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Ángel guardián

Es verdad, no es un cuento;
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.

Tiene cabellos suaves


que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)

Él tiene cuerpo, manos y pies de alas


y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.

Hace más dulce la pulpa madura


que entre tus labios golosos estrujas;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.

Es quien te ayuda a que cortes las rosas,


que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
Y aunque camine contigo apareado,
como la guinda y la guinda bermeja,
cuando su seña te pone el pecado
recoge tu alma y el cuerpo te deja.

Es verdad, no es un cuento:
hay un Ángel Guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.

Análisis de El Ángel Guardián


Gabriela Mistral nos ofrece un poema circular que habla sobre la vida y sobre las creencias, que
siempre están presentes y a las que, en muchas ocasiones, nos aferramos, y sentimos como
reales, por mucho tiempo que pase y por muy feliz o trágica que pueda ser nuestra vida. La poeta
cree en el ángel guardián.
Calma a los pequeños durante la lactancia y, a medida que uno crece, les ayuda a entender lo que
les rodea, lo nuevo que descubren. Día y noche, con dolor o con miedo o alegría, etc., ese ángel
está a su lado. Ayuda a entender el paso de la niñez a la madurez, al conocimiento de uno mismo,
de su propia belleza y del amor, dejando atrás los sueños de la infancia.
El ángel guardián ayuda a descubrir el deseo y el dolor, además de la alegría que uno lleva
dentro. Te ayuda a interpretar tus sentimientos y a reponerte cuando se pasa por momentos de
dolor. Incluso cuando uno se entrega al primer encuentro amoroso no nos deja solos. Guarda lo
mejor de cada uno para que entreguemos sólo nuestro cuerpo y no nuestra alma. Como poema
circular que es, la poeta vuelve a recordarnos que ella sigue creyendo en el ángel guardián.
Cuando leemos este poema, no interpretamos que haya un deseo de la poeta para que creamos en
Dios o una religión concreta. Nos aporta un algo íntimo y personal por el que nos hace sentir que
la humanidad tiene algo en lo que apoyarse, algo en lo que creer. La idea de estar solos es algo
que aterra a la mayoría de las personas y el mero hecho de creer que haya algo que cuida de
nosotros y que, en los momentos más dolorosos, o peores nuestra vida, está nuestro lado y nos
ayudará de alguna manera, nos hace sentir más acompañados.
Para la poeta, el único momento de felicidad real es la infancia y cuando no se la arrebata la vida
y quienes la rodean poco a poco, a medida que vamos creciendo, es importante que la soledad
sea el sentimiento que menos tengamos presentes. Por eso la figura del ángel guardián, creamos
en ella o no, es un elemento de apoyo para muchos y que nos hace sentir mejor desde el punto de
vista personal, social y como comunidad.

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