Está en la página 1de 3

Novalis y sus himnos a la noche.

A finales del siglo XVIII nace en Sajonia, Alemania un movimiento que definiría el rumbo
del arte. Un grupo de idealistas jóvenes, hartos del sobrerracionalismo que trajo consigo la
ilustración, liderados por Schiller, mostraron una posibilidad de una estética que se
encuentra más allá de la muerte, de la nada, de lo racional; donde está el todo, el cosmos,
nosotros.

Dentro de este círculo disruptivo de jóvenes poetas, hubo un joven que fue disruptivo
dentro de su propio grupo. No solo rechazo el racionalismo a la ilustración sino también
rechazo el extremo romanticismo poniendo como esencial la conjunción de la razón y el
sentimiento. Por eso es que Friedrich Von Hardenberg, bajo el seudónimo de Novalis –
nombre por el cual se conoce a sus antepasados procedentes de la baja Sajonia-- subsale y
es piedra angular de la formación del Romanticismo.

Proveniente de una familia cristiana y con una virtud para escribir con elocuencia, Novalis
a la corta edad de 25 años como resultado de una catarsis, será espectador de una revelación
del dolor en sí mismo. Esto no puede haber pasado salvo viviendo la muerte estando vivo.
Víctima de una doble sacudida – la muerte de su hermano Erasmus y su Prometida Sophie
Von Kun de apenas 15 años y de la cual Friedrich estaba profundamente enamorado—que
parecen secar su alma, ve que el mundo no es las cosas que lo rodean, ni siquiera es las
personas con quienes convive; es, sin embargo, aquello que amas y te importa. Esto lo supo
cuando se fue todo lo que le regalaba la felicidad es su vida. Vivir la insoportable muerte de
su amada Sophie le hizo experimentar una soledad, la cual, en sus palabras, huyo de su vida
incluso la tristeza.

Como resultado del duelo espiritual, este poeta comenzara a producir una inspiración que lo
lleva a escribir una de sus obras más aclamadas “Los Himnos a La Noche”.

El 13 de mayo de 1797, dos meses después de la muerte de Sophie, se produjo un


acontecimiento: Novalis se encontraba en el cementerio de Grüningen cuando creyó ver
aparecer el espectro de su amada. Ese reencuentro reveló el camino al poeta y le indujo a
escribir esos hermosos versos que exaltan apasionadamente la noche. ¿Pero qué es la noche
para Novalis? La noche es el camino a seguir para alcanzar el Yo interior, el lugar donde se
encuentra el principio del Universo, Dios, la eternidad y el conocimiento absoluto. El
regreso a uno mismo, a lo divino, esa entidad abstracta eterna que el poeta quiere obtener,
sólo es posible a través de la nocturnidad, cuando la luz deja de hacer visibles los objetos.
Novalis no plantea el ascenso a la luz, sino que favorece el descenso hacia la oscuridad,
hacia el interior, pues "es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los
mundos, el pasado y el futuro". Ese viaje iniciático originado en la noche, que el poeta debe
emprender, es claramente espiritual. Para que el hombre pueda dirigirse al interior es
necesario apartar la luz, pues ésta tan sólo entorpece la conquista del verdadero
conocimiento de sí mismo y de la unión mística del poeta con su amada, Sophie. La luz
ciega a la humanidad y les impide, por lo tanto, penetrar en el misterio de la noche, en el
ámbito del sueño, en ese estadio contrapuesto a la razón y a la realidad. El ir más allá de la
luz implica, necesariamente, la muerte. Para el poeta, la noche se identifica con la muerte,
pues una vez revelado el camino se siente un deseo irrefrenable de no regresar a la luz, de
no volver al ámbito terrenal: "la muerte es superior a la vida terrenal porque es el tránsito a
la Noche y al Espíritu, que también son superiores a la luz y a la materia".

Novalis, es un poeta que llega a ser peligroso. Pero, ¿peligroso para quién? Es un poeta
peligroso no para un sistema, una sociedad o un aparato; es un poeta peligroso para uno
mismo. Claro, que toda poesía resulta peligrosa. Sin embargo, su poesía es una
inauguración de la fundición con uno mismo. En ese sentido es peligroso, ya que es una
aventura oscura el ver al interior de uno.

Ya Jung teorizará acerca del introducirse en un mundo interior, en el inconsciente


colectivo. Sin embargo, Novalis ya hablaría de ese cosmos interno, esa muerte oscura, esa
noche que ocurre en cada individuo, en cada solipsismo.

Un poeta que celebra la vida buscando la entropía, la quietud, el silencio, la calma.


EL observarse a uno mismo y sentirse temeroso y vulnerable ante el todo que está en el
interior de cada uno. Salvarse a uno mismo y salvaras al mundo, por medio de la voluntad,
uno se transfigurará en su propia salvación, no sino después de haberse matado. Morir, no
significa una muerte orgánica, es una muerte de las cosas, buscando lo absoluto que no
vemos común. Es buscar el punto medio, quizá ese punto medio del que hablaba
Aristóteles, ese punto medio donde se encuentra la sede del alma donde se encuentra el
mundo exterior y el mundo interior. Es, quizá, también, ese encuentro fenomenológico del
que habla Dussel, pero con uno mismo. Es quizá también el ver a Dios de Levinás, pero no
en el otro, sino uno en uno mismo. Un Dios que naturalmente se le teme porque la escasa
aprensión del hombre es pobre, insuficiente para aquello que cualquier sustantivo es
inexacto y nos quedamos con la insuficiencia de llamarlo “absoluto”.

También podría gustarte