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Progreso y guerras civiles: la política en

Antioquia entre 1829 y 1851

Jorge Orlando Melo

Rebeliones y guerras civiles

La historia antioqueña entre 1829 y 1851 está enmarcada por


dos guerras civiles. En la primera fecha, el general José María
Córdoba se levantó, a nombre de la constitución de Cúcuta,
contra la dictadura del Libertador Simón Bolívar, que había
suspendido su vigencia. En la segunda, un grupo de
conservadores se rebeló, enarbolando la bandera del
federalismo, contra el gobierno liberal de José Hilario López, al
que consideraba enemigo de la religión y de la propiedad. No
fueron estas las únicas guerras civiles en las que se vio
envuelta la región: en 1831 el Coronel Salvador Córdoba
encabezó una breve revuelta militar contra el gobernador Juan
Santana, la que triunfó en menos de un mes y en 1840, el
mismo coronel Córdoba se pronunció contra el gobierno de
José Ignacio de Márquez, al que juzgaba opresivo, entregado a
los godos y perseguidor de José María Obando.

A pesar de todo, no fue esta una época de excepcional


violencia en Antioquia. Solo la revuelta de 1829 se originó en
su territorio; fue además, no sobra señalarlo, la única que se
hizo contra un gobierno de hecho. En 1840 y 1851 la guerra
había comenzado en otras regiones, y sin mucha preparación
los revolucionarios locales, enfrentados a gobiernos legítimos,
se lanzaron a la aventura. Todos los tres intentos terminaron
en el fracaso y los dos primeros en la muerte de los
principales caudillos. Pero en ningún caso la guerra fue muy
larga o violenta: las batallas fueron pocas, sin muchas
víctimas, al menos en comparación con lo que ocurría en otras
regiones del país, y sin mucha violencia ni sevicia. Sin
embargo, resultaron costosas para los principales dirigentes:
Córdoba murió a manos del irlandés Ruperto Hand, en
circunstancias oscuras. En 1841 los conservadores, confiando
en que la represión seria el mejor camino para lograr la paz,
aplicaron la pena de muerte con alguna amplitud: Tomás
Cipriano de Mosquera hizo fusilar en Cartago, sin fórmula de
juicio, a los principales dirigentes, los ex gobernadores
Salvador Córdoba y Manuel Antonio Jaramillo, con algunos
más. En Medellín se fusiló al también ex gobernador (de facto)
José María Vesga junto con otros revolucionarios. Pero los
defensores de la ley en 1841 fueron los revolucionarios de
1851, y uno de ellos, José María Gómez Hoyos, hizo también
fusilar a una familia de Sopetrán que defendía al régimen
legal; murió después cuando iba a ser capturado. Otros
gobernadores morirían en los años siguientes: Justo Pabón,
abaleado por uno de los famosos Alzates (hijos de Simona
Duque), que apoyaron la rebelión de Melo en 1854. Y en 1861
moriría Rafael María Giraldo, conservador, en una batalla
contra las fuerzas de Mosquera. No era un empleo tranquilo la
gobernación del departamento.

La pasión militar no estaba muy extendida entre los


antioqueños. Aunque unos centenares habían hecho la
experiencia de la guerra de independencia, no era fácil
conseguir reclutas, ni para hacer la guerra al gobierno ni para
defenderlo, y solo el atractivo de un personaje como Salvador
Córdoba -jugador y cazador- podía arrastrar a los rionegreros,
o el temor a la persecución a la iglesia o la violación de las
hijas podía mover al pueblo para sumarse a los
conservadores. Como lo señaló Juan de Dios Aranzazu en
1841, si se trata de sacar soldados de Antioquia "se desertan
y se requieren tres guardias por cada recluta".1

Una idea similar expresó en 1840 María Martínez de Nisser: "si


en alguna parte de la república el pobre labrador huye del
fusil, sin duda es aquí, en donde para defensa del soberano
legítimo, o sea para la invasión de su soberano poder, se
muestra indiferente: él prefiere las cuevas o las asperezas de
los montes, a la vida del soldado "2 Los mismos dirigentes
buscaban con frecuencia arreglos negociados, para
desencartarse de las guerras en las que se habían metido. El
coronel Braulio Henao, por ejemplo, cargó, para los más
radicales conservadores, con la culpa por el fracaso de la
rebelión de 1851, por su afán de negociar con el general
gobiernista Tomás Herrera.

La formación de las lealtades políticas

La política se centraba más bien en la lucha por el control de


los cargos públicos -la gobernación, la representación al
congreso y a la asamblea- y por el manejo de una
administración pública que podía favorecer el desarrollo
económico y social y la vida comercial y minera. Durante
estos años, los principales comerciantes y empresarios,
mineros y agrícolas, tratan de mantener el dominio sobre la
política y en general lo logran. Es un grupo interesado en el
desarrollo económico, en el estímulo a la minería, en que le
quiten los impuesto al oro, en que no se cobren impuestos
directos a los propietarios, en que se hagan caminos, en que
se estimulen la colonización y la educación, sobre todo
primaria, y si es posible la técnica. Pero lo que más valoran es
el orden, la protección a la propiedad privada y a la vida, y
ven con desconfianza todo lo que suene a reformas sociales o
a la participación y movilización de grupos populares o de
mestizos y pardos, a los que usualmente se refieren como "la
plebe".

Aunque hasta 1851 las afiliaciones políticas son relativamente


fluidas y a veces cambiantes, desde 1830 empieza a
advertirse el profundo dominio que de la política antioqueña
tiene el grupo que constituirá eventualmente el partido
conservador, conformado alrededor de don Mariano Ospina
Rodríguez, de Juan de Dios Aranzazu, de los hermanos Pedro y
Julián Vásquez y de la extensa red familiar de los Barrientos y
los Gómez Londoño. A finales de la década de 1820 la
orientación de esta gente podría definirse como de un
republicanismo liberal, marcado ante todo por su distancia
con el militarismo venezolano, y su reserva a proyectos
autoritarios como los de Bolívar. Entre los conspiradores de
1828 estuvieron Mariano Ospina y miembros de las familias
patricias de Santamaría y Campuzano. Casi todos apoyaron a
Córdoba en su rebelión de 1829, (Mariano Ospina fue el
secretario del general y probablemente escribió las proclamas
contra la dictadura) y vieron con alguna desconfianza el
extremismo clerical de los marinillos. Por esto entre 1830 y
1837 hicieron parte del gobierno local personajes como
Aranzazu y Ospina, que en 1841 estuvieron con el gobierno de
Herrán, al lado de Manuel Antonio Jaramillo o Francisco
Antonio Obregón, que hacían parte del grupo rionegrero y que
eventualmente se identificaron con el liberalismo y apoyaron
la rebelión liberal de 1840.
Por supuesto, la rebelión de Córdoba dejó por lo menos
algunos elementos de definición política: la clase alta
rionegrera mantuvo cierto recuerdo romántico del general, y
se consideró opuesta al conservatismo extremo de Marinilla.
El triunfo de Salvador contra bolivaristas y urdanetistas en
1831 le creo una cauda de seguidores fieles, sobre todo del
mismo Rionegro. Las elecciones de 1837, que enfrentaron a
José Ignacio de Márquez y a José María Obando, reforzaron la
afiliación al conservatismo de la élite antioqueña. Sus
miembros rechazaban a Obando por su carácter militar, sus
rasgos aventureros, su búsqueda del apoyo plebeyo, ante
todo. Y veían a Márquez como un defensor de las instituciones
civiles, capaz además de reincorporar en el seno de un partido
moderado a los antiguos bolivarianos. Sin embargo, no había
aun motivos serios de ruptura en Antioquia, donde el
liberalismo más ideológico de un Azuero no tenía mucha
acogida, y donde los elementos de anticlericalismo, en una
tierra con un clero reducido y no muy rico, eran inicialmente
muy débiles.

La rebelión de los supremos en 1840 contribuyó a conformar


un grupo liberal más definido, pero débil, circunscrito a un
ambiente regional y apoyado en buena parte en núcleos
familiares muy cercanos. En efecto, esta rebelión no tuvo en
Antioquia mucho contenido ideológico, y logró su apoyo ante
todo entre la gente de Rionegro, los familiares y amigos de
Salvador Córdoba y los que veían con alguna preocupación el
control político cada vez más excluyente del grupo de Ospina
y Aranzazu. Al mismo Córdoba parecen haberlo impulsado
más su solidaridad con Obando, su compañero de las guerras
de 1830 y 1831 contra los bolivaristas venezolanos, y su
resentimiento con el gobierno, que no le había dado mucho
gusto.

Con el fusilamiento de los dirigentes de la revolución, Córdoba


y Jaramillo, parece desaparecer el liberalismo de Antioquia; el
otro dirigente importante, el gobernador Obregón, primo de
Córdoba y concuñado de Jaramillo, se exilia, vive en la costa y
reaparece en la política en 1854, como secretario del dictador
José María Melo. Y la élite es más decididamente
conservadora: solo el autoritarismo garantizará la paz que se
necesita para el progreso y los negocios. Además, el
enfrentamiento de los rebeldes con sectores importantes del
clero en 1841, y el maltrato a algunos sacerdotes, dejó abierto
el camino para una identificación creciente entre el clero y el
conservatismo, a pesar de que todavía eran abundantes los
curas liberales. El anticlericalismo de algunos miembros de la
élite, como Aranzazu, quien hablaba en 1839 de los "picaros
frailes" y se alegraba de que hubieran matado uno a
pedradas, ("así debían morir todos ellos" 3) desaparece: la
iglesia es elemento esencial del orden social que se busca
establecer. Además, los incidentes de las guerras refuerzan
las lealtades locales. Marinilla, amenazada de destrucción por
José María Córdoba en 1829, respalda firmemente al gobierno.
Salamina, también conservadora, siente el peligro del saqueo
en la revolución de 1840-1: esto refuerza su adhesión al
conservatismo.

Después de 1845 parece renacer lentamente el liberalismo,


como en todo el país. El librecambio tiene sus atractivos para
Antioquia, productora del bien principal de exportación, y con
el librecambismo vienen otras influencias ideológicas afines.
Este liberalismo que revive parece vincular ante todo dos
grupos: un sector de abogados como Camilo Antonio
Echeverri o Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos), formados en
buena parte en Bogotá, en las universidades represivas
posteriores a la reforma de 1843, influidos por el
romanticismo político de mediados de siglo, y un núcleo de
patricios, sobre todo rionegreros pero con alguna
representación en Medellín y Santa Fe de Antioquia, que un
poco inesperadamente se vuelven liberales o reafirman la
identificación de rionegreros y liberales. Es como si en un
momento de sorpresiva polarización ideológica, los Montoyas,
los Sáenz y los Garcias de Rionegro, y toda su extensa
parentela, descubrieran en el liberalismo el sentido de su
propio pasado, de su apoyo a Córdoba en 1829, de su
respaldo a Salvador Córdoba en 1831 y- menos amplio y
general- en 1840, de su rivalidad con Marinilla. Muchos habían
figurado como conservadores, como Jorge Gutiérrez de Lara,
quien será el primer gobernador del régimen liberal de José
Hilario López; otros, como Gabriel Echeverri, habían tenido la
mano firme para perseguir cordobistas en 1841.

También ayudan a conformar este liberalismo de 1851


algunos miembros de las élites pueblerinas de las zonas de
colonización, algunos núcleos comerciales de Medellín y un
buen sector del patriciado de Antioquia, sobre todo el ligado a
la familia del dictador Juan del Corral. Es bastante curioso que
este grupo rionegrero haya sido en bastantes casos muy tibio
en la independencia: el eje del liberalismo rionegrero fue la
familia de don Pedro Sáenz, quien debió exiliarse, junto con
otros familiares perseguidos por realistas.

Mientras tanto, eran homogéneamente conservadores los


sectores dominantes -esencialmente rurales- del norte (Santa
Rosa) y de Marinilla: de ellos surgirán figuras como Pedro Justo
Berrío y Rafael María Giraldo. Era también dominantemente
conservador la clase alta de Sonsón, encabezada por Braulio
Henao, y la de Medellín y Envigado, con figuras como Vicente
B. Villa, Miguel y Pedro Uribe Restrepo, los Santamarias. En la
década del 40 aparece Pedro Antonio Restrepo Escobar,
sobrino de José Félix de Restrepo, quien coquetea brevemente
con los liberales en 1848 y hace campaña por la elección de
José Hilario López, pero se convierte luego en un importante
dirigente conservador, y es uno de los jefes de la revolución
de 1851.

Pero el orientador del conservatismo es ante todo Mariano


Ospina Rodríguez, apoyado por Juan de Dios Aranzazu, por los
empresarios mineros Julián y Pedro Vásquez Calle, y por una
buen grupo de abogados, muchos de ellos emparentados,
entre los que se destacan personas como Joaquín Gómez
Hoyos de Marinilla, José Joaquín Gómez Londoño y sus hijos
Estanislao y Joaquín Emilio Gómez Barrientos. La figura militar
de los conservadores es ante todo el general Juan María
Gómez Pastor, gobernador por largo tiempo e hijo de quien
fuera presidente de Antioquia, José Antonio Gómez Londoño.
La descripción que hizo don Mariano Ospina en 1845 de uno
de estos políticos, el Dr. Joaquín Gómez Hoyos, puede ayudar
a dar una imagen del dirigente conservador típico de la época,
y del modelo social impulsado por Ospina: "rico propietario,
próvido y juicioso, miembro varias veces de la legislatura,
respetado de los partidos políticos, desdeñoso de las teorías y
enemigo de las novedades; decidido por la estabilidad del
gobierno y por la paz de la República, es uno de esos sujetos
que forman el lastre de la mal ajustada nave del Estado, que
no dirigen ni impelen ni revuelven ni alborotan, sino que con
su influjo mantienen el orden y el sosiego; como hombre de
partido es sencillo, obsequioso, atento a los deberes de la
Religión y consagrado al cuidado de sus haciendas y a la
educación de la familia".3 Paz, estabilidad, orden, horror a las
novedades, religión, pragmatismo, educación y haciendas
expresan muy bien los ideales de los dirigentes antioqueños
de esta época.

Es evidente que los factores de tipo socioeconómico


ejercieron una influencia secundaria o muy indirecta en la
elección de grupo político de los miembros de las clases
dirigentes: vínculos familiares y regionales, secuencias de
acontecimientos coyunturales, amistades y experiencias
educativas, participación común en las guerras de
independencia o en las luchas contra los urdanetistas, etc.,
contribuyeron en buena parte a determinar por que algunos
se hicieron liberales y otros conservadores. Con frecuencia en
la misma familia se encontraban miembros de ambos
partidos: un buen ejemplo de ello se dio en la guerra de 1851,
cuando Juan Crisóstomo Uribe fue uno de los dirigentes de los
revolucionarios conservadores, mientras su hermano Heraclio
defendía al gobierno legítimo.

Sin embargo, desde temprano aparecen algunas


manifestaciones de conflicto social, como puede verse en la
revuelta de 1841. Según María Martínez, en Sonsón
"comenzaron a reunirse y alistarse todos los ministeriales de
este pueblo, es decir la gente decente, porque la plebe
pertenece a la facción, a virtud de que don Januario [Henao] y
su hijo han trabajado mucho en este sentido diciéndole que
Córdoba y su partido se han armado para defender la religión;
que los bienes de los ricos serán distribuidos entre los pobres,
y que sus jornales serán aumentados y mejor pagados, razón
por la cual esta gente ignorante ha abrazado ciegamente ese
odioso partido".5 Igualmente, para Aranzazu esta guerra tenia
sus elementos de conflicto social y racial: en julio de 1840
había definido la guerra como una de "los perdularios contra
los industriosos, la de las plebes contra las clases elevadas, la
del salvaje, en fin, contra el hombre civilizado.." y en
septiembre de 1841 afirmó:"Eso de Zaragoza va a ser una
guerra de negros contra blancos y tendremos que cazar
algunos por los montes... Eso no más nos falta: una guerra de
colores para acabar de completar el bochinche".6 El
historiador Restrepo, por su parte, indicó que Córdoba
contaba con apoyo "en Medellín y Rionegro, especialmente
con la plebe".7 El mismo jefe rebelde José María Vesga,
expidió un decreto en Pácora en mayo, en el que decía:
"Siendo la guerra que sostenemos dirigida contra un partido
aristocrático, que siempre quiere hacer servir la clase pobre
que el llama gente plebe, de instrumento para la dominación
de sus hermanos, declaro a todo pobre en aptitud de hacer la
guerra a todo rico del partido contrario, de cuyos bienes que
aprehenda será dueño absoluto".8 El Cometa, periódico que
apareció en favor de la rebelión, puso estas mismas ideas en
verso:

“No más al pueblo oprimirá impudente

la turba aristocrática maligna,

su conducta opresora, vil e indigna

cesó desde hoy irrevocablemente.

Ya no se jactará tan insolente

de ser ella, no mas, la sola digna,

de llamarse patriota, leal, benigna

y de calificarse de eminente.” 9

Los resultados hacen pensar que estas proclamas no eran tan


atractivas para los antioqueños, y es probable que liberales de
fuera, como Vesga, miraran con poco realismo la intensidad
de las tensiones sociales antioqueñas, que aunque existían,
eran menos violentas que en otras regiones, dada la alta
movilidad social, la ausencia de una aristocracia consolidada,
y la presencia de oportunidades que daba la colonización. En
todo caso, a partir de 1850 aparecerá cierta tendencia a
vincular al liberalismo con reivindicaciones de grupos
populares: la emancipación de los esclavos da a los negros
cierta proclividad liberal, y los conflictos de la colonización
harán que los grupos de colonos enfrentados a González y
Aranzazu se identifiquen con los liberales, (como es el caso de
Neira) aunque esta identidad no fue necesariamente muy
duradera. El artesanado antioqueño no fue muy activo
políticamente, y no dio siquiera apoyo visible al golpe de
Melo, aunque alguna simpatía pudo tener por el: se relata que
el artesano Enrique Haeusler, acusado de apoyarlo, afirmó:
"Yo no soy melista, pero sin embargo me gusta el golpecito".
Sin embargo, a partir de entonces algunos artesanos exitosos,
como Eugenio Sanín y Antonio Rodríguez, tendieron a actuar a
nombre del partido liberal.

La política era asunto de clases altas, habitualmente, aunque


ni siquiera entre estas despertaba mucho interés. En 1826
Aranzazu se quejaba de que nadie a le interesaba la política:
"pocas personan se ocupan aquí de los negocios públicos, y
muchas de gallos, caballos y temblores. Ni aun de mujeres se
habla, porque este género es escaso..." Las clases bajas,
aunque no tomaran mucha parte en la política, eran
reclutadas o se enrolaban como voluntarios en los ejércitos:
"Todos los blancos de Rionegro se hallan con Córdova en
Abejorral, de curiosos solamente, pues los de la plebe son casi
los únicos que están en las filas", relataba Maria de Nisser.10

Sacerdotes y Política

Pero desde muy temprano participan mucho en política los


sacerdotes. Dada la indefinición de la élite, no es de extrañar
la del clero. El primer obispo, monseñor Garnica,
evidentemente estaba cerca de los grupos bolivaristas, y
condenó la rebelión de Córdoba: esta contó con el apoyo de
algunos sacerdotes, probablemente por razones localistas, o
de familia y amistad. El segundo obispo, monseñor José María
Gómez Plata, quien llegó en 1835, estuvo vinculado a los
liberales, y muchos lo consideraron santanderista y hasta
jacobino. Sin embargo, como el arzobispo Mosquera de
Bogotá, perteneció más bien a ese liberalismo moderado de
los treintas que sería luego el núcleo del conservatismo,
aunque mantuvo hasta su muerte cierta tibieza hacia este
grupo. Ni siquiera el conflicto alrededor de la enseñanza del
derecho -los planes de estudio aprobados por Santander en
1823 ordenaban el uso de los textos de Jeremías Bentham y
Destutt de Tracy, defensores de una moral sensualista y
utilitarista-, lo alejó del santanderismo. En Antioquia, aunque
este conflicto no condujo a una polémica tan activa como la
que tuvo lugar en Bogotá, tuvo alguna resonancia por haber
provocado la rebelión del padre José María Botero, un
sacerdote realista, quien consideraba que el obispo Gómez
Plata no estaba cumpliendo con su obligación de enfrentarse
a las malas doctrinas. Por lo demás, tampoco estas ideas
tuvieron defensores expresos en Antioquia. De todos modos,
su promoción por el gobierno debió influir en la identificación
de los sectores más católicos con el conservatismo, y en
particular de los miembros del clero: desde la década del
cuarenta son frecuentes los sacerdotes claramente vinculados
al conservatismo. En el Congreso Nacional o las legislaturas
regionales de finales de la década tuvieron papel importante,
entre muchos otros presbíteros, José Ignacio Isaza, Valerio
Jiménez o Manuel Canuto Restrepo, todos futuros obispos.

Cuando la insurrección de Córdoba en 1841 los sacerdotes


encabezaron la defensa del gobierno legítimo: se destacaron
entonces los padres José Tomás Henao y Joaquín Restrepo
Uribe, de Sonsón, Felipe Restrepo, de Itagüí, Juan Manuel Lobo
Rivera, José María Montoya, de Abejorral, futuro obispo.
Curiosamente, el padre José María Botero Cadavid, antiguo
realista y enemigo de Santander y Gómez Plata, estuvo del
lado de Córdoba en 1841, le sirvió de emisario y "tiene a la
mayor parte de de la gente de Medellín en perfecta inacción,
o en incapacidad de trabajar en favor del gobierno legítimo".
Igualmente, apoyaron a Córdoba los sacerdotes Esteban Abad,
Lucas Arango, José Vicente Calad y Juan Antonio Castrillón,
quienes, en frase de doña María Martínez, cambiaron "la
estola por la cartuchera".11

Ante la influencia del clero conservador y legitimista, Córdoba


decidió expulsar a varios sacerdotes, y acabó peleando con el
obispo Gómez Plata, a quien ordenó salir del territorio de
Antioquia. El obispo, que había condenado la rebelión en carta
privada, desde el 12 de octubre, cuando le dijo " No soy
ministerial, pero tampoco demagogo anarquista", no se
enfrentó abiertamente a Córdoba y su indecisión le hizo decir
a doña María Martínez: "¡Que idea formará el público del
reverendo obispo, por no haber hecho todo lo que pudo en
días en que el gobierno necesitaba de su influencia y de su
elocuencia! El vulgo sin duda ha podido creer por esto, que la
revolución tenía por objeto proteger la santa religión de
Jesucristo." Y el 27 de abril se quejaba de la influencia del
silencio de Gómez Plata: "Si hubiese aparecido la pastoral que
hace tiempo estamos esperando del prelado diocesano, algún
efecto podía haber obrado para contener a nuestros enemigos
tonsurados, que, aunque no tengan más armas que la boca,
hacen mucho mal; pero ni para el uno ni para el otro partido,
o ni en favor ni en contra de nada, o de lo justo o de lo injusto,
se ha dirigido pastoral alguna..."12

Dentro del creciente conservatismo del clero, se mantuvieron


inclinaciones liberales sobre todo en la región de Antioquia. El
sacerdote Emeterio Ospino fue uno de los más radicales
liberales en los congresos de Colombia en 1854 y 1855, e
influyó probablemente para que el sucesor temporal de
Gómez Plata, el provisor Herrera, se sometiera a las leyes que
regulaban la elección de los párrocos por los vecinos. Pero en
Medellín y el oriente el clero era cada vez más conservador. Ya
en 1851, la rebelión contra el gobierno de López estuvo en
buena parte impulsada y encabezada por sacerdotes, como
Juan Manuel Lora de Belén, José Cosme Zuleta, y los futuros
obispos Manuel Canuto Restrepo y José Ignacio Isaza. Esta
orientación política del clero se confirmaría, por supuesto,
después de la revolución de Mosquera, tras un breve periodo
de aguda división interna acerca del juramento de obediencia
a la constitución de 1863: desde entonces la identidad entre
la iglesia y el conservatismo no se pondría en dudas en
Antioquia.

Las elecciones en Antioquia.

Poco se ha estudiado el funcionamiento del sistema electoral


antioqueño durante esta época. De acuerdo con la legislación
nacional, los ciudadanos que supieran leer y escribir, o que
contaran con determinado ingreso, podían escoger
"electores", que eran quienes votaban en las elecciones de
presidente, de parlamentarios o de miembros de la asamblea
regional. No sabemos cuanta gente tenia derecho a sufragar
por los electores, pero es indudable que el derecho a elegir lo
tenía una parte muy reducida de la población, aunque
probablemente mayor que en el resto del país. Electores y
elegidos, por lo demás, tenían requisitos mucho más estrictos
de ingreso y propiedad, lo que ayudaba a mantener el
dominio de la política en manos de propietarios y
empresarios.

La orientación en favor del conservatismo de la élite


antioqueña se manifestó desde muy temprano: ya en 1825 es
interesante que no hubiera dado su apoyo a la candidatura de
Santander para la vicepresidencia, quien recibió solo 4 votos
de quienes podían votar en las elecciones presidenciales,
contra 17 de Pedro Briceño Méndez.13 Aunque Santander
ganó la elección presidencial de 1831 (74 votos contra 7 de
José Ignacio de Márquez), Antioquia fue la región donde
Márquez tuvo una mayor votación. En 1836, el mismo
Márquez logró 109 votos contra 20 del candidato
santanderista José María Obando, quien solo tuvo apoyo
significativo en Medellín: es buena señal de la indefinición que
aun tenían las diferencias políticas que Santa Fe y Rionegro
hayan votado casi unánimemente por Márquez en la elección
presidencial, como lo hizo, más previsiblemente, Marinilla.

La elección de 1841 se hizo ya en un ambiente de guerra civil,


que agudizaba la polarización política. Antioquia dio su apoyo
a los "ministeriales": Eusebio Borrero tuvo 92 votos y Pedro
Alcántara Herrán, que resulto elegido, 23, contra 38 del liberal
Vicente Azuero; Medellín y Rionegro fueron el centro de la
votación liberal: allí Azuero obtuvo cerca del 30% de los votos.
En el 45 Mosquera obtuvo 94 votos, contra 44 de Borrero y 20
de Rufino Cuervo: no hubo candidatos que pudieran llamarse
liberales. La votación de 1848 confirma el creciente
predominio local del conservatismo, pues aunque José Hilario
López obtuvo cerca del 50% en el país, en Antioquia solo logró
un 12%. Curiosamente, los electores antioqueños tampoco
apoyaron a los candidatos conservadores nacionales, Rufino
Cuervo y José Joaquín Gori, sino que dispersaron sus votos
entre candidatos que podrían llamarse "regionales": en
Antioquia y Salamina la votación fue ante todo por Mariano
Ospina, y en Medellín, Marinilla y Santa Rosa ganó el general
Eusebio Borrero.

En 1851 dominaba en el ámbito nacional el liberalismo, y los


gobernadores y funcionarios locales pertenecían
principalmente a este grupo. Sin embargo, la fuerza del
conservatismo le permitió aun ganar en la provincia: en 1851,
en las elecciones para vicepresidente, aunque en el país ganó
Obaldía, en Antioquia triunfó Juan de Francisco Martín, antiguo
sostenedor de la dictadura de Bolívar y de Urdaneta. En 1853
el dominio liberal nacional - acompañado de un uso creciente
de mecanismos de manipulación electoral: entonces se inician
las acusaciones de fraude y coacción como parte rutinaria de
la política nacional- era muy fuerte, y no hubo candidatos
conservadores: esto se manifestó en una votación por el
candidato oficial Obando relativamente reducida, aunque
obtuvo la mayoría en la región: fue el primer triunfo
propiamente liberal en Antioquia, y se dio en medio de una
abstención relativamente alta.

A partir de 1853 se estableció el sufragio universal y se dio


el voto a todos los varones de más de 21 años. Sería
interesante saber como se votó en Antioquia en 1855 y 1856,
en las elecciones para Corte y Procurador General de la
república. Pero en 1857 el liberalismo pudo ver que en
Antioquia el voto universal favorecía a los conservadores
tanto como el voto reservado a los alfabetas y propietarios. En
esta elección (según los jurados) hubo 13.978 votos por
Mariano Ospina y 4.351 por Manuel Murillo, mientras
Mosquera obtuvo 915 votos. Murillo ganó únicamente en
Amalfi, Anza, Concepción, Heliconia, Neira, Manizales,
Rionegro, Retiro, Santa Bárbara, Urrao, Remedios, Zaragoza y
Zea, mientras que Ospina obtuvo más del 90 % de los votos
emitidos en Abejorral, Cañasgordas, Peñol, Frontino, Guatapé,
Salamina. San Vicente, Yarumal, Titiribí y unas cuantas
localidades mas; en Itagüí, Caldas, Ituango, Caramanta,
Girardota, Santuario o Envigado no hubo ni un voto liberal, y
el numero de votantes fue proporcionalmente más elevado
que en los sitios donde había algún grado de competencia
entre los dos partidos. En Marinilla y Sonsón, donde casi no
hubo votos liberales, Ospina compitió con el general Tomás
Cipriano de Mosquera. En Medellín ganó Ospina, pero Murillo
tuvo una buena proporción, como en La Ceja: unas de las
pocas localidades donde ambos partidos tenían una buena
presencia. Esta elección mostraba una geografía electoral en
la cual, dentro del dominio general conservador, los liberales
mantenían algunos enclaves alrededor de Rionegro, en el
noroeste y en las zonas de colonización, y tenían una alta
aunque minoritaria votación en Medellín. En líneas generales
esta situación se mantendría hasta el siglo XX.

Administración, Guerras y Política

La década de 1830 comenzó agitada. El general Rafael


Urdaneta, en Bogotá, derrocó en 1830 al presidente
constitucional Rafael Mosquera, lo que llevo al retiro del
gobernador de Antioquia, Alejandro Vélez, y a su reemplazo
por el coronel venezolano Juan Santana. Los agentes de la
dictadura, a pesar de que contaron con una actitud de
contemporización de la élite antioqueña,-con pocas
excepciones, como las de Salvador Córdoba y Mariano Ospina
- que los respaldó inicialmente, cayeron fácilmente cuando, en
marzo de 1831, Salvador Córdoba logró formar una pequeña
columna militar. En menos de un mes Córdoba se apoderó del
departamento y restableció el régimen constitucional.

Después de este brusco inicio, la década del 30 fue en


general de optimismo y calma. Los funcionarios que se
sucedieron en la gobernación veían adelante un mundo de
progreso, apoyado por las cualidades de trabajo y el afán de
riqueza que veían en los antioqueños, que ya manifestaban
los rasgos del carácter que los distinguirían en el siglo
siguiente: "Tranquila, y mucho es esta tierra; el santo egoísmo
y el ansia por la plata dizque la pierden", escribió en 1832 el
gobernador Aranzazu. Y el mismo decía en 1833: "esta
provincia va creciendo en mi concepto con increíble rapidez, y
si hay diez años de paz, patriotismo y acierto para dirigirla, y
no se pierde el equilibrio provincial, nos vamos muy alto y
dejamos atrás a las otras del Estado".14

Dentro de esta perspectiva, la actividad política se redujo en


buena parte al esfuerzo por establecer una administración
relativamente eficiente y progresista. Los dos gobernadores
principales de esta época, Juan de Dios Aranzazu y Francisco
Antonio Obregón, que contaron con el apoyo como secretario
de Mariano Ospina Rodríguez, orientaron los esfuerzos del
gobierno a impulsar algunos caminos, como el de Fredonia a
Caldas, el de Caramanta y el de Yarumal, a tratar de ampliar
la educación primaria e incluir algunos elementos científicos
en la educación que se daba en el colegio de secundaria y a
buscar el control moral de la población más díscola y menos
dispuesta a trabajar : para todos fue una prioridad la lucha
contra el juego y la "persecución a los borrachos y a los
vagabundos" Estas administraciones, además, tenían una
clara conciencia de la necesidad de estimular la actividad de
los grandes empresarios privados, y promovieron la
asignación de baldíos para empresas colonizadoras, la
eliminación de los resguardos indígenas, la concesión de
minas y, un poco infructuosamente, la orientación de la
educación para que preparara mano de obra con una mínima
formación técnica.

El principal motivo de inquietud fue la rebelión del padre José


María Botero, en enero de 1836, a la que ya se ha aludido:
este, después de una violenta campaña contra el gobierno,
fue condenado a prisión por injurias y ataques a las
autoridades. Un grupo de medellinenses, encabezados por el
hacendado y empresario Manuel Posada Ochoa, atacó la
cárcel y lo liberó a bala: el padre, que era erudito, buen orador
y bastante inquieto, tenía bastante prestigio entre los
conservadores más ultramontanos. El presbítero Botero se
escondió, pero se presentó a las autoridades a finales de
1836, cuando fue condenado a muerte por sedición, como
culpable de la asonada que lo había hecho soltar. La
posibilidad de su ejecución conmovió a Medellín, hasta que el
gobierno de Santander prefirió indultarlo, apoyándose en el
dictamen de tres médicos que declararon que estaba loco.
Una nueva situación de inquietud se produjo el mismo año,
con motivo del conflicto con Inglaterra, que condujo a finales
de 1836 al bloqueo de Cartagena por un buque británico: los
patricios hicieron donativos para ayudar a defender al país,
mientras que el padre Botero, siempre original, invitaba al
pueblo a sumarse a los ingleses "para destruir el gobierno
impío".15

También se ha mencionado ya la rebelión de 1840. Iniciada


en Pasto, se extendió por todo el país bajo la orientación de
José María Obando, apoyada en sentimientos regionalistas,
resentimientos militares y esbozos de liberalismo. En
Antioquia en octubre de 1840, cuando la rebelión se había
generalizado en casi toda la Nueva Granada, el coronel
Salvador Córdoba, comandante militar de la región, y quien
acababa de ser reemplazado por el coronel Juan María Gómez,
se apoderó del mando. El gobernador, que era Obregón, no
ofreció ninguna resistencia, y es posible que simpatizara con
la revuelta. Córdoba mantuvo el poder el resto del año, y en
enero de 1841 se debió enfrentar a tropas que venían bajo el
manto del coronel Gómez. En Riosucio, el 17 de enero, se dio
la batalla, en la cual Córdoba fue derrotado. Córdoba pensaba
probablemente retirarse, pero recibió refuerzos con la llegada
del gobernador de Mariquita, José María Vesga. Las tropas
rebeldes se encontraron con las de los gobiernistas, dirigidas
por el general Eusebio Borrero, el 2 de febrero en Itagüí,
donde tras un combate indeciso se firmó un convenio, que
dejaba a Córdoba el control de Antioquia y pactaba el retiro de
los legitimistas. Quedó de este modo Vesga como gobernador
de Antioquia, y en mayo se dirigió al sur a enfrentar un
ejercito gobiernista. Los rebeldes amenazaron a Pácora con el
saqueo, y fueron derrotados en Salamina el 5 por las tropas
de Braulio Henao y otros, en una batalla en la que tuvo papel
importante doña María Martínez de Nisser, quien, vestida de
soldado y con el pelo recortado, estuvo en las filas
conservadoras. La guerra en Antioquia prácticamente
concluyó con esta acción, aunque en el resto del país continuó
hasta febrero de 1842, y en ella participaron algunos
batallones antioqueños. Durante parte de este conflicto, de
mayo a septiembre de 1841, la Nueva Granada estuvo dirigida
por el antioqueño Juan de Dios Aranzazu, encargado de la
presidencia de la república.

Antioquia volvió a la paz, bajo un régimen de orientación


cada vez más conservadora. Los principales gobernadores de
la siguiente década fueron el ya general Juan María Gómez
(1852-1845), don Mariano Ospina Rodríguez (1845-47) y el Dr.
José María Martínez Pardo. Estos gobernadores continuaron las
líneas de sus antecesores, buscando el estímulo a la
colonización, a las explotaciones mineras y a las vías de
comunicación. En el terreno educativo los jesuitas volvieron a
Medellín, a hacerse cargo de la educación de los hijos de las
élites, con el apoyo de conservadores y liberales. Ospina, en
particular, hizo gran énfasis en el desarrollo de una buena
policía y en la persecución a vagos y jugadores. Estimuló
además varias obras de fomento, como la creación de una
Caja de ahorros y la nueva construcción del Hospital de San
Juan de Dios y pretendió, infructuosamente, el impulso a la
colonización hacia Urabá.

A finales de los años cuarentas empezó a reavivarse el


liberalismo, que creo las llamadas sociedades democráticas y
atrajo una buena proporción de los jóvenes universitarios.
Triunfante el liberalismo en el país, el presidente J.H. López
nombró gobernadores de esa filiación, aunque poco
identificados con actitudes radicales. El primero de todos fue
el Dr. Jorge Gutiérrez de Lara, de la élite rionegrera, yerno de
don Pedro Sáenz, y antiguo socio comercial del empresario
Francisco Montoya, y quien, a pesar de ser conocido como
conservador, había comenzado a volver al liberalismo en los
años anteriores, y había votado en el congreso de 1849 por
López. Gutiérrez nombró como secretario al Dr. Nicolás F. Villa,
quien sería uno de los dirigentes liberales más importantes
hasta finales de siglo. Villa estuvo entre los organizadores en
1845 de una corporación que tuvo bastante papel en el
renacimiento de los liberales, la Sociedad de Amigos del País,
junto con José María Facio Lince, y los extranjeros T. Moore y
W.Jervis, así como Pedro Antonio Restrepo Escobar. Durante la
administración de Gutiérrez de Lara se expulsaron
nuevamente los jesuitas, por decisión del gobierno nacional.
Además, el congreso expidió la ley de descentralización de
rentas, que produjo una de las más importantes
transformaciones en la vida regional del siglo pasado. En
efecto, por esta ley se trasladaron a las provincias los ingresos
del aguardiente, los diezmos y quintos al oro, etc. Aunque
Antioquia procedió a eliminar el impuesto al oro, lo compensó
en parte con un impuesto al ingreso de mercancías
provenientes de otras provincias. A partir de esta ley,
comenzó una rápida elevación de los recursos de que disponía
la administración regional, los cuales se orientaron ante todo
a vías de comunicación y educación.

La representación antioqueña al Congreso nacional siguió


siendo esencialmente conservadora, a pesar del ejecutivo
liberal. En 1850 participó activamente en la discusión sobre
liberación de esclavos, en la cual los representantes de
Antioquia, Mariano Ospina Rodríguez y Juan Antonio Pardo
votaron en contra de los proyectos de emancipación,
objetando en particular la insuficiencia de la indemnización.
La ley se aprobó con solo 14 votos en contra, entre los cuales
estuvieron los de los antioquenos Juan Nepomuceno Duque,
Juan Antonio Pardo y Miguel Gómez Restrepo.15

Una de las más importantes leyes de los congresos liberales


fue la división de Antioquia en tres provincias (Medellín,
Córdoba, cuya capital era Rionegro y Antioquia, con Santa Fe
de capital), aprobada el 15 de mayo de 1851. Probablemente
el principal motivo fue electoral: los liberales no tenían
posibilidades de ganar las elecciones en toda Antioquia, por lo
cual, y dado el sistema de escrutinios vigente, la totalidad de
los representantes antioqueños al congreso y una elevada
proporción de los miembros de la asamblea provincial eran
usualmente conservadores. Sin embargo, los liberales tenían
una alta votación, en la región de Santa Fe, y estaban en
situación de equilibrio en el oriente, dado el alto voto liberal
de Rionegro y El Retiro. Con la nueva ley, se esperaba ahogar
el voto conservador de Santa Rosa colocando esta zona en la
provincia de Santa Fe de Antioquia, que se esperaba quedaría
con predominio liberal. En Medellín continuaría sin duda el
dominio conservador, y se confiaba que en Rionegro, al
menos con el apoyo del ejecutivo, pudieran ganarse las
elecciones, a pesar del elevado voto conservador de Marinilla
y otras áreas vecinas. Además, como es lógico, esto satisfacía
algo la vanidad de Rionegro y Antioquia, que adquirían el
carácter de capitales, con asamblea y gobernador.

En 1851 los dirigentes conservadores antioqueños habían


impulsado una revolución local a nombre del federalismo y de
la defensa de la iglesia. La respuesta nacional fue la división
de la provincia, lo que reforzó el sentimiento regional y la
creciente convicción de la élite de que, en un país dominado
por el liberalismo, la mejor garantía de una región en paz
sería el federalismo; por la misma razón, los conservadores
antioqueños votaron en los congresos de la época a favor de
la separación total entre la iglesia y un estado que empezaba
a actuar con hostilidad hacia ella. El afán de aislarse de los
conflictos nacionales llegó hasta el punte de que se sugiriera
que, si el federalismo no se lograba, sería quizás preferible
buscar la unión a los Estados Unidos, siguiendo las ideas
expresadas por Ospina, que había sugerido someterse a un
protectorado inglés en 1840. 16

Con estos acontecimientos se abría el camino a la lucha, que


rendiría sus frutos en 1857, por la creación del Estado de
Antioquia.

Notas
1. Aranzazu, "Cartas..."
2. Martínez, Diario, 296. Dona María Martínez, dama de
Sonsón casada con el sueco Pedro Nisser, tomó parte activa
en la lucha militar contra la rebelión de Salvador Córdoba,
vistió el uniforme de soldado y participo en la batalla de
Salamina, dando entusiasmo a los defensores del gobierno.
Dejó un interesante diario, publicado en 1843, y del que cito
varios textos.
3. Aranzazu, op. cit.
4. Gómez Barrientos, Don Mariano Ospina...347
5. Martínez, op. cit. 325
6. Aranzazu, op. cit. 604 y 613
7. Restrepo, Diario, III, 190
8. Tisnés, María Martínez... 62
9. Id. 80
10. Martínez, op. cit., 301
11. Id., 336 y 291
12. Id., 300 y 336
13. Toda esta sección se basa en el artículo de Bushnell citado
en la bibliografía.
14. Aranzazu, op. cit.
15. Arboleda, Historia...,III, 182
16. Gómez Barrientos, op. cit.

Bibliografía

Aranzazu, Juan de Dios:"Cartas Inéditas", en Repertorio


Histórico, Vol. XV (Medellín, l940).
Arboleda, Gustavo: Historia Contemporánea de Colombia.
Vols. 2-4. Bogotá, 1919-Popayán l930
Brew, Roger: Aspects of Politics in Antioquia, 1850 to 1865.
(Tesis, U of Oxford), l971
Bushnell, David, “Elecciones presidenciales colombianas,
1825-1856, en Miguel Urrutia y Mario Arrubla, Estadísticas
históricas de Colombia, Bogotá, 1970
Camargo Pérez, Gabriel, Correspondencia del Coronel
Salvador Córdoba. Bogotá
Gómez Barrientos, Estanislao: Don Mariano Ospina y su época.
Medellín, l913
Henao Mejia, Gabriel: Juan de Dios Aranzazu. Bogotá, l953.
Latorre Mendoza Luis: Historia e Historias de Medellín.
Medellín, l934
Llano, Teodomiro: Biografía del señor Gabriel Echeverri.
Bogota, 1890
Martínez de Nisser, María, “Diario de los Sucesos de la
Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840 y
1841”, en Roberto M. Tisnés Jiménez, María Martínez de
Nisser y la Revolución de los supremos. Bogotá, 1983
Mesa Nicholls, Alejandro: Biografía de Salvador Córdoba.
Bogotá, l920
Restrepo Sáenz, José María, Gobernadores de Antioquia, Tomo
II: 1819-1873. Bogota, l970
Restrepo, José Manuel. Diario Político y Militar, 4 vols., Bogotá.
Restrepo, José Manuel: Historia de la Nueva Granada. 2 Vols.
Bogotá, 1952, l963.
Gosselman, 1837.
Epistolario de Rufino Cuervo
Epistolario de José Maria Obando
Cartas de Aranzazu (Repertorio), t. 14
Cartas de Restrepo (Repertorio)
Cartas de Santander
Cartas a Santander
Henao, Januario: Rasgos biográficos sobre José Maria Amador
(Medellín, Imp. de El Espectador, 1894)
Moreno, Abraham: biografía de Giraldo, publicada en l908
Ramírez Urrea, Ulpiano: Cantón de Marinilla (1810-1867)?
Ramírez Urrea, Ulpiano: Marinilla y el señor Jiménez.
Ortiz, Venancio, Historia de la Revolución del 17 de Abril.
Uribe, María Teresa.
Restrepo Piedrahita, Carlos: Constituciones de la Republica
Liberal.
Posada Gutiérrez.

Jorge Orlando Melo, Cali, 1987

Publicado en Historia de Antioquia, Medellñin, 1987 y 1988

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