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Conceptos fundamentales

Misión/misiones
Uno de los referentes teóricos imprescindibles al momento de aproximarse a una
dilucidación precisa del significado del ejercicio de la misión es el Derecho Canónico1 como
la principal fuente autoritativa que regula la organización de la iglesia. En su segundo título
aborda la actividad misional de la misma y se expone de manera unilateral que por su
misma naturaleza, toda la Iglesia es misionera, y la tarea de la evangelización es deber
fundamental del pueblo de Dios, todos los fieles, conscientes de su propia responsabilidad,
asuman la parte que les compete en la actividad misional2

Por su parte Juan Felipe Córdoba plantea la figura del misionero como quien trata de
propagar el evangelio, actuar en el pueblo infiel, comunicándole la doctrina de Cristo,
cultivar las almas y moldearlas a la imagen del Salvador, señalaba el arzobispo francés
Alexander LeRoy, para quien el primer deber del misionero es encender entre los paganos
ese foco de luz, de calor y de salud moral que se llama Iglesia Católica (Cordoba 2015, 23)

Del mismo modo considera la perspectiva eclesiástica respecto de este concepto puesto
que en 1923, la Santa Congregación de Propaganda Fide definía las misiones como: Los
varios territorios de misiones que fueron encomendados a las diversas Órdenes
propiamente para que fundaran en ellos y dieran consistencia a la Iglesia. Ahora bien: la
conversión no pasa de ser un primer principio, como la primera piedra de esa fundación. A
ella debe seguir la formación de la cristiandad con propias capillas o iglesias, con la erección
(y si es posible) con la dotación de escuelas, orfanatorios, asilos, hospitales y obras

1
De manera análoga han de considerarse referentes institucionales como el decreto “AD GENTES” que aborda
de manera más profunda la cuestión misionera, del mismo modo ha de tenerse en cuenta orientaciones
papales que nos resulten relevantes como es el caso de la encíclica Rerum Novarum promulgada por Leon
XIII en 1891, la encíclica Rerum Eclesiae promulgada por Pío XI en 1926, la carta encíclica Cuadragésimo Año
en 1931 también por el Papa Pío XI y la carta apostólica titulada Maximun Illud del sumo pontífice Benedicto
XV sobre la propagación de la fe católica en el mundo entero.
2
CODIGO DE DERECHO CANONICO, promulgado por la Autoridad de Juan Pablo II, Papa. Dado en Roma, el
día 25 de enero de 1983
semejantes. A todo lo cual debe acompañar a la par la formación del clero indígena y de
religiosos indígenas de ambos sexos (Cordoba 2015, 24)

Otro elemento de juicio que resulta supremamente útil es el aportado por Gabriel Cabrera
Becerra quien conviene en reconocer que las diferentes definiciones del concepto misiones
tienen en común “la difusión de ideas religiosas”, “el progreso espiritual entre quienes no
las conocen” y la materialización de “un determinado espacio específico”, además de esto
señala que no puede reducírselas al sistema religioso, sino que es necesario reconocerlas
en estrecha conexión con otros como el económico, el político, cultural y social(Becerra
2002, 20)

Aída Cecilia Gálvez entiende que dicho concepto significa la expansión del mensaje salvífico
en los pueblos paganos de tierras de misión – aquellas donde la Iglesia no se ha establecido
aún de manera visible y perfecta, según determinados signos exteriores– y el misionero
“héroe y santo”, será entonces “persona que, alejada de su patria y de su medio natural,
propaga la religión católica por cualquiera de los medios de apostolado que la Iglesia admite
(Galvez 2006)

Desde la perspectiva de Misael kuan bahamón la misión es pensada como un espacio activo
en el que los diferentes actores de la misma ejercieron diversas prácticas, además de darse
un intercambio y una transformación cultural. Esto significa que la población local no fue
un destinatario pasivo de las estrategias de los misioneros, sino que hicieron una
transformación estratégica de ellas, al adoptar tácticas tales como la reinterpretación de la
liturgia y el santoral cristiano (Bahamon 2015, 3)

Las sumatoria de estas perspectivas hace posible pensar en la misión como un proyecto de
evangelización dispuesto por la Iglesia Católica que tuvo estrechas convergencias con las
intenciones civilizatorias del Estado colombiano en los albores del siglo XX. Lo cual no agota
el significado del concepto puesto que se sigue la necesidad de entender la misión
atendiendo a los símiles más comunes que en clave religiosa se utilizaron para referirse a la
misma: “llevar la luz” o “la calidez”, “el faro de la salvación” a territorios oscuros, desolados
e inhóspitos en términos morales, sugiere que el desarrollo de la misión significa la
materialización de la gracia divina y la gran comisión hacia las comunidades indígenas. Esta
no se reduce a la acepción de un credo religioso por parte de una comunidad definida, sino
que trae consigo transformaciones culturales profundas, de ahí que la misión es también
un punto de encuentro, un lugar de interacción en donde los misioneros expresan su fe de
manera práctica y donde al mismo tiempo las comunidades objeto de dichas intenciones
evangelizadoras reaccionan y ponen en marcha un amplio abanico de reacciones que dan
cuenta de su capacidad de agencia y de la manera en que resignifican los contenidos que le
son propios a la religiosidad católica.

Propaganda misionera

El desarrollo del proyecto misionero de la Iglesia Católica trajo aparejado consigo la


construcción de una narrativa que tuvo su expresión practica en los informes misioneros,
cartas, fotografías, publicaciones seriadas (revistas y periódicos), tarjetas de visitica etc. En
los que lo religiosos se dieron a la tarea de dar cuenta de su trabajo, todos estos funcionaron
como plataformas desde las cuales fue posible articular una propaganda misionera que tuvo
como objetivo la visibilización del accionar pastoral y por consiguiente obtener no solo
apoyo moral sino material para el desarrollo del mismo. Del mismo modo, como lo
reconocen Amada Carolina Pérez y Alexandra Martínez quienes se han dedicado a trabajar
este tipo de documentos es posible encontrar en ellos los imaginarios que los misioneros
han construido respecto de los indígenas lo cual es ya un lugar común en investigaciones de
este tipo.

En este caso particular Pérez Benavides analiza los informes de misión, producidos por
diferentes comunidades religiosas en Colombia, durante la última década del siglo XIX y las
primeras décadas del siglo xx, como representaciones. Esto implica una aproximación
analítica que parte de reconocer que dichos informes son documentos elaborados en
lugares institucionales determinados, a través de prácticas desplegadas desde espacios
culturales y de poder específicos, y que sus usos y circulación permiten historizarlos
(Benavides 2016, 104)
El modelo de representación provisto por los informes misioneros fueron una estrategia
comunicativa que enfatizaba ante la opinión publica la pertinencia del trabajo misional
como practica civilizatoria e integradora. En términos formales los informes misioneros
estuvieron constituidos por una visión abstracta de los indios como salvajes, barbaros y
desamparados, además de esto se propusieron la descripción de las experiencias concretas
de encuentro con los indígenas y finalmente presentaban modelos de manejo del territorio
y los pobladores.

El relato visual se entiende como la construcción de una narrativa —en este caso de las
misiones—, usada con la finalidad concreta de hacerla pública (Martinez 2017, 68)

Imaginarios

Los informes de misión expresan la dicotomía entre la sociedad civilizada y los salvajes en
donde los misioneros se reconocen a sí mismos como benefactores de los indios
necesitados de la salvación en buena parte de las referencias de los informes se relaciona
la necesidad de un proceso civilizatorio por lo que se insistió en la necesidad de la creación
y posterior mantenimiento de unas misiones donde los salvajes fueran protegidos de los
colonos, civilizados y convertidos en mano de obra. Así, el horizonte de expectativa que se
planteaba para los indígenas era su incorporación a la civilización como subordinados
(Benavides 2016, 109)

En lo tocante a la gran cantidad de fotografías que acompañan los informes misioneros


Pérez Benavidez señala que estas se constituyen en expresión material de la evangelización
y al mismo tiempo permiten establecer distinciones raciales y proveer evidencias de los
avances infraestructurales conseguidos por los misioneros en su labor, justamente en el
contexto de las misiones, se produjo una serie de representaciones visuales que, por su
continua circulación, fijarían las imágenes de los grupos indígenas; por esta razón, es de
vital importancia analizarlas (Benavides 2016, 115)

las imágenes producidas en el contexto de las misiones configuraron un potente modelo de


representación en cuanto su circulación se dio, al menos, como informes convertidos en
libros, periódicos y revistas, en postales y en montajes expositivos. Desde esa perspectiva,
cabe preguntarse por la importancia de la mirada de los misioneros en la configuración del
imaginario sobre los indígenas cuando tuvieron la capacidad de producirlas y ponerlas en
circulación en variados espacios y para diferentes audiencias (Benavides 2016, 134,
Benavides 2016)

La mirada civilizada implicó una redefinición del cuerpo en occidente en un proceso de largo
aliento. Entre tanto, la imposición de esa mirada en las sociedades colonizadas de la
América indígena trajo consigo la negación del otro y de su diferencia en todos los sentidos:
social, cultural, religioso, político, económico, etc. (Martinez 2017)

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