El número posible de soluciones es muy considerable, pero
ellos han dado con la disposición que da el menor producto posible. Así,
3.485 multiplicado por 2 es 6.970, y 6.970 multiplicado por 1 es lo mismo.
Les resultará imposible conseguir un resultado menor.

― 126 ―
Bien, mi acertijo consiste en hallar el mayor resultado posible. Dividan
los cubos en dos grupos de cinco a gusto, y dispónganlos para formar dos
multiplicaciones que resulten en el mismo producto y el más alto posible.
Eso es todo, y sin embargo es un asunto que requiere bastante trabajo.
Por supuesto, no se permiten fracciones, ni tampoco trucos de ninguna
especie. El acertijo es lo bastante interesante en la sencilla forma en que se
los he dado. Quizás deba agregarse que los segundos factores pueden tener
dos cifras.
Solución

91. Zorros y Gansos


He aquí un pequeño acertijo del tipo de mover fichas que mis lectores
probablemente hallarán interesante. Dibuje un diagrama de cualquier ta-
maño conveniente, similar al que se muestra en la ilustración, y consígase
seis fichas — tres marcadas para representar a los zorros, y tres a los gan-
sos. Ponga a los gansos en los discos 1, 2 y 3, y a los zorros en 10, 11 y 12.

Bien, el acertijo consiste en esto. Moviendo uno a la vez, zorro y ganso


alternativamente, a lo largo de una línea recta de un disco al siguiente, in-
tente llevar a los zorros a 1, 2 y 3, y a los gansos a 10, 11 y 12 —o sea,
hágales intercambiar lugares— en el menor número posible de movidas.

― 127 ―
Pero debe cuidar que nunca queden un ganso y un zorro al alcance uno
de otro, o habrá problemas. Esta regla, como verá, impide mover al zorro
del 11 en la primera jugada, ya que quedaría en 4 o en 6, y estaría al alcance
de un ganso. También impide mover a un zorro de 10 a 9 o de 12 a 7. Si
mueve 10 a 5, entonces su próxima jugada bien puede ser 2 a 9 con ganso,
lo que no hubiera podido ser si el zorro no se hubiera ido de la 10. Quizás
sea innecesario decir que un solo zorro o un solo ganso pueden estar en un
disco al mismo tiempo. ¿Cuál es el menor número de jugadas necesario
para hacer que los zorros y los gansos cambien de lugar?
Solución

92. La Mesa de Robinson Crusoe


He aquí un curioso extracto del diario de Robinson Crusoe. No podrá
encontrarse en las ediciones modernas de las Aventuras, y se omite en las
viejas. Esto siempre me ha parecido una lástima.

“El tercer día, de mañana, ya que el viento se había calmado durante la


noche, fui a la costa con la esperanza de encontrar una máquina de escribir
y otras cosas útiles que la marea hubiera rescatado del naufragio; pero todo
lo que pude hallar fue un trozo de madera con muchos agujeros en él. Mi

― 128 ―
hombre, Viernes, había dicho muchas veces que buena falta nos hacía una
mesa cuadrada para nuestro té de la tarde, y pensé que este trozo de madera
podía ser usado con ese fin. Y como durante el largo tiempo que Viernes
había permanecido conmigo yo no había querido establecer en su mente
ninguna base de conocimientos útiles, le dije que mi deseo era fabricar la
mesa con la tabla que había encontrado, pero que no hubiera agujeros en su
superficie.
“Viernes, tristemente confundido, preguntó cómo esto podía hacerse,
especialmente cuando le dije que debía consistir de no más de dos piezas
adosadas; pero le enseñé cómo podía hacerse en tal forma que la mesa fuera
lo más grande posible, aunque, sin duda, me hizo gracia cuando dijo: ‘Mi
gente hacer mejor: tapar agujeros para que no caer azúcar.’ ”
La ilustración muestra las proporciones exactas de la tabla, con las po-
siciones de los quince agujeros. ¿Cómo fabricó Robinson Crusoe la mesa
cuadrada más grande posible en dos piezas, que no tuviera agujeros en su
superficie?
Solución

93. Los Quince Huertos


Quince de los habitantes de un pueblo del condado de Devon, de donde
viene la sidra, poseen un excelente espíritu de amistosa rivalidad, y hace
unos años decidieron saldar por medio de la experimentación práctica, una
pequeña diferencia de opiniones en cuanto al cultivo de manzanos. Algunos
decían que necesitaban mucha luz y aire, mientras que otros sostenían con
firmeza que debían plantarse a corta distancia entre sí para que tuvieran
sombra y se protegieran de los vientos fríos. Entonces acordaron plantar
una partida de árboles jóvenes en diferente número en cada huerto, para
poder comparar resultados.
Un hombre tenía un único árbol en su campo, otro tenía dos, otro tres
árboles, otro cuatro árboles, otro cinco, y así sucesivamente hasta que el
último tenía tantos como quince árboles en su pequeño huerto. El año pa-
sado se pudo observar el extraño resultado. Cada uno de los quince indivi-
duos descubrió que todos los árboles de su propio huerto habían producido
exactamente la misma cantidad de manzanas. Pero, lo que era aún más

― 129 ―
asombroso, al comparar sus registros, comprobaron que el total recogido
en cada predio era casi igual. De hecho, si el hombre que tenía once árboles
hubiera dado una manzana al que tenía siete, y el hombre que tenía catorce
árboles hubiera dado tres manzanas a cada uno de los propietarios de nueve
y trece árboles, todos hubieran tenido exactamente la misma cantidad.

Bien, el acertijo consiste en descubrir cuántas manzanas hubiera tenido


cada uno de ellos (la misma cantidad en todos los casos) si se hubiera lle-
vado a cabo dicha distribución. Es bastante sencillo si se encara la tarea en
forma correcta.
Solución

94. El Plomero Confundido


Cuando recientemente realicé una visita a Peckham, encontré que todos
se preguntaban: “¿Qué le ha sucedido a Sam Solders, el plomero?” Apa-
rentemente se encontraba en muy mala forma, y su esposa estaba muy preo-
cupada acerca de su estado mental. Desde que me hubo reparado un aparato
de agua caliente hace algunos años, que no llegó a explotar en los primeros
tres meses (y cuando lo hizo sólo afectó a uno de los ayudantes del coci-
nero), le tenía bastante respeto.

― 130 ―
“Ahí está”, dijo la Sra. Solders cuando fui a interesarme. “Así ha per-
manecido por tres semanas. Casi no come nada, no descansa, y su negocio
está tan abandonado que no sé qué irá a suceder conmigo y los cinco niños.
Todo el día — y toda la noche— se los pasa allí, calculando y calculando,
y arrancándose los cabellos como si estuviera loco. La preocupación me
está matando.”

Convencí a la Sra. Solders de que me explicara de qué se trataba. Parece


ser que recibió un pedido de un cliente para fabricar dos cisternas rectan-
gulares de zinc, una con tapa, y la otra sin tapa. Cada una debía contener
exactamente 1.000 pies cúbicos de agua al estar llena hasta el borde. El
precio debía ser una determinada suma por cada cisterna, incluyendo la
mano de obra. Como el Sr. Solders es un hombre ahorrativo, naturalmente
quiso fabricar las dos cisternas de dimensiones tales que requirieran la me-
nor cantidad de material posible. Este era el pequeño problema que tanto lo
afectaba.
¿Podrán mis ingeniosos lectores hallar las dimensiones de la más eco-
nómica cisterna con tapa, y también las proporciones exactas de una tal
cisterna sin tapa, cada una capaz de contener 1.000 pies cúbicos de agua?
Por “económico” entendemos al método que requiere la menor cantidad de

― 131 ―
metal posible. No es necesario dejar un margen para lo que las damas lla-
marían “dobladillo”. Les mostraré cómo ayudé al Sr. Solders a salir de su
dilema. Él dice: “Ese pequeño artificio que me enseñó sería útil para otros
de mi oficio.”
Solución

95. La Columna Nelson


Durante un homenaje a Nelson, me encontraba en Trafalgar Square con
un amigo propenso a lo enigmático. Había estado mirando la columna en
forma abstracta por algún tiempo, y parecía bastante inconsciente de los
comentarios al pasar que yo le dirigía.
“¿Con qué estás soñando?” dije al fin.
“Dos pies...” murmuró.
“¿Es el sombrero de alguien?”, pre-
gunté.
“Cinco veces alrededor...”
“¡Dos pies, cinco veces alrededor! ¿Qué
diablos estás diciendo?”
“Espera un minuto” dijo haciendo unos
cálculos en el reverso de un sobre. En ese
momento descubrí que estaba a punto de in-
ventar un nuevo problema de alguna clase,
pues conocía bien sus métodos de trabajo en
estas cosas.
“¡Aquí lo tienes!” exclamó de pronto.
“¡Ya está! Un pequeño acertijo muy intere-
sante. Dado que la caña de la Columna Nel-
son mide 200 pies, y su circunferencia 16
pies con 8 pulgadas, y está festoneada por una guirnalda en espiral que la
rodea exactamente cinco veces. ¿Cuál es el largo de la guirnalda? Parece
bastante difícil, pero es, en verdad, bien sencillo.” (Se recuerda que 1 pie
=12 pulgadas.)
Tenía razón. El acertijo es bastante sencillo, si se enfoca en la forma
adecuada. Por supuesto, la altura y la circunferencia no son las correctas,

― 132 ―
pero fueron elegidas para los propósitos de este acertijo. El artista también
ha dibujado la caña de la columna con igual circunferencia en toda su al-
tura. Si fuera cónica, el acertijo sería menos sencillo.
Solución

96. Los Dos Niños Mandaderos


Un banquero de provincia envió a su mandadero con una misiva para el
carnicero del pueblo vecino, y al mismo tiempo el carnicero envió a su
mandadero a la panadería. Uno corría más rápido que el otro, y fue obser-
vado que se cruzaron en un punto a 720 yardas de la panadería. Cada uno
demoró diez minutos con su diligencia, y luego iniciaron el camino de re-
greso, y esta vez se cruzaron en un punto a 400 yardas de la carnicería.
¿Qué distancia separa a ambos comercios? Evidentemente cada niño an-
duvo a la misma velocidad en todo el recorrido.
Solución

97. Sobre las Arenas de Ramsgate


Trece pequeños fueron encontrados bailando en ronda sobre las arenas
de Ramsgate. Aparentemente estaban jugando a la “Rueda, rueda”. El acer-
tijo es el siguiente. ¿Cuántas ruedas pueden formar sin que ningún niño se
tome dos veces de la mano de otro? O sea, que ningún niño puede tener el
mismo vecino dos veces.
Solución

98. Los Tres Automóviles


Pope nos ha dicho que toda casualidad es sólo “el rumbo que vos no
podéis ver”, y ciertamente todos ocasionalmente nos topamos con alguna
notable coincidencia— pequeñas cosas cuya probabilidad es inmensamente
remota— que nos llenan de asombro. Uno de los tres automovilistas que
vemos en la ilustración se ha encontrado con una de esas misteriosas coin-
cidencias. Está señalando a sus amigos que los tres números de sus auto-
móviles contienen todos los dígitos del 1 al 9 y el 0, y lo que es más notable,

― 133 ―
que si multiplicamos los números del primero y segundo automóviles entre
sí, el producto será el número del tercer automóvil. Esto es, 78, 345 y 26910
contienen las diez cifras, y 78 multiplicado por 345 da 26910. Pues bien, el
lector podrá encontrar muchos conjuntos de números de dos, tres y cinco
cifras respectivamente, que tengan la misma particularidad. Pero hay un
conjunto, y sólo uno, en la que los números cuentan con esta particularidad
adicional— que el segundo número es un múltiplo del primero. En otras
palabras, si 345 pudiera ser dividido entre 78 sin dejar resto, los mismos
números de los autos llenarían también esta condición adicional. ¿Cuáles
son los tres números que buscamos? Recuerden que deben tener dos, tres y
cinco cifras respectivamente.

Solución

99. Un Cuadrado Mágico Reversible


¿Pueden ustedes construir un cuadrado de dieciséis números diferentes,
de modo que sea mágico (es decir, que sumen exactamente lo mismo sus
cuatro columnas, cuatro filas y dos diagonales), tanto si se pone patas arriba

― 134 ―
como al derecho? No deben usar los números 3, 4 y 5, ya que éstos no se
pueden poner patas arriba; pero un 6 puede convertirse en un 9 al invertirlo,
un 9 en un 6, un 7 en un 2, y un 2 en un 7. El 1, el 8 y el 0 se leerán igual
de ambas formas. Recuerden que la suma constante no debe variar al inver-
tirse.
Solución

100. El Tren Subterráneo


El diagrama que presentamos es el plano de un tren subterráneo. El bo-
leto vale igual para cualquier distancia, siempre que no se recorra dos veces
una misma porción de la línea durante el trayecto. Ahora, cierto pasajero
que dispone de mucho tiempo, va diariamente de A a F. ¿Cuántas son las
rutas que puede elegir? Por ejemplo, puede tomar la ruta más corta, A, B,
C, D, E, F, en línea recta, o puede tomar una de las rutas largas, tales como
A, B, D, C, B, C, E, D, E, F. Se observará que tiene líneas opcionales entre
algunas estaciones, y sus elecciones de éstas llevan a variaciones de la ruta
completa. Muchos lectores encontrarán que es un problemita muy enre-
dado, aun cuando sus condiciones son tan simples.

Solución

101. El Navegante y la Serpiente Marina


El Sr. Simón Softleigh había pasado la mayor parte de su vida entre
Tooting Bec y la calle Fenchurch. Su conocimiento del mar era, por lo
tanto, muy limitado. Así es que cuando tomaba unas vacaciones en la costa
del sur, pensó que era una espléndida oportunidad para obtener un poco de
información provechosa. De modo que comenzó a tirar de la lengua de los
nativos.

― 135 ―
“Supongo”, dijo el Sr. Softleigh una mañana a un jovial y bruñido na-
vegante, “que habrá usted visto muchas cosas sorprendentes en el mar bra-
vío.”
“Dios lo bendiga, señor, así es” dijo el navegante. “Quizás usted nunca
haya visto un témpano de vainilla, o una sirena secando sus prendas en la
línea ecuatorial, o al cocodrilo de alas azules que circunda los cielos en pos
de su presa, o a la serpiente marina...”
“¿En verdad ha visto usted a la serpiente marina? Creí que su existencia
era incierta.”

“¡Incierta! No diría usted que hay nada incierto en una serpiente marina,
si hubiera visto una. La primera que vi fue cuando era navegante del Saucy
Sally. Nosotros estábamos rodeando el Cabo de Hornos con una carga de
camarones de las Islas del Pacífico, cuando miré para el lado del puerto y
vi un monstruo tremendo, como una víbora, con su cabeza fuera del agua,
y sus ojos echando fuego, que vigilaba nuestro barco. Entonces grité a los
otros que soltaran el bote, mientras que yo corrí abajo a buscar mi espada
— la misma que usé cuando maté al Rey Chokee, el jefe caníbal que se
comió al criado del capitán— y nos pusimos a seguir el rastro de esa ser-
piente marina. Bueno, para resumir, cuando nos pusimos al costado de

― 136 ―
la bestia, simplemente le clavé esa espada mía, y antes que pudiera decir
esta boca es mía, la corté en tres pedazos, todos exactamente del mismo
largo, y después la cargamos a bordo del Saucy Sally. ¿Qué hice con ellos?
Pues los vendí a un sujeto en Río de Janeiro. Y ¿qué cree usted que hizo
con ellos? Los usó para hacer ruedas para su auto— no es fácil pinchar la
piel de una serpiente marina.”
“¿Qué largo tenía la criatura?”, preguntó Simón.
“Bueno, cada pedazo era igual de largo que tres cuartos del largo de un
pedazo, agregado a tres cuartos de un cable. Aquí hay un pequeño acertijo
para que usted resuelva, joven caballero. ¿Cuántos cables de largo debió
haber medido la serpiente marina?”
En verdad no es de ningún modo para deshonra del Sr. Simón Softleigh
el que nunca haya logrado hallar la respuesta correcta a ese pequeño acer-
tijo, porque puede confiarse en que de mil lectores que lo intenten, ni uno
conseguirá calcularla con exactitud.
Solución

102. La Sociedad Benéfica


AI cabo de cuatro meses y medio de ardua labor, las damas de cierta
Sociedad Benéfica estaban tan encantadas con el bellísimo acolchado de
retazos de seda que habían cosido para el querido cura, que todo el mundo
besó a todo el resto, con excepción, por supuesto, del mismo ruboroso jo-
ven, que sólo besó a sus hermanas, a quienes había ido a buscar para acom-
pañarlas a casa. Hubo exactamente una gruesa de besos en total. ¿Cuánto
tiempo más hubieran demorado las señoras en su labor de costura si las
hermanas del cura referido hubieran jugado al Lawn Tennis en lugar de
asistir a las reuniones? Debemos, evidentemente, suponer que las damas
asistían regularmente, y estoy seguro de que todas trabajaban igualmente
bien. Aquí un beso mutuo se cuenta como dos.
Solución

― 137 ―
103. El Caracol Aventurero
A todos es conocida la versión sencilla del acertijo del caracol escala-
dor. Nos fue enseñada ya en el Jardín de Infantes, y aparentemente inten-
taba inculcamos la sencilla moraleja de que nunca resbaláramos si podía-
mos evitarlo. He aquí el popular cuento. Un caracol escala un palo de 12
pies de altura, ascendiendo 3 pies por día y resbalando 2 pies cada noche.
¿Cuánto tarda en llegar a la punta? Por supuesto, se espera que contestemos
que doce días, ya que la criatura realiza un avance real de 1 pie cada 24
horas. Pero los bebés modernos no pueden ser engañados tan fácilmente.
Ellos contestan, bastante correctamente, que al final del noveno día el ca-
racol está a tres pies de altura, y por lo tanto, accede a la cima de sus aspi-
raciones al décimo día, ya que dejará de resbalar al llegar a la punta.
Retomemos ahora a la historia original. Una vez dos filósofos camina-
ban por su jardín, cuando uno de ellos descubrió a un muy respetable miem-
bro de la familia Helix Aspersa, un pionero en alpinismo, en el acto de
realizar la riesgosa escalada de una pared de 20 pies de altura. A juzgar por
el rastro, el caballero calculó que ascendía tres pies por día, resbalando dos
pies hacia abajo al dormir cada noche.

― 138 ―
“Os ruego me digáis", dijo el filósofo a su amigo, que tenía la misma
profesión, “¿cuánto tiempo llevará al Sr. Caracol escalar hasta la cima de
la pared, y descender por el otro lado? Como sabéis, el borde superior de la
pared es afilado, así que cuando llegue allí, comenzará a descender en
forma instantánea, dedicando el mismo esfuerzo a su diario descenso que
el que dedicó a su ascenso, y resbalando al dormir por la noche, igual que
antes.”
Esta es la versión genuina del acertijo, y mis lectores quizás se interesen
en calcular el número exacto de días. Por supuesto, en un acertijo de este
tipo, siempre se supone que el día se divide en 12 horas diurnas y 12 noc-
turnas.
Solución

104. Los Cuatro Príncipes


Los dominios de cierto monarca oriental
formaban una comarca perfectamente cua-
drada. Sucedió un día que el rey descubrió
que sus cuatro hijos no sólo conspiraban
unos contra otros, sino que también se rebe-
laban secretamente contra él. Luego de con-
sultar con sus consejeros, decidió no exiliar
a los príncipes, sino confinarlos a los cuatro
rincones del reino, donde cada uno recibiría
un territorio triangular de igual superficie,
cuyos límites sólo atravesarían a costa de sus vidas. El agrimensor real se
encontró enfrentado a grandes dificultades naturales, debido al carácter sal-
vaje de la tierra. El resultado fue que mientras todos recibieron la misma
superficie, los cuatro distritos triangulares eran todos de diferente forma,
aproximadamente como se muestra en la ilustración. El acertijo consiste en
proveer las tres medidas de cada uno de los cuatro distritos en los números
menores posibles — siempre en números enteros de estadios. En otras pa-
labras, se requiere hallar (en los números menores posibles) cuatro triángu-
los rectángulos de áreas iguales.
Solución

― 139 ―
105. Ta Te Tí
Todos los niños saben jugar a este juego. Se traza un cuadrado de nueve
casillas, y cada uno de los jugadores, alternativamente, pone su marca (un
cero o una cruz, según sea el caso) en una casilla, con el propósito de poner
tres en una misma línea. Cualquiera de los dos jugadores que primero logre
poner tres marcas en una línea, gana con la exultante exclamación:
“Ta Te Ti
Suerte para mí
Nada para ti.”
Es un juego muy antiguo. Pero si los dos jugadores tienen un conoci-
miento perfecto de él, una de estas tres cosas sucederá forzosamente, (i)
Gana el primer jugador; (ii) Pierde el primer jugador; o (iii) siempre hay
empate. ¿Cuál de las tres afirmaciones es la correcta?
Solución

106. El Juego de Ovidio

Luego de examinar el Ta Te Tí, nos detendremos a considerar una ex-


tensión del juego, que se menciona especialmente en los trabajos de Ovidio.
Es, de hecho, el antepasado del Nine Men's Morris (El Juego del Molino)

― 140 ―
a que se refiere Shakespeare en Sueño de una noche de Verano (Acto II,
Escena 2). Cada jugador tiene tres fichas, que pone alternativamente sobre
los nueve puntos señalados en el diagrama, con el objeto de conseguir tres
en una línea, y así ganar. Pero luego de que las seis fichas han sido puestas,
proceden a moverlas (siempre a un punto adyacente desocupado), y con el
mismo propósito. En el ejemplo que presentamos, las Blancas jugaron pri-
mero, y las Negras acaban de ocupar el punto 7. Es ahora el tumo de las
Blancas, que indudablemente jugarán de 8 a 9, y luego, cualquiera sea la
jugada de las Negras, moverán de 5 a 6, y así ganarán. Este es el sencillo
juego. Ahora, si ambos jugadores son igualmente perfectos conocedores
del juego, ¿qué deberá suceder? ¿Ganará siempre el primer jugador? ¿O
deberá ganar el segundo? ¿O será siempre un empate? Una sola de estas
cosas habrá de ocurrir siempre. ¿Cuál es?
Solución

107. Los Bueyes del Granjero


Un niño puede proponer un problema que un sabio no logrará resolver.
Un granjero planteó la siguiente pregunta: “Esta pradera mía de diez acres
puede alimentar a doce bueyes por dieciséis semanas, o a dieciocho bueyes
por ocho semanas. ¿Cuántos bueyes podré alimentar en una pradera de cua-
renta acres durante seis semanas, considerando que el pasto crece en forma
regular todo el tiempo?”
Se verá que el aguijón está en la cola. Ese constante crecimiento del
pasto es un punto muy razonable a considerar, y sin embargo causará con-
siderable perplejidad a algunos lectores. Se supone, obviamente, que el
pasto es de igual largo y espesor uniforme en todos los casos, al empezar
el ganado a comer. La dificultad no es tan grande como parece, si se ataca
el problema en forma adecuada.
Solución

108. El Gran Misterio de Grangemoor


El Sr. Stanton Mowbray fue un hombre muy poderoso; un reputado mi-
llonario, que residía en la hermosa mansión antigua tan nombrada en la

― 141 ―
historia inglesa, Grangemoor Park. Fue un solterón que pasaba la mayor
parte del año en su casa, y vivía bastante tranquilamente.
De acuerdo con la evidencia proporcionada, el día previo a la noche del
crimen recibió con el correo de la tarde una sola carta, cuyo contenido evi-
dentemente lo conmovió. A las diez en punto de la noche, despidió a todos
los sirvientes diciendo que tenía asuntos de negocios importantes que debía
atender, y estaña levantado hasta tarde. No necesitaría nada. Más adelante
se supuso que, luego de que todos se hubieron ido a dormir, había permitido
la entrada de una persona a la casa, pues una de las empleadas estaba segura
de haber oído conversar en voz alta, a una hora muy avanzada.

A la mañana siguiente, a las siete menos cuarto, uno de los sirvientes,


al entrar en la sala, encontró al Sr. Mowbray tirado en el piso, con un dis-
paro en la cabeza, y bien muerto. Ahora llegamos a la circunstancia curiosa
del caso. Era evidente que luego de que la bala hubo atravesado la cabeza

― 142 ―
del muerto, había ido a dar al gran reloj de la sala, justo en el mismo centro
de la esfera, y de hecho había soldado las tres agujas, pues el reloj tenía un
segundero, que giraba alrededor del dial al igual que las agujas horaria y
minutero. Pero aunque las tres agujas se habían soldado juntas exactamente
en la relación que mantenían unas con otras en el momento del impacto, no
obstante podían girar libremente en el eje como una sola pieza, y habían
sido estúpidamente giradas varias vueltas por los sirvientes, antes de que el
Sr. Máximo Sagaz fuera convocado al lugar. Pero las agujas no podían mo-
verse por separado.
Las indagaciones que la policía efectuó en el vecindario llevaron al
arresto en Londres de un extraño que fue identificado por varias personas
de haber sido visto en la zona el día antes del asesinato, pero se había esta-
blecido sin lugar a dudas a qué hora de la mañana fatal había partido en
tren. Si el crimen había ocurrido después de su partida, su inocencia que-
daría probada. Por esta y otras razones era de primordial importancia fijar
la hora exacta del disparo, cuyo sonido ninguno de los habitantes de la casa
había escuchado. Se solicitó al Sr. Sagaz que ayudara a la policía con su
gran agudeza y experiencia, y en cuanto le fue enseñado el reloj, sonrió y
dijo:
“El asunto es extremadamente sencillo. Observarán que las tres agujas
parecen estar a la misma distancia una de la otra. La aguja horaria, por
ejemplo, se encuentra separada exactamente veinte minutos de la aguja mi-
nutera —es decir, a un tercio de la circunferencia de la esfera. Ustedes atri-
buyen gran importancia al hecho de que los sirvientes estuvieron girando
las agujas soldadas, pero su acción no tiene ninguna importancia; porque
aunque fueron instantáneamente soldadas entre sí, al quedar libres sobre el
eje, hubieran oscilado hasta encontrar el equilibrio. Denme unos momen-
tos, y les podré decir, fuera de toda duda, la hora exacta en la que la pistola
fue disparada.”
El Sr. Máximo Sagaz extrajo una libreta de su bolsillo, y comenzó a
efectuar sus cálculos. A los pocos minutos entregó un trocito de papel al
inspector de policía, en el cual había anotado el momento preciso del cri-
men. Se encontró que el extraño era un viejo enemigo del Sr. Mowbray, y
fue condenado a partir de otra evidencia que se descubrió; pero antes de

― 143 ―
haber cumplido la pena por su perverso acto, reconoció que la hora esta-
blecida por el Sr. Sagaz era perfectamente correcta.
¿Puede también usted dar la hora exacta?
Solución

109. Cortar un Bloque de Madera


Un carpintero ahorrativo tenía un bloque de madera que medía ocho
pulgadas de largo por cuatro pulgadas de ancho, por dos pulgadas y tres
cuartos de profundidad. ¿Cuántos trozos, cada uno de dos pulgadas y media
por una pulgada y media por una pulgada y un cuarto, puede él obtener del
bloque? Todo es cuestión de cómo se corte. La mayoría de las personas
dejarían más material de desecho de lo necesario. ¿Cuántos trozos pueden
ustedes obtener del bloque?
Solución

110. Los Vagabundos y las Galletitas

― 144 ―
Cuatro alegres vagabundos compraron, tomaron prestada, encontraron,
o de alguna otra manera entraron en posesión de una caja de galletitas, que
acordaron dividir equitativamente entre ellos en el desayuno de la mañana
siguiente. Durante la noche, mientras los otros dormían profundamente
bajo los árboles, uno de los hombres fue hasta la caja, devoró exactamente
un cuarto del total de galletitas, excepto una suelta que sobró, y que arrojó
al perro a modo de soborno. Más tarde en la noche, un segundo hombre se
despertó y se le ocurrió la misma idea, tomando un cuarto de lo que que-
daba, y dando la sobrante al perro. El tercero y el cuarto hicieron, a su vez,
exactamente lo mismo, tomando un cuarto de lo que encontraron, y arro-
jando la sobrante al perro. En la mañana dividieron equitativamente lo que
quedaba, y otra vez dieron la galletita sobrante al animal. Cada hombre
notó la reducción en el contenido de la caja, pero creyéndose el único res-
ponsable, ninguno dijo nada. ¿Cuál es el menor número posible de galleti-
tas que podía haber habido en la caja en un principio?
Solución

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SOLUCIONES

LOS ACERTIJOS DE CANTERBURY

1. El Acertijo del Magistrado


Los 8 quesos pueden ser recolocados en 33 movimientos, 10 quesos en
49 movimientos, y 21 quesos en 321 movimientos. Explicaré mi método
general de resolución en los casos de 3, 4 y 5 bancos.
Escriba la siguiente tabla, extendiéndola hasta donde se requiera:
BANCOS CANTIDAD DE QUESOS
3 1 2 3 4 5 6 7 Números naturales
4 1 3 6 10 15 21 28 Números triangulares
5 1 4 10 20 35 56 84 Pirámides triangulares
CANTIDAD DE MOVIMIENTOS
3 1 3 7 15 31 63 127
4 1 5 17 49 129 321 769
5 1 7 31 111 351 1023 2815
La primera línea contiene los números naturales. La segunda línea es
hallada sumando los sucesivos números naturales desde el principio. Los
números de la tercera línea se obtienen sumando los números de la segunda
línea, desde el principio. La cuarta línea contiene las sucesivas potencias
de 2, menos 1. La siguiente serie es obtenida duplicando cada número de
la propia serie, y sumándole el número que está encima del lugar en que se
anotará el resultado. La última línea se obtiene del mismo modo. La tabla
proporcionará soluciones inmediatas para cualquier número de quesos con
tres bancos, para los números triangulares con cuatro bancos, y para los
números piramidales con cinco bancos. En estos casos, siempre hay un solo
método de solución —es decir, de apilar los quesos.
En el caso de tres bancos, la primera y la cuarta línea nos dicen que
cuatro quesos pueden recolocarse en 15 movimientos, 5 en 31, 7 en 127.

― 146 ―
La segunda y la quinta línea nos muestran que con cuatro bancos, diez que-
sos pueden recolocarse en 49 movimientos, y 21 en 321. También, con
cinco bancos, encontramos a través de la tercera y la sexta línea que 20
quesos requieren 111 movimientos, y 35 quesos 351 movimientos. Pero
también obtenemos a través de la tabla el método necesario para apilar. Así,
con cuatro bancos y 10 quesos, la columna anterior muestra que debemos
realizar pilas de 6 y 3, que llevarán 17 y 7 movimientos respectivamente—
es decir, primero apilamos los seis quesos más pequeños en 17 movimien-
tos sobre un banco, luego apilamos los tres quesos siguientes en otros 7
movimientos; luego llevamos el queso más grande en un movimiento,
luego llevamos los 3 en 7 movimientos, y finalmente llevamos los 6 en 17,
realizando los 49 movimientos necesarios. Similarmente se nos indica que,
con cinco bancos, 35 quesos deben formar pilas de 20, 10 y 4, que respec-
tivamente llevan 111, 49 y 15 movimientos.
Si el número de quesos en el caso de cuatro bancos no es triangular, y
en el caso de cinco bancos no es piramidal, entonces habrá más de una
forma de realizar las pilas, y serán necesarias tablas subsidiarias. Ese es el
caso de los 8 Quesos del Magistrado. Pero dejaré que el lector calcule por
sí mismo la extensión del problema.
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― 147 ―
2. El Acertijo del Perdonador
El diagrama muestra cómo el Perdonador comenzó por la ciudad grande
pintada de negro, y visitó todas las otras ciudades una sola vez, en quince
peregrinajes rectos.

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― 148 ―
3. E1 Acertijo del Molinero
La forma de disponer los sacos de harina es la siguiente: 2, 78, 156, 39,
4. Aquí, cada par, al ser multiplicado por su vecino, produce el número del
medio, y sólo se han movido cinco sacos. Hay exactamente otras tres ma-
neras en las que pudieron disponerse (4, 39, 156, 78, 2; o 3, 58, 174, 29, 6;
o 6, 29, 174, 58, 3) pero todas requieren mover siete sacos.
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― 149 ―
4. El Acertijo del Caballero
El Caballero declaró que podían trazarse 575 cuadrados sobre su es-
cudo, con una rosa en cada esquina. La forma de llevar esto a cabo puede
observarse por referencia al diagrama que acompañamos: Una A, B, C y D,
y hay 66 cuadrados de este tamaño para ser formados; el tamaño A, E, F,
G ofrece 48; A, H, I, J, 32; B, K, L, M, 19; B, N, O, P, 10; B, Q, R, S, 4; E,
T, F, C, 57; I, U, V, P, 33; H, W, X, J, 15; K, Y, Z, M, 3; E, a, b, D, 82; H,
d, M, D, 56; H, e, f, G, 42; K, g, f, C, 32; N, h, z, F, 24; K, h, m, b, 14; K,
O, S, D, 16; K, n, p, G, 10; K, q, r, J, 6; Q, t, p, C, 4; Q, u, r, i, 2. El número
total es así 575. Estos grupos han sido tratados como si cada uno de ellos
representara un cuadrado de diferente tamaño. Esto es correcto, con la sola
excepción de que los cuadrados de la forma B, N, O, P son exactamente del
mismo tamaño que los de la forma K, h, m, b.

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― 150 ―
5. El Acertijo del Posadero
El acertijo propuesto por el jovial posadero del "Tabard” en Southwark
había resultado el más popular de toda la colección. “Veo, mis alegres se-
ñores, que he retorcido vuestros cerebros con mi pequeño artificio. Sin em-
bargo, es para mí un asunto sencillo colocar una pinta justa de buena cer-
veza en cada una de estas dos medidas, aun cuando una sea de cinco pintas,
y la otra de tres, sin utilizar ninguna otra medida.”
El posadero del “Tabard” entonces procedió a explicar a los peregrinos
cómo podía realizarse esta tarea aparentemente imposible. Llenó primero
las medidas de 5 pintas y 3 pintas, y luego, abriendo el grifo, dejó que el
barril se vaciara — un procedimiento contra el cual la compañía protestó;
pero el astuto hombre mostró que estaba al tanto de que el casco no contenía
mucho más de 8 pintas de cerveza. El contenido, sin embargo, no afecta la
solución del acertijo. Cerró entonces el grifo y vació la medida de tres pin-
tas dentro del barril; llenó la medida de 3 pintas de la medida de 5; volcó
las 3 pintas en el barril; transfirió las dos pintas de la medida de 5 a la de 3;
llenó la medida de 5 pintas del barril, dejando ahora una pinta en el barril;
llenó la de 3 pintas de la de 5; permitió que la compañía se bebiera el con-
tenido de la de 3 pintas; llenó la de 3 pintas de la de 5, dejando ahora una
pinta en la de 5; bebió el contenido de la de 3; y finalmente, pasó la pinta
que había en el barril a la medida de 3 pintas. Así obtuvo la pinta requerida
de cerveza en cada medida, para gran asombro del admirado grupo de pe-
regrinos.
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― 151 ―
6. El Acertijo del Estudiante de Oxenford
La ilustración muestra cómo debe recortarse el cuadrado en cuatro pie-
zas, y cómo deben volver a unirse esas piezas para formar un cuadrado
mágico. Se verá que las cuatro columnas, cuatro hileras y dos diagonales
largas sumarán ahora siempre 34.

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― 152 ―
7. El Acertijo del Tapicero
El tapiz debía ser cortado a lo largo de las líneas en tres piezas para que,
vueltas a unir, formaran un cuadrado perfecto, con el diseño compuesto
adecuadamente. También se estipuló que una de las tres piezas fuera lo más
pequeña posible. La ilustración muestra cómo realizar los cortes y cómo
unir las piezas, siendo una de las piezas de sólo doce cuadraditos.

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― 153 ―
8. El acertijo del Carpintero
El Carpintero dijo que había fabricado una caja cuyas dimensiones in-
teriores eran exactamente iguales a las del bloque de madera original — es
decir, 3 pies por 1 pie por 1 pie. Entonces colocó el puntal tallado dentro
de esta caja, y llenó todo el espacio vacío con arena fina y seca, la cual
sacudió cuidadosamente hasta que no entró más en la caja. Entonces retiró
el puntal, teniendo cuidado de no perder nada de arena, la que, al ser aco-
modada sola en la caja, llenó un espacio igual a un pie cúbico. Esta era, por
lo tanto, la cantidad de madera que había sido recortada.
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― 154 ―
9. El Acertijo del Arquero
La figura ilustra cómo se desplazó a tres de las flechas a una casilla
vecina en el letrero de la posada del “Tablero de Damas”, de forma que aún
ninguna flecha quedara alineada con otra. Los puntos negros indican los
cuadros en los que originariamente estaban las flechas.

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― 155 ―
10. El Acertijo de la Monja
Como hay dieciocho cartas con las letras “CANTERBURY PILGRIMS”,
escriba los números 1 a 18 en un círculo, como se muestra en el diagrama.
Luego escriba la primera letra C contra el número 1, y cada letra sucesiva
contra el segundo número que se encuentre vacante. Esto ha sido realizado
hasta la segunda R. Si el lector completa el proceso, colocando la Y contra
el número 2, P contra 6, 1 contra 10, y así sucesivamente, obtendrá todas
las letras colocadas de esta manera, CYASNPTREIRMBLUIRG, que es el
orden requerido para las cartas, con la C en la tapa superior del mazo, y la
G al fondo.

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― 156 ―
11. El Acertijo del Mercader
Este acertijo consiste en hallar el menor número posible que tenga exac-
tamente sesenta y cuatro divisores, contando al 1 y al propio número. El
menor número es el 7.560. Los peregrinos podían, por lo tanto, cabalgar en
una línea única de a dos, de a tres, de a cuatro, y así sucesivamente, en
exactamente sesenta y cuatro maneras diferentes, la última de ellas siendo
en una columna única de 7.560.
El Mercader tuvo cuidado en decir que andaban no más, sin mencionar
por dónde, ya que ciertamente ¡no sería posible que anduvieran por un sen-
dero corriente!
Para hallar la cantidad de números que dividen a un número dado, N,
anotemos N = ap × bq × cr × ..., donde a, b, c, ... son números primos. En-
tonces el número de divisores será (p + 1) (q + 1) (r + 1) ... lo que incluye
como divisores al 1 y al propio N. Por lo tanto, en el caso de mi acertijo
7.560 = 23 × 33 × 5 × 7
Potencias = 3 3 1 1
Por lo tanto 4 × 4× 2× 2 = 64 divisores
Para hallar el menor número posible, debemos proceder por ensayo y
error. Pero a veces es importante distinguir si la condición es que se tenga
una cantidad dada de divisores y no más. Por ejemplo, el menor número
con siete divisores y no más es 64, mientras que 24 tiene ocho divisores, y
podría también llenar los requisitos. La aclaración en cuanto a “no más” no
fue necesaria en el caso de mi acertijo, pues no hay ningún número menor
con más de sesenta y cuatro divisores.
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― 157 ―
12. El Acertijo del Hombre de Leyes
La menor cantidad de traslados posible para colocar a los prisioneros
dentro de los calabozos en el orden numérico requerido es veintiséis. Los
hombres se mueven en el siguiente orden: 1, 2, 3, 1, 2, 6, 5, 3, 1, 2, 6, 5, 3,
1, 2, 4, 8, 7, 1, 2, 4, 8, 7, 4, 5, 6. Como nunca hay más de un calabozo vacío
en el que ingresar, no puede haber ambigüedad alguna en la anotación.
El diagrama puede simplificarse por mi método de “botones e hilo”, que
expliqué en detalle en otro libro. Con este método, el problema toma una
de las sencillas formas A o B, y la solución es mucho más fácil. En A uti-
lizamos fichas, en B podemos emplear torres en una esquina del tablero de
ajedrez. En ambos casos debemos lograr el orden 123/456/78 en la menor
cantidad de movimientos posible.

Ver también la solución al N° 91.


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― 158 ―
13. El Acertijo del Tejedor
La ilustración muestra claramente cómo el Tejedor cortó su cuadrado
de bellísimo género en cuatro piezas de exactamente el mismo tamaño y
forma, de manera que cada pieza contuviera un león y un castillo bordados,
sin mutilarlos de modo alguno.

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― 159 ―
14. El Acertijo del Cocinero
Había cuatro porciones de pastel de carne, y cuatro de empanada de ve-
nado, para ser distribuidas entre ocho de los once comensales. Pero cinco
de los once sólo desean comer del pastel, cuatro sólo desean de la empa-
nada, y dos comerían de cualquiera de los dos. Cualquier combinación po-
sible caerá dentro de uno de los grupos siguientes: (i) donde el pastel de
carne se distribuye enteramente entre los primeros cinco mencionados; (ii)
donde sólo uno de los dos acomodadizos recibe pastel; (iii) donde el otro
de los dos acomodadizos recibe pastel; (iv) donde los dos acomodadizos
reciben pastel. El número de combinaciones es (i) = 75; (ii) = 50, (iii) = 10,
(iv) = 10, sumando en total 145 maneras de seleccionar a los ocho comen-
sales. Muchas personas darán como respuesta 185, pasando por alto el he-
cho de que en cuarenta casos de la clase (iii), compartirían la comida pre-
cisamente las mismas ocho personas que en la clase (ii), aunque el par de
acomodadizos estaría comiendo diferentemente de los dos platos. Este es
el punto que descalabró los cálculos de la compañía.
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― 160 ―
15. El Acertijo del Alguacil
El número que el Alguacil confió a la Comadre de Bath era veintinueve,
y se le dijo que comenzara su conteo por el Doctor en Medicina, al que
vemos en la ilustración parado en segundo lugar a la derecha de la dama.
El primer conteo de veintinueve cae en el Marino, que debe abandonar el
círculo. El segundo conteo cae en el Doctor, que es el siguiente en salir.
Los tres conteos restantes caen respectivamente en el Cocinero, el Alguacil
y el Molinero. Las damas, por lo tanto, hubieran quedado alojadas si no
hubiera sido por el desafortunado error de la buena Comadre. Cualquier
múltiplo de 2.520 sumado a 29 hubiera servido al mismo propósito, comen-
zando el conteo con el Doctor.
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― 161 ―
16. El Acertijo del Monje
El Monje hubiera podido colocar sus perros en las perreras de dos mil
novecientas veintiséis maneras diferentes, de modo que hubiera diez peños
de cada lado. El número de perros podría variar de veinte a cuarenta, y
siempre que el Monje mantuviera la cantidad de animales dentro de estos
límites, el asunto sería posible.
La solución general a este acertijo es difícil. Encuentro que para n perros
en cada lado del cuadrado el número de métodos diferentes es
𝑛4 + 10𝑛3 + 38𝑛2 + 62𝑛 + 33,
⏟ donde n es impar, y
48
⏟4 + 10𝑛3 + 38𝑛2 + 68𝑛 + 1, donde n es par, si contamos aquellas dis-
𝑛
48
posiciones que son fundamentalmente diferentes. Pero si contamos todos
los reversos e imágenes especulares como diferentes, como lo hizo el
mismo Monje, entonces n perros (par o impar) pueden colocarse de
𝑛4 + 6𝑛3 + 14𝑛2 + 15𝑛 + 1 maneras. Para que pueda haber n perros en

6
cada lado, el número no puede ser menor a 2n ni mayor a 4n, pero puede
ser cualquier número dentro de estos límites.
En el N° 40, “La Adivinanza de los Peregrinos”, se proporciona una
ampliación del principio involucrado en este acertijo.
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― 162 ―
17. El Acertijo del Marino
Hay exactamente doscientas sesenta y cuatro maneras diferentes en las
que el Magdalena pudo realizar sus diez viajes anuales, sin recorrer nunca
el mismo curso dos veces en un año. Cada año debe el barco necesaria-
mente culminar su décimo viaje en la isla de la cual había partido al prin-
cipio.
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― 163 ―
18. El Acertijo de la Priora
El Abad de Chertsey estaba en lo cierto. La cruz de forma extraña puede
cortarse en cuatro piezas que reunidas formen un cuadrado perfecto. En la
ilustración se muestra cómo se hace.

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― 164 ―
19. El Acertijo del Doctor en Medicina
Aquí tenemos, por cierto, un problema espinoso. Nuestros textos dicen
que todas las esferas son semejantes, y que la razón entre sólidos semejan-
tes es igual a la razón de los cubos de las longitudes correspondientes. Por
lo tanto, como la circunferencia de los dos frascos era un pie y dos pies
respectivamente, y la suma de los cubos de uno y dos da nueve, lo que
tenemos que hacer es hallar otros dos números cuyos cubos, sumados, re-
sulten nueve. Claramente, estos números deben ser fracciones. Bien, este
pequeño asunto ha atraído la atención de hombres eruditos durante doscien-
tos cincuenta años; y aunque Pierre de Fermat mostró en el siglo diecisiete
cómo podía encontrarse una respuesta en dos fracciones con un denomina-
dor de nada menos que de veintiún dígitos, no sólo todas las soluciones por
este método que yo he visto publicadas son imprecisas, sino que nadie
nunca ha publicado el resultado mucho menor que ahora yo proporciono.
415280564497 676702467503
Los cubos de y sumados, dan exactamente
348671682660 348671682660
nueve, y por lo tanto estas fracciones de un pie son las medidas de las cir-
cunferencias de los dos frascos que el Doctor requirió que contuvieran la
misma cantidad de líquido que los que él había presentado. Un actuario
eminente y otro corresponsal se han tomado el trabajo de elevar al cubo
esos números, y ambos encontraron que mi resultado era correcto.
Si los frascos hubieran tenido un pie y tres pies de circunferencia res-
pectivamente, entonces la respuesta habría sido que la suma de los cubos
63284705 28340511
de y es exactamente 28.
21446828 21446828
Dado un caso conocido de la expresión de un número como la suma o
diferencia de dos cubos, podemos, a través de una fórmula, derivar de él un
número infinito de otros casos, alternativamente positivo y negativo. Así
Fermat, partiendo del caso conocido 13 + 23 = 9 (al que llamaremos ‘solu-
ción básica’), obtuvo primero una solución negativa en cifras mayores, y a
partir de éstas su solución positiva en cifras aún mayores, Pero hay un nú-
mero infinito de soluciones básicas y yo encontré, por tanteo, una solución
negativa en cifras menores que su solución negativa derivada, de la cual
obtuve el resultado que antes mostré. Esa es la explicación sencilla.

― 165 ―
Podemos decir de cualquier número hasta el 100 si es o no posible ex-
presarlo como la suma de dos cubos, excepto del 66. Los interesados debe-
rían leer la Introducción a la Teoría de los Números, de Lucas, pág. XXX.
Hace algunos años publiqué una solución para el caso:
17 3 37 3
6=( ) +( )
21 21
para el que Legendre había dado en detalle una “prueba” de imposibilidad;
pero desde entonces he encontrado que Lucas se me anticipó en una comu-
nicación a Sylvester.
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― 166 ―
20. El Acertijo del Labrador
La ilustración enseña cómo pudieron haberse plantado los dieciséis ár-
boles, de modo de formar quince filas rectas de cuatro árboles cada una.
Esto supera a lo que por un tiempo se creyó era el número mayor de filas
posible; y aunque por el momento no puedo demostrar rigurosamente que
no pueden superarse las quince filas, soy de la firme opinión de que es el
número más alto de filas que puede conseguirse.

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― 167 ―
21. El Acertijo del Hacendado
La respuesta a este acertijo se muestra en la ilustración, en la que todos
los números de las dieciséis botellas suman 30 en las diez direcciones rec-
tas. El truco consiste en el hecho de que, aunque las seis botellas (3, 5, 6,
9, 10 y 15) en las que se ha colocado un ramo de flores no se movieron, no
es necesario que las dieciséis ocupen exactamente la misma posición sobre
la mesa que al comienzo. De hecho, el cuadrado ha sido desplazado un
lugar a la izquierda.

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― 168 ―
22. El Acertijo del Escudero
El retrato puede ser dibujado con un único trazo, porque contiene sólo
dos puntos en los que convergen un número impar de líneas. Pero es abso-
lutamente necesario comenzar por uno de estos puntos y finalizar en el otro.
Uno de ellos está cerca del extremo del ojo izquierdo del Rey, el otro está
debajo de él, en la mejilla izquierda.
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― 169 ―
23. El Acertijo del Fraile
Los quinientos peniques de plata pudieron haber sido colocados en las
cuatro bolsas, de acuerdo con las condiciones estipuladas, en exactamente
894.348 maneras diferentes. Si hubiera habido 1.000 monedas, habría
7.049.112 maneras. Es un problema complejo de partición de números. Yo
tengo una fórmula general para la solución de cualquier número de mone-
das en el caso de cuatro bolsas, pero su construcción fue extremadamente
ardua, y el mejor método consiste en hallar las 12 fórmulas individuales
para las diferentes congruencias con módulo 12.
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― 170 ―
24. El Acertijo del Párroco
Una rápida observación del dibujo original habrá mostrado al lector, que
según las condiciones estipuladas la solución a este acertijo es realmente
imposible. Por lo tanto, debemos buscar alguna vía alternativa que deja
abierta las mismas condiciones, tal como fueron planteadas. Si el Párroco
hubiera podido rodear el nacimiento del río, entonces podría cruzar todos
los puentes una vez, y una sola, camino a la iglesia, según se observa en la
ilustración que acompañamos. Pronto encontraremos que esto no había sido
prohibido. Aunque el dibujo mostraba todos los puentes de la parroquia,
solo mostraba “parte” de la parroquia en sí. No se establece que el río no
tuviera su nacimiento dentro de la parroquia, y ya que nos proporciona la
única solución posible, debemos suponer que así era. La respuesta sería,
por tanto, la señalada. Debe observarse que claramente se nos previene de
considerar la posibilidad de rodear la boca del río, porque se nos dice que
“se unía al mar unos cientos de millas al sur”, y ¡ninguna parroquia se ex-
tendió nunca cientos de millas!

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― 171 ―
25. El Acertijo de Mercero
La ilustración muestra cómo el trozo triangular de tela puede cortarse
en cuatro piezas, que unidas formarán un cuadrado perfecto. Divida al me-
dio AB por D y BC por E; trace la recta AE hasta F, haciendo que EF sea
igual a EB; divida al medio AF en G, y describa el arco AHF; trace EB
hasta H, y EH será el largo del lado del cuadrado requerido; desde E, con
distancia EH, describa el arco HJ, y tome JK igual a BE; ahora, desde los
puntos D y K baje perpendiculares a EJ hasta L y M. Si ha hecho esto con
precisión, ya tendrá las directivas para los cortes.

Yo expuse este problema ante la Royal Society, en Burlington House, el


17 de mayo de 1905, y también ante la Royal Institution al mes siguiente,
en esta forma más general: “Un Nuevo Problema de Superposición: una
demostración de que un triángulo equilátero puede ser dividido en cuatro
piezas que pueden volver a unirse para formar un cuadrado, con algunos
ejemplos de un método general para transformar todos los triángulos en
cuadrados, por disección.” También se publicó como desafío a los lectores
del Daily Mail (ver ejemplares del 1 y 8 de febrero de 1905), pero aunque
se recibieron varios centenares de intentos, no había uno solo con la solu-
ción correcta. Debe, sin embargo, asignarse mérito al Sr. C. W. M’Elroy,

― 172 ―
el único que me envió la solución correcta cuando publiqué el problema
por primera vez en el Weekly Dispatch, en 1902.
Agrego aquí una ilustración que muestra el acertijo en una forma prác-
tica bastante curiosa, ya que fue realizado en caoba lustrada, con pernos de
bronce para uso ante ciertos auditorios. Se verá que las cuatro piezas for-
man una especie de cadena, y que cuando se cierran en una dirección for-
man el triángulo, y cuando se cierran en la otra forman el cuadrado.

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― 173 ―
26. El Acertijo del Tintorero
La respuesta correcta es 18.816 maneras diferentes. La fórmula general
para seis flores de lis, para todos los cuadrados mayores a 22 es simple-
mente ésta: seis veces el cuadrado del número de combinaciones de n cosas,
tomadas de a tres, donde n representa el número de flores de lis del lado del
cuadrado. Por supuesto, cuando n es par, lo que queda en todas las hileras
y columnas será par, y cuando n es impar, lo que queda será impar.
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― 174 ―
27. La Gran Polémica entre el Fraile y el Alguacil
En este pequeño problema quisimos mostrar cómo, por medio de un ra-
zonamiento sofisticado, puede aparentemente probarse que la diagonal de
un cuadrado es de la misma longitud que dos de sus lados. El acertijo con-
sistía en encontrar la falacia, pues resulta bastante obvio que es una falacia,
si admitimos que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta.
Pero ¿dónde se introduce el error?
Bien, es perfectamente cierto que siempre que nuestro camino en zigzag
esté formado por “escalones” paralelos a los lados del cuadrado, ese camino
tendrá la misma longitud que los dos lados. No importa si debe utilizarse el
microscopio más poderoso que exista: la regla se aplica siempre, si el ca-
mino está formado por tales escalones. El error yace en la suposición de
que un camino así en zigzag pueda transformarse en una línea recta. Usted
puede seguir aumentando infinitamente la cantidad de escalones — es decir
que teóricamente no hay ninguna clase de limitación a la cantidad de esca-
lones que pueden hacerse— pero nunca podrá llegar a una línea recta por
tal método. De hecho es tanto un “salto” a una línea recta si se tiene un
billón de escalones como lo es desde el mismo principio pasar de los dos
lados a la diagonal. Sería igualmente absurdo decir que podemos continuar
arrojando bolitas a un canasto hasta que se conviertan en libras esterlinas
como decir que podemos aumentar nuestro número de escalones hasta que
se vuelvan una línea recta. En esto consiste todo el asunto.
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― 175 ―
28. El Acertijo de Chaucer
La superficie del agua o de cualquier otro líquido es siempre esférica, y
cuanto mayor sea una esfera, menor será su convexidad. Por lo tanto, el
diámetro superior de cualquier recipiente en la cima de una montaña, for-
mará la base del segmento de una esfera mayor de lo que lo hará al pie.
Esta esfera, siendo mayor, deberá (por lo que ya se ha dicho) ser menos
convexa; o, en otras palabras, la superficie esférica del agua deberá estar
menos por encima del borde del recipiente, y consecuentemente contendrá
menos en la cima de una montaña que al pie. El lector queda libre, por lo
tanto, de elegir cualquier montaña que quiera en Italia... ¡o en cualquier otra
parte!
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― 176 ―
29. El Acertijo del Paje del Canónigo
La cantidad de diferentes modos es 63.504. La fórmula general para ta-
les disposiciones, cuando el número de letras de la frase es 2n + 1 y es un
palíndromo sin lecturas diagonales, es [4 (2n – 1) ]2.
Pienso que será bueno dar aquí una fórmula para la resolución general
de cada una de las cuatro formas más conocidas del acertijo de letras en
diamante. Con la palabra “línea” quiero decir la diagonal completa. Así en
A, B, C, y D, las líneas contienen respectivamente 5, 5, 7 y 9 letras. A tiene
una palabra no palindrómica (la palabra BOY, muchacho), y la solución
general para tales casos, cuando la línea contiene 2n + 1 letras, es 4 (2n –
1). Cuando la línea es un palíndromo simple, con su letra central en el me-
dio, como en B (LEVEL, nivel), la fórmula general es (4 (2n – 1)]2. Esta es
la forma del acertijo del Cazador de Ratas, y por lo tanto la expresión que
he dado antes. En los casos C (NOON, mediodía) y D tenemos palíndromos
dobles, pero estos dos representan tipos muy diferentes. En C, donde la
línea contiene 4n – 1 letras, la expresión general es 4 (22n – 2). Pero D es
por lejos el caso más difícil de todos.

Será mejor que aclare que en los diamantes en consideración: (i) no se


permiten lecturas diagonales —éstos deben manejarse especialmente en ca-
sos en los que sean posibles y admitidas; (ii) las lecturas pueden comen-
zarse en cualquier lugar; (iii) las lecturas pueden realizarse hacia adelante
o hacia atrás, usando más de una vez las letras en cada lectura, pero no la
misma letra dos veces en sucesión inmediata. Esta última condición será
comprendida si el lector observa C, donde es imposible ir hacia adelante y
hacia atrás en la lectura sin repetir la primera O tomada —un procedimiento

― 177 ―
que, como he dicho, no está permitido. El caso D es muy diferente, y esto
explica su mayor dificultad. La fórmula para D es ésta:
1 × 3 × 5 × 7 … (2𝑛 − 1)
(𝑛 + 5) × 22𝑛+2 + (2𝑛+2 × ) − 2𝑛+4 − 8
𝑛!
cuando el número de letras en la línea es 4n + 1. En el ejemplo dado hay,
por lo tanto, 400 lecturas para n = 2.
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― 178 ―
30. El Acertijo del Mayordomo
El ingenuo Labrador, de quien se burlaron por su opinión, estaba en lo
cierto: el Molinero debía recibir siete piezas de dinero, y el Tejedor sólo
una. Como los tres comieron partes iguales del pan, debería ser evidente
que cada uno comió 8/3 de hogaza. Por lo tanto, como el Molinero proveyó
15/3 y comió 8/3, contribuyó con 7/3 a la comida del Mayordomo, mientras
que el Tejedor proveyó 9/3, comió 8/3, y contribuyó sólo con 1/3. Por lo
tanto, como contribuyeron con el Mayordomo a razón de 7 a 1, deben divi-
dir las ocho piezas de dinero en la misma proporción.
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― 179 ―
PASATIEMPOS EN EL CASTILLO DE SOLVAMHALL

Sir Hugh Explica Sus Problemas


Los amigos de Sir Hugh de Fortibus quedaron tan perplejos con muchos
de sus extraños acertijos, que en una reunión de su familia y seguidores, él
decidió esclarecer sus problemas.
“En verdad os digo”, dijo, “que algunos acertijos que os he propuesto
abrumarían en gran forma el ingenio de un inexperto; sin embargo, inten-
taré mostrar las soluciones de tal modo que todos podáis comprenderlas.
Pues hay muchas personas que por sí mismas no pueden realizar estas co-
sas, y sin embargo podrán sacar provecho y placer en estudiarlas una vez
proporcionadas las respuestas.”

31. El Juego de Pelota Bandy


Sir Hugh explicó en respuesta a este acertijo que, como los nueve hoyos
estaban a 300, 250, 200, 325, 275, 350, 225, 375, y 400 yardas de distancia,

― 180 ―
si un hombre pudiera lanzar siempre la pelota en una línea perfectamente
recta, y enviarla a voluntad a una distancia de 125 o 100 yardas, podría
recorrer todo el campo de juego en 26 golpes. Esto es claramente correcto,
pues si nombramos “drive” al tiro de 125, “approach” al de 100, podría
jugar de la siguiente forma: El primer hoyo podría lograrse en 3 approa-
ches, el segundo en 2 drives, el tercero en 2 approaches, el cuarto en 2
approaches y 1 drive, el quinto en 3 drives y 1 approach en retroceso, el
sexto en 2 drives y 1 approach, el séptimo en 1 drive y 1 approach, el
octavo en 3 drives, y el noveno hoyo en 4 approaches. De esta forma hay
26 golpes en total, y la hazaña no puede realizarse en menos.
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― 181 ―
32. Ensartar el anillo
“¡Por todos los cielos!”, exclamó Sir Hugh, “si alguno de aquellos bri-
bones hubiera sido encadenado, lo cual por sus pecados sin duda merecen,
quizás hubieran sabido, por cierto, que el largo de cualquier cadena de ani-
llos iguales es equivalente al diámetro interno de un anillo, multiplicado
por el número de anillos, y sumado al doble del espesor del hierro del cual
están hechos. Puede demostrarse que el diámetro interno de los anillos uti-
lizados en el enganche era de una pulgada y dos tercios, y el número de
anillos que ganó Stephen Malet es tres, y los obtenidos por Henry de Gour-
nay serían nueve.”

El caballero estaba en lo cierto, pues 1 2/3 pulgada × 3 + 1 pulgada = 6


pulgadas, y 1 2/3 pulg. × 9 + 1 pulg. = 16 pulgadas. De modo que De Gour-
nay derrotó a Malet por seis anillos.
El dibujo que muestra los anillos puede ser útil al lector para verificar
la respuesta, y ayudarle a descubrir por qué el diámetro de un eslabón, mul-
tiplicado por el número de eslabones y sumado al doble del espesor del
hierro provee la longitud exacta. Se observará que cada eslabón colocado
en la cadena pierde un largo igual al doble del espesor del hierro.
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― 182 ―
33. La Noble Damisela
“Algunos aquí me han preguntado”, continuó Sir Hugh, “cómo pueden
encontrar el calabozo de la Mazmorra Calavera en la que se había recluido
a la noble doncella. ¡Maldecidme!, pero es bien sencillo cuando sabéis
cómo hacerlo. Al intentar atravesar cada puerta una vez, y nunca más de
una, debéis observar que cada calabozo tiene dos o cuatro puertas, que son
números pares, con excepción de dos calabozos, que tienen tres. Ahora,
ciertamente, no podéis entrar y salir de un lugar pasando a través de todas
las puertas una vez y no más, si el número de puertas es impar. Pero como
l\ay sólo dos de tales calabozos impares, aún podemos, comenzando por
uno de ellos y terminando en el otro, realizar así nuestro recorrido de varias
maneras, con éxito. Sin embargo, os ruego reparéis en que solamente uno
de estos calabozos impares se encuentra en el exterior de la mazmorra, así
es que por fuerza debemos partir de allí. Y por cierto, mis señores, que la
noble damisela debía necesariamente haber estado consumiéndose en el
otro.”

El dibujo lo hará bastante claro al lector. Los dos calabozos “impares”


están indicados por las estrellas, y una de las muchas rutas que resuelven el
acertijo está indicada con la línea punteada. Es completamente seguro que
hay que comenzar por la estrella de más abajo, y culminar en la más alta;
por lo tanto el calabozo con la estrella situado encima del ojo izquierdo
debe ser el buscado.
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― 183 ―
34. El Blanco de Arquería
“Se ha dicho que la prueba de un pastel reside en la acción de comerlo,
y por los dientes de San Jorge que no conozco una forma mejor de demos-
trar cómo puede realizarse esta ubicación de los números si no es realizán-
dola. Por lo tanto he escrito los números, que suman veintitrés en todas las
doce líneas de tres que hay en el disco.”

Considero apropiado completar aquí la solución de De Fortibus con al-


gunos comentarios propios. Los diecinueve números pueden ser dispuestos
de tal modo que las líneas sumen cualquier número que elijamos desde 22
a 38 inclusive, exceptuando 30. En algunos casos hay varias soluciones di-
ferentes, pero en el caso de 23 hay sólo dos. Aquí doy una de ellas. Para
obtener la segunda solución debe intercambiarse los números 7, 10, 5, 8 y
9 en la ilustración por 13, 4, 17, 2 y 15. También intercambie el 18 por el
12, y los otros números pueden permanecer en su sitio. En cada caso debe
haber un número par en el lugar central, y puede ser cualquiera de 2 a 18.
Cada solución tiene su complementaria. Así, si por cada número del dibujo

― 184 ―
que acompañamos sustituimos la diferencia entre él y 20, obtenemos la so-
lución en el caso de suma 37. Similarmente, de la disposición en el dibujo
original podemos obtener de inmediato una solución para el caso de suma
38.
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― 185 ―
35. La Ventana de la Mazmorra
En este caso Sir Hugh confundió enormemente a su maestro de obra,
solicitándole que construyera una ventana que midiera un pie por lado y
dividida por barras en ocho luces, con todos los lados iguales. La ilustración
muestra cómo debía realizarse. Se observará que si cada lado de la ventana
mide un pie, entonces cada una de las luces triangulares medirá seis pulga-
das por lado.

“Por cierto, maestro constructor”, dijo socarronamente De Fortibus al


arquitecto, “que no os dije que la ventana debía ser cuadrada, ya que es
seguro que nunca podría serlo.”
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― 186 ―
36. La Medialuna y la Cruz
“Por los pies de San Módeno”, exclamó Sir Hugh de Fortibus cuando se
refirió a este acertijo, “mi pobre ingenio nunca ideó un artificio más astuto,
ni ninguno más fascinante de contemplar. Se me apareció como una visión,
y muchas veces me he maravillado, viendo su extrema dificultad. Mis se-
ñores y parientes, se efectúa de esta manera.”
El valioso caballero señaló entonces que la medialuna era de una forma
particular y algo irregular — siendo las dos distancias de a a b y de c a d
líneas rectas, y los arcos ac y bd exactamente iguales. Él mostró que si los
cortes se realizaban como en la figura 1, las cuatro piezas reunidas forma-
rían un cuadrado perfecto, como muestra la figura 2, si observamos allí sólo
las líneas curvas. Realizando ahora los cortes rectos, también ilustrados en
la figura 2, obtenemos las diez piezas que pueden unirse y formar una cruz
griega perfectamente simétrica. Las proporciones de la medialuna y de la
cruz en la ilustración original eran correctas, y la solución puede demos-
trarse que es absolutamente exacta, y no meramente aproximada.

Yo tengo una solución en una cantidad de piezas considerablemente me-


nor, pero es mucho más difícil de comprender que el método anterior, en el
cual el problema es simplificado por la introducción del cuadrado interme-
dio.
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37. El Amuleto
El acertijo consistía en colocar el lápiz sobre la A superior del amuleto
y contar de cuántas maneras diferentes podía trazarse la palabra “Abraca-
dabra” hacia abajo, siempre pasando de una letra a otra adyacente.

“Ahora, prestad atención, notables señores,” dijo Sir Hugh a algunos


que le habían suplicado una explicación, “que en el comienzo tenemos dos
vías abiertas: cualquiera sea la B que elijáis, habrá dos caminos distintos
para proceder (dos veces dos son cuatro); cualquiera sea la R que escojáis,
habrá dos maneras de continuar (dos veces cuatro son ocho) y así hasta el
final. Cada letra en orden desde A hasta abajo puede así obtenerse de 2, 4,
8, 16, 32, etc., maneras. Por lo tanto, como hay diez líneas o pasos desde A
hasta abajo, todo lo que debéis hacer es multiplicar diez veces el 2, y por
cierto el resultado es 1024, y esa es la respuesta que buscáis.”
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― 188 ―
38. El Alhajero de Lady Isabel
El último acertijo es indudablemente una nuez dura de pelar, pero quizás
la dificultad no haga menos interesante a un buen acertijo cuando se nos
muestra la solución. El diagrama que acompañamos indica exactamente
cómo el alhajero de Lady Isabel estaba incrustado con trozos cuadrados de
preciosa madera (todos ellos diferentes) y la banda de oro de 10 pulgadas
por un cuarto de pulgada. Esta es la única solución posible, y es un hecho
extraño que (aunque yo no puedo mostrar aquí el sutil método de cálculo)
el número, tamaños y orden de estos cuadrados están determinados por las
dimensiones dadas de la banda de oro, y que el alhajero no puede tener
otras dimensiones que 20 pulgadas cuadradas. El número dentro de cada
cuadrado indica el largo en pulgadas del lado de ese cuadrado, por lo que
la precisión de la respuesta puede verificarse casi a simple vista.

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Sir Hugh de Fortibus realizó a modo de conclusión algunos comentarlos
generales, que no dejarán de ser interesantes hoy en día.
“Amigos y seguidores”, dijo, “si el extraño producto de mi pobre inge-
nio, sobre el cual hemos deliberado placenteramente esta noche, ha quizás
sido de algún pequeño interés para vosotros, dejad que estos asuntos nos
recuerden la lección de que nuestra efímera vida está rodeada y sembrada
de enigmas. De dónde venimos y hacia dónde vamos, son enigmas, y aun-
que nunca podamos llegar a comprenderlos, sin embargo puede haber otros
enigmas que nosotros y aquellos que vengan después, siempre nos esforza-
remos en resolver. Ya sea que nuestra labor sea o no premiada con el éxito,
vale hacer el intento, pues es en verdad bueno y honorable ejercitar el ce-
rebro y el ingenio, y la fantasía del hombre, pues de ello surgen todas las
formas del bien de un modo no previsto por aquellos que nos sucedan.”
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― 190 ―
LOS ALEGRES MONJES DE RIDDLEWELL

39. La Adivinanza del Estanque de Peces


Numere los canastos de pescado de la ilustración del 1 al 12, en la di-
rección en que vemos ir al Hermano Jonathan. Comenzando por 1, proceda
de la siguiente manera, en la que “1 a 4” significa tome el pez del canasto
1 y transfiéralo al 4:
1 a 4, 5 a 8, 9 a 12, 3 a 6, 7 a 10, 11 a 2, y complete la última vuelta en
1, realizando tres circunvalaciones en total. O puede proceder así:
4 a 7, 8 a 11, 12 a 3, 2 a 5, 6 a 9, 10 a 1.
Es fácil de resolver en cuatro vueltas, pero las soluciones en tres son
más difíciles de hallar.
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― 191 ―
40. La Adivinanza de los Peregrinos
De no haber sido que las condiciones del Abad estipulaban que el nú-
mero de invitados en cada cuarto no podía exceder de tres y que todos los
cuartos debían ser ocupados, hubiera sido posible alojar a 24, 27, 30, 33,
36, 39 o 42 peregrinos. Pero para alojar a 24 peregrinos de tal forma que en
el piso superior duerma el doble de peregrinos que en el inferior, y que haya
once personas en cada lado del edificio, se verá que es necesario dejar al-
gunos cuartos sin ocupar. Si, por otro lado, tratamos de distribuir a 33, 36,
39 o 42 peregrinos, encontraremos que en todos los casos es forzoso que
debamos ubicar a más de tres personas en algunos de los cuartos. Por lo
tanto sabemos que el número de peregrinos anunciado en primer lugar
(quienes, se recordará, podían ser distribuidos bajo las condiciones del
Abad) debe haber sido 27, y que, ya que en realidad fueron alojados tres
más, el número total de peregrinos es 30.

El diagrama que acompañamos muestra cómo pudieron ubicarse, y si


en cada ejemplo consideramos al piso superior como superpuesto al infe-
rior, veremos que hay once personas por cada lado del edificio, y el doble
de ocupantes arriba que abajo.
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― 192 ―
41. La Adivinanza del Hogar Embaldosado
La respuesta correcta se muestra en la ilustración. Ninguna baldosa está
alineada (ni horizontal, ni vertical, ni diagonalmente) con otra baldosa del
mismo diseño, y sólo se utilizan tres baldosas lisas. Si luego de colocar los
cuatro leones se cae en el error de colocar otras cuatro baldosas de otro
diseño, en lugar de sólo tres, quedarán cuatro lugares que deberán ocuparse
con baldosas lisas. El secreto está en colocar cuatro de una clase, y sólo tres
de cada una de las otras.

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― 193 ―
42. La Adivinanza del Vino Tinto
La pregunta era: ¿Dejó el Hermano Benjamín más vino en la jarra que
agua en la botella?, ¿o dejó más agua en la botella que vino en la jarra?
Ninguna de las dos. La cantidad de vino que al final quedó en la jarra fue
igual a la cantidad de agua que terminó quedando en la botella. Suponga-
mos que el vaso contiene una cuarta pinta. Había una pinta de vino en la
botella, y una pinta de agua en la jarra. Luego de la primera manipulación,
la botella contiene tres cuartas pintas de vino, y la jarra una pinta de agua
mezclada con una cuarta pinta de vino. Ahora, la segunda transacción con-
siste en tomar un quinto del contenido de la jarra —es decir un quinto de
una pinta de agua mezclado con un quinto de una cuarta pinta de vino. Por
lo tanto, dejamos en la jarra cuatro quintos de una cuarta pinta de vino —
es decir, un quinto de pinta— mientras transferimos de la jarra a la botella
una cantidad igual (un quinto de pinta) de agua.
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― 194 ―
43. La Adivinanza del Despensero
Había 100 pintas de vino en el casco, y en treinta ocasiones Juan el Des-
pensero había robado una pinta y la había sustituido con una pinta de agua.
Luego del primer robo quedarían en el casco 99 pintas de vino; luego del
segundo robo el vino en el casco sería pintas (el cuadrado de 99 dividido
por 100); luego del tercer robo quedarían (el cubo de 99 dividido por el
cuadrado de 100); luego del cuarto robo quedaría la cuarta potencia de 99
dividida por el cubo de 100; y luego del trigésimo hurto habría en el casco
la trigésima potencia de 99 dividida por la vigésimo novena potencia de
100. Esto, por un método corriente de cálculo, ¡nos da un número com-
puesto por 59 dígitos dividido entre un número compuesto por 58 dígitos:
Pero por el uso de logaritmos puede rápidamente asegurarse que la cantidad
requerida se aproxima mucho a 73 pintas de vino que quedaron en el casco.
Consecuentemente, el despensero hurtó cerca de 26, 03 pintas. Los monjes
obviamente omitieron la respuesta porque no tenían tablas de logaritmos, y
no se preocuparon de tomarse el trabajo de realizar ese largo y tedioso
cálculo para obtener la cantidad “con la mayor precisión”, como había es-
tipulado el astuto Despensero.
Por un proceso de cálculo simplificado, he hallado que la cantidad
exacta de vino robado sería
26,02996611719577269984907683285057747323737647323555652999
pintas. El hombre que hubiera complicado al Monasterio con una fracción
de cincuenta y ocho decimales era merecedor de un severo castigo.
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44. La Adivinanza de los Cruzados
La respuesta correcta es que hubiera habido 602.176 Cruzados, quienes
podrían formarse en un cuadrado de 776 por 776; y luego de que el extraño
se unió a sus filas, podían formar 113 cuadrados de 5.329 hombres — es
decir, de 73 por 73. O sea 113 × 732 – 1 = 7762 Este es un caso especial de
la llamada “ecuación pelliana”.
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― 196 ―
45. La Adivinanza de St. Edmondsbury
El lector está enterado de que existen números primos y números ente-
ros compuestos. Pues bien, 1.111.111 no puede ser un número primo, pues
si lo fuera, las únicas soluciones posibles serían las propuestas por el Her-
mano Benjamín y rechazadas por el Padre Pedro. Tampoco puede tener
más de dos factores, o la respuesta sería indeterminada. De hecho,
1.111.111 es igual a 239 × 4.649 (ambos primos) y ya que cada gato mató
más ratones que los gatos, que había, la respuesta debe ser 239 gatos. Ver
también la Introducción.
Tratado en forma general, este problema consiste en hallar los factores,
10𝑛 −1
si existen, de los números de la forma 9
Lucas, en su L’Arithmétique Amusante, da un número de tablas curiosas
que obtuvo de un tratado de aritmética llamado Talkhys, de Ibn Albanna,
un matemático y astrónomo árabe de la primera mitad del Siglo Trece. En
la Bibioteca Nacional de París hay varios manuscritos que tratan sobre el
Talkhys, y un comentario de Alkalagadi, que murió en 1486. Entre las ta-
blas presentadas por Lucas hay una que provee todos los factores de núme-
ros de la fórmula mencionada, hasta n = 18. Parece casi inconcebible que
los árabes de esa época pudieran encontrar los factores, cuando n = 17,
como se estipula en mi Introducción. Pero al leer a Lucas creí entender que
ellos son presentados en el Talkhys, aunque un eminente matemático saca
una conclusión diferente, y me sugiere que fueron descubiertos por el
mismo Lucas. Esto puede, por supuesto, aclararse por medio de un examen
del Talkhys, pero ello no ha sido posible durante la guerra.
La dificultad reside enteramente en aquellos casos en que n es un nú-
mero primo. Si n = 2, obtenemos el primo 11. Los factores cuando n = 3,
5, 11 y 13 son, respectivamente (3 × 37), (41 × 271), (21.649 × 513.239),
y (53 × 79 × 265371653). En estas páginas he dado los factores cuando n
= 7 y 17. Los factores cuando n = 19, 23 y 37 son desconocidos, si es que
existen.4 Cuando n = 29, los factores son (3.191 × 16.763 × 43.037 × 62.003

4 El Sr. Oscar Hoppe, de Nueva York, me informa que, luego de leer mi afirmación en la
Introducción, se dedicó a investigar el caso de n = 19, y luego de larga y tediosa labor pudo
comprobar que el número era primo. Envió su prueba a la Sociedad Matemática de Londres,

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× 77.843.839.397); cuando n = 31, un factor es 2.791, y cuando n = 41, dos
factores son (83 × 1.231).
En cuanto a los valores pares de n, la siguiente curiosa serie de factores
será indudablemente de interés para el lector. Los números entre paréntesis
son primos.
n = 2 = (11)
n = 6 = (11) × 111 × 91
n = 10 = (11) × 11.111 × (9.091)
n = 14 = (11) × 1.111.111 × (909.091)
n = 18 = (11) × 111.111.111 × 90.909.091
O podemos colocar los factores así:
n = 2 = (11)
n = 6 = 111 × 1.001
n = 10 = 11.111 × 100.001
n = 14 = 1.111.111 × 10.000.001
n = 18 = 111.111.111 × 1.000.000.001
En las dos tablas precedentes n es de la forma 4m + 2. Cuando n es de
la forma 4m, los factores pueden anotarse así:
n = 4 = (11) × (101)
n = 8 = (11) × (101) × 10.001
n = 12 = (11) × (101) × 100.010.001
n =16 = (11) × (101) × 1.000.100.010.001
Cuando n = 2, obtenemos el número primo 11; cuando n = 3, los factores
son 3 × 37; cuando n = 6, son 11 × 3 × 37 × 7 × 13; cuando n = 9, son 32 ×
37 × 333.667. Por lo tanto, sabemos que los factores de n = 18 son 11 ×32
× 37 × 7 × 13 × 333.667, mientras que el factor restante es compuesto, y
puede expresarse como 19 × 52579. Esto demostrará cómo puede simplifi-
carse el trabajo cuando n no es primo.
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y un comité especialmente elegido de ese cuerpo aceptó la prueba como final y concluyente.
Me remito a los Procedimientos de la Sociedad del 14 de febrero de 1918.

― 198 ―
46. La Adivinanza del Aro de la Rana
La menor cantidad posible de jugadas en las que este acertijo puede re-
solverse es 118. Daré la solución completa. Los números negros sobre dis-
cos blancos mueven en sentido horario, y los números blancos sobre discos
negros en el contrario. El siguiente es el orden en que se mueven los núme-
ros. El que deba hacerse un movimiento simple o un salto, se desprenderá
de la posición, ya que nunca hay alternativa. Las jugadas entre paréntesis
deben reiterarse cinco veces: 6, 7, 8, 6, 5, 4, 7, 8, 9, 10, 6, 5, 4, 3, 2, 7, 8, 9,
10, 11, (6, 5, 4, 3, 2, 1.) 6, 5, 4, 3, 2, 12, (7, 8, 9, 10, 11, 12), 7, 8, 9, 10, 11,
1, 6, 5, 4, 3, 2, 12, 7, 8, 9, 10, 11, 6, 5, 4, 3, 2, 8, 9, 10, 11, 4, 3, 2, 10, 11,
2. Hemos realizado así 118 movidas permitidas; las ranas negras han cam-
biado lugares con las blancas, y 1 y 12 están lado a lado en la ubicación
estipulada.
La solución general en el caso de este acertijo es 3n2 + 2n – 2 jugadas,
donde el número de ranas de cada color es n. La ley que rige las secuencias
de jugadas es fácilmente descubierta por un análisis de los casos más sim-
ples, donde n = 2, 3 y 4.
Si, en lugar de que 11 y 12 intercambien lugares, debieran hacerlo 6 y
7, la expresión sería n2 + 4n + 2 jugadas. Si damos a n el valor 6, como en
el ejemplo del Aro de la Rana, el número de jugadas sería 62.
Una solución general del caso donde las ranas de un color revierten su
orden, dejando el espacio vacío en la misma posición, y cada rana puede
moverse en cualquier dirección (saltando, por supuesto, sobre su mismo
color), aparece en el “Acertijo del Saltamontes” de mi libro Amusements in
Mathematics.
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― 199 ―
LA EXTRAÑA FUGA DEL BUFON DEL REY

Aunque el bufón del rey prometió que luego aclararía a todo el mundo
los procedimientos, no hay registro de que alguna vez lo haya hecho. Por
lo tanto, someteré al lector mis propios puntos de vista en cuanto a las pro-
bables soluciones de los misterios involucrados.

47. La Cuerda Misteriosa


Cuando se dice que el bufón “dividió su cuerda en dos”, esto no signi-
fica que la haya cortado en dos trozos, cada uno de la mitad del largo ori-
ginal de la cuerda. Sin duda, simplemente destrenzó sus hilos, y así la divi-
dió en dos, cada una del largo original, pero de la mitad del espesor. Así
pudo atarlas y fabricar una cuerda de cerca del doble del largo original, con
la cual es bastante probable que haya hecho efectivo su escape de la maz-
morra.
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― 200 ―
48. El Laberinto Subterráneo
¿Cómo encontró el bufón el camino de salida del laberinto en la oscuri-
dad? Simplemente debió tantear su camino hasta una pared, y luego conti-
nuar caminando sin retirar su mano izquierda (o derecha) de la pared. Co-
menzando desde A, la línea punteada nos muestra la ruta, cuando va hacia
la izquierda. Si el lector quiere intentar la ruta hacia la derecha, también
dará con la salida. De hecho las dos rutas unen y cubren todas las paredes
del laberinto, excepto las dos partes aisladas, del lado izquierdo —una de
ellas como una U, y la otra con forma de E distorsionada―. Esta regla se
aplica a la mayoría de los laberintos, pero si el centro estuviera encerrado
por una pared aislada, con forma de anillo abierto, el bufón simplemente
hubiera dado vueltas alrededor una y otra vez.

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― 201 ―
49. El Candado Secreto
Este acertijo consistía en encontrar una palabra de tres letras, en español,
cada letra en un dial diferente. Ahora bien, no existe ninguna palabra en
español formada por sólo tres consonantes, y la única vocal que aparece en
los diales es la U. Ninguna de las palabras que comienzan con U tiene las
otras dos letras consonantes, y las palabras que terminan en U tienen, ya
sea menos o más de tres letras. Por lo tanto, la U forzosamente debe encon-
trarse en el medio, y la única palabra que pude encontrar a partir de la com-
binación de las consonantes dadas, es “LUZ”, y creo que no hay duda de
que ésta es la palabra. De cualquier modo, resuelve nuestro acertijo.
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― 202 ―
50. El Cruce del Foso
Sin duda, algunos de mis lectores se sonreirán ante la afirmación de que
un hombre en un bote sobre agua calma puede impulsarse a través del agua
¡con un cabo! Pero es un hecho. Si el bufón hubiera atado la cuerda a popa
y luego, parado en proa, se hubiera sacudido violentamente, el bote hubiera
sido impulsado hacia adelante. Esto ha sido probado varias veces en la prác-
tica, y se dice que puede obtenerse una velocidad de dos o tres millas por
hora. Ver Mathematical Recreations, W. W. Rouse Ball.
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― 203 ―
51. Los Jardines Reales
Muchos lectores habrán considerado este acertijo como absolutamente
imposible. El bufón dijo: “había en verdad entrado a los dieciséis jardines
una vez, y sólo una”. Si seguimos la ruta que se muestra en el diagrama que
se acompaña, encontraremos que no hay dificultad en entrar una vez en
todos los jardines, menos en uno, antes de llegar al último jardín que con-
tiene la salida B. La dificultad es entrar en el Jardín que tiene una estrella,
porque si abandonamos el jardín B es forzoso que debamos entrar en él una
segunda vez antes de escapar, y a ningún jardín puede entrarse dos veces.
El truco consiste en el hecho de que se puede ingresar al jardín de la estrella
sin necesariamente abandonar el otro. Si, cuando el bufón llegó al portón,
donde la línea punteada marca un abrupto giro, su intención hubiera sido
esconderse en el jardín de la estrella, pero luego de que hubo pasado un pie
al otro lado, sobre la estrella, hubiera descubierto que había sido una falsa
alarma, y vuelto hacia atrás, podría por cierto decir: “Entré en el jardín de
la estrella, porque puse un pie y parte de mi cuerpo dentro de él; y no entré
dos veces en el otro jardín, pues una vez que entré nunca lo abandoné hasta
que salí por B.” Esta es la única respuesta posible, y es indudablemente la
que el bufón tenía en mente.

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― 204 ―
52. El Puente de la Zanja
La solución a este acertijo se explica mejor con la ilustración. Si él hu-
biera colocado las ocho tablas, como se muestra, a través del ángulo de la
zanja, le hubiera sido posible cruzar sin mucha dificultad. El bufón del rey
hubiera así superado bien todas sus dificultades y escapado, como ya nos
dijo haberlo logrado.

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― 205 ―
FIESTA DE ACERTIJOS NAVIDEÑA

Cómo se Efectuaron los Diversos Trucos

La crónica de una de las “Fiestas de Acertijos” anuales del señor Da-


vidge, realizada por la joven dama de su familia, que a menudo había pa-
sado una alegre Navidad en Stoke Courcy Hall, no contiene las soluciones
a los misterios. De modo que daré aquí mis propias respuestas a los acerti-
jos, y trataré de hacerlo lo más claramente posible, para aquellos que son
más o menos novatos en tales asuntos.

53. Las Tres Tazas de Té


La Srta. Charity Lockyer debió sin duda tener algún truco bajo la manga,
y creo que es altamente probable que la idea fuera más o menos la siguiente.
Ella propuso que debían colocarse diez terrones de azúcar en tres tazas de
té, de forma que hubiera un número impar de terrones en cada taza. La
ilustración quizás indique la respuesta de la Srta. Charity, y los números
indican la cantidad de terrones que han sido colocados separadamente en
ellas. Al colocar la taza que contiene un terrón dentro de la que contiene
dos terrones, puede decirse con certeza que cada taza contiene un número
impar de terrones. Una taza contiene siete terrones, la otra un terrón, y la
tercera contiene tres terrones. Es evidente que si una taza contiene a otra,
también contiene lo que ésta segunda lleva dentro.

Hay en total quince soluciones diferentes a este acertijo. Ellas son:

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109 145 901
307 703 721
127 523 541
505 343 361
325 163 181
Los dos primeros números del trío representan respectivamente el nú-
mero de terrones que deben colocarse en la taza interior y exterior de las
que están superpuestas. Se observará que la taza exterior del par puede en
sí estar vacía.
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― 207 ―
54. Los Once Peniques
Es bastante evidente que el truco de este acertijo era el siguiente: De las
once monedas tome cinco, luego agregue cuatro (a las que fueron retiradas)
y quedan nueve, ¡en el grupo de las monedas retiradas!
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55. Los Gansos de Navidad
El Granjero Rouse envió exactamente 101 gansos al mercado. Jabez
vendió primero la mitad del lote y medio ganso más (es decir 50½ + ½, o
51 gansos, quedando 50) al Sr. Jasper Tyler; luego vendió al Granjero
Avent un tercio del remanente más un tercio de ganso (es decir, 16⅔ + ⅓,
o 17 gansos, restando 33); luego vendió a la Comadre Foster un cuarto de
lo que quedaba más tres cuartos de ganso (es decir, 8¼ + ¾, o 9 gansos,
quedando 24); después vendió a Ned Collier un quinto del resto, y le regaló
un quinto de ganso “para la patrona” (o sea, 4⅘ + ⅕ o 5 gansos, quedando
19). Entonces llevó de vuelta a su amo estos 19 gansos.
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― 209 ―
56. Los Números en Tiza
Esta pequeña broma del Mayor Trenchard es otro acertijo con trampa,
y la cara del niño travieso del extremo derecho, con el número 9 en su es-
palda, indica claramente que él estaba en el juego, cualquiera que éste fuera.
No tengo dudas (teniendo en mente la insinuación del Mayor sobre obser-
var los números “en forma apropiada”) que su respuesta era la que se ilustra
en nuestro dibujo, en que el niño N° 9 se para de cabeza, y así convierte su
número en un 6. Esto suma un total de 36 —un número par— y haciendo
que los niños 3 y 4 cambien de lugar con 7 y 8, obtenemos 1278 y 5436,
cuyos números, en cada caso, suman 18. Hay exactamente otras tres mane-
ras en que puede agruparse a los niños: 1368-2457, 1467-2358, y 2367-
1458.

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― 210 ―
57. Saboreando los Budines de Navidad
El diagrama muestra cómo resolver este acertijo. Es la única manera,
dadas las condiciones estipuladas. Comenzando por el budín con muérdago
en la esquina superior izquierda, tachamos todos los budines en veintiún
trazos rectos, saboreando el budín humeante al final del décimo trazo, y
culminando en la segunda ramita del muérdago.
Aquí tenemos un ejemplo de recorrido de la torre de ajedrez, que no
termina junto a donde comenzó, sino entre dos casillas que están lo más
alejadas posibles entre sí. Pues si deseáramos recorrer, con la condición de
visitar cada casilla una vez y sólo una, desde la casilla de una esquina a la
diagonalmente opuesta, la empresa es imposible.

Hay varias rutas diferentes para pasar de una rama de muérdago a la otra
en la menor cantidad de trazos —veintiuno— pero no las he contado. He
registrado catorce de ellas, y posiblemente haya más. Cualquiera de ellas
serviría a nuestro propósito, excepto por la condición de que el décimo
trazo debe finalizar en el budín humeante. Esto fue introducido para evitar
la pluralidad de soluciones. No conozco más de una solución a este acertijo;

― 211 ―
pero como no he registrado todos los recorridos, de momento no puedo
asegurar con certeza que no las haya.
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― 212 ―
58. Bajo la Rama de Muérdago
Se encontró que todas las personas habían besado a todas las demás bajo
la rama de muérdago, con los siguientes agregados y excepciones. Ningún
hombre besó a otro hombre; ningún hombre besó a ninguna mujer casada,
excepto la propia; todos los solteros y los niños besaron a todas las donce-
llas y niñas dos veces; el viudo no besó a nadie, y las viudas no se besaron
entre sí. Todos los besos fueron retribuidos, y el doble acto debía contarse
como un beso. Al realizar una lista de la compañía, podemos ignorar por
completo al viudo, ya que no tomó parte en el ejercicio osculatorio.
Parejas casadas 14
3 Viudas 3
12 Solteros y niños 12
10 Doncellas y niñas 10
TOTAL 39 Personas
Ahora bien, si cada una de las 39 personas hubieran besado a todas las
demás, el número de besos sería 741; y si los 12 solteros y niños hubieran
besado a las 10 solteras y niñas dos veces, debemos agregar 120, haciendo
un total de 861 besos. Pero como ningún hombre casado besó a ninguna
otra mujer casada, salvo a su propia esposa, debemos deducir 42 besos;
como ningún hombre besó a otro hombre, debemos deducir 171 besos;
como ninguna viuda besó a otra, debemos deducir 3 besos. Por lo tanto,
debemos deducir 42 + 171 + 3 = 216 besos del total mencionado de 861, y
el resultado, 645, representa exactamente el número de besos que de hecho
se dieron bajo la rama de muérdago.
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― 213 ―
59. Los Cubos de Plata
No hay límite al número de medidas diferentes de las que se obtienen
dos cubos cuya suma resulte diecisiete pulgadas cúbicas. He aquí la res-
puesta en los números menores posibles. Uno de los cubos de plata debe
23278 11663
medir 2 y pulgadas en cada arista, y el otro debe medir pulgada.
40831 40831
Si el lector desea tomarse el trabajo de elevar al cubo cada número (o sea,
multiplicar cada número por sí mismo dos veces), encontrará que al su-
marse entre sí los contenidos igualan exactamente diecisiete pulgadas cú-
bicas. Ver también el N° 19, “El Acertijo del Doctor en Medicina.”
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― 214 ―
AVENTURAS DEL CLUB DEL ACERTIJO

60. La Fotografía Ambigua


Uno por uno los miembros del Club lograron descubrir la clave del mis-
terio de la Fotografía Ambigua, excepto Churton, a quien finalmente con-
vencieron de que se diera por vencido. Herbert Baynes entonces le señaló
que el saco que Lord Marksford llevaba sobre el hombro era un saco de
dama, pues sus botones están del lado izquierdo, mientras que los sacos de
hombre siempre llevan los botones del lado derecho. No era probable que
Lord Marksford caminara por París llevando sobre el brazo un saco de
dama, salvo que acompañara a su dueña. Por lo tanto, caminaba con la
dama.
Mientras conversaban, un mozo le trajo un telegrama a Baynes. “Ya
está”, dijo luego de leer el mensaje. “Un cable de Dovey: ‘No preocuparse
por foto. Averiguamos hermana del caballero visitando París.’ Eso lo ex-
plica. Observarán que la dama está vestida ligeramente, por lo tanto el saco
bien podía ser de ella. Pero resulta claro que la lluvia era sólo una llovizna
repentina, y sin duda estaban cerca de su destino, por lo que ella no creyó
necesario ponerse el saco.”
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― 215 ―
61. El Misterio del Acantilado de Cornualles
La explicación de Melville sobre el Misterio del Acantilado de Cornua-
lles fue muy sencilla cuando la dio a conocer. Sin embargo fue un truco
ingenioso el que utilizaron los dos criminales, y hubieran tenido éxito de
no haber aparecido accidentalmente en escena nuestros amigos del Club
del Acertijo. Lo que sucedió fue esto: Cuando Lamson y Marsh llegaron al
risco, sólo Marsh caminó hasta el borde del acantilado, llevando en sus ma-
nos las botas más grandes de Lamson. Al llegar al borde, se cambió las
botas y caminó hacia atrás hasta el camino, llevando en la mano sus propias
botas.
Esta pequeña maniobra da cuenta del hecho de que las pisadas más pe-
queñas muestren una impresión más honda en el talón, y las más grandes
una impresión más marcada en las puntas: pues un hombre camina apo-
yando más los talones cuando va hacia adelante, pero deja una huella más
profunda con la punta de los pies al caminar hacia atrás. También explica
el hecho de que las pisadas mayores a veces se superpongan a las más chi-
cas, pero nunca suceda lo contrario, y el que las pisadas más grandes mues-
tren un tranco más corto, ya que un hombre que camina hacia atrás, nece-
sariamente, debe dar pasos menores. La libreta había sido dejada intencio-
nalmente, para inducir a la policía a descubrir las huellas, y así colocarla en
la pista equivocada.
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― 216 ―
62. El Automóvil Fugitivo
Russell encontró que hay sólo doce números de cinco dígitos que tienen
la particularidad de que los dos primeros dígitos multiplicados por los últi-
mos tres —siendo todos diferentes entre sí, y no habiendo ningún cero—
producen un número con exactamente los cinco dígitos, en distinto orden.
Pero solamente uno de estos doce comienza con un 1 —precisamente el
14.926―. Pues bien, si multiplicamos 14 × 926, el resultado es 12.964, que
contiene los mismos cinco dígitos. El número del automóvil era, por tanto,
14.926.
He aquí los otros once números: 24.651, 42.678, 51.246, 57.834,
75.231, 78.624, 87.435, 72.936, 65.281, 65.983, y 86.251.
Compare este problema con los Nos. 90 y 98.
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― 217 ―
63. El Misterio de Ravensdene Park
Los diagramas muestran que hay dos maneras en que pueden trazarse
las rutas de las diversas personas involucradas en el Misterio de Ravens-
dene Park, sin que ningún camino cruce en ningún momento a otro. De-
pende de si el Mayordomo, E, anduvo por el norte o por el sur de la cabaña
del Cuidador, y si el Cuidador, A, había caminado por el norte o por el sur
de Ravensdene Hall. Pero se observará que las únicas personas que pudie-
ron haberse aproximado al Sr. Cyril Hastings, sin cruzar otra ruta, eran el
Mayordomo, E, y el hombre, C. Era, sin embargo, un hecho que el mayor-
domo se había retirado a descansar cinco minutos antes de medianoche,
mientras que el Sr. Hastings había abandonado la casa de su amigo preci-
samente a medianoche. Por lo tanto, el criminal debía ser el hombre que
ingresó al parque por C.

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― 218 ―
64. El Tesoro Enterrado
El terreno debía tener entre 179 y 180 acres —para ser más exacto, 179,
37254 acres. Si las medidas hubieran sido 3, 2 y 4 estadios respectivamente
de las sucesivas esquinas, entonces el terreno hubiera tenido una superficie
de 209, 70537 acres.

Nuestro método para resolver este problema es el siguiente. Encuentre


la superficie del triángulo APB, en términos de x, el lado del cuadrado.
Duplique el resultado = xy. Divida entre x, y luego eleve al cuadrado, y
obtendrá el valor de y2 en términos de x. Similarmente, encuentre el valor
de z2 en términos de x; luego resuelva la ecuación y2 + z2 = 32, que resultará
en la fórmula x2 – 20x2 = –37. Por lo tanto x2= 10 + √63 = 17, 937254
estadios cuadrados, casi con precisión, y como en un estadio cuadrado hay
diez acres, esto equivale a 179,37254 acres. Si tomamos la raíz negativa de
la ecuación, obtenemos que la superficie del terreno es 20,62746 acres, en
cuyo caso el tesoro estaría enterrado fuera del terreno, como muestra el
Diagrama 2. Pero esta solución se excluye por la condición de que el tesoro
estaba enterrado dentro del terreno. Las palabras exactas eran: “El docu-
mento... establece claramente que el terreno es cuadrado, y que el tesoro
está enterrado en él.”
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― 219 ―
LOS ACERTIJOS DEL PROFESOR

65. El Acertijo de las Monedas


La clave de este acertijo radica en el hecho de que si el cuadrado mágico
debe estar compuesto de números enteros que sumen 15 en todas las direc-
ciones, el dos debe colocarse en una de las esquinas. De otra manera, es
necesario emplear fracciones, y éstas se proveen en el acertijo por medio
del uso de las monedas de seis peniques y dos chelines y medio (llamada
“media corona”). Yo proporciono la disposición que requiere la menor can-
tidad de monedas inglesas corrientes: quince. Se verá que la cantidad de
cada esquina es fraccionaria, mientras que la suma total requerida es un
número entero de chelines, (chelín se anota s, y penique d.)

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― 220 ―
66. Los Acertijos de las Estampillas Postales
El primero de estos acertijos se basa en un principio similar, aunque es
en realidad más sencillo, pues la condición de que nueve de las estampillas
deben ser de valores diferentes hace de su selección un asunto simple, aun-
que su ubicación requiere alguna reflexión o tanteo, hasta que se advierte
la regla relativa a la colocación de las fracciones en las esquinas. Aquí pro-
porciono la solución.

También muestro la solución al segundo acertijo de las estampillas. To-


das las columnas, líneas y diagonales suman 1s. 6d. (1 chelín y 6 peniques
= 18 peniques). Hay un cuadro vacío, y las condiciones no prohibían esta
omisión.

― 221 ―
En la primera solución los números están en progresión aritmética: 1,
1½, 2, 2½, 3, 3½, 4, 4½, 5. Pero cualesquiera nueve números formarán un
cuadrado mágico si podemos escribirlos así:
1 7 13
7 8 9
13 14 15
donde las diferencias horizontales son todas iguales, y las verticales todas
iguales, pero no necesariamente las mismas que las horizontales. Esto su-
cede en el caso de la segunda solución, cuyos números pueden escribirse:
0 1 2
5 6 7
10 11 12
También en el caso de la solución al N° 65, el Acertijo de las Monedas,
los números son, en chelines:
2 2 3
4½ 5 5½
7 7½ 8
Si debe haber nueve números diferentes, el 0 puede aparecer una vez
(como en la solución al N9 21). Sin embargo, pueden construirse cuadrados
mágicos con números negativos, de esta manera:
–2 –1 0
5 6 7
12 13 14
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― 222 ―
67. Las Ranas y los Vasos
Es perfectamente cierto, como dijo el Profesor, que sólo hay una solu-
ción (sin contar su reverso) a este acertijo. Las ranas que saltan son Jorge,
en la tercera línea horizontal; Chang, el batracio de aire astuto al final de la
cuarta línea; y Guillermina, la hermosa criatura de la séptima línea. Jorge
salta hacia abajo al segundo vaso de la séptima línea; Chang, que sólo
puede saltar distancias cortas, a consecuencia de su reumatismo crónico, se
traslada algo desganadamente al vaso inmediatamente superior, el octavo
de la tercera línea; mientras que Guillermina, con la vivacidad propia de su
juventud y sexo, realiza la muy apreciable proeza de brincar hasta el cuarto
vaso de la cuarta línea. En sus nuevas posiciones, como se observa en el
diagrama que acompañamos, se comprobará que de las ocho ranas, no hay
dos en la misma línea, vertical, horizontal o diagonal.

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― 223 ―
68. Romeo y Julieta
Este es un acertijo bastante difícil, aunque como señaló el Profesor
cuando Hawkhurst dio con la solución, es “exactamente el tipo de acertijo
que alguien podría resolver en el primer intento”, por una pura suerte. Sin
embargo, cuando se conoce la solución, con su bonita y simétrica disposi-
ción, parece ridículamente sencillo.
Se verá que Romeo accede al balcón de Julieta luego de visitar todas las
casas una vez y sólo una, realizando catorce giros, sin contar el del co-
mienzo. Esta es la menor cantidad de giros posible, y el problema sólo
puede solucionarse por el camino mostrado, o su reverso.

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― 224 ―
69. El Segundo Recorrido de Romeo
Para poder andar el trayecto por los cuadros blancos únicamente, en la
menor cantidad de giros, Romeo haría bien en seguir la ruta que yo mues-
tro; sólo se requieren dieciséis giros para realizar la acción. El profesor me
informa que el Helix Aspersa, o caracol común o de jardín, manifiesta una
aversión particular a los giros —tanto es así que un espécimen con el que
él experimentaba salió una noche en línea recta, y desde entonces no ha
regresado.

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― 225 ―
70. Las Ranas que Cortejaban
Este es uno de esos acertijos en los que es prácticamente inevitable la
pluralidad de soluciones. Hay dos o tres posiciones a las que pueden saltar
cuatro ranas para formar cinco líneas con cuatro ranas en cada una, pero la
disposición que yo doy es la más satisfactoria.

Las ranas que han saltado dejaron atrás sus cuerpos astrales, de modo
de mostrar al lector las posiciones que originalmente ocupaban. Chang, la
rana del medio de la línea superior que, como explicamos antes en la solu-
ción de las Ranas y los Vasos, sufre de reumatismo, realiza el salto más
corto de todos —una pequeña distancia entre ambas líneas; Jorge y Gui-
llermina saltan de los extremos de la línea inferior a alguna distancia al
noroeste y noreste respectivamente; mientras que la rana del medio de la
línea inferior, cuyo nombre el Profesor olvidó informar, va directamente al
sur.
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― 226 ―
ACERTIJOS SURTIDOS

71. El Juego de Clavas


Para ganar en este juego deberá, tarde o temprano, dejar a su oponente
un número par de grupos similares. Suponga, por ejemplo, que le deja estos
grupos: 0.0.000.000. Ahora, si él derriba una clava individual, usted derriba
una individual; si él derriba dos de un trío, usted derriba dos del otro trío;
si él derriba la clava central de un trío, usted derriba la central del otro trío.
De esta forma es forzoso que usted finalmente gane. Como el juego co-
mienza con la disposición 0.00000000000, el primer jugador siempre
puede ganar, pero solamente si derriba la sexta o la décima clava (contando
la que se ha eliminado como la segunda); y esto deja, en cualquiera de los
dos casos, 0.000.0000000, ya que el orden de los grupos no es importante.
Cualquiera sea la jugada de su adversario, siempre puede resolverse en un
número par de grupos iguales. Supongamos que él derriba la individual;
entonces nosotros jugamos para dejar 00.0000000. Ahora, sea lo que sea
que él haga, después podremos dejarle 000.000, o bien 0.00.000. Ya sabe-
mos por qué la primera disposición es ganadora; y la última también lo es,
pues, como quiera que él juegue, podremos dejar, ya sea 0.0 o 0.0.0.0, se-
gún sea el caso. Obviaré ahora el análisis completo, para entretenimiento
del lector.
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― 227 ―
72. El Tablero Roto
La ilustración muestra cómo pueden unirse las trece piezas de modo de
construir un tablero perfecto; y el problema inverso, de recortar esas parti-
culares piezas resulta también entretenido.

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― 228 ―
73. La Araña y la Mosca
Aunque este problema fue muy discutido en el Daily Mail del 18 de
enero al 7 de febrero de 1905, cuando pareció causar gran interés público,
de hecho lo propuse por primera vez en el Weekly Dispatch del 14 de junio
de 1903.

Imagine que la habitación es una caja de cartón. Luego la caja puede ser
cortada de varias maneras diferentes, de modo de extender el cartón plano
sobre la mesa. Aquí ilustro cuatro de estas maneras, e indico en cada caso
las posiciones relativas de la araña y la mosca, y el curso recto que debe
seguir la araña, sin salirse del cartón. Estos son los cuatro cursos más favo-
rables, y se comprobará que el más corto es el N° 4, ya que tiene sólo 40
pies de largo (sume el cuadrado de 32 al cuadrado de 24, y extraiga la raíz
cuadrada). Se verá que la araña camina, de hecho, ¡por cinco de los seis
lados de la habitación! Habiendo trazado la ruta, vuelva a armar la caja
(retirando el lado que la araña no utiliza), y la aparición del curso más corto
es realmente sorprendente. Si la araña ha tomado lo que la mayoría de las
personas consideraría como obviamente la ruta más corta (la señalada en el

― 229 ―
N° 1), ¡habrá andado 42 pies! La Ruta N° 2 mide 43, 174 pies de largo, y
la Ruta N° 3 mide 40, 718 pies. Dejaré que el lector descubra cuáles son
las rutas más cortas cuando la araña y la mosca están a 2, 3, 4, 5, y 6 pies
del techo y del piso respectivamente.
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― 230 ―
74. El Despensero Aturdido
El Hermano Juan dio al primer hombre tres botellas grandes y una bo-
tella pequeña llenas de vino, y una botella grande y tres pequeñas, vacías.
A cada uno de los otros dos hombres dio dos botellas de vino grandes y tres
pequeñas, y dos botellas grandes y una pequeña, vacías. Cada uno de los
tres hombres recibe entonces la misma cantidad de vino, y el mismo nú-
mero de botellas de cada tamaño.
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― 231 ―
75. Hacer una Bandera
El diagrama demuestra cómo debe cortarse la pieza de género en dos
piezas. Mueva la pieza de la derecha un “diente” hacia abajo, y se formará
un cuadrado perfecto, con las rosas dispuestas simétricamente.

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― 232 ―
76 Atrapar a los Cerdos
Un rápido análisis de este acertijo debería convencer al lector de que
Hendrick nunca podrá atrapar al cerdo negro, y el blanco nunca será atra-
pado por Katrün.
Cada cerdo puede simplemente entrar y salir de una de las esquinas cer-
canas, y nunca ser capturado. El hecho es que, curioso como resulte a pri-
mera vista, ¡un holandés no puede atrapar a un cerdo negro, y una holan-
desa nunca puede capturar a uno blanco! Pero cada uno de ellos puede, sin
dificultad, atrapar a uno del otro color.
Por lo tanto, si el jugador determina simplemente que enviará a Hen-
drick a atrapar al puerco blanco y a Katrün a perseguir al negro, no tendrá
ninguna dificultad en capturar a los dos en muy pocas jugadas.
Es, de hecho, tan sencillo que no hay necesidad alguna de proporcionar
la línea de juego. De esta forma, por vía del juego, resolvemos el acertijo
en la vida real de por qué el holandés y su esposa no podían atrapar a sus
cerdos; en su simpleza e ignorancia de las particularidades de los cerdos
holandeses, cada uno perseguía al animal equivocado.
El pequeño principio que encierra este acertijo es aquel conocido por
los jugadores de ajedrez como “obtener la oposición”. La regla, en el caso
de mi acertijo (donde los movimientos recuerdan a los de la torre de aje-
drez, con la condición agregada de que la torre sólo puede moverse a un
cuadro inmediato), es simplemente ésta. Cuando el número de cuadros so-
bre una misma línea entre el hombre o la mujer y el cerdo es impar, no
podrá nunca atraparse al cerdo; cuando el número de cuadros es par, la
captura es posible. El número de cuadros entre Hendrick y el cerdo negro
y entre Katrün y el cerdo blanco es 1 (un número impar), por lo tanto estos
individuos no podrán alcanzar a los animales que enfrentan. Pero el número
entre Hendrick y el cerdo blanco y entre Katrün y el negro, es 6 (un número
par), por lo que fácilmente podrán capturar a los que tienen a sus espaldas.
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― 233 ―
77. El Juego del Treinta y Uno
El primer jugador siempre puede ganar, comenzando con un 5. Si su
oponente juega otro 5, usted juega un 2 y llega a 12. Luego, siempre que él
juegue un 5, usted juega un 2, y si en algún momento él se sale de la serie,
3, 10, 17, 24, 31, usted entra en ella y gana. Si luego de que usted comienza
con un 5 él juega cualquier otra cosa que no sea un 5, usted llega a 10 o 17
y gana. El primer jugador puede también ganar comenzando con un 1 o un
2, pero el juego se complica. Sin embargo, bien merece el análisis del lec-
tor.
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― 234 ―
78. Los Ferrocarriles Chinos
Este acertijo fue astutamente ideado por el hombre amarillo. No es ex-
traño que los representantes de los cinco países interesados estuvieran tan
confundidos. Hubiera complicado bastante a los ingenieros el construir esas
rutas tortuosas de modo que los trenes avanzaran sin peligro. El Diagrama
1 muestra los rumbos de los cinco sistemas de líneas, de manera que nin-
guna línea se cruce nunca con otra, y parece que éste es el método que
requeriría el menor millaje posible.

Quizás el lector quiera saber cuántas soluciones diferentes existen a este


acertijo. A esto deberé responder que el número es indeterminado, y expli-
caré el porqué. Si inicialmente consideramos el caso de la línea A, entonces
una ruta sería el Diagrama 2, otra el 3, otra el 4, y otra el 5. Si el 3 es
diferente del 2, como indudablemente lo es, entonces debemos considerar
al 5 como diferente del 4. Pero una mirada a los cuatro diagramas 2, 3, 4 y
5 en sucesión nos mostrará que podemos continuar este proceso de “ovi-
llado” eternamente; y ya que siempre habrá un camino no interrumpido (no
importa cuán largo y tortuoso sea) de las estaciones B y E a sus respectivas

― 235 ―
líneas principales, es evidente que el número de rutas para la línea A es
infinito. Por lo tanto, el número de soluciones completas también será infi-
nito, si las líneas del ferrocarril, como otras líneas, no tienen ancho; e inde-
terminado, salvo que se nos estipule el número máximo de líneas paralelas
que pueden construirse en ciertos lugares. Si se diera alguna condición clara
para restringir estos “ovillados”, no habría gran dificultad en establecer el
número de soluciones. Con cualquier limitación razonable de este tipo, el
número estaría, según mis cálculos, cerca de los dos mil, aunque parezca
sorprendente.
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― 236 ―
79. La Aritmética del Brujo
Este acertijo es a la vez fácil y difícil, pues es asunto muy sencillo en-
contrar uno de los multiplicadores, que es 86. Si multiplicamos 8 por 86,
todo lo que debemos hacer es colocar el 6 delante y el 8 detrás para obtener
la respuesta correcta, 688. Pero el segundo número no puede encontrarse al
tanteo. Es 71, y el número por el que debe multiplicarse es nada menos que
1639344262295081967213114754098360655737704918032787.
Si queremos multiplicar a este número por 71, todo lo que debemos hacer
es colocar otro 1 al comienzo y otro 7 al final —¡un considerable ahorro de
trabajo! Estos dos y el ejemplo presentado por el brujo, son los únicos mul-
tiplicadores de dos dígitos, pero el número a multiplicar siempre puede au-
mentarse. Así, si prefijamos a 41096 el número 41095890, repetido cual-
quier número de veces, el resultado puede siempre multiplicarse por 83 en
la manera peculiar del brujo.
Si sumamos los dígitos de cualquier número y luego, si es necesario,
sumamos otra vez, al final obtendremos un número de un dígito. A esto yo
llamo la “raíz digital”. Así, la raíz digital de 521 es 8, y de 697 es 4. Ahora
bien, resulta evidente que las raíces digitales de los dos números requeridos
por el acertijo deben dar la misma raíz, tanto al sumarlas como al multipli-
carlas. Esto sólo puede suceder cuando las raíces de los dos números son
2y2, o 9 y 9, o 3 y 6, o 5 y 8. Por lo tanto, el multiplicador de dos dígitos
debe tener una raíz digital de 2, 3, 5, 6, 8 o 9. Hay diez de estos números
en cada caso. Yo escribo los sesenta, y luego elimino todos aquellos núme-
ros cuyo segundo dígito sea mayor que el primero, y aquellos cuyos dos
dígitos sean iguales (treinta y seis números en total); también todos los nú-
meros restantes cuyo primer dígito sea impar y el segundo par (siete núme-
ros); también todos los múltiplos de 5 (tres números más). He rechazado a
los números 21 y 62 por razones en las que no abundaré. Entonces me que-
dan, de los sesenta originales, sólo los doce números siguientes; 83, 63, 81,
84, 93, 42, 51, 87, 41, 86, 53 y 71. Estos son los únicos posibles multipli-
cadores que en realidad debo examinar.
Mi procedimiento es ahora tan curioso como sencillo. Pruebo primero
el 83, deduciendo 10, y lo llamo 73. Agregando ceros al segundo dígito,

― 237 ―
digo que si 30000, etc., arroja alguna vez un resto de 43 al ser dividido por
73, el dividendo será el multiplicador requerido para 83. Obtengo en esta
forma el 43. El único multiplicador de 3 que produce un 8 en el dígito de
las unidades es el 6. Por lo tanto multiplico 73 por 6, y obtengo 438, o 43
luego de eliminar el 8. Ahora bien, 300.000 dividido por 73 arroja un resto
de 43, y el dividendo es 4.109. A esto agrego el seis antes mencionado, y
obtengo 41096 × 83, el ejemplo proporcionado por el brujo.
Al probar los números pares hay dos casos a considerar. Así, tomando
el 86, podemos decir que si 60000, etc., al ser dividido entre 76 deja resto,
ya sea 22 o 60 (pues tanto 3 × 6 como 8 × 6 dan 8), obtenemos una solución.
Pero rechazo el primero, luego de examinarlo, y observo que 60 dividido
por 76 da 0, dejando un resto de 60. Por lo tanto, 8 × 86 = 688, el otro
ejemplo. Se verá en el caso del 71 que 100000, etc., dividido entre 61, deja
un resto de 42 (7 × 61 = 427), luego de producir el largo dividendo que
proporcionamos al comienzo de este artículo, con el 7 agregado.
Los otros multiplicadores no logran producir una solución, por lo que
83, 86 y 71 son los únicos tres multiplicadores posibles. Quienes estén fa-
miliarizados con el principio de los decimales periódicos (como explico en
parte en mi nota acerca del N9. 80, “El Problema de la Cinta”) comprende-
rán las condiciones bajo las cuales los restos se repiten luego de determi-
nados períodos, y sólo encontrarán necesario realizar largas divisiones en
dos o tres casos. De esto resulta claro que existe un número ilimitado de
multiplicandos para cada multiplicador.
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― 238 ―
80. El Problema de la Cinta
La solución es la siguiente: escriba sobre la cinta este número largo,
0212765957446808510638297872340425531914893617.
Puede ser multiplicado por cualquier número hasta 46 inclusive para obte-
ner el mismo orden de los dígitos en el anillo. El número proporcionado
previamente puede multiplicarse por cualquier número hasta 16. Yo esta-
blecí el límite 9 para despistar a los lectores. El hecho es que estos dos
números son simplemente los decimales recurrentes que equivalen a 1/17
y a 1/47 respectivamente. Multiplique el primero por diecisiete y el se-
gundo por cuarenta y siete, y obtendrá todos nueves en ambos casos.
Al transformar una fracción común, digamos 1/17, en una fracción de-
cimal, procedemos como se demuestra abajo, agregando cuantos ceros que-
ramos al dividendo, hasta que no quede resto, o hasta obtener una serie
recurrente de dígitos, o hasta que lo hayamos llevado al largo requerido, ya
que cada dígito decimal adicional en un decimal infinito nos acerca más y
más a la exactitud.
1 0 0 17
– 8 5 0,058823
1 5 0
– 1 3 6
1 4 0
– 1 3 6
4 0
– 3 4
6 0
– 5 1
9
Ahora bien, como todas las potencias de 10 pueden contener únicamente
factores de las potencias de 2 y de 5, resulta evidente que un decimal nunca
terminará si hay un factor distinto a éstos en el denominador de la fracción.
Así, 1/2, 1/4 y 1/8 nos proporcionan los decimales exactos 0,5; 0,25 y
0,125; y 1/25 nos dan 0,2 y 0,04; 1/10 y 1/20 resultan 0,1 y 0,05: porque

― 239 ―
los denominadores están todos compuestos por factores 2 y 5. Pero si Ud.
desea convertir 1/3, 1/6, o 1/7 , su división nunca acabará, sino que obten-
drá estos decimales: 0,33333...; 0,166666...; y 0,142857142857142857...,
donde en el primer caso el 3 se repite eternamente, en el segundo caso el 6
es el que se repite y en el último caso obtenemos el período recurrente
142857. En el caso de 1/17 (en “El Problema de la Cinta”) encontramos
que el período es 0588235294117647.
Ahora, en la división de arriba, los restos sucesivos son 1, 10, 15, 14, 4,
6, 9, etc. y yo he insertado estos números en el anillo interior del diagrama.
Se verá que cada número del 1 al 16 aparece una vez, y que si multiplica-
mos el número de nuestra cinta por cualquiera de los números del anillo
interior, su posición indica exactamente el punto por donde comienza el
producto. Así, si multiplicamos por 4, el producto será 235, etc.; si multi-
plicamos por 6, 352, etc. Podemos, por lo tanto, multiplicar por cualquier
número del 1 al 16 y obtener el resultado deseado.

El meollo del acertijo es este: cualquier número primo, con excepción


del 2 y del 5, que son factores de 10, dividirá exactamente sin resto a cual-
quier número que consista en tantos nueves como el propio número primo,
menos uno. Así 999999 (seis nueves) es divisible por 7, dieciséis nueves

― 240 ―
son divisibles por 17, dieciocho nueves por 19, y así sucesivamente. Este
es siempre el caso, aunque frecuentemente serán suficientes menos nueves,
pues un nueve es divisible entre 3, dos entre 11, seis entre 13, donde nuestra
regla de la cinta para los multiplicadores consecutivos se rompe, y entra a
regir otra ley. Por lo tanto, como el 0 y el 7 en los extremos de la cinta no
deben moverse, es necesario buscar una fracción con un denominador
primo que termine en 7 y arroje un periodo completo. Probamos con 37, y
encontramos que da un decimal de período corto 027, pues 37 divide exac-
tamente a 999; por lo tanto, no nos sirve.
Luego examinamos al 47, y encontramos que nos proporciona el pe-
ríodo completo, de 46 dígitos, que dimos al principio de este artículo.
Si cortamos a la mitad cualquiera de estos períodos recurrentes y colo-
camos una mitad debajo de la otra, veremos que suma todos nueves; así
que sólo es necesario calcular la mitad, y luego escribir sus complementos.
De esta forma, en la cinta de más arriba, si sumamos 05882352 más
94117647, el resultado será 99999999, y de la misma manera con nuestro
largo número de la solución. Observe también en el diagrama de arriba que
no sólo los números opuestos del anillo exterior son complementarios,
siempre sumando 9, sino que los números opuestos del anillo interior tam-
bién lo son, sumando 17 en todos los casos. Quizás deba señalar que al
limitar nuestros multiplicadores a los primeros nueve números, es bastante
posible que un período corto nos proporcione una solución en menos dígi-
tos, pero existen razones para pensar que es improbable.
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― 241 ―
81. Las Damas Japonesas y la Alfombra
Si los cuadrados no debieran ser todos del
mismo tamaño, la alfombra podría cortarse en
cuatro piezas, de cualquiera de las tres maneras
ilustradas. En cada caso las dos piezas marcadas
con una A pueden unirse y formar uno de los tres
cuadrados, siendo los otros dos enteros. Pero
para poder obtener cuadrados exactamente igua-
les en tamaño, deberemos utilizar seis piezas,
como se muestra en el diagrama más grande. El
N° 1 es un cuadrado completo, las piezas 4 y 5
forman un segundo cuadrado, y las piezas 2, 3 y
6 formarán el tercero, todos de exactamente el mismo tamaño.

Si con los tres cuadrados iguales formamos el rectángulo IDBA, enton-


ces la media proporcional de dos lados del rectángulo será el lado de un
cuadrado de igual superficie. Trace AB hasta C, tomando BC igual a BD.
Luego coloque la punta del compás en E (a medio camino entre Ay C) y
describa el arco AC. Estoy mostrando el método general para convertir rec-
tángulos en cuadrados, pero en este caso en particular podemos, por su-
puesto, colocar inmediatamente nuestro compás en E, lo que no requiere
ningún cálculo. Trace la línea BD cortando el arco en F, y BF será el lado
del cuadrado requerido. Ahora determine AG y DH, cada uno equivalente
a BF, y realice el corte IG, y también el corte HK, desde H, perpendicular

― 242 ―
a ID. Las seis piezas obtenidas están numeradas igual que en el diagrama
de la página anterior.
Se apreciará que aquí proporcioné primero
el método inverso: cortar tres cuadrados en
seis piezas para formar un cuadrado grande.
En el caso de nuestro acertijo podemos proce-
der así:
Determine LM igual a la mitad de la dia-
gonal ON. Trace la línea NM y desde L una
perpendicular sobre NM. Entonces LP será el
lado de cada uno de los tres cuadrados cuya
superficie combinada equivale al cuadrado grande QNLO. El lector puede
ahora cortar sin dificultad las seis piezas como se muestra en el cuadrado
numerado de la página anterior.
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― 243 ―
82. El Capitán Longbow y los Osos
El lector probablemente haya pensado que la historia del oso empalado
en el Polo Norte no tenía ninguna conexión con el problema que le siguió.
De hecho es esencial para la solución. No hay manera de disponer a once
osos para que formen siete líneas de osos con cuatro osos en cada una. Pero
ya es otra la historia cuando el Capitán Longbow nos informa que “se ha-
bían puesto de tal forma que quedaron siete filas de cuatro osos”. Pues si
se agruparon en la forma que muestra el diagrama, de modo que tres de los
osos, como se indica, estuvieran alineados con el Polo Norte, el animal em-
palado completaría la séptima línea de cuatro, que no puede obtenerse de
otra manera. Obviamente no afecta al problema el que esta séptima línea
sea de cien millas o de cien pies, siempre que estuvieran en verdad en línea
recta — un punto que quizás pueda ser corroborado por el compás de bol-
sillo del Capitán.

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― 244 ―
83. El Recorrido Inglés
Se requirió mostrar cómo un residente de la ciudad marcada con una A
podría visitar todas las ciudades una vez, y una sola, y culminar su recorrido
en Z. Este acertijo encierra un pequeño truco. Luego de que el lector haya
demostrado a su satisfacción que esto no puede hacerse de acuerdo con las
condiciones, como las comprendió de entrada, debería examinar con cui-
dado su planteamiento, para encontrar alguna alternativa. Se dijo: “Esto
sería bastante fácil si pudiera realizar el recorrido tanto por carretera como
en ferrocarril, pero no es así.” Ahora bien, aunque se le prohíbe cortar ca-
mino por carretera, ¡nada se dice acerca de que vaya por mar! Si, por lo
tanto, volvemos a mirar con cuidado el mapa, veremos que hay dos ciuda-
des, y sólo dos, sobre la costa. Cuando llega a una de ellas, parte a bordo
de un barco y navega hasta el otro puerto. La ilustración muestra con una
línea oscura la ruta completa.

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― 245 ―
84. El Acertijo del Chifu-Chemulpo
La solución es la siguiente: Usted puede aceptar la invitación de “ha-
cerlo en 20 jugadas”, pero nunca lo logrará. La menor cantidad de movi-
mientos posible es veintiséis. Mueva los vagones de modo que lleguen a
las siguientes ubicaciones:
E5678
= 10 jugadas
1234
E56 = 2 jugadas
123 87 4
56 = 5 jugadas
E312 87 4
E = 9 jugadas
87654321
Veintiséis movimientos en total.
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― 246 ―
85. La Excéntrica Mujer del Mercado
El menor número de huevos que la Sra. Covey pudo llevar al mercado
es 719. Luego de vender la mitad y entregar medio huevo de más, le que-
darían 359; luego de la segunda transacción le restarían 239, luego del ter-
cer negocio, 179; y luego del cuarto, 143. Este último número podría ella
dividirlo equitativamente entre sus trece amigos, dándole a cada uno 11, y
no habrá roto un solo huevo.
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― 247 ―
86. El Acertijo de la Guirnalda
Una palabra que resuelve este acertijo es MARITIMA. Coloque las letras
como sigue; M 3-1, A 6-8, R 5-3, I 4-6, T 7-5, I 2-4, M 9-7, A 9-2. Esto
significa que toma M, salta de 3 a 1, y la escribe en 1; y así sucesivamente.
La solución depende de encontrar aquellas palabras cuya segunda y octava
letras sean iguales, y que también lo sean la cuarta y la sexta, pues estas
letras se intercambian sin destruir la palabra. Otra palabra podría ser: PO-
LÍTICO.
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― 248 ―
87. La Mesa Redonda
He aquí la manera de disponer a los siete hombres:
ABCDEFG
ACDBGEF
ADBCFGE
AGBFECD
AFCEGDB
AEDGFBC
ACEBGFD
ADGCFEB
ABFDEGC
AEFDCGB
AGEBDFC
AFGCBED
AEBFCDG
AGCEDBF
AFDGBCE
Obviamente, en una mesa circular, A estará al lado del hombre del final
de la línea.
Expuse por primera vez este problema en el Daily Mail del 13 y 16 de
octubre de 1905, para seis personas, por diez días, y desde entonces ha sido
discutido por matemáticos en varios periódicos. Es, por supuesto, fácil de
(𝑛−1)(𝑛−2)
ver que el número máximo de disposiciones para n personas es 2
.
El método comparativamente sencillo de resolver todos los casos en que n
es un primo + 1, fue descubierto por Ernest Bergholt. Entonces señalé el
método de construcción de una solución que había obtenido para 10 perso-
nas, a partir del cual E. D. Bewley encontró un método general para todos
los números pares. Sin embargo, los números impares son en extremo difí-
ciles, y por mucho tiempo no logró avanzarse en su solución, siendo 7 (en
este caso) y 5, 9, 17 y 33 los únicos que podían resolverse, los últimos
cuatro todos potencias de 2 + 1. AJ fin, sin embargo (aunque no sin mucha

― 249 ―
dificultad), descubrí un método sutil para resolver todos los casos, y he es-
crito los cuadros de todos los números hasta 25 inclusive. El caso de 11
también fue resuelto por W. Nash. Quizás el lector intente echar mano al
13. Encontrará que es extraordinariamente complicado.
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― 250 ―
88. Las Cinco Latas de Té
Hay doce maneras de disponer las cajas sin considerar las figuras. Si las
treinta figuras fueran todas diferentes, la respuesta sería 93.312. Pero las
deducciones necesarias para los casos en que los cambios de cajas pueden
realizarse sin alterar el orden de las figuras, totalizan 1.728, y por lo tanto
las latas pueden disponerse, de acuerdo con las condiciones, en 91.584 ma-
neras diferentes. Dejaré que mis lectores descubran por sí mismos cómo se
obtienen estas cifras.
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― 251 ―
89. Los Cuatro Cerdos
Hay diecisiete maneras en que pueden colocarse los cerdos en los treinta
y seis chiqueros, de acuerdo con las condiciones, incluyendo el ejemplo
que yo aporté, y sin contar los reversos y reflejos. Jaenisch, en su Analyse
Mathématique au Jeu des Echecs (1862), cita la afirmación de que hay
exactamente veintiuna soluciones al pequeño problema en que se basa este
acertijo. Como yo mismo sólo había registrado diecisiete, examiné el
asunto otra vez, y encontré que él estaba equivocado, y sin duda había con-
fundido a los reversos como soluciones distintas.
He aquí las diecisiete respuestas. Las cifras indican las filas, y sus posi-
ciones las columnas. Así, 104603 significa que colocamos un cerdo en la
primera fila de la primera columna, en ninguna fila de la segunda columna,
en la cuarta fila de la tercera columna, en la sexta fila de la cuarta columna,
en ninguna fila de la quinta columna, y en la tercera fila de la sexta co-
lumna. La disposición E es la que proporciono en el diagrama:
A. 104603 J. 206104
B. 136002 K. 241005
C. 140502 L. 250014
D. 140520 M. 250630
E. 160025 N. 260015
F. 160304 O. 261005
G. 201405 P. 261040
H. 201605 Q. 306104
I. 205104 —
Se encontrará que las configuraciones N y Q son semisimétricas con
respecto al centro, y por lo tanto dan cada una sólo dos disposiciones por
reversión y reflejo; que la configuración H es cuarto-simétrica, y sólo da
cuatro disposiciones, mientras que las catorce restantes proporcionan por
reversos y reflejos ocho disposiciones cada una. Por lo tanto, los cerdos
pueden disponerse de (2 × 2) + (4 × 1) + (8 × 14) = 120 maneras diferentes
por los reversos y reflejos de las diecisiete configuraciones.

― 252 ―
Es posible disponer a sólo tres cerdos de modo que cada chiquero esté
alineado con un cerdo, siempre que no se prohíba a los cerdos estar alinea-
dos entre sí; pero hay una sola forma de hacerlo (si no contamos sus rever-
sos y reflejos), y es: 105030.
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― 253 ―
90. Los Cubos Numerados
Disponga los cubos de modo de formar las dos multiplicaciones 915 ×
64 y 732 × 80, y el producto en ambos casos será el mismo: 58.560.
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― 254 ―
91. Zorros y Gansos
El menor número posible de movidas es veintidós — es decir, once para
los zorros y once para los gansos. Esta es una manera de resolver el acertijo:
10 − 5 11 − 6 12 − 7 5 − 12 6−1 7−6
1−8 2−9 3−4 8 − 36 9 − 10 4 − 9
12 − 7 1+8 6−1 7−2 8−3
3−4 10 − 5 9 − 10 4 − 11 5 − 2
Por supuesto, el lector realizará la primera movida de la línea superior
y luego la primera de la línea inferior; luego la segunda de la línea superior,
y así en forma alternada.

En otro libro he explicado mi método de “botones e hilo” para resolver


acertijos en tableros cuadriculados. En el diagrama A se muestra el acertijo
en la forma en que puede presentarse en una porción del tablero de ajedrez,
con seis caballos. Si lo comparamos con la ilustración donde propuse el
acertijo se verá que allí he evitado la necesidad de explicar al lector no
instruido el recorrido del caballo, a través de líneas que indican esos movi-
mientos. Los dos acertijos son el mismo perro con distinto collar. Ahora
compare aquella ilustración con el diagrama B, y se verá que al desenrollar
los hilos he obtenido un diagrama simplificado sin alterar las relaciones
esenciales entre los botones o discos. El lector podrá ahora comprobar sin
dificultad que el acertijo requiere de once jugadas para los zorros y once
para los gansos. Verá que el ganso en 1 o 3 debe ir a 8 para evitar quedar a

― 255 ―
un espacio de los zorros, y permitir que el zorro en 11 ingrese al anillo. Si
jugamos 1-8, entonces es claramente preferible jugar 10-5 y no 12-5, para
los zorros. Cuando están todos en el círculo, entonces simplemente giran
en sentido horario, cuidando de reservar 8-3 y 5-12 para las jugadas finales.
Pero este método se vuelve ridículamente sencillo. Ver también las notas
al N9 12.
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― 256 ―
92. La Mesa de Robinson Crusoe
El diagrama ilustra cómo debe cortarse la tabla en dos trozos para for-
mar la mesa cuadrada. A, B, C, D son las esquinas de la mesa. La forma en
que la pieza E encaja con la pieza F resultará obvia al lector. La parte som-
breada es la madera que se descarta.

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― 257 ―
93. Los Quince Huertos
El número debe ser el menor múltiplo común de 1, 2, 3, etc., hasta 15,
que, al ser dividido entre 7, arroje el resto 1, entre 9 arroje 3, entre 11 arroje
10, entre 13 arroje 3, y entre 14 arroje 8. Tal número es 120. El número
siguiente es 360.480, pero como no tenemos conocimiento de un árbol —
especialmente uno muy joven— que pueda dar en forma alguna un número
tan alto de manzanas, podemos considerar a 120 como la única respuesta
aceptable.
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― 258 ―
94. El Plomero Confundido
La cisterna rectangular cerrada que contenga una cantidad dada de agua,
y tenga la menor superficie posible de metal, debe ser un cubo perfecto —
es decir, una cisterna cada una de cuyas caras sea un cuadrado. Para 1000
pies cúbicos de agua, las dimensiones internas serán 10 × 10 × 10 pies, y el
zinc requerido será 600 pies cuadrados. En el caso de una cisterna sin tapa,
las proporciones serían exactamente medio cubo. Estas son las “proporcio-
nes exactas" pedidas en el segundo caso. Las dimensiones exactas no pue-
den darse, pero 12,6 × 12,6 × 6,3 pies es una buena aproximación. La cis-
terna contendrá un poco de agua de más, a lo que el comprador no protes-
tará, y provocará al plomero una pérdida insignificante que no vale la pena
considerar.
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― 259 ―
95. La Columna Nelson
Si toma una hoja de papel y la marca con una línea diagonal, como en
la figura A, encontrará que al enrollarla en forma cilíndrica, con la línea
hacia afuera, aparecerá como en la figura B.
Se verá que la espiral (en un giro completo) es meramente la hipotenusa
de un triángulo rectángulo, del cual el largo y ancho del papel son los otros
dos lados. En el acertijo dado, los largos de los dos lados del triángulo son
40 pies (un quinto de 200 pies) y 16 pies
8 pulgadas. Por lo tanto, la hipotenusa es
43 pies 4 pulgadas. El largo de la guir-
nalda es entonces cinco veces más largo:
216 pies 8 pulgadas. Un rasgo curioso del
acertijo es el hecho de que con las dimen-
siones dadas el resultado es exactamente
la suma de la altura y la circunferencia.
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― 260 ―
96. Los Dos Niños Mandaderos
Todo lo que es preciso es sumar las dos distancias en las que se cruzan
más dos veces su diferencia. Así, 720 + 400 + 640 = 1.760 yardas, o una
milla, que es la distancia requerida, o dicho de otra manera, tres veces la
primera distancia menos la segunda distancia, nos dará siempre el resul-
tado, sólo que la primera distancia debe ser más de dos tercios de la se-
gunda.
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― 261 ―
97. Sobre las Arenas de Ramsgate
Se pueden formar exactamente seis rondas diferentes sin quebrantar las
condiciones. Esta es una manera de efectuar las disposiciones:
ABCDEFGHIJKLM
ACEGIKMBDFHJL
ADGJMCFILBEHK
AEIMDHLCGKBFJ
AFKCHMEJBGLDI
AGMFLEKDJCIBH
Una los extremos y obtendrá las seis rondas.
Lucas ideó un sencillo método mecánico para obtener las rondas que
pueden formarse bajo estas condiciones para 2n + 1 niños.
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― 262 ―
98. Los Tres Automóviles
El único conjunto de tres números de dos, tres y cinco dígitos respecti-
vamente, que llenará las condiciones requeridas es 27 × 594 = 16.038. Estos
tres números contienen los nueve dígitos y el cero, sin repetición; los dos
primeros números multiplicados entre sí producen el tercero, y el segundo
es exactamente veintidós veces el primero. Si los números pudieran conte-
ner uno, cuatro y cinco dígitos respectivamente, habría muchas respuestas
correctas, tales como 3 × 5.694 = 17.082; pero es curioso el hecho de que
hay sólo una respuesta al problema tal como se lo planteó, aunque no es
asunto sencillo el probar que así sea.
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― 263 ―
99. Un Cuadrado Mágico Reversible
Se verá que en la disposición dada, todos los números son diferentes, y
todas las columnas, filas y ambas diagonales suman 179, ya sea que se in-
vierta la hoja o no. El lector advertirá que no he utilizado los números 3, 4,
5, 8 o 0.

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― 264 ―
100. El Tren Subterráneo
Hay 640 rutas diferentes. No existe una fórmula general aplicable a los
acertijos de este tipo. Obviamente sólo debemos considerar las variaciones
de ruta entre B y E. Aquí tenemos nueve secciones o “líneas”, pero es im-
posible que un tren, en las condiciones dadas, atraviese más de siete de
estas líneas en cualquier ruta. En la tabla siguiente, “direcciones” significa
el orden de las estaciones, independientemente de las rutas. Así, la “direc-
ción” BCDE proporciona nueve “rutas”, pues hay tres maneras de llegar de
B a C, y tres maneras de llegar de D a E. Pero la “dirección” BDCE no
admite variación, por lo que aporta sólo una ruta.
2 direcciones de dos líneas con 3 rutas –6
1 dirección de tres líneas con 1 ruta –1
1 dirección de tres líneas con 9 rutas –9
2 direcciones de cuatro líneas con 6 rutas – 12
2 direcciones de cuatro líneas con 18 rutas – 36
6 direcciones de cinco líneas con 6 rutas – 36
2 direcciones de cinco líneas con 18 rutas – 36
2 direcciones de seis líneas con 36 rutas – 72
12 direcciones de siete líneas con 36 rutas – 432
Total 640
De esta forma observamos que hay exactamente 640 rutas diferentes en
total, que es la respuesta correcta al acertijo.
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― 265 ―
101. El Navegante y la Serpiente Marina
Cada una de las tres piezas medía sin duda tres cables de largo, pero
Simón insistía en suponer que los cortes habían sido hechos transversal-
mente, o a través, y que por lo tanto el largo completo era nueve cables. Sin
embargo, el navegante explicó (y el punto es casi tan verídico como el resto
de su anécdota) que sus cortes fueron hechos longitudinalmente —¡desde
la misma punta de la nariz, derecho hasta la punta de la cola! El largo com-
pleto era, por lo tanto, sólo tres cables, al igual que cada pedazo. No se
preguntó a Simón el largo exacto de la serpiente, sino cuán larga debió ha-
ber sido. Debe haber tenido al menos tres cables de largo, pero podría haber
sido (obviando el comentario del navegante) de cualquier largo entre tres y
nueve cables, según la dirección de los cortes.
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― 266 ―
102. La Sociedad Benéfica
Si hubiera en total doce damas, habría, sólo entre ellas, 132 besos, res-
tando doce más para intercambiar con el cura —seis que él diera y seis que
recibiera. Por lo tanto, de las doce damas, seis serían sus hermanas. Conse-
cuentemente, si doce harían el trabajo en cuatro meses y medio, seis damas
lo harían en el doble de tiempo —cuatro meses y medio más— que es la
respuesta correcta.
A primera vista parecería existir alguna ambigüedad en las palabras
“todo el mundo besó a todo el resto, con excepción, por supuesto, del
mismo ruboroso joven”, ¿No podría esto significar que todas las damas
atrevidamente besaron al cura, aunque (excepto las hermanas) no fueron
besadas por él? No, porque, en ese caso, encontraríamos que debería haber
doce muchachas, ninguna de las cuales era hermana, lo cual es contrario a
las condiciones. Si, por otra parte, se sostuviera que las hermanas, de
acuerdo al planteo, podían no haber besado a su hermano, aunque él las
hubiera besado, respondo que en ese caso debería haber habido doce mu-
chachas, todas las cuales serían sus hermanas. Y la referencia a las damas
que podían haber trabajado excluyendo a las hermanas descarta esta posi-
bilidad.
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― 267 ―
103. El Caracol Aventurero
Al final de diecisiete días, el caracol habrá escalado 17 pies, y al final
de la tarea diurna del decimoctavo día estaría en la cima. Instantáneamente
comenzará a resbalar mientras duerme, y habrá descendido 2 pies del otro
lado al finalizar el decimoctavo día de veinticuatro horas. ¿Cuánto tiempo
le llevarán los 18 pies restantes? Si resbala 2 pies en la noche, resulta claro
que durante el día, al escalar, debe vencer la tendencia a resbalar también
2 pies. Al remar río arriba, tenemos la corriente en contra, pero río abajo
nos ayuda y acompaña. Si el caracol puede escalar 3 pies y al mismo tiempo
contrarrestar la tendencia a resbalar 2 pies, en doce horas de ascenso, con
el mismo esfuerzo podría arrastrarse 5 pies por día, a nivel. Por lo tanto, al
descender, el mismo esfuerzo lo traslada 7 pies en doce horas —es decir 5
pies por esfuerzo personal y 2 pies por resbalada―. Esto, con la resbalada
nocturna, le proporciona un avance en descenso de 9 pies en veinticuatro
horas. Puede, por lo tanto, andar los 18 pies restantes en exactamente dos
días, y todo el trayecto, hacia arriba y hacia abajo, le tomará exactamente
veinte días.
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― 268 ―
104. Los Cuatro Príncipes
Cuando Montucla, en su edición de Recreations in Mathematics de Oza-
nam, declaró que “No pueden hallarse más de tres triángulos rectángulos
iguales entre sí, en números enteros, pero podemos encontrar cuantos que-
ramos en fracciones”, curiosamente pasó por alto el hecho obvio de que si
usted da a todos sus lados un denominador común y luego cancela el deno-
minador, ¡obtiene la respuesta requerida en enteros!
Todos los lectores deberían saber que si tomamos dos números cuales-
quiera, m y n, entonces m2 + n2, m2 – n2, y 2mn serán los tres lados de un
triángulo rectángulo racional. Aquí m y n son llamados números generado-
res. Para formar tres triángulos tales de superficie equivalente, utilizamos
la sencilla fórmula siguiente, en la que m es el número mayor:
mn + m2 + n2 = a
m2 + n2 = b
2mn + n2 = c
Ahora, si formamos tres triángulos de los siguientes pares de generado-
res, a y b, a y c, a y b + c, serán todos de área equivalente. Este es el pro-
blemita respecto al que Lewis Carroll dice en su diario (ver su Life and
Letters, de Collingwood) “Me quedé despierto anoche hasta las 4 a.m., ocu-
pado con un problema tentador, que me fue enviado de Nueva York, ‘en-
contrar tres triángulos rectángulos racionales equivalentes’. Encontré dos...
¡pero no pude hallar tres!”
La siguiente es una fórmula sutil por medio de la cual podemos encon-
trar un triángulo rectángulo de igual superficie que cualquier triángulo rec-
tángulo dado. Consideremos z = hipotenusa; b = base; h = altura; a = área
del triángulo dado; luego todo lo que debemos hacer es formar un triángulo
rectángulo a partir de los generadores z2 y 4a, y dar a cada lado el denomi-
nador 2z(b2 – h2), y obtenemos la respuesta requerida en fracciones. Si mul-
tiplicamos los tres lados del triángulo original por el denominador, Obten-
dremos de inmediato una solución en números enteros.
La respuesta a nuestro acertijo en los números menores posibles es la
siguiente:

― 269 ―
Primer Príncipe 518 1320 1418
Segundo Príncipe 280 2442 2458
Tercer Príncipe 231 2960 2969
Cuarto Príncipe 111 6160 6161
El área en cada caso es 341880 estadios cuadrados. Debo aquí conte-
nerme de enseñar en detalle cómo obtengo estas cifras. Explicaré, sin em-
bargo, que los tres primeros triángulos se obtienen de la manera demos-
trada, de los números 3 y 4, que proporcionan los generadores 37, 7; 37,
33; 37, 40. Estos pares de números resuelven la ecuación indeterminada,
a3b – b3a = 341.880 Si podemos hallar otro par de valores, el asunto está
hecho. Esos valores son 56, 55, que son los generadores del último trián-
gulo. La siguiente mejor respuesta que he encontrado es derivada de 5 y 6,
que proporcionan los generadores 91, 11; 91, 85; 91, 96. El cuarto par de
valores es 63, 42.
El lector comprenderá, por lo antes escrito, que no hay límite para el
número de triángulos rectángulos racionales de igual área que pueden ha-
llarse en números enteros.
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― 270 ―
105. Ta Te Tí
La solución es la siguiente: entre dos jugadores que comprenden perfec-
tamente el juego, cada partida debería ser un empate. Ningún jugador po-
dría ganar nunca, excepto a causa de un error de su oponente. Si Cero (el
primer jugador) toma el centro, Cruz debe tomar una esquina, o Cero le
ganará con certeza. Si Cero comienza con una esquina, Cruz debe tomar
inmediatamente el centro, o también perderá sin duda. Si Cero comienza
con un lado, ambos jugadores deberán tener mucho cuidado para no perder,
ya que hay varias trampas. Pero Cero puede comenzar con lo que quiera y
asegurar un empate, y sólo podrá ganar por medio de los errores de Cruz.
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― 271 ―
106. El Juego del Ovidio
Aquí la solución es: el primer jugador puede siempre ganar, a condición
de que tome el centro en su primera jugada. Pero una buena variación del
juego es la de impedir que el primer jugador tome el centro en la primera
jugada. En ese caso el segundo jugador debería tomar el centro de inme-
diato. Esto debería culminar siempre en un empate, pero para asegurarlo,
el primero debe jugar en dos esquinas próximas (como 1 y 3), en su primera
y segunda jugadas. El juego luego requiere de gran atención por ambas
partes.
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― 272 ―
107. Los Bueyes del Granjero
Sir Isaac Newton nos ha demostrado en su Universal Arithmetic que
podemos dividir a los bueyes en dos grupos en cada caso — un grupo que
coma el crecimiento, y el otro el pasto acumulado. El primero variará di-
rectamente con el tamaño del campo, y no dependerá del tiempo; el se-
gundo grupo también variará directamente con el tamaño del campo, y ade-
más inversamente con el tiempo. Encontramos a partir de las aclaraciones
del granjero, que 6 bueyes se comen el crecimiento de la pastura de 10
acres, y 6 bueyes comen el pasto de 10 acres en 16 semanas. Por lo tanto,
si 6 bueyes comen el crecimiento de 10 acres, 24 comerán el crecimiento
de 40 acres.
Nuevamente, encontramos que si 6 bueyes comen el pasto acumulado
de 10 acres en 16 semanas, entonces
12 comen el pasto de 10 acres en 8 semanas
48 comen el pasto de 40 acres en 8 semanas
192 comen el pasto de 40 acres en 2 semanas
64 comen el pasto de 40 acres en 6 semanas
Sume entre sí los dos resultados (24 + 64), y encontrará que 88 bueyes
pueden ser alimentados con una pradera de 40 acres durante 6 semanas, si
el pasto crece regularmente todo el tiempo.
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108. El Gran Misterio de Grangemoor
Se nos dijo que la bala que mató al Sr. Stanton Mowbray pegó en el
mismo centro de la esfera del reloj, e instantáneamente soldó entre sí las
agujas de las horas, minutos y segundos, de modo que todas giraban como
una sola pieza. El acertijo consistía en establecer a partir de la posición fija
relativa de las tres agujas, la hora exacta en que la pistola fue disparada.
También nos fue dicho, y la ilustración de la esfera del reloj apoyaba
esta declaración, que las agujas de las horas y los minutos se encontraban
entre sí a exactamente veinte divisiones, “un tercio de la circunferencia de
la esfera”. Ahora bien, hay once veces en doce horas en las que la aguja de
las horas está exactamente veinte divisiones adelante de la aguja del minu-
tero, y once veces en las que la aguja del minutero se encuentra veinte di-
visiones adelante de la aguja horaria. La ilustración muestra que solamente
debíamos considerar el primer caso. Si comenzamos por las cuatro en
punto, y agregamos siempre 1 h, 5 m, 273/11 s, obtendremos esas once horas,
siendo la última 2h 54m 328/11 s. La siguiente suma nos devuelve a las cua-
tro en punto. Si examinamos ahora la esfera del reloj, encontramos que la
aguja de los segundos está casi veintidós divisiones detrás del minutero, y
si observamos nuestras once horas, encontraremos que sólo en el último
caso proporcionado está la aguja de los segundos a esta distancia. Por lo
tanto, el disparo debió haber tenido lugar a las 2h 54m 328/11 s exactamente,
o, dicho de otra manera, a las tres menos 5 minutos 273/11 s. Esta es la res-
puesta correcta a este acertijo, y la única posible.
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109. Cortar un Bloque de Madera
Aunque el contenido cúbico es suficiente para veinticinco piezas, en
realidad sólo pueden cortarse veinticuatro piezas del bloque. Primero re-
duzca el largo del bloque en media pulgada. La pieza más pequeña recor-
tada constituye el desperdicio. Corte la pieza grande en tres tiras, cada una
de una pulgada y un cuarto de espesor, y se verá que pueden cortarse ocho
bloques de cada tira, sin más desperdicio.
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110. Los Vagabundos y las Galletitas
El menor número de galletitas debe haber sido 1021, de lo que resulta
evidente que eran del tipo miniatura, que son las favoritas en los jardines
de infantes. La solución general es que para n hombres, el número debe ser
m(nn+1) – (n – 1), donde m es cualquier entero. Cada hombre recibirá m(n –
l)n – 1 galletitas en la división final, aunque en el caso de dos hombres,
donde m = 1, la distribución final sólo beneficia al perro. Por supuesto, en
todos los casos cada uno roba una enésima parte del total de galletitas,
luego de dar al perro la sobrante.
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Se terminó de imprimir en el mes de octubre de 1988
en Imprenta de los Buenos Ayres S.A., Galicia 1860
Buenos Aires - Argentina
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