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PRIMERA COLUMNA - LA LEY - KEVIN PREVOST

Pues, vamos a hablar de la primera columna que es la ley, lo cual nos enseña el problema.
La ley nos enseña nuestro problema.

Me acuerdo cuando estaba evangelizando - eso fue hace muchos años - tomando un café
con cuatro hombres. Y estaba hablando cómo Jesús podría llenar nuestro vació en el
corazón, cómo podría darnos un propósito, darnos la seguridad que después de la
muerte iríamos al cielo y una relación personal con Dios.

Pues uno de ellos me hizo la pregunta: ¿Y Dios te habla? Porque yo estaba hablando de
una relación personal con Dios. Entonces le contesté: Pues, sí a veces me habla. Ellos se
partían, se partían de risa de que Dios habla a un hombre. Eso es de locos.

Cuando estaba allí en ese bar, tomando café con ellos, y se partían, sabes, no me sentía
rechazado, ni humillado. Me sentía muy frustrado, algo que había sentido muchas veces
durante mi vida evangelizando. En mi corazón, yo estaba clamando a Dios. Dios, estoy
haciendo algo mal en el evangelismo. En este momento, me hizo recordar el versículo
que viene de Juan 16:8: Cuando Él - el Espíritu Santo - venga, convencerá al mundo del
pecado, de justicia, y del juicio. Y el Señor me habló tan claramente. Dice: Si quieres ver
un mover del Espíritu Santo cuando estás testificando, tienes que quedarte con las tres
áreas: el pecado, la justicia, y el juicio venidero.

Y me di cuenta de que el Espíritu Santo estaba allí en ese bar conmigo cuando estaba
evangelizando, pero tenía - por decirlo así - los brazos cruzados. Porque yo estaba
hablando de una relación con Dios y que iba a llenar el vacío del corazón, y eso no podía
ayudarle con su trabajo de convencer del pecado, de justicia, y del juicio.

Pues, un poco después me vino este versículo que llegó a ser como un fundamento para
mi evangelismo. Porque estaba frustrado y quería cambiar. Entonces, ¿cómo convence el
Espíritu Santo de pecado, de justicia y del juicio? Pues, en Gálatas 3:24 dice: De manera
que la ley ha sido nuestro ayo para llevarnos a Cristo a fin de que fuésemos justificado
por la fe.

Vemos que Dios mismo encargó los Diez Mandamientos para llevarnos a Cristo, como
guía para llevarnos a Cristo. Y cuando evangelizamos usamos la ley, los Diez
Mandamientos, y así damos oportunidad al Espíritu Santo a hacer su trabajo.

Quiero daros un par de razones porque Dios encargó los Diez Mandamientos para
llevarnos a Cristo. La primera cosa que vemos que la Biblia nos enseña que somos
culpables de haber pecado contra Dios. El versículo bien conocido, Romans 3:20, “por
medio de la ley es el conocimiento del pecado.” Y Romanos 7:13 dice: “a fin de que por
el mandamiento, el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.” Si alguien no ve su
pecado como sumamente pecaminoso, no va a arrepentirse de ello. Y la cosa es, sin
arrepentimiento, no hay perdón de pecado. Entonces cuando usamos la ley, damos al
Espíritu Santo la oportunidad de hacer el pecado sumamente pecaminoso, o sea, algo
muy grave, muy grave para la persona.

Y usamos los Diez Mandamientos sencillamente por preguntar a las personas si han roto
algunos de los mandamientos. Como, No Robarás. Damos ejemplos a las personas como
robamos, si has subido al metro o autobús sin pagar, si has tomado monedas del bolso
de tu madre sin preguntarle, o has llevado algo del trabajo. Y dejamos que la persona
conteste “inocente o culpable”. Pero lo que estamos exponiendo es la ley, los
mandamientos, dando al Espíritu Santo algo que Él puede usar para hacer el pecado
como algo muy grave.

Lo que buscamos en el evangelismo más que cualquier cosa, es la convicción del pecado.
Esa convicción de pecado aclara todo. Para mí, la convicción del pecado es como el
diamante del evangelismo. Lo que hace la convicción, tiene muchas facetas y aclara
tantos asuntos acerca del pecado, del perdón, de la necesidad de un Salvador.

La convicción que viene por medio del Espíritu Santo te hace sentir muy culpable, pero a
la vez te da esperanza. Y he visto que muchos creyentes están un poco nerviosos acerca
de ese convicción de pecado, pero realmente es lo que necesitamos.

Piensa en tu propia vida cuando has sido convencido del pecado. Te sientes como un
gusano, pero al mismo tiempo tú sabes que Dios está intentando ayudarte. Te da
esperanza. Pues lo mismo sucede con los inconversos cuando el Espíritu Santo les
convence del pecado.

Cuando yo empecé a usar los Diez Mandamientos, no me gustaba. Me sentía molesto


por dentro cuando estaba usando los Diez Mandamientos. Y yo preguntaba a Dios, estoy
haciendo lo que me has enseñado, de usar los mandamientos, pero no me gusta. ¿Por
qué no me gusta? Y me habló tan claramente: No te gusta porque hay una falta de amor
en tu corazón. Y cuando hay una falta del amor de Dios en nuestro corazón, no usamos
los Diez Mandamientos correctamente, y sentimos esta molestia por dentro. Y esa es la
motivación, ese amor de Dios en el corazón. Como Pablo dijo, “el amor de Cristo nos
compela.”

Otra razón porque Dios encargó la ley como dice en Gálatas 3:24 es “para llevarnos a
Cristo para que fuésemos justificados por la fe.” Pues, ¿cómo nos lleva a Cristo?

Pues, míralo así. Usando los Diez Mandamientos, Cristo está ahí, y estamos aquí, los
inconversos. La ley tiene la responsabilidad de llevarnos a Cristo. Esto me encanta. Nunca
me han dado esa responsabilidad de llevar a las persona a Cristo. La ley fue encargada
para llevarnos a Cristo.
Entonces haciendo preguntas a las personas, ¿has robado alguna vez? No. ¿Nunca has
subido al metro alguna vez sin pagar? Pues, eso sí. Pues eso es robar. Entonces soy
culpable. Y usamos “no matarás.” Yo nunca he matado a nadie. Pero Dios juzga lo que
hay en el corazón, y nos ha dicho si hay falta de perdón en el corazón es como si
hubiéramos matado a esa persona en nuestro corazón. Dios lo mira como un asesinato.
Entonces soy culpable.

Lo que hace la ley para llevarnos a Cristo lo hace por destruir toda la esperanza que
tenemos en nosotros mismos como buenas personas. Es el propósito de la ley: destruir
nuestra esperanza en nosotros mismos como buenas personas. Ya no tenemos esperanza.
¿Qué esperanza hay para mí para entrar en el cielo? Pues, Cristo entra y ya veo un
salvador, alguien que me puede salvar, ¿no? Y me agarro a Él. Eso es mi salvador, me
puede perdonar.

Es el propósito de la ley. No es mi responsabilidad convencer a alguien de pecado. Y


siempre hay que recordar esto. Es la obra del Espíritu Santo. Sacamos las leyes, damos
ejemplos, pero dejamos al Espíritu Santo hacer su obra. Si yo intento convencer a alguien
de su pecado, me pongo muy duro con ellos, más justo que nadie, como machacándoles.
Y eso te causa problemas. Deja al Espíritu Santo hacer su obra.

Cuando empecé a evangelizar, como “Cristo te ama. Dios te ama”, empezaba así, y me
acuerdo de una persona que alguien empezó a evangelizar así. “Jesús te ama tanto que
murió por ti.” Y la persona contestó: Pues, yo no se lo pedí. Y tiene sentido si alguien no
ve su pecado.

Entonces siempre empezamos con la ley. Como dice en Gálatas 3:24, “la ley nos lleva a
Cristo.” Hay un orden que seguir.

Porque hay mucha gente que cree en Cristo que no ha nacido de nuevo. Cuando sólo
usamos la parte del amor de Dios, Cristo te ama, ¿por qué no aceptas a Cristo?, hay que
tener mucho cuidado si saltamos la ley en vez de buscar esa convicción de pecado en
primer lugar. Porque podemos terminar haciendo creyentes en Cristo que no han nacido
de nuevo. ¿Cuántas personas hay que creen en Cristo que no han nacido de nuevo?

Por eso, esa convicción de pecado es como el diamante; es tan importante; pone todo
en orden y da mucha luz en muchas áreas.

Esa ley, la ley, los Diez Mandamientos, esa convicción de pecado prepara el camino para
el señorío de Jesucristo en nuestras vidas. Así como vemos en el ministerio de Juan el
Bautista. Juan el Bautista usaba los Diez Mandamientos, y Jesús dice de él en Juan 5,
versículo 35, dice: Juan era como antorcha que ardía y alumbraba y vosotros quisisteis
regocijaros por un tiempo en su luz. Vemos que la gente se gozaba al escuchar a Juan y
Juan usaba los Diez Mandamientos. Pero Juan estaba lleno del Espíritu Santo y del amor
del Padre, de Dios, cuando usaba la ley. Y nunca deberíamos tener temor de usar la ley si
la usamos con amor, con compasión.

Pues vemos otra razón por la que Dios encargó la ley también es para llevarnos a Cristo.
Porque está escrita esta ley en el corazón de cada persona. Como dice en Romanos 2:15,
“Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia.”
Los Diez Mandamientos están escritos en cada corazón de cada persona en el mundo.
Eso debería ser una pista para nosotros que Dios quiere que usemos los mandamientos
cuando estamos evangelizando.

Y también nos da una gran esperanza. Si los mandamientos están escritos en cada
corazón, quiere decir que podemos testificar con eficacia a cada persona si apuntamos al
corazón. Piénsalo así. La ley está escrita en la conciencia o en el corazón de cada
persona, y la convicción de pecado sucede en el corazón de cada persona, y como
vemos en Romanos 10, que con el corazón uno cree para salvación. Entonces, siempre
estamos apuntando al corazón por medio de la ley. Usamos los Diez Mandamientos como
flechas para dar en el blanco. Y así podemos ser eficaces en el evangelismo. Y no
tenemos que sentir intimidados por nadie, si apuntas al corazón, a la ley que está escrita
allí.

En Romanos 3:19 dice: “la ley tapa toda boca y todo el mundo queda bajo el juicio de
Dios.” Por eso cuando usamos la ley, podemos ser eficaces. Y hace el evangelismo
sencillo, y a la vez, eficaz si apuntamos al corazón de cada persona usando los Diez
Mandamientos. Si empiezas a apuntar a su intelecto, ya te metes en un lío, porque no hay
fin de los argumentos y justificaciones. Pero apuntando al corazón ya aclara todo y hace
el evangelismo eficaz y sencillo.

La convicción del pecado resuelve tantos problemas en el evangelismo. Porque cuando


alguien está delante de un juez, le da igual todas las otras cosas en el mundo, si hay
marcianos viviendo en otras planetas, y cosas así, y cuanta gente hay, los hambrientos en
África, ¿qué hay de ellos? Cuando alguien está delante de un juez, y sabe que es
culpable, solamente busca una solución. ¿No habrá una esperanza para mí? ¿No hay
salida? Y así es cuando podemos presentar a Cristo.

Y vemos realmente toda la ley, cómo usar la ley, en el versículo de Gálatas 3:24. “De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, o maestro, para llevarnos a Cristo a fin de que
fuésemos justificados por la fe.” La ley nos lleva a Cristo. Prepara el corazón para el
señorío de Jesucristo. Y Dios ha puesto esa ley en cada corazón. Nos ha hecho el trabajo
fácil si apuntamos al corazón usando los mandamientos.

Señor, te damos gracias que has ido delante de nosotros y has puesto la ley, los Diez
Mandamientos, en cada corazón de cada persona. Ayúdanos a apuntar al corazón usando
tus mandamientos y ver la obra del Espíritu Santo para traer esa convicción de pecado,
preparando el camino para el señorío de Jesucristo. Por eso te damos las gracias. Amén.

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