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―Hacia una historia de la esclavitud y la abolición en la ciudad de Santa Fe, 1810-1853".

1
Magdalena Candioti
(CONICET-Inst. Ravignani/Universidad Nacional del Litoral)

Introducción
En la historiografía tradicional santafesina y consecuentemente en la memoria social
histórica de la ciudad y la provincia, la presencia de africanos y el hecho mismo de la
esclavitud han ocupado un lugar extremadamente marginal. Las menciones a los africanos
y sus hijos, de producirse, han repetido el tono cosificador de las fuentes y no se ha
desplegado un interés por la reconstrucción de sus vidas y experiencias. El trabajo más
específico sobre el tema en la ciudad, escrito por Catalina Pistone, sintomáticamente se
llama La “esclavatura” negra en Santa Fe (1996), reivindicando así la opción de retomar
el modo de las élites de referirse al ―conjunto de esclavos‖ como bienes. Dicho trabajo,
como los más generales de Manuel Cervera o Leoncio Gianello, resaltan el buen trato
recibido por los esclavos y la casi integración familiar que habría prevalecido2. Más
recientemente, María del Rosario Baravalle rompió esta tónica historiográfica con
investigaciones. que aquí recuperaremos, sobre la esclavitud en la Santa Fe colonial,
especialmente en el siglo XVII.

Este capítulo entonces pretende seguir rompiendo el demasiado largo silencio sobre
la vida de los esclavos en Santa Fe y busca iluminar no sólo sus padecimientos sino algunas
de sus luchas y estrategias de emancipación, aceleradas por el proceso revolucionario de
mayo. Para comenzar realizaré un breve balance sobre la vida de los esclavos en la colonia
para luego dar cuenta con mayor detenimiento de las primeras décadas del siglo XIX
resaltando la evolución poblacional, los modos de comercialización, el perfil ocupacional,
las posibilidades de compra de libertad, así como las transformaciones centrales
introducidas en la institución esclavista por los gobiernos revolucionarios y luego por los
gobiernos autónomos santafesinos. Para concluir, haremos una breve reflexión sobre la

1
Este trabajo ha sido posible gracias a una beca de la Fundación Slicher Van Bath de Jong para la promoción
del estudio y la investigación de la historia de América Latina, 2014.
2
Pistone sostiene por ejemplo que ―Se los trataba con familiaridad y ellos retribuían con un buen
comportamiento, sumisión y cariño‖ (1996:24) y tematiza las manumisiones testamentarias graciosas en
términos de ―Agradecimiento de familias santafesinas hacia sus esclavos negros‖ (1996: 59).
abolición decidida en la ciudad en el marco de la convención constituyente entre 1852 y
1853.
Las fuentes consultadas para este trabajo fueron diversas y se concentran
fundamentalmente en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe (archivos de
gobierno, de contaduría, actas capitulares, documentos varios del cabildo, padrones y
censos poblacionales, leyes y decretos, entre otros), el Departamento de Estudios
Etnográficos y Coloniales (donde se conservan escrituras públicas y expedientes civiles) y
el Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Santa Fe (donde consultamos registros
parroquiales de bautismo, matrimonio y defunciones así como libros de querellas).

Esclavitud en la aldea colonial


Desde su fundación en la actual Cayastá, Santa Fe tuvo un entramado social
complejo donde convivieron -con claras jerarquías- españoles, indios ―pacificados‖ y, en
menor medida, negros libres y esclavos. Para Pistone (1996: 24) los esclavos fueron
introducidos en la ciudad a partir de 1633, mientras que para Luis Calvo (1997) puede
haber sido antes, dado que un documento de 1637 menciona a un negro criollo (esto es,
nacido en la tierra) de cerca de 17 años. Si bien este esclavo puede no haber nacido en la
ciudad, la tesis del arribo previo es abonada por el hecho de que un acta del Cabildo del 13
de Julio de 1627, prohíbe el atraco de una barca en la ciudad –por la presencia de viruela-
que traía distintas cargas y esclavos3. Más allá de la prohibición momentánea del
desembarco, es plausible que el mismo se haya producido luego, o que otros barcos lo
hicieran.
Si bien es difícil saber cuántos llegaron a ser los esclavos en el siglo XVII, dada la
ausencia de recuentos de población, María del Rosario Baravalle (2001: 167) reconstruyó
que, entre 1641 y 1674, hubo aproximadamente 146 esclavos de los cuáles un 47,5% eran
mujeres y un 52,2 % varones.4 La historiadora también da cuenta de la existencia de un alto
porcentaje de matrimonios entre estos esclavizados, el cual atribuye a una estrategia de los
amos de evitar las huidas. Para el siglo siguiente, Teresa Suárez (1993 y 2007) a partir del
análisis de las Dispensas matrimoniales, muestra que las presiones de la Iglesia así como

3
Actas de Cabildo, Tomo II Segunda Serie, f.317v-318, 13/7/1627.
4
Es importante señalar que, para entonces, la población blanca se calculaba en 1300 personas.
los intereses de los amos fueron centrales para promover tales matrimonios, especialmente
entre esclavos del mismo dueño.
Baravalle, a su vez, da cuenta del promedio de esclavos del que disponían los
miembros de la élite. A excepción de la esposa del gobernador Hernando Arias de Saavedra
-que de acuerdo a su testamento llegó a disponer de 64 esclavos- la mayor parte de las
familias habrían tenido uno o dos esclavos y muy pocas entre tres y siete (2001: 172). El
precio de tales esclavos era realmente elevado en esos años, costando regularmente 800
pesos una pareja. Los esclavos eran ocupados en tareas rurales y urbanas, si bien las fuentes
santafesinas no son muy reveladoras al respecto. Los testamentos mencionan, por ejemplo,
la existencia de ―negros de estancia‖ (2006: 87). Si bien no sabemos mucho aún sobre sus
labores puntuales, es posible que no fueran muy distintas a las que llevaban adelante los
esclavos en las estancias bonaerenses y orientales descriptas por la historiografía rural
colonial (Gelman, 1989; Mayo, 1997).
Los esclavos urbanos, por su parte, estaban dedicados a distintas tareas de servicio
doméstico o podían desarrollar alguna tarea específica para sus amos directamente o para
otros, y por la cual obtenían un peculio. De acuerdo a Calvo (1997), los esclavos urbanos
vivían generalmente en la propiedad de sus amos.
Luego del traslado de la ciudad al nuevo sitio y a lo largo del siglo XVIII la ciudad
fue creciendo, afianzando su control del territorio. Las bases rurales de la economía
tradicionalmente comercial crecieron y, hacia fines de la colonia, la producción y los
circuitos mercantiles fueron reorientándose hacia Buenos Aires (Halperín Dongui, 1994).
El proceso estuvo lejos de ser sencillo, especialmente para los pueblos indígenas de la
región, continuamente presionados y sujetos a los intentos de control por parte de la
pequeña pero cerrada élite santafesina (Suárez y Tornay, 2003). No existen
reconstrucciones sobre el volumen de la población esclava para el siglo XVIII (y ensayar
una propia a partir de registros bautismales excede las posibilidades de este trabajo). Hacia
1720, Cervera sostiene que la población de castas en general debía constituir un cuarto de la
población pero es presumible que con el establecimiento del ―libre comercio‖, y la
consecuente intensificación de la importación de esclavos africanos, su peso en la ciudad se
haya incrementado.
Hacia fines del XVIII la ciudad vivió una decadencia como centro terrestre y fluvial.
Para entonces el procurador José Teodoro Larramendi calculaba que, ―computadas las
gentes de todas calidades y estados‖, la población ascendía de ―cuatro mil a cinco mil
personas‖5. Dos años más tarde, Félix de Azara (1801: 221) aseguraba que los habitantes
eran más bien cuatro mil y, aclaraba que la ciudad iba ―en decadencia desde que se ha dado
libertad a los vecinos del Paraguay para introducir su yerba por Buenos Aires al Perú y
Chile‖. La abolición del ―puerto preciso‖ sobre el Paraná fue resentida por una aldea que
transformada en tierra de emigración, signada por la precariedad de su economía y por
esporádicos pero persistentes ataques indígenas, tardó décadas en recuperarse. Esta
inestabilidad y precariedad económica y social, sólo se agudizó con la revolución.

Revolución y autonomía en la provincia


La noticia de los sucesos de mayo en Buenos Aires llegó a Santa Fe el 4 de junio de
1810 y fue recibida con aceptación sino con satisfacción.6. Para los historiadores locales
Rafael López Rosas (1960) y Leoncio Gianello (1960), la inmediata aceptación de Junta
Provisional por las autoridades santafesinas habría sido producto del ―jacobinismo
revolucionario‖ de algunos santafesinos mientras que para otros autores, la aquiescencia se
explicaría más por el desconocimiento de los conflictos que la habían enfrentado al virrey
con la nueva junta (así como a los miembros de ésta)7, por la genuina creencia de que se
trataba de un modo eficaz de defender los derechos del rey cautivo -como sostenía el poder
conferido al representante ocal para la Junta Grande-, y centralmente por una inercia en el
acatamiento de las órdenes de la capital virreinal.8
Cualesquiera fueran los motivos, la ciudad y su cabildo aceptaron a las autoridades
porteñas y aplicaron sus directivas. Los conflictos, sin embargo, no tardaron en llegar. En

5
―Informe al Consulado del procurador José Teodoro Larramendi‖, Apéndice en Cervera (1907).
6
Cuenta Urbano de Iriondo en sus Apuntes (1968: 41) que el gobernador Prudencio ―… Gastañaduy recibió
los pliegos referidos, mandó a tirar un cañonazo en la plaza y repicar las campanas, y se reconoció
tácitamente el nuevo Gobierno‖.
7
En éste sentido Cervera (1907: 344) plantea que ―Tan ignorante hallábase el pueblo de todo el Virreinato,
del suceso a producirse en Buenos Aires, que recién despertó algunos meses y años después al conocimiento
de los hechos‖. Enfasis agregado
8
Así lo creía Domingo Crespo (1907, p. 3) quien sostenía que ―… los pueblos argentinos, convinieron todos
en el nuevo orden de cosas, pero acostumbrados desde su infancia á reconocer en la ciudad de Buenos Aires
el gobierno general de los Reyes, no hicieron alto en obedecer las disposiciones que emanaban del nuevo
gobierno que se estableció en aquella capital, ni en recibir los nuevos gobernadores que de allí se mandaban á
todos ellos‖. Enfasis agregado.
septiembre fue removido el gobernador Gastañaduy que llevaba 18 años en la ciudad y fue
reemplazado por el coronel Manuel Ruiz, el primero de una serie de seis gobernadores que
serían resistidos por la ciudad. En octubre, de la mano de Manuel Belgrano, llegó la
segunda y demasiado costosa muestra de fidelidad exigida por la Junta. La ciudad debió
aportar a la expedición al Paraguay las dos compañías de blandengues que protegían su
frontera. El malestar escaló. Estos hechos, junto a la alternativa que representaba y
promovía el artiguismo, cimentaron la opción autonomista de la ciudad y la provincia que,
en 1815, decidió elegir a su propio gobernador. El desaire al Directorio le costaría caro a la
rebelde provincia dado que la avasallante superioridad militar porteña restituiría el control
sólo cuatro meses más tarde. No sería el fin de los enfrentamientos. Una nueva rebelión -
impulsada por los abusos perpetrados por el ejército al mando de Viamonte, el
convencimiento de la imposibilidad de reencontrar la prosperidad con las imposiciones de
las que era objeto por el gobierno central, y amparada en el apoyo abierto del artiguismo-
logró en julio de 1816 la expulsión de las tropas de Buenos Aires. Mariano Vera fue electo
gobernador. Dos años más tarde, sin embargo, la tibieza mostrada en sus relaciones con el
Protector de los Pueblos Libres y su predisposición a negociar con Buenos Aires,
precipitaron su caída. Para entonces la tensión entre autonomistas (artiguistas y no) y
centralistas desgarraba a una élite que no acertaba a recuperar el orden económico y social
ni a saber de la mano de cuál de las fuerzas en pugna éste podía ser posible. En julio de
1818, esa tensión estalló en la forma de un enfrentamiento entre el gobernador y el cabildo
que vino a cerrar un hombre ajeno a la élite tradicional. Estanislao López, un militar que
había adquirido prestigio y ascendencia al calor de la guerra, asumió la jefatura de la
provincia y rápidamente disciplinó a la desgarrada élite. Su capacidad para crear bases de
poder independientes de esa fracción (fundadas en una organización militar disciplinada,
una eficaz política pactista con las demás provincias y una defensa exitosa de la frontera
con los indígenas) le permitió mantenerse veinte años en el gobierno sin mayores
resistencias.
¿Cómo se componía entonces la población esclava? ¿Cómo se comercializa?
¿Cómo se desenvolvió su vida cotidiana? ¿Qué cambios trajeron los gobiernos de la
revolución y luego los autónomos provinciales para los esclavizados y esclavizadas de la
ciudad? ¿Aumentaron las posibilidades de libertad, de manumisión y de autonomía
personal de los esclavizados? Son algunos de los interrogantes que intentaremos develar.

Población de color y esclavizados tras la revolución


De acuerdo al único cálculo existente sobre la población de color en Santa Fe a
inicios del siglo XIX, ésta constituía hacia 1817 el 27,73 % del total de la ciudad. Este
cálculo fue realizado por Pistone quien -retomando un trabajo colectivo sobre ―españoles
europeos‖ en Santa Fe entre 1810 y 1823 (Calvo y otros, 1987-91)- sostiene que de los
7.303 habitantes que habría tenido la ciudad en esos años, 2.025 habrían sido ―negros,
zambos, mulatos, mestizos y pardos‖ (Pistone, 1996: 43).
Este cálculo resulta del uso de los padrones de la ciudad que se conservan -
correspondientes a los cuarteles 2, 3 y 4, realizados entre 1816 y 18179- más la asignación
al cuartel número 1 de la misma población que el 2 (siguiendo la propuesta de Manuel
Cervera en su Historia de Santa Fe). El mencionado cálculo de la población de color es
singular porque se realiza sumando una supuesta cantidad de 1200 esclavos –a razón de 400
esclavos por cuartel– con 825 ―negros, libertos, mulatos, indios, pardos, mestizos, etc.‖
(Pistone, 199: 43) que se concentrarían en las manzanas 23 a 28 del cuartel N° 4 y que los
mencionados autores bautizan entonces como ―barrio de los negros‖. El intento de
reconstrucción es válido en sí mismo pero presenta inconvenientes. Aquí intentaremos
ajustar estas cifras y sobre todo potenciar el uso que puede hacerse de estas mismas fuentes
censales.
Para comenzar, ellas ofrecen una pormenorizada clasificación de la población. Las
categorías censadas no sólo distinguían ―varones‖ y ―mujeres‖ ―patria‖, ―edad‖,
―profesión‖ y ―estado‖, sino que explícitamente clasificaban ―pardos y morenos‖ y su
―clase‖. A partir de un simple recuento es posible saber cuántos varones y mujeres fueron
contemporáneamente clasificados como ―pardos y morenos‖ -rubro bajo el cual se
distinguía si se trataba de personas ―libres‖ o ―esclavas‖- así como cuántos fueron
considerados ―negros‖, ―pardos‖, ―morenos‖, ―chinos‖, ―indios‖, ―blancos‖ o ―españoles‖,
que son las ―clases‖ distinguidas en los padrones santafesinos.

9
Archivo General de la Provincia de Santa Fe (en adelante AGPSF), Gobierno, Tomo 1. (1573-1830). Leg.
8, ―Padrón del cuartel N° 2‖, ff. 170-185 y Leg. 9, ―Padrón del Cuartel N° 4‖, ff. 186-210; y Cabildo,
Documentos Varios, tomo 35, ―Padrón del cuartel N° 3‖, ff. 1-39.
De este modo, encontramos que en el cuartel N° 2 –que comprendía 12 manzanas-
568 de los 1187 habitantes eran pardos o morenos.10 La gran mayoría de esa población de
color era considerada ―parda‖ (489 habitantes), mientras que 53 fueron anotados como
―negros‖ y 21 como ―morenos‖. Poco más del 50% de estos hombres y mujeres de color
eran esclavos (289 personas) y ellos constituían casi el 25% de la población del cuartel.
Este alto porcentaje de esclavizados entre la población de color se explica por el
predominio en el cuartel de familias de la élite y de conventos que concentraban la
propiedad de esclavos, mayormente para el servicio doméstico. Para el cuartel N° 1 vamos
a mantener la hipótesis de una similitud con el segundo y de este modo estimaremos sus
rasgos a partir de este último.
Los cuarteles 3 y 4, en cambio, eran los más poblados, con 28 manzanas cada uno, y
tenían un perfil popular más heterogéneo. En el cuartel N° 3, 998 de los 2576
empadronados fueron clasificados como pardos y morenos de los cuáles 246 eran esclavos
y 752 libres. En el cuartel N° 4, con 2060 habitantes, 626 fueron anotados como pardos o
morenos. De ellos, casi el 20%, esto es 120, eran esclavos. La población parda y morena
que era ―libre‖ en cada uno de estos dos cuarteles sobrepasaba así el 70% (726 y 506
personas respectivamente). Allí, alejados de los espacios de residencia y sociabilidad de la
elite, las familias de pardos y morenos libres compartían la vida cotidiana con blancos
pobres, esclavos que vivían fuera de la casa de sus amos, e indios. Los indios registrados
fueron 236 en el tercer cuartel y 533 en el cuarto. Precisamente en ese cuartel, en las
manzanas 23 a 28 que los mencionados autores proponen llamar ―barrio de los negros‖ es
que se concentran fuertemente familias indígenas, algunos ―chinos‖ y unos pocos pardos. Si
bien el cuarto fue un cuartel eminentemente habitado por sectores populares de color -
donde más del 27% era moreno o pardo- sólo 17 hombres y mujeres fueron catalogados allí
como negros que, junto a aquellos considerados pardos, desplegaron un patrón de
localización no tan concentrado en ciertas manzanas como era el caso de chinos e indios.

10
Incluimos en la contabilización de pardos y morenos a aquellos individuos inscriptos específicamente como
―pardos‖, ―morenos‖ o ―negros‖, más los clasificados como ―chinos‖ por dos razones. La primera es que eran
contabilizados como ―pardos y morenos‖ y por tanto era anotada su condición de ―libres‖ (ninguno fue
considerado esclavo) y, en segundo lugar, porque de acuerdo a la clasificación de castas colonial los ―chinos‖
eran hijos de mulatos (hijo de español y negro) con indios. No sabemos si este era el uso preciso que se le
daba en Santa Fe pero su inclusión nos permite evitar la infravaloración de la población afrodescendiente.
Creemos, en síntesis, que es posible y necesario hacer esta distinción entre ―pardos
y morenos‖ (incluyendo a los ―chinos‖) por un lado, e ―indios‖, por el otro, para
comprender mejor la composición del mundo popular santafesino y, a su vez, poder
ponderar tanto el peso de los africanos y afrodescendientes como el volumen de la
población específicamente esclava (ver cuadro 1).

Cuadro 1
Total de Total
Negros o “Pardos y Población
Cuartel Pardos Morenos Chinos Morenos” Indios de Color
1* 489 53 5 568 2 570
2 489 53 5 568 2 570
3 633 83 282 998 236 1234
4 523 13 91 626 533 1159
TOTAL 2134 202 383 2760 773 3533
Elaboración propia con datos de los tres padrones mencionados.
*Como no se conservan padrones sobre el primer cuartel sostenemos el supuesto sobre su similitud con el
perfil del segundo.

Ajustando los cálculos podemos decir que la población de color en sentido amplio -
esto es incluyendo pardos, morenos, negros, chinos e indios- no constituía el 27,73% de la
población (esto es 2.025 personas) sino que ascendía al 50%. Esta cifra surge de sumar los
2760 llamados pardos y morenos a los 773 indios residentes en los cuatro cuarteles. Por
otro lado, si nos concentramos exclusivamente sobre la población ―parda y morena‖
podemos concluir que constituía el 39,54% del total mientras que si nos enfocamos
exclusivamente en la población esclava contabilizamos al menos 824 esclavos, que eran
casi un 30% del total de pardos y morenos, y un 11,80% del total de los santafesinos. Ver
cuadro 2.

Cuadro 2
Pardos y Morenos Total Porcentaje Población
“Pardos y del Total Total
Cuartel Libres Esclavos Morenos” Poblacional
1* 279 289 568 47,85% 1187
2 279 289 568 47,88% 1187
3 752 246 998 38,74% 2576
4 506 120 626 30,38% 2060
TOTAL 1816 944 2760 39,54% 6980

Elaboración propia con datos de los tres padrones mencionados.


*Como no se conservan padrones sobre el primer cuartel sostenemos el supuesto sobre su similitud con el
perfil del segundo.

Finalmente, con los padrones podemos realizar una reconstrucción específica de la


cantidad de africanos que vivían en Santa Fe hacia 1817. De acuerdo a estos registros, al
menos 115 africanos residían en la traza urbana distribuidos de la siguiente forma:
supuestamente 28 en el primer cuartel; 28 en el segundo cuartel, 51 en el tercero y ocho en
el cuarto. El número es claramente aproximativo dado que, al calor de la tarea censal, es
posible que se anotaran como criollos negros en realidad ―bozales‖, especialmente en el
cuartel cuarto donde el censista no parece haber estado muy atento a esta dimensión En sus
manzanas habitadas por cientos de pardos y morenos sólo se inscribieron 8 africanos, los 8
esclavos, y en general sólo 13 negros, lo cual sugiere que la condición de libres puede haber
actuado como un disuasivo de la clasificación como negro y de la indagación en torno a la
procedencia). El nacimiento africano, a su vez, no se superponía exactamente con la
clasificación negra ya que encontramos africanos clasificados como ―pardos‖ así como
―negros‖ que no eran africanos. Como han mostrado numerosos trabajos sobre
clasificaciones ―raciales‖ (Farberman y Ratto, 2009; Boixados y Farberman, 2009 y
Guzmán, 2010) éstas siempre son más construidas que evidentes, y más multidimensionales
y situacionales que taxativas.
Los padrones, a su vez, daban cuenta de la ―patria‖ en el sentido de lugar de
nacimiento o procedencia de los habitantes. De este modo, en relación a los africanos
censados encontramos que se anotaban centralmente dos orígenes: Angola (45) y Guinea
(40) y sólo un caso de Mozambique y otro de Mina11. La mención a estos lugares no debe
tomarse como referencia de la procedencia originaria sino que generalmente aluden a los
puertos de embarque de los esclavizados. Esta clasificación puede haber sido altamente
arbitraria e impuesta por el encargado de realizarla ya que prácticamente todos los anotados
como procedentes de Angola pertenecen al cuartel dos y cuatro mientras que los registrados
como de Guinea se concentran en el tercero. Si posamos la mirada sobre otras fuentes,
como las actas matrimoniales, vemos una mayor heterogeneidad en las referencias a las
pertenencias africanas. En los 71 casamientos llevados adelante entre 1810 y 1853, en los
que al menos uno de los contrayentes era africano, se anotan las siguientes ‖naciones‖:
Congo (14), Mina (13), Angola (13), Benguela (13), Mozambique (8), Guinea (4),
Casanche (2), Lubolo (1), imperio turco (1)12 y dos menciones a ―africanos‖ en general.
Como vemos, en el marco más cercano de la parroquia la heterogeneidad de la población de
origen africano podía ser conocida con más detalle. Estos grupos, sin embargo, y no se
correspondían necesariamente con grupos étnicos y solidaridades culturales claras
preexistentes en el África pre-colonial (Chamosa, 2003) ellas muchas veces constituyeron
ya sea denominaciones ligadas a los puertos desde los que habían sido embarcados (y
provenientes de tierras diversas hacia el interior), ya sea a solidaridades forjadas en
América para reconstruir lazos de parentesco sobre la base de culturas similares.
Queda planteada aquí una importante tarea pendiente: la reconstrucción de las
experiencias, trayectorias y reformulación de los imaginarios de aquellos africanos que
fueron capturados y apartados de sus familias y aldeas, forzadamente llevados al otro lado
del Atlántico, vendidos, rebautizados, sujetos a prácticas de reconversión religiosa e
inmersos en una cultura y una lengua que debieron aprender a descifrar. Dar cuenta de la
vida de quienes sobre los cimientos de estas grandes violencias, encontraron fuerzas para
sobrevivir, sigue siendo un desafío y no sólo para el caso santafesino.
Aquí, para comenzar, podemos señalar cómo llegaban los africanos esclavizados a
la ciudad.

11
Los números dados sobre guineanos y angoleños son efectivamente registrados, esto es, no se cuentan los
que el cuartel 1 podría haber tenido.
12
Se trata de un caso único de un soldado de la Compañía de Morenos llamado Jacinto Marcelino y que se
dice es ―natural de la ciudad de Calcata del imperio del gran Turco‖. Archivo de la Arquidiócesis de Santa Fe,
Libro de Matrimonios, volumen 5, 1820-1838, f. 204v.
El mercado esclavista santafesino
Con el establecimiento del libre comercio y la creación del virreinato a fines del
XVIII, el ingreso de esclavos africanos se multiplicó en la región (Borucki, 2009). Santa
Fe, como en relación a otros circuitos comerciales, fue un espacio de paso y distribución
hacia el Paraguay, Córdoba y el Alto Perú. En 1812, con la prohibición de la trata, el
ingreso directo y legal de esclavizados por Buenos Aires se cortó. No ocurrió lo mismo en
otros puertos americanos desde donde presumiblemente el tráfico lento e ilegal se
incrementó.
Si bien no hay registros de buques negreros (ya fuera provenientes de África o
Brasil) desembarcando en el puerto local, en la ciudad se comercializaban esclavos
africanos que habían sido comprados en su ―primera introducción‖, ya fuera en Buenos
Aires o, en menor medida, en Montevideo. Las escrituras públicas de la ciudad dan cuenta
de esta realidad. Por ejemplo, en junio de 1812, Don Santiago Sierra ―vecino de la ciudad
de Montevideo‖ vendía a Don José Antonio Bustos, ―un negro bozal esclavo mío llamado
Vicente que me pertenece en propiedad por haberlo comprado en dicha ciudad de
Montevideo en primera venta de introducción como consta en el boleto‖13. En noviembre
de 1813, Don José de Amarilla, vecino de Buenos Aires, vendía a Don José Martín Sánchez
―un negro mi esclavo llamado Juan como de 15 a 16 años el cual es mio propio por haberlo
comprado de una partida que introdujo en aquella ciudad Don Bentura Miguel Marcó del
Pont el año de 1810‖14. En 1818, Don Marcos Ancina vendía una esclava negra llamada
María que "compró en Buenos Aires en su primera introducción"15 y en 1824 Doña
Francisca Alzogaray vendió una ―negra esclava llamada Teresa mayor de 30 años‖
comprada "en su primera introducción procedente de la costa de Africa"16. Para 1827, la
única venta que involucra un esclavo comprado por un santafesino en su arribo al
continente (en verdad se trata de un poder que otorga José Clucellas para venderlo), el amo
aclara que lo posee por ―compra que de él hizo a estilo de feria a los introductores
comerciantes de esclavatura de la costa de África en tiempo de su introducción y tráfico era

13
Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (en adelante, DEEC), Escrituras Públicas (en
adelante, EP), tomo 23, 1812, f. 78v.
14
Idem, f. 256v.
15
DEEC, EP, t. 24, 1818, f. 167.
16
DEEC, EP, t. 25, 1824-1830, f. 56.
permitida libremente y sin pago de derechos"17. Por la edad de estos esclavos al momento
de su reventa se revela la corta edad que tenían al tiempo de su secuestro, traslado y arribo
al nuevo mundo.
Con la prohibición del comercio transatlántico, el mercado esclavista rioplatense en
tiempos republicanos debió reconfigurarse y el santafesino estuvo de hecho alimentado por
diversas vías. Tanto Buenos Aires como Montevideo, y la Banda Oriental en general,
fueron centros de donde provenían muchos esclavos comercializados en la ciudad, aunque
no fueran bozales. Tanto Pastora Nuñez como María Peralta, Antonio Pelovio, José Arias,
José Moirá, Fructuoso Rivera y Lorenzo Otero18 vendieron esclavos que habían adquirido
en territorio uruguayo, ya sea por ser vecinos de la otra banda o por simplemente haberlos
comprado allí.19 Por su parte, varios santafesinos declaraban haber comprado directamente,
o por intermedio de personas que viajaban frecuentemente, esclavos en Buenos Aires
(Isidro Infante, Manuela Baigorria, José Iturraspe20. Finalmente, otros tantos vecinos
porteños vendieron esclavos en la ciudad litoral como Santiago Rivadavia, Gerardo Ferreira
y Juan de Alagon,21. Otra fracción menor de los esclavos comercializados en Santa Fe entre
1810 y 1853 habían sido comprados originalmente en Córdoba, Paraguay, Corrientes o en
Paraná.22
Los escribanos cotidianamente certificaban el cambio de propietario de los esclavos
existentes (circulación en las que los fallecimientos y las consecuentes ejecuciones
testamentarias cumplían un rol catalizador importante). La alimentación de nuevos
―insumos‖ para este mercado proveía del tráfico ilegal de países vecinos, discontinuo y
errático, junto a la sistemática y certera comodificación de la prole de las esclavas de la
región. De este modo, mientras las páginas de los protocolos notariales se llenaban de
escrituras, la suerte de cientos de africanos y afrodescendientes se iba definiendo sin su
consentimiento.

17
DEEC, EP, t. 25, f. 322.
18
Idem, f. 298/9.
19
DEEC, EP, t. 23, 1812, f. 111v; 1813, f. 258v; 1814, f. 348; tomo 24, 1817, f. 53v; tomo 25, 1826, f. 185v;
1827, f. 330) y 1828, f. f. 298-9.
20
DEEC, EP, t. 25, 1825, f. 167v; t. 26, 1837, f. 468v; y t. 27, 1851, f.247.
21
DEEC, EP, t. 23, 1814, f. 290v; 1814, f. 307; t. 25, 1826, f.277.
22
Ejemplos de compras en Córdoba encontramos en DEEC, EP, t. 23, 1815, f. 392v y ss; t. 26, 1831, f. 93;
Compras en Corrientes se mencionan por ejemplo en t. 23, 1816, 521; t. 24, 1816, f. 44; t.25, 1824, f. 54v.
Oficios y ocupaciones
¿Qué funciones desempeñaban estos esclavizados en la ciudad? La mayor parte de
los esclavizados cumplían funciones de servicio en las casas y eran un ―bien‖ suntuoso sólo
accesible para las familias de las élites. Una pequeña fracción de entre ellos, sin embargo,
especialmente varones, ejercían algún tipo de oficio lo cual, por un lado, acrecentaba su
valuación y, por otro, potenciaba sus posibilidades de obtener peculio y eventualmente
compra su libertad. Los oficios mencionados en las escrituras públicas sólo son los de
zapateros, albañiles y sastres.23 En los padrones, las ―profesiones‖ señaladas fueron más
variadas -especialmente en el padrón de 1823 cuyo énfasis en señalarlas, sugiere que se
trató de un padrón militar más que electoral.24 Las labores de los esclavos varones (no se
distinguen las de las mujeres) fueron, por orden de importancia: zapateros, ―servicios‖,
albañiles, plateros, barberos, carpinteros, carretilleros, labradores, carniceros, boteros,
sastre, músico y hasta un sacristán.
Estas ocupaciones no difieren mayormente de las que desempeñaban pardos y
morenos libres, si bien se registran dos diferencias en relación a los esclavos. En primer
lugar, hay una mayor cantidad de negros libres que esclavos con oficios–lo que sugiere que
la posibilidad de acumular capital, ligada al desempeño de una profesión rentable, les
permitiera comprar su libertad- y, en segundo lugar, los pardos libres ejercían ciertos
trabajos, como el de pulperos o carniceros, que no se registran entre los esclavos. Otros
oficios desempeñados por pardos y morenos y libres fueron los de herreros, peones,
torneros, lomilleros, maderero, leñatero, comerciantes, adobero, marinero, ―trensa riendas‖
y pescadores. Diversas

Entre la esclavitud y la libertad: los niños libertos


En el territorio provincial santafesino tuvieron vigencia las principales leyes de
abolición gradual sancionadas por las distintas autoridades ―nacionales‖. De este modo,
tanto la abolición del tráfico (desde 1812) como la libertad de vientres (sancionada por la
Asamblea constituyente de 1813) fueron aplicadas en la ciudad. Sin embargo, y como

23
DEEC, EP, tomo 23, 1812, f. 68, tomo 24, 1821, f. 111v; tomo 23, 1815, f. 384v; 1814, f. 278 y 1813,
183v; tomo 25, 1824, f. 35v y 1829, f. 453v.
24
Sólo se conserva el padrón realizado en el cuartel 3 y, como mencionamos, sólo registra varones. AGPSF,
Archivo de Gobierno, Tomo 1. (1573-1830), Leg. 15, ff. 233-243.
sucediera en otros espacios, los hijos de las esclavas no fueron inmediatamente libres sino
que, en el mejor de los casos, entraron en el limbo de la condición de libertos (Candioti,
2010, Crespi, 2010). Como tales debían servir a los amos de sus madres hasta los 16 años
las mujeres y hasta los veinte los varones, salvo que se emanciparan (se casaran) antes.
Los curas de la Iglesia Matriz de todos los Santos, responsables de inscribir los
nacimientos en la ciudad, desarrollaron a lo largo de estos cuarenta años diversos modos de
registrar a los libertos. En los primeros años no se los anotó explícitamente como tales sino
que se dejaba constancia de que eran ―hijos de esclavas‖. Más tarde se pasó a señalar en los
márgenes de cada inscripción bautismal que el niño era un liberto, centralmente para
resaltar que el acto era gratis, tal como establecía el ―Reglamento para educación y
ejercicio de los libertos‖.25 Obviamente la relevancia de este hecho trascendía los intereses
eclesiásticos dado que esa inscripción era la forma de comprobar eventualmente la fecha de
nacimiento de los niños, y por tanto su carácter de cautivos o libertos.
De todas formas, la situación jurídica y vital de estos libertos fue extremadamente
frágil y confusa, sujeta a múltiples posibilidades de abusos y de violación de sus derechos.
Ello se evidencia en al menos tres prácticas distintas.
En primer lugar, muchos libertos siguieron siendo censados, tratados e incluso
vendidos como esclavos. Los padrones de 1817 invariablemente contabilizaron a los
libertos (o a quienes por su edad debían serlo) como esclavos. Esto es sintomático dado que
revela que estos niños, luego jóvenes, seguían considerándose parte del patrimonio de los
amos de sus madres. Un caso extremo de esta equiparación entre libertos y esclavos se
percibe en la venta realizada en mayo de 1824 por Don Juan Francisco Maciel, alcalde
ordinario de segundo voto, de ―un mulatillo esclavo llamado Lucas de cómo once años el
cual era propio de la testamentaria de la finada Doña María Josefa Basualdo‖ que había
muerto intestada y cuyos herederos eran sus hijos menores. Sujeto a las decisiones
judiciales, Lucas era vendido como esclavo sin que nadie advirtiera sobre su condición de
liberto y de que, eventualmente, sólo podían ejercer un patronato sobre sí, y hasta los veinte
años.

25
Archivo de la Arquidiócesis de Santa Fe (en adelante, AASF), Libros de Bautismos, volumen 9, 1809-
1818; vol. 10, 1814-1818; vol 11, 1819-1826; vol. 12, 1826-1832; vol. 13, 1832-1837, vol. 14, 1837-1843;
vol. 15, 1843-1848 y vol 16, 1848-1852 y vol 17. 1852-1858. Hacia el volumen 13 casi desaparecen las
anotaciones al margen sobre libertos.
En segundo lugar, la ambigüedad del estatus de los libertos se potenciaba por el
hecho de que los amos que tenían el patronato podían enajenarlo (incluso separando a los
niños de sus madres). Así, en 1813, doña Rosa Pereyra al morir, si bien declaraba como
―universal heredera‖ a su alma y liberaba gratuitamente a dos esclavas, le dejaba a su
sobrina María Felisa ―una alfombrita de iglesia y la prole que nazca de su esclava María
que está embarazada, para que tome a su cargo y patrocinio con arreglo a los soberanos
decretos de la Asamblea General". De este modo, los libertos circulaban no sólo a través de
ventas sino también de disposiciones testamentarias que decidían su suerte incluso antes de
nacer.26
La tercera fuente de inseguridad para los libertos provenía del hecho de que la
misma ley que declaraba libres los vientres, era considerada potencialmente reversible. Una
muestra clara muestra de ello la encontramos en una escritura de venta realizada por el
presbítero local, Malaquías Duarte Neves -asiduo participante del mercado esclavista local.
En ella vendía a Don Francisco Antonio Maciel una esclava llamada Camila de 28 años
junto con su hijo Agustín de un año y cinco meses. En el documento aclaraba que "en caso
de que en el transcurso del tiempo se derogue esta ley a favor de los libertos y estos vuelvan
a esclavitud queda al vendedor su derecho a salvo por este el presente contrato‖.27 El
testimonio no sólo habla de la avidez de Duarte por proteger su eventual propiedad sobre el
pequeño sino que revela que la esclavitud era pensada por muchos como el estado original
o natural de los hijos de las esclavas, al cual podían ―volver‖ si el estado así lo decidía.
Esta misma forma de pensar la libertad de vientres como una gracia que podía retirarse así
como se había otorgado, se percibe en otra escritura de 1834. En ella se explicita que
María de los Reyes- la mulata cuya venta se estaba registrando- era efectivamente esclava
dado que era ―nacida antes de la promulgación del indulto sobre libertos según lo ha hecho
constar judicialmente‖28. Si, por un lado, la escritura da cuenta de que había habido
acciones en pos de certificar la posible condición de liberta de María -hecho que habría sido
descartado-, por otro lado, muestra que la ley de libertad de vientres era tematizada en
términos de ―indulto‖, esto es, de un beneficio de tipo excepcional más que como la
restitución de un derecho.

26
DEEC, EP, t. 23, f. 167 y ss.
27
DEEC, E.P., T. 25 - 1824-30, f. 4 v -6.
28
DEEC, EP, t. 23, f. 243 v ss..
Sujetos al patronato, separados de sus madres, vendidos como esclavos, heredados
como objetos, la vida de los libertos pudo ser así tan incierta y ordenada por otros como la
de los esclavizados.

“Libres por la patria”


El segundo conjunto de decretos que afectó a los esclavos y posibilitó su
emancipación a gran escala fueron los rescates para participar en las guerras. Queda
pendiente un trabajo sistemático sobre los batallones de pardos y morenos de la provincia,
su composición, su dinámica y su participación social y militar. Lo que aquí sí podemos
adelantar -a partir del análisis de los registros parroquiales matrimoniales así como de los
padrones- es que la incorporación en el ejército constituyó una vía importante por la que
muchos africanos y afrodescendientes esclavizados accedieron a su libertad, e incluso
pudieron ascender socialmente. Entre 1810 y 1853, podemos saber que se casaron 17
negros registrados explícitamente como ―libres por la patria‖, con una concentración en los
años 1820 a 1838. Entre ellos once eran africanos (cuatro ―mozambique‖, tres ―congos‖,
dos ―benguelas‖, un ―mina‖ y un ―angola‖) y seis criollos. A su vez se registran numerosos
pardos y morenos soldados y libres que, si bien no se explicita si eran libres por la patria, es
plausible que lo fueran. Más indicios sobre la relevancia de la guerra para acelerar la
libertad de africanos y afrodescendientes los encontramos en el padrón masculino del
cuartel tercero de 1823 donde se consignan nueve pardos y morenos libres soldados, que
presumiblemente fueron ―rescatados‖.

La guerra no fue la única forma de acceder a la libertad. En esos años los esclavos
acudieron a la antigua práctica de manumitirse. No estamos en condiciones de evaluar aún
si lo hicieron más o menos que en tiempos coloniales pero podemos consignar algunas
modalidades desplegadas así como el impacto de ciertas políticas gubernamentales de
promoción de las manumisiones.
A pesar de la codificación de la que eran objetos y la forma arbitraria en la que se
decidía sobre la vida de los esclavizados, ellos desplegaron diversas estrategias para
alcanzar la libertad. Unas fueron ilegales, como las fugas (de las que dan cuenta tanto las
actas capitulares como los relatos contenidos en los testamentos, poderes y compra ventas)
y otras legales, como la compra de la libertad. Esta solía realizarse con la ayuda de
familiares, en un contexto de negociación con los amos y era sólo accesible a algunos
esclavos. Por cuestiones de espacio aquí nos concentraremos en aquellas libertades
conquistadas haciendo uso de algunos instrumentos diseñados por los gobiernos
autonómicos provinciales.

Políticas provinciales de promoción de la autocompra de la libertad


Además de estas políticas que se dieron a nivel nacional, hubo al menos tres leyes
exclusivas de la provincia que buscaron favorecer las manumisiones.29 La primera fue
decretada en 1816 por iniciativa del gobernador Vera quien sostenía que ―Meditando sobre
los medios de beneficiar cuanto esté a mi alcance la población que tengo la honra de
presidir, y conceptuando ser uno de ellos el facilitar a los esclavos la concesión de su
libertad, con el menor gravamen de sus dueños propietarios, tuve a bien proponerlo a la
asamblea representativa de la provincia, la cual usando de la autoridad que le fue concedida
por el pueblo, acordó en su sesión del día 12 del presente mes y año establecer con fuerza
de ley provisoria‖30 que el estado abonaría un tercio del precio en que fuera tasado
legalmente todo esclavo o esclava que quisiera comprar su libertad. Ese tercio se
amortizaría ―en la Aduana a cuenta de derechos, cuyo documento será endosable por
quienes circule‖. Haciendo uso del descuento en el ahorro necesario para manumitirse, al
menos cinco esclavos obtuvieron su carta de libertad. En noviembre de 1817 Marcos,
esclavo de Francisco Grondona, compró su libertad pagando dos tercios de los 280 pesos
por los que había sido tasado.31 El cuatro de Diciembre la esclava Micaela se manumitió
pagando a Don Miguel Escobar cien de los 150 pesos de su tasación32. Cinco días más
tarde, Eucebia Freyre compraba la libertad de su hija Simona Tadea de seis años abonando
dos tercios de ochenta pesos33. Y el 18 de diciembre Ramón recibía carta de libertad por
parte de Doña Rosa Santacruz usando este mismo beneficio34. Es curioso que durante 1818

29
Esto no quiere decir que las políticas de los gobiernos santafesinos sólo buscaron favorecer la liberación de
esclavos. No sólo no hubo voluntad de abolición sino que se multiplicaron medias especiales para garantizar
el control y el disciplinamiento de la población de color.
30
Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe, (en adelante, ROPSF), tomo I, Santa Fe 1888, p. 28.
31
DEEC, EP, t. 24, 1817, f. 143 y ss.
32
IDEM, f. 153
33
IDEM, f. 153v.
34
IDEM, f. 155.
no hay registro de manumisiones de este tipo y recién en mayo de 1819 dos esclavos, Rita y
su hijo Silberio, compran su libertad abonando dos tercios de 296$ de su tasación
conjunta35.
Tres meses más tarde, Estanislao López disponía el fin de este beneficio por haber
aumentado ―las necesidades comunes y multiplicado los objetos en que deben invertirse los
fondos públicos‖36.

Una segunda medida se adoptó unos años más tarde para facilitar las manumisiones.
Se trató del establecimiento de la obligación a los amos de rebajar el diez por ciento de la
tasación que los peritos hicieran de sus esclavos37. La ley, sancionada por la legislatura el
26 de abril de 1825, no fue utilizada en la ciudad sino hasta el año siguiente cuando Petrona
Navarro logró su manumisión tras el pago por su hija de 135 de los 150 pesos en que Don
Lucas Requena y Don José Elías Galisteo la habían tasado.38 En febrero, también la esclava
Petromila, ―avaluada por los peritos nombrados en 300 pesos y según la Superior
Disposición de este Gobierno rebajado en 10 %‖, compró así su libertad. Petromila tuvo a
suerte de obtener al mismo tiempo, por aclaración expresa de su antigua ama, la
―protección y dominio‖ de su hija liberta ―María del Rosario de edad como 4 años"39. En
marzo de 1830, en cambio, la esclava ―María, esposa del negro libre Pedro Fernández‖
compró su libertad, sin que ―hubiese precedido tasación de la esclava por peritos, para
rebajar el 10% de su tasación a favor del que se liberta‖40. La escritura dejaba sentado que
María y su marido renunciaban al beneficio ―a favor de los amos como un significativo del
agradecimiento en que ambos están a ellos". Como en muchos otros casos la ayuda de los
familiares era central para lograr la compra de la libertad y solía ser parte de una estrategia
colectiva de emancipación y progreso.

La tercera medida que se adoptó unos años más tarde pero en el mismo espíritu fue
la excepción del pago del derecho de alcabala por parte de los esclavos que compraran su

35
DEEC, EP, t. 24, 1819, f. 232.
36
AGPSF, Gobierno, Tomo 18, 1819, leg. 19 s/f
37
Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe, tomo 1, 1815-1847. Santa Fe: Tipografía de la Revolución,
pp. 126 y 127.
38
DEEC, EP, t. 25, 1826, f. 189.
39
IDEM, f. 196.
40
IDEM, 1830, f. 505.
libertad. Si bien no se trataba de un gran descuento, era un beneficio del que resulta extraño
que no se registre más que un y singular uso. En enero de 1849 doña Catalina Troncoso de
Culebrán vecina de la ciudad del Paraná y residente en Santa Fe vendió ―al Exmo Señor
Brigadier Don Justo José de Urquiza, Gobernador y Capitán General de la Provincia de
Entre Ríos‖41 una mulata esclava llamada Gregoria y mayor de 50 años. El escribano daba
cuenta de que la venta quedaba exceptuada del pago de la alcabala por haber expresado
Domingo Crespo, gobernador delegado de Santa Fe en ―carta misiva‖, que la compra se
realizaba ―con el loable y filantrópico objeto de darla libre de la esclavitud a que se
halla(ba) sujeta‖42.
La próxima política en relación a la emancipación de los esclavos, tomada en Santa
Fe, esta vez para las provincias integrantes de la Confederación Argentina, sería la
abolición de la institución que por siglos había promovido la deshumanización y
enajenación de miles de africanos y afrodescendientes en el país.

Reflexiones sobre una peculiar abolición


La carta sancionada en mayo de 1853 en Santa Fe declaró la abolición de la
esclavitud en un proceso que tuvo la singularidad de no presentar debates. Una comisión
especial, integrada por los convencionales Manuel Leiva (por Santa Fe), Juan María
Gutiérrez (por Entre Ríos), Pedro Díaz Colodrero, Pedro Ferré (ambos por Corrientes) y
José Benjamín Gorostiaga (por Santiago del Estero), estuvo a cargo de la redacción del pre-
proyecto. Éste fue elaborado casi exclusivamente por este último y aprobado por el pleno
en distintas sesiones llevadas adelante en el mes de abril. La fuente de inspiración principal
fueron las Bases de Alberdi y la constitución de los Estados Unidos. Ninguna hablaba de
abolición de la esclavitud.
Sin embargo, el 25 de abril cuando fue el turno de discutir del artículo 15 éste
rezaba ―En la Confederación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan
libres desde la jura de esta constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a
que dé lugar esta declaración‖. La innovación jurídica no era menor. Ciertamente eran
muchos los afroargentinos que habían alcanzado el estatus de libres e incluso de ciudadanos

41
DEEC, EP, T. 27, 1849, f. 268.
42
IDEM, f. 168v.
luego de cuatro décadas de tímidas políticas de manumisión y de deslegitimación de la
esclavitud como institución. A pesar de implicar un cambio sustancial, el proyecto no
suscitó discusiones y las actas sostienen que, ―no habiendo quién tomase la palabra, se
procedió a votar resultando aprobado por la afirmativa general‖43.
De este modo, se daba fin a la esclavitud negra en el país y se posponía para una ley
posterior la regulación de los modos de compensación de los dueños de los esclavos aún
existentes. Cada provincia debería reglamentar la elaboración de padrones de amos en los
años siguientes. La constitución fue sancionada sin la participación de los diputados de la
provincia de Buenos Aires que rechazaron incorporarse a la Asamblea y la Constitución
que en 1852 esa provincia se había dado sólo reafirmaba la vigencia de la prohibición de la
trata y la libertad de vientres, sin abrir la posibilidad de la abolición. Cuando en 1860 se
lograría el acuerdo entre Buenos Aires y la Confederación, el texto constitucional sería
reformado para negociar la reunificación. En las sesiones de discusión de las enmiendas no
hubo desacuerdos con el artículo 15 pero se propuso introducir el siguiente párrafo al final:
―y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el sólo hecho de
pisar el territorio de la república‖. Se recuperaba así una disposición que, desde su primera
introducción en 1813, había tenido sus idas y vueltas centralmente por los conflictos
ocasionados con el imperio del Brasil sobre esclavos fugados y acompañantes de viajeros
extranjeros.
La historia de lo que sucedió luego de la abolición –invisibilización de los
afroargentinos incluida-, de cómo los esclavizados y sus hijos fueron luchando para ampliar
sus márgenes de autonomía, de cómo se construyeron mecanismos ad-hoc de control de la
población de color, es otra historia, pero no deja de ser nuestra historia.

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