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80grados.net/isla-latina-la-anexion-en-tiempos-de-decadencia/
¿Quiere todo esto decir que Puerto Rico se ha asimilado o integrado a los Estados
Unidos? La pregunta se basa en el sentido de unión sin fisuras que el anexionismo
puertorriqueño le da a su ideal de asimilación. La idea que tienen los anexionistas sobre
los Estados Unidos complementa la idea de ese país sustentada por su bloque étnico
anglosajón históricamente preponderante, para el cual asimilarse es asumir en lo
principal los códigos socio-culturales anglosajones y subordinar cualquier diferencia
cultural y racial a la dominancia del modelo WASP (White Anglo-Saxon Protestant –
Blanco Protestante Anglosajón) vigente. Al interior del anexionismo existió un
planteamiento de reconocimiento de la diferencia dentro de la unión llamado “estadidad
jíbara”, pero éste nunca se convirtió en postulado del movimiento y tampoco se puede
decir que realmente cuestionara el esquema de homogenización o asimilación en que
las diferencias con respecto al modelo dominante se toleran siempre que se mantengan
subordinadas y sujetas a una transición virtual al mismo. Si asimilarse es seguir ese
modelo de homogenización con diferencia subordinada y transicional , Puerto Rico no se ha
“americanizado” por esa vía, sino por la vía de la latinización, en la medida en que se ha
articulado a los complejos procesos de las comunidades latinas de Estados Unidos. Se
puede decir que en muchos aspectos Puerto Rico se latiniza más mientras más se
“americaniza”. Si bien casi no compartieron con los demás latinoamericanos las
experiencias relativas a la época de las independencias, los boricuas sí comparten la
experiencia actual de grandes sectores de la población latinoamericana contemporánea
en el éxodo al norte donde se convierten en latinos. Como se sabe, los procesos socio-
políticos de las comunidades latinas en EEUU son muy complejos. Los latinos constituyen
la minoría más grande y de mayor crecimiento en ese país. Su enorme impacto
demográfico y muchas otras tendencias apuntan a una reorganización amplia de la etno-
democracia estadounidense que dista mucho del modelo de la unión homogenizadora
subordinada al bloque anglosajón. En otras palabras, los latinos de hecho se
“americanizan”, pero con ellos el proceso de “americanización” conduce a una “America”
plural no-blanca y no soñada por los patriarcas de la nación bautizada con tal nombre. Es
difícil predecir la dirección futura de ese proceso, pero sí es evidente que cualquier
reconfiguración de las correlaciones de dominancia étnica pasará por los conflictos
propios de una colonialidad interna racializada donde se juega la suerte del modelo
mantenido hasta ahora.
Y este potencial de cambio emerge en una época en que la primacía global de Estados
Unidos empieza a declinar dramáticamente. Muy pocos analistas dudan ya de la pérdida
de la hegemonía económica y política de los EEUU. Lo que se discute es si se está
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desarrollando un declive gradual con posibilidad de “control de daños” o una bajada en
escalones con colapsos parciales sucesivos. En la mayoría de los casos se descarta el
escenario apocalíptico de “colapso del imperio”, vislumbrándose más bien una
estabilización tipo país grande cuyo mero tamaño viabiliza una importancia relativa
indefinida. Es difícil saber por cuanto tiempo a un país pequeño como Puerto Rico le
conviene vivir tan enchufado a un país grande en decadencia. Al sopesar esto se debe
tener en cuenta que dadas las enormes diferencias de escala existentes entre los países
del Caribe y uno de los estados más grandes del mundo, aún con una pérdida de
influencia político económica significativa, se mantendría en la región caribeña la virtual
preponderancia que tiene todo país grande sobre otros pequeños.
En fin, es a esa realidad compleja que se suma Puerto Rico como pueblo latino de los
Estados Unidos. Cabe añadir que la entrada en declive de la “gran nación americana es
otro aspecto más de la “americanización” un tanto anticlimática de Puerto Rico, que se
desvía bastante del ideal anexionista. El ideal anexionista no anticipaba que Puerto Rico
se latinizaría al hacerse más “americano” en lugar de “blanquearse” según el modelo
anglosajón, ni mucho menos contemplaba ese anexionismo el ocaso, sobre todo
económico, de la “gran nación”. Es irónico que en el siglo diecinueve los incondicionales
del dominio español juraran lealtad a un imperio en decadencia y que también en el
siglo veintiuno los incondicionales de la asimilación juran lealtad a otro imperio en
declive. Las élites puertorriqueñas tienen un gran talento para ser “hijas predilectas” de
los imperios cuando estos ya dejan de existir como tales.
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