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DIRECTORES-REDACTORES RESPONSABLES';

Washington Lockhart y Domingo L u i s B o r d o l i


18 d e J u l i o 5 3 5 Coquimbo 2257
Mercedes Montevideo

CONSEJO DE REDACCIÓN

Arturo Sergio Visca, Guido C a s t i l l o , Dionisio T r i l l o Pays,

Julio Da Rosa, Héctor Bordoli, Ornar Moreira.

SECRETARIO DE REDACCIÓN

Orosmán Martínez Andrade.

ADMINISTRACIÓN

Alfredo de l a Peña
Juan Benito Blanco 619
Montevideo

Fundada en Mercedes, en Marzo de 1948 oor Humberto Pe-


duzzi Escuder M L de Klinger y W Lockhart
Con este No\38 reihéciamos nuestra actividad suspen*
dida por un lapso de tres años. No creemos necesario espje
cificar las causas de ésta inquerida inactividad. Pero ca*
be señalar que no fué el factor económico, como suelp ser*
lo en este género de iniciativas, el determinante de esa
suspensión o Contrariamente, al cerrar el balance financie-
ro, en nuestro número 37, la revista dejó un superávit „~ No
decimos esto por infatuación, sino por el estímulo que pa~
ra nosotros significa, ,y puede significar para otros¿ este
hecho capaz de demostrar que son todavía posibles en nues-
tro país aventuras de esta índole.
No creemos oportuno reiterar proposites ya expuestos
y hasta donde nos fué posible,
s realizados. Diremos, si,
. que nuestras páginas continuarán abiertas al esfuerzo de
los jóvenes escritores, previo testimonio, naturalmente,
de cierta calidad. Pero procuraremos como éste número lo
demuestra, y en mayor medida que antes, la incorporación,
de nuestros más prestigiosos escritores. Asimismo, nos
proponemos presentar a los valores más representativos de
la actualidad literaria hispano-americana. Pensamos que es
é s t a una firma de romper la angustiosa soledad e incomuni»
cación de los diversos países.
En el curso de estos tres años, nuestras letras han
tenido que lamentar la desaparición de autores como Víctor
Dotti, Líber Falco, Juan José Morbsoli. y Carlos Vaz Fe*.
rreirá. Be> Víctor Dotti nps ocupaüeftten:pst&tBií^
valoración de la obra de ¡forosoli y Vaz Ferreirá será la*-
bor que realizaremos próximamente. De estas cuatro des apa*
ricionesr la que nos ha tocado más directamente, por habex
sido nuestro amigo de todas las horas+ es Ja de Líber Faj*
co El grupo ASIR se ha ocupado ya de él en diversas
a opor*
tunidades> Sabemos que existe entre Los jóvenes escritores
una preocupación por elanálisis de su poesía* De e s t a labor
c r í t i c a quisiéramos dar ejemplos en el futuro.
Destacaremos por último, con placer, .la incorporación
de los escritores Dionisio Trillo Fays y Julio C ' da Posa
a nuestro Consejo de .Redacción- La necesidad de atender
actividades de intercambio, correspondencia, avisos de re-
cibo, etc. , que muchas veces habíamos descuidado : ha im-
puesto la creación de un nuevo cargo, el de Secretario de
Redaccións que ocupa el Sr, Orosman Martínez Andrada. La
Administración pasa a ser ocupada por el Sr, Alfredo de la
e n
Peño:, a cuya fe y capacidad de trabajo debe ASIR: gran
parte, su reaparición.
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tttfcla nuestra
mtra scend en cí o

Tenía derecho N i e t z s c h e a afirmar - porque eso era


cierto en su país y en su época - que "los grandes proble-
mas están en la c a l l e " , pero en nuestro país, y en América
en general, l a realidad inmediata r e s u l t a hoy impermeable
a toda problemática trascendental, en l a c a l l e no hay más
que escaparates y transeúntes » en el sentido material y
en e l simbólico - d e s f i l e de máscaras convictas o involun-
t a r i a s , choques y c o n f l i c t o s inesenciales, y a veces ? so-
l i t a r i o , perdido y "desasido", "apenas t r i s t e . y sólo con
su canto", alguien - como d i j o el poeta - "buscándose l a
frente hacia la madrugada". Y es que nada es más d i f í c i l ,
para n o s o t r o s , h a b i t a n t e s de un inframundo i n v e r o s í m i l ,
que v i v i r en ese doble plano en que lo natural es índice o
trasunto de l o subrenatural Vivimos, en e f e c t o , en una
apariencia i n c o n s i s t e n t e , d o n d e l o s pequeños problemas,
reiterándose hasta l a obseción, han conseguido distraernos
de l o s grandes. Desconectados de nuestro real misterio, l o
grave HO es que nadie sepa quien e s , miseria harto común y
justificable sino que son muy pocos quienes se inquietan
por saberlo, por descubrir las necesarias sobrenaturalida-
d e s cosa que no habrá de conseguirse, ciertamente, me-
:

diante encuestas, balances y ficheros, pretendiendo redes-


cubrir, con una curiosidad minuciosamente desapasionada,
vigencias necesitadas de más cordial requerimiento, Y no
hablemos de nuestra propensión extremada a l a c r í t i c a que,
a lo sumo, y salvo contadas excepciones, no demuestra sino
un deseo demasiado f r í o , horizontal como para poder des-
cubrirle a nuestra realidad alguna clase de e f e c t i v a r e l e -
vancia, Defraudados por l o s otros y por nosotros, por tan-
t a esencia malbaratada y por tanto f l a g r a n t e simulacro,
sólo se busca, en realidad adiestrando un exacta virulen-
cia darle un pretexto a nuestra inanidad, volver a g r e s i -
>
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vas nuestras h a b i l i d a d e s sin o b j e t o . Y desquitarnos así


de nuestra imposibilidad de adoptar la simple y llana de-
c i s i ó n de e x i s t i r .

Lo peor es que ese vacío no es una conquista de nues-


t r a c o n c i e n c i a , no es un bien r e n t a b l e y U t i l i z a b l e que
nos permita rebelarnos con causa y angustiarnos con j u s t i -
f i cacion* Ausentes de nuestra ausencia, nuestra f r u s t r a -
ción no l l e g a a ingresar en nuestra vida profunda, y nos
deja doblemente inermes, s i n un c e n t r o al cual r e f e r i r
nuestras a c t i t u d e s , y sin añorar tampoco su carencia, l o
cual sería una manera de tenerlo, y en más honda instancia
todavía. No podría así darse entre nosotros ni la angustia
de creer ni l a de no creer, ni el suicidio, como afirmación
liberadora de un K i r i l o v , n i , en otro orden, l a afirmación
g r a t u i t a del instante, no estamos en condiciones, en nin-
gún s e n t i d o , de jugarnos enteros, desde que no sabríamos
donde s i t u a r nuestra i n t e g r i d a d , no podemos s i q u i e r a , en
e f e c t o , s i t u a r l a en nuestro vacío, porque l e f a l t a a ese
vacío, para ser t a l , la experiencia de la destrucción ^ra-
d i c a l de c i e r t o s valores que, entre n o s o t r o s , permanecen
vigentes - vigentes, y no vivos - manteniéndonos en m i l i -
tancias descolocadas, t a l e s como ese liberalismo infundado
y ambiguo que arrastramos desde que l o vocearan, con agre-
siva desmesura, nuestros insolventes románticos de hace un
sigloc Desde que nuestros pasos van al margen de l o r e a l ,
entre d e l i r i o s deportivos y demás sensccionalismos expre~
sámente c u l t i v a d o s , l e s estamos despojando a n u e s t r o s
acontecimientos íntimos de l a oportunidad de evolucionar
dentro de un proceso d i a l é c t i c o n í t i d o y r e s u e l t o , de una
coherencia que los j u s t i f i q u e en e l seno de una continui~
dad de sentido, l o s momentos sucesivos de nuestra h i s t o -
r i a , personal y nacional, no pueden h a l l a r así en e l pasa-
do la a n t í t e s i s sobre l a cual establecer justificadamente
una t e s i s renovadora y una s í n t e s i s en la que p o s t e r i o r -
mente podamos reafirmarnos; desvinculados de nuestra t r a -
d i c i ó n , todo se resuelve en banderías o c a s i o n a l e s , y en
adhesiones que s ó l o comprometen nuestra porción enajena-
ble, adhesiones regimentadas y ordenadas por intereses que
han hallado así una forma, soezmente remuneradora, de d i s -
traerse de sus propias distracciones*

Más concretamente: no podemos l l e g a r a ser l o que


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quizá queremos, porque nuestro querer no puede r a d i c a l i -


zarse, asumirnos por entero: pudieron s í , l o g r a r l o , quie-
nes, a p r i n c i p i o s del s i g l o pasado, se reencontraron a s í
mismos er¿ el v é r t i c e removedor de c o n f l i c t o s que l o s ponían
totalmente a prueba; hoy, ablandados por garantías s o c i a -
l e s que, l e j o s de salvarnos, disuelven todo conato de sal*
vación en un desvaído conformismo, nuestra atención queda
así a merced de l a s irrupciones forzosamente intempestivas
de doctrinas, e ideas importadas,premiosamente, ávidos del
c o s q u i l l e o i n t e l e c t u a l o s e n s o r i a l que puede hacernos
creer en nuestra raigambre u n i v e r s a l , a costa de nuestra
cada vez más i n v e r i f i c a b l e peculiaridad, Apenas intentemos
mantenernos f i e l e s - por l o menos - a nuestra condición
precaria, no nos queda entonces sino el recurso mediana^
mente heroico de postergarnos, de acumular d i l a c i o n e s , de
c a l l a r . Con un s i l e n c i o que e s t á l e j o s de ser - como l o
fue, singularmente, e l de un Rimbaud « un resultado de e s -
tar al cabo de l a c a l l e , de una d e s i l u s i ó n en c i e r t o modo
* por l o menos para l o s o t r o s - promisora, sino tan s ó l o
l a expresión, a l o sumo honesta, de una incapacidad a l a
que nada, dentro de s í mismo, busca engañar con imaginarias
oportunidades de salvación

Sólo una plenitud - l a gran olvidada - estuvo alguna


vez a nuestro alcance: l a de l a i n f a n c i a , cuando todo l o
teníamos sin saberlo, i d e n t i f i c a d o s con un amor a l a s co-
sas que nos v o l v í a habitantes de un mundo insospechable;
a l l í fuimos, en su cabal sentido, uruguayos, y americanos,
y universales, inmersos en una eternidad que ahora sabemos
- o creemos - fugaz, pero que constituye l a única referen-
c i a y l a única constancia de que e x i s t e una p o s i b i l i d a d
abierta a nuestros extravíosdel presente En un fondo que
no consiguieron cegar l a s espesas desilusiones de l o s tócs !
queda l a t e n t e e l recuerdo i n c i t a n t e , aleccionador, de una
bienaventuranza tan hondamente sabida, que no necesitába-
mos entonces saber que l a sabíamos Tal como evocaban l o s
hombres primitivos, al caer la noche, l o s demonios t u t e l a -
r e s , evocamos nosotros el e s p í r i t u que l a t í a en a q u e l l a
encendida anunciación, Y no para e l u d i r nuestra responsa-
bilidad de adulto y de evadirnos de ese modo del presente,
sino para devolvernos a una conciencia más pura de l o que
debemos ser, no haciendo de nuestra experiencia de hombres
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un c o r r e c t i v o de nuestra e x p e r i e n c i a de n i ñ o s , sino su
t r a n s f i g u r a c i ó n , l a reelaboracíón v o l u n t a r i a de aquella
aurora, al cabo de nuestra larga noche de olvido y confu-
s i ó n . Nuestras esperanzas no son a s í más que una proyec-
ción de esas i n e l u d i b l e s añoranzas; pero han de agregár-
s e l e s costosas sabidurías, un arte trabajosamente aprendi-
do de aproximarnos a l o s hombres a través de tantas apa-
riencias engañosas«

Nuestra incapacidad metafísica hace que l a gran mayo-


r í a , por h a s t í o , por no saber qué hacer, se l i m i t e a bus-
car e l modo de c o n s t r u i r s e una vida de repuesto, en base
a sus disponibilidades más cercanas y exiguas; se convier-
te asf en inerme espectador de d e s f i l e s y e x p o s i c i o n e s , d e
aventuras cinematográficas y de competencias deportivas al
nivel de su cenestesia; demás e s t a decir que de t a l e s ex-
t r a v í o s es harto d i f í c i l regresar, desde que no nacen de
una desesperación segura, bien identificada, Mediante esos
expedientes no podemos ni siquiera extraviarnos, sino d i -
solvernos, como flotando, en goces que apenas s i nos com-
prometen en nuestra materia más enajenada. Ser y no ser
a l l í se i d e n t i f i c a n ; un mundo atestado de cosas y de g r i -
t o s , sólo ofrece, a quien l o interpela más estrechamente,
s i l e n c i o s i r r e d u c t i b l e s ; detrás de cada goce se oye l a de-»
soladora letanía de una vertiginosa i n s a t i s f a c c i ó n , de un
hastío tanto más incurable cuanto m¿s sensaciones y " c i v i -
lización" acuriulamos; l a existencia va siendo así devorada
por sus propios productos y nos convierte en f i c c i ó n , al
e s t i l o de Las conveniencias que rigen en el día. Esa tonta
seriedad de sud-americanos, así como ese tonto sonreír de
l o s norte-americanos - tanto más v i s i b l e s cuanto más a l t a
posición se ocupa - no s i g n i f i c a siquiera un l e a l recono.*
cimiento de n u e s t r a s d e f i c i e n c i a s e s e n c i a l e s , s i n o , en
gran parte, f a l t a de humildad, afectación de una importan-
c i a que pueda, en un sentido u otro, u t i l i z a r s e socialmen-
t e . No d e j a r í a de ser recomendable, por curarnos de esos
alardes, reconocer de pronto, sin i n ú t i l e s aspavientos,
que no somos sino algo así como un insecto o un escaraba-
j o , sintiendo solamente un ' t o l e r a b l e f a s t i d i o " , como e l
protagonista de "La metamorfosis". Sería sin duda un exce-
lente punto de partida; nos ahorraría por l o pronto caídas
excesivas, inconducentes, Y nos induciría además a perder
esperanzas demasiado l o c a l i z a d a s y c o t i d i a n a s , g l o r i ó l a s
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de c i r c u l o , o la n o s t a l g i a de alguna posteridad que nos dé


l o que e l presente nos rehusa* En todo caso, l e daría a
nuestra i n e x i s t e n c i a una p o s i b i l i d a d más limpia de s a l i r
dé sí,Asumido lealmente nuestro cero, fundamentada debida
mente nuestra e s t e r i l i d a d , c a b r í a a l e n t a r recién formáis
aceptables de esperanzas. Es e l de l a esperanza, en ver»
dad un trabajoso aprendizaje, un esmerado s a l v a t a j e de l a
desesperación,

El hombre vulgar, transeúnte impenitente, o postulan*


t e ante puertas que a nada conducen, no habrá de ser res*
catado desde fuera, donde todo contribuye hoy a e r i g i r o r -
ganizaciones absorbentes, focos de fuerza que exigen l a
entrega incondicional del individuo. Sólo e l empeño d e c i -
dido de l o s pocos que han logrado preservar algún resto de
autenticidad, podrá i r abriendo y resguardando c í r c u l o s de
sincera convivencia al n i v e l del hombre que todos siguen
siendo sin quererlo ni saberlo. De ese hombre común en e l
cual no podemos dejar de confiar nunc.a, pues por debajo de
esa segunda n a t u r a l e z a con que acostumbra r e l a c i o n a r s e ,
sentimos alentar una inconfundible sustancia humana hecha
de s o l i c i t u d y de respeto hacia l o s o t r o s , La verdad es
que a ese hombre no se l e deja ser bueno, que l a s exigen-
c i a s s o c i a l e s y l o s v a l o r e s que se l e han inculcado su-
brepticiamente a través de tan profusas propagandas y de
una escala i m p l í c i t a de recompensas correspondientes a ca-
da una de sus deserciones, determinan oscuramente pero de
modo i n f l e x i b l e su conducta e x t e r i o r . No es tarea f á c i l
reabrir esas v í a s clausuradas, s u s c i t a r esas v i r t u d e s
adormecidas, convocar al hombre verdadero, e i n v i t a r l o a
colaborar en la recreación de un mundo verdadero. Sin em-
bargo, la vida t i e n e a veces modos de i n t e r p e l a r n o s que
desbaratan de golpe las murallas que parecían más s ó l i d a s .
Hasta l a s crónicas d i a r i a s , espejo c a s i siempre de super-
f i c i e s engañosas, pueden l l e g a r a r e g i s t r a r algunos de
e s o s inesperados a v a t a r e s . No hace mucho, por ejemplo.
leíamos en un r e p o r t a j e a una p a s a j e r a d e l "Ciudad de
Buenos Aires", rescatada de l a s aguas luego de largas ho-
ras de zozobra, sus declaraciones expresando l a renovada
visión que, de súbito, tuvo entonces de su vida, su asom-
bro al recordar tanta vacua minucia, tantas vanas preocu-
paciones como formaran hasta ese instante su bagaje c o t í -
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dianoo "Sí sigo viviendo tendré que ser más buena", fué l a
reflexión que l a iluminó de golne. cuando, al borde mismo
de l a muerte con una extraña frialdad, más a l l á de l a de-
sesperación, l a invadió l a evidencia de l a falsedad con
que hasta entonces había vivido. La verdad y el bien, como
en e l pensamiento platónico, surgieron j u n t o s , i n d i s o l u -
b l e s , desde e l fondo de su alma, removido y desvelado por
aquella alteración radical de l a s condiciones en que d i a -
riamente se adormecía su conciencia.

A nadie l e f a l t a n naufragios en su v i d a , p e r i p e c i a s
l í m i t e s , por l a s que pueda asomarse al abismo revelador
de su condición mortal. De la presencia de la muerte, a p o -
sentada no s ó l o en norctros, sino también en cada ser y en
cada cosa, se habrá de extraer y depurar l a presencia de
l a vida, de esta vida-muerte cuyo reconocimiento v e r t i g i -
noso, l e j o s de a n i q u i l a r n o s , nos habrá de infundir una
firmeza y un desasimiento presumiblemente invunerables.
Quien no quiera ser como Dios - decía Goethe - no será ni
siquiera un hombre; no podrá gozar siquiera l a s comodida-
des de-su imperfección, ambiguo habitante de un mundo de-
sencarnado al que - como decía Bernanos - no es con nues-
t r a desesperación que rechazamos, sino con toda nuestra
esperanza.

Washington Lockhart, -
9

C<py*ce|5to general
DE LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA (*)

La N a r r a t i v a , en cuanto r e p r e s e n t a c i ó n de l a vida
hispanoamericana, presenta caracteres generales muy pro-
p i o s . Y aún que t a l carácter de representación de l a vida
- sea en r e f l e j o o r e f r a c c i ó n - e s t á en l a índole misma
d e l género, y a s i ocurre en todas l a s l i t e r a t u r a s , en e l
caso hispanoamericano, e l l o ocurre de o t r o modo. Que La
Comedia Humana, "La Guerra y l a Paz", J|Rojo y Negro", "A
l a recherche du temp perdu", sean h i s t o r i a s o c i a l de una
época, de un p a í s , nos den l o s caracteres, l a s costumbres,
e l clima moral y hasta p o l í t i c o de un pueblo, es hecho tan
notorio como inherente a la gran narrativa; l o mismo se da
en Dickens, en Sthendal, en Dostoyewsky, en Galdos, en
P r o u s t , en Dos P a s s o s , en Joyce, en todos l o s grandes
maestros del género de e s t o s últimos tiempos, como ya se
da en e l gran precursor y máximo n o v e l i s t a , Cervantes. Es
en e l l o s que se encuentra e l conocimiento íntimo de un
pueblo, de una época. Sabemos que l a verdadera h i s t o r i a ,
l a i n t r a - h i s t o r i a , no l a escriben l o s h i s t o r i a d o r e s sino
los novelistas.

Pero l a narrativa hispanoamericana tiene, en t a l p l a -


no, otras razones que l a s generales y comunes del género,
algo que, sino e s dar otra cosa es dar e s o mismo en grado
t a l y tan absorbente, que hace consustancial su contexto
de l a realidad h i s t ó r i c a misma. Y que en una diferencia ¿e
grado pueda transformarse, en c i e r t o punto c r í t i c o , casi
en diferencia de especie, no es fenómeno que nos sorpren-
da, ni en e l mundo f í s i c o ni en e l i n t e l e c t u a l .

Lo s u s t a n c i a l de l a n a r r a t i v a europea, y aún de l a

( * ) - Del " í n d i c e C r í t i c o de l a L i t e r a t u r a Hispanoamerica-


n a * . VoUimen I I . La N a r r a t i v a , ( i n é d i t o ) .
10

norteamer¿caaa e s en verdad, el hombre en si mismo con


} f

sus complejidades i n t e r n a s y sus problemas morales ¿ac-


tuando en relación con un medio ambiente determinado Por
e l l o es una Narrativa esencialmente p s i c o l ó g i c a y de sen-
t i d o universal La hispanoamericana, en cambio es predo- ;

minantemente ambiental, t e l ú r i c a , s o c i o l ó g i c a No es que


f a l t e n en e l l a algunos c o n f l i c t o s p s i c o l ó g i c o s y morales,
pues* sino no habría novela ni cuento posible? pero e l l o s
se r e f i e r e n c a s i siempre, a modalidades de caYacter y a
;

problemas concretamente r e l a t i v o s a l a inmediata realidad


nacional, regional geo-humana

Aquello que, en la narrativa europea o nordamericana,


se h a l l a , de carácter nacional, a veces fuertemente mar-
cado, como en l a novela rusa, es sólo el continente, una
envoltura circunstancial de l a universalidad intrínseca de
su contenido Al menos, en cuanto se r e f i e r e a l a gran no»
v e l í s t i c a . Do.stoyewsky e l mismo Tolstoy, no interesan tan
;

profundamente y no alcanzan su s i g n i f i c a c i ó n fuera de Ru-


s i a , por l o que tienen de típicamente rusos sino por l o
que contienen de categóricamente universales Y asi en l o
que respecta a l o s demás pueblos; sólo se trasunta en sus
obras l a parte necesaria de carácter ambiental en que ac-
túa l a universalidad psicológica de sus contenidos

Compréndese que esta parte necesaria de l o c a r a c t e -


r í s t i c o de cada pueblo o región, corresponjde a l a o b j e t i -
vidad concreta del arte narrativa, puesto que ésta no pue«
de ser mera abstracción simbólica, sino, ante todo, intui»
ción de l o v i v i e n t e , Más> siendo i n t u i c i ó n de l o v i v i e n -
t e y no abstracción simbólica (aunque tampoco excluya el
valor simbólico, desde luego) l a Narrativa hispanoamerica-
na, distintamente a l a s otras o c c i d e n t a l e s , se sustancia
en una temática específicamente t e r r i t o r i a l ; el hecho hu-
mano aparece, en su clima, rigurosamente condicionado por
las determinantes exclusivas de su complejo ambiental

Lo c a r a c t e r í s t i c o nacional de la narrativa europea o


yanqui no compromete el sentido humano universal del re-
l a t o , que t i e n e tal v a l i d e z de universalidad porque opera
en el plano psicológico de l o s caracteres y los c o n f l i c t o s
arquetipicos y de l o s problemas, morales o m e c a f í s i c o s
11

ecuménicos y permanentes En cambio en el conjunto predo-


minante de l a narrativa hispanoamericana t i p o s caracte-
res c o n f l i c t o s problemas, se definen en una zona de de-
terminación nacional restringiendo al mínimo su universa-
lidad especifica en t a l sentido

La gran novela sudamericana = y más l a menos grande


es '--as, can sólo americana no sóio por su contenido obje-
c i r 3 sino po< su significación:; es trasunto y expresión de
su prop¿:a realidad geográfico-social Lo c a r a c t e r í s t i c o , .
asi sea en l a pintura de ambiente como en l o s propios ca-
racteres hamanos y en l o s c o n f l i c t o s morales y sociales-
que plantea la circunscribe a su nacionalidad

Po* el predominio que sobre l o s caracteres propios


de e s t a temática e j e r c e la r e a l i d a d t e r r i t o r i a l , en su
t r i p l e complejo t e l ú r i c o - r a c i a l - p o l í t i c o , e s t a Narrativa
se define en sustancia y forma como una geografía huma-
na, trascendiendo, cuando más al plano s o c i o l ó g i c o , en
cuanto problemática de una fenomenalídad determinada E l l o
l a diferencia fundamentalmente del resto de la occidental,
cuyo substracto corresponde a la Psicología o a l a Metafí-
s i c a Se t r a t a de dos t i p o s de l i t e r a t u r a narrativa, co-
rrespondiente a dos climas c u l t u r a l e s d i s t i n t o s y a dos
d i s t i n t o s tipos de escritor

***

En general, el signo de la Narrativa occidental es l a


ciudad, en e l l a misma y en lo que e l l a determina en l a v i -
da del t e r r i t o r i o , por su imperioso i n f l u j o tentacular. El
signo de la Narrativa hispanoamericana es e l t e r r i t o r i o ,
sus potencias t e l ú r i c a s c a r a c t e r i z a n t e s , su problemática
geo-social El personaje representativo europeo es e l hom-
bre de l a s ciudades, el civilizado,. y a menudo, e l ultra»
?

c i v i l i z a d o El personaje hispanoamericano, es el hombre de


la pampa de la selva, del plantío de la montaña, el hom-
?

bre de l o s países dominados, absorbidos por l a s condicio-


nes naturales primitivas, donde las ciudades y su c i v i l i -
zación occidental viven y avanzan en lucha d i a l é c t i c a con
l a potencialidad de l a naturaleza.
12

Si ti í . n / ü ? Í T en términos de materialismo h i s t ó r i c o
(más a l l á de io que la misma realidad empírica autoriza)
fuerza es teconorer a este respecto la fundamem,ai d i f e -
rencia que e x i s t e entre el tipo de una sociedad de econo-
mía i n d u s t r i a l i z a d a y de naturaleza domada humanizada
como son la eusopea y la ñordamericana y una sociedad ien
gran parte amorfa) de economía puramente e x t r a c t i v a de
exportación de materias primas y que opera al par de io
indómito y prepotente de su geografía como I o es cas* t o -
da l a sudamericana desde México.a l a Patagonia Continen=
te todavía semidesierto y seminaUaje donde un régimen de
tradicional feudalismo hacendístico sea p a s t o r i l agríco-
l a o minero impone en su mayor parte sus caracteres so-
c i a l e s y determina principalmente su fenomenología p o l í t i -
ca fuerza es que se exprese en una Narrativa que tenga su
centro y su acento en l o t e r r i t o r i a l más que en lo ciuda-
dano, en l o primitivo más que en l o c i v i l i z a d o en l o so«
c i o l ó g i c o más que en l o e s p i r i t u a l

No habiendo cambiado mucho desde hace un s i g l o las ;

condiciones generales de l a vida en la mayoría del Conti-


nente, es natural que a mediados del XX. como en el XIX
sea su r e a l i da d geo-humana l a que imponga a la Narrativa
sus modalidades y sus problemas Y que e s t o sea, precisa-
mente, el f a c t o r que asigna al conjunto de su producción
un denominador común

C i e r t o que l a diversidad de ambientes y condiciones


én l a extensión del Continente que abarca todos l o s c l i -
1
mas, de la trágica selva t r o p i c a l , el "infierno verde ' del
caucho l a fiebre y el veneno, que nos pinta Rivera en "La
1
Vorágine ', a l a s t i e r r a s bajas y c a l i e n t e s donde e l negro
c u l t i v a l o s inmensos plantaos, y de l a masa pétrea y de-
solada de l o s Andes lugar del indio taciturno y sufrido,
1
e s c e n a r i o de "Reza de Bronce ', de "El mundo es ancho y
ajeno", a l a abierta y bravia desnudez de los llanos gana-
d e r i l e s cuya reciedumbre ecuestre nos dan "Doña Barbara"' o
"Don Segundo Sombra" Más, se comprueba que. tal d i v e r s i *
dad de ambientes condiciones y c a r a c t e r e s , al parecer
factor de diferenciación l i t e r a r i a genera verdaderamente
una identidad de fondo Toda esa diversidad r e l a t i v a de
motivos se r e s u e l v e en l a misma modalidad n a r r a t i v a El
X3
gaucho de l a s pampas, e l l l a n e r o de l a sabana, e l indio
minero de la c o r d i l l e r a , el cauchero de l a selva t r o p i c a l ,
e l peón del obraje o el p l a n t í o , todos son, para l a l i t e -
ratura, el mismo tipo genérico de hombre rudo, primitivo,
i n s t i n t i v o , dando s e l l o común a una Narrativa. Y comprén-
dese asi que, respondiendo a t a l denominador común, e l ob-
j e t i v i s m o r e a l i s t a sea l a modalidadtpredominante en e l
género
* **

En c a s i toda l a n a r r a t i v a hispanoamericana, l o que


prevalece en el carácter de l o s tipos humanos, es l o con-
cretamente determinado por l a realidad ambiental g e o - s o -
c í o l ó g i c a ; e l l o es l o que da a l o s personajes no s ó l o e l
colorido t í p i c o l o c a l sino l a estructura p s i c o l ó g i c a mis-
ma, De ahí que sean t i p o s nacionales (o r e g i o n a l e s ) y no
u n i v e r s a l e s . De t a l modo, s i e l campesino francés de "La
T i e r r a " , puede ser el t i p o general del campesino, y s i
Werter o Madame Bovary, o K ( e l de "El Proceso") pueden
representar, encarnar, t i p o s universalmente válidos en su
época (o que tienden a u n l v e r s a l i z a r s e , por i n f l u j o l i t e -
r a r i o ) , s i e l l o s son ejemplares representativos de sus e s -
p e c i e s , en cambio. Doña Bárbara, Don Segundo Sombra, Don
José Pedro Balverde ( e l de 'Gran Señor y R a j a d i a b l o s " ) ,
etc, son sólo personajes típicamente representativos de su
medio, productos de c i e r t a s condiciones s o c i a l e s y r a c i a -
l e s , - 'plantas humanas", d i r í a T a i n e - pues; como'.cier-
r

tas especies naturales, sólo se dan en su clima,

¿Cual puede ser e l sentido último, más e s e n c i a l , de


esta l i t e r a t u r a ? Tal vez podría interpretarse y formular-
se a s í : - La Narrativa hispanoamericana, en sus rasgos ca-
racterísticoSjfixpresa el esfuerzo y proceso de adaptación
del hombre a l a s condiciones de una doble realidad, t e l ú -
rica e históricamente dada, propia del Continente, con sus
variantes regionales en l o geográfico y r a c i a l , c o n f l i c t o
y adaptación del hombre con respecto a l a Naturaleza coryas^
poderosas fuerzas t e r r i t o r i a l e s van modelando en gran par-
te sus caracteres y sus hábitos; en l o h i s t ó r i c o , c o n f l i c -
t o y adaptación de l a c u l t u r a o c c i d e n t a l moderna a l a s
v i e j a s e s t r u c t u r a s p s í q u i c a s y s o c i a l e s de l a t r a d i c i ó n
14

colonial la que a su vez y en relación con los factores


t e r r i t o r i a l e s ' , ha moldeado hereditariamente costumbres y
caracteres ya establecidos Agreguemos a e l l o un problema
fundamental: el de la reivindicación del indio de l a Cor»
d i l l e r a , la masa autóctona precolombina frente a l a c i v i -
l i z a c i ó n hispánica que lo redujo a condición s e r v i l , tema
y alegato de l a mayoría de l a novela y el cuento de B o l i -
via Perú. Ecuador Pero en visión más sociológica que in-
terna. Del juego de esos elementos se compone casi toda la
Narrativa hispanoamericana hasta el presente

La diferencia principal entre l a n o v e l í s t i c a de otras


partes del mundo y la hispanoamericana proviene probable-
mente de que, aquella se produce en el clima humano. espe-
c í f i c o y u n i v e r s a l de l a c i v i l i z a c i ó n , cuyo signo es l a
ciudad; sus caracteres, c o n f l i c t o s , problemas significa-
dos, son producto y expresión de ese estado de cultura, en
sus substracto ecuménico De ahí que nos de objetivamen- M

te, épocas más que países, épocas de la evolución h i s t ó r i -


ca de la cultura dentro de l o s diferentes ambientes nacio-
n a l e s . La hispanoamericana, se produce en e l clima espe-
c i a l de ese campo d i a l é c t i c o de adaptación del hombre al
medio p r i m i t i v o , t e l ú r i c o , típicamente suyo con l o s ca=
s

racteres y formas t í p i c a s que se determinan, pudíendo s i g -


n i f i c a r en c i e r t o s casos el dramatismo de esa lucha, ("Do-
Jfia Bárbara"); en otros^ l a rebelión de l a raza autóctona,
despojada y oprimida por l a Conquista ("Huasipungo", "El
mundo es ancho y a j e n o " ) Í en o t r a s , l a postulación de un
arquetipo nacional, surgiendo de l a s propias condiciones
t e l ú r i c a s e h i s t ó r i c a s del t e r r i t o r i o ('Don Segundo Som-
bra"), De ahí el vasto predominio del ambiente rural, t e -
r r i t o r i a l , en e l conjunto de e s t a Narrativa, Las mayores
novelas hispanoamericanas, asi del XIX como del XX, son
novelas de campo; l o t e r r i t o r i a l absorve l o urbano, Y es
que a l l í , en e l t e r r i t o r i o , es donde se plantea l o más
arduo y dramático de esos motivos^ y a l l í e s , asimismo,
donde se da l o más o r i g i n a l y fuertemente c a r a c t e r í s t i c o
del' Continente.

Sin embargo, en e s t o s últimos años, han aparecido ya


s i g n i f i c a t i v a s manifestaciones de otra índole: la vivencia
del hombre en el clima universal de l a c i v i l i z a c i ó n , e l de
15

l a s grandes ciudades de cualquier parte del mundo, narra*


t i v a de t i p o y sentido más intimamente semejante a l a eu-
ropea o nordamericana, aunque sus circunstancias ambien-
t a l e s concretas se diferencien Y el acento de l a obra cae
entonces sobre lo puramente p s i c o l ó g i c o ; el dramatismo se
hace internoc E l l o ocurre a l l í donde - como en e l P l a t a ,
por ejemplo - grandes centros humanos cosmopolitas crean
ese clima de c u l t i v o d i s t i n t o del t e r r i t o r i o , con sus ca-
r a c t e r e s y problemas e s p e c í f i c o s . Ateniéndonos a l P l a t a
podrían c i t a r s e , entre o t r a s , obras t a l e s como "Fiesta en
11
Noviembre o "Los enemigos del alma" de Ed< Mallea; "El
Aleph' y o t r o s , de Borges; "El Túnel", de Sábato; "Adam-
Buenos Aires" de Marechal; "El c a b a l l o perdido" o "Nadie
encendía l a s lámparas", de P e l i s b e r t o Hernández; "La vida
breve' de J , C Otaetti; "Quien de nosotros", de Mario Bene-
d e t t i ; "La Sobreviviente", de Clara S i l v a ,

***

La explicación de índole sociológica, que acabamos <fe


esbozar, en rasgos muy generales, ¿es s u f i c i e n t e como i n -
terpretación del fenómeno narrativo hispanoamericano? No.
En e l l a está s ó l o l a mitad de l a verdad; l a otra mitad es
de índole más específicamente l i t e r a r i a , Y c o n s i s t e en l o
que podría entenderse como una d e b i l i d a d del arte del na-
rrador, en cuanto psicólogo: Maestro en l a pintura de am-
bientes, de p a i s a j e s , de t i p o s , de costumbres, en e l cua-
dro de l o c a r a c t e r í s t i c o ! pero sus personajes, aun l o s ' d e
nuestros más famosos narradores, son auténticos en tanto
que actúan, f a l s o s o muy f l o j o s en cuanto el autor se pro-
pone e x p l i c a r l o s , a n a l i z a r l o s , entrar en elloSc Es ejem-
plar al respecto el caso de Javier de Viana, quien, v e r í -
dico y v i g o r o s o p i n t o r de t i p o s y ambientes, cuando se
propone entrar al a n á l i s i s p s i c o l ó g i c o de sus personajes
se v a l e de l a l i t e r a di ra p s e u d o - c i e n t í f i c a de su época,
recurso en s i mismo f a l s o , pero que t a l resulta mayormente
al cabo de pocos años; del mismo modo autores posteriores,
no menos v i g o j o s o s y veraces, se valen en t a l e s casos de
teorías mas modernas pero no menos doblemente impropias
iasí por l o que respecta al procedimiento l i t e r a r i o como
por l a probable caducidad de l a s t e o r í a s Sustituyen por
l a p s i c o l o g í a de t e x t o , l a i n t u i c i ó n d i r e c t a de l a vida,
16

única válida para el arte. Al determinismo n a t u r a l i s t a , en


auge hacia 1900, y que hoy parece tan ingenuo y pedante,
reemplaza el p s i c o a n á l i s i s freudiano, en auge hacia l a mi-
tad del s i g l o , teoría que, probablemente, dentro de vein-
te años resulte tan desvalorizada como aquella; por que
..la Ciencia, al evolucionar, se va devorando a s í misma,

Pero esta flaqueza p s i c o l ó g i c a tiene otras formas. En


"Doña Bárbara", por ejemplo, comprobamos que todos l o s
personajes principales, empezando por l a protagonista, son
más símbolos que personas enteramente r e a l e s - siendo así
ique se trata de una novela r e a l i s t a - y dotadas, en conse-
cuencia, de caracteres intrínsecamente esquemáticos, y de
una s o l a p i e z a . En "Don Segundo Sombra", obra de t i p o
/

igualmente s i m b ó l i c o , se comprueba que e l c a r á c t e r d e l


personaje epónimo e s t á esbozado teóricamente por el autor
en dos páginas, - pues son como l a t e o r í a del personaje
concebido por e l autor - pero no e s t a dada funcionalmente
en l a narración misma; diríamos que e s t á en potencia pero
no en acto* Y de ahí que, ese concepto arquetípico que e l
autor t i e n e de su p e r s o n a j e , no se desprenda del r e l a t o
mismo, por el cual pasa como sombra del concepto, en medio
del cuadro magníficamente trazado de toda l a realidad am-
b i e n t a l , que es l o que vale verdaderamente en l a obra. Es-
t o s dos ejemplos, abarcan mucho de l a producción sudameri-
cana en su género. En todos l o s c a s o s , l a p r e v a l e n c i a
constante del medio ambiental - sea natural o humano - s o -
bre e l personaje, del p a i s a j e sobre e l hombre, de l a c i r -
cunstancia social sobre l o p s i c o l ó g i c o , atestiguan esa ca-
r a c t e r í s t i c a del narrador

Se da también, a menudo, el caso,que¿documentaría l a


n o v e l í s t i c a de Manuel Galves, ("Nacha Regules", sería e s -
pécimen) de una fuerte pintura r e a l i s t a del ambiente y de
l o s tipos secundarios, perfecta en su modalidad, inobjeta-
b l e en cuanto a su verismo, " en contraste con l o s persona-
j e s principales, completamente f a l s o s , , inverosímiles y me-
lodramáticos, como de f o l l e t í n

Pero, sin i n c u r r i r en e s t a gravísima f a l t a mante-


niéndose dentro de l a veracidad de l o s caracteres, toda l a
n a r r a t i v a t e r r i t o r i a l y r e a l i s t a sudamericana, excelente
17

siempre en l a pintura ambiental, e s t a situada en el exte­


r i o r y no en el i n t e r i o r de sus personajes; nos l o s mues­
t r a en sus actitudes y reacciones v i s i b l e s , pero no entra
en e l l o intuitivamente para darnos sus procesos p s i c o l ó g i ­
cos, para que l o s conozcamos intimamente, en s i mismos. Si
l o i n t e n t a , s u e l e f r a c a s a r ; no es convincente. La mejor
narrativa alcanza a dar caracteres, pero no almas.

De e l l o p r o v i e n e e s e o t r o rasgo p r o p i o de n u e s ­
tra narrativa continental: se mantiene, en general, dentro
del realismo; porque el realismo es l a escuela que corres­
ponde a su temática, a su problemática y a l a o b j e t i v i d a d
de su carácter* Para no ser r e a l i s t a , hay que ver al hom­
bre por dentro y al mundo desde dentro del personaje. Hay
que concebir y r e a l i z a r al p e r s o n a j e , no en función del
medio sino al revés: el medio en función del p e r s o n a j e ,
que es lo que hace l a gran narrativa europea y nordameri-
cana contemporánea.

C i e r t o que e s t e modo de encarar l a novela o el cuen-


tOj es más propio del clima de c i v i l i z a c i ó n de l a s ciuda­
des, que de l a ruda realidad del ambiente rural en que se
producen, en mayoría, l o sudamericano. Sin embargo, no es
a s i necesariamente. Y en e s t a misma n a r r a t i v a , tenemos
ejemplo de esa v i s i ó n interna de l o s p e r s o n a j e s - y d e l
sentido interno de l a realidad - en l o s cuentos s e l v á t i c o s
de Horacio Quiroga, - de cuarta dimensión mágica - o en
'Sombras sobre l a t i e r r a * de Francisco Espinóla, sombría
pintura transida de estremecimiento e s p i r i t u a l ,

Pero e s t a s y o t r a s excepciones, no neutralizan l a vo­


cación general por el realismo o b j e t i v i s t a que a t e s t i g u a
l a producción actual, como l a anterior, y que corresponde
tanto a l a f a l t a de intuición p s i c o l ó g i c a profunda, como a
l a problemática s o c i o l ó g i c a - y no e s p i r i t u a l - que domina
l a narrativa. Esta vocación natural se ha v i s t o reforzada
en e s t a s últimas decadas por l a invasión del aluvión i n ­
t e l e c t u a l marxista, en el cual, no s o l o l a cultura es una
sobrestructura de l o económico-social sino que, l a misma
conciencia del individuo es una sobrestructura resultante
de l a r e a l i d a d condicionada por esos f a c t o r e s . S e c t o r e s
enteros de l a n a r r a t i v a sudamericana, aparecen b a j o e l
18

predominio de e s t a posiciónr l a de Ecuador, por ejemplo;


"Huasipungo" es su l i b r o más representativo

***

Es perfectamente legítimo, y hasta necesario, que el


trasunto de la o b j e t i v i d a d c a r a c t e r í s t i c a e x i s t a en toda
narración hispanoamericana; e l l o es l o que g a r a n t i z a l a
i n t u i t i v i d a d e s t é t i c a de la obra No es la presencia de lo
c a r a c t e r í s t i c o l o que define esta l i t e r a t u r a , en general,
sino su modo de empleo, su prevalencia s i g n i f i c a t i v a en l a
obra; y t a l , que s ó l o traspasa e l l í m i t e de l a pintura
costumbrista o p a i s a j i s t a , para operar en el plano de l a
problematicidad s o c i o l ó g i c a , su única trascendencia vá­
lida,

Cierto que, por lo demás, el sentido de universalidad


de l o c a r a c t e r í s t i c o , en la novela y en e l cuento, se a l ­
canza, no eludiendo l o t í p i c o , ( l o propio, como gustan de­
c i r en e s t a América) para manejar un i n c o l o r o cosmopoli­
tismo l i t e r a r i o , sin propiedad, sino al c o n t r a r i o , ahon­
dando hasta tocar l a s raíces umversalmente humanas de la
realidad concreta, que necesariamente se h a l l a en el fondo
de todo ser, o, en términos más precisamente n a r r a t i v o s ,
de todo personaje, dentro de l a encarnadura de l o caracte­
r í s t i c o diferencial.. Pero en l a gran narrativa hispanoame­
ricana « y mucho más en l a menor - t a l consubstancíación
l i t e r a r i a no se produce; o se produce en grado i n s u f i c i e n ­
t e ; l o c a r a c t e r í s t i c o , en lo que se pone el acento, relega
e inhibe l a universalidad

P s i c o l o g í a , en algún grado, por supuesto que l a hay,


en c a s i todo r e l a t o , aún en l a simple estampa costumbris­
t a , puesto que de seres humanos se t r a t a , y el hombre es
un animal p s i c o l ó g i c o . Hasta en l o s más primitivos perso­
najes, y aún v i s t o s de afuera, r e s o r t e s p s í q u i c o s tienen
que funcionar y ser registrados por el autor, para que e l
relato se produzca Muchas narraciones de l o c a r a c t e r í s t i ­
co americano dan esa p s i c o l o g í a primaria del gaucho, del
indio, del mestizo, del peón, del hacendado, del comandan­
t e , del empresario, del p o l i c í a y el j u e z , del negro, de
:
l a p r o s t i t u t a , del inmigrante, del minero, del p o l . . y ;
19
de l o s demás tipos que componen l a conocida g a l e r í a de l o ,
c a r a c t e r í s t i c o , apareciendo reiteradamente a través de to-
da l a novela y e l cuento, de México al P l a t a . Pero esa
p s i c o l o g í a elemental no pasa c a s i nunca del plano de l o
c a r a c t e r í s t i c o mismo No hay ahondamiento, en busca de l o
esencial.

No es esta la novela del alma humana, t a l como, cate-


góricamente , se da en l a s que l o son. Lo nacional entra en
l o universal - o l o universal en l o nacional - transfun-
diéndose ambas categorías según nos l o enseñan l a s gran-
des obras de todos l o s tiempos y l o s géneros:- e l "Faus-
to", "Don Quijote", "Tartufo", "Hamlet", "Los Karamazoff",
etc - cuando el autor va a l o e s e n c i a l , lo .universal, l o
arquetípico, dentro o detras de lo c a r a c t e r í s t i c o de tiem-
po y lugar; y cuando esto no es sino l a envoltura circuns-
t a n c i a l de a q u e l l o , su accidente. Pero no se produce l a
h i p ó s t a s i s de ambas categorías cuando el autor se propone
como p r i n c i p a l finalidad* - o no se l o propone, pero a s í
r e s u l t a espontáneamente, por su l i m i t a c i ó n - el trasunto
de l o c a r a c t e r í s t i c o ; porque entonces el hombre está dado
en sus circunstancias pero no en su esencia Nada tan ruso
como Raskolnikof o l a Karenine, ni tan español como Don
Quijote, ni tan francés como l e Pére Goriot o Mne. Bovary;
y sin embargo, al mismo tiempo, nada tan universal como
cualquiera de e l l o s , ya en su s i g l o , ya por siempre. Es
que el autor ha ido al fondo del personaje, a lo arquetí-
pico, a través de lo concreto.

Hemos reconocido que el verdadero protagonista de "La


Vorágine" es l a selva; pero igualmente l o es l a montaña en
"Raza de Bronce", la sabana en "Doña Bárbara", l a pampa en
"Don Segundo Sombra"; novela de l a s cosas más que del hom-
bre De ahí c i e r t o s rasgos de grandeza poemática que l a s
valoriza. La gran narrativa hispanoamericana, en sus obras
más representativas,, suele alcanzar esa c i e r t a grandeza;
pero nunca la profundidad. La profundidad no se encuentra
sino donde e l l a s no van: hacia dentro, puesto que s ó l o ,
en el universo el alma humana es profunda -

A. Zum Felde,
21

ÍN UN RINCÓN SUBURBANO

De acuerdo con Ortega, es posible afirmar que l a vida


humana es substancialmente un diálogo, uno de cuyos i n t e r -
locutores es el hombre mismo, y el otro,locuazmente mudo,
su contorno Como un p a i s a j e de perspectiva i n f i n i t a , e l
mundo se extiende ante nosotros m u l t i p l i c a n d o , desde su
aparente hieratismo, innumerables i n t e r r o g a n t e s y s u g i -
riendo innumerables respuestas En el s e c r e t o corazón de
cada cosa parece esconderse irónicamente un enigma, y, más
secretamente oculta aun, su r é p l i c a , "Quede desfallecido
escudriñando la realidad", afirma Sócrates en el Fedro de
Platón. Y el mismo Platón decía de l o s f i l ó s o f o s que eran
"filotheamones", amigos de mirar, afirmando, en otra par-
te, que "el goce que procura el espectáculo de la realidad
es cosa que no puede gustar sino el amante de la sabidu»
ría". Miremos, pues con visión' límpida, transportándonos,
a través de la mirada, desde nuestra alma hasta l a s cosas.
E l l a s parecen hacer amigables llamados a nuestra atención.
Nuestra mirada puede a c a r i c i a r l a s c a s i voluptuosamente y
apresar algunos de sus secretos.

Estas r e f l e x i o n e s me asaltan mientras,camino, s ó l o ,


por un rincón suburbano de Montevideo. Es esa hora crepus-
cular en que los objetos no quedan todavía en un puro per-
f i l - que l o s hace fantasmas de s i mismos - pero en que ya
l o s tonos de sus colores se van atenuando, Unos árboles,
al fondo, levantan como melancólicas cabezas sus f o l l a j e s .
Sobre e l l o s cae lentamente el azul apagado del c i e l o . Un
pájaro cruza s i l e n c i o s o ese aire sereno y abatido. Hacia
un costado y en un ultimo plano, l a c a i t e hace una gra-
c i o s a curva, como tomando velocidad para perderse en una
l e j a n í a desconocida. Cercana, cubierta de cansadas enreda-
deras, una vestusta casona descascarada, se inmoviliza en
el tiempo con un ademán perentoriamente claudicante, La
casa parece inmovilizada en el tiempo', pero el tiempo mis-
mo parece haberse detenido, absorto en toda e s t a plácida
22

inmovilidad. Se siente como si todo s o l t a r a un v i e j o aro-


ma, un velado, conmovedor, aire poético. La propia vida se
remansa en e s t e tiempo inmovilizado; en e s t a v e t u s t e z de
l a casa, que impresiona como s i poseyera un alma v i e j a y
sabia; en l a s copas de l o s árboles p e r f i l a d a s en un azul
que lentamente se va obscureciendo. En un primer momento,
el paisaje parece i n v i t a r para que todo, con una sensuali-
dad sin malicia, sea gozado - digamos asi - instrumental-
mente. La fronda de l o s árboles es como un c o b i j o ; bajo
e l l a s , un lozano pasto verde, i n v i t a a recostarse en é l , a
palparlo voluptuosamente mientras dejamos correr nuestra
vida con un ritmo despacioso de arroyo, Es esta, nuestra
v i s i ó n u t i l i t a r i a del p a i s a j e , Pero s i nos recostamos en
ese pasto, sobrevendrá un segundo momento.Lentamente nos
i r á ganando l a sensación de que ya no nos vivimos a noso-
t r o s mismos, sino que vivimos l a c a l l a d a vida de l a s co-
sas. Ocurre a veces, en l a g e s t a c i ó n , que l a pulsación
del corazón materno y l a del futuro niño se acompasan y ya
no se distinguen entre si Son una sola vida y dos cuer-
pos, atravesados por una misma sangre con idéntico pulso.
Cuando e l p a i s a j e nos apresa, a s i ocurre en n o s o t r o s ,
Nuestro yo parece disolverse en l a s cosas, El corazón l a t e
con el mismo ritmo que e l corazón de e l l a s . Auscultamos
sus l a t i d o s , fundiendo nuestra sangre e s p i r i t u a l con esas
secretas palpitaciones El alma de la vetusta casa, de l a s
melancólicas cabezas de l o s á r b o l e s , del azul del c i e l o
que es ahora como el trémolo de una música sin sonido, no
se distinguen ya de nuestra propia alma. Es esta, nuestra
visión contemplativa del p a i s a j e . Pero de pronto, nuestra
conciencia toma distancia ante él y l o penetra como un de-
licado b i s t u r í / Huyen del p a i s a j e , entonces, l a s pequeñas
saetas a i s l a d a s de poesía que l o atravesaban. Se percibe
que l a v i e j a casa es en s í misma fea;- que l o s á r b o l e s ,
acacias, laureles, naranjos, no atraerían nuestra atención
en otro momento; e l c i e l o vuelve a ser una masa de aire
i n d i f e r e n t e . Es e s t a , nuestra v i s i ó n r e f l e x i v a del p a i -
saje.

Cada uno de esos t r e s i n s t a n t e s nos ha procurado un


conocimiento dispar, y caracterizado por diferente signo,
de l a realidad, haciéndonos palpar un costado d i s t i n t o de
e l l a . El instante u t i l i t a r i o proporciona un conocimiento
23

limpiamente sensual de l o s objetos nos enseña l o que é s -


tos tienen de manuable, de aprehensible corporal y sensi-
tivamente El instante contemplativo; visión de cercanía,
pareciera conducirnos directamente al alma de l a s cosas, a
l o que e l l o s tienen de animación interna. El instante r e -
flexivo, visión a distancia, nos da conceptos de la r e a l i »
dad. haciéndolas saltar de la sensible superficie y de los
p e r f i l e s de l a s cosas Cada una de e s t a s t r e s formas de
conocimiento es necesaria y, rigurosamente, se relacionan
entre s i Pero ahora, l a quieta serenidad de e s t e rincón
montevideano, que me entrega apaciblemente su encanto, me
induce a detener e l pensamiento en l a consideración del
segundo instante "Un paisaje en un estado de alma". es-
cribió AmieL y Byron d i j o que era "un estado de concien-
cia" Estado de alma o de conciencia, estas humildes cosas
que me rodean « casona vetusta, árboles, c a l l e c i t a - se
religan ahora, cordial y misteriosamente, a mi vida, mien-
tras camino

Este religamiento c o r d i a l con nuestro contorno, en


que consiste l a contemplación, es simultáneamente una ac-
titud receptiva y creadora En l a contemplación l o s o b j e -
tos acrecientan nuestra vida i n t e r i o r a l a vez que noso«
t r o s acrecentamos l a vida de l a s cosas E l l a s y nuestra
alma se comportan como vasos comunicantes Ocurre como si
las fronteras entre e s p í r i t u y naturaleza desaparecieran,
pero sin distanciarnos ni del uno ni de l a otra, sino me-
diante una e s p i r i t u a l i z a c i ó n de la naturaleza y una natu-
ralización del e s p í r i t u Mientras contemplo aquellas cabe-
zas inmóviles de l o s árboles siento que e l l a s y yo f l o t a -
mos ingrávidos en un a i r e ausente, Pero, ¿cómo se opera
este mutuo trasvasarse y trasmutarse entre e s p í r i t u y na-
turaleza? En l a contemplación„ d i j e antes, pareciera que
llegamos directamente al alma de las cosas Mas, ¿qué alma
es esa que sentimos en l a s cosas inanimadas? Dicho con
brevedad: es nuestra propia alma, es el r e f l e j o de nuestra
alma en e l l a s , A s i pues esa poesía que derrama l a tarde
; f

y el quieto conjunto del c i e l o , los árboles la casona,ve-


f

tusta proviene de nosotros Toda esa quieta realidad es


para el alma un espejo Todas esas cosas son catalizadoras
de sentimientos. Es en este sentido que podemos hablar de
un acrecentamiento de l a vida de l a s cosas en l a contení
:24

p l a c i ó n : hemos acrecentado esa vida con nuestra propia


emoción. Pero en l a contemplación l o s objetos operan - ya
l o he dicho - un crecimiento emocional en n o s o t r o s . Los
o b j e t o s no se agotan en esa función de resonadores o r e -
ceptáculos donde se a l o j a nuestra alma. Para que el s e n t i -
miento contemplativo sea auténtico, es necesario un espon-
táneo acatamiento del alma a l o s v a l o r e s de l o s o b j e t o s
contemplados Sin ese acatamiento nuestra emoción quedaría
reducida a un mero hedonismo que desplazaría a l alma de l a
contemplación: no contemplaríamos ya-, sino que nos contem-
piaríamos, en una especie de auto-devoración e s p i r i t u a l .
En e s t e sentido, pues, son l o s objetos l o s que reproducen
e l acrecentamiento de nuestra vida i n t e r i o r . Esta mutua
fecundación entre el alma y l a s cosas es l a que engendra
l a poesía de l a ' r e a l i d a d . La poesía, "polesis", decían l o s
g r i e g o s , de "poieo", crear, engendrar. El encanto poético
de ese trino que oigo ahora, s a l t a como un d e s t e l l o de l a
conjunción de mi alma, que l o capta a través de algún sen-
s i t i v o oído, y "eso" que por s i sólo s e r í a no más que una
vibración del a i r e . Pero ese encanto es una creación común
de ambos. En la contemplación, digámoslo una vez más, t o -
camos e l "alma" de l a s cosas porque l a s cosas nos hacen
m i s t e r i o s a s señas y, en su mudez, • tienen s e c r e t a s voces
que nos llegan al alma

Aquel t r i n o de pájaro, recogido por algún s e n s i t i v o


oído i n t e r i o r , ha llenado con su rápida vibración i r i s d i -
cente, todo e l ámbito de l a tarde: ha resonado en l o a l t o ,
en l o bajo, a lo l e j o s , en l o hondo. Como desde un eco in-
teriofc, l a memoria ha respondido a aquel trino con el r e -
cuerdo de otros: g r i t o s de bicho-feo escuchados en l a i n -
fancia, en l o s atardeceres, sobre l a s márgenes del Santa
Lucía, En su quietud contemplativa, el alma se va llenando
de cosas lejanas. Percibo entonces que en ese acto contem-
p l a t i v o de aprehender e l alma de esta tarde y estas cosas,
i n t e r v i e n e toda mi v i d a , y que, aunque sin tener c l a r a
conciencia, de algún modo se actualiza en mi todo mi pasa-
do. Aun más: esta quietud, paradójicamente, s e n s i b i l i z a l a
percepción de l a vida en su avance hacia el futuro. La ve-
t u s t a casona parece r e f l e j a r ahora el recuerdo de alguna
sensación deliciosamente empavorecida de mí i n f a n c i a , al
mismo tiempo que, presente ante mí, me dice algo de su v i -
25
da moribunda. El leve cambio del azul del c i e l o es un vago
gesto del tiempo que transcurre. En l a contemplación v i v i ­
mos, pues, en su p l e n i t u d l a vida e s p i r i t u a l . Carece de
esa instantaneidad que c a r a c t e r i z a al goce sanamente vo­
luptuoso, pero corporal, de l o s o b j e t o s . No o b l i g a a esa
especie de reabsorción de la conciencia sobre s i misma,
que establece esa distancia entre e l l a y l o s o b j e t o s , ne­
cesaria para el conocimiento r e f l e x i v o de l o s mismos. En
la contemplación conocemos a las cosas en nosotros y a no­
sotros en l a s cosas y a l a vez es como s í todos - e l l a s y
nosotros - fuéramos, a l a manera de mónadas l e í b n i z i a n a s ,
espejos y resumen del universo entero. Pero sentimos, en
la contemplación, que, contrariamente a esas mónadas cada }

cosa no se convierte en un cerrado r e c i n t o "sin ventanas


hacia afuera", donde cada una se recluya s o l i t a r i a , sino
que todo entra en v i b r a n t e s r e l a c i o n e s , Este c i e l o azul
que desciende sobre l a s copas de l o s á r b o l e s , c r e c e al
mismo tiempo desde e l l o s hacia e l . i n f i n i t o ; e s t e c i e l o
azul es también un mar, un mar de a i r e , que asociamos por
i n s t a n t e al o t r o , al de "innumerables murmullos"; este
c i e l o azul, mar s i l e n c i o s o , nos hace s e n t i r la paz, en e s ­
tos momentos, de n u e s t r o s maréfe i n t e r i o r e s , Y toda e s t a
calma, que hace del mundo un é x t a s i s , va cerniendo lenta­
mente sobre todas l a s cosas l o inefable, Al fondo del p a i ­
saje i n f i n i t o del c i e l o , y también en l a pequenez de este
rincón montevideano, se siente una«presencia divina.

El mundo, d i j e al comenzar estas r e f l e x i o n e s , se ex­


tiende ante nosotros como un p a i s a j e de perspectiva i n f i ­
nita. En un primer plano, se ubica nuestro contorno inme­
diato; más l e j a n a s , pero no menos actuantes, se inscriben
conmovedoras l a s c u e s t i o n e s u l t i m a s : D i o s , l a vida, l a
muerte,, < Quien se acostumbra a contemplar l o próximo se
prepara para "contemplar" l o i n v i s i b l e lejano.No es p o s j /
ble responder al llamado de l a s cosas sin que de algún mo­
do actúen esas últimas cuestiones; no es p o s i b l e plantear
éstas, sin sentir que hasta lo más humilde queda comprome­
tido en nuestra r é p l i c a . Tocar al mundo en cualquiera de
sus puntos es hacerlo revibrar todo entero del mismo modo
que resuena la campana entera y no sólo el s i t i o donde l a
hemos golpeado. Podemos elevarnos dialécticamente desde el
misterio que encierra l a vida de una hormiga hasta el pro-
26

blema de Dios, y desde é s t e , descender hasta e l encanto


del vuelo de aquel pájaro. En el acto de contemplar, esa
doble impulsión ascendente y descendente se s i e n t e como
algo "salido" espontáneamente, no hecha por conceptuacio-
nes. En ese estado en que destilamos nuestra vida sobre
l a s cosas para r e a b s o r v e r l a s en n o s o t r o s , sentimos como
algo concreto, jugoso como un fruto, esa relación entre l o
lejano y l o cercano. Las cosas toman e l tamaño del univer-
so, el universo se radica en l a s cosas. Por esto, mientras
l a noche cae sobre este rincón montevideano y yo me a l e j o ,
pienso que la contemplación de e s t a s cosas cercanas y que
deben sernos tan querida5,puede ser el gran camino para
alcanzar nuestra a u t e n t i c i d a d , i n d i v i d u a l y c o l e c t i v a .
Desde e l l a s , podremos ser u n i v e r s a l e s radicados, y seres
radicados sin anteojeras para l o universal. No cegaremos,
en nuestra vida ninguna de sus fuentes. Asi parecen decir-
l o en su lejano parpadear - guiñadas s i d e r a l e s - l a s e s -
trellas. -
27

ti HUMORISMO DEL
MONTEVIDEANO
El humorismo siempre ha sido un género peligrosamente
representativo. Por l o general, e l publico e s t á en condi­
ciones de entender que un c h i s t e puede c o n s t i t u i r un sím­
bolo pero no siempre a c i e r t a en el reconocimiento de qué
cosa simboliza. En realidad, un mismo c h i s t e a costa del
gobierno puede simbolizar tanto una actitud v a l i e n t e como
una prescmdente o cobarde. En l a Argentina, por ejemplo,
no era l o mismo burlarse publicamente de Perón en l a época
en que, por mucho menos, cualquiera podía i r a parar a un
calabozo, que d e s a r r o l l a r esa misma burla en l o s meses que
siguieron a l a Revolución, frente a una s a l a adicta, an­
siosa de desquite.

En e l Uruguay, e l humorismo tiene un carácter bastan*


te d e f i n i d o y autónomo. Humoristas y publico parecen ha­
berse puesto de acuerdo sobre qué debe e s c r i b i r s e (o dibu­
j a r s e ) para que l o s creadores tengan é x i t o y e l publico se
encuentre con su r i s a , Eso, c l a r o , da c i e r t a coherencia a
l o s diversos e s t i l o s y provoca en c i e r t o modo una standar»
dización del c h i s t e , pero también puede l l e g a r a represen*
tar un estado de ánimo c o l e c t i v o , una actitud que, con ma*
yor o menor conciencia, l a mayoría e s t é dispuesta a asu­
mir,

No todo nuestro humorismo es p o l í t i c o o t i e n e como


meta tomarle e l pelo al gobierno, a l o s gobernantes, a l a s
instituciones o f i c i a l e s , a l o s partidos p o l í t i c o s , al t r á ­
mite burocrático. Sin embargo, e l humorismo p o l í t i c o tiene
para e l l e c t o r l a v e n t a j a de l o c o n c r e t o , de que en ese
terreno l e r e s u l t a f á c i l i n d i v i d u a l i z a r a l a víctima,
i d e n t i f i c a r e l resto original de l a caricatura. Pero tam­
bién l e gusta al l e c t o r (y l o f e s t e j a ) e l . c h i s t e que mal*
t r a t a algún t i c de n u e s t r a s convenciones s o c i a l e s , de
nuestros p r e j u i c i o s familiares, de nuestros biombos éticos,
o m o r a l e s , ( * ) . La que menos l e l l e g a es l a broma univer»
28

sal, desarraigada.

Puede que no l e haga r e í r un buen c h i s t e i n t e l e c t u a l


sobre l o r o s , suegras o j u d í o s (para s ó l o mencionar t r e s
rubros c l á s i c o s ) , pero s i e l l o r o habla l u n f a r d o , o l a
suegra es quinielera, o e l j u d í o g r i t a : "¡Peñarol v i e j a y
peluda!", l a s p o s i b i l i d a d e s de é x i t o aumentan considera-
blemente, El l e c t o r montevideano quiere índices l o c a l e s ,
puntos de referencia.

Esa e s , por o t r a p a r t e , l a t é c n i c a más usada por


n u e s t r o s mejores n a r r a d o r e s o r a l e s , e s a s v e d e t t e s del
c h i s t e que suele haber en cada o f i c i n a , en cada f a m i l i a ,
en cada "barra". Por lo general, su truco consiste en mon-
tevideanizar el ingenio importado, en agregar un sentido
l o c a l a una broma que originariamente s ó l o manejaba con-
ceptos.

Ahora bien, s i vigilamos esa orientación de nuestro


humorismo ciudadano, quizá encontremos de paso l a e x p l i c a -
ción de alguna de nuestras aparentes contradicciones. Por
l o pronto, debemos admitir que e x i s t e contradicción entre
e s t o s dos elementos, fácilmente comprobables, de nuestra
vida p o l í t i c a y sus repercusiones más populares, El prime-
ro: durante cuatro años el montevideano se queja s o s t e n i -
damente del p a r t i d o que gobierna. El segundo: cuando l e
l l e g a l a hora de ejercer su derecho de ciudadano, ese mis-
mo quejoso y todos sus colegas, votan en abrumadora mayo-
r í a por e l mismo partido que tan demoledoramenté c r i t i c a -
ran.

La contradicción e x i s t e , l a explicación también. Ne-


cesariamente, ésta no puede ser muy elogiosa para el c i u -
dadano» El empleo publico es, ya se sabe, un poderoso ar-
gumento que todo principismo p a r t i d a r i o l l e v a en sus en-
tre l í n e a s , y el electorado montevideano ( e l del I n t e r i o r
también, pero en un grado considerablemente menor) ha de-
mostrado ser muy s e n s i b l e a esa razón de pesos. No deben
ser muchas las familias montevideanas en l a s que no m i l i t e
algún empleado público, o por l o menos algún aspirante a
s e r l o Mal que bien, l a burocracia representa para unos l a
seguridad, para otros l a esperanza, y contribuye poderosa-
29

mente a que no abunden quienes, en el fondo de su alma y


de su presupuesto, deseen realmente que se opere un cambio
sustancial en ese status quo

Pero, ¿y el humorismo? En r i g o r , hace dos párrafos


que está esperando el momento oportuno para i n t r o d u c i r s e
en l a argumentación: Porque la modesta t e o r í a que aquí se
quiere revelar, es que e l humorismo resulta el gran nive-
lador p s i c o l ó g i c o del montevideano, e l único f a c t o r que
~ tan inconscientemente como se quiera - l e permite recu-
perar su e q u i l i b r i o y también d i s c u l p a r s e , s i q u i e r a en
forma p a r c i a l , frente a su conciencia.

Es evidente que el montevideano opina que aquí se go-


bierna mal, Puede confirmarlo e l l e c t o r interrogando al
azar a un taximetrista o a su verdulero, a su t í a p o l í t i c a
o al cobrador de impuestos, al compañero de o f i c i n a o al
yerno del e d i l , o, s i se descuida, al e d i l en persona Sin
embargo, ese mismo montevideano incurre cada cuatro años
en la antilogía de votar otra vez a l o s mismos homl res y a
los mismos procedimientos, ( * * ) ,

Es ahí que aparece e l humorismo y su misión regula-


dora. El ciudadanc-promedio l e e y escucha bromas a costa
del gobierno, l a s f e s t e j a , claro, y, con nuevos adornos y
variantes, las hace circular. Hay c h i s t e s , de rigurosa in-
vención personal, que circulan como anécdotas, y también
anécdotas que, convenientemente deformadas, infladas, con-
dimentadas, ingresan para siempre en l o s anales del chiste
metropolitano. El chiste pasa a ser una especie de desqui-
te, una revancha, más que contra )el gobernante, contra l a
propia debilidad del difusor, algo así como una afirmación
« por otra parte, inocua > de sus convicciones, un cómodo
testimonio retroactivo de que no ha caído en la trampa, de
que aún es alguien

En d e f i n i t i v a se contenta con bien poco ya que en


este país donde es posible hacer (oral o gráfica o e d i t o -
rialmente) l a broma más certera acerca de un Ministro o de
un Consejero sin que e l futuro se pueble er seguida de
carrpos de concentración o de fusilamientos, apelar al hu-
morismo como única serial de inconformismo o de rebeldía no
30

representa una i n c r e í b l e hazaña sino más bien una muy ve-


rosímil cobardía t

En l o s elementos que apunto Macedenio Fernández para


una teoría de la humorística, sostuvo con buenas razones
el c a r á c t e r h e d o n í s t i c o de l o cómico La r i s a de quien
f e s t e j a un rasgo de humor se basa, para ese humorista del
absurdo, en lo que él denomina el ingrediente g-ato En el
caso del humorismo montevideano habría dos ingredientes
gratos: uno, el ya señalado de dejar medianamente a salvo
l a dignidad personal gracias-a esa censura sin riesgo que
s i g n i f i c a l a burla, y o t r o , la profunda convicción de que
ese tipo de censura es una mera diversión y en d e f i n i t i v a
no modificará una situación creada Je la que é l personal-
mente se beneficia El puchero no corrz peligro, l a digní-
r
\ a d qt?eda bien parada^ todo? d i s f r u , a ^ Je l a broma, y el
confortable orden no será alterado ¿ U i é más puede pedir-
;se?

Desde el punto de v i s t a del creador de humorismo (ya


sea p e r i o d í s t i c o o l i t e r a r i o ) el problema s u f r e . a l g u n a s
variantes. En primer término, es evidente que e x i s t e mayor
responsabilidad en e s c r i b i r una broma que en t r a s m i t i r l a
oralmente. No importa que aparezca firmada con seudónimo.
En nuestro ambiente casi pueblerino, no hay seudónimo que
esconda por más de una quincena e l verdadero nombre del
autor. En el mejor de los casos, e l humorista sabe que sus
c h i s t e s de hoy están estableciendo l í m i t e s o por lo minos
patrones para medir su actividad futura. Naturalmente, po-
drá burlarse ahora de un p o l í t i c o y mañana enajenar su s i -
lencio por un cargo bien remunerado Podrá incluso d i r i g i r
su lupa s a t í r i c a hacia e l opuesto sector p o l í n i c o , ya que
en todas partes puede encontrarse algo r i d í c u l o y donde ;

existe e l r i d í c u l o el humorismo prende mejor que una ven-


:

tosa.

Pero con esos v i r a j e s el humorista se juega algo más


que un futuro: probablemente se juegue su capacidad de ha-
cer r e i r , A otro tipo de periodista o de escritor- el pú-
b l i c o puede l l e g a r a perdonarle una c l a u d i c a c i ó n , quizá
porque le importa menos; al humorista, no Quizá el lector c

reclame un fondo de seriedad moral en quien tiene la pre-


31

tención de ser gracioso. Arremeter contra l a s convenciones


s o c i a l e s , contra l a s j e r a r q u í a s , contra l o s paquidermos
sagrados de l a democracia c r i o l l a , requiere una d o s i s de
ingenuidad y hasta de quijotismo; que el l e c t o r reconoce y
agradece ya que e l humorista viene a ser algo así como un
medico sucedáneo de su afónica r e b e l d í a Pero cuando e l
humorista pierde alguno de sus sostenes morales todos sus t

d e s t e l l o s pueden c o n v e r t i r s e en una broma t r á g i c a acerca


de s i mismo, cada uno de sus c h i s t e s puede transformarse
en un implacable bumerang. El humorista no ignora jamás
;oe <n cada una de sus bromas e s t á jugando esa c a r t a , y
que esa carta es siempre decisiva

E x i s t e sin embargo otro t i p o de i n d u s t r i a l i z a c i ó n da


la gracia. La f a l t a de eco que intimida en nuestro medio
l a mayor parte de l a s expresiones l i t e r a r i a s y algunas de
l a s p e r i o d i s t i c a s „ parece estar compensada con l a seguri
dad de un permanente y ávido auditorio para todo género de
s á t i r a El montevideano siente por l o general un i n e v i t a -
b l e rechazo hacia l a l i t e r a t u r a autóctona, pero en cambio
en un voraz consumidor del humorismo nacional

Diffìcile est sátiras non scribere. Es d i f í c i l no es


cribir s á t i r a s , sostuvo Juvenal. precisamente en uncí s á t i -
ra; en nuestro medio es a veces más d i f í c i l escrii « rìas,
no precisamente debido a una f a l t a de temas - qu abun-
dan sino a l a imposibilidad material de hacerlo En l a
mayoría de nuestros diarios, que se temen mutuamente y pe
unos más que o t r o s sus h i s t ó r i c a s colas de paja,
un código más o menos antediluviano f i j a l o s l í m i t e s y e l
to/ic del humorismo pe irmi l i d o , y lo convierte en algo que
8
en la j e r g a de l a s redacciones se conoce como baba fría\=
En el elenco de i o s d i a r i o s figura siempre algún humoris-
'c-:v pero l a consigna o s c i l a siempre e n t r e e l . ' e s c r i b i r
c
suave" y el e s c r i b i r más suave**

Dentro d-e l o s l i n i t e s no siempre i n v a r i a b l e ? de l a


Decencia, el humorismo, y especialmente el humorismo p o l i -
ta JO. debe tener espontaneidad y sobre todo puntería Aho-
^ b i e n la suavidad es una declarada enemiga de esa& eua-~
i i d a d e s , ya que i o humorístico es un a r t e esencialmente
hedoniccv. y cuando e l l e c t o r reconoce. en una nota que
32

quiere ser graciosa y desenfadada un fondo de p u s i l á n i m e


dad o cobardía p i e r d e todo e l b r í o que p r e c i s a b a par ai
f e s t e j a r l a , y l o pierde no sólo (o no tanto; por razones
morales sino porque él quiere y exige que no l e retaceen
l a gracia que e l creador de humorismo s i e m p r e . í e e s t é
brindando el máximo de su ingenio, sin ninguna c l a s e de
reservas mentales o de recelo ante ios c l á s i c o s tabúes.

Es с a puede s e r en c i e r t o modo ana explicar: ion de


p o r qué l a mayoría de l o s humoristas montevideanos (que
siempre los hubo y de excelente cuño) decaen paúl atiñamen»
t e en su e f i c a c i a De todos los géneros e s c r i t o s el humo*
rismo es el que cuenta en esta ciudad con mayor- número de.
adherentesj l a s secciones cómicas son l a s que primero bus»
ca l a gente en todos l o s d i a r i o s r e v i s t a s o semanarios,.
En l a radio l o s programas que adquieren más rápida noto»
riedad son aquellos que provocan carcajadas No entremos
ahora a investigar s í eso es..un rasgo promisoxie o desa«*
lentadox de nuestra sociedad^ limitémonos a anotar el he*
cho.

Quizá esa misma voracidad del público e s t é p e r j u d i »


cando y hasta destruyendo l a dosis de gracia de cada humo»
r i s t a . Es de suponer que esa gracia no es i l i m i t a d a ni.
obedece siempre a l a s exigencias de un espacio o de un te^
ma. ni ha de manar ininterrumpidamente con espontaneidad y
pureza sostenidas.. El plazo f i j o el espacio f i j o , ei tema
fijo han sido siempre l o s tres verdugos más famosos de l o
humorístico, l o s que más eficazmente ayudan a decapitar el
ingenio.

Cabe admitir, además que cada humorista t i e n e una


dosis jpexsonal de gracia, que* s i la concentra en una sola
nota semanal o quincenal o mejor mensuai_ puede ser e f i c a z
y hasta h i j J l a n t e , pero s i l a desperdiga en una docena de.
burlas d i a r i a s habrá necesariamente de entrar en repetí»
ciones >lugares comunes y g r o s e r í a s que por i o generab
constituyen ei fondo de reserva para cuando l a auténtica
comicidad no concurre a la c i t a j
•i
Esta es pues l a primera tentación^ como el público¡
}

reclama con tanta urgencia lo humorístico éste es por lbj


33

general mejor remunerado que otros géneros. Es raro el hum


morisca que no muerda e l anzuelo y que a l o s s e i s meses de
su £rimer é x i t o no se encuentre complicado en varias sec* ;

ciones reideras de la prensa y en no menos l i b r e t o s cómi*


eos para la radio A pesar de todos l o s esfuerzos sobrehuí»
manos que haga el humorista por conservar e l n i v e l o r i g i »
naL su e f i c a c i a irá sufriendo constantes depredaciones, y.
el mismo público que antes l o levantó y l e exigió una cup*
ta superior a sus fuerzas, será ei primero en c o l g a r l e el
diagnóstico de absoluta e irrecuperable pérdida de gracia.
En realidad, su dosis siempre ha sido, es y será l a misma,
pero v e i n t e rasgos de ingenio concentrados en un soLo
frente, impresionarán siempre mucho mejor y serán más f e s »
tejados que esos mismos veinte rasgos repartidos en veinte
tentativas.

El otro gran p e l i g r o es l a caída a l o pornográfico*.


Hay que reconocer que e l montevideano es muy ''boca sucia'!»
mucho más que eí bonaerense y casi tanto como el madrile*
ño La "mala palabra" integra su vocabulario cotidianar
pero l o integra sin v i o l e n c i a , con naturalidad,, En el am*
biente hay incluso c i e r t a sospecha de mariconería para t o *
do aquel que no suelta regularmente sus a j o s Alguien d i j o
t

que en español l a s palabras de grueso c a l i b r e tienen un


mero valor de i n t e r j e c c i o n e s , y l o s montevideanos parecen
hechos de medida para la aplicación de ese precepto*

Hay además una. con st ante ..tendencia a l a picardía, a


encontrar un doble «* o t r i p l e • sentido a toda broms que
ande suelta por ahí. El doble sentido es probablemente l a
mayor garantía de popularidad en un c h i s t e nuevecito, que
empieza su carrera,

Para quien hace humorismo, es d i f í c i l r e s i s t i r l a


tentación de emplear de vez en cuando ese doble sentido.
En realidad, hay una ración de picardía (que incluye, como
es l ó g i c o , su ingrediente de obscenidad) que no hace daño
a nadie y que además permite al autor lograr imprevistos
efectos en su quehacer humorístico.

.Sin embargo el pasaporte de l o pecaminoso debería


ser siempre l a g r a c i a , Cuando un c h i s t e de fondo o in*
34

tención más o menos indecente ~ t i e n e auténtica g r a c i a ,


ésta sirve para redimirlo de su propia procacidad.

Sólo cuando e l c h i s t e se basa exclusivamente en l a


indecencia, ésta se vuelve chocante e i n j u r i o s a . En rueda
de c a f é e l l e c t o r siempre se ríe^ quizás ruidosamente,
¿

porque de ese modo e l subeonciente o l o que sea está


afirmando su masculinidad; pero cuando l o lee sin público.,
a solas consigo mismo quizá no se divierta y hasta se in»
digne un poco

No hay que perder de v i s t a el valor hedónico del hu»


morismo.Ese valor es en realidad, el índice primario. la
condición i n e l u d i b l e Una s á t i r a que no d i v i e r t e pasa a
ser automáticamente un i n s u l t o ; una frase picaresca que no
causa agrado, es con toda seguridad una indecencia

En Montevideo hay buenos humoristas, y e x i s t e además


un vasto sector de público atento a cuanto producen, gen»
te que desde l e j o s ya se viene riendo Tal vez fuera bene«
f i c i o s o para todos que el creador no o l v i d a r a que en su
o f i c i o l o primero es d i v e r t i r y l o segundo * sólo l o se.»
gundo «• cobrare Tal vez fuera no menos beneficioso que e l
consumidor de ese humorismo, sin p e r j u i c i o de f e s t e j a r y
difundir l a g r a c i a ajena, se d e c i d i e r a a recuperar, por
otros medios más comprometidos, e l e q u i l i b r i o frente a su
propia ..conciencia l a aptitud r e s o l u t o r i a de sus convic*
;

clones»

Mario Benedetti.

NOTAS

(*} Hubo un humor ) sia , Wímpt, que en vez de arremeter c o n -


:

t r a e't l a d o r i d í c u l o de l a s c o s a s , t r a t ó a l g u n a s v e c e s de
abaratar l a a u t é n t i c a grandeza En un e x c e l e n t e e s t u d i o :
m
El humorismo de Wimpi", p u b l i c a d o en el N o , 3 2 - 3 3 ( M a y o -
J u n i o 1953 ) de e s t a misma R e s i s t a . W a s h i n g t o n L o . c k h a r * ;
aun r e c o n o c i e n d o ta n o t o r i a e f i c a c i a d e l a u t o r , s e ñ a l ó
acertadamente el contrabandeo de toda una filosofía de la
35

vida que o s t a b i pr*5Sent' 3#i osa o b r a . En r e a l tdad. y pese


j

-
a su me¡ e c d o p r e s t : g o VTmp-: no puede s e r c o n s i d e r a d o
!
como un pa-'ad^gma d e humo^'smo montevideano

{ * * ) Comprendo que por rnás o b j e t i v o que e s t e p l a n t e o q u i e -


ra s e r es i n e v i t a b l e que p a r e z c a comprometido y cuando
menos a n t i b a t 1 1 í s t a o a n t i h e r r e r i s t a . De t o d o s modos, no
r
importa que a s í »o p a e z c a ; toda e x p o s i c i ó n i n d e p e n d i e n t e ,
no p a r t i d a r i a , s o b r e n u e s t r a s e s t r u c t u r a s p o l í t i c a s y s u s
a l r e d e d o r e s , han de s o n a r s i e m p r e a d e p e n d i e n t e s y p a r t i -
d a r i a s . Por o t r a p a r t e , no s e r i a t o t a l m e n t e d e c o r o s o que
;
el temor a una p r e v i s b l e a c u s a c i ó n f r e n a r a e s t a u o t r a
a n o t a c i ó n de un r a s g o montevideano-
37

GENERO OS NUESTRO TIEMPO

Este ensayo fue publicado en el Semana-


r i o Marcha en 1954, en el número extrae-
ordinario de fines de ese año. Las r e »
f l e x i o n e s que c o n t i e n e no han'perdido
vigencia y su tema conservará actuali=
dad, seguramente, por un buen tiempo, Se
justifica asi su reaparición en las pá-
ginas de ASIR En esta oportunidad el
autor desea hacer una precisión, ya
apuntada en el texto, pero sobre la cual
conviene insistir, para desvirtuar toda
posible confusión, Refiere a la tajante
distinción que preciso establecer en-
' t r e e l género literario denominado fic-
ción c i e n t í f i c a y las historietas ilus~
tradas que cultivan esa temática, Ningu~
na afirmación del presente trabajo puede
hacerse extensiva a dicho género litera-
rio considerado en su conjunto, Hoy que
f

se han difundido en nuestro medio las


creaciones de Bradbury, Sturgeon, Clarke
y otros autores de similar jerarquía, es
más que nunca imprescindible esa salve-
dad ante una producción
B que se ha hecho
evidentemente acreedora a todo respeto
como rama legítima del arte literario*

A fines del s i g l o pasado, entre l a s columnas de tex-


to, i n c i p i e n t e como el musgo de l o s r e s q u i c i o s , asomo l a
t i r a cómica en l a s páginas impresas. Ese musgo i n i c i a l ha
proliferado extensamente, cubriendo dilatadas s u p e r f i c i e s ,
38

alcanzado un reinado ínfimo, pero vasto, omnipresente, de


i n c a l c u l a i l e poderío. Puede f i j a r s e el comienzo de su gran
difusión en el New York World de 1896 Pero no e s d i f í c i l
h a l l a r antecedentes, algunos en la misma prensa nortéame^
ricana con l o s que es. p o s i b l e e s t a b l e c e r una f i l i a c i ó n ,
inmediata del genero en su forma presente* H i s t o r i e t a s
i l u s t r a d a s semejantes a : l a s actuales hemos encontrado en
la Cerras y Caretas uruguaya de 1890, Más«remotos, preceden-
tes pueden h a l l a r s e ¡ ; d i s p e r s o s ¡ e n • l a s edade$s;lostcartomes
de W i l l i a m H o g a r t h en? l a Inglaterra* del S i g l o X V I I I > los e

cuadros simul táireístas ¡de i l o s . p r i m i t i v o s ; i t a l i a n o s , i l o s


r e l a t o s de H i s t o r i a Sagrada que i sucesivos mosaicos^ ¡ f r e s -
c o s o v i t r a l e s n a r r a r o n \ e n ¡ l o s muros y b ó v e d a s ¡ d e ; l a s
i g l e s i a s . Ymuy, probablemente; e l ; más lejano i antepasado de
;

la;tira,cómica-se.encuentre:en:algún grabado rupestre del


Paleolítico

En e l d e s a r r o l l o de¿su> e n t i l o y ? d e i su t e m á t i c a , ? l a
t i r a cómica; r e c i b i d . una n o t a b l e , i n f l u e n c i a ¿ de /parte dej.
c i n e , • en e s p e c i a l del dibujo,animado. S i n ¡ e m b a r g o , ¡ e l l a
precedió: cronológicamente a, l a s primeras.*exhibiciones de
los;hermanos Lumiére; fue > una prefiguración gue hicieron
l a s . a r t e s g r á f i c a s de¿su. más e x i t o s o , r i y a l . . Muchos de los.
;

personaj e s del i dibuj o ¿cinematográfico.nacieron,en;1a t i ra.


impresa ( e l Gato F é l i x , Popeye* Mickey). i Asi * comoi l a his~
t o r i e t a ilustrada» esé en* cierto modo prec>rrsQra> del»cinema-
tógrafo, t i e n e , t a m b i é n ; e l l a un.antepasado*directos»el¿fo-
lletín^ La tira<cómica;ocupa un^Ju^ar;de. transición entre
ambos Del. f o l l e t í n hereda;la.fluencia,intermitente;e,in-
definida, que, a, veces alcanza! una* fa<ulosa. perennidad, Pe*-
ro,carece de;su grandilocuencia,.de;sus ampulosas preten- ;

siones.^ s e presenta/como un genero.menor .muy menor;, el >

9
nombre d e . * h i s t o r i e t a . p r o c l a m a ya¡su¡inherente modestia,
Y al i cine s e ásemej a en.1 a posesión < de algunos.atributos
t í p i c o s de la vída= contemporánea:. e l . dinamismo, l a o b j e t i -
vidad, l a facilidad

La modestia de l a t i r a » c ó m i c a , e s , l a , d e l o s triunfado-
res s i n j actancia. En,la actualidad.es ya un género-inde-
p e n d i e n t e -Conserva.su;lugar.en,los< suplementos dominica-
l e s , en l a s e c c i ó n especial que.le,reservan.las,ediciones
c o t i d i a n a s p e r o = e x i s t e n además publicaeionesidedicadas a
e l l a íntegramente o en su mayor p a r t e r e v i s t a s y aun
;

gruesos volúmenes Este fenómeno no es más que un aspecto


del proceso general de decadencia del lenguaje e s c r i t o »
desplazado por otras Modalidades expresivas La imagen, el
movimiento, la voz, e l sonido y e l ruido hacen retroceder
peligrosamente a l a l e t r a Aun en el material impreso se
acusa e s t e hecho: l o s dibujos y f o t o g r a f í a s se m u l t i p l i -
can, el texto se reduce a menudo a breves leyendas i l u s
t r a t i v a s , el antiguo señor s i r v e a l a criada de o t r o r a .
T s t e cambio obra con especial intensidad sobre l a infan-
cia y la juventud fliños y jóvenes casi no leen ya fuera ?

V I obligado t e r r i t o r i o de l o s l i b r o s de texto El solaz y


la l i b e r a c i ó n de l a s p o t e n c i a s del ensueño que n o s o t r o s
hallamos leyendo l o s cuentos e d i t a d o s por e l benemérito
C a l l e j a y l a s n o v e l a s de aventuras; l o s encuentran l a s
nuevas generaciones en el cine y l a h i s t o r i e t a i l u s t r a d a .
La l e c t u r a l o s f a t i g a , no hallan p l a c e r en e l esfuerzo y
l a concentración que exige y que a nosotros tan espontáneo
y f á c i l nos parecía Por lo demás, ¿a qué l e e r el v i a j e de
Culi i ver a L i l i p u t s i ya se ha v i s t o l a correspondiente
fantas*a en t e c n i c o l o r ? ¿a qué emprender l a larga lectura
de Los Tres Mosqueteros cuando ya se conoce su e s c u e t a
versión cinematográfica? Es aburrido soportar un desarro-
l l o cuyos p r i n c i p a l e s episodios conocemos o creemos cono-
ce;: Los niños y l o s adolescentes no tienen l a s u t i l e z a
necesaria para estimar l o s valores puramente l i t e r a r i o s ,
el colorido e s p e c í f i c o de una narración, su ritmo, su at
mósfera Siguen ante todo el duro y anguloso espinazo de
l a acción o b j e t i v a sin p e r c i b i r concientemen te l a s rique-
zas que sostiene,

Nadie puede creer ya que l a t i r a cómica sea un género


eminentemente i n f a n t i l . Ese fue s o l o su e s t a n d a r t e , su
pretexto. Toda t e n t a t i v a de encerrar a su publico en una
categoría determinada fracasa, ya se guíe por un c r i t e r i o
de edad, de sector s o c i a l , de cultura o de otro carácter,
Pueden establecerse matices de preferencia, según l o s te
mas y l a índole de l a s producciones, pero considerado g l o -
belmente l a h i s t o r i e t a g r á f i c a es un género de d i f u s i ó n
universal Es uno de l o s signos de l a época contemporánea,
<iue ningún h i s t o r i a d o r futuro podrá desdeñar. E l l a revela
decisivos aspectos de l a vida del hombre actual, del habi
40

tante de l a s grandes urbes de nuestro tiempo sombrío y


acosado Ese nombre e s t á sometido a un ritmo de implaca
b l e s y menudas urgencias l e e s t á vedado e l e j e r c i c i o se
reno de las potencias de su e s p í r i t u y de su cuerpo Come
apurado y l e e a tropezones Su capacidad de concentración
ha disminuido Paga a s i l a ampliación (y atomización) de
su mundo sensible. Las maí.ju.ir;:-»s abrevian los procesos pro
ductivos l a jornada de trabajo se reduce l o s medios de
locomoción se a g i l i t a n pero f a l t a tiempo Tiempo para i r
;

al d e n t i s t a para hacer cola en l a Caja de Precauciones


para sacar e l c e r t i f i c a d o de e x i s t e n c i a para acudir al
pago de l a s cuotas de l a máquina que compramos para aho
r r a r tiempo. En e l anaquel d e s t i n a d o a l o s l i b r o s d e l
abuelo duermen l o s v i e j o s novelones, e l populoso mundo de
Carolina Invernizzio Ponsen du Terrail y Xavier de Monte
pin. Si l o s autores de f o l l e t i n e s por entregas" podían
d i l a t a r indefinidamente sus ganancias sumando l í n e a s , era
porque el ama de casa, l a h i j a de familia y e l hortera t e -
nían tiempo y paz para atender a l o s extensos diálogos del
Marqués y de 1.a .Huérfana. La t i r a cómica condensa hoy en f

su breve y v i o l e n t o lenguaje, ese antiguo t e r r i t o r i o de


l o s sueños mediocres, de l o s conmovedores, sinceros, inau»
tanticos sueños del hombre medio„

Muy diversa es l a temática de l a h i s t o r i e t a g r á f i c a ,


y a ese polimorfismo debe en gran parte su d i f u s i ó n uni-
versal. En el Río de l a P l a t a l a producción vernácula se
d i r i g e c a s i exclusivamente a l a c a r i c a t u r a gráfica y
p s i c o l ó g i c a = de t i p o s humanos Predominan l o s personajes
de tono l o c a l . Frente a Peloduro y su barra solitaria
creación uruguaya de Julio Suarez abundan en l a otra Ban
da del Río brotados de plumas vivaces y certeras l o s Fa
l l u t e l l i , V e n t a j i t a Dr Merengue Piantadino. etc ani-
mados casi siempre por un humorismo de buena ley Pero e l
epicentro de l a t i r a cómica e l gran foco propulsor del
género se h a l l a en l a que podríamos considerar su p a t r i a
l o s Estados Unidos Pl humorismo que también dominó en
l o s comienzos de la producción yanrnu ocupp hoy en e l l a
un lugar muy secundario Las aventuras cada vez más di
námicas. v i o l e n t a s y explosivas l o han relegado. ¿Cuales
41

son i o s temas preferidos por l a s h i s t o r i e t a s de aventuras


en l a a c t u a l i d a d ? Perduran l a s v i e j a s h i s t o r i a s de cow-
boys, pioneros; exploradoresj p i r a t a s La aventura vincu-
lada ai deporte = boxeo, fútbol, turf - cuenta también con
buen numero de esponentes. Pero sobre todas e l l a s prevale-
cieron en l a última década, l o s temas p o l i c i a l e s y bé-
l i c o s Y en l o s últimos años, una nueva modalidad pujante, ¿

y avasalladora, ha asumido la hegemonía, incorporando a su


o - h i t a l o s temas hasta entonces preferidos y dibujándoles
un nuevo r o s t i ó ; l a que podríamos llamar, para designarla
6 9
•de algún modo, f i c c i ó n c i e n t í f i c a ; sin confundirla con
el gb№:¿o l i t e r a r i o del mismo nombre En e l l a se consuman
3.as peores posibilidades de la t i r a cómica,

La aventura c i e n t í f i c a ocupa desde el pasado s i g l o un


lugar importante en l a narrativa, especialmente en l a s mo-
dalidades populares de ésta última. Pero en l a s h i s t o r i e -
tas actuales aparecen algunos rasgos que son p r i v a t i v o s de
una actitud contemporánea, En general, el proceso c i e n t í
fico en l a s v i e j a s narraciones aparecía contemplado desde
l a postura j u b i l o s a que caracterizó al S i g l o XIX fascina-
:

do por el mito del Progreso l i n e a l e i n d e f i n i d o . Aún en


las novelas de Verne, donde se esbozan algunas p o s i b i l i d a -
des sombrías del avance c í e n t í f i c o ?predominan el goce de
l a creación, de l a aventura y de l a novedad^ Es curioso
observar que todavía hoy l a s consideraciones p e s i m i s t a s
s

sobre l o s e f e c t o s del progreso técnico y c i e n t í f i c o tienen


más el carácter de conceptos que de vivencias De hecho,
aún l o s p e s i m i s t a s gozan alborozados de l a s f a c i l i d a d e s
otorgadas por l a ciencia moderna y se impacientan s i e l l a s
l e s faltan. Sin embargo subyacentes,, l a desconfianza y el
f

temor se han i n f i l t r a d o en l a s almas» En l a s h i s t o r i e t a s


actuales» l a ambivalencia, l a neutralidad moral y l a ver-
tiente t e r r o r í f i c a de la ciencia se manifiestan como notas
dominantes Abunda en e l l a s , ya t i p i f i c a d a , la figura del
Sabio Maléfico: Un hombrecillo enclenque, de gran cabezota
calva o desmelenada/ lampiño, munido de grandes anteojos y
ll
na r i s i l l a sardónica, es el prototipo del genio c i e n t í f i -
co obsedido por un propósito: destruir al mundo o e s c l a -
vizarlo Sus p l a n e s se ven frustrados,más que por o t r o s
hombres de ciencia, por la romántica,, p r e - c i e n t \ f i c a i n -
terveneión del héroe Un héroe adaptado a l a s exigencias
42

de un mundo u l t r a - r a c i o n a l i z a d o y maquinizado dotado él


f

mismo de poderes supranormales a veces otorgados por l a


misma c i e n c i a , pero que t r i u n f a por e l e j e r c i c i o de l a s
ancestrales potencias humanas y subhumanas del Héroe, del
guerrero primitivo. Aunque se mueve en el escenario de un
S i g l o que suele superar al Veinte en varias unidades, aun-
que es aerodinámico y supersónico, en l a instancia d e c i s i -
va l a emprende a puñetazos^ y asi desbarata l o s planes in-
fernales del Cerebro Maléfico Como si l a animalidad o l a
corporalidad del hombre, en una reacción exasperada bus-
case prevalecer sobre l a s potencias inhumanas de l a racio-
nalización extrema, en una revancha imposible en el orden
real Pero l a f i c c i ó n , aun l a más burda, tiene una l ó g i c a
i n t e r n a , e s t e hombre^ que vence a l o s engendros de l a
c i e n c i a más fantásticamente d e s a r r o l l a d a con su fuerza
corporal desnuda como antes de l a invención del hacha de
sílex» no puede ser un hombre normal Se evade de l o s l í
mites de l a especie^ Puede ser h i j o de una raza extraña ;

habitante de un planeta lejano, que encuentra en l a t i e r r a


su p a t r i a de adpoción Es e l caso de Superman. con sus
prodigiosas dotes naturales: v i s i ó n rayos X super-forta ;

leza muscular super oído, super velocidad (es el lengua


1
j e de i o s autores, Y a veces e s t a l e j a n í a del modesto y
t e r r e s t r e Homo Sapiens se acentúa en monstruosas propor-
ciones Tomemos, por ejemplo, e l caso de P l á s , Asi llaman
sus íntimos al Hombre P l á s t i c o Ignoramos l a f i l i a c i ó n de
é s t e curioso personaje Lo encontramos ya en plena pose
sioh de sus facultades, desempeñando diversas comisiones al
s e r v i c i o del Bien y de l a P o l i c í a P l á s no es de carne y
hueso. Está hecho de un material desconocido de prodigio-
sa e l a s t i c i d a d . Iha banda de gangsters va a robar una caja
fuerte Rodeándola hay una f a j a de color- que parece cons-
t i t u i r p a r t e i n t e g r a n t e del mueble. Los g a n g s t e r s se
aproximan a l a caja Cuando llegan j u n t o a e l l a , l a f a j a
polícroma se despliega cobra vida, y ante l o s ojos despa-
voridos de l o s ladrones aparece^ restaurada en su habitual
y a t l é t i c a forma humana, el Hombre P l á s t i c o Un gángster
e s t á a punto de escapar. El brazo del Hombre P l á s t i c o se
adelgaza, se e s t i r a como un c h i c l e de p e s a d i l l a y lo atra
pa. Sus posibilidades de mimetismo y catnouflage, sus a r t i
mañas de lucha y persecución, son i n f i n i t a s Puede conver-
t i r s e en un poliedro, una esfera, un plano, puede adpotar
43

l a forma de cualquier ¡ser v i v i e n t e , re a] o imaginario. Se


c u TÍ•]•> 1 en a si , d e r («o do e s cu e t an en t e' m a t e r i a 1, po r un t ru co

ñeramente f í s i c o , l a s v i e j a s aspiraciones de polimorfismo


d i r i g i d o que recocieron l o s intentos de la magia anticua.
r.J ayudante del. Vorr-brc P l á s t i c o es también mi nonstruo,
un h í b r i d o degenerado ríe Sancho Panza y el Pr. Yvatson,
contrahecho y enamoradizo, r'ay cipo repugnante en e s t a
lii st C)ri et a Ap a recen 1 ar va s , cad áveré? vi vi en t e ? , bruj en-
t

r í a s dr la peor y más nauseabunda especie, Pero el propio


f-ombre P l á s t i c o , su v i s c o s a n-alcabi li-ded, os t a l vez el
eje de toda l a repugnancia que producen e s t o s episodi os,
una repugnancia que nos Lleva a añorar la r-ad^ra de Pino-
cho, definida y veraz,

* •*

í esde que •:-! hombre tuvo l a delorosa conciencia de s í


i i S I L O qi<.* l o d i s t i n e e entro l o s seres v i v i e n t e s , s i n t i ó
í ;

cono una cárcel l a s coordenadas espacio-tejnpoi al es que lo


delimitan. Anhelo emanciparse, no solo del espacio y tiem-
po o b j e t i v o s , sino también de si; propia u¡ateri ali dad, de
la e s c l a v i t u d que l e impone l a f a t a l i d a d de su b i o l o g í a .
A través de todas l a s épocas se reedita el misino sueñorli»
berarse del peso de un organismo v a c i l a n t e y vulnerable;
de la alimentación y sus humillantes derivaciones; ser co-
rro un ángel o un s i l f o , v i v i r una e x i s t e n c i a g r a t u i t a , . a l
sólo ritmo del e s p í r i t u . Adquirir, a voluntad, l a s más va-
riadas formas, la apariencia de o t r o s s e r e s , ser i n v i s i -
ble; salvar l a s d i s t a n c i a s más d i l a t a d a s en pocos instan*
tes* surcar el a i r e , e l ' a g u a , el fuego. La r e l i g i ó n , l a
plagia, el a r t e , el sueño, han r e f l e j a d o e s t a s ansias, que
se hallan en el fondo mismo de l a condición humana. l a l i -
teratura f a n t á s t i c a ha sido uno de ses más expresivos ve-
h í c u l o s , También l a s h i s t o r i e t a s a c t u a l e s de " f i c c i ó n
c i e n t í f i c a " expresan un eco de este v i e j o anhelo, l s más,
£ juzgar por e l l a s , el deseo de emancipación habría desem-
bocado en un d e l i r i o , en un paroxismo de c l a u s t r o f o b i a . La
a s t r o n á u t i c a f a c t i c i a !»a progresado mucho d'.sde que fue
i ñau girada por l o s s o c i o s del Giin-CJ.ub, en l a s p.>strin.c~
ñ
r?lrs del si;,lo pasado, con un modesto viaje. la-luna. Les
alados, portentosos héroes de la t i r a cónica saltan hoy en
r
api dos vuelos a l o s sistemas planetarios dependientes do
44

lejanas e s t r e l l a . Insatisfechos con el macrocosmos, redi


cen su tamaño hasta internarse en l o s universos intramole
9
Guiares, V i s i t a n la 'Cuarta Dimensión y aiín otras dimen-
siones ignoradas. La v i e j a hechicería, l a magia t r a d i c i o -
n a l , se incorpora también a e s t o s r e l a t o s , mezclando sus
elementos a l o s de l a ciencia experimental' asistimos a l a
conmovedora r e c o n c i l i a c i ó n de Racon y Merlín Pero todas
e s t a s m a r a v i l l a s adolecen de un vacío más abismal que el
de l o s espacios sidéreos La liberación de l o s superhom-
bres de l a h i s t o r i e t a es de un orden puramente f í s i c o ¿ o
dicho más exactamente mecánico No hay ningún hecho sub-
f

j e t i v o que se correlacione con l a prodigiosa ampliación de


horizontes f í s i c o s , La vida de estos seres se agota en sus
acrobacias en l o s v o l a t i n e s disparatados que l o s trans
r

portan de uno a otro planeta* de una a o t r a "dimensión* c

Sus v i a j e s , sus metamorfosis, carecen de todo sentido hu


mano, carecen de todo sentido. La ausencia de vida subje
t i va exige l a multiplicación de proezas o b j e t i v a s / L a t i r a
cómica o f r e c e asi un e s p e j o , una grotesca c a r i c a t u r a de
c i e r t a s tendencias de nuestra c i v i l i z a c i ó n . I n s u f i c i e n t e s
para colmar e l vacío i n t e r i o r se suceden l a s v i o l e n c i a s ,
l o s estruendos,, e l gran espectáculo de l a s c a t á s t r o f e s
e s t a l l a n l o s planetas l a s velocidades se acrecientan has
ta superar a la l u z hasta l a desintegración que es la me
;

ta obvia de una liberación exclusivamente física,, la con


5
sumación del vértigo Tal es l a única g l o r i a del univer-
so; que es vertiginoso',. Esta frase infernal de un perso-
naje de Chesterton podría ser tomada como lema por muchas
h i s t o r i e t a s , y también por o t r a s m a n i f e s t a c i o n e s de l a
agitación que caracteriza nuestro s i g l o

Los esplendores interplanetarios, mágicos y * c i e n t í -


9
f i c o s de l a t i r a cómica parecerían denotar una vigorosa
fantasía, Pero a poco de que detengamos l a mirada descu-
brimos l a f a l a c i a de su b r i l l o , advertimos que el alcance
de esa fantasía es solamente iongitudinalp ni se eleva ni
profundiza Y pesé a sus v o l á t i l e s pretensiones no l l e g a a
l a s e s t r e l l a s ; ni en verdad alcanza a despegar de l a t i e
rra, Es irreal al modo del disparate, no a la manera de l a
auténtica fantasía creadora Hay en e l l a una curiosa mez
:

cía de extravagancia y pobreza imaginativa Los habitantes


de l o s trasmu dos usan vestiduras que pueden r e s u l t a r de
45
ima mezcla, de la indumentaria romaaa con e l overailí de l o s
obreros industriales:modernoá. La:fauna y l a f l o r a proce-
> den de una recombinación; de lose elementos terrestres; La :

Paleontología^: suministra coasiderables¿aportes a engendros


¡que no,alcanzan ia¿elegajÉ*e¿a¿del unicornio ni l a t e r r i b l e
b e l l e z a , d e los. dragones c l á s i c o s En?suma,, l o s más lejanos
planetas, l o s mundos intramoleculares oc s u b a t ó m i c o s , r e -
producen, el universo biológico,, p s i c o l ó g i c o , moral y p o l í -
t i c o , de nuestro t r i l l a d o planeta Y l a Cearta Dimensión
ies t r i d i m e n s i o n a l ! La imaginación'de l o s autores no es
por l o común verdaderamente:creadora„ n o . s ó l o se copian
unos a o t r o s , ¿ s i n o que trabajan con retazos prefabricados,
que disponen como,en l a s prácticamente:infinitas v a r i a c i o -
nes de un puzzJer. ¿ Sin contar %/jue los- elementos fundamenta
les; de e s t o s r e l a t o s , í como la:idea misma;;de l o s v i a j e s ; i n -
t e r a s t r a l e s o de l a pluralidad*de mundos habitados, l a s
verdades y b e l l e z a s básicas: de e s t a s concepciones, proce-
den- de fuentes¿ ajenas, a l a tira- cómica, /¡uer sueleialimen-
t a r s e parasitariamente de l a l i t e r a t u r a , Se l a c i e n c i a y
de la h i s t o r i a , desvirtuando l o s materiales de que se nu-
t r e . Mas.aun que en l o s elementos*concretos u t i l i z a d o s , es
en la índole*, de los,acontecimientos,: en l o s móviles y pro-
pósitos^ de l o s personajes, donde, se observa; ese v e r t i c a l
retornoia l a realidad sub lunar que:apuntabamos y ique su-
cede, aun en las más locas historietas,,, y ¿njizá precisamen-
te en e l l a s con mayor p e r f e c c i ó n Por muy fantasmagóricos
que sean sus héroes,, l a s mágicas energías que poseen l a s
; a p l i c a n ^ o b j e t i v o s bien concretos y t e r r e n a l e s , muy en-
clavados: en la realidad contemporánea y cotidiana de núes*
t r o mundo, y. en los.aspectos-de:esa realidad que más preo-
cupan-en l o s Estados Unidos, Los:enemigos de e s t o s héroes
:suelen ser»soldados cuyo;atavío y:aspecto f í s i c o ha varia-
do mucho en l o s últimos: diez-años. Durante l a guerra mun-
dial eran e x p l í c i t o s nazis, Luega: se desdibujaron,, las ca-
sacas se transformaron en pesados: sacos de piel,, l a s : cru-
ces gamadas se retorcieron hasta convertirse en un híbrido
signo, inéditoiauHjque;sugestivo. En l a s últimas produccio-
nes l o s r o s t r o s de esos fieros:enemigos han:-adquirido i n -
confundibles rasgos mongólicos, llevan e s t r e l l a s r o j a s en
:sus g o r r o s y se l e s l l a m a ¿ a b i e r t a m e n t e por:su nombre.
Otras frecuentes víctimas:de l o s ptaiadines que de la h i s -
t o r i e t a son l o s g a n g t e r s , l o s t í p i c o s g a n g t e r s d e l a s
46

grandes ciudades norteamericanas* Para e s t e gremio, tan


castigado desde l a abolición de l a Ley Seca, no se acaban
nunca l a s calamidades. Eii l a s e r i e del Hombre Plástico hay
un episodio muy s i g n i f i c a t i v o , donde se ve claramente l a
mezcla de l o descabellado y l o vulgar que c a r a c t e r i z a a
e s t e tipo de producciones.. Un hombre ha encontrado e l me-
d i o de r e a l i z a r cómodos v i a j e s de i d a y v u e l t a a l a
cuarta dimensión.: Da l a casualidad que es j e f e de una ban-
da de monederos f a l s o s y emplea su fabuloso poder t r a n s -
portando a sus subordinados al m i s t e r i o s o e i n a c c e s i b l e
ámbito* A l l í i n s t a l a una imprenta clandestina. Por supues-
t o , nadie recharazá un b i l l e t e de banco alegando que pro-
cede de l a cuarta dimensión.

Hay un rasgo que define l a mediocridad de l a f a n t a -


s í a en l a t i r a cómica. E s . l a e x t i n c i ó n del m i s t e r i o . El
sueño es una espera; nos pone a l a s puertas de algo* Es l a
vislumbre de una radiante proximidad. En l o que.alcanza
nuestra experiencia, l a experiencia manifiesta del común
de l a humanidad, ninguna consumación equivale al goce de
esa espectatiya. La "ficción c i e n t í f i c a " de l a s h i s t o r i e -
tas ignora l a prudencia; brutalmente se abalanza de l a cu-
riosidad al simulacro 4? una e x p l i c a c i ó n . La p o s i b i l i d a d
de l o s v i a j e s i n t e r p l a n e t a r i o s , l a explotación de todos
los.arcanos del universo f í s i c o , : s o n en verdad deslumbran-
t e s perspectivas. La t i r a cómica no l a s respeta. El mayor
misterio y el mayor absurdo se explican dentro de su l ó g i -
ca convencional. Y aunque no se expliquen se hacen obvios.
Porque el misterio puede agotarse sin explicarse. Un mis-
t e r i o es algo más que un secreto. El Hombre P l á s t i c o guar-
da el secreto de su asombrosa maleabilidad, pero carece de
m i s t e r i o . La t i r a cómica i n v i e r t e l a s virtudes de l a fan-
t a s í a . En vez de revelar l a s riquezas de lo cotidiano, de
lo inmediato, elevándolo al nivel de lo maravilloso, reba-
j a l o maravilloso al plano de lo consabido. Ningún milagro
puede florecer en ese páramo.

**•

Era poco p r o b a b l e que un niño como e l Capitán de


fyiince Años de Verne o el Estasio de Sienckiewicz atrave-
saran l a selva ecuatorial o el d e s i e r t o y salvaran i l e s o s
47

todos l o s riesgos que enfrentaban. Poco probable, pero no


matemáticamente imposible. Ese margen de viabilidad de sus
hazañas f a c i l i t a b a que el joven l e c t o r se incorporase esas
experiencias, l a s v i v i e s e . No sucede lo mismo con el Hombre
P l á s t i c o , e l Capitán Marvel o el Supermarciano. Los mons-
truosos héroes actuales de l a t i r a cómica han rebasado l a
frontera. Su irrealidad ha ido progresando en una línea de
crecimiento ininterrumpido. Tarzán de l o s Monos fue un e s -
labón d e c i s i v o de esa evolución, ampliamente rebasado ya.
De l o s más r e c i e n t e s p r o t a g o n i s t a s se¿desprende un f r í o
g l a c i a l , "interplanetario", que hace imposible toda comu-
nión, No es solamente a causa de su inverosimilitud. Otras
creaciones f a n t á s t i c a s , tan i r r e a l e s , despiertan nuestra
simpatía, permiten una r e l a c i ó n c o r d i a l , aunque no nos
identifiquemos con e l l a s . Es que l a f i c c i ó n t i e n e l e y e s
propias: su cumplimiento o su infracción determinan l a va-
l i d e z o l a nulidad de sus c r e a c i o n e s . La generalidad de
las h i s t o r i e t a s no cumple estas leyes infernas de desarro-
l l o . Sus entes no sólo son i n v e r o s í m i l e s , sino que además
no existen. No han sido creados, sino fabricados, esto es,
son básicamente exteriores al sujeto que l o s hace, como al
s u j e t o que l o s l e e , o mejor d i c h o , l o s consume. Por l o
mismo que carecen de una vinculación orgánica, viva, con
el autor y con el l e c t o r , carecen de vida propia. La vida,
aún l a de l o s e n t e s de f i c c i ó n , r e q u i e r e un organismo:
algo que se mueva en v i r t u d de una potencia íntima, que
t i e n e autonomía, aunque procede de o t r o organismo. Esto
distingue.a lo creado de lo f a b r i c a d o r a l o orgánico de lo
mecánico. Los entes de l a s usaales h i s t o r i e t a s son mecáni-
cos, nadie ha depositado en e l l o s : e l germen con que l a v i -
da se propaga, se reproduce en nuevas formas. Su materia-
lidad, su l i s a objetividad, l a dureza y pesadez de la bas-
tarda fantasía que l o s r i g e , son caracteres que responden
a una única causa: l a índole puramente mental (en e l más
estrecho sentido del término) del proceso que l o s origina,
l o s fabrica para el mercado, y del proceso que l o s u t i l i »
za, los consume.

¿Y cuál es el valor de l a t i r a cómica, e l valor de


uso que determina su adquisición por l a s grandes masas?
E l l a por l o común no e s t a b l e c e una r e l a c i ó n c o r d i a l , una
48

comunión con: e l - lector... Peros a l g u n a afinidad, salgún 1«


debe, existirá entre e l l a y; e l público que la: e l i g e como m
dio de /natar e l tiempo.,. La t i r a cómica no expresa l a s ; a
piraciones r a d i c a l e s , c e n t r a ñ a b l e s , ..;de ningún hombre, pe
2 s i los¿: sueños vulgares del hombre vulgar, l a s más t r i v i
: l e s de;sos. evasiones imaginarias Y l o t r i v i a l , < e n ; e l . h o
;

bre vulgar de nuestro tiempo ha llegado:a ocupar:su cent


.de grayedad, e s e . l u g a r donde,.como:su nombre l o i n d i e
debería r e s i d i r l o grave, No;se t r a t a : d e l í sueño:en su d
mensión mayor, sino de l o s ensueños banales, compen$at
rios,¿Sin:embargo <en estos:ensueños?se f i l t r a n i n d i c i
de más hondas, inconfesadas e ; i n c o n c i e n t e s : a s p i r a c i o n e
Las halagas de¿ Superman; desalgún modo:se vinculan- a l a c
t i di ana esclavitud enagüe viven-: sas l e c t o r e s , (sometidos
l a s t r e s dimensiones e s p a c i a l e s , - a l i r r i t a n t e tiempo:
l o s r e l o j e s , ;¿a j e f e s y patronos, a l a i n f l a c i ó n al; h a
t í o ) . El ensueñoí;flüe l a h i s t o r i e t a g r á f i c a corporiza^
parece al del oaanista, que r e l a t i v o s l o s elementos m
f á c i l e s yj s u p e r f i c i a l e s - d e l ¿ s e x o , ¿ e x p r e s a ? sin.; embargo,
:su modo, un afán más hondo,;el• del^sexo verdadero :Aho
bien, estos* sueños vulgares, l o s d e l : l e c t o r . d e h i s t o r i
tas,, del onanista o del h a b i t u a l espectador de c i n e , :
limitánea cumplir una función de índole: subalterna y pi
l o g e n e r a l - e n v i l e c e d o r a s z S u misión c o n s i s t e en ofrec<
válvulas de.: escape, compensaciones mentales ¿a l a s frtrstr
c i o n e s de l a vi<ía r e a l , . o s e r e s t a b l e z c a n e l e q u i l i b r :
p s i c o l ó g i c o , El hecho de q u e ^ e l . l e c t o r no pueda i d e n t i f
:earse:emociónalmente con l o s héroes cuyas ¿aventuras: s i g
. r e c a l c a el.carácter-exclusivamente mental de¿ su.desahog
Nada o muy poco tienen:de comúnvestas diversiones con 1
: sueños de que?, se nutre l a sustancia del < arte Estos ú l t
mos tienen un cometido metapsíquico,,:espiritual; son,
alguna de. sus f r o n t e r a s , impersonales y desinteresado
• Aunque ocasionalmente compensen de l o s desastres de l a v
da o b j e t i v a , no -esíesa^su:esencia valen por*sí, no;son
contrapeso^ de l a v i d a , s i n o . , vida e l l o s mismos, rcalida
t o t a l _ en su propio plano tan legítimo.como:el de l a vi<

***

Todas 1 as¿ épocas, todas 1 as culturas,, tienen^ sus-ia


quetipos,.. Estas figuras i son i d e a l e s , pero: emanan de m
49

base h i s t ó r i c a concreta. Son tanto más definidas y perdu-


rables cuanto más firmes sean l a s bases de l a cultura que
l a s engendra, cuanto más coherente y armónica es l a e s -
tructura de l a sociedad correspondiente. La c i v i l i z a c i ó n
moderna de Occidente, c a p i t a l i s t a , r a c i o n a l i s t a » i n d i v i -
d u a l i s t a y p o s i t i v o , tuvo arquetipos que en consonancia
con la índole dinámica y evolutiva de l a época, fueron r i
e o s variados y fluctúantes carentes de l a c r i s t a l i z a c i ó n
¿

que distingue a l o s arquetipos de períodos más pausados en


su£ transformaciones En el S i g l o XIX, la e c l o s i ó n de l a s
potencias desenvueltas por la Revolución Maquinista elevó"
en e l c o n c e n s o universal figuras como e l Sabio, el Expío
r a d o r , e l Financista ( e s t a ultima renovada por el p r e s t í
g i o h e r o i c o de l a s meteóVicas a s c e n s i o n e s s o c i a l e s que
ocurrían en el desorden de una economía en formación) En
nuestro s i g l o se produjo el ocaso de esos mitos. El aseen-
c
so ¿ la expansión del capitalismo l l e g o a un o p t i m u n ' a s

una p l é t o r a que degenero" en l a c r i s i s mortal que estamos


v i v i e n d o Ya no hay t e r r i t o r i o s de v i r g i n i d a d inmaculada
y s e apaga e l encanto de l a s l e j a n í a s Se cerro el c i e l o
de l o s pioneros- de l a s fecundas osadías y l a s conquistas
f e l i c e s Las fuerzas productivas s e malogran en la guerra
o en l a c r i s i s de superproducción tremenda disyuntiva que
;

d e b e enfrentar el progreso *"écnico y c i e n t í f i c o : Archiva-


d o s en l a s c a j a s fuertes d e j a s grandes empresas duermen
i n f i n i d a d de inventos¡ cuya aplicación pondría en p e l i g r o
el l u c r o c a p i t a l i s t a y l a e s t a b i l i d a d de todo e l sistema:
S ó l o en e l p e r f e c c i o n a m i e n t o b é l i c o parecen h a l l a r l a
c i e n c i a y l a técnica p o s i b i l i d a d e s de i l i m i t a d o desarro
l i o . como l o i n d i c a l a prodigiosa amenaza de l o s ú l t i m o s
hallazgos.

La t i r a cómica r e f l e j a l a s desgracias de nuestra épo°


ca El hombre de c i e n c i a es presentado como un loco temi-
b l e p en e l mejor de l o s c a s o s , un impotente, un i l u s o
que al r e v é s de M e f i s t ó ' f e l e s , queriendo hacer e l Bien
obra el Mal, El exotismo i n t e r p l a n e t a r i o t r a t a de rempla-
zar al anacrónico exotismo terrestre^ En un mundo obtura-
do en sus p o s i b i l i d a d e s de f l o r e c i m i e n t o ¿qué aventuras
t

pueden concitar el ansia de emulación de l o s l e c t o r e s j u -


v e n i l e s canalizando el exceso de. sus-energías* Sólo aven=
turas cerradas, sin salida posible La lucha e s t é r i l , c i r -
50

ciliar, dr* l o s p o l i c í a s co.ntrr- l o s gangste-rs; l a guerra,


una guerra s i n perspectivas, desprovista d e todo carácter
de cruzada, presunta defensa de un presunto orden e s t a b l e -
cido, La "ficción c i e n t í f i c a " traslada estas luchas vomi-
tonas a un plano de i r r e a l i d a d , buscando c o n f e r i r l e s una
f a l s a poesía. La t i r a cómica u t i l i z a también un sucedáneo
de 1c aventura, más inocuo que l a s anteriores: el deporte.
El recordman, el Detective, el Gángster, el P i l o t o de Gue-
rra, son algunas de l a s e s t é r i l e s o d e s t r u c t i v a s figuras
que ocupan ante l a juventud el lugar de los v i e j o s arque-
t i p o s , y que l a h i s t o r i e t a recoge y difunde, (Aiizás fuese
posible h a l l a r otros temas, otras aventuras con mayor con-
tenido, o t r o s héroes con más a l i e n t o y nás amplios h o r i -
zontes en el c o n t r a d i c t o r i o mundo de nuestros d í a s . Pero
serían héroes inconformistas; no contarían con l a aquies-
cencia de l a s muchedumbres ni con la simpatía del poder»
La t i r a cómica es ya un vigoroso medio de difusión; en su
lenguaje elemental expresa ideas o l a s remeda, c o l a b o r a
en l a formación de l a mentalidad pública* Como el c i n e ,
como la radio y la gran prensa a l a que se h a l l a estrecha-
mente l i g a d a , no ha podido escapar al c o n t r a l o r de l o s
sectores dirigentes en l o económico y en lo p o l í t i c o .

Las h i s t o r i e t a s vulgares explotan el maniqueísmo i n -


nato de l a s multitudes, adaptado a l o s burdos esquemas de
una moral convencional. Pero e l l o no consigue desvanecer
el hecho real de que sus héroes tienen cada vez menos sen-
tido moral Se exalta en e l l o s antes que nada e l é x i t o , el
a

triunfo en sus aspectos más crudamente f í s i c o s , Son héroes


brutales, carentes de la gentileza y la ternura que solían
decorar antiguamente el heroísmo, paladines encarnizados,
impíos, que combaten contra g r a t u i t a s encarnaciones del
Mal, empleando por lo común métodos análogos a los del ad-
versario. En estas luchas, el Amor, la Lealtad, l a Piedad,
l a J u s t i c i a y demás noblezas del alma humana, sirven como
p r e t e x t o s ( e n un s e n t i d o n ás l ó g i c o que moral) para el
e j e r c i c i o de l a V i o l e n c i a . Esta es quien domina t o d o el
escenario, quien i d e n t i f i c a a l o s "malos" y l o s "buenos",
envolviéndolos en una frenérica vorágine de puñetazo?, ga-
rrotazos, t i r o s y explosiones que no dan lugar a respiro,
que inhiben toda r e f l e x i ó n , t o d o d i á l o g o , toda v i v e n c i a
que no sean l a ira o e l temor, C a s i no hay recuadro, en
51

muchas h i s t o r i e t a s , donde no se produzca alguno de e s t o s


alborotos De ahí que é s t e sea el único saldo que resta en
el ánimo del lector^ anulando l a s demás consideraciones,
de ahí l a vaciedad de l o s esquemas morales proclamados y
el efecto eminentemente corruptor de l a generalidad de l a s
h i s t o r i e t a s de aventuras Sin contar que en muchos casos
ni siquiera el esquema moral se h a l l a presente. Hay r e l a -
fl
tos en que el detective* es abiertamente un bruto sin re-
a
misión ávido de dinero y de placer, s u única g l o r i a ' es
la insignia que lo distingue del bandido

Hay en l a t i r a cómica o t r a modalidad en boga que a


3
veces i n t e r f i e r e con l a f i c c i ó n c i e n t í f i c a * , pero que se
manifiesta también de modo independientes Es el genero que
los editores anuncian con el lema ''Pavor* o "Miedo^ Terror
y Espanto* •. Nada mejor para d e f i n i r l o que l a relación sin
tética de uno de sus argumentos Podeado de bosques y mon-
tañas se halla el gran a s i l o del Dr. Loma, Viven a l l í ba- ;

j o l a v i g i l a n c i a médica, hombres con dos c a b e z a s , s i n


piernas,, enanos, s e r e s afectados de l a s más monstruosas
deformaciones imaginables Los únicos seres aparentemente
normales son el doctor,, su joven y apuesto ayudante llama
do Juan, y l a b e l l a Elena. El Dr, Loma interrumpe- violen-
tamente un diálogo amoroso entre l o s dos jóvenes, y Juan
decide raptar a Elena, En l a oscuridad nocturna penetra a
l a habitación. Sobre un diván lo sorprende un t r a j e o fun-
da de material p l á s t i c o que reproduce, aunque laxo y de-
sinflado el cuerpo y el rostro de su amada* Es entonces
f

a
que se presenta e l mayor horror fle todos': Elena, Era el
monstruo más espantable de todos l o s que habitaban el a s i -
lo, el t r a j e de p l á s t i c o cobría una realidad que no tenia
forma humana, Juan, en e l colmo del horror y del asco,
a c r i b i l l a a b a l a z o s al monstruo que l e reclama su amor y
luego se echa a l l o r a r .

No puede negarse que en esta h i s t o r i e t a se e j e r c i t a


un vigoroso poder imaginativo: La contraposición del e l e -
mento e r ó t i c o a la asqueante realidad develada es un ver
dadero impacto No puede negarse tampoco que hay una re
finada perversidad, l a intención de producir l a máxima re-
52

pugnancia Este proposito no se h a l l a apuntalado por valo


res e s t é t i c o s o trascendentes Es e l asco por e l asco el t

horror por el horror Como pieza de grand- guignol en un ;

plano limitado de experiencia s e n s i b l e quizá fuese acep


t a b l e Pero no es ese el caso La h i s t o r i e t a en cuestión
ha s i d o publicada por ^Editora S o l V una de l a s v a r i a s
e d i t o r i a l e s mexicanas que ¡i edén perfectamente asimilarse
a l a s yanquis no sabemos si financieramente- pero de modo
3
indudable en lo que respecta al tipo de producción Edi
r
tora Sol S A p u b l i c a v a r i a s r e v i s t a s dedicadas cada
3
una de e l l a s a un género d i s t i n t o de h i s t o r i e t a s : Llane
1 5 5
ros Valientes ' "Entre F i e r a s , Fantástico (ficción
c i e n t í f i c a ) . *Juvenil' (deportes) AnimalitosV "Cuentos
de Ahuelito Relatos de H i s t o r i a Sagrada", 'Historietas*
En esta última aparecen números dedicados a 'Hechos Heroi
f ó
c o s ( g u e r r a ) "Crimen y C a s t i g o * ( p o l i c i a l e s ) y Miedo
; ;

Terror y Espanto' donde leímos l a h i s t o r i e t a mencionada


Todas e s t a s publicaciones son exactamente del mismo forma
t o , realizadas con idéntica modalidad de impresión, coló
r i d o etc No es de extrañar que, a manos del mismo niño
:

que l e e cuentos de conejitos simpáticos en la edición l i a


¿
mada AnimalitosV llegue l a h i s t o r i a de l a b e l l a Elena :

Existen disposiciones l e g a l e s que persiguen determi


nado género de p u b l i c a c i o n e s que muestra, con crudeza y
exageración intencionadas, aspectos básicamente normales
de la f i s i o l o g í a y conducta humanas La exposición porno-
g r á f i c a de l o s hechos sexuales puede ser perniciosa para
niños y adolescentes Pero, en f i n de cuentas no es más ;

que una información, m a l i c i o s a y prematura de algo que :

forzosamente habrá de conturbar y a l e g r a r sus d í a s . En


cambio, h i s t o r i e t a s del tipo referido producen en el ánimo
i n f a n t i l l a s más desconcertantes sensaciones, l a s asocia
ciones más repugnantes: Especulan con un r e t o r c i m i e n t o
perverso de l a s cuereas más delicadas de l o s afectos más
espontáneos y n a t u r a l e s ¿Qué c r i t e r i o , qué e n v e j e c i d a
J
moral* exime del ri¿;or de l a s disposiciones p r o h i b i t i v a s
a publicaciones de esa especie?

Hasta aqui hemos h a b l a d o c a s i e x c l u s i v a m e n t e de aque-


53

l i a s h i s t o r i e t a s oue se apartan de l a oue debió' ser fun


cion natural del género Pero s i de la t i r a cómica se hi
ciese un grande y donoso escrutinio como el que efectúa
ron el cura y e l barbero con l a s novelas de caballería (en
c i e r t o modo e l equivalente de l a h i s t o r i e t a i l u s t r a d a en
el s i g l o XVI) salvaríamos de l a hoguera c i e r t o numero de
producciones Aun en l a ficción científica aparecen
aquí y a l i a alguna bondad de dibujo alguna autentica in­
vención mostrando que sus autores poseen más ingenio del
que emplean comercialmente Pero es en o t r a s modalidades
donde hallamos l o s mejores aciertos de l a t i r a cómica ín
tegras s e r i e s que hurtaríamos de l a s llamas. No pretende
mos hacer una nómina completa de h i s t o r i e t a s memorables
solo c i t a r algunos ejemplos Salvaríamos l a s parejas con­
yugales de Geo McManus (Trifón y Sisebuta o Pancho y Ra
1
mona ' ) y de Chic Young ( Lorenzo y Pepita" ) . y o t r a s se
r i e s s i m i l a r e s La s á t i r a de costumbres tanto en e l Río
de l a Plata como en e l Norte, es uno de l o s más r i c o s f i
Iones explotados certera y jugosamente por la t i r a cómi
ca. También ha ensayado con é x i t o o t r o tipo de comicidad,
menos intencionado; más próximo a l a simple bufonería, del
me es un buen exponente l a s e r i e de ' B e n i t í n y Eneas"
( M u t t and J e f f ' ) de Bud Fischer, Y en un orden de ficción
más pura menos vinculada al tipismo s o c i a l , en l a que se
mezclan lo burlesco y lo f a n t á s t i c o según l a s tradiciones
del humorismo anglosajón, es donde l a h i s t o r i e t a g r á f i c a
ha producido sus creaciones más o r i g i n a l e s que legitiman
i

su e x i s t e n c i a como género de fisonomía propia y capacidad


creadora El 'Popeye' de Segar e l Gato F é l i x de Pat Su
l l i v a n Mickey y demás personajes del clan de Walt Disney
(aunque algo adocenados por e l é x i t o ) muy probablemente
ingresaran de modo perdurable a ese mundo de gracia y fan
t a s í a convencionalmente i n f a n t i l en que residen A l i c i a
Pinocho el Gato con Botas Pulgarcito y otros inmortales

Cbmeteríamos una omisión imperdonable pese al carác


ter somero de esta incursión en e l panorama de la t i r a co
mica s i no dedicáramos una mension especial a l a más va
l í e n t e y s i g n i f i c a t i v a de Las h i s t o r i e t a s El Chiquito
^bner de Al Capp En e l l a la t i r a cómica l l e g a a su roadu
rez y se supera a s í mismaí Abner es portador de muchas
ideas pero no l o sabe se limita a vivir con intensidad
54

y frescura, una vida que- l e es propia Abner, su familia;


l o s Jemas personajes (Je su aldea natal y de l a s grandes
urbes que contempla con su atónita inocencia son signos
y a 1.a vez presencias- Una rica gama s u b j e t i v a anima l o s
episodio-- de e s t a tragicomedia en l a que predominan 1 a
i roní i y una escondida ternura

C
E1 Chiquito Abner' no es una simple bufonada A tra
ve de sus cuadros enfocada en l a s a r i s t a s mas f i l o s a s y
3 f
grotescas desde l a manía de l o s t r a j e s z o o c hasta l a
manía del record, toda una c i v i l i z a c i ó n es emplazada so
metida & la prueba de Vol t a i r e , a l a prueba de una ironía
que no por ser juguetona deja de ser demoledora y amo.rga
prodiga en simiente de r e f l e x i o n e s No podía escapar al
aguijón de esta ironía la propia t i r a cómica; el Chiquito
Abner s a t i r i z a al genero que l e dio vida se burla de sí.
mismo y del publico que lo l e e La c r í t i c a de Al Capp es
una a u t o c r í t i c a Abner es un norteamericano de pura cepa
El rus ti'JO medio en que nace y vive es una aldea de blan
eos pobres' de esos que suelen descender de l a s más vie-
j a s f a m i l i a s colonizadoras y que se rezagaron en la con
quista dcíl dolar (Por c i e r t o que tampoco e l l o s , ni o t r o s
norteamericanos pura sangre como l o s p a t r i c i o s de Bos-
ton stí salvan de i a s á t i r a universal de esta h i s t o r i e t a )
Pero e- Chiquito es . al mismo tiempo un extranjero en me
;

dio de l a s gigantescas y p u e r i l e s potencias del mundo (pie


lia crecido i\ su KIrededor De e s t a dualidad proviene el
vi^ox- de sus raíces, o l vivo color de su atmósfera l o c a l ,
y su universalidad que l o convierte en incorruptible t e s
tigo de l a America que l o ha engendrado El Chiquito es un
muchaclion campesino, con alma de niño Pero es un niño que
pone en aprietos a l o s adultos; su inocencia plantea temi-
b l e s interrogaciones. Abner no podría figurar, junto a Su-
perman y l a Antorcha Humana, entre i o s p i l a r e s de l a so
ciedad norteamericana, no se ha especializado en d e s t r u i r
bandas de fcangsters ni e j é r c i t o s mongólicos o eslavos Mas
bien una i n v e s t i g a c i ó n a fondo d e s p e r t a r í a quizás l a s
sospechas de l o s 'cazadores de brujas'? podría el Chiquito
ser IICVÍMIO al banquillo e i n s c r i p t o en l a l i s t e ne^ra de
l o s Enemigos Públicos. Tal vez a causa de e l l o h acomendado
a deíSHp?r^cer de l a s páginas impresas Pero toda sospecha
sobre fin l e a l t a d fundamental sería una calumnia TI Chi
55

q u i t o . s e r á q u i z á s . i n ú t i l p a r a . s a l v a r a Indocbina.de. l a s
garras.del'Vietminh, p e r o < e s < e n * c a m b i o , f i e l . a su pueblos
encarna.el<fondo inocente, l a . f i b r a . v i r g e n de ese pueblo
norteamericano que es nuestro hermano y al que. a menudo ;

nos hacen: o l v i d a r . e l . i m p e r i a l i s m o , i l a s experiencias termo-


nucleares, la.prejasa, el cine, l a s t i ras«cómicas,

4*4

L o s . c a r a c t e r e s . e s p e c í f i c o s . de*la t i r a . c ó m i c a . l a des-
tinan a l a síntesis.gráficaal.esquema.caricaturesco
Cuando a d o p t a , o t r a s , m o d a l i d a d e s , cuando pretende narrar
h i s t o r i a s , i m i t a r : a , l a , l i t e r a t u r a o al cinematógrafo, deja
de-justificar..:" su .-nombre; l o s elementos dramáticos; se d i -
suelven en, l a . impotencia expresiva. La tira:cómicaicarece
de medios para expresari l o subjetivo. Puede hacerlo, hasta
c i e r t o ¿ u n t o , . c o n . e l ¿ esquematismo- d e l a ¿ c a r i c a t u r a , :acep-
;

tando, l a s l i m i t a c i o n e s y , l a s v i r t u d e s . d e e s t e , l e n g u a j e de
:

signos.-, Pero, s i emplea*procedimientos,más o menos, r e a l i s -


t a s , pierde todo.contenido, produce.anodinos personajes a
l o s que no puede.dotar de vida. Son seres b i dimensiónales,
pura s u p e r f i c i e . ;Las/ cosas, eran d i s t i n t a s , en. el.. f o l l e t í n
clásico^,, sus protagonistas tenían vida, i n t e r i o r , polariza*
da y , e s c u e t a , pero«intensa ¿La Huérfana tenía up Corazón,
v

e
podía, a q u i l a t a r s e ; su< composición aurí f. ra . como e l cieno 4

que> c o n s t i t u í a , l a , s o m b r í a ; v i s c e r a s i m i l a r del V i l l a n o .
Allí hajb^a, l i r i s m o , todo; l o ¡mediocre que se quiera, pero
evidente y» comunicablej¡capaz.de> identificar.emocionalmen-
te< a l Í l e c t o r o , l a lectora» coni el> p e r s o n a j e . d e s e r i p t o . Ge-
neralmente, , l o s personajes, de l a h i s t o r i e t a . i l u s t r a d a ado-
lecen* d e u n a monstruosa e x t r a v e r s i ó n ; ; s u s g e s t o s son su
vida ,carecen de pensamientos y sentimientos,más a l l á del
r

breve y e x p l í c i t o . i n s t a n t e : en que i o s manifiestan en pala*


t

b r a s . o . c r i s t a l i z a n . e n actos. Palabras, y« actos, incompletos,


a , l o s q u e , l e f a l t a t e l i l a d o . d e adentro, la. carga emocional
y s u b j e t i v a . Ppr>ello.nadie.puede, i d e n t i f i c a r s e , c o n . e s o s
p e r s o n a j e ^ Sai ^o quizá, l o s niños. Porque, s ó l o una. imagi-
nación i g n o r a n t e y p o d e r o s a * c o m o . l a ; i n f a n t i l puede crear
¿

un mundo c o n . tal escuálidos elementos, i a t r i b u i r l e s carne y


É
alma a*los.*mpnitos* * Esta/expresión dice, bastante.• Moni-
8
t o s , . fmacaquitos*. simios«en f i n , i f i g u r a s que.remedan,
e n . d o S i d i m e n s i o n e s , e n , o b j e t i v i d a d pura,< 1 a , v i d a / d e ¡ l o s
56

hombres. El hecho de que l o s adultos se a f i c i o n e n a l a s


más vulgares de l a s h i s t o r i e t a s es índice alarmante Reve-
la; no que e l adulto haya alcanzado la capacidad imagina-
t i v a del niño, sino que se conforma con una fantasía muti-
lada y bastarda, que el mismo se ha objetivado y converti-
do en una s u p e r f i c i e La carencia de s u b j e t i v i d a d de l o s
ú
macaquitos* la imposibilidad de i d e n t i f i c a r s e con e l l o s ,
s

es precisamente la r a í z de su placer. Las h i s t o r i e t a s ; co-


mo l a s novelas p o l i c i a l e s , permiten una l e c t u r a sin con¡~
promisob un contacto puramente mental- que deja al l e c t o r
indemne, intoeado, que no excita en el más que l a corteza p

produciendo un cosquilleo superficial;, una agradable i r r i -


tación. La novela p o l i c i a l y l a h i s t o r i e t a dejan a salvo
l a responsabilidad del l e c t o r Y s i a algo teme el hombre
contemporáneo de hipertrofiada conciencia de tensa v i g i -
¿

l i a , es a verse envuelto, arrastrado, turbado, es a verse


obligado a entregarse, o a complicarse Hipnotizado por l a
o b j e t i v i d a d f í s i c a , sumergido en l a insoluble problemáti-
ca de un mundo u l t r a - r a c i o n a l i z a d o , lógico es que sea co-
barde en los ignotos t e r r i t o r i o s del alma y del espíritu,

e
En E l Jardín de EpicuroV Anatole France e s t a b l e c e
un c o t e j o entre el l i b r o y e l teatro, entre el l e c t o r y el
espectador Mientras que el espectador de teatro a s i s t e al
d e s a r r o l l o corpóreo de una h i s t o r i a que sucede ante sus
o j o s , el l e c t o r sólo dispone de una clave, con l a que debe
3
r e a l i z a r la mitad de una creación* Los e s p í r i t u s soñado-
res y meditativos* p r e f e r i r í a n , al p l a c e r pasivo del e s -
pectáculo, l a alegría activa de l a lectura* Gran imagina-
t i v o , l e c t o r nato, Anatole France era quizás i n j u s t o sub-
estimando l a imaginación del espectador. También l a acción
escénica e s o puede ser, un signo que el espectador anima
5

hasta obtener el completo desarrollo de l a entidad vivien-


te que encierra» Podemos, sin embargo, seguir l a s huellas
de France y examinar l a t i r a cómica a l a l u z de sus re-
f l e x i o n e s , En e l l a , como en e l cine, el margen l i b r a d o a
5
la imaginación del sujeto receptivo, l a t i e r r a de nadie'
que debe f r u c t i f i c a r por s i mismo, suele ser insignifican-
t e en comparación con l a s a n t e r i o r e s formas e x p r e s i v a s .
La propia esencia del cine y de l a h i s t o r i e t a predispone
a e s t e r e s u l t a d o , y l a s condiciones en que e s t o s géneros
nacieron y se d e s a r r o l l a r o n convierten por l o comiín esa
57
predisposición en f a t a l i d a d La h i s t o r i e t a y el cine v u l -
gares están exentos de alusiones, de indicaciones tendi-
das hacia l a profundidad, carecen de un más a l l á . Se ciñen
a las formulaciones de una acción concreta, sin i n f e r e n -
cias, totalmente e x p l í c i t a .

Las d i r e c t i v a s que rigen habitualmente la producción


de las nuevas modalidades expresivas ( e l cine, l a t i r a có-
mica) no se apoyan en c r i t e r i o s e s t é t i c o s o i n t e l e c t u a l e s ,
sino mercantiles; se destinan al gran consumo, a l a s ma-
saS; Como e l cine, como la h i s t o r i e t a , l a s masas son algo
p r i v a t i v o de nuestro tiempo^ Sus coordenadas son d i s t i n -
tas de l a s que trazaron la antigua fisonomía del Pueblo,
esa presencia honda y sombría de otras épocas. Los f a c t o -
res que pesan sobre l a s masas, que l a s determinan, son,
fundamentalmente, la producción y el consumo. C i e r t o con-
vencionalismo es inherente a l o s géneros populares de todos
los tiempos, d e s d e l o s cuentos de hadas hasta el melodrama
del s i g l o pasado. En la actualidad esa tendencia se exas-
pera, acentuando el usó de l o s c l i s é s que f a c i l i t a n tanto
la absorción del producto como el esfuerzo del productor,
siguiendo l a norma p e c u l i a r de l a i n d u s t r i a moderna: l a
standardización. Centenares de h i s t o r i e t a s presentan un
único argumento. Con l i g e r a s alteraciones, l o s mismos per-
sonajes, en i d é n t i c a s circunstancias, reeditan l a s mismas
p e r i p e c i a s y d e s e n l a c e . Se reproduce l o a c o n t e c i d o en
c i e r t a s modalidades cinematográficas, como l a s v i e j a s pe-
l í c u l a s de cow-boys. En el cine, la standardización perdu-
ra, pero se ha disimulado y mitigado. En l a h i s t o r i e t a , es
en l a s modalidades más j ó v e n e s , por ejemplo, e l .género
" i n t e r p l a n e t a r i o " , donde se acusa con más v i g o r , La es*
tereotipación extrema podría ser un fenómeno de l a infan-
cia de e s t o s géneros. Cuando el gusto del consumidor, ex*
haustO; empieza a rechazar l a monotonía, s e operaría una
forzosa d i v e r s i f i c a c i ó n .

Podemos e s t a b l e c e r un p a r a l e l o entre l a s manifesta-


ciones expresivas p r e d i l e c t a s de l a s masas actuales y l a s
formas del pasado que alcanzaron idéntica vigencia multi^
tudinaria La tragedia griega, l a p l á s t i c a monumental del
Medioevo, l o s autos sacramentales, el barroco e c l e s i á s t i -
co, buscaron conmover y convencer, h a l l a r o n una honda
58

aceptación de orden e s p i r i t u a l La t i r a cómica y el cine


presididos por el afán de lucro persiguen la complacencia
efímera inmediata f r i v o l a . Aquellas grandes formas ex»,
presivas del pasado buscaban adeptos éstas de hoy, clien*
tes Aquellas reservaban su esplendor pSra l o s grandes mo»
mentos en que e l e s p í r i t u podía abrirse para r e c i b i r l a s ,
é s t a s se prodigan y requieren l a apetencia constante co*
tidiáha, v i c i o s a Por e l l o no exigen un esfuerzo creador
una atención profunda y despierta Antes bien logran su
o b j e t o o f r e c i e n d o f a c i l i d a d , comodidad y sobre todo
a n e s t e s i a El hombre de l a masa se p l i e g a a esos o f r e c i ó
mientos dócilmente, agradece l o s e s t u p e f a c i e n t e s que l o
liberan de tina v i g i l i a cada vez más riesgosa y d i f í c i l

Quizás parezca inadecuado un c o t e j o entre cosas tan


d i s t i n t a s , jerárquica y morfológicamente como Superman y
l a s catedrales g ó t i c a s Pero sucede que e l g ó t i c o , j u n t o
con l o s cantares de gesta¡ la l í r i c a trovadoresca y o t r a s
manifestaciones de ese c a l i b r e , son el equivalente medie»
val del cine y l a t i r a cómica. El equivalente sociológico,
aunque no e l a r c í s t i c o Si quisiéramos buscar en nuestras
tiempos el equivalente a r t í s t i c o del gótico, lo hallaría©
mos en una s e r i e de cuadros l i b r o s y poemas (y también
algunas rafias p e l í c u l a s ) de l o s que e l hombre común ale
nuestros días suele huir como de la peste Ese mismo hom»
bre común que en tiempos de Calderón escuchaba de p i e y
ai a i r e libre l a representación de un auto sacramental
cuyo tema era e l misterio de l a Eucaristía y cuyos perso*
najes encarnaban abstracciones.

Así como decimos que el gótico o el románico ¿raducen


é l alma del hombre medieval, ¿podemos decir que el e m e y
l a u t a cómica expresan el alma de nuestras multí'aides? En
c i e r t o sentido s í Pero mientras una catedral expresaba Lo
más profundo del alma de l a multitud medieval una h i s t o *
r i e t a i l u s t r a d a o una p e l í c u l a c o r r i e n t e s r e f l e j a n tan-
s ó l o l o más c o r t i c a l del hombre de nuestro tiempo. Y l o j
otro lo profundo ¿qué l o expresa? Aquí salta un s i n i e s t c o j
corolario* la t i r a cómica y e l cine señalan una formida»|
b l e ausencia Nuestro hombre de la multitud no es ya e l |
hombre popular de o t r o s tiempos es sólo el hombre vulgar]
59

de la sociedad burguesa un hombre a] que sería demasiado,


t

decir que l e han amputado el alma pero por lo menos pare*


ce c i e r t o que se l a han oscurecido hasta hacer que se o l *
vidase de e l l a , hasta p e r c i b i r l a tónicamente como un sordo
malestar del «que a toda costa quiíére desprenderse,

Proteica y Vana, la t i r a cómica es como nuestra civi*


lización Forma parte de su instrumental expresivo^ ese
inmenso arsenal de e f i c a c i a crue malogra un afán poderoso y
torpe mal encauzado. Sin embargo, aquí y a l l á , disemina»
das en la vasta producción de la t i r a cómica, como en todo
el convulso p a i s a j e de nuesxro s i g i o , lucen l a s clvispas de
un fuego secreto¿ revelando l a presencia del e s p í r i t u , sus
e s f u e r z o s por empuñar e l timón del potente^ desbocado
navio

Hoher to Ares Pons


61

La poesía de
Roberto íbañez

Es nuestro propósito aproximar al lector quizá por


jnedio de explicaciones que algunos juzgarán innecesarias.
» pedimos desde ya perdón a éstos + la poesía esplendoro»
sa también ardiente, de profundidad extática e impecable
forma, de Roberto Ibañez Iremos por lo tanto mostrándo-
las dificultades, de ninguna manera las únicas .ni las líi*
vimos que suele ofrecer este tipo de poesía. "Toda gran,
obra de arte exxge para ser comprendida pasión y pacienm,
m
cia o escribía Augusto Rodin

Existe una poesía desnudo, en donde el menor numero


de palabras procura comunicar un máximo de efec• . . Por
ejemplo. piénsese dentro de la 11terario jvuxítwsaí en un
¿ráculo de Isaías como estes "Aullad naves*** o acra el x-e»
lebérrimó cuarteto de Bécquer cuyo verso primero ess **Hoy
m
i o. tierra y ios cielos me sonrien ¿ o. para cil.ar ejemplos
m
nacionales, dos o. tres versos de Líber Falco$ ¿Qué me dio
1
D: ?s para gustar *• ¿Qué„ que no entiendo **. También puede
servir* al mismo fin : la poesía popular Pero a veces s¿e
comete el error de creer que solamente un lenguaje inme*.
dxQ o puede expresa? eso desnudez „ esa rotunda concent rom
ción llene de resonancias que es un buen verso. El lengua*.
j e más rico., más modulado,, más elegido v puede también con«
seguir por tola suerte de complicacion-es y refinamientos .
ese mismo efecto de simplicidad, intensidad y totalidad*
que pertenece a la verdadera poesía Tal nos parece el ca*
so de Roberto Ibáñez
62 "
i

Existe otro tipo de creación poética que se elabora


1
no en la desnudez simo en el caos La lucidez, abolí dar
lo¿ recuerdos, fuera de su órbita; las imágenes, asocian*,
dose sin semejanza a la vista como en el sueño; el ien»
guaje desintegrado sin rima, sin metro sin sentimiento
real Pero esta aparente incoherencia iogm ser convertido
a otro piano, desde que se da en ella une unidad de efec~
te y 1c que era hasta entonces "delirio" pasc¡ a ser sen»
tide como un 'orden*c Lo que esta poesía intenta es repto*
ducir con ití máxima fidelidad el estado psicológico ori~
ginaric que la hizo nacer. Sirven com ejemplos de y '¿
actitud poética la escuela surrealista, y entre ios ejem*
pios nacionales cabe c i t a r el de Alvaro Figueredo. El
lector amante de este tipo de poesía « tanáíico de la sen~,
sación y de la asociación ~ suele : por ejemplo juzgar co~j
mo una antigualla la estructura de un soneto su sucesión
de endecasílabos sus acentuaciones metro, rima.etc, pe-
ro esto, objetivamente no prueba nada. Una forma que no
ha dejado de mostrar su eficacia y esplendor desde el
"Tanto gintile. ,** dantesco del "Trecento" hasta el "Ves-
}t
t i d o s sois de primavera, amantes de Antonio Machado, e
sea desde casi sus orígenes hasta nuestros días, durante
mas de medio milenio, probaría objetivamente lo contrarios]
no su marchitamiento sino su permanente eficacia virtual \
0

Una forma es en el fondc un estado


( musical vagamente de
terminado, una concreción plástica o intelectual posible \
r

que viene bien o no según la extensión., tono y densidad dej


lo que se zoncibec El ejemplo de Claudel prueba gue el
versículo bíblico no estaba de ninguna manera muerto, comaí
se podía pensar, i

El surrealismo cree que solo Si puede dar l a iiñensi-j


dad y la realidad c Pero, sustituyendo el caos por el or^
den, tal como lo vemos en Roberto Ibáñez, se consigna gud
la realidad deje paso a su verdad sin* qu& l a inmensidad
humana originaria por aparecer ahora embelesada, resulte
evaporada.- La realidad pierde, en este paso, su gesticula*
clon pero no su esencia.. A &ste propósito, recordamos las
palabras que I*¿ e s c r i b i e r a Jüies Suparviel.lez "La extrema,
delicadeza y la frescura de sus imágenes, así como su »<iJ
ble? espontaneidad; saívap. cr poesía de la opacidad y den
e n t e l e c t u a l i & m o s '"lejos.. , a la distancia
: de un suspiro"J
63

he ahí lo que definiría su arte, si éste no contuviese


también un aliento trágico tan humano",

Roberto Ibáñez no ha desdeñado, en poesía dos recur- f

sos temibles; el mundo cultural y la lucidez. Se trata de


vd poeta que asume al escribir la historia toda de la poe-
sía. Se impone entonces, como necesaria en primer término,
la capacidad de resistir a ese universo cultural, Todo un
pasado ejemplar está sin duda latente, pero no impide sin 0

embargo, la existencia de un nuevo poeta En cuanto a la


lucidez, ella permite que el lector pueda al enfrentarse
con uno de sus versos o imágenes, concebir)os como la des«
t i l a c i ó n última de un proceso de sustitv.cí "tes. Este t r a -
1:
bajo de reconstrucción posible puede v ar al lector. 4

Tal fué nuestro caso Nos pareció que í*-j-. ubierto el p r o -


veso de elaboración habíamos también ó.¿do con i o esencial
s e r a a m o s a <
e
' ¿HKL £
a
^ n
* * P° * ^
e s e em n
P° ^ - ' tirios v r

. ifir^>%fue se habían logrado en esa misma el.aho¿¿cion. El


4
pe: > la lucidez es, por supuesto, enfriar comuni»
cq^t? r un repensamiento y un olvido simultáneo de lo
guel^. ?o quía en el poemat el estremecimiento origina™
rx'^lT&ih. re él mismo- único que lo ha hecho nacer, Pero
i ii.-p- e que una poesía pueda adoptar contenidos inte**
iéuu..* claros sin dejar, por eso, de ser gran p o e s í a c

o e¿, otro s i ejemplo de la gran poesía clásica! Dante,


. rf de Fe ge*. Víctor Hugo, Baudelaire Esto nos muestra
pensamiento claro'puede llevar -consigo un formida**
::• u- pode:- de sugestión, como sucede también en la vida
' c a l . a vec33\ eu la más transparente conversación apasio-
r
nada. Ao¿? parece oportuno o i recuerdo de una frase de Vaz
Per rey ra, citado por Snpe.rvielle con respecto
( a la poesía
de Roberto Ibáñez; "A veces emita dormido y a veces des*
pierio*:-. Cuando canta despierto lo admiro man y me re*
cuerda a Mallarmé, pero lo siento más cuando cxr<£c dormi-
do"\ Esta frase arrancaba al gran poeta ¿zanco* el si"
guíente comentario; "Que se me permita agregax que si ha
sabido cantar dormido, Roberto Ibáñez no es menos un poeta
infinitamente despierto, en el sentido en que lo entendía
Valeryr La poesía no está hecha de estas contradicciones
reconciliadas?",

Esta lucidez de Ibáñez, es una lucidez ardiente. Es


64

una lucide? cfue termina en embeleso, nosotros diríamos eme


un poema de Zbaiez tiene por base una finísima rmqustia
Lúcidamente la contemr la y, ;iin poder definirla por-fue no
t iene^definición, la represente de modo yue se convierta
en imagen en música en ar yuitectura mediante un es fuer*-
zo crispado y supremo de disolver esa angustia en p e r f e c -
c i ó n . . P e r o e l poema va de inasible a inasible. E¿ ahora
esta misva perfección como meta,- la -fue siempre entrevista
produce una insociabilidad doloroso como antes, en el
origen del poema.- lo trágico humano, imposible de solu»
ción, escalofriante, concitaba su propia sustitución, su
e nui val en cía, en el c u erp o mismo del p o eme.. Y esta' es la
razón de la lucidez: preservar con máxima fidelidad esta
sustitución.. ¿Es aue los obstáculos son exteriores?' ¡Jo,
~ dice Luis Lavadle - eos nuestra reflexión -juien crea los
obstáculos, Si aplicamos este pensamiento a la creación
poética nos es fácil comprender, por ejemplo que p00f^ir
un poema es engendrar al mismo tiempo ur número di ÍW
lidades e imposibilidades Bealizar un poema e ¿ar
todo ese número de dificultades que hemos enger
;
mismo tiempo aue nuestros poderes. Delante de e~ veíaos
de Jbáf-ez. nosotros, comprendemos profundamente aque^Ma
afirmación de T Ello i cuando expresaba aue. I obj\eto
del arte es sólo uno y proporcionar consuelo. ¿?e±no es
cosa realmente extraía que el hombre cure sus angustias
más hondas con sus delectaciones más altas r sus pavores
más ciertos con sus plenitudes más instantáneas sus ti<-
nieblas fundamentales con espectáculos en donde la luz d e -
lira, y las comprobaciones de su anulación con el J.esplie*
gue más encarnizado de su poderío, su nada con su todo en
fin? Nosotros no encontramos otro móvil que mejor expli*
-rué este: devorc;¿oro* necesidad de perfección de la poesía
de Beberto Zb-ár.ez.-

fie es tanto más grande escritor - se ha -ícho - currn-


t o más facultades se comprometen en el acto Je escribir.
Si es bien sabido pue todas las ¡otencias del poeta operan
sipiultáneamente, desde que todas tienen aue estar :le algún
modo presentes en cada instancia del poema., nade: impide,
:
sin embarao. clasificarlas cu< ndo deseamos una explico?
caen- Todo poeta muestra, al mismo tiempo o seguidamente,
una actitud intelectual rué ez le de covunic <r. uno- ore t a -
65
tud plástica aue es la de visualizar, y una actitud oudi»
ti va - de oído externo o interno • que es la de cantar, l)n
triple estado: inteligible, visual izado. musicalizado. Es
natural que una cualquiera de estes tres facultades oredo-
nine, pero puede oresentarse el caso y es el de Roberto
f

JbázTeZj en aue, por instinto clásico les tres


f disposición
nes se ejercen y combinan con una pareja gravitación. -

Si la preexistencia de un mundo cultural y la lucidez


de ejecución de urr poeta pueden molestar a cierto tipo de
lector, es indudable que éste resistirá del mismo modo
cierto género de imágenes de procedencia barroca,. Asi, por
r
ejemplo, en "Viaje por los huesos el primer verso comien*
za: "Ahora viajo de incógnito por el haz de mis huesos~ :

Así extraído y separado del poema, puede indudablemente


sorprender, Tero él es el comienzo de una tenue, delicadí­
sima fabulación. Pastaría que el lector, sin aceptarla de
entrada, dejara el juicio de la nisma en suspenso, luego
de la lectura del poema, el patetismo envuelto en una le-
jana dulzura que es su atmósfera propia, le hará mucho más
convincente esta primer imagen Hasta logrará sentirla co-
mo necesaria. Su brusco efecto inicial es armonizado luego
por la lenta y trágica exploración, El tema de esta alma
que se palpa sus huesos, los reconoce e historia; desliza
de la manera más admirable sus certidumbres fatales bajo
el embelesado esplendor de antiguos instantes familiares.
Quedan estos recuerdos humanos, ahora, indefensos y ti­
bios, penetrados de aquel silencio remoto de nuestro es­
queleto e en el aue nos reconocemos sin identificarnos. La.
imagen inicial tiene por objeto determinar con nitidez to­
do una zona de solitarias certezas casi impenetrables. En
tanto que ésta va desarrollándose, sabiamente o la deriva,
la. otra zona del poema, la que destila esencialmente días
vividos, va enlazándose a la primera y confiriéndole ese
sabor de tiempo, de irremediable entonces, P,n esta unión
vemos nosotros la unidad de efecto del poema, entendiendo
ror unidad de efecto aauello que seqún Toe debe soltar el
poema: "una corriente de significado indefinido"o Pe ha»
berse mezclado el dual sentimiento que lo inspira, no hu­
biéramos podido gustar esa emoción particularmente modu­
lante con que van emergiendo los contrastes más s i l e n c i o »
'ios. más naturales c
66

En casi todos los poemas de Jbáñez recibimos t más o


menos en este orden, una sensación de arquitectura,'una
sensación de música y una sensación de profundidad, Pero,
no es corriente en nuestro lector de versos, nos parece,
ni la preocupación por la arquitectura, es decir, por el
conjunto, por el todo del poema, - preocupación eminente-
mente clásica * ni la preocupación por la materia sonora
del poema - preocupación de origen simbolista, sin duda.
No nos parece tan pueril citar e s t e doble hecho: Es cada
vez mayor el número de personas que se resisten a leer
poemas en alta voz é y, en segundo término, la gente re~
cuerda cada vez menos poemas de memoria: esto quiere decir
que no siente ninguna necesidad de paladearlos, de hacer-
los cantar en su boaa. Llegamos a la conclusión de que han
sido desestimados no sólo el oído sino aquél placer que el
poeta Andrés Spire encontraba en la poesía, al definirla
como gesto laringio^bucal o Para este autor, la última ins*
tanda del placer poético - comenta Jean Cassou • reside
en la eufonía, La eufonía no es el empleo de los sonidos
en su función rítmica sino la utilización de la substancia
9
de los mismos, de "su pulpa verbal *o Por lo tanto no es ya
el oído quien juzga este placer articulatorio» "Es la boca
misma" Ella palpa - d i c e Spire - gusta, toca y pesa las
palabras". El alejamiento más o menos grande de "los pun-
tos de articulación" (es decir de las posiciones de l a
lengua) ha dictado tal o cual verso, En la aplicación ex-
presiva del principio del menor esfuerzo, uno de los prin*>
cipios fundamentales de la biología, se encuentra este
elemento esencial de la belleza poética: la eufonía, cuyos
efectos son una verdadera euforia. Todo esto revela en el
verso el comienzo de un acto, una e s p e c i e de "danza bu*
cal", recoloca la poesía en esas .profundidades .vitales
m
donde la carne s e hace verso". (Jean Cassou, Ponrr la
poesie )u

La afirmación de Spire parece desestimar esa preemi-


nencía, para nosotros, inconstrastable, de lo auditivo,
desde que éste preside, regula, confirma y valora los mo»
vimientos articulatorios. Al leer, releer, memorizar pro- t

nunciar estos versos de Ibáñez, creemos haber hallado


aquel doble estado particular del canto. Concretamente,
nos parece que un verso canta cuando el sonido se convier-
67
te en sentido y el sabor en saber El sonido resultaría
así el vehículo de la significación difusa que a modo de
atmósfera rodea a la significación clara de una palabra.
?1 placer articulatorio sería entonces, no una mera volup-
tuosidad del lenguaje, sino la euforia de haber encarnado,
gustado : tocado pesado ese "no sé que aroma de pensamien-
to" de que hablaba poe, mas bien el elemento espiritual
hecho materia que ese principio del menor esfuerzo, que ha
citado Spire>

Para mostrar el valor que tiene la composición en los


poemas de Ibáñez e elegiremos, por vía de ejemplo, el poe-
ma: "Ser":

La arquitectura es allí nos parece, en primer térmi-


no, concentración, El objeto del poema es traducir la ins-
tantaneidad más pura, más esplendorosa y breve, la con-
ciencia del ser en su pequenez más extrema: "como una no-
ta",, "soy tu mínimo rayo" £ en contacto con la oceánica
irrupción de lo intemporal, Este e s t á presentado en lo
imagen del mar con que se abre y cierra el poema,Mas esta
eternidad e infinitud al ser proclamadas, pregonadas, as-
cienden a otra imagen: "Oh Sol gigante". Es necesario aún
que la luz se haga música. Aunque sin duda se trata de un
simbólico Sol, la expresión tomada al mismo tiempo en un
sentido natural, no puede ser más hermosa: "Oh fyúsica ra-
diante". Esta sustitución de los símbolos ha sido sabia-
mente interrumpida en el instante de mayor sugestión. Di-
ría/nos que allí termina la materia espacial o visual del
poema. Luego, la conciencia que se había vertido en imáge*
nes es por la sugestión de las mismas, llevada a reple-
garse, pero sintiéndose diafanizada no mantiene dentro de
sí mismo ninguna imagen sino sólo el sentimiento de su
brevedad, de su instantaneidad De aquí brota el pensa*
miento de su muerte. No obstante, hay una forma de e v i t a r -
l o / sumergirse de nuevo en esa misma transparencia espíen*
dorosa que está representada ahora por un "absorto día",
Un día absorto hecho de silenciosa música radiante, he
aquí, totalizado, el cosmos del poema. Los versos finales
reiteran la primera imagen, pero en esta última instancic
aparece totalmente sensibilizada por el proceso anterior
aue ella misma ha generado y ahora, culminando.
r La sensi*
68
bilidod de este proceso se muestra en esa tensión interior
de drama y de vértigo.

Nosotros sabemos que un poema no puede ponerse en


prosa, pero no encontramos otra manera de explicar y vol-
ver más perceptible la rotundidad y pureza de esta crqui*
téctura. Se observará al mismo tiempo en la lectura del
poema, que pese a su esbeltez de contorno no tiene, a
nuestro juicio, nada de parnasiano. Hay algo de escultori~
co¿ de diamantino : en la justeza y severidad con que se
han elaborado los versos, en su precisión sonora^ y en la
nitidez con que ha sido modelado el pensamiento, Pero nada
está hecho desde fuera. Cada verso deja escapar una vibra»
ción mental y, sin embargo, permanece absolutamente níti-
do. La sensación de angustia está presente pero como di-
suelta en luz, Es, para nosotros, la misma sensación que
se desprende de los poemas de Narciso en Trilogía de la
Creación.

Encontramos en muchos versos de Tbáñez una plenitud


visual y táctil que lo lleva a imprimir a sus imágenes la
corporeidad y clara, luz de lo escultórico, Creemos que a l -
go de e s t o ha pasado también a la musicalidad de su poe-
sía Diríamos que es una música visualizada, Y no a causa
de la simetría del ritmo. Hay sin duda,
t correspondencias
sonoras ricas, p e r o , por ejemplo, en un poema como "El
1
prisionero * el número de modulcaciones y aliteraciones es
tal que se entrecruzan y se multiplican a cada instante
produciendo toda suerte de efectos; de modo que el oído se
retrae o se anticipa en su comprobación de equivalencias;
y la rima lo que generalmente
9 llamamos rima, funciona más
bien como fondo, como acompañamiento. Se siente algo pro-
digioso que parece "haberse hecho solo", aunque es imposi-
ble no ver todo el esfuerzo humano mediante. Es necesario
agregar que esta riqueza, esta suntuosidad de lenguaje y
de música no comportan a nuestro ver, sensualidad. Habla-
riamos más bien de castidad poética, en el mismo sentido
Samte Be uve hablaba de la castidad poética de Virgilio
o Ercole Hivalta de la castidad poética de Dante. Y ella
proviene, en los tres casos, de lo que podríamos llamar un
impulso poético diafanizante Dicho de otro modo: el ser
de todo objeto es, simultáneamente, expresión y velo de su
69

significado., existiendo en un instante que es y no es


nuestro tiempo humano o El poeta lo percibe, por eso con e

uaa "nostalgia instantánea". según la bella expresión de


Jankélevitch

Desearíamos ahora hablar al lector de un poema que,


también recogemos en esta selección y gue, por su tema,
notablemente se distancia de todos los restantes, Nos re-
ferimos al que lleva por título: "El Payaso". Es. como to-
dos los otros, exceptuando la Trilogía de la Creación pu-
blicada en La Licorne. un poema inédito. Desearíamos ex-
presar cómo nosotros hemos sentido ese poema. Imaginaos en
un circo cualquiera a un payaso que reitera, una noche más
aún la infernal operación de convertir su vida al meca-
nismo.. Una vez más la bofetada, la carcajada y la pirueta,
en el reino isócrono del automatismo, El cuerpo humano que
ha sido concebido para la variación, la flexibilidad y la
libertad: concluye en un juguete de resorte, Pero también
el alma del payaso, ¿Es todavía un alma o un mero sistema
de reflejos? Pensad en lo que significa pasear sobre la
tierra un alma de payaso, Ni la frescura, ni el cambio, ni
la profundidad ni la delicadeza; sino un enrejado de hejbí-
tos cuya ferocidad puede dar, atgunas veces, pensamos, la
ilusión de aquella nativa independencia del espíritu, Más
sin embargo él es el que hace brotar la risa en el rostro
de los niños. De modo que la frescura más original y libre
de la existencia se hace luminosa merced a la rigidez del
muñeco, Por más mecanizados que estén un cuerpo y un alma,
¿por.qué no habrá de sentir éste hotobre, por lo menos una
vez en la vida, el eco remotísimo, increíblemente doloro-
so, de algún día perdido en que él también conoció su pri-
mera risa original, ahora que está viendo, con sus ojos
anónimos, a la inocencia reír del mismo modo? Ño es nada
inverosímil concebir, al cabo de una noche, un alma de pa-
yaso que se embriaga de esta pena inefable e incompren-
sible.

La poesía de Roberto Ibáñez tiene una sola meta: la


perfección. La e s e n c i a de esta poesía es, nos parece, el
ser; entendiendo en esta palabra la conciencia última que
tenemos del tiempo y de su anulación; concebida en el mis-
mo instante la conciencia como visión de si misma en su
70

estado supremo de desnudez y asombro Esta disposición ha


llevado al poeta a moverse entre símbolos: más claramente,
a considerar que todas las cosas son símbolos Lo p e r s o -
nal l o histórico de su mundo pasa a su verso esenciali-
zado. desprovisto de anécdota Por otra parte no ha s e n t í -
do jamás como impedimentos el inmenso prestigio cultural y
poético de ciertos símbolos como el ruiseñor y la rosa en
su significación de la poesía: o el de la fuente signifi-
cando espeja de sí mismo o. a veces origen primigenio de
todo lo existente

Roberto Ibañez es sin duda, un gran poeta* pero es


un poeta difícil, y nuestra creciente admiración nos dice
que todavía es prematuro este momento en que hemos deseado
decir algo de su obra. En 1940 le escribía Supervielle.
'Sus versos son de los que ganan al ser releídos: a tal
punto la profundidad es esencial en su poesía' En otro
momento, escribió: "Jbáñez es consumado maestro en este
arte difícil, permanece en las fronteras del hermetismo
sin jamás traspasarlas'"

Ha sido nuestro intento aproximar al lector - en par-


te, y dentro de nuestras fuerzas « e s t a poesía fronteriza
al hermetismo Ya ha sido consagrada por la admiración de
los mejores: que los juicios siguientes testimonian Pue-
den ellos también servir de guía para una apasionada y pa-
ciente lectura de su obra

Jules Supervielle que le presentara en la Sorbona


como un "eminente representante de las letras hispano ame-
ricanas agregaba: 'Roberto Zbáñez es un poeta nato y un
gran poeta". En carta fechada el 5 de diciembre de 1954
le dice: "Hay pocos maestfos como usted en Europa que
sienten y presienten la poesía de esta manera quiero de-
cir desde lo interior tan bien como desde lo exterior en
su realización y en su cumplimiento tanto en su murmullo
inicial como en las delicias de su cumplimiento

Guillermo Valencia ha escrito de la poesía de Ibáñez


en estos términos. La obra de Ud. encierra - como
el radium « posibilidades infinitas A través de esas pá-
ginas me he asomado al mundo de los símbolos en el que las
71

cosas mudan de expresión según la fuerza interpretativa


del lector u oyente al conectarlas con su yo La lectura
del pequeño y enorme libro de Ud me ha hecho meditar y
gozar a un tiempo mismo; él tiene además el privilegio de
no poder ser imitado por quien lo desee sino por quien lo
pueda." (El libro a que se hace alusión es "fitología de
la Sangre")

Y para terminar, queremos citar integra esta carta


de Adolfo Peyes:

!
"*- i auendo amigo don Roberto:

Cuanto los recuerdo a Sara y a Ud , preciosa pareja


poética en quien pienso siempre, para aliviarme, cuando me
da por afligirme ante las vicisitudes que sufre hoy por
hoy la poesía! Tengo a la vista, ahora mismo, de Sara, el
poema A r t i g a s , aunque creo que la sigo desde 1940 más o
menos: de Ud., la M i t o l o g í a de l a S a n g r e y los estupendos
sonetos de l o s tres Narcisos, en la nueva copia y con la
oportuna "glosa mínima" que ha tenido usted la fineza de
enviarme con su carta del 31 de diciembre último. Pero
creo que a Ud. lo vengo siguiendo desde 1925 o 1927, Cuan-
do recibí la M i t o l o g í a de l a S a n g r e tuve el gusto de ex-
presarle mis plácemes y mi admiración en unas breves lí-
neas. Yo creo que Ud lo recuerda Cuando me mostró Ud,,
en México :la T r i l o g í a de l a C r e a c i ó n , l e dije a Ud. que
ese era para mí día señalado con la piedrecita blanca de
los antiguos, verdadera fiesta para mi espíritu. Lo tengo
a Ud, por una de las voces más puras de la poesía actual,
y lo mismo quiero decirle de la admirable Sara, Con qué
cariñosa envidia los veo remontarse en su Pegaso i Con
cuánta emoción los leo y releo! En casa se les recuerda
con vivo afecta, No nos olviden Uds,, y vuelvan pronto.

Si yo no estuviera tan achacoso y tan atado de oJbli-


gaciones, por allá me les presentaría de repente, pero ,„

Que no nos separe nunca el tiempo ni el espacio, mi


querido, mi admirado Boberto." (Esta carta, está fechada el
12 de febrero de 1957).
Domingo Luis Pordoli
. 72

"Que por mayo e r a , por m a y o . , , "

Ya o i g o la voz del río y su conjuro,

ya la rosa levísima presiento ;

ya al ave escucho de lejano acento,

y con mis manos e n s a n g r i e n t o el muro,

iRecobrar, recobrar el reino puro!

¿No me r e c l a m a el río, claro y lento?

¿No me nombra l a rosa desde el viento?

¿No me r e s p o n d e el p á j a r o en lo obscuro?

pájaro que no sé si me responde,

si canta en mí o a i n c ó g n i t a distancia,

Intima rosa que no sé si esconde

en la fronda o el sueño su fragancia.

Fío que l l e g a ya no sé de dónde,

si de su sierra azul o de n i infancia.


Quien canta, se confiesa por símbolos. Cada Narciso
- cada creador - tiene su moira única Pero - frontera del
drama y la l í r i c a « l o s tres destinos personales definidos
en otros tantos s o l i l o q u i o s o en otras tantas soledades,
pueden.alternarse o v i v i r s e en el curso de una sola e x i s -
tencia

A esas palabras en el plano simbólico, reduciré l a


glosa que se me pide, para no ahogar del todo el derecho
del lector a descubrir o rehacer el poema

Añadiré solamente que l o s t r e s Narcisos, dentro del


plano mágico, aparecen en l a plenitud de su poder y de su
gracia: e l primero con t r á g i c a impotencia no h a l l a r e -
f l e j o en la fuente.a que se asoma: el segundo logra r e f l e -
j o decisivo, sin verse; e l ultimo crea su imagen -* que e l
c r i s t a l retiene < y parte para que no la nuble en el tiem-
po su propia decadencia
i * ' ,
NARCISO ESTÉRIL

Allí al cielo cristales da l a fuente.

Al -sueño ; allí da al ruiseñor cristales.

¡Oh perfección que enamorada sales

a pedir testimonio transparente!

i Ay, no saldrás de tu dominio ardiente!

¡Lloro en la.luz tus muertos esponsales,

que velando sus diáfanos umbrales

niega el cristal imagen a mi frente!

Como e l cristal morada a e s t a mirada,

al árido esplendor de mi belleza

rehusa el ruiseñor su melodía.

Orfebre sólo de mi o s c u r a nada

hoja ya soy donde el otoño empieza.

¡Ay ; cuánta muerte en esta muerte mía!


75

I I

NARCISO CIEGO

Narciso, no e l de ayer Ciego Narciso,

rosa a rosa profiero tu blancura:

sola del tacto, trémula escultura

coreada en un secreto paraíso

Sola del tacto, y del cristal sumiso

que da c l a r a progenie a mi figura,

¿Qué d i o s , sin abolir mi forma p u r a ,

vedarme el goce de su lumlre quiso?

Si en el crujido de mi fronda flava

oigo al Otoño fatigar su aljaba

yo en la fuente que o b s o r t a me recibe

creo a ciegas un m á g i c o reflejo

¡Ay. no puedo h e r e d a r m e en el espejo

pero el espejo por mi imagen vive!


Ili

NARCISO H E R O I CO

¡Adiós ; oh ruiseñor que aiín en la umbría

das a mi sueño fiel, lengua secreta:

como en tu dulce rama recoleta^

en mi memoria c a n t a r á s un día!

jOh fuente p adiós! Sostén la imagen mía

ya en su t e r s u r a de c r i s t a l completa.

Seré tu soledad, oh fuente quieta,

como tu fuiste, oh fuente, mi agonía.

Si abdico y parto hacia la tierra obscura,

en p u n t u a l esplendor mi imagen dejo

antes que e l tiempo rinda mi h e r m o s u r a .

Hacia la muerte o l a vejez me a l e j o .

jOh fuente, quede en ti mi imagen pura,

quede sin m f como en d i v i n o espejo!


Ser

Como una g o t a el mar de donde brota,

dice esta vida vida sin menguante.

Pregona eternidad, y es un instante.

Proclama infinitud, y es una gota.

P r ó d i g o de tu lumbre s i n derrota,

soy tu mínimo r a y o , oh S o l gigante ;

y hacia ti vuelo, oh M u s i c a radiante,

me i d e n t i f i c o en ti, como una nota.

Sólo es olvido de tu amor l a muerte,

desesperanza de tu absorto día,

que e s no m o r i r ; pensarte y conocerte,

Yo e s t a b a en ti, como en l a fuente ignota,

equivocando p a t r i a y agonía c

Y soy en ti ; como en e l mar l a gota.


78

Ahora viajo de i n c ó g n i t o por e l h a z de mis huesos.

Por p l a n i c i e s unánimes de h o r i z o n t e s ilesos.

Entre blancuras solas,

iah ; qué m ú s i c a inerte!

Oigo en n o c h e lejana de c e d r ó n y amapolas

el beso original que ftfndó tanta muerte.

En e s t o s huesos puros, de terrestre destino,

bajo intemperies lácteas, mi mañana adivino

Y en sus solas blancuras

de ; a p a r i e n c i a esteparia,

reconocer no puedo m i s cenizas futuras,

mi austera calavera, puntual y solitaria,

Pero ahora en m i s h u e s o s , genealógicos, fieles,

un s u e v e ayer recobro de m e m o r a b l e s mieles

Con una luz antigua

de a b s o r t a primavera,

ese candor ingrávido todavía atestigua

la niñez celestísima, la sonrisa primera


79
/

/
/

Huesos donde mi m u e r t e infantil reposaba

por un t í m i d o ruego contenida su aljaba

Desde el ampo risueño

aún mi madre me m i r a

Ya con mentón vencido, no c a l l a hasta en e l sueño,

Ya ; con semblante alegre, se levanta y respira

¡Ay h u e s o s , huesos míos, de e n t o r n a d a memoria

que abro con una c l a r a lágrima expiatoria!

Tal en una cisterna

de d ó c i l resonancia,

en los átomos tibios oigo la voz paterna

como en aquel domingo flamante de la infancia,


80

El payaso
Idos. Ya fué la fiesta Brilló el raso

Voló de p i e la clara caballista.

Reverenció a l a muerte el trapecista.

Jadeó con r o s t r o anónimo e l payaso.

Idos, Pero alguien torna, paso a paso,

con secos tumbos, árida la vista

y en la a l m i z c l a d a noche de la pista

• Yo e r a ese niño., oh sí dice al acaso.

- 0h f si : : , (Contempla l a s desiertas gradas)

Yo e r a ... ( B e s a un j a z m í n y s e arrodilla)

Ese niño, = , ( U n rubor de bofetadas

antiguas se le agolpan en l a mejilla,

Y un f r a g o r de c a l i e n t e s carcajadas *

en e l circo sin nadie L ^ a c u c h i 11 a)


A F'an~:,liA,, be/ Zovcua

Como aquella luna había puesto todo igual que de día,


va desde el medio del Paso con el agua al estribo lo vio
Rodríguez hecho estatua entre Jos sauces de l a barranca
opuesta. Sin dejar de avanzar bajo el poncho l a mano en
l a p i s t o l a por cualquier evento él l e fue observando l a
negra cabalgadura, el respectivo poncho más que colorado
Al p i s a r t i e r r a firme e i n i c i a r el t r o t e el o t r o , que
desplegó una sonrisa, taloneó, se puso también en movi-
miento y se l e apareó Desmirriado era el desconocido y
muy. muy a l t o La barba aguda renegrida A l o s costados
de la cara, retorcidos esmeradísimamente largos mostachos
l e sobresalían

A Rodríguez l e chocó aquel no darse cuenta el hombre


de que con lo flaco que estaba y lo entecano de semblan^
t e tamaña atención a los bigotes no l e sentaba
;

- ¿Va para aquellos lados mozo? - l e l l e g ó con meló.»


sidad

Con el agregado de semejante acento no precisó más


Fodríguez para r e t i r a r l a mano de l a culata Y ya sin el
menor i n t e r é s por saber quién era el importuno lo dejó,
no más, formarle yunta y siguió su avance a través de l a
gran c l a r i d a d , l a v i s t a entre l a s o r e j a s de su zaino
fija

" ¡Lo que son l a s cosas, parece mentira! Te vi caer


al Paso, mira,. ¡y simpaticé enseguida!

Incomodado por el tuteo Fodríguez l e clavó un o j o ,


ai tiempo que, a su vez, el interlocutor l e lanzaba tam-
bién al sesgo una mirada que era un c u c h i l l o de punta
82

pe» o que se a ven JO de golpe quizás алее el ¿envjt de .ser


soro 'f endida

P e eso p-j.i eso pot ser .os es que ¡lie voy al


g r an o de i e с h о с Te guaca la m u ] e г De с i F«o d r i gue z
¿te gustar

Un b'UvS<':¿: escoto* l e h¿zo <ompone/; el pecho a Rod/i


guez mas a t quedo s . t n ^espues a el ¿nd^serete Y como la
v

pregunta íe removió »u f a s t i d i o Rodríguez volvió a c a -


rraspea- е; иЭ /ez con mayor dureza Tanto que
5 inclinán­
dose a un iado del zaino escupió

- i'Alegrate alégrate mucho Rodríguez* - seguía el


ofertante atusándose, en el mejor de l o s mundos у ь т to
carse la caía una guia del bigote - Te puedo poner a tus
pies a la mujer de tu deseo ¿Te gusta el oro.' Agencía-
te l a t a s . Rodríguez y b o t i j o s y te l o s l l e n o toditos^
¿Te gusta el poder, que también es l i n d o / Sin apearte del
zaino al momento quedarás hecho comisario, j e f e p o l í t i c o ,
coronel iGeneral no, Rodríguez, porque esos puestos
l o s tengo reservados t o d i t o s ! Pero de ahi para abajo
podes e l e g i r de inmediato

Muy fastidiado por e l parloteo seguía mudo siempre


sosteniendo l a mirada hacia adelante. Rodríguez

= Mará ¡roa no precisas más que abrir l a boca

- i Pucha que t i e n e poderes u s t é ! - fue a decir, fue


a decir Rodrigueг\ pero se contuvo para ver s i a silen­
cio aburría al cargoso

Este que un momento aguardó tan siquiera una p a l a ­


bra fue invadido como por e l estupor Se a c a r i c i a b a l a
barba; de reojo mire dos o t r e s veces al otro Después,;
su cabeza se abatió sobre e l pecho pensando con intensi-;;
dad Y pareció que se le había tapado l a boca i
1
asimismo b a j o l a ancha blancura i qué s i l e n c i o , !
ahora ai paso de l o s j i n e t e s y de sus sombras tan níti^j
83

das! Pai.ec/ó de golpe que codo Jo capaz de turbarlo ha-,


bia fugado/ l e j o s cada cual c^n su ruido

La mano de Rodríguez a las cuadras asomó con taba-


quera y con chala por el costado del poncho Sin abandonar
el trote se puso a l i a r

Entonces el otro en brusca resolución rozó con la


espuela a su obscuro hasca casi d*rse contra l o s e s n i n i -
\ios A esa media distancia, manteniendo la marcha a fin
1
de no quedarse atrás fue que dijo.

- Dudas Rodríguez? ¡ F í j a t e , f í j a t e en mi negro vie«


jo!

Y siguió cabalgando en un t o r d i l l o como leche

Seguro de que, ahora s i , había pasmado a Rodríguez, y


no queriendo darle tiempo a reaccionar, sacó de entre los
pliegues del poncho el largo brazo puro hueso, sin e s p i -
narse manoteó al pasar una rama de t a l a e i n v i t ó , sober-
bio:

- ¡Mira!

La rama se hizo víbora, se debatió b r i l l a n d o en l a


noche al querer librarse de la tan flaca mano que la ppri»
mía por el medio y, cuando el forastero, con gesto altane-
ro l a arrojó l « § A s , e l l a se perflió a los s i l b i d o s entre
los pastos.

En procura de su yesquero se registraba Rodríguez Al


acompañante sorprendido del propósito l e fulguraron l o s
ojos; pero apeló a l a calma que l e quedaba se adelantó a
la intención, y dijo, con forzada s o l i c i t u d otra vez mon->
tado en el obscuro:

- ¡No te molestes! iServite juego Rodríguez!

Froto la yema del índice con l a del dedo gordo Al


punto una azulada llamita brotó entre e l l o s Corrióla en
tur:ees hacia la uña del pulgar y asi a l l í paradita la
84

presentó como en palmatoria.

Ya en la boca el cigarro, l o acercó Rodríguez y aspi-


ró.

- ¿Y..o? ¿Qué me decís a h o r a ? . . .

- Esas son pruebas - murmuró entre l a amplia humada


Rodríguez, siempre pensando qué hacer para sacarse de en-
cima al pegajoso.

Como baldazo de agua f r í a dio l a expresión sobre e l


ánimo del j i n e t e del obscuro. Guando consiguió recobrarse,
pudo seguir, con creciente ahinco, l a mente hecha un v o l -
cán.

- ¿Ah, s í ? ¿Conque pruebas, no? ¿Y esto?

Ahora miró de lleno, Rodríguez, y afirmó en l a s rien-


das al zaino, temeroso de que se l o abrieran de una c o m a -
da. Porque el importuno andaba a l o s corcovos en un toro
cimarrón con tanto fuego en l o s o j o s que milagro parecía
no l e estuviera ya hechando humo e l cuero.

- ¿Y e s t o o t r o ? íMirá qué a l e t a s , Rodríguez! - se


prolongó, casi hecho imploración, en la noche.

Ya no era toro l o que montaba el seductor, era bagre.


S u j e t á n d o l o de l o s b i g o t e s un i n s t a n t e , y espoleándolo
asimismo hasta hacerlo bufar, su j i n e t e lo lanzó como luz
a dar vueltas en torno a Rodrigue z^ Pero Rodríguez seguía
t r o t a n d o . . . Pescado, por grande que fuera, no tenía p e l i -
gro para el zainito.

- Habíame, Rodríguez, ¿y e s t o ? . . . ¡Por favor, fíjate


bien!... ¿Eh?,..

i- ¿Eso? Mágica, eso.

Con su j i n e t e abrazándole la cabeza para no deslomar-


se, del brusco sofrenazo e l bagre quedó clavado de cola.
- ¡Te vas a l a puta que t e parió!
85

Y mientras el/zaj.i-ito, hasta d o r d e no l l e p ó l a ex-


cJ oración porciie siírrió en un ar-opo, i b a tomando distancia
muy campante, el oirá vez olscuro, que s i n t i ó enterrárse­
l e l a s espuelas^ f/n dos patas piró descubriendo Jos dien­
t e s , rara i r 1 a j 6 l a tan blanca luz a apostar otra vez al
H a b l o en el Paso

Montevideo, j u l i o 10 - 1957.
r

87

Entre un paquete de c a r t a s que se me perdió, algún


día contaré cómo, había una de un antiguo patrón mío que
me recordaba su dirección.

Pensaba contestarle el d¿a que tuviera tiempo, porque


creía que mi carta iba a conmover aquella casa, tan t r i s t e
con sus t r e s habitaciones.

Fué en un pueblecito que daba;al r í o , de esos que só-


l o una vez al: año, con l a s crecidas, reciben gente de u l -
tramar que invade l o s cafés, cambia el color de l a s c a l l e s
y despierta el a i r e ensimismado de l a s muchachas. Cuando
me cansé de recorrer l o s alrededores, no encontrando otra
cosa en que ocuparme, me dediqué a corretear a r t í c u l o s de
librería.

Después de caminar todo un día, sin grandes f r u t o s ,


me encontré al caer l a tarde frente^a una farmacia, con
una puerta chica que parecía haber sido abierta reciente-
mente, pues todavía podía verse e l revoque, más fresco que
e l del muro, a l o s costados del marco. En l a v i d r i e r a , que
no era sino una ventana: arreglada, habían colocado un l e -
trero bien v i s i b l e que decía "SE NECESITA UN LAVAFBASODS".

Reflexioné muy poco.antes de resolvérmela entrar. Es-


taba cansado. Abrí l a puerta y l o primero que v i fue una
calva ovalada, color de mate.

El farmacéutico e s c r i b í a , inclinado sobre una v i t r i n a


que l e servía de mostrador. Antes de abrir l a boca p r e f e r í
que se d i e r a cuenta de mi p r e s e n c i a . Entonces r e c i b í l a
primera- sorpresa,

- Si... si... muy b i e n . . . usted es mi nuevo l a y a -


88

frascos,..

Por.aquellas expresiones, cualquiera d i r í a que me es-


taba observando de arriba a abajo. Pero no era a s í : ni me
observaba ni dejaba de e s c r i b i r .

He v i s t o por l a v i d r i e r a . , , como miraba usted


el l e t r e r o . Todos . . . tienen un modo particular . . . de mi-
rarlo. Además . . . usted tiene un aire tranquilo . . . parece
ser e x t r a n j e r o y a mis hermanas . . . que son l a s sombras
negras . . . de mis lava-frascos . . . l e s encantará t r a t a r . . .
con un hombre que viene de l e j o s .

En ese instante terminó l^a escritura, porque una se-


r i e de evoluciones hechas casi sin mirar indicaron que ha-
bía firmado aquello. Su calva se acható y unos o j o s c e l e s -
t e s , con grandes y doradas pestañas, me miraron limpiamen-
te.

Quedé pasmado.

- El sueldo es bueno, -: agregó al notar que yo c a l l a -


ba, - puedo darle un pequeño? adelanto. Tendrá guardapolvo
limpio, café con leche de mañana y merienda de tarde y . . .
cuando termine alguna de l a s piezas que tengo en construc-
ción en el fondo, me agradaría que mi empleado la aceptara
por dormitorio.

Esto último lo d i j o guiñando ligeramente un o j o .

No había duda que el farmaceiítico quería engatusarme.

- Pero eso ya l o iremos viendo, agregó como s i yo


hubiera aceptado el empleo, - usted no ha empezado aun l a
tarea. Puede hacerlo: ahora s i . . . si usted quiere.

Recién entonces había notado mi cara de asombro.

No recuerdo que o t r a s cosas me d i j o el farmacéutico


sin que yo atinara a a r t i c u l a r palabra alguna. I,ó c i e r t o
es que a l a media hora, metido entre uno de sus guardapol-
vos que me quedaba muy grande, revolvía con dedos torpes
un emplasto marrón con el que fabricaba unas p i l d o r a s ,
89
Mi patrón no tenía otros parientes que sus dos herma-
nas gemelas, con l a s . c u a l e s vivía.

Las hermanas vestían de negro. Vi por primera vez una


de e l l a s al o t r o d í a , cuando me encaminaba al comedor a
tomar café con leche. La otra estaba en el zaguán.

Desde e l primer día noté l o bien que se llevaban y


durante el tiempo que estuve en l a farmacia, jamás pude
p e r c i b i r l a menor diferencia entre e l l a s .

Un día Filomena lustraba l o s bronces y Laura regaba


l a s begonias. Laura dejaba l a regadera con un i n v a r i a b l e
"toe" en el p i s o del p a t i o .

* Filomena..,

- ¿Qué?

- ¿Ya pasaste brasso-a>los bronces del zaguán?

- Acabo de hacerlo hermana.

- Bueno.,, no t e o l v i d e s de dejar la tapa del buzón


abierta.

- Descuida...

Nuevo ruido de l l u v i a en l a s begonias.

Yo tomaba e l café de a sorbitos, tratando de no hacer


ruido con el p o c i l i o .

Al rato.

- Filomena.„.

- ¿Qjé, hermana?

- ¿Ha pasado ya el cartero?

- Si Laura, acabo de s e n t i r su c a b a l l o de esquina a


e s q u i n a s i n p a r a r . . . Ningún c a b a l l o t r o t a como e l
suyo...
90

Al otro día, después de arrancar l a hoja al almana-


que pues a l a hora del desayuno acostumbraba a hacerlo,me
iba para adentro. Era una hora esperada,como si antes o
después de e l l a nada tuviera importancia El respeto hacia
e

l a casa me hacía obrar con l a mayor humildad p o s i b l e y


cuidar de que no se me volcara una gota de l í q u i d o ni de-
j a r migajas sobre el mantel. Estaba seguro de que mi pre-
sencia en la. casa era sólo una sombra.Una mosca hubiera
molestado más que yo.

Cuando l o s pasos de una de l a s s o l t e r o n a s se d e j a -


ba o i r , o alguna de e l l a s iniciaba un diálogo, contenía l a
r e s p i r a c i ó n . Las palabras de l a s mujeres llegaban a mis
oídos como en el teatro, cuando se siente uno envuelto en
ese mundo" que. se tiene al alcance de l o s o j o s ,

- Laura...

- Laura, ¿me escuchas?

- Si, Filomena.

- ¿Terminaste ya, que no te siento?

- S i , hermana, l a tapa ha quedado abierta.

- Está bien. No parecía sino que e s t u v i e r a s leyendo


algo.

Al rato l o s pasos de Filomena se detenían en e l patio


o en el cuarto.

- Laura...

- ¿Qué, hermane?

- ¿No ha pasado aun?

- No, Filomena, hoy viene con retraso.

- Estoy n e r v i o s a . , .
91

- Escucha,.^ ahí p a s a . , , mira cono su sombra se


proyecta en el techo de l o s c u a r t o s . . .

- Ningún caballo trota como el suyo...

"Llévale e s t o a e l l a s " , me d e c í a e l patrón cuando


quería mandarles algo y yo, que era l a fórmula de unidad
entre él y l a s hermanas, porque jamás se hablaban, l e daba
indistintamente e l encargue a Laura y a Filomena, según
quién estuviera en l o s cuartos.

Empecé a comprender por qué yo era imprescindible en


l a casa. Aquel distanciamiento t e n í a r a í c e s muy v i e j a s .
Aunque no me explicaron nada¿ yo sabía cual debía ser mi
conducta: l a prudencia* Sin embargo l a i n t u i c i ó n me decía
que debía ponerme de parte del farmacéutico. Así l a s cosas
marcharían bien.

El farmacéutico era mucho menor que l a s dos hermanas.


Las palabras desprendidas de conversaciones de c l i e n t e s ,
algunas cosas evocadas sin querer por el farmacéutico y un
poco de imaginación complementaria fueron contándome l a
historia.

El farmacéutico había nacido entre un zurrón.

"Va; a. ser obispo", dijeron:a un tiempo l a s dos herma-


nas. "Tendremos un ministro de Dios en la familia".

Durante toda l a vida estuvieron convencidas de que


aquel era el propio deseo de Dios y l a farmacia era un pe-
cado, una cosa pagana que odiaban profundamente.

Pero el padre d i j o a su vez: "Me agradaría que fuese


farmacéutico. Yo no pude serlo y moriría tranquilo s i e s t e
h i j o me diera esa alegría".
92

Las cosas empezaron así desde el nacimiento. La fami«*


l i a se dividió en tres grupos: l a s m e l l i z a s , inseparables,
por un lado, l o s padres por el o t r o y en el medio aquel
muchacho ajeno a todo.

Cuando e l patrón cerraba l a farmacia se iba al fondo


a ponerse un overoll blanco que siempre estaba colgado de
un clavo en l a pared del galponcito donde guardaba envases
y otras cosas sin uso Un día me demoré a propósito en sa­
l i r y pude observarlo, abriendo para e l l o una rendija de
l a ventana del l a b o r a t o r i o que daba al fondo.

A l l í estaba, con l a azada, apagando cal viva. No pude


abstenerme de s e g u i r mirando. Chapoteaba con a l e g r í a .
Cuando alguna gota de cal l e salpicaba l a cara l a dejaba
estar. Aquello l e producía risa. Sus o j o s c e l e s t e s se hun­
dían en a q u e l l a m a 6 a blanca como s i t u v i e r a enterradas
a l l í todas sus i l u s i o n e s que i r í a n a s a l i r flotando para
transformarse en un gran palacio revestido de mármoles y
terminado en terrazas y en torres sobre l o s grandes árbo*
l e s del fondo.

Después supe'que sus padres habían vendido un v i e j o


caserón y junto a él toda la tradición de la familia, con
el objeto de pagar su carrera. Tal cosa l o había hecho su­
f r i r mucho, pero l a aceptó sin protestar

Los padres habían pasado a v i v i r con l a s hermanas a


una c a s i t a que l e s quedaba incómoda.

Cuando é l v o l v i ó de la ciudad con el t í t u l o l o s pa»


dres habían muerto y l a s hermanas se apretaron para d e j a r ­
l e s i t i o . Instaló l a farmacia.

Desde entonces l a s gemelas no se vieron más con el


farmacéutico, ni aun a l a hora de la comida porque a esas
horas l e dejaban todo pronto y se encerraban en l o s cuar»
tos. Estoy seguro de que, igual que yo, el patrón entraba
a l l í en p u n t i l l a s y comía sin hacer ruido.
93
Cuando el farmacéutico quería s a l i r al fondo sin pa­
sar por e l comedor, como l a тепtana del laboratorio tenía
rejas subía al a l t i l l i t o y por a l l í pasaba por una especie
de tambucho abierto en l a media agua del techo, a una e s -
calera del albañil que lo bajaba al p a t i o :

Cuando no t e n í a o t r o remedio e s c r i b í a una n o t i t a a


les hermanas

- Llórales - decía ellas te dirán s i t i e n e o no


contestación

Yo ?r.e moría de curiosidad por saber que r e t ó r i c a usa-


ban en aquellos misteriosos papelitos

Nunca pude saber cual era el motivo de que l o s lava-


frascos huyeran de la farmacia Este lo supe mucho d e s -
pués

Las s o l t e r o n a s no se portaban nial ni bien conmigo.


Simplemente no se daban por enteradas de mi p r e s e n c i a
Cualquier objeto de la casa significaba rrá» que yo

El patrón tampoco rne molestaba para nada. Cuando que-


ría observarme l o hacía en una forma especial, tratando de
meterme siempre por l o s o j o s aquella pieza que algún día
i r í a yo a ocupar

Cuando no tenia nada que hacer me ponía a f a b r i c a r ,


con una balanza de precisión, paquetitos de cinco centavos
mientras e l patrón l e í a el d i a r i o detrás mío. También l l e -
naba o b l e a s A e s t a s no había necesidad de p e s a r l a s No
creo que haya algo más apropiado para e j e r c i t a r la pacien-
cia.

Como l a farmacia quedaba cerca del r i o , sentía a ve-


c e s l a sirena de algún barco de c a b o t a j e que l l e g a b a o
partía Esto bastaba para distraerme de mi trabajo y era
necesario un. aviso de i farmacéutico, que ceñís ur» ojo en
el diario y otro en mi mesa para volverme a mi- lugar,
94

- Aquella^ - decía señalando una oblea panzona - ¿es


la wadre de l a otra? Y aprovechaba para enseñarme,

- No l e pongas más. a l a chica. Sácale a l a grande,


Con e l l o consigues dos cosas: envenenas menos al enfermo
y agregas, por r e f l e j o un granito de cal a algunas de l a s
;

piezas que estoy construyendo y que algún día van a s e r -


v i r t e de techo.

El no supo nunca que solamente l a curiosidad o no se


qué me mantenían a l l í trabajando y que nada me producía
tanta t r i s t e z a como l a idea de v i v i r en l a casa

Mi patrón era comunicativo,, pero en ciertos, aspectos.


Era también muy reservado. Me enseñaba todos ios., a r t i f i -
c i o s del negocio. Sin embargo,, nunca me decía nt*da de l a ;
casa. Aquel "algún día" eran l a s dos únicas palabras que
su reserva me abría a través del tabique que separaba l o s
dos mundos: l a farmacia y l a casa

Pero había otra cosa que no pertenecía a l a casa ni a


l a farmacia, Sería t a l ve2- algún recuerdo de sus años de
estudíanteo En ese tiempo nadie supo de él hasta que mandó
un telegrama muy corto diciendo que volvía con ei t í t u l o .
j
Hay c o s a s perdidas que sin embargo se mantienen a
f l o t e en nuestra vida. Asoman a nuestros o j o s como si l a
l u z v i n i e r a de l a p i e z a hacia l a c a l l e Esa l u z b r i l l a
eternamente y se c o n v i e r t e en una lamparita que alumbra
día y noche como l a que vela en l a s i g l e s i a s f r í a s , muer-
tas para alguna gente,

Y e l mundo del farmacéutico estaba muerto para l a s


dos hermanas.

De tiempo en tiempo un verano espléndido asomaba por


aquel cuarto que t e n i a en su alma Su cara cambiaba, s e (

v o l v í a joven, alegre y expresiva. Sacaba l a s v a l i j a s que;


tenía en e l a l t i l l o para l i m p i a r l a s y todo hacía pensar!
que se preparaba para un viaje que al fin no se realizaba;

Otras veces me preguntaba sin que viniera al caso,(


95
que edad l e daría yo a ¿1 A mí me sorprendían tanto e s t a s
preguntas que me quedaba mudo. El interpretaba mal mi s i -
lencio y se contestaba:

- Si ya se, c o m p a ñ e r o , . e s t á s muy v i e j o * , , muy


viejo,,.

Yo hubiera jurado que mi patrón tenía, algo de farma-


c é u t i c o y algo dé obispo Tenia manos de r e l i g i o s o , eran
tmry blancas y largas y resaltaban cuando sostenían en a l t o
un frasco recién lavado para observar su transparencia a
la luz de la ventana,'

Le gustaba usar un a n i l l o con una gran piedra r o j a


que se sacaba deb, dedo cuando trabajaba con ácidos y l o
miraba r e l u c i r en una r e p i s i t a donde nunca ponía o t r a co-
sa.

La vida se me hizo ro:i6toa%ér¿ í a x a s a , pero una e s -


p e c i e de cariño que l e había tomado a mi patrón, y, ¿por
qué n o ? , . a l a s hermanas, me tironeaban del guardapolvo.

Después vino una época de c r i s i s y el patrón entró en


d i f i c u l t a d e s económicas Las piezas del fondo quedaron mu-
cho tiempo sin techo Las paredes expuestas a l a l l u v i a ,
;

se llenaron de moho Crecieron yuyos de todas c l a s e s a l r e -


:

dedor y parecían mas bien ruinas de una casa muy v i e j a que


habitaciones en construcción

Todo estaba abandonado: l a calera tapada con unas t a -


blas* l a azada medio hundida en l a t i e r r a y l a e s c a l e r a
que p e r m i t í a b a j a r ai p a t i o por el tambucho se i b a pu-
driendo y perdiendo peldaños.

El patrón estaba de mal humor y caía en largos s i l e n -


c i o s detrás del d i a r i o y entonces se sentía el gorgear de
i o s gorriones bajo el alero de la. ventana y ios goipecitos
de l a balanza de precisión donde yo pesaba el bicarbonato*

Aquel s i l e n c i o me enfermaba, Llegué a d i s t i n g u i r yo


96

también l o s pasos del cartero y a ponerme nervioso cuando


llegaba con retraso.

Las hermanas no notaban la c r i s i s El mismo café con


leche servido, l a taza de loza blanca pulcramente limpia,
e l mantel:almidonado, l a l l u v i a en l a s begonias l o s diá-
logos interminables Una vez Laura en e l zaguán y Filomena
en el cuarto, Esta era más nerviosa que aquella,

- Laura.,„ L a u r a . , no te quedes ahí callada.


e ¿Acaso
estás leyendo?

- Pime por favor, ¿Pasó ya el cartero? No he sentido


sus pasos ni he v i s t o siquiera su sombra . f

- Paciencia hermana. Ahí viene por l a esquina Oigo


l a s pisadas de su caballo

(Suspiro de Filomena)

- iAhi, e ningrin caballo trota como el suyo

Las hojas del almanaque caían con furia como l a s ho-


j a s de l o s árboles cuando se acerca el viento. El guarda-
polvo se me hacía pesado

No quiero ni acordarme de la.cara que pus^ *0 farma-


c é u t i c o cuando l e d i j e que me iba Habían l l e g a d o , como
o t r a s tantas veces, l a s crecidas pero nunca como aquel
año y mi verano también, brotaba a mis o j o s Los barcos
llegaban a cargar t r i g o a aquel p a í s donde l a s t i e r r a s
eran f é r t i l e s y l a s caras de l a s muchachas se alegraban y
l a s c a l l e s cambiaban de color

Arreglamos cuentas Cuando me iba c a l l e arriba nc pu-


de r e s i s t i r la tentación de mirar atrás, con c i e r t a pena„
Y en ese instante vi en la boca de mi patrón la misma mué-
97

ca que t e n i a aquel buzón donde el sol chocaba todos l o s


días del año y sólo se ponía opaco cuando el cartero pasa-
ba frente a él al trote largo

Carlos María Martínez


99

Ei 25 de abril de 1955. inesperadamente en la Ciudad


de Montevideo después de una corta enfermedad murió Víc-
tor Dotti Su desaparición produjo consternación *ntre la
c^udadaíiix-:: democrática; su trayectoria c í v i c a le acredita-
ba una señera personalidad fraguada simultáneamente en la
í r x b u f i C y er¡ ei periodismo . Esa miliiancia en defensa de
los ideales humanos constituyó para muchos, el nervio mo-
txxz de su personalidad sin advertir que coexistía con
esa la del recio narrador campero que parecía relegada
ante necesidades más inmediatas Las exigencias de la ho-
ra, los duros anos de actividad política contra las dicta-
duras y los. totalitarismos de derecha e izquierda^ pospu-
sieron .lo que. fue en él., vocación nata y primaria! la
creación, Sólo dentro de an ámbxto. reducido Dotti era co-
nocido, como narrador . Su. libro "Los Alambradores" verda-
dera reveiación c -escrito a ios veinte, años - no. sólo po=
ne de relieve sus excepcionales dotes de escritor, sino
una. acabada madurez artística, que le señala un seguro
destino, dentro de las letras hispanoamericanas Así Carlos
EeyleS: - visionario del hombre y del arte - se reserva en-
el ciclo de conferencias organizado en 1931, el estudio de
"Los Alumbradores' y "flaza Ciega", 1 lomándolot "el más gau-
cho de los narradores criollos">

Había nacido en Mol les del Pescado (Departamento de


Elorida) el 24 de octubre de 1907 y en la estancia paterna
vivió los últimos años de una época patriarcal que se ex-
tinguía lentamente . En 1921 se trasladó a Montevideo a
proseguir sus estudios, sin que esto menguase en nada su
amor por eL campo. Sin embargo fue sobre todo un autodi-
dacto, a quien la cultura no ahogó su arraigado sentimien-
to telúrico . A veces aquélla le pesaba como un fardo y la
ciudad le asfixiaba en su estrechez de horizontes, por ese
con frecuencia huía al campo donde tonificaba su alea y
templaba sus nervios, allí vivía en comunidad con los hom-
100

bres y las cosas, por eso sus escrituras tienen la auten<*


ticidad de la tierra como si hubiesen sido arrancadas de
sus propias entrañas desnudas de toda cargazón artifi-
cial, sin oropeles, vestidas con los atavíos de su propia
naturaleza

En 1934 ingresó a la enseñanza como profesor de Lite-


ratura en Sarandí Grande, cargo que desempeñó hasía 1936
en que fue depuesto por la dictadura terristc En 1938
reingresó a ia misma donde dictó alases en diversos liceos
capitalinos Desde entonces la redoblada mili tanda polí-
tica y la enseñanza parecieron obsorberle por complete

Era difícil c o n o c e r l e , sólo quienes le trataban a


diario podían aquilatar su personalidad tan varia y tan
rica a la vez, que iba de la lucha más enconada o- que sus
nervios quedaban tensos como cuerdas. al estremecimiento
más tierno,, en que sus fibras parecían desgarrarse ante la
naturaleza o el arte .JEsa reciedumbre externa era. la antí-
poda de su intima ternura aquélla la caparazón que cu-
bría su alma de niño

Sus últimos años ios consagró, sobre todo a la lucha


contra la mentira y la calumnia en las que vio el más si-
niestro enemigo del hombre por su psicológico poder dea~
tructor

Por la libertad luchó s.:ri desmaye* En esa lucha solía


perdonar más fácilmente al tambre primitivo que al inte-
lectual en virtud de que la cultura de éste le responsa-
bilizaba más ante el mundo y humanidad o quienes se de-
bía por SÍ¿ propia condición

Para ios más Dotti era ur¿ ¿ofensor á& ios derechos
humanos - temible polemista - pa¡:a ios menes. el escr.£«
s

tor que habla pospuesto ei arie. tentación juvenil. - a


la militancia ciudadana sin embargo paro unos pocos se«
guía siendo sobre todas las cosas ei. auto: de "Los Aiam-
n
bradores

Quienes le conocimos en los últimos años quienes le


tratamos a diario aquellos que pulsamos sas esperanzas y
101

desesperanzas advertimos que un remordimiento acrecenta-


do le atenaceaba, que un deseo no acabado latía en su alma
tironeándole los nervios

No en vano habían transcurrido veintitrés años desde


la publicación de su última narración "La pelea de toros",
sin que un sólo cuento suyo viese la luz no sólo la acti-
vidad politice le devoraba s.mo la búsqueda permanente de
la palabra por los misteriosos caminos del arte? reitera-
das veces había ensayado su género dilecto, pero con poco
resultado Czeía él mismo - por momentos - agotada su ve-
na la qae constituyó una de sus más recogidas amarguras,
de sus, sufrimieutos, más recónditos ,.. Los. borradores de
cuentos que se conservan entre sus papeles son el testi-
monio veraz de esa búsqueda incesante

Ya iniciado su año postrero con nuevos bríos entre-


góse - como si le acuciase el presentimiento de la muer-
te - a escribir una novela cuyo plan y capítulos iniciales
publicamos en este número y que reveían la continuidad de
esa línea ascendente iniciada por "Los Alambradores"»

Quienes le acompañamos en los últimos tiempos supimos


de sus inquietudes de sus anhelos de las preocupaciones
que le desangraban en aquellas horas de agónica creación.
Por eso, cuando se entabló lo desigual lucha entre la
ciencia y la muerte, sentimos que una doble pérdida nos
enlutaba; la del amigo entrañable y la del escritor. que,
como dijo Roberto Jbáñez no pudo dar su último mensaje,
ése que había iniciado con inusitadas energías, como si la
proximidad de la mué"fe i * señalara el camino de lo impe-
recedero en una desmesurada carrera contra el tiempo

El pian de la novela, más que sai. - constituye mu-


chas vece* - un conjunto de notas aisladas., ideas embriona-
rias, palabras sueltas o nombres propios, verdaderas. cía»
ves que buscaba desarrollar orgánicamente . Otras veces
e

tradiciones del pago episodios histéricos o cuentos popu-


lares que pensaba poner en boca de sus personaj es Esa
c uidadosa acumulación de los episodios más variados que
realizó por mucho tiempo, fue una preocupación en él, pues
temió - en más de una oportunidad - sobrecargar la trama
102

de l a novela con inoportunas digresionen que la apartasen


de su verdadero destino de allí que no todo 10 que l o i n ­
tegra esté definitivamente aceptado.

Lo acción se desarrolla después de 1904. en Ja agonía


de aquel ámbito patriarcal en que los hombres y las cosas
sufren ia rápida transformación del nueve siglo.

Nada escrito nos ha dejado sobre ei rótulo de La no­


vela, pero del circulo familiar recogimos dos de Los nom­
bres que había barajado por entonces: 'Después de 1904" y
"En Afollen del Pescado"

Procuramos aquí la mayo' fidelidad en las isanscrip-


dones haciendo justicia de esta manera^ a quien hizo de
la verdad caíto sin mácula.

En este numero, como homenaje postumo, publicamos le­


gue nos dejó de su proyectada novele y próximamente estu­
diaremos su narrativa especialmente su último legado.

Antonio Selujo
K)3

Pos cáptalos
DE UNA N O V E L A INEDITA,

Fue en setiembre de 1904, después de Masoller. El a l -


t i v o g u e r r i l l e r o blanco don Pedro Laures veía con enojo
que l o s j e f e s revolucionarios no tardarían en concertar l a
paz,

Esa mañana montaba el t o r d i l l o blanco de l o s días de


p e l e a . Un retacón de anca r e p a r t i d a , de grandes encuen-
t r o s , armadito, de espina en el pecho= En él se acercó al
j e f e de su división para d e c i r l e con acrimonia:

- Estoy viendo que ustedes firmarán l a paz y se deja-


rán desarmar como borregos; pero, lo que es a mí no me
manosean esos C U Í C O S ¡ L O que nos ha costado conseguir l a s
pocas armas que tenemos! ¿Y ramos a entregarlas ahora para
mañana s a l i r matando c a b a l l o s a comprar o t r a s ? Las de mi
escuadrón voy a r e s e r v a r l a s pa l a o t r a p a t r i a d a . A s í ,
coronel, que ya sabe que ahora mismo rumbiamos pa l a que-
rencia,

Dominándose mal, el coronel d i j o :

- ¡Haga lo que se l e antoje!

B r i l l a n t e s l o s o j o s entre l a s pobladas y alborotadas


c e j a s blancas, don Pedro replicó:

- ¿Y de nó, ?

Hubo un s i l e n c i o apuñalado de miradas iracundas. Diez


104

hombres rodearon calladamente a don Pedro y al coronel;


pero l a s cosas no pasaron, a mayores y un instante después,
derechito como siempre el tórax poderoso., t i e s o el cogote,
bien firme en sus e s t r i b o s de campana de plata, el temible
g u e r r i l l e r o se alejaba, al trote corto de su t o r d i l l o maci-
zo para reunirse con l o s hombres de su raleado escuadrón

II

La travesía de setenta leguas fue d i f í c i l Las caba-


l l a d a s estaban en l o s huesos En el camino solían toparse
con 'matados" abandonados no hacía mucho por sus j i n e t e s ,
o con mancarrones recansados que no v a l i a la pena e n s i l l a r
por dos o t r e s l e g u a s . Cuando ai negro T e i é s í se l e
cansó l a malacara no tuvo más remedio que en aneársele, a
p

un compañero. Dos días después dio con un bagual ico de dos


años, que redomoneó en l a marcha

A veces tenían que esquivar partidas enemigas. Supe»


r i o r e s o no en hombres y armas, don Pedro l a s eludía siem-
pre, en su obsesiór por reservar l a s balas. Sus cincuenta
años de g u e r r i l l e r o , su conocimiento del terreno su astu-
c i a c r i o l l a , l e permitieron zafar de todas l a s trampas.

Muchos carecían de ponchos y ropas abrigadas Acampa- :

dos, se defendían con e l calor del fogón o sacaban "lechi-


guanas" debajo de l o s c o j i n i l l o s y de l a s sucias j e r g a s ;
pero en l a s marchas toreaban l o s f r í o s cortantes sin nin-
gún recuesto* Y l o s toreaban sin quejas, jugándoles r i s a ,
dando y recibiendo bromas sobre.su miserable condición.

III

En.su estancia de l a s c o s t a s del Pescado, don Pedro


y. doña Práxedes, su mujer, volvían a saborear l a s dichas
serenas de aquellos lindos tiempos. Esa mañana de primave-
ra se levantaron con l a s barras del día. Sentados junto al
»5

fogón, al que ceñía una l l a n t a de carreta, reanudaban sus


cariñosas pláticas= La v i e j a negra Josefa l e s cebaba mate
en respetuoso s i l e n c i o , de p i e , sin atreverse a f i j a r en
sus patrones su mirada dulce y f i e l

Se anunciaba un día t i b i o , calmo, r u t i l a n t e , A través


del aire quieto llegaban .. de vez en cuando,, lejanas c l a r i -
nadas de g a l l o s y balidos quejumbrosos de ovejas que baja-
ban de l o s cerros. Del rancho del Pata de Llanta, al con-
fín de extensa y verde l l a n a d a subía el humo sin t o r -
;

cerse ni desflecarse»

En el corral l o s tres h i j o s varones de don Pedro o r -


deñaban l a s últimas l e c h e r a s , mientras Lorenzo, el único
mensual de la estancia, echaba l o s caballos* Ángel, mucha-
cho de quince años, instaba destempladamente a sus herma-
nos menores, Juan José y Julio:

- ¡Metan, metan, que está saliendo e l sol!

Los tres callaron y, con l a mayor premura, ataban l a s


vacas, l a s apoyaban, ordeñaban a dos manos, desmaneaban y
s o l t a b a n . Terminado el ordeñe. Ángel condujo, c a s i c o -
rriendo, dos grandes baldes de leche^ copetones de espuma*
Al pisar l a puerta de l a espaciosa cocina, posó l o s baldes
en el piso y, juntando l a s manos, pronunció l a s r i t u a l e s
pal abras:

- La bendición, tata La bendición, mama.

En seguida don Pedro l e d i j o con severidad:

» Parece que hoy se l e s han pegado l a s sábanas .. ami-f

gazo, ¿Cómo l o s ha agarrao el sol con l a s vacas en el co-


rral?

El muchacho bajó l a v i s t a avergonzado, y no d i j o e s -


f

ta boca es mía. 0 y 6 s e en eso, el pereré pereré pereré de


s

l a t r o p i l l a que retozando, se acercaba como s i fuera;a


;

l l e v a r s e todo por delante, entre brincos, amagos de encon-


;

tronazos y de patadas amusgar de orejas y arrenganamienfco


f
106

de d i e n t e s , que abrían grandes c l a r o s en l a masa, antes


compacta: Lejos, a ocho cuadras, en un bayo cabos negros
que venía atravesándose, se acercaba Lorenzo con lentitud.

El v i e j o león, de codos en l a ventana, contemplaba


con j u b i l o l a caballada enterita que ahora al tranco, es-
}

taba entrando en el c o r r a l , templones l o s i j a r e s , l a s na-


r i c e s como h o r n a l l a s Los c a b a l l o s de su andar - ¡cada
pingo f l o r ! - se bañaban con un buche de agua Una vez más
se enterneció con sus muchachos, que. con mañas, habían
hecho lo imposible por salvar la t r o p i l l a de l o s frecuen-
tes arreos de l o s gubernistas! rondas en p o t r i l e s : encie-
rros en corrales improvisados por e l l o s bajo i s l a s de co-
r o n i l l a s , en el riñon de l a s s i e r r a s ; cuando las cosas se
ponían muy f e a s la escondían en los campos del vasco Era-
;

zút amigo y compadre de don Pedro aunque c o l o i s d o como


¿

sangre de toro El enternecimiento de don Pedro apenas se


hizo perceptible en el tono casi cariñoso con que ordenó a
Ángel:

"j M'hijo, amárrame el ruano,

* Sí, señor » c o n t e s t ó Ángel y se a l e j ó rumbo al


galpón,

Cuando éste ya m podía o i r l o , don Pedro reacio..a


,f
e l o g i a r a sus h i j o s en presencia de e l l o s - pa que nc se
llenen de creencias" - dio rienda suelta a su sentir?
;

- Vieja ¡ e s t o s muchachos son una plata!


Al o i r l o , doña Práxedes y la negra Josefa se miraron en
s i l e n c i o , sonrientes y f e l i c e s

Don Pedro permanece de p i e , i* cabeza echada hacia


atrás como suele Algo en el campo atrae su Rarada-,

Es a l t o , muy derecho el cuerpo a pesar ríe sus setenta


años. Tiene p i e l arrug&da y a m a r i l l e n t a , pelo tupido y
^ l a n c o c La n i c o t i n a p r e s t a r e f l e j o s áureos a su p e r i t a
corta y a sus bigotes largos.
107

Observando siempre, ha terminado por exclamar:

- ¡Pero si es mi compadre Ricardo! ¡No podía conocer-


l e e l caballo!

Don Ricardo Erazú\ servidor de l o s colorados, había


l l e g a d o a su e s t a n c i a l a tarde a n t e r i o r , al cabo de va-
r i o s meses de ausencia, y l o primero que hizo al día s i -
guiente fue v i s i t a r a don Pedro, amigo, compadre y vecino
de arroyo por medio,

Don Pedro permanece en l a ventana, l a v i s t a f i j a en


su compadre que sigue aproximándose al t r o t e c i t o , Lo co-
;

noce desde que a don Ricardo l e salieron l o s dientes; pero


han dejado de t u t e a r s e desde que son compadres, Habiendo
quedado huérfano don Ricardo muy chiquito, don Pedro, que
l e l l e v a b a doce años, fue quien l e enseñó a hacerse hom-
b r e . También a su l a d o , el muchacho aprendió a l i d i a r
aquellos ganados chucaros del sesenta y tantos o a enseñar
a un c a b a l l o nuevo a trabajar en un rodeo* "Lo único que
no pude enseñarle nunca fue a ser blanco, porque ser blan-
co o colorado es cosa que se trae en la sangre", sentencia-
ba después don Pedro ;

Cuando don Ricardo abrió l a portera del p i q u e t e , a


tres cuadras de las poblaciones,, don Pedro abandonó la co-
cina y fue hasta l a playa del c o r r a L

A l . a c e r c a r s e , l o s dos compadres.se miraron sonrien-


t e s , con o j o s niños, y de l e j o s empezaron.a "chichonear-
se", Don Pedro l e g r i t ó :

- ¿Era u s t e d , compadre Ricardo- uno que nos h a c í a


f u e r c i t a en Fray Marcos, cuando l a canariada de Melitón
Muñoz nos t r a í a locos, a ponchazos?

- ¡No, compadre! Pero fui uno de i o s que l e s pegamos


el jabón de Mansavillagra, cuando Aparicio tuvo que volver
pa.atrás como peíao sin lengua.

En este momento don Ricardo echó p i e . a t i e r r a y en- r

tre grandes risotadas, se abrazaron con efusión. En segúi-


108

da doña Práxedes y l o s h i j o s varones acudieron a saludar


al recién llegado. Ya iba é s t e a preguntar por la ahijada,
cuando l a vio venir corriendo hacia é l , d e s c a l c i t a y con
su camisoncito blanco Apenas Josefa 1c había dicho; "le-
vántese, nina C e l e s t e , que viene llegando su padrino", se
había tirado de la cama, sin aguardar a que l a v i s t i e r a .

Era una d e l i c i o s a niña de s i e t e años de o j o s grandes


;

y buenos. Dióle don Ricardo sonoros besos en la frente, l a


sentó en l a s r o d i l l a s , l e entregó el paquete de golosinas
que l e traía y l e prodigó l a s palabras más afectuosas Ra-
diante, la niña estrechaba en sus tiernos b r a c i t o s l a ca-
bezota de su padrino y jugaba con sus largas y chamuscadas
barbas, cuando oyó l a s voces de Josefa;

- ¡Niña Celeste, venga a v e s t i r s e !

La niña abandonó de un s a l t o l a s r o d i l l a s de don R i -


cardo y, l o s rulos al a i r e , v o l v i ó a atravesar corriendo
el ancho patio de 3a estancia Mientras seguía su carrera
con mirada cariñosa, don Ricardo expresó;

- Comadre Práxedes ¡qué trabajo l e va a dar la mozada


del pago cuando la ahijada sea señorita!

Doña Práxedes, entre amable y grave, replicó:

Compadre: l a s muchachas decentes se defienden


solas

- Es razón - aprobó don L l ^ a r d o j moviendo l a cabezo-


ta en gesto afirmativo

j
Ai entrar doña Práxedes.a cocina. Juan José se
adelantó a d e c i r l e :

- Mama, sáquenos permiso para n i s a l i r a recorrer

La madre pregunto sorprendida:


109

- No, no pasa nada, Es pa estar con don Ricardo.

Y cuando dona Práxedes l e s t r a j o l a respuesta anhela-


da, l o s t r e s saltaron de gozo y fueron a reunirse a l o s
compadres que seguían "proseando" animadamente.

Lavada, peinada y vestida con todo esmero por Josefa,


C e l e s t e había regresado junto a su padrino, En contraste
con l a quietud y el recogimiento de s u hermanos, l a niña
se revolvía de aquí para a l l í , hacía preguntas impertinen-
tes o graciosas, s a l í a persiguiendo al primer bicho domés-
t i c o que. se l e ponía a t i r o y, siempre corriendo, volvía a
treparse a l a s r o d i l l a s de don Ricardo. Don Pedro que ha-
bía criado "en el rigor" a l o s otros h i j o s , tenía con e l l a
tolerancias inauditas* Aquella mañana l o más que hacía era
d e c i r l e , con más benevolencia que imperio:

- Sosiégúese, m'hijita* ¡No cargosee ai padrino!

l o s dos compadres habían conversado largamente de l e


g u e r r a : de l a s penurias, de ios l a n c e e r e g o c i j a d o s , de l a s
virtudes o d e f e c t o s de tai o c u a l j e f e , ds l o s p e í i j?ro<s
5
d e l o s " a r d í les* , de l e s p r o d i g i o s de c o r a j e que h a b í a n
p r e s e n c i a d o . De t o d o h a b i e r o n . Le tocio, e x c e o t o de sus
propias hazañas. L o s t r e s muchacho* no p e r d í a n pal abr* ?»i
s e movían del escaño en uue e s t a b a n rentado?,- Ai c a b o de
mucho r a t o , don Pedro l e s o r d e n e :

- A n g e l i t o , d a l e una buena engrasada a mi.s garras y


desvasame e l ruano Vos, Juancito, p í c a t e un poco dr. ¿e-
fia,--Y vos, J u l i o échate l o s bueyes y t r a C t e un b a r r i l de
agua, Tené cuidado con l a rastra ¡que e s t á v i e j a z s í

Pero todas e s t a s ordenes eran., más que nada, pretex-


tos para hablar a solas con su compadre s o b r e algo muy im-
portante,

Salieron, muy a su pesar, l o s tres muchachos. Cuando,


de pata en e l suelo, habían cruzado el patio, J u l i o excla-
mó con entusiasmo: ^

- ¡Es lindo mismo o i r conversar a dos hombres-toros!


110

Los otros hermanos aprobaron a la vez:

- i Lindazo?

Alejados i o s muchachos, don Pedro habló b a j i t o :

- Tengo l a s armas en su campo. Me tomé esa l i b e r t a d


porque me vi muy maL Las voy a sacar en cuanto el camoatí
esté menos alborotado*

« ¡Deje esas armas quietas, compadre! ¿Pa qué somos


l o s amigos sino pa servirnos?

- Como l e iba diciendo. Cuando cáimos al pago, el i n -


dio Burgos, muy corsario; no me perdía pisada y andaba lam-
biéndose por hacerme un r e g i s t r o ; pero no me avanzaba por
recelo de atorarse. Entonces pidió al gobierno que l e man-
dase refuerzos con urgencia, Una t a r d e c i t a r e c i b í un b i -
l l e t e del v i e j o Telésforo que decía: "Mire que Burgos está
acampao con muchos m i l i c o s y un piquete de l í n e a en e l
campo de don Di cardo, del l a o de a r r i b a de l a p i c a d a .
Mande a decir si haremos la pata ancha, pa i r con mis mu-
chachos" c No había tiempo que perder. Este indio redondo,
d i j e entre mí ¡ni se sueña! l a que l e haré: l e voy a meter
l a s armas, abajo de l a s narices ¡y no va a o l f a t e a r nadita!
¡Dicho y echo! Esa noche - una noche oscura en que no se
veía ni las manos ~ yo y Telésforo levantamos el armamento
y nos azotamos por l a punta de l a Laguna Asombrada, con
e l agua a b o l a p i d o Entramos al potrero del Rincón y cuando
escondíamos l a s armas en l a Cueva de l a Tigra oímos ¡ c l a -
r i t o ! l a s r r m s y l a s prosas que venían del fogón de unos
infantes.

Disimulando l a emoción que l e producía aquella con-


fianza absoluta de don Pedro, don Ricardo comentó:

•* ¡ T o t a l ! ¡pa l o que l e van a s e r v i r esas armas! Se


acabaron l a s revoluciones. Esta será l a ultima

Picado de curiosidad, don Pedro interrogó:


111

- ¿Y de dónde saca usted,,compadre, que se terminarán


l a s patriadas?

- Esta vez, ustedes l o s blancos alzaron l a s lanzas y


ganaron l a s c u c h i l l a s de puro desconfiaos y un poco porque
l a s ganas de pelear l e s hacían c o s q u i l l i t a s . Pero, despa-
c i o , se convencerán de que B a t l l e no quise l l e v a r l o s por
delante y que es hombre que sabe respetar.

- Así será., nomás - acotó, sin ningún entusiasmo, el


viejo guerrillero.

- El presidente está empeñao en acabar de una vez e s -


ta epidemia de un barullo hoy y una revolución mañana. Ha-
ce poco d i j o en un discurso que l a s cuestiones que hemos
v e n t i l a o en las c u c h i l l a s , de aquí pa adelante l a s v e n t i -
laremos en l a s urnas. Los h i j o s van a d i s f r u t a r de una
tranquilidad que nosotros hemos conocido de a ratos.

El v i e j o revolucionario replicó con vivacidad:

- ¡Pobre país si se acaban l a s patriadas!

Luego.añadi ó:

- A usted, compadre, me lo han engatusao l o s doctores


de Montevideo. ¡Sabe lo que sacarán con tanta paz y tantas
pamplinas? Yo se lo voy a decir: que l o s o r i e n t a l e s termi-
nen siendo unos d e s c a s t a o s . ¡Eso es l o que van a conse-
guir!
112

CAPITULO I I

Ansioso por ver a su h i j o , después de l a larga sepa-


ración impuesta por l a guerra, don Ricardo Erazu e s c r i b i ó
al d i r e c t o r del internado una carta cuya parte sustancial
decían "Preciso a mi h i j o por una serrana porque estoy muy
atrasado en los trabajos y el personal escasead Ricardito
fue llamado al despacho del d i r e c t o r , que l e mostró l a
carta, Al columbrar el motivo real de l a determinación de
su padre, al muchacho se l e cayeron l a s lágrimas.

En un atardecer dorado, Ricardito l l e g ó a l a estancia


paterna Saboreó inenarrable dicha al ver nuevamente l o s
buenos y cariñosos r o s t r o s familiares, la casa y l o s cam-
pos en que habían transcurrido l o s catorce primeros' años
de su vida. Casi en seguida de l o s abrazos, su padre l e
comunicaba con irreprimida alegría:

c
Sabe, m h i j o , que mañana estamos de voltiada en el
"Tarumán? Le hice alivianar el Gato y el Gargantilla

La buena nueva alumbró l a cara del muchacho e

R i c a r d i t o no tardó en i r a l a cocina de l o s peones,


c a s i todos amigos suyos. Lo recibieron con l a cordialidad
. afectuosa de siempre y bromearon recordando farras comu-
nes, Cuando Ficardito volvió a reunirse con su padre y sus
dos h e r m a n a s . . e l moreno P e r i c o , d i j o , i n t e r p r e t a n d o e l
sentir de todos:

^ Qué Ricardito! Un amigo especial! Siempre el mismo!

II

Los gozos del regreso, acrecidos por la n o t i c i a de l a


113

camperada, no habían permitido a P i c a r d i t o c o n c i l i a r el


sueño durante toda l a noche. Apenas, en l a a l t a madrugada
oyó voces y ruidos de baldes v a c í o s , se t i r ó de l a cama,
se v i s t i ó de prisa, se lav^ y se fue a la cocina, ávido de
confundirse con los peones que mateaban, reían y conversa-
ban rodeando una alegra fogata, ;jihelando charlar con é l
mano a mano, el moreno Perico, se apresuró a o f r e c e r l e l a
mitad del banco en que estaba sentado. Al cabo de un rato
l a conversación de l o s dos amigos v i r ó hacia el t r a b a j o
d e l día

- ¡Y que torada mala! - exclamó Perico con admiración,


El año pasa.o, cuando fuimos a levantarla a l a horqueta del
Pa];ilo Paez, trabajamos todito el santo día pa sacarla del
campo Decía entre mí; "Si estuviera aquél! Al Tatú le ma-
taron e l c a b a l l o y yo me vi de fierazo.- Un toro bragac de
aspas como Jeznas se me empacó en unas p i e d r a s . En una
vuelta lo f a c i l i t é y me peló limpita! l a yegua mcra.de en-
tre l a s piemaSo La suerte que venía cerca Hinginio. Cuan-
do el toro, por cornearse l a yegut, l e dio el anca, el i n -
dio muy campero! l e metió el zaino en l a paleta y l o l l e -
vó hasta una cañada, bajo una l l u v i a de arreador,

- Y qué trabajo nos daba esa torada en l a s rondas! No


había noche que no se asustara. El v o l i d o de una p e r d i z ,
una t e s fuerte, un z o r r i l l o al galope, cualquier cosa bas-
taba y ya se alzaba como leche hirviendo! Y era el tendal
de alambrao cáidos! Una tarde veníamos cerca de Cerrozue-
l o , cabeceando arriba de l o s matungos» El capataz encerró
l a tropa en una manguera alta< Cuya manguera estaba recién
hecha, según se véia por el c o l o r de l a s piedras, "Mucha-
chos, d i j o , por fin vamos a dormir tranquilos". Con e s t a
muralla no hay miedo que salga ni un toro! Como l a noche
estaba f r í a y ventosa, tendimos l o s recaos al reparo del
cerco* Ya acostaos, o í a Hinginio, casi entre sueños, que
me decía: Qié suerte que esta noche no nos darán serenata?
No había temiinao de hablar cuando una piedra chica rebotó
cerquita de mi recao y en seguida sentimos como si alguno
moviera l a s lozas de l a manguera. Recelando que fueran l a s
pisadas de. algún animal, saqué la cabeza de abajo del pon-
cho, Y que vide?.A dos metros arriba de mi cabeza, un toro
andaba caminando por el mural Ion, Fue el desparramo de l a
114

indiada! Como no teníamos ande meternos y no salíamos de


l a vuelta de l a manguera, e l toro nos t r á i a la carga y no
quería bajarse^ Asi nos tuvo un rato Al fin miro e l campo
y se largó bufando,

Y hoy? l.a cosa va estar getrida, hermanito* Desde que


ese ganao entró en el potrero del Tarumán, no se han jun«
tao más Me d i j o el v i e j o Agusto que muchos toros han ga-
nao ios cerros feos y no han bajado más al campo de yalle

117

Montaron cuando empezaban a aclararse l o s bultos

Al tranco aseado de su sangre de toro - caballo fornido y


maestro » y dándole de riendas de un lado para otro» don
Picardo impartía sus órdenes al personal, que l o seguía de
lejitOj en total s i l e n c i o :

r
- l s t e d don Agusto, l l é v e s e e l señuelo hasta e l abra
;

ande come el yaguané Perico y Juan de Dios salgan tocan-


do, derecho a l o s e s t e r o s y vénganse repuntando todo l o
que dispare j u n t o I.os l a z o s no hay que d e s a t a r l o s hasta
que juntemos l a primera r a s t r i l l a d a Nosotros vamos a en-
trar por l o s cerros feos Vos, Tatn l l é v a t e con e l Mun-
yanga esa caballada que está en el corral y encerrala en
l a manguera Después cargúense sobre la costa y el bañao
Don Corbalón: ya l e d i j e lo que tenía que hacer &i segui-
da que desuña l o s bueyes, póngase a asar cinco corderos y
dos c o s t i l l a r e s de vaca pa l o s que no hayan desayunao
?

Dicho es LO don Picardo y su h i j o , seguidos de la pe-


rrada; salieron rumbo al potrero del "Tarumán", que d i s t a -
ba una legua de l a s casas

No ha salido el sol cuando llegan a la portera de l a


derecha; El gran rocío ha lavado l o s vasos amarillentos de
l o s c a b a l l o s Caballos y perros van dejando surcos verdes
en el quieto blancor do l o s campos
115

Vi czvixto ti ende la vista scbre las (-Hatadas t i e r r a ?


que puede d i v i s a r de?de l a a j t a c u c h i l l a por l a que van
galopando, vasto horizonte contenido por cerros azulados y
s i e r r a s que blanqueanr l o s de I ! l e s e a s , al sur; l o s de
Monzón, al nordeste; el de Mal bajar, al noroeste, del otro
lado del Y í ; y al e s t e , junto з Nico Pérez, l a s Sierras de
Sosa, Yn a que) rar de plateado verdor, bogan encaladas es-
tancias, como barcos rectangulares y blancos.

Al ruchacho l e corren fríos f i n i t o r por l a s ver-


tebrar.

Los nueve perros c r i o l l o s , retrasados por matar un


z o r r i l l o , traen consigo la tufarada de este lindo b i c h i t o .
Aquel o l o r , asociado en el adolescente a recuerdos g r a t í -
simos, no le causa repugnancia, i o s perros aprovechan una
disminución de la marcha para revolcarse y arrastrarse de
vientre y de costado sobre l o s húmedos pastos.

Don Fi cerdo otea una vez más l a s lome? cercanas. Al


ver sólo dos grupos de j i n e t e s , observa:

- La gente se está sentando por miedo ce ramalear l o s


lazos con el rocío,

Y agrega:

- El que me extraña que no baya l l c g a o , es mi compa-


dre Pedro, que ése no es hombre de andar buscando a l i v i o s .

No había terminado de hablar don Ricardo cuando su


h i j o , señalando con el cabo del arreador hacia el monte,
prorrumpió con j ú b i l o :

- Mire! A l l í vienen!

Así era. Per una ladera, despuntando una c e r r i l i a d a ,


se acercaba don Pedro al firme galope de su Ruano grande.
A su costado, apenas levantándose de l o s pastos y de ore-
j a s amusgadas por l a contrariedad de l a marcha a media
rienda a que la obligaba el galopón ruano, venía, una pe-
t i c i t a colorada y, sobre e l l a , airoso montón c i t o blanco,
116

l a . ahijada de Ion Pscardo>• a quien no hubo manere de dejar


en ias canas. Cerraban la carcha, con caballo? de t i r o , los
tres muchachos Laures y F.oren20«

Antes-, de abrazarse los muchachos de don Pedro p i r a -


ron, a Ricardito ron indecisión., cono indagando en e l sem-
blante de éste; pero l a mirada de Ricardito l e s disipó t o -
da desconfianza*

Siempre extremoso con l a ahijada, don Ricardo subió


a l e niña a su sangre de toro y la l l e v ó por delante du-
rante-Amos minuto?; Para "buscarle la boca", l e preguntó:

- Ahijadíta, qué es usted? Blanca o colorada?

Arqueó graciosamente el cuerpecito, indecisa sobre lo


que tenía que c o n t e s t a r ; sucesivamente guiñó los o j o s al
padre y a don Ricardo; y al fin exclamó con aire t r i u n f a l :

< Soy l o que sea mi padrino!

Los j i n e t e s se detienen en un al t i t o .

Vienen de l a izquierda relinchidos lejanos. Miran,

Sobre l a s a b i e r t a s planadas que rodean la manguera,


rauda y tendida, viene avanzando l a manada con su p o t r i l l o
bajo al frente, El Tatú y el Muyanga, que arrean los caba-
l l o s , apuran l a marcho, recelosos de que el cabos negros
l e s . a r r e b a t e a dientes algunas de l a s yeguas que vienen en
la t r o p i l l a

Observan, al o e s t e , puntas de ganado que empiezan a


correrse por las c u c h i l l a s . Comprenden que e l ganado ya ha
sentido movimiento: No hay tiempo que perder,

Don Pedro ordena a Lorenzo:

- Ándate con Ángel y Juan José y dejen l o s matungos


de reserva en l a manguera

A l o s dos h i j o s mayores l e s recomienda, enérgico:


117

- Guidadito con andar loqueando! De aquí a un rato


van a meter pingo a r o l e t e y podrán t i r a r c] l a z o hasta
a b u r r i r s e ; pero al p r i n c i p i o carece que dejen al animal
que se refuge o que se empaque.

Los t r e s nombrados, acornpañedos por P i c a r d i t o , tor-


cieron a l a izquierda, rumbo a l a manguera.

J u l i o , aunque desesperado por acompañar al grupo que


se a l e j a , no ha movido su t o r d i l l o sabino. Entonces don
Pedro l e d i c e que acompañe a C e ] e s t e hasta l a e s t a n c i a de
don Dicardo. Al o i r e s t o , l a niña, haciendo pucheros, ma-
nifiesta:

- Yo quería estar con mi padrino!

Enternecido, don Ricardo interviene para d i s u a d i r l a .


C e l e s t e se conforma cuando el padrino l e promete que des-
pués mandará a buscarla. Dícele don Pedro al separarse:

No l e dé trabajo a l a s muchachas de mi compadre. Y


no vaya andar jeringueando a l a s g a l l i n a s , con boleadoras
de marlo.

Celeste y J u l i o salieron de galope rumbo a l a estan-


c i a . Enfurecido el muchacho por la hora de g l o r i a que su
hermana l e hacía perder, l e espetó con cara de vinagre:

* G u r i c i t a mal enseñada! No podías haberte quedao en


l a s casas?

- No, no podía - replicó Celeste estirando l a trompi-


ta con enojo.

IV

Proseando, l o s dos compadres se internaron en el cam-


po sucio que ocupaba mil y pico de cuadras de aquel enorme
potrero.
118

Conversaban siempre, aunque se hubieran v i s t o l a v í s ­


pera o c i tema fuera baiadí. "como con ganas atrasadas",
: Oyéndolos, uno se daba cuenta que h a b l a r e l i»no con e l
c
otro era le l o s gu. tores grandes de a q u e l l o s nobles va­
rones.

El .llamado casipo sucio estaba tapado de cb i l e a l e s a l ­


tos y espesos, de inaciegas, de ranerillos, de árboles so­
l o s o formando umbrosos- boscajes, de s i e r r a s tan pedrego­
sas que- se mancaban l o s yeguarizos que no eran c r i o l l o s
del lugar, de quebradas a l a s que sólo se podía descender
a pie, de esteros inmensos, de grandes pajonales.

Habían trotado un rato sin encontrar hacienda. Aunque


e l rocío se había levantado en l a s zonas de campo limpio,
l a s c h u c a s seguían mojando-las botas, l a s bombachas y l a s
puntas de l o s ponchos de verano» En medio del r e l a t o de
una incidencia de l a última patriada, don Pedro se i n t e ­
rrumpió para decir, después de haber observado el trebolar
y l o s p a s t o s t i e r n o s que so apretaban abajo, contra e l
tronquerío:

H Qué'campo que viene lindo! No hay boca que lo asu-


jete!

De pronto, a unos ochenta metros, vieron l a cabeza y


el enorme cupí de un toro requemao que l o s estaba obser­
vando con f i e r e z a , por entre l a s puntas de l a s c h u c a s ,
indeciso entre quedarse o disparar, Oyeron en seguida un
tropel p r e c i p i t a d o y ruido de c h u c a s quebrándose, Com­
prendió don Ricardo que era la punta de vacas, vaquillonas
y terneros que comía con ol requemao. Chumbaron l o s perros
y cargaron los pingos ha fuga del ganado se hizo más pre­
cipitada, Ahora, a cuarenta metros, únicamente el lomo del
requemao, todo grande y. a l t o , sobrenadaba entero sobre el
mar de chucas* Del resto de l a hacienda, apenas se veían
l a s guampas y l a s picanas cuando a una y a o t r a s l a s l e ­
vantaba el galope, Pronto don Ricardo y don Pedro s u j e t a ­
ron y siguieron al t r o t e

Mirado desde una cuadra, sólo e l tronco del canelón


o del taniman lograba emerger de aquel mar de oscuro verdor,
119

D i r í a s e que l a s copas de l o s demás árboles se posaban en


l a s puntas de l a s c h u c a s Estas, l o s r o m e r i l l o s l a s ma-
t

ciegas y todos l o s pastos en algunos lugares eran tenidos


f

a raya por l a e s p i n a de c r u z , amontonada en m a c i z o s


ariscos

Grandes piedras redondas - algunas rajadas al medio


por el rayo - s o b r e s a l í a n de l o s c h i l e a l e s como enormes
chichones t o r d i l l o s En aquellas y o t r a s rajaduras pugna-
ban f o r c e j e a n t e s c o r o n i l l a s de cernos tan duros como e l
pétreo regazo en que crecieron

Los esteros, después Pajonales, tembladerales, o j o s


de agua penachos blancos o rosáceos de l a cola de zorro,
charcos de agua azulina recién manada, lagunas bordeadas
de camalotes de juncos, de totoras, de espadañas de hojas
s

g i g a n t e s y, en l o s c l a r o s de p a j a s y c h u c a s , gramas y
carquejas de alegre verdor.aun en l a s secas más grandes,
En diciembre y enero l o s c e i b o s hacían sangrar el bañado
por mil bocaSe

Al f i n a l , l o s montes vírgenes del Pescado, con blan =


q u i l l o s de barbas p a t r j a r c a l e s con maléficas a m e r a s , con
t

sarandíes y mataojos en almacigos, con t a l a s de troncos


tan gruesos que dos hombres j u n t o s no podían abrazarlos.
Resultaba engorroso p e n e t r a r l a c a b a l l o en l o s montes de
aquel potrero por l a resaca que se amontonaba contra l a s
ramazones secas, que nadie aprovechaba: por enredaderas,
con l a s ñapindá, en l a s que solían quedar cautivos vaqui-
l l o n a s y t o r i t o s ; por numerosos árboles secos que yacían
tendidos o que se habían quedado muertos terciados sobre
otros,
)

Y sobre é s t a s soledades hurañas y escondidas en que


moraba con d e l i c i a tanto bicho s i l v e s t r e , el águila mora^
desde l a cima de l o s tarumanes secos atalayaba l a s l e j a -
nías; planeaban con majestad l o s cuervos oteando l a carni-
za o e l animal caído? l o s feos caranchos dormitaban sobre
l a s grandes piedras, calandrias, zorzales, sabiáes y c a r -
denales, entre boscajes,, hacían o i r sus cantos- t o r d o s ,
azulados y l u s t r o s o s , se paseaban, orondos sobre l o s lo=
r
¡20

mos de l o s toros más c e r r i l e s ; dichosas bandadas de pechos


amarillos volaban de juncal en juncal; l a s garzas se pasa»
han l a s horas muertas a la o r i l l a del agua; y en l a punta
misma de l a s f l e x i b l e s y largas pajas bravas, se hamacaba
l a ensimismada viudita,

Tras de echar a l a manguera l o s c a b a l l o s de reserva r

Ricardito y sus compañeros se internaron en el campo c h i l -


coso, Entonces Ángel y Juan José se enteraron de un enigma
que doña Práxedes, con seguro i n s t i n t o , no había querido
> revelarles*- Ricardito explicó:

- El d i r e c t o r supo por un o r e j e r o que yo estaba en


espera de que reventara l a revolución para irme a l a gue-
rra Por eso tata ¿pe prohibió venir en Ifcs vacaciones del
año pasco y dio orden de que no me dejasen s a l i r ni l o s
domingos.

Aquella determinación del amigo que sólo llevaba un


i

par de años a Ángel y t r e s a Juan José, acrecentó l a admi-


ración que l e tenían.

Lorenzo, corco siempre, se había retrasado y venía a


una cuadra de d i s t a n c i a . Si muy de a caballo y hasta buen
lazo, montaba con torpezas de maturrango: e l cuerpo echado
hacia adelante, la estribera tan larga que a gatas tocaba
el e s t r i b o con el dedo gordo del p i e y meta talón y talón
s

con la. b a r r i g a del matungo. Los c a b a l l o s de andar é l se


amanearronaban pronto. Como s i l e agarraran el yeito»

Esa mañana, había ensillado un tubiano negro grandote,


que iba de pescuezo estirado y trotando con dejadez,, como
s i fuera a pararse de un momento a otro Ricardito detuvo
su "Gato" - un mala c a r i t a buenazo siempre pronto, siem-
s

pre pidiendo riendas, siempre bailando en l a s patas * mi- f

ró al tubiano con lástima y d i j o afectuosamente a Lorenzo:

- ¡Qué s o t r e t a te has hechao» hermano! ¿Y en é l te


121

animas a l i d i a r ganao bagual?

lorenzo, con l a aprobación de Ángel y Juan José, con-


testó:

- ¡Ni te soñás que c a b a l l o es é s t e en cuanto l o bus-


ques en l a s riendas!

Hacía rato que iban cruzando s i e r r a s y c h i l c a l e s al


t r o t e chasquero sin p e r c i b i r una s o l a cabeza de ganado;
pero toparon con una revolada tan a l t a y espesa de c h u c a s
blancas, que tuvieron que seguir al tranco;* En ese momen-
to, cuando más embebidos estaban l o s muchachos en un cuen-
to que hacía Ricardito, se oyó un g r i t o estentóreo;

¡¡Guarda l o s t o r o s ! !

• El g r i t o era de Lorenzo, que acababa de ver un l o t e


de v e i n t e , escondidos en l a s c h u c a s , con l o s pescuezos
estirados contra el suelo, como ovejas mañeras

Sorprendidos y tocados instintivamente con la espue-


l a , l o s pingos intentaron arrancar. Las percusiones secas
de l a t i e r r a como pateada, sonoros b u f i d o s y ruidos de
troncos pisados y rajados, irguieron a l o s veinte toros en
el corral de astas amenazantes.

Los t r e s muchachos buscaron l o s claros más grandes y ,


M
lanzando j u b i l o s o s g r i t o s de "ooj j o o j ó " y " a b a j - j a j á ,
l e s cerraron l a s piernas a sus pingos,.-.El Gato, a l a t e r -
cera brazada, aventajó en un cuerpo de caballo a l o s t r e s
toros que l o perseguían, Al moro armadito de Ángel, un t o -
ro a z u l e j o l e jugó una guampa por l a s coronas, al tiempo
que un torazo hosco, de c h i f l e s gachos, sacaba c o r t i t o ,
errándole cornadas, al caballo de Juan José Cercas de l a
c o l a del rubicano anduvieron fugazmente t e r c i a d a s sobre
l a s a s t a s del hosco= Pero el muchacho picó nuevamente su
f l e t e y al ganar distancia, voceó victorioso:

"¡Óigale, el torito flaco!"


122

IVi bayo chivato había embestido a f .órense; pero el


tubiano. transfigurado, arrojando pedradas de t i e r r a con
l a s patas t r a s e r a s , lo aventó tan l e j o s , que Ti cardo ex-
clamó:

- ¡One pingazo pa una l a n z a !

E-espucs que i o s t o r o s se desgranaron y se perdieron


de v i s t a , divisaron e l señuelo sobre el Abra del Yaguané,
t i r a de t i e r r a verde y l i s a que p a r t í a en dos l a última
c u c h i l l a del campo sucio, al oeste, Marrábase del Yaguané
por un toro de e s t e pelo que a l l í sabía comer: C r i o l l o de
aquel potrero y ya de más de ocho anos, no había caído en
l a s ú l t i m a s v o l t e a d a s . Dos veces lo tuvieron enlazado,
pero l a s dos veces supo cortar el lazo y 5e l e ? dcFa^are-
c i á en l a s s i e r r a s .

1:1 tubiano, ahora pisando f u e r t e y de cabeza ievar:ta=-


da, ven?a cambiando de r e j a s , como venteando un p e l i g r o .
Pasaban bajo un t a l a r cuando, de entre unos y u y o s a l t o s ,
se levantó de a o l p e el rci SOTO sirco yaguané y se l e vino c i e -
rro a Lorenzo, sin darle tiempo ni a p e r f i l a r el tubiano.
1^1 toro l e hundió l a s guampas en l o s encuentros, i a dere-
cha en e l desolladero, y , sin sacárselas, cantuvo al cabe*
l i o con l o s remos delanteros en el a i r e . l h grueso chorro
de sanare se escurrió por la larga guampa empacándole ore-
j a , pescuezo y t e s t u z Comprendiendo que el tobiano no
tardaría en caer, Lorenzo manoteó un gajo más bien f i j o de
tala y se quedó prendido de é L

Pecién entonces el toro d e j o al c a b a l l o , que primero


cayó de r o d i l l a s y que luego se torcho de costado, queján-
dose. Los Tucbachos querían desai;r Jos iazos; pero Loren-
zo, coleado del ^ajo l e s gritó c:;r= energía:

- " • ¡ i M j c n quieto, que es cortador de l a z o s ; y n o se


a l l e g u e n , que nos hará otro zafarrancho!

Crujidos espaciados del g a j o hacían pensar a lorenzo:


"Si l e h a g o fuerza pa encaramármele, re va a romper" y se
mantuvo con l o s brazos t i r a n t e s en espera ce que el yagua-
123

né se fu^se.

Pero no se iba

Cabeceaba reculando, tenia i* boca abierta y l a len-


gua de afuera, arribas 1 i eras de espuma, lanzaba mugidos
cortos y mosqueaba azotándole con el rabo sin cerdas, pues
se l a s habían terminado Jos abrojo:,

Con i o s brezos ya dormidos, Lorenzo intentó l o que


antes no había intentado: pero cuando, con gran d i f i c u l -
tad, iba tocando el gajo con la frente, unos c r u j i d o s rá-
pidos l e obligaron a d e s i s t i r , Y volvió a quedar como an-
tes „ aunque más extenuado=

Lntonces P i c a r d i t o , desoyendo l a s exhortaciones de


lorenzo, no esmeró más, Recomendó a Juan José que tuviera
el rabicano martillado y que se alejara,

-. En cuanto e l toro me busque - l e di j e a Ángel -


acércate a Lorenzo pa que se puba en ancas.

Con el arreador en a l t o y gritándole: "¡Juera t o r o ! ,


¡Juera t o r o ! , ¡Juera toro!", P i c a r d i t o se l e vino en ca-
rrera formada. Apenas el yaguané lo s i n t i ó cerca, dio me-
dia vuelta y se fue sobre el j i n e t e ; más e s t e 1c abrió el
c a b a l l o y para que se encarnizara con é l , l e plantó un
;

lazazo en el medio d e l hocico. Como no convenía s a c a r l e


mucha d i s t a n c i a , P i c a r d i t o l l e v a b a a su "Gato" s a l t a r í n
con l a boca como horqueta s

Cuando el yaguané cesó de perseguirlo, Picardito se


unió con sus amigos,* Entonces Lorenzo l e d i j o , sonriendo:

- Parece, iefe, que no nos hemos olvidao de andar a


caballo.

No hicieron otro comentario:


124

ah ele, la noV^la
DEJAOO POR VICTOR DOTTI

La e x i s t e n c i a f e l i z de l o s muchachos. Travesuras de
l o s muchachos de l o s des v i e j o s vecinos: el vasco don Pi -
cardo, c o l o r a d o , h o m b r e . , . . . . y bonísimo (padre del
protagonista, Picardito) y don Pedro baures, heroico gue-
r r i l l e r o blanco del Sauce, Manantiales, l a T r i c o l o r , la de
l a Ayera, el Quebracho, A r b o l i t o , Paso del Parque lances L

de amor» Decires sabrosos. Ane'cdotas animadas o p i c a r e s -


cas. Perita blanca, mosquetero. Astucia c r i o l l a en i a gue-
rra, Describir la mesa p a t r i a r c a l , S i l e n c i o de i o s mucha-
chos y conversaciones de l o s dos compadres, Don Pedro se
aprestaba para la revolución del 1910* Aprensión de que l a
era p a c í f i c a y progresista que se había iniciado en B a t i l e
(a quien trata s i TÍ odie) l l e v a r í a a jo que hoy es el país,
Andada en pingos blancos,

Don Picardea g r a n d o r y buenazo, Paradigma del paisa-


no bueno- Generosidad a c Pafaei, Servíci.ai«(1)

Cuito de l a amistad, Desde que (ion Pedro fue e> pa-


drino de P i c a r d i t o , dejaro?: tutearse pese a ser amiga-
zos de muchachos y ¿primes n é j a n o s ? Barba chamuscada como
Rafael.

Los muchachos Laures: Ángel que se casaría después


con Dolores;, Juan Jose, que se casaría con Carmen y Ju- (

l i o , a quien asesinará P i c a r d i t o . La miica hermana de l o s


I aures ( C e l e s t e , l a que despertó l a b e s t i a de P i c a r d i t o )
era mucho menor que l o s hermanos, que l a trataban con todo
mimo. Vivísima, mimosa, algo v i r i l de niña y muy femenina
después* Hasta l o s once años vivió en l a estancia con l o s
hermanos, después de la muerte de don Pedro fue enviada a
un c o l e g i o de Montevideo, donde pasó cuatro años* pero
125

cuando su madre enfermó de cáncer, regresó a l a estancia y


ya no volvió a Montevideo, Regresó muy femenina y sus gus-
t o s sufrieron un cambio. Lectura de novelas ("María", su
obra p r e f e r i d a ) y de l o s malos l i b r o s de versos entonces
en boga: "Pasionarias",

Amigas que l a amaban extraordinariamente en el con-


vento. Describir su transformación f í s i c a . (Tenía un alma
inocente en un cuerpo de atracción casi d i a b ó l i c a ) . Su voz
maravillosa, Su mirar. Conservó e l mismo gusto de antes,
por l a s ordeñadas. Guachi ta blanca. Perdió su a f i c i ó n al
c a b a l l o , Después que murió su madre, l a única mujer que
había en l a e s t a n c i a era una negra v i e j a , Josefa, t r a í d a
como esclava del B r a s i l a caballo cuando chiquita. (Averi-
guar bien e s t o ) .

A l o s dieciocho años (edad que tenía cuando e l c r i -


men) C e l e s t e estaba enamorada de Goyito, donjuanesco, pe-
leador, jugador y que se había juntado con una mujer f a t a l
de l a que todos creían no podría l i b e r t a r s e más, pese a
que lo corneaba y é l l o s a b í a . (Algo del Tuna Miranda).
E l l a lo había conocido en casamiento i n o l v i d a b l e en que
trece paisanos l e habían declarado su amor. En ese casa-
miento que el amor se adueña totalmente de Ricardito, t a l
vez por l a espuela de l o s c e l o s , A p a r t i r de esa noche em-
pezó su asedio p e r f i a d o . E l l a no s e n t í a nada por é l , lo
quería como se quiere a un hermano mayor, (El l e l l e v a b a
s i e t e años). Antes de que l a pusieran en el convento, e l l a
s o l í a pasar días en l a casa de l o s Erazú, y R i c a r d i t o l a
sacaba al campo y l a t r a t a b a como si fuera la hermanita
menor,

(Ricardito había tenido varias n o v i a s ) .

#*•

Travesuras y fuegos;

baños en l a laguna, peleas de toros,


carreras entre e l l o s , jineteadas de baguales en la mangue-
126

ra del potrero de l a s sierras. Paliza de don Pedro.

Después, en l a mqcedad, iban juncos a carreras, ye-


r r a s y b a i l e s y c a s i no pasaba d í a s i n que se v i e r a n .
Cuando tenían trabajos de curas, alambrados o arreglos de
majadas, o había enfermos de ¿ripc, Ricardito pasaba en lo
de los I nures ayudándolos o alguno de aquellos pasaba días
en l o de P i c a r d i t o . Este expuso su vida cuando e l pardo
Barragán se le vino a Julio en el brete por una broma (Ju-
l i o e s t a b a sin armas). L í o en l a s c a r r e r a s de P e r a l t a
cuando el colorado de l o s Mones robo a l o s c u a d r i l l e r o s
Alvariza. (Picardías c r i o l l a s a l o R a f a e l ) .

Ricardito: estudios en el Carnot. No pudo aclimatar-


se. Extraño una barbaridad y se vino.

¿Vísperas del crimen:

Ordeñadas de Pura (nombre que en un p r i n c i p i o P o t t i


pensaba darle a C e l e s t e ) . "La Mansita" Asedio porfiado.

Los Laures procuraban que atendiera a Ricardito. Ju-


l i o l e hacía todo el gancho p o s i b l e . Los dejaba s o l o s en
l a sala y l e hablaba siempre para i n s t a r l a a atenderlo.
Diálogo de ambos. Recriminaba a Pura e s t a r enamorada del
Tuna (Goyito). Este, que sabía la oposición de l a familia,
sólo alguna vez llegaba a l o de Lauros. Julio no l o t r a t a -
ba mal, pero no l o dejaba s o l o . Esta solidaridad de J u l i o
era captada^por Ricardito. Julio empezó a tratar con dure-
za a Pura por su negativa. ln día, convencido Julio de que
su hermana no cedería, se sinceró con Ricardito: "Hermano,
no i n s i s t a con esa mocosa pretenciosa (caprichosa) y pa-
va. ¡No hay rué hacerle! - Trata de o l v i d a r l a . Deja de ve-
n i r por un tiempito a ver si te o l v i d a s . Te prometo i r a
v e r t e más seguido que antes. Si s e g u í s p o r f i a n d o , será
peor".

Ricardito siguió el consejo por unos d í a s ; . p e r o - a l a


semana no pudo r e s i s t i r y vino otra vez. "Me muero si dejo
de verla". No se dijeron nada más. Reacciones de Ricardo
ante l o s pretendientes que llegaban a la casa. Conversa-
127

ciones de Ricardo Y C e l e s t e en l a s tardes doradas, mien-


tras tocaban e l gramófono* "Pues bien, yo n e c e s i t o . . . " ( 2 )

Año 1915,

"En un pingo p a n g a r é , , . " (Ayestarán) ( 3 )

Ricardo había pasado t r e s años en e l Colegio o I n s -


t i t u t o Carnot. Libreta negra de Chico.

La negra v i e j a (perro f i e l ) l e s cebaba mate. Consejos


de é s t a a Celeste, Oscura sabiduría.

Sentimientos delicados de Ricardito a través de una


c a r t a que é s t e l e había e s c r i t o cuando d e c i d i ó no v e r l a
más ( l o s s i e t e d í a s ) . Contestación de C e l e s t e . Esta carta
de e l l a l e hace - ilógicamente - f o r j a r nuevas esperanzas
y l e avivan el deseo de verla y es entonces que ya por ú l -
tima vez.

La última tarde:

pierde definitivamente l a esperanza.

{
Estado de Ricardito..

Noche blanca de f i n e s de diciembre. Blancor de l o s


e s p a r t i l l o s . Mateada de l o s amigos bajo el p a r r a l . Turba-
ción y s i l e n c i o de ambos. Afecto v i r i l de J u l i o dado pudo-
rosamente. *

La cena en s i l e n c i o . Presentimientos de Pura. La mi-


rada de R i c a r d i t o . Lorenzo, e l único peón, cenaba con
e l l o s . Aullidos de perros. El perro v i e i o .

Después que se levantaron de l a mesa, l o s t r e s hom-


bres salieron afuera.

Nueva descripción.

El ganado lustroso y gordo. Los toros. Las lecheras.


La Buenítcr echada en l a playa del corral. Olor a abono.
128

Lorenzo tendió cama afuera. J u l i o i n v i t ó a Ricardito


para hacer l o mismo- pero é s t e se negó porque arguyo no
andaba b i e n . Entonces J u l i o , por compañerismo, d e c i d i ó
dormir adentro, Cierta extrañeza de J u l i o porque no l o ha»
b£a notado resfriado* En e l cuarto, hablaron de cosas sin
importancia, J u l i o no quiso tocar de l o que tanto lo afec-
taba, para no e n t r i s t e c e r más a Ricardo, Di i o el primero:
"Mañana tenes que darme una mano p a r a , , " Como vio a R i -
; c

cardo c a l l a d o v c a v i l o s o v sin ganas de hablar, l e d i j o :


"Hermano, ¿ q u i e r e dormir?" Ricardo l e d i j o : "Si, apaga
n ornas " o

A l o s cinco minutos. J u l i o dormía profundamente. En-


tóneos Ricardo, que estaba despierto pero que no se había
movido de l a cama para no despertar al o t r o , se levantó
con el mayor s i g i l o , volvió a c e r c i o r a r s e de que su amigo
dormía, se puso l a s bombachas Y l a s alpargatas que siem-
pre había debajo de l a cama en que dormía y luego se puso
el cinto Y l a s armas. En puntas de pie s a l i ó rumbo al g a l -
pón. Los perros dormían cuan l a r g o s eran, Q u e j i d i t o s de
afecto Y golpes de l a cola contra el suelo. Se acercó des-
pacio a Lorenzo, que dormía de cara al c i e l o Y l o s brazos
abiertos* Entonces l e pegó una feroz puñalada en e l pecho*
Murió c a s i instantáneamente* El perro v i e j o - que dormía
l e j o s , en l a puerta del cuarto de Pura, - lanzó un deses-
perado a u l l i d o que estremeció a Pura, que no había podido
c o n c i l i a r el sueño,

Ricardo limpió el largo puñal en l o s pastos Y regresa


al dormitorio de los muchachos. Entró sigilosamente, J u l i o
dormía e l mismo sueño a p a c i b l e , de cara a l a * p a r e d . De
pronto s i n t i ó una puñalada e n . l a espalda v en seguida otra
en un costado. Intentó incorporarse al tiempo que g r i t ó : "
"¡Hermano!", Una puñalada en p^feno pecho l o tumbó d e f i n i -
tivamente en l a cama.

El g r i t o de J u l i o bastó a Pura para comprenderlo t o -


do. Se t i r ó de l a cama Y huyó al campOc El camisón blanco,
- Las lecheras echadas - Del lado de abajo de l a playa, en
una b a j a d i t a rumiaba echada l a Buenitcr. Pura oyó l o s g r i -
129

tos desesperados de Ricardo en la puerta de su dormitorio.


"Abrí, Pürita, que a tu hermano l e dio el ataque, iPor f a -
t o r ! Abrí". Y /¡unto con l o s g r i t o s , l o s ladridos f u r i o s o s
del perros-viejo que l e t r a j o l a carga y en seguida lanzó
un quejido. (También lo había muerto). Sin engañarse, Pura
se acercó a la Buenita que la miró sin moverse. Se acurru-
caba junto a e l l a cuando oyó l a voz de l a negra: "¡Qué ha
hecho, asesino! ¡Y un h i j o de don Ricardo,c*!"

Enloquecida de terror, Pura escondió su cabellera ne-


gra debajo del pescuezo de l a Buenita que seguía rumiando
apaciblemente. En ese momento vio venir corriendo a Ricar-
d o c La buscaba por todos lados corriendo. Revisó e l g a l -
pón, l a cocina, l o s b r e t e s , l o s membrilleros, e l horno.
(Para alumbrar el horno se arrancó un pedazo de l a camisa
y l o encendió). S a l i ó campo afuera y fue a una i s l i t a de
mimbres cercana a l a s casas. Para i r a e l l a tenía que pa-
sar por l a playa d e l c o r r a l donde l a s l e c h e r a s estaban
echadas» Pasó como un poseído. Todas l a s lecheras se l e -
vantaron* (Desperezamiento. enarcando l a c o l a ) . Sólo l a
Buenita permaneció sin moverse, d ó c i l a l a s voces de l a
aterrada doncella: "Buenita. m ' h i j i t a , sálvame, quédate
quieta", Pasó a t r e s metros de e l l a sin v e r l a . Llena de
sangre la camisa blanca, sus o j o s iracundos mirando hacia
l a i s l i t a . ( G r i t o s de t e r o s ) . La Buenita ni amagó levan-
t a r s e . Ricardito se perdió en l a i s l a , Pura oyó un t i r o .
Aguardó ansiosa un largo rato. Todo recobró l a paz de an-
t e S c Las vacas volvieron a echarse - La luna - La calma -
Pura lo comprendió todo: Ricardito se había suicidado. En-
tonces un sentimiento muy d i s t i n t o a l t e r r o r invadió su
ser: s i n t i ó una piedad y una ternura i n f i n i t a s más que por
e l inocente hermano asesinado a causa de e l l a , por el des»
dichado asesino.

Don Pedro enfermo. e

Palabras de don Pedro enfermo cuando l o s muchachos


l e recuerdan hazañas suyas. No contaba nada No decía ;

que s í cuando eran proezas auténticas, sonreía como si e l


recuerdo l e produjera alegría (no de vanidad), Una vez d i -
130

j o : "¡Qué días de vida aquellos!", (Decidir si esto se lo


d i j o a l o s h i j o s o a Ricardito).

Coloquios con el compadre baio el p a r r a l , El dolor


de don Ricardo. La era p a c í f i c a l e arranca condenacio-
nes. Profético en muchas cosas.

Las conversaciones en l a mesa. Hazañas que contaba


de o t r o s : hermano de Lezama. (Cerca de Nico Peres, dos
gauchos - uno de e l l o s Lezama - r e s o l v i e r o n , después de
unas copas, atacar al e j é r c i t o enemigo - de t r e s mil hom-
bres - que acampaba en l a s cercanías. Ambos gauchos fueron
bárbaramente lanceados).

Como c a s t i g ó al degollador que t r a í a l a p a l e t a del


caballo manchada de sangre.

Tííarde de febrero después de copiosas l l u v i a s . Inten-


so verdor. Una hora antes de entrarse e l s o l . Sombras de
l o s c e r r o s s i n p i e d r a s . Charcos. Lagunetas: p a s t i t o s
verdes, garzos.

***

El tuerto Siserio Saravia.

¿Tío del general?

300 p r i s i o n e r o s . Los tenía en una manguera y l o s sacaba


enlazados y de a uno para d e g o l l a r l o s .

Degüella a uno de l o s suyos. ( S i s e r i o , cansado de dego-


l l a r , l e pide a su^ a s i s t e n t e que l o reemplace. Este alega
que no sabe d e g o l l a r . El tuerto l e dice: "Vení que yo t e
enseño" y l o degüella) Pisaba l a p a l e t a para degollar. E l |
negro que se s a l v ó . (Aterrado se puso a b a l a r como U B ¿
cordero, actitud que lo l i b r ó de l a muerte). -:p
131
Chano,

Por existo asesinaba. fcn e l comercio. Ya estaba en camisa


y calzoncillos.

"Mama".

El niño de 8 años que l o acompañaba,

***

Los cuentos de clon Corbalán. (Personaje que aparecía en


yerras y rodeos, famoso por sus cuentos y mentiras. Al ha»
cer un r e l a t o f a n t á s t i c o , recomendaba: "Parece mentira,
pero hay suma necesidad de c r e e r l o . . . " )

NOTAS Al. PLAN DE LA NOVELA DEJADA POR VÍCTOR DOTTI

( 1 ) R a f a e l D o t t i , hermano m a y o r - d e V i c t o r , Hombre
bueno Y generoso'. En él se i n s p i r ó el a u t o r para c r e a r a
don R i c a r d o Erazíi.

(2) Canción p o p u l a r . La l e t r a es el "Nocturno a R o s a -


r i o " d e l m e j i c a n o Manuel A c u ñ a , G r a b a c i ó n del año 1915
aproximadamente, e i n t e r p r e t a d a por Arturo de N a v a s ,

( 3 ) " E l P a n g a r é " , e s t i l o c r i o l l o de música t r a d i c i o -


nal y . l e t r a de E. de M a r í a , i n t e r p r e t a d o r o r L o l a Membri-
v e s . Se d i f u n d i ó también h a c í a el año 1915.
ft
E D I C I O N E S A S I R

J u l i o C. Darfesa . , Cuesta arriba (cuentos) 1952

Eliseo Salvador Porta. . . Con l a r a í z al Sol (novela) 1953

Carlos Denis Molina Llovera siempre (novela) 1953

J u l i o C. Da Ftosa. ... De sol a sol (cuentos) 1955

Liber F a l c o . . . . Tiempo y Tiempo (poemas) 1956

María Adela B o n a v i t a . . . . * . . Poesías 1956

En preparación Washington Eenavidez ( l i b r o de poemas)

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