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PROMOCIÓN: ESPARTANOS

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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”

LUNA BARRIENTOS YERSON PAUL

2019

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Este trabajo está dedicado a mis


padres por su ayuda incondicional
que me brindan día a día para así
poder ser yo una persona de bien
hoy, mañana y siempre.

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La neurobiología de la violencia es de interés para la psicología


jurídica porque buena parte de la conducta delictiva tiene componentes violentos.
En esta revisión se definen en primer lugar ambos conceptos, para diferenciar a
continuación los tipos de agresión (impulsiva vs. instrumental) que aparecen en la
literatura científica y finálmente analizar las estructuras nerviosas que según los
estudios sobre lesiones cerebrales o de neuroimagen están asociadas con la
agresión. Esta revisión destaca: a) las estructuras subcorticales como el
hipotálamo/tronco del encéfalo, donde se genera la conducta agresiva y violenta y
la amígdala, implicada en procesar estímulos emocionalmente destacados; b) las
estructuras corticales como la corteza prefrontal (que comprende la corteza orbito
frontal, la corteza prefrontal ventromedial y la corteza cingulada anterior), que
parecen ser hipo funcionales en los sujetos violentos. Por último, se revisan estudios
sobre el papel del neurotransmisor serotonina en la manifestación del
comportamiento agresivo.

La violencia se ha instaurado como un posible estado de disociación de la


personalidad, las constantes crisis personales, familiares y mundiales han llevado a
que los sujetos no tengan una adecuada capacidad de sublimar los instintos
violentos que albergan en lo más recóndito de su mente, de hecho, son muchas las
investigaciones que se dirigen a estudiar la mente violenta de un sujeto, pero son
pocas las que se han atrevido a aventurar respecto de lo que ocurre a nivel cerebral
cuando un sujeto se convierte en víctima o victimario de un suceso que desequilibra
el modus operandi de su vida. Este artículo tiene como objetivo proporcionar una
revisión selectiva y detallada sobre la neuropsicología de la violencia, ya que este
flagelo se ha convertido en objeto de estudio debido a la desestructuración de la
dinámica individual, familiar y social de los contextos y personas que la padecen.

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LA NEURO PSICOBIOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

DEFINICIÓN:

La violencia es un flagelo que ha logrado desestructurar la dinámica familiar, social


e individual de los sujetos que la padecen y ejercen, situaciones que han llevado a
que las personas se encuentren en estados disociativos de su personalidad, los
cuales vienen acompañados de alteraciones cerebrales que desmejoran su calidad
de vida.

Los datos muestran que la corteza prefrontal, sustancia gris, hipocampo,


amígdala, tálamo, corteza límbica sistema dopaminérgico y serotoninérgico
se encuentran alterados, disfunciones que conllevan a que los sujetos que
se encuentran inmersos en estados de violencia tengan incapacidad para
tomar decisiones, planificar y organizar su conducta inmediata; asimismo, la
memoria y la capacidad de aprendizaje se encuentran alterados,
disfunciones que en lo posible llevan a que los sujetos respondan de manera
inadecuada ante estímulos que perciben como aversivos. Es necesario que
las nuevas líneas de investigación se centren en las áreas cerebrales que se
encuentran afectadas, pero también es vital que las líneas futuras se
aventuren en crear planes de neurorehabilitación funcional. Al final del
artículo se presenta una propuesta de intervención integral con el objetivo de
mejorar la calidad de vida y la salud mental de los sujetos.

NEUROPSICOLOGÍA DE LA VIOLENCIA

Hablar de violencia es referirse a un estado de dominancia y sumisión, un estado


que conlleva a infringir dolor de tipo físico, emocional, familiar, sexual y todas las
variables que conlleven a desmejorar la calidad de vida de aquellas personas que
están sometidas a estos eventos desestabilizadores de su realidad, no obstante,
detrás de esas agresiones comienzan a prevalecer un número de alteraciones
cerebrales que inhiben un adecuado afrontamiento ante una diversidad de
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estímulos amenazantes. Blair (2010) argumenta que la sobre-activación de la


amígdala conlleva a que sujetos inmersos en estados de violencia presenten un
riesgo mayor de inadaptabilidad social, situación que suele generar un estado de
agresión proactiva, característica que se enmarca en el comportamiento antisocial
que viene precedido por una alteración en la amígdala y el hipotálamo, generando,
de esta manera, una reducción en la actividad reguladora frontal que conlleva a que
estos sujetos no presenten un adecuado procesamiento de la información y que su
toma de decisiones esté sujeta a los estímulos amenazantes.

Por otro lado, Rudebeck, Bannerman y Rushworth (2008) manifiestan que un daño
en la corteza frontal ventromedial (VMFC) va a generar cambios a nivel emocional,
así como en el comportamiento social; daño que se encuentra relacionado con la
violencia e inadaptación en diversidad de contextos. Los autores argumentan que
los sujetos con este tipo de daño no procesan de manera asertiva los estímulos que
están en su ambiente, asociando una posible disfunción en la corteza orbitofrontal,
la cual también se encuentra relacionada con la agresión y la emoción, sin embargo,
los autores manifiestan la necesidad de tomar estos datos con precaución, ya que
no hay un papel claro de la corteza orbitofrontal en el procesamiento de la
información emocional.

En un estudio de investigación realizado por Atenea, Mattew, Fulwiler y Gansler


(2011) sobre los correlatos neurales de los factores de impulsividad en pacientes
psiquiátricos y en voluntarios sanos, encontraron que la materia gris posiblemente
está correlacionada con la impulsividad y la falta de planificación, los autores
examinaron a 35 pacientes psiquiátricos caracterizados por presentar problemas de
autocontrol, sus resultados muestran alteraciones en la corteza prefrontal, la corteza
cingulada anterior, los lóbulos temporales y ganglios basales, relacionados con la
incapacidad para planificar, toma de decisiones y manifestación de una impulsividad
atencional que conlleva a un comportamiento agresivo.

Kramer, Kopyciok, Richter y Munte (2009), en su estudio de investigación sobre la


actividad cerebral oscilatoria con los mecanismos de control de laboratorio inducido

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por la agresión reactiva, encontraron un deterioro de las funciones prefrontales en


un grupo de 231 sujetos. Los autores manifiestan que los sujetos que presentan

cambios en la actividad prefrontal son susceptibles a comportamientos agresivos o


violentos, al parecer la toma de decisiones y las funciones ejecutivas se encuentran
comprometidas en el momento de planificar, organizar y direccionar un
comportamiento dado en determinado contexto. Asimismo, Alcázar, Verdejo y
Bouso (2008) muestran en su revisión que las técnicas de neuroimágen han logrado
mostrar los sustratos anatómicos subyacentes al comportamiento psicopático, datos
que develan diferencias estructurales y funcionales vinculadas al lóbulo frontal y la
corteza ventromedial como se ha mencionado anteriormente, las cuales se
encuentran relacionadas, para estos autores, con el manejo de la cognición y la
emoción del comportamiento violento.

De igual manera, los autores expresan que los sujetos violentos, especialmente los
psicópatas, presentan un déficit en la integración del mundo emocional con el
razonamiento y la conducta, esto lleva a inferir que los sujetos con tendencia a la
violencia tienden a sumergirse en una realidad que es diferente a los contextos o
ambientes donde se desenvuelven.

Los autores expresan que los sujetos con tendencia a comportamientos agresivos
suelen presentar una reducción del 11% de la sustancia gris de la corteza prefrontal,
argumentan que esta disfunción puede estar relacionada por una deficiencia
estructural prefrontal, lo que llevaría a que este tipo de sujetos presenten un pobre
condicionamiento al miedo, falta de conciencia y problemas de autocontrol.

NEUROCIENCIA DE LA VIOLENCIA:

Aspectos conceptuales A pesar que diversos autores y disciplinas han intentado


delimitar el concepto de agresión, no es posible encontrar una definición
universalmente aceptada, aunque sí es posible resaltar elementos transversales en
cada una de las definiciones. En términos generales la conducta agresiva, se
concibe como una forma de interacción agonística cuyo propósito se encuentra
relacionado con la obtención o retención de recursos (establecimiento de un
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territorio, cuidado de las crías, acceso al alimento, entre otros) caracterizada por
manifestaciones comportamentales o despliegues propios de cada especie; sin
embargo, aunque los distintos despliegues agonísticos se relacionen con distintas
probabilidades de inicio de un ataque, esto no significa que la probabilidad de
ataque sea la información que se transmite en los distintos despliegues, razón por
la cual se considera el ataque como una herramienta mediante la cual los individuos
son capaces de alejar o someter a los oponentes peligrosos (Carranza, 2010).
Adicionalmente, los despliegues comportamentales se acompañan de la activación
del Sistema Nervioso Autónomo (SNA) y respuestas emocionales que ponen en
marcha los mecanismos fisiológicos que le permiten al individuo responder a la
situación desafiante de forma adaptativa; sin embargo,

algunos individuos exhiben respuestas autónomas y emocionales no contingentes


con los estímulos ambientales.

 Evidencias de alteraciones prefrontales Tras el accidente ocurrido a


Phineas Gage en 1848 se ha avanzado significativamente en el conocimiento
neuropsicológico y neurofisiológico de la agresión; el radical cambio
comportamental luego del accidente pudo explicarse -tras la muerte de Gage- por
las evidentes lesiones en la áreas anteriores del cerebro. Éste primer caso sumado
con un número significativo de evidencias empleando técnicas de Neuroimágen
estructurales y funcionales como la Resonancia Magnética (RM) o la Tomografía
por Emisión de Positrones (TEP) han corroborado el vínculo entre córtex prefrontal
(CPF) y agresión, comprobando que las alteraciones en esta región cerebral se
asocian con fallas de regulación y control emocional, impulsividad.

PRIMERAS APROXIMACIONES AL ESTUDIO DE LA VIOLENCIA

En la práctica clínica es frecuente encontrarse con pacientes cuyo comportamiento


es menos inhibido, mas apresurado, riesgoso y con mayor tendencia a generar
respuestas impulsivas, Este tipo de comportamiento llega a afectar los resultados
de las evaluaciones, lo que es un resultado no deseado ya que se asocia la
presencia de estos indicadores con una mayor probabilidad de ejecutar conductas

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agresivas y porque este tipo de comportamientos (impulsividad, disminución en la


evaluación de riesgos) repercute en las actividades de la vida diaria que implican un
proceso formal de toma de decisiones (Arnedo, Bembibre & Triviño, 2012).

OBSERVACIONES REALIZADAS:

Con pacientes psiquiátricos y neurológicos que manifiestan comportamientos


agresivos y violentos, como en algunos casos de esquizofrenia, trastorno impulsivo
intermitente, epilepsia o síndrome disejecutivo, han mejorado la comprensión de los
mecanismos cerebrales que subyacen a la agresión, y han permitido mejorar las
metodologías de intervención conductual y farmacológica para disminuir la
frecuencia e intensidad de aparición de tales conductas (Arnedo et al. 2012; Pérez
2010). Así mismo, la información clínica y experimental recolectada -sumada con
las investigaciones que desde la psicología forense se han desarrollado- se ha
empleado en el contexto jurídico como fundamento científico para ayudar a mejorar
la toma de decisiones de los operadores jurídicos en los casos de agresión. Sin
embargo, a pesar de las múltiples evidencias que asocian diversas alteraciones
cerebrales con la génesis y mantenimiento de la agresión, tal como lo exponen los
modelos de disfunción del lóbulo frontal, los modelos de déficit del conjunto de
respuestas o el modelo de la disfunción del miedo (Calzada, 2007), la información
disponible es recibida e interpretada de forma parcial, y en algunas ocasiones el
profesional en Psicología no logra integrar tal información con los principales marcos
teóricos que durante décadas han dominado la explicación de la conducta agresiva
(Alcazar, Verdejo & Bouso, 2008). A lo anterior se le suma que las evaluaciones
psicológicas en el contexto jurídico describen y tipifican el comportamiento de
acuerdo con clasificaciones diagnósticas tradicionales, las cuales, tienen escasas
referencias acerca de la neurobiología de comportamientos impulsivos o agresivos;
de la misma forma, las normas legales sancionan y penalizan la conducta en función
de la gravedad, conciencia del delito o culpabilidad (entre otros), ignorando los
sustratos neurobiológicos que subyacen a tales conductas asumiendo que la
privación de la libertad o un tratamiento resocializador, el cual es generalizado y no
individualizado, será suficiente para modificar el comportamiento de todos los

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sujetos agresivos o violentos (Támara, 2012). ¿Y qué pasa con aquellos individuos
agresivos que no son penalizados o para quienes el tratamiento penitenciario
tradicional no es funcional?. Así, en el caso de la agresión, la Psicología puesta al
servicio del Derecho trabaja con conceptos clásicos basados fundamentalmente en
la teoría de los rasgos, atribuyendo al ambiente el factor determinante en la génesis
y mantenimiento de la conducta agresiva, dejando en segundo plano (cuando se
contempla) las variables neurobiológicas que también proveen explicaciones
científicamente válidas respecto al fenómeno cuestión (Támara, Silva, Padilla &
Ariza, 2011). Si se tiene en cuenta lo anterior, es natural que pueda generarse un
sesgo en el estudio, evaluación y penalización de la conducta agresiva, ya que la
información recolectada podría no ser suficiente para objetivizar los determinantes
y tratamientos pertinentes para la corrección de estas conductas criminales,
perpetuando un conformismo con el punto de vista descerebrada -para algunos
profesionales en el contexto - que satisfacen las necesidades del sistema
administrador de justicia con descripciones rasgo-estado, excluyendo y limitando
las evidencias de investigaciones realizadas desde de las Neurociencias. La
anterior, aunque sugiere un nivel de profundidad que supera los objetivos de este
trabajo, es una situación que permite reflexionar sobre algunas de las dificultades
generadas al momento de integrar las evidencias de estudios en neurociencia de la
agresión con los puntos de vista tradicionales de la psicología.

Los siguientes apartados exponen los resultados obtenidos en Neurociencia de la


agresión con el objetivo de favorecer la integración de los aportes de cada disciplina
en la investigación, evaluación e intervención de la conducta agresiva. Sin embargo,
antes de exponer algunos de los resultados más sobresalientes en el campo, se
sugiere una interpretación cautelosa de los resultados y se invita a no sobrevalorar
las evidencias de forma aislada, ya que la agresión es un fenómeno multicausado
donde se conjugan diferentes factores biológicos, psicológicos y sociales.

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CARACTERISTICAS DE UNA PERSONA VIOLENTA

Las cuales favorecen la disminución del umbral para el inicio de la agresión.


La tendencia a actuar de forma precipitada sin valorar las consecuencias de
la conducta.
Afectan la capacidad para demorar el refuerzo.
Disminuye de la latencia para el inicio y mantenimiento del ataque físico.

La exhibición de estas características comportamentales se asocian con


consecuencias negativas en la obtención y retención de recursos, así como para el
bienestar físico del individuo cuyas respuestas resultan poco adaptativas en la
solución de la situación de desafío (Archer, 2009).

TIPOS DE VIOLENCIA

La violencia es la acción y efecto de ejercer la fuerza sobre otro, sea a nivel físico o
moral, actuando en contra del estado natural de las cosas.

En la actualidad, abundan las investigaciones que ayudan a comprender mejor el


fenómeno de la violencia entre los seres humanos. Conocer esta información
permite, en algunos casos, establecer medidas de reeducación personal y
ciudadana, prevención o corrección. En otros, apenas permitirá la aplicación de
penalizaciones, acordes con el grado de violencia alcanzado.

Veamos a continuación cuáles son los principales tipos de violencia que los expertos
han logrado identificar.

Violencia según los medios

Violencia psicológica
La violencia psicológica es aquella que produce daños afectivos, morales y
psicológicos sobre la persona sin que medie la fuerza física, lo que hace
mermar su autoestima. Por ejemplo: culpabilizar, amenazar, coaccionar,
espiar, ignorar al otro, desacreditar al otro, hostigar, acosar, aislar, irrespetar

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la opinión, etc. Incluye la agresión verbal por medio de insultos y


descalificaciones.

Violencia física
Se refiere a toda forma de violencia que la que se usa la fuerza física, y que
causa dolor, daño, heridas y hasta la privación de la vida: empujar, golpear,
halar el cabello, quemar, torturar, mutilar, herir, etc.

Violencia sexual
Es aquella violencia que denigra la integridad sexual de una persona, sea
que haya contacto genital o no. Se entiende que la integridad ha sido
vulnerada toda vez que la víctima no da su consentimiento expreso. La
violencia sexual abarca: coerción, amenazas, intimidación y uso de la fuerza,
violación, acoso, abuso, explotación sexual, trata de personas, prostitución
forzada, etc.

Violencia económica o patrimonial


Es la violencia que se ejerce contra una persona (especialmente de hombres
a mujeres), en las cuales se vulneran sus derechos económicos por medio
de la perturbación de la posesión o propiedad de sus bienes, así como por
medio de la sustracción, destrucción deliberada y retención de bienes,
herramientas de trabajo, documentos personales, bienes y valores.

Violencia simbólica
Se refiere al uso de aquellos símbolos que denotan superioridad del
victimario sobre la víctima, y que expresan dominio de fuerza.

Violencia según la modalidad

 Violencia política o institucional


 Es violencia política cualquier práctica de un actor político (individuo o
partido), que condiciona el acceso del ciudadano a sus derechos y
responsabilidades a su adhesión política (clientelismo).
 Se entiende por violencia institucional todos los actos cometidos por los
funcionarios públicos que, en representación del Estado, retrasan, dificultan

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e interfieren con los derechos ciudadanos, especialmente cuando impiden el


acceso a la justicia, sea por negligencia, por corrupción, por prejuicios
raciales y de género o por clientelismo.

 Violencia laboral
 Se trata de la violencia (psicológica, física o sexual) ejercida en el lugar de
trabajo sobre una persona. Esta violencia puede provenir de cualquier sujeto
independientemente de la jerarquía: por ejemplo, un superior o los
compañeros de trabajo. Cuando proviene específicamente de un superior o
de una persona con voz de mando, se considera que hay “abuso de poder”
con el propósito de doblegar la voluntad del trabajador en el ejercicio de sus
funciones.

 Violencia doméstica, familiar o intrafamiliar


 Se refiere a la violencia que se infligida dentro del grupo familiar, lo cual
incluye a las parejas establecidas de hecho o legalmente. La violencia se
puede de hombre a mujer, de padres a hijos, y puede envolver también a
otros actores como tíos, abuelos o parientes. Aunque la violencia entre pareja
suele ser de hombre a mujer, también se da el caso contrario.

 Violencia de género
 Se trata de aquella violencia ejercida sobre la persona a causa de su género.
La mayor parte de las víctimas de este tipo de violencia son las mujeres, cuyo
maltrato está absolutamente naturalizado en la cultura. Entre las víctimas
cuentan también los miembros de la comunidad LGBT. La violencia de
género puede ir desde la descalificación hasta el feminicidio, en cuyo caso
califica como crimen de odio.

 Violencia racial
 La violencia racial es aquella que se acomete en contra de una persona a
causa de su origen étnico. Se relaciona también con la xenofobia. Este tipo
de violencia es ejercida por un victimario que cree en la superioridad de su
raza.

 Bullying y ciberbullying

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 Bullying es una palabra que proviene del inglés bully, que significa
‘intimidación’. Se usa hoy en día para referir el acoso psicológico y físico que
sufre una persona en el ambiente estudiantil por parte de sus compañeros.
 Se habla de ciberbullying cuando este acoso se hace por medio de las redes
sociales, en el que alcanza altos niveles de violencia psicológica potenciado
por el anonimato de internet.

El ser humano comparte el 96% de los genes con el chimpancé, uno de los animales
más violentos en el mundo. Durante toda la historia de la humanidad cuando el ser
humano ha sido reducido a la subordinación, la escasez y la pobreza, se ha
aumentado el nivel de violencia y criminalidad.

En la revista de neurología.com Rev Neurol 2010; 50 (5): 291-299 se pone de


manifiesto que existen 2 tipos de actos violentos que se clasifican de la siguiente
manera; el premeditado que implica que el individuo tiene muy bien desarrollada la
corteza pre frontal del cerebro, quien se encarga del análisis y la inhibición de las
emociones, pero a la vez, una baja actividad en la amígdala (el centro de las
emociones en el cerebro) cuando se manifiestan emociones de afecto, y alta
actividad cuando son emociones de desprecio y coraje. Esto explica la conducta
calculada y fría de los asesinos en serie o actos de violencia premeditados. La
segunda clasificación es el acto violento afectivo que está relacionado con alta
actividad en la amígdala y déficit de funciones pre frontales en el lóbulo frontal del
cerebro, lo que hace que la persona no pueda tener control de emociones como la
ira.

La neurociencia ha puesto de manifiesto que la agresividad surge cuando existe


un desbalance químico en el cerebro, relacionado con bajos niveles de serotonina
(neurotransmisor de los estados de ánimo) y altos niveles de dopamina (asociada
al placer). Es que se ha asociado los bajos niveles de serotonina con conductas de
subordinación que desembocan en agresividad y los altos niveles de dopamina con
la obsesión por el placer llegando a cometer actos violentos por el mismo.

Como es conocimiento de muchos, nosotros los puertorriqueños somos muy


emocionales lo que nos revela que tenemos muy bien entrenado el cerebro

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emocional (sistema límbico) y que somos propensos a la constante búsqueda de


placer y recompensa. Por otro lado, hemos pasado un sinnúmero de crisis que nos
han golpeado fuertemente y posiblemente estemos presentando síntomas de
depresión que eventualmente se manifiestan en violencia y frustración. Por otra
parte, la neurociencia propone que entrenemos nuestra corteza pre frontal ya que
nos va a ayudar a manejar, filtrar, inhibir y analizar las emociones, dándonos una
mejor respuesta ante las situaciones.

Los últimos estudios han demostrado que la violencia se reduce cuando la persona
tiene un balance entre sus emociones y la capacidad de razonar. También se ha
descubierto que darle paso a emociones de afecto y apego son beneficiosas para
el individuo ya que hace que se segregue la oxitocina, hormona relacionada a la
empatía y afecto.

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Recomendaciones para mantener su corteza pre frontal activa y el nivel de


violencia reducido son:

Reducción de la contaminación ambiental (ambientes tóxicos afectan


directamente la corteza pre frontal).

Espacios y culturas de afecto (cuando hay ambiente de afecto se segrega


una hormona llamada oxitocina lo que ayuda a regular la conducta agresiva).

Educación con altos valores (los valores y buenas creencias se registran en


la corteza pre frontal).

Mantener una buena alimentación (la corteza pre frontal consume un 20% de
glucosa para poder funcionar bien).

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En la información recolectada evidencia que de forma aislada aumentos o


disminuciones de la neurotransmisión, fenómenos en la sensibilidad de los
receptores adrenérgicos, noradrenérgicos, GABAérgicos, glutamatérgicos y
serotoninérgicos, causados por la actividad directa de las células, en respuesta a
las experiencias o mediado indirectamente por el estrés o la actividad hormonal, se
tiene sobre la mesa una cantidad significativa de variables influyen en la génesis y
mantenimiento de la respuesta agresiva. Por tanto, es preciso aumentar la cantidad
de estudios que establezcan interacciones entre los diferentes sistemas
neurotransmisores y permitan visualizar el fenómeno de la agresión desde una
perspectiva global. Además, si se entiende al organismo como un sistema, donde
existe una interdependencia entre cada uno de sus componentes para su adecuado
funcionamiento, las relaciones bidireccionales entre el sistema endocrino y el
sistema nervioso central en el tema de la agresión hasta ahora comienzan a
visualizarse. Los aumentos de Testosterona correlacionan positivamente con la
agresión, pero a nivel central dichos aumentos generan cambios en la estructura
celular, lo que a su vez repercute en la función sináptica. Lograr comprender los
efectos directos e indirectos de los andrógenos y estrógenos sobre las neuronas y
sistemas de neurotransmisión (y viceversa) sobre la conducta agresiva será el reto
de los próximos años. Agradecimientos A Fernando Cárdenas, Director del
Laboratorio de Neurociencias y Comportamiento de La Universidad de Los Andes
por la formación y orientación en el proyecto de investigación desarrollado por el
autor que analiza el papel del NEUROBIOLOGÍA DE LA AGRESIÓN Y
PSICOLOGÍA 83 Revista Vanguardia Psicológica / Año 4 / Volumen 4 / Numero 1,
marzo-septiembre / pp. 69-85 / ISSN 2216-0701 estrés en la expresión del receptor
5-HT2A y su relación con la agresión.

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Alcázar-Córcoles, M. A., Verdejo-García, A., BousoSaiz, J. C. & Bezos-


Saldaña, L. (2010). Neuropsicología de la violencia . Revista de Neurología.
50, 291-299. Alcazar, M., Verdejo, A. & Bouso, J. (2008).

La neuropsicología forense ante el reto de la relación entre cognición y


emoción en psicopatía. Revista Neurología. 47(11), 607- 612.

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