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TENTO EL OÍDO

Para poder ser un buen discípulo y con esto un excelente misionero,


obligación que tenemos todos los bautizados, consciente o
inconscientemente, en nuestra vida de fe, es la de estar atentos a la
Palabra de Dios, por eso hoy que la lectura del Santo Evangelio nos
habla de cual es el mandamiento más importante, comienza Jesús con
una disposición que podemos dejar pasar de largo y es una de las más
importantes y trascendentes para dar cumplimiento a todo lo demás, que
se resume en el verbo que utiliza Jesús al inicio de sus indicaciones:
“Escucha”.

Quien no es capaz de escuchar, no será capaz de ejecutar la mejor de


las obras, hoy Jesús en el texto de san Marcos nos enmarca el centro de
la vida del creyente en el amor, pero sin dejar de largo la escucha atenta
a la Palabra de Dios, hoy nos hemos habituado a oír, y poco a escuchar,
somos conscientes de la infinidad de voces y sonidos que se generan,
pero muchas veces hemos dejado de escuchar, poner esa atención
necesaria, que manifiesta nuestro reconocimiento a quien nos habla, no
sólo por lo que nos dice, sino por quien Es.

El hecho es que no basta oír. Es necesario escuchar para poner en


práctica. Se puede afirmar que se sabe sólo cuando se hace. La palabra
se escucha únicamente cuando se convierte en hecho, cuando se
traduce en acción, cuando determina un comportamiento.

DISPUESTO A LA ACCIÓN

Cuando Jesucristo invita a sus interlocutores a la escucha y no


simplemente a ser conscientes de que está hablando, es porque quiere
generar en todos la acción, la acción que se desprende de
convencimiento, una acción que no es fruto sólo de un mandato, sino de
la conciencia plena de que es el camino de nuestra perfección, que es la
santidad, a través de lo cotidiano de la vivencia del amor, lo
extraordinario no es el amor, sino que lo hagamos nuestro principio y
modo de vida. Lo cual significa que Dios actúa a través de nosotros,
porque Él es el amor.
Disponernos para amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con
toda la mente y con todas las fuerzas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos, no es sólo un acto de obediencia, sino sobre todo un
camino de santidad, un permitirnos prolongar la obra creadora, y perfecta
de Dios. La obra perfecta de la creación es inagotable y se prolonga en la
medida en que nos disponemos a amar, amando, siendo así co-
creadores con Dios mismo, ya que todo lo bueno, perfecto y santo, se
genera desde el amor y con el amor.

Esta concepción y lineamientos de Jesús expresados perfectamente en


el Evangelio, nos permiten comprender las hoy tan confusas palabras de
san Agustín, confusas no en sí, sino por nuestra deformada y limitada
concepción del amor que tenemos, que hemos llevado a criterios tan
reducidos y limitados, quien ama, no sólo cumple el mandamiento de
Dios, sino que lleva a plenitud la razón por la cual fue hecho,
demostrando la perfección de la creación de Dios.

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