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La insurrección puertorriqueña de 1868: ensayo historiográfico en torno al Grito de Lares

Miguel Antonio Reyes Walker

Este ensayo tiene el propósito de dar una mirada al modo en que se ha abordado la

historia del Grito de Lares en la historiografía puertorriqueña. Con esto observo las tendencias

teórico-metodológicas que han ejercitado varios autores de diverso calibre. Los textos escogidos

incluyen cinco libros, cinco folletos y varios capítulos en sendos libros de historia general de

Puerto Rico. Los libros principales o, como dijera Francisco Moscoso, los más “ampliamente

documentados",1 tienen nueve décadas entre sí. El primero es el libro Historia de la insurrección

de Lares de José Pérez Moris y Luis Cueto publicado en 1872. El Segundo, de 1986, lleva por

título El grito de Lares: sus causas y sus hombres de Olga Jiménez de Wagenheim. También

entre estos consulté el trabajo de Vicente Géigel Polanco titulado, El grito de Lares: gesta de

heroísmo y sacrificio. Asimismo consulté la compilación de ensayos que lleva por título Siete

voces hacia el grito de Lares y finalmente el libro de Francisco Moscoso; Clases, revolución y

libertad: Estudios sobre el grito de Lares de 1868. Este volumen aglutina diez ensayos que este

autor había publicado en revistas políticas y culturales entre 1988 y 2004.

En cuanto a los folletos los mismos son: El grito de Lares de Lidio Cruz Monclova;

Acercándonos al grito de Lares de Antonio Rivera; Lares: Apuntes para una historia de Juan

ángel Silén; El significado histórico del grito de Lares de Eugenio Fernández y el cuaderno de

cultura no. 11, del Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), titulado La revolución

1
Francisco Moscoso, La revolución puertorriqueña de 1868: el Grito de Lares, (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 2003), 8.

!1
puertorriqueña del 1868: el grito de Lares de Francisco Moscoso. Por otra parte, he consultado

también los capítulos VII, VIII, XII y XIII del volumen I de la Breve historia de Puerto Rico de

Loida Figueroa. Junto a estos, hice lectura del capítulo titulado “Hacia el Grito de Lares…” del

libro Historia de la nación puertorriqueña por Juan Ángel Silén.

En general las obras consultadas comienzan, en mayor o menor grado, con un preámbulo

de antecedentes históricos. Con estos antecedentes los autores pretenden, en unos casos poner en

contexto a los lectores, en otros pretenden establecer razones y motivos para el grito. La primera

obra dedicada al tema del grito de Lares fue producida por José Pérez Moris y Luis cueto

publicada apenas cuatro años después de los sucesos de Lares. Estos autores son abiertamente

conservadores incondicionales. Escribieron el libro por motivaciones ideológicas y con

“manifiesta hostilidad” 2 hacia el separatismo. Aunque se reconoce su valor en términos

documentales no se debe olvidar que fue escrita por un protofascista, como le llama el profesor

Kenneth Lugo del Toro en el “estudio” de la edición de 1975.3

Al igual que otras obras consultadas, Pérez Moris inicia su libro con una “narración

sucinta” de eventos precursores del carácter separatismo, que se manifestaron temprano en el

siglo XIX. Gran parte de la obra está dedicada al desprestigio del liberalismo reformista

decimonónico y a “relatar con exactitud hasta qué punto fructificó en esta tierra la semilla del

laborantismo”.4 Es claro que el autor buscaba mayor represión gubernamental al separatismo y

2Lidio Cruz Monclova, El Grito de Lares, Libros del pueblo (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1968), 31.
3Kenneth Lugo del Toro, comentarios preliminares en Historia de la insurrección de Lares, por José Pérez Moris y
Luis Cueto (Río Piedras: Editorial Edil, 1975), 7.
4
José Pérez Morís y Luis Cueto, Historia de la insurrección de Lares, (Río Piedras: Editorial Edil, 1975), 16.

!2
que se evitara la implementación de la constitución liberal española en la Isla.5 Con tal de

desmentir la propaganda oficial, la cual aseguraba no hubo ni había separatismo en la isla, Pérez

Morris logró recopilar y publicar datos y documentación que transformaron al libro en una fuente

primaria para historiadores del siglo XX. Entre los datos más importantes en la citada obra se

encuentra la estructura organizativa de las sociedades secretas, sus métodos de comunicación, de

reclutamiento y la composición de las mismas. En todas las obras posteriores entorno al Grito de

Lares se cita esta información develada por Pérez Morris al punto en que ha pasado a ser canon

dentro de la historiografía del Grito.

En tiempos más recientes se ha accedido a nueva documentación que, leída e interpretada

fuera de la corriente positivista, sugiere la existencia de otras sociedades que Pérez Moris no

pudo identificar. Moscoso señala que el Expediente sobre la Revolución de Lares, 1868-1869,

sugiere que Adolfo Betances, hermano menor del Dr. Betances, era el jefe de la Junta

Revolucionaria de Yauco. 6 Añade que las autoridades españolas sospechaban que en Ponce se

ubicaba la Junta Revolucionaria Lanzador del Sur, dirigida por el Dr. Rafael Pujals. Pérez Moris

aseguraba que aunque el Juez Navascués “no logró descubrir sino algunas de las muchas

asociaciones que existían”, por asociación y sentido común, si había un Comité Lanzador del

Norte, “con toda seguridad que en otra parte” debía de haber un Lanzador del Sur.7 Moscoso

asegura que tanto Adolfo Betances como el Dr. Pujals, así como Carlos E. Lacroix, “demostraron

5
Ibíd.
6Francisco Moscoso, “La Junta Revolucionaria de Yauco y Adolfo Betances”, en Clases, revolución y libertad:
Estudios sobre el Grito de Lares de 1868, (Río Piedras: Editorial Edil, 2006), 67-69.
7
Perez Moris y Cueto, 96-97.

!3
tener una capacidad revolucionaria de primer orden”8 que les permitió burlar los interrogatorios

del Juez Navascués y proteger la secretividad de las sociedades. La manera que Moscoso maneja

las contestaciones de los imputados es claramente hermenéutica. El historiador pudo entrever la

sagacidad (al cooperar con las autoridades, al contestar solo lo necesario para decir la verdad y al

mismo tiempo negar ser parte del proyecto separatista) de estos revolucionarios para no proveer

información al adversario.

De vuelta a Pérez Moris y Cueto, la razones primordiales que alegan éstos en el libro para

el desarrollo separatista en el Puerto Rico decimonónico, fueron la influencia extranjera desde

Santo Domingo y Venezuela. Aluden que las sociedades secretas se organizaron a raíz de la

“evacuación de Santo Domingo”9, es decir, inmediatamente después de la guerra de restauración

de la República Dominicana. También acusan a la “inquieta República de Venezuela, cuna de la

insurrección del resto del continente americano”10 de influenciar a los desafectos y extranjeros

mal agradecidos. Es por esto su insistencia en identificar despectivamente a los líderes del Grito

con gentilicios tales como; el venezolano, el dominicano o el norteamericano, entre otros. Llama

la atención que esta práctica, de resaltar un origen extranjero entre varios líderes revolucionarios,

ha sido reproducida por Lidio Cruz Monclova, Loida Figueroa, Juan Ángel Silén y otros. Me

parece necesario que se indague si esto se continúa haciendo por razones de uso y costumbre, por

que todavía subsiste como expresión de desprecio o, en último caso, a manera de orgullo

8
Moscoso, “La Junta Revolucionaria…”, en op. cit., 69.
9 Perez Moris y Cueto, 21.
10
Ibíd., 23.

!4
latinoamericano. Quien único, entre los autores estudiados en este ensayo, cuestiona esta

práctica es Francisco Moscoso.11

Esta práctica lo que ha hecho es promover la demagogia del gobernador Pavía, y de Pérez

Moris, que aseguraban que en Puerto Rico la mayoría de sus “hijos es fiel y adicta a la

nacionalidad” española.12 El uso de gentilicios, en el caso de la historia del Grito, es

contraproducente pues refuerza la interpretación colonialista que identifica a los puertorriqueños

con la sumisión, la docilidad y la indolencia; aduce que la acción revolucionaria fue producto de

agentes externos. Por el contrario, Olga Jiménez alega que las olas migratorias evitaron el

desarrollo de una élite criolla que tuviera el poder económico y de convocatoria necesarios para

ponerle fin al yugo español.13 En otras palabras, Jiménez concuerda con Loida Figueroa en que

la Cédula de Gracias tuvo el efecto de evitar el “contagio revolucionario” en la Isla.14 Dice

Figueroa que con esta ley Fernando VII “consiguió de los puertorriqueños, exceptuando, claro

está, a los separatistas, el apoyo incuestionable que no tuvo en la Península.”15 Cabe

cuestionarse cuan incuestionable fue ese apoyo.

Jiménez añade a su interpretación que “la penuria económica de los que conspiraban” no

les permitió acceder al sector acomodado.16 Con todo esto, podemos decir que la doctora

11Moscoso, La revolución…, 73. “Para un análisis de clases del Grito de Lares”, en Clases, revolución y libertad:…,
18-19.
12 Pérez Moris, 73.
13Olga Jiménez de Wagenheim, El grito de Lares: sus causas y sus hombres, (Río Piedras: Ediciones Huracán,
1992), 229.
14
Loida Figueroa, Breve historia de Puerto Rico, (Río Piedras: Editorial Edil, 1979), 1:155.
15 Ibíd., 1:156.
16
Jiménez, 229.

!5
Jiménez reproduce el discurso conservador sobre extranjeros desagradecidos, desafectos,

empobrecidos y con ambición y sed de mando, argumento que Pérez Morris defiende en su

escrito.17 A lo dicho por Jimenez, Moscoso contesta que la autora no logra probar en ningún

momento su tesis18 y que con sus propios datos la autora se contradice. Otro aspecto

contradictorio del trabajo de Jimenez es que asegura que “[a] pesar de que sus seguidores eran en

su mayoría jornaleros, esclavos y terratenientes empobrecidos, los líderes no lograron el respaldo

de estas clases como tales”.19 No obstante, de acuerdo con Moscoso,20 las tablas presentadas por

la doctora Jiménez demuestran que los líderes sí lograron aglutinar los sectores más importantes

del país para llevar a cabo una revolución; tanto política como social. En este punto me veo

obligado a decir que Olga Jiménez cometió un grave error metodológico al no interpretar

correctamente los datos que ella misma manejó y publicó en su obra. Otro de los errores de

interpretación que comete Jiménez se evidencia cuando dice que el liderato revolucionario no le

ofrecía conquistas tangibles a jornaleros y esclavos.

Por el contrario, y de acuerdo con Moscoso, la élite criolla sí estaba presente y activa.

Asimismo debemos considerar que para el momento histórico, en el que se produce el Grito,

tanto a jornaleros como a esclavos, las propuestas de “abolición de las relaciones de producción

bajo las cuales se les explotaba” deben haber sido muy tangibles.21 Moscoso resalta esta postura

17 Pérez Moris, 231.


18Moscoso, La revolución…, 68. “Acerca de las causas de la derrota de la insurrección de Lares (1868)”, en Clases,
revolución y libertad…, 61.
19
Jiménez, 230.
20 Moscoso, La revolución…, 68.
21
Moscoso, “Acerca de las causas…”, en Clases, revolución y libertad…, 35.

!6
como un error teórico y metodológico por parte de Jimenez y subraya que por «tangible», el

investigador positivista (en este caso Jiménez) se refiere a la satisfacción inmediata. Y es que

Jimenez plantea que el programa revolucionario no garantizaba, de ningún modo, que al

establecerse la república no se restableciera un sistema opresor similar al colonial. En mi

opinión, si Jimenez hubiese tomado en consideración que el establecer una república

independiente, libre del vasallaje y la esclavitud, no pone final a la lucha de clases sino que abre

la puerta a nuevas relaciones de producción (las cuales también llevarían a la explotación de los

trabajadores emancipados) no hubiese llegado a tal conclusión. Por tanto, los trabajadores

habrían tenido que continuar luchando por su reivindicación dentro de la república burguesa ya

entrado el siglo XX. Cruz Monclova, sin embargo, sugiere (entre líneas) que la renuencia del

sector liberal a “las transformaciones bruscas”, “la diferencia de aspiraciones entre uno y otro

sector” y, por consecuencia, el rechazo del sector liberal al proyecto de Betances fue una razón

contundente para el fracaso.22 Aunque le reconoce méritos a los esfuerzos de los separatistas en

el reclutamiento al proyecto, “logrando no solo la adhesión de numerosos adeptos, sino la de

algunas damas”; enfatiza en que la propaganda “se desenvolvió con harta lentitud.”23 Cruz

Monclova resalta también que la campaña colonialista fue tan efectiva que la gente entendía la

independencia como “desorden, crimen y rapiña” o se tomaba con apatía. Estas expresiones

sugieren que para Cruz Monclova el intento fue fútil y nuevamente resalta la interpretación

colonialista y positivista de la documentación.

22Lidio Cruz Monclova, El Grito de Lares, Libros del pueblo (San Juan: Instituto de Cultura
Puertorriqueña, 1968), 9.
23
Ibíd., 10-11.

!7
Por su parte, el ensayo de Germán Delgado Pasapera, incluido en el citado libro editado

por el Congreso Nacional Hostosiano, aunque defiende que la derrota de la revolución del 1868

no se debió a “improvisación ni explosión motivada por dificultades económicas”,24 sí aduce que

fue a causa de “una suerte de situaciones imprevistas, descuidos y hasta posibles casualidades”.25

Es como si las causas para la “derrota” hubieran estado en manos del acaso. Por el contrario,

considera que el movimiento revolucionario era uno que “contaba con una eficiente organización

con poder de convocatoria y apoyo del pueblo”.26 Lo que cualquiera puede entender de estos

argumentos es que si el movimiento revolucionario no hubiera sido descuidado y no hubiese

tenido mala suerte hubieran logrado su cometido. Pero si el movimiento estaba eficientemente

organizado, ¿cómo podía ser simultáneamente descuidado?

Moscoso también elabora sobre las posibles causas para que el levantamiento no tuviera

el éxito esperado. En Clases, revolución y libertad… indica que fue más probable que “hubo

una falla en la sintonía” entre las sociedades secretas y el Comité Revolucionario, por la salida

forzosa de Betances de Santo Domingo.27 Moscoso se pregunta el porqué no se ejecutó el

rescate del presidente de la sociedad Lanzador del Norte, cuando las condiciones eran propicias,

o por qué no se tomó San Sebastián en la noche. Lo que intenta plantear el historiador es que se

cometieron errores tácticos y estos sumados al problema de comunicación, son causas más

24German Delgado Pasapera, “Significado de Lares en la lucha por la liberación nacional”, en Siete voces…, (San
Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 75.
25
Delgado Pasapera, “Significado de Lares en la lucha…”, en Siete voces…, 79.
26 Ibíd., 81.
27
Moscoso, “Acerca de las causas…”, en Clases, revolución y libertad:…, 52-56.

!8
coherentes para la derrota de los revolucionarios.28 En torno a la batalla de El Pepino, Loida

Figueroa comenta que “los hechos reseñados demuestran que no fueron ellos [Rojas y su tropa]

los responsables de la concatenación de indiscreciones, errores y malos entendidos”; la causa

para no haber tomado el cuartel fue la cobardía de Ibarra y Cebollero quienes delataron a sus

compañeros.29

En lo concerniente a las causas que promovieron y antecedieron el Grito, Silén tiene un

acercamiento distinto. En el capítulo “Hacia el Grito de Lares…” de su Historia de la nación

puertorriqueña, este autor propone que los antecedentes se ubican en las postrimerías del siglo

XVIII. Los tres elementos principales a los cuales Silén dirige la atención son: el nacimiento de

los Estados Unidos de América, la extensión de los ideales de la revolución francesa al Caribe y

el establecimiento de la República de Haití en 1804.30 Estos, señala Silén, junto a una serie de

levantamientos y rebeliones de esclavos en el Caribe durante el siglo XVIII, desembocaron en la

abolición de la esclavitud en siglo XIX. Tales levantamientos son, afirma el autor, “la primera

etapa de las lucha de independencia que se iniciarán en la primera mitad del siglo XIX”.31 Silén

entiende que el análisis económico y tecnológico del Caribe español (lo cual define las relaciones

sociales), en contraste con las islas vecinas bajo otras metrópolis —inclusive con las colonias

continentales— es la vía para entender el proceso histórico. Entre las obras estudiadas, este

autor es el único que propone un estudio de los efectos globales y regionales sobre el proceso

28 Ibíd., 58 y 60.
29Loida Figueroa, “Grito de Lares: Ángulos inadvertidos sobre un tema al parecer trillado”, en Siete voces hacia el
Grito de Lares, editado por Congreso Nacional Hostosiano (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 59.
30Juan Ángel Silén, “Hacia el Grito de Lares…” en Historia de la nación puertorriqueña, (Río Piedras: Editorial
Edil, 1980), 91-92.
31
Ibíd., 93.

!9
histórico de Puerto Rico que desembocan en el Grito de Lares. Sin embargo, en momentos

parece caer en la interpretación positivista. De modo parecido a la postura de Jiménez, Silén

también postula la influencia de la inmigración desde las recién liberadas colonias americanas

sobre las tendencias políticas en la Isla. Al citar la obra de Lidió Cruz Monclova, Historia de

Puerto Rico (Siglo XIX) Tomó I, Silén concuerda con Cruz Monclova y con Jiménez, en cuanto a

que la fortaleza del conservadurismo sirvió como freno al liberalismo y en especial al

separatismo, fue producto de esa inmigración.32

Silén también coloca, como antecedente del Grito, las Instrucciones que entregaron los

cabildos a Ramón Power y Giralt. Dice Silén que tales Instrucciones “representan la primera

manifestación de una incipiente conciencia nacional”.33 A las Instrucciones del Cabildo de San

Germán las llama germen de un espíritu separatista pero utiliza el término de modo que parece

restarles importancia. No es así con Moscoso el cual dedica en su La revolución puertorriqueña

de 1868: el Grito de Lares, una robusta parte que titula “Fermento revolucionario de

1809-1812”. Moscoso interpreta las Instrucciones como “el equivalente a un Programa Político

Criollo”.34 Es interesante observar el contraste entre Silén y Moscoso al referirse al mismo

elemento histórico de manera tan distinta. El primero lo llama «germen», lo que implica origen,

embrión o principio; el segundo lo llama «fermento», es decir, una causa, motivo o influjo que

32
Silén, 96-97.
33 Ibíd., 99.
34
Moscoso, La revolución…, 15.

!10
agita o altera y que induce a la realización de un proceso. Silén lo considera incipiente, mientas,

Moscoso lo llama “programa de carácter nacional”.35

Ahora bien, Moscoso sustenta su postura comparando las exigencias de las Instrucciones

con instituciones políticas, tanto públicas, sociales y económicas, que hoy reconocemos como

fundamentales para un país libre y democrático; empero estas mismas instituciones pueden bien

funcionar en una relación autonómica. Lo que realmente sustenta la interpretación de Moscoso

es la primera de las demandas sangermeñas y el Expediente sobre la conspiración de San

Germán de 1811. La demanda dispone la independencia de Puerto Rico en el caso de que la

Suprema Junta, en representación de Fernando VII y de su dinastía, perdiera el poder en España.

En el caso del expediente de la conspiración, este confirma la interpretación de Moscoso pues la

mayoría de los implicados en tal conspiración fueron partícipes en la redacción de las

Instrucciones sangermeñas.

Moscoso critica a Cruz Monclova por haber pasado por alto el Expediente de 1812-14 y

por acomodar la interpretación a la visión reformista.36 Comenta Moscoso que con tal de

esculpir la imagen de Power, como el primer prócer del autonomismo, Cruz Monclova “apunta

fuera de contexto y sin mayor análisis” que el escribano Juan Eloy Tirado, mientras estuvo preso

e imputado de conspirar, declaró que Power no se haría cargo de tal petición por la misma ir en

contra de su juramento. Del mismo modo podemos hacer igual señalamiento a Loida Figueroa

que en su Breve historia… reproduce la interpretación de Cruz Monclova. Ahora bien, Figueroa

35 Ibíd.
36
Moscoso, La revolución…, 16.

!11
difiere de éste en la interpretación del texto de la Instrucción. Alega Figueroa que Cruz

Monclova erróneamente entiende que en la frase: “pero si por disposición Divina (lo que Dios no

permita) se destruyese ésta y perdiere la Península de España…”, el adjetivo «ésta» se refiere a

la Junta. Figueroa considera que el mencionado adjetivo más bien se refiere a la dinastía

borbónica, pues “la obligación de los puertorriqueños era hacia el Rey y hacia su dinastía”.37 Me

parece que esta distinción es exigua, en tanto que la Junta gobernaba en nombre de Fernando VII

y para los efectos prácticos el rey y su dinastía, al estar bajo secuestro por parte de Napoleón,

fácilmente perdería el “poder” si dicha Junta quedaba derrotada por las fuerzas militares

napoleónicas.

En cuanto si hubo relación entre las Instrucciones de San Germán y la conspiración

sangermeña, Moscoso e Isabel Gutiérrez del Arroyo parecen estar de acuerdo. En el ensayo de

Gutiérrez, “Los antecedentes del Grito de Lares”, reproducido en Siete voces hacia el Grito de

Lares, la autora señala que la conspiración de 1812 “abortó al ser descubierta” y coincide con

Moscoso sobre la influencia negativa que tuvo la llegada de tropas españolas al puerto de

Aguadilla, en ruta a Venezuela (precisamente en las cercanías de la fecha escogida para el

levantamiento). Gutiérrez no dedica mucho a este evento. Loida Figueroa, por su parte, lo

menciona en su Breve historia haciendo un relato de las Instrucciones, del rechazo de Ramón

Power a la petición, un tanto sediciosa, de San Germán y traza el desarrollo del separatismo en

las primeras tres décadas del siglo XIX. Para Figueroa el planteamiento de San Germán “no

entrañaba, en verdad, rebeldía alguna.”38 Aún así, la historiadora reconoce que hubo un

37 Figueroa, Breve historia…, 1:159n142-143.


38
Figueroa, Breve historia…, 1:142.

!12
sentimiento separatista pero que “su postura no se hizo patente en ese momento”, es decir en el

documento. Es interesante que Figueroa despache a los conspiradores de 1812 como personajes

motivados por “el interés de no pagar impuestos”.39 ¿Acaso no fue el lema “No taxation without

representation” una de las razones para la secesión de las Trece Colonias británicas? Se me

dificulta entender porqué a los puertorriqueños se les exige razones abstractas, más que a nadie,

para ser independentistas. Por su parte, Francisco Moscoso hace un profundo análisis

interseccional de diversas declaraciones en el Expediente así como las acciones de Power en las

cortes y las reacciones del gobierno colonial en la Isla, con lo cual logra comprobar que el

objetivo de la independencia estaba insertado, desde muy temprano, entre las aspiraciones de la

población criolla.

A pesar de las controversias que producen los libros de Pérez Morris y de Olga Jiménez,

el propio Moscoso, con actitud crítica, es quien identifica éstas como las únicas obras

documentadas, dedicadas exclusivamente al Grito de Lares, que han sido producidas hasta el

momento. En efecto, varios de los trabajos estudiados aquí no pasan de ser narrativas de los

sucesos. Por ejemplo, el caso del trabajo de Géigel Polanco es una mera reproducción de

documentos y de escritos de otros autores; como Carlos N. Carreras, Bolívar Pagán, Cruz

Monclova y Pérez Morris y Cueto.

Polanco, a mi entender, cae en el engaño del mito y con tal de dar loas al movimiento

revolucionario y sus actores lo que hace es reproducir notas fantásticas. Ejemplo de ello es la

muerte gloriosa de Manolo el Leñero en la toma de Lares, la cual se ha seguido transmitiendo

39
Ibíd., 1:168.

!13
como un hecho. Este mito es aclarado por la doctora Jiménez cuando menciona que Manuel

Rosado llamado “el Leñero” fue herido en el brazo durante la batalla de Pepino y su muerte fue

días después (el 2 de octubre) en la cárcel de Aguadilla.40 Esto también lo subraya Loida

Figueroa en un ensayo publicado en la sección “En Rojo” del semanario Claridad y que forma

parte del libro Siete voces hacia el Grito de Lares, titulado “Grito de Lares: Ángulos inadvertidos

de un tema al parecer trillado”.41 Es pertinente comentar que el libro de Géigel Polanco no

aporta nada nuevo a la historiografía del Grito.

En algunos de los folletos estudiados aquí, los cuales en su mayoría fueron publicados

con el fin de la divulgación popular, dentro del marco de la celebración del centenario del Grito,

se repiten otra serie de mitos. Eugenio Fernández en su El significado histórico del Grito de

Lares (el cual parece más una oda a Betances), coloca a Mathias Bruckman en el pueblo de Lares

en la tarde del 23 de septiembre como parte de los revolucionarios que tomaron el pueblo esa

noche. Géigel Polanco también se une a este error, sin considerar las repercusiones

historiográficas al citar lo escrito por Carlos N. Carreras (“Las fuerzas que comanda Matías

Bruckman llega a su destino como al medio día. […] Al frente de la tropa de insurrectos viene el

«yanquee» Matías Bruckman, y a su derecha su hijo, Henry Bruckman; a la izquierda Carlos A.

Lacroix, […] Rojas sale al encuentro de Bruckman y ambos caudillos, a caballo, se abrazan.”42).

40
Jiménez, 188.
41 Figueroa, “El Grito de Lares: Ángulos…”, en Siete voces…, 58.
42
Carlos N. Carreras, Betances, el antillano proscrito, (San Juan: Editorial Club de la Prensa, 1961), 75-76, en
Vicente Geigel Polanco, El Grito de Lares: gesta de heroísmo y sacrificio, (Río Piedras: Editorial Antillana, 1976),
23.

!14
Por su parte, Silén (en su folleto Lares: apuntes para una historia) reproduce los mitos de

una batalla en Lares, la presencia de Bruckman en la toma del pueblo y la muerte gloriosa de El

Leñero, aunque coloca a este último en El Pepino. Tanto Pérez Moris y Cueto, Cruz Monclova,

Jiménez de Wagenheim, Figueroa Mercado y Moscoso concuerdan con que Juan de Mata

Terreforte (llamado Ferrefort por Pérez Moris) fue quien dirigió a los insurrectos desde

Mayagüez hasta Lares y que Bruckman llegó a la casa de Manuel Rojas durante la mañana del

24 de septiembre. El mayor problema que produce la repetición de estos y otros mitos,

particularmente cuando el material publicado se hace con la intención de llegar a la generalidad

de la ciudadanía, es que ante esos ciudadanos los historiadores tenemos una suerte de autoridad

intelectual. Nuestro sistema educativo no nos estimula el pensamiento crítico y nos refuerza el

método positivista, entonces produce en la ciudadanía el hábito de aceptar lo que los

intelectuales dicen sin cuestionarlo. Por otro lado, en el ensayo de Loida Figueroa que mencioné

previamente, a pesar de su prometedor título, la autora divaga entre detalles y anécdotas de poca

importancia. La mayor aportación que hace con el mismo es desmitificar varios eventos en torno

al Grito, los cuales ya señalé anteriormente.43 Adicional a esto desmiente, de igual manera que

Olga Jiménez, el altercado que Pérez Moris y Cueto alegan se llevó a cabo entre Rojas y

Bruckman (en la residencia del primero), tras la retirada de este en Pepino. 44

En general los textos estudiados, cuando tocan los asuntos de clase, presentan a los

trabajadores involucrados en la gesta de Lares en el último plano de la imagen. El énfasis de la

mayoría de los textos se encuentra en los líderes y en los hacendados. Esta es una de las críticas

43 Figueroa, “El Grito de Lares: Ángulos…”, en Siete voces…, 58-59.


44
Ibíd., 59.

!15
que hace Silén en el capítulo de su libro. Dice Silén, “La insistencia de algunos escritores de

hacer las personalidades el punto de partida de su interpretación les ha llevado a conclusiones

equivocadas que han servido a la interpretación colonialista, para propagar su definición del

puertorriqueño”. 45 En otras palabras, esta práctica de tales escritores ha servido para reforzar la

idea del puertorriqueño sumiso. Otro aspecto que es importante señalar es que cuando los

autores usan el término «clase», cada cual lo define a su modo. Moscoso critica fuertemente la

flexibilidad con la cual otros historiadores manejan y definen las clases sociales y sus luchas.

Esto puede ser resultado de ignorancia, la influencia positivista o, en última instancia, simple

malicia. Por lo observado en los textos seleccionados, las luchas de clase presentes en el marco

del proceso revolucionario del 1868 son muy pocas veces tratadas desde la teoría marxista. De

acuerdo con Moscoso los historiadores “hemos sido formados desde la infancia” con el

pensamiento positivista y “no nos percatamos de las implicaciones teóricas de muchas ideas o

algunos análisis que sustentamos”.46 Similar a lo que señalé anteriormente en torno a los mitos

del Grito.

Entre los autores que hacen referencia a un proletariado está Antonio Rivera quien usa el

término en su conferencia, publicada (en forma de folleto) por el Instituto de Cultura

Puertorriqueña, titulada Acercándonos al Grito de Lares. Para Rivera el proletariado

decimonónico puertorriqueño consistía de trabajadores libres, casi libres (entiéndase jornaleros)

y esclavos.47 El problema básico de esta aseveración es que el uso del término «proletario» no es

45
Silén, “Hacia el Grito de Lares…”, en Historia de la nación…, 138-139.
46 Moscoso, “Para un análisis de clases del Grito de Lares”, en Clases, revolución y libertad…, 33.
47
Antonio Rivera, Acercándonos al Grito de Lares, (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1958), 18.

!16
correcto, en tanto que no está de acuerdo con la teoría marxista. La diferencia entre esclavos,

siervos, artesanos y proletarios está claramente definida en el texto Principios del comunismo de

Engels. Los esclavos no están incluidos en la definición del término porque, en esencia, los

esclavos no venden su fuerza de trabajo. A los esclavos se les compran una vez y son forzados a

trabajar. Sus dueños les proveen alimento, vestimenta y vivienda, por lo tanto y según Engels,

“tienen asegurada su existencia”.48 El trabajador proletario es aquel que no posee otra cosa más

que su fuerza de trabajo y se ve obligado a vender esa fuerza con tal de conseguir los medios

para su subsistencia. Por esto es que considero que Rivera erró en términos teóricos, al utilizar el

término «proletariado» para referirse a trabajadores en tan diversas condiciones de explotación.

En el contexto del Grito sería más correcto usar la expresión «clase trabajadora» si se quiere

encapsular toda esa diversidad de condiciones laborales.

En Desafío y solidaridad: Breve historia del movimiento obrero puertorriqueño, de

Gervasio García y Ángel Quintero, los historiadores puertorriqueños indican que en la mayor

parte del siglo XIX predominó la esclavitud y las relaciones feudales. A causa de ello, la

dispersión y el analfabetismo; los miembros de la clase obrera de la Isla no “pudieron acoplar

fácilmente sus intereses ni expresar coherentemente sus más caras aspiraciones.”49 Es mi parecer

que Rivera, al mencionar a trabajadores libres, sin aclarar a quienes se refiere, comete otro error

garrafal. Si con trabajadores libres quizo decir agregados, arrendatarios, pequeños agricultores y

artesanos pues, en ese caso, sería correcto usar el vocablo «libres», pero lo que no es correcto es

48
Friedrich Engels “Principios del comunismo”, pregunta VII, Marxist.org, accedido en 15 mar 2018, https://
www.marxist.org/espanol/m-e1840s/47-princi.htm
49
Gervasio García y Ángel Quintero, Desafío y solidaridad: Breve historia del movimiento obrero puertorriqueño,
(Rio Piedras: Ediciones Huracán, 1982), 13.

!17
llamarles proletarios. El Puerto Rico del 1868 no estaba proletarizado en el sentido industrial,

sino en muy pocas instancias. Sobre esto comentan García y Quintero que “La entrada casi

irresticta de las manufacturas extranjeras —consecuencia del subdesarrollo colonial— frustró el

surgimiento de la industria criolla y perpetuó el carácter rudimentario de la producción

urbana.”50 A mi juicio, junto a una burguesía industrial incipiente solo puede existir un

proletariado incipiente.

Escribe Moscoso, en su libro Clases, revolución y libertad: Estudios sobre el Grito de

Lares de 1868, que “esa confusión entre oficios y clases [la cual cometen tantos autores entre los

estudiados aquí] se debe, entre otras cosas, a que se ignoran las relaciones sociales de producción

y a una deficiente conceptualización de qué son clases sociales”.51 Ahora bien, cabe señalar que

entre las personas arrestadas con ocupaciones identificadas (490) —según los datos ofrecidos por

Jiménez y reinterpretados por mi— el 27% de ellos eran asalariados y labradores, el 11.5%

comerciantes y hacendados, mientras esclavos y jornaleros suman un 49%. Si consideramos que

la semejanza de condiciones entre jornaleros y esclavos solo radica en que ambos estaban

obligados a trabajar y que entre los asalariados la mayoría eran profesionales, militares y

empleados de gobierno, el concepto de proletario, definido por Engels, solo aplicaría en este caso

a jornaleros y de manera limitada pues eran trabajadores asalariados en un proceso de

proletarización precapitalista. En el caso de Silén, el historiador define a los jornaleros, en el

capítulo sobre el Grito de su Historia de la nación puertorriqueña, como una clase a parte. Es

importante señalar que no fue hasta 1873, con la abolición de la esclavitud, de la libreta de

50 Ibíd., 15.
51
Moscoso , “Para un análisis…”, en Clases, revolución y libertad…, 34.

!18
jornalero y la fundación de las primeras centrales azucareras (las cuales desplazaron a los

agregados y pequeños agricultores de las tierras que cultivaban), cuando comienza la

proletarización industrial del campesinado en Puerto Rico.52

El análisis de Silén entorno a lo significativo que fue la participación jornalera en el Grito

es similar, aunque expresado sucintamente, al de Moscoso. “La base de la revolución ha de ser

el campesino, su identificación con el programa de los revolucionarios de Lares queda

demostrada con su participación en la toma del pueblo de Lares, la batalla del Pepino y su actitud

frente a la represión que dirigió contra ellos el gobierno español”, argumenta Silén.53 Por su

lado, Moscoso subraya que “los jornaleros que picaron a machetazos sus libretas de jornaleros al

emprender el Grito de Lares, instados por los jefes revolucionarios sabían bien lo que eso

significaba”.54 Entonces, se puede asumir que los jornaleros que alegaron haber sido obligados

por sus patronos, lo hicieron con tal de protegerse de la persecución gubernamental, la cárcel y,

en última instancia, del garrote.

En Siete voces…, el ensayo de la pluma de Isabel Gutiérrez del Arroyo (que lleva por

título “Los antecedentes del Grito de Lares”) es un recuento de las conspiraciones y conatos de

independencia registrados desde las postrimerías del siglo XIX. Con gran despliegue narrativo la

autora va alimentando el sentimiento patriótico que incitan estas manifestaciones del despertar de

la conciencia nacional. Lo que Gutiérrez del Arroyo no contempla son las manifestaciones del

despertar de un sentimiento y una necesidad de libertad en los esclavos, que también venían

52
García y Quintero, 16.
53 Silén, “Hacia el Grito de Lares…”, en Historia de la nación…, 137.
54
Moscoso , “Para un análisis …”, en Clases, revolución y libertad:…, 35.

!19
dándose en simultaneidad con las de los liberales y separatistas a los cuales ella alude. Con esto,

entiendo que Gutiérrez enfatiza en las gestas desde arriba y no ofrece un análisis más amplio. Su

ensayo no es más que una oda a “la dignidad nacional del separatismo puertorriqueño”. 55 Otro

tanto puede decirse del escrito de José “Che” Paralitici, reproducido en el citado libro del Comité

de Estudios del Congreso Nacional Hostosiano. En el mismo –extracto del capítulo IX del libro

titulado Lares en su historia– Paralitici se atreve a decir que sobre el Grito “se ha escrito

bastante” sin ofrecer la más mínima revisión historiográfica para sustentar su comentario.

Además este autor se une también a las voces que definen libremente el concepto de clase como

mejor le parezca.

Del mismo modo que lo hace Olga Jiménez, Paralitici confunde las clases sociales con

ocupaciones y oficios. Indica el autor que “[e]l conflicto de clases giró principalmente en torno a

la confrontación entre comerciantes inmigrantes y los agricultores criollos”. 56 Identifica a los

jornaleros y los esclavos como clases separadas, pero además les considera apéndices de los

agricultores criollos y alega que estos trabajadores se unieron al conflicto de los criollos por su

condición subalterna y no por el propio deseo de libertad. Este argumento da la impresión de

que los trabajadores participaron en el Grito espontáneamente, por solidaridad o, en última

instancia, obligados por los hacendados, que es exactamente lo que alegan Pérez Moris y

Jiménez de Wagenheim. Más adelante, Paralitici redefine las “clases en conflicto” como

“prestamistas y deudores”.57 Pero, ¿acaso no son prestamistas y deudores, en este contexto, una

55
Isabel Gutiérrez del Arroyo, “Los antecedentes del Grito de Lares”, en Siete voces hacia el Grito de Lares, editado
por el Congreso Nacional Hostosiano (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 33.
56 José Paralitici, “El Grito de Lares”, en Siete voces…, (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 37.
57
Ibíd., 38.

!20
misma clase social propietaria, del mismo modo que jornaleros y esclavos eran miembros de la

clase trabajadora?

Más adelante, al comentar sobre la composición del gobierno provisional, Paralitici dice

que “[n]otorio es destacar que todos los miembros de ese gobierno eran pequeños comerciantes

lareños”.58 Aparentemente para el doctor Paralitici no es notorio destacar que las primeras

acciones de ese gobierno fue emancipar a los esclavos (aunque la emancipación fuera

condicionada) y eliminar el sistema de la libreta. Nuevamente nos encontramos con otro análisis

positivista y conservador. Si el conflicto principal, según Paralitici, era entre prestamistas y

deudores, ¿por qué el gobierno provisional no anuló por decreto las deudas antes de cualquier

otra cosa? En cuanto al resto del escrito, el mismo no aporta nada nuevo; imagino que la razón

para ello es que, según Paralitici, sobre el Grito “se ha escrito bastante”.

Si los jornaleros han quedado en el último plano de la imagen del Grito, los esclavos son

escuetamente mencionados entre la mayoría de los autores estudiados para este ensayo. Se habla

de la esclavitud y de los abolicionistas pero no se elabora sobre la participación de los esclavos

en el proceso revolucionario. Quien único dedica un ensayo a los esclavos y su relación con la

revolución es Francisco Moscoso. El ensayo titulado “Los esclavos y la revolución”, último de

diez que aparecen reproducidos en el libro Clase, revolución y libertad:…, explora la agitación

de los esclavos por liberarse desde el siglo XVI hasta los últimos días previos a la abolición.

Presenta un perfil de la población esclava y su distribución a través de la Isla. Contrasta también

las acciones del gobierno y la sociedad esclavista contra los esclavos rebeldes y las acciones de

58
Ibíd., 40.

!21
los últimos para incitar a otros esclavos a luchar por su libertad. Mediante dos casos particulares,

también ilustra las maniobras de hacendados abolicionistas y separatistas para disimular el

estímulo que estos le dieron a sus esclavos para que se integraran a la lucha independentista.

Entre todo, Moscoso concluye que la abolición de la esclavitud tuvo diversas razones para que se

hiciera posible. Más allá de las gestiones de Baldorioty de Castro y la Asociación Abolicionista

de Madrid, Moscoso entiende que las acciones concretas de cimarrones y los esclavos rebeldes

abonaron a la abolición.59

No obstante, Silén señala que, por el contrario, “las sublevaciones de esclavos fueron

menores en número y sin importancia militar en los territorios españoles.”60 Las razones para

esta aseveración son las mismas que da Juan Bosch en su De Cristóbal Colón a Fidel Castro el

cual Silén cita extensamente. En particular se refiere a que, según Bosch, por lo primitivo de los

medios de producción en el Caribe español, los esclavos estaban “menos sometidos a los rigores

de la disciplina”.61 Loida Figueroa reseña las prácticas que aparentemente hizo de la esclavitud

una más llevadera en Puerto Rico y en el Caribe español, como sugiere Silén al citar a Bosch.

Entre las razones que da Figueroa está la cantidad limitada de esclavos y la falta de dinero para la

compra de los mismos, por lo tanto “no era muy conveniente ser muy duro con ellos.”62 Otra de

las razones, según Figueroa, fue que se les permitía divertirse los domingos y días feriados junto

a “todas las clases sociales”.63 Sin embargo, en el folleto de Silén el historiador menciona que en

59 Moscoso, “Los esclavos y la revolución”, en Clases, revolución y libertad:…, 209-210.


60 Silén, “Hacia el Grito de Lares…”, en Historia de la nación…, 95.
61
Ibíd., 94.
62 Figueroa, Breve historia…, 1:268.
63
Ibíd., 1:269.

!22
1821 se descubrió la primera de las conspiraciones de esclavos puertorriqueños del siglo XIX y

que fue achacada “a la propaganda de los revolucionarios venezolanos.”64 También reseña que

en 1822 se fusilaron los “cabecillas de la conspiración” que se descubrió en Guayama y que en

Ponce hubo otra conspiración en 1825 (también descubierta) la cual fue adjudicada a “agentes de

Haití o Santo Domingo.”65 Comenta también sobre otras conspiraciones tan cercanas al Grito

como en 1848. Al igual que Moscoso, Silén ve una relación entre los deseos de liberación de los

esclavos, con los deseos de liberación de los revolucionarios decimonónicos. Ambos autores

comentan sobre los traidores dentro de las filas esclavas empero, Moscoso sugiere que los líderes

de las conspiraciones aprendieron a identificar “a los chotas o soplones entre sus propias filas.”66

Para Figueroa, sin embargo, los esclavos no lograron el éxito en sus levantamientos

porque andaban “pensando cada cual en su emancipación” y por no haber tenido el apoyo de “la

población negra y parda libre”. Es decir, según Figueroa a los jornaleros no le importó la

situación de los esclavos. Para ella “[f]ueron los blancos y algunos casi blancos los que lucharon

por la abolición de la esclavitud”.67 Entonces, ¿se debe entender que la culpa de que la abolición

no llegará antes fue de los propios esclavos por cultivar el individualismo? ¿También se debe

culpar a los jornaleros afrodescendientes por no apoyar a los esclavos? Esta postura de Figueroa

es otra muestra de un análisis histórico de arriba hacia abajo. Claro está, la autora fue hija de su

tiempo y eso ha de tomarse en cuenta. Sin embargo, es de vital importancia que se revisen las

64 Silén, Lares: Apuntes…, 5. Señalada también por Figueroa en Breve historia…, 1:271.
65
Silén, Lares: Apuntes…, 5.
66 Moscoso, “Los esclavos y la revolución”, en Clases, revolución y libertad:…, 208.
67
Figueroa, Breve historia…, 1:275.

!23
interpretaciones y los estudios en torno a los esclavos y sus luchas en Puerto Rico desde una

nueva óptica. Gervasio García y Ángel Quintero comentan que las concentraciones de esclavos

y jornaleros en los cañaberales de poco servían para concertar una rebelión. La dispersión o

atomización de los jornaleros por todo el país, el analfabetismo y las condiciones heterogéneas

de sus condiciones de vida no permitieron que las “insatisfacciones y sus anhelos de justicia”

trascendieran de las fronteras de las haciendas.68

Después de haber estudiado estos libros me atrevo a decir que, en términos generales, el

libro Siete voces hacia el Grito de Lares no aporta mucho al estudio de la gesta del Grito. Con

las excepciones de los ensayos de Corretjer y de Moscoso y la bibliografía preparada por este

último, esta colección de ensayos no alcanza las expectativas historiográficas necesarias para

mayores y más profundos estudios futuros sobre el tema. En mi opinión, el cuaderno de cultura

no. 11, La revolución puertorriqueña de 1868: el Grito de Lares, y la colección de ensayos,

Clases, revolución y libertad: estudios sobre el Grito de Lares de 1868, de Francisco Moscoso,

son las mejores aportaciones de reciente publicación; sin olvidar que son escritos que tienen más

de una década de publicados. Ninguna de las obras estudiadas dedican espacio necesario al

estudio de la presencia, actividad y aportación de las mujeres al movimiento revolucionario de

1868.

Loida Figueroa critica a Olga Jiménez por no integrar en el título de su libro a las

mujeres. Sin embargo, la misma Figueroa solo alude a una mujer acusada de “hacer las cucardas

(escarapelas) que llevarían los rebeldes” en los eventos del Grito, llamada Obdulia Serrano.

68
García y Quintero, 13-15.

!24
Además de no hacer mención de otras mujeres, que yo haya podido percibir, la mención de esta

mujer está en una nota al calce del libro Breve historia de Puerto Rico.69 Moscoso es el único

(de los autores estudiados aquí) que sugiere, entre líneas, la necesidad de escudriñar la

participación femenina en las sociedades secretas, al presentar la hipótesis de que “detrás de las

banderas libertadoras no hay solo unas mujeres cosiendo; son señales y ellas eran parte de unas

sociedades secretas revolucionarias.”70 Me intriga que Olga Jimenez no haya publicado una

edición revisada y ampliada de su trabajo, tomando en consideración que han surgido más

documentos sobre el Grito y contando también con las críticas que se han hecho a su obra, las

cuales le pueden servir de punto de partida.

En conclusión, sobre el grito de Lares se habrá “escrito mucho” pero falta mucho más, y

mejor, por escribir. 


69 Figueroa, Breve historia…, 1:461n306.


70
Moscoso, La revolución…, 72.

!25
Bibliografía

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Fernández, Eugenio. El significado histórico del Grito de Lares. Río Piedras: Tipografía
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puertorriqueño.

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Editorial Antillana, 1976.

Jiménez de Wagenheim, Olga. El grito de Lares: Sus hombres y sus causas. Río Piedras:
Ediciones Huracán, 1992.

Moscoso, Francisco. Clases, revolución y libertad: Estudios sobre el Grito de Lares de 1868. Río
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———. La revolución puertorriqueña de 1868: El Grito de Lares. Cuaderno de cultura no. 11.
San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003.

Pérez Moris, José y Luis Cueto. Historia de la insurrección de Lares. Río Piedras: Editorial Edil,
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Rivera, Antonio. Acercándonos al Grito de Lares. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña,
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Silén, Juan Ángel. Historia de la nación puertorriqueña. Río Piedras: Editorial Edil, 1980.

———. Lares: Apuntes para una historia. S.l., 1968.

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