Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
WELCHMANN. Sobre Lo Siniestro en La Cultura Visual (Estudios Visuales) PDF
WELCHMANN. Sobre Lo Siniestro en La Cultura Visual (Estudios Visuales) PDF
John C. Welchmann
Este ensayo fue originalmente planteado con ocasión de la exposición The Un-
canny (Tate Liverpool, febrero a mayo de 2003), que ofrecía una exhaustiva reconsi
deración de un emblemático proyecto que el artista de Los Angeles M ike Kelley or
ganizó hace diez años en Sonsbeek 93, en Arnhem, Holanda. Junto a libros y artículos
de Tony Vidler, H al Foster y otros, la innovadora «exposición dentro de una exposi
ción» de Kelley fue uno de los ya varios intentos del mundo del arte y la arquitectura
contemporáneos por instaurar una historia crítica y un análisis de las implicaciones de
los efectos estéticos y psicológicos que fueron por primera vez discutidos de forma de
tallada por Sigmund Freud, en su ensayo «L o siniestro»*1, de 1919. Este acercamiento
a lo siniestro en los años noventa se unía al análisis y a la aplicación de otros concep
tos psicoanalíticos en el mundo del arte, incluyendo el automatismo y el trabajo de los
sueños de Andró Bretón y los surrealistas; la disidente «paranoia crítica» de Salvador
Dalí, o las teorías y prácticas del narcisismo, la abyección y el trauma desarrolladas en
los años noventa2. Además de este amplio contexto, la obra de Kelley ha abordado, en
ocasiones muy profundamente, tanto a través de sus propuestas interdisciplinares
-preocupada como estaba (y está) por lo «hermoso, atractivo y sub lim e»- de cual
quier referencia a experiencias «aterradoras», «repugnantes» o «angustiosas»3. De
acuerdo con esto, Freud presta especial atención a la producción literaria de efectos
siniestros, sobre todo a la historia «E l hombre de arena», de E. T. A. Hoffman, que
Freud utiliza para complementar y enfrentarse a uno de los pocos estudios sobre lo
siniestro que se anticipan al suyo: «Sobre la psicología de lo siniestro» (1906), de
Ernst Jentsch4.
La tensión entre el campo estético y el psicoanalítico, alimentada por la confesión
personal del autor de que siente una «especial obtusidad» en relación a «la extrema
delicadeza de la percepción»5 que aparentemente se requiere para experimentar y ar
ticular los efectos de lo siniestro, sigue siendo uno de los problemas centrales en las
disertaciones subsecuentes sobre este tema, incluyendo la de Kelley, donde hay que
añadir las diferencias y matices inevitables entre los formatos narrativos y textuales de
lo siniestro y su identificación en las prácticas visuales. Freud subraya esto hacia el fi
nal de su ensayo: «podríamos decir», escribe, «qu e estos resultados preliminares han
satisfecho el interés psicoanalítico en el problema de lo siniestro, y lo que aún falta re
quiere probablemente una valoración estética [...] algo que vemos que puede ayudar
nos a resolver estas incertidumbres: casi todos los ejemplos que contradicen nuestra
hipótesis son tomados de la esfera de la ficción y de las producciones literarias»6.
Además de identificar las inconfundibles sensaciones siniestras generadas en «El
hombre de arena», Freud utiliza toda una serie de teorías, métodos y ejemplos («ca
sos individuales», como él los llama), entre los que destaca la etimología del término
alemán unheim lich, su circulación y «uso lingüístico», la aparición de conceptos simi
lares en otras lenguas, y la explicación de lo siniestro con la referencia a una densa red
de conceptos psicoanalíticos. Una característica que define lo siniestro, según Freud,
y que más que ninguna otra evidencia la ambivalencia social, estética y subjetiva de las
experiencias que asociamos con ello, se encuentra envuelta en la complejidad de su
imbricación en un conjunto de pulsiones, procesos y complejos de los que Freud da
buena cuenta en otros textos -u n a lista parcial incluiría el complejo de castración, la
interrupción del ego, la regresión, el narcisismo, el doble, el instinto de muerte, la re
petición involuntaria (la compulsión de repetir), la omnipotencia del pensamiento y la
satisfacción de los deseos.
Entre las aportaciones de Jentsch (1905), Freud (1919) y los años sesenta, el con
cepto de lo siniestro sufrió muy pocos desarrollos psicoanalíticos convincentes y esca
sa extensión en la (alta) cultura, aparte de su utilización para referirse vagamente a
efectos extraños, aterradores o «góticos». Samuel Weber explica esta ausencia sugi
riendo que es la propia naturaleza ambivalente de lo siniestro la que explica su margi-
nalización: «E n ningún otro lugar [...] las preguntas que se hace [Freud] son más in
tensas o sugerentes que en sus escritos sobre lo siniestro». «Q uizás esto explica»,
continúa Weber, «por qué se ha escrito tan poco sobre este tema, por lo menos “dentro”
del psicoanálisis. Lo siniestro, das U nheim liche, permanece como abseitig , un tema tan
m arginal como lo era cuando Freud escribió sobre él por primera vez. Quizá, porque
no es sólo un “tem a”, y aún menos un “concepto”, sino un tipo muy especial de escena
que pondría en duda la separación entre el sujeto y el objeto, que normalmente asu
mimos como indispensable para la investigación científica y académica, la experimen
tación y la cognición7.»
Volveré más tarde a la interesante proposición de que lo siniestro podría ser pre
dicado en una especie de separación entre el sujeto y el objeto. Pero la idea general de
W eber sobre la relativa ausencia de análisis sobre lo siniestro en la primera mitad del
siglo veinte parece en gran parte correcta.
Sin embargo, a principios de los años sesenta (aunque anteriormente en algunos
géneros) lo siniestro fue sometido a dos importantes formas de extensión: en la litera
tura popular y en los medios de comunicación, donde se asumió como un término fun
damental en las nuevas exploraciones del suspense, el horror, la ciencia ficción y los
poderes mágicos sobrehumanos; y en la academia, lo que dio lugar a toda una serie de
estudios sobre cuasi-géneros que todavía siguen vigentes8.
Por ejemplo, en los estudios sobre cinematografía, si bien se debate sobre lo sinies
tro en La d oble vida d e Verónica (dir. Krzysztof Kieslowski, 1991) y en otras películas de
arte y ensayo, la gran parte de los comentarios sobre lo siniestro se reservan para el gé
nero de películas de horror y monstruos que prolifera desde la posguerra9, y que ha pro
ducido, por lo menos, una película titulada como este efecto, The Uncanny (dir. Denis
Héroux, 1977, con Peter Cushing, Samantha Eggar y Ray Milland). Lesley Stern ofrece
una de las pocas consideraciones más generales sobre el cine y lo siniestro, utilizando la
inquietante sensación generada por el salto mortal como un tropo alrededor del cual lo
calizar varios efectos siniestros de distinta naturaleza en el cine más temprano: Sherlock
Jr. (dir. Buster Keaton, 1924), La costilla de Adán (dir. George Cukor, 1949), Blade Runner
(dir. Ridley Scott, 1982) y Love Streams (dir. John Cassavetes, 1984)10.
11 H. G. W E LLS, Thirty Strange Stories: Tales Macabre & Uncanny, Causeway Books, 1898; M. SINCLAIR, Un
canny Stories, 1923; H. S. W h it e h e a d , ]umbee: A n d Other Uncanny Tales, 1944; M. P. D a r é , Unholy Relies and
Other Uncanny Tales, Edward A m old, 1947; R. SHECKLEY, Uncanny Tales-, H. HOKE, Uncanny Tales ofUnearthly
and Unexpected Horrors, 1983; M. F. CRAWFORD, Uncanny Tales, Tartarus Press, 1999; la antología en tres volú
menes de D . W h eatley, Uncanny Tales, Sphere Books, 1974-1976; A. BLACKWOOD, Tales o fth e Uncanny and Su-
pernatural, Secaucus, NJ, Castle Books, 1974; Reader’s Digest, Tales o fth e Uncanny, Pleasantville, NY, Reader’s
Digest, 1983. Véase también R. SPRIGGS, Wondrous Strange: Tales o fth e Uncanny, Circle Myth Press, 2001.
21 2 Estudi os vi suales
de las fuerzas primitivas y mágicas de las que hablaba Freud en «Lo siniestro» y en
otros escritos12.
Muchas de estas efímeras aventuras utilizaban el membrete de lo siniestro de for
ma oportunista, como poco más que un pretexto para presentar relatos e imágenes
que explotaban toda una serie de efectos familiares, a veces banales, macabros, espe
luznantes o extraños. Sin embargo, si los consideramos como un espectro de manifes
taciones populares relacionadas, abordan prácticamente todos los aspectos de lo si
niestro tal como fue definido por Freud, incluyendo los poderes sobrenaturales o
mágicos, el desdoblamiento, las muñecas, los autómatas, la demencia, la ceguera (y sus
contrarios, los rayos x y la visión de águila), el d é ja vu, el miedo a la oscuridad, e in
cluso auténticas neurosis y complejos.
Siguiendo a una serie de ensayos pioneros, como «Lo siniestro y lo fantástico»13,
de Tzvetan Todorov, la crítica literaria ha detectado manifestaciones de lo siniestro en
un amplio abanico de novelas y obras poéticas, históricas y contemporáneas. Este in
cluye no sólo obras del género gótico o de fantasmas, por parte de Mary Shelley, Char
lotte Bronté, o Edgar Alian Poe, sino también la obra de Frank Chin y Thomas Pyn-
chon, por ejemplo, o la poesía amorosa de los siglos XVI y XVII y su representación del
cuerpo femenino14. Los estudios literarios también han prestado atención a tropos
m uy extendidos, que esclarecen aspectos de la experiencia siniestra, como el sueño de
la estatua móvil, que incluye maravillas y fantasías tales como «estatuas proféticas, es
tatuas sangrantes, estatuas asesinas, estatuas que nos consuelan, estatuas que se mue
ven pero no hablan, que pueden hablar pero no oír [...] (y) seres humanos que se han
convertido en estatuas»15.
En el mundo del arte ha habido pocas discusiones centradas en lo siniestro. Los
críticos e historiadores han identificado la aparición en la obra y en los escritos de
Giorgio de Chirico de una sensación que él denominó «presentimiento», que abarca
16 Véase J. CLAIR, «Metafísica et Unheimlichkeit», en Les Réalismes, 1919-39, catálogo de la exposición, Cen
tre Georges Pompidou, París, 17 de diciembre de 1980-20 de abril de 1981, pp. 26-34.
17 Véase L. NEAD, Victorian Babylon: People, Streets, and Images in Nineteenth-Century London, New
H aven, Yale U niversity Press, 2 0 0 0 , y S. SlD LAUSKAS, Body, Place, and S e lf in Nineteenth-Century Painting,
C am bridge y Nueva York, Cam bridge U niversity Press, 2 0 0 0 ; y una reseña de E. MANSFIELD en Nine
teenth-Century A rt W orldwide: A ]o urn al o f Nineteenth-Century Visual Culture 1, 1 (prim avera 2002):
http://www. 19thc-artworldwide.org/spring_02/reviews/m ans.htm l.
18 R. KRAUSS (The Optical Unconscious, Cambridge, Mass., The MIT Press, 1994) comenta «El dorm itorio»
y otras obras de Ernst, así como las muñecas de Bellmer, en referencia a lo siniestro; véase pp. 58, 8 1, 171-178.
Véase también C. RABINOVITCH, Surrealism and the Sacred: Power, Eros, and the Occult in Modern A rt, Boulder,
Col., W estview Press, 2003.
19 D. ADES explora lo siniestro en la pintura de K ahlo en su artículo publicado en G . M. M. Colville y
K. Conley (eds.), La Femme s’entéte: La Parí du Péminin dans le Surréalisme, París, Lachenal et Ritter, 1998.
20 Véase M. IVERSON, «In the Blind Field: H opper and the Uncanny», A rt History 21, 3 (septiembre 1998).
21 Véase E. HERLES, «Helen Chadwick: One Flesh», Exposure Magazine (abril 1997): http://members.
lycos.co.uk/exposuremagazine/helen.html.
22 Véase B. G renville (ed.), The Uncanny: Experiments in Cyborg Culture, catálogo de la exposición, Van
couver, Vancouver A rt Gallery, 2 00 2 ; y, por ejemplo, D. PETHERBRIDGE y L. JORDANOVA, The Quick and the Dead:
Artists and Anatomy, Berkeley, University o f California Press, 1998, sobre la exposición organizada por la Hay-
w ard Gallery, South Bank Centre, Londres; y M. KEMP y M. WALLACE, Spectacular Bodies: The A rt and Science
o f the Human Body from Leonardo to Now, Berkeley, University o f California Press, 2000.
214 E studi os vi suales
hacia delante, a la muerte. Foster moviliza estas coordenadas para sugerir una ambi
valencia sim ilar dentro del propio Surrealismo, que se enfrenta con el intento de Bre
tón de elisión del inconsciente con el amor, y su liberación a través de la incontinen
cia de la represión.
Al abrir las dinámicas estéticas y psicológicas de un efecto que se genera al experi
mentar y analizar las condiciones de lim inalidad, Foster nos lleva a los propios límites
de lo siniestro. Este movimiento también nos conduce a los límites del psicoanálisis,
incitándonos a contemplar lo siniestro en un contexto social e histórico más amplio,
en el que se puede decir que se presenta no sólo como un tipo de síntoma, sino tam
bién como una metáfora de varios efectos ideológicos y políticos. Aunque la discusión
de estos asuntos más generales va más allá del alcance de la presente introducción, al
gunas de las teorizaciones más interesantes de lo siniestro han surgido a partir de ta
les extensiones. Estas incluyen The A rchitectural Uncanny , de Anthony Vidler, que se
basa en la identificación de sensaciones siniestras en el espacio y la ubicación, así como
en los cuerpos y los objetos, y señala lo que él denomina el siniestro posmoderno en
la obra de D errida, Lacan y Baudrillard23; y los escritos de Julia Kristeva, Homi Bha-
bha, y otros, que utilizan lo siniestro para hablar de la raza, el nacionalismo y la iden
tidad social24. «¿Estam os sin embargo tan seguros -se pregunta K risteva- de que los
sentimientos “políticos” de la xenofobia no incluyen, a menudo inconscientemente,
esta agonía del miedo placentero que se ha llamado “Unheimlich25...? ”»
23 Vidler, op. cit., pp. 9-10. WarpedSpace, de Vidler (véase n. 1), desarrolla sus argumentos y ejemplos ante
riores; y la exposición Out o f Place: Contempomry A rt and the Architectural Uncanny, Museum o f Contemporary
Art, Chicago, 8 de junio-11 de agosto de 2002, también desarrolló algunas de las ideas de Vidler. La vigencia ge
neral de estas ideas la demuestra otra exposición reciente en SITE Santa Fe, Nuevo México, Uneasy Space, julio-
noviembre de 2003. O tros críticos e historiadores de la arquitectura también han hablado sobre lo siniestro en
relación a la experiencia urbana; véase, por ejemplo, J. DONALD, Imagining the Modern City, Minneapolis, Uni-
versity of Minnesota Press, 1999: «Cada vez que los modernizadores han tratado de imponer la racionalidad de
la “ciudad concepto” sobre la vida urbana, los flaneurs, los artistas y todos nosotros sistemáticamente hemos re
encantado sus creaciones: como cabalgatas cómicas, como exhibición sexual, como un mundo soñado infernal o
simplemente como el hogar» (p. 51); y R. M a z u m d a r , «Ruin and the Uncanny City: Memory, Despair and
Death in Parinda», en S. Collective (ed.), The Sarai Reader 02: Cities o/Everyday Life, Delhi, S. New Media Ini-
tiative.
24 J . K r i s t e v a , Strangers to Ourselves, Nueva York, Columbia University Press, 1991; y H. K. B h a b h a , «Dis-
semiNation: Time, Narrative, and the Margins o f the Modern Nation», en H. K. Bhabha (ed.), Nation and Na-
rration, Londres, Routledge, 1990; véase también el comentario de E. ZlAREK, «The Uncanny Style of Kristeva’s
Critique o f Nationalism», Postmodern Culture 5, 2 (enero 1995). Para un análisis de lo siniestro en relación con
las identidades poscoloniales en Australia, véase J. K. GELDER y M. JACOBS, Uncanny Australia: Sacredness and
Identity in a Postcolonial Nation, Melbourne, University of Melbourne Press, 1998, en especial el capítulo 2, «The
Postcolonial Uncanny: On Reconciliation, (Dis)Possession and Ghost Storíes». Además de comentarios sobre
cine y literatura, el número especial de Paradoxa sobre el retorno de lo siniestro, «The Return o f the Uncanny»
(cfr. nota 10), también incluye artículos sobre problemas teóricos y sociales más amplios, abarcando la televisión,
el consumo, la cultura popular, la fantasía y el posmodernismo.
D. M c C a l l a m («Encountering and Countering the “Uncanny” en Descartes’s Méditations», French Studies
57, 2 [abril 2003], pp. 13 5 -147 [http:www.oup.co.uk/frestu/current/pdf/570135.pdf]) encuentra un precedente
de lo siniestro en la lucha de Descartes con la racionalidad.
25 Kristeva, Strangers to Ourselves, cit. p. 191.
S o b r e lo s i n i e s t r o e n l a c u l t u r a v i s u a l 215
26 J. BURNHAM, Beyond Modern Sculpture: The Effects o f Science and Technology on the Sculpture o f this Cen-
tury, Nueva York, BraziUer, 1968, p. 185.
27 La reciente introducción al tema de Nicholas Royle (The Uncanny: A n Introduction) y el análisis de lo si
niestro en el cine de Lesley Stern («I Think Sebastian, Therefore I...») son sólo dos ejemplos de incorporaciones
de recuerdos personales o experimentación estilística en escritos tanto académicos como populares.
28 Post Human, comisariada por Jeffrey Deitch, FAE, Musée d’A rt Contemporain, Pully / Lausanne, 1992.
La exposición también estuvo en Turín, Atenas y Hamburgo, 1992-1994.
216 ESTUDIOS VI SUALES
riada selección de obras de arte y objetos culturales generadores de efectos siniestros. Al
gunas características clave son patentes. En primer lugar, la obra de arte o el objeto debe
ser afrontado físicamente por un cuerpo que tropieza con algo que se parece a un cuer
po -por lo menos a primera vista-. Esto implica, en segundo lugar, que el objeto debe
ser más o menos de escala humana, o verse a través de un medio como la fotografía, de
modo que su escala se pueda alterar perceptivamente como «de tamaño natural»; y, en
tercer lugar, que el objeto sea de un color parecido al de la carne humana, o que lleve
ropa normal, porque las obras en registros monocromáticos o claramente no naturalis
tas se resisten a la identificación y a algunas formas de transferencia, ya que sugieren lo
arquetípico y lo atemporal. En cuarto lugar, la textura del dibujo o el objeto también
debe recordar la palpabilidad de la carne, como en las figuras de cera o encáustica.
Por supuesto, estos requisitos no son obligatorios y prácticamente ninguna de las
obras expuestas reúnen todas estas características simultáneamente. A partir de Freud,
la naturaleza esquiva de lo siniestro, que aparece repentinamente o en revelaciones
momentáneas, depende de la historia personal y la disposición psicológica del sujeto
perceptor, y de muchos otros factores contingentes, lo que ha llevado a que en casi to
dos los escritos sobre el tema se subraye lo poco que sabemos sobre su apariencia con
creta o su devenir. De hecho, Kelley lleva las cosas bastante lejos (quizá demasiado),
al catalogar detalladamente una matriz de factores que gobiernan la apariencia de lo
siniestro en la escultura y en los objetos populares. Pero también reconoce la existen
cia de un extensa tierra de nadie, en la que la experiencia de lo siniestro puede ser par
cial o dudosa, o se manifiesta en virtud de la preponderancia de una característica so
bre otra que puede haberla subvertido -com o en las cabezas de cera de Bruce
Nauman realizadas en los años noventa, que, a pesar de ser monocromas, presentan
una textura y disposición siniestra, o en las figuras en miniatura de Robert Graham,
que, aunque son espeluznantemente verídicas, no poseen la escala humana que nor
malmente generaría efectos siniestros.
En la segunda mitad de «Playing with Dead Things», el análisis de Kelley se tras
lada de alguna forma desde una especie de sintomatología estética de lo siniestro, a
una serie de reflexiones sobre la relación que guardan estos atributos con la aparición,
a partir de Rodin, de algunos gestos tan desafiantemente modernos como la fragmen
tación somática, la reintegración de partes de objetos e imágenes a través del collage y
el montaje, la representación de lo onírico, lo obsceno, lo absurdo o deliberadamente
fantástico, y el más desafiante de todos, la estrategia duchampiana del ready-made. Ke
lley sigue a Rodin atribuyendo al fragmento una cualidad «microcósmica», de modo
que actúa sintagmáticamente y de alguna manera representa las más profundas conse
cuencias del todo, en un proceso significativo que diluye la violencia superficial de la
fragmentación, ofreciendo así una gesta lt redentora. Según esto, la ruptura decisiva
con la lógica prismática de la modernidad llega cuando el fragmento se desliga defini
tivamente de la reparación asociada a su trascendencia implícita, cuando existe la in
tención, tal como escribe Kelley, de «dejar que los fragmentos sean fragmentos». Por
tanto, el objeto artístico surrealista se constituye como una proyección que responde
a una ausencia, una especie de fetiche que sólo es responsable de sus motivaciones en
el deseo -o la confusión... o la repulsión.
S o b r e l o s i n i e s t r o e n la c u l t u r a v i s u a l 217
29 J. C. WELCHMAN, «The Mike Kelleys», ensayo introductorio en Mike Kelley, Contemporary Artists Series,
Londres, Phaidon, 1999, p. 57; la cita aquí reproducida es de «Playing with Dead Things».
30 H. SlNGERMAN, «The Artist as Adolescent», Real Life Magazine 6 (verano 1981), p. 19.
31 Welchman, «The M ike Kelleys», cit., p. 57.
218 E st ud ios visuales
la doble lectura que hace Freud de Hoffman —en la que los efectos siniestros los pro
duce la confusión entre el cuerpo y el autómata (éste es el énfasis principal de Jentsch
al que se enfrenta Freud) y la referencia a la castración representada por la ceguera
(que Freud propone, en un análisis detallado, como la manifestación más profunda)-.
Pero Kelley asume dos áreas de la investigación que Freud deja de lado (la primera de
forma consciente, como vimos anteriormente). Se trata, por un lado, de la relación en
tre las experiencias personales y los constructos teóricos de lo siniestro y, por otro, del
desarrollo de escenas históricamente específicas que promueven o eclipsan la expe
riencia de lo siniestro (en este caso, el cambio en las actitudes sociales hacia la infan
cia y hacia los extraterrestres durante la era espacial, es decir, entre 1960 y 1980).
Una de las preguntas clave que nos plantea cualquier consideración del lugar de lo
siniestro en el mundo del arte desde los sesenta, se ha de centrar en su relación con
ese efecto característicamente posmoderno, descrito por Jean Baudrillard como la si
mulación. Kelley plantea una pregunta sobre esta relación en su prefacio, lamentando,
con la visión retrospectiva que le otorga la exposición actual, no haber hecho referen
cia a ella en su ensayo de 1993. Creo que es importante que, para Baudrillard, la «In
diferencia» fatal de sistemas significantes predicados sobre la simulación se desarrolle
desde un crucial punto de origen, el auge de la economía de mercancías y el inter
cambio de objetos fabricados en masa -e sa avalancha de «Objetos idénticos», como él
los llama, «producidos en series infinitas»-. Baudrillard describe los inicios del co
mienzo de un nexo ambiguo de efectos anuladores que llama simulación, en LEchan-
g e sym bolique et la mort:
Aunque los describe como inmanentes a la lógica del capital, Baudrillard no explica
qué es lo que está en juego en los cambios producidos por esta transición de los objetos,
desde el momento en el que su economía era «prescindible» a la era de su dominio glo
bal. Parecería que, en algún momento de este movimiento, la prevalencia de la simulación
-basada en los efectos fantasmales de la reproducción interminable- precipita la oclusión
de lo siniestro, que depende de la relación entre los cuerpos, los recuerdos y la represión.
Sin embargo, podemos estar seguros de que con, el auge del arte Pop a principios
de los sesenta, el triunfo de la reproducción y el intercambio de imágenes como in
formación había culminado. En su comentario sobre el Pop, Baudrillard asevera que
éste ocupa el mismo espacio lógico que la «producción industrial y seriada», y afirma
que las imágenes de Warhol, Lichtenstein y otros son, en último término, cómplices
de las culturas populares y comerciales de las que se apropian. Para Baudrillard, lo que
está en juego es nada menos que la muerte final de la trascendencia, predicada sobre
la «am bición lo ca» de esta forma de arte de provocar «el final de la evocación, el final
del testimonio [...] y, lo que es más, el final de la subversión del mundo y la maldición
del arte». Desde esta perspectiva, las «manipulaciones puras» del Pop señalan nada
menos que la aparición de un «arte de lo no sagrado»35.
Aunque la construcción del Pop según Baudrillard se organiza alrededor de su re
presentación de objetos, en vez de figuras (o incluso de figuras concebidas como obje
tos), la vehemencia de sus comentarios deja claro que prácticamente todas las condi
ciones de posibilidad -ta l cual las describe Freud- para la generación de efectos
siniestros han sido eliminadas. La memoria se acordona a meras asociaciones superfi
ciales con los famosos; las especificidades del lugar se colapsan en las técnicas de pro
ducción; el desdoblamiento somático se abstrae doblemente -en primer lugar por el
gesto de reproducir reproducciones, y después por su extensión serial-; el tirón de lo
siniestro sobre las experiencias primitivas o «m ágicas» es desacralizado por la total
evacuación de lo sagrado; los propios cuerpos se configuran como objetos planos y, al
perder estos campos, queda muy poco o ningún margen para el retorno de las expe
riencias o emociones reprimidas, o para la generación del tipo de complejos descritos
por Freud, excepto, quizá, como producto de una alienación generalizada.
De hecho, Baudrillard da el golpe de gracia a lo siniestro forzándonos a escuchar
el silencio vacío de la muerte en la cultura posmoderna; y lo hace regresando a un mo
mento histórico en la escultura funeraria egipcia, que esta exposición toma como su
punto de partida. En «L a precesión de los simulacros» escribe:
Habría bastado con exhumar [la momia de] Ramsés [II] para asegurar su exterminio. Las
momias no se pudren por los gusanos: mueren al ser trasplantadas desde el orden sim
bólico prolongado, que reina sobre la muerte y la putrefacción, a otro orden de la histo
ria, la ciencia y los museos -el nuestro, que ya no reina sobre nada, ya que solamente sabe
cómo condenar a sus predecesores a la muerte y putrefacción y a su subsiguiente resuci
tación por la ciencia. Una violencia irreparable hacia todos los secretos, la violencia de
una civilización sin secretos. El odio de toda una civilización a sus propios cimientos36.
Si Baudrillard interpreta los últimos ritos de una cultura tan suavemente enredada en
el vacío de la simulación que las identificaciones, los recuerdos primitivos e incluso las an
siedades de lo siniestro no tienen ninguna tracción, hay otros críticos que encuentran ves
tigios de lo siniestro por todos lados, incluso si no lo nombran, y aunque sus efectos resi
duales estén subordinados a algo que parece ser su contrario. Me parece que éste es el
caso de la teoría estética de Theodor Adorno, especialmente en su intrincada disertación
sobre el ataque a la apariencia que plantean los experimentos de vanguardia en el perio
35 J. BAUDRILLARD, «Pop - An Art of Consumption», en P. Taylor (ed.), Post-Pop Art, Cambridge, Mass., The
MIT Press, 1989, pp. 34-35.
36 J. BAUDRILLARD, «The Precession of Símulacra», en Simulations, Nueva York, Semiotext(e), 1983, pp. 20-21.
S o b r e lo s i n i e s t r o en la c u l t u r a v i s u a l
221
37 En casi todas las descripciones del alcance y efectos de lo siniestro, se subraya que lo siniestro no nos es
asequible sin algún tipo de anclaje en lo «real». Por ejemplo, Tzvetan Todorov plantea un test de realidad como
la única manera de distinguir entre lo fantástico o lo maravilloso y lo siniestro. «Si [...] las leyes de la realidad per
manecen intactas y permiten una explicación de los fenómenos descritos -apunta-, decimos que la obra perte
nece a otro género: lo siniestro. Si, por el contrario, [...] debemos echar mano de otras leyes naturales para ex
plicar estos fenómenos, entramos en el género de lo maravillloso»; Todorov, The Fantastic, cit., p. 41.
38 Adorno, Aesthetic Theory, ed. Gretel Adorno y R olf Tiedermann, trad. Robert Hullot-Kentor, Minneapo-
lis, University o f M innesota Press, 1997 [ed. cast.: Teoría Estética, trad. Jorge Navarro, M adrid, Akal, 2004].
39 Ibid., p. 80.