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Felipe Espinoza S.
Epistemología
PUCV

EXPOSICIÓN DE DESCARTES, Meditaciones Metafísicas, Meditación I

“La felicidad no está en la ciencia,


sino en la adquisición de la ciencia.”
E. A. Poe

René Descartes, filósofo, matemático y científico francés, un pionero de la filosofía


moderna, ya en su tiempo intuyó e hizo manifiesto 1, en las Meditaciones Metafísicas, lo
expresado anteriormente en éste ensayo. Ahora bien, no se quedaría sólo con esta
interrogante sobre lo que verdaderamente es y lo que no, sino mejor que eso, comienza
a estudiar todo esto a tal punto que se encuentra con lo que es indudable y certero.

Descartes argumenta como primera cosa que: es preciso deshacerse de todas las
opiniones falsas, así empezar todo desde nuevos fundamentos para establecer algo firme
y constante en las ciencias. Se da cuenta de lo arduo y difícil, tal vez imposible, que
sería comprobar la verdad de cada proposición u opinión. Empero, sabe también que las
innumerables opiniones se fundan en ciertos principios que las sostienen, y que si un
principio es falso, entonces todo lo que de aquel principio se sostiene será también muy
dudoso e incierto.2
Continúa esto, como es de esperarse, en busca de los principios de su “conocimiento”,
de sus opiniones, y establece un punto de síntesis para éstas en los sentidos; pues todo lo
que se ha admitido como verdadero, todas las opiniones que parecen más seguras, se
han aprendido de los sentidos o por los sentidos, han sido producto del uso de sus
sentidos.3 Aquí radica en principio la duda, en la veracidad del conocimiento o de las

1
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 17.
2
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 17.
3
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 18.
2

opiniones adquiridas a través de los sentidos, y por lo tanto, todas las opiniones basadas
en cualquier principio que implique en su fundación el uso de los sentidos.
Tras esto, ya queda implícita la separación de dos nociones: 1), lo que se ordena en
relación a los sentidos, vale decir, el “conocimiento”, la opinión, o el resultado, de lo
que se adquiere a través de los sentidos. 2), lo otro, por negación de la copula, el resto,
lo que se tiene o adquiere sin el uso de los sentidos. Por lo que si se estableciera, como
se verá más adelante, la duda sobre la existencia de los sentidos, quedaría todavía lo
enunciado en “2)”. Dentro de lo enunciado en “1)”, respecto de los sentidos, Descartes
señala tres distinciones, constituidas cada una como un binomio que busca representar
las posibilidades de que estén o no basadas nuestras proposiciones sobre fundamentos
firmes e indudables. A cada uno de estos tres casos de conocimientos, en los que se
sustenta la duda sobre la veracidad de lo entregado por los sentidos, los llamaré
binomios de: “Distorsión-No Distorsión”, “Cordura-Locura”, “Sueño-Vigilia”.

1º binomio, Distorsión – No Distorsión: más de uno habrá experimentado algún error al


basar las creencias en los sentidos. Habrá experimentado que los sentidos lo engañan
alguna vez, y sobre todo en las cosas mal perceptibles o muy remotas.4 Vemos esto al
sumergir una parte de un objeto recto y sólido en el agua y notar que el segmento del
objeto que está bajo el agua más el que está fuera del agua, ya no es de forma recta
como lo era antes, sino su forma cambia; pasa también al escuchar una palabra, por
ejemplo “mesa” y creer que algo o alguien emitió el sonido correspondiente a “mesa” y
después darnos cuenta que el sonido emitido era distinto a lo que pareció escucharse o
se escuchó, por ejemplo “pesa”. Ésta especie de “fraude” cometido por los sentidos o
por las cosas físicas, no niega la naturaleza de las cosas, ni es en realidad un fraude.
Pues lo que ocurre puede ser comprobado en otras circunstancias o por otro observador
que atienda a las condiciones ambientales, a las causas de distorsión de la información
sensible, a las condiciones del sujeto que percibe, entre otras. Sin embargo, esto pone en
duda la posibilidad de conocer la naturaleza de las cosas. Pues podríamos, sin saberlo,
estar bajo un caso de distorsión y nuestro conocimiento sería erróneo, o si se quiere: no
sería conocimiento.
Lo anterior abarca lo tocante a las cosas mal perceptibles o muy remotas, como ya se
dijo. Pero cabe preguntarse sobre esas cosas que parecen o son más evidentes, esas

4
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 18.
3

cosas cotidianas, esas cosas de las que surge la expresión “sentido común”. La
veracidad de éstas cosas se pondrá en “jaque” en los siguientes dos binomios (tanto en
uno como en otro).

2º binomio, Cordura – Locura: hay cosas lo suficientemente evidentes para no exigir


una reflexión en su creencia cada vez que se realizan. Si voy caminando hacia un lugar
específico, no es usual que ponga en duda que en verdad esté caminando o que quizás
vaya arrastrándome como un lagarto, lo mismo que si estoy aquí sentado o estoy allí
nadando en un lago. Sin embargo, hay quienes mientras se arrastran por el suelo creen
que van caminando de pie normalmente; o mientras permanecen sentados en una sala,
creen que están en medio de un lago. Cosas como estas, son las que le ocurren a los que
padecen de locura, y es por esto que Descartes sabe que bajo este criterio podría dudarse
del conocimiento; y aunque se sabe cuerdo, acepta la posibilidad al menos, de que
alguien incluido él, podría estar bajo el engaño de la locura. Porque ¿quién no estando
cuerdo, podría saber, sin dejar lugar a ninguna duda, si está o no está cuerdo? 5 En
palabras cómicas, Edgar Allan Poe decía “Cuando un loco parece completamente
sensato, es ya el momento, en efecto, de ponerle la camisa de fuerza.”6

3º binomio, Sueño - Vigilia: sobre cosas tan evidentes como el saber que se está vestido
o desnudo, que se está almorzando o no, y otras tan evidentes como estas, podemos
argumentar que se tiene la misma seguridad de las cosas cuando se está soñando, y no
obstante al despertar caemos en cuenta que era todo un simple sueño, parte de la
imaginación. A partir de esto, notamos también que los sueños están conformados por
distintos elementos mucho más evidentes, elementos simples, que por su simpleza nos
es difícil negarles la existencia. Pues tanto en el sueño, como en la vigilia, la suma de
dos más tres siempre será cinco; así como la suma de los ángulos interiores de un
triangulo siempre será ciento ochenta grados; y también, estemos dormidos o despiertos,
todo cuadrado tendrá cuatro lados. Tan simples y generales son estas cosas que,
independiente a estudiar si existen o no en la realidad, contienen algo de cierto e
indudable. Además de estas existen otras partículas simples mas no indudables, como
son los colores y elementos de la realidad, que se aparecen en los sueños formando tal
espejismo que, a partir de cosas que existen en la realidad, se crean objetos irreales. A
5
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 18.
6
http://es.wikiquote.org/wiki/Edgar_Allan_Poe
4

partir de cosas como, un ojo, una mano, una pétalo, una piedra; nuestros sueños, nuestra
imaginación puede crear cosas inexistentes, irreales y falsas. Pero además de estas
ultimas cosas simples mencionadas, existen cosas aún más pequeñas que las
constituyen, como la figura, la forma, la cantidad, el número, la magnitud, incluso llegar
a pensar en moléculas, quizás átomos, entre otros, que nos harían dudar de los
elementos que parecían tan evidentes y ciertos. 7 Mencionando nuevamente a Poe, y a
modo de ilustración como en la anterior: “No es una suposición irracional pensar que,
en una vida futura, consideremos un sueño nuestros pensamientos actuales.”8

Estas cosas de constitución tan simple, como las verdades matemáticas, parecen no
constituir dudas. Pues aunque alguien que padece locura crea que dos más tres no es
cinco, su creencia será trivial frente a la del resto que goza de cordura. Si pensamos que
aún admitiendo el error que puede causar el sueño, existen verdades matemáticas que
parecen gozar de veracidad, Descartes se encargará de echar por tierra tal suposición,
explicitando ahora la división mencionada al principio de este trabajo.
Todo lo anterior tomaba por verdadero un mundo exterior, donde el error consistía en la
interpretación que hacíamos de él. Sin embargo, lo que no pertenece a un mundo
exterior al sujeto, o bien no existe bajo ningún respecto, o bien debe existir en un lugar
no exterior a él, en el interior, tal como en “2)”. Es entonces cuando Descartes baraja la
posibilidad de la existencia de una entidad superior, recuerda su fe, recuerda a Dios. A
Dios, dentro de su estudio y mientras tanto, sólo lo toma como un ente posible. Y bajo la
posible existencia de Dios, baraja también la posibilidad de que este ser supremo, esté
engañándolo respecto de las verdades, que esté jugando con su pensamiento. Mas como
el Dios que Descartes piensa, es el Dios cristiano, Dios bondadoso, fuente de verdad,
emplea la suposición de un “genio maligno” engañador. Lo importante de esto, no es la
naturaleza completa de este tipo de entidad, sino la posibilidad de estar siendo engañado
por algún ser que es superior a él (en tanto que puede burlarlo de esta forma). El
engaño, admite Descartes, podría ser causa de alguna fatalidad del destino, o del azar, o
de una enlazada secuencia de cosas, o cualquier otra que reemplace la idea de una
entidad-superior-engañadora. Este engaño, consistiría en el hecho de hacer creer a
Descartes que posee, o es formado, por partes físicas exteriores a su pensamiento, que

7
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, páginas 18 y 19.
8
http://es.wikiquote.org/wiki/Edgar_Allan_Poe
5

posee piernas, brazos, ojos, manos, que existe un mundo exterior compuesto de cosas
físicas.9
Recapitulando, vemos que: A) no debe creerse en una proposición de la que se puede
dudar, pues la duda de la que se habla, es una duda “metódica”, que refleja la falta de
comprobación total de una proposición. Si no está totalmente comprobada, si no se
admite por sobre las vías de prueba, esto abre una posibilidad a pensar que estamos
equivocados; es un indicio de que podemos estar bajo algún error. B) debemos dudar de
todas las creencias fundadas en el testimonio de nuestros sentidos. Pues como ya lo
dijimos, los sentidos podrían estar engañándonos, o podrían engañarnos en algún
momento, haciendo que se tome como opinión verdadera una opinión falsa. C) debemos
dudar también, de verdades matemáticas aparentemente obvias. Porque, aunque estas
cosas se alejan del testimonio de los sentidos, es posible que estemos siendo engañados
por un genio maligno que nos hace creer cosas que no son verdaderas y parecen serlo
bajo cualquier razonamiento.
Son estos tres binomios “1)”, más la suposición de un engaño horroroso “2)”, los
respaldos para que Descartes ponga en duda cualquier proposición. Por sobre todo, se
observa que lo perteneciente a “2)” constituye un argumento muy poderoso, más que los
otros tres binomios. Ya que bastaría sólo este argumento para dudar de las
proposiciones, sin recurrir a lo enunciado en los tres binomios. Sin embargo y a pesar
del alcance que tiene una suposición de éste tipo, Descartes no pone en duda la verdad
de todas las proposiciones, sino que sostiene la verdad de dos proposiciones, una de
ellas es que él existe:

“Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que no soy; y, engáñeme


cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando
que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo
cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta
proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la
pronuncio o la concibo en mi espíritu.”10

9
Cf. R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, páginas 20 y 21.
10
R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 24.
6

La segunda proposición admitida por Descartes, es la de una actividad del alma, de la


mente, del espíritu, del intelecto, (…), es la actividad de dudar, de pensar, de poder
decir: existo, soy, quizás hay un genio maligno, (…). Descartes dice:

“Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me


pertenece, siéndole único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es
cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá
ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir.”11

En estas dos primeras pronunciaciones, o, en estas dos primeras proposiciones,


certeras, funda Descartes el planteamiento de su argumentación escéptica. La existencia
del sujeto, existo, soy, en base a que existe una duda, una duda pensada y pensada por
algo, el sujeto; luego, pensada por alguien. Y la duda pensada, el pensamiento, es
prueba de la existencia del sujeto, por ser existente el mismo. Porque nadie podría decir
que el pensamiento no existe, pues decir esto, es pensar. Y si no es pensar, entonces no
es un juicio y es trivial. Para instanciar esto en un ejemplo: (i), imaginando que un
animal, como el loro gris12 africano, repite los fonemas tal que se forma la frase “el
pensamiento no existe.” Si decimos que lo loros no piensan, para decir que la frase no
corresponde a un pensamiento, entonces la frase “el pensamiento no existe”
pronunciada por el loro sería equivalente a que pronunciara una frase tal como “El
pensamiento sí existe”, en el sentido de que, lo que haría, sería sólo emitir sonidos y no
conceptos. Y tanto una como otra frase sería una articulación de sonidos. Ahora,
ejemplifiquemos lo contrario: (ii) imaginemos que otro loro africano, llamémoslo
Alex,13 emite la misma frase “el pensamiento no existe.” Si decimos que la frase es
valida conceptualmente, es porque está formada en base a conceptos. Si decimos que lo
que Alex está diciendo es verdad, es porque tiene valor de verdad, si tiene valor de
verdad es porque es un juicio y por esto, también, es un pensamiento. Si Alex
pronunciara la frase “el pensamiento existe”, bajo las mismas condiciones de este
ejemplo (ii), la primera frase de Alex no sería equivalente a la segunda, sino serían
contradictorias entre sí. Pero no necesitamos, bajo éste ejemplo, que Alex pronuncie su
segunda frase, pues al reconocer que la primera frase de Alex tiene un valor de verdad el
11
R. Descartes, Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas, Ediciones Alfaguara S. A.,
Madrid, 1977, página 25
12
http://es.wikipedia.org/wiki/Psittacus_erithacus
13
El nombre “Alex” para el loro, es intencional, en mención honrosa al loro Alex de Irene Pepperberg
http://es.wikipedia.org/wiki/Alex_(loro)
7

cual es verdadero, reconocemos de manera implícita que existe algún pensamiento. Y


esta proposición implícita es contradictoria a la frase, entonces la frase no puede tener
un valor de verdad verdadero, su valor de verdad debe ser falso, o bien debe carecer de
valor de verdad. Por lo visto, no podemos negar de ésta forma, la existencia del
pensamiento.
Existe otra mirada a éste asunto de si existe o no el pensamiento, y es la raíz de donde
proviene éste juicio; si podemos o no podemos dudar de todo. Podemos considerar un
lenguaje formal para expresar ésta sentencia sobre la duda. Considerando una relación
de implicancia entre dos proposiciones, relación que sigue su ejecución bajo las mismas
reglas de la implicancia entre dos términos simples. Denominemos una primera
proposición como ‘Q’. La proposición ‘Q’ es: [ p ◊ (se duda que: p)]. Esto
representa: para cualquier proposición, la posibilidad de dudar una proposición; y al
mismo tiempo es una proposición. Consideremos ahora una segunda proposición, la
proposición ‘R’. La proposición ‘R’ es la siguiente: [◊ p (se duda que: p)]. Esta
segunda proposición, que difiere de la primera en la ubicación del operador modal de
posibilidad “◊”, manifiesta que es posible dudar de todas las proposiciones, lo cual
resulta paradójico. En el pensamiento de Descartes: primero, se hace patente una forma
de razonar como lo expresado en la proposición ‘Q’, aunque también manifiesta que hay
dos proposiciones de las que no duda; estas son su existencia y la existencia del
pensamiento. ¿Podremos concluir, de lo primero pensado por Descartes, que es posible
dudar de todas las proposiciones? O en otras palabras: ¿de la proposición ‘Q’ se
desprende ‘R’? En lenguaje formal, formemos un principio denominado ‘W’. El
principio ‘W’ es “[ p ◊ (se duda que: p)] → [◊ p (se duda que: p)]”. ¿Es válido el
principio ‘W’? Como se trata de una relación de implicancia, la única forma de que esté
errada, será que el antecedente sea verdadero y el consecuente sea falso. Entonces,
analizamos cada proposición por separada. La proposición ‘Q’ por todo lo visto
anteriormente, en este trabajo, es verdadera. Por lo que diremos, verdaderamente
podemos dudar de alguna proposición. Luego, si esta proposición es verdadera, hay
una proposición de la que no podemos dudar, pues es en ella donde basamos nuestro
razonamiento, éste juicio es que podemos dudar de alguna proposición, éste juicio es
‘Q’. Es momento ahora de pensar en la proposición ‘R’; ésta, si es verdadera es
paradójica. Pues si afirmamos que se puede dudar de todo, entonces hay algo de lo que
no dudamos, que es la afirmación pronunciada. No queda más que reconocerla como
falsa. Ya por fin resolvemos, si ‘Q’ es verdadero y ‘R’ es falso, entonces la relación de
8

implicancia desde ‘Q’ hacia ‘R’ es falsa. Descartes estuvo conciente, en cierto sentido,
de éste error, ya que sólo admite la verdad de un juicio como ‘Q’ y no de uno como ‘R’.
En estricto sentido, no utiliza un principio como el expresado en ‘W’.
Existe una manera de entregar un grado de veracidad a la proposición ‘R’ pero en cierto
grado se altera la naturaleza de ‘R’, por ello la nombraremos ‘R2’. Si dividimos las
proposiciones como pertenecientes a diferentes niveles de lenguajes (algo así como,
conjuntos de proposiciones donde unos pueden pertenecer a otros), entonces
expresamos ‘R2’ como: “es posible dudar de todas las proposiciones, en tanto que se
dice ‘todas’ de las pertenecientes al conjunto I, o al nivel I”. Ahora bien, si declaramos
‘R2’ como verdadera, será una proposición de la que no se duda, por lo que no
pertenecerá al conjunto I o al nivel I. Admitiendo esto, diré que sería absurdo intentar
conocer algo y llevar estos niveles, estos conjuntos, hacia el infinito. En la medida que
el ejercicio de dividir por niveles entregue algo, algún producto que sirva como
fundamento para conocer, es útil la división. Llevar los conjuntos al infinito, hará que en
algún punto deje de ser productivo, deje de permitir conocimiento, a lo sumo entregará
entretención, quizás alguna especie de arte (como el surrealista), pero será trivial para la
filosofía o la ciencia.
Este tratamiento de la proposición, lo considero como lo que hace que el juicio ‘R’
cambie su sentido, apuntando hacia un objetivo parecido al de Descartes, que es el de
dudar de todo, pero es un todo que implica la noción de tiempo. Es dudar de un todo-
hasta-ahora, pues una vez establecida la duda, se emprende una reconstrucción de
proposiciones que no den lugar a dudas. O mejor dicho, una vez admitida la duda de lo
que el tomaba conocimiento sin haberlo probado en sus posibilidades, se encuentra con
lo que siempre fue cierto, se reencuentra con las certezas que poseía, y no
necesariamente con todas, en tanto que no necesariamente todas eran realmente
verdaderas. Ésta es la duda del todo-hasta-aquí, donde Descartes duda de todo lo que ha
tomado como verdadero hasta su presente, hasta el momento donde nace su duda,
incluso de Dios y de su cuerpo duda. No es una duda desesperada, no es que Descartes
no duerme porque no sabe si dormir es en realidad dormir. Es una duda metódica, una
especie de instrumento para revisar sus creencias, para fundar su conocimiento. Es crear
ésta especie de conjuntos de ‘todo’ en su mente, para poder llegar a donde se puede
dudar de la mayor cantidad de proposiciones, y dudarlas. Es interesante que la duda
implique certeza, pues de cada cosa que se dude, entonces se admite que se duda. Así
mientras más juicios u opiniones Descartes pone en duda, así mismo se hace más
9

certero que descartes duda; como quien cree estar perdido en un monte y decide
ascender a la cima, sabiendo que al ascender a la cima puede estar alejándose de su
objetivo, mas sube hasta ella porque sabe también que estando en ella podrá divisar
nuevamente su meta y nuevamente emprender su camino hacia ella, pero esta vez de
forma diferente: sabiendo que cada paso que recorre es firme, sólido y bien dirigido
hacia la meta. De la misma manera Descartes plantea la forma (Meditaciones
Metafísicas, meditación I y II), de fundar las bases para un conocimiento científico.
Habiendo llegado a la posibilidad de dudar de “todas-hasta-ahora” las proposiciones,
comienza a ver que es lo que queda después de eso, que es lo que no se puede dudar
tras haber dudado de “todo-hasta-aquí”. Y a partir de lo que no se puede dudar, que
parece ser casi-nada, René Descartes comenzará a construir diferentes fundamentos, y
diferentes juicios. No será un construir en el sentido de crear, o de relativizar algo, sino
será un descubrir, un entender que es lo que puede conocer, y en que grados puede
entenderlos. Todo esto, distinto es a pensar que por dudar de una mayoría de cosas, no
podemos llegar al conocimiento. El dudar de todo y nada más, es dejar de lado la
certeza que nos entrega la duda cada vez que aparece. El dudar que contemple la
veracidad que adviene tras la duda será causa de conocimiento, de creencias. Y será
gozo, no a causa del simple dudar-por-dudar, sino a causa de la adquisición de ciencia
gracias a ella.

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