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Primera parte
S. West
© Sophie West 2015
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http://sophiewestautora.wix.com/dirtybooks
Esta obra está registrada bajo una licencia Safe Creative. No se permite la
distribución, comercialización, reproducción ni el uso en obras derivadas sin
permiso expreso de la autora o los editores.
Advertencia de contenido: Esta historia contiene escenas con alto contenido
sexual. No apta para menores ni mentes sensibles. No tratéis de reproducir ninguna
escena si no es de manera sana, segura y consensuada. Esta historia es ficción, no
pretende ser un ejemplo de nada, así que deja volar tu imaginación y tu fantasía sin
prejuicios ni tabúes.
Prefacio
Capítulo uno
Capítulo dos
Para Cristóbal, tal y como te prometí.
Que Campanilla se largara de Pleasures Manor sin querer hablar conmigo, fue
un contratiempo que no minó para nada mi convencimiento que acabaría
consiguiendo que se metiera en mi cama de forma permanente. O yo en la suya, que
tanto me daba.
Siempre he sabido que es la mujer perfecta para mí, desde la primera vez que
la vi hace ya unos cuantos años. En aquel momento no estaba yo por la labor y
prefería picotear en coñitos dulces y jóvenes, muchachas con muchos pájaros en la
cabeza y sus ojos fijos en mi polla y mi cartera; más la segunda que la primera,
aunque ninguna le hizo ascos a mis perversiones si a cambio recibían un buen regalo
en forma de collar o brazalete con diamantes.
En los círculos en los que me muevo no abundan las mujeres con carácter,
más bien son escasas; y de estas, la mayoría están demasiado hastiadas por la vida,
o están casadas. Nunca me he metido dentro de unas bragas que tuviesen dueño, no
va con mi forma de ser; además, sus maridos son con los que suelo hacer negocios,
y no es recomendable mojar el churro en la esposa de alguien que puede joderte
unos buenos beneficios solo por venganza.
Por eso durante muchos años me limité a salir con las tontitas típicas que se
ven del brazo de sesentones barrigudos pero con una abultada cuenta corriente,
chicas esculturales gracias a la intervención del cirujano de turno, que sonríen como
bobas, los ponen a tono, y después sus ojos brillan con el signo del dólar.
No son tontas, en absoluto. Más bien se lo hacen. Tienen muy claro cuáles son
sus objetivos, y el principal es pescar un marido rico que les solucione la vida. Por
eso a mí jamás me han durado mucho, aunque sí el tiempo suficiente para conseguir
colgarse del brazo de alguien más viejo e infinitamente más desesperado que yo. Y
mientras, se divertían yendo del brazo y follando a un tío joven, guapo y cachas (ese
soy yo), que encima las llevaba a fiestas y saraos donde encontrar a otra víctima más
propicia para poder chuparle la sangre.
Pero llega un momento que todo eso pasa a ser aburrido.
Cuando un hombre tiene veinte años y está más caliente que la bragueta de
un herrero, se conforma con revolcarse con cualquier mujer que se le abra de piernas;
y si además esas mismas mujeres le dicen que sí a todo, y nunca le ponen pegas
aunque lo que pida sea una barbaridad, esa sensación de poder hincha la polla
mucho más que dos tetas rebotando al aire.
No he sido rico toda mi vida. Entré dentro de ese círculo de elegidos a la
misma edad que la mayoría está cursando sus estudios en la universidad. Yo no tuve
la oportunidad de poder ir, ya que estaba clavado en la menguada y reseca tierra de
mi padre, un loco obsesionado con encontrar petróleo que había horadado la casi
totalidad de los veinte acres que quedaban de los casi doscientos con que contaba el
rancho que fundó mi bisabuelo. En la década de los sesenta alguien había intentado
comprarle las tierras a mi abuelo, y mi padre, que entonces aún era un chaval, pensó
que era porque estaban convencidos que allí había petróleo.
Se pasó toda su vida buscándolo y, cuando lo encontró, no tuvo tiempo de
disfrutarlo ya que se estrelló con el coche mientras una puta le estaba haciendo una
mamada. Era el año 1.990, yo tenía veinticuatro años recién cumplidos, y me
encontré siendo propietario de una bolsa de petróleo por la que todas las grandes
compañías petrolíferas se peleaban por conseguir.
Vendí al mejor postor y me largué de Texas sin mirar atrás; volé hasta Nueva
York, donde tomé la mejor decisión de mi vida: prepararme en lugar de derrochar
todos los millones que había conseguido. Los años de penurias y necesidad que pasé
al lado de mi padre, me habían enseñado que el dinero se va con la misma rapidez
que llega si no haces algo para retenerlo, así que me rodeé de gente que pudiera
enseñarme cómo conseguir que mi fortuna aumentara en lugar de desaparecer.
Pero también aprendí a divertirme, no voy a negarlo. Y descubrí por qué el
sexo «normal» nunca me había proporcionado una auténtica satisfacción.
Soy un pervertido hijo de puta.
Y sé que Abby, mi Campanilla, está a mi altura.
Detrás de esa fachada de mujer fría como el hielo, hay una hembra dispuesta
a probar cualquier cosa. Está desesperada por sentir y recordar qué se siente siendo
mujer, aunque el orgullo se lo impida. Me lo demostró en Pleasures Manor, cada vez
que su coño se convulsionaba con mi polla en su interior.
Y voy a obligarla a aceptarlo, sin que me importe a qué métodos debo
recurrir.
Capítulo Uno
Continuará...
Sobre la autora
Switch. Swinger. Voyeur. Sophie es una mujer perversa que vive su vida
como quiere, disfrutando al máximo. Ha viajado por todo el mundo gracias a, o por
culpa de, su trabajo como secretaria personal de un alto ejecutivo de una
multinacional. Le gustan el cuero, y las gafas de sol vintage, de las que tiene una muy
buena colección, y que usa aunque esté nublado. No le gustan las multitudes, y
prefiere las reuniones íntimas con sus amistades a las grandes fiestas; sentarse en un
Starbucks y tomarse un frapuccino de chocolate mientras cotillea con sus amigas,
para ella es una idea bastante cercana al Paraíso. En sus novelas viviremos sus más
perversas fantasías, algunas de las cuales ha tenido la suerte de poner en práctica.
Esclava victoriana
Escocia, 1209.
Kenneth Allaban es un soldado mercenario y vagabundo que alquila su
espada al mejor postor. Viaja de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, ofreciendo
sus servicios a quien pueda pagarlos, sin importarle si son de noble cuna o simples
vasallos. En sus correrías seduce y es seducido, ahogando el dolor que lo está
consumiendo en el sexo, el alcohol y las peleas. Pero la única verdad es que después
de cinco años aún no ha podido olvidar a Seelie, su único y verdadero amor, que
murió en sus brazos, y de cuya muerte se culpa.
En «El secuestro», Kenneth llega a Recodo Salvaje, una aldea que está siendo
víctima de una banda de malhechores. Allí conoce a Maisi, la hija del tabernero, a la
que salva de una brutal violación y con la que se acuesta después, arrebatándole su
virginidad con el beneplácito de ella. Pero aquella misma noche, Maisi es
secuestrada por Blake, el jefe de los bandidos, un hombre extraño que sirve a un
misterioso Amo...
En manos de Blake, Maisi desarrolla una tormentosa atracción por su
secuestrador, mientras Kenneth busca la manera de rescatarla.