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Del miedo y la Seguridad; a las luchas Etico/Estéticas en el Chile de hoy

Ivan Pincheira Torres

[Artículo publicado en: Isabel Cassigoli y Mario Sobarzo (Ed.). Biopolíticas del Sur. Santiago:
Editorial ARCIS, 2010, pp. 275-290]

El pretender adentrarse en las prácticas de acción colectiva en el Chile de hoy, no


puede dejar de referir a un marco interpretativo relacionado con cuatro procesos que,
teniendo como denominador común la relación al miedo, serán el sustrato sobre el cual
dichas prácticas emergerán. A la descripción de estos procesos nos abocaremos a
continuación

De Movimientos sociales, Teoría y Transición.

La rebelión de los jóvenes es fruto de estas condiciones: su sustrato será la crítica, más o menos
conciente, de la modernización y se expresará, ya en la generalización del uso de drogas, ya como
restitución de los nexos comunitarios (las comunidades cristianas de base), ya como recuperación de
principios de identidad colectiva (el allendismo) o simplemente, como revuelta anómica, vale decir,
como agresión desestructurada contra el orden social.
Eduardo Valenzuela. La Rebelión de los Jóvenes.1

En abril del 1987 se llevó a cabo el seminario “Movimientos sociales urbanos-


populares y procesos de democratización”, el que contó con la participación de connotados
especialistas en estas materias, tales como Guillermo Campero, Fernando Calderón,
Elizabeth Jelin, Alain Touraine, François Dubet, Clarisa Hardy, Alejandro Foxley, Manuel
Antonio Garretón y Eugenio Tironi. En las actas de este seminario, publicadas en la revista
Proposiciones Nº 14, podemos apreciar cómo, desde un sector importante de las Ciencias
Sociales, se sancionará y justificará la negación de cualquier posible rol a desempeñar por
parte de los movimientos sociales durante el proceso de ‘transición democrática’ que se
estaba pronto a inaugurar.

Así nos encontramos con Eugenio Tironi, quien haciendo un recuento de los
principales aportes y discusiones de aquel evento, sostendrá que “la transición es un
tiempo eminentemente político e institucional y, por lo tanto, constituye un escenario apto

1
Valenzuela, Eduardo. “La rebelión de los jóvenes”. En revista Proposiciones. Santiago: Ediciones SUR,
Vol.11, septiembre 1984, p. 51.
para los Partidos, no para los Movimientos Sociales.” 2 Más aún, se precisa que en los
procesos de transición las demandas sociales, o las demandas por transformación, tienen
que quedar subordinadas a las exigencias de orden político. Para Tironi, entonces, sería
necesaria una (momentánea) desarticulación entre lo político y lo social. La cuestión de la
re-articulación entre el campo político y el social, entre partidos y movimientos sociales,
quedaría entonces como un problema propio de la etapa de consolidación democrática.

Componente central de los movimientos sociales de los ochenta, la juventud, la


juventud popular en particular, se había convertido en un foco relevante de investigación.
De este modo, en La rebelión de los jóvenes, uno de los estudios clásicos de esta época,
Eduardo Valenzuela, hará el diagnóstico de una juventud ‘anómica’ y ‘desintegrada’, todo
esto producto de la crisis de adaptación a las transformaciones y cambios socioculturales
inevitables en el marco del proceso de modernización que experimentaba el país. “El
resultado de la aplicación de estos modelos no es solamente el acrecentamiento de las
desigualdades[…] sino también las desintegración de la vida colectiva, reducida a
relaciones privadas de mercado, o como muchos autores la han llamado, la atomización
de las relaciones sociales”.3 Es así como, en un contexto signado por la desintegración, la
incertidumbre, y la frustación generalizada, las formas de acción política de los jóvenes
populares son vistas como una reacción o defensa frente a los efectos de la modernización.

Juventud chilena. Razones y subversiones, es otro de los textos clásicos del


periodo. El cual, al igual que la investigación de Eduardo Valenzuela, fue gestado en el
álgido periodo de las ‘jornadas de protesta’ contra la dictadura militar. En la introducción a
esta compilación, Irene Agurto, Gonzalo de la Maza y Manuel Canales, editores del
proyecto, si bien van a proponer una mirada distinta de aquella lectura que, centrada en la
anomia, no encuentra en lo juvenil sino una ‘generación frustrada’ por la desesperanza, la
muerte y la desviación, tenemos que de igual manera van a sostener que: “La acción
juvenil ha sido productiva y sin embargo, no constituyen aún ‘movimiento social’, sujeto

2
Tironi, Eugenio. “Marginalidad, movimientos sociales y democracia”. (Introducción). En Eugenio Tironi
(editor). Marginalidad, movimientos sociales y democracia. Revista Proposiciones. Santiago: Ediciones SUR,
Vol.14, agosto, 1987, p. 17.
3
Valenzuela, Eduardo. Op. Cit. p. 50.
capaz de historia”.4 Es de este modo que logran avizorar sólo ‘sujetos parciales’, cuyas
identidades, dificultosamente logradas, son débiles y fragmentarias.

Coincidentemente con lo anterior, y de regreso al seminario de abril de 1987, nos


encontramos con que Manuel Antonio Garretón ciertamente reconocerá la importancia de
las grandes movilizaciones en contra de la dictadura militar que se desarrollaron desde
1983, por cuanto, según señala, permitieron superar los miedos y traumas, reintroduciendo
el espacio político en la sociedad, obligando a concesiones del régimen en algunos campos,
sin embargo, en versión del sociólogo chileno, no fueron suficientes para originar actores
sociales autónomos de relativa fuerza. “Hubo movilizaciones sociales populares, pero no
bastaron para terminar con el régimen. La’ transición invisible’ fue incompleta y no se
transformó en transición formal.”5 En el contexto de una sociedad ya caracterizada como
altamente fragmentada, las movilizaciones demostraron que la ausencia de proyecto
político, consensual, coherente y unitario, marcan los límites de la movilización. Así
sentenciará: “Sin momento político, no hay fin de la dictadura y transición democrática”.6

Marcando distancia con estas miradas, tenemos que en 1990, a poco tiempo de
iniciada la ‘transición’, en la introducción de su investigación acerca de la “Violencia
Política Popular en Chile”, Gabriel Salazar sostendrá que la oposición entre el ‘generalismo
abstracto’ condensado en el Estado, y la ‘particularidad conflictiva’ de las clases populares,
configuraría el principal problema político de la sociedad chilena; y no, así, la oposición
entre dictadura militar y gobierno democrático representativo. Para Salazar, de este modo,
el problema de fondo consistiría en la incapacidad del Estado para representar la
conflictividad del pueblo como conjunto de particularidades sociales en movimiento. “Es
eso, al final de cuentas: el temor a la irreductibilidad histórica del ‘bajo pueblo’, lo que ha
regido y sigue rigiendo la nerviosa vigilancia armada de las capaz dirigentes. Es ese
miedo, más que otros. Pues no es lo mismo monopolizar las estructuras y sistemas, que

4
Agurto, Irene et al. Juventud chilena: razones y subversiones. Santiago: ECO-FOLICO-SEPADE, 1985, p. 10.
5
Garretón, Manuel Antonio. “Las complejidades de la transición invisible. Movilizaciones populares y
Régimen Militar en Chile”. En Eugenio Tironi (editor). Marginalidad, movimientos sociales y democracia.
Revista Proposiciones. Santiago: Ediciones SUR, Vol.14, agosto, 1987, p. 130.
6
Garretón, Manuel Antonio. Op. Cit. p. 131
monopolizar la historia”.7 Bajo estas premisas, el historiador chileno seguirá el recorrido
por un siglo XX marcado por la confrontación entre las necesidades frustradas de la clase
popular, y las estabilidades amenazadas de la institucionalidad nacional.

Lejos de hacernos cargo de las acusaciones de ‘esencialismo’ recaídas sobre


Salazar, según las cuales éste le adjudicaría al sujeto popular un cierto carácter inalterable
(hablar de ‘particularidad conflictiva’, por ejemplo8), lejos de lo anterior, la lectura de
Salazar nos permite ubicar a estos discursos ‘transitológicos’ en un lugar de complicidad
con aquellos dispositivos gubernamentales que, justificando sus argumentos desde el temor
a la inestabilidad que pudieran provocar, irán desmantelando, evacuando del espacio
público, al conjunto de prácticas de acción colectiva plenamente vigentes al momento de
iniciada la ‘transición’9.

El proceso de la transición no vislumbró ninguna posibilidad de construcción de


política pública que no fuese la que emanara desde el Estado, del mismo modo, no
reconoció ninguna forma de participación política que no estuviese supeditada a la
institucionalidad del sistema partidista. En definitiva, negó cualquier capacidad de agencia

7
Salazar, Gabriel. La violencia política popular en las grandes’ alamedas’. La violencia en Chile 1947-1987
(una perspectiva histórico popular). Santiago: LOM, 2006, p. 60.
8
Salazar se hará cargo de responder a estas acusaciones en el Prefacio a la segunda edición de “La violencia
popular en las grandes Alamedas”, editado por LOM en el año 2006. Especial relevancia tiene la discusión
que sostiene con Tomás Moulian, quien fuera el primero en plantear esta crítica a inicios de los años noventa.
9
En los resultados de un estudio realizado sobre “Organizaciones Poblaciones”, que Guillermo Campero
presenta en el seminario ya aludido, las organizaciones estudiadas, tipificadas como ‘organizaciones de
sobrevivencia económica’ (talleres laborales, comprando juntos, ollas comunes); ‘organizaciones de jóvenes’
(colonia urbana juvenil, grupo juvenil de derechos humanos, centro cultural juvenil, comunidad cristiana
juvenil); ‘organizaciones intermedias’ (coordinadoras poblacionales, comunales, zonales), entre todas,
sumarán alrededor de 50 agrupaciones. Ahora bien, tal como ha sido el tono de las demás lecturas expuestas,
Guillermo Campero, luego de plantear que la acción social de los pobladores debe ser interpretada como la
expresión de un anhelo inclaudicable de integración social, sostendrá que, por esta misma razón, los
pobladores seguirán confiando en la acción asistencial del Estado para que los defienda de los procesos de
exclusión. De esta forma, cuando se retorne a la democracia, lo más probable es que el movimiento de
pobladores retome sus formas clientelistas. “El escenario global, que muestra cómo, de haber alguna
transición, ella tendría fuertes componentes de negociación e institucionalidad, los presiona también para
buscar la representación que les permita tener algún lugar en el proceso. El problema –que no es nuevo- es
si será posible una representación estructurada de estos sectores y si acaso el vínculo entre ellos, un
gobierno y otros sectores sociales, no sea más bien el viejo y conocido ‘clientelismo’ de los propios partidos,
de las agencias de integración social y del Estado”. Campero, Guillermo. “Organizaciones de pobladores
bajo el Régimen Militar”. En Eugenio Tironi (editor). Marginalidad, movimientos sociales y democracia.
Revista Proposiciones. Santiago: Ediciones SUR, Vol.14, agosto, 1987, p. 93.
.
por parte de la sociedad civil (más no fuese aquella que se canalizara a través del
dispositivo tecnocrático de la focalización de recursos, vía fondos concursables). Siendo
partícipes de este proceso, y de esta matriz de sentido, tenemos que, ya sea, producto de la
rigidez de sus marcos teóricos, o por sus particulares visiones políticas, o, directamente,
por el compromiso doctrinal con los gobiernos que se iniciaban, cualquiera sea el caso,
desde estas lecturas transitológicas no se consideró explorar en las posibilidades concretas
que pudieran potenciar, dar continuidad y cabida a las, muchas veces bien estructuradas,
experiencias autonómicas, aún existentes al término de la dictadura. Por el contrario, el
énfasis estuvo puesto en sancionar su inhabilitación para participar de la transición.10

Pero esta genealogía no está completa, el despoblamiento del campo de lo social,


contexto en el cual se inscribirán las actuales experiencias de acción colectiva, se hará
efectivo cuando entren en escena, en conexión con las lecturas recién expuestas, los
discursos de la ‘gobernabilidad’. Sobre esto nos concentraremos a continuación.

De Consensos, Estabilidad y Gobernabilidad


Y tampoco debe sorprender que en el actual régimen democrático (neoliberal) la ética compulsiva
del ‘orden en si’ reaparezca como guardaespaldas de la principal idea fuerza que proclama y rige hoy
a la clase política nacional: la de gobernabilidad (entiéndase ésta como la responsabilidad estatal y la
tarea gubernamental de disciplinar la masa ciudadana dentro del ‘estado de derecho’ ya establecido,
con prescindencia del problema de cómo fue establecido y como reformarlo).
Gabriel Salazar. La construcción de Estado en Chile.11

10
Transcurridos varios gobiernos de la ‘alianza concertacionista’, podemos apreciar cómo es que, desde estas
perspectivas, se seguirá enfatizando sobre la preeminencia del Estado -como espacio de lo político- y del
‘sistema partidista’ -en último término, única actoría válida del entramado democrático. Esta vez no serán las
urgencias de la transición, sino que la radicalización de formas de fragmentación e individualización, el
marco de referencia desde el cual se negará cualquier relevancia de los movimientos sociales. "Las
transformaciones socio-económicas de las últimas décadas y los cambios culturales y políticos han
modificado profundamente el panorama de los actores sociales[…] Hoy la exclusión parece adquirir el
carácter de ghettos separados de la sociedad[…] Los sectores excluidos están fragmentados y sin vinculación
entre ellos, lo que dificulta enormemente cualquier acción colectiva”. Garretón, Manuel Antonio. La
sociedad en que vivi-remos. Introducción sociológica al cambio de siglo. Santiago: LOM, 2000, 140.
Negación aún más flagrante, toda vez que desde las páginas de El Mercurio, Manuel Antonio Garretón,
sentenciará que el movimiento de estudiantes secundarios del año 2006, la ‘revolución pingüina’, sería el
primer movimiento social en democracia. Insistiendo, con ello, en la invisibilización y borradura del aquel
cúmulo de experiencias de acción colectiva que han venido, insistentemente, desenvolviéndose en la post-
dictadura. “Sociólogo: Secundarios representan ‘el primer movimiento social’ en democracia”. El Mercurio,
Santiago, Viernes 2 de Junio de 2006.
11
Salazar, Gabriel. Construcción de Estado en Chile (1800-1837). Santiago: Sudamericana, 2007, p.15.
Originalmente ligada a los círculos conservadores norteamericanos, el concepto de
‘gobernabilidad’ aparece por primera vez en la ciencia política en 1975 en una publicación
de la ‘Comisión Trilateral’ (fundación privada creada por David Rockefeller a partir de la
iniciativa de empresarios y políticos de distintos países primer mundistas). En el documento
titulado Informe sobre la gobernabilidad de las democracias, sus autores, entre ellos

Samuel J. Huntington, plantean una radical crítica al Estado de bienestar, a las políticas
keynesianas y a las aspiraciones democráticas de los movimientos sociales. Se sostuvo
entonces que era necesaria una reconfiguración de los modelos de pensamiento, de política,
de autoridad, de cultura y de relaciones sociales. Es así como las movilizaciones sociales,
de ahora en adelante, serán vistas como signos de una crisis de los instrumentos de
autoridad, la participación ciudadana se vio como peligrosa, particularmente en los países
pobres. En definitiva, y como indicara la comisión trilateral: “un exceso de democracia
significa un déficit en la gobernabilidad. 12

Tal como indica Antonio Camou, en America Latina, gestada en la década de los
ochenta, la discusión sobre gobernabilidad, estuvo enmarcada por tres procesos; “El
proceso de crisis, ajuste y reestructuración económica; el agotamiento del modelo del
Estado interventor y su consiguiente reforma, y el cambiante itinerario de las transiciones
13
y consolidaciones democráticas”. Con todo, la importación del concepto de
gobernabilidad a Latinoamérica debemos inscribirla en aquel interregno en donde se
buscaba, por un lado, evitar la regresión a gobiernos autoritarios y, por otro, avanzar en la
consolidación de sistemas democráticos.

En este escenario, tenemos que para el caso chileno la noción de gobernabilidad es


trabajada desde los inicios mismos de la transición democrática. Llegando a desempeñar un
papel fundamental en el proceso; “La importación de este término vino a llenar un
extraordinario vacío de sentido posterior a la recuperación pactada de la democracia.
Frente a las disonancias de la joven democracia chilena – los llamados “enclaves

12
Murillo, Susana. Colonizar el dolor. La interpelación ideológica del Banco Mundial en América Latina. El
caso argentino desde Blumberg a Cromañón. Buenos Aires: CLACSO, 2008, p. 86.
13
Camou, Antonio. “Gobernabilidad”. En Laura Baca Olamendi et al. Léxico de la política. Mexico D.F.:
FLACSO/FCE, 2000. p. 283.
autoritarios”, y producto del rescate de la Constitución del 1980 –, la noción de
“gobernabilidad” nos parece, en efecto, desempeñar un papel de discurso ordenador”.14
De este modo, adentrándose en los discursos públicos del periodo post-dictadura, Cecilia
Baeza-Rodriguez se concentrará en el papel jugado por los discursos de la gobernabilidad
en Chile. Así nos relata que en 1992, el BID organiza uno de sus seminarios en Chile. El
evento, realizado en el Senado chileno en Valparaíso, tiene como tema “Un Gobierno para
el Desarrollo Humano”; Gabriel Valdés, entonces presidente del Senado, expone lo que
son, según él, las enseñanzas obtenidas de la ‘experiencia’ histórica chilena:

La transición la ganamos con el compromiso de nunca más volver a reeditar un ideologismo


que permitiera a un partido colocarse encima de otro, y buscar su fracaso para asegurar su
propio triunfo.
Ahora estamos haciendo la transición con todos, sin excluir a nadie. En el Senado de Chile
están todos. […] El aceptarlo fue duro. Pero ahora todos trabajamos, todos nos juntamos,
todos participamos en comisiones y al final de tanto vernos y de saludarnos, hemos
olvidado el pasado.15

En la lectura de Cecilia Baeza-Rodriguez, piedra angular del periodo post-dictadura


ha sido la idea de ‘consensos’, y esta es la imagen que esboza Gabriel Valdés. Ahora bien,
tal como lo menciona nuestra autora, los ‘acuerdos básicos’ no son el producto de una
discusión política amplia, sino que, por el contrario, son una condición previamente
establecida. Negociados entre las cúpulas de los partidos, los consensos devienen
‘tecnocráticos’. La imposición y normalización de los consensos tecnocráticos, será
entonces, la base de la ‘estabilidad democrática’ en Chile. Con todo, el registro de la
gobernabilidad aparenta resolver las contradicciones de la transición democrática chilena.
Así, sutilmente, lo que aún podía ser interpretado como deficiencias de la democracia
chilena se transforman en virtudes: por un lado, atribuyéndole cualidades estabilizadoras y
moderadoras al, intrínsicamente excluyente, sistema electoral binominal; y por otro,
haciendo que la desarticulación de la ciudadanía se vea reinterpretada positivamente como
la des-ideologización de la sociedad.

14
Baeza-Rodríguez, Cecilia. “Los discursos públicos sobre la gobernabilidad en Chile como relatos de acción
pública: un enfoque cognitivista sobre la importación de las ideas”. En Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En
línea], Coloquios, 2008, p. 2. Disponible en http://nuevomundo.revues.org/index11042.html
15
Baeza-Rodríguez, Cecilia. Op. Cit. p. 6.
Ahora bien, para finalizar, tenemos que, a propósito de todo este análisis, la
cientista política sostendrá que: “Si los discursos sobre la ‘transición’ y la
‘gobernabilidad’ funcionan tan bien en Chile, es porque ambos se apoyan en los miedos
del pasado (los del Golpe de Estado y de la dictadura), al mismo tiempo que los siguen
alimentando”.16 Esta conclusión resultará crucial para las pretensiones de nuestro propio
trabajo; y no sólo porque permite clarificar la estrecha relación entre estos dispositivos
discursivos y el miedo, sino que, además, nos permite ubicarnos en otra de las locaciones
desde las cuales estamos pretendiendo enmarcar la emergencia de las nuevas luchas
libradas en el Chile de hoy.

De Memorias, Trauma y Dictadura


A medida que fue pasando el tiempo y fui escarbando en el corazón de la gente tan heterogénea como un
sacerdote, un militar, un militante comunista y un empleado de banco, comencé a percibir que el miedo era un
elemento común a casi todos […] En algunos, era miedo a los militares, en otros, a la cesantía;
en el siguiente, a la pobreza, al soplonaje, a la represión, al comunismo, a los marxistas, al caos,
a la violencia o al terrorismo. Cada uno tenía el suyo.
Patricia Politzer. Miedo en Chile.17

El miedo en Chile no es un fenómeno reciente. En versión de Informe de Desarrollo


Humano del año 1998, investigación dirigida por Robert Lechner, hasta mediados de siglo
XX el miedo al delito está vinculado a acciones individuales y concentradas en los sectores
populares. Panorama que se verá modificado en los años 70 cuando, en un contexto de
fuerte polarización política, no será el delito sino un ambiente generalizado de violencia
política el que alimentará las percepciones de miedo. Sin embargo, será con la instalación
de la dictadura militar que el temor adquiere una dimensión desconocida. “En los años 70 y
80 la sociedad chilena se encuentra dominada por una verdadera "cultura del miedo":
miedo al comunista, al subversivo; miedo al "cáncer" invisible y omnipresente que corroe
al cuerpo social. Miedo a la represión y al delator; miedo a ser "descubierto" en alguna
(no se sabe cuál) imprudencia”.18

16
Op. Cit. p. 3.
17
Politzer, Patricia. Miedo en Chile. Santiago: CESOC, 1984, p. 10.
18
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Informe de Desarrollo Humano en Chile: las paradojas
de la modernización. Santiago: PNUD, 1998, p. 129.
En conexión con lo anterior, tenemos que las psicólogas Elizabeth Lira y María
Isabel Castillo, como resultado de una investigación cuyo objetivo era estudiar el
significado de la amenaza política y el miedo bajo el régimen militar, van a concluir que;
“La dictadura militar chilena caracterizada como terrorismo de Estado, ejerció una
amenaza política, la que al ser percibida por los sujetos los llevó a modificar conductas y
someterse”.19 En el contexto de abandono por parte del Estado del marco jurídico, la
masificación de las violaciones de derechos humanos tales como torturas, las ejecuciones
políticas, el desaparecimiento de personas, afectará, como marca indeleble, la
representación colectiva de los miembros de la sociedad.

Transportados a la actualidad, nos encontramos con que entre los años 2003 y 2008
se llevó a cabo una investigación denominada Identidad e Identidades: La construcción de
la diversidad en Chile.20 El eje central de este proyecto giraba en torno a los rasgos
culturales de la sociedad chilena contemporánea. Transcurridos algunos años desde su
inicio, y con la investigación aún en curso, José Bengoa, coordinador general del proyecto,
en la introducción a La comunidad reclamada, texto que recoge una serie de artículos
elaborados en distintos momentos por el autor, ya extraía una de las conclusiones
medulares del estudio. “En primer lugar, el terror de Estado a que fue sometida la
sociedad chilena, toda, durante casi veinte años, provocó el refugio de las personas en sus
mundos privados. En segundo lugar, ese terror produjo un enorme ‘miedo al otro’, junto a
inseguridades, competencias y, finalmente, rupturas básicas de la sociedad”.21 La
sociedad chilena aparece, así, como una sociedad traumatizada, con poca capacidad de
análisis de su historia reciente, incapaz de expresar sus temores y esperanzas. Tales son las
repercusiones del autoritarismo sobre la sociedad, de modo que llevan a Bengoa a plantear
la existencia de toda una ‘función social del terror’22. El terror de Estado en Chile rompió
con solidaridades básicas y espacios públicos, los que aún no se han podido reconstruir. El
individuo contemporáneo se enfrenta, así, solitario al mercado, como masas consumidoras,
19
Lira, Elizabeth y María Isabel Castillo. Psicología de la amenaza política y del miedo. Santiago: ILAS,
1991, p. 48.
20
Avances de investigación en Bengoa, José (editor). Chile: identidad, identidades. Revista
Proposiciones. Santiago: Ediciones SUR, Vol.35, marzo, 2006. Ver también página web www.identidades.cl
21
Bengoa, José. La comunidad reclamada. Identidades, utopías y memorias en la sociedad chilena actual.
Santiago: Catalonia, 2006, p. 18.
22
Bengoa, José Op. Cit. 147.
provocándole una permanente sensación de inseguridad. Sobre esta cuestión nos
concentraremos a continuación.

De Neoliberalismo, Delincuencia y Seguridad Ciudadana


Los miedos son fuerzas peligrosas... Pueden provocar parálisis.
Pueden inducir al sometimiento... Hay ‘campañas del miedo’ que
Buscan instrumentalizar y apropiarse de los temores para disciplinar.
Norbert Lechhner. Las sombras del mañana: la dimensión subjetiva de la política.23

La Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), encargada por el


Ministerio del Interior del gobierno de Chile, aplicada desde el año 2003, es el más
importante acervo de información en materia de Seguridad Ciudadana, entregando cada dos
años una información pormenorizada tanto del fenómeno delictivo en Chile, como también
respecto de las reacciones y percepciones suscitadas en la población. Su importancia no
sólo estriba en su universo muestral, con cerca de 20.000 personas encuestadas a lo largo
del país, sino más bien en que en las respuestas a las preguntas formuladas en dicha
encuesta, podemos ver perfilado los principales miedos que enfrenta el país.24

23
Lechner, Norbert. Las sombras del mañana: la dimensión subjetiva de la política. Santiago: LOM, 2002, p.
46.
24
Conceptualizados, ya sea, como ‘preocupaciones’ o, de otro modo, como ‘problemas’, las preguntas que
abordan estas categorías incorporan las siguientes alternativas de respuesta :
-Respecto del miedo categorizado como ‘preocupaciones’:
1)Perder el trabajo; 2)Dificultad para encontrar trabajo; 3)Ser víctima de delito; 4)Que un miembro del grupo
familiar caiga en el alcoholismo o la drogadicción; 5)La inestabilidad económica del hogar; 6)No tener acceso
a la vivienda propia o perderla; 7)Incertidumbre en la vejez (salud, previsión, desamparo); 8)Que usted o
alguien de su familia no tenga acceso a una educación de calidad; 9)No contar con un sistema de salud que
cubra enfermedades o accidentes.
-Respecto del miedo categorizado como ‘problemas’:
1)La pobreza; 2)La situación económica; 3)La contaminación ambiental; 4)El tráfico de drogas; 5)La
educación; 6)El desempleo; 7)La salud; 8)La delincuencia; 9)Consumo de drogas; 10)La corrupción
A continuación presentamos las preguntas y respuestas correspondientes a estos dos ítems.
-Indique en orden de importancia las tres situaciones que más le generan “preocupación”:
1ª) Ser víctima de delito: 20.9%
2ª) La inestabilidad económica del hogar: 14.1%
3ª) Que un miembro del grupo familiar caiga en el alcoholismo o la drogadicción: 11%
-¿Cual de los siguientes “problemas” de actualidad nacional tiene mayor importancia para usted?
1ª) La delincuencia: 21.3%
2ª) La pobreza: 16.8%
3ª) El tráfico de drogas: 12.5%
Fuente: ENUSC 2008. Disponible en http://www.ine.cl
En el temor a ser víctima de un delito, en el peligro que representa la precariedad
laboral y la inestabilidad económica, o en el desasosiego de tener que enfrentar que un
miembro del grupo familiar caiga en el alcoholismo o la drogadicción, del conjunto de
estos miedos podemos apreciar la incardinación de un contexto, tantas veces, signado por el
arribo de las ‘fuerzas del mercado’. Es desde acá que pueden ser explicados los archivos de
la ENUSC; los cuales nos hablan, por medio del ‘lenguaje de las cifras’ 25 (Rotker 2000), de
los temores del Chile de hoy.

En el Chile de la post-dictadura, se ha pasado de las doctrinas de la ‘seguridad


nacional’ a las ‘doctrinas de la seguridad ciudadana’, nuevo dispositivo discursivo, corpus
doctrinario polarizador del entorno social. De esta manera, y tal como señala el historiador
Pedro Rosas, en la búsqueda de rediseñar la definición y lucha del nuevo ‘enemigo interno’,
se escogió la noción de ‘seguridad ciudadana’ como expresión mediática del nuevo ideario
de control. “A mediados de los 90’ la expresión ‘seguridad ciudadana’, ya era vox populi y
elemento imprescindible en la concepción más acabada de buen funcionamiento
democrático”.26 Teniendo a este indicador como premisa, se van a implementar diversas
medidas en el combate contra el terrorismo, la delincuencia y la criminalización de la
juventud. Surge así un sentimiento colectivo, cristalizado en el terror, el cual se convierte
en un movilizador de ‘tolerancias cero’ a cargo de las mismas ‘manos duras’ que han
venido motivando toda una serie de ‘hechos noticiosos’ que buscarán personalizar a los
malhechores, hacerlos reconocibles. De esta manera nos encontramos con que, a modo de
ejemplo, el diario ‘El Mercurio’, el 30 de octubre de 1994, publicaba un reportaje titulado:
“Se busca hombre soltero menor de 24 años... para meterlo en la cárcel porque es un
delincuente”.27

En nuestras ‘ciudades pánico’, como las denomina Paul Virilio, se nos anuncia más
criminalidad que las criminalidades realmente existentes. Desembocando actualmente en la
estandarización de los comportamientos y, lo que es peor, en la sincronización de las
25
Rotker, Susana. “Ciudades escritas por la violencia. (A modo de introducción)”. En Susana Rotker
(editora). Ciudadanías del miedo. Caracas: Nueva Sociedad, 2000.
26
Rosas, Pedro. Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-2004.
Santiago: LOM, 2004. p. 95.
27
Ramos, Marcela y Juan Andrés Guzmán. La guerra y la paz ciudadana. Santiago: LOM, 2000, p. 36.
emociones. “Tras la larga historia de la estandarización de la opinión pública de la época
de la revolución industrial, y de sus sistemas de reproducción idéntica, entramos en la era
de una sincronización de la emoción colectiva que favorece un’ individualismo de masa’,
puesto que cada uno, uno por uno, padece en el mismo instante el condicionamiento mass-
mediático”.28. Efecto espectacular en donde la imagen audio-televisiva deviene herramienta
de construcción de una determinada realidad.

En este contexto, entonces, es que cobra todo su sentido la descripción de una


programación neoliberal, tal como lo detallara Foucault en el Nacimiento de la
biopolitica29, que apunta a organizar, intervenir y acondicionar el marco, el medio ambiente
en el cual se van a desenvolver la población y sus subjetividades; espacio de libertad
vigilada a fin de hacer posible los mecanismos mercado. Será desde acá, pues, que debemos
explicar la generalización del miedo en relación con las actuales modalidades de gobierno.
No es que el miedo no haya sido utilizado anteriormente, si ya sabemos que en todo juego
de poder el echar mano al recurso del miedo está siempre presente. Sin embargo, de lo que
se trata es de constatar cómo en las actuales ‘sociedades de seguridad’; ya sea en su carácter
centrípeto, donde se integran circuitos cada vez más amplios; ya sea en su permisividad del
‘dejar hacer’; ya sea en su regulación ambiental, de sus acontecimientos y sus
circulaciones30; el miedo es incorporado a las actuales agendas del poder.

Las luchas Etico/Estéticas en el Chile de hoy


Grande es el desorden bajo los cielos, la situación es excelente.
Mao tse-tung

Si, tal como hemos venido constatando, ya sea desde el campo de producción de
saberes de las ‘Ciencias Sociales’, o a partir de los discursos de la ‘gobernabilidad’, o en
función de la actual doctrina de la ‘seguridad ciudadana’, articulados todos en torno al
miedo, que en gran medida está remitido a la experiencia del terror de Estado vivenciado
durante la dictadura militar, si de todo lo anterior podemos concluir que la democracia a la
que se transita se ha hecho con exclusión de los movimientos sociales; la pregunta que
28
Virilio, Paul. Ciudad Pánico. Buenos Aires: Libros del Zorzal, 2006, p. 47.
29
Foucault, Michel. Nacimiento de la Biopolítica. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007.
30
Foucault, Michel. Seguridad, Territorio y Población. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2006,
pp. 67-68.
cabe hacerse es desde dónde, entonces, si estando en una situación de orfandad más
absoluta respecto a experiencias organizativas anteriores, en un contexto de la casi
inexistencia de discursos y programas alternativos a la programación neoliberal, desde
dónde se pudieron generar prácticas organizativas en el Chile actual.

En la búsqueda de posibles respuestas a esta interrogante, tenemos que durante los


años 2005-2006 se desarrolló una investigación que buscaba indagar y caracterizar las
actuales modalidades de la acción colectiva en la juventud chilena 31. Allí nos encontramos
con lo que denominamos como ‘agrupamientos juveniles del tipo micro-político’. Estas
nuevas luchas, al igual que lo que hemos conocido como ‘nuevos movimientos sociales’,
también son depositarios del Mayo 68’, y coinciden con estos en la casi totalidad de sus
definiciones. Pero a diferencia de los nuevos movimientos sociales, estas prácticas
micropolíticas parecen insistir en aquel aspecto que dice relación con una politización de la
vida cotidiana y del ámbito privado. Es en este sentido que su propuesta pareciera tener que
ver con nuevos modos de ser-en el-mundo-individuales, a la manera de constitución de
nuevas ‘subjetivaciones’; y nuevos modos de estar-en-el-mundo-colectivas, a la manera de
constitución de nuevas ‘sociabilidades’. De este modo, lo que vemos emerger son luchas
ético/estéticas; éticas en tanto son formas de ser en el mundo las que se ponen en juego.
Siendo el devenir cotidiano el lugar de disputa y de empoderamiento, las cuales no
apuntan necesariamente a confluir hacia el espacio de la soberanía estatal, como tampoco se
convocan desde los discursos que pretenden modelos de sociedad totalizantes.32

31
Gamboa, Andrea e Ivan Pincheira. Organizaciones Juveniles en Santiago de Chile.
Invisibles_Subterráneas. Santiago: LOM, 2009.
32
Se podría sostener que habrían dos momentos en que los feminismo aparecen como fundantes de este
desplazamiento hacia las luchas ético/políticas. El primero se vincula a la instalación en el debate de “Lo
privado es político” y “Democracia en el Estado y en el hogar”. A partir de estos enunciados, que buscando
materialización en el espesor de lo real, o al menos incriptándose en la memoria colectiva, se anota
claramente esta vocación por la cotidianidad de la lucha política. El segundo momento nos refiere la cuestión
de los métodos anticonceptivos. Es así que en las luchas por la masificación de la anticoncepción, podemos
leer cómo, en la cuestión de la reproducción y el manejo de la propia sexualidad, existe un opción
ética/política desde el momento que son quienes comparten la cotidianidad del ‘yo’ los que deciden, en
última instancia, sobre la propia sexualidad. Decisión ética/política que se transforma en lugar de disputa y
de empoderamiento; disputa desde el momento que enfrenta a los espacios oficiales que pretenden direccionar
la sexualidad; empoderamiento desde el momento en que me doto de la capacidad de optar qué hacer y qué no
hacer con ella.
Pero estas luchas también son estético/políticas, en tanto, no son sólo modos de
conciencia (falsa o verdadera conciencia, según cierto marxismo) los que están puestos en
juego, sino que, desde el instante que es el devenir cotidiano el lugar de disputa y de
empoderamiento, no es el puro enunciado, la pura consigna, la pura concientización de la
masa lo que emerge en estas luchas micropolíticas; sino que será la corporalidad en su
integralidad y sus puestas en escena lo que efectivamente se pone en juego. Es así como en
el actual ciclo de la luchas sociales, los aparecimientos, las formas, las imágenes, las
puestas en escenas, las intervenciones sobre el cuerpo/piel, las perfomances callejeras de las
tribus urbanas, aparecen a todas luces, como siendo parte de un conjunto de prácticas
estético/políticas.33
No obstante lo anterior, surgía la pregunta sobre cuáles podrían llegar a ser los
grados de afectación de estas prácticas sobre lo social y su campo institucional. Estando en
este punto es que, al igual que el conjunto de la sociedad chilena, nos veremos remecidos
por la irrupción del movimiento de estudiantes secundarios de mayo del 2006. Será,
precisamente, la ‘revolución pingüina’ quien nos proporcionará las claves interpretativas
que nos permitirán responder a la cuestión acerca de si estas prácticas son capaces de
afectar al conjunto de lo social y su entramado institucional.

De este modo nos atrevemos a señalar que estas luchas micropolíticas, efectivamente,
sí llegan a afectar el espacio mayor de lo social. Por cuanto son justamente quienes
participan de estos agrupamientos (okupas, gays, lesbianas, animalistas, objetores de
conciencia, los seguidores de animación japonesa, colectivos culturales), a quienes
veníamos siguiendo por más de un año, los que llegaron a conformar el grueso de los
estudiantes movilizados. Serán justamente esos agrupamientos micropolíticos el campo de
ensayo de la revolución pingüina. Es acá donde los secundarios ya venían cuajando una
33
Será precisamente a partir de la irrupción de los feminismos que se revela la importancia del cuerpo y la
necesidad de re-ubicarlo al interior de relaciones sociales. El cuerpo, especialmente el cuerpo de mujer, ya no
se nos aparece como un compuesto orgánico que se desarrolla con independencia de los avatares de lo social.
Por el contrario, el cuerpo es el lugar de enquistación de significaciones, interpretaciones, juegos de poder
que lo entienden, lo significan y lo ubican en distintas posiciones de subordinación. El cuerpo al ser inscrito
en lo social (y siendo tensionado por las relaciones de poder que cruzan a éste) aparece como campo de
disputa y de empoderamiento; disputa en tanto debe enfrentarse a las ideologías, técnicas y tecnologías que lo
intentan disciplinar para normalizarlo y hacerlo productivo; campo de empoderamiento en tanto territorio
abierto re-significaciones e intervenciones. Cuando el territorio moderno, y todo su institucional
socializadora, se desmorona, pareciera que es el cuerpo uno de las nuevas regiones a ocupar.
practica de la no representatividad, de la horizontalidad, del trabajo en asambleas, de la
relación con los medios de comunicación, con las autoridades de gobierno, de la
comunicación vía chat, coordinación de marchas a través de mensajería celular,
información de acuerdos por blogs. Serían en los espacios invisibles de la cotidianidad
donde, rompiendo con los miedos de la post-dictadura, se cuajó la irrupción del ‘mayo
chileno’.

Por último. El nuestro ya no es el tiempo en que los dispositivos de control, se


ejecutan privilegiadamente en los espacios de encierro, sino que fundamentalmente en los
espacios abiertos; de la circulación y el acontecimiento. Es acá donde el capitalismo tiene el
imperativo, antes de producir cosas, de producir sujetos. Que logre o no producirlos a la
exacta medida de sus requerimientos es, justamente, lo que configura las luchas sociales
contemporáneas. Será, por tanto, en este lugar, el de las ‘formas de vida’, donde se
configura el campo de lucha, de la táctica y la estrategia. Será, pues, el dialogo y el
fortalecimiento de estas experiencias que re-pueblan lo social, la urgente tarea que se le
impone a la nueva intelectualidad que re-puebla la academia. El mantenerse al margen de
estos procesos sólo significará el enclaustramiento marginal de una academia que se
pretende descriptora y participe de lo social.

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