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La tierra desolada

Recuerdos

Como si pájaros vestidos de silencio


movieran sus alas
así tiemblan las hojas cansadas.

Otra vez volvieron circulares esos


días, del año pasado.
Quedaron huérfanas las palmas de mis manos.

Los recuerdos son una víbora, que pica.


Cadáveres inolvidables
no dejan de morder nuestros corazones.

Sol de otoño

Sol, sol, ¿por qué arden tan potentes


tus cintas doradas en los días silenciosos?
Los campos cansados, los bosques están cansados,
ya no sienten las manos amantes.

Pero el que ahora los ama y los abraza,


les saca la última fuerza y la última sangre,
para que una muerte prematura los alcance.

Sol, sol dorado en lo alto del cielo


sigue brillando, brilla, no le importa nada,
como fuego de un poderoso incendio
cada vez más fuerte en el campo flamea.

Como un hombre, que loco, sin consideración


a la mujer, que agoniza pálida en sus manos,
aún con más fuerza se le prende a la boca.

Semana santa

Paz macabra, los altares semiderruidos.


Una cruz de madera yace en el piso desnudo,
junto a ella nosotros, que el pecado nos quebró,
todos estamos arrodillados, arrepentidos y aflijidos.

Intranquilos, el miedo por la muerte inevitable


camina detrás de nosotros en estos días silenciosos,
huye la alegría y se apaga la risa,
como si las sepulturas ya estuvieran abiertas.

Así con vos, Cristo, nos aflijimos.


Pero cuando los días de la tristeza quedan atrás,
¿quién todavía te besa los pies sangrantes?

Libres de nuevo, con las manos alegres


sacudimos las cenizas de nuestras cabezas orgullosas,
y como antes, así otra vez te negamos.

En casa

Desesperación y pensamientos oscuros caminaron


por el mundo tras de mí, ¡ay madre mía!
Pero cuando estuve de pie frente a la puerta,
los pensamientos de desesperación me abandonaron.

No quisieron, que se entristezca


tu rostro, mirá, porque todas las traiciones
develarían, lo que tengo que soportar,
cuando están conmigo sus fuerzas oscuras y sombrías.

Pero ahora soy libre. En el silencio de este lugar


de nuevo llega la paz a mi corazón intranquilo,
y otra vez vuelven los sueños de la niñez.

Y si afuera acechan como sanguijuelas


mis acompañantes insaciables,
no te enteres, madre*, nunca, nunca de ellos.

*la figura de la madre que en esta primera parte es la madre de un sujeto particular, a
medida que avanza el libro se transforma en imagen de la tierra, y hacia el final del libro
la patria.

Vida

mía – caen estrellas del cielo.


Busco el camino y voy de ocaso en ocaso.
Soy como la vela de un barco, que quiere llegar a la orilla
gira y en vano el viento espera.

¿Dónde está, oh juventud, lo que tuviste?


¿Dónde está, oh juventud, lo que quisiste?

Ahora, ya sé: lo que no se salva al amanecer


del ocaso, que busca una meta y no la puede
encontrar – vos ocultás en tus olas la mortaja,
y sos el único fin, susurrando
le hablás y lo llevás a tu reino

la Muerte.

Amor triste

Al atardecer

Todavía no sabés, por qué me tiemblan las manos,


lo que quiere mi corazón cuando estoy a tu lado.
Apagá la luz, y vemos como
las paredes se pierden en el silencio negro.

En la oscuridad, mirá, palabras, que estaban


secretamente ocultas, como ladrones
sombríos, por el camino inseguro ahora
tímidas salen de mi corazón.
Las palabras que dice tu boca...

Las palabras que dice tu boca,


son bellas víboras con trajes de colores:
tan lindas brillan por fuera,
puro veneno es su verdadero contenido.
Aún así son el único consuelo,
donde mi pobre corazón encuentra calor.
Como el viajero que cae en un precipicio,
y por miedo se agarra de la última rama quebradiza.

Flores blancas

Flores blancas en el mar florecen,


ovejas blancas van a pastar.
No son ovejas – nubes en el cielo,
no son flores – gaviotas blancas.

Tan ancho como las aguas del mar,


tan alto como la bóveda del cielo,
las impulsa la fuerza indomable del deseo,
llevan alas libres, y blancas.

¿Quién es el señor de las nubes,


y para quién las gaviotas son importantes?
Yo soy por tu designio
como un marinero, que por el mar vaga.
Primavera

Entre la hierba de colores duerme el disco solar


brillante una víbora. De cuerpo blanco
y liso, tranquila, enroscada como un pequeño aro,
parece una pulsera de plata...
Si la hierba cruje, se desenrosca
y espera...

Fue primavera una vez,


y ahora de nuevo. Yo voy por las praderas soleadas
y mis pensamientos son todos pensamientos para vos.
Todavía en tu veneno corre mi sangre,
todavía las heridas están infectadas. Fue medicina inútil
para mí en vano toda huida
de vos, que no tengo fuerza para olvidarte.

Palabras desde la tumba

A la memoria de M.S.

Ya llevo meses acá en el fondo de este pozo


negro. ¿Dónde, ay, por dónde anduviste, querido,
que ya no pensabas ni sabías de mí?
Todo el tiempo te esperé. La nieve blanca
me cubrió. En mis manos heladas tintineaban
tus claveles. Después humedecieron
las lluvias esta tumba que es mía, pero no viniste.

Cuando terminó el largo invierno


y las semillas brotaron, quise salir con ellas
hacia afuera, afuera, cansada de esperar.

Ahora llegaste, cuando otra vez sueña la primavera,


y de nuevo se encienden las estrellas doradas
que brillaban en aquella noche dulce.
Entonces, no, querido, no estoy enojada con vos,
y todo, absolutamente todo te perdono. No llores.

Como lilas florecidas...

Como lilas florecidas son dulces


y tiernas, tímidas tus manos pequeñas.
Todas las penas y angustias a pesar
del dolor compartirían sin problema con otros.
Esas manos, más blancas que un mantel blanco,
esas manos, que todavía el mal no conocieron,

estarían tranquilas, no temblarían,


si tuvieran que escribir mi sentencia de muerte.

Esfinge

Te pregunto, lo que no pregunté


a nadie todavía. Pero tan entrecerrados los ojos
tuyos están, y tan helados como hielo blanco
son los abrazos de tus manos de mármol.

¿Sos vos, lo que busqué toda la vida?


¿Sos vos el jardín florido de mis sueños?
¿Sos mi felicidad, sos vos mi muerte?
¡Hablá, mostrame el camino correcto en la oscuridad!

Melancolía

Estoy solo con vos callado y sin palabras.


En mi silencio como en un abrigo negro
oculto mi corazón. Si miradas
tuyas atrapara, ¿qué, qué te podría dar a cambio?

Las manos podría darte, pero como temblar


podrían y ser delatoras
de todos los dolores inexpresados,
oculto entre las manos mi rostro sombrío.

II

Para algunos el amor es como una copa de vino,


y para otros el comienzo del pecado.
Pero para mí es como un dolor mudo,
que ni siquiera en lo profundo de la noche cesa.

Porque no en la alegría – cuando sentimos los peores


dolores, cuando el cuerpo se nos curva vencido,
entonces el alma se levanta hacia Dios
como una nube blanca y se le arrima.
III

¿Qué sos? ¿Lujosamente se abre la flor,


a la que cada mariposa tiene derecho,
y cuyo rostro suave y blanquísimo
puede acariciar la oruga repugnante?

¿Qué, qué es todo lo que ya pasó con vos?


No sé... para mí sos un lirio, que sus hojas
blancas descubrió al sol.

¿Son mis manos suficientemente limpias,


ayunó mi boca lo suficiente,
como para recibirte en santa comunión?

Tus manos

¡Ay estas tus manos buenas! Cuando sus alas


negras reposa la noche oscura,
las busco como un ciego que tantea.

Para que tengan toda mi gratitud


las tocaría, como a mártires
santas manos, porque sé, que todas tus lágrimas
calladas, los pensamientos y todos los suspiros
amargos, por mí en sí absorbieron.

Gota de rocío

A través de la ventana brilla en vos un rayo de luna


y platea tu cuello, manos y pechos.
¿Cuándo terminará este dolor áspero
del que no puedo adueñarme?

¿No ves? Tiemblo. Sobre tu piel,


soy como la gota de rocío en las flores blancas.

¡Absorbeme! Como desaparece la gota en la flor


y le da crecimiento nuevo, así, para tu placer
se pierden en vos mis dolores.

A la nube
¿Dónde estás? ¿Dónde se supone que debe buscarte mi paso débil y cansado?
Sos para mí como una nube huidiza y lejana.
Mis ojos ya no tienen lágrimas para vos. Todas fueron absorbidas
por los pensamientos, que en mi corazón crecieron como árboles frondosos.
Mi boca está sedienta de la tuya y seca
como la tierra en agosto ardiente. Como de pan
estoy hambrienta de tu palabra. Si te alcanzaran todas las fuerzas
que ascienden de un mar de árboles..., pero no llegan hasta tu cielo;
yo no quiero, que flotes rosa por el aire
en las alturas. Yo quiero, que te atraviese un relámpago,
que con el trueno te partas en dos, me gustaría,
y que te disuelvas y derrames sobre el bosque, que susurrando ya te espera.

Cartas

La luna salió por detrás de un techo lejano.


En el balcón estoy apoyada y te espero.
Cerré los ojos y sueño. Todos dorados
son los sueños. Pero si un sólo paso resuena
por el camino, me estremezco y miro. Me parece
que sos vos. Así los minutos
pasan y las horas, así las noches en vela
despiertan la esperanza, no dan consuelo.

II

Cuando te alejaste de mí me ardían


las manos, y todavía de los capullos minúsculos en los canteros
brotaban las flores. Caídos sobre la mesa
ahora yacen los pétalos. Ay, recién ahora siente
mi corazón, que no estás. En vano ahora te espero.
Hay frío en el alma y con los dedos helados
arranco estós pétalos escarlata y lloro,
y cuando cubro con ellos el rostro pálido,
me parece, que los arrojo sobre tu ataúd.

III

Ya es tarde por la noche, cuando te escribo. Ay, la noche no me trae


paz, desde que te conozco. Todos los amaneceres
me encuentran todavía en vela. Todas las noches largas responde
mi corazón intranquilo, lo que pregunta misteriosamente
tu voz, que escucho por todas partes. Mirá, en el silencio de la noche
en todos lados, en todos lados te veo, hasta que aparezca
la luz del día que encandila y otra vez yo pobre
me inclino solitaria sobre la almohada mojada.

IV

Entre las palmas de mis manos sostuve varias veces


tu rostro. Cuando en ellas se vertieron
tus palabras, mis manos fueron
como de cristal brillante
copa colmada de vino, que con dulzura
su aroma aturde cada dolor
ahora, cuando no estás y estoy sola todos los días,
cuando estoy sedienta de tu palabra, sedienta
y el dolor del corazón no tiene límite –

la copa está vacía. Y en el dolor


de esta pérdida que puedo soportar, de mis ojos
ahora vierto en ella vino amargo.

Quizás nunca más voy a poder


verte. Sin embargo, que somos una
sola alma, lo sé, y que ninguna
fuerza ya nunca a nosotros nos va a separar.

Nos fundimos en uno en los dolores


que nadie ve. Dos aljibes
separados sobre la superficie de la tierra somos. En las profundidades
simplemente uno en otro se vierten.

VI

¿Muerte? ¿Qué te deje y le de la mano


sola, para que me cautive en sueños
dorados, y que en ella espere por vos?

Pero si ese sueño es tan profundo,


¿entonces no hay otra vida? ¿Y si en la desértica
y vacía Nada para siempre se pierde, lo que llora
y grita en mí ahora? – No, no me puedo
separar de tu boca.
VII

Si no hay otra vida, ¿por qué


escapás de mí? Mirá, mis pechos
son blancos como leche y como caña de azúcar
es mi boca dulce. De su miel
¡embriagate! Tomá de mis venas
toda esta sangre furiosa, y que grites cansado
de placer, para que cuando la vida se extinga
en mí la muerte nada más encuentre.

Arabescos

En la orilla del mar

Como caballos de crines blancas


las olas ruedan hasta el acantilado
pulverizadas, nuevas otra vez
corren hacia la roca gris.

Sueños míos, enjambres repletos


a ustedes la vida los aniquila,
pero siempre surgen nuevas corrientes
que mi corazón empuja hacia la muerte.

La muerte victoriosa

Ya en primavera vi tu rostro,
cómo arrancabas las flores de las copas de los cerezos.
Y de nuevo te vi en tiempo de verano,
cómo con granizo arrasaste las espigas de trigo.

Ahora es otoño. Ahora ya no te alejás.


Porque vas a celebrar con nosotros la vendimia,

ya por todas partes pusiste las horcas


de ramas desnudas que sobresalen hacia el frío blanco.
Madre sufriendo

En el lugar donde antes conversaban,


ahora clava sus ojos en vos la estatua de palidez blanca,
y lo que les preguntás, los ojos callan,
no se abre en respuesta la boca pequeña.

Pero si no responde la roca fría,


tu llamada, mirá, no se pierde:
afuera donde brilla el claro de luna
y la niebla blanca se levanta del campo,

a los prados plateados, coloreados


ahora ella va a jugar con sus amigas,
y cuando escucha la súplica de tu voz

como solía vivir antes en esta casa,


se acuerda, de las costumbres olvidadas,
y no le importa el juego, ni las praderas floreadas.

Luz del amanecer

Por la mañana había rocío sobre las flores,


y llegaron a las flores las alondras.
“¡Ay, no se ofendan, estamos borrachas!”
Y se tomaron todo el rocío.

En ese momento Anita se despertó.


Él había estado quiensabedónde por las calles
y todo eso le pesaba en la conciencia,
entonces con lágrimas mojó la cama.

Palabras del moribundo

Por vos vine a esta fría tierra extranjera, ay madre,


¡ay patria mía lejana! Quise acopiar
miel en mi corazón, como la abeja,
para repartirla entre mis hermanos y hermanas, para que tengas
vos también, algo de lo que el mundo lejano ofrece.
Ay, por donde anduve, se pegaba el veneno a mi boca,
y por donde vagué, la desesperación fue mi compañera.
No puedo darte nada, pero en tu pecho
otra vez me gustaría recostarme, besarte
y decirte esto, que soy todo lo que puedo ser, estoy realizado,
pero te perdí a vos.
II

Cuatro muros sombríos de día y de noche


son mis guardianes. Pero mis ojos los traspasan: madre,
éste es tu rostro, éstas son las montañas de Triglav*, el dorado
borde del mar y Soča* verde, al lado de Soča
las sierras, en la sierra un pueblo y todas las casas blancas
entre los cerezos. Delante de la casa alguien
se seca los ojos. Más lejos ahí en la ladera solamente veo
cruces. Ay madre, mirá, ahora estoy más y más cerca tuyo.

*montaña más alta de Eslovenia, ubicada al norte de Primorska.


*río que atraviesa la zona de Primorska de norte a sur, de los Alpes al Adriático.

Juventud

¿Dónde estás, dónde, juventud mía querida?


Rocío – el resplandor del sol te quemó.
Polvo plateado – el viento te dispersó.
Nube blanca – te perdiste en la nada.

¿Por dónde busco ahora tu tumba verde,


para que las flores pálidas de mi otoño
después de un camino agotador, el hombre cansado
te lleve a vos, para siempre perdida?

Noviembre

El que puede, ahora se viste de pieles.


Porque no estuvo cantando como la cigarra,
se esforzó por el mundo como la hormiga,
y ahora se calienta en casa humilde o palacio.

Afuera hay escarcha, la niebla se arrastra,


y los castaños, que en pleno verano
se mostraron con traje señorial,
ahora son mendigos harapientos al costado de la calle.

¿Decime, acaso yo no te quiero también?


¿Tan dura es tu actitud,
oh, tierra – madre, si tu hijo no te sirve?

Porque mirá, ése reúne todos tus frutos,


aquel se casó, otro se divierte con una mujer,
yo con las manos vacías, soy de ellos el décimo hermano*.

*era costumbre en la antigüedad que el hermano mayor era quién heredaba de sus
padres, los demás debían irse en busca de su propio sustento, el primero que debía
retirarse ante una situación de carencia de recursos era el décimo, en general el último
de los hermanos.
Otoño tardío

Yace la tierra cansada, abandonada


no le llega el sol desde ningún lado.
Brilla la escarcha blanca y venenosa,
donde en agosto todavía perfumaban las flores,

y donde ardieron los trigales amarillos,


ahora tienen su banquete sólo los cuervos negros.
Ay vos reina, entregada a la muerte,
te parecés a una vieja cortesana,

que antes usaba polleras de seda


y linda aún, amó a los reyes.
Antes descansó en sábanas perfumadas,

pero ahora, cuando todas las bellezas fueron repartidas


por sus manos blancas, sin ningún agradecimiento
sólo se dedican a ella los vagabundos de la calle.
Invierno

Nuestra habitación está toda blanca de luz.


Desde la ventana vemos el pueblo. De nosotros
nadie habla. Pero cada rostro
busca otro rostro. En el corazón hay angustia.

Afuera cae la nieve. Lluvia de mariposas blancas que planean


sobre los campos y en el techo y en el bosque.

No es un bosque. Son mil manos negras desnudas


que gritan hacia el cielo: ¡Dios, oh dios,
dónde estás primavera, dónde estás juventud, juventud!

Riva degli schiavoni*

Vos estimaste a los armenios


y a los albaneses oscuros de piernas largas,
y a los negros que vienen del otro lado del mar, zares de Constantinopla
y a los desleales mestizos griegos.

Pero que fuimos para vos nosotros los eslovenos?


“Degli schiavoni” ¿Acaso es ese un nombre de
desprecio? ¿Fuimos bárbaros
para vos, sólo esclavos* baratos?

Andá, abrí el libro de tu historia:


¿quién te dio los pilares* para tus lagunas,
que durante siglos lava el mar azul?
¿Quién te defendió de la luna musulmana,
quién condujo tus galeras hacia la victoria,
y también – de dónde es tu duque Gradenigo?

*es el nombre de una calle en Venecia, nombre de desprecio con el que los venecianos
se referían a los eslovenos.
*la zona eslovena de Primorska estuvo por largo tiempo bajo el ducado de Venecia.
*la zona del Carso esloveno es una amplia extensión territorial que antes estaba cubierta
por un bosque de robles milenarios, fue talada integramente por orden del gobierno de
Venecia para construir con los troncos los cimientos sobre los que descansa la ciudad
famosa.

Estrellas que caen

¡Ay estrellas blancas de mi juventud!


Cayeron del cielo como marchitos
pimpollos de una flor, que se desploman sin semillas.

En los días que vivo sin sus destellos,


busco el camino y camino de ocaso en ocaso.
Pero el corazón espera con fe,
porque el fulgor de su amanecer blanco
no puede olvidar mi corazón.

Motivos de Istria*

*es una parte dentro de la zona de Primorska, Eslovenia

La tierra desolada

La tierra desolada... Como olas grises


del mar. Un grupo de ovejas pasta tranquilamente,
voces tristes de algún lugar el viento
trae de la flauta del pastor.

Miro, escucho... Canción como de la tumba:


de esfuerzo, de hambre, suspiros sordos de ira,
como ruegos y gritos agonizantes
que buscan el límite de la muerte.

Pueblo de Istria

Un cúmulo grisoscuro de casas en la ladera desolada.


Es como una bandada de pájaros negros, que en la huída
larga están fatigados, hambrientos descansando.
Porque una vez que les dio todo, lo que les podía dar
esta miserable, tierra seca, como se saca
la comida de la boca una buena madre para su hijo,
ya no pudieron dejarla sola.

Pequeño bosque de olivos

Resplandecen las cortezas en la tardenoche incandescente


plateadas y grises. En el zéfiro* huidizo
tiemblan las ramas y una inquietud muda
se acurruca contra la ladera el mar agitado.

¡Ay mar! Sos como una mujer. Cansada del trabajo,


pero nunca cansada del esfuerzo de amor,
nunca aplacada, hasta el amanecer blanco
una y otra vez al hombre abrazarías.

*viento
Tardenoche

Campana de la tardenoche.
El sol en ocaso
regresa hacia la fresca profundidad del mar.

Todo el cielobajo
está rojo. Hacia el refugio
del puerto gira su bote el pescador.

“Suena para Vos


envianos
las estrellas, en las que resplandecen Tus tronos”.

La campana se calla.
El mar ruge.
Desde el cielo empiezan a arder millones de luces.

Camino cansado

Cansados y silenciosos van los burros por el camino


arenoso y desnudo, que ni él mismo sabe, adónde lleva.
Apáticos y silenciosos van con ellos los campesinos: sus deseos:
están agotados, sus corazones resignados: sus abuelos
cargaban así mudos todos los problemas y hacia la miseria
con las rodillas plegadas caminaron en silencio.

Elegía de Istria
Bosques esparcidos, después sólo sierras
piedras y yermo. En los pueblos cabañas desnudas,
como si toda la tierra llorara por la pobreza.
Pero en la lejanía brilla la ciudad y el mar.

Ay Istria! Para aquellos, cuyas manos sólo con engaño


te ayudaron a desvestirte hasta desnudarte
y te profanaron toda, para ellos aún sos una sirvienta,
todavía a ellos te sometés, parís jenízaros*.

*en sus asaltos, los turcos tomaban prisioneros a hijos pequeños de los pueblos que
atacaban, los criaban y entrenaban, hasta transformarlos en guerreros fieles a su propia
causa. El poeta establece la comparación porque los eslovenos bajo la ocupación
extranjera, históricamente integraron los ejércitos del conquistador de turno.

Motivos de Brda

Brda*

Sobre los cerros coloridos un grupo de pueblos blancos,


techos rojos, frutos jugosos en los jardines,
en las laderas viñedos reverdecientes –
¡ay cuántas veces te tuve en mis pensamientos,
y cuántas veces te veo en la distancia
todo borroso, mi tierra – madre!
¿Qué querés, qué debería darte,
para que creyeras en el amor de tu hijo?

*denominación regional de una zona dentro de Primorska, Eslovenia.

Cerezas

Cerezas, cerezas... ¿Quién es más roja,


ustedes o la joven, que las recolecta?
Ey, para muchas bocas sedientas
la elección sería difícil.

Sus mejillas rojas de carne


a mí me parece una lástima comerlas.
Tiene el mismo destino todo
lo que crió el habitante sufrido de Brda.

Lejos está la tierra rica de los alemanes.


Allá por las casas vas a ofrecer humilde,
joven, esas cerezas rojas que llevás
y hasta vos, vos misma estarás en venta.

Guirnaldas de uvas

Guirnaldas de uvas colgadas delante de la casa,


alrededor por donde mires hay viñedos dorados,
prometen una recompensa por el esfuerzo,
campesino, ¿decíme si te ríe el corazón?

Lo que entregaron tus manos,


ahora les vuelve multiplicado por cien.
La bebida dulce va a ser como medicina,
para todo el mal amargo que sufrió hasta ahora.

“Ey usted, querido, respetable señor,


usted no conoce todavía estos lugares.
Esta fruta dulce si yo quisiera
arrancarla y saborearla – sería un ladrón”.

Una madre

Cuenta, cuenta... le tiembla la mano.


le parece, que no tiene suficiente memoria;
brillan demasiado todas esas joyas...
Cuenta... llora de alegría la vieja.
Dios le dio una hija buena;
todo eso le mandó Paulina.
En el Cairo* trabaja de sirvienta... Ahora puede darse el lujo
de un vino, ya no faltará más la harina.

Eso piensa la vieja... Agradece


a Dios por la hija buena, dulce...
Pero en ese mismo momento en la ciudad lejana

camina para arriba y para abajo por la calle oscura,


y como fiera hambrienta, insaciable
espera a la gente, que le compra el cuerpo.

*a fines del siglo IXX, principios del XX muchas jóvenes eslovenas de la zona de
Primorska viajaban a trabajar al Cairo. En general como empleadas domésticas o
institutrices de familias ricas alemanas, italianas o árabes. Pero muchas también
trabajaron allí de prostitutas.

Todo el año y todo el largo día...

Todo el año y todo el largo día


removés la árida melena desnuda.
Como si en su pecho el corazón vivo
buscaras, estás entregado a la tierra.

¿Pero qué le preocupa al rostro sudado?


Contame, ¿qué miedo oprime tu cabeza
gris? Ah, no juzgás mal:
lo que amás, todo lo amás en vano.

Quizás para el tiempo de San Martín*,


cuando los barriles estén llenos de vino,
tu señor te despida.

Y sin ayuda ni consuelo


vos con la vaca, los niños y la mujer,
en busca de otro techo tendrás que irte.

*11/11, festividad del santo que según la tradición transforma el mosto en vino.

Loma

Los álamos plateados están de pie esbeltos


allá, donde la calle blanquísima se pierde en la lejanía.
Hacia los pueblos soñadores y soleados de Brda
va la mirada, y desde ahí, hacia allá Furlanía.

Álamos esbeltos entre la llanura amplia


con nubes llameantes en las copas,
como soldados fuertes con banderas
acá montan guardia en la frontera con el extranjero.

Castillo de Vipolže*

Salas abandonadas. Arquitrabes


yacen derrumbados. Hacia los amables
campos fijan la mirada ventanas
vacías, como ojos de una calavera.

Señora – antiguamente por este corredor oscuro


se paseaba el caballero con su dama y le contaba
anécdotas picantes de la corte.

Pero allá en aquella habitación oscura, húmeda


el campesino encerrado se ahogaba en maldiciones...
Fue escuchado. Los castillos ahora son tumbas.

*castillo que se encuentra en la región.

Diezmo

Al lado de la mierda y del charco y del montículo de paja


están las chozas desgarradas, tiznadas; en medio de ellas
está el castillo blanquísimo y el jardín y al lado el cantero
altos cipreses, como banderas oscuras.

Vuelve del castillo la campesina con el canasto...


Le llevó como regalo a su señor
tres pares de pollos; al señor vicario

se los llevará mañana... Y su familia


no ve durante todo el año ni una gota de vino,
y su banquete es pan duro.

Cipreses

Están desparramados cerca de los castillos y las cortes.


En las noches tranquilas y bajo el fulgor de la luna
como monjas erguidas y vestidas de negro,
que reunió en coros la plegaria devota.

Acá arriba como pequeños arbolitos diosabecuándo


llegaron de la zona de Venecia. Ahora sobre cada grupo
se envuelven las nubes, como coronas alrededor de las copas,
y el cielo les queda más cerca para hablarle.

Olivos

Sólo una escasa fila de olivos en el viñedo


queda sobre la ladera, pero también de a poco se va muriendo...
Porque a la vid ya no le gusta verlos,
la apuñaló el hacha del campesino.

Sólo algunos olivos todavía... débil, joven


tembloroso y miedoso se da vuelta para mirar
alrededor, cuando un hermano tras otro cae.
Sin embargo – cuando el granizo mortal se precipita

y deja silvando los tallos desnudos,


sacrifica las últimas ramas en el fuego,
para que Dios se apiade de la vid temblorosa.

Así – cuando sin invitación le llega sonriendo


la hora de la muerte al campesino cobarde,
con la extrema unción por todo, todo pide perdón.

Vendimia
En los barriles, llenos hasta el tope, los colonos*
al compás machacan las cáscaras sangrientas de uva exprimida.
Estos días para ellos no son días de fiesta;
ofuscados, pensativos inclinan la cabeza,
como si un gusano de tristeza horadara a través de ella...

Solos están como estas cáscaras deshechas...


Como si alguien los exprimiera a ellos y a sus hijos,
como si alguien les chupara la sangre del cuerpo...

*es la denominación de la zona para los que trabajan en tierra ajena.

Noviembre

Noviembre... El fruto está guardado bajo el techo.


Como si quisiera, que nada sea presado
por las manos del invierno gris, en todas partes
el sol quema los viñedos silenciosos.

¡Ay campos, llenos de sol dorado!


Pesadas y cansadas, como de embriaguez
caen las hojas... Lo que el sol aquí da,
él mismo vuelve a llevárselo.

Domingo

Domingo. La fonda. Se toma y se toma.


El humo del tabaco y el aroma del rebula*.
Como si cada uno de nosotros fuera sordo,
lo que se dice, se grita, y se afirma con la mano.

“¿Qué es la preocupación, qué la tristeza, qué es el sufrimiento?


Porque esta claro, dorado, jugo dulce,
sólo para esto nos lo envió Dios,
para que sea alegre nuestra vida”.

Así piensa el campesino y se sirve,


y el vino absorbe todas las preocupaciones como una esponja.

Pero apenas abre la puerta de la fonda, salta


y vuelve a montar sobre su cuello la preocupación oscura.

*vino típico de la zona.


La canción del colono.

El buria* ya corta sobre las colinas,


el jardín está abandonado, en silencio y sin flores,
el follaje, que cae de la vid deshojada,
cubre los viñedos con un mantel rojo.

La tierra está muerta. Como una madre amorosa,


todo el carso/hermosura colorido/a de sus pechos
dio a los hijos. Su muerte para nosotros
fue todo el año felicidad esperada.

Muerta está la madre... Para todos los hijos


fue igual su amor...
Lo que yo coseché, otro lo juntó,
sólo soy un huésped ocasional debajo de un techo ajeno...

*viento muy frío que llega a esa zona desde el noreste.

Durazno en flor

Todavía el cerezo está desnudo y muerta la vid


y no hay pasto verde todavía;
sólo flores de durazno, como estrellas sangrientas,
arden en el cerco del jardín solitario.

Las mariposas y las brisas y los sedosos


y desenfrenados rayos son sus huéspedes cada día.

Cuando el durazno todo se les entregue en una locura inocente,


seco resaltará en el otoño exuberante.

Las vides florecen...

Las vides florecen... En la noche de verano


el parral verde perfuma todo alrededor de la casa.
Cuando en la oscuridad ya no se distingue a las personas,
el joven se encuentra con la joven en el camino.

Las uvas y sus corazones esperanzados


desprenden perfume. Porque si este año
el viñedo da mucho vino,
se casarán para San Martín.

Este silencioso lugar de cruces blancas...


Este silencioso lugar de cruces blancas,
¿por qué, cuando se te acerca cansado
este pueblo y se santigua,
se le enciende en los ojos el brillo
y de los rostros sombríos desaparece la desesperación?

Vos que ves a estos pobres cansados,


como viven los días difíciles,
¡pagales bien la última esperanza!

A mi madre

Sin embargo – todos estos lugares y su gente pobre


son para mi corazón sólo como el dorado
marco de tu imagen, madre querida,
que vive en mí día y noche.

Porque tanto como te amo a vos, más alto


arde mi amor por esta tierra pobre,
y cuando pienso en vos no tengo
ningún otro pensamiento - amo hasta la última piedra de nuestra casa...

1915 – 1916

Año nuevo de un viejo exiliado

Está noche otra vez el año cae – como la gota del árbol,
que el viento del otoño sacude. Esta noche ¿con quién, con quién,
estrecharé las manos? Mi casa es un tren que huye,
y mis compañeras son las bicicletas ruidosas.

Huí, huí aún más tren, dispersá mis pensamientos.


Huí, huí todavía más año desde la puerta de la eternidad,
para que no te maldiga en el adiós. Asesino y ladrón
estuviste en mi casa. ¿Por qué sos indulgente conmigo?

Y vos, un año nuevo frente a mí, una tierra extranjera desgraciada


frente a mí, ¿qué tienen para ofrecerme, para que huya hacia ustedes?
Sacudime, sacudime aún más viento, para que no deje
esta tierra – porque en vos hasta las tumbas son más fáciles de soportar, ¡oh patria!

Domingo de ramos 1916

Padre eterno, ¿qué podrá lograr esta rama consagrada


encendida para vos, qué la niebla
del humo, que ninguna
de mis palabras pudo conseguir todavía?
Mirá nuestros campos aún no están sembrados,
sin trigo nuestros graneros.
Mi marido no sé en qué pozo
se pudre. Mis hijos en la guerra.
Y mis hijas, como tantas,
son prostitutas.

¿Cómo, todavía no hay límite para el dolor?


¿Cómo, cómo, puede ser que tu voluntad
sea, que suframos tanto, Padre,
si yo ni siquiera puedo maldecirte?

Krn

En la lejanía opaca está la cima herida de Krn.


Blancas nubes y nieve blanca
son ahora tus fieles compañeras.

Pero cuando llueven las semillas de hierro


y las nubes y la nieve se derriten,
¿quién te protege entonces?

Si yo fuera una paloma blanca,


abriría mis alas frente a vos,
y con mi pecho y con mis plumas
las diminutas, negras semillas frenaría.

Tres cuervos

Las marchas imperiales son largas,


es lejos por el camino de los italianos;
en este camino mis fieles
compañeros son tres cuervos.

A través de los bosques negros tiroleses


el primer cuervo lleva los ojos,
el segundo mi mano derecha,
el tercero el corazón sangrante.

Los ojos te mostrarán,


que los últimos momentos huyeron
hacia vos mi casita querida.

Que por vos, el brindis


último, estrecharon los dedos,
que te cuente, querida, hasta en el ataúd
quiso alcanzarte mi mano derecha.

Que te salude
mi corazón y te diga:
en el último minuto de la noche
sólo pudo gritar
las únicas palabras: ¡madre, madre!

Madre soltera

“Querido mío, hace semanas brotó


una flor escondida en mi cuerpo.
Ahora ya no hay más dolor y remordimiento
en mi corazón, por haberme entregado a vos.

¡Porque esta flor, mi flor dulce,


toda la dulzura de tu boca,
todo el aroma de tu palabra
y todas tus miradas cálidas
absorbió en sí, cuando en la amargura
de mi corazón brotó! Si antes fue corta
mi felicidad, como un sueño,
ahora conquisté la realidad para ella.

¡Ay no sabés, cuán dorada es la flor!


A veces, cuando me mira largamente,
casi pienso, que ya me está preguntando:
¿mamita, dónde está, dónde está mi papá?

Mi flor dulce y perfumada,


como mía, que sea también tu felicidad.
Amá, querido, a los dos y deja,
que ahora te besen dos bocas.”

Mujer fiel
(Chang-Tsi)*

Bien sabe Usted, que soy casada.


Y sin embargo me mandó de regalo
dos perlas, como no las tiene ninguna

otra mujer. Me confundió totalmente. Mi corazón


latió, debo reconocer, en una alegría antes desconocida,
cuando las abroché en mi traje de seda.

Los castillos de nuestra familia son los más grandes,


orgullosos se extienden nuestros jardines
allá, donde los jardines del emperador florecen.

Mi marido entre los nobles ilustres


sostiene la lanza de oro. Me gustaría
creerle, que son claras como la luna

sus intenciones hacia mí, y que de tristeza


su corazón está muriendo. ¡Déjeme, deje,
dese cuenta, qué cerca estamos del precipicio!

Fiel me quedo con mi marido, a quién no debo


ocultar mis pensamientos. Me dan miedo
estas perlas, tómelas de vuelta, quítemelas.

Mire, lo que pude, le di:


aún están en ellas las lágrimas, que derramé por Usted.
¿Por qué, por qué no lo conocí antes?

*el poeta también fue traductor de lírica china.

La casa

¿Vos, sos vos mi dueño? Conozco tu paso. Ey, ¿de dónde


venís? Cuando emprendiste aquel camino triste,
aún era hermosa como una novia blanca.

Ahora no tengo ojos: están ciegas mis ventanas negras,


y negros y desnudos mis muros derruidos.
¡Ay cuántas veces en soledad te llamé: volvé

y cuidame! Fui como el cuerpo


de las prostitutas en la calle, que cualquiera puede exigir su servicio.
Todo, todo me quitaron, nada puedo darte,

sólo piedra, para que descanses en ella esta noche.


¿Dónde están tu mujer y tus hijos y dónde tu madre?
Miráme, aún mis piedras demolidas, son una cadena que los une.

Otoño 1916

Ya el follaje está de nuevo amarillo,


y todavía no escribe. ¿Por qué no escribe?
Las cartas llegan a todas las casas,
sólo a la nuestra no llega ninguna.
¿Es que de todo se olvidan los hijos?

¿Cómo, cómo va a escribir, madre,


si ni siquiera puede sostener
la pluma en sus manos?

La oración de los refugiados


1

Somos como las hojas, que vuelvan en el viento.


Somos, como pájaros miedosos sin nido
y somos como las flores sin rocío,
pero no estamos, no estamos sin el padre.

¿Quién borra nuestras lágrimas,


quién restituye la paz en las riberas de Soča,
si no lo hacés Vos, Padre?
Ay guianos de regreso a nuestras casas,

como guiaste al pueblo de Israel


a través del desierto. Porque en el extranjero,
¡en ningún lugar como en la patria
el corazón Te escucha, Señor!

Señor, oh Dios, sabemos, que estás con nosotros,


que Vos no estás con ellos, que se visten
de rojo y que desde su puerta
ahuyentan, a los que con lágrimas
suplican por hospedaje.
Vos mismo sabés, como se siente el hombre, que busca
una piedra, para reposar su cabeza.
Vos, que a cada animal le das un lugar donde dormir,
si no en casa – ¡danos cama debajo del pasto verde!

La flor roja
(Li-tai-pe)

Estaba sentada al lado de la ventana y bordaba una almohada de seda,


y todos mis pensamientos fueron tristes, tristes.
Y me pinché – y corrió sangre roja
sobre la flor blanca bordada, y la flor se volvió
flor roja, roja.

¡Cuánto pensé en vos, que hace tantos días


que estás en la guerra! Y pensé, que así también
tu sangre derramás – y lágrimas ardientes
se escurrieron de mis ojos, y por largo tiempo
no me las pude secar.

Ey, en ese momento sentí los cascos de los caballos avanzando.


Salté sobre mis pies. ¡Es él! Ah, fueron sueños.
Sólo fue mi corazón, que latió con mucha fuerza.

Y de nuevo volvieron a mí los pensamientos de antes.


Y de nuevo empecé a bordar, ah, ahora entre los hilos de seda
bordé mis lágrimas – como el blancobrillo
de las perlas se fundieron en la flor roja.

Poemas del viejo exiliado

¿Por qué antes no quería conocerte?


Ahora, que te estoy dejando y tengo miedo,
de perderte quizás para siempre,
recién me estoy dando cuenta de lo que fuiste para mí.
Ahora que abandonados y solitarios
huyen frente a mí tus pueblos blancos,
y ahora, cuando ya estás toda oculta a los ojos –
¡recién ahora, te quiero bien, madre, madre!

II

Te abandono último, ay de la larga fila,


los que pasaron antes que yo fueron muchos
de tus hijos. Mirá, vi a la multitud,
que tuve piernas rápidas para irse por el camino,
porque son como tallos, que en tu suelo
todavía no prendieron. Sólo es tuyo aquel,
oh patria, que arrancan como un roble: aunque las hojas
son presa del viento – en la tierra se quedan las raices más finas.

III

¡Ay raíces dormidas en nuestra tierra!


Las lágrimas que ahora en nuestras casas se derraman,
y la sangre que beben las riberas de Soča,
las oraciones, el llanto y las maldiciones que resisten,
éstas, las canciones de nuestra siembra triste
todo, todo que corra por sus venas delgadas,
y cuando para aquellos, que nuestras mujeres
aún no parieron, sean olvidadas
estas canciones, que nosotros escuchamos,
nuestros bosques las volverán a gritar.

IV

Yo soy sólo una hierba en tus campos


y sólo soy una piedra de tus montañas
y sólo una gota de tus aguas.
Sin embargo ahora llevo a todas partes en mi corazón
todos tus campos, todas las aguas y las montañas,
y lo que el ojo ya no puede abarcar más,
en el alma ahora se sumerge más y más.

¡Ay patria! Mirá, de tu tierra,


bebí todos los jugos de tus tiempos pasados.
Tu fuerza es mía y los dolores
son tuyos ahora todos mis dolores.

Ahora sé, que sólo soy sangre de tu sangre,


que sólo soy un hilo corto de la cuerda larga,
que se teje desde lo pasado hacia lo futuro.
La muerte, mi muerte – que venga cuando quiera,
porque, donde se termina un hilo de la cuerda,
sólo con un nuevo hilo se anuda.

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