callado VIII XIX Tú eres más que mis ojos porque ves Hoy que has vuelto, los dos hemos callado, lo que en mis ojos llevo de tu vida. y sólo nuestros ojos pensamientos Y así camino ciego de mí mismo alumbraron la dulce oscuridad iluminado por mis ojos que arden de estar juntos y no decirse nada. con el fuego de ti. Sólo las manos se estrecharon tanto Tú eres más que mi oído porque escuchas como rompiendo el hierro de la ausencia. lo que en mi oído llevo de tu voz. ¡Si una nube eclipsara nuestras vidas! Y así camino sordo de mí mismo Deja en mi corazón las voces nuevas, lleno de las ternuras de tu acento. el asalto clarísimo, presente, ¡La sola voz de ti! de tu persona sobre los paisajes Tú eres más que mi olfato porque hueles que hay en mí para el aire de tu vida. lo que mi olfato lleva de tu olor. 3. Yo leía poemas y tú estabas Y así voy ignorando el propio aroma, IX emanando tus ámbitos perfumes, Yo leía poemas y tú estabas pronto huerto de ti. tan cerca de mi voz que poesía Tú eres más que mi lengua porque gustas era nuestra unidad y el verso apenas lo que en mi lengua llevo de ti sólo, la pulsación remota de la carne. y así voy insensible a mis sabores Yo leía poemas de tu amor saboreando el deleite de los tuyos, y la belleza de los infinitos sólo sabor de ti. instantes, la imperante sutileza Tú eres más que mi tacto porque en mí del tiempo coronado, las imágenes tu caricia acaricias y desbordas. cogidas de camino con el aire Y así toco en mi cuerpo la delicia de tu voz junto a mí, de tus manos quemadas por las mías. nos fueron envolviendo en la espiral Yo solamente soy el vivo espejo de una indecible y alta y flor ternura de tus sentidos. La fidelidad en cuyas ondas últimas —primera—, del lago en la garganta del volcán. tembló tu llanto humilde y silencioso y la pausa fue así. —¡Con qué dulzura 10, 15, 20, 30, las parcelas besé tu rostro y te junté a mi pecho! opinan sobre el verde, sin agriarse; Nunca mis labios fueron tan sumisos, y los poblados, vida y ropa limpia nunca mi corazón fue más eterno, sacan al sol. Caminos campesinos nunca mi vida fue más justa y clara. suben sin rumbo filo, a holgar, al cerro. Y estuvimos así, sin una sola Los árboles conversan junto al río, palabra que apedreara aquel silencio. de nidos en proyecto, de otros en abandono, Escuchando los dos la propia música de la nube servida como helado cuya embriaguez domina en el remanso próximo, sin un solo ademán que algo destruya, del equipaje de las piedras en una piedra excelsa de quietud que acaso nadie ha dejado en la orilla, cuya espaciosa solidez afirma de la avispa hipodérmica, el luminoso vuelo, las inmóviles del aguacero y la joven vereda, quietudes que en las pausas del amor de las ranas deletreadas en su propia escuela, una lágrima sola cambia el cielo del verso como prosa de los ojos del valle y una nube y del viento de anoche que barrió las estrellas. pone sordina al coro del paisaje El río escucha siempre caminando. y el alma va cayendo en el abismo El río que se conduce a sí mismo, cómo y cuándo… del deleite sin fin. Detrás de un cerro grande Cuando vuelva a leerte esos poemas va estallando una nube lentamente. ¿me eclipsarás de nuevo con tu lágrima? Su sorpresa 4. Yo acaricio el paisaje es como nuestra dicha: ¡tan primera! III Lo inaugural que en nuestro amor es clave Yo acaricio el paisaje, de toda plenitud. oh adorada persona El aire tiembla a nuestros pies. Yo tengo que oíste mis poemas y que ahora tu cabeza en mi pecho. Todo cuaja tu cabeza reclinas en mi brazo. la transparencia enorme de un silencio Hornea el mediodía sus colores, panorámico, terso, labrados panes para el ojo apoyado en el pálido deliro que comulga con ruedas de molino. de besar tus mejillas en silencio.