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UNIVERSIDAD TÉCNICA DE MANABÍ

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANÍSTIAS Y SOCIALES


CARRERA DE PSICOLOGÍA CLÍNICA

Bejarano Vera Jacqueline Elizabeth

INTRODUCCIÓN

Las adicciones y los comportamientos compulsivos se propagan, obtienen nuevas

interpretaciones y mejores opciones de tratamiento, atrayendo cada vez más la atención de la

sociedad. El sexo, la comida, el ejercicio, las compras, entre otras actividades consideradas

normales y rutinarias, se han convertido en las principales causas de preocupación para las

personas que se consideran "adictas" a algunas de ellas, pero actualmente ha surgido una nueva

adicción, la más significativa en el siglo XXI, y es la adicción a las nuevas tecnologías y/o

smartphones, y de este problema surge una pregunta: ¿De qué manera afecta la adicción o uso

excesivo de las nuevas tecnologías y/o smartphones en el desarrollo psicológico y social de las

nuevas generaciones?. El objetivo de este trabajo será indagar en la temática de las nuevas

tecnologías y/o smartphones y sus efectos perjudiciales.

Para los psicólogos y psiquiatras, los cambios sociales en las últimas décadas y el avance

mismo de la medicina ayudan a explicar el fenómeno. Viviríamos en una nueva era en la que lo

que tradicionalmente se ha llamado "adicción" ha ganado alcance, nuevos diagnósticos y un

creciente interés de los terapeutas, la industria farmacéutica, la sociedad e incluso los gobiernos.

"Adicción" es una palabra generalmente evitada por los expertos por su connotación moral

negativa. Prefieren el término "adicción" cuando se trata de drogas y "compulsión" para designar

trastornos como el "impulso" desenfrenado y repetido de hacer alguna actividad.

El problema no está en querer realizar alguna actividad placentera, sino en vivir casi

exclusivamente para ello. En este caso, como explican los expertos, un impulso particular se

superpone con todas las demás actividades que la persona puede, o incluso quiere, realizar.
DESARROLLO

Los mecanismos cerebrales que determinan la adicción a las drogas y las compulsiones

conductuales son muy similares. Méndez y Romero et al. (2017) afirman que: “El placer se

produce porque disponemos de un sistema cerebral que nos permite experimentarlo” (p. 8).

El sistema de motivación y recompensa, que está anatómicamente constituido por neuronas


dopaminérgicas agrupadas en la llamada área ventral tegmental (AVT). Estas neuronas del
AVT proyectan al núcleo accumbens (NAcc) y a la amígdala (AMI), constituyendo la vía
mesolímbica, y a la corteza prefrontal (CPF) constituyendo la vía mesocortical, en donde la
dopamina ejerce su acción sobre los receptores dopaminérgicos D1 y D2 expresados en las
neuronas del núcleo accumbens y sobre terminales glutamatérgicas que llegan de otras
estructuras, como la CPF y la AMI (Méndez, Romero, Cortés, Ruíz y Prospero, 2017, p. 8).

El número de adictos, ya sea en drogas o comportamiento, se ha acelerado en el siglo XXI.

Este aumento es una consecuencia de las nuevas demandas de la llamada sociedad posmoderna.

Esta sociedad exige más desempeño de las personas en todas las áreas, pero no siempre están

preparadas para responder a tal demanda. Una profusión de estímulos, generalmente en forma de

imágenes (televisión, medios de comunicación, publicidad), bombardea a las personas, que a

menudo tienen dificultades para inventarlas. Nos sentimos poseídos por una emoción que no

podemos manejar. El resultado de este proceso es un exceso de excitabilidad. La sociedad

también impone una feroz competencia entre personalidades exhibicionistas y egocéntricas.

Cada individuo siempre debe buscar el mayor rendimiento. Los que no pueden hacer frente a la

excitabilidad excesiva o adaptarse a esta cultura narcisista pueden sucumbir.

Ante tal amenaza, se producen reacciones: el exceso de excitabilidad se convierte en

trastornos psicosomáticos, trastorno de pánico, depresión o compulsiones. Cugota (2008) afirma:


“Existe una predisposición genética, cambios neuroquímicos precisos, un curso y sintomatología

predecibles y buena respuesta al tratamiento” (p. 24).

Clínicamente, lo que distingue el comportamiento abusivo de la adicción es la gravedad. Nos

enfrentamos a un abuso, no a una adicción, cuando encontramos que este comportamiento es

excesivo, pero aún no lo suficientemente grave, es decir, lo suficientemente intenso y frecuente

como para tener un impacto en la vida del paciente individual. El abuso está en camino a la

adicción y, por lo tanto, además de ser considerado relevante desde un punto de vista clínico, ya

debería merecer tratamiento. Las adicciones aparecen desde el punto de vista psicológico como

un conflicto, una lucha en el interior del individuo entre un impulso de consumir y un control

(Silva, 2001).

Internet, por ejemplo, constituye una tecnología que ha impactado especialmente a las
personas jóvenes y les ha proporcionado muchos beneficios. Pero hay quien llega a estar
obsesionado con las redes sociales, los chats, y se muestra incapaz de controlar su uso
poniendo en peligro sus estudios y sus relaciones sociales (Moll y Odriozola, 2014, p. 3).

Las plataformas digitales sin duda son las nuevas adicciones del siglo XXI que están haciendo

que las personas sean más propensas a la compulsión de los medios virtuales. La preocupación

de estar constantemente conectado a internet y el aislamiento de la vida familiar y social son

algunos de los síntomas que presentan los dependientes de las nuevas tecnologías. Esta adicción

ha estado afectando a las personas en la actualidad y perjudica la vida personal, social,

profesional y académica. No cabe duda que esta compulsión es el nuevo trastorno psiquiátrico

del siglo XXI. La mayoría de las personas no pueden vivir sin el teléfono, sienten la necesidad de

estar conectados las 24 horas del día. Esta patología relativamente nueva lleva a las personas a la

nomofobia, la ansiedad por estar conectados y el uso compulsivo de nuevas tecnologías e

internet. Las encuestas y consultas sobre adictos a internet han demostrado que la adicción está
relacionada principalmente con condiciones predisponentes como el déficit de atención y el

trastorno de ansiedad, la hiperactividad y la depresión, y la fobia social.

Las personas usan los dispositivos incluso para trabajar o estudiar, solo están desconectados

cuando duermen, dejan de salir con amistades y pasan más tiempo en línea, la falta de vida social

y familiar lleva a las personas a refugiarse en el mundo de las conexiones virtuales. Este

aislamiento tiene graves consecuencias para la vida personal, social, profesional y académica.

Por ejemplo, el abuso de internet en el entorno corporativo puede conducir a la limitación del

conocimiento y, en algunos casos, al despido.

La dependencia de las nuevas tecnologías es notoria en el entorno académico y ha estado

obstaculizando el desarrollo de conocimientos, el razonamiento y la concentración. Las personas

no pueden realizar funciones como estudiar o hacer un trabajo sin estar vinculadas a algún tipo

de tecnología o Internet, lo cual, si bien puede ayudar, también puede perjudicar en gran manera,

como un arma de doble filo. Los adictos a los medios digitales tienen una abstinencia similar a la

de los adictos a las drogas, el comportamiento agresivo o la depresión son signos de adicción.

Los expertos recomiendan que en tales casos las personas busquen ayuda psicoterapéutica.

La tendencia del uso de teléfonos inteligentes va en aumento, ya que son una herramienta de

comunicación moderna y transportable que está al alcance de todos, más allá de la edad o el

estado socioeconómico, implica reflexiones sobre las funciones sociales y psicológicas que

realiza el teléfono móvil. Inicialmente era una herramienta esencial, al alcance de unos pocos,

para hacerse trazable en tiempo real; rápidamente comenzó a responder y a alimentar la

necesidad de estar cerca, superando los límites del espacio y el tiempo, cambiando las relaciones

cotidianas.
Si por un lado el teléfono móvil puede amortiguar el contacto emocional directo al encontrar

una respuesta a las inseguridades relacionales, al miedo al rechazo ya los sentimientos de

inseguridad; Por otro lado, podría convertirse en la única forma de relacionarse con los demás,

manteniendo una distancia irreal. De hecho, una amistad nacida y sostenida con el teléfono móvil

no tiene el sabor de una relación: falta la parte emocional que se construye solo en la relación, lo

que trae consigo importantes reflexiones, que a veces son imposibles.

La adicción a las redes sociales, las aplicaciones de citas, los mensajes de texto y los juegos

en línea pueden extenderse hasta el punto en que los amigos virtuales en línea se vuelven más

importantes que las relaciones de la vida real. Si bien internet puede ser un gran lugar para

conocer gente nueva, reconectarse con viejos amigos o incluso comenzar relaciones románticas,

las relaciones en línea no son un sustituto saludable de las interacciones de la vida real. Las

amistades en línea pueden ser atractivas, ya que tienden a existir en una burbuja, no están sujetas

a las mismas demandas o tensiones que las relaciones desordenadas del mundo real. El uso

compulsivo de aplicaciones de citas puede cambiar su enfoque a conexiones a corto plazo en

lugar de desarrollar relaciones a largo plazo.

Si prestamos atención a las consideraciones del smartphone como adicción, encontramos que

Goswami y Singh (2016) resumieron en siete los criterios para delimitar la dependencia y

adicción: Tolerancia, abstinencia, uso inespecífico, dificultad de control, tiempo excesivo de uso,

interferencia con otras actividades y uso continuado. Roos (2001) señaló también tres

características definitorias: La necesidad de mantener siempre encendido el móvil, usarlo en casa

aun disponiendo de una línea fija y problemas económicos y sociales derivados de su uso

excesivo. Chóliz (2010) ha señalado igualmente tres características: Abstinencia, falta de control

y tolerancia e interferencia con otras actividades.


CONCLUSIÓN

Durante la realización de este trabajo se pudo lograr el objetivo de indagar en la temática de

las nuevas tecnologías y/o smartphones, así mismo se ha podido analizar en diferentes maneras,

incluyendo sus efectos perjudiciales. Se puede concluir que esto es actualmente objeto de

controversia. La parte más aterradora de la adicción a los teléfonos inteligentes es que puede

afectar nuestra salud física y mental, nuestras relaciones y nuestra productividad. Esto se debe a

que, al igual que las adicciones a las drogas o al juego, los teléfonos inteligentes brindan un

escape de la realidad.

El cerebro en el teléfono inteligente es el mismo que el cerebro en la cocaína: tenemos un

efecto instantáneo cada vez que nuestra pantalla se ilumina con una nueva notificación. Todo es

gracias a la dopamina, la sustancia química para sentirse bien que se libera cada vez que haces

algo que disfrutas, como comer tu comida favorita u obtener cientos de me gusta en tu última

publicación de Instagram. La dopamina refuerza y motiva el comportamiento que nos hace sentir

bien y, a su vez, puede crear adicción.

Los teléfonos celulares solían ser solo herramientas de comunicación. Ahora, son GPS,

cámaras, consolas de juegos, cine en casa, y la lista continúa. Recurrimos a nuestros dispositivos

para todo: desde comprar entradas para el cine o leer las noticias hasta presentar nuestras tareas o

comprar cosas en otros países. No solo usamos nuestros teléfonos inteligentes para todo, sino que

confiamos en ellos.

Los humanos somos, por naturaleza, propensos a la distracción. Con los teléfonos

inteligentes, literalmente tenemos un mundo de distracciones a nuestro alcance. Es hora de

reconocer que nuestros dispositivos pueden afectar negativamente nuestras vidas, y tenemos que

hacer un cambio.
BIBLIOGRAFÍA

 Chóliz, M. (2010). Adicción al teléfono móvil: un punto de problema. Adicción, 105(1),

373–374.

 Cugota, M (2008). Adicciones ¿hablamos?. España: Parramon Ed.

 Goswami, V., & Singh D. R. (2016). Impacto de la adicción a los teléfonos móviles en la

vida de los adolescentes: una revisión de la literatura. Revista Internacional de Ciencias

del Hogar, 2(1), 69-74.

 Méndez, D. M., Romero, B. M., Cortés, M. J., Ruíz, A. E., & Prospero, G. O. (2017).

Neurobiología de las adicciones. Revista de la Facultad de Medicina UNAM, 60(1), 6-16.

Recuperado de https://www.medigraphic.com/pdfs/facmed/un-2017/un171b.pdf

 Moll, A. R., & Odriozola, E. E. (2014). Adicción a las redes sociales y nuevas

tecnologías en niños y adolescentes. Pirámide Ed.

 Roos, J.P. (2001, octubre). Postmodernidad y comunicaciones móviles. Ponencia

presentada en la 5 ª conferencia de la Asociación Europea de Sociología (ESA), Helsinki,

Finlandia.

 Silva, F. (2001). Adicciones con o sin drogas. Uruguay: Prevención Ed.

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