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De La Guerra - Francotiradores Alemanes en Normandía 1944 - Francisco Medina Portillo PDF
De La Guerra - Francotiradores Alemanes en Normandía 1944 - Francisco Medina Portillo PDF
Francotiradores Alemanes en
Normandía
1944
ediciones
Traducido por
Francisco Medina Portillo
Traducciones
Edciones De La Guerra
www.delaguerra.net
Año 2010
ediciones
LOS FRANCOTIRADORES ALEMANES
EN NORMANDÍA, 19441 .
Por Daniel Löwenhamn
Tras el desembarco aliado en Normandía siguieron meses de sangrientos com‐
bates hasta que finalmente las defensas alemanas se desmoronaron y se trans‐
formaron en una caótica retirada. Durante estos combates se distinguieron mu‐
chas armas de la Wehrmacht, entre ellas los francotiradores alemanes. La mi‐
sión de los francotiradores era encontrar y abatir personal importante tal como
suboficiales, oficiales, observadores de artillería, soldados de comunicaciones,
ordenanzas, servidores de artillería, etcétera, aunque también sirvieron como
1
Título Original “German Snipers in Normandy 1944”, disponible en
http://www.axishistory.com/index.php?id=2031
observadores, puestos de escucha y de recogida de información. Otra caracterís‐
tica importante de los francotiradores fue que tuvieron un efecto desmoralizan‐
te sobre el enemigo. Se confirmó que los francotiradores causaron el cincuenta
por ciento de las bajas de un Batallón norteamericano. Con su terca resistencia
se convirtieron en uno de los enemigos más temidos y odiados del campo de
batalla. Muy pronto el miedo al francotirador cundió entre las líneas aliadas.
Un soldado de 19 años, John D. Hinton, de la Compañía M, 3 Batallón del 116
Regimiento de Infantería, recuerda cómo se topó con un francotirador ya du‐
rante el desembarco. Cuando lograron salir de la playa y alcanzar la orilla inten‐
taron colocar un cañón. Cada vez que un soldado intentaba manejar el cañón un
francotirador, a unos 800 metros a su izquierda, comenzaban a dispararles. Va‐
rios soldados fueron alcanzados en los brazos, Hinton fue alcanzado en la pier‐
na y otro soldado fue muerto.
El 2 Batallón “Royal Ulster Rifles”, de la 9 Brigada de Infantería, 3 División de
Infantería, se encontró pronto con francotiradores. Tras el desembarco, al Bata‐
llón le fue ordenado tomar las colinas al noroeste de Periers sur le Dan. Durante
la marcha hacia las colinas, capturaron 17 soldados alemanes, siete de los cuales
se comprobó que eran francotiradores.
A las 17:00 del 7 de junio, al “Royal Ulster Rifles” se le ordenó que marchara
hacia Cambes, un pequeño pueblo a unos 10 kilómetros al interior. Debido al
hecho de que el pueblo estaba rodeado por densos bosques y un muro de pie‐
dra, la observación de las posiciones enemigas era imposible. Se tenía la opinión
de que sólo se esperaría una ligera resistencia. La Compañía D al mando del
Capitán Aldworth recibió las órdenes de aproximarse al pueblo junto con una
compañía de tanques. Cuando apenas alcanzaron el linde del bosque se toparon
con un intenso fuego de morteros y de francotiradores. La compañía se dividió
en dos partes para atacar a través del bosque desde dos direcciones pero se to‐
paron con un mortal fuego cruzado procedente de las ametralladoras enemigas.
Los camilleros de la sección médica fueron alcanzados cuando intentaban sal‐
var a los soldados heridos. Los tanques permanecieron impotentes debido al
alto muro que rodeaba al pueblo. El Capitán Aldworth fue alcanzado y murió
en el acto, siendo herido uno de sus comandantes de pelotón. El comandante
del Batallón anuló el ataque. El Comandante de la Compañía y otros 14 hom‐
bres habían muerto, un oficial y 11 soldados habían resultado heridos y otros
cuatro soldados se daban por desaparecidos. Cambes resultó ser una posición
alemana fuertemente defendida y cuando finalmente, tras un bombardeo en el
que se utilizó de todo desde morteros ligeros hasta artillería pesada naval, el
pueblo fue tomado estaba lleno de alemanes muertos. Un francotirador herido
de las SS fue capturado.
A primeras horas de la mañana del 7 de julio, los elementos de vanguardia del
Batallón comenzaron a llegar a los alrededores de Caen. El Teniente Burges
aseguró St. Julien, al noroeste de Caen, y lentamente pero de forma segura co‐
menzó su avance hacia la ciudad. Al principio, la oposición enemiga era leve y
no tuvieron problemas en defenderse. Pronto, sin embargo, la resistencia se en‐
dureció, los francotiradores disparaban incesantemente sobre la patrulla. El Te‐
niente Burges fue alcanzado y herido en la cabeza por una bala bien dirigida.
Poco después, dos suboficiales fueron muertos. La patrulla de Burges tuvo que
replegarse.
Algunos de los francotiradores con los que se toparon los aliados en Normandía
tuvieron un excelente entrenamiento en las Juventudes Hitlerianas, algunos de
ellos habían sido entrenados con rifles de pequeño calibre. Antes de la guerra,
las Juventudes Hitlerianas había incrementado el entrenamiento militar de sus
miembros. Muchos chicos fueron entrenados en las técnicas de disparo. Aque‐
llos que se distinguían en ellas fueron finalmente entrenados como francotira‐
dores. Cuando finalmente entraron en combate habían recibido un buen y pro‐
vechoso entrenamiento. En Normandía combatió la 12 División Panzer SS
“Hitlerjugend”, ésta era una unidad compuesta por reclutas procedentes de las
Juventudes Hitlerianas y de oficiales experimentados procedentes de la 1 Divi‐
sión Panzer SS “Leibstandarte SS Adolf Hitler”. En Caen, estos jóvenes tendrían
su bautismo de fuego.
Caen fue un lugar idóneo para los francotiradores alemanes. Junto con los ob‐
servadores de artillería que dirigían el fuego artillero sobre la expuesta infante‐
ría, los francotiradores dominaron totalmente los terrenos alrededor de Caen.
Los británicos y los canadienses tuvieron que examinar cada metro cuadrado
para comprobar que el terreno estaba libre de los tercos francotiradores, una
tarea que consumía tiempo. Fue en Caen donde francotiradores como el Gefrei‐
ter Kurt Spengler se distinguieron. Splenger estaba al noroeste de Caen, aislado
en un gran campo de minas. Alcanzó a un número notable de soldados británi‐
cos hasta que finalmente fue muerto durante un bombardeo de la artillería pe‐
sada.
El 26 de junio, el Ingeniero SS Pelzmann, del 12 Batallón de Ingenieros Panzer
SS, Cuarta Compañía, estaba situado bajo un pequeño árbol como observador
destacado. Había excavado un agujero y colocado sobre él un gran pedazo de
blindaje procedente de un Panzer IV que cubrió con hierba. Sólo abrió una pe‐
queña ranura de observación cara al enemigo. Era imposible que lo descubrie‐
ran. Desde su ranura de observación alcanzó a una gran cantidad de soldados
británicos hasta que finalmente se quedó sin munición. Entonces, salió fuera de
su refugio, asiendo su rifle de francotirador y lo hizo pedazos contra el árbol.
Arrojó los restos de su rifle y gritó “¡No me quedan municiones, he terminado
harto de ustedes, ahora pueden dispararme!”. Un gran inglés pelirrojo se ade‐
lantó entonces, agarró el brazo de Pelzmann, colocó su revólver sobre su cabeza
y disparó. Pelzmann cayó muerto al suelo. El Oberscharführer Ernst Behrens,
que junto con un puñado de otros prisioneros habían sido testigos del suceso,
pidió recoger a todos los soldados muertos y reunirlos en un lugar seguro.
Cuando llegó al lugar donde estaba Pelzmann contó alrededor de 30 soldados
ingleses muertos frente al refugio de Pelzmann.
Un soldado británico llamado Percy Lewis, que durante y después de la guerra
fue boxeador profesional, presenció la barbarie de la guerra. Cuando servía en
el 6 Batallón K. S. L. I. del 181 Regimiento de Campo, presenció cómo fue ejecu‐
tado un francotirador alemán por un soldado cuyo hermano había sido muerto
por un francotirador el día anterior. La actitud aliada hacia los francotiradores
fue severa en el Frente Occidental, fue debido a esta clase de sucesos por lo que
los francotiradores alemanes combatieron fanáticamente.
A pesar de sus tempranas experiencias con francotiradores fue primero en
Normandía donde éstos se convirtieron en una verdadera fuente de preocupa‐
ción. Es así como lo sintieron los soldados norteamericanos. Limpiar una zona
de francotiradores llevaba tiempo y algunas veces llevaba un día entero antes
de que una zona de descanso estuviera asegurada. Los soldados aliados se vie‐
ron obligados a aprender rápidamente cómo tratar a los francotiradores y evitar
riesgos innecesarios. Muy pronto, los soldados comenzaron a agazaparse cuan‐
do se movían. Dejaron de saludar a los oficiales y en ningún momento los lla‐
maban por su rango. Todo se hacía para disminuir el riesgo de exponerse uno
mismo al fuego de los francotiradores. Un desagradable y tenso estado pesó
sobre los soldados que se vieron forzados a permanecer siempre en alerta.
Cuando los hombres del 653 Batallón de Destructores de Tanques se movieron
tierra adentro se encontraron con cuerpos muertos que yacían a lo largo de las
vallas. El miedo al francotirador se esparció rápidamente. Llegaban incluso a
circular rumores sobre que mujeres francesas colaboracionistas habían sido de‐
jadas atrás y que ahora estaban actuando como francotiradores.
Los francotiradores alemanes se esparcieron por todo el paisaje normando.
Cuando las tropas aliadas comenzaron a avanzar dejaron atrás a una gran can‐
tidad de francotiradores alemanes que después atacarían a las tropas más des‐
cuidadas. El terreno era perfecto. Las vallas que marcaban los límites de los
campos sólo permitían una libre visión de unos pocos cientos de metros. Una
distancia adecuada, incluso para un francotirador inexperto. Un francotirador
podía alcanzar una parte escogida del cuerpo a una distancia de 300 a 400 me‐
tros. La densa vegetación que caracteriza a las vallas, o bocage, hacía que fuera
extremadamente difícil descubrir las posiciones de los francotiradores. Un sol‐
dado comparó el combate con Guadalcanal. Las vallas se remontaban al Impe‐
rio Romano. Habían sido colocadas para señalar las propiedades y eran utiliza‐
das como cercas para los pastos de pastoreo, y a menudo sólo existía una salida.
Combatir en el bocage era como combatir en un laberinto. Las densas y altas
vallas hacían que las tropas aliadas se sintieran como atrapadas en un túnel. El
terreno permitía óptimas condiciones de ocultamiento para los francotiradores
mientras que sus objetivos tenían que exponerse peligrosamente. Entre las va‐
llas, los francotiradores preparaban unas cuantas posiciones desde donde espe‐
raban que se aproximara el enemigo. A nivel de compañía, los francotiradores
eran habitualmente utilizados para acosar al enemigo y defender emplazamien‐
tos de ametralladoras. A menudo las tropas alemanas cavaban bajo las vallas y
así el fuego de mortero tenía poco efecto. Entre las vallas también colocaron a
menudo trampas, minas y trampas explosivas tendidas con cables. Desde estas
posiciones disparaban sobre las tropas aliadas hasta que se retiraban. Las tropas
que quedaron muy detrás de las líneas enemigas combatieron hasta que se
quedaban sin suministros o municiones y después se rendían con el riesgo de
que fueran tomadas por francotiradores.
En Normandía apareció un nuevo fenómeno sobre los campos de batalla. Los
primeros francotiradores a menudo intentaban retirarse hacia algún punto pero
de repente algunos francotiradores empezaron a comportarse de forma diferen‐
te. Se hizo más y más común que las tropas aliadas se encontraran con francoti‐
radores que disparaban una y otra vez sin intentar abandonar su posición. Esta
táctica casi siempre acababa con la muerte del francotirador pero causaba fuer‐
tes bajas entre los aliados. Debido a su juventud estos francotiradores fanáticos
fueron finalmente apodados “los chicos suicidas” por las tropas anglo‐
norteamericanas.
El corresponsal de guerra norteamericano Ernie Pyle informó desde Norman‐
día: “Hay francotiradores por todos lados. Hay francotiradores en los árboles,
en los edificios, en los montones de escombros, en la hierba. Pero principalmen‐
te están en lo alto, en las espesas vallas que forman las cercas de todos los cam‐
pos normandos y que cubre cada borde de camino y senda”.
No era sólo entre los setos y los árboles donde se ocultaban los francotiradores.
En los cruces de carreteras había objetivos importantes como la policía de tráfi‐
co y los oficiales, aunque habitualmente tranquilos los cruces de carretera eran a
menudo bombardeados por lo que los francotiradores se posicionaban un poco
lejos de ellos. Los puentes eran también sitios ideales, en ellos un francotirador
podía fácilmente crear pánico y hacer estragos sólo con unos pocos disparos.
Las casas aisladas eran un lugar evidente y, por lo tanto, los francotiradores se
situaban a corta distancia de ellas. Algunas veces los francotiradores se oculta‐
ban entre las ruinas aunque ello significara que tuvieran que cambiar de posi‐
ciones a menudo. Otro lugar ideal para un equipo de francotiradores eran los
campos con cultivos, aquí era muy difícil localizar la posición exacta del franco‐
tirador y los densos cultivos proporcionaban un buen escondite. A menudo los
francotiradores intentaban situarse en un punto alto. Los depósitos de agua,
molinos y campanarios eran posiciones perfectas aunque también notorios y de
esa forma expuestas al fuego de la artillería. A pesar de esta circunstancia, los
francotiradores se ocultaban a menudo en estos sitios. Los francotiradores más
experimentados a menudo se situaban en otros edificios altos menos notorios.
El Sargento Arthur Colligan, que sirvió en la 2 División Acorazada Norteameri‐
cana, recuerda los campanarios con horror: “Eran utilizados por los francotira‐
dores alemanes para dispararnos”.
Un francotirador alemán capturado fue interrogado y preguntado cómo podía
distinguir a los oficiales, que vestían uniformes normales, llevaban rifles y no
portaban las insignias de su rango, de los soldados regulares. Simplemente con‐
testó: “Disparábamos a los hombres que tenían bigote”, por experiencia habían
aprendido que los bigotes eran comunes entre los oficiales y los suboficiales.
Los francotiradores alemanes siempre intentaban disparar sobre objetivos im‐
portantes tales como oficiales, suboficiales, observadores, personal de comuni‐
caciones, dotaciones de artillería, ordenanzas, comandantes de vehículos, etcé‐
tera. Al contrario que los nidos de ametralladoras, el francotirador no revelaba
tan fácilmente su posición cuando abría fuego. Un francotirador bueno podía
clavar en su posición a todo un pelotón de infantería. Cuando realizaba su pri‐
mer disparo todo el pelotón quedaba paralizado con lo que le daba tiempo a
cambiar de posición. Un error típico entre tropas inexpertas cuando eran ataca‐
das por un francotirador era pegarse al terreno y no devolver el fuego. Un co‐
mandante de pelotón de la 9 División de Infantería recuerda: “Una de las equi‐
vocaciones fatales de los reemplazos de infantería era pegarse al terreno y que‐
dar paralizados cuando disparaban sobre ellas. Una vez ordené a una escuadra
que avanzara desde una cerca a otra. Durante el movimiento, un soldado fue
alcanzado por un francotirador de un solo disparo. Toda la escuadra se pegó al
terreno y fueron matados de uno en uno por el mismo francotirador”.
1944 llegó a ser un momento decisivo para las técnicas de tiro alemanas. Se ex‐
hibió la película educativa “Die unsichtabare Waffe” y se crearon nuevas doc‐
trinas basadas en meticulosas evoluciones y en las primeras experiencias. Se dio
especial énfasis en que los francotiradores debían de ser utilizados correctamen‐
te y que actuaran de acuerdo a las nuevas doctrinas. Por ejemplo, se dio énfasis
en que los francotiradores debían de actuar en parejas. Se estandarizó los uni‐
formes de camuflaje y se hizo disponible en grandes cantidades nuevas armas y
equipos sofisticados aunque hubo algunos problemas para hacer frente a las
demandas de rifles de precisión. Heinrich Himmler, personalmente muy intere‐
sado en las técnicas de tiro, había puesto en marcha desde fechas muy tempra‐
nas cursos de formación de francotiradores para las Waffen SS. A finales de
1944 el número de francotiradores fue también incrementado entre las compa‐
ñías de Granaderos y de Volksgranaderos.
Los diez mandamientos de los francotiradores en 1944:
1. Combatir fanáticamente.
2. Disparar con calma y calculadoramente, los disparos rápidos no llevan a
nada, hay que concentrarse en el disparo.
3. Tu mayor oponente es el francotirador enemigo, se más astuto que él.
4. Disparar siempre un solo tiro desde tu posición, si no quieres ser descu‐
bierto.
5. Las herramientas de trinchera prolongan tu vida.
6. Entrenarse a distancia perjudica.
7. Conviértete en un maestro del camuflaje y en el uso del terreno.
8. Práctica constantemente tus técnicas de disparo, en retaguardia y en ca‐
sa.
9. Nunca dejes tu rifle.
10. Sobrevivir es camuflarse diez veces y disparar una vez.
Había francotiradores de distinto nivel. Los francotiradores entrenados estaban
usualmente a nivel de compañía y de batallón y a niveles superiores, habían
recibido entrenamiento especial y tenían objetivos específicos. La mayoría de
las veces estos francotiradores actuaban en equipos de dos, un tirador y un ob‐
servador, también podían actuar en grupos de tres o incluso más grandes.
También había soldados con rifles de precisión a nivel de pelotón, éstos no tení‐
an un entrenamiento especial y la mayoría de las veces operaban dentro de la
compañía, apoyándola.
Se cuenta que una compañía alemana estuvo durante mucho tiempo bajo un
fuego de artillería muy certero. Esto era algo de lo que sólo podía ser responsa‐
ble un observador. Se envió a un equipo de francotiradores a la tierra de nadie
para localizar al observador. Durante horas estuvieron acechando y observan‐
do, siempre buscando algún indicio que pudiera revelar la posición del enemi‐
go. En el terreno había un tanque destruido. De repente, los francotiradores
descubrieron un pedazo de papel blanco delante del tanque que antes no esta‐
ba. Avisaron al comandante de la compañía para que posicionara un cañón an‐
titanque para forzar a salir al enemigo de debajo del tanque. El cañón disparó
un proyectil bien dirigido y el equipo de francotiradores se preparó. El disparo
alcanzó al tanque y salieron dos ingleses. La distancia era de 200 metros. El
francotirador disparó su primer tiro y alcanzó a uno de los soldados en el pe‐
cho. El otro soldado corrió directamente hacia los francotiradores, se paró y va‐
ciló. El francotirador disparó y el soldado inglés cayó muerto, alcanzado en la
cabeza.
Las estadísticas militares revelaron que durante la Segunda Guerra Mundial
por lo general eran necesarios 25.000 disparos para matar a un soldado, un
francotirador necesitaba una media de 1.3, por lo tanto los aliados tenían toda la
razón de estar preocupados por los francotiradores alemanes.
El Sargento Frank Kwiatek, de 46 años, era el comandante de un pelotón de ar‐
mas pesadas. Durante la Primera Guerra Mundial pasó 19 meses como tirador
de ametralladoras. Había pasado veinte años en el mismo pelotón y sus solda‐
dos le llamaban “Bizcocho Murphy”. Cuando estaba en Irlanda del Norte reci‐
bió la noticia de que su hermano Ted, de 21 años, artillero de tanque, había
muerto durante los combates en Sicilia. Ante sus hombres, Kwiatek juró vengar
la muerte de su hermano matando a 25 alemanes. Después, recibió la noticia de
que su otro hermano, Jerry, había muerto en Italia. Kwiatek juró matar a otros
25 alemanes. Kwiatek tenía más de 22 muescas en su rifle. Una por cada alemán
muerto. Había matado a 20 con su rifle y a otros 2 con granadas de mano. Tam‐
bién había matado a una docena de alemanes con una ametralladora pero no los
contaba porque quería ver los ojos de su enemigo cuando los mataba.
El primer francotirador que mató Kwiatek se lo encontró cuando su unidad es‐
taba detenida a las afueras de Cerisy La Foret. El francotirador había escogido
una buena posición en un cruce de carreteras. Después de que el francotirador
hubiera matado a varios hombres de la compañía, el comandante de ésta pidió
un voluntario para acabar con él. Kwiatek se presentó voluntario. Merodeó en‐
tre los bosques hasta que estuvo a unos 25 metros por detrás del francotirador,
que estaba situado tras un marcador kilométrico. El Sargento Kwiatek levantó
su rifle para disparar al francotirador pero entonces descubrió a otro francotira‐
dor a unos 30 metros a su derecha. Disparó primero sobre el francotirador de la
derecha y después sobre el primer francotirador. Pocos minutos después, la
compañía de Kwiatek reanudó su avance. Él se situó detrás para proteger la
retaguardia. De repente, descubrió un seto que se movía sigilosamente, del que
sospechó porque se movía en la dirección contraria al viento. Reptó hacia el seto
hasta que vio a un alemán. Gritó “Hey¡” y cuando el alemán se volvió Kwiatek
disparó y el alemán cayó al suelo. Al principio creyó que era un soldado normal
pero después descubrió que era un capitán paracaidista.
En otra ocasión, uno de los hombres de Kwiateks levantó la cabeza por encima
de un seto para disparar pero fue alcanzado por un francotirador. El soldado
Floyd Rogers y Kwiatek decidieron coger al francotirador. Kwiatek dijo a Ro‐
gers que levantara el casco del soldado muerto a su señal. Kwiatek se desplazó
a unos 40 metros y entonces dio la señal. El francotirador disparó inmediata‐
mente. El Sargento Kwiatek hizo la señal a Roger de que levantara el casco de
nuevo pero desde otra posición. Kwiatek vio entonces la cabeza y los hombros
del francotirador sobresaliendo de un árbol.
Los comandantes de vehículos eran un objetivo que valía la pena para los fran‐
cotiradores, el Sargento Eugene W. Luciano a menudo se levantaba en su semi‐
oruga para así mejor guiar a su conductor. Recuerda que utilizaban municiones
trazadores contra los francotiradores ocultos en graneros y en almiares.
Con el tiempo, las unidades aliadas adaptaron nuevas tácticas que redujeron
sus bajas por el fuego de los francotiradores enemigos pero éstos continuaron
siendo una amenaza y motivo de temor entre los soldados aliados en el Frente
Occidental durante toda la guerra. Personificaban el miedo que tenían los sol‐
dados. Un nuevo apogeo de las acciones de los francotiradores alemanes tuvo
lugar cuando las fuerzas aliadas comenzaron a penetrar en suelo alemán y du‐
rante la Ofensiva de las Ardenas. De nuevo se endurecería la resistencia alema‐
na y se pondría más énfasis en el empleo de francotiradores.
Hugo A Cañete www.delaguerra.net
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