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Este ensayo tiene el propósito de dar una mirada al modo en que se ha abordado la
historia del Grito de Lares en la historiografía puertorriqueña. Con esto observo las tendencias
teórico-metodológicas que han ejercitado varios autores de diverso calibre. Los textos escogidos
incluyen cinco libros, cinco folletos y varios capítulos en sendos libros de historia general de
Puerto Rico. Los libros principales o, como dijera Francisco Moscoso, los más “ampliamente
documentados",1 tienen nueve décadas entre sí. El primero es el libro Historia de la insurrección
de Lares de José Pérez Moris y Luis Cueto publicado en 1872. El Segundo, de 1986, lleva por
título El grito de Lares: sus causas y sus hombres de Olga Jiménez de Wagenheim. También
entre estos consulté el trabajo de Vicente Géigel Polanco titulado, El grito de Lares: gesta de
heroísmo y sacrificio. Asimismo consulté la compilación de ensayos que lleva por título Siete
voces hacia el grito de Lares y finalmente el libro de Francisco Moscoso; Clases, revolución y
libertad: Estudios sobre el grito de Lares de 1868. Este volumen aglutina diez ensayos que este
En cuanto a los folletos los mismos son: El grito de Lares de Lidio Cruz Monclova;
Acercándonos al grito de Lares de Antonio Rivera; Lares: Apuntes para una historia de Juan
ángel Silén; El significado histórico del grito de Lares de Eugenio Fernández y el cuaderno de
cultura no. 11, del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), titulado La revolución
1
Francisco Moscoso, La revolución puertorriqueña de 1868: el Grito de Lares, (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 2003), 8.
!1
puertorriqueña del 1868: el grito de Lares de Francisco Moscoso. Por otra parte, he consultado
también los capítulos VII, VIII, XII y XIII del volumen I de la Breve historia de Puerto Rico de
Loida Figueroa. Junto a estos, hice lectura del capítulo titulado “Hacia el Grito de Lares…” del
En general las obras consultadas comienzan, en mayor o menor grado, con un preámbulo
de antecedentes históricos. Con estos antecedentes los autores pretenden, en unos casos poner en
contexto a los lectores, en otros pretenden establecer razones y motivos para el grito. La primera
obra dedicada al tema del grito de Lares fue producida por José Pérez Moris y Luis cueto
publicada apenas cuatro años después de los sucesos de Lares. Estos autores son abiertamente
documentales no se debe olvidar que fue escrita por un protofascista, como le llama el profesor
Al igual que otras obras consultadas, Pérez Moris inicia su libro con una “narración
siglo XIX. Gran parte de la obra está dedicada al desprestigio del liberalismo reformista
decimonónico y a “relatar con exactitud hasta qué punto fructificó en esta tierra la semilla del
2Lidio Cruz Monclova, El Grito de Lares, Libros del pueblo (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1968), 31.
3Kenneth Lugo del Toro, comentarios preliminares en Historia de la insurrección de Lares, por José Pérez Moris y
Luis Cueto (Río Piedras: Editorial Edil, 1975), 7.
4
José Pérez Morís y Luis Cueto, Historia de la insurrección de Lares, (Río Piedras: Editorial Edil, 1975), 16.
!2
que se evitara la implementación de la constitución liberal española en la Isla.5 Con tal de
desmentir la propaganda oficial, la cual aseguraba no hubo ni había separatismo en la isla, Pérez
Morris logró recopilar y publicar datos y documentación que transformaron al libro en una fuente
primaria para historiadores del siglo XX. Entre los datos más importantes en la citada obra se
reclutamiento y la composición de las mismas. En todas las obras posteriores entorno al Grito de
Lares se cita esta información develada por Pérez Morris al punto en que ha pasado a ser canon
fuera de la corriente positivista, sugiere la existencia de otras sociedades que Pérez Moris no
pudo identificar. Moscoso señala que el Expediente sobre la Revolución de Lares, 1868-1869,
sugiere que Adolfo Betances, hermano menor del Dr. Betances, era el jefe de la Junta
Revolucionaria de Yauco. 6 Añade que las autoridades españolas sospechaban que en Ponce se
ubicaba la Junta Revolucionaria Lanzador del Sur, dirigida por el Dr. Rafael Pujals. Pérez Moris
aseguraba que aunque el Juez Navascués “no logró descubrir sino algunas de las muchas
asociaciones que existían”, por asociación y sentido común, si había un Comité Lanzador del
Norte, “con toda seguridad que en otra parte” debía de haber un Lanzador del Sur.7 Moscoso
asegura que tanto Adolfo Betances como el Dr. Pujals, así como Carlos E. Lacroix, “demostraron
5
Ibíd.
6Francisco Moscoso, “La Junta Revolucionaria de Yauco y Adolfo Betances”, en Clases, revolución y libertad:
Estudios sobre el Grito de Lares de 1868, (Río Piedras: Editorial Edil, 2006), 67-69.
7
Perez Moris y Cueto, 96-97.
!3
tener una capacidad revolucionaria de primer orden”8 que les permitió burlar los interrogatorios
del Juez Navascués y proteger la secretividad de las sociedades. La manera que Moscoso maneja
sagacidad (al cooperar con las autoridades, al contestar solo lo necesario para decir la verdad y al
mismo tiempo negar ser parte del proyecto separatista) de estos revolucionarios para no proveer
información al adversario.
De vuelta a Pérez Moris y Cueto, la razones primordiales que alegan éstos en el libro para
Santo Domingo y Venezuela. Aluden que las sociedades secretas se organizaron a raíz de la
insurrección del resto del continente americano”10 de influenciar a los desafectos y extranjeros
mal agradecidos. Es por esto su insistencia en identificar despectivamente a los líderes del Grito
con gentilicios tales como; el venezolano, el dominicano o el norteamericano, entre otros. Llama
la atención que esta práctica, de resaltar un origen extranjero entre varios líderes revolucionarios,
ha sido reproducida por Lidio Cruz Monclova, Loida Figueroa, Juan Ángel Silén y otros. Me
parece necesario que se indague si esto se continúa haciendo por razones de uso y costumbre, por
que todavía subsiste como expresión de desprecio o, en último caso, a manera de orgullo
8
Moscoso, “La Junta Revolucionaria…”, en op. cit., 69.
9 Perez Moris y Cueto, 21.
10
Ibíd., 23.
!4
latinoamericano. Quien único, entre los autores estudiados en este ensayo, cuestiona esta
Esta práctica lo que ha hecho es promover la demagogia del gobernador Pavía, y de Pérez
Moris, que aseguraban que en Puerto Rico la mayoría de sus “hijos es fiel y adicta a la
con la sumisión, la docilidad y la indolencia; aduce que la acción revolucionaria fue producto de
agentes externos. Por el contrario, Olga Jiménez alega que las olas migratorias evitaron el
desarrollo de una élite criolla que tuviera el poder económico y de convocatoria necesarios para
ponerle fin al yugo español.13 En otras palabras, Jiménez concuerda con Loida Figueroa en que
Figueroa que con esta ley Fernando VII “consiguió de los puertorriqueños, exceptuando, claro
Jiménez añade a su interpretación que “la penuria económica de los que conspiraban” no
les permitió acceder al sector acomodado.16 Con todo esto, podemos decir que la doctora
11Moscoso, La revolución…, 73. “Para un análisis de clases del Grito de Lares”, en Clases, revolución y libertad:…,
18-19.
12 Pérez Moris, 73.
13Olga Jiménez de Wagenheim, El grito de Lares: sus causas y sus hombres, (Río Piedras: Ediciones Huracán,
1992), 229.
14
Loida Figueroa, Breve historia de Puerto Rico, (Río Piedras: Editorial Edil, 1979), 1:155.
15 Ibíd., 1:156.
16
Jiménez, 229.
!5
Jiménez reproduce el discurso conservador sobre extranjeros desagradecidos, desafectos,
empobrecidos y con ambición y sed de mando, argumento que Pérez Morris defiende en su
escrito.17 A lo dicho por Jimenez, Moscoso contesta que la autora no logra probar en ningún
momento su tesis18 y que con sus propios datos la autora se contradice. Otro aspecto
contradictorio del trabajo de Jimenez es que asegura que “[a] pesar de que sus seguidores eran en
de estas clases como tales”.19 No obstante, de acuerdo con Moscoso,20 las tablas presentadas por
la doctora Jiménez demuestran que los líderes sí lograron aglutinar los sectores más importantes
del país para llevar a cabo una revolución; tanto política como social. En este punto me veo
obligado a decir que Olga Jiménez cometió un grave error metodológico al no interpretar
correctamente los datos que ella misma manejó y publicó en su obra. Otro de los errores de
interpretación que comete Jiménez se evidencia cuando dice que el liderato revolucionario no le
Por el contrario, y de acuerdo con Moscoso, la élite criolla sí estaba presente y activa.
Asimismo debemos considerar que para el momento histórico, en el que se produce el Grito,
tanto a jornaleros como a esclavos, las propuestas de “abolición de las relaciones de producción
bajo las cuales se les explotaba” deben haber sido muy tangibles.21 Moscoso resalta esta postura
!6
como un error teórico y metodológico por parte de Jimenez y subraya que por «tangible», el
investigador positivista (en este caso Jiménez) se refiere a la satisfacción inmediata. Y es que
independiente, libre del vasallaje y la esclavitud, no pone final a la lucha de clases sino que abre
la puerta a nuevas relaciones de producción (las cuales también llevarían a la explotación de los
trabajadores emancipados) no hubiese llegado a tal conclusión. Por tanto, los trabajadores
habrían tenido que continuar luchando por su reivindicación dentro de la república burguesa ya
entrado el siglo XX. Cruz Monclova, sin embargo, sugiere (entre líneas) que la renuencia del
sector liberal a “las transformaciones bruscas”, “la diferencia de aspiraciones entre uno y otro
sector” y, por consecuencia, el rechazo del sector liberal al proyecto de Betances fue una razón
contundente para el fracaso.22 Aunque le reconoce méritos a los esfuerzos de los separatistas en
algunas damas”; enfatiza en que la propaganda “se desenvolvió con harta lentitud.”23 Cruz
Monclova resalta también que la campaña colonialista fue tan efectiva que la gente entendía la
independencia como “desorden, crimen y rapiña” o se tomaba con apatía. Estas expresiones
sugieren que para Cruz Monclova el intento fue fútil y nuevamente resalta la interpretación
22Lidio Cruz Monclova, El Grito de Lares, Libros del pueblo (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1968), 9.
23
Ibíd., 10-11.
!7
Por su parte, el ensayo de Germán Delgado Pasapera, incluido en el citado libro editado
por el Congreso Nacional Hostosiano, aunque defiende que la derrota de la revolución del 1868
fue a causa de “una suerte de situaciones imprevistas, descuidos y hasta posibles casualidades”.25
Es como si las causas para la “derrota” hubieran estado en manos del acaso. Por el contrario,
considera que el movimiento revolucionario era uno que “contaba con una eficiente organización
con poder de convocatoria y apoyo del pueblo”.26 Lo que cualquiera puede entender de estos
tenido mala suerte hubieran logrado su cometido. Pero si el movimiento estaba eficientemente
Moscoso también elabora sobre las posibles causas para que el levantamiento no tuviera
el éxito esperado. En Clases, revolución y libertad… indica que fue más probable que “hubo
una falla en la sintonía” entre las sociedades secretas y el Comité Revolucionario, por la salida
rescate del presidente de la sociedad Lanzador del Norte, cuando las condiciones eran propicias,
o por qué no se tomó San Sebastián en la noche. Lo que intenta plantear el historiador es que se
cometieron errores tácticos y estos sumados al problema de comunicación, son causas más
24German Delgado Pasapera, “Significado de Lares en la lucha por la liberación nacional”, en Siete voces…, (San
Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 75.
25
Delgado Pasapera, “Significado de Lares en la lucha…”, en Siete voces…, 79.
26 Ibíd., 81.
27
Moscoso, “Acerca de las causas…”, en Clases, revolución y libertad:…, 52-56.
!8
coherentes para la derrota de los revolucionarios.28 En torno a la batalla de El Pepino, Loida
Figueroa comenta que “los hechos reseñados demuestran que no fueron ellos [Rojas y su tropa]
para no haber tomado el cuartel fue la cobardía de Ibarra y Cebollero quienes delataron a sus
compañeros.29
puertorriqueña, este autor propone que los antecedentes se ubican en las postrimerías del siglo
XVIII. Los tres elementos principales a los cuales Silén dirige la atención son: el nacimiento de
los Estados Unidos de América, la extensión de los ideales de la revolución francesa al Caribe y
el establecimiento de la República de Haití en 1804.30 Estos, señala Silén, junto a una serie de
abolición de la esclavitud en siglo XIX. Tales levantamientos son, afirma el autor, “la primera
etapa de las lucha de independencia que se iniciarán en la primera mitad del siglo XIX”.31 Silén
entiende que el análisis económico y tecnológico del Caribe español (lo cual define las relaciones
sociales), en contraste con las islas vecinas bajo otras metrópolis —inclusive con las colonias
continentales— es la vía para entender el proceso histórico. Entre las obras estudiadas, este
autor es el único que propone un estudio de los efectos globales y regionales sobre el proceso
28 Ibíd., 58 y 60.
29Loida Figueroa, “Grito de Lares: Ángulos inadvertidos sobre un tema al parecer trillado”, en Siete voces hacia el
Grito de Lares, editado por Congreso Nacional Hostosiano (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 59.
30Juan Ángel Silén, “Hacia el Grito de Lares…” en Historia de la nación puertorriqueña, (Río Piedras: Editorial
Edil, 1980), 91-92.
31
Ibíd., 93.
!9
histórico de Puerto Rico que desembocan en el Grito de Lares. Sin embargo, en momentos
también postula la influencia de la inmigración desde las recién liberadas colonias americanas
sobre las tendencias políticas en la Isla. Al citar la obra de Lidió Cruz Monclova, Historia de
Puerto Rico (Siglo XIX) Tomó I, Silén concuerda con Cruz Monclova y con Jiménez, en cuanto a
Silén también coloca, como antecedente del Grito, las Instrucciones que entregaron los
cabildos a Ramón Power y Giralt. Dice Silén que tales Instrucciones “representan la primera
manifestación de una incipiente conciencia nacional”.33 A las Instrucciones del Cabildo de San
Germán las llama germen de un espíritu separatista pero utiliza el término de modo que parece
de 1868: el Grito de Lares, una robusta parte que titula “Fermento revolucionario de
1809-1812”. Moscoso interpreta las Instrucciones como “el equivalente a un Programa Político
elemento histórico de manera tan distinta. El primero lo llama «germen», lo que implica origen,
embrión o principio; el segundo lo llama «fermento», es decir, una causa, motivo o influjo que
32
Silén, 96-97.
33 Ibíd., 99.
34
Moscoso, La revolución…, 15.
!10
agita o altera y que induce a la realización de un proceso. Silén lo considera incipiente, mientas,
Ahora bien, Moscoso sustenta su postura comparando las exigencias de las Instrucciones
con instituciones políticas, tanto públicas, sociales y económicas, que hoy reconocemos como
fundamentales para un país libre y democrático; empero estas mismas instituciones pueden bien
Instrucciones sangermeñas.
Moscoso critica a Cruz Monclova por haber pasado por alto el Expediente de 1812-14 y
por acomodar la interpretación a la visión reformista.36 Comenta Moscoso que con tal de
esculpir la imagen de Power, como el primer prócer del autonomismo, Cruz Monclova “apunta
fuera de contexto y sin mayor análisis” que el escribano Juan Eloy Tirado, mientras estuvo preso
e imputado de conspirar, declaró que Power no se haría cargo de tal petición por la misma ir en
contra de su juramento. Del mismo modo podemos hacer igual señalamiento a Loida Figueroa
que en su Breve historia… reproduce la interpretación de Cruz Monclova. Ahora bien, Figueroa
35 Ibíd.
36
Moscoso, La revolución…, 16.
!11
difiere de éste en la interpretación del texto de la Instrucción. Alega Figueroa que Cruz
Monclova erróneamente entiende que en la frase: “pero si por disposición Divina (lo que Dios no
la Junta. Figueroa considera que el mencionado adjetivo más bien se refiere a la dinastía
borbónica, pues “la obligación de los puertorriqueños era hacia el Rey y hacia su dinastía”.37 Me
parece que esta distinción es exigua, en tanto que la Junta gobernaba en nombre de Fernando VII
y para los efectos prácticos el rey y su dinastía, al estar bajo secuestro por parte de Napoleón,
fácilmente perdería el “poder” si dicha Junta quedaba derrotada por las fuerzas militares
napoleónicas.
sangermeña, Moscoso e Isabel Gutiérrez del Arroyo parecen estar de acuerdo. En el ensayo de
Gutiérrez, “Los antecedentes del Grito de Lares”, reproducido en Siete voces hacia el Grito de
Lares, la autora señala que la conspiración de 1812 “abortó al ser descubierta” y coincide con
Moscoso sobre la influencia negativa que tuvo la llegada de tropas españolas al puerto de
levantamiento). Gutiérrez no dedica mucho a este evento. Loida Figueroa, por su parte, lo
menciona en su Breve historia haciendo un relato de las Instrucciones, del rechazo de Ramón
Power a la petición, un tanto sediciosa, de San Germán y traza el desarrollo del separatismo en
las primeras tres décadas del siglo XIX. Para Figueroa el planteamiento de San Germán “no
entrañaba, en verdad, rebeldía alguna.”38 Aún así, la historiadora reconoce que hubo un
!12
sentimiento separatista pero que “su postura no se hizo patente en ese momento”, es decir en el
documento. Es interesante que Figueroa despache a los conspiradores de 1812 como personajes
motivados por “el interés de no pagar impuestos”.39 ¿Acaso no fue el lema “No taxation without
representation” una de las razones para la secesión de las Trece Colonias británicas? Se me
dificulta entender porqué a los puertorriqueños se les exige razones abstractas, más que a nadie,
para ser independentistas. Por su parte, Francisco Moscoso hace un profundo análisis
interseccional de diversas declaraciones en el Expediente así como las acciones de Power en las
cortes y las reacciones del gobierno colonial en la Isla, con lo cual logra comprobar que el
objetivo de la independencia estaba insertado, desde muy temprano, entre las aspiraciones de la
población criolla.
A pesar de las controversias que producen los libros de Pérez Morris y de Olga Jiménez,
el propio Moscoso, con actitud crítica, es quien identifica éstas como las únicas obras
documentadas, dedicadas exclusivamente al Grito de Lares, que han sido producidas hasta el
momento. En efecto, varios de los trabajos estudiados aquí no pasan de ser narrativas de los
sucesos. Por ejemplo, el caso del trabajo de Géigel Polanco es una mera reproducción de
documentos y de escritos de otros autores; como Carlos N. Carreras, Bolívar Pagán, Cruz
Polanco, a mi entender, cae en el engaño del mito y con tal de dar loas al movimiento
revolucionario y sus actores lo que hace es reproducir notas fantásticas. Ejemplo de ello es la
39
Ibíd., 1:168.
!13
como un hecho. Este mito es aclarado por la doctora Jiménez cuando menciona que Manuel
Rosado llamado “el Leñero” fue herido en el brazo durante la batalla de Pepino y su muerte fue
días después (el 2 de octubre) en la cárcel de Aguadilla.40 Esto también lo subraya Loida
Figueroa en un ensayo publicado en la sección “En Rojo” del semanario Claridad y que forma
parte del libro Siete voces hacia el Grito de Lares, titulado “Grito de Lares: Ángulos inadvertidos
En algunos de los folletos estudiados aquí, los cuales en su mayoría fueron publicados
con el fin de la divulgación popular, dentro del marco de la celebración del centenario del Grito,
se repiten otra serie de mitos. Eugenio Fernández en su El significado histórico del Grito de
Lares (el cual parece más una oda a Betances), coloca a Mathias Bruckman en el pueblo de Lares
en la tarde del 23 de septiembre como parte de los revolucionarios que tomaron el pueblo esa
noche. Géigel Polanco también se une a este error, sin considerar las repercusiones
historiográficas al citar lo escrito por Carlos N. Carreras (“Las fuerzas que comanda Matías
Bruckman llega a su destino como al medio día. […] Al frente de la tropa de insurrectos viene el
Lacroix, […] Rojas sale al encuentro de Bruckman y ambos caudillos, a caballo, se abrazan.”42).
40
Jiménez, 188.
41 Figueroa, “El Grito de Lares: Ángulos…”, en Siete voces…, 58.
42
Carlos N. Carreras, Betances, el antillano proscrito, (San Juan: Editorial Club de la Prensa, 1961), 75-76, en
Vicente Geigel Polanco, El Grito de Lares: gesta de heroísmo y sacrificio, (Río Piedras: Editorial Antillana, 1976),
23.
!14
Por su parte, Silén (en su folleto Lares: apuntes para una historia) reproduce los mitos de
una batalla en Lares, la presencia de Bruckman en la toma del pueblo y la muerte gloriosa de El
Leñero, aunque coloca a este último en El Pepino. Tanto Pérez Moris y Cueto, Cruz Monclova,
Jiménez de Wagenheim, Figueroa Mercado y Moscoso concuerdan con que Juan de Mata
Terreforte (llamado Ferrefort por Pérez Moris) fue quien dirigió a los insurrectos desde
Mayagüez hasta Lares y que Bruckman llegó a la casa de Manuel Rojas durante la mañana del
de la ciudadanía, es que ante esos ciudadanos los historiadores tenemos una suerte de autoridad
intelectual. Nuestro sistema educativo no nos estimula el pensamiento crítico y nos refuerza el
intelectuales dicen sin cuestionarlo. Por otro lado, en el ensayo de Loida Figueroa que mencioné
previamente, a pesar de su prometedor título, la autora divaga entre detalles y anécdotas de poca
importancia. La mayor aportación que hace con el mismo es desmitificar varios eventos en torno
al Grito, los cuales ya señalé anteriormente.43 Adicional a esto desmiente, de igual manera que
Olga Jiménez, el altercado que Pérez Moris y Cueto alegan se llevó a cabo entre Rojas y
En general los textos estudiados, cuando tocan los asuntos de clase, presentan a los
mayoría de los textos se encuentra en los líderes y en los hacendados. Esta es una de las críticas
!15
que hace Silén en el capítulo de su libro. Dice Silén, “La insistencia de algunos escritores de
equivocadas que han servido a la interpretación colonialista, para propagar su definición del
puertorriqueño”. 45 En otras palabras, esta práctica de tales escritores ha servido para reforzar la
idea del puertorriqueño sumiso. Otro aspecto que es importante señalar es que cuando los
autores usan el término «clase», cada cual lo define a su modo. Moscoso critica fuertemente la
flexibilidad con la cual otros historiadores manejan y definen las clases sociales y sus luchas.
Esto puede ser resultado de ignorancia, la influencia positivista o, en última instancia, simple
malicia. Por lo observado en los textos seleccionados, las luchas de clase presentes en el marco
del proceso revolucionario del 1868 son muy pocas veces tratadas desde la teoría marxista. De
acuerdo con Moscoso los historiadores “hemos sido formados desde la infancia” con el
pensamiento positivista y “no nos percatamos de las implicaciones teóricas de muchas ideas o
algunos análisis que sustentamos”.46 Similar a lo que señalé anteriormente en torno a los mitos
del Grito.
Entre los autores que hacen referencia a un proletariado está Antonio Rivera quien usa el
y esclavos.47 El problema básico de esta aseveración es que el uso del término «proletario» no es
45
Silén, “Hacia el Grito de Lares…”, en Historia de la nación…, 138-139.
46 Moscoso, “Para un análisis de clases del Grito de Lares”, en Clases, revolución y libertad…, 33.
47
Antonio Rivera, Acercándonos al Grito de Lares, (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1958), 18.
!16
correcto, en tanto que no está de acuerdo con la teoría marxista. La diferencia entre esclavos,
siervos, artesanos y proletarios está claramente definida en el texto Principios del comunismo de
Engels. Los esclavos no están incluidos en la definición del término porque, en esencia, los
esclavos no venden su fuerza de trabajo. A los esclavos se les compran una vez y son forzados a
trabajar. Sus dueños les proveen alimento, vestimenta y vivienda, por lo tanto y según Engels,
“tienen asegurada su existencia”.48 El trabajador proletario es aquel que no posee otra cosa más
que su fuerza de trabajo y se ve obligado a vender esa fuerza con tal de conseguir los medios
para su subsistencia. Por esto es que considero que Rivera erró en términos teóricos, al utilizar el
En el contexto del Grito sería más correcto usar la expresión «clase trabajadora» si se quiere
Gervasio García y Ángel Quintero, los historiadores puertorriqueños indican que en la mayor
parte del siglo XIX predominó la esclavitud y las relaciones feudales. A causa de ello, la
fácilmente sus intereses ni expresar coherentemente sus más caras aspiraciones.”49 Es mi parecer
que Rivera, al mencionar a trabajadores libres, sin aclarar a quienes se refiere, comete otro error
garrafal. Si con trabajadores libres quizo decir agregados, arrendatarios, pequeños agricultores y
artesanos pues, en ese caso, sería correcto usar el vocablo «libres», pero lo que no es correcto es
48
Friedrich Engels “Principios del comunismo”, pregunta VII, Marxist.org, accedido en 15 mar 2018, https://
www.marxist.org/espanol/m-e1840s/47-princi.htm
49
Gervasio García y Ángel Quintero, Desafío y solidaridad: Breve historia del movimiento obrero puertorriqueño,
(Rio Piedras: Ediciones Huracán, 1982), 13.
!17
llamarles proletarios. El Puerto Rico del 1868 no estaba proletarizado en el sentido industrial,
sino en muy pocas instancias. Sobre esto comentan García y Quintero que “La entrada casi
urbana.”50 A mi juicio, junto a una burguesía industrial incipiente solo puede existir un
proletariado incipiente.
Lares de 1868, que “esa confusión entre oficios y clases [la cual cometen tantos autores entre los
estudiados aquí] se debe, entre otras cosas, a que se ignoran las relaciones sociales de producción
y a una deficiente conceptualización de qué son clases sociales”.51 Ahora bien, cabe señalar que
entre las personas arrestadas con ocupaciones identificadas (490) —según los datos ofrecidos por
Jiménez y reinterpretados por mi— el 27% de ellos eran asalariados y labradores, el 11.5%
la semejanza de condiciones entre jornaleros y esclavos solo radica en que ambos estaban
obligados a trabajar y que entre los asalariados la mayoría eran profesionales, militares y
empleados de gobierno, el concepto de proletario, definido por Engels, solo aplicaría en este caso
capítulo sobre el Grito de su Historia de la nación puertorriqueña, como una clase a parte. Es
importante señalar que no fue hasta 1873, con la abolición de la esclavitud, de la libreta de
50 Ibíd., 15.
51
Moscoso , “Para un análisis…”, en Clases, revolución y libertad…, 34.
!18
jornalero y la fundación de las primeras centrales azucareras (las cuales desplazaron a los
demostrada con su participación en la toma del pueblo de Lares, la batalla del Pepino y su actitud
frente a la represión que dirigió contra ellos el gobierno español”, argumenta Silén.53 Por su
lado, Moscoso subraya que “los jornaleros que picaron a machetazos sus libretas de jornaleros al
emprender el Grito de Lares, instados por los jefes revolucionarios sabían bien lo que eso
significaba”.54 Entonces, se puede asumir que los jornaleros que alegaron haber sido obligados
por sus patronos, lo hicieron con tal de protegerse de la persecución gubernamental, la cárcel y,
En Siete voces…, el ensayo de la pluma de Isabel Gutiérrez del Arroyo (que lleva por
título “Los antecedentes del Grito de Lares”) es un recuento de las conspiraciones y conatos de
independencia registrados desde las postrimerías del siglo XIX. Con gran despliegue narrativo la
autora va alimentando el sentimiento patriótico que incitan estas manifestaciones del despertar de
la conciencia nacional. Lo que Gutiérrez del Arroyo no contempla son las manifestaciones del
despertar de un sentimiento y una necesidad de libertad en los esclavos, que también venían
52
García y Quintero, 16.
53 Silén, “Hacia el Grito de Lares…”, en Historia de la nación…, 137.
54
Moscoso , “Para un análisis …”, en Clases, revolución y libertad:…, 35.
!19
dándose en simultaneidad con las de los liberales y separatistas a los cuales ella alude. Con esto,
entiendo que Gutiérrez enfatiza en las gestas desde arriba y no ofrece un análisis más amplio. Su
ensayo no es más que una oda a “la dignidad nacional del separatismo puertorriqueño”. 55 Otro
tanto puede decirse del escrito de José “Che” Paralitici, reproducido en el citado libro del Comité
de Estudios del Congreso Nacional Hostosiano. En el mismo –extracto del capítulo IX del libro
titulado Lares en su historia– Paralitici se atreve a decir que sobre el Grito “se ha escrito
bastante” sin ofrecer la más mínima revisión historiográfica para sustentar su comentario.
Además este autor se une también a las voces que definen libremente el concepto de clase como
mejor le parezca.
Del mismo modo que lo hace Olga Jiménez, Paralitici confunde las clases sociales con
ocupaciones y oficios. Indica el autor que “[e]l conflicto de clases giró principalmente en torno a
jornaleros y los esclavos como clases separadas, pero además les considera apéndices de los
agricultores criollos y alega que estos trabajadores se unieron al conflicto de los criollos por su
instancia, obligados por los hacendados, que es exactamente lo que alegan Pérez Moris y
Jiménez de Wagenheim. Más adelante, Paralitici redefine las “clases en conflicto” como
“prestamistas y deudores”.57 Pero, ¿acaso no son prestamistas y deudores, en este contexto, una
55
Isabel Gutiérrez del Arroyo, “Los antecedentes del Grito de Lares”, en Siete voces hacia el Grito de Lares, editado
por el Congreso Nacional Hostosiano (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 33.
56 José Paralitici, “El Grito de Lares”, en Siete voces…, (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 37.
57
Ibíd., 38.
!20
misma clase social propietaria, del mismo modo que jornaleros y esclavos eran miembros de la
clase trabajadora?
Más adelante, al comentar sobre la composición del gobierno provisional, Paralitici dice
que “[n]otorio es destacar que todos los miembros de ese gobierno eran pequeños comerciantes
lareños”.58 Aparentemente para el doctor Paralitici no es notorio destacar que las primeras
acciones de ese gobierno fue emancipar a los esclavos (aunque la emancipación fuera
condicionada) y eliminar el sistema de la libreta. Nuevamente nos encontramos con otro análisis
deudores, ¿por qué el gobierno provisional no anuló por decreto las deudas antes de cualquier
otra cosa? En cuanto al resto del escrito, el mismo no aporta nada nuevo; imagino que la razón
para ello es que, según Paralitici, sobre el Grito “se ha escrito bastante”.
Si los jornaleros han quedado en el último plano de la imagen del Grito, los esclavos son
escuetamente mencionados entre la mayoría de los autores estudiados para este ensayo. Se habla
en el proceso revolucionario. Quien único dedica un ensayo a los esclavos y su relación con la
diez que aparecen reproducidos en el libro Clase, revolución y libertad:…, explora la agitación
de los esclavos por liberarse desde el siglo XVI hasta los últimos días previos a la abolición.
las acciones del gobierno y la sociedad esclavista contra los esclavos rebeldes y las acciones de
58
Ibíd., 40.
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los últimos para incitar a otros esclavos a luchar por su libertad. Mediante dos casos particulares,
estímulo que estos le dieron a sus esclavos para que se integraran a la lucha independentista.
Entre todo, Moscoso concluye que la abolición de la esclavitud tuvo diversas razones para que se
hiciera posible. Más allá de las gestiones de Baldorioty de Castro y la Asociación Abolicionista
de Madrid, Moscoso entiende que las acciones concretas de cimarrones y los esclavos rebeldes
abonaron a la abolición.59
No obstante, Silén señala que, por el contrario, “las sublevaciones de esclavos fueron
menores en número y sin importancia militar en los territorios españoles.”60 Las razones para
esta aseveración son las mismas que da Juan Bosch en su De Cristóbal Colón a Fidel Castro el
cual Silén cita extensamente. En particular se refiere a que, según Bosch, por lo primitivo de los
medios de producción en el Caribe español, los esclavos estaban “menos sometidos a los rigores
de la disciplina”.61 Loida Figueroa reseña las prácticas que aparentemente hizo de la esclavitud
una más llevadera en Puerto Rico y en el Caribe español, como sugiere Silén al citar a Bosch.
Entre las razones que da Figueroa está la cantidad limitada de esclavos y la falta de dinero para la
compra de los mismos, por lo tanto “no era muy conveniente ser muy duro con ellos.”62 Otra de
las razones, según Figueroa, fue que se les permitía divertirse los domingos y días feriados junto
a “todas las clases sociales”.63 Sin embargo, en el folleto de Silén el historiador menciona que en
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1821 se descubrió la primera de las conspiraciones de esclavos puertorriqueños del siglo XIX y
que fue achacada “a la propaganda de los revolucionarios venezolanos.”64 También reseña que
Ponce hubo otra conspiración en 1825 (también descubierta) la cual fue adjudicada a “agentes de
Haití o Santo Domingo.”65 Comenta también sobre otras conspiraciones tan cercanas al Grito
como en 1848. Al igual que Moscoso, Silén ve una relación entre los deseos de liberación de los
esclavos, con los deseos de liberación de los revolucionarios decimonónicos. Ambos autores
comentan sobre los traidores dentro de las filas esclavas empero, Moscoso sugiere que los líderes
de las conspiraciones aprendieron a identificar “a los chotas o soplones entre sus propias filas.”66
Para Figueroa, sin embargo, los esclavos no lograron el éxito en sus levantamientos
porque andaban “pensando cada cual en su emancipación” y por no haber tenido el apoyo de “la
población negra y parda libre”. Es decir, según Figueroa a los jornaleros no le importó la
situación de los esclavos. Para ella “[f]ueron los blancos y algunos casi blancos los que lucharon
por la abolición de la esclavitud”.67 Entonces, ¿se debe entender que la culpa de que la abolición
no llegará antes fue de los propios esclavos por cultivar el individualismo? ¿También se debe
culpar a los jornaleros afrodescendientes por no apoyar a los esclavos? Esta postura de Figueroa
es otra muestra de un análisis histórico de arriba hacia abajo. Claro está, la autora fue hija de su
tiempo y eso ha de tomarse en cuenta. Sin embargo, es de vital importancia que se revisen las
64 Silén, Lares: Apuntes…, 5. Señalada también por Figueroa en Breve historia…, 1:271.
65
Silén, Lares: Apuntes…, 5.
66 Moscoso, “Los esclavos y la revolución”, en Clases, revolución y libertad:…, 208.
67
Figueroa, Breve historia…, 1:275.
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interpretaciones y los estudios en torno a los esclavos y sus luchas en Puerto Rico desde una
nueva óptica. Gervasio García y Ángel Quintero comentan que las concentraciones de esclavos
y jornaleros en los cañaberales de poco servían para concertar una rebelión. La dispersión o
atomización de los jornaleros por todo el país, el analfabetismo y las condiciones heterogéneas
de sus condiciones de vida no permitieron que las “insatisfacciones y sus anhelos de justicia”
Después de haber estudiado estos libros me atrevo a decir que, en términos generales, el
libro Siete voces hacia el Grito de Lares no aporta mucho al estudio de la gesta del Grito. Con
las excepciones de los ensayos de Corretjer y de Moscoso y la bibliografía preparada por este
último, esta colección de ensayos no alcanza las expectativas historiográficas necesarias para
mayores y más profundos estudios futuros sobre el tema. En mi opinión, el cuaderno de cultura
Clases, revolución y libertad: estudios sobre el Grito de Lares de 1868, de Francisco Moscoso,
son las mejores aportaciones de reciente publicación; sin olvidar que son escritos que tienen más
de una década de publicados. Ninguna de las obras estudiadas dedican espacio necesario al
1868.
Loida Figueroa critica a Olga Jiménez por no integrar en el título de su libro a las
mujeres. Sin embargo, la misma Figueroa solo alude a una mujer acusada de “hacer las cucardas
(escarapelas) que llevarían los rebeldes” en los eventos del Grito, llamada Obdulia Serrano.
68
García y Quintero, 13-15.
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Además de no hacer mención de otras mujeres, que yo haya podido percibir, la mención de esta
mujer está en una nota al calce del libro Breve historia de Puerto Rico.69 Moscoso es el único
(de los autores estudiados aquí) que sugiere, entre líneas, la necesidad de escudriñar la
participación femenina en las sociedades secretas, al presentar la hipótesis de que “detrás de las
banderas libertadoras no hay solo unas mujeres cosiendo; son señales y ellas eran parte de unas
sociedades secretas revolucionarias.”70 Me intriga que Olga Jimenez no haya publicado una
edición revisada y ampliada de su trabajo, tomando en consideración que han surgido más
documentos sobre el Grito y contando también con las críticas que se han hecho a su obra, las
En conclusión, sobre el grito de Lares se habrá “escrito mucho” pero falta mucho más, y
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Bibliografía
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