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Algunas ideas-fuerza de El sentido del mundo,

de Jean-Luc Nancy

[Buenos Aires, La Marca, 2003]

Etimología de ‘mundo’: del latín mundus, ‘baúl’ o ‘cofre’ donde se guardan


cosas ‘en orden’. En otros términos: continente de objetos articulados =
sistema ordenado = al griego cosmos o eso que se manifiesta de manera
ordenada.

Decir que no hay más mundo, pues, equivale a expresar que se carece de una
“ordenación compuesta y completa en el interior o desde el interior de la cual
encontrar lugar, abrigo y las señales de una orientación” (“El fin del mundo”, p.
17). Mundo como sistema de coordenadas: arriba-abajo; antes-después; yo-
otros; yo-ella; humano-divino; etc.

Hoy: No hay más sentido del mundo. ¿se trata del fin del mundo?

Hablar de fin del mundo no tiene aquí nada que ver con el cataclismo, el
anonadamiento en las borrascosas aguas del apocalipsis. Esta forma de pensar
el fin del mundo se halla, aún, arraigada, en el sentido significante ‘revelación’.

Sin embargo, las palabras que designan lo que llega a su fin (sea la historia, la
política, el arte, la filosofía, el mundo) no nombran realidades que subsisten en
sí mismas, sino que nombran conceptos, idas; se trata de nombres
“determinados en un régimen de sentido que se cierra sobre sí mismo” (Id.,
18). Las palabras han dejado de nombrar las cosas.

Ilusión de la que hoy debemos precavernos: la que consiste en “engancharse a


palabras (historia, filosofía, política, arte…) como si fueran inmediatamente
cosas.

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Definición de fin del mundo: “no hay más significación asignable al ‘mundo’”
(Id., 18). En otras palabras: poco a poco el mundo se sustrae a todo el régimen
disponible de la significación.

Fin del mundo como final de la época signada por el sentido. Por ende
sabemos que es el fin del mundo, pero no sabemos en qué sentido es ese fin.

Nos encontramos en una situación de ‘crisis del sentido’. Esa es, en efecto,
nuestra situación epocal. Esta crisis se hace aún más perentoria en el marco de
lo que Nancy llama ‘mundialización’ (otros, globalización). A través de la
mundialización el agotamiento de Occidente se expande revistiendo la forma
de una desnudez de sentido del mundo.

El sentido, entonces, es una noción histórica. Por eso, hoy, ahora, al presente,
resultan improbables las pretensiones de reencontrar el sentido. Hoy, pensar el
sentido implica pensar el estado de abandono del sentido y, también, tomar
todos los recaudos contra las ofertas de sentido tramposas, esto es, aquellas
nacidas de las ideologías totalitarias que confieren una sobreabundancia de
sentido frente a los sentidos insuficientes y desgastados heredados de la
sociedad de corte humanista-laica. Ante esto, se propone pensar y habitar el
abandono de sentido, estado que puede llamarse ‘desnudez’.

No es posible encontrar el sentido en un más allá del mundo (ni en un más allá
de Occidente, siendo como es que la mundialización de Occidente lo ha
tornado mundo). El sentido lo constituye el mundo como tal. El sentido del
mundo es su capacidad de hacer sentido, de otorgar sentido.

En la época de la mundialización resulta apremiante replantear la reflexión en


torno al sentido: no hay más sentido completo y fundante porque el mundo
que deviene en el proceso de mundialización (cosmopolita, teletécnico, digital,
hiperinformado) ya no es el mundus o el cosmos, es decir, no es totalidad, no
es completo, no es fundante. Es apertura plena, indeterminación, transparencia
y disolución.

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Ahora bien, el fin de la época “que ha determinado por completo el ‘mundo’ y
el ‘sentido’, y que ha extendido esta determinación al mundo entero” (Id., 19),
¿equivale en términos heideggerianos al fin de la metafísica?

En otras palabras: ¿qué vínculo hay entre mundo plenamente determinado y


metafísica? El mundo como espacio del sentido es aquello que nos posibilita
una captación del ente en totalidad. Si bien hay una relación estrecha
metafísica-mundo, no son lo mismo. La metafísica es una determinada manera
de ver (de conferir significado) al mundo. La metafísica es aquella manera de
considerar al mundo mediante la cual todos los entes aparecen concatenados.
No obstante, esa concatenación es tal no por establecer relaciones de
significatividad, sino por relaciones de fundamentación. Es decir: una
concepción metafísica del mundo es una relación causal del mundo.

En Heidegger la metafísica es una palabra peyorativa, en tanto la metafísica


implica una desfiguración del mundo.

En la época de Ser y tiempo, Heidegger creía posible corregir el error metafísico


que pretendía agotar la inteligibilidad del mundo. Luego de 1929, esas
pretensiones de exorcizar la metafísica quedan eliminadas. La metafísica es un
destino de la historia occidental. La metafísica es una enfermedad crónica. Es
querer explicar al mundo como totalidad. Metafísica se identifica, pues, con la
tecnociencia en su pensamiento. Se trata de la pretensión de explicarlo todo. La
tecnociencia es la figura más acabada de la metafísica. La metafísica
heideggeriana y la mundialización para Nancy corren parejas.

Volviendo a Nancy: Mundo = sentido = Occidente. Entonces, ¿cómo pensar en


términos de ‘mundo’ o ‘sentido’ aquellas experiencias anteriores o exteriores a
Occidente? ¿Se pueden trazar (y traspasar) los confines de Occidente? ¿Se
puede, en fin, delimitar lo otro a Occidente, esto es, al sentido y al mundo?

No podemos plantear simplemente ‘lo otro’. Ni pensarlo como ‘lo mismo’. La


mundialización, al proponerse como totalidad, no deja lugar para pensar un
‘afuera’. Entonces, no puede determinarse ningún sentido porque este,
siempre, debe ser referenciado a un ‘otro’. El reino de la totalidad es, pues, el

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del sin-sentido. ¿Cómo representar lo otro desde el sin-sentido totalitario de la
mundialización?

“No hay sentido más que en referencia a algún ‘afuera’ o a alguna ‘otra parte’
en relación con la cual el sentido consiste en referirse a ella” (Id., 22). El sentido
(su creación) implica una relación entre dos términos: adentro-afuera; logos-
mito; civilización-barbarie.

Entonces todo sentido es en relación-a. Esto es: el sentido refiere a algún


afuera; a alguna otra parte. Lo que en el tiempo presente se ha perdido es,
precisamente, esta forma de referir-a otra cosa que lo mismo.

El referirse-a es una operación de lenguaje. Cuando todo es lo mismo, el


lenguaje, sin un a-qué referirse, enmudece.

Sentido como sentir: sentimiento es el sentido considerado en la más amplia


generalidad semántica del sentir, es decir, el sentido en la más amplia
generalidad semántica del referir-a, o bien, el ser-para-alguna-otra-cosa. Eso es
ser-en-el-mundo. ¿Ser-en-el-mundo es ser-para-el-otro?

Mundo quiere decir ser-para, esto es, referir-a. Mundo es referencia, relación,
envío. El referir-a traduce la idea de entes referidos los unos a los otros.

“En tanto el mundo estaba esencialmente en referencia con lo otro (con otro
mundo o con un autor del mundo) podía tener un sentido” (Id., 23). Hoy, en el
contexto de la mundialización, “el fin del mundo consiste en que ya no hay
más esta referencia esencial” porque “ya no hay más que el mundo ‘mismo’”.
Entonces: el mundo no tiene más sentido, pero es el sentido” (Id.).

Apertura del mundo = apertura de la significancia general. Previo a la


significación está el sentido. El sentido es previo al mundo. El mundo no sólo es
correlativo del sentido, sino que está estructurado como sentido.
Recíprocamente: el sentido está estructurado como mundo. Conclusión: ‘el
sentido del mundo’ es una expresión tautológica.

¿Sentido en Nancy = ser en Heidegger?

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El concepto de ser heideggeriano constituye el marco referencial al cual se
remite todo ente. Y ese marco referencial es la comprensión o, mejor dicho, lo
que posibilita la comprensión. Un ente es comprendido en función de ese
marco de inteligibilidad. Ello significa que el concepto de ser en Heidegger es
equivalente a la noción de sentido. Es equivalente al espacio del sentido.

¿Qué es sentido? La primera significación del sentido es de orden espacial, es


decir, la direccionalidad. Sentido es dirección. El espacio del sentido es el
sistema de referencia originario, primigenio, último, irrebasable que da el
supuesto para comprender cualquier cosa. Matriz originaria que damos por
supuesta para comprender algo. Plantear el problema del ser es revisar ese
espacio para comprender algo. El ser es lo que damos por sentado en nuestro
vínculo con las cosas. Como se da por sentado no es empíricamente
cuantificable. Entonces, este concepto de ser es equivalente al de sentido o a
espacio de sentido. La respuesta fenomenológica al tema del sentido es la
intencionalidad.

En Ser y tiempo el organizador del espacio del sentido es el concepto de


mundo. La organización o principio articulador de ese espacio de sentido del
mundo posee un sesgo eminentemente antropológico. El sentido es
antropológico: Heidegger toma como modelo la acción humana para organizar
el espacio de sentido.

Nancy: diferencia entre verdad y sentido. Verdad es ser-tal en cuanto tal. El


sentido, en cambio, es ser-a o ser-para; en otros términos: ser en tanto venida
a la presencia del ente. Hay aquí un matiz de transitividad. ‘Sentido’ en su
valor semántico de ‘desplazamiento orientado’, del ‘tender hacia’, proceso de
desplazarse-hacia-alguna-cosa. El verbo ser en su sentido de ‘hacer’; ‘hacer
venir a la presencia al ente’; ‘el ser es el ente’ entendido como ‘el ser produce o
funda el ente’.

En los términos más arriba expuestos: ‘el ser es para el ente’, ‘el ser es al ente’,
‘el ser es hacia el ente’. El ser refiere al ente. De donde se dijo: el ser es (en) el
sentido (dirección) del ente. Porque no existe el ente por un lado y su sentido
por otro. El ser se orienta-a, enlaza, refiere al ente y, al hacerlo, confiere

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sentido del ente. El ser es estructura, propiedad y acontecimiento de sentido
del ente en general.

La filosofía es el modo de ser-en-el-mundo de Occidente. Y ese modo de pensar


propio de la filosofía se constituye en mediador, a partir de la interrupción del
mito, entre sentido y verdad. La filosofía es un modo de identificación entre el
sentido y la verdad.

Algo semejante en términos heideggerianos: el Dasein antopológico deviene


Ereignis, acontecimiento, que es una categoría transpersonal. El acontecimiento
es la matriz del sentido de toda la historia de Occidente. Estructura de sentido
histórica que coincide con la historia de la filosofía. La filosofía, así, no es un
saber accesorio sino el modo de habitar el mundo que determina nuestra
relación con él. La matriz conceptual del mundo está moldeada por la filosofía.

Foucault expone algo análogo con otra terminología. La episteme configura la


matriz intelectual de una época y el sujeto ya está sobredeterminado por esa
matriz epistémica.

El sentido del ser. Nancy escribe: “La cuestión o el asunto del sentido del ser” y
aclara entre paréntesis “(del sentido, absolutamente)”. Las parentéticas de
Nancy, a veces, dicen más que el texto de superficie: remarquemos entonces el
adverbio absolutamente. El sentido del ser es el sentido, absolutamente. El
sentido, considerado de manera absoluta.

Volvemos a preguntar: ¿sentido en Nancy = ser en Heidegger?

En el pensamiento de Heidegger, ser significa el horizonte de inteligibilidad de


algo, esto es, el ser es aquello respecto de lo cual todo ente está determinado y
comprendido. Heidegger define que una cosa es el ser y otra es el ente.
Diferencia capital. Todo lo percibido y a lo que le damos un contenido es el
ente. Aún en el caso de los entes abstractos. Esa definición dice que el ser no se
confunde con los entes. Qué es, entonces, el ser: aquello respecto de lo cual un
ente es siempre en cada caso comprendido. El ser es el horizonte de
inteligibilidad del ente.

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Un ente tiene sentido cuando está enmarcado en un campo interpretativo.
¿Cuál es el horizonte de inteligibilidad último en el cual las cosas tienen
conocimiento? El ser. O el sentido, en términos de Nancy.

Ese horizonte de inteligibilidad se halla implicado en todos los discursos, en la


totalidad de interpretaciones cotidianas que desarrollamos acerca de las cosas
y sus eventos y, sobre todo, en la ciencia (¡que por eso muy poco tiene de
científica!).

Heidegger nunca precisa que mundo y ser sean equivalentes (pero quizá lo
sean).

Nancy: sentido = mundo y mundo = sentido. Heidegger: mundo ¿=? ser.


Entonces: Ser ¿=? sentido.

El horizonte último de inteligibilidad en la primera etapa del pensamiento de


Heidegger es la vida humana, el Dasein. El Dasein es una manera de la
subjetividad.

Ser significa horizonte de inteligibilidad. El Dasein, al comienzo de su meditar.


Es el Dasein un concepto ligado a la vida vida humana.

A partir del giro (Kehre), Heidegger se va corriendo del planteamiento


subjetivo tradicional y amplía el concepto de ser: sucede que el horizonte de
inteligibilidad ya no es el hombre, el Dasein, sino un acontecimiento impersonal
en el cual la vida humana ya está desde siempre implicada (Ereignis).

El concepto de Ereignis intenta pensar el ser sin ningún tipo de referencia al


ente, esto es, en categorías que no proceden de la tradición metafísica, ese
horizonte último de inteligibilidad como acontecer histórico.

No obstante: el ser es el horizonte de inteligibilidad, sea el Dasein o sea el


acontecimiento (Ereignis).

En el primer Heidegger la naturaleza aparece, desde el punto de vista


fenomenológico, como el material del cual están hechos los útiles. Por ejemplo,

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si nos preguntamos cuál es modo primario que tenemos de vincularnos con los
entes naturales, ellos no aparecen ante nosotros bajo el modo de la
contemplación o la experiencia estética, sino como el material del que están
hechos los útiles: piedra, madera, etc.

La naturaleza aparece como un útil implicado en las conductas prácticas.


Ejemplo: el sol no es el ente que es en sí mismo con sus propiedades físicas,
las cuales pueden ser medidas; el sol, por el contrario, es aquello que nos
quema, nos molesta, nos broncea, hace crecer el pasto, aquello que tomamos
en cuenta para construir una casa y dotarla de orientación, esto es, el referente
de una disposición. Otro ejemplo: en relación a él se disponen ciertos
cementerios, ubicados hacia el lado del ocaso respecto de lo que obra de
centro (crucero, iglesia, etc.).

En síntesis, el sol es un objeto semiótico, significativo. El sol porta sentido.

Así, los objetos se hallan insertos y responden a una dimensión hermenéutica.


Los objetos desde siempre están significados, interpretados. La naturaleza no
comparece inmediatamente, sino que está mediatizada por medio de
interpretaciones (coincide Umberto Eco cuando sostiene que no hay signos
naturales y todo se traduce a lenguaje).

Nancy: ¿cuál es el sentido del ser? El ser es el sentido en todos los sentidos de
lo ek-sistente. “El sentido no se reúne con el ser, no le sobreviene, sino que es
la apertura de su sobrevenida misma, la apertura del ser en el mundo” (Id., 53).

Ser/sentido/mundo sobrevienen y, al sobrevenir, refieren-a lo-que-existe por


medio del lenguaje.

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