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María Luisa Mar2nez Robles


Jesús realiza su presencia a través de los sacramentos.
La Iglesia nos ayuda a salvarnos mediante los sacramentos.
Hay algunos que podemos recibirlos muchas veces, otros solamente
una vez.
Nos aumentan la gracia, es decir la unión con Dios y la fe para salvarnos
y vivir eternamente.
Jesús insHtuyó los sacramentos.
El bauHsmo cuando Él mismo fue bauHzado por Juan y dijo “Id y bauHzad”.
La confirmación cuando les dijo a sus discípulos que fuesen a predicar el Evangelio.
La penitencia cuando les dio poder a apóstoles para perdonar los pecados.
La Eucaris2a cuando bendijo el pan y el vino el día de Jueves Santo.
La Unción de enfermos curando los apóstoles ungían con aceite
a muchos enfermos y los curaban.
El orden sacerdotal cuando dijo en la úlHma cena “Haced esto en memoria mía”
El matrimonio cuando bendijo el vino en las bodas de Caná
LOS SACRAMENTOS.
Jesús se encuentra especialmente presente cuando nos reunimos los
cristianos para celebrar los SACRAMENTOS, que son siete.
• BAUTISMO..............................nos hace nacer a una vida nueva.
• CONFIRMACIÓN.....................nos fortalece para ser buenos
cristianos.
• PENITENCIA...........................perdona los pecados.
• EUCARISTÍA...........................alimenta la vida divina del alma.
• UNCIÓN DE ENFERMOS.......prepara a los enfermos ante la muerte.
• ORDEN SACERDOTAL.........consagra a los hombres como sacerdotes.
• MATRIMONIO...........................une para siempre delante de
Dios a un hombre y a una mujer.
La Sagrada Escritura nos anuncia la insHtución
de ellos:
• BauHsmo (Mt 28, 19),
• Eucaris2a (Lc 22, 19-20); 1 Cor 11,
23-26)
• Penitencia (Jn 20, 22-23);
• Confirmación (Hecho 8, 15-17);
• Unción de los enfermos (Stgo 5, 14-15);
• Matrimonio (1 Cor 7, 39; Ef 5, 31-32);
• Orden Sagrado, por la cual algunos reciben
poderes sacerdotales (He 6, 6;
1 Tim 4,14; 5,22; 2 Tim 1, 6
JUGAMOS
Recortamos los sacramentos y sus acciones. ReparHmos a cada niño un sacramento, a otro
una acción y a otro el dibujo correspondiente. Deberán formar el nombre,
la acción y el dibujo de cada sacramento. Recortamos las imágenes de la página siguiente.
EN LA GRANJA
Había una gran actividad en la granja. Los patos nadaban en la charca. Los cerdos
buscaban comida. En el establo las vacas dormían esperando que el granjero fuese a
ordeñarlas.
Era una granja pequeña, en medio del campo. No vivían muchos animales y eran
cuidados con esmero.
La gallina estaba incubando unos huevos para que salieran nuevos polluelos.
El hijo del granjero preguntó a su padre cuando llegaría el momento de que rompiesen
el huevo y salieran. Era necesario un tiempo para que con el calor que la gallina
proporcionaba a sus huevos estuviesen preparados para que saliesen los pollitos.
El niño era algo impaciente. Cogió dos huevos de los que estaban a punto de romperse,
pensó que sería bueno que ayudase al pollito a abrir el cascarón. Con mucho cuidado
despegó pequeños trozos de la cáscara del huevo hasta que apareció el pico del
polluelo. Las alas estaban unidas al cuerpo, apenas podía moverlas. El niño poco a
poco fue sacando al pollito hasta que se desprendió por completo de su envoltura.
Su desilusión fue grande cuando pudo comprobar que no era capaz de mantenerse de
pie. Sus alas estaban encogidas incapaces de moverse, sus patas no podían moverse
porque todavía no tenían fuerza para levantar su cuerpo.
El niño pretendía ayudar y lo que consiguió fue todo lo contrario.
Mientras tanto el otro huevo fue rompiéndose. Poco a poco fue abriéndose un orificio
por el que iba saliendo el otro pollito, hasta que al final tambaleándose apareció por
completo, deslizándose a pequeños saltitos.
CONCLUSIÓN
El niño, con su mejor intención, no comprendió que todo ser necesita estar preparado y ser fuerte para
enfrentarse a las dificultades.
Nosotros somos como los pollitos, necesitamos obstáculos para mejorar y superar nuestras dificultades.
Si Dios consintiese que nuestro camino fuese fácil, sin hacer ningún esfuerzo, seríamos débiles y ante
cualquier problema estaríamos limitados.
No debemos esperar que nos lo den todo resuelto sin ningún esfuerzo por nuestra parte. Así no
conseguiremos nada.
Hay que ser valiente, enfrentarse sin miedo a las dificultades e intentar superarse cada día.
Por eso no siempre que le pedimos a Dios ayuda, nos la da, porque entonces no haríamos un esfuerzo
para mejorar.
Dios nos ha dado la libertad para hacer las cosas bien o mal. Él no tiene la culpa de las guerras, ni del
hambre en el mundo. Solo quiere el bien para las personas. Son los hombres los que, cómo Adán y
Eva, no supieron seguir el camino que Dios les había enseñado. Por eso vino Jesús, a enseñarnos
cómo debíamos vivir.

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